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Never be the same

Summary:

Harry es alfa, un padre soltero sin alguna idea clara de lo que es tener un cachorro. Louis es un omega, quien dice haber sufrido un aborto espontáneo y necesitar un trabajo.

El omega termina amamantando al hijo de su jefe luego de que sus llantos se vuelvan tan dolorosos para ambos.

Chapter 1: Capítulo 1

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Harry se sentía el mejor alfa de todos, al final del día. Podía sentir la alegría de su omega desprenderse y llegar hasta su sistema cuando ella estaba lejos.

—¿Lo cuidarás? —le preguntó con burla. La rubia rodó los ojos y acarició su prominente estómago de siete meses con una tranquilidad que emocionó el corazón de Harry.

—Lo haré, alfa —ella respondió como todos los días desde que se habían enterado que serían padres. No había sido fácil, ambos habían buscado un cachorro desde hacía años y no lo consiguieron enseguida. El cachorro en el vientre de la omega de Harry era un milagro para todos.

—Está bien —Él sonrió y se inclinó para besar la frente de la mujer, aspirando su olor y llevándoselo en su corazón que no dejaba de latir con fuerza—. Te extrañaré.

—Vete ya —Ella negó divertida y volvió a rodar los ojos.

Harry asintió mientras giraba sobre sus talones y abría la puerta, el viento frío de Londres siendo un saludo como todas las mañanas. Y su omega gritando a sus espaldas lo mucho que lo amaba era la despedida más cálida, con una promesa al final del suspiro que la mujer daba y que Harry podía oír pese a la distancia.

Era el calor que ella irradiaba que lo abrigaba para no sentir frío. Era su lazo no formado, la falta de una mordida en su cuello lo que les demostraba a los demás que no lo necesitaban.

—¿Ella cómo está? —preguntaban algunos en su trabajo. Él sonreía y se inclinaba para dar a presumir su felicidad.

—Muy feliz —susurró a cada pregunta, encogiéndose de hombros y mirando a su escritorio. La foto de ella y a su lado una ecografía—. Estamos muy felices.

Y todos sabían la lucha que habían tenido que vivir para poder cumplir ese sueño. Un cachorro que crecía sano dentro de ella a cada día, que pateaba por las noches y la hacía llorar a ella por no dejarla dormir y Harry sosteniéndola sobre su regazo y recordándole la palabra que escuchó de todos los médicos que la habían atendido y habían dicho que era imposible que ella pudiera darle bebés.

Los días eran eternos, pero al llegar a casa y tener unos brazos envueltos en su cuello junto a un estómago rozando el suyo, le recordaba que valía la pena.
Sin embargo, ese día había sido diferente.

—¡Cielo! —exclamó en el marco de la puerta, frunciendo su frente y mirando a su alrededor para no encontrarla—. ¡Estoy en casa!

Antes, cuando el bebé no existía, ella solía correr con tanta fuerza de una habitación a otra para saludar a Harry que sus pasos se escuchaban hasta afuera, y Harry reía y la sostenía cuando se lanzaba sobre él.

—¿Cielo? —llamó otra vez.

El silencio le provocó dolor de cabeza y angustia. Ya no la sentía.

Sus pasos no sonaron sobre la vieja madera de la casa, solo su respiración acelerada mientras caminaba hacia la habitación. Pero el vacío le quemó la piel y los ojos cuando no halló una sonrisa de labios rojos exigiendo algún antojo.

—Estoy en casa —susurró.

Ella no apareció.

Siguió y nunca apareció. Harry la encontró, pero ella nunca apareció realmente. Nunca fue a recibirlo y nunca besó sus labios para darle la bienvenida que se merecía.

Ella no se levantó del azulejo del baño cuando Harry abrió la puerta y la encontró desparramada sobre un suelo lleno de rojo y un tercero cuerpo. Algo pequeño, soltando quejidos que hicieron el corazón de Harry acelerarse. No los brazos de su omega, no el sentimiento que ella le daba. Solo los quejidos de un cuerpo pequeñito sobre el suelo, cubierto de sangre y a su lado, la omega con sus piernas abiertas y su cuerpo débil.

Chapter 2: Capítulo 2

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Su pie estaba sobre su estómago hinchado, tan cerca de sus ojos que estaba seguro que ya había manchado sus pantalones también de lágrimas.

Siguió mirando un punto fijo. Letras sin sentido en el lugar donde miles de desconocidos pasearon con prisa para ir a realizar sus necesidades, y él estaba sobre ese piso a la espera de nada.

No tuvo fuerza cuando había intentado levantarse la primera vez, huyendo con espanto. Se rindió cuando su cerebro le dijo que no podría lograrlo, que la ropa llena de sangre llamaría la atención y que estaría en un hospital antes de que pudiera volver a llorar, así que solo se sentó y esperó lo inevitable. El punto fijo, la palabra sin sentido escrita sobre la pared frente a él que miraba sin entenderle el mensaje.

Había llorado y lo había sacudido cuando lo vio por primera vez, esperanzado de que quizá pudiera salir con él en sus manos. Pero el bebé no se movió cuando lo sacudió con su dedo. No respiró cuando miró su pancita fijamente a la espera de un suspiro.

No sucedió nada más que lágrimas de su parte y sus piernas adoloridas en su pecho, apretándose contra él con fuerza para que el estómago, donde ya no había un bebé, desapareciera.

—Mi Dios... —alguien dijo a su lado, pero sus ojos seguían en la pared—. ¿Qué...? ¡Necesito una ambulancia aquí!

Louis parpadeó ante los gritos, casi gimiendo porque sabía que no los toleraba. Siempre se erizaba cuando alguien gritaba a su lado y no había sido la excepción la voz desconocida. La excepción hubiera sido su bebé chillando para que lo recogiera del sucio suelo pero, mirándolo de reojo, supo que en serio no sucedería.

—¡Que alguien llame a una ambulancia! —volvieron a gritar y cuchicheos se escucharon como una ola chocando contra la arena y llevándose todo.

Louis volvió a mirar el cuerpo de su bebé delante de él, a pocos centímetros que si tuviera su mano estirada lo alcanzaría con facilidad. Pero la falta de muchas cosas sobre él le recordaba que no debía hacerlo, que no debía mirarlo tanto tiempo y aprenderse su rostro.

Tenía un pequeño lunar en la mejilla.

—Está bien, omega —Una mano le apartó el cabello de la frente que había tenido pegado gracias al sudor que provocó haber pujado en vano—. Ya viene una ambulancia... Ya viene alguien a ayudarte.

Parpadeó y siguió apretando su rodilla en su pecho para que realmente le doliera.

Se había abierto de piernas con tambaleos en un bar de mala muerte. Se había tirado sobre el piso y había quitado sus pantalones con rapidez cuando el dolor se sintió como si sus huesos estuvieran sido quebrados uno a uno. Había pujado con las piernas recogidas solo lo necesario para que el bebé pudiera salir de él*.

—¿Cuántos meses tenías? —Una voz de beta le hizo abrir los ojos y darse cuenta que estaba siendo levantado del suelo—. ¿Cuántos meses de embarazo tenías, omega?

—Ocho meses —susurró y miró hacia el suelo, donde el diminuto cuerpo seguía en el mismo lugar. Nadie se había tomado la molestia de asegurarse de que estuviera vivo, si es que quizá Louis se había confundido—. El bebé...

—El bebé no sobrevivió —dijeron enseguida, otra voz que le hizo brincar y chillar con debilidad—. ¿Tienes alfa?

Volvió a mirar a su bebé, a la puerta del baño con cientos de ojos curiosos mirando la escena y una sábana sobre él pero no sobre el bebé.

—El bebé —susurró con debilidad en su boca y sabor a lágrimas sobre sus labios—. Mi bebé necesita...

—¿Tienes alfa, omega?

Negó y cubrió su boca con su mano, sollozando y negando una vez más de forma frenética. Porque realmente no lo tenía. Había pensado que cuidaría de su hijo solo cuando naciera en un hospital, cuando llorara por querer su calor.

—Por favor —rogó y con debilidad señaló al cuerpo de su bebé—, necesita... necesita que alguien lo cubra. Por favor.

Un desconocido lo hizo con una mueca en sus labios. Con asco en su rostro.

Chapter 3: Capítulo 3

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El bebé respiraba y unas máquinas le indicaba que así era. Pero él seguía mirando fijamente su pancita moverse con fuerza, alimentando los pulmones de Harry con tranquilidad.

Un suspiro le hizo parpadear y notar más lágrimas caer sobre sus mejillas.

—No debería estar aquí.

—Es mi bebé —respondió enseguida, arrugando su frente y viendo los tubos que el pequeño tenía en su delicada boca—, es lo único que me queda...

—Señor Styles —Un largo suspiro—, usted puede tener una cama en el hospital, pero no puede quedarse aquí. Sin excepciones.

Harry arrugó sus labios y analizó todo el cuerpo del bebé, de arriba hasta abajo, a sus deditos chiquitos en sus pies que no tenía comparación alguna a algo que Harry pudiera recordar. Y los deditos de sus manos... Apenas se movían.

—Señor Styles —la enfermera volvió a llamar—, él está bien. Debe irse ahora.

El alfa asintió, levantándose con pesadez de la silla donde apenas llevaba quince minutos sentado, todos los segundos analizando el cuerpo de su cachorro como si fuera a desaparecer frente a sus ojos. Y le daba miedo... Parecía imposible, pero su piel se erizaba de recordar todo lo que había tenido que pasar.

Había tomado al bebé del suelo cuando su sorpresa pasó lo suficiente como para agacharse y quitarse la chaqueta. Su omega la había planchado al día anterior, tarareando una canción que Harry nunca pudo reconocer y a la cual le olvidó preguntar su nombre.

—¿Va a seguirme? —la misma mujer preguntó, voz baja y comprensiva. Harry supo enseguida a qué se refería.

Negó, arrodillándose y desplazándose por la pared hasta que tocó el suelo. Siguió negando para entonces, sus ojos mirando a lo lejos como las personas pasaban por aquel largo pasillo.

—Bueno —La enfermera suspiró y tocó su hombro, inclinándose hacia él lo suficiente como para que sus susurros fueran escuchados—, necesitas realizar el papeleo. Ya tenemos las causas de la muerte de...

Harry cubrió sus oídos enseguida, negando con sus rizos sacudiéndose casi con violencia. La enfermera se detuvo enseguida y solo observó cómo el alfa se soltaba en sollozos una vez más, elevando y bajando sus hombros por la fuerza que realizaba al hipar.

La enfermera le dio su tiempo, ignorando las miradas de algunos pacientes que pasaban a su lado con sus ojos curiosos, susurrando palabras desagradables por solo ver a un alfa llorando y destrozado.

—El bebé está muy sano —habló con el nudo en su garganta—. No deberá pasar tanto tiempo aquí por la fuerza que tiene, pero aún no estamos seguros de sus pulmones. En cuanto despierte, te buscaré para que puedas darle el biberón con su leche. Necesita tener una presencia que lo haga sentir seguro.

Ella lo ayudó a levantarse. Le ayudó a caminar hasta la habitación más cerca para que no fuera tan fastidioso tener que caminar tanto para llegar al bebé.

—Me llamo Duany —le dijo a la vez que lo sentaba en la cama—, y estaré viendo el progreso de tu bebé durante estos días.

Harry no dejó de mirar sus dedos cuando la puerta se cerró. No dejó de mirar sus manos que habían acariciado a su omega antes de marcharse sin saber lo que sucedería después, que la oscuridad de una habitación de hospital le llenaría de angustia y vergüenza por ser un mal alfa. La oscuridad, que le recordaba la escena que nunca podría borrarse.

(...)

—Yo no puedo sostenerlo —pudo escuchar de la boca de la enfermera—, pensará que soy su madre.

Harry restregó sus ojos para quitar el sueño de sus párpados, sin tener un éxito ya que solo había parpadeando durante cinco minutos antes de que la puerta fuera abierta otra vez, una voz avisándole que ya era hora. Y él no sabía cómo lo lograría.

—Lo voy a tirar —dijo enseguida, recordándose lo malo que era en todo—. Yo no...

—No, no —La mujer bufó y rodó los ojos—. No lo vas a tirar porque tendrás cuidado.

No pudo responder, ella ya estaba echándole desinfectante a sus manos. Le indicó con sus ojos lo que debía hacer y Harry lo hizo con torpeza, mirando con nerviosismo hacia la cuna.

—Pero yo no...

—Calla —Ella volvió a rodar sus ojos y abrió la cuna—. Deberás aprender sí o sí, a menos que no quieras tenerlo.

—Quiero tenerlo —aclaró enseguida, sin que le importara demasiado lo mal que había sonado su voz.

—Toma su cabeza, vamos —susurró—. También sus piernas y elevalos al mismo tiempo, con delicadeza, ¿lo entendiste?

No quería asentir, pese a haber comprendido lo que debía hacer. El miedo seguía en él y sus manos estaban a nada de temblar, pero se regañó mentalmente cuando se acercó y lo vio. Apenas se movió un poco más que antes, acercando sus manos a su rostro y limpiando su pequeña nariz.

—¿Por qué ya no tiene todos esos cables? —Sus ojos no abandonaron sus movimientos.

—Te dije que nació fuerte.

Y Harry le respondió en su mente, diciendo que su cachorro no había nacido. Pudo imaginarse a su omega sorprendiéndose por el repentino parto.

Parpadeó y retrocedió lo suficiente como para no ver el interior de la cuna. No ver el rostro del bebé que ya había comenzado a quejarse.

—No puedo.

Chapter 4: Capítulo 4

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Su respiración era una ligera brisa que no podía mover nada, solo se sentía. Tal como su tristeza irradiaba en el ambiente, fingiendo ser algo bueno por hacerse notar con tanto atrevimiento. 

—¿Louis Tomlinson? —Llevaba horas mirando el mismo punto invisible en ese lugar de mala muerte, donde la sangre se olía y se sentía en sus fosas nasales. Le dolía el estómago y los ojos de llorar tanto. 

Lo habían recogido del suelo como una basura siendo tirado a una camilla que apenas podía aguantar su peso y el de su bebé, porque lo habían colocado a orillas de sus pies cuando lo subieron a un auto que fingía ser una ambulancia. Los gritos de ayuda eran falsos, las lágrimas eran verdaderas y eran lavaba sobre sus mejillas, quemando todo a su paso y dejando un rastro de recuerdos para siempre. 

—Louis Tomlinson —volvió a llamar el desconocido, exigiendo que el cuerpo sobre la cama reaccionara. Pero el omega había olvidado cómo hablar, cómo seguir con vida—. Escúchame, omega. 

Su voz de alfa le erizó la piel y le obligó a parpadear, sus labios resecos separándose para aspirar el aire que no quería. Lo miró, exigiendo con su mirada de cachorro herido que todo, una vez más, fuera solo una pesadilla. Que él despertaría en su vieja casa, estirándose lo que su vientre le hubiera permitido, sintiendo las pataditas de su cachorro exigiendo la atención de su mami. 

Pero el extraño lo miró con sequedad, analizando su cuerpo y deteniéndose en su estómago, que seguía hinchado en una mala burla a su falta de embarazo. 

—Tenemos que realizarte un legrado —declaró como si nada. Louis parpadeó y frunció su frente, todo de él doliendo. 

—Pero... Pero yo lo vi —susurró, incapaz de decir palabras que dijeran la verdad dolorosa—. Estaba... Lo trajeron conmigo... ¿Dónde...? 

—En la basura —dijo. Revisó los papeles sobre sus manos y suspiró, volviendo su vista seca al omega—. ¿Te vas a realizar el aborto o no? No salió del todo, ¿es que no lo viste?

La corriente que subió por todo de él fue lo único que le indicó que seguía con vida. Su respiración seguía siendo una brisa sin importancia, y sus lágrimas eran las pequeñas gotas que caían del cielo sin mojar a nadie. 

—... ¿Qué? —Se ahogó con su saliva y vio por primera vez donde estaba. Ni siquiera era un hospital—. ¿Dónde estoy? 

—No tengo tiempo para esto, Louis Tomlinson —exclamó y rodó los ojos, la profesionalidad no estando en él. En nada de su alrededor—. Existen pastillas que también te ayudarán, pero te costarán un dineral. ¿Cuánto tienes? 

Sus mejillas revivieron como una flor oculta bajo un manto de blanca nieve. 

No estaba seguro si tenía un lugar dónde ir, si todavía quedaba un hogar para él en alguna parte del mundo. No tenía nada, solo le quedaba su cachorro, el que estaba en la basura. 

—No tengo... —Se detuvo cuando su voz sonó quebrada, perdida—. No tengo dinero. 

Él siguió sonando quebrado cuando terminó de hablar. Él siguió luciendo quebrado cuando comenzó a vestirse, toda la vergüenza en él ante solo llevar una bata de hospital, pese a no estar en uno. No quería preguntar por sus pantalones, ni por su camisa. 

No quería preguntar en qué bote de basura estaba su bebé.

 

 

(...)

Llovía. Su poca ropa, el trapo sobre su piel se pegaba y le permitía que la lluvia limpiara la sangre entre sus piernas y el sudor sobre su frente. 

Seguramente, sus pies dolían por la cantidad de calles que había recorrido. Las miradas de los curiosos no ayudaban en su caminata, solo lo hacían más pesado a cada paso que su cuerpo se veía obligado a dar. La noche le ayudó, apiadándose de él y haciéndole invisible bajo la lluvia, sintiendo su propia vergüenza ante las miradas que había recibido desde que había salido de la dichosa clínica. 

Cuando llegó a casa, sus ojos querían cerrarse para siempre. 

—¿Qué te pasó? —La voz ronca le hizo bajar la mirada a sus pies, a su redondo estómago vacío. 

—Lo perdí —se obligó a decir, respirando con fuerza para que el azul de sus ojos no escapara, no huyera con pena por pertenecer a un cuerpo tan patético. 

Él rió, tirando el cigarrillo a sus pies e inclinándose para besar su frente. Un beso que no le produjo nada. Un simple beso que no merecía ser llamado de tal forma por su falta de sentimiento.

—Ve a dormir —le ordenó. Cuando intentó entrar a la casa, lo escuchó con claridad—: Te dije que no sobreviviría. 

Y había tenido razón, como siempre.

Chapter 5: Capítulo 5

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~ 1 mes después ~

La lluvia nunca era un buen acompañante, sí cuando quieres que tus lágrimas se confundan con las del cielo. Pero Louis llevaba media hora caminando hasta su destino, ojeando el periódico una y otra vez para estar seguro que la dirección no era la equivocada.

—Estoy segura que queda a unas cuadras más —le indicó con una sonrisa. Louis asintió, acurrucándose en su enorme abrigo de lana y envidiando a la beta frente a él con un paraguas en sus manos y un niño dormido entre sus brazos.

—Gracias —le susurró. Ella sonrió y alejó con unos ojos azules siguiendo sus movimientos, preguntándose cuántos años tenía el niño dormido en su hombro y si ya la llamaba 'mamá'.

Mordió su labio, la manía que había adquirido desde hacía semanas para volver a la realidad. Y siguió bajo la fuerte lluvia que no parecía tener intención de parar, no piedad para el tembloroso omega que seguía en busca del trabajo que estaba escrito en el húmedo periódico, a nada de deshacerse en sus dedos.

—Mierda —gimió cuando sus rodillas impactaron con fuerza contra el pavimento. Logro encontrar una piedra a su lado cuando se sentó en la acera, rodando los ojos y tomándola en sus manos para guardarla en uno de los bolsillos de su chaqueta—. Lo que faltaba... —Su rodilla sangraba y la frustración lo invadió con un nudo en su garganta y ganas de llorar en sus ojos, lo mismo que sentía cada vez que le pasaba algo tan simple como caerse y no lograr lo que quería.

Se había vuelto la persona más sensible sobre la tierra.

Se levantó con quejidos y con una mueca sobre sus labios, cojeando y apretando el periódico sobre su pecho. Había dejado de ver las casas a punto de caer, las malas caras y las calles dañadas desde hacía media hora y no iba a rendirse por el dolor en una de sus rodillas, porque realmente necesitaba un trabajo que no consistiera en vender cosas en las autopistas.

Había sabido que no iba a ser fácil llegar, ya que la dirección le fue desconocida hasta que comenzó su camino. No había desayunado porque sabía que no hubiera llegado a tiempo a la casa que ofrecía el trabajo de haberlo hecho.

Una mirada más al periódico y la casa lujosa estaba frente a sus ojos, diciéndole que tan solo las flores en el jardín delantero valían más que todo lo que llevaba con él.

Su dedo tembló cuando tocó el timbre, sosteniéndose de la pared cuando el dolor de su mejilla le volvió a saludar. A la cuarta tocada de tiembre, ya se encontraba sentado en los pasamanos de las escaleras frente a la puerta, sus ojos a nada de cerrarse por el sueño.

Ni siquiera sintió cuando unos ojos verdes lo analizaron.

—Disculpa —Tembló y se levantó del pasamanos como un resorte, mirando con pánico al hombre frente a él—, ¿estás esperando a alguien?

Bajo los ojos, el dolor de todo su cuerpo no se sintió. Sus pálidas mejillas tomaron el color que había perdido desde semanas atrás y sus dedos olvidaron su funcionamiento mientras miraba al alfa frente a él.

—Yo... —Miró sus dedos, al periódico casi desecho y lo estiró hacia él—. Estoy... Vi la...la propuesta de trabajo en el periódico y...

Él no se tomó la molestia de ver el periódico. Parecía enojado y a la vez triste, pero Louis no podía dejar de mirar el verde en sus ojos y sus ojeras debajo de estos, que lo hacían lucir tan triste.

—Lo siento —interrumpió enseguida y negó, sus rizos húmedos sacudiéndose—, ya no estam-... Hablé con el periódico para que sacaran el artículo, porque ya no busco a empleados.

Oh.

Sus mejillas estuvieron más rojas, como nunca antes lo habían estado. Miró el papel en sus manos, su rodilla doliendo y los ojos del hombre frente a él.

Miró la mueca en sus labios y, una vez más, la tristeza en sus ojos que le llamaba la atención.

—Está bien —Louis sonrió y apretó el periódico hasta que se deformó por fin en sus dedos—. Yo no... El periódico es de la semana pasada; debí saberlo.

Él asintió, suspirando y alzando su mano, que sostenía... Sostenía un portabebés con, obviamente, un bebé dentro que apenas se quejó por el movimiento. No pudo verle el rostro cuando se inclinó hacia él porque el alfa ya estaba abriendo su puerta y dándole la espalda.

—Adiós —murmuró solo para fingir que su estadía frente a su frente se debía a su despido, pero el rostro del bebé seguía sin verse cuando la puerta se abrió y él entró a la casa.

No cerró la puerta y Louis no dejó de mirar el portabebés, esperando a que algo sucediera para estar más cerca de él y tocarlo. Sin embargo, el suspiro le cortó la ilusión y parpadeó rápidamente, llevando su labio a su boca y mordiéndolo con fuerza.

—Mira —dijo él con su frente arrugada—, lamento que hayas venido hasta aquí para que tengas esta respuesta.

—No —Se sonrojó y volvió a mirar de reojo al bebé—, está bien. Me sirvió para pasear.

Sus pulmones estaban resentidos cuando terminó de hablar y fue como una cachetada cuando supo que solo le sirvió para capturar una gripa, que lo había arruinado más porque apenas tenía dinero para comer, menos tendría para cuidarse si se enfermaba.

Louis ya no estaba interesado en el trabajo, descubrió enseguida. No debería, fue lo que se dijo mentalmente cuando sintió la necesidad de volver a mirar el bebé del desconocido.

—Espero tengas suerte —le dijo, sosteniendo la puerta y regalándole una sonrisa que no llegó a sus ojos. Pareció otra mueca cuando giró su rostro y analizó el interior de su casa, como si no la conociera.

Se sintió orgulloso cuando giró sobre sus adoloridas piernas sin volver a mirar al portabebés. Bajó las escaleras hasta que estuvo en la acera, y se recordó lo patético que estaba siendo por seguir haciendo lo mismo, mirando demasiado tiempo a los bebés de personas extrañas, deseando sentir la pesadez de un pequeño cuerpo sobre sus labios y unos deditos pequeños sosteniendo los suyos.

—Hey —dijeron a sus espaldas y una mano sostuvo un par de sus dedos. No fueron unos deditos de bebés—, ¿te encuentras bien? Tu rodilla está sangrando.

Louis miró enseguida hacia su pierna, su único pantalón en mejores condiciones le daba la vista perfecta del corte en su piel blanca. Había sangre, pero nada dolía más que la opresión en su pecho. Pero todo desapareció cuando el extraño apretó sus dedos y, con ese gesto, le obligó a mirarlo al rostro. No quería hacerlo por la angustia en el extraño, sin embargo, lo miró fijamente.

Él no parecía tener algún sentimiento en él cuando le devolvió la vista.

—No se ve bien —le informó. Louis miró con desesperación a la puerta, preguntándose por un bebé desconocido—. Debe estar infectado.

Debía irse.

—No —Se encogió de hombros y con un leve rojo en sus mejillas, se desprendió de su toque—, estaré bien. Es solo una cortada.

—No —él insistió con su frente fruncida, luciendo seguramente más mayor de lo que era—. En serio, no se ve nada bien. Necesitas lavarte la herida con agua y quitar la tierra que está allí.

—Lo haré en mi casa —respondió enseguida. No lo haría.

Él pareció analizarlo por largos segundos antes de parecer más cansado de lo que ya lucía. Miró de reojo a su casa, Louis prohibiéndose mirar a otro lado que no sean sus ojos, y regresó a verlo con una mirada pensativa. El omega quiso dejar de verlo en ese momento.

—¿Dónde está tu currículo? —preguntó en voz baja.

Trabajar en la calle no era un trabajo que se pusiera en un currículo, fue lo que quiso decir.

—Se mojó con la lluvia —susurró. Pero la mentira salió más fácil de sus labios que la propia verdad que le haría sentirse avergonzado.

Fue entonces donde se fijó que el cielo había dejado de llorar.

—¿Has trabajado antes como limpiador en casas? —Seriedad y sequedad.

—Sí. —Seguramente él no le creería.

Pero lo hizo cuando volvió a sonreír, tan falso que Louis quiso decirle que no debía ni intentarlo, que estaba fallando al tratar de verse menos miserable de lo que ya se veía, sin embargo, calló por muchas razones. Sabía que él no se veía del todo bien, se había visto al espejo antes de salir y su apariencia empeoraba a cada día.

Louis no era nadie para decirle aquello, no cuando él se estaba ahogando en su propia piscina de desgracia.

—Entra —dijo después, tan fácil como girarse y subir las escaleras hasta estar al pie de la puerta. Louis lo siguió como un cachorrito en busca de comida, de algo que lo mantuviera con vida durante unos días.

Entró y el olor a café le atacó la nariz como un golpe, casi noqueándolo y haciéndole retroceder con gracia, como si el olor le dijera que él no era bienvenido. Pero el alfa se giró, un suspiro de sus delgados labios rojos.

—Me lo he pensado mejor —le susurró. Se dio cuenta de la presencia del bebé sobre el sofá como el sol saliendo por la mañana y quemándole el rostro—. La casa no ha sido limpiada en estos últimos días y, de urgencia, necesito que alguien se haga cargo de ella.

Louis mordió su labio con fuerza, aspirando más del café en el ambiente que ahora parecía estar desapareciendo. Era el olor de un omega, alguien que no había estado en esa casa desde hacía mucho tiempo.

—¿No me hará una entrevista? —murmuró con timidez.

—Sí, por supuesto —Miró al bebé, asegurándose de que estuviera dormido. Louis quería reír y decirle que él no despertaría por solo subir un poco el tono de su voz—. Estarás en prueba durante una semana pero, para ser sincero, no tengo muchas opciones.

Louis le regaló una sonrisita, que se borró con la misma rapidez que llegó a sus labios.

El bebé sí que se quejó con eso. Se removió en su portabebés con dos pares de ojos mirando, a la espera de algún otro movimiento.

—Comenzarás hoy —el alfa le dijo, sin despegar los ojos del niño—. ¿No hay problema?

Un golpe en el corazón le hizo despegar sus ojos del bebé, que llevaba su pequeñísimo dedo a su, también, pequeñísima boca.

—Sí —dijo con nada de entusiasmo. El cansancio respondió lo contrario en su cuerpo—. No hay problema.

—Harry Styles —Extendió su mano.

Debería de haberse negado en ese instante, en ese preciso momento. El lugar le quedaba lejos y no tenía la fuerza para agacharse siquiera, miles de razones para irse y negarse a su favor, pero su mano temblorosa y arrugada por la lluvia de antes se estiró hacia él.

—Louis Tomlinson —dijo.

Sonrisas falsas viniendo de ambos y un apretón de manos que dio inicio a muchas cosas. Mas no se detuvieron cuando se separaron, mirándose por segundos que se sintieron como nada en el universo infinito a la espera de un final que nunca llegaría.

Pero llegó con un grito como llanto.

—Hay toallas en ese gabinete de allí —Ni siquiera vio donde Harry Styles le señalaba—, y agua caliente en el fregadero de la cocina. La manija izquierda.

Se fue sosteniendo el artículo que llevaba al bebé en su interior, como si cargarlo frente a Louis fuera algo tan privado que no debía hacerlo.

Louis permaneció en su lugar por dos segundos antes de caminar hasta la cocina, el silencio ofreciéndole la incomodidad que necesitaba para saber que él no encajaba en ese lugar.

Era lujoso. Todo dentro de la casa parecía valer más que él, más que su vida. Y Harry Styles lo había dejado en medio de la sala, pese a ser un extraño en su vida y no tener muy buena pinta. Podría tomar cualquier cosa, varias cosas y abrir la puerta sin seguro con demasiada facilidad y huir, correr lejos antes de ser descubierto para vender los objetos y conseguir algo de dinero para pagar sus deudas. Sin embargo, permaneció parado en la cocina admirando todo y viendo hacia las escaleras donde el alfa había desaparecido con rapidez.

El lugar le quedaba lejos, se recordó bajo la iluminación de la cocina y despertarse todos los días sin desayunar terminaría acabando con su existencia, pero la paga parecía borrar todos esos problemas. Los ojos verdes tristes y sin sentimientos parecían querer atraparlo con su misterio y un bebé sin rostro fijo le exigía con su presencia acercarse y tomarlo entre sus brazos, como si le perteneciera. Como si resolver el misterio de por qué Harry Styles parecía ser un bosque sin arboles fuera más importante que su bienestar.

Sentándose en el taburete del mesón, suspiró y esperó. 

Chapter 6: Capítulo 6

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El frío de una habitación dándole la bienvenida a una vida que no había deseado, que no se había imaginado jamás. Ni las más terribles pesadillas le hacían la piel erizarse, sus poros abriéndose el miedo que estaba viviendo en carne propia.

El pequeño ser sollozando en busca de lo mismo que él. El calor de su omega que se desvanecía en su mente, y temía con fuerza al día en que su rostro fuera solo un recuerdo perdido y que al ver a su hijo solo pudiera sentir el rencor en su piel por haber sido la última persona que pudo tenerla, desaprovechando esa maravillosa oportunidad. La palabra era fuerte, pero todavía no podía mirarlo a los ojos, ni siquiera podía tenerlo en sus brazos por demasiado tiempo antes de que su alfa sintiera el odio floreciendo como una flor en su primera vez en la tierra.

Podía oír aun las voces de las enfermeras indicándole cómo hacerlo, sus gritos cuando se enojaba y pedía que lo retiraran de sus manos con urgencia, que tocar su piel le revolvía el estómago hasta tal punto de no desear nunca más verlo. Pero él estaba allí, dormido y sin saber qué ocurría a su alrededor y maldito Harry por tenerle envidia, por mirarlo y desear que él nunca haya existido. El dolor en su pecho no merecía tener su nombre, no merecía ser de él.

—Está bien —le gruñó cuando supo que debía hacerlo. Lo tomó entre sus manos, sin llevárselo al pecho, y con una velocidad que sería juzgada por cualquiera que lo viera, colocó al bebé en su cuna. La cuna que su omega había comprado para él entre risas, entre besos dejados en los labios de Harry, otro recuerdo que temía perder—. Está bien —susurró mirándolo fijamente, viendo sus dedos moverse hacia la nada, en busca de algún dedo que sostener.

Harry no le daría el suyo. No le daría nada, porque lo que le había sido quitado sin aviso nunca le sería pagado. Todas las risitas que el bebé había soltado en el auto no le devolverían al amor de su vida, por mucho que lo deseara.

Suspirando, giró sobre sus talones hasta estar fuera de la habitación, un bufido saliendo de sus labios cuando la puerta se cerró detrás de él con delicadeza, como le habían indicado mil veces las enfermeras que habían estado dándole atención innecesaria al niño en la cuna.

—Debería darlo en adopción —le había recomendado una, una mueca en sus labios luego de que él no pudiera alimentarlo con su biberón—. Si no lo quiere, debería dárselo a una familia que desee tener un bebé.

Debería de haber aceptado, no debería de haber llorado por la noche pensando si sería lo que su omega haría. No debería haber negado los papeles que le habían dado al siguiente día con un gesto de cabeza, mirando al suelo y soltando las últimas lágrimas de la noche anterior.

—Lo siento por haberme sentado aquí —El omega frente a él se sonrojó, quejándose cuando estuvo de pie. Lo sacó de sus pensamientos y lo regresó a una realidad que seguía sin ser atractiva.

—Está bien —le dijo. Lo miró de pies a cabeza, analizando la vestimenta maltratada que llevaba puesta. Fue inevitable mirar alrededor de la casa con la frente fruncida, en busca de algo que hiciera falta y no era como si importara.

Había dejado la casa durante todo el tiempo que estuvo en el hospital, regresando solo una semana después de que enterrara a su omega. Solo regresó para tirar todo en la habitación donde la había encontrado, rompiendo muchas cosas que quedaron tiradas en el suelo después de que cerrara la puerta con llave, negándose a volver a pisar esa habitación por el resto de sus días.

—¿Qué edad tienes? —Su voz sonó gruesa, casi enojado. No le importó demasiado, ni cuando el omega se encogió sobre sí y parpadeó demasiadas veces.

—Tengo veinticuatro —susurró de respuesta, miedo en sus ojos azules y desconfianza en cada gesto—. Sé...Sé hacer muchas cosas... Podría cocinarle, limpiar...

Asintió y miró su rodilla asomándose en sus viejos pantalones, la sangre manchando la piel sana que podía verse.

—Primero deberías limpiarte esa herida —le dijo, fue con calma pero él volvió a temblar, viéndose cada vez más débil y pálido.

