Chapter 1: Descargo de responsabilidad
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Descargo de responsabilidad; 1 junio del 2023. Actualizado en fecha. Próximo a ediciones.
[Contenido]
Esta obra, se ha creado con la mera y única intención de entretener, mostrando escenarios FICTICIOS provenientes de la mente y la imaginación del autor.
Es necesario recalcar que, claramente, nada de esto es real, es simplemente una historia ficticia que no busca ofender, denigrar o manchar la imagen de las estrellas aquí mencionadas; el contenido se ha hecho con todo el respeto posible, manteniendo en claro el hecho que, como sea que las personalidades sean retratadas aquí, no es la imagen real de la persona física.
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
La narrativa presentada, al igual que todos y cada uno de lo elementos aquí mostrados son pura ficción. Es su decisión el que creer.
[Trigger Warning]
El siguiente producto contiene temas potencialmente delicados para ciertas personas tales como manipulación, toxicidad en una relación, amenazas, TCA, intentos de suicidio, pensamientos suicidas, abuso sexual, abuso físico/verbal, etc, que pueden suponer algún tipo de impacto emocional, especialmente si usted ha experimentado algo similar en el pasado.
Por lo tanto, si alguno de los siguientes temas es un detonante o un tema no apto para usted, se sugiere no continuar. Sin embargo, si decide seguir leyendo, es bajo su propio riesgo.
Por favor, elija la opción que más le favorezca; mantengase cómodo y a salvo.
Si la obra no es de su agrado, está en todo su derecho de retirarse y dejar de leer. Toda critica constructiva, opinión o recomendación son aceptadas con gusto siempre y cuando se hagan con buenas intenciones, evite dejar comentarios de odio u hostigantes. Todo comentario con intenciones negativas será ignorado.
[Derechos de autor]
No se permiten copias, adaptaciones ni traducciones sin mi autorización. No está permitido el plagio bajo ningún motivo, siendo este bueno o malo. Seamos amables con lo ajeno, respeten mi trabajo.
Gracias por leer. Bienvenido, espero que la historia sea de tu agrado.
El descargo de responsabilidad puede editarse en un futuro.
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Vivir, sentir, jurar, fallar.
Sergio sabía perfectamente lo que era. Como se sentía.
Vivió tantas experiencias que hasta el día de hoy se le hacía casi irreal. Sintió distintas emociones. Juró miles de cosas. Y claramente falló muchísimas veces.
11 años de carrera y sus títulos podían ser fácilmente contados con los dedos de una sola mano. Era triste, pero él sabía manejarlo.
Simplemente el tratar y fallar se había vuelto cansado para el mexicano, se veía sonriente e incluso se dio la libertad de mandar un mensaje sobre "nunca darte por vencido" a todos aquellos que buscaran darse un lugar en el mundo y seguir sus propios sueños.
Pero, ¿acaso él podía seguir intentando no darse por vencido?
De todas maneras, en lo ultimo que Checo podía pensar era en algo triste, no cuando estaba ahí situado en su gloriosa realidad con un trofeo en manos y un ambiente de fiesta entre los miembros del equipo de Red Bull quienes algunos al igual que él estaban empapados de pies a cabeza gracias a la reciente celebración.
Con su tan amada bandera nacional sobre sus hombros, no pudo evitar soltar una risilla tonta mientras su pecho se contraía entre cosquilleos producto de su dicha. No podía estar más agradecido con la vida y por supuesto que tampoco con todo aquel miembro del staff quienes dieron lo mejor de ellos; porque eran un equipo y esa victoria no era solo suya.
En fin, ¿qué podría ir mal?
Nada, absolutamente nada.
—¿Han visto a Max?
Pregunta, tan casualmente a los pocos miembros de Red Bull que aún quedaban ahí, que al igual que los demás ya pasaban a retirarse, mientras titiritaba levemente; era mayo, no hacía mucho frío y de hecho varías ráfagas de viento agradable hacían mover las olas del mar, pero Sergio siempre había sido una persona bastante sensible a las "bajas" temperaturas.
—No.—Le responde uno de ellos, mientras alza sus hombros sin tener realmente ni una idea sobre el piloto neerlandés.—De hecho, no lo he visto desde que bajaron del podio.
Sergio, pensativo, trazó una linea recta con sus labios; ¿Max no había estado en la celebración?
—Bueno, gracias de todas maneras.—Agradeció, sintiendo su estado de animo bajar un par de escalones.—Nos vemos en Baku.
Levantó su dedo pulgar, acompañando su gesto con una gran sonrisa. Los otros dos sonrieron, contagiados por la actitud de Pérez; el mexicano era agradable, o al menos la mayoría lo pensaba.
—Felicidades, otra vez.
Felicitó uno de ellos, palmeando su espalda, una ultima vez antes de seguir su camino junto su compañero. Sergio sonrió por la acción y a la distancia se despidió con un animado movimiento de mano, las felicitaciones le habían caído por montón y extrañamente eso lo hacía sentir tan bien.
Aún así y al ver que ya la mayoría se había retirado, no pudo evitar soltar un suspiro al pensar en que probablemente Max se había perdido de la tradicional celebración del equipo cuando uno de los pilotos ganaba una carrera. Checo siempre estaba en cada una de las victorias de Verstappen, pero, ¿porqué él no podía hacer lo mismo por él?
Sacudió la cabeza, alejando aquellos pensamientos acusatorios hacía su compañero, seguramente había ocurrido algo y por ello tuvo que pasar a retirarse.
Porque Max le había prometido estar ahí para él y él también le había prometido lo mismo después de un encuentro en la habitación del neerlandés hace un año, casi cuando Pérez recién había entrado a la escudería azul.
—¿Pero tú qué haces aquí todavía?—Escuchó a sus espaldas, sacándolo de sus pensamientos.
"Max" Checo pensó, de repente desbordando felicidad.
Sin embargo, al estar tan metido en sus propios pensamientos, no notó aquel dialecto madrileño con el que él le habían hablado, sabiendo de inmediato que no se trataba de Verstappen y tirando toda aquella pizca de esperanza al caño una vez que se dio la vuelta.
Pero no podía estar triste, no cuando vio a Sainz mirándole desde una corta distancia.
—Ando pensando.—Mintió, pero no del todo.—¿Y tú que andas haciendo por aquí?
Preguntó de vuelta, con una gran sonrisa.
—Pues nada.—Alzo los hombros, dando un par de pasos con lentitud hacía donde el mexicano estaba.—Viendo el paisaje.
Sergio soltó una risilla, seguida de otra por parte del español quien dejó de lado sus pasos desinteresados para pasar a correr hacía su amigo. Lo atrapó entre sus brazos, casi causando que el mexicano tirara su trofeo, pero fue lo suficientemente rápido para abrazarlo contra su pecho antes de que Carlos, aprovechando los centímetros que decoraban su diferencia de estatura, hiciera lo mismo.
—¡He venido a felicitarte, tío!—Respondió, zarandeando el cuerpo del mexicano de aquí a allá.—¡Felicidades!
—Gracias, gracias, gracias.—Repitió sin dejar de lado su dicha, aun que estuviera algo ahogado por los brazos del otro que lo apretaban como un peluche y lo privaban de una correcta respiración.
Las muestras de amor por parte de Carlos no eran muchas, casi siempre prefería demostrar su cariño con un zape o despeinando el cabello, pero aquella especial ocasión claramente sería una gran excepción.
No eran necesarias mas palabras, o al menos para ellos, eran mejores amigos y desde hace tiempo sabían entenderse perfectamente aún sin palabras de por medio; aún que Sainz no dijera nada más, Pérez sabía que el español estaba igual de emocionado que él, incluso como si fuera el mismo quien hubiera ganado el premio.
La amistad Pérez-Sainz se había concretado de una manera extraña: prácticamente, al momento de conocerse y notar que ambos hablaban el mismo idioma (además de Fernando) se refugiaron el uno en el otro, y lo demás es historia.
Crecieron, cambiaron. Aún así, jamás se separaron.
—Oye, Carlos.—Pérez habló, después de que Sainz frotara su nariz en su cabello.—¿Tú no has visto a Max?
Oh no.
Sainz, aflojando de repente su agarre, arrugó la nariz, sintiendo cómo su día soleado se nublaba al instante al escuchar la sola mención de Verstappen.
Max Verstappen, el estupido niño blanco berrinchudo que traía a su mejor amigo comiendo de la palma de su mano. Como le desagradaba.
—Probablemente haciendo berrinche porque no ganó.—Respondió. Parecía una broma, pero estaba siendo totalmente sincero.—Quedó tercero, demasiado humillante para un Verstappen.
Rodó los ojos.
Checo frunció el ceño al escuchar esas palabras salir de la boca del español. Mientras aún sostenía su trofeo, empujó al otro lejos de él, no fue brusco pero tampoco lo suficiente delicado para que Sainz pasara por alto su evidente molestia.
Pero Carlos ya se lo veía venir.
—No digas esas cosas sobre él.—Le defendió, mostrando su enfado en su rostro fruncido y achatado.
—No sabía que ser sincero era un pecado.—Cruzó sus brazos, defendiendose.—Tío, que ese no está aquí porque no ganó, si no, otro gallo cantaría.
Intentó nuevamente, queriendo sinceramente hacer que su amigo abriera los ojos. Checo defendía a Max como el neerlandés defendía sus títulos, cosa que hacía enfadar a más de uno debido a la terquedad del pecoso.
Yuki se lo había dicho antes y había sido claro, "pareces tonto", dijo, y todo mundo estaba de acuerdo con él.
Pero Pérez sabía que su rechazo hacía Verstappen era más que nada por la apariencia y sus actitudes deportivas, pero ellos no conocían al Max que él conocía.
—Todos dicen eso de él.—Contraataca, en busca de defender a su pareja.—Ustedes no-...
—No lo conocen como yo lo hago.—Ambos dicen al unísono. Carlos en un tono un poco más agudo y claramente burlón.
El mayor de ambos soltó un respingo gruñón mientras cruzaba los brazos, no le gustaba que lo arremedaran. Pero Sainz ya había escuchado aquella excusa tantas veces que le era imposible no repetir cada oración del mexicano con exactitud.
—Pues ya te la sabes.
Sé defendió, aún indignado por haber sido arremedado.
Si tan solo los demás pudieran ver al Max que él conoce.
Carlos suspiró, resignado al recordar que era imposible que el mexicano cambiara de parecer.
Porque ya había sucedido antes, siempre sucedía de hecho e incluso se había convertido en una rutina exhaustiva desde hace tiempo; Carlos (o realmente cualquiera que tuviera ojos) decía algo negativo sobre Verstappen, Pérez de inmediato saltaba a defenderlo y la pelea no tardaba en abrirse paso entre los presentes.
Todos los amigos de Sergio habían tratado hasta el cansancio que el mexicano abriera los ojos, pero ninguno lo había logrado.
Aún así, Sainz jamás se daría por vencido; porqué a pesar de todo lo que Checo pensaba, él también conocía a Max lo suficientemente bien como para adivinar todas sus jugadas antes de que siquiera pudiera mover la mano. Había sido su compañero y aprendió demasiado en esa época, no quería que su amigo resultara herido.
Y aún que el español pudiera estar todo el día ahí parado, e incluso hacer una presentación de power Point de 300 diapositivas para que su amigo por fin se diera cuenta, decidió dejarlo por la paz debido a que ese día debía de ser totalmente especial para el mexicano.
Debía de espantar las nubes que amenazaban con llover en su desfile, no provocarlas.
"No le des una hostia, no le des una hostia. Es tu amigo, son amigos. Lo quieres" pensó, cerrando los ojos y tomando cortas respiraciones, canalizando toda la paz que su cuerpo era capaz de almacenar.
Una vez más tranquilo (según), abrió los ojos y sonrió, luciendo más sombrio que amigable.
—No lo he visto, Checo.—Respondió, retomando la primera pregunta que el mexicano le había hecho, como si la "disputa" de hace unos segundos jamás hubiese existido.—No lo he visto.
Sergio alzó las cejas, incluso inclinó su cuerpo un par de grados hacía atrás, temiendo que Carlos de la nada explotara al retener tanto odio interno.
—¿Okay?—Dijo, alargando la "O" en claras señales de duda y un poquitito de miedo adicional a la receta.
Carlos, con una sonrisa que hacía relucir sus dientes, asintió sin decir nada más.
Inmediatamente volvió a atraer al confundido mexicano hacía el, aplastandolo un poco antes de separarse; Checo no se quejó, porque temía que si decía palabra alguna el otro definitivamente explotara en pequeños pedacitos de Sainz.
—Vale, me piro. Felicidades, Chequito, te mereces esto y mucho más.—Se despidió, un poco de prisa.—¿Hablamos más tarde?
—Tu sabes que si.—Respondió el mexicano, sonriente.—¿Que harás hoy, que te vas tan rápido?
Denotó el otro. Dejando de lado la tragedia, era raro que Carlos deseara despedirse tan rápidamente.
—Iré a comer con Charles.—Checo alzó las cejas. Ingasu.—¿Porqué? ¿Queréis ir?
Ofreció, con la esperanza de que dijera "si" y abandonara toda idea de querer seguir en buscando a Verstappen. Pero su invitación fue exageradamente rechazada, con un Sergio negando con rapidez, e incluso sus manos se movían de un lado al otro dejando muy en claro que no quería interrumpir en la cena de los chicos Ferrari.
No porque no quisiera, si no porque no debía.
—No quiero ser mal tercio.—Dijo, esperando a que Carlos reaccionara.—Ve a tu cita, andale. Yo iré a hacer algo con Max.
Sonrió, dandole una pequeña ayudadita a Leclerc.
Porque conociendo a Carlos, seguramente no había captado la indirecta.
—¿Cita?—Sainz miró hacía un costado, totalmente confundido.—De repente se te va la pinza.
—Abre los ojos, Sainz.
Checo se burla, casi riendo.
—¿Ah, queréis que hablemos sobre chavales que no abren los ojos?—Amenazó.
—A ver.
Y Sergio se le puso al tiro, obviamente, entrecerrando sus ojos y endureciendo su postura.
Entonces Carlos calló.
Al principio abrió la boca pero inmediatamente la cerró, no iba a tener esa conversación nuevamente apenas 2 minutos después de acabarla.
—Ya me voy.
Concluyó. Pérez supo que Carlos había optado por el camino de la paz y festejando su sabia decisión, asintió con tranquilidad.
—Diviértete en tu cita.—Sonrió, casi con malicia a sabiendas que Carlos no le recriminaría nada en ese momento.—Te llamo más tarde.
—Vale.—Asintió, dandole una ultima palmada en los hombros al ganador de ese día.—Cuidate.
—Cuidate tu.—Alzó las cejas un par de veces, con todo el afán de molestar.
Sainz, sabiendo perfectamente a lo que se refería, se mordió la lengua con la fuerza suficiente para quedarse callado y dolorosamente se dio la vuelta, dandole la espalda al mexicano que le veía mientras reía y finalmente se alejó. Definitivamente pasaría toda la velada quejándose de Checo con Charles.
Por su parte, checo le miró hasta que desapareció de su campo de visión. Con una sonrisa y un agradable sentimiento asentado en su pecho, soltó un pequeño suspiro.
Hablar con Carlos había sido como un pequeño respiro, a pesar de que nuevamente habían tenido un pequeño percance por sus diferencias, pero aún así lo querían, se querían. Eran mejores amigos después de todo.
En fin, de inmediato regresó todos sus pensamientos hacía el target principal: encontrar a Max.
Estiró el cuello, intentando ver por encima de alguno de los grupitos que aún había por ahí la mas mínima señal sobre la presencia del neerlandés. A pesar que anteriormente le habían dicho que Verstappen no había sido visto desde que bajaron del podio, Checo no perdía las esperanzas.
"Por favor, por favor" pensó, mirando en toda las direcciones mientras se desplazaba por el lugar, ya comenzaba a desesperarse.
¿Qué tan difícil era encontrarlo? el tipo media casi 1.84, seguramente era más alto que la mayoría ahí presente, fácilmente su cabeza podría sobresalir por encima de la multitud.
Y como si fuera un "ya, toma y cállate a la verga" por parte de Dios, Sergio fue capaz de reconocer a, no solo uno, si no a dos Verstappen's.
Ambos estaban de espaldas; Max estaba quieto mientras sostenía una lata de Red Bull arrugada con una de sus manos, mientras que el mayor le rodeaba los hombros con un brazo y le decía quién sabe qué, o al menos eso parecía.
Checo sonrió, rebosante de felicidad al por fin encontrar a quien tanto había buscado y también al confirmar que efectivamente Max no se perdió de su celebración; claramente Carlos había estado muy equivocado y Sergio se encargaría de echárselo en cara mas tarde.
"Espera, no lo interrumpas mientras habla con su papá" pensó, intentando calmarse a si mismo, correr hacía Verstappen y llevárselo.
Afortunadamente, la conversación no duró mucho, porque de inmediato Jos se dio la vuelta y caminó lejos de Max, quien seguía estático en su lugar.
Él caminaba con aquella altanería que lo hacía ver como si fuera el rey de la tierra, como si todos tuvieran que hacer lo que él dijera en el momento que él quisiera.
A Checo no le desagradaba del todo, nadie lo hacía de hecho. Y si, Jos no era su persona favorita pero tampoco lo odiaba; es mas, incluso podría decirse que le guardaba respeto por la simple razón de ser un humano y también por ser el padre de Max.
Y, si todo salía bien, su suegro.
¿Con qué cara iría Checo a la cena de navidad si "odiaba" a Jos? no, no.
Al tenerlo a un par de pasos de él, Sergio alzó su mano izquierda con intenciones de saludar cortésmente al hombre, sin embargo, Verstappen mayor le miró y evidentemente pasó por alto su saludo, pasando por su lado sin siquiera molestarse en hacer algún gesto y dejando al mexicano con la mano arriba.
Podría decirse que fue ignorado, pero no, no lo fue, Jos le había respondido con una mirada altanera sin ningún contexto para Pérez que sin duda significaba algo, pero él simplemente no lo vio. De repente, volvió a sentir aquel frio que desde un principio se había adueñado de su cuerpo, incluso notó que sus dedos estaban gélidos, casi como tímpanos de hielo.
Sergio rapidamente, y claramente apenado y desconcertado, escondió la mano con la que pretendía saludar al hombre bajo su mano derecha, buscando un poco de calorcito que lo ayudara a autoreconfortarse.
Aquella corta interacción le había dejado en la boca un sabor amargo, como si algo que lo involucrara estuviera pasando y él no se hubiera enterado, incluso la mirada que le había dedicado se había quedado pegada en su subconsciente.
Que tortura.
—¿Max?
Preguntó al acercarse, totalmente preocupado por su compañero de equipo quién se notaba rígido e incluso, aun que no pudiera verlo, supo que seguramente estaba viendo a la nada, pensando en algo que le estaba tomando por completo.
En un sutil movimiento, tocó su espalda con una de sus manos gélidas, haciendole saber qué estaba ahí.
Ellos eran así, sutiles, ocultos ante los demás quienes solamente pensaban que eran simples compañeros de escudería, cuando la realidad era otra.
Aún que a Checo le gustaría mostrar un poco más, pero si Max no estaba listo, entonces no insistiría.
El neerlandés se sobresaltó ante el solo tacto del mexicano y de inmediato se alejó en un movimiento brusco y seco que también espantó a Sergio por la naturaleza de este; casi pareciera como si lo hubiera lastimado.
—Perdón.
Se disculpó, pero Max ni siquiera lo miró, solo pasó a hacer un leve movimiento con su cabeza y volvió a su posición de hace unos segundos, ignorando por completo al mexicano que se aferraba a su trofeo como si fuese una especie de salvavidas.
Ni un abrazo, sonrisa, gesto, ¿nada?
Un "¡Mira! ¡por fin gané mi primera carrera de la temporada, Max!" se le había atorado en la garganta.
—¿Pasó algo?
Preguntó, insistiendo en querer al menos escuchar un par de palabras salir de los labios del menor.
Pero Verstappen no parecía querer lo mismo.
Max, sin dar respuesta, miró a su alrededor, verificando cuánta gente quedaba en el lugar. Sergio lo notó e hizo exactamente lo mismo, notando que dé un momento a otro las pocas personas que seguían en el lugar se habían esfumado por completo, dejando solos a la pareja de pilotos.
En parte Checo agradecía eso, porque al estar solos ellos dos, podía darse el lujo de ser un poco más "cercano" a Max, sin que este se notara indispuesto a hacer lo mismo y terminara por empujarlo lejos de él o yéndose a alguna parte.
—Max.—Insistió, suspirando.—¿En serio estás bien?
Cuestionó, sintiendo una presión en su pecho, consecuencia de la gran preocupación que comenzaba a apoderarse de su frío cuerpo.
Verstappen, después de unos segundos de atemorizante silencio, por fin le miró, pero no había sido la mirada que el mexicano esperaba.
—Estoy bien.—Respondió, en seco. Su gesto se volvió seco, casi como si la presencia de Pérez fuera tan molesta que le enfermara.
El gesto del mexicano cambió ante el ataque mientras por su rostro pasaba algo similar al miedo; la actitud del neerlandés lo había dejado parado en medio de una penumbra.
¿A caso había dicho algo mal? ¿lo molestó? ¿fue bastante insistente?
—Ah...—Balbuceó, en busca de las palabras correctas.—Esta bien.
Concluyó. Sin embargo, no se fue de su lado, permaneció ahí.
Se recargó en el barandal de la azotea donde estaban ubicados, mirando al mar que se extendía frente suyo; de un azul brillante, le parecía tan bonito. Le hubiera gustado ir y meterse en el un rato e incluso lo había pensado como un "plan/cita" para ir con Max y celebrar su victoria, pero debido al estado del piloto #1 de Red Bull, aquel plan parecía imposible.
—¿Ya comiste algo?—Volvió a hablar, Max inhaló con fuerza. Aún así, Sergio no se calló.—Carlos y Charles van a ir a comer, tal vez... tal vez puedo preguntarle a Carlos sobre el restaurante e ir nosotros más tarde, ¿quieres?
Propuso, pero otra vez, todo se quedó en silencio.
Un incomodo silencio y una incomoda situación que Pérez no sabía cómo resolver.
Cada músculo de su cuerpo estaba en tensión, sin contar claramente el frío que calaba en sus huesos como si estuvieran en invierno: aún titiritaba como perro mojado y sinceramente los ánimos del momento ya se habían esfumado.
Suspiró.
—O bueno, vayamos a casa.
Intentó, abrazandose a sí mismo. Max estaba molesto, se le notaba a kilómetros, sin embargo, Checo no quería ahogarse en un vaso de agua, por lo que guardó la calma y siguió.
—Ya sabes... Recostemonos un rato. Tu y yo, abracemonos y descansemos un rato.—Sonrió, buscando la mirada de Verstappen.—¿sí?
Aquello ultimo, más que una propuesta, pareció una suplica. Su energía se había drenado por completo.
Y bueno, ¿qué importa si no celebra su premio yendo a bares o haciendo una gran fiesta como los demás solían hacerlo? nada de eso tenía sentido sí max no estaba ahí.
Porqué el lo único que quería era estar con él en ese momento tan especial.
Podían cambiar la fiesta por una noche de películas, o tal vez hacerse bolita en las sabanas con el neerlandés rodeando su cintura, apagar todo y solo quedar ellos dos y sus respiraciones; algo intimo, algo romántico.
—No quiero.
Negó, mirandole de reojo. La sonrisa de Sergio desapareció en cuestión de segundos.
Suspiró, entendiendo a su pareja alterada.
—Solo quiero ir a casa.—Dijo, exhausto.
Si bien, Mónaco no era su hogar ni por asomo, la residencia de Verstappen se había convertido en su casa.
El mismo Max se lo había dicho tiempo atrás: esa era su casa, por lo que nunca habría problema con que se quedara ahí.
Y así había sido: Checo vivía ahí, prácticamente. Pasaba más tiempo en esa casa que en la propia, incluso en offseasons donde él y Max vivían como "una pareja de casados" como Ricciardo solía decir para molestar.
Pero Max hizo una mueca al escucharlo referirse a su casa como si fuera la suya.
No lo era. Era de él, Max la había comprado.
Su propiedad, su privacidad.
¿Porqué Sergio buscaba adueñarse de todo?
—Vete.—Soltó, despegándoselas del barandal y girando su cuerpo en dirección a Sergio.—Vete de mi casa. Quiero estar solo, ¿entiendes?
Bufó, asegurandose de remarcar aquel adjetivo de propiedad con tal fuerza para que Checo fuera capaz de percibir el mensaje.
Dios, Max verdaderamente tenía una terrible jaqueca ahora mismo.
Sergio sintió una terrible presión golpear contra su cuerpo, como si hubiera chocado en una curva. Miró a Max, casi suplicante, pero el más alto mantenía su vista en otro lugar.
Estaba evadiendo los ojos ajenos, porqué no caería en sus trampas ni en sus tentaciones. No bajaría la guardia, no otra vez.
Y simplemente se dio la vuelta, así sin más, dejando a Pérez con un nudo en la garganta y miles de sentimientos confusos revoloteando por su pecho; estos no se sentían como mariposas, eran más como piquetes de abejas, que trataban de levantarlo de aquella pesadilla. Pero nada lo haría, porque se había convertido en su realidad.
Siguiendo los mismos pasos que Jos, Max se fue del lugar bajo la temblorosa mirada del mexicano quien deseaba con toda su alma que el mas alto regresara y se disculpara.
Pero eso no pasó.
Notes:
bienvenidos a You Belong With Me (Chestappen's version), espero que este nuevo fanfic sea de su agrado. Muchas gracias por leer<3
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Chapter Text
"La discreción es necesaria" solía decir y recordarse cada día.
No podía permitir que su situación se supiera; estaba prohibido, o algo así. Pero Checo deseaba que no fuera de esa manera.
El amor era tan lindo, ¿porqué debía de ser oculto?
No lo sabía. Pero Max sí.
Desde que habían comenzado con su "relación", las cosas no habían sido como a Pérez se lo imaginaba; pero Verstappen tenía sus razones y se las había hecho saber antes de que ambos se involucraran, Sergio lo había aceptado y juró no tener problema con ello.
Y no lo había tenido, hasta que su visión cambió un poco.
Paola, su hermana, solía hablar mucho sobre su relación. Carola, su mejor amiga desde que eran niños, hacía lo mismo, contando las veces en las que había pedido un novio que no tuviera vergüenza y le habían dado a un esposo que no la conocía; Sergio escuchaba siempre por el teléfono a su mejor amiga y a su hermana, o al menos lo intentaba, pues en lo más profundo de él, imaginaba como sería el que Max hiciera lo mismo.
Él no solía pedir nada, Max simplemente era perfecto y no se atrevía a compararlo, pero a veces su subconsciente le traicionaba y de un momento a otro se sumergía en sus deseos y pensaba en lo mucho que deseaba que su novio neerlandés lo tomara de la mano al caminar por la avenida.
O tal vez lo sorprendiera con flores.
Era ridículo, y aún que quisiera ocultarlo, Sergio era admirador de aquellos detalles románticos clichés de las bobas películas románticas que solía ver con Carola cuando eran niños y se juntaban en la casa de los Pérez.
Suspiró, mirando su reflejo en el agua cristalina de la piscina. Se veía ridículo.
"Vete. Vete de mi casa. Quiero estar solo, ¿entiendes?" Las palabras de Verstappen calaron nuevamente, haciendo que titiritara mientras se abrazaba a si mismo. Ahora ya no habían más deseos ocultos en su corazón, solo la incógnita del estado de su relación.
¿Se había acabado? Todo lo que trató de mantener a flote por un año entero, ¿Se terminó en cuestión de segundos? ¿Qué había hecho mal?
Pérez negó repentinamente, espantando todo mal pensamiento. No. Max no había terminado con él.
Solo había sido un malentendido. El neerlandés simplemente estaba molesto y necesitaba tiempo y espacio; dos cosas que Checo estaba dispuesto a darle.
Debía de llamarle a Jo, necesitaba un lugar donde pasar la noche antes de tomar el primer vuelo hacía México antes de tener que irse a Bakú para la siguiente carrera.
Podía ir el mismo a un hotel y hospedarse por una noche, pero, siendo sinceros, alguien lo vería y subiría a internet su ubicación; eso no le preocupaba, lo que si lo hacía era que su papá sería el primero en preguntar sobre porqué estaba ahí, y realmente lo último que quería era dar explicaciones alguien más que ni siquiera podía darse a si mismo.
Y bueno, sería mas sencillo mentir y decir que él y Jo decidieron celebrar junto al team Pérez, quienes estaba seguro que le harían segunda.
Ellos entenderían y no preguntarían.
Porqué cuando se trataba de Verstappen, nadie quería preguntar.
Justo cuando lo único que quería era esconderse de todo y de todos, debía de recoger sus maletas de la residencia Verstappen, o al menos lo haría al día siguiente cuando Max estuviera dormido para no perturbar su paz. También debía de reportarse con su familia, recordarles que aún seguía vivo.
Y hablando de su familia, quienes no se habían pronunciado al respecto tras su victoria, Sergio se sentía culpable por esconderles su relación con Max. Ni Paola, ni Antonio, ni su mamá, ni su papá estaban enterados. Nadie debía de saberlo.
Pero bueno, Carlos lo sabía, Yuki lo sabía, Pierre lo sabía. Pero claramente Max no sabía qué ellos sabían, porque si no fuera así, el neerlandés se hubiera vuelto loco desde hace tiempo y él estaría soltero.
Sorbió su nariz, tantos secretos lo mareaban.
Y bueno, podía seguir sobrepasando las cosas hasta que el sol se ocultara, pero unos pasos cercanos interrumpieron su momento.
"Max" Pensó, lleno de esperanza.
Tal vez Max había recapacitado acerca de su repentino mal humor y volvió por él para llevarlo a casa y pasar una linda noche post-victoria, como solían hacerlo.
Pero al levantar la cabeza, notó rápidamente que ese no era Max.
Inmediatamente bajó la cabeza, ocultando sus lagrimas y su rostro magullado del otro; ¿qué pensaría Hamilton de él? Era un adulto llorando a la orilla de una piscina como un niño regañado.
¿Podría acaso ser su día peor?
—Checo.
El británico, ahí parado, fue el primero en actuar, mientras que Sergio deseaba que se lo tragara la tierra y jamás lo escupiera de regreso.
Por su parte, Lewis mostró una mueca llena de preocupación por el campeón del momento. La situación no pintaba bien para el mexicano y él supo reconocerlo de inmediato.
Además que, cuando iba de camino en busca de Sergio, se había topado a Max quién había golpeado su hombro al momento de pasar a su lado y ni siquiera había sido capaz de ofrecerle una disculpa. Lewis no le tomó mucha importancia, sin embargo, rápidamente enlazó el animo de Pérez con la actitud de Verstappen.
Porque, sorpresa, él también lo sabía.
Pero si Checo y Max querían mantenerlo en secreto, el fingiría que no lo sabía.
El silencio se prolongó más de lo debido. Checo se veía en la imposibilidad de decir algo sin que se le cortara la voz y Lewis no quería atacarlo con preguntas que seguramente no querría responder; sabía que el mexicano no era fan de hablar sobre lo que le afectaba.
Así que decidió respetarlo. A su manera.
—El trofeo es muy bonito.—Menciona, tomando el dichoso premio que se encontraba derrumbado a un costado del piloto.
Checo asintió en silencio, manteniéndose inmóvil. No quería hablar, estaba más que avergonzado por el momento vulnerable en el que Hamilton lo encontró, pero tampoco quería ser grosero o descortés.
Mucho menos con él quien era el que menos se lo merecía.
Una vez más, el silencio que nuevamente había llegado al lugar fue interrumpido por los movimientos de Lewis quien se había sentado al costado de Sergio (manteniendo una justa distancia entre ambos), justo a la orilla de la piscina que contenía el Red Bull Energy Station.
—Fue una buena carrera. Felicidades, Checo.
Felicitó con una gran sonrisa, después de todo esas eran sus intenciones desde un principio. Y aún que le había dicho a Angela que regresaría antes del anochecer para volver a casa, se le haría imposible dejar solo a Pérez en ese estado. Quería estar con él, hacerle compañía y esperar a que el mexicano decidiera estar mejor.
—Gracias.
Sergio murmuró. No sabía qué más decirle.
Quería estar agradecido, realmente lo deseaba, Checo adoraba que la gente le felicitara al momento de ganar un GP, pero su animo se había desplomado contra el suelo e incluso su triunfo pasó a un segundo plano.
Pero Hamilton no iba a dejar que eso pasara.
—La temporada va muy bien, ¿no?—Comentó. Aún que Pérez no dijera nada, él no se iba a callar en un buen rato.—Dejando de lado ese pequeño inconveniente con la FIA en Miami, creo que vamos mejor que antes.
Checo, con su mirada fija en sus piernas cruzadas que eventualmente había dejado de sentir, soltó una pequeña risita silenciosa que no fue más allá de una mueca; Hamilton solía pelearse bastante con la FIA ante claras injusticias, cosa que el jamás se atrevería a hacer, pero el británico nunca se quedaba callado, mucho menos cuando ese "algo" le afectaba directamente.
Algo que realmente admiraba de él.
—Bueno, no he tenido muy buenos resultados.—Admitió, Checo estuvo de acuerdo.—Lo que más me dolió fue ese P13 en Imola. Creo que ahora odio Italia.
Suspiró dramaticamente, jugueteando con el trofeo de Pérez. Si bien, para él la temporada no iba tan bien, no le haría daño ser un poco optimista, dejando de lado la competitividad y su lamentable falta de rendimiento.
