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Era domingo, alrededor de las cuatro de la tarde y se encontraban jugando un fútbol 5, se suponía que estaban en un entrenamiento, pero para ese punto solo estaban boludeando entre ellos, queriendo ganar de igual manera.
Faltaban solo cinco minutos para terminar y el equipo en el que se encontraba Garnacho estaba ganando, con el marcador fijado en un 3 a 2. Los dos goles de Messi y el de Lautaro, y en el otro equipo de Nahuel y Julián. Alejandro se encontraba contento, emocionado de finalmente haber sido convocado y muy nervioso por los partidos para los que faltaba cada vez menos. Sabía perfectamente que como eran amistosos el resultado no iba a tener una presión real, pero todos sabían que estaban obligados a ganar de todos modos, y el madrileño ansiaba con todas sus fuerzas su primera victoria vistiendo la celeste y blanca con la selección mayor.
Hubiera sido todavía mejor de haber podido jugar con Lisandro en el campo, pero desafortunadamente este no había podido ir debido a su lesión. Garnacho se había puesto muy triste cuando el mayor lo había invitado un día a su casa y mientras que esperaban que llegara la comida que habían pedido, le explicó que para cuando se jugaran los amistosos él no iba a estar del todo recuperado. En si la lesión había sido una desgracia por haberle hecho perderse tantos partidos del club, pero el hecho de que Alejandro jugaría con la selección mayor por primera vez y Lisandro no iba a poder estar ahí con él, logró que unas pequeñas lagrimitas se formaran en sus ojos. Sabía que podía hacerlo solo, pero conocer finalmente a todos sus compañeros lo tenía sumamente nervioso, se sentía más seguro sabiendo que el argentino estaría ahí para ayudarlo, pero ya no más.
El defensor lo abrazó contra su pecho mientras le acariciaba el pelo.
— No te preocupes, bichito, les vas a caer re bien. — Ale logró tranquilizarse un poco pero de igual manera solo se acurruco más contra el mayor.
— Te voy a extrañar igual. — El contrario le dejó un beso en el pelo
— Me imagino, si no podes estar dos días sin verme que ya me llamas y pones cara de perro mojado. — El menor se quejó débilmente mientras que golpeaba suavemente el pecho del mayor cuando lo escucho reírse — Te estoy jodiendo, gordo. Yo también te voy a extrañar.
Pero volviendo a los amistosos, Cristian jugaría en lugar de Lisandro, y eso lo alegraba también.
Lisandro los había presentado hace algunos meses después de un partido del United contra el Tottenham. Garnacho había estado extremadamente nervioso de conocerlo porque era una persona importante para Martínez y a él le daba pavor no caerle bien al otro argentino. No lo culpen, porque si bien el defensor siempre hablaba de su amigo como si fuera muy gentil y cariñoso, realmente aparentaba ser un hombre serio, y a Ale le daba un poco de miedo arruinarlo. Pero cuando se conocieron Cuti fue muy amable con el menor, pudiendo notar perfectamente lo nervioso que estaba por conocerlo.
Fue gentil y lo trato con un cariño que al madrileño lo mareó un poco, pero quedó totalmente encantado.
No habían quedado en contacto después de eso, pero ahora que Alejandro había sido convocado para los amistosos, le daba cierta tranquilidad saber que el mayor estaría ahí.
Lo que Garnacho desconocía era la conversación que había tenido Lisandro con Cristian unos días antes de que este último viajara para la concentración. Ambos estaban cada uno en su casa disfrutando de las vacaciones luego de terminar la temporada, y habían hecho una videollamada para ponerse al tanto de cómo le iban las cosas al otro. Cuando empezaron a tocar el tema de los amistosos, Lisandro le pidió que cuide al menor, obviamente sin decirle nada al chico en cuestión, porque sabía perfectamente qué le diría que ya no era un niño y que se podía cuidar solo.
Y era cierto, y Lisandro lo sabía, pero de todos modos no podía evitar preocuparse por él en todo momento, y ahora que no podrá estar ahí con ellos, lo dejaba más tranquilo si el menor tenía a Cristian.
El partido finalizó en empate después de que un cabezazo de Enzo terminara en gol, en medio de risas y charlas todos comenzaron a caminar hacia los vestuarios para poder ducharse y volver al hotel. En medio de la secuencia mientras todos se arreglaban antes de subir al micro, Cristian noto como el menor siempre se quedaba atrás del grupo sin hablar con nadie. Una vez todos arriba del vehículo, el defensor camino hasta los últimos asientos donde se encontraba Ale, sentado solo mirando por la ventana mientras escuchaba música con unos auriculares.
