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Amor, amor.

Summary:

Stane sonrió con retorcida alegría cuando termino de leer el documento legal que tenía en sus manos, aquel documento que le permitiría deshacerse de su sobrino a cambio de una gran suma de dinero.
...Anthony Edward Stark de ocho años había sido dado en matrimonio a Stephen Vincent Strange de dieciséis años, cuando el omega cumpliera los dieciséis...
Parece ser que su querido sobrino le seguiría siendo de utilidad.

Chapter 1: Prologo

Notes:

¡Hola! Estoy de vuelta con una nueva historia, ambientada en 1800, y obviamente, va a ser A/B/O, si no como justifico mi pareja favorita de esa época y me niego a cambiarles el sexo.
En fin, pasen, disfruten y dejen comentarios, cuéntenme que tal les pareció.
XOXOXOXO

Chapter Text

El clima en el distrito de Titán a inicios de octubre es lluvioso, con grandes vientos que hacen crujir las casas y las ventanas. La gente por lo regular evita salir de sus hogares, sobre todo solos, dado que los callejones son más oscuros y más peligrosos. Titán era el distrito más frío, el más pobre y el más retrasado en cuanto a tecnología y calidad de vida. En la actualidad existían muy pocas familias ricas viviendo ahí; muchas habían optado por migrar a otros distritos con el firme deseo de prosperar. Dentro de esas familias, se encontraba la familia Stark, o lo que quedaba de ella. Actualmente, solo quedaba el hijo, un joven omega de diecisiete años que lamentablemente había quedado huérfano a los doce añitos y que tuvo el infortunio de terminar en manos de su padrino, Obadiah Stane, quien, al ser un Alfa, había obtenido su tutela y los negocios de la familia.

El hombre no era diestro para los negocios y, después de algunos años, la fortuna se perdió y solo quedó en manos del muchacho la mansión Stark, que lentamente se caía a pedazos. Stane también había hecho movimientos sucios, relacionándose con gente peligrosa en los juegos de azar, por lo que pronto, su cabeza tenía precio. A raíz de ello tenía que huir, escapar del sórdido Titán y buscar refugio en otro lado, pero tenía algo que lo detenía; Tony era un problema y debía deshacerse de él.

¿Pero cómo?

La respuesta de su pregunta llegó una tarde sorprendentemente soleada, mientras revisaba los papeles de su ahijado, sentado en el escritorio viejo y corroído que alguna vez le perteneció a Howard Stark. Era un documento oficial y legal que contenía en sus amarillentas páginas un contrato de matrimonio. Anthony Edward Stark de ocho años había sido dado en matrimonio a Stephen Vincent Strange de dieciséis años, cuando el omega cumpliera los dieciséis. También se estipulaba la dote que los Strange debían darle al Omega.

Aquel documento puso en el rostro del alfa una sonrisa repulsiva que mostraba sus dientes acabados por el tabaco.

Sería su boleto de salida, y no lo iba a desaprovechar.

Horas después, Stane le había entregado una carta a un joven mozo para que la llevara hasta los límites con el distrito de Kamar-Taj y de ahí a los Strange.

Una semana después obtuvo su respuesta. La boda se celebraría en la mansión Stark dentro de un mes.

Chapter 2: Capítulo I

Chapter Text

Si había algo que a Tony le parecía terriblemente injusto y estúpido, era la manera en como la sociedad trataba a los omegas. En general, la sociedad consideraba a los omegas como criaturas que solo debían verse bonitas para sus alfas, atendiendo sus necesidades y cuidando a los cachorros, sin la oportunidad de aspirar a ser algo más que amas de casa.

Para Tony, eso se aplicaría hasta cierto punto. Sus padres fueron una pareja de alfa y omega masculino que detestaban esos pensamientos arcaicos, por lo que, en cuanto tuvieron a su único hijo, se dedicaron a educarlo con todas las oportunidades de un alfa o beta; sin dejar de lado su naturaleza omega y a cómo ser un buen compañero. Howard Stark había empezado a enseñarle desde muy pequeño en diversas materias: la historia, la política, el arte, pero, sobre todo, el cómo funcionaba el negocio familiar.

Howard y Jarvis Stark estaban preparando a su pequeño cachorro para ser alguien importante, alguien que cambiaría el mundo, porque se habían dado cuenta de la inteligencia de su pequeño y su habilidad para la invención.

Así lo hicieron por los primeros doce años de vida, hasta que una tarde desafortunada, ambos murieron, dejando a su suerte a su pequeño.

La vida después de sus muertes fue un borrón para el Omega, quien sufrió abusos por parte de su padrino; eso fue hasta que su tutor le anunció su unión con Stephen Vincent Strange. Un alfa a quien no conocía y con quien se uniría en las próximas horas.

—Ojalá estuvieran aquí —murmu­ró Tony con amargura y con los ojos brillosos por las lágrimas, como siempre sucedía cuando recordaba a sus difuntos padres. Si bien sabía que lo iban a casar con un buen alfa, al menos sería con uno que él escogiera (Te dejaríamos casarte hasta con el carpintero de la cuadra, si es que él te hace feliz) —los extraño.

Y en un acto de consuelo, Tony se abrazó a sí mismo, cerrando sus ojos para tratar de evocar el recuerdo de los abrazos de sus padres, el calor de sus cuerpos y sus aromas. Soltando un suspiro, abrió sus párpados y se concentró en su reflejo del espejo. Un sentimiento de odio y repulsión se apoderó de él al instante en que vio en el espejo a la persona que le devolvía la mirada. Podía ver su palidez y delgadez enfermiza, con sus ojos marrones sin brillo y su cabello castaño opaco. Aquellas características le recordaban a un muerto y tal pensamiento lo hizo reír histéricamente porque así era como se sentía. A veces, a veces creía que él murió junto a sus padres y solo quedó esto, un despojo de lo que alguna vez fue y de lo que estaba destinado a ser (o al menos eso le decían sus padres).

Tú cambiarás todo el mundo, Anthony.

Pero Tony no quería cambiar todo el mundo, solo quería cambiar el suyo.

Secándose las lágrimas que solo lo hacían verse más feo, se miró en el espejo y respiró profundamente, tratando de darse ánimos. No podría ser peor que lo que tenía con su padrino, ¿verdad? Al menos el aspecto de su futuro esposo era agradable; era joven, pero mayor que él. Serio por lo que pudo ver desde el balcón de su habitación, pero por lo demás era un misterio, y eso en cierto modo lo aterraba. Tenía miedo de que su nuevo alfa fuera como Stane: huraño, abusivo, pervertido y repulsivo.

—Bueno, supongo que llegó la hora —dijo a su reflejo y a quien escuchara, arreglando por última vez su traje de novio prístino. La pieza en sí era preciosa, de encaje fino y tela suave que fue confeccionada para realzar y mezclarse con la belleza natural de un omega. Mientras se acomodaba su camisa y el chaleco, su memoria recordó la charla que tuvo con su padre mientras este le enseñaba su traje de novio color marfil.

Es mío, Anthony, lo usé el día que me casé y espero que algún día también lo uses.

Dándole una última mirada melancólica a su vieja habitación desde la puerta, se volvió, cerrándola detrás de él hacia un destino incierto y aterrador. En el camino rumbo al patio donde se llevaría a cabo la ceremonia, ajustó su chaqueta de frac, acurrucándose en su calidez y en los últimos vestigios del aroma de su padre.

 

 


 

 

En la madrugada, cuando la luna dio paso al sol nuevamente y las aves comenzaron a salir a volar, el nuevo matrimonio se preparaba para abordar su carruaje que los llevaría hasta Kamar-Taj. Tony, parado en el medio del patio de la mansión Stark, contemplaba con semblante triste lo que fue su hogar por tantos años.  Ante el desfile de recuerdos de su familia muerta, más lágrimas mancharon su rostro demacrado. Suspirando temblorosamente, se dio la vuelta y se dirigió al carruaje ante la repentina necesidad de irse del lugar. Tony comenzaba a sentir que le faltaba el aire, a sentirse abrumado e increíblemente triste y asustado.

Tenía que irse lo más pronto posible. O probablemente correría de regreso a la mansión, se encerraría en su habitación y se suicidaría.

Stephen observó todo parado al lado del carruaje, esperando pacientemente a que Tony estuviera listo. Su padre, desde que terminó la boda, había partido, no pudiendo esperar más, ni tampoco aguantando las tonterías sensibleras de su yerno. Eugene siempre había despreciado a los omegas, encontrándolos tediosos y molestos.  Afortunadamente, Stephen no era así, habiendo obtenido su lado amable y tranquilo de su propia madre, así que espero. Cuando Tony se acercó con las mejillas manchadas de lágrimas, su lado alfa se retorció inquieto por la angustia que demostraba, por lo que, cediendo a sus instintos, estiró la mano para ayudarlo.

Tony pasó a su lado esquivando la mano estirada para subir al carruaje, donde se acurrucó en una esquina, ansioso por querer hacerse lo más pequeño que pudiera. Stephen hizo una mueca ante el rechazo, pero intentó no sentirse ofendido. Siguiendo al omega, subió al carruaje, dando la orden al cochero y a la escolta de partir.

Tardíamente, se dio cuenta de que no había olido aroma alguno proveniente de su nuevo Omega desde que lo conoció.

 

 


 

 

La tranquilidad y silencio del bosque se vio perturbada por el casco de los caballos y el movimiento de dos carruajes provenientes del Camino Real. En el cielo, el sol comenzaba a ocultarse, dando paso a la noche que pronto hundiría el camino en penumbras, por lo que debían encontrar refugio cuanto antes. Afortunadamente, no mucho tiempo después vislumbraron a lo lejos la luz de una posada.

Cuando entraron al vestíbulo del establecimiento, el encargado del lugar, un beta ya mayor, les preguntó si pasarían la noche. Stephen asintió mirando de reojo al omega, quien mantenía la mirada baja, ocultando su rostro bajo el sombrero de ala ancha. Tony mantenía un agarre firme sobre el pequeño bolso que llevaba en sus manos.

—Tengo una habitación ideal para personas de su categoría —dijo el beta con cierta alegría.

Tony, al escuchar que estarían en el mismo cuarto, comenzó a entrar en pánico.

—Que sean dos, por favor —dijo tartamudeando, mirando al alfa y al encargado, para después agachar de nuevo su cabeza, aterrado por la reacción de su alfa al hablar sin permiso.

Stephen dirigió su mirada sorprendida al omega, tratando de leer su postura. Al reconocer los signos de ansiedad e incomodidad, asintió hacia el encargado.

—Queremos comer —agregó Stephen una vez que el encargado anotó en su libro la habitación adicional.

—Yo no tengo hambre.

Stephen otra vez volteó a ver a su esposo con leve molestia ante la escena que estaba mostrando. El encargado de la posada alternaba su mirada entre ambos, preparándose para la posible reprimenda que el Alfa le daría a su Omega.

—Que alguien lleve a mi esposo a su habitación —dijo Stephen entre dientes para después volverse al encargado— y a mí que me sirvan la cena.

El encargado asintió y, antes de retirarse:

—Enseguida mando por su equipaje.

Al poco tiempo, una mujer beta se llevó al omega a su habitación, mientras Stephen seguía al encargado rumbo al comedor. Tony respiró profundamente, temblando al haber contradicho a su alfa. Cuando se sintió un poco calmado, se dirigió a sus maletas, dispuesto a darse un baño rápido para después irse a dormir.

