Chapter 1: La asignación.
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Cuando la guerra había terminado, Draco sabía que su familia jamás sería libre de las miradas y palabras crueles, porque habían cometido una equivocación y se dieron cuenta demasiado tarde, de que apoyar a Voldemort era un error.
La mansión Malfoy jamás se había sentido como un hogar para él, mucho menos con los horribles recuerdos de gritos y llantos de las víctimas de su tía, Bellatrix Lestrange. Por lo que, dejar atrás aquella casa no fue difícil, no tanto como abandonar el país en el que había crecido.
Su llegada a Estados Unidos había sido dura y fría, no conocía a nadie ahí, no había a quien acudir. Y se encontró con que debía poner mucho esfuerzo, demasiado realmente, sólo para poder obtener un puesto mínimamente digno en el Magicongreso.
Comenzó sirviendo café, lo que jamás imagino hacer, llevando y trayendo papeles a distintas áreas. En algún momento, se le fue concedido un puesto de secretario, que nunca le gustó realmente. Por un breve tiempo se ocupo de cubrir a personas que tomaban días. Y fue gracias a ello que descubrió una pequeña rama del Magicongreso, en donde se encargaban de cuidar a los niños de Aurores que se la pasaban en misiones y no tenían con quién dejarlos.
Draco jamás había tenido una gran adoración por los niños, siendo criado como hijo único, nunca convivió mucho con otros. Pero el trabajo parecía sencillo y era bastante más remunerado que los sueldos promedio en aquel lugar. Por lo que se postulo en cuanto vio la oportunidad.
Lo odio.
Realmente lo odio.
Al menos al principio, de cualquier forma. Cuidar niños resultó ser muchísimo más desgastante de lo que imagino en un principio. No entendía como su madre lo hacía parecer tan fácil, era una pesadilla que jamás terminaba, apenas y podía tomar un respiro cuando se dormían.
Pero con el paso del tiempo, tomándole cariño a los niños que le eran asignados, realmente empezó a disfrutar de su empleo. Mostrándose firme y autoritario al principio, pero enseñándoles su lado más humano y tranquilo cuando finalmente se ganaba a los pequeños.
No paso mucho tiempo cuando ya se había hecho una buena fama como niñero y las asignaciones crecieron a tal grado que su agenda estaba llena. El dinero que le pagaban también aumento, lógicamente.
Los días se convirtieron en semanas, luego en años, hasta que su cumpleaños número 32 llegó a él y trajo consigo una inesperada noticia.
La mañana de un lunes 25 de noviembre, Draco entró a su oficina, encontrándose con Luna Lovegood. Una chica a la que nunca creyó volver a ver.
- Buenos días, señor Malfoy. - Ella saludo con aquella soñadora voz que Draco recordaba haberle escuchado en Hogwarts hace ya tantos años. - Lamento haber entrado, la jefa del departamento de niñeros me dijo que tardarías un poco en llegar, porque anoche tuviste trabajo. Así que decidí pasar y sentarme para esperar.
La joven mujer hablaba de una manera tan tranquila y serena, que Draco vio difícil enojarse, aunque estaba claramente desconcertado. Nadie venía a verle, todos aquellos que requerían sus servicios hablaban directamente con la encargada.
- No pasa nada. - Respondió simplemente, encaminándose hacia la silla de su escritorio, sin poder apartar su mirada de la Ravenclaw. - Pero no es usual encontrarme personas aquí, si requieres un niñero, debes hablar con la encargada. Ella te dirá quienes están disponibles y los costos.
- Oh, se a quien ocupo. - Una sonrisa de extendió por su rostro, mientras dejaba una carpeta en el escritorio. - Es a ti, vine por tus servicios.
Draco supuso que ella se había mudado a Estados Unidos, dado que no había otra explicación para que viniera aquí, pero su agenda estaba llena.
- Lo lamento pero no creo que tenga cupo, pronto será diciembre y el trabajo para los aurores parece crecer radicalmente.
- Se que estás ocupado, entiendo eso. Pero creo que te interesará lo que mi jefe te ofrece. - Ella empujó un poco más la carpeta y Draco se vio obligado a tomarla y abrirla.
Probablemente debió prepararse mejor antes de hacerlo.
Casi se ahogaba con su saliva, viendo el contenido, la gran suma de dinero que se le ofrecía en aquel papel. Necesito respirar hondo, antes de poder decir aunque sea una sola palabra.
- Es demasiado dinero...
- Para mi jefe no es un problema el dinero. - Ella aclaró. - Tiene más que suficiente para pagarle.
- ¿Quién es? - Draco se atrevió a preguntar. - Si tiene tal cantidad, debe ser alguien importante.