Por su parte, Sergio comenzaba a destensarse ante cada palabra que Hamilton decía. Él quería estar solo, pero al parecer, una charla con alguien a quien quería era todo lo que su alborotado subconsciente necesitaba para estabilizarse.
Así que sonrió; una tenue y ligera curva en sus labios le hizo saber a Hamilton que lo había hecho bien. Seguía sin levantar la mirada, pero eso ya no le preocupó al británico, pues si Checo no le veía, entonces él mismo podía seguir mirándolo sin ser descubierto.
—Checo, ¿tienes frío?—Preguntó, al notar un leve tiriteo por parte del mexicano.
Se atrevió a posar el dorso de su mano sobre la nariz del otro; Cuando Sergio tenía frio, lo primero que se enfriaba en su cuerpo era su nariz.
Anteriormente eran esos cachetes que a un joven Lewis le encantaba apretujar a su gusto sin importar lo mucho que Pérez se enojara con él, pero eventualmente al crecer, había reducido su tamaño y su termómetro corporal pasó a ser su nariz.
—Estas congelado.—Reprendió.—¿Porqué sigues mojado, Pérez? Te vas a enfermar, hombre.
Procedió a hacer un par de movimientos que Checo solo escuchó, aún no estaba preparado para levantar la mirada. Por un momento pensó que el británico, al estar cansado de su actitud, se levantaría y se iría, dejándolo solo de una vez por todas; pero aquella idea fue inmediatamente rechazada al sentir un liviano peso sobre sus hombros, otorgándole un poco de calor.
Hamilton le había cedido su chaqueta, poniéndola sobre sus hombros y cubriéndole de la baja temperatura que atacaba contra su cuerpo húmedo.
—Gracias.
—Eso hacen los amigos.—Respondió tranquilamente.
Checo asintió.
Reconfortado, se dio la libertad de suspirar un poco mientras por fin levantaba la cabeza, la calidez que la chaqueta de Lewis le brindaba era tan acogedora que se sentía como un gran alivio.
Por su parte, Hamilton también suspiró aliviado cuando Checo levantó su mirada, más tranquilo al notar que el mexicano había bajado la guardia.
Él atardecer se mostró frente a ellos en un bello arrebol rojizo que tiñó tanto el cielo como el mar brillante debajo suyo, tan precioso que a ninguno se le fue posible ignorarlo. Y ahí, mas calmados, con la mente despejada, el silencio vuelve a ser parte del dulce ambiente que habían formado, pero está vez no les alteró, si no que les relajó.
Poco a poco, mas sonidos llegaron a sus oídos como el tenue oleaje del mar y aquellas gaviotas que paseaban por ahí. Tal vez estos ya estaban ahí pero fueron ignorados al estar tan inmersos en la tensión del momento, sin embargo, finalmente fueron capaz de escucharlos.
—Eres un campeón.—Lewis dijo de repente, pasándole su trofeo a Sergio quien finalmente le miró.—Bueno, siempre lo has sido, pero, no sé, está vez se sintió diferente.
—¿Como?
Pregunta, lleno de curiosidad brillando en sus pupilas tras las palabras del británico.
Por su parte, Hamilton solo alza los hombros mientras sonríe con su vista puesta en el bello horizonte.
—No lo sé, lo vi en tu cara cuando estabas arriba del podio.—Checo sonríe, sintiéndose repentinamente animado al saber que Lewis lo estaba viendo a él.—Te aplaudí demasiado fuerte que aún me duelen las palmas, ¿me escuchaste?
Preguntó, mostrandole sus palmas.
Ambos se miraron. Checo, por primera vez en lo que comenzó la platica, soltó una genuina risa nasal que hizo sentir a Hamilton como si él hubiera sido el que ganó la carrera; dichoso.
—No.—Confesó el mexicano, carcajeándose mientras negaba.
—Que grosero.—Dramatizó.—Ganas una carrera y olvidas tu humildad. ¿Qué sigue? ¿Me vas a desconocer, hombre?
Frunció su ceño y cruzó sus brazos. Hamilton había comenzado a actuar de una manera repentinamente payasa. Seguramente si Angela lo veía, se burlaría por 4 días de él, pero Lewis solo intentaba animar a Pérez, por lo que no pensó en ello.
—Ni siquiera se como te apellidas.
Sergio respondió, siguiendo con la broma. Finalmente se relajó, llevando su mente a otro lado, lejos de Max. Cerca de Hamilton.
Lewis mostró una clara mueca llena de indignación ante las facciones altaneras de Pérez quien le veía desde su lugar, tratando de controlar aquella risa incontrolable que se aproximaba ante la situación.
—¿Ah, no?
Amenazó. Checo, totalmente seguro, asintió.
Total, ¿qué iba a hacerle? ¿ahogarlo en la piscina?
Pues sí.
El británico tomó por desprevenido al mexicano, y en un momento de debilidad por parte del otro, posó su mano en su espalda y sin hacer mucho esfuerzo lo echó al agua no sin antes quitarle de encima su chaqueta de encima; no iba a permitir que su bebé se estropeara.
Sergio soltó un grito ahogado al sentir el agua fría cubrir su cuerpo hasta su pecho de un momento a otro, el poco calor que logró reunir fue rápidamente saboteado por las acciones de Hamilton quien le veía burlón desde su lugar.
Sin embargo, no se sintió mal. No hacía frío.
El piloto de mercedes soltó una carcajada al ver la cara que Pérez había puesto. Fue una perfecta venganza, pero le preocupaba el que el mexicano se congelara o algo parecido, conociendo la poca resistencia a las bajas temperaturas de él y sumándole el hecho que el sol se comenzaba a ocultar tras el horizonte.
—Espero que esto te sirva como una lección.—Dijo, mirándole como un campeón.—Vamos, sal de ahí. Buscaré una toalla
Le extendió su mano, sin ningún tipo de malicia en sus palabras ni en sus acciones.
Pero Pérez es mexicano.
Se acercó a tomar su mano, sin embargo, cuando Lewis estuvo a punto de jalarlo, Sergio se adelantó y lo jaló a él, tumbándolo dentro del agua.
—¡No, Sergio!—Se quejó al momento de caer, esperando que sus palabras sirvieran para que el otro recapacitara, claramente fallando en su pobre y desesperado intento.—¡¿Porque?!
—Tu me diste la mano.
Respondió tranquilamente, restandole importancia al casi paro cardiaco que Hamilton estaba a punto de sufrir.
Checo, como todo un campeón, había ganado la pequeña riña amistosa que ambos pilotos entablaron; pero Lewis no se iba a dejar, él iba a replicar. Iba a vengar su carísimo conjunto azul neon y a sus lentes de sol que se habían hundido hasta lo más profundo del agua en algún momento cuando cayó.
Repentinamente alzó su mano, chocandola contra el agua y salpicando al mexicano quien se estremeció y se abrazó a sí mismo. Así siguió, chocando sus manos contra el agua y mojando de pies a cabeza a Pérez quien se quejaba en su lugar entre jadeos desesperados.
—¡YA, HAMILTON. BASTA!—Exclamó, con agua hasta los oídos.—¿¡Cuantos años tienes!? ¡¿Cuatro?!
—Llora.
Sonrió restándole importancia y siguió con maliciosas acciones.
Eventualmente, Pérez se defendió; utilizando toda la fuerza que tenía, levanto grandes cantidades de agua y las lanzó contra el británico quien de igual manera al poco tiempo se empapó totalmente como él. Otra contienda más se había suscitado entre ambos pilotos, pero no era del todo malo como fingían que lo era.
Las risas de Sergio se mezclaron con las de Lewis, añadiendo pequeños insultos por parte del británico y otros por parte del mexicano quien intercalaba su inglés con un español que no era muy fácil de adivinar para Hamilton, pero gracias a las caras y gestos que Checo hacía, era más que obvio que lo estaba insultando.
Realmente lo estaban disfrutando.
Y ninguno estaba dispuesto a detenerse.
—Les juro que no quiero ni preguntar.
Una tercera voz se hizo presente, haciendo que ambos pilotos se detuvieran abruptamente.
—George.—Hamilton fue el primero en responderle a su compañero de equipo, quien les veía desde la orilla de la piscina con una mueca desconfigurada; intentando darse el mismo una explicación sobre lo que veía.—¿Qué pasa?
—Nada.—Alzó los hombros, mirando pasar la gorra del mexicano que flotaba por la piscina.—Vine a buscarte, ¿si vas a ir?
Preguntó, mirando al otro piloto de Mercedes. Hamilton ladeó la cabeza, no sabía a lo que se refería.
Russel de inmediato lo notó, por lo que volvió a hablar, intentando ser más especifico.
—Al bar, hoy a las 10.—Recordó, Hamilton abrió la boca.—Tu hiciste la reservación, idiota.
—Oh.—Musitó. Él y Checo hicieron un rápido intercambio de miradas, estando de acuerdo que ya era momento de salir de ahí.—Lo olvidé.
Confesó, dirigiéndose a la orilla. George cruzó los brazos.
Lewis no dijo nada más y salió del agua, siendo seguido por Sergio quien hizo exactamente lo mismo; ambos pilotos se sentían como dos niños regañados por sus madres quienes les obligaron a salir del agua para ir a comer.
—Eso no responde mi pregunta.—Insiste.—Si no vas tu, no voy yo, pero tienes que ir porque yo quiero ir.
Sentenció. Hamilton asintió; ya se había comprometido a ir, además, haría el papel de DJ por un rato.
—Deja el drama, si voy a ir.—Dijo, destilando agua como llave abierta; ¿cuanto liquido podía guardar sus pantalones? se sentía tan pesado que el cambio de presión lo hizo sentir mareado—¿Cómo supiste que estaría aquí?
—Angela me dijo.—Respondió con obviedad, extendiéndole la toalla que había tomado de una mesa cercana. Probablemente uno del staff de Red Bull las dejó ahí.—Por cierto, me topé a Carlos, ¿saben porqué está tan enojado? Charles me pedía ayuda con la mirada o algo así.
Preguntó, posando ahora su mirada sobre Checo.
Él alzó los hombros, fingiendo no saber, porque claramente Sainz estaba molesto por su conversación anterior. Pérez se quejó mentalmente; no podía decirle al español lo que había ocurrido con Max, porqué, o se burlaba de él, o iba y ahorcaba a Verstappen el mismo.
Lo mejor sería decirle después.
—Seguramente se quejaba de algo.—Hamilton respondió por él, pasándole a Sergio la toalla que recién George le había dado antes que siguiera pudiera secarse.—¿No hay otra?
Russel negó. La acción de "caballerosidad" por parte del británico hacia el mexicano no fue cuestionada por su compañero, supuso que el otro solo estaba siendo amable con el campeón.
—Sacúdete como perro.—Se burló.—Por cierto, felicidades por tu victoria Checo. ¿Vendrás al bar?
Le preguntó al mexicano quién en silencio se debatía si debía de tomar la toalla o no. Tenía frio y realmente quería secarse, pero Lewis portaba ya su ropa casual y no su traje de piloto como él; fácilmente podía secarse al aire libre y después ponerse ropa seca, mientras que Hamilton no.
—Checo, oye.—Russell insistió, al no recibir respuesta del piloto perdido en sus pensamientos.—Amigo.
—Checo.
Hamilton también intervino, tomando el hombro del mexicano y sacudiendolo ligeramente. Finalmente Sergio salió de su burbuja, mirando de inmediato a Lewis quien alzó las cejas ante la velocidad de sus acciones.
—Tomala tu.—Dijo repentinamente, sin ningún contexto para ambos compañeros de escudería quienes le vieron con una ceja alzada.
—¿Qué?—Lewis preguntó.
—Toma la toalla.—Aclaró, extendiéndosela al piloto.—Tu ya estabas cambiado y yo te aventé a la piscina, no es justo. Tomala.
Insistió, pero Hamilton negó con una pequeña sonrisa.
—No, gracias. Tomala tu.—Dijo, pero cuando estaba a punto de abrir la boca una vez más, Sergio le interrumpió.
—No, en serio, fue mi error.
—Yo te lancé primero.
—Si, pero yo fácilmente puedo cambiarme, tú ya estabas listo para irte con tus amigos.
—¿Irme así? este no es un atuendo apropiado para ir a un bar, Sergio.
—¿Ah, no?
—¡CUALQUIERA TOME LA MALDITA TOALLA!
George exclamó, cansado de mirar la pequeña escena de ambos hombres. Valoraba el hecho de que ellos se tuvieran tanto respeto el uno al otro como para ofrecerse una simple toalla como si estuviera hecha de oro, pero le cansaba lo repetitivo que se había vuelto todo en cuestión de segundos.
Además, ya se quería ir. Alex le había prometido que él iría también al bar, no quería dejarlo esperandolo.
—¿Porque no te adelantas? de todas maneras tengo que ir a mi casa a cambiarme.—Propuso Hamilton, notando la desesperación de Russell.
—Perfecto. Me voy.
No protesto ni intentó nada más, simplemente al ya tener una confirmación por parte de Lewis le fue suficiente para arrancarse fuera del lugar.
—Nuevamente, porqué estoy seguro que no me escuchaste la primera vez, felicidades Checo.—Repitió, esta vez teniendo la atención del mexicano sobre él.—Te vamos a estar esperando.
Sonrió levantando su dedo pulgar.
—Muchas gracias, George.—Agradeció Pérez, fingiendo no haber escuchado aquello ultimo.
Porque claramente, no iría.
Russell simplemente asintió y dandole una ultima mirada a Hamilton, se fue tal y como había llegado; por su parte, Lewis soltó una pequeña risa silenciosa y toda su atención volvió a Sergio.
—¿Quieres ir?—Le preguntó, llevando la toalla que tanto se habían pasado entre ellos hacia el cabello del mexicano.—¿Tienes otros planes?
Checo hizo una pequeña mueca. Realmente no quería ir. En cierta parte, seguía decaído por el tema de su relación y si iba, lo más seguro era que arruinaría el ambiente.
Tampoco quería admitir que se sentiría culpable si salía de fiesta justo cuando él y Max habían "peleado", definitivamente ese no era el momento. Lo mejor era irse con Jo y después al aeropuerto.
Pero la mirada que Lewis mantenía sobre él le hacía dudar muchísimo.
Era como una mezcla de comprensión y paciencia; Hamilton esperaba su respuesta con suma paciencia, no estaba obligándolo a nada. Si decía que no, estaría bien y si decía que sí, también estaría bien.
No habían respuestas correctas ni incorrectas. No estaba siendo presionado.
¿Le haría daño ir al menos un par de horas, saludar y después retirarse con tranquilidad?
—No.—Finalmente respondió.—No tengo otros planes.
Sonrió, secándose la cabeza. Lewis había hecho bastante por él en esa tarde, quería regresarle el favor con al menos una cerveza.
—¿Quieres que te lleve? ¿O prefieres ir a tu casa a vestirte y nos alcanzas allá?
Checo apretó los labios; había olvidado el pequeño detalle de que, uno, no tenía casa, y dos, no tenía ropa. Osea, sí tenía, pero no se sentía capaz de ir ahora mismo a la casa de Max a llevarse sus maletas.
—Yo los alcanzo.—Dijo, tratando de mantener la calma.—¿Dónde es?
—En Jimmy'z.
El tapatío asintió, ignorando el grito interno que soltó al momento de escuchar el nombre del lugar.
Max y él habían dicho que algún día irían juntos, pero por ciertas razones (Ciertas razones = Max se echaba para atrás cada que Sergio quería ir) nunca habían podido.
Y ahora Checo tenía la oportunidad.
Suspiró. Solo sería un rato, tal vez menos de una hora.
—Perfecto.—Respondió, asintiendo.—Entonces nos vemos en un rato.
—Nos vemos, Checo.
Hamilton sonrió, listo para despedirse. Sergio sonrió de igual manera, mirando a Lewis; solo estaban ahí parados, mirándose el uno al otro, sin saber realmente cómo despedirse.
Que raro.
—Bye.
Checo fue el primero en hablar, después de todo debía de resolver tantas cosas antes en el menor tiempo posible.
Tal vez debió de haber dicho más, o tal vez no, pero eso no importaba, pues de inmediato tomó su trofeo y enrollado en aquella toalla, por la que se había peleado con Lewis por el quien debía de usarla, bajó del Red Bull Energy Station lo más rápido que pudo.
Por su parte, Hamilton no pudo evitar soltar un pequeño suspiro al verlo irse.
Sin duda sería una noche interesante y esperaba de todo corazón que Sergio pudiera disfrutar al menos un par de horas sin que aquello que claramente perturbaba su mente le saboteara su victoria.
Y él se encargaría de eso.
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Chapter 4: 𝐈𝐈 - 𝐎𝐍𝐄 𝐍𝐈𝐆𝐇𝐓 𝐈𝐍 𝐌𝐎𝐍𝐀𝐂𝐎 ᵖᵃʳᵗ ²
Chapter Text
Sergio, oculto detrás de aquella camioneta blanca que le dieron al llegar a la ciudad, se despojó de su pesado traje totalmente mojado mientras murmuraba un sin fin de cosas incomprensibles para cualquiera que estuviera a la redonda. Aún que bueno, se alegraba de que no hubiera nadie en el estacionamiento, porqué seguramente cualquiera que lo viera pensaría que estaba loco.
Ni siquiera él sabía lo que estaba diciendo, simplemente le dio rienda suelta a su lengua para que hiciera lo que quisiera mientras toda su atención estaba en lograr retirarse por completo el traje ignífugo que erróneamente había bajado sin siquiera haberse quitado los zapatos.
—Santísima virgen maría...—Suspiró, cerrando y apretando sus ojos ante la cagada que se acababa de aventar.
Estaba exhausto. Su mente no lo dejaba en paz.
Checo tenía esa increíblemente molesta habilidad para sobrepensar las cosas sin siquiera intentarlo, pero esa vez sí que había cruzado sus propios limites.
Inhaló, buscando la poca tranquilidad que todavía quedaba en su cuerpo y resignado se sentó en el suelo. Acercó sus pies para desatar las agujetas de aquellos zapatos amarillos que tanto quería y cuidaba, pero en ese momento no eran más que otra molesta traba que estaba acabando con su paciencia.
Siguió murmurando, incluso haciendo de vez en cuando pequeñas muecas y gestos que dejaban en evidencia la poca salud mental que a Sergio le quedaba. Y no es que estuviera molesto, claro que no, era rara la ocasión donde el mexicano realmente se molestaba, simplemente no sabía reconocer qué era lo que sentía y eso lo estaba haciendo sentir raro.
Estaba triste por lo de Max; tenía todas las intenciones de encerrarse en el vehículo tras suyo y llorar todo lo que su cuerpo y mente le exigían para estar bien.
Pero también sentía esa gran carga emocional que se había apoderado de su cuerpo cuando se comprometió a ir a aquel bar con Lewis y George; no iba a estar bien ahí. Todo le recordaría a Max y por consecuente a su desdicha, entonces terminaría arruinándolo todo como de costumbre y no quería hacerle eso a su amigo, quien se veía realmente ilusionado por pasar una excelente noche de copas. Hamilton se merecía eso, después de haber trabajado tan duro en lo que va de la temporada.
—¿Y si no voy?
Pensó, después de haberse librado de su zapatos y de aquel pesado traje que lo estaba haciendo sudar de mas. La idea lucía totalmente deliciosa a su parecer; podría decir que se sentía mal y prefería descansar, o tal vez que le surgió algo más.
¿Y sí decía que Helmut lo había atropellado? todos fácilmente lo creerían.
Pero, contra todo pronostico y pensando en lo ridículo que sería, la idea rápidamente fue desechada: Ya se había comprometido, dio su palabra. Era capaz de decir que el asesor de la escudería lo había encerrado en un búnker subterráneo y tenía 40 minutos para hallar una salida o moriría, pero no de quedarle mal a su amigo.
—Vamos, Sergio.—Se volvió a decir a sí mismo, animándose a levantarse del suelo.—Solo será una hora, media cerveza y a chingar a su madre.
Arrugó la nariz, abriendo la puerta del piloto. Aventó su ropa mojada y sus zapatos a los asientos traseros, debía de cambiarse, ponerse su ropa interior seca y los jeans qué pensaba utilizar esa noche. Su outfit no sería el mejor, e incluso podría decirse que le daba un poco de pena presentarse así, pero bueno, él no sabía nada sobre moda o estilos y Checo consideraba que con que no fuera desnudo bastaba.
Además, no tenía más ropa, así que no podía darse el lujo de ponerse mamón para algo que solo va a usar por un par de horas nada más.
Casi hace un mohín ante su situación.
¿Qué estaría haciendo Max? no puede evitar pensar, ¿Estaría enojado? ¿Arrepentido? ¿Deseaba llamarle? ¿Y sí le llamaba él primero?
—Basta, Michel.—Se regañó a sí mismo. Estaba siendo intenso.
Su pareja necesitaba tiempo.
Y él necesitaba cambiarse ya o moriría de hipotermia antes de poder casarse.
Miró hacía atrás; si bien, trataba de mantenerse oculto, estaba expuesto ante cualquiera que fuera lo suficientemente curioso para asomarse al lugar, no podía darse la libertad de quitarse lo ultimo que quedaba de su ropa con el riesgo ahí presente.
Entonces una idea pasó por su cabeza.
Se subió a la camioneta, más específicamente a los asientos traseros y después se pasó a la cajuela. Con las llaves en mano, cerró las puertas con seguro.
Cuando él era mas joven, solía cambiarse a cada rato dentro del auto de su papá: se quitaba el uniforme escolar y lo reemplazaba rápidamente por su traje de carreras. Antes no tenía tanto espacio como ahora, teniendo en cuenta que en el auto iban también sus hermanos, así que sería sencillo hacerlo dentro de esa cajuela vacía en la que fácilmente podía estirarse y hasta le sobraría espacio.
Comenzó con su labor, haciéndose bolita en el piso afelpado y quitándose lo que restaba de esa incomoda ropa húmeda; odiaba estar tanto tiempo mojado. Haría pagar a Lewis por ello.
Lewis.
Una pequeña sonrisa se hizo presente en sus labios al pensar en los acontecimientos de hace un rato; de repente había recordado lo agradable que era pasar tiempo con el británico.
Interrumpiendo por completo sus pensamientos, soltó un pequeño jadeo entrecortado cuando sus dedos no lograron introducirse correctamente dentro de la tela del Nomex. Chasqueó la lengua intentando una vez más, su pecho ya descubierto e incómodamente húmedo subía y bajaba por el verdadero esfuerzo que hacía al intentar bajar esos simples pantalones que lo estaban haciendo sufrir de más.
—¡Ay, por favor!
Se quejó, mordiendo su labio inferior. Sinceramente era más sencillo cuando medía 1.50, era más delgado que Ariana Grande y el traje de carreras de ese entonces no tenía ropa interior tan entallada.
En un intento desesperado, alzó sus caderas, pensando que eso serviría y una vez más, deslizó sus manos por su abdomen hasta su espalda, donde introdujo sus pulgares en la orilla del pantalón ignífugo de nomex y los bajó con todo el esfuerzo que sus brazos podían proporcionarle.
Afortunadamente y gracias al cielo porque ya había comenzado a sudar, la tela fue cediendo y lentamente bajó de sus caderas hasta sus muslos, donde apretaron con fuerza, causándole un pequeño quejido adolorido al piloto; ¿estaba quitándose un simple traje o unas mallas de bailarina?
—¡Ah!—Sonrió, sintiéndose tan bien al deshacerse de la sensación mojada que la ropa mantenía sobre su cuerpo.—Jamás volveré a hacer esto.
Se dijo a sí mismo, refiriéndose a mojarse con el traje puesto. Las caídas a la piscina después de una victoria habían quedado definitivamente vetadas. O bueno, tal vez no del todo, si rompía la tradición seguramente Daniel lo ahorcaría.
En fin.
Boxers puestos, jeans en su lugar, camisa parcialmente abotonada y una calceta de una y otra de otra (pero secas) fue lo que pudo obtener después de esa aventura. Los zapatos se los pondría después.
Dejando su ropa mojada en la cajuela, se pasó de vuelta a los asientos traseros para después sentarse en el asiento del piloto.
Encendió el auto y bajó las ventanas, dejando salir la poca humedad que el vehículo había conservado debido a sus acciones.
Estaba listo para partir.
¿Estaba listo para partir?
Se vio en el espejo retrovisor y suspiró, pasando sus manos por su cabello un par de veces para intentar poner en su lugar esos cabellos rebeldes que parecían no querer ceder; mientras tanto, pensaba nuevamente en sí debía de presentarse.
Se sentía ¿incorrecto?
¿Estaba bien salir de fiesta sin su novio?
Cuando Antonio salía, siempre iba con su esposa, o al menos avisaba. Muchos le decían mandilón pero el alegaba que era simplemente parte de la relación; mantener informado al otro de donde estaba no era malo.
¿Y si le mandaba un mensaje diciéndole que iría al bar?
Asintió para sí mismo totalmente convencido mientras sacaba su celular; no sería nada muy expresivo ni tampoco invasivo, solo escribiría un simple "Max, voy a salir" y ya, además, ¿y si Max deseaba buscarlo y no sabía dónde estaba?
Definitivamente el mensaje era necesario, solo eso.
Abrió la aplicación de mensajería y entró al chat que tenía con Verstappen.
Antes de escribir, sus ojos se se desviaron a los mensajes anteriormente enviados: la mayoría eran suyos, y los pocos que habían de él eran con respuestas cortas tales como "si" "no" y "yo también"
Era sabido que Max no solía ser una persona muy expresiva, o que contestara los mensajes.
Pero eso no significaba que no lo quisiera. Sergio lo entendía, incluso a él de repente se le olvidaba contestar los mensajes y llamadas de otras personas.
Pero nunca de Max.
Soltó un suspiro, dejandose caer contra el respaldo del asiento. Se estaba haciendo un lío mental otra vez, incluso su cabeza comenzó a doler por unos instantes.
¿Y si no iba?
—Que no, pinche terco.—Se regañó a sí mismo. Si iba a ir.
Pero tal vez, esa idea de mensajear a Verstappen debía de ser desechada, sobre todo por la promesa que se había hecho de dejarlo en paz al menos un par de días en lo que él neerlandés acomodaba sus ideas.
Salió del chat y entró a la aplicación de llamadas.
Todavía tenía que hacer algo antes de irse.
Llevó el aparato hacía su oreja, escuchando los tenues tonos de la llamada entrante.
Uno, dos, ni siquiera dio tiempo de un tercero.
—Jo.—Dijo, cuando la llamada fue atendida.—¿Qué onda? Oye, necesito un favor.
"Que pedo, Checo" Saludo el otro, se escuchaba adormilado "Dale rey, ¿pa' que soy bueno?"
—¿Crees que puedas ir a casa de Max?—Entrecerró los ojos, rezando para que Jo no preguntara cosas que no quería responder.—Necesito que te lleves mis maletas y mis cosas de ahí... uh... y me preguntaba si podía dormir contigo hoy y ya mañana irnos a México en la mañana... Lamento chingar tanto, es que... yo..
"No hay pedo" Respondió despreocupadamente, interrumpiendole. Jo siempre era tan servicial con él que le hacía preguntarse que había hecho bien para merecerse a un compañero como él. "Caile, Xavi ya está todo jetón. ¿Ocupas almohada o con la mera sabana? para quitarle a él de una vez"
Checo soltó una risilla nasal. Más le valía no molestar a Martos o él se encargaría de hacerle los entrenamientos imposibles.
—Con la sabana estoy bien.—Dijo, encendiendo el auto en su totalidad, preparandose para arrancar.—Muchas gracias, eh, te debo una.
"Me debes un chingo, pero aquí andamos" ríe "¿Vas a algún lado?"
—Lewis me invitó a Jimmy'z, solo estaré ahí una hora o menos, nomás voy a saludar.
—Diviértete. Aquí te esperamos.
—Muchas gracias Jo.—Sergio sonrió, arrancando el auto y saliendo del estacionamiento.—Bye.
La conversación no debía de durar mucho, después de todo no tenían nada más que decirse.
Checo apagó su celular, concentrándose en el camino mientras al mismo tiempo trataba de calmarse.
Ya se lo había dicho a si mismo más de 4 veces. No tenía de qué preocuparse, el plan estaba más que claro: ir, saludar, platicar un poco e inmediatamente irse. Todo estaría bien.
Debía de estar bien.
Habían pasado alrededor de una hora y media desde que había llegado al lugar.
Lewis se abstuvo de tomar algo más que refresco y leves sorbos de la botella de agua que le había quitado a George; no porqué no le gustara el alcohol o algo por el estilo, si no que estaba esperando a Sergio para tomar su primera copa de la noche juntos.
Él iba a invitar, después de todo el mexicano era el campeón del día.
—Oye, Lew.—George llegó, oliendo a alcohol y se sentó/tumbó a su lado.—¿Estas bien, hombre?
—Si, claro.—Respondió un poco extrañado. ¿A caso se veía mal?—¿Porqué?
—Pues no has dejado de ver la puerta desde que llegaste.—Dijo, apuntando con la cabeza hacía atrás, donde la puerta de entrada del lugar se hallaba.—además no has tomado nada en toda la noche más que agua, ¿te alcanzó la edad, anciano?
Sonrió burlonamente en dirección a Hamilton quien le miró sin una pizca de gracia.
—Ojalá conducieras así cómo bromeas, George.—Contraatacó, cruzando sus brazos. Su compañero hizo una mueca; Lewis sonrió victorioso.—Estoy esperando a Checo, eso es todo.
Russell asintió, recordando que el piloto de Red Bull había dicho que iría al lugar. O algo así.
—¿Lograste convencerlo?
—Algo así.—Respondió, tomando una botella de agua y acercándola a sus labios.—Solo espero no haber sido tan insistente.
Comentó antes de tomar un trago; aquel pensamiento lo estaba magullando desde que Checo se había ido del Energy Station, con tanta prisa que parecía que lo estaban persiguiendo.
En ese momento, el mexicano se vió tan indispuesto por unos minutos que Lewis pensó seriamente en retirar su invitación y dejarlo en paz, pero de repente el otro pareció cambiar de opinión y terminó aceptando antes de que pudiera hacerlo. Y aún que Hamilton se sentía más que feliz, por otra parte seguía teniendo esa preocupación dentro de él.
Pero bueno, ahora lo que importaba era que, si Sergio llegaba a presentarse, hacer que se divirtiera lo más que pudiera y tuviera una noche agradable.
—Oigan, ¿saben dónde está Yuki?
De repente llegó Pierre, uno de los pilotos de Alpha Tauri, interrumpiendo la conversación.
En su rostro no había nada más que preocupación, cosa que hizo que ambos pilotos de Mercedes alzaran una ceja; ¿acaso el japonés se había metido en problemas?
—Ni idea.—George respondió, tembloroso y ebrio, recargándose en el hombro de su compañero.
Hamilton, sigilosamente, le quitó ese vaso de cristal de la mano y la reemplazó por la botella de agua que anteriormente él estaba tomando. A veces se preguntaba como su amigo podía embriagarse tan rápido
—La ultima vez que lo vi estaba con Nyck.—Lewis dijo, mirando a Pierre desde su lugar.—¿Ya buscaste en los baños?
El piloto de mercedes intentó recordar; las única vez que se había topado a Yukino fue cuando se lo encontró en el baño junto con de Vries, quien al parecer solo estaba descansado de tanto ruido, sentado sobre el lavamanos mientras el japonés le contaba quien sabe que cosa sobre una serie que estaba viendo.
Gasly frunció el ceño e incluso llegó a apretar su mandíbula al escuchar las simples palabras de Lewis, cosa que desconcertó un poco al británico; ¿a caso había dicho algo malo?
—¿Porqué estarían en los baños?—Dijo, o más bien atacó.—¿Los viste? ¿Qué estaban haciendo?
Y ahí, viendo la tremenda cara de Pierre tenía encima, Hamilton lo entendió todo a la perfección.
Fue tan obvio que ni siquiera George, en su estado, fue capaz de pasarlo por alto. Y claro que haría un comentario sobre ello, interrumpiendo toda explicación que su compañero pudiera darle al francés.
—Mierdaaa, ¡estás celoso, hombre!
Se burló a todo volumen, procediendo a soltar una risotada
—Cierra la puta boca, Russell.—Gasly se defendió, queriendo ahorcar al otro británico.— Ni siquiera sabes en dónde estás parado.
—¡Y tú no sabes donde está tu chica!
Libremente soltó una carcajada, retorciéndose contra un Hamilton bastante avergonzado quien no tenía ni idea de qué hacer con él. Pierre arrugó el rostro, totalmente disgustado por la actitud del ebrio frente suyo.
La broma ni siquiera había sido tan graciosa, pero él seguía riendo a tal punto que sus pulmones podrían desencajarse de su lugar y salir por su boca.
Y si no lo hacían, el mismo Pierre sería el encargado de arrancárselos.
—Perdona a George, Pierre.—Lewis se encargó de poner todo en su lugar.—Está ebrio.
—Y delirante.
Suspiró, dejando de lado su estado defensivo; él era coherente, sabía que Russell simplemente estaba borracho y, como es bien castrante, haría lo necesario para sacarlo de sus cabales antes de las doce.
—Opino que lo tiremos al mar.—El francés bromeó, aligerando el ambiente.—Si se le baja la borrachera, que bueno, y si no, buenas noches, George.
Sonrió, sentándose a un lado. Estaba cansado, había hecho de todo en ese lugar, pero sin duda lo más pesado fue que tuvo que bailar más de una hora con una chica que conoció ahí mismo; había sido divertido, si, ella era preciosa y con unas curvas que él perfectamente podía recorrer sin siquiera cansarse.
Pero para su sorpresa, sí se cansó. Tal vez no le había gustado tanto después de todo.
—¿A quién vamos a tirar al mar?