Una hoja en blanco que ocultaba muchas cosas, fue lo que Harry pudo ver a través de sus ojos por la forma en que lo miraba de regreso.

Dudó sin apartar la mirada, arrugando sus labios y viendo el cuello al descubierto del omega desconocido, ninguna marca asomándose. Solo sus huesos sobresaliendo de él como si fuera un muerto de hambre y sus huesos reclamaran comida para su dueño.

—Pensé haberte dicho que podrías limpiarte —Su omega solía rodar los ojos cuando él le daba una orden, pero ella las seguía. Brincaba por todas partes y hacía lo que se le daba la gana, sin embargo, terminaba obedeciendo a Harry para verle sonreír, así se lo había confesado una noche.

Sus pensamientos podrían llevarle a la muerte, fue lo que supo cuando caminó hasta el fregadero, una mueca en sus labios ante cada recuerdo que lo atacaba. No lo dejaban en paz y se había arreglado durante una semana entera para no llorar, para no verse más como un alfa inservible que, pese a ya haber fracasado por no haber cuidado a su omega de todos los males, seguía llorando en los rincones. Un cobarde que suplicaba regresar al pasado para reparar un error que le estaba arruinando la respiración, porque en voz baja pedía volver a estar con ella.

Remojando una toalla de la cocina, evitó quejarse del dolor que le provocó el agua caliente sobre su piel. Fue solo un recordatorio de que seguía con vida, seguía sintiendo pese a que le había prometido a su omega hace muchos años que sin ella no volvería a amar, a sentir algo por alguien más, que las gotas de agua cayendo sobre su rostro en cualquier día o noche sería nada.

—Ten —susurró. El desconocido asintió antes de tomar la toalla y, sin vergüenza, se sentó en el suelo.

Harry quiso reír mientras lo miraba limpiarse la herida con un gesto extraño en sus labios, pero arrugando la frente con extrañeza, se agachó hasta estar a su altura.

—¿Qué...? —Le miró otra vez a los ojos, viéndose con la guardia baja más que antes—. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué no te sentaste en un banco?

Le había dicho su nombre, pero su mente, deambulando en el espacio y capturando estrellas que no le servirían de nada porque no podría dárselas a nadie, le impidió grabárselo. Él simplemente se sonrojó y miró a su lado, buscando también nada y levantándose como un resorte, torpeza en sus movimientos y el color sobre su rostro dándole vida, dándole la apariencia de alguien vivo. El omega también parecía estar muerto en vida, como él.

—Lo siento —susurró, rodó los ojos y se volvió a sentar, mirando de reojo al alfa—, estoy algo...algo distraído.

Harry ya se había puesto de pie, burla en sus ojos que supo fingir con facilidad. Podía seguir así; fingiendo sentimientos que ya no parecían conocidos para él.

—Descuida —Le sonrió y él lo analizó otra vez con atrevimiento—. ¿Puedes venir mañana? Quiero ponerte a prueba antes de poder contratarte, pero no hoy, ¿te parece bien?

Seguía sorprendido, como si haber estado bajo una fuerte lluvia a su espera para tener un trabajo no valiera para poder ser contratado. De hecho, para Harry no le valía demasiado pero la decepción en los ojos del omega cuando le informó sobre el asunto del periódico le hizo retroceder en sus actos.

Esperaba no arrepentirse, porque mirando al omega castaño frente a él, dudaba de que pudiera levantar la aspiradora con su demacrada apariencia.

—Sí —Le asintió, tan rápido que fue probable de que quedara mareado—. ¿A qué...? ¿A qué hora?

—A mediodía.

Él pareció pensarlo por varios segundos pero terminó asintiendo y ladeando la cabeza, todavía en duda. Harry no dijo nada, solo lo observó hasta que él volvió a asentir con más seguridad.

Era curiosa la forma en que sus gestos parecían querer animar a los demás por como sus ojos parecían estar nublados de tristeza, rastros de lágrimas que ya habían sido derramadas. Y el alfa se encontró preguntando por qué había estado llorando, si el golpe fue tan duro que lo hizo chillar o fue algo más, quizás las razones por las que sus ojos parecían dos luces sin energía. El azul en sus ojos era deprimente y su apariencia dejaba mucho que desear, sin embargo, Harry solo pudo centrarse en su mirada.

—Está bien —dijeron ambos al mismo tiempo. No rieron por ello, no sonrieron ni se miraron con gracia, nada más que incomodidad mientras se dirigían a la salida de la casa.

—Te veré mañana —le dijo en la puerta, pero el omega no estaba listo para despedirse. Miró detrás de él con curiosidad, esperando algo de lo que Harry no tenía ni la más mínima idea—. Adiós —dijo, recibiendo por fin su interés.

—Adiós —él dijo con decepción, girando sobre sus pies.

Harry suspiró muy pronto, porque él se regresó con sus ojos abiertos como platos, casi corriendo.

—¡La toa...!

El alfa lo sostuvo antes de que cayera de boca en su puerta, arrugando su frente y mirándolo entrecerrar los ojos mientras seguía entre sus brazos. En ese instante sí que sonrió.

—Por favor —le dijo en voz baja, y él se compuso con más de ese color que le daba vida en sus mejillas—, ten más cuidado.

—La toalla —terminó de decir, temeroso. Como si esperara algún regaño de parte del alfa.

No lo hubo, solo obtuvo un asentimiento y un golpe amistoso en su hombro.

—Puedes quedártela —le dijo.

—Está bien. —Y estuvo yéndose con rapidez, sus hombros recogidos y sus manos abrazando la delgadez de su torso.

Y Harry estuvo en el marco de la puerta hasta que él desapareció por la calle, volviéndose solo una irreconocible mancha entre otras más. Ya no podía ver sus ojos desde aquella distancia y lo agradecía, no muy seguro de que aquello fuera bueno.

El llanto fue lo que lo hizo moverse de su lugar, odiando demasiado cuando corrió con desesperación a la habitación del bebé. Odió más verlo seguro en su cuna, sus pequeños labios abriéndose para poder succionar algo.

—Ella no está —le dijo con desprecio en su voz—. No va a venir, así que deja de llorar.

Él no entendió, siguió llorando y Harry, observando sus lágrimas desplazándose por sus regordetas mejillas, dejó que lo hiciera. Él también estaba llorando, lo supo cuando una de sus cobardes e inútiles lágrimas cayó sobre su mano, tal como si le estuviera avisando de su presencia y que no era necesaria, que seguir llorando no liberaría su alma hacia la muerte.

—¡Deja de llorar! —le gritó por fin, el pequeño niño deteniéndose solo para verlo fijamente—. Deja de llorar... Por favor —susurró roto.

El bebé llevó su dedo con maestría a su boca, sin dejar de mirar a Harry.

Odió que él pudiera dejar de llorar y él, desplazándose hasta quedar en el suelo, siguió derramándose como un cielo lleno de nubes negras, dispuestas a soltar miles de gotas de agua en cualquier momento y sin ganas de parar. Siguió y siguió, viendo un punto en la habitación que no quería volver a pisar por tener un bebé con sus ojos y, pese a ello, no ser ella. No era ella, él no iba a ser ella jamás.

Ella, su amada omega, no regresaría, ni siquiera para llevarse al bebé que no quería. 

 

 

(...)

Se había aprendido las medidas para cada biberón y aprendió en el hospital cuánto tiempo debía dejarlas hervir hasta que estuvieran listas para el bebé. Sonriendo de lado, pensó que su omega se hubiera reído de él si lo hubiera visto en aquella posición.

—Ya voy —le dijo al bebé cuando escuchó un gemido de él. Lo tenía sobre el mesón, su portabebés manteniéndolo seguro mientras Harry le preparaba su leche—. En un segundo —le volvió a decir.

Agitó la leche y la probó, quejándose del sabor cuando llevó el dorso de su mano a su boca para saber si estaba a la temperatura adecuada. Lo estaba y suspiró mientras se acercaba al niño.

—Aquí —le volvió a hablar. Él le miró, parpadeando y riendo levemente cuando Harry no se movió frente a él—. Está bien... Te daré esto y dormirás todo el día, si puedes, toda una semana.

El niño volvió a reír, como si le entendiera lo que le decía.

—Toma —susurró sosteniendo su biberón por él, observando como succionaba con hambre de la leche en el frasco—. No haré esto por ti siempre, sabes —Él cerró sus ojos, sin parar de beber.

Lo siguió viendo con dolor, viendo el rubio en su cabeza y sus rizos, tan pequeños y formados pese a estar tan cortos. Y sus ojos... Tenía los ojos de Harry; comenzaban a ponerse verdes cuando el rizado alfa lo miraba más de lo que le gustaría admitir.
Lo miró, sonriéndole y con una mano acariciando los pocos cabellos en su cabeza, tan delicados al igual que cada gesto que hacía. Tan pequeño y parecía ser la copia exacta de su omega, con rizos.

El bebé se quejó cuando le quitó el biberón de su boca con algo de brusquedad, despertando. Sin embargo, no lloró, él siguió con sus ojos cerrados mientras Harry pasaba repetidamente sus manos por su rostro.

Se preguntó qué tan mal alfa podría seguir siendo.

Chapter 7: Capítulo 7

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—Treinta dólares, omega.

La voz le hizo encogerse sobre sí mismo, buscando un consuelo con sus manos amarradas a su vientre plano. Louis parpadeó, consciente del lugar que estaba y que su seguridad era solo un mito en su vida, que nadie estaría dispuesto a defender a un omega como él. No se lo merecía.

—¿No pueden ser...? —susurró, siendo interrumpido bruscamente por un gruñido. Gimió bajando su mirada al suelo, la suciedad debajo de sus pies y el lugar donde pertenecía—. Lo necesito —terminó por sollozar.

—No seas estúpido, omega —él respondió, golpeando su hombro y haciéndolo retroceder. Dolió, no tanto como la presión en su pecho—. No te daré más hasta que pagues lo que debes.

Louis tragó saliva, sintiéndose grande en las ropas que había conseguido en algún lado que no quería mencionar. Se sintió inútil bajo el par de ojos que lo observaban como si fuera nada, porque quizá así era.

—Yo... —Suspiró y jugó con sus deditos—. Conseguí un trabajo... Te pagaré, solo dame tiempo.

El hombre frunció los labios, mirándolo de arriba hasta abajo y regresando sus duros ojos al rostro pálido del omega frente a él, tan vulnerable que seguramente se caería si golpeaba con ambas manos. Pero no lo hizo, porque Louis volvió a quejarse en voz baja.

—Te juro que te pagaré —volvió a hablar—. Solo necesito cincuenta dólares... No es mucho, y te lo pagaré.

El hombre gruñó, cruzándose de brazos. Louis retrocedió más enseguida, temeroso de su desgraciada vida.

—¿Para qué? —exigió saber. La burla en su voz se hizo escuchar y Louis se preparó para la puñalada en su estómago y corazón; todos sabían la clase de omega que era, uno inservible—. ¿Te vas a hacer otro aborto o qué, niño?

Él rió, como si supiera la historia al pie de la letra y no solo la hubiera escuchado de las voces que hablan sin saber.

—No —Se obligó a no llorar, no ser más ridículo de lo que ya lo era—. Es para...para un taxi a mi trabajo. Yo no...

—No me cuentes tu vida —interrumpió, gruñendo en alto con orgullo por tener la reacción que quería sobre el castaño y rodando los ojos—. Te daré cuarenta y cinco dólares, con intereses.

Louis asintió con rapidez, estirando sus temblorosos hacia el desconocido que sabía más de lo necesario sobre él. Y recibió el dinero sobre sus manos, quejándose en su mente por el gran lío que estaba formando por su cuenta.

 

(...)

El sol no le daba energía. Con su cuerpo sintiéndose más frío de lo normal y con su corazón latiendo a mil por hora, estiró su mano y pagó el bendito taxi con el dinero obtenido. Nadie dijo nada cuando Louis bajó del auto, un suspiro cansado huyendo de su cuerpo por la vergüenza de estar dentro de él, por haber sido alguna vez una respiración que le siguió dando vida.

Sus pies insistieron en un descanso cuando dio sus primeros pasos hacia la reluciente casa frente a él. Pero la voz en su cabeza le hizo seguir con firmeza, pese a que sus pies parecían temblar a cada segundo. Los escalones fueron como subir una montaña y tocar el timbre fue poner sus dedos al fuego cuando el frío le arrebató su firmeza, pero el sol le seguía dando en la cara sin algún beneficio.

—Soy Louis —declaró cuando la puerta se abrió y Harry le dio una mirada de confusión cuando estuvo delante de él—. Ayer pidió que iniciara mi práctica el día de hoy.

Harry le dio una última mirada y la verdad también dio su relucir cuando lo reconoció. Y Louis sintió el dolor más intenso en su cuerpo de solo imaginarse otro día buscando trabajo por horas y horas.

—Está bien —susurró, recordando cómo había estado casi emocionado la noche anterior. Apenas había dormido para no llegar tarde y el desayuno no existió cuando comenzó a alistarse—, entiendo que se haya arrepentido.

Harry no dijo nada cuando Louis giró sobre sus talones y comenzó a prepararse para bajar la montaña de dolor, que pondría frígido su cuerpo por el duro sentimiento. Pero paró cuando unos fuertes llantos se escucharon desde dentro de la casa, y el corazón de Louis dejó de latir rápido para quedarse quieto igual que él.

—Lamento haberte hecho venir... —Harry dijo a sus espaldas con incomodidad en su gruesa voz—. Pero, como podrás oír, no es un buen día.

Los labios blancos del omega se abrieron y sus ojos se aguaron por la presión en su pecho, los gritos martillando en su cabeza y su omega interior insistiéndole que no se vaya, que entre y se haga cargo del cachorro. Sin embargo, el cachorro no era suyo.

—¿Puedes venir mañana?

Apenas se escuchaba la voz de Harry a través de los gritos del bebé. Louis solo podía concentrarse en el dolor que reflejaba, que se dejaba escuchar con insistencia en el llanto tal como si estuviera llamando a alguien, insistiendo con lágrimas que quería tener el calor de su madre. Y Louis se giró para encarar a Harry, sintiendo el nudo en su garganta cortándole la vida poco a poco si no se hacía cargo.

—¿Por qué...? ¿Por qué está llorando? —preguntó, el aliento acabándose como sus ganas de seguir con vida a cada día que amanecía sin los deseos llantos de cierto cuerpecito pequeño.

Fue visto por los ojos azules como el par de ojos verdes giraron con cansancio y fastidio. Estuvo serio después de un doloroso suspiro que Louis analizó con concentración.

—Por favor —inició con una sonrisa de disculpas que no decía nada mediante sus ojos. ¿Por qué?—, ven mañana al mediodía. Podré atenderte mejor.

Pero Louis no retrocedió. Dio un paso hacia adelante, tragando saliva y sintiendo como solo eso le quemó la garganta y le hizo erizarse bajo los rayos de un sol que no hacía nada para ayudarle.

—Sé cuidar niños —mintió con rapidez, parpadeando con desesperación y el temblor en todas partes aumentando—. Puedo... Puedo ver qué tiene y luego irme.

No tenía derecho. No tenía que haberse sentido más desesperado cuando Harry vio sobre su hombro y la duda se reflejó en sus ojos, siendo lo único allí. Ningún otro sentimiento relacionado con la felicidad.

—Él no está acostumbrado a estar con extraños —Harry dijo y Louis saltó sobre su lugar, fingiendo con rapidez que nada había pasado y que no se había perdido en sus ojos y en el llanto cantando de fondo.

—Puede arruinar su garganta —le dijo, teniendo el papel del omega más patético sobre la historia. Queriendo ver un bebé que no era el suyo, que no lloraba por su calor.

Aunque la excusa fue dicha al azar, Harry dudó y volvió a mirar sobre su hombro por otros dos largos segundos, que se sintieron como dos millones de años cuando dos mil millones de puñaladas eran clavadas en el pecho de Louis.

—Está bien —él terminó diciendo, su frente fruncida y sus labios apretados como si estuviera tentado a decir algo incorrecto. Pero Louis estaba dando los pasos que faltaban con el dolor de su cuerpo yendo a su alma para calentarse y aumentar, así que los gestos solo pasaron desapercibidos por como a cada paso el dolor se iba y el dolor en su corazón aumentaba a la par de los llantos—. Por favor, entra, Louis.

Louis lo hizo, apretando su piel en su brazo para no lucir más desesperado de lo que ya lo estaba. Y, estando dentro del lugar, fue tentado a preguntarse qué tanto pesaría el cachorro cuando lo tuviera entre sus brazos, si sus ojos eran de algún color inusual y si sus dedos eran tan pequeños como Louis se los imaginaba.

—Dijiste que sabes de niños —Harry dijo a sus espaldas, y Louis asintió con torpeza mientras despegaba su mirada de las escaleras—. ¿Por qué?

Recordó los días de vómitos, donde despertarse era peligroso para su bienestar si no quería ser golpeado por él debido a que no podía permanecer en silencio una maldita hora. Recordó cómo acarició su estómago durante meses y leyó sobre libros para estar preparado, susurrándole a su pancita que estaba listo para tenerlo sobre sus brazos.

Recordó el dolor cuando lo vio a sus pies, sin patear como lo había hecho millones de veces en su estómago hinchado.

—Tengo hermanas —volvió a mentir con facilidad, negándose a llorar frente a él para no ser echado de esa casa por loco—. Son pequeñas y ayudo a mi mamá a cuidarlas. Son gemelas.

Harry asintió, cruzándose de brazos y volviendo a analizarlo con sus ojos. Louis fingió que no temblaba por sus ojos, sino por el frío que sentía.

—¿Trajiste tu currículum otra vez?

Mejillas rojas y ganas de gritar que no lo soportaba más, que debía ir por él y asegurarse que estaba bien.

—Sí —susurró, volviendo a pellizcarse ante la desesperación y extendiendo el sobre lleno de palabras que no lo describían, mentiras que tuvo que creerse—. Pero si duda de mi experiencia puedo demostrarle que...

—No dudo de tu experiencia —el alfa interrumpió, luciendo tan tranquilo ante los gritos que se mantenían fuertes y tomando lo que Louis le extendía con dedos temblorosos, pidiendo algo que no debía—. Solo no dejaré que alguien desconocido esté con mi-...con el bebé.

Louis cerró los ojos fuertemente cuando Harry abrió el documento, apretando su piel y no sintiendo nada más que las ganas de correr por las escaleras y sostenerlo hasta que las lágrimas fueran solo una mentira entre ellos dos.

—Por favor —suplicó con un jadeo por el aire que le estaba comenzando a faltar—, solo déjeme ir a verlo y me interrogará todo lo que quiera.

Harry debió de haberlo echado, entonces. Debió haber notado cómo se desesperaba mientras esperaba una respuesta y decirle que se marcara para siempre, que no quería volver a ver su rostro pálido nunca más. Pero no lo hizo en ese instante cuando su cabeza asintió.

Definitivamente debió tirarle sus mentiras a su cara.

—Pero dime la verdad —dijo, y Louis supo que había fallado. Terminaría en su casa llorando y sufriendo por haber sido tan estúpido—. ¿Por qué estás tan desesperado en ir a verlo?

Tragando la saliva acumulada en su garganta, decidió que debía contárselo, que tal vez se apiadaría de él ante su triste historia y que permitiría cumplir lo que su omega interior le suplicaba.

—Tuve un bebé —susurró más desesperado—. Y... Y solo quiero...

Harry frunció su ceño, soltando los papeles sobre el sofá y avanzando lo necesario para que Louis fuera consciente del calor que soltaba su cuerpo.

—Sígueme —pidió en voz baja, sin borrar la expresión en su rostro.

Louis no se dio cuenta de que estaba aguantando la respiración hasta que tuvo que seguir al alfa delante de él, sintiéndose absurdo cerca de él y entre paredes que valían más que su existencia multiplicada. Se sentía fuera de lugar mientras subía las escaleras y suspiraba como un enamorado, a la espera de una escena romántica que, en su caso, no sucedería. Ya estaba llorando cuando llegaron a la segunda planta, y Louis esperaba que sus lágrimas no llegaran hasta su pecho y humedecieran su resentido corazón que había dejado de latir.

—Quiero que inicies hoy —dijo en el silencio entre ellos lleno de gritos, girándose y encarando a un lloroso omega que seguía sin tener derecho de derramarse. El océano le estaba celando y el sol fuera quería secar sus lágrimas con sus rayos, darle el color que no merecía, y la luna solo no quería escuchar más sus sollozos de madrugada.

Asintió, soltando un gemidito que hizo a Harry ponerse rígido, tenso y con más miradas curiosas sobre él. Louis también quería analizarlo bajo sus pestañas mojadas de sufrimiento.

Dos pasos más y los gritos abriendo los poros en el cuerpo de Louis, la habitación delante de ellos y Harry a su lado.

—Es aquí —el alfa anunció, experto en ignorar lo que Louis mantenía como charco en sus mejillas.

—¿Cómo se llama? —Louis se encontró susurrando entre temblores y sollozos.

—Se llama Tristán —respondió. Louis se vio a sí mismo meses antes, buscando entre revistas un nombre para su cachorro sin rostro.

La puerta se abrió y ahora nada más eran sollozos, tal como los de Louis. Aun así, seguía doliendo igual.

Dándose aliento y viendo a Harry con sus ojos pegados a la cuna de su hijo, se dijo que debía dejar de actuar como un estúpido omega loco.

—Dijo que no dejaría a su hijo con un desconocido —Harry no se movió de su lugar—, pero está dejando que un desconocido vea a su hijo mientras llora.

Harry asintió, despegando sus ojos de la cuna con una mirada que Louis no pudo leer.

—Vi el dolor en tus ojos. Una persona herida a tal punto como tú, Louis, no lastimaría a los demás. No con intención.

Louis no respondió.

—¿Puedo verlo? —preguntó en voz baja, con vergüenza en su voz. Harry asintió y le extendió la mano al cuarto, no insistiendo en nada.

El omega avanzó despacio en la habitación decorada con muñecos que le regresaban el latido al corazón y el sonido de una respiración acelerada le quitó todo el dolor de su cuerpo cuando estuvo delante de la cuna. El llegar ahí fue tan corto que se desesperó de pensar que quizá había corrido para llegar a más de prisa, tal vez sin haberse dado cuenta.

El cachorro estaba sobre la cuna, un puchero en sus labios y un charco de lágrimas en sus regordetas mejillas, casi idéntico al que Louis mantenía en las suyas. Pero él tenía sus motivos, porque cuando sus dedos se aferraron al borde de la cuna con los ojos en grande, el bebé estiró sus manitas y volvió a echarse a llorar.

—No, no, no —Louis le susurró con una media sonrisa, agachándose y conociendo el pesar que era tener un bebé en brazos, uno que se movía y pateaba por él—. No pasa nada.

El bebé soltó un sollozo de sus labios, y Louis se inclinó para besar su cabecita forrada por un lindo gorrito rosa. El temblor ya no existía en su cuerpo.

—Chis —le siseó con voz delicada a cada queja que el bebé le daba, meciéndolo sobre sus brazos casi igual como se había imaginado los primeros días de soledad, presionando todavía lo poco de bulto en su vientre después de que su cría apareciera fuera de su cuerpo—, sh, sh.

Lo tocó, comprobando que sí era real y no era parte de su imaginación, no como las veces anteriores donde despertaba con sudor en su frente y sangre en sus labios por tener que callar sus gritos, igual como antes había tenido que callar sus arcadas. Incluso esos días de náuseas eran más deseosos que dormir, aun cuando estaba totalmente cansado.

El pequeño le agarró su dedo, trayéndolo a la realidad injusta con olas de buenas perspectivas, y llevándoselo a sus diminutos labios de bebé.

—Tiene hambre —dijo a la nada, no muy seguro de si Harry permanecía en la habitación o simplemente se había marchado.

—¿Por eso lloraba? —Su voz no mostraba afecto, más bien, parecía enojado por ese hecho—. Le di su biberón cuando despertó.

Louis no lo miró, cegado por los ojos de niño viéndole el rostro y chupando su dedo con desesperación, la misma que el omega había dejado de sentir en algún momento.

—Puedo hacerlo yo —dijo su boca, ya que por su mente estaba ocupada grabando el rostro del ser en sus manos—. Puedo hacerlo yo —repitió con sorpresa, girándose a mirar al alfa en el marco de la puerta.

Facciones en blanco y un encogimiento de hombros, mirando al bebé y luego al rostro de Louis.

—¿Puedes...? —Harry preguntó y Louis dudó mientras se fijaba en el verde más reluciente en su rostro.

—Puedo tratar. —Miró una vez más al bebé y suspiró, decidiendo entre hacerlo o solo irse y no volver jamás, no alimentar lo que sea que le exigía tener a cualquier cachorro en sus manos para sentirse bien consigo mismo.

—Siéntate —El alfa quizá pudo ver la duda en sus ojos, ya que su tono de voz fue un murmullo nadando en la pieza hasta llegar a los oídos de Louis—, estarás más cómodo.

Él no pudo decidir ni cuestionarse más cuando ya estaba desparramándose sobre el sillón más cercano. No pudo hacer nada cuando retiró su dedo de entre los labios de bebé y, con los ojos de Harry centrados en ambos, comenzó a desabotonar la chaqueta que se había tirado encima para disminuir el calor en su cuerpo, que ya no estaba. Se había marchado junto a la poca cordura que quedaba de él.

—Solo espera un segundo —le dijo al bebé con una sonrisita cuando este comenzó a quejarse por su perdida. Harry terminó a su lado durante algún segundo transcurrido y definitivamente su sensatez se había marchado, porque el calor y olor que el alfa transmitía le dio la seguridad que necesitaba para no arrepentirse en ese instante. Su camisa acabó levantada, sin nada de pudor cuando acerco a ese niño desconocido a su pecho—. Ya está —le susurró, sintiendo casi alivio cuando el bebé tomó de él.

Y el cachorro ni siquiera olía a alguna o algún omega, solo Harry sobre él. Harry, que miraba desde su costado con concentración a cada movimiento que realizaba su hijo.

Minutos pasaron y Louis comprobó con seguridad de que no estaba en un sueño, él realmente le estaba dando el pecho al bebé aferrado a su dedo, donde sus deditos se apretaban con insistencia.

—¿Hace cuánto sucedió? —Louis preguntó en voz baja, inseguro de querer saber la respuesta o de si era adecuado. Pero Harry no se inmutó.

El bebé succionaba de su pezón con avidez y Louis parpadeaba demasiado para no sentirse incómodo ante los dos pares de ojos que lo observaban. De todas formas, él había sido contratado para limpiar la casa de Harry Styles, no para alimentar a su hijo.

—Cuando nació —Harry susurró a su lado, mirando con atención la forma en que los ojos verdes de su hijo se iban apagando con lentitud—. ¿Y por qué...? Quiero decir, no estás embarazado. En tu perfil decía que eres un omega sin alfa, pero... tú estás...

Louis acarició la mejilla del niño en sus brazos y sonrió de lado con tristeza, negándose a sentir algo más que tranquilidad en ese momento.

—Lo perdí a los ocho meses —susurró, viendo el parecido increíble de bebé con Harry—. El alfa que me embarazó no quiso hacerse responsable y fue un embarazo difícil. Todos me dijeron que no lo lograría sin él, y así fue —La mentira fluyó como las demás, siendo oída por Harry y aceptada sin oportunidad de duda.

La saliva bajando por la garganta del alfa se escuchó en toda la azul habitación.

—Lo siento —lamentó—, no debí preguntar.

—Yo inicié —Se encogió de hombros. A los pocos segundos suspiró y miró con mayor intensidad al alfa, incómodo y con una mueca en sus labios—. Creo que debería ir a trabajar ya.

No quería encariñarse. No quería que su rostro reemplazara al de su cría, que cada vez estaba más borroso.

—Oh, sí —Harry asintió con torpeza y se inclinó para tener a su hijo en sus brazos, más incómodo que el omega.

El pequeño lloró en cuando su boca se despegó del pezón de Louis, necesitándolo tanto como el castaño lo necesitaba a él.

—Está bien —Louis rió y rodó los ojos antes de estirar sus manos hacia el bebé desconocido, volviendo a sentir su poco peso sobre sus manos y pecho—. Me quedaré un poco más.

Harry siguió observándolo con asombro y respeto, sin decir alguna palabra más. 

Chapter 8: Capítulo 8

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El bebé no había dejado de llorar. Se había despertado varias veces en la madrugada cuando sus sollozos fueron demasiado para el alfa, tanto que simplemente ya no pudo ignorarlo.

—¿¡Qué!? —le había gritado cuando llegó frente a él, a sus ojos derramando lágrimas que no eran de dolor; era tan pequeño para sentir esa responsabilidad. Harry sí la sentía, a cada instante que lo veía respirar o pedirle algo con sus quejidos.

Pensó que no podría seguir más, que la opción de renunciar parecía más tentadora en ese instante cuando el bebé no dejó de seguir llorando, pese a tener su biberón a su lado y el pañal cambiado. Solo lloraba para recordarle su existencia a Harry, y Harry le fastidiaba no poder ignorar eso.

—¿Se parecerá a mí o a ti? —La voz de su omega lo golpeó, un recuerdo que apareció de la nada cuando miró a los ojos del cachorro sobre la cuna.

—Espero que se parezca a ti —repitió lo que le había dicho a ella ese día, pero sin una sonrisa en sus labios. Simplemente mirando fijamente hacia la cuna, hacia el bebé que parecía ser la reencarnación de ella.

Ella había sonreído cuando lo escuchó, no diciendo más mientras se sentaba sobre una silla cerca de Harry, mirándole con esa mirada que tenía a veces. Era amor reflejado en el azul de sus ojos y que el alfa podía ver, a pesar de la distancia que hubiera entre ellos dos. Seguía mirándolo, en sus ojos llenos de lágrimas y pidiendo algo que Harry no podía darle, que no sabía cómo hacerlo sin sentir el rencor recorriendo la sangre en sus venas y ocupando todo el espacio de su cuerpo. No podía darle el amor que el bebé pedía a gritos, porque ella se lo había llevado todo.

No quedó nada para él.

—Por favor —suplicó con voz ronca, recordando el día en donde los paramédicos estuvieron en su casa y él esperó fuera y les rogó que la salvaran con las mismas dos palabras, sabiendo que no sería posible—, deja de llorar.

Él no dejó de llorar, por supuesto. Siguió sacudiéndose sobre las sábanas de la cuna y cerrando sus ojos con fuerza para deshacerse de las lágrimas, el mismo gesto que la omega de Harry hacía cuando reía. Arrugar los ojos y deshacerse de su risa con fuerza para que todos la escucharan, y Harry siempre lo hizo con adoración.

—Por favor, deja de llorar —le repitió con desesperación, apretando los dedos en los bordes de donde él permanecía recostado y quejumbroso.

Suspiró cuando notó que él también se encontraba llorando y, tomando demasiado aire para sus pulmones tal como si él pesara demasiado, se inclinó hacia su cuerpecito y lo tomó en brazos, envolviéndolo como le habían enseñado.

—¿Qué pasa si algún día se me cae? —Harry le había a ella en broma meses atrás, riendo cuando su omega le miró con ojos en grande.

—Despídete de mí —bromeó, terminando en risa y aceptando los dedos de Harry acariciando su estómago de siete meses—. También te despides de él.

Harry comprendió poco a poco, mientras lo apegaba a su torso, que ella se había ido sin despedirse, que ni siquiera Harry se había despedido de ella de la forma correcta. Pero el cachorro seguía en sus brazos, vivo y sollozando sin despedirse, sin irse junto a ella.

—Hubiera sido más fácil —le dijo al bebé, las lágrimas del alfa cayendo sobre las diminutas mejillas del bebé, y él aceptándolas con un descaro que solo le hizo a Harry enojarse más—. Hubiera sido más fácil si te hubieras ido tú en vez de ella...

(...)

Louis Tomlinson era un extraño.

—Se está durmiendo —le susurró, interrumpiendo sus pensamientos y siendo consciente de lo que estaba sucediendo.

Y Harry definitivamente era el peor alfa del mundo, un mal padre y demás palabras igual de malas que le caerían como anillo al dedo ante la situación en la que se encontraba. Ni siquiera pudo proteger a su familia al inicio como para tenerse algo de compasión.

El castaño omega le daba de su pecho a su hijo, el que se mantenía acurrucado contra su torso con sus deditos apretados alrededor de unos de los dedos de él. Tan traicionero como solo Harry pudo imaginárselo a la vez que lo veía fijamente, feliz de que alguien le alimentara y olvidándose que había estado durante más de ocho meses en el vientre de su madre muerta.

—Es lo único que hace —le respondió, encogiéndose de hombros e inclinándose un poco más hacia él, solo lo necesario para que su olor le llegara al olfato y le erizara la piel—. Llora, come y se duerme.

Él rió, muy falso para que sea cierto y muy ligero para ser algo más que una mueca con sonido. Fingió estar feliz con el bebé en sus brazos, pero la postura de su rostro y cuerpo hablaban con Harry y le decían la verdad a sílabas, temiendo de algo más que la presencia del mismo bebé que lo provocaba. Tenía miedo.

—¿Quieres dármelo? —le preguntó Harry, frunciendo la frente cuando él miró fijamente al rostro del bebé, esperando a que desapareciera de sus brazos.

—No —le respondió con voz entrecortada, descarado y casi desesperado por la situación. Harry, que deseaba algo más que un hijo que cuidar, no comprendió la ola de dolor que se sintió en a habitación casi de la nada, cuando Tristán soltó a Louis y se calló por fin.

Harry lo agarró de sus brazos quizá con mucha fuerza, no necesitando una respuesta del desconocido que amamantó a su hijo porque era suyo, era lo único que le quedaba para seguir, muy aparte de no desearlo, de querer estar donde ella descansaba.

—No te encuentras bien —le dijo con obviedad, planteándose si había sido una buena idea considerar contratarlo.

Louis se secó las lágrimas con el dorso de su mano, soltando un sollozo que dolió en los oídos de Harry y siguió quejándose mientras negaba, su rostro escondido entre sus mangas. Y lo vio armarse con delicadeza, dejar de llorar con facilidad como si lo hubiera estado ensayando tanto que era casi involuntario, pero lo destrozado no se le iba del rostro.

—Lo siento tanto —susurró con vergüenza, levantándose de la cama y abrazándose a sí mismo, un gesto que le molestó cuando recordó que ella hacía lo mismo cuando no se sentía bien.

