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Un nuevo comienzo - School Au - Vi x Caitlyn

Summary:

En runaterra donde lo inesperado es la norma, Caitlyn ingresa al Instituto de la Guerra en Noxus, una prestigiosa escuela conocida por todo... menos por estudiar. Allí, las clases de historia son más difíciles de pasar que evitar los problemas, y sus nuevas amistades parecen ser expertas en crearlos.

Entre ellas está Vi, una estudiante explosiva que prefiere resolver conflictos con los puños antes que con palabras. Para Vi, abandonar una pelea no es una opción, incluso si eso pone su vida en riesgo. Su día a día ya es bastante caótico, pero su hermana menor, Jinx, parece empeñada en hacerlo aún más complicado con sus explosiones, travesuras y constantes intentos de sacarla de quicio.

Lo que Vi y Caitlyn no esperaban era que sus mundos chocaran de una manera que les cambiaría la vida para siempre, dando lugar a un romance lleno de altibajos, complicidades y momentos inolvidables.

Mientras tanto, Diana y Leona intentan coexistir en medio de una relación marcada por un pasado turbulento que las separó. Aunque las heridas aún duelen, ¿podría haber una chispa de esperanza para ellas?

Notes:

Esta es una historia que escribí en 2016, pero con el regreso de arcane me dieron ganas de reescribirla, contiene datos algo desactualizados del lore de ese tiempo, por si ven algo que no encaja quizá sea por eso... en este fic Vi es más alta que Caitlyn como en el Juego por ejemplo, hehe. disfrutenlo. :D

Actualización, definitivamente reescribí muchas cosas y me gustaría agregar detalles del nuevo lore y de arcane así que esto es un sancocho.

Chapter 1: Capítulo 1: ¿Qué clase de academia es esta?

Chapter Text

 

Capítulo 1: ¿Qué clase de academia es esta?

Caitlyn, una joven de 15 años, tenía un cabello lacio de un brillante azul oscuro y unos ojos igualmente profundos que reflejaban su determinación. Aunque era piltoviana de nacimiento, sus rasgos jonios la distinguían. Vivía sola con su padre desde la trágica muerte de su madre cuando apenas era una niña.

Su padre, un renombrado oficial de policía, era el pilar de la seguridad en Piltover, pero también la razón de su fascinación por los libros de casos policiales y las historias de detectives superdotados. Caitlyn solía perderse en esos mundos de misterio, y esa mañana no era la excepción. Estaba en su habitación, completamente absorta en Muerte en Shurima , cuando un grito de su padre la sacó de su concentración.

Se levantó con rapidez y bajó las escaleras para encontrarlo parado en la puerta, sosteniendo una carta con una sonrisa que iluminaba su rostro. "¡Hoy llegó la carta de la Academia de la Guerra!", exclamó, casi sin contener su emoción. Caitlyn se quedó inmóvil, atónita.

-¿¡Qué!? -logró articular después de unos segundos.

-Pensé que nunca llegaría -respondió su padre, aún radiante-. Es un alivio. Según esto, mañana empiezan las clases. Parece que eres la última en ser admitida.

El shock inicial de Caitlyn dio paso a la incredulidad. -¿Mañana? ¿¡Mañana!?

-Exacto, corazón. Estoy muy feliz por ti, Caitie. Muy pocos logran entrar a esa academia, y tú lo conseguiste. -Su padre la abrazó y le dio un beso en la frente, un gesto que, pese a su ternura, no logró calmarla del todo.

-Eso significa que... tendré que viajar a Noxus. Pero, ¿dónde voy a quedarme? No pienso dormir bajo un puente.

Él sonrió tranquilizador. -No te preocupes, aún tenemos el departamento que usábamos para visitar noxus con tu madre.

Aunque no del todo convencida, Caitlyn asintió. -Está bien, tú ganas. Iré a organizar mis cosas. -Se abrazaron una vez más, y ella, con un nudo en la garganta, añadió-: Te extrañaré mucho, papá.

