Archive of Our Own ^beta

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La madre que le dió a luz murió sin darle un nombre al niño. Cabello escarlata como la sangre y ojos azules enjoyados, prueba de su linaje. Sin embargo es un alma vieja la que ahora vive en el cuerpo del recién nacido. Un alma maldita para salvar a aquellos a quien ama.

"Asegúrate de que mi humano viva una buena vida"

El dios de la muerte miró al infante con ojos compasivos antes de retirarse 

"Ahora todo depende de tí"

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Ocasionalmente podía escuchar voces y sentir emociones que no eran suyas, el canto y arrullo de una mujer, así como una tristeza profunda. Estas cosas ocurrían muy raramente, parecía como si su conciencia fuera y viniera, pero escuchar la voz de esa persona lo relajaba infinitamente, se sentía seguro y protegido, un sentimiento olvidado hace mucho, casi se sentía... hasta que ya no.

Cale despertó lentamente, sentía su cuerpo pesado y sin energía. Lo último que recordaba era... morir. Estar recostado en su silla mecedora a solas, viendo el paisaje fuera, encerrado en sus grabaciones, tratando de aferrarse a los recuerdos de su familia, los niños insistiendo en que debía hacer más ejercicio, Eruhaben tomando té con él por las tardes llamándolo bastardo desafortunado antes de irse con Rosalyn a trabajar en sus investigaciones, Ron entregándole té dulce con esa sonrisa viciosa suya, Choi Han entrenando con los niños lobo, el trabajo en la granja con Sui kan y Choi Jung Soo, sus viajes ocasionales a la familia Henituse, sus visitas al palacio para molestar a Alberu y comer galletas, y luego, la soledad de ser el último, eso definitivamente lo trajo de vuelta al presente.

¿Dónde estoy?

Fuera estaba oscuro y sus ojos apenas podían ver algo por encima de su rostro. Empezó a tratar de moverse pero todo fue inútil, se quejó por la frustración y paró en seco al escuchar su propia voz.

¿Ese fue el quejido de un bebé?

Una mujer de rasgos delicados y ojos tristes se acercó a él. Parece que estuvo llorando, sus ojos estaban hinchados. Lo levantó sin vacilar, si Cale antes pensaba que su voz se parecía a la de un bebé ahora podía confirmarlo, definitivamente era un bebé.

La mujer le dio palmaditas en la espalda y se movió de un lado a otro.

-duerme pequeño príncipe, ahora no es un buen momento, lo siento- la mujer ahogó un sollozo detrás de su cabeza.

No hizo falta que se lo dijeran dos veces, el sueño empezó a invadirlo nuevamente. Antes de quedarse dormido logró ver a una mujer tendida en la única cama de la pequeña habitación, cabello rojo y piel pálida.

Bonita

Dejó de luchar contra el sueño y volvió a caer en la inconsciencia, no sabía que esa sería la primera y última vez que vería a su madre. 

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Han pasado unos días desde su primer despertar y puede decir que ha reunido algo de información.

La mujer que lo cuida y aún lo mira con ojos tristes era la sirvienta más cercana a su madre, al parecer crecieron juntas, si sus comentarios nostálgicos hablando sobre su infancia compartida indican algo.

Su madre era la mujer hermosa de aquella cama, murió al darlo a luz sin poder siquiera darle un nombre. Era su voz la que escuchaba al despertar de su sueño. Alguien amable y compasiva, muy determinada en sus objetivos, cantando cada día al bebé que esperaba.

"Lo siento, no debiste haberme amado, lo lamento"

Desde los primeros días notó que su padre no se encuentra por ninguna parte, probablemente los abandonó o algo parecido.

"¿Que otra razón habría para que una mujer embarazada esté en un lugar tan solo y abandonado como éste?"

Lo único que sabe del hombre, es que según la sirvienta tiene sus ojos.