El bebé se quejó entre ellos y Louis mordió su labio con fuerza, verde y azul viéndose fijamente ante la tan incómoda situación. Harry supo que no lo quería ver cuando leyó con facilidad la fuerza que hacía para no bajar la mirada y ver entre sus brazos.

—¿Hace cuánto fue? —le preguntó en voz baja, arrinconando al cachorro contra su pecho sin que se diera del todo cuenta.

—Hace un mes —susurró, mirando al suelo y evitando ver al bebé una vez más, temiendo por algo que el alfa no comprendía. Harry no estaba seguro de si él saltaría sobre él para tener al bebé, quizá se marcharía con él en brazos y para el rizado estaría todo solucionado, solo que realmente no lo estaría.

—Esto... —Harry comenzó con un suspiro, sus ojos doliendo por la falta de sueño y por la situación en la que solo se había metido. Pero no quería que se fuera, quería que el omega dejara de tener ese vacío en sus ojos de una vez por todas—. Esto no es una buena idea —le confesó.

Louis no dijo nada, aún mirando hacia el suelo y arrugando levemente su naríz.

—Lo miras extraño —Harry le explicó con torpeza, él sí mirando al bebé en sus brazos, dormido y no consciente del drama que seguía armando—. Lo miras como si...

—Lo siento —él volvió a decir, con prisa y retrocediendo con parpadeos muy rápidos para verse normales en alguien con ojos tan bonitos—. Será mejor...que me vaya.

Volvió a retroceder más, sin miedo a caer y lastimarse. Louis no miró a nadie, jadeando por aire con notoriedad y comenzando a marcharse, caminando hasta la puerta y no mirando atrás en el proceso. Harry lo dejó marchar, preguntándose qué tan normal se veía la situación para los demás cuando para él todo esto parecía una gran locura y a la vez algo no tan sorprendente. Quizá su corazón había dejado de sentir como antes.

—Tienes que arruinarlo todo siempre. —Rodó los ojos, dejando al cachorro en su lugar y yendo hacia la puerta donde el omega de ojos tristes se había ido, no esperando que alguna mano lo sostuviera para que eso no ocurriera. Y Harry se convirtió en esa mano cuando bajó las escaleras con rapidez y no se lo pensó demasiado cuando abrió la puerta de entrada.

—¿En serio necesitas el trabajo? —preguntó en voz alta, sabiendo que él le escucharía.

No se giró enseguida. Limpió las lágrimas con disimulo, sin saber que Harry ya conocía ese movimiento como la palma de su mano.

—Lo necesito —le dijo girándose, una mueca en sus labios y sus dedos temblorosos juntándose frente a su vientre—. Tengo que pagar deudas y mis medicinas.

Supo que debería haberlo dejado marchar, no meterse en un asunto donde las coincidencias no harían nada para mejorar la situación de ambos. Dos embarazos y dos vidas arruinadas; podía ver que la vida de Louis también se estaba cayendo a pedazos como la del alfa.

—Ya lo he dicho mucha veces —se quejó, cruzándose de brazos y mirando la mirada ansiosa del omega, no tanto como cuando el bebé fue quitado de sus brazos—, pero necesito que inicies la práctica hoy.

Él pareció totalmente sorprendido con sus ojos rojos abiertos en par y sus labios pálidos muy poco separados, lo suficiente para que Harry se sienta tentado a ver su respiración huir como nube en invierno.

—Pensé que... —Harry esperó a que terminara, pero las palabras tuvieron su extinción demasiado rápido.

—¿Qué? —le preguntó con suavidad, como temiendo de espantarlo y que huya despavorido—. ¿Ya no quieres el trabajo o...? ¿No te sientes cómodo?

Sabía la respuesta. Podía sentirla y la vivió cuando Tristán estuvo en sus brazos, tomando de él tal como si Louis fuera su madre. Como si no le importara no ser alimentado por su madre; cualquier persona podía hacerlo.

—No —mintió, seguramente pensando que Harry no lo sabría pero, ¿por qué quería quedarse?—. Realmente necesito el trabajo y esto es lo único que lograré encontrar.

¿Por qué susurraba? ¿Quién le había obligado a mantenerse en voz baja con todo el temor acumulado sobre sus hombros? Harry lo observó fijamente, tal vez demasiado. Pero no podía todo ser causa de su reciente pérdida.

—¿Fue un aborto espontáneo?

Vio la sorpresa en sus ojos mal disimulada, la forma en que su cuerpo se alzaba hacia arriba y volvía a su posición normal. Vio algo que no supo qué era cuando sus ojos bajaron y se vio jugar con sus huesudos dedos temblorosos.

—Sí —susurró, sonando sorprendido de su propia respuesta.

—Lamento entrometerme pero... —Quería saber demasiado de él, tantas respuestas que le explicaran el porqué de todo su comportamiento—. Creo que es necesario que sepa algunas cosas si vas a comenzar a trabajar aquí. Entiendes que no puedo dejar entrar a cualquiera a mi casa con un bebé indefenso.

—Yo no le haría daño —se apresuró en decir, ofendido y con su frente levemente arrugada.

—Sé que no lo harás —le respondió, sabiendo que no se equivocaba con sus palabras. Podía sentirlo, al omega queriendo proteger algo que no era suyo y sintiéndose mal por ello, sintiéndose...algo más—. Pero es necesario.

Louis suspiró, por fin, dándole una media sonrisa que no fue lo que pareció o lo que quería parecer, fue solo un gesto que no expresó la felicidad característica.

—Es un bebé muy lindo —le comentó—. Se parecen mucho.

Harry aguantó las ganas de rodar los ojos, de decirle que nada del niño se parecía a él, que si la hubiera visto a ella pensaría que eran dos gotas de agua. Que el cachorro se había llevado todo de ella para poder sobrevivir, incluso su apariencia, siendo un castigo para el alfa. Aguantó las ganas de gritar de frustración por sus absurdas palabras.

—La práctica —le recordó en cambio, negándose a agradecer tal comentario ofensivo—, ¿vas a realizarla hoy? Realmente te necesito.

Louis medio rió, avanzando los pasos que los mantenían alejados y quedando frente a él con un rubor que no le combinaba en sus flacas mejillas.

—Solo dime qué debo hacer —dijo, sonriendo y oliendo diferente al aire libre, cerca del marco de la casa y con ese enorme abrigo viejo que le cubría todo el cuerpo.

—Ya lo hemos retrasado lo suficiente —Harry extendió la mano hacia la puerta y Louis entendió el mensaje cuando caminó hacia el interior de la casa, aun temblando pese a no hacer mucho frío—. Cocinar, limpiar y todo tipo de quehaceres que deben hacerse en una casa, ¿puedes hacerlo?

—Sí —dijo simple, mirando a las escaleras con ilusión en sus ojos, esperando que algo más sucediera—. Sé todo lo necesario.

—Trabajo en casa —le informó Harry, queriendo tener su atención y fallando cuando le miró pero no como él quería—, aunque la mayoría de las veces no estaré rondando por ahí. Estaré en esa puerta de allí.

La puerta blanca, la que quedaba a unos pasos de la habitación donde su omega había hecho su nido con paciencia meses anteriores, donde la encontró ahogada en sangre y lágrimas que no pudo limpiar.

Tosió, queriendo apartar así la mala sensación que nunca se iba de él cuando lo recordaba, la imagen regresando una y otra vez cuando no estaba preparado para ello.

—Búscame ahí cuando Tristán llore. —Su voz no sonó igual y si Louis se dio cuenta, prefirió no decir nada y asentir.

—Yo... —Louis se quejó, moviéndose sobre sus pies y volviendo a tener ese rojo en sus mejillas que lo hacía verse más débil, más herido—. ¿No...? ¿No tendré que cuidar a Tristán también?

Harry también miró a la escalera, pensando en las ofertas que le habían hecho en el hospital para que no se hiciera cargo del bebé, tal como un objeto que no sirve y que alguien más podría darle un uso. Él era un bebé, no un objeto, pero Harry no podía dejarlo varado, muy lejos de lo que realmente quería. ¿Qué le quedaría después? ¿Dónde encontraría un rostro igual al de su omega?

—No es necesario —le dijo, parpadeando y recordando que el dolor de su pecho no se iría a ningún lado—. Eso puedo hacerlo yo.

Louis quería reclamar, por la forma en que sus manos se movían y sus pies daban cortos lo movimientos que resonaban demasiado.

—Necesita que le den del pecho —murmuró, viéndose arrepentido después de decirlo, pero siguió—. Necesita tener unos ojos pegados a él a cada momento, ya que es solo un bebé y...

—Está bien —lo tranquilizó, no entendiendo lo que realmente quería—. Pensé que estabas incómodo con él.

Harry lo hubiera comprendido mejor de esa forma, porque verlo le provocaba náuseas y una sensación pesada sobre su corazón que le quitaba los latidos y la sangre caliente se convertía en sequedad dentro de un cuerpo muerto, cada proceso parando y haciéndolo querer retorcerse en el suelo del dolor y la frustración. Quería dejarlo, pensó los primeros días, pero no podía. Malditamente no podía dejarlo.

—No lo estoy —Tomó una larga respiración y Harry esperó a que llorara para también hacerlo, para explicarle que él también extrañaba a alguien con todas sus fuerzas—. Solo...es difícil para mí.

—Para mí también —confesó, queriendo decirlo todo para buscar una explicación a lo que sentía y a la misma vez querer acabar con la conversación, enterrarla junto a ella para que nadie diga lo que él ya sabía. Un mal alfa—. Cada día se vuelve más difícil, ¿cierto?

Él asintió, viéndose más diminuto con cada respiración que daba. Parecía que el viento le haría llorar en cualquier momento, que las palabras salidas de sus lastimados labios le apuñalarían por dejarlas salir. Parecía que cada vez que existía frente a Harry se hacía más fuerte el dolor en sus ojos y en todo de él. Y Harry no podía hacer nada por el extraño, queriendo ayudarlo sin tener una propia ayuda para él mismo.

—Será mejor que comiences —Se dio por vencido con la conversación, guardándose las miles de palabras que había querido decir desde hacía tiempo, a cualquier que quiera escucharlo y no lo juzgara. Él parecía ser esa persona, con el dolor casi parecido que parecía incapaz de lastimar a alguien más por la debilidad que los golpes de la vida le habían dejado—. Inicia haciendo lo que quieras.

Se alejó de él y Louis volvió a asentir, sin palabras que Harry pudiera escuchar antes de irse, de encerrarse en la habitación donde no escucharía llantos egoístas de ningún bebé con cara de esperanza, de facciones que no le pertenecían.

—Y, Louis —llamó en voz baja, él se giró hacia Harry con cansancio no físico—. No entres a esa habitación, por favor.

—Está bien. —No pidió explicaciones, no como Harry quería cada vez que lo miraba moverse alrededor de él, esperando a que se quebrara más de lo que seguramente ya estaba quebrado. Esperando para saber por qué Louis parecía más triste que él.

Chapter 9: Capítulo 9

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Todavía guardaba los libros que había encontrado tirados en fundas para ser tirados a la basura, habiéndose sentido afortunado por como las cosas estaban resultando con su embarazo. Su primer embarazo, que le había dado ganas de respirar y ahogarse con el mismo aire que le permitía existir. Ahora no quedaba nada, solo muchas más ganas de acabar con todo, cortarse la garganta y derramar muerte.

—No creo que sobreviva —le había dicho él, entrando a la habitación donde Louis estaba, de pie frente al espejo y con su camisa elevada para que su vientre se viera en el reflejo y le llenara de esperanzas que fueron derrumbadas cada vez que se volvían a construir. Solo le quedaron escombros al final—, así que no te ilusiones.

Louis había cubierto su, en ese entonces, vientre plano con su camiseta. Movimientos lentos y parpadeos que le hicieron sentir con más fuerza el apretón en su pecho, donde su corazón reclamaba por ser herido indirecta, de tal forma que lo partía con facilidad. Casi parecía no suplicar más dolor y, por supuesto, fue ignorado.

—No lo estoy —susurró al recuperarse, no tanto—. Solo estaba...

—No me interesa —él rodó los ojos, tirándose a la cama detrás de Louis e ignorándolo más, sin mirar su rostro mientras encendía la televisión—. Te lo recuerdo.

Louis pensó que se quedaría callado, que se olvidaría del tema y que su bebé crecería dentro de él a cada día, siendo solo esperado por él y siendo lo único que necesitaba. Pero no, él tuvo que volver a abrir su boca en ese instante y arruinarlo más.

—De todas formas, si sobrevive —comenzó— lo venderemos. Habrán muchos interesados y ganaremos algo de dinero, ¿qué te parece, eh?

El omega lo miró, sus labios agrietados abiertos de forma tan ligera que el jadeo que escapó de él no se escuchó, y su corazón volvió a apretarse, como escondiéndose del dolor que estaba sintiendo. Aun suplicando por que parase.

—Sí —le dijo Louis, sus ojos picando con fuerza y sus manos sintiendo la irremediable sensación de cubrir su vientre—, me parece bien —susurró.

Él no dijo nada más, asintiendo e ignorando los sollozos bajitos que Louis comenzó a soltar con miedo después.

(...)

Patético.

Se sentía como un idiota en medio de un espectáculo, recibiendo risas por las estupideces que estaba haciendo.

Quería huir lejos de la pena que sentía, de las lágrimas que no paraban de derramarse sobre él y que no lo dejaban seco jamás, no teniendo la compasión suficiente para dejarlo en paz y que tratara avanzar. Aunque, sinceramente, sabía que no lo hubiera logrado nunca.

Harry se había ido, y él seguía frente a la cocina, sin saber cómo iniciar con su corazón delicado sobre sus manos, buscando un refugio que lo mantuviera lejos del dolor. Louis no podía ayudarlo, no cuando sentía la necesidad de correr escaleras arribas y volver a tener ese bebé desconocido sobre sus manos, el peso que le hacía sentirse ligeramente vivo.

Se pellizcó el brazo, tratando de traerse a la realidad de una vez por todas, dejar ese mundo donde se sentía flotar, de las nubes que prometían felicidad que lo rozaban sin que él pudiera agarrarlas.

Comenzó a moverse por toda la cocina, abriendo la refrigeradora y las gavetas para sacar lo que necesitaba, esperando ser detenido en algún momento. Que Harry llegara y le obligara a irse por ser atrevido, pero no sucedió mientras seguía cocinando, imaginando escenas en su cabeza que nunca sucederían por más que se arrodillara por las noches y deseara con todas las fuerzas de alguien ilusionado. Siguió cocinando, deteniéndose de golpe cuando escuchaba el más ligero sonido dentro de la casa, sabiendo que saldría corriendo hacia el bebé, sin embargo, él decidió seguir dormido hasta que Louis terminó con un suspiro escapando de sus labios.

—Bien —se dijo en voz baja, una sonrisita escapando de sus labios a la vez que veía lo que había preparado frente a sus ojos.

Apretando los labios, caminó hasta donde Harry le había dicho que estaría, no sabiendo si sería correcto tocar la puerta para avisarle que la comida estaba lista. Ni siquiera estaba seguro de si lo que había cocinado le gustaría, pero tendría que aceptarlo si lo rechazaba. La vida no le había dado lo que quería nunca, y con el tiempo se fue acostumbrando a esperar lo peor.

Estuvo tan equivocado cuando esperó tener a su bebé sobre sus brazos, escucharlo llorar solo por querer tenerlo cerca. Fue simplemente estúpido pensar que lo tendría, una razón para vivir que le sonreiría a cada paso del tiempo, pero ahora le hacía llorar de solo recordarlo.

Tocó la puerta, tragando fuerte y aspirando el aire necesario para que el mareo que apreció en él no le hiciera caer de boca sobre su jefe, que no abrió la puerta enseguida. Y Louis volvió a tocar despacio, pensándolo que si lo haría más fuerte, el sonido llegaría a los oídos del bebé en el piso de arriba, tan absurdo que lo volvió a hacer cuando siguió sin tener una respuesta.

Harry apareció después de más de diez toques, pareciendo adormilado y con ojos rojos, lagrimas secas debajo de sus ojos que se notaban más que cualquier cosa en su rostro, haciéndole ver miserable y triste. Louis quedó helado al verlo, esperando a que él limpiara con su puño sus ojos, frente arrugada y cabello en desorden.

—La comida —susurró, bajando la mirada cuando él le vio por debajo de sus pestañas—, ya está lista.

—Louis —él dijo, su nombre en voz ronca que le mandó una corriente eléctrica por toda su espalda que le hizo dar un paso hacia delante de manera inconsciente. Se encontró con la boca abierta, sorprendido por las acciones de su cuerpo—, lo siento, yo... Creo que me quedé dormido. —El omega esperó a que la sonrisa que se sentía en el ambiente apareciera, pero solo fue una ilusión que no sucedió, que Louis esperó sin, al parecer, haber aprendido nada de lo que implicaba vivir.

—Está bien —Le sonrió de lado, suspirando y haciéndose a un lado con las mejillas encendidas de la vergüenza. Sin embargo, Harry no le miró más tiempo mientras pasaba por delante de él hacia la cocina, mirando de reojo a las escaleras.

—Él... —comenzó, sentándose frente al mesón y parpadeando varias veces. Louis supo lo que quería decir antes de que terminara de hablar, antes de que volviera su vista hacia las escaleras y ese brillo inexplicable se colocara en el verde de sus ojos—, ¿se despertó?

Louis se recordó a sí mismo dándole el pecho cuando también miró hacia las escaleras, no sintiendo vergüenza porque Harry lo haya visto. Solo sintiendo un inexplicable vacío en su pecho ante el recuerdo de la sensación.

—No —le respondió en un susurro, volviendo a bajar la mirada cuando vio que Harry seguía con sus ojos secos sobre él—, no ha llorado. Supongo que...

—No —Harry le interrumpió con lentitud, haciéndole levantar la mirada justo cuando el alfa rodó los ojos y miró hacia otro lado—. Si estuviera despierto, lo primero que hubiera hecho es llorar. Así, sin sentido alguno.

El castaño le asintió, evitando sentirse incomodo ante el comentario y yendo detrás del mesón, colocándole el plato con comida a Harry, que no pareció molesto ni sorprendido.

—No sé si...no sé si le gusta el pollo —le dijo con tartamudeos, pero Harry no le miró—. Aunque... Aunque puedo preparar algo más si es lo contrario.

Él le sonrió, falso al alzar su mirada y falso al mostrar sus hoyuelos a cada mejilla de su rostro cuando lo que parecía ser una sonrisa, lució más como una mueca que Louis recibió, viéndole hasta que su rostro volvió a ser la seriedad de antes.

—Se ve bien —elogió—, me lo comeré. No quiero que gastes tiempo innecesario en volver a preparar algo.

Louis le volvió a asentir, viéndole comenzar a comer con incomodidad.

—Creo que iré a limpiar por ahí —Avanzó con la intención de salir de la cocina, pero el alfa rizado alzó su mirada hacia él con rapidez, como si hubiera dicho algo que le resultara ofensivo.

—Pensé que ibas a comer conmigo —dijo, señalando el asiento a su lado. Louis vio hacia el lugar, sintiéndose como demasiado para alguien como él.

—Pero soy su sirviente —susurró, sin pensarlo demasiado. Y Harry lució más ofensivo que antes, frunciendo mucho más su frente hasta que causó algo de miedo dentro de Louis.

—Eso suena horrible —le comentó, negando y abriéndole la silla a su lado—, no lo vuelvas a decir, por favor.

Louis dejó que su piel se erizara y le causara frío por todo el cuerpo, porque se sintió un poco bien.

—Quiero que comas a mi lado —le dijo, mirándolo fijamente hasta que Louis se sintió extraño—, si es que tienes hambre. O no sé si te gusta el pollo —repitió con burla.

Louis sonrió, sinceramente lo hizo, y asintió mientras decidía que estaba bien, sentarse a lado de él y sentir que merecía un plato de comida frente a él. De todas formas, él no recordaba la última vez que había comido correctamente una comida decente. Y con los ojos verdes de Harry sobre él, comenzó a servirse de la comida que había hecho y que pensó que no probaría.

Terminó a su lado y el alfa le asintió, confirmándole más de lo necesario que estaba bien, que nadie le gritaría que no merece comer ni un pan tirando del suelo. Que, dentro de su casa y con su olor por todos lados, nadie volvería a lastimarlo.

Sus manos temblaron con el cubierto entre sus dedos al llevarlo a su boca y probar, no sabiendo si estaba bien o no.

—Uhm —Harry gimió, teniendo los ojos del omega sobre él en segundos—, esto está delicioso. Sí que sabes cocinar, ¿fuiste a un curso o algo? —Fue como si le adivinara el pesado pensamiento y le tranquilizara. Fue el primer elogio que había recibido en toda su vida.

—No —Llevó otra cuchara a su boca, probándole y tratando de encontrarle lo delicioso. Pero su boca estaba tan acostumbra a solo tragar y no saborear lo que estaba comiendo, debido a que la mayoría de la comida que probaba estaba en mal estado, que no pudo sentir nada.

—Pues lo parece —Él le miró la barbilla por largos segundos, una mirada profunda que le hizo encogerse sobre su lugar y tratar de mirar hacia otro lado, descubriendo que no podía y volviendo a verlo a él, perdido en sus pensamientos. Reaccionó, tarde para las mejillas adoloridas por la cantidad de color que seguramente tenía, y se levantó del asiento con suavidad, sin hacer demasiado ruido. Lo primero que Louis pensó era que había hecho mal, que sentirse seguro con un desconocido en una casa que a duras penas había recorrido era más patético que sufrir por algo que ya había pasado, que debía superar.

Sin embargo, Harry sacó una servilleta de algún lugar y se la extendió, señalándole la barbilla sin nada en rostro, extinto de sentimientos. Hasta el extraño brillo en sus ojos se había ido, y Louis tuvo que extender su mano para sostener el papel y limpiarse, sabiendo que ya era hora de marcharse y dejar de querer indagar en lo que no le incumbía.

—Creo que debo irme —susurró mientras se limpiaba, sintiendo todo tan extrañamente íntimo. Mas Harry se sentó a su lado y negó.

—Acabas de sentarte a comer —declaró con seriedad y casi sonando como si estuviera fastidiado—. Pareces hambriento.

Louis iba a negarlo, abriendo sus labios para que las palabras salieran y Harry las escuchara, pero no sucedió cuando un grito se escuchó en toda la casa y ambos permanecieron en silencio, callados a excepción del chirrido de la silla que sonó espantoso después de que ambos, al mismo tiempo, se levantaran de un salto.

Ambos subieron las escaleras en menos de un segundo, paso por paso que parecía haber sido ensayado miles de veces para que saliera al mismo tiempo.

—Solo acaba de despertar —Harry intentó calmarlo, sin mirarle y con una mueca en sus labios—. Siempre llorar al despertarse.

Louis no dijo nada, lejos de sentirse tranquilo cuando el llanto le estaba quemando el pecho y los dedos por no tenerlo entre ellos, sostenerlo como antes y sentirlo. Imaginar que era suyo y estaba a salvo, que las imágenes que se reproducían sin consideración en su cabeza eran falsas. Su bebé estaba en esa habitación, llorando por él.

Sin embargo, Harry entró a la habitación antes de él, estando en todo su derecho cuando se inclinó sobre la cuna y le miró, volviendo a brillar su mirada y el bebé calmando su llanto, sabiendo que su padre estaba allí. Pero su madre no.

Louis parpadeó rápidamente ante sus pensamientos y caminó hasta la cuna, notando que se había quedado helado en pleno cuarto. Harry medio miró mal a su hijo cuando el omega también se inclinó a verle, diciéndose a sí mismo que se lo había imaginado.

—¿Está bien? —Louis le preguntó a Harry en voz baja, siendo cuidadoso.

—Sí —Harry le miró, suspirando y encogiéndose de hombros—. Es un hábito que parece tener, y que no me deja dormir por las noches.

Louis tampoco podía dormir de noche, por falta de llantos de un bebé. Por recuerdos que no quería tener.

—Déjame hacerlo dormir —pidió, no esperando una respuesta y ya inclinándose a tomarlo en sus brazos huesudos, que fueron lo necesariamente fuertes para poder sostenerlo cuando lo elevó de su cuna y lo atrajo a su pecho, siseando cuando un gemidito escapó de sus labios.

El castaño le sonrió al bebé, que no le devolvió la sonrisa cuando sus ojos se cerraron de forma automática y uno de sus deditos fue directamente a entre sus labios, chupando y quejándose como el bebé que era.

—Sh, sh —le siguió siseando, siendo solo él y el bebé en la habitación, caminando de un lado a otro con el peso sintiéndose bien. Llenándole el hueco que tenía en su corazón con una facilidad insultante.

Le acarició en rostro, las mejillas hasta llegar a sus pequeños pies. Lo acarició viéndole el rostro, sabiendo muy dentro de él que no era él, no era su bebé el que estaba sobre sus labios y que pedía por su presencia. Él no era su cachorro.

—Realmente —susurró, tosiendo después cuando su voz sonó rota—... Realmente tengo que irme ya.

Harry apareció de algún lado de la pieza, asintiéndole con sus manos cruzadas sobre su pecho, retrocediendo más de un paso cuando Louis le acercó el bebé.

—Déjalo en la cuna —Señaló—, por favor.

Louis lo hizo, evitando mirar más al bebé desconocido y tratando de no pensar en su omega interior suplicando por querer sostenerlo unos minutos más.

No es mi cachorro, no lo es...

Louis giró lejos de la cuna, volviendo a sentirse patético como antes, cuando le había dado el pecho a ese niño y se sintió bien, olvidarse del rostro de su propio hijo que estaba muerto y no se merecía tal humillación. De su bebé, que le pateó el estómago muchas veces como para que solo fuera reemplazado con tanta facilidad.

—Debo irme —repitió, saliendo de la habitación sin esperar ser seguido. No obstante, las pisadas de Harry se escucharon detrás de él.

—¿Te encuentras bien? —preguntó, totalmente desinteresado.

—Sí —Louis se giró por unos segundos, sonriéndole de reojo y terminando de bajar los escalones. La comida se vio desde donde estaba, siendo pasada por alto cuando Louis fue directo hacia sus cosas.

Iba a irse, castigarse mentalmente por la actitud que estaba teniendo. Por seguir siendo la burla entre sí mismo y todo el mundo. Por seguir aferrado a alguien muerto, que nunca supo decirle "mami".

—Espera —Se detuvo, a punto de abrir la puerta y marcharse lejos de la casa—, no te has llevado tu comida.

Cuando se giró, su respiración irregular por las lágrimas y el grito que estaba aguantando, Harry revisaba las gavetas de la cocina. Sacó una bandeja de plástico con tapa sin decir alguna palabra más y Louis supo que podría haberse ido y nunca más haber vuelto, mas no lo hizo. Siguió mirándolo tirar la comida con poca delicadeza dentro de la bandeja y tapándolo, viéndole desde su lugar y luego apartando la mirada como si fuera fuego y él hielo.

—Quiero que lo comas todo, por favor —dijo, llegando hasta él, cortando la distancia y dándole a Louis una última probada de su olor. El omega se cuestionó, estando el alfa frente a él y estirándole la bandeja, si sería bueno volver.

—Gracias —murmuró, tomando lo que le extendía y girándose, no queriendo verle más y tener que mirar de reojo las escaleras—. Adiós —se despidió, siguiendo con su silencioso juramento de no voltear a mirarle.

—Adiós, Louis —él dijo, rompiendo con todo cuando su voz dijo su nombre de alguna forma que le demostró que podía ser llamado sin necesidad de usar un tono de voz brusca, que le hizo girar y mirarlo en el marco de la puerta, tan miserable como al principio.

Cuando llegó, él le quitó la comida y Louis le lloró, no por la comida ni por recordarle lo miserable, patético, idiota e iluso que era y seguiría siendo, sino por hacerle romper su palabra con Harry, de que se comería todo al llegar, de que no volvería a ir a esa casa en busca de un bebé que nunca le pertenecería.

—Deberías robarle algo de valor para mí —dijo, ignorando el estómago de Louis gruñendo de hambre—, para que ese trabajo valga la pena.

—Sí —Louis respondió, negándose a salir más herido de lo que ya estaba—, lo haré cuando pueda.

—Más te vale. —El omega asintió. 

Chapter 11: Capítulo 11

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—Algún día —él le dijo mientras colocaba diferentes cremas en su rostro, tratando de ocultar los colores oscuros que ocupaban su piel— te encontrarán en medio de un patio, muerto y sin poder ser identificado. Y yo no diré nada, Louis.

El omega parpadeó frente al reflejo que le daba el espejo, encogiéndose en su lugar cuando él recogió algo de la cama y comenzó a acercarse a él. Dejó de respirar, mirándose fijamente para no verle a él.

—No vas a llegar vivo un día —le susurró cerca de su oído, sonriendo de lado—. Tus deudas... Cada una será pagada con tus últimos respiros.

Él se separó, gruñendo como el alfa pretencioso que siempre había sido. Antes de que la puerta se cerrara detrás de él, giró y miró al espejo. Louis lo miró, temblando por haber fallado.

—Trae algo de dinero, ¿quieres? —Y se marchó sin más palabras.

Louis siguió colocando las cremas en su rostro, cubriendo las marcas que le habían dejado sobre las mejillas con los golpes que le habían dado. Miró por debajo de la mesa vieja, que parecía a punto de caerse sobre sus rodillas, y vio su estómago nada hinchado. Su pancita vacía, al igual que su corazón.

Con una mano, limpió las mejillas y siguió con su trabajo. Cuando se levantó y se colocó su abrigo sobre sus hombros, soltó un gran suspiro y esperó a que sus ojos dejaran de reflejar las lágrimas que había estado cerca de derramar, sintiendo que las que ya habían escapado merecían jamás regresar. Merecían ser libres, no como él. No como su bebé, que pertenecía en su mente a cada segundo.

 

(...)

 

Sus dedos se estaban congelando, uno de ellos dormido por el fuerte viento que le azotaba el cuerpo. Sus pobres trapos no le daban protección contra el frío y su piel pálida parecía ponerse más sensible ante cualquier débil ráfaga. Trató de cubrirse, metiendo sus manos dentro de camisa y frunciendo la frente cuando la puerta no se abrió.

Miró a su alrededor, al cielo y la manera que parecía estar a segundos de caer una tormenta sobre él. Miró sus dedos, que estaban de un color muy blanco, y trató de adivinar qué hora era, si había llegado tan tarde que no le querían abrir la puerta o si Harry se había ido y había vuelto a olvidar su existencia.

—Por favor —murmuró para sí mismo, haciendo una mueca y soplando a sus dedos cuando la tela fina de la camisa no fue suficiente. Volvió a tocar a los pocos segundos, desesperado y mirando hacia el cielo.

Miró al cielo durante infinitos segundos, viendo la niebla que cubría el color natural de todo, tal como las lágrimas oscurecían sus ojos cuando se negaba a derramarlas. El cielo también se negaba a derramar sus propias lágrimas.

Exhaló, pidiendo en voz baja que sus lágrimas dejaran de existir, que un día simplemente se quedara seco. Pidió ser más fuerte.

Cuando la puerta se abrió, pensó por pocos segundos que todos sus deseos se estaban cumpliendo.

—Estaba a punto de irme —respondió, aferrándose otra vez a su abrigo y mirando a Harry, que no respondió—, pensé que no había nadie.

El alfa parpadeó varias veces, tambaleándose de un lado hacia a otro. Louis juró verlo hacerse hacia adelante, justo para caer sobre sus brazos y no lastimarse más.

Lo sostuvo, enredando sus manos en sus hombros y dejando de sentir frío cuando la poca piel que pudo sentir de Harry le rozó su piel pálida y muerta de frío. Lo sostuvo, Harry hundiéndose en su cuello y aspirando de él, sólo haciéndolo más incómodo de lo que ya era.

Louis separó la idea de tirarse hacia atrás, regresar y no volver jamás.

—Harry —le dijo con sorpresa, sólo recibiendo más peso cuando el alfa se aferró con una mano a su camisa y tiró de su cuello hacia abajo—. Harry, ¿está bien?

Cuando su nariz rozó la fuente de olor de Louis, este pudo sentir lo que estaba mal. La frente de Harry se posó sobre su hombro, confirmando lo caliente que se encontraba el alfa entre sus brazos.

—Oh mi dios —exclamó en voz baja, empujándole del abdomen y tratando de que entrara a casa. Harry lo hizo, aún sin despegarse de su cuello—, está... ¡Está ardiendo en fiebre! —Harry no respondió, tomando la exclamación de Louis como la oportunidad perfecta de volver a olerle la fuente de olor.

Louis se alejó, temblando ante las grandes manos de alfa que lo estaba tocando. Pidió en su mente que no sucediera nada, que la sospecha nueva que comenzaba a nacer no fuera cierta.

—No —le dijo, alejándolo y empujándolo al sofá. Harry cayó con facilidad hacia él, pareciendo más alguien borracho que un alfa en celo.

Parpadeó más veces de las que Louis pudo contar, llevando su mirada a todos lados en la habitación, tarde para cuando miró al omega. Un alfa con lágrimas en sus ojos, mirando a Louis, que no comprendió con exactitud la clase de dolor que el rizado le mostraba en el verde de sus ojos, ahogándose en lágrimas. No comprendió por qué se aferró a su mano cuando intentó alejarse, asustado de lo que estaba viendo en él.

—Por favor —murmuró, tirando de Louis hasta que estuvo sobre su pecho—, por favor, no te vayas.

Louis se removió de su regazo, terminando rodillas contra el piso. Le tocó la frente una vez más, sus dedos temblando con violencia y no debido al frío, porque la casa le recibía con un calor que no pertenecía a Harry, ni muchos menos al bebé. De pronto, como si hubiera sido invocado por los pensamientos del omega, el cachorro pegó un grito desde el piso de arriba.

Louis giró, mirando a las escaleras y preguntándose si era conveniente ir por él, si volver a cargarlo se volvería a sentir mejor que la última vez. Se cuestionó sobre la reacción de Harry si él estuviera consciente, si él no estuviera tirando de la manga de su abrigo viejo de lana mientras le miraba fijamente el rostro, quizá tratando de encontrar otro rostro. Pero Harry no dijo nada cuando Louis tiró de su abrigo y se levantó, temblando menos a cada paso que daba, más cerca de un bebé que no dejaba de llorar, que sentía dentro de su pecho que no le estaba llamando a él y, sin embargo, iba respondiendo el llamado.

Le dijo a Harry que volvería pronto, descubriéndolo con la mirada más perdida.