La intervención de un cuarto, quien habló detrás suyo, hizo que los tres chicos voltearan en su dirección.
Hamilton fue quien primero posó su mirada en el extraño, deseoso de saber si se trataba de Sergio a quien había estado esperando desde hace ya casi dos horas.
Pero su ilusión fue rápidamente desechada, al ver el rostro de alguien quien no era Checo.
Pero George, quien sorprendentemente pareció estar sobrio de un momento a otro, fue el primero en saltar del sofá.
—Alex.—Sonrió, tratando de mantener el equilibrio.—Viniste.
—Nunca me perdería de una noche en Jimmy'z.—Respondió el tailandés, con una gran sonrisa que, al parecer de George, iluminó todo Monaco.—¿Cómo están? ¿hace mucho llegaron?
—Nah.—Pierre negó.—Llevamos poco aquí.
—Me alegra tanto.—Albon posó su mano en su pecho, aliviado. No le gustaba ser impuntual.—¿George, estás bien?
—Todo perfecto.—Levantó su dedo pulgar. Fingiendo que no se quería vomitar. Aun que no estaba cien por ciento seguro que fuese por el alcohol o por los extraños movimientos que su estomago comenzó a hacer cuando hizo el primer contacto visual con el tailandés.—Vamos a otra mesa y pidamos algo, ¿te parece?
—Es perfecto.—Sonrió.
Gasly y Hamilton simplemente se limitaban a ver la escena de los dos hombres a quien ni por asomo se les hubiera ocurrido emparejar, bueno, Lewis si, pero Pierre jamás pensó en ello.
—Diviértanse.
Pierre, cuando la dupla protagonista del momento se dio la vuelta para irse, comentó, con esa malicia en sus palabras que Alex no notó, pero Russell sí.
"Voy a matarte" susurró, arrugando su nariz en dirección a Gasly quien no hizo nada más que sacarle la lengua.
"Como digas" se burló de él, justo cuando nadie le veía.
George se había ido con el tailandés, dejando al francés y a su compañero de escudería sentados en ese sillón, sin saber realmente qué hacer.
Pero Gasly soltó un pesado suspiró echando su cabeza hacía atrás.
—¿Soy demasiado obvio, Lew?
De repente pregunta Pierre; totalmente perdido en sus pensamientos caprichosos que solo buscaban enfocarse en cada oportunidad en el asiático malhumorado que hacía un desastre tanto en su vida como en su corazón.
Claro que Lewis sabía a lo que se refería, entonces decidió ser sincero con su compañero.
Hamilton suspira.—El amor es demasiado obvio, Pierre.—Dice, esbozando una pequeña sonrisa complice.—Ocultarlo es casi imposible. Además, ¿de qué sirve amar si no puedes demostrarlo? creo que es doloroso, ¿no crees?
El ojigris, totalmente impactado por su respuesta, no pudo evitar girar su cabeza en dirección al moreno. Casi boquiabierto, se había quedado sin palabras.
—Mierda, ¿eres algún tipo de poeta o algo parecido?
—Soy británico.—Soltó una pequeña carcajada, excusandose.
Fingiendo que no había pensado en alguien al hablar.
Gasly lo acompañó, dejando salir toda preocupación a través de leves risas nasales. Se sentía bien compartir sus sentimientos con alguien quién sabía que no lo criticaría.
Ellos dos no eran tan amigos, ni siquiera solían hablar seguido; pero Pierre
—Creo que necesito un trago.—Dice, levantándose del sofá de un brinco.—¿Gustas?
Lewis suspiró, mirando por ultima vez a la puerta.
Ya era tarde, incluso el mismo estaba a punto de irse, toda esperanza de ver a Sergio ahí desapareció en un instante. Pero de todas maneras estaba bien, porque lo más importante para él era el bienestar de Checo, y si no estaba ahí, significaba que había decidido ir a casa y descansar después de tal mar de emociones.
Entonces, un poco decaído, terminó aceptando.
Después de todo, ¿qué más podía hacer?
—Vamos.
Se levantó detrás suyo, intentando ocultar su cara de fracaso, aún que nunca fue bueno en ello.
El francés caminó y Hamilton le siguió de cerca; había tanta gente que temía en algún momento perder de vista al hombre y perderse él mismo entre la multitud. La musica retumbaba por el lugar y las luces neón eran un buen acompañamiento para el ambiente, en general era un buen lugar, pero Lewis lo sentía casi vacío tras la ausencia de Pérez.
Pero bueno, debía de entender.
Miró hacía un costado, simplemente por la curiosidad; Jimmy'z era un lugar que solía recurrir con frecuencia, a veces con George, otras veces con Angela y en pocas ocaciones él solo. Conocía el lugar de pies a cabeza, había estado sentado (o parado) en todas las mesas y en todos los rincones.
De repente, una cabellera rubia perfectamente familiar, sé atravesó en su camino y él no pudo evitar sobresaltarse. Podría tratarse de cualquiera, pero no, no esa vez.
No cuando había pasado tanto tiempo al lado de esa persona que era capaz de incluso reconocer la manera en la que caminaba; con tanta firmeza y elegancia, sabiendo perfectamente a dónde iba.
Y no solo él lo miró, si no que, como si fuera una mala jugada del universo, el otro giró su cabeza justo en el preciso momento para atrapar a Hamilton viéndole como si fuera una suprema obra de arte.
Porqué el siempre le había dicho que eso era, una obra de arte invaluable que él jamás se cansaría de apreciar.
Se iba a acercar, Lewis notó todas sus intenciones de caminar hacía él, pero afortunadamente, Pierre fue más rápido y colocó una botella de licor sobre sus manos. Resulta que hace ya unos minutos que habían llegado a la barra, pero Hamilton no lo notó gracias a su trance, haciendo que se preguntara cuanto tiempo había pasado con la boca abierta y la mirada sobre el otro ex-piloto.
—Eh...—Balbuceó, totalmente desorientado por el remolino de emociones, añadiendo que la musica alta se había convertido en una molestia que le mareaba más. Sentía una mirada penetrante sobre él, haciendo que todo temblara de repente.—Pierre, espérame un poco.
Pidió, levantando la voz para que el otro lo alcanzara a escuchar.
Sin embargo, cuando tuvo la sola intención de ir hacía el otro que ansiosamente esperaba que se acercara primero, un grito y apagó todo propósito: El barullo se alzó, llamando la atención de todos ahí.
—¡CHECOOOO!
Exclamaron desde el otro lado del salón, justo cuando el mexicano había puesto un pie dentro del lugar.
Sergio giró su rostro en dirección al llamado; no miró a nadie, pero todos lo miraron a él al momento de notar la presencia del campeón del dia.
Chiflidos y diversos saludos mezclados con aplausos se hicieron presentes de inmediato, haciendo sentir a Pérez totalmente avergonzado. Soltó una pequeña risita nerviosa y saludó con su mano a los más cercanos; reconoció a un par de ingenieros y mecanicos de diferentes escuderías e incluso de la propia, pero todavía no se topaba con ningún piloto.
Las felicitaciones no se hicieron esperar; todos estaban ansiosos por celebrar su victoria, incluso el mismísimo Lewis, quien no pudo evitar sonreír en grande al escuchar que Checo finalmente había llegado, olvidando por completo el otro asunto.
—Lleva esto a la mesa, Pierre.—Dijo, entregándole la botella que anteriormente sostenía en sus manos.—En unos momentos vamos para allá.
Sonrió, refiriendose a Checo y a él. Pierre, por su parte, alzó una ceja al recibir la botella; Hamilton parecía decaido e incluso había considerado hablarlo con él cuando estuvieran en la mesa, pero todo aquello pareció haber quedado en el olvido cuando el mexicano apareció.
Arrugó su nariz, totalmente curioso. Después de todo, tenía una pequeña idea.
Y aun que le hubiera gustado comentar algo al respecto, ya era demasiado tarde, pues Hamilton se dió la vuelta y había comenzado a abrirse paso entre la multitud, buscando llegar a Sergio.
—¡Checo, aquí!
Exclamó, alzando su mano en espera a que el de tez clara lo volteara a ver y fuera con él.
Sin embargo, alguien más le había ganado.
—¡Cheeeco!—Balbuceó Ricciardo, tambaleandose para llegar hasta él.—¡Mi amigo del alma, el campeón de la noche! ¡Ya está aquí!
Exclamó con una gran sonrisa, pasando su brazo alrededor de los hombros del más bajo y atrayendolo a su cuerpo mientras se lo llevaba a quien sabe donde. Checo, quien inconscientemente se limitó a seguirle los pasos, sonrió, notando de inmediato el nivel de alcohol en el cuerpo de su compañero.
—Dany.—Saludó, sosteniendo su brazo. Más le valía hacerlo o sentía que el australiano terminaría cayendose.—¿Como estás, bro? Claro, además de borracho.
—¡No estoy borracho!—Se defendió, al menos podía hablar.—¡Estoy disfrutando de Mónaco!
—Me da gusto.—Soltó una risita.
—Oye, oye Checo.—Murmuró, pegando su mejilla a la sien del mexicano.—Oye.
—¿Que?—Respondió, intentando contener la risa.
—¿Porqué Max no quiso venir? Mierda, lo invité 3 veces y después le llamé, ¡Pero jamás respondió! ¡Ese niño es muy mal amigo!—Sergio tragó duro ante la sola mención del neerlandés.—Si fuera una emergencia, ¿tampoco me contestaría? ¡¿Y si me estaba ahogando en el mar?!
—Si te estuvieras ahogando, sería un gusto para todos nosotros.—Intervino un tercero.
Checo se sintió agradecido con el cielo al ver a Yuki parado enfrente suyo; no quería pensar en Max en lo absoluto.
Por su parte, Daniel hizo un puchero, mirando de reojo al japonés quien alzó una ceja y cruzó sus brazos.
—Eres malo.
—Así nací, superalo.—Sonrió, sabiendo de sobra que Ricciardo no lo tomaría personal. Su mirada inmediatamente se posó en el mexicano y como si se tratase de otra persona diferente, se acercó con los brazos abiertos—Checo, ¡Felicidades, amigo!
Le abrazó e inmediatamente fue correspondido por el más alto quien placenteramente disfrutó del contacto; definitivamente necesitaba un abrazo en esos momentos.
—¡Muchas gracias, Yuki!—Agradeció desde el fondo del corazón.—¿Como estás?
—Perfectamente bien, es una buena noche.
—¡Checo!—Alguien más habló, mirando al mexicano.—¡Hola!
—Era una buena noche.—Rapidamente se retractó, mirando con desdén a Norris, quien se acercaba peligrosamente hacia el trio.
—Laaando~—Daniel suspiró, interviniendo en las intenciones del otro de acercarse y saludar.—Quiero vomitar...
Norris se detuvo en seco, mirando a Daniel con una mueca de asco y terror.—¿Qué?—Murmuró.
—Nos vamos.—Yuki fue más rapido, tomando del brazo a Checo y separandolo del borracho australiano.—Bye.
Y lo jaló, llevandoselo lejos de la escenita que Lando, quien no podía evitar sentir arcadas ante la sola mención de vomito, había montado, discutiendo con Daniel.
—¿He tardado mucho o Daniel ha tomado como nunca?—Preguntó, caminando a la par del japonés.
—Un poco de ambas.—Sonrió.—¿Donde estabas? Te hemos esperado por dos horas más o menos, tuve que ser amigable con Nyck para no estar solo.
Se quejó, caminando tranquilamente entre la gente que bailaba y charlaba.
Sergio mordió su mejilla interna; ¿como le diría a Yuki que había llegado hace una hora y media, pero sus nervios lo habían obligado a quedarse encerrado en su camioneta?
¿Sería viable confesar que había llorado, pataleado, gritado y maldecido con su frente recargada en el volante mientras cantaba "mi buen amor" de Mon Laferte en bucle?
No, claro que no. Entonces evadió la pregunta.
—¿Te dolió ser buena persona por dos horas?
—Totalmente.—Gimoteó.—Pero me enteré de tantas cosas, ¿que quieres que te cuente primero?
Sergio soltó una carcajada, yuki era como una Denisse Marker pero más bajo y con los ojos rasgados; aún que también era como un perrito chihuahua, arisco y chiquito.
—Lo que sea más interesante.—Y el también era un chismoso, no lo iba a negar.—Oye, ¿no has visto a Lewis?
De inmediato preguntó en cuanto vio la oportunidad.
Yuki pensó; la ultima vez que lo vio fue en los baños, pero eso había sido hace horas.
—Ni idea.
—¡Checo!
—Y apareció.—Yuki alzó las cejas, impactado por el perfect timing al ver al britanico llegar hacía ellos a pasos agigantados.—A la fila, Hamilton, yo lo encontré primero.
—Pierre te estaba buscando como un maniaco hace unos instantes.—Dijo, buscando la manera más eficiente de correr a Yuki.—Yo que tu, voy.
Señaló a la mesa en la que el francés estaba sentado, mirando su celular y esperando a que Hamiltom volviera.
—Vengan a la mesa.—Dijo, o más bien ordenó, antes de irse.
De un momento a otro, Checo y Lewis se habian quedado solos; Ham fue el primero en sonreirle al otro, estando totalmente contento por su presencia.
—Hola.—Saludó, con ilusión reflejada en sus ojos brillantes.—Si viniste.
—Prometí hacerlo.—Sonrió como respuesta. Al estar frente a Lewis, se sentía más tranquilo.—¿Llegaste hace mucho.
"Si" pensó.
—Nah.—Dijo, moviendo su mano de un lado al otro.—Casi que acabo de llegar.
Pérez asintió.—Menos mal, creo que me tardé bastante...—Dijo con pena, realmente no le gustaba ser impuntual.—Es que.. bueno, surgió algo... creo... yo...
Lewis negó rapidamente, tomando la mano de Sergio en un intento por llamar su atención y parara de hacerse trabalenguas.
—No importa.—Tranquilizó, dedicandole una sonrisa calida.—Lo importante es que ya estás aquí, ¿no?
Checo bajó su mirada hacía sus manos y después la volvió a subir, topandose con la calma contagiosa de Hamilton. Él suspiró y finalmente asintió, dandole toda la razón.
—Vamos a la mesa, acabo de comprar una botella. ¿Quieres un trago?—Ofreció, contento por poder cumplir su proposito de tomar su primer trago con Sergio.—Hay tequila.
—Uff.—Inmediatamente soltó el mexicano.—Me urge.
Soltó una risa nasal, siendo seguido por Lewis quien asintió ante su aprobación a aquel licor que evidente era su favorito, e inconscientemente manteniendo aún sus manos juntas guió a Checo hacía la mesa en la que anteriormente estaba con Pierre y ahora Yuki, quien ya se había sentado a un lado del francés.
Por su parte, Checo estaba más relajado. No sabía si era por el ambiente o simplemente por el hecho de estar ahí con Lewis.
Pero gracias a eso, estaba seguro que el pequeño rato que se suponía que estaría ahí, sería bastante agradable, lo suficiente para hacerlo sentir tranquilo.
Había encontrado a su calma después de la tormenta y claro que lo celebraría con un par de caballitos de tequila.
O tal vez menos.
—¡¿PERO SABEN QUE ES LO QUE ME DA MÁS CORAJE?!—Balbuceó, golpeando su puño contra la mesa.—¡QUE YO DI TODO, WEY, TODO! ¡TODO Y SE TERMINA ENOJANDO CONMIGO COMO SI FUERA MI PEDO! ÓSEA, ¡¿QUE PEDO, WEY?! ¡QUE CHINGUE A SU MADRE!
Lloriqueó, no pudo evitarlo. Dejó salir más de esas lagrimas amargas que tenían nombre, apellido y nacionalidad.
Ya hasta CURP tenían las cabronas y si seguía así les iba a tener que sacar pasaporte.
Por su parte, los ahí presentes, quienes se habían amontonado en el lado contrario de la mesa donde estaba Checo, se mantuvieron callados mientras los llantos del mexicano con su frente pegada a la mesa se mezclaban con la musica de fondo.
Se habían enterado de tanto en menos de una hora, que sinceramente esa mueca desencajada que compartían no era suficiente para demostrar lo muy confundidos que estaban, tanto por la información como por el repentino cambio de idioma que manejaba el hombre borracho con habilidad.
—A ver, ósea.—Lance fue el primero en hablar.—Ósea si, ya sabiamos... pero...
Lewis, quien no sabía como detener tal ataque hacia la integridad personal del ebrio mexicano, miró a Stroll para que se callara. Pero ya era tarde, Checo lo había escuchado.
Detuvo su llanto abruptamente y alzó lentamente la vista, como si de un asesino se tratase.
—¿Como que ya sabían?—Cuestionó con los dientes apretados, levantando tetricamente su mirada hacía los seis quienes temblaron bajo aquella amenaza visual.
Se quedaron en silencio, era lo mejor para ellos. Si alguno hablaba, quemaba a todos y la furia de Checo no se haría esperar. Sabían cómo era Sergio y realmente le temían.
Pérez era luz, brillos, justicia y equidad, pero cuando estaba enojado, que era bastante raro que eso ocurriera, la cosa cambiaba en su totalidad.
—Hablen.—Ordenó, totalmente amenazante.—Ya.
Todos tragaron saliva, habían olvidado lo atemorizante que era Sergio cuando se enojaba.
Pero aún así, ninguno se atrevió a decir palabra alguna, porque eran compañeros y amigos tanto fuera como dentro de la pista. Serían solidarios el uno con el otro, porque sin importar que, ningún hombre seria dejado atr...-
—¡Me dijo Yuki!
Confesó de Vries, al no poder soportar el peso del silencio.
El japonés miró a su (casi) amigo con tal odio que incluso podía ser superior al coraje de Pérez quien estaba que hervía.
Había sido traicionado, fue cruelmente entregado como Judas entregó a Jesús.
Pero si se hundía el, no se hundiría solo.
—A mi me dijo Pierre.—Dijo, lavandose las manos.
Las miradas de todos pasaron al francés, quien sudó frío.
—A-Ah...—Balbuceó, sin poder evitarlo.—¡Pues a mi me dijo Fernando!
—A mi me dijo Lance.—Alzó los hombros, mirando al implicado. Si quemaban a uno, quemaban a todos.
—¿Lance?—Checo siseó, Stroll se congeló en su lugar.—¿Y tu como sabías?
—Me dijeron los astros.
—¡LANCE!
—Me dijo Esteban.—Cruzó los brazos y bufó.
Ocon tomó un sorbo de su vaso, sintiendo todas las miradas sobre él. Él ni siquiera debería de estar ahí.
—Yo lo escuché de Lando.—Murmuró.
—Ah, genial. El escorpio es amigo del virgo de septiembre.—Stroll se quejó. Yuki casi suelta una carcajada, pero se abstuvo.—Los judas de la astrologia.
Sergio pasó por alto el comentario astrologico de Lance y ahora fijó su mirada en Lando, quien solo alzó los hombros con altanería.
"Si, yo le dije. ¿Y que?" Pensó.
—Pues a mi...—Preparó sus palabras. Norris sabía que tenía el comodín en sus manos.—A mi me dijo Carlos.
Sonrió, moviendo a su peón y tirando a la reina, cosa que le dió la victoria de aquel tremendo quemazón.
—¿Carlos?...—Preguntó en un hilo de voz, sin creerlo.
Sainz le había prometido, no, le había JURADO, no divulgar su secreto con nadie cuando lo atrapó; Checo se sentía traicionado. Podía no ser nada, pero para el lo fue todo y aquella mueca de desilución fue la prueba más fiel de ello.
Quería llorar otra vez.
Confió en Carlos, traicionó a Max al haberle contado a alguien lo que solo era de ellos dos y no podía sentirse más miserable, porque ahora no solo lo sabía solo el español, si no que lo sabía la mitad de la parrilla.
Lewis tembló, notando poco a poco como el rostro de Sergio se contraía una vez más; si volvía a llorar, no sería capaz de soportarlo.
Y finalmente, tras una mirada llena de sentimientos que se le fue dedicada por parte del mexicano inconsolable y ebrio, cuando estaba a punto de intervenir, Lando volvió a hablar.
—¿Que tienes?
Cuestionó fingiendo preocupación, utilizando ese tono de "no mato ni a una mosca" que quienes lo conocían sabían que era más falso que su personalidad en si.
—Cierra la maldita boca, Lando.—Yukino amenazó, sin paciencia.—Nadie en esta mesa, además del estupido de Esteban, te soporta, así que o te callas o te largas.
—Si, que se largue.—Lance apoyó.—Sus malas vibras me marean, urge una limpia.
—Basta.—Hamilton puso un alto, justo cuando parecía que todo comenzaría a descontrolarse.—Dejen a Sergio en paz. Y tampoco le hables así a Lando, Yuki.
Regañó, moviendose de su lugar y acercandose a Checo, a quien tenía intenciones de atraerlo a sus brazos; hamilton sabía lo mucho que a sergio le reconfortaban los abrazos.
—¡Pero el empezó!—Yuki se defendió, pero Hamilton lo mandó a callar posando su dedo indice sobre sus labios.—¡Pero..!
—Gracias, Lewis.—Lando se mostró agradecido, mirando de reojo al japonés—Alguien en esta mesa que si tiene modales...
—¿¡AH QUIERES VER MIS MODALES!? ¡AQUI TENGO DOS!
Exclamó Tsunoda, totalmente harto, alzando sus puños en dirección a Norris.
—¡Yuki, no!
Gasly interrumpió, tomando al más bajo de la cintura y obligandolo a sentarse. Tenía experiencia controlando al japonés, pero una parte de él deseaba soltarlo y que se agarrara del chongo contra Norris. Porque siendo sinceros, a él tampoco le agradaba del todo.
—Venga chicos, no se porten así.—Fernando pidió, levantandose de su lugar.—Les invitó unas copas, pero relajense. Es la noche de Checo, no vengan a arruinarsela.
—Opino lo mismo.—Lewis apoyó, acariciando los brazos de ese Checo borracho y triste con la mirads perdida en algun lugar de la mesa.—Vayanse.
Pidió, y casi ordenó, esperando que los dejaran solos o al menos lo suficientemente calmados como para arreglar lo que habían provocado.
Los presentes ahí se levantaron sin ningún tipo de queja, ellos tambien deseaban alejarse del peligro.
Ósea, de Norris.
—Oigan.—Lewis los detuvo, antes de que se esparcieran por el lugar.—Y ningúna palabra de esto a nadie, ¿de acuerdo? Ni a su amigo más cercano. Nadie. Guarden el secreto.
Dijo, refiriendose al tema de la extraña relación/no-relación de Max y Checo.
—Esto se va a la tumba conmigo.—Comentó Fernando.
—Igual.—Yuki alzó su dedo pulgar.—Oye Pierre, ya sueltame.
—Perdón.—Se disculpó el francés, avergonzado.—No le digo a nadie.
Los demás confirmaron con un asentimiento de cabeza antes de irse en pequeños grupitos y desaparecer tras la gente que al parecer ni siquiera se había percatado de la riña entre los pilotos, cosa que el britanico agradeció en un suave suspiro.
—¿Checo?—Preguntó, con el mexicano acurrucado contra él.—¿Estás bien, amigo?
Pero no recibió respuesta. Pérez solo estaba ahí, con una mano aferrada a la camiseta del moreno, sus ojos humedos mirando a la nada y soltando uno que otro hipido; eso hizo que Lewis se sintiera terrible.
Lo había invitado para que disfrutara, no para que llorara aún más.
—Lo siento.—Susurró, bajando su rostro hacía el cabello del mexicano.—Debí de haberte detenido después de la segunda botella de tequila.
Se lamentó, apretujando el cuerpo contrario contra el suyo; tantos arrepentimientos y ese no era el lugar indicado para hacerlo.
Mordió su labio, sin saber que hacer. ¿Debería de llevarlo a su casa? Seguramente era lo mejor.
—¿Qué hay de malo conmigo, Lewis?
—¿Qué?—Respondió instantáneamente, mirando al mexicano.—Checo, tu no tienes nada de ma-
—¡No me digas que no, porque yo sé que sí!—Exclamó. Hamilton susurró un leve "shh" intentando que se calmara, estaban llamando la atención y eso podría tener consecuencias para ambos.—¡NO, NO ME CALLES!
—Pero Checo...
—¡¿Porqué Max no me quiere?!—Lloriqueó, apretujando con su puño su propia camisa que ya tenía los dos botones superiores desabotonados.—¡¿Yo qué culpa tengo?! ¡¿Porqué me esconde como si fuera algo malo?! ¡Es porque tengo algo de malo! ¡¿P-Pero y si yo fuera una mujer, como esas a las que sigue en Instagram?! ¡Sería diferente!
La gente alrededor comenzó a voltear, siendo espectadores de la desdicha de Pérez quien no hacía más que retorcerse entre los brazos de Hamilton que ya estaba sudando frio. El problema no era que lo estuvieran viendo a él, claro que no, de hecho ni le importaba.
Si no que le preocupaba lo que Sergio fuera capaz de decir y que al final el piloto de Red Bull fuera el afectado.
—Checo.—Llamó, pero fue ignorado por el otro quien seguía quejándose en su lugar.—¡Checo!
Nada. No hubo respuesta alguna más que balbuceos por parte del mexicano quien no parecía querer detenerse, no cuando iba por la razón numero 700.
Entonces Lewis, como ultima carta, hizo lo que siempre quiso hacer pero nunca se atrevió.
—¡Ya cállate, Sergio!—Exclamó, tomando las mejillas del otro quien fijó su mirada en el.—¡No tienes nada de malo, hombre!
—¿Ah no?—Dijo, en un tenue hilo de voz.—¿E-Entonces porque pareciera como si me odiara?
Suspiró.—Porque es un idiota, Sergio. No sabe lo que quiere, es egoísta y gracias a eso solo te está lastimando.—Explicó, apretando los labios al notar las lagrimas desbordantes en los ojos del mexicano.—Y... estoy seguro que te ama... pero no sabe como expresarlo.
Dijo. Probablemente se arrepentiría de eso, probablemente debió de haber dicho lo que en verdad quería decir, pero no se podía permitir que Checo sufriera por su sinceridad. Lo amaba, si, pero no quería confesarlo cuando el menor estaba alcoholizado y probablemente no lo recordaría, y si lo hacía, no sería un recuerdo bonito.
Así que simplemente decidió decir lo que el otro quería oír, al menos por esa sola ocasión.
—¿T-Tu crees que me ama?—Sollozó.
—Muchísimo. ¿Quien no te amaría?—Sonrió, deslizando con delicadeza la yema de su dedo indice sobre esas pequitas marrones que tanto le gustaban.—Pero, ¿sabes que es más importante que eso?
—¿Qué cosa?
—Que tu te quieras a ti mismo.—Explicó en su oído, más tranquilo cuando sintió el cuerpo del otro destensarse y recargarse por completo en su pecho. Ya que le importaba que los otros les vieran, no se quería mover de ahí.—Tu sabes lo que mereces, Checo. No te conformes con menos.
Dijo, esperanzado con que Pérez fuera capaz de recapacitar por su cuenta. De nueva cuenta el silencio se hizo presente aún que hubiera musica resonando por todo el lugar, porqué en la burbuja en la que se habían metido sin querer las cosas eran diferentes.
Entonces Checo habló.
—¿Lewis?
Levantó su mirada, conectando sus orbes claros con los de Hamilton que no pudo evitar sonrojarse ante aquel simple acto; Sergio era precioso, y lo era aún más cuando le miraba.
—¿Si?
Respondió, ansioso por saber lo que el otro tenía por decir. Tantas posibilidades y sorprendentemente en todas salía ganando por el simple hecho de estar con Pérez.
Checo se quedó callado por un momento, haciendo sentir nervioso a Lewis; ¿que querría decirle?
El mexicano, tentando el cuello del moreno por detrás, posó su mano sigilosamente en la nuca del otro y lo atrajo hacía sí, con tal delicadeza y lentitud que para Hamilton fue doloroso.
Se relamió los labios, mostrando por unos segundos su lengua que a Lewis le dio por querer saborear.
—Quiero vomitar.
Santa mierda.
—¿Todo bien?—Apareció Pierre, asomando su cabeza por la puerta.
Aparentemente, después de que ambos pilotos salieran corriendo al bajo por la urgencia del mexicano, fueron perseguidos por la misma bola de pilotos chismosos que en ningún momento dejaron de ver la conversación de los otros dos.
Claro que ahora sin Lando ni Esteban, de quienes gracias al cielo se habían deshecho hace unos minutos atrás.
Checo, arrodillado y con la cabeza dentro de un WC, alzó su dedo pulgar.—E-Estoy... Estoy.. ¡Mierda!—Logró pronunciar antes de tener una sonora arqueada que lo obligó a regresar todo de nuevo.
—Ew.
—Déjalo, Lance.—Hamilton regañó, con los brazos cruzados y recargado en el marco de la puerta.—Voy a llevarlo a casa.
—¡No!—Intervino Sergio, sacando su cabeza del WC.—A-Aún aguanto, estoy bien. Quiero bailar.
Dijo, tratando de levantarse. Claramente seguía ebrio, pero al menos estaba más tranquilo.
—Quiere bailar.—Repitió Nyck, casi con gracia.
—¡Pues vamos!
—No.—Lewis detuvo a Yuki, Lance y Nyck quienes inesperadamente se habían convertido en los mejores amigos del mundo. O tal vez solo porque también estaban borrachos.—¿Como va a bailar así? tiene que ir a casa o a su hotel, a descansar.
—Oh, vamos Ham, no te comportes como una mamá.—Yuki dijo, cruzando sus brazos.—Es su día, ¡el ganó el Grand Prix! mínimo deja que se tome unas fotos, bro.
—No, a casa.—Se mantuvo firme.—Miralo, no ha comido nada y lo está hechando todo.
—No tengo casa, ni hotel, ni novio, ni gatos.—Checo hizo un puchero.—Max me dijo que no volviera.
—Ese hijo de perra.—Pierre arrugó su nariz. Definitivamente Verstappen no podía caerle peor.—Vamos a ahorcarlo.
—Apoyo.—Lance levantó su mano.
—¡No quiero hablar de Max!—Se quejó Pérez, cuando en primer lugar el había sido quien mencionó a Verstappen.—Quiero pasarla bieeeen.
Hamilton suspiró; si bien, él también quería lo mismo para su amigo, sentía nervios al saber lo ebrio que se encontraba. Pero bueno, Checo era un adulto y no podía negarle al menos un poco de paz después de tanto caos.
Después de todo, seguía siendo su celebración por su victoria.
—No te despegues de mí, ¿de acuerdo?—Le pidió, tomando su mano para que se levantara por completo.—Vamos a cuidarlo, chicos. No permitan que esto se salga de control, ¿bien?
—Si capitán.—Pierre asintió, con gracia.—¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿qué se nos pierda?
—Idiota.—Se quejó con toques de burla.
Después de todo no solo estaría él, también Pierre, Yuki, Nyck, Lance y sí se encontraban con alguien más, también lo obligarían a cuidar al campeón de Mónaco.
Solo sería unos momentos, después se irían.
O eso creían.
Porqué de un momento al otro, Lewis había perdido de vista primero a Pierre y Yuki, que desaparecieron de un momento al otro.
Después a Nyck, quien había huido para unirse a una competencia de shots contra Daniel y bottas.
Y por ultimo a Lance, a quien de hecho veía como le contaba a Alonso quién sabe que cosa, pero conociéndolo, probablemente estaba sacándole su carta astral o una mierda así.
Lewis estaba solo, parado en medio de la pista y permitiendo que varias personas bailaran a su alrededor.
Pero.
Espera, ¿dónde estaba Checo?
—¡Sergio!—Exclamó, intentando enfocar su mirada. Pero le fue casi imposible.
Estaba tambaleándose de un lado al otro, sus pies descoordinados no parecían querer apoyarlo y hacer que diera al menos un paso bien. Lewis bufó mientras se tallaba los ojos. No debió de haber abierto la boca cuando Daniel se acercó con una botella de quien sabe que cosa mezclada con refresco; un extraño (y probablemente ilegal) invento del australiano, obviamente.
Talló sus ojos una vez más, buscando orientarse. Se había prometido a si mismo cuidar del mexicano y ahora lo había perdido, ¿que clase de amigo era?
"Dios, ayúdame" suplicó.
—¡Leeewis!—Escuchó, ese era Checo, quien se acercó a él apestando a licor y abrazándolo como un Koala.—¡Ven, baila conmigo!
"Wow Dios, eso fue rápido. Gracias." Sonrió para sus adentros.
No tuvo tiempo de responder, o siquiera de actuar, porque Sergio había pegado su cuerpo al suyo e inmediatamente comenzó a moverse al ritmo de esa canción de reggaeton que ni siquiera era capaz de entender.
Pero estaba seguro que era de Bad Bunny, porque a Checo le encantaba ese artista.
—¿A dónde fuiste?—Le preguntó, intentando seguirle el paso.
—Una chica me invitó a bailar.—Respondió, bebiendo un sorbo de ese vaso rojo que tenía en la mano.—Me enseñó a moverme.
—Ah.—Dijo, sin saber realmente qué sentir.
Osea, ¿en qué aspecto le había enseñado a moverse?
¿Porqué se sentía raro?
—¿Y que te enseñó?—No pudo evitar preguntar.—S-Si es que puedo saber, claro, no te estoy obligando... ¿tienes sed?
—No.—Soltó una pequeña carcajada.—Deja te enseño, espera. Cuidame mi vaso.
Le pasó el desechable rojo y Lewis lo tomó con cuidado; quería darle un trago, pero no sabía si el otro se enojaría o no, entonces decidió abstenerse por el momento.