 

 


 

 

—Aquí está la habitación de su esposo —dijo el dueño de la posada, señalando la habitación que se encontraba a su derecha, para después pasar a la que estaba al frente. Stephen se quedó observándola mientras el beta seguía hablando— y este es el cuarto de usted. Que tenga buena noche.

El hombre beta le entregó la lámpara de gas y se marchó. Tomando una decisión, Stephen ignoró su habitación para dirigirse a la de enfrente. Sin tocar, abrió la puerta alzando la lámpara para poder ver mejor el interior. Tony se sobresaltó, aferrándose a la manta mientras veía entrar a un extraño, no reconociéndolo por la falta de luz.

—No te asustes, soy Stephen —dijo Stephen en voz baja, entrando en la habitación y dirigiéndose al mueble cercano para dejar la lámpara —He venido a pasar la noche.

Ante sus palabras, Tony se asustó, comenzando a protestar. Sus protestas fueron ignoradas por Stephen, quien comenzó a desvestirse. Tony giró la cabeza, abochornado al ver el pecho desnudo de su marido; sus manos se aferraron a las sábanas, respirando temblorosamente y sintiendo como su corazón se aceleraba.

—Hace poco llegaron un par de alfas a la posada; es peligroso que un omega no vinculado se quede solo. —Stephen comenzó a quitarse el traje, dejándolo en el sillón para después dirigirse a la cama —Descuida, no te haré nada, solo me quedaré a dormir.

Stephen apartó las cobijas y se acomodó cerca del borde, dándole la espalda al Omega. Esa noche Tony no durmió, temeroso de que el alfa cambiara de opinión e intentara reclamar lo que por ley y derecho era suyo.

Chapter 3: Capítulo II

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El distrito de Kamar-Taj era uno de los pocos en los que la vida era tranquila y próspera; sus habitantes vivían con comodidad, seguros y felices. En este distrito existen los hacendados, dueños de cientos de hectáreas de tierras, cuyo propósito era la siembra de diversas frutas, verduras y cereales, así como de la ganadería. La mayoría eran hombres honestos y justos con sus trabajadores, aunque eso no quería decir que no hubiera hacendados crueles e inhumanos. Afortunadamente, la familia que nos compete, los Strange, era de los más queridos y respetados por la gente. Los que vivían y trabajaban sus tierras lo hacían con holgura y tranquilidad, y desde que el joven Strange se había involucrado, todo prosperó aún más.

El alfa había mandado construir escuelas, una biblioteca y su proyecto actual: una clínica. Él era doctor, por lo que era de esperarse que construyera un lugar donde atender a los pacientes que no visitaba en sus casas. Todo esto había aprendido Tony desde que llegó a la hacienda ''El Santuario'' hace poco menos de un mes.

Al principio creyó que Strange lo reclamaría como su Omega en cuanto llegaran, pero eso no sucedió. El Alfa solo lo presentó ante la servidumbre y ante Wong, su administrador, y después lo dejó solo.

Ignorado era una mejor palabra.

Casi no estaba en casa. Entre los pacientes, la hacienda y otras cosas, el hombre se desaparecía por horas y cuando regresaba, solo cenaba en su habitación (en ocasiones con Wong en el comedor) y dormía. El Omega no sabía qué sentir, debatiéndose entre el alivio y la tristeza. Por un lado, no tenía que servirle ni someterse ante el Alfa; por otro lado, se sentía solo, aburrido y abandonado.

Los criados no hablaban mucho y Wong menos.

Y en uno de esos días, en los que su marido estaba desaparecido desde hace casi una semana y el administrador no estaba cerca, decidió que quería ir al pueblo. Así que con entusiasmo y curiosidad subió a su habitación a cambiarse, después de haberle indicado a uno de los peones que le preparara un carruaje. Tony se vistió de forma sencilla, pero cómoda, lo suficientemente modesto para no llamar la atención innecesariamente, pero no tanto como para ser confundido con un Omega pobre. Con diversión, Tony refunfuñaba mientras se abrochaba los pantalones, dándose cuenta de que ya no le cerraban. Y no era para menos, la cocinera de la casa, May Parker, una mujer beta con el cabello encanecido, era una excelente cocinera que lo mimaba y lo alimentaba con cariño y amor.

Después de que encontró un traje adecuado, se puso un bonito sombrero y salió de su habitación, dirigiéndose hacia las escaleras y al patio donde el peón lo esperaba sentado en la silla desde donde dirigía los caballos.

—Llévame al pueblo, por favor.

Tony se subió al coche, ignorando la mirada de duda que el trabajador le dio. Sin más, el hombre se encogió de hombros y decidió seguir las órdenes del omega. Con un grito hizo avanzar a los caballos que tiraban del carruaje.

 

 


 

 

El pueblo era limpio y pintoresco, rodeado de casas coloridas, el palacio municipal, un banco, una iglesia, un parque y un sinfín de locales y vendedores ambulantes que daban vida al lugar. Tony merodeaba por las calles encantado, mirando con un brillo de alegría en sus ojos ante los artículos que se vendían y ante los bocadillos que le ofrecían y que compró.

Kamar-Taj era tan diferente a Titán, tan jovial y hermoso, que hacía que su corazón se llenara de alegría y nostalgia en partes iguales. Titán alguna vez fue como este distrito: vibrante y lleno de vida, pero desde que Thanos, un alfa bruto y anticuado, llegó a la presidencia, se fue marchitando lentamente.

Negando con la cabeza, Tony alejó esos tristes recuerdos de su distrito natal y, en cambio, optó por comprar un dulce de leche que le venía haciendo ojitos desde hace rato. Su dulzura encantó sus papilas gustativas y, por un instante, el deseo de llevarle a su alfa le vino a la mente. Aunque no lo veía, quería intentar acercársele; quizás esto podía ser un inicio y si no, bueno, haría el enorme sacrificio de comérselo él solito; quizás le daría algo a Wong.

Justo cuando terminaba de guardar su dulce en su morral, una voz grave, y que le puso la piel de gallina, lo llamó.

—¡Oye, tú, omega, no te he visto por aquí, ¿quién eres?!

Tony se giró para ver a un alfa alto y delgado, que traía un puro en los labios y cuyo aroma le resultó nauseabundo. Olía a vino barato y agrio.

—No, no soy de aquí, apenas llegué —respondió Tony, ignorando la pregunta, dándose la vuelta y comenzando a alejarse del hombre, buscando con la mirada al peón con el que vino y del que sabía lo había estado siguiendo desde la distancia.

—Oh, extranjero —dijo el alfa siguiendo al omega— y precioso además. Dime, dulzura, ¿tienes alfa?

—¡Sí, sí tiene y será mejor que te mantengas alejado si no quieres que te arranque la garganta de un mordisco por acosar a mi omega!

Aquellas palabras dichas por una voz de barítono, seguida de un gruñido de advertencia, paralizaron a ambos. Tony afianzó su agarre sobre su bolso, mirando cómo Stephen Strange se acercaba hacia él, abriéndose paso entre la multitud. El omega podía leer en sus rasgos el enojo y en su aroma la rabia y algo más que no pudo identificar, pero que lo hizo estremecerse.

—Doctor Strange, qué alegría verlo —dijo el alfa con fingida alegría y una sonrisa ladina.

—Ahórrate tus palabras, Killian, mantente alejado de mi omega y lárgate de aquí. —El alfa encaró al otro, liberando feromonas amenazantes y de calidad. Killian solo guardó silencio y bajó la cabeza, mostrando levemente el cuello al estar en presencia de un alfa más fuerte, sometiéndose.
—¿Qué esperas para largarte?

Killian les dio una última mirada burlona y después se fue, marchándose como la rata cobarde que era.

—Stephen…

—Ahora no, Tony, hablaremos en la hacienda —interrumpió Stephen, dándole una mirada severa al Omega —Vámonos antes de que sigamos dando un espectáculo.

Tony miró a la gente reunida y asintió, con la cabeza gacha. El peón que lo trajo por fin se acercó con el carruaje. Ambos subieron y en el resto del viaje no se dirigieron palabra alguna, sumiéndose en la incomodidad.

 

 


 

 

—De ahora en adelante, tienes prohibido ir al pueblo, ¿te quedó claro?

Gritó Stephen siguiendo al Omega mientras entraban a la casa. Tony se detuvo en el segundo escalón, girándose a ver al alfa. Los criados que se encontraban cerca huyeron de la sala.

—¡No puedes mantenerme encerrado para siempre, tengo derecho a salir!

—¡Eso hubieras pensado antes de dar un espectáculo con ese estúpido de Killian! —Stephen se acercó a Tony, cerniéndose sobre él. Tony se paralizó en su lugar, mirando con miedo al Alfa. Stephen no se dio cuenta del estado del Omega y siguió reprendiéndolo en voz alta; sus feromonas salían a raudales, enojadas y amenazadoras, mientras tomaba en sus manos las muñecas delgadas de su marido. —¡No dejaré que pongas en ridículo el buen nombre de mi familia! ¿¡Entiendes!?

Tony se soltó del agarre, poniendo distancia por el miedo y algo más. Dada la cercanía, pudo oler mejor al alfa; su aroma era más intenso de lo habitual, sus feromonas estaban más descontroladas, con un ligero toque de calor y sexo. El Omega se dio cuenta inmediatamente de que el alfa, o bien estaba a punto de entrar en celo, o recién había salido de uno. Probablemente, lo último, dado su desaparición de tantos días. Amargamente, se preguntó si su marido había pasado el celo con otro omega o beta. Ante ese hecho, la ira y posiblemente los celos tomaron el control de sí mismo, por lo que encaró al Alfa.

—Si soy una vergüenza, ¡¿por qué no te divorcias de mí y te consigues a un omega que no ponga en ridículo tu apellido?! ¡Yo no quería casarme!

Stephen se acercó más al omega, su rostro bañado en rabia, mirándolo con ojos fríos y crueles. Tony instintivamente subió el escalón, lleno de miedo y de la necesidad de mantenerse alejado del alfa iracundo.

—¡No eres el único que no deseaba casarse! Si por mí fuera, nunca lo hubiéramos hecho, pero ya estabas prometido desde hace años y Stane te vendió por una gran suma de dinero. ¡No te dejaré ir porque ahora me perteneces! ¡No lo olvides!

Stephen sentenció y después se dio la vuelta, dirigiéndose rumbo a su despacho. Al entrar, azotó la puerta al cerrarla. Tony se estremeció por el ruido y luego subió corriendo las escaleras, con lágrimas brillando en sus ojos marrones. Cuando llegó a su habitación, cerró su puerta, poniendo el seguro, se dejó caer en el suelo, abrazando sus piernas y llorando en sus rodillas.

Cualquier deseo y creencia de que quizás había llegado a un lugar mejor, con un alfa que podía llegar a tolerar e incluso a querer algún día, se escurrió entre sus dedos, tal como lo hizo la vida de sus padres la noche en que murieron.

A la hora de la cena, se negó a probar alimento y, en cambio, se metió a la cama, sumiéndose en un sueño inquieto.

 

 


 

 

—Entonces, Justin, ¿no crees que viene siendo hora de darle un escarmiento al hacendado ese?