Cuando pisó el primer escalón de las escaleras, juró que el cachorro lloró más fuerte. Se apresuró de forma discreta, convenciéndose a sí mismo que iba por él porque aquello era su trabajo, que cuidar al bebé le correspondía porque sería pagado al final del mes. Que el bebé que lloraba no le pertenecía ni un poco y que no había razones para que su corazón se le acelerara de la forma en que latía con furia en esos instantes, cada vez más cerca de la habitación que había sido presentada por el alfa, por Harry, que moría de fiebre en la planta baja.

Vio la cuna y dejó de mentirse, sonriendo a cada extremo de su rostro y doliéndole como si una daga se clavara sobre sus mejillas para que la sonrisa quedara sobre él para siempre, recordándole lo falso que estaba siendo. Lo fácil que le había resultado cambiar el dolor por tranquilidad.

—Bebé —le dijo en voz baja, susurros que calmaron al niño en la cuna. Chupó su puño, sacudiéndose dentro de la cuna y buscando el dueño de la voz; Louis, que lo miró desde lo alto y deseó poder llevarse a un lugar donde nunca sufriría, donde la lluvia que regaba sobre sus jóvenes mejillas nunca fuera derramaba. Nunca llovería su estuviera con Louis, fue lo que se dijo muy dentro de sí mismo mientras se inclinaba y lo sostenía, llevándoselo a su pecho y besando su frente—. Pequeño...

El niño rubio se acurrucó más hacia él, también necesitando del calor que le había sido quitados a ambos. Se reconfortaron unos a otros, Louis arrullándolo y el pequeño niño permitiéndole hacerlo.

—Oh, pequeño —le volvió a decir, riendo cuando el cachorro soltó sus dedos llenos de saliva—, tienes el cielo en los ojos y ni siquiera lo sabes.

Se rio, como si pudiera comprender lo que Louis le estaba diciendo.

Louis lo besó otra vez en la frente, dando la vuelta de regreso a las escaleras, agarrando el portabebés antes de cerrar la puerta de la habitación del bebé detrás de él.

—Mira lo rubio que eres —le exclamó en voz baja. El bebé sonrió, mirándole con largas pestañas y ojos abiertos con atención.

Cuando estuvo en el primer piso, el bebé se había amoldado con qué perfección a sus brazos que ponerle en el portabebés le resultó insultante, tan innecesario cuando se encontró sintiéndose fuerte, que lo cargaría durante un par de eternidades si fuera necesario. Pero Harry jadeando le regresó a la realidad con una mueca en los labios, terminando de ponerlo en el aparato aquello y girándose hacia el rizado, que ya quería volver a tirar de él.

Fue con pereza hacia la cocina, mojando un trapo muy parecido al que se había llevado a casa porque Harry se lo había dado aquel día en que se conocieron, tan lejano como la respiración que escapaba de sus pulmones mientras suspiraba. Cuando llegó a él, Harry miraba al bebé fijamente con una gota de sudor resbalando desde su frente hasta su cuello.

—Pondré esto en tu frente —Louis le tocó la frente por encima de sus cabellos, inseguro de lo que estaba haciendo—. Prepararé algo y te sentirás mejor. ¿Puede levantarse para ir a la cama?

Harry no respondió, perdido en algún lugar de su cabeza. Louis terminó de soltar un suspiro.

—No te duermas, Harry. Traeré un paño para tu frente, ¿dónde están las medicinas?

Palmeó su rostro cuando el verde de sus ojos se escondió debajo de sus párpados, sus pupilas dilatadas desapareciendo. Lo vio susurrar palabras que no entendió mientras se veía como alguien enfermo, alguien decaído que esperaba a sus últimos aires de vida. Pero Louis ya sabía de qué se trataba cuando se inclinó hacia él y aspiró un poco de su olor.

—Hey —le dijo enseguida, al notarlo—, no te duermas.

Le colocó el trapo mojado sobre la cabeza, notando la humedad que había soltado sobre sus pantalones, donde lo había dejado reposar. Lo quiso arropar, recordando lo necesario que era mantenerlo hidratado mientras trataba de arreglar la sábana sobre el gran cuerpo del alfa. Recordó al bebé, que soltó un quejido desde donde estaba.

—Harry —le dijo mientras se agachaba a besar los deditos del bebé en el portabebés para que se calmase—, ¿dónde están medicinas?

Agarró al bebé entre sus brazos, besándole la naricita. Harry seguía mirando hacia otro lado, palabras incomprensibles saliendo de entre sus labios rojos por la fiebre. De hecho, él lucía totalmente rojo mientras se aferraba a las sábanas que lo arropaban. Susurró un nombre en ese momento, que Louis no alcanzó a escuchar, pero que le erizó la piel.

—En mi despacho —dijo por fin, centrándose. Louis lo miró por largos segundos, frunciendo la frente y tratando de recordar lo que había dicho.

Volvió a la realidad despacio, viéndose obligado a dejar el bebé en el portabebés y levantarse con toda la fuerza que su cuerpo le permitía ocupar para hacerlo.

Recordó el lugar que Harry le había presentado antes, donde le dijo que estaría. Entró allí sintiendo el nudo en su garganta soltándose cuando el olor de Harry le envolvió el cuerpo apenas estuvo dentro, sintiéndose mal mientras miraba el lugar de arriba hasta abajo, pensando en lo profundo de su mente qué podría llevarse sin que él se diera cuenta. Pensó en cuánto vendería cada objeto con el cual repasaba su mirada, si para él sería lo suficiente para dejarle en paz por un tiempo, para que se fuera de casa por un tiempo y Louis pudiera respirar por esos días. Pensó con ilusión que podría quedarse junto a Harry en su celo; no para estar con él, sólo para estar junto al bebé mientras lo necesitase.

Miró las cosas, diciéndose que no sería capaz de hacerlo, que lo golpearía al llegar a casa y sería todo su culpa.

—¿Cuánto? —le preguntó él en su recuerdo, moviendo su comida sin mirarle. Louis miró su plato con hambre, sabiendo que no debía tocarlo hasta que él lo dijera—. ¿Cuánto, Louis? —volvió a repetirle con más fuerza.

Los ojos de Louis se aguaron y negó, jugando con los bordes de su chaqueta.

—Nada —dijo con voz temblorosa y con temor de lo que podría suceder. Pero él suspiró, cerró los ojos y cuando los volvió a abrir estaba en blanco.

—¿No pudiste robar nada? —siguió preguntando en voz baja. Louis negó, temblando bajo su mirada—. Está bien. Come antes de que se enfríe —dijo con esa sospechosa tranquilidad.

Louis volvió a mirar la comida, dudando entre hacerlo o no.

—Come —le repitió él, con una voz que seguramente hubiera comprado a cualquier otro. A Louis ya no.

Sin embargo, Louis no tuvo más opción que tomar la cuchara y llevar la sopa a sus labios. No lo miró, sabiendo que tenía sus ojos sobre él mientras seguía comiendo.

Louis se moría de hambre, era lo que más sabía mientras realmente trataba de comer despacio, dudando de si terminaría el plato antes de que se lo quitaran o pasara algo. Y pasó, cuando su mejilla dolió demasiado.

—¡Come como la gente! —le gritó, llamando la atención de todos en el restaurante. Louis se tocó la mejilla, sintiendo la calidez de su piel.

Louis parpadeó, volviendo a la realidad con el dolor de esos días sintiéndose sobre toda su piel. Pero él no estaba allí, no estaba mirándolo hacer trampa por él. Estaba en la casa de Harry con un bebé que no le pertenecía, pero sentía la necesidad de cuidarlo y protegerlo, como si fuera suyo.

Sorbió su nariz, caminando hasta la gran cómoda frente a él. La puerta estaba destrabada y sólo encontró licor casi acabándose. Arrugó la nariz, volviendo a cerrar la puerta y siguiendo hacia el escritorio con un temor que era totalmente absurdo, se sentó sobre el asiento frente al escritorio, fundiéndose en el cómodo cuero relleno de algodón. Tragó la saliva en su boca, mirando el escritorio lleno de papeles en fila y libros demasiado gruesos que sabía nunca podría terminar de leerse, y no es como si Harry se lo permitiese, porque sus dedos contaminados no merecían tocar las hojas limpias. Ni siquiera merecía tocar al hijo de Harry, como si fuera suyo, como si podría volverse suyo con cada arrullo que le daba sobre su pecho.

Suspirando con temblor, abriendo el primer cajón y encontrando nada, Louis volvió a intentarlo con el segundo. Debería de haberse sorprendido, pero no lo hizo mientras miraba el cuadro fijamente.

Louis tomó el cuadro con el vidrio roto por encima, analizando a quienes estaban en la fotografía. Era Harry con una enorme sonrisa; no falsa como las que le había dado en esos pocos días, sentado en un enorme mueble donde alcanzaría a sentarse la mujer que estaba sobre sus piernas. Ella era rubia, una linda sonrisa que se reflejaba incluso en sus ojos, que se notaban azules pese a que la foto parecía haber sido tomada desde lejos. Harry envolvía sus brazos en su cintura, apretando y recostando su mejilla en el hombro de ella, que inclinaba la cabeza y tenía sus manos sobre las de Harry en su cintura.

Ella se parecía mucho a Tristán, notó enseguida. Parecía ser ella en versión bebé.

Sólo por curiosidad, Louis volvió a enterrar su mano en el mismo cajón, sacando más cuadros rotos en ese mismo lugar. Eran de ella, la misma mujer en cada fotografía con la misma hermosa sonrisa y con Harry en alguna de ellas. Era ella, la madre de Tristán, que había muerto y que, al parecer, Harry seguía extrañando. Louis entendía ese dolor, de otra forma.

Se preguntó si Harry también soñaba con ella y la llamaba entre sueños, como Louis hacía muy pocas por el temor de ser tirado de la cama por parte de él. Se cuestionó si sonreía cuando recordaba algún buen momento que vivió con ella, si terminaba llorando como Louis lo hacía después de que la sonrisa se borrara de sus labios.

—Eras hermosa —le dijo a una de las fotografías. La mujer estaba sobre Harry, en sus hombros, y Harry parecía estar riéndose a carcajadas con su rostro apenas viéndose en la fotografía—. Tan hermosa y amada...

La acarició por encima del cristal roto, pensando que si hubiera un cielo ella estaría en él junto a su bebé. Fue inevitable preguntarse si todo lo que estaba pasando era simple casualidad, que encontrarse quizá era un plan de ella en algún lugar del supuesto cielo, permitiendo que Louis tomara a su bebé mientras ella tenía el suyo.

—¡Louis! —escuchó al mismo tiempo que el llanto gritó y le hizo pegar un brinco.

Guardó cada uno de los cuadros y siguió abriendo cajones, encontrando las pastillas en el tercero. Encontrando dinero en el cuarto que se abrió al mismo tiempo que abría el tercero.

—¡Louis! —siguió escuchando a lo lejos, mientras sus ojos no podían despegarse del fajo de billetes agarrados en una liga.

—¡Voy! —respondió, terminando de cerrar el tercer cajón junto al cuarto. Ni siquiera verificó si las pastillas eran las correctas hasta que salió del despacho, teniendo suerte y siendo las indicadas para que la fiebre de Harry bajara lo suficiente.

Cuando llegó a la sala, Harry estaba sentado en el suelo con su cabeza tirada hacia atrás, el bebé al pie de él con sus manitas sacudiéndose mientras se mantenía llorando.

—Louis —siguió llamando Harry con los ojos cerrados.

Louis contestó a su llamado, arrodillándose frente a él y tocándole la frente. La temperatura seguía igual, pero él parecía estar más perdido de lo que había estado cuando lo dejó.

—Creo que necesito dejarte en una habitación —le dijo, tomando su rostro húmedo entre sus manos. Harry a duras penas pudo mantener su propia cabeza nivelada—. Pero necesito que me ayudes a hacerlo, ¿está bien?

—El bebé —Harry balbuceó, frunciendo su frente y negando—. El bebé...

Louis le asintió, sin entenderle y tratando de tirar de él. Harry no ayudó, mientras que el bebé comenzaba a solo quejarse detrás de él.

—Tengo que atender al bebé —le explicó, volviendo a tirar de él—, pero no podré hacerlo si no me ayudas a llevarte a una habitación.

—No lo quiero —siguió balbuceando—, llévatelo.

—Es tu hijo —Louis le dijo con sorpresa, dejando de tirar y sentándose sobre sus tobillos—. Es tu hijo, Harry. Estás... Estás alucinando por el celo.

—Me la quitó —susurró. Louis lo vio fijamente mientras sus ojos verdes se llenaban de lágrimas. Harry se inclinó hacia él y Louis retrocedió enseguida, pero al rizado no le importó, señalando al portabebés—. Me la quitó para siempre, y ella no volverá. Él se quedará y ella no volverá. No quiero... No quiero que él se quede.

Louis recordó la sonrisa de Harry en las fotografías y entendió que esa sonrisa había muerto, tal como la omega de Harry. Ella se lo había llevado todo, menos al bebé.

Chapter 12: Capítulo 12

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Louis nunca se había enamorado. No antes de tener a su bebé a centímetros de él, muerto.

Nunca había sentido nada parecido al amor, ni siquiera cuando era solo un niño que, se suponía, debía recibir el amor de los padres quienes lo trajeron a la vida. Pero Louis no los había conocido, y no los recordaba cuando miraba a sus espaldas, directo al pasado. Sólo estaba él con su sonrisa engañosa y prometiendo ese amor que Louis nunca pudo sentir como real, quizá teniendo como consecuencia el hecho de que su pancita nunca había cosquilleado por nada más que un bebé, que ahora estaba muerto en algún lote lleno de basura, apestando.

Louis nunca se había enamorado como para saber qué era sufrir perder eso que tanto amas.

—Podemos vivir juntos —lo convencía con sus palabras y sus dedos acariciándole como una promesa—. Podemos casarnos cuando estemos listos, Louis. ¿Qué te parece?

El omega vio el amor en sus ojos, dispuesto a ser entregado hacia Louis si aceptaba. Y Louis lo hizo, no viendo más opción cuando las calles dejaron de ser seguras desde que había comenzado sus ciclos de celo en plenos callejones oscuros,

con el temor de ser abusado cada que cerraba los ojos. Así que Louis aceptó recibir el amor de un extraño que le había comprado con un cuento barato, que había estado detrás de Louis durante semanas con fundas de comida que le ofrecía con una sonrisa, jurando nunca hacerle daño.

—¿Entonces...? —él preguntó, esperanza en sus ojos y sus dedos apretando los de Louis, sucios—. ¿Vienes conmigo?

Louis debió negarse. Debió no dejarse llevar por la promesa de algo bueno en sus ojos azules. Sin embargo, aceptó cuando supo que un omega como él no duraría mucho en las calles y él parecía lo suficientemente estable como para que el omega fuera con él, y no debería culparse por haber sido tan interesado.

Debería culparse por no haber logrado enamorarse de él.

—Te amo —sollozaba en el regazo de Louis unos meses después, rogando tener de regreso ese amor que le había ofrecido al castaño. No había tenido nada más que rechazo desde que Louis había llegado a su vida—. Te amo —siguió repitiendo, esperando una respuesta que nunca pudo llegar, que nunca salió de los labios de Louis porque no existía. Louis nunca lo amó.

Por supuesto, él se dio cuenta un año después, cuando Louis le besaba los labios y se apartaba de su toque con más rapidez que antes, y no lo pudo soportar más. Louis lo vio dejando de ser ese alfa que le sonreía y se veía realmente enamorado de él. Lo vio convertirse en un monstruo con el tiempo.

—Te he dado todo lo que podría ofrecerte —le reclamó un día, ojos rojos y viéndose mareado en medio de la sala, Louis parado delante de él, sosteniéndose con el frío besando su desnuda piel—. Te di un lugar donde quedarte, ¿y así es como me pagas, Louis? ¿Con rechazos que no merezco?

—Yo... —Louis comenzó en voz baja, queriendo decirle que él no había pedido ser salvado, que no pidió amor a cambio de una buena vida. Pero él negó, viéndose decepcionado.

—Quítate la ropa.

El amor se había ido tan rápido, que Louis lo considero algo pasajero que no merecía la pena. No perdería el tiempo en ello, no cuando al final terminaría llegando al mismo punto de partida, sin algún premio. El premio, curiosamente, lo había recibido sin jugar con el amor, pero fue tan bueno que no duró demasiado.

—Te dije que no sobreviviría —él dijo esa noche.

Louis se arrastró por la casa con pereza ese día, cuestionándose si ese era su karma por haber rechazado lo único bueno que había tenido, si merecía los golpes por no haber sabido apreciar el único amor que le habían ofrecido a lo largo de su miserable vida.

No fue directamente a la cama como él la había ordenado. Fue al baño, donde tiró sobre su cuerpo agua fría que se sintió como cuchillas, nada parecidas al dolor

que sentía en su pecho y parte de su estómago vacío, hinchado todavía porque aún no había sido el tiempo correcto para traerlo a la vida. Tan sólo observó el agua correr y un poco más de sangre correr por sus piernas, su pecho cubierto, ya que la valentía le faltaba para verse desnudo con su pancita luciendo como si todavía guardara a su cachorro.

Cuando salió, él lo envolvió en una toalla, gruñendo algo que Louis no logró escuchar. Fue llevado hasta la cama, donde él se sentó frente a él y lo miró fijamente para obtener respuestas.

—Dime qué pasó —exigió saber, cruzándose de brazos.

Louis lo miró, viendo el vacío en sus ojos. El vacío que él había provocado.

—Lo perdí —susurró, aún sin terminar de creérselo. Se preguntó que qué haría con el pequeño trajecito que había robado, a quién se lo colocaría ahora.

—Eso ya lo sé, Louis —Rodó los ojos. Por unos segundos, calló y estiró su mano para acariciar la mejilla del omega—. Cuéntame qué fue lo que pasó.

—Yo fui... —Secó sus lágrimas, recordando lo que había sucedido horas atrás en ese mismo horrible día—. Yo fui a donde me dijiste, a tratar de...de robar algo de dinero, pero...

—¿Pero? —Frunció su frente. Louis sollozó, abrazándose a sí mismo.

—Pero me sentía mal —dijo con dolor en su voz, recordando la ola que le golpeó y lo hizo doblarse, correr hacia el baño cuando sintió algo bajar dentro de sus pantalones—. Me sentía mal —sollozó más fuerte.

Él rio, bufando. Louis lo vio rodando los ojos cuando alzó la mirada, sintiéndose más patético, inservible.

—¿Y ahora qué, Louis?

Louis parpadeó, tocando su pancita adolorida por encima de su ropa húmeda, esperando como un tonto a que se sacudiera.

—Un médico... —Suspiró—. Un médico dijo que debía realizarme un aborto, o pagar... O pagar por unas pastillas.

Antes de siquiera pensarlo, él golpeó su mejilla, haciéndolo girar hacia un lado. Louis soltó un gemido de la sorpresa, siendo otra vez sorprendido cuando su mejilla contraria también recibió un golpe, más fuerte que él anterior.

—No llores —le dijo entre dientes. Louis parpadeó varias veces, perdido por los golpes. Tocó su labio, encontrando sangre parecía a la que había a su alrededor cuando estuvo tirado en ese sucio baño, frente a su cachorro muerto—. No llores

—le volvió a exigir.

Por eso, Louis no se había enamorado más que de las pataditas que lo solían despertar por las madrugadas, lo antojos que nunca pudo complacer y los

movimientos que lograban hacerlo sonreír en cualquier momento. Por eso, Louis no entendía la mirada que Harry le daba mientras se sacudía su cuerpo.

Harry hundió su nariz en el cuello de Louis mientras este lo llevaba por las escaleras, casi arrastrándolo para subir los escalones. Y la mirada que Harry le daba después de girar su rostro, apartar su nariz de la fuente de olor de Louis, era casi de desagrado. Louis lo miraba de forma curiosa, preguntándose cómo seguía sobreviviendo con un lazo roto, sin su compañera que había elegido de por vida.

Y, como si fuera una cruel broma dirigida de forma exclusiva para Louis, Harry volvía a hundir su nariz fría en el mismo lugar en el cuello de Louis, que ya solo lo dejaba. Dejaba que se apartase cuando se daba cuenta que no era el, posiblemente, dulce olor de la rubia omega de Harry. Dejaba que regresara cuando se le olvidaba que él no era ella.

La siguió llamando entre jadeos entrecortados, gruñidos que erizaban la piel de Louis por lo cerca que estaba del alfa. La llamó con lágrimas en sus ojos, mirando a los lados a la espera de que ella apareciera de la nada y quitara a Louis del camino. Al final, las escaleras fueron tan eternas que para cuando Louis logró poner al lloroso alfa en su cama, su frente estaba sudada.

—Harry —le susurró dulce, despacio para que pudiera escucharlo por encima de sus quejas, pero ni le miró—. Harry, escúchame, por favor. Debes... Tienes que tomar estas pastillas, ¿sí?

Él no dijo nada, moviéndose de un lado a otro en la cama, grandes lagrimas cayendo sobre sus mejillas con hoyuelos por las muecas de dolor que estaba realizando. Louis notó que le dolía. El vacío en su pecho le dolía mientras la llamaba solo a ella para que sanara su dolor, para que acabase con ello en ese instante.

—Oh, Harry —le susurró con pena, tocando su frente y sintiendo la fiebre subir por debajo de sus dedos—. Ella no está aquí, Harry...

Él no le entendió. Soltó un gran sollozó, haciéndose bolita en un costado de la cama y cerrando sus ojos con fuerza. Se siguió sacudiendo por su llanto, que Louis no supo cómo detener mientras sus dedos seguía tocando la piel del alfa, enterrándose en sus rizos húmedos y saliendo para secar las lágrimas que ya habían comenzado a acumularse.

—¿Quieres...? ¿Quiere que le traiga algo de ella? —le preguntó en voz baja, inclinándose hacia él.

Harry negó lentamente, una última sacudida mientras relajaba sus facciones.

—Cuando me siento solo —comenzó a susurrarle, acomodándose en el suelo de la habitación, sus dedos siguiendo sobre la frente de Harry— miro las estrellas y escojo la más brillante.

Harry solo se movió para acercarse más al toque de Louis, que se hacía ligero mientras se recordaba a sí mismo fuera de su casa, una sábana haciéndole compañía al mirar al cielo estrellado con una ligera sonrisa en sus labios. La única sonrisa sincera que podían obtener en él.

—Imagino que esa estrella, la que más brilla y más llama mi atención, es mi cachorro en algún lado —Sin pensarlo demasiado, se recostó en el filo de la cama en una posición no muy cómoda, sus dedos cosquilleando entre los rizos de Harry—. Pienso que es mi cachorro queriendo que lo vea porque está solo y yo viéndole es lo único que espera al brillar tanto.

Harry se durmió al poco tiempo después, en la misma posición en la que se había colocado. Sus piernas eran abrazadas a su pecho y sus ojos rojos aún se veían húmedos haciendo un ridículo buen contraste con sus rizos chocolates hechos un desastre. Louis lo dejó así, levantándose del suelo y corriendo escaleras abajo.

El bebé ajeno seguía en sus pensamientos, junto a la imagen de ella metía en ese marco de madera. Una imagen llena de color que parecía haber absorbido todos los colores de la casa, viéndose en blanco y negro con la tristeza y angustia sintiéndose en la piel como un toque frío. Como las lágrimas que Harry había derramado, demostrándole que estaba en lo correcto, que todo estaba sumido en oscuridad desde su partida. Pero para Louis todo se iluminó cuando terminó de caminar hasta él.

Lo sostuvo en sus brazos, viendo el color que Harry no veía en sus llantos. En sus lágrimas, en sus ojos y el rubio de su cabello. En el azul de sus ojos, que parecía un océano donde nunca moriría ahogado. Harry no veía eso, pero Louis sí.

—¿Cómo alguien no podría quererte? —le preguntó al bebé, sin esperar una respuesta. Le rozó las mejillas con la punta de sus dedos, como temiendo de que también desapareciera de la nada—. ¿Cómo alguien no querría tenerte para siempre?...

Se sentó en medio de la sala, el bebé en sus brazos viéndole fijamente mientras seguía llorando, quizá tratando de imitar a su padre sin las mismas expresiones, sin la desesperación por quererla a ella.

Suspiró, buscando en su mejilla.

—Y ni siquiera tienes el lunar —le reclamó, tirándolo más cerca de su pecho—.

No tienes el cabello oscuro como él. Como mi bebé.

Trató de hallar, con sus manos enterrándose en su cuerpecito delicado y en el pliegue de su pequeño cuello, algo que le explicara el gran sentimiento que estaba generando dentro de su pecho. Quería una explicación de por qué su pecho latía con tanta fuerza mientras lo sostenía, por qué sus ojos parecían enchinarse por la sonrisa que se le dibujaba al ver al cachorro desconocido.

Doliendo sólo un poco, alzó su camiseta demasiado delgada como para seguir usándose en la calle y lo inclinó, su mejilla descansando en su fría piel. No le importó, porque dejó de llorar para quejarse con su cabecita tratando de alzarse para llegar al pecho de Louis.

—Ya, pequeño —susurró, sentándose mejor en el suelo, sus piernas cruzadas debajo de su trasero—. Aquí estoy —le dijo, imaginando que lo quería a él y no a lo que obtendría de él.

Tristán se enganchó a él enseguida, al tener sus labios diminutos demasiado cerca del pecho de Louis como para dejarlo ir. Chupó, su manita moviéndose con euforia por encima de su cuerpecito. Louis lo agarró cuando se golpeó sin querer, expandiendo sus reducidos dedos sobre su palma.

Besó sus dedos, soltando una risita.

—Podría llevarte a casa —se encontró a sí mismo diciendo, besando su mejilla y luego su frente. El bebé le miró, parpadeando y volviendo a su trabajo de tomar del pecho de Louis, que lo siguió admirando con sus toques—. Podría llevarte conmigo y darte el amor que necesitas, ¿cierto? Él ni siquiera te va a extrañar.

Se recordó antes, grande e hinchado. Su estómago le alzaba ligeramente las camisetas viejas que usaba. Había estado esperando, en ese entonces, algún movimiento de parte de su cachorro, que se había negado a darse a notar aunque

Louis le pedía por las noches entre susurros que se moviera, que mami deseaba sentirlo.

Lo hizo, poco tiempo después. Louis recordó con claridad el sonido de los platos cayendo al suelo junto a la comida que había estado sirviendo, el ligero movimiento en su pancita que le hizo dar ese respingo que le trajo tantos problemas. Pero valió la pena, y el omega repetiría ese momento si fuera posible.

—¡¿Qué demonios?! —él gritó cuando notó la comida en el suelo. Louis sostuvo su vientre enseguida ante los gritos, asustándose y mirándolo con pánico.

—El bebé —Louis le balbuceó, tratando de explicarle—. El bebé se movió...

Pensó que vería algo en sus ojos, que volvería ese valor que Louis no supo aprovechar en su rostro. Sin embargo, tomó al castaño de su cabello con fuerza a cambio y lo obligó a arrodillarse.

—¡Mira! —le gritó cerca de sus oídos. El omega trató de cubrirse, decidiendo que sus manos se quedarían en su estómago por protección—. ¡Mira lo que has hecho, pedazo de idiota!

Estrelló su rostro justo al lado de los platos rotos y de la comida tirada, teniendo suerte y no lastimándose demasiado. Louis se quejó, llorando enseguida mientras él permanecía apretando su cabello, su cabeza contra el suelo.

—Eres un idiota —le recordó entre dientes, soltándolo por fin. Louis permaneció en el suelo, pese a que él ya había retrocedido.

Siguió en el mismo lugar, hasta que él comenzó a pegarle patadas que le ardieron más de lo que deberían. Se inclinó más hacia el suelo, su pancita rozando la suciedad mientras la rodeaba con sus manos temblorosas para que ninguna de las patadas le llegara a su cachorro.

—¿Y qué harás cuando nazca? —le preguntó con asco en su voz. Con desprecio que hizo que las lágrimas de Louis cayeran más rápido sobre sus mejillas pálidas por el miedo—. ¿Qué harás para que no llore? Porque lo escucharé y tu juego de familia habrá terminado. Dime qué harás, Louis.

—¿Qué harás si algún día lo tengo en mis brazos?

Louis miró al cachorro entre sus brazos, adormilado y sus ojitos cerrándose mientras sus deditos trataban de apretarse alrededor del dedo del omega. Lo miró fijamente, sabiendo que no podría permitirse tal egoísta. ¿Dónde iría, si se lo llevaba?

Mirándolo fijamente, aferrado a Louis como si fuera su verdadera mami, se dijo que no podía hacerle lo mismo a él, que su cachorro aguantando tanto dentro de su panza había acabado tan mal. Lo miró fijo, preguntándose qué habría pasado si no hubiera aguantado tanto, si hubiera huido y hubiera soportado, por lo menos,

unas noches en la calle hasta poder salir adelante. ¿Habría sobrevivido su cachorro si hubiera sido valiente?

—Ojalá fueras mi bebé —Él ya estaba dormido, boquita abierta y deditos aun sosteniendo a Louis, esperando que no se fuera—. Ojalá yo fuera tu madre.

El bebé apenas se movió a lado de su pecho, Harry escuchándose desde el piso de arriba. Y las lágrimas se volvieron a derramar en esa casa, con la ligera presencia del olor de una omega que antes había vivido allí, que había paseado por la misma sala donde Louis seguía sentado y que había consolado a Harry incontables veces. Pero, oyendo su quejar, sólo estaba él haciéndolo por ella, dándole el pecho a su hijo. Estaba allí, presenciando la pérdida de su olor con lentitud por toda la casa mientras Harry lloraba por ello.

Harry lloraba, llamándola más que el bebé que Louis seguía arrullando en sus brazos.

Chapter 13: Capítulo 13

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Louis paseó al bebé de un lado a otro, viendo su rostro dormido y sintiéndose atraído a tenerlo siempre en sus brazos, arrullarle hasta que el color de sus ojos fuera olvidado por él, hasta que sus brazos dolieran, y hasta que se sintiera lo suficientemente malo sostenerlo y sentir que una parte del cachorro le pertenecía.

Le pertenecía a Louis, de alguna forma, porque el cachorro se seguía aferrando a su dedo mientras permanecía dormido. Y Louis no podía, no quería ser soltado, sintiendo que era amor de verdad en esos instantes, siseando melodías que se había aprendido mientras sus manos acariciaban su pancita hinchada en el pasado. Sin embargo, cada buen momento debía llegar a su irremediable final, esperando a que se repitiera más adelante.

—Duerme, mi cachorro —le cantó en susurros, paseándolo sin siquiera cansarse—. Duerme, duerme...

Louis se juró a sí mismo que volvería a suceder, que se cansaría algún día de sostenerlo por la insistencia de su cuerpo por tener al cachorro con su mejilla pegada a su pecho. Algún día, dejaría de necesitarlo tanto como lo necesitaba en ese momento, sus ojos sintiéndose pesados a la vez que se inclinaba en la cuna del bebé. Lo dejó ahí, su dedo aún aferrado entre los deditos del pequeño, que se quejó cuando Louis comenzó a soltar dedito por dedito.

—Lo sé —le susurró, sonriendo de lado—, a mí también me duele. —Y lo dejó ir, llevando esa manita hacia la delgadez de sus labios. Chupó su dedo más gordito mientras Louis giraba hacia la salida de la habitación.

Harry ya no lloraba. Louis lo había dejado de escuchar en algún momento, sin saber con exactitud cuál, pero el alfa había dejado de gritar en busca del final de su sufrimiento.

—Será para siempre —Louis deseó haberle susurrado mientras estaba arrodillado a su lado—. Te acostumbrarás al dolor hasta que dejas de derramar lágrimas, pero lo sentirás para siempre. Cada respiro que tomes, lo hará peor.

Antes de bajar al primer piso, Louis se asomó a la habitación donde Harry dormía, viéndolo casi en la misma posición en la que lo había dejado antes. Harry seguía con su rostro rojo, su olor ya habiendo invadido toda la pieza; sin embargo, sintiéndose diferente al celo de otros alfas. Harry no había saltado encima de Louis, más bien, lo había rechazado cuando su nariz respingona fue curiosa respecto al olor en el cuello de Louis. Harry no lo deseó ni quiso desearlo, a nadie más que a la dueña de sus lágrimas. Viéndolo fijamente, él no parecía estar pasando por un celo. Parecía estar pasando por la miseria de perder a alguien.

Sintió pena por él, hasta que volvió a estar a su lado en pocos segundos. Tocó su frente, comprobando que la fiebre seguía allí pero menos intensa que antes, sólo sintiéndose ligeramente bajo los dedos del omega castaño que se trasladaron desde

la frente del alfa hasta su cuello. Harry se erizó bajo su toque, parpadeando y el verde en sus ojos viéndose bajo sus pestañas largas.

—Tengo frío —susurró ronco, erizándose otra vez bajo la piel de Louis, tratando de hacer más pequeño—. Por favor —insistió con voz ronca, acercándose a la mano de Louis cuando esta volvió a subir a su frente. Insistió, Louis no sabiendo qué exactamente.

—Te abrigaré —le avisó, no levantándose de su lugar y su mano aún perdida en el mismo lugar. Sus dedos vagaron por la piel de Harry como si no tuviera ocupaciones qué hacer, hasta que se detuvo.

Abrió el armario y sacó lo necesario, sacudiendo la tela y frotándola un poco sobre su mejilla por la comodidad que sentía en el algodón dentro de la sábana. Él nunca podría tener algo así, una simple tela que valía más de lo que podía pagar. Sus trapos eran basura ante las demás sábanas dentro del armario, llenándose de polvo y yaciendo sin un uso, su comodidad no acabándose pese a ello. Incluso Louis era basura frente a Harry. Harry, que parpadeaba en su cama con rostro de un moribundo que sobreviviría para seguir sufriendo en la realidad del mundo, una donde después de que terminara de llorar su capricho no sería complacido. No era como un niño, que lloraba para conseguir lo que quería como un capricho. Era la realidad que te clavaba una daga en el estómago para que chillaras por todo lo que estaba mal, aunque aquello no se resolvería aun si las lágrimas terminaran.

—Aquí —le dijo con suavidad, Harry saltando en su lugar—, te he traído la sábana más cómoda que he visto dentro del armario. —Le sonrió, sabiendo que no recibiría el mismo gesto en agradecimiento. El alfa sólo se acurrucó contra la sábana, su nariz hundiéndose en la tela y suspirando profundamente, llenando sus pulmones antes de lo que Louis ya esperaba.

