Actions

Work Header

La muerte acecha

Summary:

Un día, Nervioso Del Todo llegó a la puerta de Panero, acompañado de una trabajadora social a la que le importó poco o nada. Todo fue muy aterrador, pero no tanto como los propios Loki y Circe Panero.

Notes:

Inicialmente, este one-shot iba a ser un fanfic más largo de romance y angustia, basado en la historia principal de Los Sims 2 y su juego de PSP. Sin embargo, decidí descartar la idea por ciertos cambios que tuve respecto a mi idea de cómo Nervioso llegó a la casa de los Panero.
Como muestran las memorias de Loki y Circe, ellos no adoptaron a Nervioso, pero recuerdan que él creció dos veces, así que llegó a ellos siendo un niño. Creo que lo más probable es que Nervioso escapara del sistema de acogida, ya que era demasiado mayor para ser fácilmente adoptable y estaba a punto de convertirse en adolescente; pero tuvo la mala suerte de llegar a casa de los Panero.
Bosqueoscuro es mi familia creada, de la cual pertenecería la sim que estuviera enamorada de Nervioso; hubiera sido un romance de Ani Mañas/Nervioso Del Todo/OC levemente correspondido.
Gracias por leer.

Work Text:

               Recuerdo cuando te vi por primera vez; una niña pequeña, demasiado feliz y curiosa de sobras, con la seguridad para mirar a cualquiera a los ojos. Un ser contrario a toda la extrañeza que alberga esta ciudad, una persona con todo lo que carece en mí. No quería volver a verte, en el fondo te odié y te rechacé; tu existencia era opuesta a la mía, guiada por el desprecio que recibía y daba. Si hubieras muerto en aquel momento no me hubiera importado. ¿Cómo podría saberlo entonces? La muerte persiguió a mi madre y marcó el destino de los pobres hombres a los que alguna vez amó; y estoy aterrado de seguir sus pasos, ya sean los de mi madre o los de mi padre.
               Probablemente llegamos a nuestro destino durante la misma tormenta primaveral. Yo, como un niño problemático, apenas presté atención a la enorme casa de los que serían mis vecinos; donde la señora Bosqueoscuro regaba el nuevo jardín que habían plantado. Un jardín verde, con múltiples flores y árboles, más allá de todos los cactus y plantas secas en el desierto de Las Rarezas. Extraño, sin duda.
               La asistente social salió del coche y me indicó seguirla. El sol ardió en mi piel, mientras el aire seco quemó mis pulmones. Sin ninguna emoción, aunque impaciente, la seguí hacia mi nuevo hogar. Quería saber cómo serían sus habitantes, mi nueva “familia”. Aún tenía un poco de esperanza, muy en el fondo; qué ingenuo era.
               Patio Tesla siempre pareció una fortaleza, un castillo muy diferente a la antigua casa de mi madre en Midnight Hollow; no tanto a su mansión aquí, como descubrí mucho más tarde. Tampoco había un cementerio, no significó ser mejor.
               Subimos las escaleras hasta el enorme portal y la mujer llamó. Ella nunca me dirigió más de dos palabras seguidas y fue mejor así; su silencio me permitió escuchar una leve voz al otro lado de la madera. Un hombre abrió la puerta; rubio, de rasgos nórdicos y afilados. Nos observó analizándonos, con ojos profundos y perspicaces. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando su mirada se cruzó con la mía, pude ver la curiosidad y algo más en ellos. Era intimidante.

               —¿Familia Panero? —preguntó la asistente.
               —Sí, soy Loki Panero —respondió él. Su voz profunda bajó mi estómago hasta los pies.
               —Soy la asistente social —se presentó con un nombre que no recuerdo—. Hemos visto su solicitud para la acogida de niños. ¿Ha recibido nuestra llamada esta mañana?
               —Mi esposa fue quien contestó.
               —¿Podríamos pasar?

               Ante su pregunta, el hombre volvió a recorrernos con la mirada, vacilante, por unos segundos, y finalmente nos dejó pasar a su gran y ominosa casa. Paredes de piedra, baldosas desgastadas y artículos antiguos y extraños ya decoraban su oscura mazmorra. Una mujer pelirroja estaba sentada en un sofá colocado contra la pared, en un rincón recluido. Interrumpiendo su lectura, dejó su libro a un lado y caminó hacia nosotros exudando una seguridad intachable y una mirada que podría apuñalarme bajo sus gafas naranjas. Era igual o más aterradora que Loki.

               —Mi esposa, Circe Panero.
               —Mucho gusto —saludó con una voz sinuosa y suave.
               —Igualmente, señora Panero. Soy la asistente social, hablamos esta mañana.

               Como Loki, Circe nos observó detenidamente, con una expresión seria e impasible.