- Harry Potter.
Y de nuevo la saliva casi le ahoga.
Por supuesto que era Harry cara rajada Potter, ¿Quién más? Luego de la guerra probablemente había ganado tanto dinero como para derrochar continuamente. Incluso si estuviese en una mala racha, dudaba seriamente que no le ayudasen, después de todo era el chico que los había salvado de un mundo horrendo gobernado por un monstruo.
Totalmente contrario a la situación de la familia Malfoy.
Ya que luego de la guerra y el juicio a Lucius, la fortuna que por generaciones acompaño al apellido, fue disminuyendo rápidamente. No tanto para ser tan pobres como alguna vez fueron los Weasley, pero si para requerir de una vida modesta.
Aunque estaba seguro de que a su madre, Narcissa Malfoy, no le faltaba nada en aquella casa que había adquirido, alejada del mundo en general, estaba consiente de que no tenía los mismos lujos de los que alguna vez gozaron.
Y este dinero sería de bastante ayuda para recobrar un poco de aquella vida.
¿Pero valía realmente la pena?
Aunque la enemistad que había tenido con Potter quedó atrás luego de la guerra, cuando el chico le regreso su varita, no era como si hubiesen hablado después o siquiera sabido del otro.
Lo único de lo que Draco estaba consiente de Potter, era que se había casado con Ginny Weasley, lo que no era una sorpresa. A pesar de las mil preocupaciones que tenía en sexto grado, no era ciego como para no darse cuenta del amor que tenían aquellos dos. Ni mucho menos sordo como para no escuchar a sus compañeros cuchicheando sobre Potter y Weasley escabulléndose a la sala de menesteres.
Y no era un secreto lo que sucedía en ese lugar.
Pero no estaba al tanto de nada más, ni siquiera de cuántos hijos tenía, aunque suponía que eran al menos tres.
- No es como antes. - La mujer atrajo su atención, mirándole con aquellos grandes ojos soñadores. - Harry cambio mucho luego de la guerra. Ahora es tan tranquilo como una suave marea, apenas y se queja de algo, mucho tiempo lo pasa perdido en recuerdos melancólicos. No será un problema para ti, Malfoy.
Se sorprendió de cómo ella sabía lo que estaba pensando. Como si pudiese ver la duda bailando en sus pupilas y su cerebro imaginando miles de escenarios donde su carácter chocaría con el de Potter.
- Si accedo a esto, tendría que dejar Estados Unidos y regresar.
- ¿Y porque no? - Ella se levantó, sonriéndole cálidamente. - Sólo piénsalo, volverías con la cabeza en alto, nadie se atreverá a juzgarte mientras seas quien cuide de los niños del salvador, ¿No?
Draco no pudo evitar dejar escapar una pequeña risa incrédula, en verdad ella era tan extraña, aunque los Ravenclaw en su mayoría siempre lo fueron.
- ¿Cuando me necesita ahí?
[ Lunes 02 de diciembre, campos de Inglaterra, mansión Potter. ]
Resultó que Potter requería de un niñero tan pronto como fuera posible.
Por lo que, Draco se vio obligado a ordenar y notificar a todos que no estaría disponible por algún tiempo, dado que volvería a su país. Algunos de sus clientes se vieron terriblemente enojados por ello. Pero en cuanto se les mencionó el nombre del padre de aquellos niños a los que cuidaría, entendieron porque había aceptado, sería un loco si no lo hacía.
El regreso al lugar donde había crecido fue duro, durante todo el camino se encontró pensando si había tomado la decisión correcta, pero algo en su corazón decía que no estaba equivocado, esto era lo que debía hacer.
Sus pensamientos cambiaron de dirección en cuanto una gran mansión se mostró frente a él, tenía al menos tres pisos y tantas ventanas como para contarlas, un jardín enorme que poseía bellas flores y árboles. Si echaba un buen vistazo, detrás comenzaba el extenso bosque.
Aunque en primera instancia Draco creyó que era sorprendentemente lujosa, una vez delante de ella, se dio cuenta de que era más bien hogareña. Como si fuese la casa soñada en una colina, rodeada de arboles y naturaleza, con pájaros y animales por todo el jardín.
Ginny Weasley se había sacado la lotería con Potter.
Entendiendo que nadie vendría a recibirlo, encontrando eso como una falta de respeto, decidió adentrarse por lo que parecía el camino a la puerta principal.
El sonido del aire moviendo las hojas de los árboles llegaba a sus oídos, mientras admiraba los arbustos y flores. Le parecía extraño que no hubiera ruido de niños, aunque si eran tres y la casa tan grande, no era de sorprenderse.