Volvió a llorar, sacudiéndose dentro del capullo que había hecho con la sábana, cubriendo toda su cara hasta que apenas se lograba ver sus ojos derramarse como una cascada, cayendo hasta el final de un barranco. Más y más lágrimas que Louis no sabía cómo detener. Harry no tenía la intención de detenerse, de todas formas, viéndose decaído y sin fuerzas como para pensar que debía regresar a sí mismo para tener el control sobre él.

—¿La sábana está bien, Harry? —Louis se apoyó en sus rodillas, regresando sus dedos a los rizos del alfa. Apartó uno a uno de la frente sudada del hombre, un poco de la sábana fuera de su nariz para que respirara y de cuello para que su garganta se secara de la humedad que se había producido de las lágrimas y del sudor—. ¿Necesitas otra?

Harry sollozó, ojos cerrándose con fuerza con una mueca de dolor plasmada en su rostro. Pero asintió, apartando la tela con la cual se había aferrado con dedos apretados. Y Louis obedeció, levantándose otra vez y yendo al mismo lugar. Sacudió la tela de la misma forma, llevándola hasta la cama donde el cuerpo se seguía sacudiendo con fuerza, con desgracia y desesperación.

—No se siente bien —encontró a Harry diciendo en voz baja, susurrando a nadie hasta que el omega lo escuchó—. No huele a ella —siguió entre dientes y voz diminuta.

—Otra más —Louis susurró e ignorando lo que estaba diciendo, tirándola sobre Harry—. Aquí...

El alfa sacó la sábana anterior, eufórico de la nada y dejándola tirada a los pies de Louis, y se hundió en la nueva sábana que Louis le había traído. Volvió a desaparecerse, ocultándose debajo de los miles de hilos que formaban la sábana, como si eso fuera un gran escudo que dejaría fuera al dolor. No lo dejó fuera, pese a que él dejó de llorar mientras el omega castaño suspiraba y se agachaba a recoger lo que el alfa había tirado. Lo regresó a su lugar, pensando que no debería haber restregado su mejilla sobre la tela.

El omega castaño volvió a dejar la habitación de sollozos a pasos lentos, casi contándolos mientras bajaba las escaleras. Fue directo a la cocina, recriminándose el hecho de que quería volver al piso superior sólo para asegurarse de que el bebé ajeno estuviera dormido o de si no lo necesitaba. No lo necesitaba, por supuesto, pero sus instintos se alertaban a cada respiración agitada que escuchaba cuando comenzó a preparar una sopa en la cocina. Sólo era Harry, que volvía a quejarse y que por suerte no despertaba al cachorro durmiendo en el mismo piso de la casa. Louis era el único consciente del sonido que producía el alfa, que le martilleaba la cabeza y le chillaba los oídos cada que comenzaba.

La sopa quedó en poco tiempo, Louis llevando un poco a sus labios para saber si no había fracasado y sonrojándose por su atrevida acción, pero nadie estaba a su alrededor para golpearlo por haber hecho tal atrevimiento. Y subió el mismo paño mojado, apartando su cabello graso de su frente cuando sus torpes pies tropezaron y estuvo a punto de caer. Tan sólo se quemó, no doliendo o quizá siendo ese dolor superado por otros que él ya había sentido antes.

—Traje sopa —le dijo al bulto en la cama, que no se sacudía pero se movía por la respiración de Harry—. Te calentará el cuerpo y ya no tendrá frío.

Sin embargo, Harry no se interesó en las palabras de Louis, permaneciendo oculto en la torre que había creado con la sábana. Louis, con un largo suspiro y sintiéndose agotado por nada, dejó lo que llevaba en sus manos en la mesita de noche a lado de la cama.

—Harry —le llamó con lentitud, quitando la sábanas sobre él y recibiendo gruñidos de su parte—, necesitas alimentarte e hidratarte para que mejores.

Algo en Louis esperaba ver a Harry con sus pantalones abajo y tocándose por el calor del celo, pero no fue así cuando se siguió encontrando con la misma imagen de antes. Ni siquiera era por morbo; sólo quería qué tan normal era que un alfa tuviera un celo de esa forma. Sin embargo, seguía estando el mismo Harry que había dejado en la cama, rojo de la fuerza que usaba para llorar.

Louis lo ayudó, quitando toda la sábana sobre su piel e ignorando fácilmente los gruñidos que él le lanzaba mientras lo hacía. También lo ayudó a sentarse en la cama, recibiendo miradas curiosas del mismo alfa que lo observaba como si nunca antes lo hubiera visto.

—Traje sopa —le dijo, sonriéndole un poco para que supiera que Louis no le haría daño—. Necesitas tomarla para que pueda darte otra pastilla para tu fiebre, ¿está bien?

Harry no asintió, tan sólo miró la mano de Louis yendo a su frente y analizándolo con sus ojos verdes hinchados y curiosos. Mantenía algunas lágrimas en sus mejillas y en los bordes de su nariz, que el omega secó con la manga de su camisa suelta.

—Mira —llamó su atención, tomando el plato de sopa caliente en sus manos—, hice sopa de queso con fideos para ti. Ya no está tan caliente, pero creo que funcionará un poco para tus escalofríos.

Elevó la cuchara con sopa hacia Harry, esperando a que él abriera sus labios y lo tomara sin problemas. Él lo hizo perfectamente, y Louis se alegró de aquello con una exhalación de tranquilidad. Cada cucharada de sopa contó, y Harry comió incluso las papas de la sopa que Louis cortó por la mitad con la cuchara antes de dárselas. El alfa siguió con esa mirada de curiosidad a cada cucharada que Louis le dio, ojos fijos en el rostro del omega castaño o en cada movimiento que realizara. Louis no se sonrojó mientras lo alimentaba, pese a que sentía que lo haría en cualquier instante por la pesada mirada que el alfa le estaba dando. Parecía querer

lanzarse sobre él, con algo defendiéndolo para hacerlo. Y la sopa se terminó en unos minutos, quedando el plato vacío y una ligera sonrisa en los labios de Louis por haber conseguido que Harry comiera todo. Lo siguiente fue la pastilla y beber un vaso entero de agua que el castaño acercó a los labios pálidos del rizado, que se dejó mancillar sin complicaciones hasta cuando Louis lo volvió a recostar en la cama con el paño húmedo sobre su frente.

Louis miró a la ventana de la habitación, encontrándose con el cielo marchitándose y comenzando a verse negro con la iluminación de pocas estrellas. Ni siquiera la luna se dejaba ver en el pedazo de cielo que el omega miraba fijamente, vagos pensamientos en su cabeza mientras seguían al filo de la cama de un alfa que ya había caído dormido bajo las mismas sábanas que pensaba que lo protegerían del dolor.

—Tan linda estrella —Louis le dijo a nadie, mirando un gran resplandor en el cielo. La estrella más brillante—. Duerme —terminó de decir, girándose hacia Harry que ya no le escuchaba.

Louis no se molestó en bajar los platos, decidiendo que tendría que levantarse temprano para lavarlos. Sólo tomó la misma sábana que Harry había rechazado antes en el mismo lugar donde la había guardado y se dirigió a donde su corazón quería estar y ridículamente exigía quedarse. Así que llegó a la habitación del cachorro, viéndolo dormir plácidamente con su dedito medio salido de sus labios pequeños. El omega, con esa tierna imagen que le grabó una sonrisa en sus labios, tiró la sábana al pie de la cuna y se sentó sobre ella.

—Ya estoy aquí —respondió a un llamado que nadie hizo, arropándose con el resto de la sábana cuando el frío salió de la nada a atacarlo por querer lo que no debería desear. Y tomó los deditos de un bebé que no era suyo, que no creó ni mucho menos llevó en su pancita, sosteniéndolo mientras recargaba su cabeza en los palos de la cuna—. Ya estoy aquí, mi bebé —le siguió diciendo.

Louis decidió dormir incómodo, sentado en el suelo con una fina sábana oliendo ligeramente a Harry que no lo protegía ni un poco del frío que amenazaba con romper su piel; como si pudiera. El omega durmió allí, aferrado a unos deditos que apretaron su dedo como si sintiera la misma necesidad que Louis sentía.

 

(...)

 

Harry despertó y no abrió los ojos, escuchando el canto de las aves fuera de su habitación y el sonido de autos paseándose por la calle con voces que aumentaban su dolor de cabeza. Fue consciente del trapo seco en su frente cuando sus ojos se abrieron y ardieron por la luz leve. Se arrastró por fin hasta quedar sentado en su cama, su cabeza sintiéndose como una piedra enorme que debía cargar para pagar algún error que había cometido.

—¿Tay? —preguntó cuando unos murmullos se escucharon cerca.

Dejó el pañuelo en algún lugar en el suelo, viéndose sobre la mesa a su lado unos platos vacíos que lo llevaron hacia inevitables recuerdos. Era ella preparando un horrible consomé de pollo que Harry nunca comió totalmente.

Caminó hacia el sonido de su risa, encontrándose perdido en el pasillo que llevaba hacia la habitación que habían estado preparando ambos para el cachorro que estaba por llegar.

—Tay —siguió llamando en voz alta, esperando que su voz se escuchara y terminara de guiarlo hacia su destino. Ella no lo hizo, escuchándose cada vez más lejana a cada paso que Harry daba.

Estaba lejos su voz, y Harry estaba perdido mientras le tomaba una eternidad entrar a la habitación del cachorro y recorrerla con su mirada para descubrir que ella no estaba allí. Se escuchaba lejana, hasta que simplemente no se escuchó. Harry dejó de escucharla, abriendo la puerta del baño de la pieza del bebé.

Harry la vio por unos segundos en la tina que ella había exigido tener y que nunca usó, llena de burbujas que no mostraban demasiado de su cuerpo. Estaba allí, el cachorro sobre su pecho con sus manos sosteniéndolo contra sí misma, pero desapareció de la misma forma con la que apareció. Era Louis con su bebé en su pecho, riendo y Harry escuchándolo por primera vez.

Era Louis, no ella. Era el omega bañándose en la tina en donde ella nunca llegó a mojarse. Era Louis sosteniendo al bebé que ella, muy seguramente, nunca llegó a ver lo suficiente ni mucho menos tocarlo. Era solamente Louis en su lugar.

Chapter 14: Capítulo 14

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Harry parpadeó los rastros de sueño, sintiendo un cargo en su espalda que lo hizo tropezar. No fue silencioso ni nada, porque Louis dejó de recoger agua con la palma de su mano y dejó de regarla sobre la pequeña cabeza del bebé, que se veía más diminuta desde el pecho del omega que le arrullaba con una sonrisa sincera en su rostro. Una sonrisa verdadera, no como las que Harry había recibido antes.

—Lo siento —se apresuró en decir, retrocediendo más y obteniendo un mareo que lo obligó a agarrarse de la pared. Louis lo miró alarmado, posando su mano sobre la cabeza del cachorro y dejándola en ese lugar. Sus ojos estaban grandes y la sonrisa ya no estaba; se sintió mal. Harry se sintió mal por eso—. Yo... —sacudió su cabeza, saliendo del cuarto de baño.

Era Louis en su lugar, recordó. Ella ya no estaba. No se dormiría otra vez recordando su risa y la manera en que sus ojos dejaban de verse cuando lo hacía, como todo de ella se sacudía al realizar ese gesto. No se dormiría pensando que ella estaría al despertar, cabello rubio recogido en una alta coleta y una sonrisa de mejillas apretadas hacia él. Ella no regresaría jamás, por más que rogara que lo hiciera.

Se desplomó antes de darse cuenta, quedando sentado en medio de su habitación. El cuarto donde se vio obligado a mudarse cuando ella dejó de recostarse en la cama de abajo, con sus lacios esparcidos por toda la almohada y

molestando el rostro del alfa, que lo apartaba con una cálida sonrisa. La habitación que para nada olía como ella, porque nunca pisó lo suficiente el piso como para que su olor se quedara levemente. Ellos dormían abrazados en la habitación de abajo, la que Harry quería mantener por siempre con llave para que nada de ella escapara jamás. Ellos dormían abrazados después de decirse que se amaban demasiado, las palabras no siendo suficientes. Harry no se lo dijo lo suficiente.

—Harry —El mencionado vio a Louis moverse con rapidez, una bata de baño cubriendo su cuerpo, y el bebé en sus manos también cubierto en una sábana que lo cubría lo necesario. Harry ni siquiera sabía que existía aquella toalla que envolvía al bebé o siquiera la de Louis, seguramente ella estando detrás de todo—. Está bien, está bien —el omega balbuceó, sabiendo que estaba mintiendo.

Dejó al bebé sobre la cama de Harry, exagerando con las almohadas que dejó a su alrededor para que no cayera. Harry vio todo, pensando que él no haría eso. El bebé se quedaría solo en medio de la cama, como Harry había estado durmiendo desde su llegada, y simplemente caería ante los ojos del alfa que no haría nada para alcanzarlo.

—¿Se golpeó? —Louis apareció en el campo de su visión, mano cayendo enseguida sobre la cabeza de Harry. Le tomó la temperatura y revisó su cabeza en busca de alguna lesión—. ¿Duele algo?

Harry sacudió su cabeza, arrastrándose hacia atrás con la mirada confundida de Louis sobre él. Llegó hasta que su espalda tocó la pared detrás de él, y suspiró profundo. Respiró y dejó ir el aire en busca de algo que lo calmara.

—Mis calmantes —Harry sostuvo su cabeza, esperando a que el dolor se marchara por unos segundos. Él podría regresar luego para fastidiarlo, para que volviera a llorar sobre la almohada y llamara a alguien que nunca respondería—. Están...

Pero Louis no esperó a que siguiera hablando, corriendo escaleras abajo antes de que Harry pudiera verlo salir por la puerta abierta de la habitación. Parpadeó ante su partida, rodeado de los únicos sonidos que podía escuchar; era su corazón al compás de los jadeos del bebé sobre la cama. Así que se arrastró hacia él con sus energías desaparecidas como para intentar colocarse de pie, sabiendo que caería si lo hacía. Lloraría, muy probablemente. Sin embargo, el camino fue tan corto para lo que tenía planeado, tanto que deseó que Louis apareciera por esa puerta y lo detuviera antes de que sucediera.

Perdonarlo significaba perdonarle lo que había hecho, aun cuando le seguía llorando a escondidas, a la luz del día y con un par de ojos azules viéndole. Perdonarlo significaría que ya no importaba que ella no estuviera, que él fuera el responsable de la angustia habitando en él que le quemaba la piel, provocándole ganas de querer arrancársela.

A pesar de todo, llegó hasta el final de la cama y tiró de la sábana con la que se había estado cubriendo del frío y con la cual había secado sus lágrimas. También se había escondido del dolor llevándola por encima de su cabeza para no ser visto, fracasando notablemente. Y él cayó con facilidad hasta sus brazos, viéndole con el color de sus ojos que había heredado de ella.

—Eres... —le susurró con su garganta destrozada. Suspiró—. Eres idéntico a ella —le dijo. El bebé sólo llevó sus dedos a su boca, absorto de lo que sucedía a su alrededor.

Pese a sentir que no debía, lo hizo. Lo llevó hasta donde su corazón latía y lo sostuvo en ese lugar para que pudiera escuchar que seguía vivo. Ella ya no estaba pero Harry seguía vivo, sufriendo por no estar a su lado.

—Sh, shh —le siseó cuando el niño comenzó a quejarse, intentando con sus frágiles manos apartarse del pecho de su padre. No obstante, Harry no se lo permitió, tal vez apretándolo más de lo debido hacia él—, escucha, bebé. Escucha mi corazón llorar.

Él comenzó a llorar con fuerza, seguramente siendo demasiado lo que escuchaba. Oía el corazón de su padre romperse en mil pedazos, y el sonido te helaba el alma hasta que dolía sobre tus huesos, por debajo de tu piel y por todos lados. El cachorro lloró, Harry no teniendo piedad alguna como cuando él no la había tenido antes cuando le quitó lo que amaba. No lo dejó ir, casi mofándose de

sus manitas sacudiéndose en el pecho del alfa para alejarse, mas fallando en el débil intento. Pero Louis llegó para impedirlo, soltando un jadeo que hizo al rizado alzar su borrosa mirada.

Vio a Louis llegar hasta donde seguía tirado, sus rodillas haciendo un sonido sordo al chocar contra la madera del suelo. Sin embargo, Louis ni siquiera demostró dolor alguno mientras soltaba las pastillas, dejando el vaso con agua en algún lugar, y estiraba sus manos.

—Démelo —pidió amable, pese a la escena que estaba presenciando. Harry intercaló su mirada al bebé apretado contra su pecho que seguía soltando gritos y lágrimas que manchaban su camiseta, y por fin sus ojos acabaron en Louis, quien le miraba con fingida tranquilidad y respiración levemente agitada—. Lo pondré a dormir, porque está muy cansado. Al igual que usted...

Harry dudó de si el bebé había escuchado lo necesario para entenderlo. Entender por qué las lágrimas salían por su propia cuenta cuando lo miraba y se fijaba en el azul de sus ojos, tan claros como los de ella. Era una dura tortura que debía soportar, él siguiendo y siguiendo con ello, así que Harry le hizo saber lo que pasaba, lo que sentía y cómo estaba acabando con él. Pero separó al bebé de sí mismo en cámara lenta, estirando sus brazos temblorosos hacia el omega que tomó al bebé y lo arrulló enseguida sobre su propio pecho. ¿También se estaba rompiendo por dentro? ¿También su corazón exigía ser escuchado para que alguien calmara el dolor? Louis sólo lo miró, dando la vuelta y saliendo de la

habitación, dejando atrás el eco de los gritos de un bebé que no entendió nada. Algún día lo entendería.

Harry se envolvió en su sábana, queriendo esconderse de todo y todos, no ser encontrado por ningún monstruo. Pero un ángel llegó a salvarle, agachándose a su lado y apartándole parte de la tela en su cara.

—Hey —le susurró, su mano helada yendo a su frente—, la fiebre bajó ya.

¿Desea comer?

—¿Le lastimé? —Harry cubrió sus mejillas con pena, la vergüenza filtrándose por los diminutos agujeros que la sábana tenía.

—¿Qué?

—¿Lo lastimé? —siguió preguntando—. ¿Le hice daño al cachorro?

—No, no —Louis le sonrió de lado, no sintiéndose real. Sonrisa que no encajaba en su rostro—. Se asustó, nada más.

—Se asustó —repitió el alfa, parpadeando hacia la nada. Louis asintió, encogido en su lugar y luciendo cansado con esa bata de baño sobre su piel pálida—. Lo asusté... —susurró para sí mismo.

—Me levanté temprano —Louis habló delante de él, apartando uno de sus cabellos de su rostro. Harry lo miró, viendo sus ojos hasta que pudo distinguir el color de ellos— e hice caldo de pollo. Está muy bueno, se la traeré enseguida.

Harry no dijo nada. El omega se levantó pero, antes de volver a desaparecer, se giró con su frente fruncida.

—¿... O quiere desayunar algo más? —La duda en su rostro hizo a Harry erizarse por cómo realmente lucía confundido, viéndose un poco avergonzado—. El caldo... Bueno, leí que el caldo será mejor si está caliente al comerlo. También necesita tener el estómago lleno para la pastilla —se excusó, como si fuera necesario hacerlo, y buscando a su alrededor las pastillas que aparecieron junto al vaso de agua a uno centímetros del alfa.

—No —Harry se arropó más con su sábana—, el caldo estará bien, Louis.

El omega asintió, quizá mirando más de lo necesario al alfa antes de levantarse. Parecía querer decir algo por cómo sus labios se abrieron y sólo un ligero suspiro se dejó liberar, cerrando su boca de regreso y yéndose otra vez. Harry también quería detenerlo, su mano extendiéndose hacia la espalda del omega y él estando muy lejos como para agarrarlo, para sostenerse de él para ya no caer más. Volvió a caer, de todas formas. Gruñó un poco, tirando en el mismo lugar y sintiendo sus extremidades débiles, temblorosas y el frío más presente que nunca aun cuando la sábana lo estaba envolviendo. Necesitaba algo más, unos brazos que le erizara la

piel para que el frío y todo dentro de su piel se fuera. Quería que el frío se fuera y ser sostenido, ser curado de la enorme tristeza que albergaba en su pecho y hacía de él su hogar. ¿Podía ser un hogar algo permanente, pese a hacerte sentir tan mal?

Harry escuchó los pasos de Louis volviendo a subir. Sonidos pesados en la madera y la imagen del omega sosteniendo uno de los platos de la vajilla que a ella nunca le gustó, teniendo cuidado de no derramar el interior de bandeja. Seguía con la bata, con su cabello medio húmedo brillando a la vez que se agachaba tan despacio, cuidadoso y casi sonriendo de lado cuando logró no tirar nada.

—Aquí —le indicó en voz baja, estirando sus pálidos brazos hacia el alfa, que asintió tomando el plato—, está algo caliente. Cuidado.

Harry lo sostuvo por largos segundos bajo la mirada atenta del castaño, sirviéndose un poco del contenido con una cuchara. Cuchara que cayó enseguida cuando fue traicionado por sus extremidades. El líquido se derramó sobre la rodilla de Louis, que brincó en su lugar y se apartó un poco, ningún quejido saliendo de sus labios sellados.

—Lo siento —Harry no demoró en tirar de su propia sábana para limpiarlo, sintiéndose torpe y tonto mientras lo hacía. Pero Louis lo dejó, tomando el plato de la única mano temblorosa del rizado que agarraba la bandeja pareciendo estar a punto de volver a tirarlo sobre él—. Lo siento, lo siento tanto, Louis...

—Está bien —Louis rio, y Harry dejó de tratar de limpiar el muslo descubierto del omega para escucharlo. Fue glorioso, casi pareciendo que la risa no parecía de él por cómo, también, parecía estar en desconsuelo a cada microsegundo. Cuando el omega se dio cuenta de la mirada fija de Harry, se sonrojó hasta su nariz de botón—. Creo... Creo que será mejor que lo alimente yo mientras tanto —dijo con su mirada gacha, volviendo a tener sus labios apretados y descoloridos.

—No es necesario —le dijo, no estando seguro de sus palabras—. Te tengo aquí en toalla de baño y seguro te estás muriendo de frío. No es tu deber hacerlo.

—Pero Louis no le devolvió el plato cuando extendió sus dedos para volver a tenerlo.

—No —dijo, tomando la cuchara y ya alzándola—, lo hice mientras estaba en celo. Sigue débil.

Harry aceptó la cucharada con frente arrugada, tratando de forma fallida de no sentir vergüenza por el momento que se estaba creando. Incluso el ambiente se sentía incómodo, más cuando Harry volvió a abrir su boca.

—¿Hice...? ¿Hice algo que te incomodó? —La mirada que le dio mientras le daba otra cucharada fue la respuesta que no le dio.

—No, no —mintió—. No fue tan... difícil.

—Louis —llamó, siendo callado cuando él le dio otra cucharada con una papa cocida en ella. La masticó con sus ojos fijos en el azul del omega, que no le devolvió la mirada mientras soplaba con delicadeza el caldo—, si hice algo... No te calles. Si quieres irte, voy a entenderlo.

Louis pareció pensárselo por largos segundos incómodos, revolviendo el líquido en la fuente sobre sus palmas. Terminó sacudiendo su cabello casi seco.

—No me quiero ir —murmuró mirándole, por fin—, necesito el trabajo.

Además, no pasó nada que me haga querer ir.

—¿Estás seguro?

—Lo estoy —asintió—. La sopa se está enfriando —Volvió a sonrojarse.

—Sí —Harry se arrastró más cerca de él—, lo siento.

Louis volvió a darle otra cucharada, demasiado concentrado en lo que estaba haciendo como para detenerse un segundo para mirar a Harry, que por alguna razón, no podía sacarle los ojos de encima. Para cuando el plato quedó vacío y Harry satisfecho, el alfa se había aprendido la ubicación de los lunares en el rostro del omega. Pensó que lo contrataría definitivamente, viéndolo irse una vez más cuando la pastilla que lo calmó rodó por su garganta.

 

(...)

 

Louis se disculpó varias veces por haber sido un atrevido; por haberse metido a la ducha sin el permiso de Harry. Pero el rizado le sonrió con tranquilidad cuando logró colocarse de pie y bajó por su cuenta por un vaso de agua, agradeciendo por la comida que había llamado "deliciosa", y con la misma sonrisa le dijo que no había sido nada. Sin embargo, Louis no podía borrarse la mirada confusa de él cuando entró al baño y los vio a ambos; Louis con el bebé sobre su pecho, y luego esa mirada que hizo al corazón del omega querer esconderse para no verla más. Lo hizo sentirse angustioso por existir y tener el privilegio de verlo así.

Harry siguió siendo amable durante la hora que Louis se quedó, no preguntando nada y yendo a su despacho donde se encerró hasta que Louis, demasiado nervioso, le anunció su salida. Siguió estando como antes, fingiendo que nada había pasado. Él no había estado horas llorando sobre la cama con sollozos que hacían sangrar los oídos del omega por lo fuerte que era. Harry no había estado hundido en un agujero donde Louis no trató de sacarlo, estando él en uno igual.

Se marchó, con manos frías y pasos rápidos durante el tiempo en que se alejaba de la casa, sus manos metidas en su chaqueta vieja con un papel arrugado dentro de sus dedos. Rogó no ser descubierto con ojos cerrados y rezando, convenciéndose que había dejado todo igual cuando bajó por los calmantes del alfa.

—Por favor, por favor —rogó al alejarse más, parándose en la esquina donde tomaría el autobús que lo llevaría a su casa—. Por favor —siguió susurrando con

sus ojos viendo detrás con desespero. Harry no apareció cuando subió al auto y aun así el aire que liberó no se sintió de calma.

Él se daría cuenta pronto.

Louis lo sabía. Sabía todo mientras se bajó del autobús una hora más tarde, su cuello entumecido por el fastidio que sentía su cuerpo por no haber dormido en un buen lugar. Y las miradas que recibía mientras caminaba por ese viejo barrio no lo hicieron mejor, ni siquiera llegar a casa lo hizo. Porque él estaría allí.

Abrió la puerta con su corazón en mano.

—Llegué —anunció en voz alta. Él apareció enseguida, muy vestido y con su frente arrugada en molestia.

—¿Dónde estabas? —exigió saber, acercándose a Louis de forma peligrosa y tomando su mentón con brusquedad—. ¿Piensas que esto es un motel donde puedes llegar a la hora que se te da la gana?

Louis sacudió su cabeza, pensando en el beso que dejó sobre la frente del bebé dormido dentro de una cuna, cómo pidió en voz baja que Harry estuviera consciente de todo lo que estaba haciendo para que no lo lastimara. Una pequeña parte de él sabía que no lo haría, por la forma en que sus ojos se pusieron cuando preguntó si le había lastimado, pero la mayor parte de él le pedía tomarlo y sacarlo de allí.

—Estaba trabajando —le dijo apresurado cuando la mano bajó a apretar su cuello—. Tuve... Tuve que quedarme porque el beta estaba enfermo y su hijo... — mintió a medias.

Él le sostuvo la mirada, soltándolo y bufando.

—¿Qué me trajiste? —Enarcó una de sus pobladas cejas.

Louis sacó lo que había estado escondiendo en la chaqueta que alguien le había regalado cuando vio al omega muriéndose de frío en medio de una calle. Sacó el pedazo de papel que había robado, esperando no ser despedido cuando volviera. Porque no podría soportarlo.

Él se lo arrancó con una sonrisa contenta en su rostro, que hizo sentir al omega de Louis bien de alguna forma.

—Dios, omega —Revisó el billete con emoción que le causó náuseas a Louis—, por fin sirves de algo. Por fin ese trabajo tuyo sirve de algo también.

Louis bajó la mirada, decepcionado de sí mismo.

—¿Cuándo traerás más? —le preguntó. Louis se encogió de hombros.

—Sólo lo tomé porque él estaba mal —susurró—. No sé cuándo tenga oportunidad de tomar más.

—Hmm —Él volvió a acercarse, guardándose el billete de cincuenta dólares a su bolsillo—. Espero que sea pronto, ya que te gusta andar de puta por allá.

Tan sólo le quedó asentir, agradecido cuando él siguió hasta llegar a la puerta de salida. No dijo nada, Louis sabiendo que él no regresaría por esa noche y que estaría a salvo, que se había salvado de una golpiza.

Después de asegurarse de que estaba solo, caminó hasta el armario que había encontrado en uno de los basureros donde antes solía estar, revisando entre escombros por algo que valiera la pena volver a usar. Allí sacó esa pequeña funda que contenía la más bonita ropa que nunca llegó a ser usada, la mayoría comprada con dinero que él mismo había robado con ingenio.

Sonrió, sacando uno de los trajes.

—Oh, mi bebé —susurró a la tela que no estaba sobre nadie, que Louis se llevó a su nariz para oler e imaginar que aquel olor a tela nueva era el olor de su cachorro. Fingió hasta que dolió.

Se recostó en el viejo colchón, la ropita apegada a su pecho con fuerza. Era un abrazo que quería darle, que sus ojos cerrados imaginaban que así era, que lo sostenía entre sus brazos y lo cuidaba de cualquier peligro. Fingió y fingió hasta que se durmió con ojos ahogados en lágrimas que no derramó.

Chapter 15: Capítulo 15

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Louis salió del lugar donde vivía con una funda debajo de su abrigo desgarrado, agachando la cabeza en una mala idea. El agua se desplazó por su espalda, un escalofrío recorriéndolo mientras aceleraba su paso para tomar el bus y no seguir tanto tiempo debajo de la lluvia. No podía permitirse enfermarse, por nada del mundo. No podía permanecer en cama por una gripa que arruinaría todo como la última vez, donde él alzó la cama con todo y colchón. Louis había terminado ese día con su cabeza estrellándose contra el suelo, y la gripa desapareció enseguida.

Seguía nervioso, de cualquier forma. Una parte pequeña de él le pedía quedarse en casa escondido, recibir golpes de él, todo con tal de no regresar a la casa de Harry y descubrir que quizá él ya lo había pillado, que sabía del dinero que Louis había escondido en su abrigo. Pero estaba la otra gran parte de su ser, que le exigía regresar a ese lugar y asegurarse que las cosas estaban bien, sufrir las consecuencias si era descubierto, con tal de saber si el cachorro estaba bien. Si Harry había vuelto totalmente en sí como para ya no intentar hacer algo más en contra del bebé, que apegaba su mejillita gorda sobre el pecho de Louis cada vez más. Atravesaría su corazón algún día, y Louis no sabrá qué hacer cuando eso suceda. Si ya detener la emoción cuando lo tiene en brazos es difícil, llegar a quererlo como algo más que el niño que cuida para poder comer sería un punto que lo rompería totalmente,

porque nunca le pertenecería un angelito como él. Como el suyo. No tenía permitido tener uno sobre sus brazos todo el día y llamarlo suyo. No tenía derecho.

Cuando subió al autobús, se aseguró que lo que llevaba en el interior de la bolsa no estuviera mojado. Medio sonrió cuando comprobó que el pequeño traje amarillo desteñido seguía seco y seguro, pese a la fría lluvia que cayó sobre Louis y lo dejó empapado.

—Oh —Una anciana se sentó a su lado, sonriendo con sus mejillas flácidas y señalando lo que Louis tenía en sus manos—, muy bonito traje.

Louis también le sonrió, bajando la mirada a la ropita de su bebé, no nueva pero que nunca pudo usar.

—Muchas gracias —le respondió, sintiéndose menos cansado, menos helado y un poco cálido.

—¿Cuántos meses tiene tu bebé, cariño? —Seguía sonriendo, abrigada en un gran abrigo que Louis revisó con un poco de envidia y vergüenza por los trapos viejos que él siempre usaba para fingir que estaba abrigado—. La ropa debe comenzar a quedarle pequeña. Dejas de acunarlo un día y al siguiente ya te llega por la cadera —Rio, el omega imitándola.

—Tiene casi tres meses —Louis se había acostumbrado a mentir tanto que sus mentiras llegaban a creérselas él mismo—. Y sí, crecen demasiado —Rodó los ojos,

guardando la ropa en la misma funda. La señora a su lado asintió, creyendo también lo que Louis le decía.

—Tengo tres hijos —dijo más tarde—, y no recuerdo cuándo fue la última vez que pude cargarlos —Louis la escuchó atento, esperando que algún día él sintiera la misma duda—. ¿Cómo se llama tu cachorro?

El castaño la miró por un largo segundo donde tantos pensamientos se acumularon que fue difícil procesarlos todos. Antes de que se diera cuenta, su boca ya se había abierto e hizo lo que mejor sabía hacer.

—Tristán —susurró, sorprendido de su propia voz—. Se llama Tristán...

—Oh, muy bonito nombre —halagó, callando por el resto del viaje hasta que bajó en una esquina. Louis se preguntó si ella lo sintió, si pudo palpar su tristeza y decidió callar sabiendo que Louis terminaría llorando a mares frente a ella.

Se preguntó si notó a Louis pellizcando su brazo hasta que ella dejó el asiento a su lado vacío. La última pregunta que se hizo fue si los demás podían escuchar sus sollozos desde donde estaban, si notaban sus hombros sacudirse mientras Louis se dedicaba a mirar a la ventana del autobús para evitar la vergüenza de ver a alguien a los ojos y que ese alguien supiera la verdad. Él no tenía un bebé. No tenía un cachorro al cual darle el pecho ni mucho menos su amor. Había mentido con tanta facilidad, y el pesar le sacaba lágrimas que no podía parar, tal como la lluvia que se derramaba fuera de la ventana. No tenía nada.

Al salir del autobús, la lluvia siguió cayendo sobre su cabello y su cuerpo, manchándolo de pena por llevarse el papel del ser más miserable, el omega más imperfecto. Ni siquiera había podido llevar a su cachorro por un mes más en su vientre, donde se suponía que era su hogar hasta que naciera. No pudo abrazarlo y darle el amor que le había jurado en la oscuridad de una habitación fría con sus pataditas siendo lo único que le daba calor. Era un omega imperfecto, que vivía una fantasía sofocante mientras cada hora que transcurría, el rostro de su bebé era reemplazado por el de un cachorro más. Le estaba resultando tan fácil olvidarlo cuando mantenía en sus manos un bebé de alguien más, dándole el pecho y dejando que sus dedos le dieran caricias que llevaban como destinatario otro camino. Un camino que se volvía borroso con los días.

¿Por qué alguien como él recibiría algo tan bueno como un cachorrito, de todas formas? Le habían dicho tantas veces que ni una cosa buena jamás le ocurriría y, cuando creyó que eso no sería así, la realidad se lo recordó por última vez.

Los días despertando y manteniendo los ojos cerrados, creyendo que todo era una horrible pesadilla donde levantaría la sábana y su bebé estaría aún en su interior, no cambiarían nada en sus desgracias.