Se dejó caer en el asiento junto a él viendo como este se giraba y lo miraba confundido. El cordobés le pasó el brazo sobre los hombros y lo tiró un poco contra su cuerpo, en un medio abrazo. Garnacho a pesar de estar confundido por el abrazo se apoyó contra el costado ajeno, aprovechando inconscientemente el contacto para recibir más mimos. El defensor lo noto y lo apretó mas contra si mientras que le acariciaba el brazo
— ¿Cómo vas, Garna?
— ¿B-bien? — El delantero no entendía de dónde salía esa pregunta.
— ¿Enserio? Porque te vi un poco distante después del entrenamiento. Se que no es lo mismo que con Licha, pero sabes que podes hablar conmigo de lo que quieras ¿verdad? De cualquier cosa. — El rubio sintió que el pecho se le calentaba mientras que sus mejillas seguían los mismos pasos. Asintió con la cabeza sin moverse del abrazo conforme una pequeña sonrisa se le formaba en la cara. — Entonces ¿pasó algo? — Su mano apretó suavemente su brazo.
— No no, para nada, solo estoy un poco cansado, eso es todo.
— ¿Seguro?
Solo recibió otro asentimiento como respuesta. Cristian no estaba muy seguro de si era verdad, pero no quería presionar mucho al otro, así que se acomodo más sobre el asiento sin soltar a Alejandro, notando como este solo se acomodaba con él. No pasó mucho antes de que el menor se quedara dormido, y Cristian lo siguió momentos después.
Horas más tarde se encontraban en la habitación que compartían De Paul y Otamendi, algunos jugando a la play y otros jugando una partida de truco. Ale todavía no sabia muy bien cómo jugar pese a que Lisandro había intentado explicarle varias veces, pero cuando trato de negar la invitación por parte del número 13 para en su lugar irse a dormir, el Cuti lo había arrastrado hasta sentarlo a su lado diciendo que ya era momento para que aprendiera. Romero consideraba que era también otra manera de que conectara más con el grupo, además de que así lograba pasar más tiempo con el menor. Compartir habitación no le parecía suficiente.
— Envido — dijo Enzo que se encontraba del otro lado del defensor y era del equipo contrario. Cristian captó el asentimiento por parte de Molina para indicarle que aceptara el envido, pero de todas formas se movió para mostrarle sus cartas a Ale.
— ¿Vos qué decís, Garna? ¿Vamo’ o no vamo’? — El delantero tardó unos segundo para poder calcular cuánto era la suma de las cartas antes de mirar al mayor y asentir levemente con la cabeza.
— Bueno, entonces. Quiero.
— 29.
— ¿Cuánto tenemo’ nosotros, Ale?— Recibió un “31” susurrado en el oído, y mientras que lo cantaba, le pasó el brazo por los hombros al rubio y le guiño un ojo a Nahuel por haber ganado el envido.
Ganaron también esa partida, alentando al grupo de Cristian a burlarse un poco de Enzo, Rodrigo y Alexis diciéndoles que aprendieran a jugar mejor.
Decidieron jugar una segunda partida como revancha. Todo transcurría bien, y según iban pasando los minutos Alejandro se sentía cada vez más relajado, así que comenzó a soltarse y a hablar más con el resto de los chicos.
Para Romero era muy evidente como el menor al dar entrevistas, sobre todo el último tiempo trataba de que al hablar se notara lo menos posible su acento español. Jamás había mencionado nada al respecto, pero en el fondo quería decirle al más chico que no tenía que preocuparse por eso, que él como hablase no lo iba a hacer menos argentino. Así que cuando escuchó como Garnacho soltaba comentarios sin esforzarse en cambiar su forma de hablar se alegró de conseguir un ambiente en el que el delantero se sintiese seguro.
En un momento el rubio comenzó a hablar sobre algún suceso del entrenamiento cuando entre sus palabras se le coló una frase similar a un “como juegas, tío”, Cristian no podía recordarlo muy bien.
Garnacho pareció darse cuenta de ello apenas terminó de decirlo, y Cristian quería decirle que no tenía nada de malo que hablase así, que no tenía que cambiarlo por ellos, pero se vio interrumpido cuando Rodrigo soltó una risa.
—¿Has visto a ese tío? Es flipante. — De Paul solo estaba jodiendo, y todos sabían que no había una mala intención detrás de eso, pero Romero quería hacer que cerrara el orto.
Leandro estiró la mano y le dio un fuerte zape en la nuca ganándose un “ay” por parte del afectado.