Sus pensamientos se centraron en el estupido vaso, que ni siquiera notó cuando el mexicano se había pegado a su cuerpo una vez más, pero diferente que las veces anteriores; Pecho contra pecho, Checo se acercó peligrosamente a su cuello, haciendo jadear de la sorpresa a Lewis, pero una vez más, no fue capaz de realizar acción alguna.
—Tienes que tomar mi cintura.—Ordenó, muy cerca de su oído.
Hamilton tembló, pero también obedeció, rodeando el cuerpo del piloto con su brazo libre; la musica a todo volumen y el alcohol viajando en su sangre estaban acabando con su poco razonamiento, incluso las luces de diferentes colores ya lo habían cegado; pero aún así no dejó de mirar a Checo, quien parecía (borracho) emocionado(pero más borracho) por su acción, que para él era una travesura.
No fue necesario que Sergio diera otra orden más, porque Lewis supo exactamente que hacer; lo pegó a su cuerpo, mientras que el mexicano se aferraba a su cuello.
Él empezó a moverse, siguiendo aquel ritmo que tanto amaba. Hamilton lo siguió, apegándose a él lo más que se le fuera posible.
—¡Eso!
Checo se carcajeó, totalmente complacido por la coordinación de Lewis contra él. El ritmo era solido y delicioso, con pequeños roces entre los pilotos quienes, no iban a admitirlo, ni sobrios ni borrachos, pero se sentía tan bien que dé un momento a otro perdieron por completo su sentido de la lógica.
Hamilton, para Checo, era agradable, sin más vueltas al asunto. Era amable, gracioso, comprensivo, generoso, respetuoso y estaba lleno de ese coraje y valentía que el admiraba cuando era más joven.
Si las virtudes (y la palabra "Sexy") fueran una persona, fácilmente esa persona sería Lewis.
Checo solía ser bastante apegado al británico en sus tiempos de debut, casi como si fueran hermanos o algo por el estilo. Pero lamentablemente el tiempo avanza y la gente cambia; eventualmente, sin realmente quererlo, terminaron distanciándose y enfocandose cada quien en sus asuntos personales y profesionales, pero seguían siendo buenos compañeros.
Tal vez no como antes, pero el lazo de compañerismo que habían forjado con el pasar de los años seguía ahí.
Y bueno, después de tanto, finalmente podían tener un pequeño tiempo a solas.
Lewis jadeó justo en el oído de Sergio, quien se contrajo ante el cálido aliento del moreno; estaba caliente, definitivamente estaba caliente y deseoso de más.
—¡Eh, ya llegó el tío Dany con su dosis de alcohol, bebés!—Interrumpió Daniel, llegando con una botella en manos y con otras 5 personas que no sabían ni quienes eran y seguramente el tampoco.—¡Abre!
Sergio, quien no puso ni una sola pizca de resistencia, obedeció, sacando incluso su lengua. Lewis nuevamente se relamió los labios, saboreando el pensamiento de tomar con su boca el músculo del mexicano y morderlo hasta que se cansara. Deseaba hacerlo. Podía hacerlo.
Podía hacerlo.
Pero no debía. Tal vez no se acordaba ni de su segundo nombre, pero conocía sus limites y sus valores.
—¡Lewis, abre!—Grito Daniel, entre carcajadas después de haberle llenado la boca al mexicano.—¡Y no me digas que no!
Hamilton lo dudó; ya no quería tomar más. Su consciencia estaba casi perdida, era una verdadera suerte que aún pudiera estar de pie a pesar de lo mareado que se sentía.
Entonces decidió ser responsable y negó. Después de todo, alguien tenía que manejar de regreso a casa, y cómo veía las cosas, seguramente sería él.
—¡¿Como que no?!—Lewis ya se esperaba esa queja, pero su sorpresa fue que no había sido Daniel el dueño de esta.—¡Dale Lew, no seas aburrido!
Sergio dijo, entre risas y colgandose de su cuello.—¡Shot, shot, shot!
—Lo siento, pero no hoy.—Puso un alto, sosteniendo a Checo de su cintura.—Ya estoy demasiado borracho, no puedo más.
Los ahí presentes soltaron un pequeño quejido de desanimo. Pero Lewis no sabía que el mexicano estaba planeando algo a sus espaldas. Algo que pondría fin a su cordura.
Y realmente fue demasiado tarde cuando de un momento a otro, la boca llena de Pérez se posó sobre su boca abierta y para nada preparada, vertiendo ahí el alcohol que de un momento había llenado su boca y ahora llenaba la suya.
Lewis tragó, estupefacto.
Incluso el mismo Daniel abrió la boca.—Santa madre...—Balbuceó, con un tono de gracia.
—Te lo tenías bien escondido, Chequito.—Se carcajeó.—¡VIVAN LOS NOVIOS! ¡VIVA MI PADRASTRO!
—¡VIVAA!
Exclamaron a su alrededor, gente que ni conocían, pero estaban tan alcoholizados que eso no importó en ningún momento. Pero Lewis aún no podía comprender que Checo lo había besado.
O algo así.
—¡Váyanse al baño!—Exclamó Lance, de la mano de un rubio tembloroso.
—¡¿Así como tu te vas con Logan?!—Checo exclamó, con gracia.
—¡¿Y a ti que te importa lo que haga, acuario inestable?!
Checo soltó una carcajada mientras negaba y se escondió en el pecho de Hamilton.
Dios, como lo estaba disfrutando. El alcohol era tan mágico que incluso pensó en ir con Ocon y darle un abrazo.
Por su parte, mientras Sergio se carcajeaba y frotaba su nariz contra el cuello del moreno, Lewis sentía en su interior las consecuencias de aquel trago que sin dudas había tirado su torre de sanidad al momento de entrar a su cuerpo.
Ya no quedaba nada de "sir" en Lewis.
—Vamos.—Pidió, rozando sus labios contra los de Pérez.
—¿A dónde?—Murmuró el otro, embriagado con el contacto de Hamilton sobre él.—¿Que quieres hacer conmigo, eh?
—No tienes ni idea.—Jadeó.
Finalmente, en un movimiento rápido y atrevido, los labios calientes y húmedos del moreno se juntaron contra los de Checo, quien no puso resistencia alguna ante la acción y fue el que profundizó el beso.
Los escurridizos dedos del mexicano se aferraron a la nuca de Lewis, apegándolo a él lo máximo posible hasta que el otro soltó un gruñido deseoso. Mordió su labio inferior, metió su lengua a su cavidad y dejó que explorara todo lo que quisiera, encendiendo así cada vez más la llama de deseo entre los pilotos ebrios.
Sergio soltó un pequeño gemido y se separó un par de centímetros de los labios del mayor para tomar el aire que le habían arrebatado, aún así, Lewis no sentía que fuese suficiente; su mano se introdujo debajo de la camisa oscura del hombre que solo se sostenía de un par de botones que luchaban por mantenerla abrochada.
—Lew..—Jadeó, antes de volver a pegar su boca contra la del recién mencionado.
Pero el británico no se detuvo, siguió manoseando a su compañero sin pudor ni cuidado alguno. Su piel tersa era como una droga que sería capaz de inyectarse todos los días sin falta alguna.
Checo era una droga, siempre lo supo.
Siempre lo pensó.
Y ahora, finalmente lo había comprobado.
Chapter 5: 𝐈𝐈𝐈 - 𝐁𝐑𝐄𝐀𝐊𝐈𝐍𝐆 𝐍𝐄𝐖𝐒
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El sol salió.
Barrió la ciudad de pies a cabeza, eliminando todo rastro de oscuridad y de la noche en Mónaco; un nuevo día había llegado.
El movimiento dentro de la ciudad no se hizo esperar, de todas maneras era lunes. Por supuesto que después del Gran Prix que paraba toda actividad las personas debían de seguir con sus vidas, inclusive los pilotos.
Después de un GP, inmediatamente comenzaban a prepararse para el próximo, aún que faltaran casi dos semanas; unos cuantos iban a sus países de origen a entrenar y otros tantos al área de concentración de su respectiva escudería para seguir con sus rutinas diarias pre-carrera.
Pero este año, hubieron varias excepciones.
Los molestos rayos del sol se colaron por las cortinas semiabiertas de la habitación. Progresivamente todo comenzó a iluminarse de un vigoroso dorado que rebotaba contra todo ahí dentro; incluso contra el rostro pecoso del piloto mexicano quien yacía durmiendo plácidamente enredado entre las sabanas.
Una pequeña queja salió de sus labios magullados, estaba molesto por la repentina intromisión de los rayos solares contra sus párpados. Aún así, totalmente somnoliento y decidiendo que definitivamente no era tiempo para despertar, se dio la vuelta, dandole la espalda a la ventana y a la luz.
Se topó contra un cuerpo; nada nuevo, seguramente era su novio durmiendo a su lado como todos los días.
—Bebé...
Balbuceó ronco, acurrucándose contra él neerlandés. Hacía frio ahí adentro, y nada mejor para él que reconfortarse contra el cuerpo calientito de su pareja y esconder su rostro en su cuello.
Como respuesta, recibió un tenue beso en sus labios; casi fue un roce somnoliento por parte del otro, pero fue suficiente para probar su sabor.
—Buenos días.—Suspiró, aún sin pensar siquiera en abrir los ojos. La iluminación no se lo permitía del todo y él no lo intentaría por el riesgo a encandilarse.
Todo se sentía tan bien, tan en su lugar. El rompecabezas dentro de su vida estaba completo y sin fallo alguno, algo que le encantaba sentir cuando más dudaba en sí mismo.
Pero, ¿porqué le dolía tanto la cabeza?
"Click"
Se escucha detrás suyo, justamente cuando tomó el rostro de "Max" y juntó nuevamente sus labios en busca de más cariñitos mañaneros.
Sergio no le puso atención, no cuando su pareja envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo; sin embargo, aquel peculiar sonidito volvió a arruinar el ambiente, siendo seguido de otros cuantos que a fin de cuentas pareció tratarse de un enjambre. Esta vez, Checo paró oído, reconociendo finalmente aquel ruido tan característico que escuchaba en su vida diaria.
Era el sonido de una cámara.
No, no solo una.
Varias.
—¿Uh?
Preguntó al aire, girando su rostro y cuerpo en dirección de dónde había salido aquello, a pesar de que el agarre de Verstappen se lo impedía. Entre abrió sus ojos, casi quedandose ciego en el proceso; la luz del sol nunca lo había molestado tanto como ahora, ni siquiera la aberrante luz mortal de Guadalajara a las 2 de la tarde.
Frunció el ceño, notando que su habitación lucía diferente a pesar de no poder ver con claridad gracias a la molesta borrosidad qué eventualmente comenzaría a desaparecer. El cuerpo de Checo poco a poco comenzó a entrar en completo funcionamiento, pero no cómo le gustaría, si no que comenzó a sentir un dolor agudo que lo puso alerta.
—Mierda...—Susurró, casi sin poder moverse. Fácilmente se sentía paralitico.—¿Qué me pasó?...
Se preguntó a si mismo, tratando de recordar si había hecho algo o si se había caído como para que se sintiera de tal manera.
Pero rápidamente se percató que no recordaba nada del día anterior.
"Click" otra vez aquello.
Checo se sentó en la cama a una velocidad irreal. Con los ojos bien abiertos y una expresión de nada más y nada menos que terror puro, escaneó el lugar en donde estaba.
Esa no era la habitación que compartía con Max en su casa.
Y ese hombre, a su lado, no era Max.
—¡A LA MADRE!—Pego un grito, quitando de un empujón los brazos del moreno quien estaba más que dormido.
Sergio cayó de la cama, aterrizando sobre su espalda en el suelo. Sus piernas se enredaron en la sabana que se llevo consigo y en un intento por agarrarse de algo, jaló las cortinas que se encontraban cercanas a él, ocasionando que estás se zafaran de su lugar y descubriendo las ventanas.
Y a las 15 personas que estaban al otro lado de estas, con cámaras en manos, micrófonos adornados con y presenciando con la boca abierta a la pareja desnuda que hace unos minutos yacía dormida.
Lewis por su parte, gracias al golpe proporcionando por Checo antes de caerse, se despertó de golpe.
—¿E-Eh?—Balbuceó, encontrándose en primera estancia con la gente que allanaba su hogar.—¡¿Que hacen aquí?!
Exclamó, casi como si se tratase de un pedido de auxilio.
Los flashes de alzaron hacía ellos de inmediato. Hamilton quiso frenarlos, pero al levantarse de la cama se dio cuenta de la desnudes de su cuerpo, por lo que enseguida se cubrió con una almohada mientras hacía señas hacía la prensa que no tenía ninguna intención de bajar sus cámaras y arriesgarse a perder los detalles de la oculta "relación" de Hamilton y Pérez.
—¡VAYANSE!
Exigió, tapandose con aquella almohada que había tomado y buscando la manera de cubrir las ventanas.
¿Dónde estaban los de seguridad? ¿Cómo habían entrado tan fácilmente a su propiedad?
Sin embargo, cuando se disponía a ir hacía la ventana, tropezó contra el cuerpo de Pérez que yacía en el suelo.
Cayó, pero no a un lado o cerca.
Cayó justo sobre él.
—¡Quitate!—El mexicano exigió, retorciéndose.
Pero Hamilton, quien estaba en un estado de shock constante, miró hacía arriba, notando que la perspectiva los estaba favoreciendo al ocultarlos.
—Checo.—Llamó, intentando calmar al otro quién estaba al borde de la locura.—Quédate quieto, mira, no nos pueden ver. Pegate a la pared.
Le pidió, acercándole la sabana con la que anteriormente se había enredado.—Toma, tápate.
Dijo, sintiendo nada más que pena al estar en esa situación que rápidamente proceso.
Pero al igual que Sergio, no sabía qué habían hecho para llegar a eso.
Por su parte, el piloto de Red Bull no le quedó de otra más que, sin poder mirar a los ojos a Hamilton, tomar la sabana y cubrir su cuerpo entero con ella para acto seguido obedecer; se arrastró hacía la pared, donde aplastó su espalda contra esta lo más que se le fuera posible.
Lewis hizo lo mismo, pero esta vez buscó algo más que una simple almohada para cubrirse; las cortinas que habían caído al suelo fueron una perfecta opción y al igual que Checo, quien por cierto ya estaba más pálido que de costumbre, se cubrió de la cintura para abajo.
Cuando estaba a punto de acercarse y sentarse a un costado del otro, un grito por parte de Sergio lo detuvo.
—¡vuélale para allá!
Se quejó, odiando la idea de que el moreno se acercara mas de la cuenta. Aún estaba sensible, no quería creer lo que parecía.
Hamilton entendió, claro que lo hizo, por ello guardó distancia del mexicano, sentándose a un metro de distancia de él; de todas maneras, las personas fuera del lugar no podían verlos.
—¿Dónde estamos?—Preguntó, temblando mientras se aferraba a la única cosa que lo cubría.
—En mi casa.—Respondió, pegándose a la pared tanto como podía, e intentando ordenar sus pensamientos.
—¡¿Porqué?!
—¡No tengo ni idea!
Exclamó, desesperado.
¿Acaso él y Checo habían... echo "aquello"?
No. No era posible.
Él respetaba a Checo, tanto como persona como compañero. También respetaba su relación; Max y Checo eran novios, él lo sabía perfectamente y aún que no estuviera muy de acuerdo con la mecánica "oculta" que llevaban a cabo, no era nadie para meterse en donde Sergio era feliz.
Porque Checo amaba a Max y a su relación; y, si eso significaba que el mexicano era feliz, entonces Lewis no tenía porque intervenir.
Lewis amaba a Sergio, si, pero amaba más verlo feliz, verlo bien, aún que no fuera con él.
Y eso era más que suficiente.
—Checo...—Dijo después de minutos horrendos de silencio sepulcral, con un tono arrepentido. Quería hablar de lo que pasó anoche, o al menos desde dónde se acordaba.
Pero el mexicano estaba notablemente indispuesto, porque ni siquiera lo había visto cuándo habló; se mantenía dandole la espalda a Hamilton mientras se abrazaba fuertemente a sí mismo.
Lewis miró su espalda, notando ciertas marcas en ella.
Cerró los ojos lleno de culpa y arrepentimiento.
—Yo...—Intentó, pero se quedó callado.
¿Qué podría decirle? ¿Qué podía hacer después de aquel horrible error?
"Lo siento, Checo" generico. No podía limitarse a una simple disculpa vacía.
Apretó los ojos, cruzando sus brazos y manteniendose en su lugar; se daba asco.
Tocó sin consentimiento al mexicano, todo por el alcohol. Todo por ceder a sus instintos más animales y a sus deseos ocultos por años.
Él no era así.
Se negaba a creer que era así.
Se quedaron en silencio, escuchando los murmullos provenientes de fuera; No parecían querer irse.
Pero en la oscuridad, siempre había una luz.
Y esa luz tenía nombre y apellido.
—¡Pero bueno! ¡¿Que haceís vosotros aquí?!—Exclamaron desde la puerta.—Checo y Lewis miraron en dirección al hombre postrado bajo el umbral, pero aquello que había dicho no fue dirigido a ellos, si no a los intrusos.
Las cámaras nuevamente fueron alzadas, pero Alonso fue más rapido, tomando una de las ultimas sabanas de la cama King size de Hamilton y extendiéndola hacía la ventana, evitando que las cámaras miraran hacia adentro.
—¡¿Que esperaís?!—Exclamó en dirección a los pilotos.
Hamilton y Pérez de inmediato entendieron el mensaje. Checo fue el primero en levantarse y huir de la caótica habitación, con Lewis siguiéndole por detrás; ambos sosteniendo las respectivas telas que cubrían las evidencias de su crimen nocturno.
Alonso, una vez despejada la escena, bajó la sabana.
—Que pena, se han ido sus gallinas de los huevos de oro.—Alzó los hombros, sintiendo las miradas furiosas por parte de la prensa.—Adiós, cuervos.
Y se dio la vuelta, con dirección a la salida; simplemente salió con tranquilidad, cerrando la puerta de madera tras sus espaldas y acabando con todo aquel drama.
O bueno, acabando con uno y llegando a otro.
—¿¡PORQUÉ ESTAN DESNUDOS!?
—¡¿PORQUÉ ESTÁN EN MI CASA?!
—¡NO EVADAS MI PREGUNTA!
—¿¡DONDE ESTÁ MI CELULAR!?
Fernando suspiró, bajando las escaleras.
Tenía muchas explicaciones que darle a los seis borrachos que había rescatado la noche anterior.
La televisión fue apagada.
Él no acostumbraba a verla, mucho menos a sintonizar patéticos noticieros que eran presentados por gente mentirosa y con ética cuestionable. Pero justo ese día fue una excepción al buscar una manera de hacer más ruido en la silenciosa casa.
Oh, dulce y grave error.
"Escandaloso inicio de semana para el campeón de Mónaco, Checo Pérez, se vio íntimamente involucrado con el siete veces campeón del mundo, Lewis Hamilton."
"Los pilotos Checo Pérez y Lewis Hamilton, fueron captados anoche en una fiesta exclusiva para celebrar la victoria del mexicano, sin embargo, ¿fue una fiesta o una noche para que los pilotos dejaran al descubierto sus deseos carnales?"
"Además de Checo Pérez y Lewis Hamilton, hay más pilotos implicados"
"Esta mañana, los dos pilotos han sido captados en la cama de Hamilton, ¡totalmente desnudos!"
Max cerró sus ojos con fuerza, aún así las imágenes de Sergio comiendose la boca con Hamilton mientras el moreno se aferraba a la cintura que el solía tomar cuando besaba al mexicano se habían quedado pegadas en su mente, siendo reproducidas una tras otra con tal maldad por parte de su propio cerebro.
Era una secuencia dolorosa, intimidante y sobre todo desesperante, porque Max no sabía qué sentir al respecto.
Y no quería saberlo
—Mierda.—Suspiró, echando su cabeza hacía atrás.
Estaba sentado en uno de los bancos de la barra americana que había en la cocina, misma barra donde en ocasiones anteriores había tomado el cuerpo de su novio y lo había besado, haciendo que riera bajito y dijera un par de cosas en español que él no entendía, pero suponía que era algo meloso.
La casa se sentía vacía sin Sergio, no podía evitar pensarlo. Pero estaba tranquilo, justo como le gustaba.
Pero cuando quería centrarse y tratar de comprender su situación, la rabia se adueñaba de su razonamiento, haciendo que apretara sus puños; ¿porqué estaba tan molesto?
En un movimiento veloz, azotó el vaso de agua que sostenía en su mano contra alguna pared, no estuvo muy seguro de cual, simplemente hizo lo que su cuerpo le ordenó.
El vaso, claramente de cristal, tronó a lo lejos fuera de su vista.
Gruñó. Él no iba a limpiarlo, esperaría a que la mujer que se encargaba de la limpieza lo hiciera, de todas maneras, para eso le pagaba.
Silencio una vez más, eso le había dado oportunidad de concentrarse. ¿Cuándo habría podido hacer eso con Sergio alrededor? nunca, porqué el mexicano era tan ruidoso que nunca dejaba que se metiera en sus pensamientos. Siempre de una u otra manera, terminaba pensando en Checo.
Y esta vez, en su soledad, pensó, pensó, pensó y pensó mientras mordía la uña de su dedo pulgar.
Si hubiera aceptado ir a esa fiesta con Daniel, ¿La historia sería diferente? ¿Él hubiera sido el que estuviera en la cama con Sergio en lugar de Hamilton?
Sonrió, teniendo muy en cuenta "lo que quería" para sí mismo.
Gracias a Dios, eso no pasó.
Hubieran descubierto ese estupido juego al que Sergio lo metió a la fuerza y por consecuente, se hubiera arruinado su carrera de la noche a la mañana, sin siquiera darle posibilidad de explicar.
Suspiró lleno de alivio; entonces, se había deshecho de dos pájaros de un solo tiro.
De su molesto compañero de equipo y del otro, que en realidad no era ni de cerca un rival, era mas un relleno dentro de su historia, pero estaba fuera que era lo importante.
Porque ni la FIA, ni Horner y estaba seguro que ni Wolff serían capaces de pasar por alto tal escándalo.
Sonrió, más tranquilo ante sus pensamientos; no tenía tiempo para ponerse de sentimental, saldría a correr y a comenzar con su entrenamiento diario post-carrera.
Porque ese año era SU año. No más distracciones, no más errores; Verstappen iba a ganar el campeonato 2022.
Porqué eso es lo que quería.
¿Verdad?
—Entonces eso pasó.
Alonso terminó de explicar, parado en medio de la sala y con los brazos cruzados; tenía tanto sueño que se le hacía casi imposible quedarse despierto por más tiempo.
Por su parte, los seis pilotos sentados frente a él en el sofá, se quedaron con la boca semiabierta.
Realmente no recordaban nada de aquello.
Y eso que Fernando no les había dicho todo, porqué aún no era momento.
—Ósea... a ver—Lance habló primero, pero a media oración se quedó sin palabras.—¿Checo y Lewis?... ¿Yuki y Pierre?... ¿L-Logan y yo?
Stroll se mordió el labio, casi ahogado en la desesperación.
Su papá lo iba a matar, seguramente que sí.
Peor, le iba a quitar sus tarjetas de crédito.
Por su parte, en el completo silencio que inundó el lugar, los que menos querían creer en aquello eran Yuki y Pierre.
Yuki no negaba que los hombres le parecían lindos, pero los hombres, no Pierre, él ni siquiera clasificaba como uno.
Mientras que Pierre se hundió en la desgracia y en la vergüenza. ¿Estaba feliz porque había pasado una noche con Tsunoda? claro que sí, pero también estaba avergonzado de sí mismo, que solo reunió el valor suficiente para actuar estando bajo las influencias del alcohol.
—Ew.—Yuki, totalmente disgustado, expresó.
—Esa frase es mía.—Lance alegó.
—Ay cállate, Lance.—El japonés le amenazó. No estaba para bromas, no en esa situación.—No juegues ahora.
—¿Cómo vamos a arreglar esto?
Sergio, a quien le habían pasado unos pantalones deportivos y una camisa de Lewis hace rato, habló repentinamente después de haber permanecido callado en todo ese tiempo mientras miraba al piso con una expresión aterradora.
—Hay fotos de nosotros por todas partes, hicimos un show por todo Mónaco... ¡Todos saben!—Se abrazó a si mismo.—Y-Yo... tengo pareja, ¡engañé a mi pareja, mierda!
—Como si a Max le importara.—Lance dio su humilde opinión. Pero otra vez, la mirada que todos los presentes ahí le habían puesto encima le hizo callar.—Uy..
—¿Lance?—Checo preguntó en dirección al joven Stroll quién tomó la mano de Logan, pidiendo por clemencia al cielo.
No otra vez.
—¿Como sabes que es Max, Lance?
—Tu lo dijiste.—Explicó rápidamente, no quería pasar por lo mismo una vez más.— Cuando estabas borracho.—Y todo hubiera sido perfecto si ahí se hubiera callado, pero no, siguió hablando.—Pero de todas maneras ya sabíamos porque Carlos le dijo a Lando, que le dijo a Ocon, que me dijo a mi, ¡Y SE QUE NO DEBI DE HABERLO HECHO! Pero no pude evitarlo y le dije a Fernando, quien le dijo a Pierre, quien le dijo a Yuki quien el dijo a Nyck.
Escupió absolutamente todo, a toda velocidad e incluso se dio la libertad de señalar a los implicados.
—Ah, y ahora lo sabe Logan.—Señaló al americano quien sonrió, sin entender el pedo en el que se había metido.—Y todo lo que nos quieras gritar, no vas a poder, porque ya lo hiciste ayer.
Checo abrió la boca, pero inmediatamente la volvió a cerrar.
Su mundo se estaba cayendo a pedazos.
Y pudo haber gritado, claro que pudo haberlo hecho. Pudo haber sacado todos sus pesares ahí mismo.
Pero no lo hizo.
En su lugar, bajo la atenta mirada de los ahí presentes, se levantó y caminó .
—¡Checo!
Lewis fue el primero en levantarse, pero cuando se disponía a seguir al mexicano y tratar de reconfortarlo, este abrió la primera puerta que se encontró y se encerró ahí.
—Sergio...—Hamilton murmuró, lleno de pena, mirando en dirección a donde Checo se había ido; se encerró en la lavandería.
—Déjalo.—Fernando aconsejó, tomando el hombro del moreno.—Necesita tiempo.
Hamilton suspiró.—Si.. lo necesita..
Alonso dejó un par de palmadas en su espalda y volvió a su lugar frente a los otros cuatro.
—Hablen con su jefe de equipo.—Ordenó.—Llamadlos, buscadlos, como sea. Hablen con ellos del tema, podemos alegar por su privacidad. La prensa no tiene porqué hacerles esto.
Asintieron, después de todo, era lo único que podían hacer.
Menos Yuki, él directamente quería patear a todo aquel que le tomó fotos sin su consentimiento.
—¿Los llevo a su hotel?—Se ofreció Lewis.
—Quédate con Sergio, yo los llevo.—Alonso se adelantó.—Puedo llamar a Carlos.. él es quien suele acompañarlo siempre.
—Dudo que Checo quiera ver a Carlos.—Suspiró, cruzando sus brazos.—Me quedo entonces, hablaré con Toto más tarde.
Fernando asintió, aún tenso. La situación lo estaba abrumando y eso que él ni siquiera estaba involucrado.
Pero afectaba a sus amigos y eso si que no podía permitirlo.
—Levantaos, que los llevo a su hotel.—Le dijo a los otros cuatro, quienes de inmediato ya estaban de pie.—Sus cosas las dejé en la mesa de la cocina.
Señaló, antes de salir por la puerta esperando a que después lo siguieran
Cada quien, en una comica fila tipo trenecito de preescolar, se dirigieron por sus pertenencias; No pasó mucho, no querían hacer más tampoco y cada uno tomó su respectivo celular, cartera y llaves del auto que no tenían consigo porque lo habían dejado estacionado en el bar.
—No quiero ver las llamadas perdidas, en serio que no quiero.—Stroll se quejó, saliendo de la casa de Lewis con la cabeza baja.—Bye Lewis..
—Ultima vez que salgo.—Pierre le siguió, Yuki detrás suyo.—Ultima vez.
—Vamos chicos, todo se puede arreglar.—Logan animó, siendo el ultimo en salir y cerrando la puerta a sus espaldas.—No es el fin del mundo, no hicieron nada malo. Ellos son los que deben de pagar, invadieron su espacio personal.
—Supongo... Nosotros solo nos divertimos, no dañamos a nadie.—Yuki alzó los hombros, abriendo la puerta de los asientos traseros. Tendrían que hacerse bolita para caber.
Pierre sonrió, sosteniendo la puerta para que Yuki entrara primero.
—Tampoco es como que hubiéramos secuestrado a alguien.—Bromeó, aligerando un poco el ambiente.
Los cuatro ahí sonrieron un poco; Pierre tenía razón. Ellos no habían hecho nada malo, si bien, tuvieron que haber tenido cuidado por el simple hecho de ser figuras publicas, solo actuaron como gente de su edad.
Entonces, cuando creyeron que nada podía salir mal, se escucharon unos pequeños golpecitos en la cajuela.
—¡Dios mío!—Logan, quien era el más cercano a la cajuela, se sobresaltó.—¡¿Hay alguien ahí?!
—¡Oigan, déjenme salir!—Exclamaron desde adentro.—¡Ayuda!
—¡ALONSO HAY ALGUIEN EN TU CAJUELA!—Pierre gritó, con sus manos en el pecho mientras Fernando salía del espacio del piloto a toda velocidad.
Yuki, en un arranque de valentía o estupidez, fue el que se atrevió a caminar hacía la parte trasera del auto.
—¿Deberíamos de cubrirnos los rostros?
Lance dijo, oculto detrás de Sargeant.
—¡Pero si no somos criminales, idiota!—Pierre cruzó los brazos.
—¡Yuki, abre!—Hablaron dentro de la cajuela.
Entonces el japonés reconoció perfectamente esa voz.
—Santo cielo.—Susurró, abriendo de inmediato y dejando libre a su amigo.—¡Nyck!
Exclamó, liberando a de Vryes quien tomó aire como si fuera un loco; aún que bueno, era un milagro que hubiera sobrevivido tanto tiempo ahí adentro.
—¡¿Que pasó?!—Exclamó el japonés, tomando la mano del otro y ayudandolo a bajar.—¡¿Quien te metió ahí, hermano?!
—¡Tú, animal!—Se quejó, desarrugando su ropa con indignación.—¡Me encerraste ahí anoche! ¡casi muero! ¡Y todo porque querías besarte en paz con el croissant que tienes como compañero de equipo!
—Qué..—Tsunoda se avergonzó, pero casi se ríe por la rabia del más alto.
—¡Y tu!—Señaló a Alonso, quien era espectador.—¡No hiciste nada para evitarlo!
—¡Es que no me di cuenta!
—¡Pues casi encuentras un cadaver, eh!—Cruzó sus brazos.—Tenía calor, me dolía la espalda ¡y no contestabas ninguna de mis llamadas, Yukino!
—Es que estaba ocupado.—Lance intervino.—Comiendo Croissants.
—¡Lance cierra la boca!
—Bueno.—Y volvió a su lugar.
—Como sea, chicos, subid al coche.—Alonso habló, antes de que algo más pasara.—Vámonos.
Todos asintieron, unos más molestos que otros, pero aún así acataron la orden del mayor y se subieron unos arriba de otros.
Nyck, por la molestia, se fue de copiloto, mientras que Yuki subió arriba de Pierre y Lance sobre Logan; ninguno de los últimos dos se molestaron, es más, estaban cómodos, pero Yuki y Pierre lucían como una bomba de tiempo que ante mas mínimo movimiento explotaría.
Todo era un caos.
Y ninguno sabía cómo estaba Checo, quien era el que más afectado salió.
Solo esperaban que las cosas se resolvieran lo mas rápido posible.
Chapter 6: 𝐈𝐕 - 𝐌𝐀𝐃 𝐌𝐀𝐗
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Lewis suspiró, yendo a recoger su celular de la mesa.
Justo como Fernando habia dicho, lo habia dejado en la barra junto con los otros; ahí también estaba su billetera, llaves del auto y las pertenencias de Sergio.
—Oh mierda...
Murmuró, posando su curiosa mirada sobre el celular estrellado del mexicano.
El cristal estaba cuarteado, incluso se le hacía dificil ver con claridad debido a que aquella tinta negra se había desparramado por al menos el 50% de la pantalla.
Pero si pudo diferenciar algo en especifico en la barra de notificaciones, algo que le heló la sangre.
4 llamadas perdidas de Christian Horner.
2 llamadas perdidas de Carlos.
1 llamada perdida de su padre.
Y 2 llamas perdidas recientes de Max.
Hamilton, sin poder evitarlo, gestuó una mueca, pero al percatarse de ello inmediatamente la deshizo; no podía comportarse como un perro celoso por un hueso.
Debía de preocuparse más por sus asuntos, que por husmear en el celular de su amigo.
Como fuera, sacudió su cabeza de un lado al otro y se concentró en su propio celular, el cual desbloqueó con rapidéz.
Debía de contactar con Toto y mientras más rapido lo hiciera, mejor.
Mientras buscaba el contacto de su jefe, caminó arrastrando los pasos hacia el salón con Roscoe, su mejor amigo canino, siguiendole por detrás.
Quiso sentarse, el piso todavía se le movía consecuencia de la cruda, pero estaba tan nervioso y ansioso que terminaría levantandose al instante de haberse sentado, así que prefirió quedarse parado para mantener a su cuerpo ocupado en algo.
Acercó su celular a su oido una vez encontró el contacto y pulsó con sus dedos temblorosos el botón verde.
Un tono, dos tonos.
Tres, Lewis empezó a desesperarse.
Cuatro y cinco, su pie ya golpeba ritmicamente contra el suelo.
