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Español
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Published:
2025-03-16
Completed:
2025-03-21
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48,299
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6/6
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La oscuridad de tus ojos

Chapter 6: Sorpresas

Chapter Text

Capitulo 6 “Sorpresas”

 

Komugi había intentado sopesar su nueva situación con resiliencia. No sabía que había hecho, y tampoco había sido capaz de hablar demasiado luego de que nuevamente hubiera sido dejada sobre aquella cama que no era suya. La habían dejado en la habitación del Rey y ahora, no completamente sola del todo, intentaba repasar mentalmente todo lo que había vivido y obedecía en completo silencio cada orden dada por uno de los guardias del Rey sin pronunciar siquiera una sílaba. Había permanecido con los ojos cerrados y aunque esto no es que fuera de mucha ayuda, pues inclusive así lograba ver a través de ellos, había conseguido al menos que su llanto se volviera silencioso y escueto.

 

Pituo por su parte, tampoco había sabido muy bien como dirigirse a ella, pues tras dejar a la niña en la cama su Rey le había ordenado revisarla y tras recordarle que si valoraba su vida la protegería, se había marchado, no sin antes claro explicarle a Komugi brevemente que regresaría enseguida. Luego y sin más palabras había desaparecido rápidamente por la puerta dejándolas a solas.

 

No es como si la chica quisiera intimidarla, pero aquella aura que parecía tener vida propia y que parecía sentir todo a su alrededor le habían causado su propio pánico interno. De alguna forma había tratado de mantener sus propios pensamientos a raya, pues comprendía de forma certera y sin tener que preguntar, que la chica ahora había evolucionado por así decirlo, en una forma inesperada, que no solo sentía, sino que abarcaba todo lo que la rodeaba. Una muestra de ello, era que su propia aura no se movía como la de todos los demás seres vivos. El aura encerraba la energía vital y esta de forma natural se distribuía de manera conjunta, la evolución del control de esta era el Nen. Sin embargo, Komugi no presentaba aquel tipo de aura, esta era dispersa, fluía en todas direcciones, y sin necesidad de canalizarla en Nen respiraba y vivía, dejando que vagara libre, generando ondas en todo su alrededor. Sumado a esto, su propia energía vital era enorme y una prueba de ello eran las pequeñas llamas que flotaban por toda la habitación, suspendidas en el aire, como luciérnagas que en silencio le observaban.

 

No era natural. No se parecía a nada de lo que había visto o leído en toda su vida, y aunque esto la había extasiado también la acobardaba, pues, aunque no tenía evidencias más que las de su propio raciocinio, comprendía que incluso sin querer, de ofuscarla o hacerla sentir dolor, ella podía comprimirla en una masa de carne carente de vida al no reconocer su propia fuerza.

 

Le había pedido con amabilidad que se mantuviera sentada, y con cuidado había quitado su ropa mojada y luego de revisarla tras pedirse que se moviera un par de veces la había vuelto a vestir de inmediato al ver las llamas flotantes emitir un leve tono rosa. Komugi avergonzada había seguido sus instrucciones, sintiendo su miedo a pesar de su voz amable

 

“Gire un poco, así está bien, parece que no hay heridas, ¿Le duele algo?” Ella negó, y siguió obedeciendo hasta que sintió el nuevo camisón caer sobre sí. Le quedaba grande, más grande que antes, y nerviosa Pituo se preguntó si el Rey lo aprobaría, pues, aunque no tenía más ropa que se adecuara su tamaño no pudo evitar preocuparse.

 

“Está bien…es la ropa más suave que eh tenido en mi vida, no se asuste…lo siento…no quiero hacerle daño a nadie…” Atragantándose casi, Pituo escucho la voz de la niña volver a emerger apenas en un hilo, al tiempo que abría sus ojos para mirarla.

 

Siendo la primera vez que Pituo veía sus ojos, pues su líder celosamente la había cargado y llevado a la habitación cubriéndola de toda mirada, se quedó paralizada y absorta en las pequeñas estrellas que se movían inquietas, mientras sus ojos pasaban de celestes a azules, y de azules a violetas. En una fracción de segundo Pituo comprendió que se hallaba ante algo más que un simple ser humano eh inclinándose como si se hallara ante su Rey fue sincera

 

“Mi mayor deseo es que se encuentre en plena forma, si requiere de algo puede pedírmelo”

 

Komugi aun sentada en la cama, con el enorme camisón que brillaba bajo su piel miro con curiosidad al guardia del Rey, sus orejas, su cola, todo su ser, y tras un segundo de vacilación volvió a hablarle con torpedad

 

“Perdóneme…no sé cómo debo hablarle…Pero ¿puedo tocarla?, todo se siente tan extraño ahora…sé que esto no es propio ni correcto, pero…tengo tanto miedo…” Pituo nerviosa sintió sin necesitar de levantar la vista el aura de la niña comenzar a crecer. Las llamas flotantes reaccionando titilaron nerviosas a su alrededor prendiéndose con mayor fuerza y todo se volvió aún más brillante. Pituo comprendió que debía acercarse, o de no sostenerla aquella fuerza volvería a estallar.

 

Miedo. Miedo. Miedo.

 

Lo sentía, podía casi tocar su terror como una masa nerviosa que de alguna manera la chica trataba de mantener encerrada. Casi abalanzándose contra la cama, aferro a la niña que temblaba y que no había dejado de llorar, generando pequeños diamantes que con cuidado había retirado para dejarlos aún lado. No sabía cómo calmarla, ni como debía interceder. Sus anteriores contactos habían sido bajo la inconciencia, la había cargado y protegido como había podido, y aún más que antes deseaba seguir asiéndolo.

 

“Yo voy a cuidarla” Sincera eh insensata, pues no sabía lo que podía pedirle su Rey “No tenga miedo de mi…”

 

Entonces lo había sentido

 

En un acto arrebatado y para nada sumiso, Komugi la había alzado frente a ella, cogiéndola por la cintura y encerrado entre sus brazos sin dejar de temblar, y aferrada a ella, trato de decirle lo que sentía, lo que veía…

 

“Tengo miedo…por favor no se vaya, la recuerdo, se quién es usted…no se vaya…por favor…” Su voz, aunque sonaba como la de antes, denotaba un cambio. Era más consciente, su tono era más sereno y formal. Había algo más detrás de toda esa aura que aun siendo inmensa y que abarcaba la habitación la envolvía con cariño y calidez. Ella había cambiado, de forma inconsciente, y quizá había crecido de manera interna sin saberlo, y pese a su poder claramente visible, ella lejos molestarse por su presencia la invitaba a quedarse, y helada solo pudo responder a su tierno abrazo.

 

“No tiene que preocuparse de nada…me quedare con usted” Komugi más tranquila entonces, acaricio con ternura el cabello de Pituo, paralizándola por escasos segundos ante el suave toque, causándole una nueva sensación de entrega absoluta, pues aferrándose a ella, juro no abandonarla en silencio, pasara lo que pasara, y aunque el llanto de la niña no se había detenido aun cuando la tuvo junto a ella, no se escuchó nada más que sus propias lágrimas cristalizarse contra el suelo de la habitación del rey.

 

Pituo, anclada y aferrada a ella solo pudo rogar en silencio por al menos mitigar su miedo, pues pese a notar como intentaba contenerse con todas sus fuerzas, era claro que la chica solo quería romper en llanto ante los cambios que había sufrido su cuerpo y su propia visión del mundo. Solo de estar enterrada entre sus brazos, Pituo había sentido el miedo que como un pedazo de su carne se cernía a ella, y nerviosa había tratado de consolarla

 

“No tema, se encuentra segura, no dejaremos que nadie la lastime” Logro decir ante las manos de la chica que para su propia confusión continuaron acariciando su cabello en silencio. Para su propia sorpresa la niña tras algunos minutos donde permaneció nuevamente callada y volviendo a aferrarla con fuerza luego de asentir había negado levemente antes de volver a mirarla directamente con aquellos ojos que parecían tener vida propia

 

“Yo…no tengo miedo de que me lastimen, solo…no quiero hacerle daño a nadie, ¿puede usted ayudarme?” Congelada, Pituo solo pudo agachar la cabeza, su fuerza sobrepasaba a la suya, su intelecto y sus propias palabras denotaban que su inteligencia ahora completa tras romper el sello la superaban si es que deseaba hacerlo, no tenía ninguna prueba, pero tampoco tenía dudas, solo tenía que mirarla para saber que esto era así, entonces... ¿Cómo ayudarla?

 

“No debe preocuparse…no estará sola, nuestro Rey también quiere cuidarla, no debe temer…” Su Rey, la única ancla que ataba a esa chica que en medio de su llanto había decidido aceptar calmarse.

 

“¿Pero se quedará usted…se quedará conmigo…?” Pituo obedecía las órdenes del Rey, si este le ordenaba marcharse ella tendría que obedecerle, más allá de los deseos de la niña, por esta razón no podía prometérselo, pero si darle algo de esperanza a su plegaría “Mientras el Rey, no ordene lo contrario, no iré a ninguna parte” Era la verdad y Komugi en silencio acepto que por más que lo deseara, no podía pedirle más. Ella era una invitada del Rey, no tenía voz ni voto, y así mismo, la mujer mitad gato que abrazaba tenía sus propios deberes y predicamentos, que no podían ser sobrepasados, por lo que asintiendo levemente ante la respuesta había seguido abrazando a aquella guardia que reconocía por el olor. Había estado con ella. Lo sabía, simplemente así. Quedándose agazapada contra ella y sin dejar de acariciarle el corto cabello, Komugi se preguntó entonces que sucedería ahora con ella.