— Rodri, cerrá un poco el orto. Andá, dale.
Los demás soltaron una risa por esa interacción y siguieron con el juego, pero Romero noto inmediatamente el cambio en Alejandro. Cuando el otro argentino le hizo la joda un fuerte color rosa le invadió los cachetes, y después de eso se encogió en sí mismo contra el defensor y se quedó callado.
La ronda siguió, y por más que el cordobés intentó que el menor volviera a sentirse cómodo este se mantuvo en silencio, sin despegarse de su costado. Siguieron jugando y volvieron a ganar, mientras que Cristian se ensañaba en dedicarle al número siete de la selección su mejor cara de orto.
Después de esa partida romero se llevó a Garnacho de vuelta a la habitación compartida porque notaba que el ánimo de este no cambiaba, y no quería que se quedase si no la estaba pasando bien
— No le des bola al boludo de Rodri. — Vio que el contrario asentía con la cabeza sin dejar de mirar al piso, caminando con los brazos alrededor de su cuerpo, como abrazándose a sí mismo — Es medio jodón, pero no lo dice con mala intención. — Al no recibir respuesta siguió hablando. — ¿Sabes que no tenés que cambiar tu forma de hablar por nosotros, no? Podes hablar como quieras Ale.
El madrileño levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, como sorprendido de que el otro notara que trataba de no dejar salir su acento. Cristian le dio una sonrisa suave, acompañada de uno de sus característicos tirones de pelo.
Y creyó que estaba todo bien y que Garnacho estaba mejor, hasta que cuando llegaron y entró al baño mientras Romero se preparaba para dormir. Este último creyó escuchar un pequeño sollozo proveniente del otro cuarto, seguido de silencio. Cuti pensó que tal vez había sido otro ruido y que él se había imaginado lo demás, pero de todos modos caminó hasta la puerta del baño para golpear suavemente dos veces.
— ¿Ale? ¿Estás bien? — La respuesta tardó en llegar, pero lo hizo.
— s-sí, no te preocupes, se me cayó algo.
Cristian estaba muy seguro que eso no podía ser de ningún modo el sonido de un objeto cayéndose, pero tampoco quería incomodar al rubio así que dijo un “bueno”, en un tono de voz que dudaba se escuchase desde el otro lado mientras se iba a su cama pensando en cómo podía ayudar más al más chico.
Al día siguiente siguieron todos con las rutinas de entrenamiento y luego de cenar varios de los jugadores se encaminaron nuevamente hacia la habitación designada como punto de reunión. Cristian estaba parado en la puerta del comedor mientras buscaba con la mirada a Garnacho, pero no había rastro del rubio.
— Che, lean ¿viste a Garna? no veo en ningún lado acá.
— Ni idea hermano, creo que Moli dijo algo de que se iba a ir a dormir.
Romero frunció el ceño confundido ¿Por qué el menor se había ido sin decirle? Se suponía que hoy le iba a seguir enseñando a jugar bien al truco. Pensó que tal vez solo estaba cansado y que probablemente debería dejarlo tranquilo para que pudiese descansar, pero la inquietud por el bienestar del menor que había estado acumulando los últimos días lo impulsaron a caminar hasta su habitación para asegurarse que todo estuviera bien.
Al llegar no toco la puerta, ya que era su habitación también, pero sí la abrió con cuidado tratando de hacer el menor ruido posible. Dentro del cuarto estaban las luces apagadas, pero gracias a los faroles de afuera Cristian pudo distinguir la silueta de Alejandro en la cama. Podría haberse ido, ya habiendo confirmando que el menor se había ido a dormir, pero noto entonces como el cuerpo más pequeño temblaba levemente antes de escuchar el primer hipido.
Se quedó paralizado la puerta sin saber muy bien que hacer ¿debería dejarlo solo? Quizás solo necesitaba estar sin compañía unos ratos, pero la presión en el pecho que le generó escuchar los llantos de Alejandro le impidieron irse.
Cerró la puerta y caminó hasta la cama, quedando frente a la espalda del menor. Se sentó con cuidado en el espacio restante de la cama y llevó una de sus manos al costado del rubio mientras que con la otra mano prendía la lámpara de la mesa de luz. El toque logró que Garnacho se sobresaltara, girando la cabeza rápidamente para mirarlo desde debajo de las mantas.
— ¿Qué pasó, Ale? — dijo suave mientras movía su mano dejando caricias sobre las frazadas que cubrían al menor. El madrileño sacó las manos de entre las mantas para limpiar las lágrimas de sus ojos, tratando inútilmente de disimular su estado.