Al llegar a la entrada, suspiro un poco y se acomodo el traje, estirándose para tocar el timbre y hacer saber que estaba ahí.
Mala idea.
Algo se abrió arriba de él y dejó caer de una cubeta varios litros de lodo, ensuciando su ropa por completo y dejándole brevemente sin poder ver.
- ¡Puaj!
Draco se llevó las manos al rostro, quitándose el lodo de los ojos lo mejor que pudo y escupiendo lo poco que había entrado en su boca, se miro con disgusto y movió los brazos para quitarse el exceso que tenía en la ropa, salpicando alrededor.
- ¿Que mierd-...
No tuvo oportunidad de hablar cuando la puerta fue abierta y dos niños con bolsas de plumas, se las arrojaron encima. Cubriéndole completamente.
Escupió algunas plumas de la boca y vio como los niñatos se reían y corrían lejos de él.
Como un adulto maduro probablemente debió de haberse retirado, quitarse la ropa y lavarse en la comodidad de una habitación de hotel.
No fue así.
Corrió detrás de ellos, entrando a la casa sin importarle manchar el piso, subió las escaleras mientras escuchaba a los mocosos riéndose de él.
No podía alcanzarlos por más que se esforzaba, dado que ellos conocían mejor la casa y sabían por dónde ir, mientras que él chocaba con cada pared y pasillo, incluso derrapando y cayendo por el lodo en sus zapatos.
Finalmente les vio abrir una puerta en el tercer piso y entrar en ella, así que corrió lo mejor que pudo y se adentro igualmente, encontrándose con que esta era una clase de "oficina" personal.
La de Harry Potter.
- ¿Malfoy?
El gryffindor lucia notoriamente joven, a pesar de tener su misma edad, su cabello seguía igual de alborotado que cuando estaban en Hogwarts, sólo que ahora parecía tener más definidos los rizos. Sus ojos resplandecían con el hermoso verde que poseían. Y tenía unos lentes extrañamente cuadrados.
Mierda.
El tiempo le había sentado bastante bien.
- ¿Porque estás lleno de lodo y plumas? - Su atención fue atraída por la pregunta, pero su mirada viajo hacia los niños que se escondían detrás de dos sillones de aquel lugar.
Potter debió haberlo notado, ya que miro a los chiquillos y estos corrieron fuera del despacho, aún riéndose.
- ¡Niños! ¡Vuelvan acá y pídanle perdón al señor Malfoy!
A pesar de su orden, los pequeños traviesos no volvieron, dejando al gryffindor solo con él. Potter no tardo en suspirar y revolverse el cabello, se acerco al escritorio y se quitó los lentes, tallando el puente de su nariz, pareciendo demasiado cansado.
- Perdona por ello, mis hijos están en una fase muy rebelde, pero créeme son buenos niños. - Trato de explicar mientras volvía a ponerse los lentes y se acercaba a un cajón de su escritorio. - Puedes usar el baño que está cruzando el pasillo, tal vez mi ropa no te quede muy bien, pero es mejor que estar lleno de lodo.
Draco permaneció en el mismo sitio, no sabiendo cómo actuar frente a su viejo rival, encontrando extraña la calma con la que el contrario se dirigía a él.
- Creo que esto será suficiente, si no lo es, siéntete libre de hablar con Luna y ella te dará más. - Potter extendió su mano y dejó en la esquina del escritorio un papel. - Pero por favor, no comiences un proceso legal, es muy cansado y no servirá de nada.
Finalmente Draco decidió acercarse al escritorio, observando el papel y leyendo en el una gran suma.
- ¿Que es esto?
- Un cheque, por supuesto. - Potter había dicho como si fuese lo más lógico del mundo. - No tengo esa cantidad de galeones aquí conmigo.
Draco parpadeo.
- ¿Porque me estás dando un cheque ahora?
- Como compensación por la travesura de mis hijos, puedes comprarte un nuevo traje y al menos no habrá venido por nada. - Él le respondió.
- ¿Estoy despedido?
Eso pareció sacar de su lugar al gryffindor, pues parpadeo un par de veces y se levantó, cruzando sus brazos.
- No espero que te quedes aquí después de lo que te hicieron, no podría obligarte. - Potter camino un poco y se recargó levemente en el escritorio, observándole. - La mayoría de las personas que el ministerio asigno para cuidar de mis hijos no duraron más de dos semanas, no hay que avergonzarse por sólo un día o menos de ello, realmente.
Eso definitivamente le había golpeado en el orgullo de los Malfoy.
- No soy como esos tontos del ministerio británico, Potter. - No pudo evitar cruzar sus brazos y mostrarse indignado por aquello. - ¿Crees que no puedo con este trabajo?