               —Lo recuerdo.

               Los tres hablaron por unos largos minutos, mientras yo seguía en la entrada, inmóvil. Apenas podía escucharlos, pues estaba más centrado en ese extraño y lúgubre entorno que en los que debieron ser mis padres. Con mi poco entendimiento de la situación, hubo un pensamiento que encajó en mi cabeza: esto debió ser mejor. Mejor que la vida atemorizante y asustadiza de mi madre, mejor que el cementerio de mi anterior hogar y mejor que los fantasmas que habitaban en él.

               —¿No es un poco joven? —preguntó Loki, en una de las pocas ocasiones en que los escuché.
               —¿Joven? Los adolescentes no son adoptados; son demasiado mayores, señor Panero... De todas formas, pronto cumplirá años. ¿No ha mirado el informe?

               Los documentos con toda mi información habían estado en manos de Loki antes que en las de Circe; ella leía con atención y él solo me miró por un momento.

               —Sí, los he leído. Ha sido, cuanto menos, interesante para fijarme específicamente en su edad.
               —No sé qué le encontrará de interesante —comentó la asistente—. Otro chico con una madre negligente y un padre desaparecido... Acaso... ¿Es por...? ¿Ella? Sé que la situación de la mujer es peculiar y... sospechosa; sin embargo, por muy raro que sea el niño, no es peligroso.

               Nunca nadie mencionó el nombre de mi madre. Su cementerio en nuestra antigua casa albergó solo tres tumbas: tres hombres que estuvieron casados con ella, ninguno de ellos mi padre. Según recuerdo, en algunas ocasiones ella podía quererme, abrazarme como una madre haría. Eran escasos instantes en los que no miraba a su alrededor con el miedo grabado en sus ojos, los espíritus no acechaban la casa y no se recluía hablando sobre la muerte; no sobre su viudez, sino sobre la muerte como un alguien. Cualquier memoria de ella como una madre normal se diluía en mi propia versión de una mujer atormentada que vivía con terror, como si alguien nos persiguiera más allá de sus difuntos maridos.
               En algún momento la asistente se marchó, sin despedirse de mí, sin siquiera llamar mi atención. Otros niños hubieran corrido y abrazado a sus padres adoptivos; yo no pude dar un paso hacia delante, congelado en el mismo lugar en el que me detuve al entrar. Circe volvió a su lectura y Loki daba vueltas en el pequeño salón, mirando al suelo con el ceño fruncido y la cara de alguien que estaba a punto de cometer un crimen. Habló con la furia en su voz, bloqueando mi aliento y parando mi corazón por un segundo.

               —Además de tener que compartir mi espacio, ¡también he de hacerlo con mis vistas!

               La voz de Loki, ronca e impertinente, se agudizó con ese grito. Él ya me había intimidado, lo que no imaginé es que ese tono entraría en lo profundo de mi cabeza, bajo las tablas de mi inconsciente más interno, solo para perseguirme en mis turbulentas pesadillas en un futuro muy próximo.

               —¿No había más lugares donde establecerse en todo este estéril desierto? —preguntó a Circe—. ¿Tuvieron que mudarse justo bajando la calle?

               Circe estaba estoica, con una expresión seria y dura como una roca. Sujetaba el libro abierto, pero estaba tan inmóvil que no podía deducir si lo leía o no. De todas formas, fue un alivio que no hablaran de mí.

               —Los he visto —Circe mencionó casualmente—. La mujer parece embarazada.
               —¡Mejor aún! —chasqueó con una expresión de desagrado en su característico rostro, deambulando sin mirarla—. Estará hablando cada día de su engendro, ¡qué insoportable!

               De repente, Loki se detuvo y abrió ligeramente los ojos; por primera vez desde que la asistente se fue, miró a Circe. Aun con la vista fija en el libro, ella solo parpadeó y su rostro se suavizó.

               ―Circe, no empieces. Tenemos mucho tiempo, debemos aprovecharlo al máximo para nosotros y lo que es importante.
               —¿El trabajo? —preguntó levantando la mirada hacia Loki, inexpresiva.
               —Sí, por supuesto. Mi-¡Nuestras investigaciones necesitan mucha dedicación!

               Durante todo su diálogo me mantuve en la misma posición, desconcertado, extrañado y aterrado. Hubiera estado tan inmóvil como Circe, como cualquiera de las estatuas que decoran su casa. Si no me ven, no existo, ¿cierto? Pero mi cuerpo temblaba incontrolable y mis manos sudaban.

               —¡Chico!

               Me tensé y temblequeé con fuerza. Loki caminó hasta estar en frente de mí, con una mirada severa y el disgusto notable en su cara.