 

Un castigo

 

Eso habría sido lo más natural, pero ya no había certeza de que sucediera. No la castigarían físicamente porque no habría sido inteligente revisarla y ver si su cuerpo tenía heridas si lo que se planeaba era darle una paliza. No. Eso no sucedería así que no lo pregunto, pero más absorta aun en su propio pensamiento se cuestionó en cómo debería actuar ahora. Seguía siendo ella misma, tenía el mismo cuerpo, pero su mente se movía rápidamente y casi de forma inconsciente, racionalizaba, conjeturaba y sacaba conclusiones casi a base de nada, sumado a esto, había comenzado a notar las emociones y pensamientos de los seres que la rodeaban, eso podía darle una ventaja en muchas formas, sin embargo, no podía evitar sentirse como una intrusa. No era su culpa, menos si aquellos pensamientos parecían gritar en medio de su conciencia, pero no lo consideraba correcto. No le gustaba del todo sentir todo aquello, no porque le causara dolor, pero el desconcierto y temor que sentían de su persona de cierta forma la habían hecho sentir frustrada al no encontrar una manera de contrarrestarlo. ¿Qué era lo correcto?

 

“Señorita, ¿se encuentra bien?” Pituo aun sintiendo los dedos de Komugi acariciando su cabello, no puedo evitar sacarla de sus pensamientos. Habían sido escasos segundos, pero la guardia sintiendo a la chica mantenerse callada y al parecer pensativa no había querido decir nada, pero notando los orbes llameantes volver a crecer no pudo evitar llamarla. Había intentado leer sus pensamientos ante la cercanía, o al menos tratar de comprender a qué velocidad viajaba su mente, pues viéndola absorta, serena y que no parara el movimiento de sus manos de su cabello la había llamado solo para cerciorarse de que estaba bien.

 

Habían pasado cuatro segundos desde la última vez que ella hablo, setecientos cincuenta y cuatro segundos desde que el líder se había marchado, y 1380 segundos desde que había abierto los ojos. No estaba bien, pero tampoco se encontraba mal, su desconcierto era para sí misma aterrador

 

¿Puede la vida ser distinta en tan solo 23 minutos y 18 segundos?

 

Todo esto, pensado casi en una micra de segundo lo oculto, así como su propio miedo ante sus ojos que incluso cerrados veían a su alrededor, pues debía responder, o por consiguiente molestaría al guardia o lo preocuparía más de lo que ya estaba

 

“Si…” No era una mentira “No se preocupe…lamento causarle molestias” Pero tampoco era cierto. De alguna forma increíblemente poderosa Komugi sentía en si misma el deseo de salir corriendo, de moverse, como si algo muy profundo la invitara a dar rienda suelta al miedo que generaba su corazón como una droga, que lejos de paralizarla seguía bombeando adrenalina en sus venas.

 

Quiero correr, quiero gritar, quiero saltar, reír y llorar. Quiero hacerlo todo. Al unisonó y sin frenos, perderme en una ola de sentimientos sin sentidos que luchan por ser el que tome el control de mi cuerpo y mi conciencia

 

Euforia. Esto es euforia.

 

Concluyo pasmada. Pues, aunque siempre se había considerado una tonta sin remedio, ya no estaba tan segura de esta afirmación. Como si su conciencia se hubiera desbloqueado la información que esta contenía parecía nutrirla segundo a segundo con palabras, pensamientos, eh ideas que casi no parecían ser suyos. Sin embargo, no había nadie más ahí en su cabeza, más que su propio subconsciente agitado ante todo lo que le rodeada.

 

¿Como explicar que ya no se sentía tonta, ni torpe en lo absoluto? Aquellos rasgos eran parte de su propia personalidad, había acarreado estos como un peso, y de un segundo a otro ya no estaban.

 

Tengo miedo

 

¿De qué? Se cuestiono nuevamente. ¿Era el desconocimiento de su propia persona lo único que le asustaba? ¿O en cómo reaccionaría su líder al hablar nuevamente con ella? Podía aparentar ser la misma, pero aquella idea era tan estúpida que fue desechada sin miramientos. Él se daría cuenta, y tampoco deseaba mentir de ninguna forma. Algo más tranquila de que aquel rasgo de honestidad se hubiera mantenido Komugi termino por negar en silencio y estimo que lo mejor era seguir comportándose y con aplomo detuvo sus lágrimas en el mismo momento en que lo deseo.

 

Pituo que no había dejado de observarla la vio negar y suspirar, como si la niña que la tenía aferrada finalmente hubiera parecido resignarse, al mismo tiempo que abriendo los ojos detenía con brusquedad las gotas brillantes que caían de su rostro. Escuchando el ultimo cristal revotar en el suelo Pituo quizá hacerle una serie de preguntas que habían estado llenando su mente. El solo hecho de que los nidos del Rey hubieran desaparecido era un buen tema para comenzar, pero sin saber hasta dónde llegaban sus límites para con ella, por no agregar que sabía que el Rey le cuestionaría enseguida si la veía siendo abrazada y “consentida” por la niña de esa manera, se le ocurrió algo que quizá podía ayudarlas a ambas.

 

“¿No tiene hambre?” La pregunta salida de la nada si sobresalto a la chica no pudo notarlo, ya que Komugi no cambio su expresión y volvió a mirarla apacible. Aquella mujer era muy amable había pensado con tranquilidad antes de que la pregunta llenara cada rincón de su mente como una alarma

 

Tengo Hambre. Tengo tanta hambre que siento un vacío en donde debería estar mi estomago

 

Nuevamente mirando hacia la nada de las paredes, Komugi se obligó a decir la verdad, pues, aunque no había pensado en esto, la sola idea de comer ahora había inundado cada borde de su alborotada conciencia

 

“Yo…” Pituo congelada vio las llamas crecer instantáneamente mientras la boca de la niña se abría para volver a dejarla descolocada. ¿Era su imaginación, o sus pequeños colmillos ahora se habían vuelto ligeramente más grandes? “Tengo hambre…” Termino por decir Komugi volviendo a enfocar sus ojos serenos en ella. La felina quimera tardó en reaccionar como si le hubiera costado despertar de su pequeño sueño y alejándose de ella por unos segundos escribió rápidamente entre los papeles dispersos por la habitación del Rey cuatro sencillas palabras, y acercándose velozmente a Komugi le ofreció su mano

 

“Acompáñeme, puedo ayudarla con eso” Komugi miro su mano con curiosidad antes de tomarla y seguir sus pasos. Girándose rápidamente y saliendo de la habitación, Pituo trato de enfocarse en únicamente la ruta que debía seguir hacia la cocina, pues el aura de la chica que fluía con voracidad no solo reflejó su hambre sino además su latente duda en porque eran tan amables con ella. Pituo no tenía forma de describirlo, su aura era aterradora debido a su tamaño y fluctuación para nada constante, pero no se parecía en nada a la de su Rey. Pese al miedo, no sentía aquella intimidación que su líder causaba, sino que se sentía…feliz, tranquila, como invadida por una cantidad desmedida de calma y confort que la mecía dulcemente. Lo que lejos de inspirarle a alejarse, la impulsaba a mantenerse a su lado. Concentrándose en llegar a la cocina y alejándose en silencio por los pasillos desolados, consiguió llegar a su destino, donde tras dejar a la niña sentada en el pequeño comedor de la cocina, había vuelto a vacilar levemente, pues de cocina realmente no sabía mucho, pero revolviendo un par de cosas había encontrado aquellos paquetes que había visto antes a los guardias comer muy de vez en cuando ante su sabor soso. Quizá no era lo mejor que podía darle, pero sin más ideas Pituo se puso en marcha y al cabo de tan solo tres minutos y medio en donde se había sentido claramente observada por la niña detrás de ella, volvió a acercársele con un plato de fideos instantáneos.

 

Dejándolo sobre la mesa y escuchando a la chica decir un escueto y avergonzado “Gracias por la comida” Pituo había estado por sonreír triunfante, pero notando que había dejado los cubiertos olvidados a su espalda se giró para buscarlos, pero cuando se volteo estos cayeron de sus manos

 

Komugi seguía ahí, pero con el cuenco de fideos ahora vacío en sus manos. Y como si esto le causara una tristeza infinita había vuelto a mirarla con aquellos ojos, que, aunque calmos le miraron suplicantes, sin comprender ni lo que ella mismo había hecho.

 

“¿Aún tiene hambre?” La pegunta casi se atropelló con sus labios cuando nerviosa se acercó a la niña. La chica con las manos en el cuenco sintiéndose avergonzada solo pudo bajar la cabeza. ¿Qué había hecho con la comida? Apenas había podido saborearla, pues sin darse cuenta o si siquiera masticar la había engullido en menos de un segundo, y aun así…

 

“Si…tengo mucha hambre, lo siento…” Admitió avergonzada sin saber qué hacer ante aquella sensación que le pedía más. Pituo en cambio no necesito más información, pues cogiendo cada uno de los fideos instantáneos comenzó a prepararlos y entregárselos de uno en uno, fascinada y al mismo tiempo nerviosa de ver a la chica agradecer cada cuenco que recibía solo para desaparecer en menos de un segundo. Los platos comenzaron a arremolinarse sobre la mesa y mientras Komugi comía sin parar y Pituo ya con dos boles recién servidos en ambas manos se giró, contemplo estupefacta que la cocina estaba llenándose vapor, un vapor que desprendía del propio cuerpo de la pequeña niña que sentada esperaba paciente y emocionada por mas comida. El cerebro de Pituo entonces comprendió lo que sucedía.

 

Es su cuerpo, todos estos años de desnutrición han hecho que su cuerpo ahora despierto en totalidad exija alimento de forma desmedida. Llenar el hambre de más de una década, consumirlo y así hallarse completo para que su verdadera fuerza pueda manifestarse.  Lo que significa….