Pregunta Killian a su primo, el alcalde, después de terminar de contarle lo ocurrido esa tarde; ambos estaban en la posada del pueblo bebiendo cerveza. Justin, un beta, dio un trago a su cerveza, pensando.

—Además, ¿no habías dicho que harías algo por negarse a pagar la cuota mensual para mantener a raya a los cuatreros? —Killian se bebió de un trago su tarro y luego le hizo un gesto a la camarera para pedir otro.

—Sí, eso dije y lo haremos, pero será al regresar del viaje. Debemos ir a Asgard a atender algunos asuntos. Después de ello veremos qué hacer para que ese hacendado cambie de parecer.

Chapter 4: Capítulo III

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Desde aquella discusión las cosas habían estado silenciosas en la hacienda. Tony no había salido de su habitación y a duras penas comía lo que May le llevaba de alimento. Por otra parte, Stephen se encontraba encerrado en su estudio, saliendo de vez en cuando para atender a sus pacientes habituales a domicilio —por la hacienda no se preocupaba tanto, ya que Wong y Rhodes, su capataz, se hacían cargo—, sentado en la silla de su despacho, dándole vueltas a la discusión que tuvo hace dos días con su omega y la posterior reprimenda que Wong le dio por su estupidez. Ahora que estaba más calmado y sus feromonas estaban controladas, podría analizar con detalle la pelea, lo que dijo y el miedo evidente que el muchacho le tenía al verlo perder el control.

Recordar esos preciosos ojos marrones llenos de lágrimas y miedo hizo que su alfa interno se agitara y gruñera. No estaba de acuerdo con el trato hacia su omega y Stephen estaba de acuerdo.

Con un suspiro se recostó contra su silla, ocultando su rostro en sus manos.

¿Ya olvidaste el trato que le daba tu padre a tu madre? Los días de angustia y abandono, las infidelidades y el trato violento hacia ella y hacia ti.

El recuerdo del alfa mayor hacia su omega era algo que Stephen siempre había odiado; y en el lecho de muerte de su madre le había jurado que, si algún día tomaba a un omega como pareja, lo trataría con amor y devoción.

Una vez me confesaste que tenías miedo de ser como tu padre, y créeme, ese día, fuiste igual que él. Solo te hacía falta golpearlo y hacerlo rodar por las escaleras.

Recordar a su omega, el aroma de su miedo, le hizo saber que había roto la promesa hacia su madre. Pero aún no era tarde, le ofrecería disculpas a su marido y haría todo cuanto pudiera para ganarse su perdón.

Asintiendo, se levantó de su silla y, con renovadas energías, se dirigió a la habitación del omega, limpiándose en el camino el par de lágrimas que rodaban por sus mejillas. En la sala, el reloj marcó las diez de la mañana.

 


 

Tony se encontraba perdido en su cabeza, trazando en las enormes hojas que Wong le había dado la segunda semana que había llegado, los planos que tenía en la cabeza desde que podía recordar. Nunca habían sido plasmados en papel cuando vivía con su padrino, dado que el hombre nunca le había dado pluma y papel. Pero ahora tenía la oportunidad de dibujarlos y escribir notas, aun cuando su caligrafía no era muy legible. Justo cuando estaba por volver a cargar la pluma de tinta, escuchó tres golpecitos que lo sobresaltaron.

—Anthony, soy yo, Stephen, me gustaría hablar contigo.

Ante la idea de estar a solas con el alfa, ocasionó que el corazón del omega latiera desenfrenadamente y su cuerpo se estremeciera. El recuerdo de esos ojos fríos, llenos de rabia dirigida hacia él, lo llenaba de miedo.

—¿Puedes abrir la puerta y dejarme pasar? Está bien si no quieres; respetaré tu decisión.

Y aunque deseaba no verlo, sabía que no podía quedarse encerrado para siempre; anhelaba estar afuera, viendo a la gente trabajar. Indeciso y vacilante, se levantó de la silla y lentamente se fue acercando a la puerta hasta que llegó, quitó el seguro y abrió la puerta, para después regresar apresurado a su asiento, sin darle la espalda a su marido. Stephen no se perdió la acción del omega, pero decidió no decir nada y, en cambio, se adentró en la habitación y se dirigió hacia la cama donde se sentó. Aun sin verlo ni decir nada, escaneó la habitación, analizando con curiosidad los papeles esparcidos por cada rincón; no lograba ver mucho desde esa distancia, solo distinguía dibujos sorprendentemente bien hechos, pero con una caligrafía pobre. Al final de su recorrido visual, sus ojos se centraron en el omega, quien se retorció en su silla.

Los ojos azules del alfa se llenaron de tristeza al ver la actitud aprehensiva de su omega. Inhalando y exhalando profundamente, el alfa habló:

—Lo lamento —Stephen carraspeó, aclarando su voz. Sus palabras llamaron la atención de Tony, quien centró sus hermosos ojos color whiskey en el alfa —Debes saber que lamento y me disculpo por arremeter contra ti, gritarte y asustarte. Estaba sensible dado que había salido de un celo recientemente y luego verte cerca de Killian me puso furioso; eso no es excusa para mi comportamiento, por lo que te ofrezco mis más sinceras disculpas.

Tony guardó silencio, sorprendido. Hacía ya un largo tiempo que no escuchaba una disculpa hacia su persona cuando lo trataba mal y estaban equivocados. Y de todas formas que un alfa se disculpara con su omega por su actitud era poco común; Stane nunca lo hizo y vaya que el hombre cometió tantos actos injustos.

—No iba a hacer nada con él —aclaró Tony en voz bajita.

—Sé que no, eres demasiado bueno para ello, Tony —Stephen hizo una pausa, debatiendo qué decir a continuación; luego se levantó de la cama y se acercó a su esposo, sentándose más cerca de él. Con cautela tomo las manos contrarias y las estrecho en las suyas. El omega miró sus manos unidas, sintiendo la suavidad de su piel y el calor que emanaba de ellas. Le resultaron bonitas y elegantes, tan abismalmente diferentes a las de su padrino, que eran toscas y ásperas. —Puedo confiar en ti, más no en ese alfa… verlo cerca de ti me asustó.

—¿Por qué?

Stephen miró con seriedad a su omega, perdiéndose en las profundidades de sus ojos.

—Killian no es bueno, Anthony, es la peor escoria que puedes conocer; hay muchos delitos a voces que ha cometido, abusos hacia omegas, pero nadie hace nada porque es primo del alcalde… Quiero que me prometas que te mantendrás alejado de él, sin importar qué, ¿lo harás?

Tony asintió vacilante.

—De todas formas, me prohibiste salir e ir al pueblo.

Stephen asiente, acariciando las manos suaves en sus manos.

—Sé lo que dije y me retracto de ello… No es justo ni sano que te la pases encerrado; podrás ir cuando quieras, siempre y cuando sea a una hora decente y acompañado.

—Pero todos son tan aburridos —se quejó Tony mostrándole un puchero al alfa. Stephen rio entre dientes; le gustaba que el estado de ánimo de su esposo empezara a cambiar.

—Bueno, estaba pensando en que sea Rhodes tu acompañante, pero si no…

Stephen sabía que se llevaba bien con el otro hombre, aunque no le sorprendía; Rhodes era un viejo alfa que protegía a los niños y a los jóvenes que vivían en la propiedad. Él había hecho lo mismo con Stephen, junto con Wong.

—¡No, si quiero!

—Bien, bien, él irá contigo, no te separes de él y mantente alejado de Killian y del alcalde —dijo Stephen con cariño —También te daré una cantidad de monedas para que puedas comprarte lo que quieras, libros, ropa, joyas, lo que desees.

—¿Puedo comprar libros? —pregunta Tony entusiasmado, pero luego, como si se acordara de algo, su semblante se entristece, desparramándose en su silla.

Stephen asiente, aunque se torna confundido por el desánimo repentino; el alfa pregunta, preocupado.

—No sé leer.

—¿No lo sabes?

—Bueno, no mucho, mis padres me estaban enseñando a leer y escribir antes de que murieran… y mi padrino, bueno, nunca vio utilidad en que un omega aprendiera.

El Alfa guardó silencio, con el ceño fruncido, pensando.

—Veré qué puedo hacer, quizás contrate una institutriz para que te enseñe. ¿Te gustaría eso, Anthony?

Tony miró a Stephen con sus ojitos bien abiertos por la sorpresa. Viéndolo así, el alfa recordó lo joven que aún era. Tony solo tenía diecisiete años, tres años más que el sobrino de la encargada de la cocina.

—Me gustaría tanto volver a aprender.

—Entonces estará hecho —dijo el alfa con una sonrisa cariñosa al tiempo en que se levantaba —Bueno, debo irme, tengo que ir a ver a algunos pacientes a sus casas y ya son cerca de las once.

—¿Puedo ir?

Stephen se detuvo a mitad de camino hacia la puerta; después se giró para mirar a su compañero.

—Olvídalo, seguramente estarás muy ocupado —agregó Tony, con la cabeza gacha, cuando tardó en responder.

—No, no es por eso, solo me sorprendió que quisieras venir conmigo, pero supongo que estaría bien… a veces necesito un asistente, ¿sabes? Póntelo algo cómodo; te espero abajo.

Tony sonrió y se apresuró a su armario; no tenía mucha ropa, pero se las arreglaría.

Media hora después, el matrimonio se encontraba en el carruaje, guiado por un peón hacia la primera casa. Wong desde el portón observó con una sonrisa de satisfacción a ambos.

 

Chapter 5: Capítulo IV

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Es sorprendente, pero esperado, lo mucho que alguien puede mejorar, tanto física como mentalmente, cuando se encuentra en un ambiente óptimo, libre de estrés y malos tratos, con una buena alimentación, amigos y diversión. Desde el momento en el que Stephen le dio rienda suelta a su omega, dejándolo salir, estudiar y vivir simplemente, este mejoró. Tony se volvió más alegre y risueño, hablador como nadie (y vaya que hablaba), sarcástico e irreverente cuando algo no le gustaba, amable y cariñoso con quien se dejaba. También había ganado una cantidad saludable de peso debido a la comida y los postres que May siempre le daba.

Tony floreció en pocos meses, desarrollando su personalidad y su inteligencia a niveles que dejó sorprendido al maestro que Stephen había contratado para enseñarle a él y a Peter (a petición de Tony, porque se había encariñado y hecho amigo del otro Omega), sobre una inmensa variedad de temas.

 —Creo que sería bueno contratar a otros maestros, Doctor Strange, si quiere que su Omega siga estudiando. Tiene una mente brillante y en estos dos meses ha aprendido más que mis otros estudiantes; lo mismo sucede con el joven Peter. Ambos pronto superarán mis conocimientos.

Le había dicho una tarde el maestro al Alfa y este, al querer darle todo a su omega, accedió. Y una semana después había nuevos maestros en la hacienda. Tony y Peter se emocionaron y Stephen sonrió satisfecho por la alegría de ambos.

Y así, entre más mejoraba Tony y los días pasaban, algo sorprendente e inesperado sucedió.

Una tarde, cuando el sol comenzaba a descender del cielo y la luna se volvía más brillante, Stephen se dirigía a la fragua que había mandado construir para los dos omegas revoltosos, dispuesto a sacarlos para que se ducharan y comieran. Al llegar, el alfa esperó en la puerta, mirando con cariño a ambos trabajar, cuando el viento sopló a través de la ventana abierta. El aire alborotó el aroma del fuego, el metal y un aroma en particular que hizo que el alfa interno del doctor gruñera de aprobación.