               —Deja de temblar, niño; me molesta. ¿Cómo dijiste que te llamabas?
               —Y-Yo... M-mi... mi... no-nombre… —Lo intenté, pero mi voz emergió baja e interrumpida.

               Loki suspiró, terminando en un gruñido bajo. Su expresión de fastidio pasó a la furia cuando mi cuerpo tiritó apresurado. Siempre fue, y sigue siendo, un hombre impaciente, fácilmente irritable.

               —... e-es...
               —Incendiar mis nervios no te hará ningún bien, chico.

               Sus ojos fríos y azules se clavaron en mí como astillas. Enmudecí y junté mis manos con torpeza, intentando controlar mi temblor sin resultado. Con mayor intensidad que la primera vez, Loki pareció leer todo mi ser y levantó una ceja, interrogativo. Sonrió, no con alegría o un mínimo de complacencia; sino con una extraña satisfacción.

               —Nervioso —dijo—, considéralo tu nombre a partir de ahora.
               —¿Ner-Nervio...?
               —Exactamente: Nervioso. Ahora, sígueme; tenemos muchas cosas que preparar.

               Tragué con dificultad. Nervioso fue, casualmente, el nombre que Loki escogió para mí, con el que Circe también me llamaría y con el que me presentaría a partir de entonces. El nombre que, muchos años atrás, mi madre usó como un apodo para mí. Seguí a Loki lentamente, siempre detrás de él. Cruzamos el pequeño salón, donde Circe nos ignoró inmersa en su libro, y entramos en una extraña habitación, grande y demasiado oscura, aun teniendo más ventanas que las demás. En esos años, los Panero solo tenían dos máquinas en su propiedad: el analizador de muestras de Loki y la mesa de prácticas operatorias de Circe. No mentiré, esos aparatos despertaron mi curiosidad, pero nada llamó tanto mi atención como el sótano descubierto en medio de la sala. Nunca imaginé que sería mi cárcel elegida.
               Loki se acercó a la barandilla que nos protegía de la altura; y yo lo imité torpemente, sin la decisión con la que él se movía. Debajo de nosotros un enorme agujero cuadrado guardaba más cachivaches y cajas, también objetos extraños que apenas podía ver por la oscuridad. Mi llegada debió ser inesperada, y tal vez, inoportuna. Loki no apartó la vista de la negrura en lo profundo del sótano, contemplando todo lo que había allí.

               —Dormirás aquí —declaró—. Estoy seguro de que debe haber una cama, en algún lugar.

               Un cúmulo de emociones nacieron en mí, muy complejas para mi yo de once años. Estaba decepcionado y muchas preguntas aparecieron en mi mente, demasiadas para que las expresara un niño que no pudo decir ni su propio nombre.

               —Tal vez, si te portas bien, te deje mi viejo ordenador —comentó, ajeno a mi pésima expresión—. Necesito uno nuevo, de todas formas.

               Mi cuerpo se entumeció con todos los pensamientos que corrían por mi mente, y ante sus palabras, brotó una duda esperanzada. Furtivamente, imaginé que sería una forma de reconfortarme; aunque no fui capaz de preguntárselo en ese momento y tampoco lo hice en cualquier otro. Más pronto que tarde, descubriría que Loki solo consideraría los sentimientos de Circe; nunca los de nadie más, menos los míos.

               —Retira todo lo que hemos guardado aquí. Son cosas muy importantes; no querrás estropear nada —me advirtió, mirándome como un tigre a su presa, y esperando una respuesta que nunca salió por mí mismo—. ¿Entendido, Nervioso?
               —S-Sí...
               —Bien, chico.Te aconsejo empezar ahora, si no quieres dormir en el sofá. —Sujetó con fuerza mi hombro, antes de darse la vuelta e irse—. No tires nada.

               Loki volvió al salón y desapareció detrás de la pared. Aún podía ver a Circe centrada en su lectura, pero su desinterés indicó que estaba solo en esto. La oscuridad del sótano me envolvió por completo y las sombras se deformaron por encima de mí. Fueron incontables las cajas y objetos que subí de un piso a otro, como todas las veces que tropecé. Apenas moví la mitad de sus pertenencias, pero mi espalda dolía, mis dedos ardían y una de mis rodillas sangraba. El día concluyó mucho más rápido de lo que me pude dar cuenta, y tal como dijo Loki, mi mejor opción fue el sofá; la otra era el duro suelo de baldosas. Me derrumbé en él sin cenar, agotado y adolorido, con las mismas preguntas atravesando mi mente. Dormité con las imágenes borrosas de ese día y todos los anteriores después de irme de Midnight Hollow.

               Loki y Circe eran atractivos y muy jóvenes para el éxito que ya tenían; demasiado para tener un hijo de mi edad en ese entonces. Nueve años no era suficiente diferencia.