El sonido del móvil de su padre interrumpió el momento. -Aquí el oficial Kiramann... Sí, voy de inmediato. -Colgó y se giró hacia Caitlyn con una disculpa en el rostro-. El deber llama, pequeña. Creo que tendrás que tomar el tren sin mí. Nos veremos pronto. -Le entregó la carta-. Por si tienes complicaciones, llévala contigo.

Caitlyn observó cómo su padre se alejaba, ya acostumbrada a que el trabajo interrumpiera momentos importantes. Dio un suspiro, se giró y empezó a empacar.

Unas horas después, Caitlyn estaba en el tren hacia Noxus. Miraba por la ventana, sus pensamientos divididos entre la emoción y el miedo. Finalmente, el vaivén del tren la arrulló hasta quedarse dormida.

Cuando despertó, habían pasado ocho horas y el tren estaba deteniéndose en la estación de Noxus. Con algo de prisa, descendió y tomó un taxi, usando los billetes que su padre había dejado en el sobre. "Este dinero me alcanza para un taxi más y tres chicles, vaya paseo", pensó mientras pagaba.

El departamento no era grande, pero tenía un encanto acogedor: dos habitaciones, dos baños, una pequeña cocina junto a la sala, y muebles modestos pero funcionales. Caitlyn decidió que, por ahora, la segunda habitación quedaría vacía. Quizás algún día la usaría como biblioteca o estudio. Por ahora, solo quería dormir.

La mañana siguiente llegó más rápido de lo que esperaba. Caitlyn despertó temprano, los nervios burbujeando bajo la superficie mientras se preparaba para su primer día. Sin saber exactamente cómo llegar, preguntó a uno de sus vecinos, quien le dio indicaciones detalladas.

Después de caminar un rato, lo vio: un edificio imponente con grandes ventanales, rodeado de zonas verdes y con una montaña nevada al fondo. Caitlyn se detuvo en la entrada, admirando el lugar. No era fanática de las academias privadas, pero esto era diferente.

Su asombro fue interrumpido por la sombra de un hombre alto y corpulento. Con rostro severo, vestía un traje y un sombrero típico de vigilante. -No puedes entrar sin el uniforme adecuado -dijo, bloqueando su paso.

Caitlyn discutió con él durante varios minutos, cada vez más frustrada. De repente, sintió un rayo de sol detrás de ella, y una voz femenina resonó con autoridad:

-¡Oye! ¿Qué está pasando aquí?

giró al instante del susto, su alma volvió al cuerpo al ver que solo era una estudiante más, impresionada de su porte y lo lindo que brillaba su cabello castaño a la luz del sol.

-Sion, ¿otra vez molestando a las nuevas estudiantes? Ya déjala pasar -dijo Leona, acercándose con paso firme y apoyándose en el hombro de la recién llegada.

-Lo siento, señorita Leona, pero eso no será posible. Ya sabe, son las reglas -respondió Sion con su voz grave y profunda, que parecía surgir de las entrañas de la tierra.

Leona chasqueó la lengua, frunciendo el ceño con fastidio. -noxianos...-murmuró, con el ceño fruncido. Sin embargo, no tardó en recuperar su actitud despreocupada al girarse hacia la joven.

-Muy bien, chica, no te preocupes. Te llevaré a un lugar donde puedan darte un uniforme, la academia tiene una tienda cerca del campus -dijo, tomando a la castaña del brazo y arrastrándola consigo sin mucho esfuerzo.

-¡Oye! ¡Espera! ¿A dónde me llevas? ¡No te conozco! -protestó la joven, liberándose bruscamente del agarre de Leona.

-Tranquila, tren. Te estoy haciendo un favor, pero me lo debes despues ¿eh? -rió Leona, encogiéndose de hombros-. No eres de por aquí, ¿verdad? tu acento me recuerda a alguien que conozco. Soy Leona, un gusto conocerte -añadió, estirando la mano en señal de saludo.