 

Viendo los platos volver a ser vaciados a la brevedad, Pituo sintió un escalofrío al darse cuenta de que la propia manifestación de su energía no estaba completa, y que ella no estaba ni cerca de estar en plena forma. Por esa razón ahora su cuerpo le obligaba a comer de manera desmedida, y el vapor de su cuerpo denotaban a la velocidad en que era consumido cada miserable nutriente que contenían aquellos simples paquetes de sopa con fideos. Mirando de soslayo a los últimos paquetes de fideos que le quedaban, y el rostro suplicante de la niña que seguía mirando con tristeza y vergüenza cada plato vacío Pituo volvió a girarse para volver a su ardua tarea de alimentarla

 

NECESITA MÁS

 

Aterrada de fallar en una tarea tan simple y poniendo en la olla que hervía los tres últimos paquetes de comida instantánea, Pituo solo tuvo certeza de una cosa

 

Esto…no será suficiente…

 

El Rey se había percatado de que Pituo y Komugi ya no estaban en su recamara, ahora que la chica mantenía sobre si aquella aura enorme que parecía tener vida propia, fue fácil darse cuenta de que abandonaban el cuarto, esto lo había molestado, pues no sabía a donde se dirigían.

 

“¿Qué hay en el primer piso en las salas del fondo?” Exigió saber de la nada. Youpi con escombros entre sus brazos tardo un segundo en reaccionar antes de contestarle rápidamente

 

“Las…las cocinas mi señor” Comprendiendo en parte porque iban hasta ahí el Rey sin si quiera explicarse se giró y continuo con su tarea de verificar el estado del palacio. Aquello le había tomado más tiempo de lo esperado y la propia ansiedad de regresar con Komugi lo habían puesto de un pésimo humor. Pouff no había parado de hablar tampoco y eso también había hecho que su molestia aumentara.

 

“La sala del trono no será segura hasta que se repare el agujero y los cimientos que fueron resquebrajados, el jardín está mucho más frondoso que antes, habrá que mandar a los soldados a arreglar aquel desastre, y…”

 

“Guarda silencio, tu voz es molesta” Aquella simple orden dicha con el tono asesino de su Rey obligaron a Pouff a terminar con su eterna perorata de forma abrupta, lo que incluso Youpi para esas alturas agradeció “Terminen la revisión, infórmenme cuando hayan acabado y asegúrense de tirar las estructuras que estén por caerse” Pouff pálido y sintiéndose nuevamente rechazado lo vio alejarse por un segundo antes de que se girara y extendiera su mano frente a su rostro descompuesto y el de Youpi, que había estado cumpliendo diligentemente y en silencio la orden de quitar las estructuras peligrosas a punto de desmoronarse. Ambos guardias miraron la mano de su Rey extendida sin comprender enseguida, antes de que soltando todo lo que tenía en sus manos Youpi se acercara

 

“¡Ah!, claro, perdóneme, aquí están” Se apresuro a decir, dejando en su mano las dos bolsas en las que había separado las lágrimas de Komugi a conciencia. Porque por supuesto Pouff se había negado a colaborar con esta tarea, alegando que no pensaba tocar nada que tuviera que ver con aquella “Rara mocosa del infierno”. Viendo las dos bolsas y no solo una el Rey las abrió, quedando claramente anonadado. En la primera bolsa y la más grande había diamantes de color rojo y en la más pequeña las blancas que Pituo le había mostrado que estaban cayendo en el césped. Youpi contento con haber cumplido le explico, aún nervioso del aura asesina que parecía haberse aplacado un poco con la entrega de esas dos pequeñas bolsitas, lo que de seguro el ya comenzaba a intuir.

 

“Las rojas las encontré en la piscina, y las demás estaban en el césped y algunas en el pasillo que da a su habitación” El Rey miro las bolsas y luego a Youpi antes de asentir y volver a girarse con media sonrisa al comprender un poco más la diferencia de ambos colores. Uno reflejaba miedo y dolor, mientras que el otro, blanco y cristalino llamaba a la calma luego de que la pudo cargar y regresar a la seguridad del palacio. Ambos colores eran brillantes y maravillosos, y aunque no le gustaba del todo las representaciones de su dolor por más brillantes que fuesen, la curiosidad por ella seguía creciendo

 

“Buen trabajo, sigue con tu tarea” Rebosante de alegría al haber recibido un cumplido de su señor, Youpi volvió rápidamente a recoger los escombros que había tirado para continuar trasladándolos a las esquinas del patio donde había comenzado a apilarlas, pasando de largo a Pouff que deshecho arrastro los pies y continúo revisando el palacio, como un simple desecho de lo que debería ser un guardia real. Desde hace más de una semana que su líder lo ignoraba, con suerte le hablaba y si lo hacía era para pedir que se callase.

 

Aquello era tan doloroso, pero a la vez justo, porque era su culpa el recibir aquel rechazo al no poder entregarle rápidamente las respuestas que buscaba o el entendimiento sobre aquella chica humana que tanto le molestaba. Si realmente quería servir a su señor debería haber cedido ante la humillación y recogido aquellas cochinas lágrimas y de esa forma su Rey se habría sentido aún más satisfecho, pues Youpi las había separado únicamente por colores, él lo habría hecho por tamaños, las habría estudiado y le habría dado una explicación más exacta que solo su ubicación. Ahogando un sollozo contra su propia camisa Pouff sintiéndose cada vez más desplazado solo pudo continuar con sus tareas, pues no dejaría que nadie más lo superara, Pituo ya había avanzado dos palmos más que él en lo que respectaba a cercanía con el Rey y si ahora Youpi lo aventajaba, entonces… ¿Dónde quedaría él, que lo adoraba y deseaba servirlo? Su propio deseo había sobrepasado los de su amado Rey, y golpeándose a si mismo internamente se dio cuenta que su trabajo, aunque le causara asco o angustia debía ser el de obedecer sus deseos. Él había seguido una línea del deber completamente opuesta debido a su jerarquía, pero viendo que esto lo había llevado casi al destierro y apurando sus pasos tomo una clara decisión. Ayudaría a la chica humana, no importando su odio por ella, pues si su líder era feliz con ello, entonces, aceptaría cualquier petición que la chica hiciera. Todo por él…por su amado señor…

 

Por otro lado, Meruem dejando los diamantes en su recamara y notando como Pituo. Había dejado apartadas las que la niña había liberado en su habitación en su mesa de noche observo con reticencia el papel que ella había dejado

 

“Cocina

Ella tiene hambre.”

 

Dejando lo que Youpi le había entregado al lado de la otra reunida por Pituo, ignoro los diamantes que aún estaban en el piso y encaminándose con rapidez a aquel lado del palacio que no conocía, se aventuró por los pasillos, ansioso y emocionado de volver a verla, solo para detenerse de golpe a sentir la propia energía de la chica inundar parte del pasillo, dejando ver entre sombras la puerta de las cocinas ahora sobrepasada por el brillo blanco de las llamas de Komugi.

 

Algo estaba mal.

 

Apresurándose se internó entre las llamas blancas sin miedo, pues había comprobado que no le lastimaban, solo para ver desde el umbral a Pituo siendo presionada contra el techo, y a la propia chica contra ella, hipando sin control.

 

Debido al hambre, la chica había comido con vehemencia y rapidez, causando sin querer que el aire se atorara en su caja torácica, y comenzando a hipar, las llamas habían aumentado sin que su cuerpo dejara de consumir cada nutriente que había ingerido, generando aquel vapor que se desprendía ante la rápida canalización de los escasos alimentos, y emitiendo aquella emanación de gas en medio de la habitación, y sin desearlo había comenzado a flotar en contra de su voluntad cada vez más alto con cada hipido que daba. Pituo se había dado cuenta muy tarde, pues cuando se había girado y viéndola hipar cada dos segundos la había visto aferrarse con sus dedos a la mesa antes de que la fuerza de su aura la levantara y siguiera elevándola. Aterrada y sin si quiera apagar la cocina donde los fideos ahora disueltos seguían hirviendo la había abrazado por la espalda, pero pese a aferrarse con sus uñas a la mesa, no había conseguido hacerla bajar, pues debido al nerviosismo de la propia Komugi su hipo se había incrementado, y la propia madera había cedido. Por lo que Pituo con un brazo envuelto en su cintura, y con la garra cubierta con un pedazo de la mesa se había elevado hasta llegar hasta el techo, donde sin dejar de Hipar la chica sin quererlo y aterrorizada había comenzado a llorar al sentía el concreto comenzar a ceder, haciendo que las llamas que flotaban antes tranquilas a su alrededor se encendieran con violencia aumentado su densidad y fuerza en medio del caos

 

DETENTE. POR FAVOR DETENTE

 

Había rogado al sentir al guardia del Rey abrazarla por la espalda, y que con su propia presión comenzaran a golpear el techo, resquebrajando el concreto, donde el guardia abrazándola, recibía cada golpe. Había aferrado sus manos a su nariz y su boca, intentando incluso no respirar, pero aquello, aunque había impedido que él aire ingresara a sus pulmones, no contuvo los saltos generados por su estómago nuevamente vacío y el cemento había vuelto a recibir el impacto, junto con la guardia que amablemente le había dado de comer.

 

Aterrada y sin saber qué hacer ante el comportamiento de su propio cuerpo había sentido entonces a su líder llegar de pronto, y tan rápido como vio sus ojos suplico por ayuda. El Rey no tuvo que preguntarle nada, pues parándose sobre la mesa de un solo salto y enrollando su cola sobre una de sus piernas le hablo con suavidad y al mismo tiempo con severidad, ya había notado como el dolor de Komugi se manifestaba de formas ahora incontrolables y viendo la cocina incendiarse por el fuego blanco y a Pituo luchar con todas sus fuerzas por mantenerla segura supo con certeza que debía calmarla o sin si quiera proponérselo saldría flotando quizá hasta que lugar y eso era totalmente inadmisible.