Lo que más odia de ser un bebé, además de no poder ocuparse de sus necesidades, es que no tiene nada con qué distraerse, todo lo lleva una y otra vez a recuerdos sobre su familia y el precio que debe pagar ahora.

"¿Siquiera valdrá la pena vivir esta vida?"

-¡humano! ¡Asegúrate de esforzarte al máximo la próxima vez! ¡Promesa!

-mmm...

De verdad era una basura por haber y seguir dudando en cumplir la promesa de un niño.

"Raon, no lo sabes, pero ésta vida ya está arruinada"

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Cale está seguro que los pasteles de fresa de Samantha deberían ser ilegales, algo tan delicioso es un peligro para la sociedad. Queda claro cuando no importa dónde ni cuando, si Samantha tiene los ingredientes saldrán a flote.

Han pasado cuatro años desde su renacimiento en este mundo. Luego de la muerte de su madre, Rose, Samantha se hizo cargo de él. Ella era la sirvienta personal de su mamá desde que era una niña, crecieron juntas como amigas. La acompañó en cada paso, incluso cuando entró como una de las concubinas de su maldito padre.

—Cale, es suficiente, dale un descanso a ese libro y lávate las manos para comer—sin remordimientos quitó el libro de sus manos y lo dejó en el estante alto después de colocar un marcapáginas.

Cale suspiró y se levantó desde donde estaba. El tiempo había traído cosas buenas, ahora era capaz de ir al baño solo, gracias, y también podía leer y hablar para entender en qué situación se encontraba. 

Este cuerpo nació en el imperio Obeliano, regido bajo la monarquía de Claude de Alger Obelia, un emperador que llegó al poder luego de matar a toda su familia, loco. Y Cale era el hijo de ese psicópata, un príncipe escondido y pobre del que no se sabía que existía. Al menos la vez anterior despertó como un joven maestro de una familia rica, ahora solo era un niño oculto para no ser asesinado por su propio padre, esa es su suerte.

—¡Cale, ven a comer antes de que enfríe! ¡O no habrá postre!

Sí, los pasteles de fresa de Samantha deberían ser ilegales, por usarse como instrumento de extorsión. Cale vió la cálida sonrisa de Samantha y pensó que no era tan malo haber nacido así, solo desearía poder quitar ese molesto mal presentimiento de su pecho.

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—sabes que sobreviviré a esto ¿Verdad?

El hombre soltó una risa maliciosa antes de hablar.

—llevamos mucho tiempo intentando matarnos entre nosotros... 

La sangre seguía brotando de sus labios, con su sonrisa maniaca pintaba una imagen horrible.

—perdí está guerra, sé que no morirás, pero si voy a morir... te voy a arrastrar al infierno conmigo.

Apenas terminó de decir esas palabras cadenas moradas y negras salieron disparadas de su corazón y atraparon... Algo, dentro de Cale, muy profundo, su corazón empezó a latir muy rápido, demasiado, sus tatuajes se calentaron.

Queman queman queman.

Empezó a vomitar sangre negra, los antiguos poderes enloquecieron.

—maldito bastardo ¿que es esto?

Cale no obtuvo respuesta, casi soltó un grito cuando sintió un dolor sordo apretar su corazón y algo más allá.

—Cale Henituse, hay algo a lo que temes más que la muerte - la sangre empezó a caer más rápido, pero su sonrisa se ensanchó - que mejor castigo para el héroe que ver a todos los que ama morir por amor.

El corazón de Cale no paraba de latir a toda velocidad y expulsar sangre negra como si intentara purificar a Cale mismo. Respirar se volvió difícil.

Las voces de los poderes estaban gritando. Cale también quería gritar, quería llorar ¿Porque quiere llorar? Algo se está fracturando.

Sintió su bolsillo calentándose, lo sabía, ésta era su única oportunidad, sacó el libro del dios de la muerte, le quemó los dedos y la piel empezó a burbujear, pero no lo soltó, sus ojos empezaron a derramar lágrimas sangrientas.