Seis, siete. "Toto, responde" rogó.
Pero la linea seguía sin ser atendida.
Posó una mano sobre su cintura, buscando hacer equilibrio; tenía unas exageradas ganas de vomitar que no pudo evitar hacer ciertos gestos. Gestos que Roscoe notó e inmediato se alejó, caminando hacia su camita acolchonada situada en el salón.
Y cuando Hamilton estuvo a punto de colgar e irse corriendo al baño, finalmente su jefe respondió.
"Wolff" respondió, pero parecía agitado.
—Toto, soy Lewis.— Dice el moreno, tragandose todo rastro de querer vomitar.—Necesito hablar contigo.
Del otro lado de la linea había movimiento, pero este era sumamente escandaloso. Incluso notó que la respiración de su jefe estaba acelerada, como si anteriormente hubiera estando corriendo de aquí para allá.
"¿Es importante?" Pregunta.
—Muchisimo.—Lewis suspira, cerrando los ojos. No iba a esperar a que el otro le diera una respuesta, debía de ser rapido y consciso, así que siguió.—¿No has visto las noticias? Yo... me he metido en un pr-
"¡George, en el suelo no! ¡Para eso te puse una cubeta, hombre!" El mayor el interrumpió abruptamente, causando que Lewis alzara una ceja.
¿George?
—Eh... ¿Toto? ¿Que pasa con George?—No pudo evitar preguntar, sin embargo, no hubo respuesta mas allá que unos murmuros gruñones que no eran dirigidos a él.—¿Toto?
"¿¡Es muy urgente, Lewis!?" Su jefe preguntó, más agitado que antes.
—Muy urgente.—Afirmó, pero el no quería hablar de ello, quería hablar de su compañero.—¿Que pasa con George?
Pero otra vez, no recibió respuesta.
Es más, el celular había sido dejado de lado, Lewis lo notó cuando escuchó la voz de su mayor a lo lejos.
—¡Hey, Tot...!
"Ven al hotel" ordenó, regresando. "Si es tan importante, ven a hablarlo personalmente conmigo"
—¿Esta bien?
Hamilton asintió, con muchisimas dudas.
"¡Bien! Bien... ¡Y trae 4 sueros! ¡date prisa!" Y le colgaron, justo antes de que el moreno escuchara un par de arcadas y finalmente otro quejido de Toto que no entendió del todo, pero supuso que era una bola de insultos.
Lewis se separó de su celular, con el ceño fruncido y pensando en todo; ¿que había pasado?
Fue una llamada de menos de 3 minutos y lo había dejado con tantas dudas que le dolía la cabeza.
Pero también estaba asustado, porque no le habían dado explicación sobre qué pasaba con su compañero de equipo. Ahora su mente se dividía entre George y Sergio quien seguía encerrado.
Bueno, a quien engañamos, Sergio siempre estaba en su mente, independientemente de lo que pasara.
Como sea, debía de apurar el paso, no quería alargar más de la cuenta el infierno por el que estaban pasando y si bien, sabía de sobra que aquello era solo el principio, se sentiría más cómodo cuando de al menos los primeros dos pasos.
Pero no podía dejar solo a Checo.
Por primera vez no sabía que hacer con respecto al mexicano que lo traía corriendo detrás de él como un bobo desde hace años.
Lewis siempre pensaba en Sergio, estaba claro; pensaba en cómo hacerlo sentir mejor cuando lo veía mal , en como animarlo cuando las cosas en una carrera no salían como el hubiera querido, en como acercarse cuando sentía que era el momento.
Pero en ese momento, él no tenía ni la más mínima idea de qué hacer.
Porque nunca pensó que un día Sergio se sentiría mal por culpa suya.
Sería irrespetuoso pensarlo, pero Lewis sentía que era como Max.
Y lo único que quería tener de ese hombre, era la atención de su novio.
—¿Que hago, Ro?
Preguntó, mirando en dirección a su can. Sus ánimos estaban por el subsuelo e incluso más abajo.
Como respuesta, su mejor amigo le mira de regreso, como si comprendiera el sufrimiento interno por el que el humano pasaba; Roscoe simplemente ladró, cosa que Lewis lo entendió como un "No seas gallina, Hamilton."
—Tienes razón, amigo.
Sonrió leve. Lewis podría dejar a Checo solo, dejar que pensara las cosas y terminara de procesarlas.
Pero, ¿no es lo que Sergio siempre hace? ¿sobrepasar? ¿lastimarse a sí mismo?
Suspiró.
Un par de pasos fueron necesarios para llegar hacia la puerta por la que el mexicano pasó hace ya casi media hora. Con el corazón en la mano y los nervios a flor de piel, dirigió su puño hacía la madera y tocó 3 veces.
—¿Checo?
Pregunta, pero no recibe respuesta.
En su lugar, logró percibir un tenue sollozo lejano; Lewis acercó su oído a la fría puerta que fungía como barrera entre ellos, deseando poder abrirla.
Y podría hacerlo, es decir, era su casa, tenía la llave de cada habitación existente ahí, pero no iba a hacerlo porque no quería invadir la privacidad de Sergio, si es que se pudiera decir así. No iba a entrar por la fuerza y obligarlo a que le dijera algo, quería que él lo hiciera porque le nacía y porque estaba listo para compartir lo que sea que tenía por decir.
—Vete...—Murmuran desde adentro. La voz del mexicano cargaba con gran dolor.—Por favor, Lewis.
Aquella ultima oración se iba apagando a medida que el otro la decía; estaba agotado, lo notaba. Casi le había hablado en jadeos ahogados.
Hamilton apretó los labios, compartiendo la culpa de Pérez. Sus manos, de un momento a otro comenzaron a temblar contra su pecho.
Nunca esperó escuchar su nombre salir de los labios de un Sergio lastimado.
Y eso lo rompió, que ni siquiera se percató de ello hasta que la primera gota de agua salada cayó por su pómulo.
Entendía el dolor de Sergio e incluso lo simpatizaba porque quiera o no, había traicionado a Max, se había expuesto ante todo el mundo; era un infierno, uno que estaba muy lejos de terminar debido a las infinitas grietas en el corazón de Pérez.
Grietas que esta vez, no estaba seguro de poder curar.
—Perdoname...
Murmuró, apoyando su frente en la fría madera. El cuarto de lavado era parecido a un congelador puesto a que estaba situado debajo de las escaleras y ni siquiera tenía ventanas y por consecuente el sol no tocaba ni un rincón del lugar.
Sergio debía de estar pasando frio allí adentro.
—No quise hacerlo—Suspiró, comenzando a perder el control de su lengua.—No sé que me pasó. Me perdí a mi mismo y a mis valores... Dios.
Cada palabra que salía de su boca era dolorosa, porque estaba admitiendo en voz alta sus errores y aún que nunca estuvo en contra de ello, sentía una gran pena e incomodidad consigo mismo al confesarse; eso lo situaba en la realidad.
Una realidad en la que había lastimado a quién más amaba.
Y podría decir que no había sido solo su culpa, que Sergio había sido el primero en besarlo y el simplemente cayó en la tentación; sin embargo, eso sería mentira, porque Hamilton fácilmente podría haberse alejado.
Estaba consciente, recordaba eso. No estaba sobrio pero tampoco totalmente ebrio, podría perfectamente haber separado al mexicano, pero decidió dejarse llevar y aprovechó el momento.
¿Se había aprovechado de él? ¿Se había aprovechado de su vulnerabilidad al estar bajo los efectos del alcohol? ¿Se metió con él, aprovechando que en su desdicha, Sergio pensaría que él era Max?
¿A caso había perdido la cabeza?
—Nunca quise herirte.—Cerró sus ojos, apretando con desdén.—Jamás podría hacerlo... ¿cómo podría atreverme a herir a la persona que mas am...?
La puerta fue abierta, interrumpiendo al moreno quién no tuvo tiempo de reaccionar más que para no caer; checo había salido y se había aferrado a su cuerpo, adhiriéndose a un fuerte abrazo que Hamilton no creyó que fuera real.
—Deja de culparte.—Murmura el mexicano, hundiendo su rostro en el cuello ajeno. Lewis sintió que anteriormente había estado llorando, gracias a las lagrimas que tocaron su piel.—No lo hiciste todo tú solo.
El moreno suspiró, sintiéndose cálido. Sergio le había dado una pizca de razonamiento.
Enredó sus brazos alrededor del menor, atrayéndolo a su cuerpo y hundiendose en la calidez que él otro tenía para darle; estaba tranquilo ahora, dulcemente tranquilo.
Le parecía increíble el como con un simple abrazo, Sergio fue capaz de despejar la tormenta que se había formado en su cabeza.
—Lo siento.—Se vio obligado a volver a disculparse.
—No te disculpes, tonto.—Sorbió su nariz, separándose.—Ambos tenemos la culpa...
—Y juntos vamos a arreglarlo todo.—Sonrió, viendo con pena a los ojitos rojos de Pérez.—Te lo prometo.
Sergio suspiró; la seguridad que Lewis le daba se sentía como un abrazo más allá de lo físico. Le calmaba saber qué tenía a alguien a su lado, que no iba a dejarlo solo ni en la circunstancia más complicado.
Ese era Lewis, siempre estando ahí desde que tiene memoria.
Aboyándolo, queriéndole.
—Alonso dijo que fuéramos con nuestros jefes.—Lewis explicó, acariciando el cabello del mexicano y dandole pie al plan de recuperación.—Estaba de camino a encontrarme con Toto en su hotel, ¿No está tu equipo hospedados en el mismo? acompáñame, podemos hablar con Horner de paso.
Ofreció una solución, mirando a Checo quien pareció pensarlo.
Temía que su jefe se molestara tanto con él, que incluso terminara por anular su contrato. Sabía que él mayor podía hacerlo, no tenía ni una duda; al final de todo, la había cagado en grande y se había cagado en la imagen de Red Bull.
Seguramente, ahora menos ganas le echarían a su auto y a sus estrategias.
—Puedo acompañarte.—Suspiró, pensando que con Lewis cerca, no le iría tan mal.—Podemos explicarles... y bueno, abstenernos a las consecuencias.
Hamilton asintió, totalmente seguro.
—No perdamos tiempo.—Animó, sin querer romper el abrazo. Estaba seguro que se sentiría vacío.—Yo manejo.
Él odiaba manejar, algo irónico para su profesión, pero una cosa era manejar a 300 kilometros por hora en una pista libre llena de adrenalina y otra manejar a menos de 60 en avenidas que se llenaban de trafico y lo estresaba.
Pero si se trataba de Sergio, él estaba dispuesto a hacerlo.
Por su parte, el mexicano asintió. Lo mejor era aceptar y lanzarse de una vez al pozo.
Solo esperaba poder llegar a un acuerdo con su jefe.
Y tal vez, tener alguna noticia sobre su novio, a quien no sabía cómo iba a mirar a los ojos.
—¡ABRO! ¡YO ABRO!
Exclamaron desde adentro, cuando Hamilton tocó la puerta un par de veces.
Sergio y Lewis se miraron el uno al otro, con una mueca en sus rostros y los labios chuecos; habían llegado hace apenas unos minutos y habían decidido ir primero con Toto.
Pero cuando llegaron, escucharon desde fuera un tremendo desastre dentro de la habitación que los hizo alzar una ceja.
La puerta fue abierta a tal velocidad que ambos pilotos se aterraron, pero no quedó ahí, si no que el miedo solamente incrementó cuando vieron a un George pálido, con los ojos rojos y una mirada penetrante.
—George.—Lewis dijo, escaneando a su compañero de pies a cabeza.—¿Que te pasó?
Preguntó, esperado respuesta; sin embargo, no hubo ninguna y en su lugar, salió corriendo de nuevo a adentro de la habitación. De inmediato, un ruido de vomito se escuchó a lo lejos, espantando a los pilotos.
—Está crudisimo.—Checo murmuró.
—Oh dios.—Lewis simplemente entró, sin esperar invitación, al rescate de su compañero.—¡¿George, dónde estás?!
—¡GEORGE, DEJA DE VOMITAR EN MI PISO!—Apareció Wolff, con una mirada para nada agradable, un trapeador en la mano y una cubeta en la otra.—¡PARA ESO ESTÁ LA CUBETA, MIERDA!
Sergio, sin querer dar un paso dentro, se encogió al ver el desastre de los chicos Mercedes:
George parecía que en cualquier momento iba a morir.
Torger seguramente quería romperle el palo del trapeador en la cabeza.
Y Lewis simplemente buscaba una explicación, corriendo de aquí para allá, yendo por cubetas y servilletas.
—¡¿PORQUÉ MIERDA NO CERRARON LA PUERTA?!—Wolff exclama.
—Checo está fuera.—Lewis responde, agitado. El británico de inmediato corre hacía la puerta, en busca de Sergio.—Esto es horrible, ¿quieres pasar?
Pregunta, extendiéndole su mano, sin embargo, cualquier respuesta fue interrumpida por un carraspeo detrás del piloto de Red Bull, que fue suficiente para detener todo ruido.
—Aleja tu mano de mi piloto, Hamilton.
Una voz amenazante resuena por el pasillo. Horner yacía parado detrás de Sergio, con los brazos cruzados, mirando con desdén la mano que el británico le extendía al mexicano.
De inmediato, Lewis contrajo su mano y la bajó, intimidado por la mueca de Christian quien amenazaba con arrancarle la cara si daba un paso en falso.
—Horner.—Checo le llamó, con un nudo en el estomago.—¿Qué haces aquí...?
—Me pareció escuchar la voz de un alcoholico.—Respondió, con ironía.—Camina, Sergio. Tenemos que hablar.
Ordenó. Checo miró con pánico a Lewis, quien le había prometido quedarse a su lado.
Aquello fue una bandera amarilla para el moreno, quien de inmediato salió de la habitación de su jefe para encarar a Horner y pedirle por piedad, pero cuando estuvo a punto de abrir la boca, Chris lo detuvo.
—Esto no es asunto tuyo, Hamilton.
—Pero si es mío, Horner.—Apareció Wolff, justo para defenderlo.—¿Porque atacas a mi piloto, eh?
Se recargó en el marco de la puerta, cruzando sus brazos. Por su parte, Horner bufó al verlo llegar y al escuchar su pregunta, soltó una pequeña carcajada llena de incredulidad.
—¿Cómo quieres que trate al hijo de perra que se metió en las piernas de MI piloto, Torger?
Wolff alzó las cejas y miró en dirección a Lewis quien simplemente sonrió con temor, como si eso fuera a salvarlo.
—Creo...—Boquea el austriaco, queriendo ahorcar a Hamilton.—Creo que tenemos que hablar de esto como gente civilizada.
Ofreció, mirando ahora en dirección al jefe de Red Bull que se mantenía con una mirada tenebrosa y amenazante. No quería hablarlo, quería golpear a Hamilton, regañar a Sergio y después irse a dormir; o tal vez solo quejarse con Sergio y luego regañarlo por no haberle dicho antes sobre su relación con Lewis.
—Horner, acompáñame.—Ofreció Toto.—Vamos a adentro.
—No quiero pisar tu habitación que huele a alcohol, Wolff.—Se negó. Entendía que Checo no se iría sin Lewis y Lewis sin Toto, por lo que tuvo que buscar otra solución.—Ustedes tres, a mi habitación. Tenemos cosas que arreglar.
Señaló a los 3 hombres y no dijo más. Se dio la vuelta para que lo siguieran, mientras que detrás suyo, Checo y Lewis caminaron de inmediato.
—George, encierrate en el baño hasta que vuelva.—Ordenó, no quería ver más vomito en su piso hasta que llegara.—Vuelvo en un rato.
Russell emitió un pobre sonido lastimero desde el baño que Wolff tomó como un asentimiento, así que cerró la puerta y corrió detrás de su piloto y el "novio" de él.
Iba a ser una platica muy rara, a decir verdad.
Afortunadamente, la habitación del jefe de Red Bull estaba en el mismo piso que la del de Mercedes, por lo que el trayecto no fue tan largo.
Al llegar, Horner abrió su puerta y permitió que Checo entrara primero, detrás suyo pasó Lewis quien no podía dejar de pensar en lo muerto que estaba. Pero cuando Wolff tenía todas las intenciones de pasar, fue detenido por Christian quien posó una mano en su pecho y cerró la puerta, dejando a los pilotos dentro y a los jefes fuera.
—¿Qué planeas decir?—Preguntó.
—¿Cómo que que planeo?, más bien, ¿tú qué planeas?
Posó sus manos en sus caderas, mirándole con una ceja alzada e indignación. Minutos antes, Horner se veía tan amenazante y seguro que pensó que en cuanto llegaran a la habitación este los encerraría y los ahorcaría uno por uno.
—¿No has visto las noticias o qué? ¡los fotografiaron, Torger! ¡Hay miles de fotografías de ellos en todos los ángulos posibles mientras se besan!—Exclamó, apretando su garganta para no ser tan ruidoso y que los más jóvenes los escucharan.—Y, en otro extremo del barco, está que no me gusta Lewis como pareja de Sergio, es todo.
Wolff abrió la boca.—¿Ah? si le tiene que gustar a Checo, no a ti. Además, ¿quién dice que él es el indicado para MI piloto? hay mejores, señor Horner.
Cruzó los brazos; a ninguno le interesaba la orientación sexual de sus respectivos pilotos, porque en primera ese no era su asunto, y en segunda, les parecía mejor decidir quién si y quién no podía estar con ellos.
—¿Mejores que Checo? por favor, míralo, es una ternura.—Respondió con indignación.—Noble, amable, decidido. Lo tiene todo, a diferencia de Hamilton quien, con todo respeto, no está ni al alcance de mi Checo.
—¿Tú Checo tiene siete campeonatos?
—¿Hamilton tiene una nación entera que lo ama, eh? a veces lo sentimental es más que lo material. No dudo que él sea igual de materialista que tú, nada que ver con Checo.
—¡¿Qué tengo que ver yo ahí?!
—¡Qué eres un falso, comparando a mi niño con trofeos!
—¡¿A ver, de quién estamos hablando?!—Wolff se desesperó.—¡Para!
—Me detengo porque quiero.—Alzó los hombros.—No quiero que Hamilton lastime a Checo, eso es todo.
Suspiró, tal vez estaba tomando el papel de una madre, pero eso le importaba una mierda; madre, padre, tío, perro, gato, en todas defendería a su piloto de cualquiera que quisiera aprovecharse de él.
—Escucha, Christian.—Habló el más alto.—Como dices, la prensa está detrás de los niños, ¿no? tenemos que apoyarlos, nos guste o no. ¿Quieres proteger a Sergio? bien, protegelo, pero no del idiota que lo ama. Protegelo de quienes buscan lucrar a costa de invadir su privacidad.
Horner pareció sorprendido por las palabras de Wolff, ¿quién diría que tenía corazón? Y en parte, no lo iba a admitir en voz alta, pero tenía razón.
Había visto las fotos, Sergio se veía realmente feliz bailando y besándose con el británico, pero el no lo debió de haberlo visto, ni él ni nada, era un momento privado para la pareja.
Entonces suspiró, rindiendose.
—Estamos del mismo lado.—Toto añadió, extendiendo su mano en dirección al más bajo.—No los desamparemos ahora, ¿bien?
—Bien.
Aceptó, estrechando la mano más grande.
Habían llegado a un acuerdo; cuidarían a la pareja a pesar de sus quejas e inconformidades, pero aún así, debían de hablar con ellos.
Entraron a la habitación en silencio, cerrando la puerta detrás suyo; Checo estuvo a punto de hablar, pero fue callado por el más alto.
—No queremos explicaciones.—Toto dijo a los pilotos parados frente a ellos.—Está bien, es su vida, no nos vamos a meter. Su relación es suya.
—Y no les estamos pidiendo que oculten su relación ni que lo nieguen ante las cámaras.—Horner aclaró, mirando a la "pareja" frente a él.—Solo pido un gramo de discreción, chicos.
Casi les ruega.
—Y no nos malentiendan, nos alegramos por ustedes.—Y como si se fuera de una platica paternal, Wolff añadió, parándose a un costado de Christian, justo como habían acordado.—Por mí, Checo puede estar en el garaje de Mercedes cuando guste.
—Si y Lewis también puede pasearse por el nuestro.
—Si, justo también estaba pensando que podemos pedir un cambio de reservaciones.—El jefe de Red Bull sonríe, Checo alza una ceja.—Mercedes y Red Bull pueden compartir el piso, ingenieros, mecánicos, jefes, pilotos. De hecho podemos ponerlos en la misma habitación, ¿verdad?
—Absolutamente.—Toto sonríe. Pero más que una sonrisa, era una especie de mueca forzada, casi terrorifica para su piloto quien no lo pudo pasar por alto.
Checo y Lewis, mientras sus jefes asentían una y otra vez con respecto a lo que harían por la nueva "pareja" del paddock, se miraron el uno al otro con nada mas que confusión máxima; tenían que decirles que no eran novios ni por asomo, pero los mayores no cerraban la boca.
—Es más, ahora mismo pueden casarse si así lo quieren.
—¿Pueden?—El austriaco ahora sí que no pudo fingir más. Bodas no, Lewis aún no podía casarse. Pero a su costado sintió una mirada furiosa adornada con una sonrisa que no dejaba de tener tintes asesinos, entonces decidió poner su cara más amable, tragarse sus comentarios y asentir como un idiota.—Es decir, ¡CLARO QUE PUEDEN! ¿Planean casarse?
—¿Qué hay de niños? son muy lindos.
—Tal vez puedan tener uno o dos.
—Sergio, tienes contrato hasta 2024.—Christian recordó, poniendo hincapié en la fecha.—Creo que con uno es suficiente por ahora.
—Bueno depende de quién vaya a... ¿gestarlo? yo... no sé, no estoy diciendo que solo uno puede.
—Ambos pueden hacerlo al mismo tiempo, ¿no? ¿así funciona?
Christian miró a Toto de reojo y viceversa—¿...Supongo...?
Si bien, sabían sobre el tema del embarazo masculino, nunca habían indagado en ello. No lo enseñaban en las escuelas y mucho menos en aquella época donde ellos estudiaron, no salía en las noticias más allá que él simple anuncio, era mas bien un tema desconocido por todo mundo.
Por su parte, Lewis y Sergio hicieron una mueca casi que al mismo tiempo, las cosas se les estaban yendo de las manos; debían de detenerlos y aclarar que NO son pareja, pero los otros seguían hablando y hablando y hablando, ahora con respecto a los futuros hijos de Pérez y Hamilton.
Y bueno, mientras Checo buscaba la mejor oportunidad para interrumpir en la platica de ambos hombres que ya estaban hablando sobre los beneficios que los futuros niños tendrían dentro del mundo del automovilismo y dentro de las escuderías mismas, Lewis no pudo evitar alejarse mentalmente de ese momento y situarse en algún espacio vacío donde las paredes se pintaron con lindos diseños infantiles.
El cuarto de un bebé. ¿Cómo sería tener un bebé con Sergio?
Un niño, o mejor una niña. Si, mejor una niña.
Cabello oscuro, ojos miel, cabello alocado y brillantes pecas debajo de sus ojitos que sonreían al verlo llegar. La vería corriendo hacía él cada tarde al salir de la escuela hasta llegar a sus brazos, él le preguntaría como fue su día y ella sacaría de su mochila un dibujo algo arrugado hecho con crayola donde estaban Sergio, su princesa y él; claramente al llegar a casa lo pegarían en el refrigerador junto a los otros que ella ha hecho para su familia.
Roscoe sería un anciano, pero eso no quita que también fuera parte de la familia, él y su hija serían los mejores amigos desde el nacimiento de esta ultima.
Comerían en familia y podrían pasar millones de cosas por el transcurso del día, pero una cosa era segura: al llegar la noche, ambos padres, en su propia cama porque su princesa se encapricharía con quedarse ahí, le leerían un cuento a la más pequeñita del hogar hasta que esta eventualmente se quedase dormida entre las sabanas, claro que después la llevarían a esa habitación que Sergio y él se encargaron de decorar al enterarse de la venida de su primogénita.
Después de arroparla, el matrimonio se retiraría a su propia habitación, no sin antes desearle buenas noches a su hija y dejar varios besitos en su rostro.
Y los días avanzarían hasta convertirse en semanas, después en meses y finalmente en años dónde la familia podría agrandarse, o tal vez no, pero jamás dejarían de amarse.
¿Qué tenía que hacer para ganarse ese destino?
—¿Lewis?—Hablaron frente a él, sacándolo de su imaginación.
—¿Ah?
Balbuceó, algo mareado; el drástico cambio de escenarios lo había desorientado un poco. Aún así, pudo notar a quien en su mente fue su esposo y padre de su hija mirándole con una ceja alzada.
A su lado, Christian y Toto ya se habían callado. Hace rato.
Mucho rato.
—Como decía.—Checo siguió. ¿Porqué todo el mundo estaba actuando tan raro?—Intento decirles que Lewis y yo n-
—¡Christian! ¡Christian! ¡Christiaaaan!—Interrumpieron, entrando a la habitación antes que Pérez pudiera decir algo coherente.
"¡Puta madre!" Checo insulto para sus adentros, incluso pataleó un poco. Se estaba desesperando y ya quería llorar otra vez.
—¿Yuki?
Horner miró en dirección al Japonés, quien había entrado al lugar a toda velocidad; Yuki azotó la puerta al momento de entrar y mientras se recargaba en esta, como si alguien estuviera a punto de entrar, puso todos los seguros y candados que le fueron posibles.
—¿Qué pasa?
—¡TOST ME QUIERE MATAR, MIERDA!
Exclamó, corriendo hacía el jefe de RB. Rara era la vez en la que Tsunoda se veía "amable", pero con Christian era todo lo contrario y en realidad no fue sorpresa cuando abrazó al británico y trató de esconderse en él, como si fuera un gran peluche.
—¿Como que te quiere matar?
Checo intervino, mirando al más bajo. Cuando Yuki se percató de su presencia, inmediatamente abandonó a Horner y se aferró a Pérez, quien no dudó ni un minuto en rodearlo con sus brazos.
—¿Qué pasa, Yuki?—Insistió, enredando sus dedos en el cabello del más bajo.
—Hicimos lo que Fernando nos dijo y fuimos a hablar con Franz.—Respondió, bajo la atenta mirada de todos.—No resultó muy bien.
Checo frunció el ceño; ¿a qué se refería con "no lo tomó muy bien?"
—¿Dónde está Pierre?—Christian pregunta, adivinando qué podría estar pasando.
Yuki hizo un pequeño mohín, ocasionando que todos ahí se sorprendieran; así de mala era la situación como para que Tsunoda no gritara e insultara a todos los antepasados con y sin lazos sanguíneos de su jefe y en su lugar hiciera pucheros.
—Bien.—Christian asintió, en un suspiro.—Tendré que tener una pequeña charla con él.
—¿Ahora?—Toto se quejó, pero no porque lo quisiera ahí.
Bueno si lo quería ahí, pero tenían una platica pendiente; debían de acordar que hacer con respecto a las noticias que rodeaban a sus pilotos y en cómo darles tranquilidad.
También tendría que citar a Alice.
Por su parte, Checo, que se mantenía dandole consuelo a Yuki, miró a Lewis en espera a que dijera algo con respecto a su inexistente relación, pero el moreno no pudo hacer nada más que mirar a su jefe.
—Este tema quedará pendiente.—Habló, caminando hacía la puerta.—Toto, me gustaría verte en algún lugar más tarde.
El jefe de Mercedes asiente.—Es una cita, Horner.—Sonríe a medias.
—Ni en tus más asquerosos y deplorables sueños, Wolff.
Yuki, con su rostro oculto en el cuello de Pérez, soltó una pequeña carcajada. Esa había estado buena.
Como respuesta, el austriaco alzó los brazos en señal de rendición; lo había intentado.
No había nada más que hablar; Christian debía de irse y rescatar al francés. A Horner le esperaba una larga conversación que seguramente lo dejaría exhausto.
¿Porque a tres de sus cuatro niños de repente les dieron ganas de coger en publico? al parecer no había sido del todo claro con ellos con respecto a la privacidad.
—Alice nos va a matar.—Recalcó abriendo la puerta, pero más para él mismo que para los demás.—Ya no hagan nada raro, mantengan perfil bajo, ¿pueden hacer eso?
Checo asintió, Yuki igual y Lewis, aún que aquello no había sido dirigido para él, también lo hizo.
Incluso Toto se vio obligado a asentir. Christian estaba algo así como enojado y cuando eso pasaba, era terrorífico.
—Bien.—Asintió ya cansado, mientras pensaba en si tenía algo más que decir.—Ah, Checo. Te recomiendo quedarte aquí al menos hasta que te vayas a Bakú, tengo tu tarjeta de acceso, está en el primer cajón del mueble debajo del espejo.
Sergio miró a Lewis; entonces, todo este tiempo que se había quedado con Max, ¿Chris pensaba que se estaba quedando con Hamilton?
Al menos eso explica la falta de cuestionables con respecto a porque cuando estaban en Monaco nunca se quedaba en su habitación.
—Esta bien.—Aceptó fácilmente, después de todo, dudaba poder irse a Mexico al menos en los próximos días y lo que mas necesitaba era un lugar en el que pudiera quedarse.—Gracias.
—Nos vemos.
Y así sin más, se retiró.
Tenía un catastrófico día por delante.
—Lewis, vámonos. Despídete de tu novio.—Wolff habló, dispuesto a retirarse de igual manera.—Tengo a un piloto crudo en mi habitación y no quiero saber que más ha vomitado.
Suspiró. Lewis asintió, sin poder hacer realmente nada más.
—Te alcanzo allá.—Lewis respondió.—Quiero hablar algo con Checo antes.
Excusó.
—Date prisa.—Ordenó después de asentir, dándose la vuelta y retirandose del lugar.
Yuki, quien ya se sentía algo ajeno al ambiente silencioso que se formó, se separó de Checo quien en ningún momento había dejado de repartir cariñitos por toda su cabeza.—¿Porqué dicen que ustedes son novios?—Preguntó.
—Porque en ningún momento nos dejaron explicar que no.—Checo se quejó, sintiendo una inmensa jaqueca.—Esto es... ah.
—Horrible.—Yuki complementó, Checo asintió.—Fue lo mismo para mi, el estupido viejo con un pie ya en la tumba que tengo por jefe no me dejó explicarle nada y directamente quiso ahorcarme. Pierre es alto y estupido, no se pudo salvar el idiota.
Hamilton soltó una pequeña carcajada silenciosa. La dinámica entre Pierre y Yuki era sumamente divertida y estaba seguro que Pierre pudo perfectamente salvarse él mismo.
Pero no lo hizo, por defender a Yuki.
Aún así, se quedó mirado con atención a lo que sea que los chicos tuvieran que decir.
—Como sea, ¿tienes dónde quedarte? ¿quieres ir a mi habitación?—Pregunta el mexicano. Sin embargo, Yuki negó.
—Lance me llamó antes, quiere que vaya con él, al parecer peleó con su padre por Logan y quiere irse a gastar todo lo de su tarjeta como "rebelión".—Dijo con duda, no entendía el humor de los Stroll y notó que los otros dos tampoco pues alzaron una ceja.—No sé, no me pregunten.
Checo alzó los hombros.—Espero que mínimo te compre algo a ti.
—Por eso voy. Mi amabilidad no es gratis.—Sonrió, pero antes de irse, tenía algo más que agregar.—Uh, si sabes algo de Pierre, ¿puedes llamarme?
El mexicano asintió.
Por dentro no pudo evitar dudar un poco; la pregunta había sonado común en un chico que se preocupada por su amigo.
Pero, ¿porqué presentía algo?
Y cuando miró de reojo a Lewis, supo que él sabía algo.
—Te mantendré informado.—Sonrió, intentando darle calma a pesar que él no poseyera ni un poco.—Ve, no te preocupes.
—Gracias.—Agradeció.—Suerte con... con lo que sea que pase de aquí en adelante.
—Gracias, Yu
Yuki sonrió ante el apodo; nunca le gustó y cuando comenzó a usarlo quiso golpear al mexicano, pero eventualmente se acostumbró y en parte hasta le gustó.
—Cómo sea.—Alzó los hombros, restandole importancia al momento.—Me voy, no mueran.
Hizo una señal de "amor y paz" y sin más, se retiró.
La habitación pasó a estar llena de voces a quedarse en silencio en menos de 5 minutos; no podía decirse qué había paz, porque aún que quisieran, la paz era algo que no sentirían nunca.
El silenció perduró, porque nadie tenía idea de qué decir. Estaban notablemente incomodos, no el uno por el otro, sí no que por todo lo que los rodeaba.
—Debería de irme.—Checo fue el primero en hablar.—Todavía tengo que llamar a Jo y preguntarle por mis maletas.
—Cierto.—Lewis comprendió de inmediato. Pero para él sería difícil alejarse del mexicano.—Permiteme acompañarte.
Pidió, viendo cómo Checo se había dado la vuelta para buscar la dichosa tarjeta de su habitación.
Por su parte, el mexicano asintió, ¿qué es lo peor que podía pasar?
Además, sentía que esa sería la ultima vez que vería a Lewis en un buen rato.
Debía de darle espacio.
—¿Deberíamos de cerrar la puerta antes de irnos?
Preguntó el británico, justo cuando Sergio volvía con tarjeta en mano.
—Supongo, no se vayan a robar algo.—Respondió, mirando a su alrededor.—Espero que Christian se haya llevado su llave.
Expresó con preocupación, saliendo por a la puerta con Lewis detrás suyo.
—Mantengamos seguros su colección de discos de Spice Girls.
Bromeó, buscando aligerar el ambiente que aún sentía pesado; ¿Porque Hamilton sentía que todo estaba totalmente arruinado?