Potter le miró, recorriendo su cuerpo con la mirada, de pies a cabeza. Lo que por un momento le hizo sentirse nervioso por alguna razón que no comprendía. Sin embargo eso fue reemplazado por enojo, cuando vio que el gryffindor tenía una pequeña sonrisa en la comisura de su labio, tratando de evitar reírse.
- ¡Era una pregunta retórica! - Grito con total indignación. - Obviamente puedo hacerlo. Y te lo demostraré, Potter.
- Si esa es tu decisión, no puedo detenerte. - El gryffindor le dijo. - Pero ten en cuenta que son ocho niños.
Bueno, eso sí que era una sorpresa.
A Draco le tomo todo su autocontrol mantener la compostura al escuchar el número de hijos que su ex rival había tenido con Ginebra.
Jamás imagino que Potter sería tan... Bueno, no había que ser tan listo para saber que si embarazo tantas veces a su esposa, tenía una gran libido.
- Puedo con ello.
Si, su orgullo Malfoy no le permitiría retractarse y salir huyendo de ahí. Además esos niños no destruirían su reputación de mejor niñero.
- Si eso dices.
Oh, en verdad se lo demostraría.
Iba a quitarle esa sonrisita burlona del rostro.
Definitivamente.
Chapter 2: Ese no es su nombre.
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Draco no había podido dormir mucho aquella noche, la extrañeza de saberse bajo el mismo techo que Potter nuevamente, era demasiada para él.
No era como si no creyese que se lo toparía en algún momento. Es decir, sabía que Potter quería ser auror desde Hogwarts y el Ministerio no le negaría tal puesto, por lo que en algún momento habrían coincidido si el gryffindor visitaba el Magicongreso por algún caso del departamento en el que trabajaba.
Sin embargo, cuidar a sus hijos resultaba un escenario tan fantasioso y fuera de lugar. No podía creer que no hubiesen más niñeros en Gran Bretaña que cuidarán de esos traviesos.
Pero si entendía que fuesen así.
Potter nunca fue una blanca paloma en Hogwarts, por más que el difunto Dumbledore dijera que si, el chico era sarcástico y burlón la mayor parte del tiempo, aunque casi nadie parecía darse cuenta.
De culaquier manera, al llegar la mañana se había alistado para su primer día completo con esos niños, preparándose mentalmente para lo que sea que le tuvieran preparado. Porque sabía que era así. Esos chiquillos no pararían hasta hacerlo correr lejos de la mansión Potter, pero Draco no se dejaría ganar nunca, mucho menos por alguien con sangre Weasley.
Había quedado en encontrarse con Potter en su despacho personal a las ocho de la mañana, por lo que se encaminó rápidamente hacia allá y tocó suavemente la puerta. Escuchando un leve "adelante".
— Buenos días.
Su voz había sonado más formal de lo que originalmente quería, pero aún le costaba adaptarse a todo esto.
Observo como Potter estaba arreglando un cojín de un pequeño sillón blanco que había ahí, nunca le había visto aquella clase de sonrisa que poseía en ese momento, era tranquila pero llena de melancolía, como si tuviese un recuerdo lejano en su mente.
— Buenos días, Malfoy. – Finalmente le respondió. – Perdona, solo estoy acomodando el cojín de Ginny.
Draco parpadeo un par de veces, ciertamente tenía curiosidad de porque la pelirroja no estaba en la mansión, aunque supuso que ella tal vez había perseguido su sueño de jugar para algún equipo de Quidditch. Incluso con tantos hijos...
— Ella solía amar que lo hiciera. – De nuevo esa sonrisa, expandiéndose por el rostro del hombre, trayendo a Draco un sentimiento extraño.
"Solía amar..."
— ¿Donde está ella? – Se atrevió a preguntar finalmente, aunque se arrepintió en cuanto los ojos verdes del contrario se oscurecieron de una forma tan aterradoramente rápida, llenándose de una tristeza que no sabía que su ex rival poseía. — Si me estoy entrometiendo...
— No, está bien. Supongo que no hay forma de que lo supieras y Luna no suele hablar de ella en tiempo pasado, así que es natural que no unieras puntos. – Observándole de nuevo, aquellos ojos verdes le miraron con tanta melancolía en ellos. – Ginny falleció hace un año y medio.
Mierda.
Sinceramente no había esperado algo eso, pensó que talvez estaban atravesando un divorcio o algún conflicto, pero nunca imagino que la chica estuviese muerta. La noticia era cruda y terrible, incluso si ella jamás le agrado, entendía el porqué Potter estaba tan afectado. Y aquella mirada ahora tenía sentido.
— Lo lamento, no debí preguntar.