Olía a cítricos combinado con algo maderoso y fresco, mezclado con los olores de la fragua y algo que solo pertenecía al omega mayor.

Stephen gruñó, alertando a ambos ocupantes, quienes se paralizaron por el sonido. Peter fue el primero en voltear y cuando el joven muchacho vio los ojos del alfa, se sonrojó y optó por huir del lugar. Tony miró confundido a su amigo, mientras Stephen lo miraba salir de la fragua.  El omega miró a su compañero con un puchero, por haber asustado al adolescente. Comenzó a reclamarle por su comportamiento, pero Stephen no escuchó. El doctor se encontraba completamente perdido y atontado, mientras se acercaba lentamente, mirando con intensidad a su marido, que lo miraba atento y confundido. Stephen inhaló profundamente, llevando hacia su nariz ese embriagador aroma que lo había cautivado.

Su alfa cantaba alegremente ante el aroma, gruñendo de posesividad. Al estar frente a frente, Stephen llevó con cautela una de sus manos a la mejilla de su compañero y con dulzura acarició la tierna piel, sintiendo bajo su mano el estremecimiento que sacudió el cuerpo del omega. Tony se quedó quieto en su lugar, sin comprender realmente lo que le sucedía al alfa, aunque debía ser bueno, porque su lado omega ronroneaba de alegría ante las atenciones.

Stephen se agachó y llevó su nariz hacia el cuello de su esposo, enterrándola en el lado derecho donde se encontraba una de las glándulas odoríferas del Omega. Inhaló profundamente y su pecho emitió un ronroneo fuerte. Su alfa gruñó de satisfacción al poder oler por primera vez a su omega.

—Puedo olerte —susurró Stephen contra el cuello de Tony, provocando que se estremeciera —Me gusta.

Tony olfateó el aire y comprobó, que efectivamente, su aroma había vuelto.

—Hace años que no producía olor— respondió Tony, débilmente, acurrucándose contra el pecho del alfa, buscando oler su propio aroma. Stephen olía a madera fresca y te negro, al campo y algo que solo pertenecía al doctor. Stephen se separó y Tony gimió por la pérdida de contacto. El doctor tomó sus mejillas, alzando su rostro y haciendo que lo viera sin apartar la vista. Tony se perdió en la marea azul que eran los ojos del alfa, que lo miraban con deseo y cariño.

—Se sabe que los amegas que son sometidos a altas dosis de estrés, a una mala alimentación y en general una mala calidad de vida, pierden su aroma, sus feromonas se vuelven débiles y dejan de tener sus celos— explico Stephen.

—¿Crees que ahora entraré en celo?

—Probablemente, ¿Cuándo? No sé, pero sucederá. Si quieres te explicare lo que sucede, lo que puedes tomar para que no sea intenso…

—¿Lo pasarías conmigo? — pregunta Tony con timidez.

—Si eso quieres, pero creo que sería bueno que lo pasaras solo, que conocieras mejor lo que sucede con tu cuerpo. Te daré medicina para que no sea insoportable y puedes pasarlo con Peter. Es bien sabido que cuando se pasa con un omega cercano, todo es más tranquilo.

Tony asiente, haciendo un puchero por el rechazo. Su omega chilla de decepción.

—No te pongas triste, no es un rechazo, quiero que te conozcas como omega; que estés listo y cuando eso suceda, y si aún me quieres, lo pasaré contigo.

Tony asiente y Stephen le da una sonrisa tranquilizadora, atrayéndolo hacia su pecho para abrazarlo. Ambos se funden en el abrazo, respirando con alegría el aroma del otro.

 


 

—¡Hey!, ¡Doctor Strange, no puede entrar ahí!

Stephen se quedó paralizado con la mano en alto frente a la puerta de su dormitorio. Girando la cabeza se encontró con Peter, quien venía cargando una canasta rebosada de comida y botellas de vidrio, muy seguramente llenas de agua o jugo. Había una mirada de reproche en el rostro juvenil del Omega que hizo que Stephen sonriera. El chico siempre le recodaba a un cachorro muy dulce y excitable.

—¿Y se puede saber por qué no puedo entrar a mi habitación? — pregunto Stephen, girándose por completo y cruzando los brazos para ver al chico, olvidando un poco su cansancio al haber estado fuera un par de días.

Peter vaciló un poco mirando entre la puerta y su patrón.

—B-bueno, lo que sucede es que el señor Stark pronto entrara en celo, por lo que no puede pasar— respondió el joven tartamudeando algunas palabras. Luego su actitud cambio por completo— No se permite la entrada a alfas.

Stephen arqueó una ceja.

—¿Por qué en mi habitación y no en la suya?

—Porque yo le dije que sería más beneficioso y fácil pasar su calor en una habitación donde se sienta seguro y tranquilo, rodeado de los aromas que lo hacen sentir bien, y el señor Stark dijo que le gustaba su aroma y se sentía seguro en su cuarto, Doctor Strange.

Ante las palabras del adolescente, algo cálido floreció en el pecho del doctor quien tarareo de acuerdo. La verdad sea dicha, le alegraba que el Omega se sintiera cómodo con él, si bien aún había cierta vacilación a la hora de interactuar, le daba gusto que su esencia sea bienvenida. En los inicios en una relación era bien sabido, que primero se aceptaban el lobo interno de cada uno, si Alfa y Omega estaban a gusto la relación prosperaría, si no lo hacía, ambos serían miserables, sufriendo por el rechazo. Eso sucedía en algunos matrimonios arreglados, y Stephen le alegraba saber que eso no sucedería en el suyo con Tony.

—Supongo entonces que deberé de ir a otro lado de la casa por los próximos días, ¿no?

Peter asintió tímidamente.

—¿Al menos puedo sacar mis cosas?

—El señor Wong las saco ayer por la tarde y las puso en una habitación de invitados en otra ala de la hacienda.

Stephen resopló. Que entrometido era su amigo..

—Entonces los veré en unos días— admitió Stephen resignado, dándose la vuelta para salir del pasillo— Por cierto, Peter.

El adolescente se detuvo, con una mano en el picaporte de la puerta, esperando a que el Alfa hablara.

—Te agradezco que lo ayudes, que le expliques todo lo que se debe saber de ser un omega, a conectar consigo mismo.

Y eso en sí mismo era un poco irónico y triste, Tony no había tenido a alguien que le enseñara y le explicara cómo funcionaba su segundo género; su padre omega había muerto antes de que le explicara, y su padrino lo mantuvo encerrado y en el olvido, impidiendo que congeniara con su segunda naturaleza. Por fortuna Peter se había unido al omega mayor y le había explicado todo y si bien su experiencia no era mucha, ya que él era más joven, era mucha más que la que su marido tenía.

—Es un gusto ayudarlo, el señor Stark ha hecho mucho por mí, me alegra poder devolverle un poco de ello.

Stephen asintió y se marchó, dejando al adolescente atrás. Peter sonrió y entro a la habitación, sonriendo más ampliamente cuando se encontró a su amigo en la cama matrimonial construyendo un nido, tal y como le había enseñado, con mantas, almohadas y la ropa del alfa robada del armario.

 


 

Killian observó salir de la oficina del Alcalde a un grupo de Betas, un par de ellos llorando (mujeres) y otros furiosos, algunos le dirigieron una mirada llena de rabia y Killian solo sonrió burlonamente. Según había entendido, habían venido a denunciar el abuso de autoridad por parte de algunos vigilantes, quienes les confiscaron injustamente sus productos de venta, dado que no había podido pagar el derecho de piso, que cada mes subía más. Levantaron la denuncia, pero sabía que su primo no haría nada.

—Entra ya, Killian, tengo algo que contarte.

El Alfa escuchó la voz de Justin hablarle y entró a la oficina, viendo a su primo sacar de un cajón en el escritorio su caja de puros. Justin le ofreció uno y Killian acepto, prendiéndolo de la vela más cercana.

—Esta noche, le daremos un escarmiento al doctorcito ese.

Killian sonrió perversamente.

—¿Qué harás?

El Beta le dio una calada a su puro y dejo salir el humo de una sola exhalación. Sonrió, imitando la sonrisa de su primo.

—Los muchachos le robarán unas cabezas de ganado, a un par de hacendados más también, para que no sospechen que fue premeditado… ya tengo comprador y nos pagará una gran suma de dinero.

Ambos les dieron una calada a sus puros y exhalaron, saboreando su sabor y el sabor del dinero.

—Deberíamos deshacernos del él, si muere su Omega heredaría y como no debe quedarse sin Alfa, podía hacerlo mío y quedarnos con todo. Strange ya es un Alfa viejo y enfermo, que no tardará en morirse, por lo que no será problema.

—No es mala idea, pero eso lo haremos después, ahora apúrate para irnos.

Chapter 6: Capítulo V

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Stephen ajustó su gabardina, incómodo por la temperatura alta que hay en el palacio municipal. Con un semblante cada vez más de enojo, mira hacia el reloj de la pared; las manecillas marcan la una y cuarto y no puede evitar un gruñido de frustración. Lleva desde las nueve de la mañana, esperando a que el alcalde se digne a recibirlo y atienda su problema.

Ayer en la madrugada habían robado varias cabezas de ganado; lo mismo había sucedido con otros hacendados, quienes al preguntarles acordaron que se habían negado a pagar la cuota de vigilancia. Stephen sabía bien que esto era obra del alcalde por no pagar, pero sin pruebas, no podía denunciar en el Palacio Municipal de la Capital.

—Deberíamos ir a la Capital y hablar con el Gobernador directamente. Justin ya tiene mucha cola que le pisen.

Stephen mira de reojo a la alfa, Virginia Potts, a quien cariñosamente su marido llama "Pepper".

—Podríamos, pero necesitamos pruebas sustanciales, no solo chismes de cantina.

Justo antes de que la alfa respondiera, ambos oyeron que la puerta de la oficina del alcalde se abrió, dando paso al secretario.

—Su excelencia los recibirá ahora, Doctor Strange, señora Potts.

Ambos se levantaron y Stephen contuvo un suspiro de fastidio, siguiendo a los dos al interior de la habitación.

 


 

—Sabía que esto sería una pérdida del tiempo, pero esta vez Justin se superó.

Stephen resopló divertido por el disgusto de la alfa mientras miraba al cielo que comenzaba a nublarse. Internamente, se maldijo por no haber traído coche y venir a caballo. Podía sentir cómo se gestaba un dolor de cabeza y sus tripas gruñir de hambre. A su lado, la alfa imitó su acción para después llamar a su coche.

—Ya sabíamos qué pasaría y aun así venimos. Te veo luego, Virginia.

La alfa asintió a través de la ventana del coche y luego se marchó. Stephen se acercó a su caballo, agradeciéndole al niño que se lo cuidó y dándole una jugosa propina.

Era cerca de las cuatro cuando llegó a la hacienda, cansado y hambriento. Deseaba un buen baño, una cuantiosa comida y la compañía de su omega; su marido había salido de su celo hace dos días y aún estaba cariñoso y dócil. Lamentablemente, sus planes se vinieron abajo cuando vio un carruaje frente a la puerta principal, cerca de la fuente.