—Que... ¿Intentas hacer?

Cale no estaba seguro de nada, su cerebro estaba trabajando a toda velocidad, apenas puso el libro en contacto las cadenas se aprendió en fuego negro, sintió el poder del dios de la muerte recorrer lo que fuera que las cadenas hubieron atrapado.

-¡NO! ¡MALDITA SEA! ¡NO CREAS QUE ESCAPARÁS CALE HENITUSE! ¡ALGÚN DÍA SUFRIRÁS TANTO QUE DESEARAS HABER MUERTO CONMIGO!

Cale despertó de golpe, estaba solo en su cama en medio de la noche. Se irguió y quitó el cabello húmedo de su rostro. Recordó las palabras del dios de la muerte.

—Esto es lo único que puedo hacer por tí, permanecerá sellado hasta que tu tiempo haya terminado.

Miró sus pequeñas manos y recordó la fecha del día.

—feliz cumpleaños a mí -un susurro en la penumbra.

No durmió el resto de la noche. Pensó en canciones de cuna, su familia y una mujer de cabello rojo.

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Se dice que el batir de alas de una mariposa puede crear un tornado al otro lado del mundo. No es que esto sea literal, es solo un eufemismo para explicar como cada pequeña decisión está entrelaza con millones de otras. Se acumulan y dan pie a una serie de acontecimientos mucho más grande. 

Mucho tiempo atrás un mago poderoso conoció a una jóven chica noble, poseía un gran potencial para la magia, pero su vida en la tierra estaba destinado a ser corto. Le pareció irónico y tonto. Por capricho, antes de seguir adelante, la inició en la magia y le dijo que nunca debía amar.

El primer hijo de una familia de condes creció para obsesionarse con las cosas bonitas. Lo poseía todo, desde joyas, flores, vestidos, muebles, cerámica. Amaba todo aquello que le parecía hermoso. El niño creció y se convirtió en un hombre con su propio código moral. El castigo debe estar al nivel del pecado cometido.

Un hombre poderoso perdió aquello que más amaba en el mundo, ahogado en desesperación y licor dió rienda suelta a sus vicios. Trajo a él muchas mujeres hermosas, un intento desesperado de olvidar a la persona de su anhelo. Empezó a incursionar en la magia oscura, todo con el propósito de cerrar su corazón y borrar todo recuerdo de lo que ahora le causaba tanto dolor. Pero, en un ataque de locura, asesinó sin piedad a todas las mujeres que trajo con él, creando un río de sangre tras de sí.

La hija de una familia noble deseaba con todas sus fuerzas escapar de sus padres, querían entregarla en matrimonio a un hombre rico, pero ella le temía, ella lo vió, se dió cuenta. En los ojos del chico no había amor, solo deseo y locura desenfrenada. A su primera oportunidad la chica huyó de su hogar, se entregó a otro con tal de alejarse del hombre, viviendo en silencio y ocultando sus talentos.

En otra parte, en otro tiempo y lugar, un niño promete por su vida, que hará todo lo posible e imposible porque el humano que le dió su nombre, viva tan feliz como lo deseaba para él.

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- Voy a huir del palacio

La sirvienta parpadeó dos veces antes de procesar lo que escuchó, inmediatamente entró en pánico.

- ¡No puedo hacer eso! ¡Si la descubren la matarán por traición! Y su familia... Todos morirán también.

La mujer no se dio la vuelta, solo siguió examinando el joyero sacando lo que necesitaba.

- señorita, por favor, es una locura- no recibió respuesta, entonces bajó su mirada- si el problema es ese... tal vez debería abor-

Retrocedió asustada cuando el joyero se cerró de golpe.

- no te atrevas a terminar esa oración.

La joven al fin se dio la vuelta, pero la mirada en sus ojos le hizo sentir remordimiento. Después de unos segundos de silencio la sirvienta continuó, estaba nerviosa y preocupada por su señorita.