— No, está bien. – Potter trato de ofrecerle una sonrisa, aunque Draco entendió que era difícil para él. – Te hubieras enterado de alguna u otra forma, además tal vez eso ayude a que entiendas porque mis hijos están tan rebeldes. Yo perdí una esposa, ellos a su madre. Y adaptarse no les ha resultado fácil. Por favor, ten eso en mente, ellos son buenos.
Draco dudaba seriamente de esa última oración, pero sabiendo que no era el momento, tan sólo se limitó a guardar silencio y asentir.
— Trataré de volver a casa temprano, aunque no puedo decirte una hora exacta, diciembre es un mes pesado para el departamento y siendo el jefe de los aurores es más complicado para mí. – Explicó el gryffindor, mientras tomaba su maletín del escritorio y se acercaba al rubio. – No tienes que preocuparte por la comida, tengo una elfina que se ocupa de prepararles lo que ocupen, hoy es un día tranquilo para ellos así que no te causarán molestias. Pero por favor, no dejes que corran solos en el bosque, tienen muy poco sentido de la orientación.
— Entendido.
Con una sonrisa renovada y una inusual energía, Potter se despidió de él y salió del despacho. Dejándole sólo por algunos minutos, mientras tomaba coraje para salir y darles la cara a esos traviesos.
No tomo mucho, cuando ya estaba encaminándose a la mesa del comedor principal, habían algunos platos ya servidos y los ocho niños estaban sentados en sus sillas. Podía escuchar sus risas y parloteos, hasta que entró y todo se volvió silencio, mientras le miraban fijamente.
La mayoría de ellos tenían esos brillantes ojos verdes de su padre, resplandeciendo con intriga y un toque de maldad.
Mientras en Potter se veían bastante tentadores.
En ellos eran aterradores.
— Buenos días, ¿Señor...?
Una pequeña niña de cabello rojizo había hablado, dejando la pregunta al aire, pues no sabían su apellido.
— Malfoy, pueden llamarme Señor Malfoy. – Se presentó con un toque de cautela. Ahora parecían calmados, pero no olvidaba que el día anterior lo habían bañado de lodo. – ¿Sus nombres?
Por un momento, Draco juraría que les había visto compartir sonrisas traviesas entre ellos, pero tal vez solo era su imaginación jugándole una mala pasada.
— Napoleón Potter. – Se presentó el niño que parecía ser el mayor.
— Pitufina Potter. – La única niña de cabello negro dijo.
— Pompiste Potter. – Una pequeña de cabello rojo hablo.
— Calabacín Potter. – Mencionó un niño de cabello rojizo.
— Constantinopla Potter. – Dijo una niña con el cabello rojo.
— Tontinoplas Potter. – Hablo un pequeño niño de cabello oscuro.
— ¡Nefertitis Potter! – Grito la más pequeña de las niñas.
— Y él es Tiburocin Potter. – Mencionó uno de los niños, señalando al bebé, que solto una pequeña risa.
Bueno, eran nombres demasiado...
Peculiares.
Aunque Potter jamás tuvo realmente buen gusto para nada, tal vez elegir nombres era parte de ello, una lastima para esos niños.
— Siéntese a desayunar, Señor.
La pequeña niña de cabello rojizo, Constantinopla si su memoria no le fallaba, le invitó a tomar asiento junto a ella.
Aunque al principio dudo seriamente, sabía que sería una grosería negarse, además debía demostrarles que no le iban a engañar con otra broma.
El desayuno transcurrió extrañamente tranquilo, lo que solo hizo sobrepensar más a Draco, no entendiendo que clase de juego estaban llevando aquellos niños. Pero sabiendo que debía mantenerse alerta.
Aunque realmente, ¿Que tal si lo estaban dejando en paz?
Durante el transcurso del día, no hicieron más que las cosas ordinarias en una casa. Tales como bañarse, cambiarse, jugar un rato y ver esa rara televisión muggle.
Era bastante tranquilos si tenía que ser sincero.
Por lo que el pensamiento de que la broma inicial solo había sido un tipo de berrinche por tener un niñero nuevo, empezó a cobrar más fuerza en su cabeza, tranquilizando sus sospechas y dejándole tranquilo.
No fue hasta bien entrada la tarde, que algo cambió en el comportamiento de los niños, Draco perdía de vista a uno o dos por algunos minutos pero era rápidamente distraído por alguna de las niñas. Aunque nunca la de cabello oscuro, ella no se le acercaba y parecía tenerle cierto asco, si sus expresiones tenían algo que decir.
Estaba escuchando a Pompiste hablar, cuando un alterado Napoleón entro nuevamente en la sala de estar, su respiración era acelerada y parecía bastante asustado.