— N-no, nada. No pasa nada, estoy bien. — Su voz sonó más temblorosa al terminar de pronunciar la oración
— Esta bien si queres llorar, chiquito. Llorar hace bien. Pero no podes guardarte las cosas que te pasan si te están haciendo sentir mal. — Hizo una pausa viendo como los ojos contrarios se ponían llorosos otra vez. — Podés hablar conmigo lindo, pero si no te sentís cómodo también podes-
— ¡No! No. — dijo abruptamente el rubio— Si me siento cómodo contigo, es solo que… no es, no es nada importante.
— Ale, — dijo firme Cristian — es importante si te pone triste.
Garnacho lo miró a los ojos mientras que se sonrojaba levemente. Asintió suavemente con la cabeza, cediendo y dándole la razón al mayor. Romero lo ayudó a sentarse mejor y se apoyó contra la cabecera, viendo como el defensor se acomodaba a su lado y pasaba uno de sus brazos por sus hombros.
— ¿Qué pasa entonces, bichito? — Ale se sonrojó todavía más, sabía que muchas personas lo llamaban así en redes sociales, y Lisandro le decía así a veces, pero que lo dijera Cristian, mientras que lo abraza le frotaba cariñosamente la mano contra su brazo, lo ponía nervioso.
— Es solo, yo… extraño a Lisi— inmediatamente después de decirlo se corrigió— a Lisandro. — Romero sonrió, si bien él mismo a veces jodía a Lisandro con ese nombre, se moría de ternura con el menor llamándolo así.
— ¿Sí? — Preguntó suave.
— S-se que es tonto, — su vos se comenzó a escuchar temblorosa — pero se suponía que iba a estar aquí con nosotros… Y también extraño mi casa, y en realidad disfruto mucho estar con todos ustedes, y estar entrenando con la selección mayor es un sueño, pero… No pensé que me sentiría así. Y siento que no encajo, se que los demás no se ríen de como hablo de verdad, pero de todos modos me hace sentir, no lo se, un poco ajeno a todos los demás.
Cristian iba a matar a Rodrigo sin lugar a duda.
Para ese momento el rubio estaba llorando de nuevo, se sentía tan tonto e infantil llorando por cosas como estas.
Cuti llevó su mano hasta la mejilla ajena, acariciándola mientras le secaba las lágrimas y con su brazo lo apretaba más contra sí.
— Quiero que me prestes atención, amor. No es tonto que te sientas así, de ningún modo. No tiene nada de malo que hables así, y no deberías esforzarte en hablar de otra manera. Las primeras veces siempre cuestan, y entiendo que sea más difícil para vos si no está Licha, pero ya te vas a adaptar, no te tenés que preocupar por eso. Además, me tenés a mi acá. — Dijo antes de dejarle un beso en la frente.
Vio como Ale se ponía más colorado pero no dejaba de mirarlo a los ojos. Entonces le dejó otro, esta vez en el cachete, y después otro y otro más. Garnacho se sintió tan cuidado, dejándose besar por el mayor. Solo podía pensar en lo cariñoso que estaba siendo con él y lo feliz que eso lo hacía.
Los besos del defensor rozaron el borde de sus labios, y al no recibir oposición el siguiente beso fue directamente hacia allí. Cuando Garnacho sintió los labios del cordobés sobre los propios, pensó que su cerebro se derretía por lo bien que se sentía. Fue un beso lento y largo, amoroso, donde Cristian quería transmitirle todo el cariño que le tenía.
Hasta que Alejandro rompió el beso de forma abrupta, alejándose mientras lo miraba con sus grandes ojos marrones que rápidamente se volvieron a llenar de lágrimas.
— no — susurró — no no no. — Alejandro se tapó la cara con las manos mientras pequeños sollozos salían de sus labios.
— Ale, amor ¿Qué pasa? ¿no te gustó? Podemos no hacerlo más, gordo. No te preocupes ¿Qué pasó? — El contrario negó con la cabeza mientras tartamudeaba un:
— s-si me gusto
— entonces cuál es el problema
— Licha se va a enojar conmigo — Romero lo miró confundido sin entender por qué Lisandro se podría enojar con el menor.
— De qué hablas chiquito, Licha no…
— ¡Ya no va a quererme cuando se lo diga!
— ¿Cuándo le digas qué, amor? ¿Qué nos besamos? — Recibió un asentimiento tembloroso como respuesta.