Sergio se sentía lejano y aún que dijera que todo estaba bien, no lo sentía así.
Pero, ¿qué podía hacer?
Después de todo, esa era una de las tantas consecuencias; arruinarlo todo con Checo por una noche.
Era tan estupido.
—Y sus posters de Ginger Spice.—Sergio le siguió la broma, finalmente cerrando la puerta.—Que miedo que siempre tenga uno por ahí.
Lewis se dio la libertad de reír un poquito mientras caminaba a la par del mexicano.
Ningúno sabía a donde se dirigía con exactitud.
—Nah, es el fanatismo.—Hamilton respondió, intentando defender a Horner.—Si tuviera un poster de alguien que me gustara, lo llevaría a todas partes también.
—Supongo que soy la unica persona normal por aquí.—Sergio soltó una pequeña carcajada.—No me sorprendería que un dia apareciera con una Ginger de cartón tamaño real en el paddock.
—Si lo creo capaz.
Sonrió, imaginandose lo comico que sería ver llegar al hombre con una figura de tamaño real de aquella cantante.
Y ahí estaban los dos, burlandose de Christian y caminando al lado equivocado; como si ningúno quisiera realmente llegar.
Porque ambos sabían que al momento de separarse, el distanciamento sería inevitable.
Tal vez por las circunstancias o tal vez por sus obligaciones, justo como era habitual.
Pero ahora Lewis no se sentía capaz de alejarse del mexicano. Las miradas a la lejanía en el paddock ya no se sentían suficientes.
—Y bueno...—Checo habló, en busca de hacer ruido después de un inminente silencio.—¿Cuando te irás a Bakú?
—No lo sé, supongo que Toto me dará luz verde cuando lo crea correcto.—Respondió.—¿Y tú?
—Lo mismo... planeaba ir a México un par de dias, pero ahora no podré.—Hizo una mueca.—De todas maneras, creo que lo ultimo que me gustaría es...
—Dar explicaciones.—Hamilton habilmente completó.—Lo sé.
Checo sonrió, bajando un poco la mirada; Lewis era... ¿Como decirlo?
—¿Te puedo preguntar algo, Lewis? Bueno, otra cosa además de eso.
—Adelante.—Responde, con gran curiosidad.
—¿Como eres tan bueno conociendome?
Preguntó, fijando su mirada curiosa en el moreno quien tragó saliva; si respondía con sinceridad, se sentiría un acosador.
O algo peor, un Lando.
Ahora Lewis se siente culpable por pensar así de Norris.
—Oh.—Murmuró.—Soy un buen observador, eso es todo.
Alzó los hombros, restandole importancia.
Por su parte, Sergio alzó las cejas y finalmente asintió. Lo que decía el britanico tenía sentido.
—Eso es genial.—Sonrió.
Lewis sonrió de igual manera, sin poder pensar en lo bonita que era la sonrisa de Pérez.
Entonces una fugaz idea pasó por su cabeza, cuando todo se quedó en silencio otra vez.
¿Que tan malo sería... contarle a Sergio sobre sus sentimientos? Sobre sus pensamientos sobre él, sobre lo mucho que le gusta mirarlo y lo otro mucho que adora escucharlo.
Al menos debía de arriesgarse un poco, después de años de silencio.
Y no tenía ni razonamiento, pero así se sentía Lewis de igual manera; bobo.
Bobo por ese chico quien sentía que totalmente le pertenecía, pero no como un objeto, si no que como una alma.
Un destinado, tal vez.
¿Y si lo de anoche debía de pasar para darle coraje?
—Checo.—Habló, casi con seriedad.
—¿Hm?—Respondió de inmediato, girando su rostro en dirección al piloto de Mercedes.
—¿Puedo confesar algo?
—No veo problema.—Pérez asintió, curioso.—¿Que pasa?
Lewis respiró; inhaló profundamente y exhalo con tranquilidad, o al menos lo poco que pudo juntar.
Era hora.
Detuvo sus pasos, entonces Checo hizo lo mismo, situandose frente a él. Ahora ambos cara a cara tenían la oportunidad de ver los detalles del rostro ajeno.
Lewis se perdió en su mirada.
—Uh...—Murmuró.—Bueno... bueno yo.
Respiró; vamos, Lewis. Lo has practicado durante toda tu vida frente al espejo, con la almohada, al desayunar y al cenar.
—Checo.—Comenzó, queriendo darle una cabeza a su confesión.—Siempre he estado contigo, desde que llegaste a la fórmula uno... Y sé que no tuvimos un buen comienzo.
El mexicano hizo una pequeña mueca apenada al escuchar aquello. Lewis hizo lo mismo. Ambos estaban totalmente avergonzados de su pasado, y si bien, hace muchísimo que lo habían dejado atrás, el suceso sigue en sus memorias y probablemente nunca se irá.
—Ay Dios mío.—Checo soltó una pequeña risita nerviosa, ahora los recuerdos invadían su mente.—Bueno.. éramos jóvenes.
—Y estupidos.—Lewis complementó, no dejando caer a Checo en la vergüenza.—Muy estupidos.
—Demasiado...
Y sin quererlo, el ambiente se había vuelto totalmente incomodo otra vez.
Hamiltón renegó para sus interiores, sintiendo una gran frustración invadiendo cada rincón de su cuerpo; Sergio se había quedado callado mientras miraba sus zapatos como si fuera la cosa más interesante del mundo.
Y ahora simplemente estaban ahí, parados en medio del pasillo como idiotas, frente a frente, con Sergio sin poder mirarlo a los ojos y él intentando que se le ocurriera algo más.
—Como decía.
Carraspeó, pero esta vez para tener la completa atención del mexicano, tomó sus manos.
Sus manos acunaron las del otro quien inmediatamente alzó la cabeza, conectando sus miradas; Hamilton sonrió al lograr su cometido.
Porque sabía que lo de Checo era el contacto físico.
—Siempre he estado para ti.—Continuó.—Pero no porque me lo pidieras, porque para ti es bastante laborioso pedir que alguien se quede a tu lado, lo hice porque me nació, porque quería hacerte sentir bien...
Sonrió un poco nostálgico, recordando. Los recuerdos para él lo eran todo, pero aún más, los recuerdos donde Sergio salía sonriendo, riendo o disfrutando de algo con él los guardaba con mucho amor en su cabeza.
—Me encantó conocerte, Sergio.
—¿Eh?—Checo preguntó, exaltado, sin entender a dónde iba la conversación.
¿Le estaba agradeciendo por su amistad?
¿Se estaba despidiendo de él?
Pérez apretó las manos del moreno; sus palabras se escuchaban mucho como una despedida. Y si bien, él pensaba en que claramente habría un distanciamiento entre ellos después de la polémica que los rodeaba, esperaba que fuera solo un par de semanas hasta la próxima carrera.
No para toda la vida.
No sabía como podría sobrellevar el pasar de amigos a desconocidos.
—¿Qué tratas de decir?
Preguntó de nuevo, lleno de miedo.
"Por favor, no te despidas así de mi" pensó, casi sollozante, aferrandose a las manos ajenas.
De un momento a otro, sin que ninguno se percatara, eliminaron la distancia entre ambos pilotos; pecho contra pecho.
Lewis suspiró, sintiendo el aliento del mexicano chocar contra su nariz.
—Lo que quiero decir es qué yo.—Murmuró, echándole un vistazo a los labios que la noche anterior había tenido la suerte de probar.
Estaba cometiendo los mismos errores que hace apenas un par de horas estaba lamentando; estaba mal, pero se sentía tan bien.
Solo era cuestión de acercarse un par de centímetros más para volver a probar el cielo y el infierno en la misma boca. Ante tal pensamiento, se le fue imposible relamer su labio inferior.
Checo le miraba en espera a una respuesta, e incluso, sin quererlo y debido a la necesidad de presionar al británico para que hablara y acabara con esos nervios que se lo carcomían por dentro, se acercó un poco más.
—Yo...—Balbuceó, nervioso.—C-Cuando estoy contigo... uh...
Estaba perdiendo el hilo, Checo lo estaba ocasionando; no podía pensar claramente.
Y cuando estuvo a punto de retomar, un carraspeó detrás suyo los hizo separarse con tal fuerza que el mexicano casi cae hacía atrás, siendo afortunadamente salvado por Hamilton quién tomó su cintura.
—¿Interrumpo?
Pregunta el belga, con los brazos cruzados y esa mirada tan agradable que siempre mantenía con él
Notese el sarcasmo.
—Max.—Sergio fue el primero en hablar, pasmado por la presencia de aquel que tanto deseaba ver.—¿Qué haces aquí?
Pregunta, acercándose a él, abandonando por completo todo tipo de contacto con Lewis quien simplemente frunció los labios y miró al suelo con discreción; su confesión y toda esperanza de poder seguir al lado de Sergio fue interrumpida y desechada.
—Horner.—Responde secamente, sin poder dejar de ver al moreno quién se mantenía detrás de Sergio.
Lewis frunció el ceño; ¿qué significaba esa mueca que le dedicaba con tanta saña?
"Tal vez es porque casi besas a su novio, otra vez" pensó, con ironía.
Él no tenía ningún derecho de molestarse con Max, porqué después de todo, él estaba siendo el intruso.
—Oh.—Checo dijo, mirando extrañado en dirección a Lewis, se le fue imposible ignorar esa mirada de Verstappen hacía Hamilton.—Bueno... Chris se fue a arreglar un asunto con Tost.
—De acuerdo.—Alzó los hombros, restandole importancia. De toda maneras ni ganas tenía de hablar con su jefe.
Porque sabía qué tendrían que discutir el tema de Sergio y Lewis y sería un gran dolor de cabeza que eventualmente lo pondría de malas.
Por su parte, Checo sintió su corazón oprimirse ante la indiferencia de Max; sabía que estaba molesto y no dudaba que el menor estuviera más que enterado de "la situación" con Hamilton. No sabía si ir y explicarle absolutamente todo o simplemente callarse y esperar a que Christian se encargara de ello.
Pero, ¿como podría esperar, cuando su corazón le gritaba que corriera a aferrarse a su novio y le rogara por su perdón?
—Checo... yo creo que debería de irme ya.—Lewis habló, mirando en dirección al mexicano quien le dio la espalda al momento de encontrarse con Max.—George necesita muchos sueros que por cierto olvidé comprar.
Sonrió a medias, intentando mejorar su propio animo que había decaído como un ave bebé cae de su nido.
—Deberías.—El que respondió fue Verstappen, dejando a checo con la boca media abierta y las palabras en la garganta.
Lewis miró en dirección al rubio, quien ya desde rato le veía con un mal sabor de boca.
¿Lo estaba hechando?
Cruzó sus brazos con recelo; se iba a ir porque quería, no porque un niño blanco se lo decía.
—Debería.—Sonrió forzosamente, intentando mantener la calma.—Nos vemos luego, Sergio.
Se despidió, luciendo lo más tranquilo que se le fuera posible. Checo lo miraba con detenimiento, como si buscara lo que estaba mal ahí, pero no lo dejaría verlo.
Lo menos que quería era alterarlo más.
Sin más, hizo un asentamiento con su cabeza y se retiró, caminando hacía realmente quien sabe dónde, solo quería alejarse de ahí. Debía de ser sincero consigo mismo, se había sentido un poco mal al volver a la realidad y recordar que Sergio y Max eran pareja.
Y él solo había sido el idiota que se metió en la relación.
Tenía tanto guardado, que en cualquier momento podría explotar.
Pero prefería mantenerse así.
Por su parte, Sergio no pudo evitar suspirar al ver a Lewis irse; lo que sea que había querido decirle tiempo atrás, fue interrumpido y se quedó en el aire.
Pero no podía del todo concentrarse en ello, porque frente a él estaba su novio, mirándole como si estuviera esperando a que confesara su crimen.
—Max.—Murmuró.—Supongo que ya lo sabes.
Bajó la mirada, pellizcando el dorso de su mano con inquietud. No podía ver a los ojos del menor, no cuando lo había traicionado de la manera más atroz que jamás se hubiera imaginado.
—¿Saber que?
Cuestionó, sin inmutarse. Casi se sentía como si Max quisiera torturarlo, obligándolo a que le dijera detalle tras detalle como lo había engañado.
—L-La fiesta de anoche.
Balbuceó.
—¿Que pasó en la fiesta de noche?
Max se encargó de preguntar una vez más, acabando con la poca confianza que quedaba en Pérez. Verstappen se estaba haciendo el tonto, claro que sabía, todo mundo lo sabía y si Horner no llamó es porque evidentemente lo sabía.
—¡Max, ya!—Exclamó.—¡Deja de hacer eso!
Se quejó, refiriéndose a su comportamiento. No necesitaba más culpa, necesitaba explicarle a su novio.
Pero como si se lo hubiera hecho saber por medio de telepatía, Verstappen dio un paso al frente, haciendo que Sergio cerrara sus ojos, ¿Iba a golpearlo por infiel? no lo culparía, porque él también quería hacerlo consigo mismo.
Pero no hubo golpe, en su lugar, Max le arrebató la tarjeta de acceso que tenía en su mano y la leyó
"Habitación 2011"
Miró a su alrededor, ignorando toda mirada que Sergio intentaba conectar con él. Estaban en el cuarto piso, la habitación debía de estar cerca.
—¿Max?
Checo preguntó, pero Verstappen lo ignoró mientras veía los números de las habitaciones cercanas.
"Atrás" pensó, girando su mirada en aquella dirección. Ahora, más ubicado, tomó el brazo del mexicano y lo arrastró hacía donde él creía que era la habitación. No le importaron las quejas de Sergio ni la fuerza que utilizó sobre él.
No hubo mucho más adelante. La habitación fue encontrada, Max abrió la puerta y lanzó al mexicano dentro.
Checo buscó una explicación, pero en su lugar, recibió los labios del hombre frente a él que lo hicieron callar de una buena vez.
Sergio se paralizó, si siquiera cerró sus ojos, solo se mantuvo gélido como un témpano de hielo, siendo besado por su pareja a quien creía perdida.
El contacto no duró más de 10 segundos, fue algo breve y tímido, como si Max tampoco tuviera idea de lo que acababa de hacer.
—No te vas a quedar aquí, vamos a casa.—Ordenó, rozando sus labios contra los del mexicano quien se doblegó.—No me interesa que pasó ayer, Sergio. No me interesa quien te cogió y quien no.
Checo le miró, con sus manos aferradas a su camiseta; ¿A caso Max no estaba molesto con él?
—¿Qué?—Murmuró, sin entender absolutamente nada.
Pero una vez más, Max se encargó de callarlo, aventándolo contra la pared más cercana y arrinconándolo ahí; no pasó más de un minuto cuando nuevamente, el neerlandés atacó la boca del mexicano y no le dio tregua hasta que se aseguró de borrar todo rastro que Lewis pudo haber dejado la noche anterior.
Sus cuerpos de juntaron y la pierna izquierda de Max se posó entre las piernas de Sergio, rozando de vez en cuando la entrepierna de este sin ninguna clase de pudor.
—Que me importa una mierda quién te abrió las piernas.
Jadeó, apoderándose finalmente del mas bajo, quien balbuceó quién sabe que cosa por lo bajo cuando su pareja besó su cuello y lo cargó, enterrando sus dedos en sus muslos.
Los minutos pasaron y la ropa escaseó.
Mordió, gimió, jadeó, babeó y de más con Max encima suyo en aquella cama que estaba seguro que esa sería la única vez que lo tocaría.
—Sigo siendo tu esposo, Sergio.
Recordó, cuando tomó la primera estocada que hizo gritar al mexicano.
Y Checo asintió, perdido en la mezcla de extasís y placer.
Chapter 7: 𝐕 - 𝐌𝐄 𝐀𝐍𝐃 𝐌𝐘 𝐇𝐔𝐒𝐁𝐀𝐍𝐃
Chapter Text
2017.
—Sergio... ¡Casate conmigo!
—¿Qué? No.
Soltó una pequeña carcajada nerviosa, totalmente confundido por la actitud del menor. ¿Porqué de repente había decidido proponerle matrimonio? ¿Se trataba de una etapa o algo precido? Él no recordaba haber pasado por lo mismo o parecido cuando tenía 20 años.
Pero si a los 8, cuando juró y perjuró que se casaría con Carola, su mejor amiga, e incluso había ido a buscar un anillo que resultó ser de caramelo. Aún recuerda con pena como a su amiga se le cayó y el caramelo se rompió en muchos pequeños pedacitos.
Ambos lloraron como por 2 horas hasta que se les olvidó y se fueron a jugar al nintendo.
Que ironías de la vida que años después, Carola se convirtiera en la esposa de su hermano y madre de su sobrina y él resultara ser más homosexual que la palabra misma.
En fin, infancias.
—¿Cómo que no?
El, en ese tiempo, joven Max Verstappen, preguntó con desilución en su mirada brillosa, cosa que hizo que Checo desviara su mirada.
Él amaba a Sergio, no sabía ni como ni porqué, pero el piloto de Force India lo había cautivado en su totalidad.
Y como le había dicho su madre después de comentarle que tenía cierto interés por alguíen: Si la amas, desposala.
Claramente pensando que se trataba de una chica.
Pero a Max no le interesaban, ni siquiera volteaba a verlas, menos cuando a un par de metros tenía a Sergio Pérez.
—Yo... soy buen partido, ¡En serio!—Insistió, tomando las manos de su mayor.—Juro cuidarte de todo, amarte hasta mi ultimo aliento, por favor ¿no puedes?
El menor casi hizo un mohín, encantando por completo al aún mexicano confundido que le veía sentado frente a él, con sus manos atrapadas por las del menor, que a pesar de ello, eran más largas que las suyas.
Anteriormente, antes de que al joven le diera por "confesarse", estaban jugando a un juego de mesa en la habitación del mayor, cosa que se les había hecho costumbre ya hace tiempo.
Max, por supuesto que en un principio se había negado rotundamente a hacer tal tontería, argumentando que debía de practicar en cada segundo de su tiempo libre o de lo contrario bajaría su rendimiento. Pero Checo, mientras palmeaba su cabecita y utilizando un lenguaje que entendiera facilmente, se encargó de explicarle que, evidentemente, si no cuida sus neumaticos y no los cambia cuando es debido, terminarían dañados y ya no podría correr más, por lo que le darian un DNF
Y para su sorpresa, había funcionado, porque después de esa platica él propio Verstappen se aparecía fuera de su habitación de hotel todas las noches, con un juego de mesa en la mano que no sabía ni como se jugaba, pero no importaba porque estaba con Sergio; el hombre que lo enamoró.
—No puedo, Max.—Explicó, algo enternecido. No podía enojarse con él o sentir algúna clase de disgusto, de todas maneras, aquella "propuesta" ni siquiera la había tomado en serio.—Tienes 20 años, ¿porqué piensas en casarte?
Pero lo que para él fue una broma, para Max fue el rechazó más grande de toda su vida.
—Porque te amo.
Confesó en un suspiro, liberando las manos de su mayor. El contacto más el rechazo le habían quemado.
Demasiada sinceridad causó que Pérez frunciera el ceño. ¿Cómo que "lo amaba"?
—De acuerdo.—Suspiró, dejando de lado el juego y centrandose en el joven frente a él.—¿Ahora que apostaron Daniel y tú, eh?
Preguntó, recargando los codos en la mesa. Estaba cien porciento seguro que aquello era obra de una apuesta hecha por Ricciardo quien ya estaba bastante grandecito como para jugar así, pero él todos los días se sentaba con Max para intentar devolverle la infancia y tratar que se divirtiera, así que no se podía quejar.
—¿Qué? ¡Nada!—Exclamó, indignado por las supersiticiones de su mayor.—¡No necesito una absurda apuesta para confesarme al amor de mi vida!
—Oh dios, no vuelvas a decir eso en voz alta.—Rió con nerviosismo, negandose totalmente con un cierto entumecimiento en el estomago.—Max, eres muy joven para saberlo. Te falta mucho por vivir y mucha gente para conocer.
—No quiero conocer a nadie que no seas tú.—Negó, dejandose caer en el respaldo de la silla.—No insistas, Checo, deja de tratarme como a un niño pequeño porque no lo soy.
—Para mi lo eres.—Suspiró, estirando su brazo para palmear su cabeza.—Eres mi hermanito menor, Maxim.
Tanto tiempo junto al joven sabía que terminaría mal, Sebastian se lo habia advertido, dijo que podría confundirlo y dicho y hecho, pasó.
Gracias a sus atenciones y su poco conocimiento sobre el espacio personal, había confundido al chico, haciendole creer que podrian tener algo.
Y estaba dispuesto a explicarle el porqué no podían ni estarían juntos por las situaciones de la vida (y más importante, porque era 7 años mayor que él), pero la mirada de desilución de Max caló muy profundo dentro de él.
Hizo una linea con sus labios, lleno de pena.
¿Y que tal si?...
—y si en vez de pedirme que me case contigo...—Dijo, intentando llamar la atención del menor.—Porque... ¿Porqué no mejor me invitas primero a salir?
Sonrió a medias, sin creer realmente lo que estaba haciendo. Iba a arrepentirse, claro que lo haría, pero en esa cita, cuando Max vea que en realidad Checo no era como él creía y que de hecho era un tanto aburrido, desistiría a ese absurdo amor adolescente y podría irse a vivir su vida.
Max, ante la propuesta, levantó su cabeza y sacó a relucir esa perfecta dentadura blanca en una gran sonrisa llena de ilusión y felicidad.
Una cita se escuchaba fantastico.
—¡Bien!
Exclamó, levantandose de la mesa de un brinquito irradiando felicidad por cada poro de su rostro.
Checó soltó una pequeña risita, Max era feliz con la cosa más pequeña e insignificante. Era dulce.
—¡Te juro que no te arrepentirás!—Dijo, señalando al mexicano mientras se iba caminando de espaldas sin querer dejar de ver al hombre.—¡Te llamaré más tard-..! ¡ah!
Exclamó cuando, por andar caminando entre tropezones y sin mirar por donde iba, cayó de sentón al suelo al tropezarse con un cojín que con anterioridad habían dejado tirado al terminar de ver una pelicula en el sofá.
—¡Max!
Exclamó Sergio, levantandose de inmediato para ayudar a Verstappen.
Sin embargo, este ultimo se levantó como si nada, pero aún así, nunca dejó de ver a Pérez.
—¡Estoy bien! —Exclamó, ya levantado.—¡Nos vemos, me contestas! ¡Pero prometelo por el meñique
Sonrió, llegando por fin a la puerta que abrió con rapidéz; debía correr, organizar algo lindo para el mayor y rentar o conseguir el mejor traje que le fuera posible.
Claramente le pediría ayuda a Daniel, no por nada era su mejor amigo.
—Lo prometo por el meñique—Respondió Sergio, casi en un murmuro con una diminuta sonrisa.
Se despidió con la mano, mientras veía como un muy imperactivo Max finalmente salía de su habitación como un torbellino y cerraba la puerta detrás suyo.
Un vez solo, suspiró, dejandose caer nuevamente en su asiento y recostando su cabeza sobre la mesa.
La emoción del joven le enternecía de sobremanera, pero él deseaba que todos esos sentimientos le fueran dedicados a alguien que en verdad lo mereciera.
Alguien que fuera para Max y Max fuera para él; Verstappen era tan buen niño y piloto, merecía a alguien perfecto para él.
Exitoso, guapo.
De su edad.
Como fuera, ya había quedado con el chico. Solo esperaba que realmente recapacitara.
—¿Que vamos a hacer, Max?
Preguntó, acurrucado en el pecho desnudo de su pareja. Delicadamente trazaba pequeños circulos imaginarios en la palida piel del menor, haciendole suspirar por la calidéz de sus acciones.
—No lo sé, dime tu lo que harás.—Respondió, mirando al techo mientras acariciaba su espalda.—Tu lo ocasionaste, resuelvelo.
Sergio suspiró, pero al mismo tiempo asintió; Max tenía razón, era su culpa después de todo.
Él fue quien se expuso de tal manera, él fue quien se cagó totalmente tanto en su imagen como en la amistad de años que tenía con Lewis y él fue quien engañó y traicionó a quien mas amaba.
Un nudo se formó en su garganta al pensar en ello.
—Amor...—Murmuró, perdido. Debía de hablarlo, a pesar de que el neerlandés había dicho que no le importaba, él sentía esa necesidad de explicarse.—Yo... con respecto a lo de ayer... quiero que sepas que no significó nada para mi, pero tambien se que eso no justifica que te haya engañado...
Fue breve, porque si seguía hablando terminaría derramando lagrimas frente a su esposo y eso era lo ultimo que quería; no deseaba jugar a la victima.
—Tienes razón, me engañaste.—Dijo, restandole importancia.—Pero como te he dicho, Sergio, me importa una mierda. Nadie sabe que somos... "eso", ¿no?
Checo negó; ahora además de infiel, era un mentiroso.—No, nadie sabe.
—Entonces deja de llorar, hombre. La atención se desvió de nosotros, ¿no? Gracias.
El razonamiento de Max no tenía sentido, pero para Pérez, que estaba desesperado, si lo tenía.
—Pero ahora todo el mundo piensa que Lewis y yo somos novios...—Dijo, sintiendo una horrible presión en el pecho.—Incluso... incluso Chris y Toto.
Admitió con temor, cuando la respiración tranquila de Verstappen de repente paró.—¿Y?
Pregunta, mirando de reojo a Checo quien simplemente se acurrucó más contra él, subiendo una de sus piernas a su cuerpo desnudo. Por su parte, Verstappen se giró sobre su costado, quedando frente a frente con el mexicano.
—Y... dijeron millones de cosas que... ¡ah, solo de recordarlo!...
Tapó su rostro, ocultando el color carmín que tiñó su rostro; aquel suceso había sido uno de los más vergonzosos en su vida.
Por su parte, Max sonrió sin que su compañero se diera cuenta; todo parecía estar a su favor.
Christian y Toto en contra de Sergio y Lewis era un escenario tan delicioso que no podía dejar de imaginarlo. Su campeonato estaba cada vez más cerca suyo, ya casi podía sentir las yemas de sus dedos tocar el trofeo.
Si sacaban a Sergio, ¿meterían a Daniel en su lugar? Esperaba que si, porque Ricciardo era más facíl de manipular.
Y no lo malentiendan, amaba a su mejor amigo.
Pero negocios son negocios.
—Shh, schatje...—Calló, rozando sus narices.—Se que lo resolverás.
Sonrió, acercandose lo suficiente para depositar un pequeño beso en los labios del mexicano.
—Y si no.—Agregó, deslizando una de sus manos hacia el muslo de la pierna que Sergio tenía sobre su cuerpo y apretando, sacandole un jadeo al más bajo.—Sabes que aquí estoy para tí, fuera o dentro de la pista, soy tu esposo y te amo.
No mintió. Esa fue una de las pocas veces que habló con la verdad.
Amaba a Sergio, pero tenerlo ahí con el, en el mismo equipo y en general en su mismo trabajo era un estorbo, tal y como se lo había dicho su padre.
Pero Jos había dejado Mónaco esa mañana, por ello Max podía hacer lo que se le venga en gana.
—Lo sé, bebé.—Respondió el mexicano, acariciando el rostro con fino vello facial del neerlandés.—Yo te amo más.
Max sonrió, encantado con las caricias que el mayor siempre se encargaba de repartir en toda parte de su cuerpo y con la temperatura un poco más arriba de lo que debería, se sintió de repente más necesitado. Quería sentir más de esa calidez que el mayor tenía exclusivamente para él.
Bueno, ya no tan exclusivamente.
Ese fugaz pensamiento lo hizo apretar los dientes.
Ese Lewis era un verdadero hijo de perra, como Max le había quitado un campeonato, ahora él quería quitarle a su pareja.
Pero no le preocupaba más allá, porqué sabía que tenía a Sergio comiendo de su mano.
—Uh... espera.—Checo se quejó, cuando el menor paseó las yemas de sus dedos indice y medio por su entrada.—¿Podemos dejarlo en una sola ronda, amor?... yo... No me siento muy bien.
Admitió con pena; estaba cansado, tanto fisica como mentalmente y aún que deseara de todo corazón complacer a su pareja, no podía.
No sabía como expresar que tenía una pequeña molestía en su zona baja. Max solía ser rudo y eso nunca le molestó, solo que esta vez, se sintió diferente.
—Supongo que la cogida con Hamilton te dejó en el suelo, ¿no?—Dijo, con una leve mueca.—Está bien, tendré que ver que hacer yo solo, gracias a que mi novio le entregó el culo a alguien más y no está dispuesto a ayudarme.
Alzó los hombros, separandose bruscamente del mexicano quien presenció con temor como Max se quitaba las sabanas de encima y se sentaba en la cama, dispuesto a levantarse.
—¿A donde vas?
Preguntó, intentando sentarse de igual manera en el colchón, sin embargo, una pequeña punzada en su zona baja lo hizo quejarse y obligadamente ladearse sobre su cadera, buscando ser lo más cuidadoso con su cuerpo.
—¿Max?
Insistió, al no recibir respuesta alguna, cuando el menor se levantó en busca de su ropa que había sido deshechada por algún lugar de la habitación con anterioridad.
—A ver que hacer con mis necesidades, Sergio.—Respondió sin mirarle, encontrando sus pantalones.—Quedate a descansar, amor. Encontraré a alguien más.
Dijo con tal calma que el mayor se escandalizó, dejandose en evidencia por su mirada humeda que seguía al rubio por toda la habitación.
—¿A-Alguien más?—Repitió, pensando que había escuchado mal.—¿A que te refieres?...
—Sergio, no eres estupido.—Respondió con fastidio, abrochandose los pantalones.—Tu lo hiciste anoche, ¿porque yo no puedo? Solo será un revolcón, no significará nada.
—¡No!—Exclamó, obligandose a si mismo a quitarse de encima las sababas y arrodillarse en el colchón—¡No hagas eso, no nececitas a nadie más!
Suplicó, soportando su propio peso en sus temblorosas rodillas heridas.
—Ven.—Extendió su mano hacía su pareja, esperando a que la tomara.—Quedate, puedo hacerlo.
Dijo, totalmente convencido. Por su parte, Max, quien ya había tomado su camiseta, dudo un poco solo por el placer de ver la carita de arrepentimiento que ponía su novio.
—¿Seguro? Quedate a descansar, cielo. Duerme un poco en lo que regreso, ¿quieres?
—¡No!—Nuevamente negó, con el entrecejo arrugado. ¿Como iba a dormir sabiendo que su novio estaba con quien sabe quien?—Solo te quiero tener aquí... dentro mío, ¿si? Ven, amor, ven.
Insistió. Amenazaba con llorar, sin embargo, el neerlandés cedio ante sus suplicads, acercandose lo suficiente para que Sergio tuviera la oportunidad de rodear su cuello con sus brazos y atraer a su novio a un beso desesperado, donde intentaba convencerlo para que se quedara con él.
Para su buena suerte, Verstappen ya no planeaba irse, pero solo para asegurarse de ello, llevó sus manos temblorosas hacía el botón del pantalón ajeno y lo dedsbrochó, recibiendo ayuda de su pareja para bajarlo.
—Quiero que me montes.—Susurró, antes de estampar sus labios de nuevo solo un par de segundos para después separarse otra vez.—¿De acuerdo?
Sergio asintió rapidamente, conectando su boca con la del rubio quien se sentó en la cama, permitiendo que el mexicano tomara asiento sobre él.
De un momento a otro, obedeciendo a su pareja y encargandose de satisfacerlo tal como lo había pedido, Pérez ya se encontraba saltando sobre su menor, aferrandose con desesperación a los hombros ajenos.
Su rostro contraído por las molestías que atacaban su cuerpo se encargo de esconderlo en la curva del cuello de Max, quien había encajado sus uñas en su cintura.
—Oh... ¡mierda!—Jadeó, echando su cabeza hacía atrás. Realmente estaba disfrutando del trabajo de su novio—Te amo tanto...
—Y-Yo...—Se quejó, con la respiración entrecortada.—Yo te amo más... ¡ah!
Mucho más. Mucho.
—Santa madre.—Expresó, quedandose con la boca abierta al poner un pie en el baño y ver a George acostado en la bañera, con ambos brazos en forma de cruz sobre su pecho.—Eh... ¿amigo?
—Lewis, estoy muriendo...—Murmuró debilmente, sin siquiera abrir los ojos.—Ven, escucha mis ultimas palabras...
Suplicó. Hamilton alzó una ceja, acercandose a la bañera sin poner mucha resistencia a los "ultimos deseos" de su claramente crudo amigo.
Se sentó sobre el WC, mirando a George en espera a que hablara.
—Acercate más.—Pidió.
Lewis bufó incredulo mientras asentía por obligación; George apestaba a alcohol y a vomito seco, pero bueno, podía taparse la nariz.
Y claramente sabía que no se iba a morir, pero Toto le había pedido cuidarlo en lo que el regresaba con sus sueros y tal vez más cosas para bajarle la cruda.
—Ya.
Dijo, aguantando la respiración. Sin embargo eso no pareció ser suficiente para Russell, pues de nuevo, fingiendo su desdicha, habló.
—Más.
El moreno rodó los ojos, ya se había agachado lo más que podía, pero no le haría daño hacer un esfuerzo por su amigo.
Se acercó de nuevo, ahora si estando lo suficientemente cerca para que Russell pudiera hablarle al oído; y así lo hizo, estiró su cuello lo más que pudo y abrió la boca.
Hamilton puso toda su atención en él, parecía grave y eventualmente comenzó a creer que su amigo si se estaba muriendo, cosa que lo preocupó.
¿Que tanto había tomado anoche? debió de haberlo cuidado también, aún que ni siquiera pudo consigo mismo.
Ah, no quería recordar eso.