 

“Komugi, cuenta hasta sesenta, no respires y mírame” Ella, aun con hambre y los ojos llenos de lágrimas que rebotaban contra el piso asintió y deteniendo su respiración conto sin dejar de verlo, el Rey enfocándose en los orbes cubiertos por estrellas mantuvo su mirada sin más deseos que darle seguridad y tras sesenta largos segundos finalmente la chica consiguió detener aquel hipo impetuoso y lentamente comenzó a bajar. La espalda de Pituo que había sentido la presión de su espalda contra el techo se alivió enseguida al sentir como descendían, pero aun preocupada, no dejo de sostenerla mientras caían con suavidad. Apenas sus piernas estuvieron sobre la mesa frente a su señor, el Rey confundido vio a la propio Pituo aferrar con fuerza a la niña que temblorosa se había ocultado contra ella.

 

“No tenga miedo, no llore, está bien, lo hizo muy bien” Logro decir Pitou tras recuperar el aire y volver a verla esconderse contra su pecho. Meruem estaba confundido y el mismo tiempo estaba preocupado por el hecho de que con algo tan simple, ella pudiera salir volando sin rumbo, sin embargo, la forma en que la felina la había aferrado para consolarla también la había dejado anonadado. Komugi con las manos sobre su rostro había continuado llorando con pesar ante semejante espectáculo y sin saber que hacer se había aferrado a Pituo en silencio.

 

Cargándola frente a su líder que había soltado la pierna de la niña apenas hubo visto que llegaban a la mesa, la felina quimera fue firme y concreta apenas pudo cargarla como lo había hecho antes cuando dormía y cubriéndola con su propio cuerpo se dirigió a su líder, pese al remordimiento de las lágrimas de la pequeña entre sus brazos, que al rodar se cristalizaban y caían sobre la mesa

 

“Mi señor, necesitamos nutrirla, tiene hambre, y no puedo  darle nada de lo que necesita con los recursos que poseemos, por favor, permítame buscarlos, él alimento  que requiere debe ser altamente nutritivo, lo que le eh dado ha sido consumido de inmediato, lo necesita…su cuerpo lo exige” El Rey por un segundo quedo pasmado antes que ella siguiera inclemente “Ha acumulado aire debido a que ha estado comiendo de golpe y sin masticar solo carbohidratos simples, esto no es suficiente pues se han disuelto de inmediato, no está en plena forma, por favor, déjeme esta tarea, buscare algo que pueda nutrirla de la forma correcta, ella aún esta asustada…pero esta apenada por esto, discúlpela…discúlpenos” Pidió con pesar, inclinándose con ella frente a él,  al sentirla llorar nuevamente contra su pecho y sentir su tristeza y vergüenza al no comprender porque había comido sin parar sumado a que casi había traspasado el techo debido a comer sin siquiera masticar. No había podido controlarse y eso no solo la avergonzaba, si no que volvían a dejarla en medio de la incertidumbre al no saber porque no podía ignorar algo tan simple como antes había hecho.

 

Ella había soportado largas semanas de inanición, durante largos años, donde lo que ganaba jugando al Gungi, no alcanzaba para alimentarse a sí misma, pues su “familia” era la que recibía el dinero y se había acostumbrado a comer hogazas de pan duras y a veces arroz mustio durante años, y había sido suficiente,  pero ahora incluso después de veinticinco platos de fideos no se hallaba satisfecha y no lo comprendía, pues su estómago nuevamente sintiéndose vacío le reclamaba la falta de alimento, y sin poder contenerlo, su propia conciencia seguía reclamado pese a la vergüenza de sus actos.

 

TENGO HAMBRE. TENGO HAMBRE

 

Finalmente, y bajo el silencio que había caído, la propia Komugi había roto aquella pared de incertidumbre y miedo cuando aferrándose a Pituo, había intentado disculparse por sus acciones incontrolables y por seguir teniendo hambre después de todo lo que ya le habían dado. No quería que la amble guardia del Rey tuviera que marcharse por su culpa.

 

“¡Lo siento, lo siento, por favor no se vaya, no tiene que darme nada más, por favor no se vaya!” Komugi, mordiéndose su propia hambre, y aferrándose a Pituo con sus manos tras su espalda, se negó a dejarla marchar, causando que nuevamente las llamas a su alrededor titilaran amenazadoramente. No quería que se fuera o tuvieran que hacer más por ella. Se sentía avergonzada, asustada y al mismo tiempo aterrada del hambre que sentía. El Rey por su parte solo pudo observar a su guardia, que le devolvió la mirada igualmente nerviosa antes de alzar los brazos frente a ella. Su orden dicha sin palabras dejo en claro lo que quería que hiciera

 

“Pituo” Aquel simple llamado, la obligo entonces a dejarla marchar, y acercándose a su Rey había alzado los brazos para que Komugi fuera separada de ella. El solo soltarla carcomió su ser entero al ver como la chica comenzaba a llorar aún más debido a la vergüenza y el miedo, pero su Rey rápidamente cubriéndola contra su cuerpo fue claro y suave con sus palabras, para la sorpresa de la propia Pituo

 

“Komugi, no estoy molesto, tranquilízate, Pituo volverá enseguida, pero debes comer” Mirando de soslayo con asco y molestia la olla que seguía hirviendo con los fideos ya disueltos en su totalidad fue claro con su subordinada, molesto en parte que no tuvieran al alcance inmediato los recursos que ahora requerían para cuidarla. A sus ojos era claro que Pituo había hecho lo posible con lo que tenía al alcance, pero nuevamente enrabiado se cuestionó en cómo había pensado que darle algo como eso le serviría de alguna forma. Era inaceptable haberla intentado alimentar con comida ya de por si deshidratada “Busca lo que necesita, te esperare en mi cuarto, no necesitas anunciarte, no importa la cantidad, tráelo enseguida” Un asentimiento más tarde Pituo apagando la cocina antes de marchar desapareció, enloquecida y frustrada por fallar en una tarea tan simple como alimentarla. Pues al igual que su Rey había comprendido de inmediato que había sido insensato intentar matar por completo aquella hambre que nacía de años de inanición conjunta con simples fideos. Necesitaba más y ella iba a dárselo, costara lo que costara.

 

Por su parte Komugi al sentir a Pituo desaparecer de incluso la zona del palacio y pese a intentar contenerse había comenzado a sollozar.  Tantos años acostumbrada al hambre, tanto tiempo recibiendo escazas hogazas de pan y arroz. No quería nada más, ni que nadie se esforzara por ella, sin embargo, a diferencia de su pasado ya no podía apaliar su hambre bebiendo cantidades anormales de agua como lo hacía antes, ya que sabía que esto no solo no sería aceptado, sino que no le ayudaría en nada. Pues el hambre volvería enseguida con mayor fuerza, como reclamándole su engaño.

 

Él Rey volviéndola a cargar, volvió a sentirla estremecerse, y ella nerviosa al estar nuevamente encerrada contra él había rápidamente tapado sus ojos con miedo, para que no pudiera preguntarle como era posible que con un simple hipo hubiera terminado pegada al techo, donde si él no hubiera llegado era probable que hubiera terminado traspasándolo.

 

“Komugi” Una voz seca, estricta, pero al mismo tiempo amable y carente de toda mentira “No debes temer de mi… ¿acaso te eh decepcionado?” paralizada contra sus propias lagrimas que cristalizándose rebotaban por la cocina, Kumugi solo pudo abrir los ojos de golpe y negar mientras no dejaba de llorar. Jamás habría podido decepcionarse de él, el problema en cuestión era más sencillo, pero igualmente difícil de explicar debido a que no comprendía las reacciones de su propio cuerpo. No se trataba de lo que le daban, si no de lo que de forma incluso inconsciente hacía. Tenía miedo de lastimar a las personas a su alrededor, de causarles algún daño, por lo que finalmente aferrándose al líder había sido honesta

 

“Yo…yo no quiero lastimar a nadie, soy yo, soy yo, pero…ya no soy quien era, y tengo miedo…y hambre…y no entiendo…no entiendo por qué” envuelta en lágrimas Komugi solo pudo seguir llorando entre los brazos del líder que en silencio trato de comprender sus palabras pese a sentir su cuerpo sobrecogerse contra el suyo. Sabía que había cambiado, su voz era mucho más apacible, su mirada se había vuelto analítica al punto en que cuando le había pedido que lo mirara mientras flotaba contra el techo de la cocina pudo sentirse estudiado y su nariz antes siempre tapada ya no goteaba pese a que ahora estuviera llorando. Mirando todas las bolsas de fideos instantáneos en el suelo solo pudo volver a mirarla con frustración debido a que su peso seguía siendo ínfimo pese a todo lo que había ingerido. Abrazándola protectoramente en medio de su llanto, le había dado algo a lo que aferrare, pues no le importaba en lo más mínimo nada lo que había sucedido, ni su hipo, ni el techo de la cocina ahora resquebrajado, ni nada de lo que conllevaba su vergüenza. Pues solo deseaba que recibiera el alimento correcto, que se nutriera y pudiera verla en todo su esplendor, pero tampoco quería que llorara de aquella forma ante el desconcierto, y notando la falta de su felina subordinada solo pudo abrazarla en silencio mientras se dirigía a su recamara lentamente.