— ¡Tienes que ayudarme! – Su grito asustó a Draco, haciéndole levantarse de su lugar. – ¡Nefertitis cayó a un pozo en el bosque!
Se maldijo internamente al darse cuenta que la niña no estaba ahí, no sabía en qué momento salió, ni como había llegado al bosque. Pero recordaba que Potter le había advertido sobre no dejarlo deambular por ahí solos, ya que no poseían un buen sentido de la orientación, lo que solo hizo acelerar más su pobre corazón.
— ¡Llévame a ella!
Draco siguió de cerca al pequeño niño, corriendo fuera de la mansión, internándose en aquel extenso bosque. Tenía la esperanza de que la niña no se hubiese hecho daño, no sabía cómo le explicaría a Potter ese grave descuido y definitivamente no quería salir en el Profeta como el peor niñero del mundo mágico.
Su preocupación fue algo contraproducente cuando se dio cuenta que había perdido de vista a Napoleón y no sabía en qué sitio del bosque se encontraba, por lo que comenzó a caminar, probablemente en círculos.
— ¡Napoleón! ¡Nefertitis!
Empezó a gritar, tratando de encontrarlos, no se perdonaría si también al niño le pasará algo por su incompetencia como cuidador.
Camino y camino, paso tras paso, tratando de reunirse con el pequeño o en su defecto encontrar el pozo donde estaba la niña.
— ¡Señor Malfoy! – Su atención fue atraída hacia aquel grito, proveniente del pequeño Napoleón. – ¡Por aquí! Mi hermana está cerca.
Una vez más le persiguió, corriendo lo mejor que podía y ensuciando horriblemente sus zapatos. Pero eso no importaba. El bienestar de un niño siempre iba primero.
Solo se detuvo cuando vio a Napoleón quedarse quieto, pero no veía ningún pozo alrededor, por lo que no entendía el porqué se había detenido.
— ¿Napoleón?
El niño se dio la vuelta, fue cuando pudo vislumbrar aquella sonrisita burlona que era tan característica de Potter.
— ¡Ahora!
Antes de que pudiese siquiera pensar o moverse, un líquido verde viscoso y pegajoso cayó encima de él, manchando toda su ropa y cubriéndole por completo.
Tal como el día anterior, se vio cegado momentáneamente, hasta que logro quitarse aquello de los ojos. Escupió un poco por la boca.
Y entonces escucho risas.
Volteó ligeramente hacia arriba, topándose con un niño y una niña encima de los árboles, en sus manos habían cubetas que estaban manchadas con aquel líquido verde que le tiraron encima.
Su mirada fue atraída por la risa del travieso Napoleón, que se burlaba abiertamente de él, mostrando esa maldad que Draco sabía que tenía.
Él le guío a esa trampa.
Y estúpidamente había caído.
— Pequeño travieso, ya verás. – Corrió hacia el niño, pero este fue más rápido y lo esquivo, alejándose de él.
El par que estaba en los arboles, se bajaron rápidamente y huyeron de igual forma. Sin dejar de reírse.
Draco tuvo que perseguirlos, aunque no logro alcanzarlos, tropezó algunas veces y terminó lleno de hojas y tierra, lo que solo le hizo sentirse más asqueroso.
Se vio obligado a regresar a la mansión por su propia cuenta, pues aquellos niños le abandonaron en el bosque, pero al menos tenía claro que Potter estaba equivocado. Esos mocosos conocían cada árbol y piedra de aquel lugar.
Solo le habían hecho creer a su padre que no.
Para cuando pudo encontrar el camino correcto, ya el sol se estaba ocultando, al menos el poco que había. Dado que en diciembre el clima era frío y Draco se estaba congelando. Al menos aún no había tanta nieve.
— ¿Malfoy?
Mierda.
Tenía que ser una jodida broma.
¿Porque se topaba con Potter cuando estaba todo cubierto de suciedad? Maldita suerte.
— ¿Que te paso? – El ex gryffindor pregunto mientras se acercaba a él, retrocediendo un poco por el mal olor que Draco tenía. – Por Godric, ¿Que fue lo que te hicieron?
— ¡Esos irrespetuosos mocosos me guiaron al bosque y tiraron este líquido asqueroso encima de mi! – Se quejó con total indignación, mostrando su enojo sin restricciones y salpicando el pasillo principal hacia la casa. – Pero ese Napoleón, ese niño, es la mente maestra de todo esto. No tengo ninguna duda.
Potter parpadeo un par de veces.
Y entonces empezó a reír sin parar, tocándose el estómago, por las grandes carcajadas que salían de su boca.