Pensó que había dejado de llorar para cuando estuvo en el pórtico de la casa de Harry. Tocó la puerta absorbiendo de su nariz, sintiendo la fría lluvia también pasearse por sus mejillas y esconderse debajo de su cuello cuando la puerta se abrió. Harry le sonrió un poco, menos falso que antes e igual de herido, luciendo como

una persona que no se pasaba llorando por su omega muerto. Louis encontró similitudes en ambas situaciones, dando un paso hacia adelante con su cuerpo tambaleante. Apenas duró flotando en el aire cuando los brazos de Harry lo recogieron en su angustia injustificada, por algo que debía superar ya.

—Louis —le llamó, su voz ronca recorriendo cada rincón de su cuerpo y poniéndolo en modo sumiso en un instante. Fue como si hubiera usado la voz alfa sobre él, no siendo así—. Louis, ¿qué pasó? ¿Por qué estás llorando?

Quería hacerle la misma pregunta mirándolo a los ojos, no pudiendo hacerlo por lo débil que se puso, cayendo al suelo dentro de la casa con Harry ayudándole a que no se desplomara sobre el suelo. Quería preguntarle lo mismo, Harry teniendo más razones para hacerlo que Louis.

Harry lo dejó cuando se aseguró de que estuviera recostado sobre la puerta cerrada detrás de él, pero Louis se levantó al segundo de estar solo para sentarse sobre el sillón. El alza rizado apareció con un vaso de agua y una mirada de preocupación combinada con confusión. Louis también estaba confundido, por el dolor que sentía cuando recordaba la presión en su parte baja y su estómago sacudiéndose a veces cuando su cachorrito parecía tener hipo. Estaba tan confundido de que doliera cuando era seguro que se merecía lo que le pasó por todo lo que había hecho.

—Lo siento —Louis aprendió a recuperarse rápido, tomando el vaso con sus dedos aun temblando. Harry se sentó a su lado, analizándolo con su pesada mirada desde arriba hacia abajo, donde terminaban los trapos de Louis. El omega bebió un poco del agua con esa mirada verde sobre él—. Me sentí un poco mareado — explicó, alejando el vaso de sus labios pálidos y resecos.

—Estabas llorando —Harry acusó en la defensiva—. ¿Sucedió algo?

Louis negó, mirando a sus manos sosteniendo el vidrio con agua en su interior, sacudirse al compás de su toque.

—No sucedió nada —murmuró con su respiración volviendo a la normalidad, casi—. Por favor, no me despida —Y allí estaba él, rogando una vez más por algo que no merecía. Esperaba a Harry gritándole por haberle robado en su momento de debilidad, por sostener a su hijo como si se tratara de su propio hijo.

Sin embargo, Harry pareció ignorar que tener a Louis dentro de su casa sería el peor error que cometería. Pero Louis no podía decirle que no lo hiciera, necesitando de ello más de lo que le gustaba admitir. Abrazarlo e imaginar el lunar en la mejilla del cachorro ajeno era tan fácil al pasar lento los días.

—No voy a despedirte, Louis —Negó, ingenuo—. Estás totalmente contratado, y no me has dado motivos para despedirte. ¿Tú quieres irte?

—No, no —respondió su corazón por él, enderezándose y pidiéndose ser más profesional, al menos frente a Harry—. No podría permitirme renunciar —Volvió a absorber de su nariz, sonrojándose cuando los ojos verdes del alfa seguían sobre él.

Sin que Louis se diera cuenta y, con sus ojos aún sobre él, Harry alzó la bolsa que Louis había jurado seguía debajo de su abrigo. Pero en las manos grandes del alfa se veía como nada más que basura y, a pesar de eso, Harry volvió a darle esa mirada que fingía preocupación por el omega. Se notaba su falsedad, mas Louis no dijo nada cuando él abrió la funda y sacó lo que se encontraba en su interior. El trajecito pareció sólo trozos de tela en las finas manos del rizado.

—¿Es para el...bebé? —Louis notó esa incomodidad en su voz que estaba cada vez que hablaba de su cachorro. El castaño trató de entenderlo, el por qué no quería a su propio hijo—. ¿Por esto estabas mal, Louis? ¿Te desagrada cuidar al bebé?

Louis negó enseguida, hundiendo su rostro en sus palmas y sintiendo bajo sus palmas las lágrimas que aún no se habían escapado ni secado. Volvió a negar, no tan seguro de su respuesta cuando se separó de sus manos y regresó la mirada a su jefe.

—Es muy bonito —Harry le dijo antes de que Louis pudiera explicarse a base de mentiras, acariciando el traje en sus manos. Incluso sonrió de lado antes de

entregarlo devuelta a las manos de Louis—. Deberías ir a ponérselo, ya debe estar por despertar.

El omega obedeció a pasos de tortuga, arrastrando sus pies mientras se levantaba y se dirigía a las escaleras. Antes de que pudiera subirlas, Harry lo detuvo con una mano sobre su hombro. Louis ni siquiera había notado su presencia detrás de él, siguiéndole.

—Realmente siento que eres una buena persona, Louis. Confío en ello —le dijo con sinceridad, ojos serios y mandíbula perfilada llamando la atención del castaño—. Si crees que esto te ayudará, puedes decírmelo y trataré de ayudar también. Lo que hiciste por mí... —Harry sacudió su cabeza, regresando a esos ojos profundos, perdidos en un gran campo de desconsuelo—. Es la primera vez que me siento comprendido.

Louis tenía que ser sincero con él, después de tantas mentiras y por la traición que había hecho. ¿Qué haría cuando Harry se diera cuenta de la clase de persona que era, que le había robado mientras se aprovechaba de los llantos que derramaba debajo de las sábanas?

—También me siento así —musitó, helado al inicio de las escaleras con su ropa pesada por el agua sobre su ropa—. Gracias.

Ese hombre, llorando por la pérdida de una mirada azul, le tenía confianza. A Louis nunca nadie le habían confiado algún sentimiento así. En su viejo barrio, los

ojos se pegaban a su espalda y los labios ladraban insultos que podía escuchar a solas. Dudaban de él, incluida su sombra, por las veces que había sido sigiloso al meter manos en bolsillos ajenos, llevarle el dinero a él con corridas que le quitaban el aliento. Desconfiaban de él, por ser el único omega descarado en rebuscar entre la basura algo que sirviera, por ser tan vulgar que no podía mantenerse a sí mismo y sustentarse a base de golpes y gritos que él echaba sobre su cuerpo cuando podía y quería. Desconfiaban todos de él con frecuencia que la palabra se sentía rara sobre él, sobre los labios de Harry dedicándosela a él.

Louis estaba seguro que Harry dejaría de considerarlo una buena persona si contaba las cosas que había tenido que hacer por sobrevivir. Su vida sólo se hacía complicada al seguir su rumbo, con rumores corriendo por las calles. Con historias mentirosas que no narraban la realidad totalmente, que Louis había quedado en estado después de haber vendido su cuerpo, que había acabado con su propio embarazo cuando ningún alfa quería pagar por acostarse con un omega tan gordo. Historias que no le habían importado demasiado hasta que se fijó sólo en las que eran ciertas y la manera en que herían sin piedad.

Harry dejaría de considerarlo una buena persona si se llegara a enterar de cada una de las historias, de las verdaderas y las falsas, y Louis no podría negar nada.

Al llegar a la pieza del bebé, Louis sonrió cuando vio las manos del cachorro sacudirse en el aire. Dejó el trajecito que le quitó un poco de su escasa dignidad sobre el sillón, al igual que su abrigo. Cuando se acercó a la cuna, su mente le hizo

creer que el bebé frente a él realmente lo necesitaba por la manera en la que se alzó cuando sintió su presencia. Una parte de él, su lado egoísta, creyó que fue así cuando lo tomó en brazos y el cachorro dejó de sacudirse tanto, calmándose y hundiendo su pequeña nariz de botón sobre el pecho de Louis, sin que le importara un poco lo mojado que aún se encontraba por la lluvia.

—Tiene hambre —dijo para que Harry, al pie de la puerta, pudiera escuchar y le diera el permiso que necesitaba. Irremediablemente, recordó el día donde conoció a Tristán por primera vez, lo humillante que debió verse por la desesperación que sintió y demostró al querer calmar el llanto de un bebé ajeno. Harry debió de haberle cerrado la puerta en la cara en ese entonces, y mantenerlo alejado—. Voy a prepararle un biberón —siguió hablando cuando Harry no dijo nada, Louis girándose para verlo con sus ojos vagos por algún lugar en la habitación.

Cuando regresó en sí, negó.

—Está bien —aseguró—. Si quieres hacerlo, no hay problema —Pero su mirada no daba la confirmación en sí, resentida cuando se dirigió al bebé con sus ojos viéndole en los brazos de Louis—. No ha comido, de todas formas —dijo sin importancia. Porque no le importaba.

Louis quería meter su nariz donde no lo llamaban y saber a qué se debía esa mirada tan airada sobre un cachorro que aún no aprendía a mantener su cabeza

levantada, por qué parecía no quererlo y por qué parecía querer tratar de amarlo con tanta fuerza, si debería de ser tan fácil. Para Louis lo era a la vez que se alzaba la camiseta media húmeda hasta que quedó sobre su pecho. Se sentó en el mismo sillón donde dio el pecho por primera vez, el bebé ajeno aferrándose sobre él con necesidad y haciéndole a Louis fácil el trabajo de adorarlo tan rápido en tan poco tiempo. Cuando alzó la mirada, tonto por querer compartir un sentimiento así con Harry; quien le había dicho que no quería a su propio hijo, se sonrojó por los ojos verdes puestos sobre él. Sobre el cachorro.

—Lo siento —Harry dijo cuando se dio cuenta, dándole la espalda a Louis y suspirando—. Buscaré algo... —Se movió con torpeza hacia el armario a lado de la puerta abierta, rebuscando entre las cajas en su interior.

Louis, distraído por la calidez en su pecho y brazos, miró al cachorro que complacía su lado de omega mami. Y le sonrió, acariciando su mejillita pomposa aplastada sobre él. El bebé ni siquiera parpadeó mientras tomaba del pecho de Louis con casi desesperación, deditos aferrados a su piel descubierta y dejándose marcados sobre ella. Louis lo sentía, y todo se calmó de repente.

—Aquí —Harry extendió una colcha de lana con bordados sobre ambos, Louis ayudando a acomodarla cuando sintió que los dedos del alfa sobre él lo hacían sentir más penoso—. Yo... Iré abajo. —Desapareció enseguida por la puerta, dejando el aire tenso por la situación.

A Louis, en ese momento, no le importó demasiado.

—Mi cachorro —masculló en secreto, con una sonrisa pálida sobre su rostro demacrado y delgado. El bebé aferrado a su pecho no se quejó, así que Louis lo acunó más sobre sí mismo, sólo disfrutando de la sensación con ojos cerrados y labios cantando una baja melodía.

Chapter 16: Capítulo 16

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Harry se había aprendido el horario en que el timbre sonaba, con poco margen de error si el cielo no estaba lloviendo. Louis aparecía casi siempre a la misma hora, pareciendo apenado por estar frente a la puerta de Harry para realizar su trabajo, con esa mirada que hacía a Harry preguntarse varias cosas que no tendrían preguntan. Louis, cuando la puerta se abría, parecía estar esperando ser echado o no ser reconocido por Harry, que la mayoría de las veces trataba de darle una sonrisa cuando le permitía el camino al interior de su casa.

Había sido la misma rutina por una larga semana llena de caídas y bajadas, Harry teniendo menos bajas que antes cuando descubrió que las lágrimas regando la piel en sus mejillas no haría que creciera algún milagro. Aun así, hubo sólo pocos días en la semana donde se encerró en su oficina y no comió seguido, el ligero toque en la puerta por parte de Louis que le avisó con timidez en esos días que la comida estaba servida. Harry después se había disculpado como de costumbre, aún temeroso por sostener el bulto en sus brazos que chillaba cada día menos. Incluso Tristán parecía ya darse por vencido en buscar una salida mediante un largo llanto, sólo haciéndolo cuando Louis lo desprendía de su pecho muy temprano antes de que estuviera del todo dormido. Louis, que también había aprendido en poco tiempo a moverse por toda la casa con una escoba en mano o con el mismo bulto

prendido de su pecho. En poco tiempo, Louis dejado de llamar a Harry cada que quisiera algo, tomándolo con vergüenza en sus mejillas y siguiendo con su trabajo.

Harry también descubrió que había extrañado la compañía humana, que la tristeza no era un buen acompañante como había creído desde el inicio.

—¿Dónde aprendiste a cocinar? —Harry se sentó detrás del mesón, Louis saltando en su lugar y girándose asustado—. Lo siento, pensé que me habías visto.

—No, está bien —Louis suspiró, volviendo la mirada a la olla que seguía hirviendo la comida de la tarde. Harry también aprendió a amar la comida casera de Louis en muy poco tiempo; había días donde repetía el plato, pidiéndole a Louis que le hiciera compañía en la enorme mesa vacía, vagas discusiones que no llevaban a nada—. No aprendí —Louis murmuró sin girarse, sonando tímido mientras revolvía el contenido frente a él.

—¿No? —La mirada de Harry vagó por el cuerpo de Louis con curiosidad, viendo que el omega ya no estaba tan delgado como desde un inicio—. Pareciera que sí. Pensé que habías estudiado gastronomía.

Sorprendido, Harry escuchó a Louis reírse desde su lugar, una risa pequeña que casi no llegó a escuchar. Cuando Louis volvió a girarse hacia él, parecía apenado por su arrebato.

—No, ni siquiera terminé la secundaria —susurró con pena, Harry ni siquiera prestándole atención a ese detalle cuando sus cejas de alzaron con sorpresa.

—¿No? ¿Cómo explicas lo delicioso que cocinas todos los días, entonces? — Louis le sonrió poco, colocando una mano en su cintura y sosteniendo el cucharón de madera cerca de sus labios, soplando para que el contenido se enfriara mientras pensaba en una respuesta para Harry, que no podía apartar la mirada por alguna atrayente razón.

—Tenía un libro de cocina —Louis terminó diciendo al final, mirando concentrado un punto en el mesón y encogiéndose de hombros—. Era lo único que tenía, y lo leía mil veces hasta que las recetas sólo se quedaron en mi mente. Nunca pensé que podría llegar a ponerlas en práctica.

—¿Sí? —Harry se inclinó más sobre su asiento, interesado en la historia. Después de todo, se sintió como un alivio para su mente tener una conversación sin que sus recuerdos nadaran a sus costados con la intención de ahogarlo—. ¿Y dónde está ese bendito libro? —bromeó, disfrutando de la conversación más de lo esperado.

Louis sólo se encogió de hombros, borrando un poco su sonrisa y estirando el cucharón hacia el alfa.

—No lo sé. Desapareció —resumió, más cerca de Harry, justo frente de él—. Aquí... —murmuró, para que el rizado probara de la comida a la cual le había

dedicado atención antes, con su aliento soplando lo suficiente para que no queme cuando Harry lo prueba.

—Salsa roja —Harry comentó, lamiendo sus labios—. Está realmente buena, Louis. Tienes manos para esto, porque siento que es lo más delicioso que he probado en años.

Louis se abrazó a sí mismo por unos instantes, sonriendo como si no se lo creyera del todo. Fueron apenas fueron unos segundos los que se quedaron viendo fijamente, en un silencio que no se sentía entre los dos, quizá con el ruido de ambos corazones martillando con fuerza. Cuando el momento terminó tal como vino, Louis se giró de regreso a su olla en el fuego.

—Me gustaría escribir un libro de recetas —Louis le comentó casual a Harry, que rio por ello y se levantó de su asiento—. Es una de las cosas que más me gustaría hacer.

—Hazlo —Harry exclamó a sus espaldas, también entusiasmado demasiado por la conversación y la burbuja inflándose alrededor de los dos, que los dejaba lejos de cualquier cosa que quisiera volver a herirlos—. Tengo contacto que podrían servir. Tú sólo dímelo y ayudaré en lo que pueda.

Louis apagó una de las hornillas de la cocina con un suspiro, volviendo a darle la cara a un Harry ansioso por mantenerse en la fina línea de la normalidad cuando lo demás era tirarse como una pesada piedra en un rincón de cualquier lado de la

casa, hundiéndose sin parar en un lago de lágrimas que él mismo creó. Incluso Louis parecía estar disfrutando de la conversación, viéndose más ligero que antes y sin tanto efecto de tristeza sobre los detalles de su rostro.

—No podría —dijo, mirando a Harry a los ojos con pesar—. Ni siquiera he cocinado algo más que no sea lo que recuerdo del recetario —Rio sin gracia.

Harry, manteniéndose parado en el mismo sitio, decidió hacer acrobacias sobre su estabilidad mental. Se acercó, sospechoso, y le sonrió amplio a Louis cuando él lo miró con confusión en sus movimientos.

—Hay que salir de compras, entonces —le dijo bajo, contento por una tontería. Por aprovecharse de lo bien que se sentía, cansado de estar acostado sobre sus lágrimas—. Hay un supermercado a quince minutos de aquí. Tomamos un taxi y regresamos lo más rápido que se pueda.

Como un balde de agua fría, la reminiscencia surgió desde lo lejos de la sala como el sonido de un llanto que succionó todo el buen momento que sucedía entre el omega y Harry, arruinando todo una vez más. A Louis no le importó demasiado la conversación que mantenía con Harry cuando encaminó hacia el sillón donde descansaba el portabebés con el mismo martirio dentro. Harry lo vio marcharse con la burbuja rompiéndose cuando salió de ella bruscamente y sin siquiera fijarse en su existencia. Para empeorar la situación, Louis se acercó con el niño en brazos

y una mueca en sus labios, como si fuera su culpa el súbito llanto de un cachorro que no le pertenecía.

—Tristán no ha dormido nada —Louis le contó, tal como si le interesara—.

¿No sabe si durmió antes de que yo llegara? Leí una vez que podría tener...

—No —Harry declaró antes de que terminara de hablar—, no lo sé. —Quiso encogerse hombros, dar la vuelta y regresar a encerrarse en su oficina con la frente pegada al escritorio.

—Bueno —Louis bajó la mirada avergonzado, casi haciendo a Harry arrepentirse por su brusquedad—, ¿cuándo fue su última revisión? —preguntó en voz débil, sacudiendo sus brazos de un lado a otro para darle abrigo al bulto aferrado a su pecho como una sanguijuela.

—No lo sé —repitió sin preocupaciones—. Supongo que fue cuando nació o algo así.

Louis abrió sus ojos en grande, dejando de moverse de un lado a otro y mirando al niño en sus brazos con una preocupación que no le agradó a Harry.

—¿Qué? ¿Qué sucede? —le cuestionó aburrido, volviendo a sentarse frente al mesón.

—No soy un experto —Louis explicó hacia lo no dicho, terminando la corta oración con un centelleo de tristeza atravesando su mirada. Harry supo la razón

enseguida—, pero estoy seguro que a los bebés se le deben hacer chequeos mensualmente por lo débiles que son ante las bacterias y enfermedades.

Harry recordó en ese instante el frío llegando a sus huesos cuando había pensado en regresar a casa completamente solo, acompañado por una canasta con un bebé que no tenía lugar en sus pensamientos más que los malos. Recordó el miedo que sintió cuando creyó que la casa sería enorme para él y su corazón roto, con la ausencia de su omega por todas partes y en cada rincón del lugar. Evocó todos los sentimientos que había sentido ese día, cuando el cachorro había sido dado de alta muy rápido, y debía enfrentarse totalmente a la idea de vivir junto a él después de todo lo sucedido. Aun así, no puede llegar a terminar en pensar sobre la adopción cuando las cosas no resultaron ser totalmente como lo había pensado, tal vez Louis viéndose demasiado bien mientras sostenía al cachorro y le daba esa mirada de compasión a Harry que no había tenido de nadie más que de él, que podría llegar a comprenderlo después de todo.

Suspiró tembloroso, bajando la mirada a sus dedos sacudiéndose como el movimiento ligero del aire casi imperceptible, Louis apareciendo frente a él en un momento ya con sus brazos vacíos. Como sabiendo lo que produjo su bajón de ánimos bruscamente.

—Le sacaré una cita —le prometió a Louis al alzar su mirada, el omega viéndolo de una manera especial. Pareciendo que esperaba a un Harry cayéndose

de cara sobre sus problemas, esperando salvarlo antes de que se hubiera del todo—. Llamaré el médico en cuanto pueda. No lo sabía...

—Está bien —Louis le aseguró, calmado frente a sus ojos y brillante pese al color debajo de sus ojos azules llamativos—. Uno no nace siendo un experto en bebés ni sabiendo ser padre.

Harry quiso decirle que parecía como si él sí hubiera estado destinado a ser una buena mami para su cachorro, sin embargo, las pestañas de Louis casi llegando a acariciar los pómulos del omega fue lo que lo hizo callar en medio de sus pensamientos, asintiendo como un tonto a las palabras del castaño cuando ni siquiera llegó a recordar poco segundos después qué fue lo que había dicho.

—Iré a mi oficina —dijo en cambio, levantándose del banquito de manera que ella había mandado a hacer a medida cuando la casa fue comprada, esperando ser detenido en su intento patético y lento de llegar hasta la puerta del lugar—. Llámame cuando esté la comida, por favor.

—Por supuesto —Louis le murmuró cuando pasó por su lado, escuchándose su respiración claramente para los oídos de Harry, que se mareó cuando el pomo de la puerta estuvo en la palma pálida de su mano—. De hecho... Creo que sí podríamos ir al supermercado —habló con pena en su voz, pese a ello Harry no se giró cuando su cabeza seguida dando vueltas alrededor del mundo—. La alacena se está quedando vacía.

—No recuerdo la última vez que fui de compras —le comentó, decidiendo girarse con sus manos acariciando su sien con la yema de sus dedos. Y Louis siendo Louis, no dejó pasar ese movimiento con sus ojos curiosos—. No soy bueno haciendo la lista...

Harry se sumergió en más memorias profundas, donde ella se sentaba sobre el mesón con sus piernas cruzadas y su cabello recogido en un gran moño desordenado que al alfa de gustaba deshacer y rehacer hasta que acabara bien. Ella agradecía siempre con una sonrisa, sus ojos azules aguados de la emoción y sus piernas gruesas enganchadas unas a otras para inclinarse mejor hacia los labios del rizado, que la acogían con gracia y sentimiento hasta que todo dejaba de existir y sólo eran ellos dos en medio de un mundo creado por lo que sentían. Por el amor que ambos se tenían. Y ese mundo había quedado desolado, con sólo Harry siendo el único sobreviviente en un profundo abandono sin alguna cura sabida.

—¿Le... Le duele la cabeza? —Louis se asomó en un costado, dejándose ver y trayendo a Harry al malvado presente sin remedio.

—Sólo un poco —Harry mintió con aburrimiento.

Louis pegó sus labios en un gesto, caminando con rapidez de regreso a la cocina. Tuvo en sus manos un plato en segundos, Harry todavía parado frente a la puerta sin abrir.

—Tiene que comer, entonces —Louis comentaba mientras servía los fideos sobre el plato, cucharada por cucharada hasta que se hizo una montaña que Harry pensó que no podría llegar a ser consumida por una sola persona. Pero la paciencia de Louis fue tanta mientras derramaba la salsa roja por encima de los fideos que Harry no tuvo corazón para pedirle que le quitara la mitad de la comida—. Conozco un té que podría comprar en el supermercado. Té de menta. Me regalaron una caja hace mucho tiempo y me ayudó demasiado, además de que me relajó muchísimo. No sé si quizá lo vendan en un supermercado, porque nunca he ido a uno —Louis balbuceó con su frente arrugada, sacando un jugo de naranja de algún lado y sirviendo todo frente a la silla vacía donde Harry quería sentarse.

Harry no sabía que había naranjas en esa casa.

Harry por fin se sentó delante de un Louis que seguía con la frente arrugada, tal vez adivinando una respuesta para su pregunta lanzada al aire. Visto de esa manera, el omega parecía mucho más juvenil que antes, usualmente viéndose decaído con sus hombros tumbados. Parecía haber recobrado la energía que Harry no sabía que tenía, puesto que el timbre de su casa siempre era sonado por un omega de ojos color cielo lluvioso.

—Sí lo venden —Harry agarró la cuchara en el plato, teniendo los ojos de Louis pegados sobre él con curiosidad—. He visto esas cajas siempre, pero nunca he probado alguna de ellas en mi vida.

Ella no compraba ese tipo de cosas. Siempre había lo necesario en la casa, y la mayoría de las veces ella era la que saltaba de un lado a otro con las bolsas de las compras, sabiendo donde dejar todo. Cuando su panza fue demasiado para ambos, Harry la acompañaba a todos lados con sus manos aferradas con un silencioso miedo de ser separados. Fue así, y la mano de Harry se sentía fría ahora.

—Bueno, ¿está bien si lo agrego a la lista? —preguntó temeroso, como si Harry terminaría gritándole por algo así—. Aunque tampoco he hecho una lista de compras en mi vida... —dudó.

—No, está bien —Harry le sonrió lo mejor que pudo por encima de su dolor, no siendo demasiado complicado. Louis también le sonrió a medias con falsedad poca en sus gestos, asintiendo a las palabras de Harry como si fuera una orden—. Pero, por favor, siéntate a comer conmigo antes de hacerlo —pidió, queriendo tener más de esos momentos que ambos compartían cuando cenaban, con Louis guardando silencio la mayoría del tiempo y contestando con palabras a medias. Con todo eso, Harry incluso disfrutaba no estar del todo solo.

—No puedo —contestó sofocado—. Vine comiendo y... Me siento muy lleno.

—Oh, está bien. Será para la próxima —lo tranquilizó, y Louis desapareció del frente de Harry para hacer la lista, regresando enseguida con mejillas encendidas en medio de la blancura de su piel como un contraste en busca de atención.

—¿Papel y lápiz? —musitó, abochornado por su torpeza. Harry se divirtió, girándose sobre su hombro y señalando hacia su oficina.

—Justo ahí —le indicó, Louis volviendo a desaparecer con pasos cohibidos hasta que desapareció detrás de la puerta.

Harry se dedicó a disfrutar de la comida, no sorprendiéndose cuando supo delicioso en su paladar y la piel se le erizó como nunca antes. Su omega llegó a causar ese efecto en él muchas veces, riéndose a carcajadas cuando lo notaba, todo hasta que su rostro terminaba rojo y ella lloraba de la risa con un Harry mirándola ahogarse en su propia risotada privada. Ella brillaba cuando reía, sacudiéndose de un lado hacia el otro hasta que por algún motivo terminaba entre los brazos de Harry, en besos cariñosos que no se podían borrar de sus labios. Ella definitivamente hubiera amado a Louis, quizá llegando a pedirle ayuda en la cocina cuando ella ya era una experta en la mayoría de las cosas, sólo buscando ser mejor cuando para Harry ya lo era. Era perfecta, tan perfecta que Harry recordaba con claridad las pecas sobre su nariz y los lunares debajo de sus labios gruesos y deseosos. Y, como si estuviera siendo llamado, Louis salió de la oficina con papel y lápiz en mano cuando los ojos de Harry vagaron hasta llegar a ese lugar.

—La comida está deliciosa, como siempre —lo felicitó, Louis girándose y volviendo a darle esa sonrisa que Harry se aprendió al poco tiempo.

Louis siguió su camino hasta que se sentó en el suelo, encorvado sobre la mesita entre los sillones. Con una mano, balanceó inmediatamente el portabebés donde Tristán seguía durmiendo y quejándose entre sueños, quizá su instinto diciéndole que lo haga para terminar de calmar al cachorro. Harry lo observó en todo momento, fijándose en las muecas de su rostro mientras escribía sobre el papel con su mirada yéndose al techo de vez en cuando, al bebé o hacia la nada. Anotaba y anotaba con su rostro relajado o cambiando bruscamente a un gesto que causaba gracia en Harry.

Louis siguió escribiendo sobre el suelo de la sala, absorto de la mirada de Harry sobre él. Al terminar, el omega castaño sonrió hacia su lista de compras y alzó su mirada hacia Harry, que no puedo no devolverle la sonrisa cuando esta era sincera.

Chapter 17: Capítulo 17

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Louis había seguido con sus días como si quisiera vivirlos.

Cuando entraba a casa, había malos comentarios que le esperaban al pasar la puerta. Él insistía en que Louis debía seguir trayendo dinero a la casa, pero el omega no pudo tomar más por la manera en que los hombros de Harry caían cada vez más como un signo de confianza. Quizá él no se fijaba en la mirada que ponía sobre todo el cuerpo de Louis cuando salía de casa, sin embargo, Louis las notaba todas y estuvo un poco feliz cuando esa mirada fue desapareciendo poco a poco. Estaba tan acostumbrado a ser visto así por todos que no les prestó demasiada atención, miedoso de verdad ser pillado con otro billete dentro de su bolsillo si se llegaba a confiar. Él también le había gritado a Louis cuando el omega llegaba más tarde de lo usual, alzando la voz por los aires con recriminaciones que Louis sabía que no eran ciertas pero que terminó creyéndose cuando se las gritó tan cerca de sus oídos que se quedó plasmado en su cabeza.

—Te da de comer, ¿no es cierto? —Un día le reclamó cuando Louis cometió el error de cambiarse los trapos, que llamaba ropa, frente a él—. Es por eso que estás tan gordo que ya ni siquiera entras en la ropa. Deberías pensar en mí, Louis, que hago lo imposible para darte la vida que mereces a mi lado. Deberías pensar en mí y volver a traerme dinero, ¿cuándo te paga, eh?

Y luego, Louis encogiéndose de hombros porque realmente no lo sabía, él se tiró encima de un débil omega que no pudo soportar el peso y cayó sobre su espalda con un sonar detrás de su cabeza. Le siguió gritando, obligando a Louis a abrir la boca para hacerle vomitar.

—¿Cómo es posible —reclamó con sumo odio en su voz— que comas mientras tu alfa se está muriendo de hambre aquí?

Le metió los dedos hasta que Louis vomitó, recordando que ese día no había comido demasiado como él creía. Quería decirle ello a él, pero su estómago se vació tanto sobre el suelo que se avergonzó de levantar la mirada de sus dedos temblorosos sosteniendo su cuerpo, aun cuando no hubiera dicho alguna mentira. Al día siguiente, Harry lo invitó a sentarse a su lado como usualmente lo hacía y Louis tuvo que disculparse con sus ojos ardiendo, yéndose de la cocina con excusas que contenían la verdad a medias.

—Tengo que cambiar a Tristán —le balbuceó la mentira con dificultad, huyendo como un cobarde y llorando en voz baja mientras le cambiaba el pañal al bebé que se chupaba los dedos, mirándole con curiosidad.

Habían sido días difíciles, que aguantó con valentía con tal de regresar a la casa del alfa con rizos para ser recibido por el mismo par de ojos azules que le miraban con desespero cuando se arrimaba contra la cuna, esperando verlo dormido y descubriendo que sólo esperaba por su llegada ya en silencio. Lo cargaba cada vez

con más facilidad, como si hubiera sido hecho para alzarlo por los aires y besarle la barriguita, hablarle como si le entendiera y darle el pecho como si su mejillita regordeta descansada sobre su pecho los uniera. Y Harry lo seguía de cerca, tan cordial como siempre y pasando los días encerrados en su despacho, asustando a Louis cada vez que salía con el ceño fruncido. El pobre omega castaño pensaba con desespero que ya se había dado cuenta, que debía despedirse del bebé antes de que le permitieran estar cerca de él una vez más. Sin embargo, sólo era el nerviosismo de Louis alterándole la respiración cuando Harry sólo mostraba ese rostro por su trabajo, que Louis aún no sabía exactamente en qué se basaba. Harry ya lloraba menos por lo ocupado que se encontraba, sonriendo más con ligereza y estando más cómodo con la presencia de Louis alrededor de él. Seguía sin prestarle tanta atención como es debido a su hijo, casi nunca cargándolo durante las horas que Louis pasaba en casa. Rara vez, Harry cargaba a Tristán cuando tocaba la puerta, Louis teniendo la bienvenida rápida cuando Harry le estiraba al bebé con el rostro seco y pidiendo que se haga cargo de él enseguida. Esos días solían ser malos, Harry sollozando detrás de la puerta de su despacho.

—Vi el dolor en tus ojos —Louis recordó las palabras de Harry cuando fue contratado, y lo sorprendido que se había encontrado a alguien notar la desgracia en él. Al encontrar a alguien con quien podía compararse por una de sus desgracias—. Una persona herida a tal punto como tú no lastimaría a los demás. No con intención —repitió las palabras que, de manera rara, recordaba. Las usó y se las dijo varias veces cuando la mirada ácida de Harry dejaba de ser agradable

para Louis, siempre dirigida al bebé que manoteaba al aire entre los brazos de Louis. Se las decía para detener sus demás pensamientos que le pedían a gritos huir del lugar, llevarse al bebé consigo y tratar de sobrevivir en la calle. A esos pensamientos egoístas que le susurraban en su interior que Harry no merecía tener a un bebé tan hermoso a su lado si no lo amaba, no tanto como Louis ya lo hacía en tan poco tiempo.

Él no le hará daño a su hijo, Louis se decía a sí mismo con más calma, cuando la mirada de Harry volvía a cambiar a una que mostraba ligeramente arrepentimiento. Y desaparecía entre los reojos del castaño, volviendo a encerrarse hasta que volvía a ser el Harry sonriente, sonrisa no tan falsa como la del inicio.

Louis despertó poco a poco de sus pensamientos, trazando sobre la hoja lo que necesitaría para ir de compras. Fue inevitable no pensar otra vez en el despacho y que había estado dentro de él, que el cajón del dinero seguía cerrado y que posiblemente Harry nunca se daría cuenta si tomaba otro billete.

—¿Ya está todo? —Harry preguntó desde donde estaba sentado, bebiendo del jugo de naranjas que a Louis le había llevado poco tiempo hacer. Le asintió, levantándose enseguida cuando Harry se dirigió hacia el lavaplatos.

—Lo haré yo —le avisó, dejando la nota sobre el mesón junto al lápiz y tomando el plato de las manos de Harry, que se sentían cálidas tal como se veían—.

Terminé la lista —le dijo nervioso, bajando la mirada y yendo directo al lavaplatos sin mirarle más.

Él, por su parte, suspiró y caminó hacia donde Louis había dejado la nota sin verse nada afectado por las manos de Louis rozando las suyas. Louis esperó, mirando de soslayo a ver si se limpiaba contra su ropa donde los dedos del omega apenas habían rozado. Él no lo hizo, tomando la nota entre sus dedos y leyendo lo que decía.