Mientras desmontaba, vio que su omega se acercaba, con un semblante de angustia y preocupación. Inmediatamente, Stephen se tensó igual que su lado alfa, quien gruñó al oler el estado deprimente de su omega.

—Tony, ¿qué sucedió?

—Tu padre falleció, lo trajeron hace una hora; Wong se está haciendo cargo del velorio —el tono y la actitud de Tony era cauteloso y vacilante. Tony sabía la mala relación que su marido había tenido con su padre, el maltrato hacia él y su madre, por lo que no sabía cómo lo tomaría.

Stephen escuchó atento las palabras de su compañero mirando hacia el edificio, observando a través de los ventanales a los criados trabajar. El doctor dejó escapar un suspiro de cansancio.

—Hay que prepararnos para la noche.

Tony asintió analizando los ojos tristes del alfa y su postura encorvada. A pesar de todo, a pesar de que haya sido un padre cruel e indiferente, fue su padre.

—¿Estás bien?

Stephen centró su atención en Tony, mirando sus bonitos ojos castaños que titilaban de tristeza y preocupación.

—No, no sé, pero me alegro de que estés aquí conmigo.

Tony le respondió con una sonrisa tímida y unas mejillas sonrosadas; su mano derecha se estiró para tomar la contraria, dejando sobre la piel suave tiernas caricias con el pulgar.

—Ven, vamos a darte un baño y alimentarte; desde aquí puedo oír tu estómago gruñir y apestas.

Stephen sonrió y rió entre dientes, dejándose llevar por su dulce Omega.

 


 

Stephen se despierta, removiéndose con cuidado, mientras sus sentidos vuelven a un estado de vigilia. Inhala profundamente y sus pulmones se llenan de precioso aire y del aroma de ropa limpia y de un aroma delicioso que inmediatamente lo hace sonreír. Al abrir los párpados, inmediatamente dirige toda su atención a su marido, quien aún duerme profundamente, acurrucado sobre su pecho. Las suaves respiraciones sopladas contra su piel le ponen la piel de gallina y una mirada cariñosa ilumina sus ojos azules. El alfa se estira y entierra su nariz sobre los rizos desordenados del omega, ronroneando de felicidad.

Tony se remueve en los brazos de Stephen y lentamente comienza a mostrar signos de despertar.

—Buen día —susurra Stephen, dejando un beso sobre la coronilla de su esposo. Tony responde y se acurruca, apretujándose contra el cálido cuerpo del doctor, apretando su agarre sobre su pecho y pasando una pierna sobre su cintura. Stephen se ríe y simplemente se queda quieto, dejando que su compañero lo envuelva como un pulpo —Me pregunto: ¿cuándo regresarás a tu habitación?

Su tono es en broma y Tony sonríe acomodándose mejor.

—Nunca, jamás regresaré a mi cuarto, y será mejor que te hagas a la idea de que esta será mi nueva habitación.

Stephen se ríe entre dientes y lo besa nuevamente, respirando profundamente y sintiéndose feliz como nunca antes. Su omega había decidido quedarse en su habitación después de su celo, argumentando que le gustaba ese cuarto porque la luz del sol calentaba mejor. Pero Stephen sabía bien que era porque le gustaba dormir a su lado.

—¿Qué hora es?

—Cerca de las diez, por Dios, dormimos mucho hoy —responde Stephen mirando al reloj segundero en estado de shock al ver la hora. Nunca se había levantado tan tarde desde que se presentó como alfa; su padre nunca lo dejó. Mirando el día, se da cuenta de que es el cumpleaños de su esposo—por cierto, feliz cumpleaños.

—Nos quedan cuatro horas para la inauguración del hospital; vuelve a dormir, Stephen, aún es muy temprano —dijo el omega en tono quejoso— y gracias por felicitarme.

Acto seguido, el Omega se movió, acomodándose y suspirando feliz, al cabo de un par de minutos se vuelve a dormir. Stephen parpadea divertido por el drama de Tony, pero no hace nada. Sabe que ya no se volverá a dormir y que debería levantarse para hacer sus obligaciones, pero está tan cómodo y cálido en su cama que decide por hoy mandar todo al diablo y quedarse con su Omega.

Más tarde, cerca de las dos de la tarde, ambos reciben al médico y a su esposa enfermera, quienes habían sido contratados para hacerse cargo del pequeño hospital del pueblo. La inauguración está llena de alegría y agradecimiento por parte de la gente al saber que tendrán un lugar bueno para atenderse y completamente gratuito.

 


 

La tranquilidad de la noche se vio cruelmente interrumpida por el sonido de las campanas provenientes del patio. Stephen y Tony se despertaron sobresaltados, mirándose con confusión y miedo. Stephen es el primero en espabilarse, saliendo de la cama apresurado y tomando de la silla su ropa del día.

—¿Qué sucede, Stephen? —Tony comienza a imitar la acción de su alfa, olfateando en el aire el estado alterado de su compañero. El omega libera con sutileza feromonas tranquilizantes.

—Algo malo.

Tony se sobresalta cuando oye la voz de Wong a través de la puerta, golpeándola con fuerza.

—¡Stephen! ¡Stephen, date prisa, han incendiado los maizales!

Chapter 7: Capítulo VI

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Todo era un caos en la plaza del pueblo, cerca del hospital y de la iglesia. Los pobladores iban y venían, trayendo y atendiendo a los heridos que venían en las carrozas provenientes de la hacienda. El aire estaba cargado de miedo y pánico, mezclado con los inconfundibles aromas de sangre y carne quemada. Dado que la clínica y la iglesia no se daban abasto para recibir a los pacientes, muchos se encontraban acostados en el suelo gritando y retorciéndose de dolor, pidiendo ayuda y misericordia; los más graves, lamentablemente, sucumbían a las quemaduras, marchándose de la vida en un mar de llantos y gritos por parte de sus familiares. Tony se encontraba cerca de la iglesia, atendiendo a los que tenían quemaduras menores, tal y como su alfa le había enseñado. Muchos considerarían este ambiente poco ideal para un omega, menos para uno de su posición, pero a Tony no le importaba; deseaba poder ayudar y francamente ya se había acostumbrado a los gritos, los heridos y las muertes. Titán es así en la actualidad: sombrío, peligroso, con un muerto cada hora en algún callejón sucio y oscuro, si es que alcanzaba a llegar; si no, en cada esquina o en medio de la calle.

—¡Tony!

El omega volteó hacia su izquierda de donde escuchó a su marido hablarle. Stephen, lucía desalineado, sucio y cansado; llevaban horas ahí y, según el reloj de la iglesia, eran ya cerca de las dos de la madrugada. Tony terminó de vendar el brazo de un niño y se levantó, mirando con atención a su esposo.

—Es hora de irnos, Tony, terminamos aquí; Banner y Christine se quedarán de guardia y yo regresaré mañana a relevarlos. Ven, vámonos; luces agotado.

Stephen tomó con cautela y cariño la mano de su esposo, acercándolo a su cuerpo y acomodándolo debajo de su brazo. Ambos comenzaron a caminar rumbo hacia donde habían dejado el carruaje en el que habían venido. Stephen se detuvo por unos minutos en el hospital para tomar su maletín médico.

—¿Estás seguro, Stephen, de irnos y dejarlos? —preguntó Tony con preocupación, viendo a su alrededor.

—No podemos serles de ayuda si estamos agotados. Vendremos al medio día y, si quieres, puedes venir.

Tony asintió vacilante, aceptando la ayuda de su esposo para subir al carruaje.

Mientras tanto, cerca de los maizales, Wong y Rhodes se encontraban terminando de revisar los maizales, ahora que el fuego comenzaba a apagarse en búsqueda de más cuerpos. Steve y Bucky, dos viejos exsoldados, habían regresado del último viaje hacia el hospital donde dejaron a los últimos heridos. Los cuatro se reunieron para compartir opiniones sobre lo sucedido, argumentando que el incendio tenía finta de haber sido provocado. A su alrededor el aire era nauseabundo, oliendo a ceniza y cuerpos quemados.

—¡Patrón, patrón!

Wong se giró hacia su izquierda, hacia el grupo de peones que se acercaban y arrastraban a un hombre que forcejaba.

—Encontramos a este hombre rondando por los maizales; él fue el que inició el incendio, nosotros lo vimos con antorcha en mano.

Uno de los peones alzó la cabeza del hombre por los cabellos con enojo, exponiendo su rostro magullado y ensangrentado.

—No es cierto, patrón, están mintiendo.

—Ese es uno de los hombres de Killian.

—¿Estás seguro, Bucky?

—Seguro, Steve, lo vi el otro día en la cantina del pueblo hablando con él.

El campesino intentó defenderse, pero Wong lo ignoró; en cambio, ordenó que se lo llevaran a la hacienda de Virginia, ya que era la única que tenía celdas, porque por ningún motivo lo entregaría a la comandancia, sabiendo bien que ahí no harían nada.

—Esto entonces es obra de Justin o Killian —dijo Steve, enojando, gesticulando con las manos— una tetra, al igual que el robo del ganado, porque Stephen no aceptó pagarles a esos holgazanes por su dizque vigilancia.

—Ahora que tenemos a uno de sus hombres, podemos demandar, ir ante el Gobernador —dijo Bucky mirando con seriedad al administrador y al capataz.

—Le informaré de ello a Stephen; por ahora, váyanse a descansar.

Wong se marchó, siendo seguido por Rhodes; ambos hombres iban hablando en el camino, dirigiéndose a la casa, dispuestos a hablar con Stephen.

 


 

En el pueblo, algo alejado de toda la conmoción, un hombre vestido con capa y sombrero se dirigía apresurado hacia la casa del alcalde. Cuando estuvo frente a la puerta, tocó con fuerza y desesperación. En el interior, los dos ocupantes se despertaron sobresaltados. Justin fue el primero en salir, seguido de su primo.

—¡Ya voy, dejen de tocar la puerta así!

Justin abrió la puerta con brusquedad, mirando con enojo a uno de sus hombres que trabajaban en la hacienda de Strange.

—¿¡Qué quieres!?

Killian se colocó detrás del beta, ajustando su bata, ya que el frío sopló con fuerza.

—Atraparon al tuerto, patrón.

Justin abrió los ojos con sorpresa y jaló al hombre, metiéndolo a la casa. Antes de cerrar la puerta, miró hacia afuera, revisando que no hubiera nadie que hubiera escuchado. Con un portazo se giró hacia el campesino.

—¿Qué pasó? Y explica bien.

—Pues, fuimos a la hacienda a incendiar los maizales como nos ordenó —inició a explicar el peón, con voz temblorosa, quitándose el sombrero que llevaba y estrujándolo entre sus manos con miedo —El fuego inició, arrasando con todo; la gente comenzó a gritar y pedir ayuda, y la mera verdad, patrón, yo me quedé a ayudar, es mi gente. Yo me alejé y el sargento se quedó; volví y vi cómo otros peones lo agarraban y se lo llevaban a rastras. Alcancé a escuchar que ellos lo habían visto iniciar el incendio.

—¿Te mencionaron? —preguntó Killian. Justin escuchaba atento, recargado contra el respaldo del sillón.

—No, patrón.

—¿Y luego qué pasó?

—Pues los seguí, lo llevaron ante Wong y Rhodes y otros dos peones. Wong ordenó que fuera llevado a la hacienda de Virginia.