— ¿Napoleón? Dioses, Malfoy. Ni siquiera yo le pondría así a uno de mis hijos. – La expresión que tenía en su rostro debió ser realmente graciosa, dado que Potter siguió riendo. – Creo que es mi culpa, no te los presenté formalmente y aprovecharon eso para decirte nombres falsos.
— Si, creo que ya me di cuenta.
Ahora entendía porque consideraba a Potter tan molesto.
Y sus hijos eran unas pequeñas copias de él...
— Ven, entra y toma un baño. – Potter le instó a que siguiera caminando. – Los reuniré en la sala de estar y te los presentaré.
Aunque una parte de Draco quería seriamente negarse y huir lejos de esa casa de lunáticos, otra dentro de él, probablemente su orgullo, le decía que se quedara.
Claramente le hizo caso a la segunda.
Por lo que, después de entrar a la mansión y tomar una ducha caliente de varios minutos, se vistió con ropa limpia y salió en camino a la sala de estar.
Al llegar escucho la voz autoritaria de Potter.
— Hicieron que treinta niñeros huyeran de la casa, la tía Luna tuvo que buscar uno en otro país y convencerle de venir hasta aqui, niños. – El hombre les recordó. – Por favor, compórtense. Saben que mi trabajo me quita demasiado tiempo y no puedo estar todo el día con ustedes, aunque me encantaría. El Señor Malfoy es bueno en lo que hace y no les ha faltado el respeto en ningún momento, déjenlo en paz.
Draco podía ver a los pequeños con la cabeza baja, escuchando atentamente a su padre, mientras les llamaba la atención.
Pero dudaba seriamente que le hicieran caso. Aunque Potter se mostraba autoritario, la mirada suave en sus ojos y el tono de su voz no ayudaban.
— Potter.
Intento llamar su atención, haciéndole saber que había llegado, a lo que él contrario volteo a verle y suspiro un poco.
— Ven, Malfoy. – Sin negarse a ello, Draco se acerco hasta estar frente a la fila de niños. – Te los presentaré.
El joven hombre comenzó a caminar por la sala, señalando a cada uno de sus hijos, mientras decía sus nombres.
— James Sirius, Jean, Emily, Albus Severus, Lily Luna, Fred Remus, Molly y el pequeño Ethan.
Esos nombres si tenían sentido, concluyó Draco.
— Son algo traviesos, pero están arrepentidos por el trato que te dieron, ¿Verdad?
Un "Lo sentimos, Señor Malfoy." Sonó a coro de las pequeñas voces.
Pero Draco dudaba que fuera en serio.
— De ahora en adelante no te darán problemas, tranquilo. – Realmente Potter seguía siendo tan ingenuo, de ello no había duda. – Vayamos todos al comedor, es hora de cenar.
Potter fue el primero en abandonar la sala principal y fue cuando Draco confirmó sus sospechas, pues los niños que fueron saliendo detrás de él, le miraron con una maldad oculta en sus ojos.
Una que prometía venganza por haberlos acusado con su padre.
Draco trago saliva.
Chapter 3: Travesuras.
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Potter le había informado que durante algunos días llegaría tarde a casa, dado que tenía mucho papeleo y casos pendientes, lo que le retrasaría demasiado.
Y Draco sabía que los niños aprovecharían esos momentos para hacerle un sin fin de bromas.
Pues si lo que había escuchado aquel día en la sala era cierto, ellos lograron que todo el departamento de niñeros del ministerio británico huyeran de esa casa, uno tras otro. Y si Weasley llevaba muerta solo un año y medio, eso quería decir que lo habían hecho en muy poco tiempo.
En algún momento se preguntó seriamente el porque parecían odiar tanto a los niñeros.
¿Era un comportamiento en respuesta a la perdida de su madre?
¿Algún berrinche porque querían que Potter estuviera con ellos y no en el ministerio?
¿Tal vez sentían que estaban reemplazando a su mamá?
Bueno, probablemente debería sugerirle a Potter que una sesión con el psicólogo infantil, no les vendría mal.
Pero aún no tenía la suficiente confianza para decir algo así.
Por lo que, se encargó de hacer solo su trabajo y tratar de no caer en las bromas de aquellos traviesos.
Claramente fallo.
La mañana de un jueves de diciembre, después de salir de la ducha, Draco se vistió y arreglo. Pero no fue hasta que se miro en el espejo para acomodarse el cabello, que se dio cuenta del color que tenía.
Era rosa.
Jodidamente rosa fosforescente.
— ¿Que mierda?
Unas risas llamaron su atención desde la puerta, que estaba entre abierta, pues aunque la habitación era caliente el pasillo tenía mejor calefacción.