—¿George?—Preguntó, con la preocupación hasta la garganta cuando su compañero no dijo nada.—¿Quieres que te lleve al hospital?
Ofreció, intentando tomar el cuerpo de su compañero; sin embargo, este negó, alejando las manos del moreno que intentaban sacarlo de la bañera.
Una vez más, Russell tragó, preparándose para decir alguna palabra, entonces Lewis puso toda su atención en él, con la preocupación carcomiendole las entrañas.
—Yo..—Murmuró.—Yo...
Repitió, el mayor se acercó más.
Entonces Russell habló, pero no con palabras.
Si no que eructó en su oído.
—¡AH, GEORGE!—Lewis exclamó asqueado, separándose de inmediato de su amigo quién, olvidando por completo su aspecto moribundo, se retorcía bruscamente como gusano en sal mientras se carcajeaba con total libertad.—¡Madura, tarado!
Se levantó del WC, con una mano en el oído infectado. Todavía podía sentir la sensación del aliento caliente de George en ella, haciendolo sentir totalmente incomodo.
—¡Solo es una broma, princesa!—Se defendió el menor, sentándose en la bañera y recargando sus brazos en la orilla de esta.—No llores, mejor cuéntame que pasó con Toto y Christian allá afuera.
Sonrió inocentemente, recargado su mejilla en su brazo.
Lewis, quien estaba a punto de dejar el lugar, giró su mirada llena de disgusto en dirección a su compañero; Sin embargo, no pudo negarse, porque en verdad necesitaba hablarlo con alguien antes de explotar y sabía que George era su amigo más fiel.
Un poco estúpido, pero fiel.
Así que, soltando un leve suspiro, volvió a dejarse caer sobre la tapa del inodoro.—Fue horrible, George. La cagué en grande, cagué mi imagen y mis oportunidades con Sergio.
Confesó, bajo la atenta mirada de Russell quien hizo una linea con sus labios ante la pena de ver tan cabizbajo a su compañero
—¿Tan malo fue?—Preguntó, con pesar.— ¿Qué les dijo Horner? Se escuchaba molesto.
—¡Esa es la peor parte, George!—Exclamó, extendiendo sus manos hacía el frente como si eso fuera a ayudar en algo, pero fue más la exageración del momento.—¡Creyeron que somos novios! Y realmente no nos dejaron explicar en ningún momento que no era así, pero siguieron hablando sobre lo mucho que nos "apoyan".
Hizo comillas con los dedos. Estaba frustrado.
—¿Y eso es malo porque...?—Preguntó, incredulo. Entonces cuando Lewis le miró con una mirada amenazante, se vió obligado a seguir.—¡Estoy diciendo que no es malo, estupido! Te gusta Sergio, ¿no? Entonces, ¿qué tan malo es? Pueden fingir ser novios, je.
Sonrió coquetamente y alzando las cejas varias veces, picó su pierna con su dedo indice, incitandolo a que aquello era buena idea.
Pero el rostro de indignación, asco y estupor que el moreno le dedicó mientras le veía de reojo, lo hizo detenerse de inmediato.
—¿Te estas escuchando?
Le recriminó, a punto de ahorcarlo. Si bien, Lewis realmente deseaba tener una relación con el mexicano, no iba a fingirla, no era justo ni para él ni para Sergio quien de hecho ya tenía una relación.
Además, ¿porqué debían de fingir? estaba mal y de hecho debían de aclararle al publico que entre ellos no había nada más que muchísimo respeto y una gran amistad de años.
—Literalmente tienes la oportunidad frente tuyo.—George espetó, casi como si Lewis fuera un estupido.—¡Tomala, hombre! ¿ya tienen la bendición de Horner y Toto, no? ¡pues ahí está! mira que tal vez en una de esas, Sergio se enamoré de ti.
—Mira, George.—Inhaló, manteniendo la calma.—Deja de hablar como si fueran nuestros padres o algo así, lo estás haciendo ver como una clase de Romeo y Julieta sobre monoplazas muy bizarro.
Russell soltó una pequeña risita.—No lo había pensado de esa forma.—Sonrió con malicia, preparando su acento para arremedar al mexicano después de carraspear.—¡Oh, Lewis! ¿Dónde estás? que no te veo. Y luego tu le respondes: aquí, amor mío, llorando en un baño porque lo nuestro... ¡Jamás podrá ser!
Dramatizó, posando una mano en su pecho y fingiendo desmayarse dentro de la tina de cerámica.
—Ay que gracioso.—Expresó el moreno, con la boca llena de ironía.—¿De repente se te olvidó que estás crudo?
Arrugó la nariz; debió de haberse guardado sus pensamientos porque ahora George jamás lo dejará en paz.
—Oh vamos.—Animo, reincorporándose.—Sabes que estoy bromeando. Te quiero y solo me gustaría verte feliz, ¿y sabes quien te hace feliz? Sergio. Y no te atrevas a decirme que no, porqué la felicidad que desbordabas ayer en la piscina con Checo y lo muy feliz que te veías en el bar te delatan.
Sonrió, picoteando la pierna de su compañero.
—Estás enamorado y, bueno, después de...—De inmediato dudo en decirlo. Aquel nombre estaba prohibido, Toto se lo había dejado muy en claro.
Boqueó, pero después, usando su razonamiento, decidió cerrar la boca.
Intentando excusarse, simplemente alzó los hombros y suspiró después de haber hecho mímica sin sentido por al menos un minuto entero. Sin embargo, Lewis, sintiendo su incomodidad, supo inmediatamente qué quería decir, por lo que añadió:
—¿Nico?
Pronunció sin una mueca en especifico, haciendo que George entrecerrara los ojos, como si le hubiera dolido. Porque bueno, le dolía y probablemente muchísimo más que al mismo Lewis
—Si.. bueno.—Carraspeó, con algo de pena. No le quedaba de otra más que seguir hablando, tal vez podía arreglarlo.—Después de Nico... realmente nunca pensamos que podrías volver a sonreír de esa manera.
Sonrió. George acababa de entrar a Mercedes hace poco, aún así, nunca fue ajeno al problema de Rosberg y Hamilton. Digamos que los chismes abundan y vuelan como simples hojas secas ante la más mínima brisa.
—Y bueno, si me preguntas, siento que Checo es buena opción, lo sé... tu corazón sabe.
Lo sentimental no era lo suyo, prefería bromear sobre ello y evitar verse tan "cursi", pero cuando se trataba de Hamilton, el hombre a quien sinceramente consideraba su hermano, la cosa solía cambiar. Y bueno, también si era alguien que le importase, el que no quisiera ser sentimental no significaba que sería un desgraciado.
Por su parte, Lewis, con una pequeña incomodidad, sonrió levemente, desviando su mirada. El tema con Nico había quedado atrás, o eso creyó, porque cuando lo vio la noche anterior en Jimmy'z, no supo cómo actuar.
Y probablemente hubiera estado jodidisimo, pero afortunadamente, su atención se dirigió a Sergio quien por fin había llegado al lugar. Lewis no sentía nada por Rosberg, dejó de hacerlo desde hace tanto tiempo y afortunadamente lo superó.
Pero, ¿Cómo le dejaba en claro a su corazón que ese hombre, que le prometió bajarle la luna y las estrellas, ya no le interesaba?
Lewis quería a Sergio, estaba enamorado de él.
Pero el tema de Nico le seguía revolviendo los intestinos; aún así, tenía algo muy en claro.
Jamás volvería ni siquiera a mantener una conversación con el alemán.
Porque en su memoria permanecen intactos aquellos momentos en lo que le mintió, lo engatusó con palabras bonitas y al final lo dejó tirado como un suéter viejo y usado debajo de la cama y entre la suciedad.
No lo merecía, Hamilton sabía lo que quería para su vida y él por supuesto que no estaba dentro de esta.
—Mi corazón lo sabe.—Repitió Lewis, perdido.—Aún así, George, no es correcto.
Explicó, volviendo a mirar a su amigo quien hizo un pequeño mohín; tal vez Lewis tenía razón y después de todo, fingirlo sería mas perjudicial para él, emocionalmente hablando.
—Además... Sergio ya tiene a alguien.
Murmuró inconscientemente, más para él mismo que para el otro; él se consideraba alguien fuerte, pero se sentía como un niño pequeño e indefenso cuando recordaba que Checo ya estaba con alguien que no era él, era estúpido, pero no sabía como sentirse al respecto.
Estaba feliz por el mexicano. Pero, ¿y él? ¿cómo se sentía? ¿podía darse el lujo de lucir egoísta y desear que Checo se fijara en él?
—Oh mierda.—Pronunció Russell, sacando a Lewis de aquella pequeña burbuja de pensamientos en la que se había metido sin saberlo.—¿Cómo que ya tiene a alguien?
Pregunto estupefacto, poniendo su total atención encima de su compañero quien le miró con los ojos bien abiertos, al percatarse de lo que había dicho
—Olvidalo.—Exigió de inmediato, pero la mirada intensa de George le hacia saber qué no lo olvidaría ni aún que pasaran 500 años.—¡No, George! ¡Tú no deberías de saberlo! ¡y yo tampoco! pero... ¡mierda!
Se quejó, moviendo sus manos de aquí para allá; el momento de crisis estaba a la vuelta de la esquina. Le había dicho a George algo que juró no divulgar por respeto a Sergio, pero había abierto la boca en el momento menos indicado.
¿Qué le estaba pasando? ese no era él. Se estaba perdiendo.
—¡Dime!
Exigió. Pero Lewis negó de inmediato.
—¡No!
—¡Andale, te juro que no le digo a nadie!—Rogó, juntando sus manos.—¡Lewis, somos hermanos! ¡del corazón! ¡somos uno solo! ¡solo dime quién es ese alguien!
—¡No tengo porque decírtelo!
—¡Le choco a quien tú quieras en cualquier carrera, pero dime!
—¿Qué?—Expresó con indignación, mientras armaba un tipo forcejeo con su compañero quien lo jaloneaba de aquí para allá.—¡Olvídalo!
—Bien.—Se detuvo, actuando más serio que de costumbre.—No me digas.
—Gracias por entender, George.
Asintió, un poco más tranquilo. No necesitaba seguir esparciendo la noticia, no debía y no tenía derecho a.
—No me digas.—Repitió, haciendo que Hamilton alzara una ceja.—Porque le voy a preguntar a Lando, y tu sabes que él abre la boca más rápido que Checo cuando ofrecen shots.
Sonrió con malicia, sabiendo de sobra que tenía por completo la atención de Lewis.
—No te atreverías.
Amenazó, haciendo una mueca y mirando a su compañero con los ojos entrecerrados.
—¿Me estás retando?
Dijo con un tono hostil, ladeando su cabeza. Estaba amenazando a su compañero y él claro que lo notó, por lo que frunció el ceño y le dedicó una de sus mejores miradas asesinas para que desistiera.
—Ol-vi-da-lo.
Repitió.
—No-lo-haré.
Amenazó, con una pequeña sonrisa burlona en sus labios.
Lewis bufó, sintiendo imposible el poder quitarle a George esa idea de la cabeza. Estaba entre la espada y la pared, pero seguía firme ante la idea de no decirle por ningún motivo.
—Bien, he dicho.—Alzó los hombros, levantándose de la tina. No pudo evitar tambalearse un poco ante su claramente aún existente cruda.—¿Dónde estará Lando?
Camino fuera del baño, a pasos lentos. Lewis le miró desde su lugar, pensando que no lo haría.
No lo haría, solo estaba amenazandolo como un niño pequeño y el mayor claramente no caería ante sus provocaciones.
Entonces George se acercó a la puerta, mirando de reojo al otro británico quien ni se inmutó, simplemente permanecía ahí sentado, fingiendo calma cuando por dentro sentía como sus entrañas hervían.
Si el menor se atrevía a salir de la habitación, no sería responsable.
—Una.—Contó George, sacando de quicio a Hamilton.
—¿Qué mierda? ¿Me estás contando?
Arrugó el entrecejo, sin creer lo infantil que podía resultar su compañero.
—Dos.—Siguió, sin importarle que.
Y Lewis se impacientó. Aún así, cruzó los brazos y apretó los labios; no iba a hacerlo.
—Dos y medio...—Sonrió, acercando su mano a la palanca.
Hamilton mordió su labio inferior mientras su pierna izquierda comenzaba a temblar; su fortaleza se estaba yendo.
—¡Tre-...!
—¡Pues me importa una mierda, Domenicali! ¡Mi piloto y ese chico son felices juntos, así que tú y tus ideas retrogradas se pueden ir mucho al diablo, viejo! ¡¿Te afecta?! ¡No! ¿¡O que, te dan celos, te consigo un novio!?
Entró un muy furioso Wolff, con una bolsa de plástico en una mano y en la otra sostenía su celular, por donde claramente estaba peleando con alguien. Al estar ocupado en sus asuntos, abrió la puerta con tal fuerza que terminó empujando a Russell, golpeándolo en la nariz con la madera y causando que se cayera de espaldas al suelo mientras se quejaba.
"Ja" pensó Lewis, más tranquilo. "Karma"
Sonrió, pero al recordar que su jefe había golpeado por error la nariz de su compañero y no la de su peor enemigo, se levantó a toda velocidad para ir a socorrerlo.
—Perdón Russell.—disculpó Toto, pasando distraídamente por encima del piloto que yacía tirado en el suelo.—¡Ah no, no me vengas a amenazar! ¡eres el jefe, pero eso no te permite meterte en la vida privada de los otros!
Siguió con su pelea, caminando hacía la mesa de la habitación donde dejó la bolsa de comprar.
Pero mientras escuchaba la fastidiosa voz de Stefano al otro lado de la linea, se dio cuenta la de la situación. Con el teléfono aún pegado a su oreja, giró su rostro en dirección a la puerta, donde a un par de centímetros se encontraba su otro piloto, tirado, quejandose del dolor y con una mano cubriendo la zona afectada.
—Puta madre...—Murmuró, mirando a George quien a su lado tenía a Lewis arrodillado, intentando ayudar con la hemorragia nasal.—¡¿QUE?! ¡NO TE ESTOY HABLANDO A TI, DELIRANTE! N-... ¿SABES QUE? ADIÓS, NOS VEMOS LUEGO. Y SI, LUEGO, PORQUE ESTA CONVERSACIÓN NO SE ACABA AQUÍ, CONSERVADOR.
Siguió gritando mientras Lewis y George le miraban desde su lugar; era bien sabido que su jefe no le temía a nada.
—¡Saludame a la maldita madre Teresa de Calcuta, entonces!—Y colgó, después de dejar a Stefano gritándole quien sabe que cosas a través de la llamada.—No te preocupes, Lewis, nadie va a interferir en tu relación con Sergio. Aún que eso sea lo ultimo que haga.
Sonrió, totalmente orgulloso mientras posaba sus manos en su cintura como todo un Superman.
Lo que dijo antes, lo había dicho totalmente en serio; Lewis era feliz en su relación con Sergio, se le notaba a kilometros y sinceramente Toto no podía estar más feliz.
Su piloto por fin había dejado atrás aquella relación de mierda con Rosberg, que si bien, jamás supo entender, había dado lo mejor de si mismo para mantenerse al margen y no interferir ni lo más minimo.
Es más, en su especie de "negación" llegó a fingir que la relación no existía, todo para no involucrarse en algo que era, en ese tiempo, incomodo para él.
Cosa que hasta la fecha se arrepiente como no tiene una idea, porque si en el pasado hubiera dejado atrás sus estupidos prejuicios, muy seguramente hubiera tenido la oportunidad de evitar que Hamilton saliera tan herido de ahí.
Él vió lo malo, incluso desde lejos, pero al no entenderlo, se engañó a si mismo y lo ignoró.
Pero bueno, el pasado quedó atrás, Wolff había aprendido de sus errores, era una persona totalmente diferente a aquel Toto estúpido de los 2000's.
—¿George, estás bien?—Preguntó, pero de respuesta, solo recibió un leve quejido largo y lastimero por parte del su adolorido piloto.—Lo siento... dejame ir por papel.
Dijo, alejandose de la dupla britanica en busca de algo para sanar la herida del menor.
Sin embargo, mientras George se retorcía en el suelo entre lloriqueos y lamentos, Hamilton se mantuvo quieto, mirando a la nada.
Wolff se había peleado a gritos con su jefe.
Todo por él y su mentira.
—Toto.—Llamó, casi temblando.
Debía de confesar, no podía dejar que esta mentira que lo aplastaba contra el suelo se hiciera más grande.
—¿Qué pasa?—Respondió el mayor de regreso, corriendo con papel de baño en sus manos y un pequeño vaso de agua.—¿Estás bien?
Lewis tragó saliva; ¿desde cuando Toto era tan bueno? Incluso hasta pena le estaba dando. Se sentía en la cuspide de la desdicha.
Checo había querido confesar, pero no lo logró y cuando le pidió ayuda él estaba muy ocupado inmerso en sus fantasías.
En simples sueños.
—Necesito decirte algo.
Dijo, casi mordiendose las uñas. Wolff asintió, mientras estaba concentrado en George.
Le pasó el vaso de agua para que lo sostuviera y él obedeció sin rechistar.
Toto se agachó a la altura de Russell quien se quejó cuando levantó su cabeza y la mantuvo alzada.
—Habla, Lewis. Mientras atiendo a George.
Ordenó, revisando con cuidado la nariz del britanico herido. Lewis tragó saliva, un tanto nervioso.
Bueno, era mas nervios que persona ahora mismo.
—Ehm...
Murmuró. Más le valía ser rapido y consciso, sin dejar tanto silencio entre sus palabras.
Suspiró.
—Sergio y yo no somos pareja. Solo estabamos ebrios.
Confesó lo más rapido que pudo. Esperó una respuesta mientras le sudaban hasta las plantas de los pies, sin embargo, no recibió respuesta, en su lugar, se escuchó un fuerte estruendo que hizo sobresaltar al britanico mayor.
—¡AH, HIJO DE PERRA!
Exclamó George en un lloriqueo, sosteniendo su cabeza con fuerza.
Un Wolff totalmente blanco por la noticia, había dejado caer la cabeza de Russell contra el piso por la impresión.
No eran novios.
Y le había gritado mil y un barbaries a su jefe.
—Hijo de perra...
Repitió, con una furiosa mirada asesina sobre el moreno quien se encogió en su lugar con pesar.
Y entre los llantos adoloridos de George, la respiración cada vez más erratica de Wolff y una sonrisita nerviosa por parte de Hamilton, la tranquilidad se fue, dandole paso a un desastroso ambiente, lleno de gritos, llantos y una que otra amenaza de muerte.
—¿Como que ya estás en México, cabrón?
Sergio exigió saber, con el telefono fijo de la habitación en su oreja. Su celular se había hecho puré y ya ni siquiera prendía.
Había llamado a Jo, Max se había retirado hace unos minutos diciendo que necesitaba ir a hacer unas cosas, pero prometió volver al anochecer.
—¡Pues no te aparecías, wey!—Le respondió del otro lado de la linea.—Y pues bueno, anoche cuando fuimos por tus maletas Max no estaba en casa, por lo que sopusimos que estaban juntos.
Checo frunció el ceño; ¿Max no había estado en casa?
Entonces, ¿Donde estaban sus cosas?
—¿Y mis cosas?—Preguntó.
—Pues en casa de Max.—Respondió con obviedad. —¿Sigues pedo, verdad? Vi las fotos, mañoso.
Pérez bufó.—No es nada de lo que imaginas, José.
—No pues si no hay nada que imaginar, wey. Clarito puedo ver el momento justo en el que Hamilton te metió la lengua.
Soltó una pequeña carcajada mientras Sergio se hacía bolita debajo de las sabanas por la vergüenza.
Jamás volvería a tomar.
—¡Es que no...! ¡Y-Yo...!—Exclamó, pero fue interrumpido por el mismo.—¡Verga!
—Comiste pá.—Se carcajeó.—Y dime, ¿Lewis besa rico?
—¿Qué?—Murmuró, la pregunta lo había sacado de pedo e incluso sintió una pequeña molestía ante ello.—¿Y a ti que te importa?
—¡Tranquilo, tigre! ¡Solo lo besaste, no es tuyo hasta que le pongas un anillo en ese dedo!
Sergio bufó, rodando los ojos. No estaba de humor para sus bromas y mucho menos con aquel terrible dolor de cuerpo que lo hacía sentir incomodo incluso cuando respiraba.
—Ah, Jo.—Suspiró, apretando el puente de su nariz.—Olvidalo, me voy a dormir. Quiero vomitar y me duele todo.
—Vete por un electrolit, ya te la sabes.—Le aconsejó, entre risas.—Ah y oye, te recomiendo hablarle a tus padres, están como locos. No supe como decirles que yo tampoco sabía donde estabas.
Checo cerró los ojos y posó su brazo sobre estos antes de soltar un suspiro pesado; estaba metido en un pedote.
Y aún no sabía ni como le iba a hacer para arreglar todo.
—Yo les marco, Jo. Gracias, nos vemos en Bakú para entrenar, ¿si?
—Va pues, te me cuidas.—Se despidió.—Cuida esa cola.
—Ay que chistoso.—Fingió sonreír.—Adiós.
Y colgó sin esperar alguna otra respuesta.
Aventó el duro telefono hacía algún lugar de la gran cama que estaba echa un desastre. Sergió posó sus manos sobre su regazó y suspiró por milesima vez, inentando ocultar la calma necesaria pars no volverse loco.
En cuestión de horas, su vida se había vuelto un verdadero desastre, uno que estaba desesperado por limpiar.
—Vamos Sergio, tu puedes.—Se animó, cuando estaba queriendo llorar.—No dejes que esto te afecte.
Tomó una lenta respiración, calmando sus pensamientos.
Antes de que empezara a alterarse, debía de respirar. No quería recaer nuevamente en ese circulo vicioso, le prometió a su pareja no hacerlo jamás.
Y cuando estuvo a punto de terminar su ejercicio de respiración, varios toques desesperados en la puerta lo interrumpieron.
Soltó un pequeño quejido, dispuesto a no atender al llamado y hacerle el dormido, pero la persona detrás de la puerta no iba a tener la descencia de dejarlo en paz.
—¡Sergio! ¡Sergio!
Exclamaron, tocando la puerta con impetú.
El recien mencionado apretó los ojos al reconocer esa voz. Aún así, no iba a responder, porque lo ultimo que quería era hablarle.
—¡Sergio!
Insistió.
Checo se giró, tapandose hasta la cabeza con las sabanas; intentaría dormir, porque si tenia suerte, al despertar todo lo acotecido con anterioridad se trataría solo de una pesadilla y despertaría de vuelta a la mañana del GP de Mónaco.
Entonces evitaría ganar y todo estaría bien.
Pero lamentablemente, no estaba en "el día de la marmota" cosa que por fin pudo procesar cuando los golpes en la puerta no cesaron.
—¡Ser...!
—¡¿Que quieres, Carlos?!
Exclamó, furioso. Aventó las sabanas hacía un costado y con cierta dificultad se levantó.
Checo nunca podría hablarle así a Carlos, era su mejor amigo y lo amaba. Pero ese Carlos no era su amigo, era un traidor que había abierto la boca y había ventilafo cosas suyas solo por diversión.
Y si, no recordaba muchas cosas sobre anoche, pero ni con 10 botellas encima podría olvidar la traición de Carlos hacia su persona.
Caminó hacia la puerta, vistiendo una bata de baño y la abrió, encontrandose justamente con el español que al verlo cambió su mirada perturbada a una más tranquila.
—Madre mia, Sergio. Me asustaste.—Suspiró, contento de verlo.—Anoche no pude contactarte, tampoco supe donde buscarte hasta que Yuki me dijo que estabas aquí... ¿como estás? ¿La noche estuvo rara, eh? No necesitas explicar nada, ¿necesitas que te traiga algo?
Preguntó, agitado. Había corrido bastante gracias a su terquedad por no querer esprerar al ascensor.
Pero cuando quiso acercarse a su amigo para abrazarlo, Sergio dio dos pasos hacia atrás.
—¿Checo?—Preguntó, extrañado por la actitud del mexicano.—¿Eh, todo bien?
—Todo bien.—Respondió, alzando los hombros.—¿Y tu? ¿Viniste a ver que más me sacas para ir a contarle a otros?
Dijo con brusquedad, claramente molesto. Carlos se quedó frio ante ello, sin entender por completo lo que estaba pasando.
—¿Pero que dices, chaval? ¿De donde has sacado q...?
—Del mismo hombre al que le contaste lo que te confíe, Carlos.—Le interrumpió.—Y niegalo, atrevete a verme a los ojos y niegame que no le has dicho nada a nadie.
Con sus dedos indicen y medio señaló sus ojos, incitando a Carlos a que lo viera e hiciera lo que dijera. Estaba cansado.
Tal como hace años, cuando por fin aprendió que en ese negocio no había amistades ni simpatizantes, volvió a ser traicionado.
Le dolió, claro que lo hizo.
Él quería tanto a Sainz, cuando había GP en México, solía invitarlo a comer a casa de sus padres; su madre lo amaba, le ponía apodos y cocinaba su comida favorita.
Mientras que su padre gustaba de hablar sobre golf con él e incluso varias veces habían ido juntos a jugar.
Era un hijo y un hermano más, también Paola y Antonio lo amaban, invitandolo a las noches de juegos familiares y al cine.
Y ante los recuerdos, no se percató de cuando comenzó a lagrimear, haciendo asustar al español.
—Sergio... pero no sé de lo que estás hablando, tio.—Se defendió, intentando tocar al mexicano para que le dejara dar su explicación, sin embargo, este volvió a evadir su toque con brusquedad.—¡Sergio, que hablo en serio, hombre! ¡Ayer ni siquiera he salido, Charles canceló y yo me fui a mi hotel!
Exclamó, con sus manos aún extendidas, creyendo que Sergio las tomaría al entender.
Pero eso no ocurrió, porque Checo le dió la espalda, entró a la habitación y cerró la puerta de un azotón, sin dejar que explicara nada más.
—¡Checo, escuchame por favor!—Rogó.—¡Te estás equivocando, coño!
Comenzó a tocar la puerta nuevamente, mientras que Sergio, sintiendose más debil que nunca, recargó su espalda contra la fria madera y lentamente se fue deslizando hacia abajo, siendo jalado por sus pesares, hasta quedar incomodamente sentado en el suelo.
Atrajo sus piernas hacía su pecho y sollozó, aferrandose a estas. Libremente, comenzo a lagrimear con las suplicas de Sainz de fondo.
Como si su vida no pudiera empeorar más.
Chapter Text
Bakú
"¡Es semana de carrera, amigos! Después de 2 semanas, estamos en una nueva localidad, donde seguirán las peleas por el campeonato"
—George, apaga eso.
Toto regañó; estaba tan concentrado que lo ultimo que quería era escuchar algo que no fuera necesario.
—No.—Respondió atontado en la televisión, causando que su jefe frunciera el ceño.
"Si bien, es una nueva localidad, el "candente" asunto en Mónaco aún no ha sido olvidado. ¿Que pasó esa noche? ¿Que clase de relación tienen los pilotos Hamilton y Pérez? Son preguntas que no han sido respondidas, pero que nos mantienen a todos al borde de la silla"
Russell hizo una pequeña mueca. Gracias al cielo, tanto él como Alex fueron lo suficientemente "conscientes" para no haber hecho nada raro más que bailar, alcoholizarse y, por parte de Russell, hacer cierto tipo de chistes con doble sentido porque ni borracho fue capaz de confesarse ante el tailandés.
Mientras que Yuki y Pierre, sin siquiera reconocer el apellido del otro, al momento de acalorarse de más se fueron al baño, donde nadie pudo seguirlos.
Y finalmente Lance y Logan; solo fueron necesarios un par de picos y una carta astral para que decidieran que era suficiente y fueran a hacer de las suyas, además que Fernando fue su "salvación" pues la pareja fue la primera que capturó y eventualmente encerró en el auto del mayor.
Pero eso no los detuvo.
O bueno, algo así le contaron.
Claramente la peor parte fue para Checo y Lewis, quienes de hecho, después de separar sus caminos en Mónaco, no volvieron a hablarse.
Y eso estaba matando a Hamilton.
Lewis había sido acosado por la prensa, tanto que no abandonó mónaco hasta el día previo a la primera practica; se la había pasado encerrado en su casa, porque si ponía pie fuera, rapidamente las cámaras empezarían a apuntar a su rostro y las personas harían preguntas que no podía responder.
Y según lo que Yuki, quien por cierto no podía ver a los ojos a su compañero de equipo, le contó, para Checo había sido igual y Christian lo obligó a quedarse en el hotel junto con Yuki y Pierre que por suerte seguía vivo después de ese ataque de su jefe hacía él.
—En serio, niño.
Wolff interceptó su visión, postrándose frente la televisión del garaje. George le miró con una mueca de decepción, él solo quería escuchar lo que decían.
Pero su jefe, quien ya estaba harto de la situación, no.
—Está bien.—Se rindió, alzando las manos.—Solo quería saber que opinaban los demás.
Dijo, recargandose en el respaldo de su silla mientras soltaba un pequeño bufido.
—Olvidalo.—Toto regañó, sintiendo una pequeña incomodidad; ¿cuantos problemas se habría ahorrado si en un pasado a él no le hubiera importado la opinión de los demás?—¿Sabes donde está Lewis?
Preguntó, mirando ahora a su alrededor. Faltaba más o menos una hora para la carrera y Hamilton no había puesto un pie dentro del paddock, haciendo sudar frío a su jefe.
—No.—George negó sin preocupación, dando un par de vueltas en su silla giratoria.—Probablemente llegue pronto... supongo, al menos que la prensa se lo haya comido al bajar del auto.
Soltó, pero lo que para él fue un simple comentario, para Wolff fue una posibilidad que no había visto previsto aún; ultimamente, tenía los nervios de punta, haciendo que se sobresaltara hasta por la mínima cosa.
Porque era su responsabilidad cuidar de su piloto.
—Mierda...
Toto murmuró, saliendo de inmediato del garaje sin decir nada más.
Saldría a buscarlo él mismo.
—¡Toto!
George exclamó, viendo a su jefe irse a pasos apresurados.
Miró a un costado y después al otro, se ahogó con su propia saliva e incluso dudó de sus acciones, pero eventualmente, después de menos de un minuto, salió disparado de su silla y corrió detrás del mayor.
—¡Esperame!
Exigió, intentando seguirle el paso.
Ambos miembros de Mercedes se metieron por todos lados, estirando el cuello y parandose de puntitas para encontrar al piloto; si Lewis estaba ahí, rapidamente lo sabrían por el alboroto.
Pero no, todo parecía estar "normal" habían reporteros, si, pero los mismos de siempre. No habían gritos alarmantes ni escandalo en general.
Todo estaba sospechosamente tranquilo.
—Supongo que no ha llegado.—George agitado le dijo a su jefe, acercandose a él.—Le llamaré.
Propuso y Wolff casi se golpea la frente con su mano, se pudo haber ahorrado la corrida si tan solo lo hubiera llamado en primer lugar.
—Bien.—Asintió, tragandose la verguenza.—Vamos al garaje, aún tenemos cosas que hacer.
Ordenó a Russell quien aún seguía en proceso de recuperar su respiración. Realmente fue mala idea intentar seguirle el paso a un hombre de casi dos metros que daba enormes zancadas dificiles de seguir a pesar de que ellos dos solo se llevaban 10 centimetros de diferencia.
—Oye Toto.
George se atrevió a hablar, mientras ahora más tranquilos caminaban de regreso al garaje. No podía quitarse la duda de la cabeza.
—Dime.—Respondió, viendo al frente y de vez en cuando a sus alrededores para revisar si Lewis se les atravezaba por casualidad y directamente lo veían llegar.
—¿Pudiste hablar con Christian?
El mayor soltó un pequeño bufido.—No. Su jefe se lo llevó y Susie llegó, tuve que atenderla y se hizo tarde.
Russell asintió con lentitud; ahora entendía él porque nadie había dado ninguna declaración al respecto y lo único que había eran rumores.
El silencio volvió a hacerse presente, algo que puso un poco incomodo a George quien en serio quería seguir preguntando, pero no quería molestar al mayor.
Pero Wolff ya había notado la iniciativa de su piloto.
—Si quieres preguntar por Susie, ella está bien.—Respondió sin mirarle.—Solo hablamos algo del divorcio y ya está.
—Oh.—Murmuró, sin detener su andar.—Entonces va en serio.
Torger asintió, para después proseguir. No le haría daño hablar de eso, es más, sentía que debía de sacarlo.
—No podíamos seguir así, no era justo ni para ella ni para nuestros hijos.—Explicó.—Y tampoco para mí. La amo, pero no como a una esposa, si no como a una amiga a la que he conocido por muchos años.
—Y... uhm... ¿ella sabe porqué la estás dejando?—Preguntó, totalmente curioso.—¡Bueno, digo! no es que sea algo malo, ¿no? bueno, no la estás dejando... solo... uhm.
—Ella lo sabe.
—¿Todo?
—George, si quieres preguntar, hazlo bien.—Reprimió.—No me hagas hablar por hablar.
Se quejó; si bien, le daba gracia esa manera en la que su piloto no era capaz de ser directo, en esos momentos solo lo estaba molestando más de lo que ya estaba.
Por su parte el menor cerro la boca, un poco dudoso, pero el silencio entre ambos lo obligó a seguir.
—¿Ella sabe que la dejaste porque... no te interesan las mujeres?
Por fin soltó.
Wolff suspiró.
—Ella fue la que me hizo darme cuenta de eso.—Confesó.—Podría decirse que ella lo supo primero que yo.
Intentó sonreír, pero realmente sintió una gran pena por su casi ex-esposa.
Susie se había sentado con él una tarde hace 6 meses y fue totalmente sincera, ella le pidió el divorcio y al notar que Torger quería negarse, tuvo que confesar que sabía que ella no era la mujer de su vida.