— No va a hablarme más, Cris
— Ay, Ale. Lisandro no se va a enojar, gordo Te lo prometo. — Pero el otro estaba convencido de que Lisandro estaría furioso, o peor, decepcionado de él. Cómo podía ser que pasó unos días lejos y ya había besado a otra persona. Cristian no sabía cómo tranquilizar al menor, nada parecía servir. — Mira ¿Qué decís si lo llamamos y le explicamos juntos lo que pasó, mmh? — Se tranquilizó al ver el asentimiento, dudoso, pero asentimiento al final, del otro chico.
Romero terminó sentado contra el respaldar de la cama con Garnacho sentado a su lado, acomodado para que sus piernas descansan sobre los muslo del cordobés, que tenía una mano envuelta en su espalda, acurrucándolo contra sí mismo mientras esperaban a que el oriundo de Gualeguay atendiera la llamada
— Cuti — saludó alargando la última letra mientras miraba a la cámara con una sonrisa — ¿todo bien, hermano? — Sonrisa que se borró al ver que del otro lado estaba un Alejandro que parecía estar llorando— ¿Ale? ¿Todo bien, bichito? ¿Qué pasó qué estás llorando? — Su preocupación no hizo más que aumentar cuando lo vio negar y esconder el rostro en el pecho del cordobés— ¿Está todo bien, Cris? ¿Qué pasa?
Y Cristian pasó a explicarle la situación.
Lisandro estuvo unos buenos 15 minutos tratando de que el más chico entendiese que no estaba enojado, que no se enojaría, que lo seguía queriendo y que, bajo ningún punto de vista, iba a dejarlo.
Una vez lograron entre ambos defensores que el más chiquito dejase de llorar y se tranquilizara, no perdieron tiempo en llenarlo de mimos. O bueno, Cuti hacía eso, dejando besos fugaces en su frente o sus cachetes, mientras que finalmente lo dejaba sobre su regazo y Garnacho se acurrucaba más contra el cordobés, a la vez que Licha le decía lo lindo y bueno que era y todo lo que lo querían, por el celular.
Cristian y Alejandro se besaron de nuevo, aunque esta vez fue solo un pico. Garna lo miro a Lisandro cuando se separaron.
— Te extraño mucho. — dijo en un lloriqueo.
— Ya lo sé, amor, ya falta poco para que nos veamos de nuevo. Vos enfocate en disfrutar ahí ¿sí? Se cuanto lo estuviste esperando.
El otro asintió mientras se acomodaba más sobre el mayor, dejando un besito en su mandíbula antes de apoyar la cabeza en su hombro mientras que los mayores empezaban a hablar entre sí en voz baja. Garnacho empezó a dormitar tratando de que no se le cerraran los ojos.
No fue una sorpresa para nadie cuando dos días después la puerta de su habitación se abrió y por ella ingresó el número veinticinco de la selección, que caminó en silencio hasta la cama antes de tirarse sobre los otros dos chicos y llenarlos de besos.
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Día antes del partido contra indonesia
Cuti y Garnacho estaban hablando mientras se pasaban la pelota después de terminar un entrenamiento, hasta que Cristian la frenó con el pie y le empezó a hablar a Alejandro con una sonrisa.
— Bueno, Ale, llegó el momento de que aprendas esto para estar preparado. — el rubio lo miró con el ceño fruncido sin entender de qué hablaba — Vos no vas a necesitarlo tanto porque sos delantero, pero siempre se puede presentar la oportunidad.
— No te estoy siguiendo, Cris.
— Hoy te voy a enseñar a despejar
— Yo sé despejar.
— Si bueno, te voy a enseñar a hacerlo mejor.
Así que se pusieron en ello, aunque el rubio no estaba muy seguro de si era necesario decidió seguirle el juego. Romero le explicó que tenía que tener cuidado con qué parte de la pierna golpear, es decir, no tenía que golpear la pierna en primer lugar, pero llegado el caso… bueno, hay veces que uno no puede evitarlo ¡No era a propósito! Por lo menos la mayoría de las veces.
— Bueno ¿Entendiste como tenés que hacerlo?
— Si, creo que lo tengo bastante claro ya.
— Genial, pero antes de terminar vas a tener que verlo en directo, así que… a ver, esperame. — Acto seguido se acercó caminando hasta estar a unos metros de Dybala, que tenía una pelota bajo uno de sus pies mientras revisaba su celular. Miro hacia donde estaba Ale y alzó ambos pulgares antes de empezar a correr hasta su otro compañero y simular que despejaba la pelota que tenía controlada, logrando que Paulo se sobresaltase y le regale una variedad de puteadas que Garnacho trató de acordarse para más tarde mientras rompía en carcajadas con la interacción de los dos cordobeses.
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