—¿¡Por qué!? —No debieron haber hecho eso, yo soy la autoridad —Justin gritó indignado.

—Que por que no confían en usted.

—¡Maldita sea, eso complica las cosas!

Justin comenzó a caminar de un lado a otro por la habitación, con la mano derecha en el mentón, pensando.

—Ahora hay que arreglarlo. Killian, ve y despáchate al tuerto, no podemos darnos el lujo de que suelte la lengua y esta vez hazlo bien —Justin señaló al campesino— Y tú, será mejor que te desaparezcas por un tiempo. Ahora lárguense.

 


 

—¿Tienes que irte tan pronto? Apenas has dormido algunas horas desde que regresamos del pueblo.

Tony se encontraba en la cama, con rastros de sueño, observando a su marido prepararse para el viaje. Cuando volvieron del pueblo, Wong y Rhodes los habían interceptado, contándoles lo sucedido y aconsejándole a Stephen que era hora de ir a la Capital.

—Justin y Killian, y otros de la jefatura son unos corruptos, tienen mucha cola que les pisen.

—Tienes razón, Wong, la verdad que desde hace ya un tiempo quería ir, pero desde el robo del ganado había tomado una decisión.   Dile a Steve y Bucky que nos iremos cerca de las siete, que descansen lo más que puedan.

Wong y Rhodes asienten, marchándose del lugar.

—Es necesario y después del asesinato del peón y de Killian en su celda, estoy seguro de que Justin buscará venganza por matar a su primo. Deberemos llegar mañana por la tarde a la capital.

Stephen no se equivocaba sobre Justin; el hombre arremetería, pero no por venganza, sino por sentirse acorralado. Si lograban llegar a la Capital y presentarse ante el Gobernador Fury, no tendría oportunidad; el hombre no lo tenía en estima y era eficaz en lo que hacía.

Tony asintió, recordando lo sucedido en la madrugada. Killian había ido a la hacienda de Virginia aparentemente para asesinar al peón encerrado. Lo logró, pero tuvo la mala suerte de ser descubierto por Clint, quien también lo terminó matando. Alrededor de las cinco, habían sido llevados los cuerpos a la comandancia.

—Cuídate, Tony —Stephen besó a su Omega, rozando sus narices con ternura.

El omega respiró el aroma de su compañero, sintiendo como su corazón se estrujaba al ver a su alfa partir. Su omega interior se removió con inquietud.

 


 

Entre los árboles, cerca de la ruta que conducía hacia la Capital, se escondían hombres armados, acechando y esperando a su objetivo. Cerca de las diez, se escucharon los cascos de los caballos acercándose. Los bandidos se tensaron y se prepararon, tomando sus armas.

—Prepárense, no dejen a nadie vivo.

Los tres jinetes siguieron su camino, apretando las riendas en sus manos y teniendo cuidado de no caer por el barranco. Steve y Bucky iban detrás de Stephen y, sin esperarlo, oyeron el sonido distintivo de un disparo. Los dos hombres vieron con horror cómo el doctor se sacudía hacia atrás por el impacto, perdiendo el equilibrio y cayendo por el barranco.

—¡Stephen!

Escucharon más disparos y, como buenos exsoldados, se tiraron al suelo, cubriéndose y respondiendo al fuego. Los caballos huyeron asustados.

El infierno se desató y ambos se miraron brevemente, rezando para que este lugar no se convirtiera en su tumba.

Chapter 8: Capítulo VII

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Tony se paseaba inquieto por su habitación, alternando entre sentarse y pararse de la cama o el sillón o viendo por la ventana abierta, recargándose contra el balcón, como ahorita. Su omega interior enviaba oleadas de angustia y temor que no hacían nada por tranquilizarlo. Stephen se había ido hace dos horas y, francamente, no sabía si podría aguantar hasta que volviera.

No era la primera vez que sentía esa horrible sensación, ¿sabes?, este miedo y desesperanza la había sentido aquella noche en que sus padres salieron por la puerta de la mansión rumbo a una gala, mientras él esperaba impaciente en su habitación, mirando a través de la ventana a que volvieran sanos y salvos. Solo deseaba que su Alfa no terminara como sus padres porque simplemente no sabría qué hacer; se volvería loco de dolor y tristeza.

Tony respiró temblorosamente, conteniendo las lágrimas que se formaban en sus ojos, mirando hacia la lejana puerta de la pared que bordeaba la hacienda. También sentía un poco de culpa al no haber podido ir al hospital como deseaba hacer, pero simplemente no pudo; no podría concentrarse en los heridos si pensaba tanto en su marido y si estaba bien.

A lo lejos pudo escuchar los cascos de los caballos y gritos desesperados que llamaron su atención. No podían distinguir lo que decían, pero pudo ver que varios peones corrían hacia los recién llegados, con armas en mano, dado que se les había dado la orden de proteger la hacienda. Cuando las figuras se acercaron, pudo distinguir a Steve y Bucky, uno montando a caballo y el otro dirigiendo una carreta vieja.

No había rastro de Stephen y aquel hecho lo hizo tambalearse.

¿Por qué volvieron tan pronto? ¿Qué sucedió? ¿Dónde estaba su marido?

Sin poder esperar más y con el corazón latiendo angustiado, corrió hacia el patio principal. Podía oír a ambos gritar órdenes, pidiendo que fueran por el Doctor Banner y su esposa.

—¡Y lleven a este infeliz a la hacienda de Virginia y pidan que lo encierren! ¡Clint! ¡Natasha! ¡Vigílenlo bien!

Tony por fin llegó a la puerta, escuchando las últimas palabras de Wong y Rhodes. El omega vio como Clint y Natasha se llevaban a Justin Hammer, mientras el capataz, el administrador, Steve y Bucky bajaban de la parte trasera de la carreta a su alfa. En estado de pánico, se acercó a ellos.

—¿¡Qué pasó!? —grito histérico, acercándose y viendo el estado lastimado de Stephen. Tenía cortes y raspones en todos lados, sangre manchando su preciosa piel blanca y el frente de su camisa cerca del hombro izquierdo —¿¡Le dispararon!?

Wong lo miró y asintió, con los labios apretados y con preocupación. Todos se movian lo mas rapido que podian sin lastimar mas al alfa, deseosos por acomodar a Stephen en una cama y evitar seguir agravando más sus heridas.

—Fue una emboscada, Justin lo hizo.

Tony abrió la puerta de la habitación de ambos y se dirigió a la cama, apartando las cobijas y ayudando a depositar a su marido en ella. Rhodes comenzó a quitarle la ropa con ayuda de Wong, desechando la camisa y echándole un vistazo a la herida de bala.

—Hicimos lo que pudimos con lo poco que sabemos de primeros auxilios del ejército —explicó Bucky, ayudando a Tony a quitarle las botas al doctor.

Steve se acercó con una palangana llena de agua limpia y trapos limpios que la criada había traído. Tony, Bucky y Wong tomaron la tela y comenzaron a limpiar con suavidad las heridas menos severas. Rhodes presionaba la herida de bala para evitar que sangrara. Los tres escucharon al omega jadear horrorizado. Cuando se giraron y miraron, se dieron cuenta del estado de las manos del doctor.

—Sus manos —dijo Tony con voz temblorosa, acunando con suavidad las manos maltratadas de su marido. Un quejido se escuchó y los cuatro prestaron atención al doctor que lentamente volvía a la conciencia —¿Stephen?

El doctor lentamente fue abriendo los ojos, parpadeando y gruñendo de dolor.

—Tranquilo, alfa, tranquilo. —Estás bien, estás en casa, mi amor, estás a salvo. —Tony llevó una mano hacia la mejilla menos lastimada de su marido, dejando que él lo olfateara y reconociera su olor.

—¿Tony?

—El mismo, estoy aquí, el doctor Banner llegará pronto.

Stephen asintió moviéndose entre gruñidos y jadeos de dolor para tratar de acomodarse mejor. Media hora después, el doctor Banner y su esposa Christine ingresaron a la habitación, seguidos del joven Peter, quien cargaba el maletín y otras cosas.

—Por favor, salgan de la habitación y déjenme a solas con el doctor Strange. —Puede quedarse, señor Strange.

Banner habló con profesionalismo, acercándose a otra palangana para limpiarse las manos, ayudado por su esposa.

Tony dejó escapar un suspiro de alivio, creyendo por un momento que a él tampoco se le permitiría quedarse. Pero todos sabían que sería contraproducente alejar a un omega angustiado de su alfa herido y vulnerable. Los demás salieron del cuarto, dejándolos trabajar y dirigiéndose hacia el despacho para hablar de lo sucedido. Mientras hablaban, la tía May y Peter cuidaron de las heridas de Steve y Bucky; ninguno de los dos tenía heridas que pusieran en riesgo sus heridas.

—Rhodes partirá hacia la capital para hablar con el gobernador. —Como Steve está menos lastimado, te acompañará. Llévense a otros peones armados —ordena Wong, mirando a ambos hombres.

Ambos asienten y se marchan para prepararse para el viaje.

 


 

Las horas pasaron y, al final de la noche, el doctor Banner y Christine habían terminado de curar a Stephen.

—Hicimos todo lo que pudimos; fue un milagro que no se rompiera el cuello al caer del caballo y rodar por el barranco. Se extrajo la bala y se limpió la herida; hicimos lo mismo con sus manos. —Solo queda esperar que la herida no se infecte —explicó Christine con voz suave y dulce a Tony, tratando de tranquilizarlo, puesto que el aroma a omega angustiado era intenso, inundando la habitación —Sé que es insensible decirte esto, pero trata de tranquilizarte, tu alfa no puede oler tu angustia o eso lo hará perder el juicio.

Tony asintió, mirando a Stephen con profunda preocupación.

—Regresaremos mañana por la mañana para ver cómo está —dijo Banner, ajustando sus lentes, con maletín en mano. Su esposa tomó la otra valija y ambos se dirigieron hacia la puerta para marcharse, no sin antes dejarle un frasco de láudano para el dolor y qué hacer en caso de tener fiebre.

Tony los vio partir y, al cerrarse la puerta, inmediatamente corrió al lado del doctor, acercando el sillón a la cama y sentándose en él para vigilarlo.

La noche sería larga y angustiante.

 


 

Cerca de las tres de la madrugada, Stephen comenzó a sudar y a hablar palabras inteligibles; la fiebre se estaba haciendo presente y eso solo indicaba que su cuerpo estaba tratando de luchar contra la infección inevitable. Tony pidió trapos y agua a Peter, quien había ido a serle de compañía. El joven regresó a cuestas con Wong, Rhodes y Steve, los tres preocupados por Stephen.

En cuanto entraron los tres adultos, se quedaron paralizados en la puerta ante el gruñido de advertencia que resonaba por la habitación silenciosa. Peter también se había quedado quieto a mitad de camino, mirando con cautela al omega mayor. Tony los observaba desde la cama, muy cerca de su marido, en postura defensiva y mostrando sus pequeños colmillos. El aire apestaba a omega salvaje, y en los ojos del mayor se veía la desconfianza. Peter inmediatamente liberó su aroma y feromonas, atrayendo la atención de su amigo. Tony lo reconoció inmediatamente como omega, por lo que se calmó un poco; después volvió a centrar su total atención en los tres que aún esperaban en la puerta.

—Señor Rhodes, señor Steve, creo que sería bueno que se fueran; ambos son alfas y están poniendo nervioso al señor Stark.