 

“No tengas miedo, estás conmigo y no has hecho nada incorrecto, Pituo regresara en cuanto encuentre lo que necesitas, pronto hablaremos de lo que ha sucedido, por ahora debes descansar, no voy a dejarte…” Komugi aun llorando y aun sintiendo hambre asintió sin poder ni desear separarse de él. Se sentía agradecida y de cierta forma comprendida al notar como no la culpaban por nada de lo sucedido. Su líder no le temía y no quería llenarla de preguntas como antes había sentido que quería hacer su subordinada en un inicio, cuando estaba sola con ella en la habitación, lo cual era en sí mismo una bendición, porque ella aunque siempre le diría la verdad, ya no contaba con más respuestas que el desconcierto en si mismo, por lo que agotada dejo que la cargaran a la habitación del Rey y a medio camino, acurrucándose contra él termino por cerrar sus ojos que lo veían todo y aun casi inconsciente susurro una simple frase que fue contestada de inmediato

 

“Tengo hambre…” El rey no pudo evitar sentir una leve opresión al escucharla, no tenía que decírselo, lo sabía, casi podía decir que había sentido su hambre en cuanto la había cargado. No sabía cuánto demoraría Pituo, pero era claro para él, que el nuevo ser que era ahora Komugi ansiaba sentirse saciada tras casi una década de inanición.

 

“Pituo llegara pronto, se paciente…” No tenía forma de consolarla en ese momento más que de esa forma, la comida llegaría, solo debía aguardar un poco. Komugi lejos de recriminarle aquella respuesta solo pudo abrazarle con fuerza, asustada de su propio ser que exigía cosas de las que estaba acostumbrada a carecer

 

“No se vaya…” El joven líder deteniéndose en medio del pasillo con ella entre sus brazos y acariciando levemente su cabello tras mirarla, fue lo más claro que pudo, pues no necesitaba pedir algo tan básico.

 

“No voy a irme, duerme, estás conmigo, nadie ni nada, te lastimara, me quedare a tú lado” Komugi aun llorando solo pudo asentir antes de relajarse y comenzar a dormirse ante el leve vaivén de los pasos del Rey, y pese a las pequeñas lágrimas que rebotaban contra el piso mientras el líder avanzaba Komugi se sintió nuevamente a salvo.  Aún tenía mucho miedo y se cuestionaba que secretos guardaba su propia existencia ahora al parecer despierta del todo

 

Para cuando el Rey logro cruzar el umbral de su cuarto Komugi ya se había dormido, y sin deseos de soltarla volvió a plantarse frente al enorme ventanal de su recamara con ella en sus brazos, mientras intentaba razonar en lo que haría a continuación con semejante criatura que cada segundo que pasaba a su lado lograba despertar cada vez más su curiosidad. Mirando al patio ahora vacío de su castillo y a la brillante chica entre sus brazos no pudo evitar sonreír.

 

Estaba seguro que pasara lo que pasara, sería como mínimo…interesante.

 

Komugi una vez logro dormirse, pensó que la oscuridad y la propia inconciencia la envolverían. Pero nuevamente se equivocó. Despertando en un enorme campo que rebosaba de Hierba se hayo de pronto de pie, mirando hacia la luna que con su tenue brillo y el que ella misma producía iluminaba el lugar. No había árboles o plantas. Solo verde y azul, un escenario infinito plano y apacible

 

No sabía dónde estaba, y curiosa comenzó a caminar, sintiendo la tierra bajo sus pies junto al tenue roció de la noche que le mojaba la ropa, y entonces se había dado cuenta de que la observaban. No había nadie más ahí con ella, sin embargo, estaba segura que alguien la miraba. Deteniéndose y sentándose sobre la larga hierba su mente ahora rápida y analítica miro hacia el horizonte, tras ubicar aquella energía que ahora reconocía como la voz que había escuchado en sus sueños, la que le había prometido que pronto llegaría tomo aire, segura de que esta vez su voz si saldría

 

“¿Quién es usted?” Nadie respondió “¿Necesita ayuda?” No sentía hostilidad. Tampoco tenía miedo, pues sentía una evidente curiosidad de saber quién quería hablar con ella, y tal como esperaba tras algunos segundos de espera la respuesta llego, con un tono de frustración y nerviosismo que delataban una enorme preocupación

 

“Deberías estar durmiendo…” Kumugi no tuvo que preguntarle a que se refería. Ella estaba durmiendo, lo sabía, sin embargo, la voz que parecía llegar de todas partes en aquella visión al parecer creada para ella no se refería a dormir como tal

 

“Komugi abrió la puerta, ¿No debía hacerlo?” Curiosidad, nerviosismo en la respuesta que llego de inmediato

 

“¿Tu lo hiciste? No…no es posible, deberías estar durmiendo, debes volver a dormir” Su estómago se comprimió de golpe y sin aviso al escuchar tan horrible aseveración. Era cierto que tenía miedo de lo que ahora era capaz de hacer y de los comportamientos de su cuerpo, sin embargo, la idea de volver a vivir en a la oscuridad con aquellas pesadillas y al dolor que traspasaba su cabeza en cuanto intentaba ver algo entre la penumbra solo habían causado que ella aterrorizada se pusiera de pie y comenzara a caminar hacia atrás, intentando alejarse de aquella voz.

 

“No” Su respuesta fue corta, tajante. No lo haría, no quería volver a sentir el mismo vacío, vivir fragmentada o con solo un pedazo de ella consciente, como un esqueleto condenado a no poder ser nada más que eso “No” volvió a repetir, haciendo que aquel paisaje antes tranquilo comenzará a oscurecerse mientras el viento se levantaba con ímpetu y sus pies se llenaban de lodo

 

“Espera, espera, debes calmarte” La voz nuevamente nerviosa que venía de todas partes intento que se serenara, pero ella no quería hacerlo, quería que se alejara, que nunca más regresara, que la dejara en paz. No volvería a estar ciega, no permitiría que le arrebataran sus ojos de nuevo, menos ahora que apenas llevaba unas horas despierta. No lo permitiría. Aterrada, confundida y claramente molesta Komugi dejo que sus llamas lo invadieran todo, rompiendo así la ilusión que comenzó a deshacerse bajo sus ojos “¡Espera, tengo que hablar contigo!” Pero para Komugi la conversación había acabado

 

“¡NO REGRESARE A LA OSCURIDAD!” Aquel grito embravecido, lleno de coraje y terror termino por romper las últimas barreras de aquel falso escenario, y pasmada había visto a un hombre a un par de metro de ella rodeado por las llamas blancas. Era mayor, eso podía verlo en su rostro, pero la fuerza detrás de aquella persona claramente impactada de lo que había hecho era fuerte, podía verlo, sentirlo. Tenía que salir de ahí, a como dé lugar. Su reacción entonces fue rápida, pues en cuanto el hombre si quiera pensó en moverse la chica volvió a gritar leyendo sus pensamientos y comprendiendo que intentaría alcanzarla, lo empujo con su fuego blanquecino “¡ALÉJESE!” El impacto de sus llamas lo arrastro lejos, mientras este como podía seguía intentando hablar con ella, aferrándose como podía al sueño de la niña, luchando en vano con el ímpetu de miedo que no dejaba de intentar expulsarlo

 

“¡Por favor, cálmese, solo quiero hablar con usted!”  Komugi lejos de querer escucharlo entonces enfoco sus ojos en él. Pudo sentir en su voz que lo que decía no era del todo cierto, podía sentir como ocultaba sus verdaderas intenciones con cada fibra de su alma, así que negándose a escuchar deseo con todas fuerzas que guardara silencio, un deseo que se volvió una orden inmediata. El individuo perdió su voz de golpe, causándole un nuevo impacto que Komugi ignoro, pues ya sin poder modular palabras y atrapado por las llamas que le impidieron moverse y lo paralizaron en el lugar observo a la chica avanzar temblando hasta él y con lágrimas en sus ojos fue firme con sus palabras, sin dejar de verlo con aquellos orbes llenos de dolor y desconcierto, bañados por estrellas.

 

“Váyase a casa…” El trato de forzar la voz, pero está ya no existía, como si algo hubiera devorado todos los sonidos que pudiera llegar a emitir y sus labios sellados no pudieron decir nada y por más que lo intento no pudo romper aquella barrera que la niña había formado sin darse cuenta. Dándole la espalda Komugi creyó que sería todo, pero sintiendo la reticencia de ese hombre de abandonar aquel lugar que en sí mismo le partencia, aferrándose como podía con su aura, sintió que estallaba.

 

Era suficiente. Todo lo que había vivido, y sucedido en escasas horas era suficiente.

 

La había llevado hasta ahí sin su permiso, y él como un cobarde se había ocultado bajo una simple ilusión, y aunque podía sentir su fuerza que arañaba su subconsciente tratando de mantenerse fijo y no ser expulsado ella misma sentía que de desearlo podría haberle hecho daño, pero no era lo que quería. Sin embargo…

 

“Debes volver a dormir…”

 

El resonar de aquella frase ahora hecha un recuerdo finalmente hizo que todo su ser estallara como si hubieran prendido una mecha

 

  1. NO. NO.

 

Estaba cansada, aterrada de como lograba comprender con facilidad cosas que antes se le habrían sido imposibles, de su cuerpo que reaccionaba, pero más aún de alguien que ni siquiera conocía quisiera que regresara al punto de inicio. Girándose nuevamente claramente ofuscada, con todo cubierto ya por las llamas que parecieron volver a consternar al viejo hombre frente a ella solo pudo dar dos pasos antes de gritarle, eufórica.

 

“¡DIJE QUE SE FUERA!” y sin ser consciente de lo que hacía, su propio cabello envuelto en fuego se lanzó contra él envolviéndolo hasta que no quedo nada. Hasta que solo quedo ella en aquel lugar oscuro y vacío.

 

Cayendo contra la nada, y sin saber que había hecho o que había pasado realmente, Komugi volvió a romper en un llanto por demás desgarrador. Quería que todo se detuviera y al mismo tiempo sabía que no podía ni quería regresar atrás.

 

¿Qué debo hacer? ¿Qué debo hacer?