—Puedo lavar mi propio plato —dijo en cambio, medio distraído mientras leía, no reclamando por la torcida caligrafía que Louis tenía por la falta de educación—. A la próxima, déjame hacerlo, o me mal acostumbraré. —Sonrió de lado hacia el omega, dejando la nota en su mismo lugar. Louis le asintió cuando vio que esperaba una respuesta—. Llamaré un taxi.

Volvió a irse, Louis soltando el aire que no se había dado cuenta que retenía en sus pulmones, sintiéndose doloroso cuando su espalda le recordó las secuelas que habían quedado grabadas del tremendo golpe que se había dado contra el suelo en semanas atrás. Cargar al bebé tampoco ayudaba tanto, pero se había ayudado mucho con el portabebés, donde Tristán ya había aprendido a estirar sus piernas y llegar al borde. Ya no era el diminuto nene que Louis había visto en su primer día de trabajo. Tristán ya lo reconocía y también había aprendido a reírse por nada cuando Louis le daba el pecho, rodeando el corazón de Louis de una manera que le sacó lágrimas la primera vez. Pensando en él, le fue imposible no tener ganas de

volver a cargarlo, imposible no ir a donde el cachorro seguía dormido con el chupón salido a un lado de su cabeza. Louis lo agarró con delicadeza y no sintiendo que le dolía nada cuando lo tuvo en sus brazos. Él apenas se quejó de las manos heladas de Louis por el agua al lavar el plato de Harry.

—El taxi viene en unos veinte minutos —Harry salió, colocándose una chaqueta sobre sus brazos. Miró al bebé en los brazos de Louis, alzando su mirada enseguida—. ¿Está todo listo?

—Uh —Louis miró el portabebés, no seguro de decirlo en voz alta—, creo que hay que llevar el coche de bebés, ¿no? —El castaño lo había visto metido en el armario que Tristán tenía en su habitación, aún dentro de una funda que hacía pensar al de ojos azules que nunca nadie lo había usado antes. Pero Harry parecía no querer cambiar eso.

Volvió a mirar al bebé mientras se acomodaba las mangas, parpadeando a la cabeza del cachorro dormido con la mirada tan pegada a él que Louis se removió incómodo otra vez, teniendo la misma sensación de protección. Se obligó a no mover su mano hasta la nuca del bebé, queriendo protegerlo de la mirada fría que Harry le estaba dando.

—No será necesario —anunció con simpleza. Louis quiso decirle por qué deberían llevar el coche, que seguramente su espalda no aguantaría cargar tanto

tiempo el portabebés, pero calló con un asentir de cabeza—. Sólo hay que llevarle un biberón y ya, ¿cierto?

Louis quiso reír, porque obviamente Harry seguía sin saber lo que era cuidar a un bebé por el poco tiempo que pasaba con su hijo, que se parecía más a él a cada día que transcurría. A veces Louis juraba que los ojos de Tristán cambiaban a un verde parecido al de los ojos de Harry cuando lo asomaba a la ventana para que tomara sol.

—Está bien —Louis dijo, recordando que era su trabajo encargarse del bebé y que no debía estar pensando lo que estaba pensando respecto a Harry siendo padre—. Iré por el pañalera.

No le dio al bebé, se lo llevó con él a escaleras arriba. Sólo tomó el pañalera, asegurándose de tener pañales y todo lo demás en el interior antes de bajar las escaleras. El bebé despertó justo cuando Louis metía el biberón dentro de la misma pañalera, temeroso de que quisiera pecho dado que Louis no podría seguir dándole hasta dentro del taxi de la vergüenza que tendría. Tenía suficiente con los ojos curiosos de Harry cuando le daba el pecho a Tristán en la sala, paseando de un lado a otro con el rizado siguiéndole los pasos con la mirada. Y justo el taxi hizo presencia con un sonar, Harry abriéndole la puerta a Louis con la nota arrugada en la espalda del bebé por casi olvidarse de ella. Subieron al taxi con el portabebés vacío entre ellos. Louis no dejó al bebé en él, sabiendo que probablemente lloraría si lo hacía. Aun así, Tristán no pidió pecho, sosteniendo el dedo de Louis mientras

sus ojos pequeños miraban por la ventana del auto, casi con la misma sorpresa en sus ojos a comparación de la Louis en los suyos, que nunca había salido tan lejos. A su lado, Harry revisaba su celular con su frente arrugada y sin decir alguna palabra. Cuando llegaron, Louis agradeció al chófer, y a Harry en voz baja por ayudarle con el portabebés.

—No debe tomarnos mucho tiempo —Harry murmuró con la lista ya en su mano—. No son muchas cosas la de la lista. ¿Necesitas ayuda con el bolso?

—No, está bien. —Louis forzó una sonrisa, acomodando a Tristán sobre el portabebés. Apartó la mirada, avergonzado de su letra cuando Harry no dejó de leer la lista incluso cuando entraron al gran almacén.

Las miradas en Louis no demoraron en hacerse notar, porque la ropa que llevaba le colgaba tanto que se le veían las clavículas y estaba seguro que los pantalones se le caerían si bajaba más de peso. Pero Harry no lo notó, o lo ignoró, mientras se dirigía directamente a la sección de cereales.

—No está en la lista —le explicó a Louis de espaldas— pero me encanta comerlo de vez en cuando. Elige uno, si quieres. —Louis titubeó, admirando los estantes llenos de cereales desconocidos para él. De hecho, estaba seguro nunca haber comido algo parecido. Cuando se inclinó hacia uno con un león, la mano de Harry sobre la suya lo hizo saltar y detenerse en seco—. No, ese no. Nadie lo compra porque es horrible; no tiene nada de dulce y sabe a remedio.

Harry arrugó la nariz, sacudiendo su cabeza con decepción y girándose hacia el otro lado. Louis aprovechó el momento para reír en voz baja, sostener mejor el portabebés y volver a analizar las cajas. Al final, terminó decidiéndose por uno de vainilla que quedaba tan alto que tuvo que dejar al bebé sobre el suelo y estirarse sobre las puntillas de los pies. Lo tomó con las puntas de sus dedos, pero fue Harry quien lo facilitó cuando, sin dificultad alguna, empujó la caja hacia el castaño con uno de sus dedos.

La caja cayó sobre el pecho de Louis, que la agarró y alzó su mirada hacia el alfa.

—Gracias. —Harry no contestó, porque revisaba la etiqueta de un frasco sobre una de sus manos.

—No sé si esto sea adecuado... —balbuceó, Louis no lo comprendió hasta que le dio el frasco—. ¿Eso está bien? Nunca en mi vida he comprado algo así. Ni siquiera sabía que existía...

—No —Louis arrugó su frente, tratando de recordar un artículo que había leído hace tiempo—. Creo que esta marca de papilla no es buena... De hecho, creo que no será buena idea que se compre eso.

Le entregó el frasco con sofoco y mejillas calientes.

—¿Por qué?

—Porque es un bebé —Louis señaló a Tristán, que se sacudía sin prestar atención a nada más que sus muñecos colgantes—. Aún no puede comer eso.

Harry asintió, pero se marchó con el frasco todavía pegado cerca de sus ojos, leyendo la información en ella. Cuando volvió tenía una cesta sobre su antebrazo y Louis ya se había movido de la zona de cereales y estaba buscando las leches en cartón, no muy seguro de cuál llevar.

—Yo...uhm, no sé qué marca llevar. —Harry se acercó a él, también mirando las cajas con la frente fruncida como Louis.

—¿Descremada? —Harry leyó—. ¿Deslactosada...? ¿Cuál es la diferencia?

Louis parpadeó igual de confuso. Vio hacia Harry, esperando a que él tomara una por su cuenta. Sin embargo, Harry le dirigió la misma mirada de confusión sin saber qué hacer.

—Hay que llevar de las dos —acabó diciendo, y el conflicto se solucionó sin más problemas.

La canasta se fue llenando poco a poco, y Tristán había agarrado algo de la sección de juguetes cuando pasaron por el lugar. No se lo lograba meter a boca porque Louis estaba tan al pendiente que ya no se interesaba tanto en agarrar él los productos. Fue siguiendo a Harry por cada pasillo hasta que la lista se fue acabando y llegaron a las sección de los té.

—Soy una persona más de café —Harry le comentó con un encoger de hombros.

—No me gusta el café —Louis le respondió de la misma manera, entregándole el portabebés a Harry, que también se aseguró de tener el muñeco lejos de la boquita del bebé mientras Louis se acercaba a las perchas—... Lo mejor será comprar uno sin mucha azúcar, ¿no?

Harry no contestó, y Louis hizo el gran esfuerzo de no sonrojarse cuando vio que la caja que quería volvía a estar más arriba de sus límites. Tuvo la idea de girarse hacia el alfa y pedírselo, pero en su mente la caja del té no estaba tan lejos, así que volvió a levantarse sobre las puntas de sus zapatos como lo había hecho con el cereal. Y Harry también repitió su acto, interviniendo y tomando una de las cajas por Louis. Sin embargo, el castaño ya tenía al mismo tiempo una caja cayendo sobre él, que rebotó sobre su cabeza y cayó de golpe al suelo.

—Lo siento, yo... —Harry bufó, arrodillándose al mismo tiempo que Louis.

Fue mala idea.

El abrigo de Louis se alzó mientras se inclinó por la caja, dejando a la vista gran parte de su espalda con moretones que ya se estaban yendo con el pasar de los días. Harry, justo a su lado, pudo verlo todo con una exclamación atorada en su garganta, no dándole tiempo al castaño para bajar su ropa. Lo primero que atinó a hacer fue estirar su mano y tocarle la espalda, por encima de los hoyuelos que se

formaban mientras Louis seguía tratando de alcanzar la caja de té debajo del estante. El toque no duró demasiado, sólo lo suficiente para que los dedos de Harry le rozaran la columna, porque Louis saltó y se levantó de golpe, sin la caja en mano y con las mejillas sin color. Sus ojos se abrieron tanto como si fuera a llorar que a Harry tampoco le dio tiempo de coger la caja, sólo levantarse y tomar a Louis por uno de sus hombros.

—¿Qué te pasó? —Louis apartó la mirada hacia al bebé que Harry aún sostenía—. ¿Alguien te hizo eso?... ¿Quieres ir a un hospital?

El omega sacudió su cabeza, temeroso de tener que contarlo todo.

—Me caí —volvió a mentir a medias—. Me resbalé hace unos días mientras bajaba del autobús...

—¿Te sigue doliendo? —Pero Harry parecía no estar escuchando—. ¿Desde cuándo? ¿Quieres que alguien te revise?

—No. Fue hace unas semanas... Debe dejar de doler en uno de estos días, así que no es nada, de verdad. —Sin embargo, no pudo decírselo a la cara, sus ojos azules fijos en el suelo del supermercado y Harry no ayudando si su mano seguía acariciándole el hombro.

—¿Por qué no me lo dijiste? Si te dolía tanto, deberías haberme pedido un permiso por unos días. Sólo lo vas a empeorar —Harry trató de girarlo, pero Louis se quedó en su lugar rígido.

Fueron segundos en silencio, escuchándose los balbuceos de Tristán y las voces de los demás en el lugar. Louis no se cedió a levantar la mirada y verle la expresión a Harry. Se quedó quieto, casi temblando y teniendo varios pensamientos acelerados por su cabeza. ¿Debería seguirle diciendo más excusas para que le creyera...?

—Vamos a casa —Harry terminó de decir en un murmullo.

Louis asintió, amagando en agacharse para agarrar la canasta. Pero Harry le ganó sin decirle nada, teniendo ya las dos manos ocupadas. Así que Louis sólo giró, tomó otra caja de té y caminó detrás de Harry con el miedo creciendo en su estómago.

Harry, por su parte, colocó la canasta junto a la caja de té sobre la cinta de la caja y alguien más lo comenzó a registrar para pagarlo. Louis pensó que tendría que ayudar, mas no lo hizo cuando alguien más llevó las fundas hacia el exterior del lugar. Cuando Harry hubo llamado un taxi, en sumo silencio dejó el portabebés a lado de Louis y metió las fundas en el portaequipajes del auto.

El viaje fue incómodo y el cielo parecía comenzar a oscurecerse fuera de la ventana del taxi, Tristán ya comenzando a cerrar los ojos desde su lugar entre

Harry y Louis. Al llegar, Harry tomó a Tristán y habló con el chófer. Abrió la puerta de la casa y colocó a Tristán sobre uno de los sofá.

—Por favor —habló, asustando a Louis—, quédate aquí.

Él no esperó respuesta. Salió y comenzó a entrar las bolsas, dejándolas sobre el mesón y algunas sobre el suelo. Al terminar, ni siquiera miró a Louis cuando pasó de largo hacia el congelador. Louis estaba confundido desde su lugar, hasta que vio las intenciones del alfa y se sacudió mucho antes de que Harry se sentara a su lado.

—Es hielo —le explicó, Louis dándose por vencido y dándole la espalda a Harry mordiendo su labio—. Sí, es muy feo —le comentó en voz baja—. Sigue un poco inflamado.

Colocó el hielo envuelto en una de las toallas que Louis había lavado el día anterior para secar los platos, y lo dejó descansar por encima de su trasero, donde el moretón comenzaba y se esparcía hasta más arriba. Louis se sacudió por el frío, Harry sosteniéndolo por su cintura.

—¿Realmente te caíste? —Harry le preguntó poco tiempo después, en voz baja como si esperaba escuchar un secreto.

Louis se pensó bien su respuesta, sintiendo la espalda mucho menos adolorida mientras Harry seguía moviendo la toalla cada prolongado tiempo y le seguía sosteniendo la cintura con sus grandes manos.

—Sí —le dijo, cerrando sus ojos y suspirando profundo. Harry tal vez se lo creyó, porque guardó silencio y siguió esparciendo el hielo sobre la espalda de Louis.

Chapter 18: Capítulo 18

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Harry se había acostumbrado a ver a Louis siempre en movimiento, que verlo recargado sobre el respaldo del sillón era una escena totalmente cautivadora. No sabía en qué momento exacto había caído dormido sobre su propio hombro hasta que quedó recostado sobre el sillón, expuesto desde su espalda amoratada con las manos de Harry haciendo todo el trabajo sobre sus marcas. El hielo se había derretido completamente, pero Harry seguía manteniendo el trapo sobre su piel para no ver el color de esta. También estaba tan cerca que podía oler a Louis si aspiraba más aire del que necesitaba. Estaba todo tan cómodo que no fue extraño ni muy atrevido. La respiración de Louis hacía que sus hombros se alzaran al igual que el propio pecho de Harry, quien se había distraído ya tanto con ese movimiento que pegó un brinco cuando unos quejidos comenzaron a escucharse.

Tristán comenzaba a moverse sobre su portabebés, ya con sus ojos azules parpadeando las largas pestañas que tenía.

Harry rodó los ojos, despertando y alejándose de Louis lo suficiente para que el pedazo de tela se cayera al suelo y dejara la espalda del omega descubierta. Él se quejó un poco, no mucho como para despertar, así que Harry tragó saliva y volvió a inclinarse hacia él, no para olerlo, sino para tener una mejor vista del golpe. Se cuestionó qué tan duro debió haber caído para que las marcas quedaran por tanto

tiempo, y cuándo había sido la caída y por qué Harry no había visto indicios de dolor en Louis cuando se movía por toda la casa a todas horas. Cuando hubo terminado, recostó mejor a Louis sobre el sillón, dejando que la cabeza del omega se recargara sobre su hombro mientras Harry le estiraba la piernas hacia atrás. Lo giró como pudo, dejándolo descansar boca abajo y cubierto con la sábana que tenía el sillón como cobertor. Louis, profundamente dormido, no se despertó en el transcurso de su cuerpo siendo acomodado por un Harry meticuloso en sus movimientos para no herirlo más.

—Eh —le dijo a Tristán, agachándose a tomarlo entre sus manos cuando este daba principios de una de sus rabietas—, no llores.

Por supuesto, el bebé no lo obedeció cuando mostró su pequeño puchero y apretó sus bracitos sobre su pecho para llorar. Harry, lo más rápido que pudo, lo recostó sobre su hombro justo como había hecho con Louis, y lo sacó de la sala antes de que despertara al omega. Subió las escaleras, balanceando al cachorro en el proceso para calmar su llanto, pero no funcionaba del todo bien.

Louis tenía ya un tiempo en casa, yendo de un lado a otro y ya sabiendo la ubicación de las cosas para ya no preguntarle a Harry con vergüenza. Incluso Tristán se había acostumbrado a tenerlo alrededor, despierto con sus ojos en par y, Harry sospechaba, sabiendo sus horarios de lactancia. Harry odiaba admitirlo, pero también se había costumbrado a no tener que cargar a su hijo y hacerse cargo de él. Así que sí, entendía a Tristán quejándose por no ser Louis.

—Ya —le dijo lo más delicado que pudo, abriendo la ventana de la habitación de bebé y parándose a lado de la ventana justo como Louis solía hacer al llegar a casa y encontrar al cachorro esperándolo—, a mí tampoco me gusta mucho esto

—le comentó al bebé, que ya solamente se dedicaba a sollozar sobre su pecho.

Cuando el bebé terminó de calmarse, Harry pensó que se había vuelto a dormir. Pero su sorpresa no fue grata cuando el bebé tenía sus ojitos abiertos y chupaba uno de sus dedos con la mirada perdida en la ventana. Harry sabía, porque se había sentado al lado de Tay que leía todos los días artículos de bebés, que él no lo veía bien y no lo haría hasta tener aproximadamente ocho meses o más. Sin embargo, sabía que los bebés podían reconocer el rostro de su madre en las primeras semanas, y guardaba esa información porque ella había llorado en uno de sus arrebatos por ese detalle, diciendo en voz alta que moría por sostenerlo y decirle que ella era su mami. La cuestión de Harry era aquella... ¿Por eso Tristán se había acostumbrado tanto a estar pegado al pecho de Louis? ¿Acaso... lo identificaba a él como su mami, por ser el único omega que lo había sostenido en su corta existencia?

¿Y qué excusa tenía Harry, entonces?

Harry se había sentido tan lleno por la presencia de Louis que ya no se vaciaba por la soledad cuando el silencio le rompía la línea de pensamientos coherentes. En su tranquilidad, escuchando desde su despacho el tararear de Louis, no había ya más lágrimas que derramar. Tener a Louis por allí, llamándolo para cenar o para preguntar cualquier cosa, era la distracción que había tenido últimamente

para no recordar que tenía una herida expuesta que nunca sanaría. Ver el rostro de Tristán, a sus ojos azules como los de ella, lo llevaba de regreso a la noche en que lo había perdido todo sin que llegara a pensar en ello; que un día terminaría extrañando todo lo que tenía y preguntándose cómo se sentía tener a alguien a quien amar como lo había tenido antes. Cómo se había sentido antes, sostenerla entre sus brazos. Cómo se había sentido antes, cuando su corazón no se apretaba donde la herida estaba y lo sacudía el dolor de lo que no podía ser curado jamás, porque su presencia nada más yacía en los recuerdos que a su vez eran su constante tortura.

Ver los ojos de Tristán, iguales a los de su madre que habían sido únicos hasta el día donde Harry la había besado y se había despedido a la espera de regresar y volver a tenerla, lo hundía otra vez al combate ya ganado con su tristeza.

Lo alejó de su pecho, como si sostenerlo cerca de su corazón le empeorara la herida mientras el recuerdo de Tay derramada sobre el suelo llena de sangre atravesaba su cabeza una vez más. Lo miró desde lo alto que lo extendía, él devolviéndole la mirada seguro sin entender a qué daba a entender los ojos verdes de Harry mirándole de esa manera. Era un reproche, por la facilidad que se le había dado de reemplazar a su madre, que había muerto para darle su primer respiro.

—¿Por qué —comenzó su reclamo absurdo hacia el bebé que seguía chupando su dedo con tranquilidad— es más fácil para ti? ¿Por qué yo no puedo estar bien

sin sentirme como la mierda por no estar sufriendo por ella, aunque sólo lo haya olvidado por dos segundos lo que duele haberla perdido?

El bebé se quejó apenas, provocando más cólera en Harry. No lo pensó demasiado cuando se aseguró de tener la llave en su bolsillo trasero, dispuesto a demostrarle lo que ambos habían perdido. La llave que siempre se clavaba contra él en cada oportunidad, como una alarma innecesaria que realmente no necesitaba por el constante recordatorio que ya le hacía todo su ser.

El bebé en sus manos era ligero como no tener nada cargado, pero sintiéndose extraña la sensación de tenerlo ya por mucho tiempo sobre él. Sin embargo, el bebé parecía no sufrir la misma incomodidad mientras iba balbuceando con su boca haciendo pucheros extraños que distraían a Harry en su camino hacia el piso de abajo. Cuando bajó la escaleras y miró a su espalda, la imagen de Louis tirando sobre su pecho casi lo hizo detenerse sobre sus pasos en seco y cuestionarse si lo que estaba haciendo no era otro comienzo de alguno de sus ataques. Se cuestionó, avergonzado por ello, si Louis volvería a quedarse a su lado y hacerle compañía durante su reproche de haber perdido lo que nunca podría tener de regreso ni para una buena despedida eterna. Se preguntó, con sus pasos dudando y sus dedos aferrados al cuerpito que se sacudía, si Louis le seguiría dando esa mirada intensa de compasión cuando viera gotas de tristeza otra vez por debajo de sus ojos. Casi se detuvo.

—Lo siento tanto —musitó bajo para nadie en específico—. Lo siento demasiado...

Quizá para Louis, que tendría que ponerlo de pie como la última vez. Tal vez para su cachorro, por no poder dejar a flote el amor inicial que tuvo hacia él cuando su existencia fue confirmada por unos labios rojos que sólo deslumbraban ya en la penumbra de la mente del alfa. Quizá a Tay, por no seguir adelante como ella hubiera querido sinceramente.

La puerta cediendo a la llave le complicó más los latidos del corazón por lo que estaba por volver a revivir. Entrar a la habitación donde solía recostarse a su lado y donde se abrazaron hasta que la luz los bañó a ambos con resplandor... La habitación que tenía el baño que había contenido sus últimos respiros y sus últimos llantos. Esa habitación que Harry había destrozado un día después de haber llegado del hospital donde tuvo que quedarse por casi un mes por lo delicado que había nacido su hijo. Los destrozos siguiendo iguales a como Harry los había dejado ese último día que visitó y aspiró su olor, que lo volvió a envolver por todas partes y lo obligó a derrumbarse sobre sus rodillas, clavadas en vidrios que contuvieron fotos de momentos entre ellos irrepetibles.

Tristán demoró en llorar casi al mismo tiempo que su padre, que miraba el alrededor de la habitación con ojos llenos de desespero por lo que miraba; la botella de agua que ella dejaba en su mesita de noche y lo único que Harry no pudo derrumbar de la habitación. Mientras tanto, el bebé se seguía quejando con grandes

lloriqueos que casi lo hicieron resbalar de las rodillas de Harry donde estaba recostando sobre su espalda.

—Lo siento —volvió a susurrar esas palabras con ya un objetivo fijo. Se llevó al bebé sobre su pecho, sosteniendo su cabeza cerca de sí mismo para protegerlo de eso... de esa misma pena que Harry sentía y que él no merecía también sentir—. Lo sien-ento tan-anto, mi amor —Sollozó todo el peso de su pena fuera de él.

Hundió la nariz sobre el pequeño hombro de su hijo, aspirando profundo de su olor y tratando de calmar el fuerte llanto del bebé de forma vergonzosa con siseos más parecidos a gimoteos. Aspiró su olor, mezclado con el de ella y el de Louis sobre su delicada piel, sintiéndose él mismo en calma con sus ojos cerrándose lentamente como la tranquilidad invadiendo su pecho y haciéndole sacar los últimos sollozos temblorosos de lo profundo de su ser. Lentamente, Tristán también comenzó a dejar de llorar e imitó a su padre al sollozar de la misma manera.

Cuando Harry abrió los ojos, la misma habitación destrozada se mostró ante sus ojos con la misma sensación, pero menos intensa mientras respiraba el olor de su hijo recostado sobre su pecho.

—Es el olor de mami —Harry le susurró a su hijo, su mano acariciando la espalda del bebé. Al separarlo de su pecho, el mismo rizado le secó las lágrimas a

su cachorro sobre sus mejillitas regordetas—. Es mami —le murmuró con una gran bocanada de aire en el proceso.

El bebé parpadeó con su mismo color de ojos, comenzando sus balbuceos con su manita sosteniendo con fuerza dos de los dedos de Harry, que sonrió por el gesto y se inclinó sobre su cachorro para besarle la cabecita llena de cabellos rubios casi castaños.

Louis no abrió sus ojos cuando despertó, saboreando la sensación de haber dormido bien y no esperando ser derrumbado de la cama de una patada. Pero tuvo que abrir lentamente sus ojos azules cuando le fue inevitable no escuchar la voz de Harry desde algún lugar de la casa.

Se sentó sobre la cómoda cama, mirando a su alrededor y descubriendo enseguida dónde se encontraba; era la habitación de Harry con las ventanas abiertas en par, dejando ver por las afueras al sol puesto en lo alto del cielo con nubes grises rodeándolo y casi haciendo imperceptible su aparición.

—¿Harry? —llamó a lo alto con su frente arrugada.

No hubo respuesta más que un largo silencio en donde la voz se detuvo de golpe.

Se colocó de pie, descubriendo que ya no llevaba su vieja chaqueta, sino una nueva que desconocía y que se sentía bien sobre su piel.

—¿Harry? —siguió llamando, sintiéndose mareado por el reciente sueño y porque nunca había tenido la oportunidad de dormir tanto tiempo sin ser interrumpido. Pero incluso las pesadillas no habían hecho acto de presencia.

—¿Louis? —escuchó desde el pasillo—. Estamos aquí —siguió diciendo, guiando a Louis por el pasillo que ya se había aprendido hacia una sola dirección que había recorrido demasiadas veces como para no saber a dónde lo llevaría.

En la habitación también estaban las ventanas abiertas por donde Louis solía asomarse mientras alimentaba el bebé, quien no estaba en su cuna cuando el omega se inclinó hacia ella. Aun así, no necesitó preocuparse demasiado cuando seguía siendo guiado por la voz ronca de Harry saliendo del cuarto de baño y, cuando se acercó lo suficiente, también por la ligera risa del cachorro que le alivió el pecho como una corriente que se transmitió a cada borde de sus heridas. Arrodillado sobre el suelo del baño estaba Harry con las mangas de su camisa blanca remangadas hasta los codos y con una sonrisa sobre sus labios que asombró tanto a Louis que se quedó parado en medio de la escena.

—Lo lamento tanto —Harry comenzó a hablar con pena en su voz—, ¿te despertamos?

Louis demoró en sacudir su cabeza en negación. Dio sólo unos pasos hacia él, lo necesario para ver la bañera con poca agua y a un bebé pataleando con risas y siendo sostenido por ambas manos de un alfa rizado.

A Louis se le hundió el corazón en ese momento.

—¿Estoy soñando? —preguntó con angustia. Harry, por su parte, rio un poco y sacudió la cabeza de la misma manera en la que Louis lo había hecho.

—Ayer te dolía la espalda, ¿recuerdas? —Louis no respondió—. Dormiste aquí, así que tuve que subirte a la habitación de los invitados. Pero yo dormí en la habitación de Tristán para no incomodarte. Así que, ¿dormiste bien? No quería despertarte.

—No, no —Louis dudó antes de él también sentarse a lado de la bañera—. Dormí muy bien, gracias. —Miró otra vez a la bañera, donde Tristán comenzó a sacudirse con más insistencia cuando su mirada se fijó en Louis cerca de él.

—Aunque creo que es bueno que hayas despertado —Harry suspiró exageradamente—. Creo que he tratado más de cinco veces de sacarlo del agua y no quiere. No sé cómo lo haces.

Louis le sonrió, sacándose el cómodo abrigo y acomodándose a lado de Harry para tomar su lugar. Cuando las manos de Louis sostuvieron la cabeza y la espalda del cachorro, este se tranquilizó y admiró al omega con aún ese desespero controlado en su mirada.

—¿Podrías pasarme la toalla, por favor? —Harry se la tendió apenas terminó de realizar la petición—. En mi pecho, por favor. —El alfa hizo lo que se le

indicaba, demasiado cerca del omega como para que su respiración rozara la mejilla del castaño, que fingió no erizarse mientras se inclinaba más hacia el bebé.

Harry observó desde cerca como Louis elevaba al cachorro y lo colocaba enseguida sobre pecho, pero Tristán no se quejó en ningún momento con las manos suaves de Louis sosteniéndolo. El rizado también ayudó a Louis a colocarse de pie, haciendo que las mejillas del castaño se colorearan y fingiera que buscaba otra toalla a su alrededor.

Cuando la búsqueda finalizó y el bebé quedó envuelto en dos toallas, Louis lo sacó del baño regalándole caricias.

—Tiene hambre —Harry comentó a las espaldas del rizado. Louis miró a qué se refería cuando vio a Tristán chupando sus dedos y aleteando con su mano libre.

—Oh, es algo que le gusta hacer —Louis le sonrió al bebé mientras le apartaba los dedos de la boca—. Le gusta chupar el agua en sus dedos, pero no lo dejo hacerlo por mucho tiempo porque le quedan las yemas de sus deditos muy pálidas.

—Harry asintió con seriedad y Louis tuvo que evitar soltar otra sonrisa—. Aunque sí, puede que tenga hambre. Le daré el biberón en unos minutos —dijo más para el bebé que para Harry, mientras recostaba al bebé sobre su cambiadera.

—¿Ya no le darás el pecho? —Harry pregunto para su sorpresa.

Sonrojándose una vez más, Louis miró de reojo a Harry con un poco de vergüenza.

—A veces le doy el biberón —fue lo único que le dijo y Harry no preguntó más, volviendo a asentir. Por supuesto, Louis no quería mencionar que sus pechos dolían usualmente por la frecuencia con la que le daba el pecho al bebé—. Le daré de comer y estará todo bien, ¿cierto? —le pregunto al bebé con una sonrisa plasmada inevitablemente en sus labios, terminando besando la manita que se aferraba a la mano de Louis.

—Sí —Harry respondió—, estará todo bien —susurró.

Louis se giró para mirarle y también regalarle una sonrisa a él, que fue correspondida sinceramente.

Chapter 19: Capítulo 19

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Louis había olvidado brevemente lo que era sentirse pleno y formar parte de risas, tales como las que había expulsado con su mano sobre su boca para no soltar una carcajada ese día junto a Harry mientras terminaba de cocinar y el alfa le contaba anécdotas de él de pequeño mientras le daba el biberón a Tristán tal como Louis le había enseñado luego de volver a tener su mirada fija sobre él cuando comenzaba a alimentarlo. Había sido tanto el sentimiento en él que por ese largo momento no existió nada más que lo que estaba viviendo ese instante, con el vapor de la comida golpeando contra su rostro y las risas de Harry a su espalda, sus preguntas y la manera en que parecía interesado en las cortas respuestas que Louis le daba en voz casi baja. Había sido tan feliz en ese momento más que el resto de su vida, por poco llegando a compararse al día en que se había enterado que estaba en estado, pero justo como ese día la niebla llegó y se llevó consigo cualquier color vivo y lo arruinó todo. La burbuja donde se había encontrado encerrado se rompió de repente cuando cayó en cuenta de que, luego de terminar de repasar lo que había pasado en todo ese día, sólo pasos lo separaban de la realidad que vivía a cada día y que con descaro se había atrevido a olvidar.

Se convenció con torpeza, diciéndose mentalmente que un día como ese no debería terminar tan mal, que regresaría a su casa y tendría mucha suerte de no encontrarlo dentro, que seguramente él no se había fijado de la ausencia de Louis.

Sin embargo, no pudo seguir engañándose cuando llegó al pie de la puerta y su corazón se escondió detrás de todo lo que encontró a su paso, miedoso lo que estaba por suceder como siempre pasaba y nunca se acostumbraba. Incluso sus manos temblaron pese a llevar el abrigo que Harry le había asegurado poder llevarse sin problema alguno, dejando sus viejos trapos en su casa después de que Harry le prometiera sin compromisos que lo tendría lavado para el día siguiente y que podía dejarlo sobre el sofá.

Él estaba allí antes de que Louis pudiera darse cuenta e imaginar los peores escenarios, más furioso de lo que Louis nunca lo había visto. Parecía estar listo a gritarle a los mil vientos respecto a su ausencia, pero la boca de Louis no pudo ser abierta para poder dar la excusa que había ensayado de emergencia durante el trayecto de regreso antes de que comenzara. El golpe lo aturdió tanto que no escuchó cuando él realmente comenzó a gritar, ni siquiera sintió sus bruscos dedos sobre sus hombros cubiertos por la tela más suave que había sentido. No sintió nada hasta que el sonido en sus orejas volvió lentamente y palpó la sangre saliendo de su labio con su lengua, sintiendo que chorreando por su barbilla hasta llegar a su cuello con piel erizada de la cobardía que sentía.

Enseguida, ahogó un sollozo del susto y se encogió sobre sí mismo, comenzando a llorar mientras él no lo soltaba por mucha pena que pudiera generar el omega como defensa.

—¿¡Esto era lo que esperabas!? —chilló cerca de su rostro, rojo de furia y sacudiéndolo como si fuera un trapo viejo a punto de ser tirado a la basura, donde correspondía—. ¡¿Por qué me haces hacer esto, Louis?! ¡¿Por qué?!

—Por favor, no me golpees —suplicó con rapidez, en vano y con poco tiempo cuando volvió a ser golpeado contra el rostro hasta que sus codos sonaron contra el piso y sus dedos pararon su tembladera para comenzar con un nuevo show. Sentía las extremidades frías.

Él estuvo sobre Louis en segundos con todo su peso, haciendo preguntas a las cuales el omega no tenía respuestas. Seguía diciéndolo una y otra vez y Louis sólo podía cerrar los ojos con fuerza, esperando a que terminara, soñando en medio del dolor que lo invadía sin su consentimiento. Cuando lo hizo, lo recogió como un trozo roto y ensangrentado del suelo, con una mueca de dolor en sus labios que Louis pudo ver en él. Prácticamente Louis podía ver su dolor manifestado en su rostro, en sus ojos como si realmente lo sintiera; como si el dolor de Louis fuera suyo y le quemara los huesos.