-Me llamo Caitlyn. El gusto es mío - estrechando la mano de Leona con cortesía-. Aunque podrías haber empezado por ahí, en lugar de casi arrancarme el brazo. Ahora, ¿podrías decirme a dónde vamos?

-Claro. Vamos a ver a "La Aguja Cruel", la modista del instituto. Ella suele regalar uniformes a los nuevos estudiantes que vienen de lejos.

-¿La... Aguja Cruel? ¿Qué significa eso? -preguntó Caitlyn, visiblemente confundida.

-Es un apodo que le pusimos por su mal humor -explicó Leona, soltando una breve carcajada.

Caitlyn, aunque intrigada, siguió a Leona por las calles desiertas. No podía evitar notar la ausencia de otras personas, lo que la llevó a expresar su inquietud.

-Leona, el instituto parece vacío. ¿Por qué no hay nadie?

-Las clases empiezan a las ocho de la mañana, tontita -respondió Leona con una risita burlona.

-¿En serio? En el instituto para señoritas al que asistía las clases comenzaban a las seis y media. Pensé que aquí sería igual.

-Para nada. Qué estrés entrar tan temprano, me dormiría en clase.

-Entonces, si las clases comienzan en hora y media, ¿por qué llegaste tan temprano?

-Me gusta llegar antes. Es bastante tranquilo y relajante, todo lo contrario de cuando las clases ya han empezado.

Leona asintió. -Bueno, ya hemos llegado.

Ambas se detuvieron frente a una vieja casona de estilo colonial. Su aspecto desgastado no parecía intimidar a Leona, quien tocó la puerta con insistencia. Al no obtener respuesta, golpeó más fuerte, acompañando los golpes con gritos.

-¡Kalista! ¡Abre la puerta!

La puerta se abrió de golpe y un carrete de hilo salió disparado, impactando el rostro de Leona. Una mujer entrada en años, de ceño fruncido y evidente mal humor, apareció al otro lado.

-¿Qué quieren? ¡Ya les dije que no compro galletas, malditas scouts!

-hoy no somos scouts. Soy yo, Leona -respondió la joven, sobándose la cara tras el golpe.

-Es lo mismo. ¡Toma! -espetó la mujer, lanzándole otro carrete.

-¡Ay, ya basta! Necesito un favor. Bueno, en realidad es para mi amiga -dijo Leona, señalando a Caitlyn, que observaba todo desde atrás.

La mujer entrecerró los ojos, evaluando a Caitlyn. -Déjame adivinar. Quieres un uniforme porque el ogro del portón no te deja pasar, ¿verdad?

-Exacto -exclamó Leona.

-¡Perfecto! Una cliente más, ven aquí, chiquilla. No tardaré mucho. Y tú, Leoparda, espera afuera.

-¡Me llamo Leo...! -intentó corregir, pero otro carrete la interrumpió.

La mujer agarró a Caitlyn del brazo y la arrastró al interior de la casa. Leona, resignada, se dejó caer en una banca cercana.

Una hora más tarde, Caitlyn salió luciendo un uniforme impecable. Leona se levantó de un salto y la observó con una sonrisa.

-¿Qué tal me veo? -preguntó Caitlyn, girándose ligeramente para mostrar el atuendo.

-Fantástica, aunque no tanto como yo - respondió Leona con falsa modestia, riendo al final-.Bueno, Ya casi es hora de clase, dejame ver cual es tu salon, te llevo.

Caitlyn sacó una carta de su mochila y se la entregó a Leona.

-Aquí dice "segundo A"... ¡Hey! ¡Ese es mi salón también! Estamos juntas -exclamó Leona con entusiasmo.