 

“¡Komugi!”

 

Estaba sola, y sin embargo ese mismo vacío hacia que no pudiera dejar de llorar, pues incluso ahora dejando de ser ciega seguía sintiéndose como el mismo estorbo de antes, una carga que incluso se había vuelto más inmanejable debido al desconocimiento de su propio ser y aunque creyó que el hecho de ver, al menos le daría claridad a su propia vida, parecía que también era un error. ¿O es que acaso su existencia era el error? Sus padres adoptivos muchas veces le habían dicho que agradeciera por vivir pues no lo merecía. Tan tonta y torpe, y ahora tan consciente y viva no había conseguido que nada fuera diferente. ¿Realmente…no debería si quiera vivir como había dicho aquella mujer?  ¿Ese era el problema? Nunca la habían cuidado y siempre se había sentido amenazada por su supuesta familia, que no dejaba de recordarle que en cualquier momento podían abandonarla. Ahora el abandono no era una amenaza, pues era un hecho. Jamás podría regresar y tampoco quería hacerlo, pues sabía que no habría un lugar al que volver bajo su nueva condición. Pero ahora una nueva amenaza había llegado invitada por su propia cuenta y no sabía a qué aferrarse para liberar toda la presión que sentía en su cabeza.

 

Todo era datos, información que llegaba a raudales en cuanto se enfocaba en cualquier objeto. La tierra estaba viva, y la sentía fluir por medio de ella. Tierra. Esa esa era la palabra exacta. Pues todo vivía a base de ella. Comida, viviendas, incluso el acero. Todo era tierra. Un componente más, uno menos, pero eran lo mismo. Los propios humanos se volverían tarde o temprano tierra.  Aterrada de su entorno, incluso en la inconciencia vacía que se había tornado su sueño Komugi se abrazó a sí misma. Lo veía todo, lo sentía como la sangre en sus venas, moviéndose y palpitando y no sabía que hacer, y la alarma anclada a su conciencia seguía sonando a todo volumen


Tengo miedo…

 

“¡Komugi, escúchame!”

 

Estoy sola…perdida…

 

“¡KOMUGI!”

 

Yo no pertenezco a ningún lugar….

 

“¡KOMUGI DESPIERTA AHORA MISMO!”

 

Sintiendo como su alma era arrancada de aquel lugar vacío, como un pez atrapado por un anzuelo, la chica sintió un leve tirón antes de abrir los ojos. Confundida y sin haber dejado de llorar aterrada, miro entonces los ojos violáceos que se clavaban en los suyos y sintiendo rabia en ellos Komugi sin ser consciente intento correr, pero siendo atrapada al vuelo por el líder, que, aunque estaba claramente irritado, trato de contener a la niña que viéndose de nuevo atrapada se hecho a temblar sin control.

 

La realidad, lejos de su mundo inconsciente también había sufrido, pues el Rey luego de dejarla sobre la cama, al ver pequeños diamantes de color rojo comenzar a deslizarse por sus mejillas la había visto comenzar a sollozar antes de que sus blancas llamas se desataran de golpe en todas direcciones, cubriendo la recamara de techo a suelo, y sin saber lo que sucedería había tratado de despertarla, luchando contra su propia fuerza para llegar hasta ella. Entonces había sentido aquel Nen intruso en sus sueños, y frustrado y furioso de haberla soltado la había remecido con fuerza apenas consiguió estar cerca, mientras las llamas cubrían todo el palacio con cada vez más fuerza. Pero de pronto se habían detenido. Y como fuesen enviadas nuevamente con su dueña habían comenzado a desaparecer hasta ser casi nada, mientras las lágrimas de Komugi seguían cristalizándose cada vez más, aumentado en tamaño y volumen.

 

Él creyó que entonces despertaría, pero viendo como las llamas flotantes descendían y se evaporaban a su alrededor había hecho lo único que se le ocurrió, aterrado de perderla. Y gritándole había logrado que despertarla. Pero entonces al lograrla despertar ella había visto sus ojos y aterrada al verlo furioso había intentado escapar o al menos correr. Desesperado para esas alturas el Rey la había alcanzado a sujetar y aferrándola con su propio cuerpo contra la cama, había rogado porque le sintiera.

 

Estaba furioso, pero no con ella. Komugi paralizada con el líder sobre ella no podía dejar de temblar bajo su cuerpo. No estaba segura de que había sucedido en el exterior mientras se suponía debía dormir, y llena de ansiedad repasaba una y otra vez el rostro de aquel hombre que había intentado comunicarse con ella por medio de sus sueños.

El Rey sin pedir permiso y tomándola por los hombros la había alzado entonces con brusquedad para que al menos consiguiera algo de tranquilidad, sin embargo, este movimiento causo con la niña pegara un leve grito de angustia, volviendo a acelerar el corazón del joven líder, que tratando de volver a mantener su temple volvió a acariciar su cabello que no había dejado de moverse con el constante ir y venir de las llamas blancas. “Komugi…estás despierta, todo está bien, no estoy molesto contigo, estás a salvo” No sabía que había sucedido y pese a sentir a su guardia detrás de las puertas de la alcoba tras el estallido de su aura blanca, no les permitió entrar. La única que podía entrar era Pituo, y ella para su propia desgracia no había regresado aún. “Respira…estoy contigo” Consiguió decir, mermando su propia rabia de dejarla sola y expuesta nuevamente.

 

Komugi lejos de resistirse, y contra su pecho ahogo un leve sollozo antes de abrazarlo de vuelta, dejando que los cristales que no dejaban de caer pasando de un tono Ruby a uno rosa, continuaran rebotando contra la cama

 

“Él…ÉL…quiere que vuelve a dormir, tengo miedo, no tengo a donde ir…no quiero que todo vuelva a ser solo negro, no sé qué hacer, yo, yo no sé…”

 

No sé qué debo hacer

 

Sintiendo que era levemente apartada, el Rey volvió a enfocarse en sus ojos que titilaban nerviosos entre las densas lágrimas. De nuevo “él”, ¿pero ¿quién era esta persona? ¿Por qué la buscaba?

 

“Dime todo lo que sucedió” Asintiendo Komugi le explico entonces, limpiamente y sin su torpeza antes habitual el escenario falso, probablemente sacado de los propios recuerdos de él mismo, esto según ella entendía, había sido creado con el propósito de hablar con ella, de verla y acercarse, pero no ser visto. Luego venía el detalle de su voz preocupada, nerviosa, casi angustiada de verla “despierta” y de su mandato de “volver a dormir”

 

“Yo…rompí su ilusión y pude verlo…pero estaba tan asustada...que yo…” Recordando el suceso y como en forma silenciosa le había ordenado callarse Komugi agacho la mirada, sintiendo pena de su falta de educación antes de proseguir “Le ordene que se callara, que no dijera ninguna palabra, solo quise dejar de escucharlo, y ya no pudo hablar…o mover la boca, lo silencie…y después…lo heche, lo empuje lejos…” El Rey pasmado observó como la niña apretujándose los dedos se ruborizaba, causando que las llamas antes blancas que flotaban a su alrededor también adquirieran aquel tono rosa. No le molestaba, pero tampoco entendía porque se apenaba por sus acciones, al contrario de lo que Komugi pensaba, él lejos de molestarse se sentía por completo satisfecho y de cierta forma complacido de sus acciones. Por lo que alzando la mano y dejándola sobre su cabeza acaricio con cariño su cabello, logrando que ella volviera a mirarlo aún sonrojada

 

“Komugi, ese hombre invadió tu sueño, no has hecho nada malo” Ella sabía esto, pero deseaba haber actuado de otra forma y no haber perdido los nervios, pues, aunque sabía que no le había hecho daño, sentía con una certeza aterradora, que, de querer, podría haberlo hecho. Siendo regresada de sus pensamientos cuando el Rey volviendo a atraerla contra él al verla mucho más tranquila intento esclarecer sus propias preguntas. Sabía que la chica aún tenía un hambre voraz, pues sintiéndolo y además notando como tras sus palabras Komugi se acariciaba inconscientemente el estómago vacío, intento que al menos se mantuviera pensando en otra cosa.

 

“¿Crees que puedas describirme a este hombre?” La chica asintiendo iba a empezar con una detalla descripción cuando deteniéndose le había mirado con curiosidad ante lo que su propia cabeza había dicho de forma clara.

 

Puedo hacer algo mejor…

 

“Puedo…dibujárselo…” Si eso, podía dibujárselo y explicarse mejor, pero recriminándose a sí misma que quizá esto no sería suficiente volvió a hablar sintiendo que aún podía hacer más con la petición de su líder

 

Puedo hacer algo incluso mejor….

 

“O…puedo mostrárselo si prefiere…” El Rey cruzándose de brazos observo en silencio los orbes de la chica que parecían destellar mientras las estrellas en ellos se movían. Ambas opciones eran aceptables, pero aún curioso de sus nuevas habilidades opto por la mejor opción

 

“Has ambas cosas” Emocionada de que nuevamente se sintiera satisfecho con sus ideas Komugi tras recibir un papel y un simple carboncillo comenzó a dibujar. Los trazos rectos, la textura, cada arruga de su rostro, grabada para siempre en su memoria lo plasmo con precisión y tras terminar le extendió la hoja a su líder, que sin dejar de observarla había registrado cada uno de sus movimientos.

 

Komugi había sido ciega hasta hace unas horas atrás, no había forma que supiera dibujar o tuviera alguna habilidad del tipo artística, pues sabía que muchas de ellas debían ser cultivadas por años hasta alcanzar un nivel que se considerara decenté, sin embargo, tras recibir la hoja y sin esperar realmente nada, había vuelto a quedar paralizado.