—Por Dios, Louis —susurró abrazándolo, siendo delicado al hacerlo. El castaño se dejó, sintiendo el dolor en su cuerpo mucho más intenso que el de su espalda, que sin ineficacia había tratado de ser curada Harry—. Es tu culpa, amor... Es tu culpa. ¿Por qué? ¿Por qué me haces hacer esto? —susurró, afligido.

Louis le devolvió el abrazo con letargo, sosteniéndose de él para no desparramarse como arena sobre el suelo por el suplicio en su ser.

—Dime dónde estabas, por favor —suplicó, tomando el rostro de Louis entre sus manos callosas y temblorosas—. Estaba muy preocupado por ti, ¿lo sabes?

¿Podías imaginarte que estaría preocupado por ti, verdad? —Se inclinó a besarle la frente sudada.

Louis asintió, bajando la mirada de sus fijos ojos avellana llenos de un falso arrepentimiento que el omega ya conocía como la palma de su mano. Aun así, la responsabilidad que sentía después por haberlo provocado era inevitable.

—Tuve que quedarme —respondió con voz ronca y rota. Él le limpió las lágrimas en sus mejillas con profunda dedicación—. Fue... Fue un imprevisto. El bebé enfermó y... —mintió con desespero.

Él terminó de creerle, hundiendo su nariz en su cuello y aspirando tan profundo que Louis cerró los ojos con una arcada que no quería soltar, piel erizándose y obligándose a no moverse de su lugar; entre sus inseguros brazos que eran capaces de aplastarlo tal como acariciarlo. Terminó sucediendo cuando él volvió a separarse con la frente arrugada, enojado otra vez. Y Louis también comenzó a llorar otra vez, adivinando lo que volvería a suceder.

—Hueles a alfa —dijo por lo bajo, y Louis se sintió palidecer en ese segundo. Fue como si la sangre se le secara y no quedara nada más que frío en él—. ¿Por qué

hueles a alfa? —preguntó elevando más su voz, tanto así que Louis saltó sobre su regazo pese a estar sostenido.

—Puedo... Puedo... —Pero no pudo hacer nada más que chillar antes de que la gruesa y brusca mano de él le estuviera apretando el cuello contra el piso.

Volvió a no sentir nada cuando el golpe caliente lo dejó inconsciente por un milisegundo, donde creyó haber muerto y su voz se oía tan lejana que se imaginó lejos del peligro por unos momentos. Sin embargo, regresó a la realidad con un ahogo que lo hizo manotear en un intento fallido de liberarse.

—¿Desde cuándo...? —preguntó nariz a nariz—. ¿Desde cuándo me has visto la cara de idiota con tus mentiras de cuarta, eh? ¿Pensaste que nunca me daría cuenta que sigues siendo el mismo puto regalado que eras cuando te encontré?

Una cachetada hizo su mirada borrosa y llena de puntos blancos que lo hacían desconcentrarse, perderse en la blancura de su mente y desenfocarse de su intento de tratar de volver a respirar. Él sobre su piernas lo obligaba a ni siquiera patalear, sólo con sus manos débiles tratando de zafarse de sus manos en su cuello.

—¿Qué es lo que hacías? —De repente, el aire regresó a Louis como si fuera su propia alma entrando a su cuerpo en un arrepentido y vergonzoso intento de muerte—. ¿Cómo logras sacarte el olor de todos esos alfas con los que te acuestas para verme la cara de idiota?

Louis respiró profundo como pudo con los pulmones resentidos y una acidez en la garganta que le llenó los ojos de nuevas lágrimas cargadas de sentimientos. Aun así, se dejó abrazar por el dolor como un viejo amigo de visita constante; de abrazos marcados sobre su piel. Se dejó golpear más, hasta que fue suficiente como para quebrarse y aceptar la verdad que le había ocultado desde el comienzo.

—El bebé —balbuceó desesperado, con las manos en alto para no tener más—.

Marcaba... Marcaba al bebé y se borraba el olor, ... lo juro.

—Así que el bebé sí existe —Louis asintió varias veces, un poco arrepentido cuando la cabeza le dio una vuelta tan violenta que creyó ya haber caído desmayado sobre el suelo debajo de él—. ¿En qué más me mentiste? ¿... El dinero?

Louis negó despacio, parpadeando para borrar las lágrimas en su vista.

—No, eso no —susurró recordando con perfección el cajón abierto y amontonado de cosas—. Pue-edo traerte más, te lo prometo. Te lo prometo, pero ya no... —Ahogó un chillido cuando él lo agarró del cabello con brusquedad—. Ya no, por favor...

—Louis —Él saboreó su nombre sin ninguna expresión en su rostro—, vas a traerme más dinero del que me trajiste la última vez, o me veré obligado a cobrarte todas las que me has hecho. Es que no entiendes —Él acarició la mejilla de Louis, que se acercó a su toque desesperado por acabar con todo ya— lo mucho que te amo, ¿verdad? ¿Aún no lo entiendes?

—Lo entiendo, lo entiendo —repitió Louis, apretando la mano del alfa sobre su mejilla hasta que su cabello fue liberado de su agarre—. También te amo. Te amo.

Él apretó su mandíbula, negando con su cabeza.

—No me mientas —pidió en un murmullo, abrazando el rostro de Louis con las mismas manos con las que lo había hecho regarse por el dolor frente a sus ojos. No obstante, él tenía esa mirada de piedad en sus ojos que hacía a Louis sentirse merecedor de cada marca—. No me mientas, Louis, por favor.

Louis no respondió, dejándolo ir por la puerta a sus espaldas mientras secaba sus ojos azules de cualquier gota de lágrimas que se haya dejado ir por el momento. En el camino, limpió un hilo de sangre que corría de su boda hacia abajo con espanto. Se levantó enseguida, analizando cada punzada que sentía en su cuerpo hasta la llegada frente al espejo, donde comprobó los nuevos colores sobre su rostro como si antes hubiera sido un lienzo vacío que debía ser llenado por el más confuso arte abstracto. Y Louis no lograba entenderlo, mas la culpa en su interior lo hacía fingir que lo hacía.

(...)

Harry midió el detergente en la pequeño frasco con dificultad, derramando parte sobre el suelo y rodando los ojos con frustración. Al final, dejó la ropa dentro con la cantidad de agua que él creyó necesaria y el detergente que creyó correcto.

El abrigo de Louis y varias piezas de ropa suya y del bebé se lavaban en silencio, mientras su mano embarrada de detergente se apretaba contra una piedra insignificante que no quería tirar.

Se preguntó, en medio del salón de lavado, si era normal sentir el silencio tan fuerte en sus oídos. Si querer no estar solo era demasiado egoísta como para intentar cambiarlo, ¿pero podían culparlo? Cuando la compañía a su lado era tan constante y reconfortante que seguramente se preguntó algún día, de forma irónica, qué era estar solo. Sabiéndolo ya de memoria, se preguntaba, ya sin nada de ironía, qué era lo que alguna vez había sentido estando en brazos de alguien más. Qué era lo que pensaba su mente mientras se alimentaba de la presencia de quien amó, cuántas veces su corazón latió con fuerza por el vigor de los sentimientos que no supo degustar.

Pese a todo, su corazón ya no se sentía tan pesado ni tan resentido dentro de su pecho. A cada suspiro, no se le apretaba el corazón en un pinchazo por el constante dolor que sentía. Ahora sólo respiraba profundo y se recostaba sobre la puerta a pensar y aclarar su mente. La recordaba como una lejanía, y se imponía a mantenerse recto para no caer al suelo a lamentarse por tener heridas abiertas; las cuales no dejaba sanar por los incesantes toques que se hacía cada vez que recordaba su existencia. Y la volvía a recordar con sonrisas de por medio, con el imperdonable sentimiento de tener que seguir adelante y no culparse por hacerlo.

Tuvo que abandonar la habitación de cuatro paredes donde estaba encerrado con lo mismo que lo seguía lastimando. Tuvo que seguir más adelante, donde alguien había dejado la puerta media abierta y él había asomaba la cabeza antes, inseguro de huir.

Detrás de él, la puerta debía de cerrarse para que dejara de culparse a sí mismo por lo que había ocurrido. Para dejar de culpar a su propio hijo por algo que no tenía manejo ni retroceso. Odiarlo era como culpar a su sombra por seguirle, y era como culpar a sus ojos pequeños mirándole con inocencia por tener esta misma en su mirada. ¿Pero por qué...? ¿Por qué, de repente, sentía ese pedazo de paz incrustado a lado de su corazón, acercándose despacio? ¿Cuándo y quién lo había dejado allí? Porque él en algún momento se descuidó y sucedió.

—Mira —Tay dobló la ropa sobre su pecho con una mirada de concentración—, quizá el problema soy yo y ya. No lo pienses tanto.

—Tal vez no lo hice bien —Harry trató de explicarlo con torpeza ese día, tropezando con sus propios pies mientras se acercaba a ella, que huyó de sus brazos y se sentó sobre la cama.

—Me mordiste —Se encogió de hombros como si nada— y no funcionó.

Obviamente algo salió mal.

—No lo hice bien —Harry siguió repitiendo, con miedo de ser dejado—. Hay que intentar otra...

—No —Tay lo cortó, seria y serena—. ¿Qué pasa si vuelve a fallar? No tengo la cabeza tan ordenada como para no asustarme.

—¿De qué estás hablando? —Harry se acercó a ella, sosteniendo sus pequeñas manos entre las suyas—. Tiene que funcionar porque eres mi pareja. Eres mi omega.

—¿Y si no lo soy? —ella murmuró como un secreto, sus ojos azules cargados de curiosidad y nada más que eso. Mientras tanto, Harry la miraba con un miedo latente y un desespero que no se calmó pese a tenerla a ella presionando su mano.

—¿Qué quieres decir?

—Quizá no soy tu alma gemela, ya sabes. Por eso la marca no se quedó —Ella volvió a encogerse de hombros.

Harry rio un poco, sacándose el cabello de la frente con exasperación.

—Eso es absurdo. Te amo —le recordó.

—Ya lo sé, y yo también lo hago, ¿pero no es muy pronto como para saberlo?

—¿Saber qué? —Harry rodó los ojos, cansado ya del tema.

—Saber si soy realmente tu omega. Sólo llevamos un par de años juntos, ¿no? Somos aún muy jóvenes. —Harry se congeló en su lugar, tratando de no recorrer

la pieza con su mirada donde las cajas de la mudanza seguían sin vaciarse. El apartamento era tan pequeño que las cajas ocupaban gran espacio.

—¿Estás...? ¿Estás terminando conmigo? —Tay sonrió de lado, por fin.

—No, no lo estoy —Harry suspiró sin pena alguna—. Sólo digo que cuando venga tu alma gemela, la enterraré en el patio hasta que pueda ocupar su lugar.

—Por favor, cállate —Harry sacudió su cabeza, sin el más mínimo gesto de gracia en su rostro—. Esto no es gracioso. Vamos a volver a intentarlo y ya.

—No, ya te dije que no me siento segura de esto; no lo haré hasta que sienta que es el momento. Por favor, no me atormentes con el tema más. —Tay había echado sus brazos alrededor del cuello de Harry, llenándolo de calma en ese preciso instante—. Pero lo digo en serio... Si llega tu alma gemela, no tengo problema con hacerme a un lado y verte feliz.

—Cállate —El alfa frunció la frente, totalmente ofendido—. Eres tú mi alma gemela.

Tay rio más, cerca de sus labios y con esa mueca de burla en su rostro.

—No, lo digo en serio. Le haré un café y le daré la lista de tus lugares sensibles

—Ella había asentido con seguridad en su chiste—. Le voy a enseñar a hacer tu pastel favorito también.

Harry se había dejado caer en su chiste, también acompañándola en sus burlas. Y el tema nunca más se había tocado. Habían crecido juntos hasta que dejaron de ser un par de adolescentes en un cuarto de habitación, mudándose de un lado a otro por largos años y el tema nunca había vuelto a surgir como para volver a intentarlo. Harry se había acostumbrado a hundirse en su cuello y calmarse con su olor, respirar profundo e irse de él sin la necesidad de intentar algo más, y ella también se había acostumbrado a aceptar que tenía una vida por delante junto a Harry. Hasta que simplemente no fue así.

Pero Harry seguía estando seguro, mientras la imaginaba y recordaba con sus ojos cerrados, que el amor de su vida se había ido en el momento en que ella había dado su último respiro durante su ausencia y había dejado un pedazo de su ser sobre los brazos del alfa rizado. Haberla tenido fue haberse acostumbrado a escuchar el latido de su corazón cerca de su oído, aun estando lejos, y sin ella era haber perdido la mitad de su ser; como la falta de un pulmón en su interior que no lo dejaba aspirar profundo y volver a soñar. Ello era lo que ambos llamaban sin palabras un lazo en el silencio de la noche, que no era cruel en ese entonces, con sus cuerpos uno a otro en una acostumbrada compañía que se había desvanecido sin aviso. Casi había llegado a sentir lo que ella sentía por la constante presencia de su sonrisa. Casi su calor se impregnaba en Harry para ahuyentar al frío. Su lazo no formado, la falta de una mordida en su cuello que no era necesaria, le hacía cuestionarse sobre la fuerza del dolor y si lo hubiera sentido mucho peor, hasta llegar a la muerte, si lo hubieran hecho.

Recostándose sobre el suelo con el ligero pesar en el pecho, apretó la piedra que había encontrado en la chaqueta que lavaba de Louis en su mano, girándola en sus dedos con el frío en sus venas. Poco a poco, abrazó el dolor como una vieja amiga y el frío como una compañía, rezando por lo bajo para que desapareciera lo más antes posible de su vida.

Chapter 20: Capítulo 20

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Harry sentía que la conexión que le faltaba entre su hijo y él se estaba formando poco a poco. Mientras lo miraba dormir sobre la cuna que él mismo había armado, entendió que la rapidez con la que iba su corazón se debía a su presencia en sí y no a lo que pensaba que provocaba. El pecho se le acaloraba y los ojos se le colocaban borrosos, pestañeando mejor para no perderse su repetida respiración que alzaba su barriguita más de lo normal. Estaba allí y Harry también, arrodillado entre las rejillas de la cuna, observándolo y lamiéndose los labios para evitar sonreír. Y sí, la conexión se iba formando tan lentamente que casi podía sentirlo. Pero pensar demasiado en por qué había estado ciego como para captarlo sólo lo volvía a llevar al camino perdido de desespero.

Cuando Louis cerró la puerta detrás de él después de sonreír tiernamente, Harry comenzó a sentir que no debía tenerlo cargado en brazos. Sintió lo mismo que había sentido cuando lo había visto por primera vez dentro de la incubadora cuando bajó la mirada a verlo entre sus brazos. Casi lo soltó, abrumado por el choque, pero se obligó a respirar profundo y concertarse en el momento que habían vivido. El olor de ella vivía en sus cabellos cuando lo acercaba demás a su rostro, recordó, y sus rastros se dejaban ver en su pequeña cara incluso cuando dormía. Era ella en su versión más pequeña, y ni siquiera lo había apreciado lo suficiente

como para comenzar a adorarlo y reconfortarse. Verlo dormir le produjo el alivio y la misma inquietud en una más baja dosis.

Harry se durmió en ese mismo lugar, recargado sobre la cuna en una posición que lo hizo moverse varias veces durante la madrugada. El frío no le insistió demasiado como para aceptar ir a dormir a su cama, llegó incluso a cuestionarse si era necesario tener una habitación totalmente sola para el bebé. Pero se tomó todo con calma cuando se levantó a la mañana siguiente, cerciorándose del estado de Tristán mientras estiraba sus extremidades entumecidas. Respiró profundo mientras alejaba la mirada, recordándose mentalmente la invalidez de su odio hacia alguien que no sabía aun lo que era sentir la falta de alguien amado, alguien que se había ido casi como dejando reemplazo en su lugar. Quería dejar de buscar culpables, porque no tendría justicia.

Justo cuando acabó de salir de la habitación de Tristán, su celular sonó en algún lado de la casa. Cuando lo encontró, los hombros se le tensaron y la neblina jugó a la burla mientras llevaba el teléfono a su oreja.

—Tienes que venir —le dijo Jeff al otro lado de la línea—. Ya sé que es muy temprano ahora, pero es una urgencia. Algo sobre la corrección que necesita ser visto desde aquí. Tu hermana me dijo que tienes niñera, ¿no?

—Apenas lleva unas semanas trabajando —balbuceó—. No puedo dejarlo aquí solo. ¿Qué si pasa algo...?

—No va a pasar nada —le apresuró su amigo—. Harry, de verdad te necesitamos aquí. Nadie hablará de nada, ¿está bien? Vamos a trabajar y nada más que eso.

La última vez que había visitado su oficina, la sonrisa que llevaba sobre sus labios había presumido todo lo que tenía. Había contado su historia de amor a muchos, recibiendo felicitaciones, llegando a casa para deshacerse de ellas. La última vez que había estado en la oficina, Tay lo había despedido con un abrazo y un beso.

—Ya sé que nadie lo hablará —Rodó los ojos—, pero todos me verán con pena. Es lo último que necesito justo ahora, Jeff. Básicamente, tengo un año de permiso para trabajar desde casa. Tristán es muy pequeño todavía.

—Gemma irá para allá —dijo con rapidez—. Debe estar llegando en unos minutos. Así de grave es la situación, Harry. Muchos podrían perder su trabajo.

Harry suspiró, sosteniendo su cabeza con el dolor de sus extremidades haciéndose más latente por la mala noche que había pasado.

—Está bien —cedió en voz baja—. Dijiste que ni una mala palabra...

—Ella era mi amiga también, Harry —Jeff murmuró en reclamo—. Era amiga de muchos aquí.

Harry colgó interrumpiéndolo por el nudo comenzando a atarse en su garganta. El timbre sonó, también interrumpiendo su momento de tedio. Deseó en voz baja encontrarse con los ojos de Louis, aún si era muy temprano como para darle la bienvenida de vuelta. Pero era Gemma, luciendo casi igual que la última vez que se habían visto, con el cabello en una cola y una mueca en los labios. Harry tuvo que hacerse a un lado para dejarla pasar por lo apurada que iba caminando.

Ella suspiró mirando el lugar cuando cruzó el marco y luego a Harry.

—¿Dónde está? —fue lo primero que dijo, casi a la defensiva.

—Está dormido —Harry cerró la puerta, mirando sin mucha atención a la calle vacía que desapareció frente a sus ojos. El café de la madera en la puerta le llamó más la atención cuando Gemma se acercó a él con los brazos cruzados—. No voy a ir, Gemma. Pierden el tiempo.

—Es un problema grave, en realidad. Te necesitan. —Gemma se paró a su lado y tomó su mano. Le sonrió de lado, con la misma pena que no quería tener que ver y que sabía que obtendría si volvía a su oficina—. Te ves muy bien. ¿Cómo va todo?

—Oh, todavía no lo he regalado. Ya te dije que está dormido —comentó con acidez—. Muchas gracias por haberme ayudado, de todas formas.

Gemma borró la sonrisa y dejó ir su mano. Se sentó en el sofá, casi encogiéndose de hombros.

—No podía y lo sabes. Es mi sobrino y estoy segura que lo amaré cuando lo vea, pero los primeros días de un cachorro son complicados. No querías que me confundiera con su madre, ¿verdad? Además, yo no sé nada sobre bebés. Que asumas que sé algo sobre ellos por ser omega es muy grosero.

Harry cruzó los brazos sobre su pecho, sabiendo la dirección absurda que la conversación tendría.

—Cómo sea —Se alejó de ella, dándose por vencido—. No veo la salida en esto.

Vendré lo más pronto posible.

—Buena suerte —Gemma le dijo en broma—, la vas a necesitar. Es un verdadero desastre.

Harry no comentó nada, subiendo las escaleras en dirección a su habitación. Decidió sin mucha presión que la ducha tendría que esperar, que no le daría tanto tiempo al asunto para deshacerse de él lo más rápido que pudiera. Ya quería tirarse sobre la cama a dormir, o saborear algo que le cosquilleara el paladar. Estaba tan mal acostumbrado a ya no cenar las tarrinas instantáneas que no le molestaba la camisa apretada contra sus músculos. Cuando terminó de vestirse, sin mucho empeño, caminó directo a la habitación de Tristán, descubriendo que Gemma ya estaba inclinado sobre él con los ojos llenos de brillo.

El alfa palpó lo que se venía cuando se paró a su lado y también miró a Tristán desde el mismo ángulo, recostado sobre su mejilla regordeta con sus diminutos labios abiertos.

—Es ella —su hermana murmuró lo que ya sabía y esperaba sin ganas—. Es...

Es muy parecido a ella, ¿no?

Harry no respondió cuando ella lo miró en busca de una confirmación. No necesitaba hacerlo más, comparar a quien dormía sobre su cuna con quien descasaba para siempre en lo profundo de una tumba. Y sólo ese simple pensamiento cargado de una idea que nunca había tenido sobre su mente le hizo retorcerse y dar pasos atrás. Ella dentro de una tumba, tan aterrador como saber que el resto de sus días seguirían sin la belleza en su sonrisa y sin sus ojos azules apretándose casi sobre sus pómulos.

—Te dejaré haciendo un biberón por si llega a despertar antes de que llegue Louis. —Harry arregló el cuello de su camiseta, dispuesto a dejar atrás a su hermana, que seguía curioseando todo alrededor de Tristán.

—Louis —ella repitió a sus espaldas—. ¿Es un beta?

El rizado hizo de oídos sordos, volviendo a las escaleras y terminando en su despacho. Gemma estaba delante de la puerta cuando tomó su maleta y se disponía a irse. Entonces pensó en Louis, otra vez. En la mirada perdida que solía tener al estar de pie frente a la puerta, y en lo confundido que estaría de ver a alguien que

no conoce abriéndole la puerta. Tenía que quedarse, por lo menos hasta que él llegara.

—No —Gemma se paró frente a él, dispuesta a seguir preguntando—. Tengo que quedarme —le explicó en pocas palabras—. Él no te conoce. Ni siquiera sabe que tengo una hermana.

—Bueno, gracias. —Harry se paseó con la sala—. Deberías de pensar en mí,

¿no crees? Te desapareces por meses con mi sobrino y cuando estoy de regreso me entero que un desconocido lo está cuidando. ¿Es beta? —volvió a preguntar.

—¿Por qué? —Se inclinó hacia ella—. ¿Le piensas coquetear? Gemma sonrió en burla, pero Harry seguía con el rostro en blanco.

—Depende.

—Es omega —respondió—. Voy a quedarme a esperarlo. Ya debe estar por llegar...

—¡Omega! —exclamó en sorpresa—. ¿Contrataste un omega para que cuidara de tu bebé sin ma...?

—Gemma —Harry cerró los ojos, como si las palabras cargadas de verdad fueran a desaparecer sin más. Sin embargo, ella calló y lo miró con pena antes de mirar su reloj y gruñir, rodando los ojos y sacudiendo su cabello.

—Ya vas tarde. Dime cómo es y sabré si es el niñero o no. ¿Es rubio?

—Castaño —Harry se dejó llevar por Gemma hasta la puerta—. Ojos azules, pequeñito. Se llama Louis...

—Sí, sí. El taxi está aquí.

—¿Me llamaste un taxi...? ¿Cuándo?

Gemma le lanzó un beso, cerrando la puerta detrás de sí. Ella miró a Harry subirse al taxi con desconfianza, casi sin encajar en un asiento trasero. El auto de Harry había sido vendido en un arrebato muy extraño, y Gemma había sido la encargada de venderlo mientras Harry se arrastraba sin ganas al hospital. Habían sido muchos cambios en los que tuvieron que adaptarse, como el asunto de las fotografías por todos lados. Gemma había ido a casa de Harry después del funeral para quitarlas todas, e incluso había tenido la intención de regalar la ropa de Tay y llevarse todo de ella fuera por el crítico estado de Harry. Pero la puerta de la habitación ya había estado cerrada para entonces.

Harry se encerró después, pidiendo estar a solas y casi echando a Gemma de su casa cuando ella se ofreció a quedarse a su lado. El alfa juró cuidarse a sí mismo y al bebé, y Gemma lo creyó más por conocerlo que por la poca sinceridad en su mirada. No se había acercado porque sabía el vínculo faltante que tendría el bebé por no tener una madre, así que un niñero no le parecía la mejor idea.

Creyó que tendría que esperar demasiado para verle llegar, pero el timbre sonó diez minutos después de la partida de Harry. Desde el piso de arriba, Tristán estalló en llantos a la vez que Gemma abría la puerta.

Los gritos del bebé fueron como quejas necesarias para la situación. Porque frente a Gemma estaba el omega, castaño y no tan pequeño como se lo había imaginado, hinchado de una mejilla y con varios parches de rasguños en su rostro.

—¿Louis? —susurró. El omega asintió, ladeando la cabeza hacia un lado con una expresión de confusión. Parecía incluso no estar enterado del estado de su rostro—. ¿Eres el niñero?

Él volvió a asentir, alzándose sobre los bordes de sus zapatos para ver al interior de la casa.

—¿Dónde está Harry? —murmuró con voz apagada y un poco rasposa.

—¿Qué te pasó? —respondió ella en cambio.

Louis se tocó el rostro y se encogió sobre sí mismo, descubriendo allí al omega pequeñito del cual Harry había hecho una pobre descripción. Él pareció mucho peor desde esa posición.

—Alguien intentó robarme —balbuceó—. Fue ayer mientras me iba. No sé quién...

Gemma asintió, tomándolo de los hombros y entrando a la sala con él. La piel se le erizó entera al omega castaño, y Gemma se dio cuenta enseguida que no sólo su rostro había sido golpeado.

—Pero mira cómo te dejaron... —Gemma le ayudó a retirarse el abrigo, y Louis se lo sacó aún perdido en el momento con todo lo que estaba sucediendo—. ¿Te golpearon y ya? ¿No viste sus rostros?

Louis negó, dejándose analizar por los ojos verdes de Gemma, quien miró con suma curiosidad todo el rostro del omega.

—¿Me estás mintiendo? —preguntó segundos después, lentamente y con mirada fija.

El castaño intentó no encogerse sobre sí mismo ni evitar su mirada. Pero sus ojos eran mucho más intensos que la mirada que Harry tenía, menos cálida y más calculadora.

—¿Por qué habría de hacerlo? —susurró.

—No lo sé —dijo—, ¿por qué lo estás haciendo?

Como una campana salvadora, el llanto de Tristán floreció desde donde estaba. Y Louis ya no pudo concentrarse en nada más que encontrarlo, actuando de manera automática cuando se colocó de pie. Subió por él con ella pisándole los

talones. Cuando lo tomó de la cuna para acurrucarlo contra su pecho, ella se lo quitó de los brazos.

—Será mejor que te vayas por hoy —comentó sosteniendo a Tristán tan mal que había comenzado ya a manotear—. No creo que vaya a necesitar de ti hoy. Además, creo que deberías ir a un hospital o algo...

Louis trató con todas sus fuerzas de no echarse sobre ella y también quitarle el bebé. Porque Tristán se movía sobre sus brazos, alzaba su cabeza y lo buscaba a nadie más que a él.

—Estoy bien —le dijo con firmeza—. ¿Puedes dármelo, por favor? —No le dio pena estirar los brazos por él.

La calma que estuvo sobre su cuerpo lo valió todo. Sentir el ligero peso de Tristán sobre sus brazos le cubrió las heridas para que dejara de sangrar, de doler y de arder. No sentía nada, ni siquiera los mismos ojos de ella sobre ambos. Curiosa por lo que estaba viendo.

—Le estás dando el pecho —acusó—, ¿verdad?

Louis, que ya estaba a punto de girar sobre sus talones y marcharse al cuarto de Tristán, se detuvo y la miró sin comprender.

—Harry dijo que podía hacerlo —murmuró.

—A Harry, básicamente, no le importa mucho su hijo. ¿Te has dado cuenta de eso, ¿verdad?

Louis esquivó su mirada con gusto, mirando a Tristán jugando con sus deditos y parpadearle como si fuera lo más maravilloso que haya visto en su corta vida.

—No puedes darle más el pecho —dijo ella, alto para que sus palabras resonaran en la cabeza de Louis—. Te está confundiendo con su madre, y es por eso que te quiere tanto. No hay más razones que esa. Se está apegando mucho a ti porque le das el pecho, y no me sorprende que Harry haya dicho que no hay problema. Por eso estoy aquí.

Louis apretó a Tristán más sobre su pecho, sintiendo una corriente fría atravesarle el estómago vacío. Doloroso, pese a que la verdad estaba allí siempre y no quiso verla.

—¿...Aquí? —preguntó con torpeza y casi tartamudeo.

—Voy a pedir la custodia de Tristán. Obviamente mi hermano no tiene conciencia de lo que está haciendo con su hijo. Él aceptará, ¿sabes? De todas formas, estuvo a punto de darlo en adopción apenas nació.

(...)

Gemma había mentido. La edición le había tomado más del tiempo que había pensado, porque el trabajo se había perdido desde el principio y solo Harry sabía

hacer una perfecta corrección del latín. Ni siquiera Michael, el dueño de la editorial y novio de Gemma, pudo hacerse cargo del trabajo por su cuenta. De todas formas, Tay y Harry habían sido los únicos en lograr corregir otros idiomas y darles sentido a las obras durante el largo tiempo que había trabajado allí. Ahora solo estaba él. Llegar y ver la ausencia del escritorio de Tay le erizó la piel y la mirada de todos solo terminó de hacerlo caer, otra vez, en la gran bañera de agua fría que tenía para él por la falta de su calidez.

El aire acumulado con fuerza bruta en sus pulmones estuvo a punto de matarlo. Sin embargo, el aspirar profundo frente a la sala de su casa le regresó poco a poco la visión clara de lo borrosa que la había tenido todo el día. Gemma estaba allí cuando parpadeó, leyendo algo con mirada aburrida y un plato vacío a su lado.

—Vas a manchar el sofá.

—Oh... —Ella recogió el plato y se paró enseguida, sonriendo amplia como si hubiera conseguido algún premio—. ¿Y...? Michael me acaba de mandar un mensaje. Dijo que lo hiciste estupendo.

—¿Y qué? —Harry se sacó el abrigo, echando una mirada a la cocina en busca de algún rostro conocido—. ¿Esperabas que te llamaran de algún loquero para avisarte que había perdido la cabeza? Es mi trabajo, Gemma.

—Trabajo que has dejado muy descuidado, ¿no?

—Cuidar un niño no es la cosa más fácil. —Harry recogió el plato de Gemma, sintiéndolo aún caliente por la comida. Sabía que Louis había cocinado, porque Gemma nunca había aprendido a calentar el agua.

Debía seguir en casa.

—Bueno, hablando de eso... —El rizado se giró a mirarla, cansado y no queriendo nada más que tirarse sobre sus sábanas y no despertar hasta el día siguiente.

—¿Qué? —refunfuñó—. ¿Dónde está Louis? No lo habrás hecho sentir incómodo, ¿verdad?

A Gemma no le dio tiempo de contestar, porque Harry ya estaba subiendo las escaleras en dos en busca de él. Por supuesto, él podía escucharse desde el pasillo del segundo piso, tarareando una melodía desconocida, y Harry ya podía imaginarlo recostado sobre la mecedora con Tristán sobre sus brazos. Sin embargo, la escena fue diferente cuando estuvo dentro y Louis le dio la espalda con la mirada hacia la ventana.

—Es muy tarde —le dijo con un suspiro escapando—. No deberías irte.

Louis no respondió como Harry pensaba. Permaneció en silencio, dejando de tararear y dedicándose nada más a moverse de un lado a otro con el bebé en sus brazos.

—Lamento no haber avisado que saldría. —Volvió a intentar, arrugando el entrecejo cuando él siguió en el mismo lugar—. Fue una emergencia. Deberías darme tu...

Louis se giró y dejó el bebé en la cuna. Lo acomodó con el rostro brillando gracias a las luces de la calle, entrando por la ventana abierta. Los colores resplandecían en su piel como luces de diferentes colores, y Harry no lo reconoció por unos segundos hasta que se enderezó y comenzó a hablar.

—Tengo que irme —dijo en voz baja, pese a su dura expresión—. Mañana regresaré —dijo a la defensiva, como si se tratase de algún reto.

Harry se quedó con la boca abierta, dejándolo pasar a su lado con la confusión presente en su cabeza. Era algo en lo que nunca había sido bueno. Los momentos llegando de la nada y chocando contra su rostro era algo que no sabía manejar. Ella siempre era quien hablaba sin que Harry tuviera que preguntar, sentándose sobre su regazo y charlando por horas de lo que sentía o sobre cualquier cosa que quisiera. Harry nunca tuvo que preguntar sobre qué estaba mal.

Harry nunca tuvo que correr detrás de ella.

—Estuvo buena la comida, Louis —Gemma decía ya cuando Harry había vuelto a bajar la escalera.

Louis ya estaba en el marco de la puerta, serio y con las manos cruzadas sobre su pecho. No miraba a Gemma mientras esta le hablaba, y no vio a Harry cuando él llegó con las palabras en la boca, sin saber cómo vomitarlas.

—Nos vemos mañana —susurró sin más, cerrando la puerta detrás de sí y desapareciendo, no tan lento como lo hizo su olor. Se podía sentir todavía alrededor y fue lo que hizo a Harry quedarse callado, lleno de preguntas y con las manos quietas a los costados de su cuerpo.

Cuando no quedó nada de él, el ojo de Harry comenzó a temblar. La mano helada de Gemma sobre su mejilla no hizo más que alentarlo a abrir la puerta, esperando verlo aún allí y descubriendo que ni siquiera su sombra se había quedado para dar crédito a lo que Harry había visto en sus mejillas y en el resto de él.

—Tenía...

—¿Tenía una gran maravilla de marcas en su rostro? —Gemma dijo por él—.

¿Sigues tardando en procesar todo lo que ves o solo eres tú siendo un idiota justo ahora? Mira, me da igual ya. Tenemos que hablar de...

Harry parpadeó a la oscuridad de la acera de su casa, sintiendo sus hombros caer como escombros a sus pies. No le quedó más que cerrar la puerta y recostarse sobre la misma con el dolor de cabeza martillando sobre él.

—No me estás prestando atención —Gemma reclamó.

—¿Qué le pasó? —preguntó a la nada—. Tenía la cara... ¿Qué fue lo que le pasó?

Gemma volvió a colocar su mano sobre la mejilla de Harry, no ayudando demasiado a traerlo de regreso al mundo real. Seguía sintiendo como los rayos de luz golpeaban hacia sus ojos, cada marca teniendo una luz propia que quería ser vista. Y Harry ni siquiera había visto todo...

—Harry, tenemos que hablar.