Ni ella ni ninguna otra.
"Tus ojos están en mí y en la familia que hemos creado, Torger" le había dicho, tomando su mano entre las suyas. "Pero tu corazón está en otro lado. Se sincero contigo mismo, acepta lo mucho que deseas estar con él"
No fue un reclamo, ni siquiera estaba enojada. Había sido una súplica, porque si bien, ella lo amaba y estaba un poco dolida por la situación, también necesitaba que Wolff fuera sincero consigo mismo para que dejara de sufrir.
Porque nunca se lo había dicho, pero ella lo veía.
Veía cómo se le iban los ojos cuando pasaban al lado de tal hombre.
Veía sus interacciones, su lenguaje corporal, su sonrisa.
Toto era él mismo cuando estaba con Christian.
—¿Y se lo tomó bien?
Volvió a pregunta, totalmente intrigado.
—Como una persona madura debe de hacerlo.—Asintió.—No hubieron peleas, por si eso te estabas preguntando. La vida no es como una sitcom.
Soltó una pequeña risilla, haciendo que el menor asintiera a lo estupido; era claro, no sabía porque una parte de él quería que Susie actuara como una loca con el rímel corrido y le aventara a Wolff su ropa en llamas desde el balcón o tal vez destrozara su deportivo con palos de golf.
—Bueno, la vida de Lewis ahora mismo es una sitcom muy rara.—Dijo, haciendo una linea con sus labios.—Me preocupa.. él también está preocupado por "eso"
Explicó, tal vez si le contaba a su jefe como se sentía el moreno, juntos podrían encontrar una solución más rápida.
Porque como veía las cosas, temía que el caos siguiera por toda la temporada.
—¿"Eso"?—Preguntó el mayor, curioso.
—Su crush por Checo, obvio.—Bajó la voz, acercándose más a Wolff mientras caminaban por el paddock.—Lewis está preocupado porque piensa que arruinó todas sus oportunidades con él.. ya sabes, con eso que Checo no le ha hablado desde la ultima vez que se vieron. Supongo que teme que él ya no quiera verlo nunca después de arruinar su imagen y todo eso.
Alzó los hombros. Ese problema no era suyo, pero estaba afectando a Hamilton y eso ya lo hacía parte de él; el solo quería ver feliz a su amigo.
—No sabía que Lewis estaba interesado en Checo.
Wolff confesó. Pero George le miró con una clara expresión de: ¿En serio?
Porque era bastante obvio y más para quienes siempre estaban ahí con él.
—Lo sospechaba.—Se retractó, bajo la mirada de Russell.—Por eso cuando supimos de "la relación" no lo cuestioné.
George asintió, totalmente de acuerdo. Pero Toto no lo notó, porque estaba totalmente metido en sus pensamientos.
Tenía todas las intenciones de ayudar a su piloto; ya no solo en lo profesional, porque después de todo seguía siendo su jefe y tenía que poner orden, si no que también en lo personal, como un buen amigo y un aliado.
—Tengo que buscar a Christian.—Recordó, al pasar por el garaje de Red Bull antes de llegar al propio.—Tenemos que hablar de eso, es mejor ahora que nunca.
—Entonces yo volveré al garaje a cambiarme.
Asintió, algo emocionado, porque sabía que Toto era alguien que tenía el suficiente poder para ayudar a Hamilton y a Checo en otros temas que no sean exactamente profesionales.
Solo necesitaban un pequeño empujoncito.
—Nos vemos antes de la carrera.—Toto dijo, despidiéndose.
Debía de darse prisa. Probablemente, debido al poco tiempo que quedaba, Christian y él no alcancen a hablar de todo, pero podrían establecer una "junta"
"Junta" pensó, mientras caminaba.
Por su parte, cuando George se disponía a volver a su propio lugar de trabajo, notó una figura conocida a un par de metros de él. Intentaba pasar desapercibido utilizando esa capucha negra sobre su cabeza, pero el británico más alto fue capaz de reconocerlo perfectamente.
Porque bueno, su chamarra era de Mercedes, tampoco era tan difícil adivinarlo.
—¿Lewis?
George direccionó su atención hacía el moreno, quien al verlo, se sobresaltó y escondió algo detrás de su espalda al momento de girarse y encarar a su compañero.
—Hey, George.—Saludo, con unos toques de nerviosismo en su voz, cosa que hizo a Russell alzar la ceja.—¿Qué tal? ¿Qué haces aquí?
—Pues aquí trabajo, no sé.—Respondió con obviedad, intentando ver lo que su mayor traía escondido.—¿Qué tienes?
—¿De que?
—Atrás de ti, Lewis.
—Nada.—Alzó los hombros.
George frunció el ceño, sin creer en su compañero. De igual manera estaba indignado, porque no se habían visto desde hace una semana y Lewis no contestó ninguno de sus mensajes.
Y ahora que por fin lo veía, parecía un ladrón, asomando su cabeza dentro del garaje de Red Bull como si en cualquier descuido por parte de los mecánicos Hamilton pudiera entrar y robarse el RB18 de Checo.
—Bueno, adiós.
Alzó los hombros, dispuesto a darse la vuelta e irse sin más. Pero, notando el nerviosismo de Hamilton al verlo de reojo cuando se movió un poco, supo que había obtenido lo que quería.
—¡No te vayas, espera! ayúdame.—Casi ruega, sacando lo que traía en la mano de su escondite.—Son para Checo, ¿Okay? pero no lo encuentro.
George abrió los ojos al ver a su amigo sostener un ramo de flores, específicamente dos girasoles, envueltos en papel Kraft de un negro satinado que lucía bastante bien, añadiendo también uno liston de seda amarillo que contrasta a la perfección con belleza del color naranja.
A su alrededor, decoraba Gipsófilas blancas, dandole un aspecto elegante y bello, digno de Hamilton.
—Oh dios mio.—George murmuró, anonado por el detalle de Lewis.—¡Sabía que lo ibas a hacer! ¡Eres un maldito romantico, Lew!
Exclamó, con tal emoción como si el regalo fuera para él.
Porque, bueno, ver a Lewis cumplir con el llamado de su corazón era una caricia para su alma de amigo y chismoso.
—¡Callate!—Exigió, intentando parar los gritos y brincos de su compañero de equio.—¡¿Quieres que todo Bakú se entere?!
—¡Si!
Sonrió, un poco más tranquilo.
Como deseaba que Wolff estuviera ahí para verlo, incluso apostaba que le chocaría los cinco.
—¡Entra al garaje y pregunta por Sergio!
—Me da pena.—Confesó, mirando al suelo.—No quiero dispersar el rumor de que somos novios, ¿bien? no lo hago de una manera romántica... lo hago para pedirle perdón por todo.
Dijo, mirando cómo la cara de George se contraía en una especie de.. ¿indignación?, ni siquiera el mismo Russell sabía lo que sentía.
—Dices que no lo haces de una manera romántica, pero cuando lo compraste te imaginaste un futuro donde todos los días le regalas un ramo diferente, ¿o me equivoco?
Hamilton se quedó callado, sintiendo su rostro arder.
—¡Oh mierda, lo sabía!
—¡Que te calles, idiota!—Se quejó.—BIEN, SI, TAL VEZ LO HICE CON ESA INTENCIÓN. Pero de verdad, deseo arreglar esto, que Checo me perdone y regresar a la normalidad.
George asintió, dejando de lado su comportamiento "molesto" y poniendo su cerebro a trabajar.
Si Hamilton no quería entrar y dárselo personalmente a Checo, tal vez él tendría que intervenir un poco.
—Yo se lo doy.—Ofreció, con una sonrisa confiada.—Le diré que es de tu parte y si quieres puedes ir yéndote al garaje.
Lewis alzó las cejas ante la idea de su amigo; sinceramente, no sonaba tan mal. Y a pesar de lo mucho que el quería dárselas y disculparse personalmente, no quería volver a exponer a Sergio de esa manera y mucho menos en el paddock, donde más personas podían verlos.
Además, en la pequeña carta que había agregado decía todo lo que deseaba decir.
Porque después de escribirlo, se lo había aprendido e incluso lo ensayó un par de veces con Roscoe.
—Bien.—Suspiró, acercándole el ramo.—Me quedo aquí atrás, tú solo dáselo y vuelve.
George asintió, recibiendo con cuidado el hermoso ramo de girasoles; sentía que si lo tomaba mal, se desbarataría como un suspiro.
—Cuenta conmigo, capitán.—Sonrió, haciendo un saludo militar.—Ya vengo.
Y sin querer perder más tiempo, se dio la vuelta, entrando al garaje de Red Bull dejando atrás a un Lewis encapuchado, escondido detrás de la pared sin siquiera querer mirar dentro gracias a los nervios.
Parecía un estupido adolescente enamorado; sudoroso y nervioso.
Claramente su presencia hizo que varios mecánicos, técnicos e ingenieros que estaban ahí levantaran una ceja, pero ninguno se le acercó, estaban más ocupados moviéndole al auto del mexicano pues la carrera empezaría dentro de poco y querían asegurarse de tener todo perfecto.
—Hola.—George saludó al aire.—¿Saben dónde está Checo?
Preguntó directamente, no quería perder tiempo, mucho menos al ver el reloj en la pared que marcaba la hora; todavía debía de irse a poner el traje de carreras.
—¿Para qué lo necesitas?
Respondieron detrás suyo.
No había sido un miembro del staff, ni tampoco Horner; George reconoció la voz, pero al momento de girarse con las palabras en la boca, se encontró con Max acomodándose la gorra.
—Hey, hola Max.—Sonrió George, feliz de ver al neerlandés porqué seguramente el sabría de la ubicación del mexicano.—Tengo que darle esto, es de un admirador secreto. Entiendes, ¿no?
Alzó las cejas con coquetería, no tenía tiempo de ponerse a pensar en lo raro que era hablar con Max (porque bueno, el neerlandés no era alguien tan social, solo lo había visto hablar con Daniel, Charles, Checo y a veces con Lando), así que directamente fue al grano.
—¿Quien?
—Es secreto.—Respondió, dando un par de pasitos hacia atrás cuando Verstappen se acercó, con intenciones de quitárselo.—Se lo tengo que dar yo.
—Es un poco tarde para que estés aquí, ¿no?—Max dijo, viendo a la hora detrás suyo.—Ni siquiera estás cambiado, las entrevistas pre-carrera están a punto de empezar. ¿No gustas que se lo de yo?
Preguntó con amabilidad, posando sus manos en su cadera adaptando una posición tranquila, lo suficiente como para darle confianza al británico.
George lo pensó un poco, mordiendo su lengua; Max tenía un poco de razón, ya era tarde y si seguía buscando al piloto mexicano quien seguramente ya estaba atendiendo sus responsabilidades antes de la carrera se le haría aún más tarde tanto a él como a su compañero.
Además, Max, al igual que toda la parrilla, seguramente también sabía sobre la supuesta relación de Sergio y Lewis, por lo que no sería tan peligroso dárselas a él.
—Ten.—Aceptó, extendiéndole el ramo.—Asegurate qué lea esta tarjeta, ¿de acuerdo?
Indicó, señalando el cuadrito de papel opalina que colgaba del ramo.
Max, obedientemente sonrió y asintió.
Como si eso fuera a pasar.
—Creo que mi compañero está en su habitación de piloto.—Dijo, refiriéndose a ese cuarto individual que cada uno tenía detrás del garaje.—Se las daré de una vez.
—Perfecto.—George sonrió.—Entonces me voy ya.
—Suerte en la carrera.
Le deseó, pasando con delicadeza sus dedos por los pétalos de uno de los girasoles.
—Igualmente, aún que tú no la necesitas.—Levantó el dedo pulgar. Justamente cuando se dio la vuelta para irse, miró por encima de su hombro, viendo a Verstappen mirar con atención el ramo.—¡Que lea la tarjeta!
Recordó, antes de irse.
Max asintió, viendo al piloto irse corriendo fuera del garaje.
Una vez que lo tuvo fuera de su vista, bajó la mirada hacía la dichosa tarjeta. Paseó discretamente sus dedos por esta, mientras caminaba con dirección a las habitaciones de los pilotos. Entonces la arrancó.
No dijo nada y no estaba en sus planes revisar lo que había ahí; simplemente iba a tirarlo en algún lugar y fingir que nada había pasado, pero la curiosidad fue aún más grande que su fuerza de voluntad.
Así que la abrió.
"Checo.
Sé que las cosas han estado raras últimamente, pero te prometí que lo arreglaríamos y eso haremos. Pero dejando eso de lado, quiero disculparme contigo por todo lo que ha pasado, se que totalmente no es mi culpa como tú lo dijiste ese día, pero siento la necesidad de tomar responsabilidad de mis acciones porque a quien menos quiero dañar es a ti.
Me gustaría contarte más, pero quiero hacerlo en un lugar tranquilo para que tu y yo podamos conversar sin presiones ni cámaras que puedan afectarnos, ¿te parece vernos en el estacionamiento después de la carrera? te llevaré a un lugar. No te preocupes, no voy a raptarte, deja de pensarlo, sé que lo hiciste.
Te espero, ¿de acuerdo? prometo que no te arrepentirás. Y POR SUPUESTO, nada de alcohol de por medio, solo agua, te juro que no puedo pensar en tomar después de Mónaco.
Pd: Elegí los girasoles por varios factores, en especial porque tu color favorito es el amarillo y para mi, son las flores más lindas, para el hombre más lindo de toda la parrilla"
Max frunció el ceño, ¿el color favorito de Checo era el amarillo?
Pero eso era lo de menos, al terminar de leer, soltó una pequeña risa llena de escarnio; ese Lewis sí que no perdía el tiempo.
¿A dónde lo llevaría? a coger, seguramente. No lo culpaba realmente, él también era adicto al cuerpo del mexicano.
Como sea, arrugó con su mano libre esa "carta" y la aventó por ahí, eventualmente alguien la recogería y la tiraría sin darle mucha importancia; porque eso era, un papel sin importancia.
Ahora debía de pensar que hacer con ese ramo que tenía en manos.
—Oh, Max.
Llamaron frente suyo, encontrándose con él neerlandés.
Checo miró a su novio al abrir la puerta de su habitación, pero de inmediato su atención se desvió al ramo que sostenía. Una chispa de ilusión iluminó sus pupilas.
Cosa que Max por supuesto notó y aprovechó.
—Toma.—Max sonrió, extendiéndole el ramo de girasoles a Sergio quien abrió los ojos en grande.—Son para ti.
Checo murmuró un pequeño "oh", sin creer realmente lo que estaba pasando frente suyo; incluso sus dudosas manos tardaron en reaccionar, temía que al momento de actuar, el escenario se desvaneciera como solía pasar en sus sueños.
Pero esta vez se sentía tan real.
—¿Las compraste para mí?
Preguntó, queriendo estar seguro. Finalmente, con la mirada llena de ilusión y, siendo sinceros, un poco de ganas de llorar, pudo tomar el bello ramo que su novio le extendía con una gran sonrisa.
—Claro.—Respondió.—Las flores más lindas, para el hombre más lindo de la parrilla.
Repitió lo que Hamilton había escrito. De todas maneras, se escuchaba mejor saliendo de su boca.
Sergio al escuchar aquello, no pudo evitar encogerse en su lugar mientras sus mejillas se teñían de un tenue color carmín, que contrastaba a la perfección con su piel morena clara; era el detalle más lindo que Max le había dado después de mucho tiempo.
Miró con atención los girasoles que se alzaban con elegancia hacía él, picandole los ojos con ese agradable color amarillo que tanto amaba y le alegraba sin sentido alguno, pero era precioso y eso lo hizo sentir aún mejor.
Sumándole al hecho que su esposo lo había comprado solo para él.
—Gracias.
Murmuró, casi timido. No era propio de él, pero, ¿cómo podía comportarse si lo único que quería era brincar y lanzarse a los brazos de su esposo para besar sus labios y agradecerle?
—¿Nada más eso?—Preguntó, llamando la atención del mexicano quién seguía embelesado con las flores.—¿Y mi beso? ¿Y mi "gracias, mi amor"?
Fingió indignación, diciendo aquella ultima frase en un muy mal español, pero que hizo enternecer al mayor.
De inmediato, sin decir absolutamente nada más, Max sintió abruptamente el peso de Sergio caer sobre él, quien se había lanzado sobre su pareja para abrazarle sin soltar su regalo.
—¡Gracias!—Pérez exclamó, soltando risitas despreocupadas mientras frotaba su frente contra el hombro de su pareja.—¡Te amo!
Max casi pierde el equilibrio, pero en lugar de quejarse o botarlo como normalmente lo haría, tomó sus muslos y lo alzó, correspondiendo a un cálido contacto que no recordaba que se sintiera tan bien.
—Yo te amo más, schatje.—Sonrió, sintiendo el aliento del mexicano en su cuello.
Mientras entraba a la habitación del mexicano y cerraba la puerta tras sus espaldas, no podía evitar preguntarse: ¿Si Lewis le hubiera dado aquellos girasoles a Sergio, el Mexicano hubiera actuado igual? ¿Hamilton sería quién recibiría esas dulces caricias en el cuello? ¿Escucharía la risa de Checo en su oído? ¿Recibiría un "te amo" por parte de él?
Verstappen sintió un escalofrío; estaba curioso.
Tenía curiosidad de que tan lejos era capaz de llegar Lewis por su esposo.
—¿Qué harás después de la carrera?
Max preguntó, al bajar a Sergio quien seguía aferrado al ramo; como si alguien pudiera llegar y arrebatárselo.
—Nada.—Respondió. Sonrió en grande, ¿Max iba a invitarlo a cenar?
Verstappen asintió, entonces no tenía nada qué hacer.
No tenía planeado encontrarse con Lewis.
Pero más vale prevenir.
—¿Quieres ir a cenar?
Checo sonrió en grande y de inmediato asintió.—¡Si quiero!
Exclamó. ¿A caso era un sueño?
Y si así lo era, no quería despertar nunca.
Su esposo le había regalado flores y lo invitó a cenar; era la imagen romántica que siempre había deseado y por fin le había cumplido después de un año de matrimonio y dos de relación.
—Perfecto.—Sonrió, acercándose un par de centímetros al rostro del mexicano.—Nos vemos más tarde, suerte en la carrera.
Pronunció, dejando un pequeño beso en los labios de su pareja quien encantado correspondió, casi parándose en sus puntitas.
Max no dijo nada más, solo miró con cariño al mexicano quien otra vez no podía despegar su atención de sus girasoles; parecía un niño pequeño, encantado con el nuevo juguete que le había dado su madre.
Jos no estaba en Baku, Max lo había convencido de que no era necesario: iba a ganar esa carrera de todas maneras, además que era bastante aburrido, estaba seguro que su padre no deseaba gastar tanta energías en nada.
Así que podía hacer lo que quería.
—Me voy.—Avisó, abriendo la puerta de la habitación de Sergio.
—Vete.
Respondió el otro piloto de Red Bull sin siquiera prestarle atención a Verstappen. Estaba más ocupado pensando en donde dejaría sus flores; podía dejarlas en esa habitación y después volver por ellas al acabar la carrera.
Pero en parte, una parte de él quería salir y que todos lo vieran con los girasoles que su novio había comprado para él.
—Espérate, amor.—Lo detuvo, justo cuando él neerlandés estaba a punto de salir.—Crees que...uh, ¿crees que pueda salir por ellas? puedo meterme rapidísimo al garaje y dejarlas con Jo y que él las ponga en agua, ¿sí? prometo no decirle a nadie que me las diste tú.
Pidió, casi rogando.
—Hazlo.—Max alzó los hombros. Si nadie sabia que él se las había dado, entonces no estaba en peligro.—Deja que te tomen un par de fotos con ellas, el color amarillo se ve precioso en ti.
Se dio la libertad de ser permisivo con su esposo quien ante la aprobación soltó un pequeño "¡Si!" mientras apretaba su puño victorioso.
Max no esperó más, simplemente de retiró mientras veía la dicha de Pérez quien seguía aferrado a sus flores. Una calida sensación se asentó en su pecho, Checo era realmente precioso.
Pero lamentablemente seguía estorbando en su vida.
Sin más, cerró la puerta tras sus espaldas dejando al mexicano con su regalo y acomodandose la gorra, salió en dirección al garaje de Ferrari.
Con un P1 obligatorio de Verstappen, P2 de Pérez y P3 de Russell acabó la carrera.
La premiación había sido igual que todas, nada nuevo para Max; pero fue realmente agradable para Checo y George quienes no paraban de sonreírse el uno al otro.
George consiguió al fin esos puntos para el campeonato que tanto quería y Sergio pudo sonreír al estar en el podio junto su esposo; sinceramente, ese parecía ser el mejor día de su vida.
La champaña voló, quedaron empapados y por supuesto, aún que estuvieran en pleno junio, a Checo le dió frio, por lo que al bajar del podió salió corriendo en busca de ropa seca, evitando así que George pudiera acercarse a decir algo más que aquellas felicitaciones que le dedicó al momento de abrazarse en el cooldown room.
Alice lo había ayudado en las entrevistas post-carrera, diciendole que si le preguntaban algo sobre Mónaco, lo ignorara; después de todo, algunos medios ya estaban bajo amenaza de Horner quien le había jurado que pronto le tendría una respuesta a sus problemas, pero por mientras era recomendable que mantuviera un perfil bajo y, si era posible, no se cruzara con Lewis.
Y así lo hizo, respondiendo habilmente cada pregunta con respecto a la carrera que se le hizo y evadiendo unos cuantos indicios de querer preguntar algo más personal. De todas maneras, aquello duró mas bien poco, porque inmediatamente, al no tener lo que recibían, pasaban con Max quien siempre estaba dispuesto a las camaras.
Chceo siguió su camino, pero cuando estaba a punto de llegar al garaje de Red Bull, lamentablemente tuvo que situar sus pies en la amarga realidad.
—¡Checo!—Fue interceptado por Sainz, quien estaba agitado. Perseguirlo había sido un verdadero suplicio.—¡No me ignores!
El insistió, apresurando sus pasos. Pero el mexicano lo hizo de igual manera, comenzando así con una pequeña persecusión que estaba poniendo de nervios a Checo.
—Dejame en paz, Carlos.—Amenazó entre dientes, sin bajar la velocidad. Era indignante como Sainz se esforzaba en hacerse la victima.
—¡Pero Sergio, ten la descencia de escucharme primero!
El mexicano, con una ira inexplicable picandole las costillas, se detuvo abruptamente causando que el español topara contra su cuerpo.
Se giró, encarando a su ex-amigo.—¿¡Que voy a escuchar!? ¿¡El como me mentiste!? ¡confíe en ti, Carlos!
Exclamó sin cuidado alguno; estaba cansado, además que le dolía la cabeza, contrastando totalmente con la actitud que tenía hace apenas unos minutos.
Fue un cambio totalmente abrupto que incluso al mismo Sergio le sorprendió, pero no tenía tiempo para pensar en ello, ya tenía suficientes problemas.
—¡Que yo no te he mentido, coño!
Respondió Sainz, totalmente exhusto de siempre tener la misma conversación. Además que sus ánimos no eran los mejores gracias a ese DNF después de apenas 8 vueltas, lo único que quería era arreglarse con Pérez y tener un poco de ese consuelo que solo él podía darle.
—¿Sabes qué?—Checo espetó con el ceño fruncido, sintiendo como ese molesto dolor de cabeza se hacía más intenso, se estaba hartando y al mismo tiempo cansando de ver al español y tener siempre la misma conversación.—La mierda con esto y a la mierda contigo. Cuando tengas verdaderas intenciones de ser sincero, hablamos, mientras, desaparecete.
Y concluyó, dandose la vuelta y dejando a un muy perplejo Sainz parado en su lugar, viendo su espalda mientras se alejaba de regreso al garaje.
—¿Pero que es esta locura, tío?
Murmuró, casi con íronia.
Como ultimo recurso, al ver que el hombre se rehusaba a intercambiar palabras como una persona civilizada, pensó en ir al garaje de Alpha Tauri y hablar con Yuki, porque si el mexicano tenía algo, el japonés seguramente lo sabría.
Por su parte, Checo caminó hasta llegar hasta su habitación, había ignorado un par de saludos y felicitaciones por parte del equipo, pero no había sido su atención, solo estaba lo suficientemente agotado como para soportarle la mirada a cualquiera; se aventó sobre la cama que contenía la habitación del piloto.
Colocó un brazo sobre sus ojos y suspiró pesadamente. Ese cansancio y la migraña lo atribuyó a la carrera y al estrés, tiempo atrás se había sentido así de cansado, más específicamente cuando estaba en McLaren. Probablemente era debido al esfuerzo y lo mucho que sudó está vez, sumándole a que la champaña había cambiado su temperatura corporal de golpe.
Probablemente tenía gripa.
—Ugh.—Se quejó, dándose la vuelta.
Odiaba enfermarse.
Como fuera, debía de recomponerse rápido, porque iría a cenar con su esposo y lo ultimo que quería era parecer un muerto frente al neerlandés.
Max. No pudo evitar suspirar al pensarle.
Sus flores las había dejado con Jo, quien no le cuestionó nada, solo alzó una ceja y las guardo justo como le pidió; pero él se había hecho una idea.
Definitivamente las llevaría a la cena. Pero por mientras tenía tiempo porque Verstappen le había dicho que haría un par de cosas antes y que lo esperara al menos una hora o dos, cosa que Checo aceptó rápidamente pensando en qué podría dormir mientras su pareja hacía lo suyo y después juntos se irían del paddock.
Y bueno, quitando su dolor corporal, el día seguía siendo uno de los mejores.
O al menos para él.
Lewis se sentó, recargando su espalda en la llanta de su auto.
Llevaba más o menos una hora esperando a Sergio en el lugar que le indicó en la carta.
"¿Seguro que la leyó?" Le había preguntado a su compañero, quien lo acompañó unos minutos antes de irse.
"Claro" Le respondió, con el ceño fruncido. "Incluso se paseó con tus flores por todo el paddock, ¿no lo viste?"
Lewis suspiró, claro que lo había visto. Y se veía precioso, modelando por ahí, sosteniendo con tanto amor ese ramo que eligió solo para él; definitivamente el color amarillo era de su propiedad.
Pero, si de verdad lo había leído, ¿porque aún no se había aparecido?
¿Será que realmente estaba así de molesto con él?
¿Y si ya no quería verlo jamás?
Suspiró una vez más, posando sus brazos sobre sus rodillas flexionadas. Miró al ocaso; el sol comenzaba a ocultarse, dejando ver esos perfectos y encantadores tonos naranjos que en otra ocasión Lewis lo hubiera fotografiado, pero hoy no era ese día.
Debía de admitirlo, estaba triste. Triste por haberla cagado de tal manera con el mexicano.
Se levantó, porque Checo ya no llegaría.
Había perdido a muchas personas, desgraciadamente así era la vida; a veces ganas, a veces pierdes, la gente viene y la gente se va. Creyó haberlo aprendido ya, pero jamás imaginó que Sergio se iría de su vida.
Y sinceramente, se negaba a aceptarlo
¿Cómo iba a hacerlo?
Le dolía pensar que ahora él y Sergio actuarían como extraños a partir de ahora, como si nada hubiera pasado entre ellos, como si jamás hubieran sido amigos antes de cometer tal error.
Aún qué bueno, el mexicano ya lo había hecho, porque en ningún momento lo miró, a pesar de haber estado tan cercas.
Sacó las llaves de su auto dispuesto a irse a su hotel; iba a llegar, recostarse y probablemente maldecir un rato mientras se aferraba al cuerpecito de su amigo peludo.
—¿Ya te vas?
Preguntaron a sus espaldas.
Lewis, al escuchar esa voz, dejó caer las llaves por la repentina conmoción.
No podía ser posible más mierda en su día.
—Si.
Murmuró, quieto en su lugar. No quería darse la vuelta y encararlo, no podía, no necesitaba hacerse ese daño.
Por su parte, el rubio se agachó para recoger las llaves de Hamilton que habían caído justo a un lado de sus pies. Con caballerosidad, extendió el brazo, haciéndolas sonar justo sobre su oído, incitandolo a que las tomara.
Lewis, temeroso, alzó y acercó su mano hacía sus llaves; solo quería irse, ¿era mucho pedir?
Cuando tuvo la intención de tomarlas, Rosberg tomó su mano en su lugar y lo giró, haciendo que su espalda golpeara contra su auto.
—Hola, Lewis.
Saludó sonriente, como si estuviera saludando solo a un viejo amigo.
Hamilton hizo una mueca mientras le arrebataba las llaves. No se iba a molestar en ser cordial ni mucho menos con ese hombre.
—¿Qué haces aquí?
Le enfrentó, mirándole con nada más que disgusto. Disgusto que Nico no pudo pasar por alto, por lo que alzó una ceja y ladeó su cabeza.
—¿Qué pasa? ¿No puedo pasar a saludar?
Respondió sin problema, acercándose de más. Lewis no pudo alejarse, puesto a que el auto a sus espaldas le bloqueaba el paso, acorralandolo.
—No te hagas el estupido.—Espetó, sintiéndose cada vez más sofocado, pero nunca abandonó su porte firme.—¿Que quieres, Nico?
Ante la negativa por parte del moreno para tener una charla agradable, Nico rodó los ojos y se relajó; como siempre, Lewis siendo dramático.
—Vine a verte.—Confesó, con las manos en sus bolsillos.—Lewis, necesitamos hablar.
—No, no necesitamos.—Negó, con las llaves en sus manos listo para montarse en su auto y huir.—Lo que tenía que hablarse, se habló hace años. Tu tomaste tu camino y yo tomé el mio. Largo.
Exigió. No iba a caer, no otra vez.
Se iba a alejar, iba a huir, lo que sea con tal de estar lejos de él.
—No, no se habló.—Nico respondió con el ceño fruncido. Notando esas intenciones del moreno de irse, se volvió a acercar, acorralandolo más a su auto y, claramente, desesperandolo.—Tu solo gritaste y te fuiste, no me dejaste explicarte nada.
Bufó. Lewis le miró con indignación; lo había hecho ver como un dramático cuando estuvo en todo su derecho de actuar de la manera en la que actuó.
—¿Y que me ibas a explicar, eh?—Preguntó, totalmente a la defensiva.—¿Que me viste la cara de idiota por quién sabe cuánto tiempo? ¿Qué me engañaste con todos esos patéticos planes para el futuro que jamás ibas a cumplir?
—Tu sabes que si lo cumpliría... solo necesitaba tiempo.
—¡¿Tiempo para seguir engañándome, hijo de perra?!—Explotó.— ¡Te casaste, imbecil! ¡Te casaste con esa mujer mientras estabas comprometido conmigo!
Exclamó, no pudo evitarlo. Los recuerdos llegaron a él como un flash, haciendolo enfurecer.
Volver a ese tiempo era doloroso, porque una vez ahí, no podía dejar de pensarlo.
—¡Tenía que hacerlo!—Se defendió.—¡La embaracé, mierda! ¡Tenía que tomar mi puta responsabilidad!
—¡¿Y eso justifica que me lo hayas ocultado?! ¡¿Qué me hayas engañado?! ¡Lo descubrí gracias a las putas noticias, Nico! ¡Un día me desperté y tu cara y la de ella estaban en todos los malditos lugares!—Se agitó, aferrandose a su propia camisa tras el dolor de los recuerdos.—Y... Y-Yo sabía que algo estaba mal... me ocultabas, me negabas, nunca me diste mi lugar... Pero jamás creí que harías algo como eso, no cuando yo di todo por ti.
Y concluyó, empujando lejos el cuerpo de Rosberg que lo obstaculizaba, y con tal velocidad, antes que el rubio pudiera hacer algo, se subió a su auto, encerrandose dentro.
—¡Lewis, abre!
Exigió, golpeando el vidrio. Pero el moreno, quien mantenía la mirada baja, lo encendió sin intenciones de seguir escuchando a su ex prometido.
—Lewis, por favor.—Intentó de nuevo, al escuchar el rugir del motor.—Nunca quise herirte... te amaba, ¡lo sigo haciendo! ¡pero tienes que entenderlo!.. la homofobia de Toto estaba acabando conmigo, con mi carrera y mis esperanzas de ganar un campeonato... pero cuando me casé con Vivian vi la oportunidad y la tomé, ¡por fin se me dio mi lugar en Mercedes! Toto me empezó a ver como a un hombre... Claro que tú no lo notaste, porque siempre fuiste el favorito.
Y ahí estaba él Nico que Lewis conocía.
Siempre sintiéndose inferior.
—Tienes una familia, Nico.—Murmuró, pero él rubio pudo escucharlo.—Respetala.
Hamilton, con la visión borrosa, decidió que era suficiente, no iba a escuchar más excusas provenientes de ese mal mentiroso.
Arrancó el auto, saliendo directamente del estacionamiento dejando atrás al alemán quien simplemente pudo ver cómo el británico se iba a toda velocidad; apretó sus puños, lleno de impotencia.
Hamilton volvería a él, después de todo, siempre lo hacía.
Y si tenía que eliminar a cierto mexicano, lo haría sin problema alguno, porque no estaba solo y conocía a más de uno que quería a Sergio lejos.
Notes:
Las flores amarillas son preciosas, llenas de significados. Cuando te lo regala un amigo, es bello, pero, ¿Que significa si te las regala tu pareja?
Y bueno, Checo y Lewis son más parecidos de lo que parece. A ver si hay terapias 2x1, el mismo trauma al mismo precio.
Por cierto, no lo he aclarado; esta historia ya está terminada en wattpad bajo el mismo nombre en el perfil de ririlaand, por si no quieren esperar hahah. igual, síganme en mi twitter (@/riritwrr) :D

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