- si descubren que huyó del palacio la buscarán y la matarán a usted ya su familia.

La mujer soltó un resoplido bajo, arrugó su rostro en una mueca, como si viera algo que le causaría asco.

-desde hace dos años que no considero a esa gente como mi familia, lo sabes.

La sirvienta desvío la mirada, lo sabía, desde aquel incidente su señorita huyó de su casa. Ella misma fue la que la abrazó hasta que quedó dormida por su llanto, la que secó sus lágrimas.

Un suspiro la hizo volver a mirar arriba.

- Margaret, sé que es una locura, y tengo miedo, pero no voy a cambiar de opinión. Lo puedo sentir, su vida, antes de hoy no pensé que pudiera amar tanto a alguien que nunca he visto. La magia de éste niño late dentro de mí. Ya no se trata solo de mí, yo... Quiero que este niño nazca, quiero verlo crecer, que sea feliz, poder decirle, te amo. Porque si de algo estoy y siempre estaré segura es que sin importar qué, amo a este niño con todo mi corazón.

Rose miraba su vientre. Margaret miró fijamente su sonrisa y los ojos esperanzados. Su señorita había crecido tanto, reconoció esa mirada de amor. Eran los mismos ojos con los que miraban a la niña que vio crecer.

Tomó las manos de Rose suavemente, sus ojos estaban húmedos pero eso no importaba, necesitaba decirlo.

- no se preocupe, señorita, me quedaré con usted, le enseñaré todo lo que sé y la acompañaré a dónde sea que vaya, no importa si debemos dejar el imperio, no estará sola.

Los ojos de Rose se llenaron de lágrimas inmediatamente, lloró como cuando era niña, aferrada a los brazos de Margaret, sí, todo saldría bien.

**************

Se enamoró apenas vió el cabello del niño, apenas era una pelusa, pero reconocería ese color en cualquier parte, y sus ojos, oh sus ojos, el vivo recuerdo de quien es el padre del bebé.

Ha pasado mucho tiempo desde que huyeron del palacio, se enteraron por chismes que el emperador asesinó a todas sus concubinas, eso le hizo sudar frío, pudo haber sido su pequeña señorita. Se dio la vuelta con el niño en brazos.

Su mundo se rompió en pedazos, su señorita no se movía 

¿Se habrá quedado dormida? Debe ser eso ella...

Dió dos pasos antes de recordar al bebé en sus brazos, miró a su madre fijamente, sintió un nudo en la garganta, dejó al bebé que dormitaba en la cuna antes de correr a la cama y tomar la mano de su señora.

fría.

Por favor no.

los dedos temblorosos viajaron a su muñeca.

Nada.

Empezó a llorar sin control, ya no podría volver a ver su sonrisa. Escuchar su dulce voz. Regañarle para que duerma temprano. Verla comer su comida favorita

¿Que iba a pasar con el libro que nunca terminó?

¿Con el vestido que nunca nos usó?

¿Con el collar que guardó para su cumpleaños?

Todavía no había terminado de bordar ese pañuelo con rosas rojas, o las medias de lana. Ella quería que fuera un regalo para...

Inhaló de golpe.

Su mirada se posó en la cuna a la luz de la luna.

Ya nunca podrás verlo crecer. Sus primeros pasos. Leerle un cuento antes de dormir. Cocinar su comida favorita. Llevarlo a recoger flores y...

No pude decirle nada.

Ahora ella nunca...

" Te amo"

Se tambaleó y sacó al niño de su cuna, lo tomó y lo abrazó, como si pudiera ocultarlo en su pecho de un mundo donde su madre ya no está. Se quedó allí, en el piso de una casa olvidada por dios, llorando por lo que es y lo que no podrá ser. Que amargo es, un extraño tipo de dolor, cuidar al bebé de tu bebé.

Un pequeño susurro.

-Te amo.

Un dolor hueco, no dejó de llorar hasta que salió el sol.