 

En el papel un hombre mayor vestido con ropa deportiva le observaba con nerviosismo, como si intentara decirle algo, pero no pudiera hacerlo. Levantando la mirada volvió a fijar su vista en Komugi, que para su propia sorpresa había bajado la cabeza y vuelto a ruborizarse. Notando como volvía a estrujar sus pobres dedos y como las llamas a su alrededor volvían a tomar aquel tono rosa que comenzaba a reconocer, alzo entonces una mano, pues ya no tenía dudas de lo que la niña pedía en ese momento. Acariciando su cabello y logrando que soltara sus manos asintió

 

“Bien hecho” Volviendo a mirarlo con aquellos ojos que no dejaban de destellar Kumugi por primera vez en todo ese eterno día que ya llevaba una tarde una noche completa y una mañana por demás lluviosa, le sonrió con verdadera alegría.  No fue del todo una sorpresa para él que tras verla sonreír la lluvia se detuviera. Quizá no era consciente de lo que había hecho, pero comenzaba a darse cuenta de cómo la niña albina podía incluso influir en el clima que lo rodeaba. Su poder no podía ser congénito. Nunca había conocido un humano con un aura mayor al suyo, y ella, aunque le costara admitirlo lo superaba, y sin poder contenerlo pues no sabía cómo, ella dejaba su aura fluir, tratando por su parte de entender luego de haber vivido ciega, cada cosa que sucedía a su alrededor. Era peligroso, pues una mala reacción podría llevarlo a la tempestad, sin embargo, Komugi mantenía su aura amable y noble, y al parecer seguía con su eterna costumbre de no poder mentir, pues viéndola sonreír, pero aun nerviosas de sus actos, tomo sus manos entre las suyas, de manera que no pudiera seguir apretando sus dedos y acercándola de esta forma choco su frente con la suya.

 

“Muéstramelo, sé que puedes hacerlo, y no me importa” Komugi no vacilo, pero no pudo evitar mirarlo con preocupación antes de asentir. Su aura blanca entonces invadió su propio cuerpo y la habitación de golpe, y envuelto en aquel manto blanco, el Rey de las hormigas sintiendo sus propios ojos incendiarse sin sentir dolor volvió a observar al hombre, retenido por la propia aura de Komugi, cuando este había invadido su sueño. Era fuerte, pero no tanto como él, y sintiendo el aura de Komugi detrás de si fue certero en corroborar, aunque fuese para sí mismo, que, si ella hubiera querido, lo hubiera aplastado como un insecto.

 

La visión duro escasos segundos, pero tras salir de ella, vio anonadado a la chica apegarse a las almohadas detrás de ella al tiempo que cubría su rostro, como si esperara que le castigara. Este comportamiento, aunque lo entendía, también lo enervaba. Él era el Rey, pero ella era un ser diferente, algo que no tenía un título y lo que menos deseaba es que tuviera miedo. Ya no se trataba de que hubiera una consecuencia climática por sus emociones, sino de que realmente deseaba que confiara en él. Su ímpetu y su propia jerarquía lo habían vuelto arrebatado y brusco, pero comprendía que con Komugi no podía ser así, tampoco le apetecía serlo, y esto mismo era contraproducente. Ella no era dura como aquel hombre que había visto dibujado y en su propia visión, era distinta, y aunque no lograba aun entender su propia fuerza, deseaba que siguiera confiando y apegándose a él como antes, cuando ni siquiera podía verlo.

 

De rodillas frente a la cama, y acercándose lentamente, había vuelto a sacar lentamente a Komugi de aquella bolita de cabello en donde se había escondido, ahora que su cabello había crecido al menos tres veces más y parecía tener vida propia, no pudo evitar sentir su eterna tristeza de no comprender nada cuando la abrazo, pero volviendo a dejarla contra su pecho al no obtener ninguna resistencia, fue claro con sus palabras.

 

“Komugi…lo eh visto, no tienes que tener miedo, nadie te llevara a ningún lado, yo inicie esto, y no voy a abandonarte” Había esperado que le abrazara nuevamente, con el ímpetu de antes, pero sintiéndola temblar nuevamente había observado helado como la niña pese a aceptar sus palabras, trataba de retener sus lágrimas mientras acariciaba su estómago vacío, y aún más preocupado había observado como sus pómulos ya no existían. Su cuerpo, ahora hecho piel y hueso, se apegaba a su rostro. Estafa famélica. Y aun así había usado su aura con él, para transportarlo a su sueño, para mantenerlo seguro dentro de su propia aura, sumado al hecho de que incluso dormida había tenido que defenderse por su cuenta.

 

Viéndola casi desvanecerse, no pudo evitar cogerla al vuelo y cargarla al tiempo que se levantaba de la cama con ella entre sus brazos, impotente y furioso, pues no podía hacer nada. Lo que necesitaba, no lo tenía, y no había previsto que su propio cuerpo resintiera todo lo que estaba haciendo sin nada que digerir, y sin haberla nutrido como correspondía, lograba entender que el degaste físico era mayor al cuerpo humano que contenía su aura, y esta bajo su exigencia, reclamaba el alimento, pues de otra forma su propio organismo fallaría.  Sintiéndola temblar contra su cuerpo el Rey solo pudo apretar los dientes ante la frustración. Sus órdenes habían sido inconsecuentes, y a menos que Pituo llegara dentro de los siguientes minutos, se daba cuenta de que se condenaba a si mismo a seguir viéndola en ese estado en donde sin poder hablar, la niña dejaba nuevamente escapar aquellos diamantes rojos que solo simbolizaban su dolor

 

No sabía que decirle, pues no tenía medios para ayudarla a menos que comenzara a morderlo a él mismo, lo cual estaba seguro que no aceptaría. Aterrado observo a su alrededor, su aura seguía tan fuerte como antes y las llamas flotantes no dejaban de centellar en medio de la habitación. Helado comprendía que lo que residía en ella o más bien quien era Kumugi, se almacenaba en un contenedor demasiado pequeño, y que esto mismo influía en su estado, consumiéndola. En palabras simples habría sido como decir que su alma era demasiado grande para su cuerpo.

 

¿Era por eso que la habían sellado? ¿Esa era la verdad? ¿Había sido por su bienestar?

 

Su mente comenzó a trabajar a mil por segundo, por lo que nuevamente furioso se retractó de sus propias preguntas. Que la chica se encontrar en esas condiciones era debido a su vida pasada. Siempre falta de alimento. En su castillo tampoco había preguntado si quiera si la alimentaban correctamente, y a sabiendas que incluso enferma y cubierta por fiebre jamás había pedido nada el Rey solo pudo apretar los dientes al tiempo que la atraía contra él. Era un hecho que su cuerpo era pequeño para su aura, pero esto no tenía relación con las precariedades con las que la chica se había acostumbrado a vivir.

 

Komugi muy a su pesar, no pudo evitar que un par de lágrimas rojas rodaran por su rostro. Escuchando como rebotaban contra el duro mármol se estremeció. No podía explicarlo, pero de alguna manera, volvía a sentir la necesidad de abrir una puerta que no se abría, pero siendo ahora la puerta, su propio cuerpo, había vuelto a sentir aquel dolor lacerante por todas partes. 

 

Tanto el Rey como ella quisieron decir algo. Él quería que se sintiera segura, y ella solo quería disculparse por no reconocerse a si misma. Jamás había dibujado nada en su vida, y apenas lograba procesar lo que había hecho, y sumado a esto tampoco había concebía que con solo tocar a alguien y concentrarse podía mostrar imágenes que ella misma había visto, y siendo todo esto nuevo no encontraba las palabras correctas para explicarse, pues mucha de las que le llegaban a su mente ni siquiera sabía de donde las había sacado.

 

Extraño, insólito, inquietante y neurálgico. ¿Qué…soy yo?

 

Por un minuto eterno donde ninguno dijo nada, apartados en dos mundos donde habitaban el miedo y la sensación de fracaso, el Rey y Komugi sintieron el aura de Pituo. Komugi aún no sabía cómo funcionaba aquello, pero dentro de sí y sintiendo desde hace horas el fuego rojizo de la guardia felina correr, respiro profundo y sin decir palabras o estremecerse, la sintió llegar y abrir las puertas de la alcoba.

 

Mirandola de soslayo el Rey solo pudo verle con irritación. Había tardado más de lo que había previsto, y no aceptaría un nuevo fallo. Sin embargo, no tuvo que preguntarle si había conseguido lo necesario, pues sin anunciarse si quiera la guardia enseguida se acercó hasta él, ignorando todo lo que había sucedido antes y pasando de largo la cara de sus dos compañeros que al fondo del pasillo miraban descompuestos la escena se inclinó agotada pero claramente satisfecha

 

“Mi señor, todo está listo, sígame por favor” Sin cuestionarle la razón por la que le pidiera salir del dormitorio, el Rey evidentemente preocupado por el estado de Komugi medio asintió antes de avanzar tras ella. Con él las llamas de la habitación que flotaban le siguieron, y teniendo cuidado de no pisar el cabello de la chica que se escurría hasta el piso como seda apuro el paso antes de hallarse en medio de uno de los salones de su castillo.

 

Paralizado observo entonces cuatro enormes cajones de madera, dispuestos uno al lado del otro. El primero estaba cubierto de un líquido blanco, el siguiente estaba lleno hasta el borde de algo amarillo que hervía como una enorme sopa espesa, el tercero en cambio estaba cubierto de una cantidad exorbitantes de verduras y frutas donde los colores predominantes eran el verde y el rojo, y por último para su propia sorpresa, no era más que una tinaja completa de agua. Pituo, inclinándose hacia él, había hecho entonces una petición con la que fue reticente.