Los dos asintieron mirando al niño con seriedad, aceptando su pedido. Ambos retrocedieron y se marcharon, dejando solo a Wong con los dos omegas. Peter se acercó y dejó sobre la cama la palangana y los trapos. Wong entró a la habitación con cautela, mirando al omega mayor con atención, y en voz baja y suave comenzó a hablarle, liberando su aroma y feromonas para indicar que era un beta.

—Anthony, tranquilo, está a salvo, los alfas se fueron.

Tony parpadeó, un poco aturdido.

—¿Está bien, señor Stark?

Tony dirigió su atención al joven, mirándolo perplejo, asimilando lo que había sucedido. La consternación y la vergüenza se apoderaron de sus rasgos e inmediatamente comenzó a disculparse.

—No es necesario que se disculpe, es comprensible que hayas querido proteger a tu alfa herido de otros alfas —dice Wong con sabiduría y paciencia —Ahora que está calmado, vamos a controlar la fiebre de Stephen.

El omega no dijo nada y, en cambio, tomó el paño húmedo que Peter le ofrecía y lo colocó sobre la frente de su marido. Stephen gruñó por el frío del trapo contra su piel febril, moviéndose para alejarse, pero Tony lo detuvo y lo tranquilizó.

 


 

La mañana siguiente llega dolorosamente lento, dejando con incertidumbre a los habitantes de la casa. Stephen se encontraba tranquilo, aun con fiebre, pero controlada. Tony se encontraba dormido en el sillón, completamente agotado por el estrés y por el pequeño episodio de anidación inducido por el miedo y la necesidad de proteger y mantener cómodo a su alfa. Peter se había ido a su habitación al alba, mientras que Wong se quedó, cuidando de ambos. Un par de horas después, el doctor Banner y su esposa habían vuelto a revisar a su paciente, limpiando minuciosamente sus heridas, siendo vigilados por un omega ansioso y sobreprotector.

—Aún es incierto, pero tengo la certeza de que el doctor Strange se recuperará favorablemente.

—¿Y qué pasará con sus manos? —pregunta Wong mirando al doctor para después centrar su atención en el nervioso omega que acomodaba las mantas y almohadas alrededor de su alfa, escuchando la conversación.

—No estoy seguro, algunos dedos se fracturaron, no pude hacer mucho salvo entablillarlos, solo el tiempo y la rehabilitación lo dirán.

Christine se acerca, con un frasquito de láudano y una pomada en sus manos, entregándoselos a Wong.

—Esto le ayudará para el dolor, y esto para los hematomas.

Ambos betas se quedaron por un par de minutos más y se marcharon; al poco tiempo Wong los siguió, directo a las labores de la hacienda, pero antes viajaría hasta la hacienda de Virginia para ver a Justin Hammer.

Por otra parte, Rhodes y Steve se encontraban tomando descanso en una posada después de cabalgar desde la madrugada. Ambos estaban hambrientos y cansados.

Chapter 9: Capítulo VIII

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Stephen vuelve a la conciencia a intervalos, escuchando a medias las conversaciones que suceden a su alrededor. Reconoce la voz de Wong, de Peter y de Tony hablando; no está seguro de qué, pero sus voces lo tranquilizan y lo ayudan a volver a dormir. En otras ocasiones susurra pidiendo agua, comida o siente algo frío y húmedo posarse sobre su cuerpo; siempre trata de alejarse, pero la preocupación en el tono de su omega, pidiéndole que esté tranquilo, hace que se quede quieto.

Casi semana y media después, cuando por fin puede mantenerse despierto, es consciente de donde se encuentra y del estado general de su cuerpo. El alfa logra sentir un dolor punzante en su hombro izquierdo a la vez que siente un ardor en sus dedos. En su estado de delirio inducido por la fiebre, realmente no se había percatado de nada, pero ahora todo lo golpea como un tren de carga, provocando que solloce de dolor.

—Despertaste, Stephen.

Stephen se remueve inquieto contra las suaves almohadas, jadeando por el pinchazo de dolor en su hombro. Hace todo lo posible por dirigir su atención hacia donde escucha la voz de su omega y, cuando lo hace, ve su figura borrosa, sentada e inclinada hacia él. Tony inmediatamente se lanza a tranquilizarlo, dejando que su dulce aroma a madera y cítricos se mezcle con el aire en la habitación, con ligeras notas de cariño y seguridad. Stephen se relaja, disfrutando del aroma de su compañero. Ahora, más despierto, se da cuenta de que está rodeado de mantas, almohadas y otras prendas. Su mente aturdida reconoce que está en un nido; el nido que su omega construyó a su alrededor, muy seguramente inducido por el estrés. A pesar de ello, su alfa interno ronronea satisfecho, sintiéndose feliz y protegido por el cálido y cómodo nido.

—¡Hola, Tony! —Murmura con dificultad y con la voz ronca por el desuso.

Tony sonríe, tomando con suavidad el antebrazo del alfa, teniendo cuidado de no lastimar sus manos vendadas.

—¡Hola, alfa!

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —Stephen hace una pausa para sacar su lengua y humedecer sus labios agrietados y resecos. Tony entiende e inmediatamente acerca un vaso con agua a sus labios. Cuando se acaba el agua, presta toda su atención a su compañero; el omega tiene ojeras, un rastro inequívoco de cansancio.

—Casi dos semanas has estado entrando y saliendo de la conciencia. Ya no tienes fiebre, la herida que dejó la bala ha comenzado a sanar bien y tus manos también; se fracturaron un par de dedos de cada mano, pero el doctor Banner dice que se curarán.

Stephen asiente, cerrando sus párpados, asimilando las noticias.

—¿Qué sucedió realmente? Solo recuerdo que íbamos cabalgando hacia la capital y que en el camino me dispararon.

Tony se remueve incómodo en su asiento, desviando la mirada ante la mención del disparo. Casi pierde a su marido y la imagen de él ensangrentado se unirá a sus pesadillas. El alfa parece captar su angustia, pero incapacitado y sin poder moverse, no sabe cómo calmar a su esposo.

—Justin les tendió una emboscada, quería deshacerse de ustedes tres, casi lo logra contigo, pero por fortuna ibas acompañado de dos viejos alfas veteranos que tenían una puntería digna de una medalla. Acabaron con todos y lograron atrapar a Justin— Tony arruga la nariz adorablemente ante la mención del nombre del beta— que es un imbécil.

Stephen suelta una risita observando con cariño el disgusto de su omega. Tony sonríe y se acerca lentamente al doctor para descansar su cabeza sobre su abdomen. El alfa hace una mueca, tragándose un quejido de dolor porque no quiere que Tony se aleje. La picazón de tenerlo en sus brazos, consolarlo y besarlo es demasiada, pero sabe que de momento no puede. Se quedan de esa forma un rato, simplemente disfrutando de la compañía y el calor del otro. Tony rompe el silencio para seguir poniendo al tanto al doctor.

—Ayer el Gobernador Fury dictó sentencia sobre Justin y sus subordinados. Serán colgados en la plaza del pueblo mañana al mediodía, por robo, traición, malversación de fondos y encubrimiento de otros delitos que Killian cometió.

Stephen asiente sin decir nada, porque no hay nada que decir.

—Fury trajo consigo una mujer alfa llamada TAO como alcalde provisional o algo así; es aterradora, pero eficiente y eficaz. Descubrió rápidamente pruebas para incriminar a Justin y ha hecho mucho en estos pocos días que lleva aquí administrando los asuntos del pueblo, que muchos desean que se quede.

—Debe ser formidable.

Tony asiente, bostezando contra el abdomen del alfa.

—Ven, vamos, entra al nido; si te quedas dormido, torcido así, mañana lo resentirás.

—Yo no soy el viejo aquí —responde Tony en broma, burlándose de la edad de su compañero, pero haciéndole caso. El omega se sube al otro lado y entra en el nido, acomodando alguna que otra almohada. Satisfecho con la simetría del círculo, se deja caer contra las sábanas, completamente feliz. Tony puede sentir el dolor en sus huesos y músculos mientras se adaptan a estar en un lugar cómodo y en posición horizontal.

—Yo tampoco, solo tengo 26 años.

—Y yo 18, asaltacunas, y ya cállate y déjame dormir.

Stephen resopla, pero por lo demás se queda callado y deja descansar a su omega. Se mantiene un rato despierto mirando de vez en cuando la ventana y a su marido.

 


 

Las semanas siguientes son tranquilas en su mayor parte; Justin y sus hombres habían sido colgados frente a una multitud morbosa que quería presenciar sus asesinatos. Banner y Christine se hicieron cargo del hospital a la par en que atendían a Stephen. Wong y Rhodes administraban la hacienda con ayuda de Steve y Bucky, informando a Stephen de los acontecimientos más importantes. Tony, por otra parte, se había volcado por completo en atender y cuidar de su alfa, dejando salir a relucir sus tendencias de mamá gallina que amaba y que volvían loco al doctor por partes iguales. Al final, Stephen aceptaba y dejaba que su omega hiciera lo suyo. Y a los dos meses del accidente y de todo, Stephen fue dado de alta.

—Deberá tomárselo con calma, Tony, no dejes que se sobre esfuerce y, si no obedece, me avisas. —Lo último —Banner lo dijo en un tono mordaz, sabiendo bien cómo era su colega como paciente. Bien dicen que los médicos son los peores pacientes. Stephen simplemente gruñó en respuesta ante la mirada de desaprobación por parte del doctor, enfurruñándose en su cama.

—Sí, va a poder seguir atendiendo pacientes, ¿verdad?

Stephen guardó silencio, quedándose quieto en la cama, mientras Tony y Banner lo miraban con preocupación. El alfa había mencionado que en ciertas ocasiones sus dedos se engarrotaban, mandando dolor por toda la mano. Dichas ocasiones eran cuando usaba sus manos para cosas minuciosas como cortar con tijeras, escribir por largos periodos de tiempo o suturar; no era algo que aún hiciera, pero se daba una idea. Más allá de eso, podía hacer casi cualquier cosa.

—Podrá hacerlo —dice Banner después de un rato en tono suave y calmado—. Quizás cosas finas como suturar una herida no, pero su práctica no se verá afectada; de todas formas, podría contratar un asistente o podrías seguir ayudándolo como lo venían haciendo desde que iniciaste.

Tony asiente, estando de acuerdo, con la mente a mil sobre cómo proceder. Stephen mira a su compañero con los ojos entrecerrados, sabiendo bien que esa cabecita maquiavélica está tramando algo.

—Podría ser su enfermera, podría aprender —dice Tony con el entusiasmo comenzando a apoderarse de él. Con una enorme sonrisa se gira hacia el doctor Banner. —¿Christine podría enseñarme?

—Tony…

—No, Stephen, sería estupendo, así aprendería a suturar, curar heridas y todo lo demás y podría serte de mayor utilidad cuando vaya contigo. ¿A Christine le molestaría enseñarme?

Banner sonríe, con sus ojos brillando, divertidos.

—No creo que le moleste, pero le preguntaré y te enviaré una respuesta por carta. Por lo pronto, me retiro.

Banner se fue, dejando solos a la pareja. Tony se quedó parado cerca de la puerta, mientras Stephen lo observaba.

—No tienes que hacer esto, Tony.