Sin darle tiempo a reaccionar, la agarró del brazo con fuerza y comenzó a caminar a paso ligero, como si Caitlyn no pesara nada. Sorprendida por la energía de su acompañante, empezaba a preguntarse seriamente si había tomado la decisión correcta al ingresar a esa academia.

Sin embargo, decidió no oponer resistencia y se dejó guiar, aunque no parecía que Leona le prestara demasiada atención. La morena hablaba sin parar, como una guía turística, señalando los puntos más importantes de la escuela mientras se dirigían al salón de los de segundo.

Los estudiantes comenzaron a llegar uno a uno, llenando los salones mientras se acercaba la hora de clase. Cuando Caitlyn y Leona entraron al aula, se encontraron con una escena peculiar: al fondo, una chica de cabello azul sostenía una cubeta llena de agua. Su postura y las ocasionales carcajadas sugerían que estaba tramando algo. Caitlyn sintió curiosidad, pero la peliazul aún no hacía ningún movimiento, como si estuviera esperando el momento perfecto para actuar.

Cuando el aula estuvo casi completa, con solo un asiento vacío, la chica notó la ausencia y sonrió con malicia. Con cuidado y precisión, colocó la cubeta sobre la puerta, ajustándola de tal forma que al abrirla cayera directamente sobre quien entrara.

El timbre sonó, y, como si fuera una señal, la puerta se abrió de un portazo. Una chica de cabello rosado, rapado a un costado, irrumpió en el aula sin darse cuenta de la trampa. La cubeta cayó sobre ella, empapándola de pies a cabeza.

Una explosión de risas llenó el salón, y entre todas, destacaron las carcajadas estridentes y burlonas de la peliazul, quien parecía disfrutar cada segundo del espectáculo.

Caitlyn, aún de pie cerca de la entrada, observaba la escena en silencio, algo impactada. La chica de cabello rosado, ahora completamente mojada, comenzó a temblar de rabia mientras el rojo subía a sus mejillas. Con el uniforme pegado al cuerpo y las risas retumbando a su alrededor, apretó los puños, bajó la cabeza y dejó escapar un grito que silenció a algunos.

-¡¡¡¡JINX!!! ¡Ven aquí, maldita!

Sin dudarlo, la chica rosada cargó contra la responsable, quien reaccionó con una sonrisa burlona y salió corriendo por el aula, esquivando a su perseguidora con agilidad.

La chica de cabello rosado, conocida como Vi, se movía por el aula como un orangután descontrolado, persiguiendo a la peliazul Jinx, quien, con agilidad y una sonrisa burlona, esquivaba cada intento de atraparla. Vi gruñía de frustración mientras Jinx seguía corriendo de un lado a otro, desordenando los escritorios y tumbando a cualquiera que se interpusiera en su camino.

En un momento de desesperación, Jinx decidió escudarse detrás de Caitlyn, que permanecía sentada, observando el caos con incredulidad.

-¡Hey, Vi! ¿Qué te pasa? ¿No puedes alcanzarme? ¡Jajaja! -se burló Jinx, lanzándose junto a Caitlyn.

De repente, Jinx quedó inmóvil, con los ojos fijos en la puerta. Vi, que había tomado impulso, se lanzó con todas sus fuerzas hacia su objetivo, pasando por encima de Caitlyn y cayendo sobre Jinx con un estruendoso golpe.

El impacto fue suficiente para noquear a Jinx, quien quedó tendida en el suelo, inmóvil. Vi, por su parte, se levantó rápidamente, alzando los brazos en señal de victoria.

-¡Sí! ¡Eso te pasa por meterte conmigo!

Pero su celebración fue breve. Las risas y murmullos en el aula se detuvieron de golpe cuando se dieron cuenta de la presencia de alguien más.

-Mierda... -murmuró Vi, girándose lentamente.

En la puerta, el profesor Heimerdinger observaba la escena con una mirada severa y un gesto de desaprobación.

-¡VI, A LA RECTORÍA! Y tráela a ella también -ordenó, señalando a la inconsciente Jinx.