 

“Mi Rey…necesito que…la deje sobre la primera tinaja, deje que se hunda” Sin comprender, el líder miro con recelo a su guardia antes de que ella continuara implacable “Mi señor, sus órganos han sido continuamente castigados por su aura, su propio Nen es infructuoso ya que no puede contenerlo, ella no presenta ninguna fuerza a nivel anatómico debido a las carencias que ha sufrido su organismo, esto es necesario, de otra forma no podrá seguir conteniéndolo y será consumida por el hambre, confié en mí, ella sabrá que hacer, no voy a fallarle” Receloso aún y sin emitir palabra, el Rey pasándola de largo se acercó a la primera tinaja cubierta por aquel líquido blanco y espeso y saltando sobre ella se ganó de pie en el borde. Komugi apenas estaba consciente para ese momento, pero sintiendo el olor de la comida y su propia saliva queriendo escapar de su boca ante la ansiedad, sintió un nuevo escalofrió al escuchar en un leve susurro al Rey

 

“Komugi…puedes comer todo lo que quieras” Siendo separada finalmente de su pecho tras sentir a la chica asentir levemente sin abrir los ojos, y pese a sus propias dudas el líder finalmente se inclinó, y dejándola sobre la espesa leche que Pituo había traído, la soltó.

 

La chica se hundió de forma inmediata, y aunque quiso lanzarle tras ella, el Rey observo entonces anonadado como el nivel del cajón comenzada a descender a una velocidad implacable y constante, como si la tinaja hubiera sido perforada por un agujero la leche en donde la había dejado empezó a bajar antes de que tan solo cinco segundos después Komugi en el fondo del enorme cajón mirando hacia alrededor y sonrojada alzara la vista para dedicarle la misma mirada suplicante y nerviosa que Pituo había recibido dándole aquella triste sopa de fideos. 

 

¿Se ha acabado? ¿No hay más?

 

Sintiendo su propia ansiedad como un leve hormigueo, el líder observo como sus mejillas volvían a ser las mismas y como el pequeño cuerpo de la niña comenzaba a expulsar un leve vapor. Mordiéndose su propia lengua, el Rey comprendía lo que decía Pituo. No era suficiente. El nivel de grasa y agua se habían estabilizado, pero aún necesitaba más que eso.

 

NO ES SUFICIENTE. AUN NO.

 

Metiéndose dentro de la tinaja vacía, y volviendo a cargarla enseguida volvió a salir con ella, donde Pituo nerviosa esperaba al lado del siguiente cajón de madera, vigilando cada aspecto en un silencio que parecía electrificar su sistema nervioso, había tratado de reunir cada aspecto de una alimentación completa a niveles abismales en una sola sala, y esperaba que fuera suficiente, pero debido a la fuerza del aura de la chica, ya no sabía realmente que era suficiente. Komugi por su parte, sonrojada en los brazos del líder no entendió sus acciones pues no le había dedicado ninguna palabra, pero viéndose de nuevo en el borde de una nueva fuente de comida su boca volvió a abrirse ansiosa. Salivando sin control ante lo que gritaba cada célula de su cuerpo siempre famélico.

 

HAMBRE. HAMBRE. HAMBRE

 

Siendo soltada nuevamente, Komugi volvió a efectuar la misma acción que antes. La nueva mezcla era más espesa, y aunque tardo quizá un segundo más en acabarla, volvió a quedarse mirando hacia los lados con tristeza en cuanto termino. El Rey, extasiado, veía sus colmillos sobresalir, ansiando el alimento y sin pensarlo había repetido su acción con cada Tinaja, mientras Pituo paciente y silenciosa lo había esperado al lado de la siguiente carga de comida en silencio. Para ambas hormigas fue una sorpresa que luego de comer la enorme sopa echa solo con yemas de huevo y carne blanca y roja, se retuviera a sí misma al ver las verduras y frutas de la siguiente.

 

Era una carga completamente sólida, necesitaría morder, y aunque el hambre la invadía y le rogaba que devorara todo a su paso sin control, al punto que su propio cabello comenzó a erizarse ante la ansiedad de la comida puesta sobre sus manos, no lograba atreverse a hacerlo; pues la vería, su amado Rey no podría evitar verla comer, y lo que verían sería dantesco, pues la verían comer como un animal y aunque sabía que aquello era horrible, el deseo de comer la invadía. Sin comprender que sucedía al ver que se quedaba paralizada y salivando sobre el enorme cajón, el Rey quiso repetir sus palabras cuando la propia Pituo había hablado desde abajo, con la cara enfocada en piso. Sabía lo que pensaba pues la había visto sonrojarse en la cocina, apenada por sus acciones de engullir la comida sin si quiera saborearla. Ella entendía su vergüenza propia de su personalidad, pero aquello…a nadie le importaba.

 

“No tema, no importa cómo, pero si tiene hambre…coma lo que quiera, no nos molesta” Dicha esta frase, eh ignorando la vergüenza, pues el hambre podía más, Komugi volviendo a nublar su propia conciencia comenzó a devorar a plena vista todo lo que caía en sus manos. Mordió granadas como manzanas, tomates como simples fresas fueron engullidos y así todo a su paso. No importaba si tenían cascaras, si eran duros o blandos. Lo trago. Lo devoro.

 

Acabada esa caja, el vapor había nublado todo el salón, y ella en el fondo, pese a sentirse casi satisfecha, miro a su alrededor, al enorme cajón completamente vacío, y volvió a mirar hacia arriba, ahora con temor de lo que había hecho, solo para encontrarse con la vibración de las emociones del Rey, incluso antes de verlo.

 

Desde el inicio había sentido nerviosismo y frustración por parte de su querido líder, pero ahora sentía su expectación, su enorme felicidad, y sin comprender sus propias emociones se había atrevido a mirarlo. Estaba cubierta aún de los jugos de la comida. Llena de manchas debido a que sin control había comido sin siquiera pensar en su entorno. Rojo, verde, amarillo y cereza cubrían su camisón antes blanco, por no agregar que sentía el olor de la leche en ella, pese a esto el Rey siguió mirándole emocionado y extasiado. Viéndolo volver a saltar para llegar hasta ella, quiso limpiarse, nerviosa de su actuar para nada adecuado o educado, pero sin tiempo o medios, volvió para su sorpresa a ser nuevamente abrazada de golpe. Lo estaba ensuciando, no olía a nada más que comida de distintos tipos, y aun así no la soltó. Y volvió a llevarla a la última fuente de alimento que su propio olfato había detectado, y volviendo tras un simple beso en su frente a ser soltada dentro del enorme cajón nuevamente líquido, Komugi abandono nuevamente su vergüenza y volvió a tragar sin razonamiento.

 

Y entonces…el hambre se apagó.

 

Recostada en el fondo vacío de la tinaja de madera, Komugi miro el techo del castillo con las manos sobre su estómago. Ya no sentía ningún reclamo, no sentía la necesidad o la pena de pedir comida, y satisfecha, hipo levemente, lo cual, aunque la hizo flotar levemente no la asusto, pues tras este simple sonido volvió a quedar recostada contra el fondo. Satisfecha, por primera vez.  Para ella todo se veía con claridad, pero para el líder y Pituo, la visión era muy distinta.

 

Luego de soltarla sobre el “agua”, Pituo le había explicado al Rey que aquello no era agua como tal, sino una carga de vitaminas, entre las que se encontraban todas las pertenecientes a una comida completa. Todo en uno, disuelto en agua. Esta última comida había creado tanto vapor por parte de la niña, que por algunos segundos había comenzado a llover dentro del salón, y el Rey sin necesitar saber más espero expectante a que aquella enorme niebla producida por la tenue lluvia y el aire espeso que había generado Komugi se disipara y aliviado había observado aquel leve hipido en donde claramente satisfecha, Komugi había acariciado su abdomen aún plano y su aura ahora aún más densa  cubrir su propio cuerpo sin las fluctuaciones de antes.

 

La chica aún seguía como sobre una enorme fogata blanca, pero las llamas eran controladas, la envolvían y no se disparaban en miles de direcciones, y las pequeñas y flotantes, se habían vuelto mucho más grandes, pero ya no destellaban como si estuviesen por explotar.

 

Lo había logrado. Pituo Lo había conseguido.

 

Por su parte, la guardia quimera solo pudo ocultar su vista ante su propio éxito, pues su mayor deseo siempre había sido complacer a su Rey, pero sintiendo la fuerza de la niña incrementarse con cada cosa que le había dado había llenado su corazón. No se trataba solo de aplacar su hambre, sino de poder verla, y aunque ya de por si esta era claramente visible, ahora su propia aura equivalía al menos diez veces la de su Rey y todo lo que sentía era agradecimiento a su alrededor.

 

Algo muy grande. En un cuerpo tan pequeño ¿Por qué?

 

La pregunta quedo olvidada cuando su Rey sin decirle nada volvió a sumergirse en el cajón para regresar con Komugi, que sin moverse espero cualquier cosa menos que su Rey la volvieran a cargar y sostener después de verla comer como si fuera un animal. Su vergüenza seguía presente, pero su hambre había desaparecido, eso era al menos un hecho. ¿Sería suficiente?

 

“Todo está bien… ¿Aun tienes hambre?” Komugi abrazándole de vuelta y pese a las manchas de su ropa fue clara pese a sentir que pronto se dormiría

 

“No…no tengo más hambre, se ha ido…finalmente se ha ido…” Durmiéndose casi al instante el Rey miro a su guardia, que parada en el borde de la tinaja había mirado la escena, pendiente de cualquier fallo

 

“Bien hecho Pituo…al menos hemos logrado avanzar”

 

Aun no sabían quién o que era ella, pero debajo de su extraño corazón Pituo solo pudo preguntarse cómo era posible que germinara un sentimiento que incluso cruzaba los límites como guardia real. Sin habla solo pudo asentir, emocionada y ansiosa.

 

¿Qué sucedería ahora?