—Lo sé, Stephen, y eso es lo mejor, no tengo que hacerlo, pero quiero hacerlo. —Tony se fue acercando a su marido, subiéndose a la cama y al regazo del alfa. Stephen rodeó su cintura, dejando suaves caricias en sus muslos; podía sentir bajo sus manos el músculo firme y trabajado que su omega adquirió por la buena alimentación y el trabajo en la fragua. Sus ojos azules brillaban con profundo amor y cariño y Tony se perdió en ellos. Tony rodeó el cuello de su alfa con sus brazos. —Quiero ayudarte, ya haces tanto por mí, que quiero retribuirte con algo, y esto es lo que puedo ofrecerte, con lo que puedo pagarte.

—No tienes que pagarme nada, todo lo hago… porque te amo… porque quiero consentirte y ofrecerte todo lo que tengo y todo lo que el mundo tiene para ti.

Tony sonríe, sus ojos iluminándose de ternura y placer por el primer te amo que escucha. Abrumado por todo, se inclina y abraza a su alfa con fuerza, enterrando su nariz en su cuello e inhalando profundamente su delicioso aroma. Stephen corresponde, olfateando también a su omega.

—Yo también te amo, alfa.

Stephen se estremece y sonríe.

Después de un rato de estar abrazados, Tony se separa, pero no se aleja mucho, solo lo suficiente para que sus frentes queden juntas. El omega frota sus narices y ambos ríen por las cosquillas.

—¿Entonces, me dejarás?

—Primero consigue la aprobación de Christine y luego veremos —responde Stephen, finalmente, mientras atrae a su esposo en un beso dulce, que poco a poco se vuelve intenso.

—Pues prepárate, tendrás a la mejor enfermera a tu disposición.

Acto seguido, vuelve a besar a su marido, igualando y superando la intensidad y la pasión. Tony desea a su alfa, anhela su toque y todo lo que le pueda ofrecer... pero aun no es el momento.

Notes:

Bueno, hola, vengo a decirles que técnicamente este es el último capítulo de esta historia, pero subire un cap extra en el que narrare algunas escenas extras centrandose más en Tony y Stephen y en la formación de su vinculo como alfa/ omega. Espero no tardar tanto, asi que esperenme y mientras gracias por tomarse el tiempo de leer esto. BYE

XOXOXO.

Chapter 10: Extra I

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Un año completo pasó desde todo el incidente con el antiguo alcalde y el intento de asesinato de Stephen. Las cosas en el pueblo se habían calmado y en la hacienda todo prosperaba. Tal como se había dicho, Christine había aceptado a Tony para enseñarle todo lo que debía saber como enfermero: sus funciones, la manera correcta de realizar los procedimientos y asistir a su marido. No era fácil, ni algo que se aprendía de la noche a la mañana, pero si había algo que Tony había desarrollado desde que se le puso un tutor, era la facilidad para aprender y comprender todo lo que se le enseñaba.

Así que pronto dominó el hermoso arte de la enfermería y, cuando se le dio el visto bueno, se unió su marido de diez de la mañana a una de la tarde para visitar a la gente que requería de sus servicios o a los que se les daba seguimiento del tratamiento dado en el hospital. Al regreso, Stephen se dedicaba a la hacienda, mientras que Tony a sus clases junto a Peter y luego a su taller.

La vida era maravillosa y Tony estaba feliz y satisfecho en el aquí y el ahora.

Tú cambiarás el mundo, Anthony.

 


 

En una de sus muchas visitas, ambos se encontraban en la casa de un viejo y jubilado peón, quien presentaba una gripe severa que inundaba sus pulmones de fluidos y le dificultaba la respiración. Stephen debía escuchar los pulmones del hombre, por lo que debía agacharse y colocar su oreja sobre el pecho para hacerlo. El doctor llevaba un trapo cubriendo su nariz y boca para evitar cualquier contagio; aun así, eso no evitó que enfermara días después, cuando el paciente irremediablemente comenzó a toser.

Tony no enfermó, pero su alfa estuvo enfermo más de una semana. Aquel hecho lo hizo reflexionar y analizar todas sus visitas anteriores, dándose cuenta de que su esposo y el doctor Banner siempre se acercaban a los pacientes para hacer su análisis, dejándolos expuestos. Su mente inquieta comenzó a imaginar diversas formas de poder realizar la auscultación sin tener que acercarse demasiado, de poder amplificar el sonido para que los ruidos del organismo se escucharan más claros; y así pasó sus tardes en el taller, teniendo lluvias de ideas y prototipos junto a su joven amigo, y al cabo de un mes, diseñaron algo.

—¿Qué es eso, Tony?

Preguntó Stephen, una tarde después de haber sido interrumpido de algunas cosas de la hacienda en su despacho. Había una inmensa curiosidad mientras analizaba el aspecto del objeto en sus manos. Era un cilindro de treinta centímetros de largo, con las extremidades en forma de plato, un extremo más grande que el otro. El doctor alzó una ceja mientras miraba a ambos omegas que lo veían con sonrisas radiantes.

—¡Qué bien que lo preguntas, Steph! Bueno, después de la última vez que te enfermaste de gripe por estar prácticamente pegado al paciente para escuchar sus pulmones y corazón, me puse a analizar que era algo que tú y Banner hacían. Sé que corren ciertos riesgos de contagio y que también a veces no se escucha del todo bien. Así que, junto a mi querido amigo— Tony atrajo a Peter hacia su costado, pasando su brazo sobre sus hombros. El adolescente rió entre dientes, sonrojándose por la atención centrada en él. —Hemos estado tratando de desarrollar algo y, después de un mes, he aquí nuestro invento.

Stephen volvió a centrar su atención en el objeto, tratando de adivinar su función. Peter, al ver la confusión del doctor, siguió explicando, tartamudeando un poco sus palabras por la sobreexcitación.

—Es para escuchar; la parte más ancha va al pecho o al estómago o donde sea que vaya, mientras que uno apoya el oído sobre el plato más pequeño. Amplifica el sonido y permite escuchar mejor. Pruébelo, Doctor Strange.

Al final, Peter temblaba de nerviosismo, retorciendo en su mano derecha el bolsillo de su pantalón. Tony, al sentir su agitación, abrazó más fuerte al muchacho, liberando al aire feromonas tranquilizadoras. Peter inhaló y exhaló profundamente, calmándose al instante. Stephen suavizó sus rasgos, dándole a ambos una sonrisa amable.

—¿Quieres ser el paciente, Peter? Para probarlo.

Peter asintió, un poco tímido.

—Bueno, acuéstate en el sillón, Pete, boca arriba, como una tabla —dice Tony en tono de broma para aligerar el ambiente y calmar al joven.

El omega asintió, moviéndose con paso vacilante hasta el mueble y acostándose en él. Tony y Stephen lo siguieron y este último escuchó nuevamente las instrucciones de su omega para usar el artefacto.

En cuanto el alfa colocó el cilindro sobre el pecho del niño y colocó su oído en el otro extremo, escuchó alto y claro sus latidos acelerados. Stephen levantó un poco la cabeza, mirando con sorpresa el artefacto y al adolescente. Peter sonreía por la reacción del alfa, sabiendo que esa misma había tenido la primera vez que usó el invento y pudo escuchar el corazón de su mentor. Tony también sonreía y reía por el genuino asombro de su marido al volver a escuchar el corazón del chico.

Era un sonido precioso, rítmico y completamente saludable.

—¡Es maravilloso!

Y lo fue; Banner y Christine quedaron encantados con el artefacto al poder escuchar alto y claro al auscultar a un paciente. Peter y Tony crearon un par más para ellos.

—Esto es un magnífico invento, Tony. —Deberías presentarlo ante el consejo médico —dice Banner una mañana de trabajo en la clínica. Los cuatro se encontraban cuidando de niños traviesos que se habían roto un par de huesos.

—¿El consejo médico? —Tony resopló mientras ayudaba a su alfa a sostener el brazo de un niño para vendarlo—. Sí, cómo no, no es para tanto.

—¿¡No es para tanto!? —preguntó Christine con incredulidad desde donde ayudaba a su esposo— ¡Es para tanto, Tony! Es una maravilla, nos ha facilitado la atención a los pacientes, no hay algo como esto en ningún lado.

Stephen terminó de vendar el brazo y luego se levantó para llevar los instrumentos que utilizó al cuarto de lavado. Al regresar dio su propia opinión, terminando de atender al niño.

—Ambos tienen razón, Tony, sería de mucha ayuda si otros médicos tuvieran uno para sus consultas, pero no sin antes haberlo patentado.

—Kamar-Taj puede que sea avanzado, pero dudo mucho que quieran darle el reconocimiento a un simple omega.

El tono de Tony era amargo y un tanto triste.

—Kamar-Taj, puede que duden —acuerda Banner con su habitual tono tranquilo—. Aún les falta implementar más derechos para los omegas… Pero Asgard no. Esa provincia está adelantada y muchos omegas han obtenido reconocimiento por sus trabajos.

—Y si obtenemos la aprobación del consejo médico asgardiano, será más fácil obtener el de las otras provincias —finaliza Christine con una sonrisa cálida.

Tony guarda silencio, reflexionando sobre las palabras y conmovido por el apoyo de sus amigos y su esposo. El omega mira con cariño a su alfa, reconociendo el inmenso amor que siente por él, así como la gratitud. Sin duda, Stephen era el mejor compañero que pudo haber deseado. Sus padres lo escogieron para él y no puede estar más agradecido por ello.

Tú cambiarás el mundo, Anthony.

—Bueno, hagámoslo.

Los tres asienten con entusiasmo, sonriéndose unos a otros.

—Pero hay que ponerle nombre, no podemos presentar eso como "la cosa esa" ante el consejo.

Los cuatro ríen por el comentario de la beta, asintiendo ante sus palabras.

 


 

El palacio de la capital de Asgard está lleno de cientos de científicos, médicos e inventores de todas las provincias, que habían acudido a la asamblea como cada año. Hace un par de meses Stephen, Banner, Christine y Tony habían acudido ante el consejo de esa provincia para presentar el invento médico. Había sido un tanto fácil que fueran recibidos, dado que los dos doctores eran de los más prestigiosos. Consiguieron una audiencia y Tony presentó su invento.

Quedaron encantados, por lo que todos acordaron brindarle la patente al invento y respaldarlo en la asamblea.

Y ahí era donde Tony se encontraba, de pie al lado de la mesa, presentando ante un grupo enorme de eruditos su invento. El omega estaba nervioso, pero nadie lo notó; su aroma había sido ocultado y su marido y el doctor Banner le habían enseñado a dominar una audiencia.

—… Y es por eso, damas y caballeros, miembros de esta prestigiosa asamblea, que hoy me presento ante ustedes con este prolijo y magnífico invento que les será de utilidad en el día a día en la atención del paciente; ante ustedes, el primer estetoscopio.

Al principio muchos estuvieron escépticos sobre su funcionalidad, pero en cuanto tuvieron la oportunidad de probarlo ante todos, muchos lo aprobaron.

Tú cambiarás el mundo, Anthony.

Aún falta mucho, pero hacia allá vamos, papá, padre.

Notes:

Bueno, técnicamente esta fue la idea por la que inicie esta historia, una manera de demostrar lo genial que es Tony Stark, lo demás fue un extra, al menos para mí. Les agradezco que leyeran hasta aquí, Besos y abrazos

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