Vi suspiró con frustración, mascullando maldiciones en voz baja mientras agarraba a Jinx por una pierna y la arrastraba fuera del aula como si fuera un saco de papas.

Caitlyn, aún atónita por lo sucedido, observó cómo Vi se llevaba a Jinx, incapaz de procesar lo surrealista de la situación. Durante un rato, el aula volvió a la calma, pero ni Vi ni Jinx regresaban. Caitlyn, movida por una mezcla de curiosidad y su instinto investigador, decidió aprovechar el momento para descubrir qué ocurría.

-¿Puedo ir al baño? -pidió al profesor con tono inocente.

Una vez fuera, se dirigió directamente hacia la rectoría, guiada por su instinto. El edificio no estaba lejos, situado frente a los baños, y las voces que provenían de su interior eran lo suficientemente claras como para escuchar sin esfuerzo. Caitlyn se acuclilló, acercándose a la puerta, y prestó atención.

Desde dentro, podía escuchar los ronquidos de Jinx, quien seguía profundamente dormida, y la reprimenda que Heimerdinger le daba a Vi.

-Vi... ¿cuándo vas a entender las reglas del instituto? Es el primer día de clases y ya estás causando problemas. ¿Cuánto tiempo más tendremos que esperar para que cambies? No puedes seguir así. O, ¿quieres que te lea tu informe del año pasado?

-¡Ya le dije que fue Jinx quien empezó todo! -se defendió Vi con indignación-. ¿Por qué siempre me culpa a mí? ¡Mire mi uniforme! Está empapado, y todo es culpa suya.

-Basta de excusas -interrumpió el profesor con severidad-. Asume las consecuencias de tus actos. ¿Acaso quieres convertirte en una criminal? Quiero ver a tus padres aquí mañana, sin falta.

-Pero...

-Sin peros, Vi. Y ahora lleva a Jinx a la enfermería. Hablaré con ella cuando despierte.

Vi soltó un bufido de frustración, levantó a Jinx en brazos y se dirigió a la puerta. Con un fuerte empujón, la abrió de par en par, sin darse cuenta de que Caitlyn estaba justo ahí.

-¡Ay! -exclamó Caitlyn, tambaleándose un poco tras el golpe.

Vi la miró de reojo, pero no dijo nada. Sin embargo, Caitlyn fue quien rompió el silencio, aunque su voz sonaba algo nerviosa.

-¿Escuchaste lo que pasó ahí dentro? -preguntó Vi con sospecha.

-¿Eh? ¡No, no! Yo solo pasaba por aquí, jejeje... -respondió Caitlyn, intentando sonar convincente.

-Ajá, claro... -Vi la miró con desconfianza-. ¿Crees que no vi cuando Jinx se escondió detrás de ti? Sé que estás involucrada en esto. No saldrás bien parada si descubro que eres su cómplice.

-¡Espera, espera! Yo no soy su cómplice. ¡Ni siquiera la conozco! -protestó Caitlyn, visiblemente molesta.

Vi señaló a Jinx, que seguía colgando inerte de sus brazos.

-Oh... ¿ella? Bueno, ahora sé su nombre, pero ya te dije que no tengo nada que ver con esto. Acabo de llegar a la ciudad hace unas horas. ¿Cómo podría ayudarla si ni siquiera sabía quién era?

Vi frunció el ceño, pero no insistió.

-Eso es lo que voy a averiguar -dijo con frialdad antes de marcharse hacia la enfermería.

Caitlyn, por su parte, tomó el camino contrario, murmurando para sí misma.

-Agh, ¿quién se cree que es? ¡Culpándome de algo sin pruebas! Qué irritante..

Más tarde, Vi regresó al aula, ahora con una sudadera puesta, y se sentó en su lugar sin despegar la mirada de Caitlyn. La clase continuó con normalidad, aunque la tensión entre ambas era palpable.

Al finalizar la lección, Leona se ofreció a mostrarle el resto de la academia a Caitlyn. Mientras caminaban por los pasillos, Leona respondía con paciencia sus preguntas sobre los estudiantes. Algunos destacaban por sus rivalidades evidentes, otros por sus relaciones amistosas, y algunos simplemente por sus características físicas.

Cuando pasaron frente a los laboratorios, Leona señaló a un grupo de chicos trabajando en experimentos.

-Ellos son Twitch, Singed y Ziggs. Los llamamos el "Trío Explosivo" -. Siempre están a punto de hacer explotar algo. Ya sea con sus experimentos o con las bromas que les gusta hacer, como colocar bombas olorosas en las aulas para no tener clase.

Caitlyn no pudo evitar reírse de la descripción mientras continuaban el recorrido.

Durante el descanso, Jinx finalmente despertó en la enfermería. Se levantó con una sonrisa maniática, como si no hubiera pasado nada. Su actitud despreocupada era típica en la academia, aunque no por ello menos inquietante.

El horario de clases terminó, y Caitlyn estaba lista para regresar a su departamento. Se despidió de Leona, quien se ofreció a acompañarla, pero Caitlyn prefirió ir sola. La caminata desde la academia era corta, y el clima era perfecto para despejar la mente tras un día tan caótico.

Mientras atravesaba el patio principal de la academia, escuchó un estruendo proveniente de una de las áreas de práctica al aire libre. Por curiosidad, se detuvo y se acercó al lugar. Había un grupo de estudiantes reunidos en círculo, vitoreando y animando a alguien que parecía estar en el centro de toda la acción.

-¡Vamos, Vi! ¡Demuéstrales cómo se hace! -gritó uno de los chicos.

Caitlyn logró abrirse paso entre la multitud lo suficiente para ver a una chica de cabello rosado, con un uniforme desaliñado, sosteniendo lo que parecía ser un guante mecánico improvisado. Frente a ella había un objetivo, una especie de máquina de entrenamiento que medía la fuerza de impacto.

-¿Otra vez? Esto será pan comido. -Vi sonrió con confianza mientras ajustaba el guante. Con un movimiento rápido, lanzó un puñetazo directo al objetivo, haciendo que la máquina pitara y marcara un número increíblemente alto.

Los vítores aumentaron, y Vi se giró hacia los demás con una sonrisa satisfecha. -¿Alguien más quiere intentarlo?

Caitlyn cruzó los brazos, observando la escena con cierta incredulidad. No entendía el punto de todo aquello, pero no podía negar que Vi tenía un aire intrigante.

-¿Qué pasa, niñita? -preguntó Vi al notar su presencia-. ¿Quieres probar suerte?

Caitlyn arqueó una ceja, sorprendida por la repentina atención. -¿Niñita? No estoy interesada en tus jueguitos, gracias.

Vi soltó una carcajada. -¿Jueguitos? Esto no es un juego, es entrenamiento serio. Además, necesitas algo más que modales para sobrevivir aquí.

-¿Es eso lo que tú haces? ¿Sobrevivir a punta de golpes? -replicó Caitlyn, manteniendo la calma.

Vi pareció divertida por la respuesta y se acercó, dejando el guante sobre el suelo. -Tienes agallas, novata. ¿Cómo dijiste te llamas?

-Caitlyn.

-Vi. Ahora que nos presentamos, dime, ¿siempre eres tan seria o es porque acabas de llegar?

-Digamos que prefiero usar la cabeza antes que los puños -respondió Caitlyn con una ligera sonrisa.

Vi se rió y alzó las manos en señal de rendición. -Está bien, detective. Pero no te sorprendas si necesitas algo más que palabras bonitas en este lugar.

Antes de que Caitlyn pudiera responder, Vi fue llamada por otros estudiantes, dejando a Caitlyn con la sensación de que aquella no sería la última vez que interactuarían.