Se asomo y encontró a James y Emily riendo, quienes al verle soltaron una carcajada mas alta, tocándose los estómagos por la risa. Fred llegó corriendo y le tomo una foto con una cámara instantánea, lo que le dejó cegado brevemente.
Y cuando intento agarrarlos, ellos corrieron por el pasillo, burlándose de haberle pintado el cabello.
Draco no entendía en qué momento se habían escabullido, pero sabía que algo le hicieron a su shampoo y lo confirmo cuando encontró tinte invisible en el.
Esos traviesos...
Al día siguiente, sabía que debía mantenerse más alerta, pues esos chiquillos aprovecharían cada oportunidad que viesen para hacerle otra broma. Por lo que, no les perdió de vista e incluso los mantuvo cerca lo más que podía.
Pero siendo ocho niños, algunos se le escabullían momentáneamente, lo que le hacía entrar en pánico.
No fue hasta que Molly le pidió que la llevara hasta el baño, que se levantó de su lugar y tomó su pequeña mano, conduciéndola por el pasillo.
Draco espero pacientemente afuera del baño, por si ella necesitaba ayuda, pero consideraba que la pequeña niña era bastante inteligente.
Y se demostró cuando de pronto, ella abrió la puerta y junto a una de sus hermanas, empujó a Draco.
Fred había llegado corriendo y tirado nieve medio derretida en el piso, lo que hizo que el mayor se resbalará y derrapara.
Entonces Albus junto a James pusieron un deslizador cerca de las escaleras, donde Draco fue a dar y por su peso, terminó deslizándose por estás mismas.
— ¡Aaahh!
Su grito resonó por la gran casa, mientras se deslizaba por las escaleras y se aferraba para no caerse. Al llegar al final de los escalones, noto que el suelo del primer piso estaba mojado, por lo que termino dando vueltas sin dejar de deslizarse.
En medio de una de ellas, se dio cuenta que la puerta estaba abierta y a cada lado se encontraban Jean y Lily. Termino saliendo por ahí, dada su velocidad, se estampó contra una montaña de nieve que alguien había juntado ahí.
Y cuando finalmente se pudo levantar, fue sólo para ver cómo le cerraban la puerta, mientras se reían de él.
Paso media hora hasta que Draco pudo entrar a la casa.
Malditas protecciones.
Al tercer día, Draco estaba más atento, decidiendo cerrar el mismo las puertas para evitar que los niños salieran y le jugarán alguna broma afuera.
La mañana estuvo tranquila, desayunaron en silencio, ellos no dejaban de mirarle. Probablemente ya estaban planeando la siguiente travesura, pero está vez no caería con tanta facilidad.
Increíblemente nada sucedió.
Ellos solo hicieron sus actividades diarias y de vez en cuando, soltaban algunas risitas, que Draco supuso eran por pensar en una nueva broma. Aunque no estaba muy seguro porque Albus tenía una cámara que apuntaba "disimuladamente" hacia él.
Mm, extraño.
No fue hasta bien entrada la noche, cuando Potter llegó y fue recibido por todos sus hijos, que se le quedó mirando fijamente.
— Malfoy...
Había ido a recibirlo también, por lo que estaba recargado en una pared del pasillo principal, mirando a su ex rival rodeado de sus ocho niños.
— ¿Si, Potter?
— ¿Porque tienes orejas de burro?
¿Que?
Draco se acerco a una ventana, tratando de observarse en ella, encontrando en el reflejo unas orejas de burro en su cabeza.
Esos malditos mocosos...
Por eso estaban riéndose entre dientes todo el día, era debido a ello que Albus le tomaba fotos, ¿Cuanto llevaba así?
Escucho una risa conocida, viniendo del Potter mayor, quién tuvo que aclararse la garganta y fingir que no había hecho ningún ruido.
— Niños, ¿Quién le hizo eso al Señor Malfoy?
Todos se vieron por un momento y luego salieron corriendo, soltando varias carcajadas y dejando las mejillas de Draco rojas por la vergüenza de saberse víctima de nuevo de esos niños.
— Perdona, ya le dije a George que deje de darles productos Weasley para bromas, pero no me hace caso. – Suspiro el de lentes. – Desparecerá pronto, tranquilo.
Pero eso no era suficiente.
Oh, no.
Draco iba a tomar venganza por todas las bromas que esos mocosos le habían hecho, pagarían por ello, especialmente por las orejas de burro.
Así que durante toda la noche pensó seriamente en que haría. Su mente maquinaba bromas inofensivas para niños, pero lo suficientemente vergonzosas para que vieran que se estaban metiendo con un slytherin.
Ese día despertó temprano, demasiado temprano. Y salió de la casa antes que Potter se alistará para el trabajo. Volvió a tiempo para despedirse de él y prometer cuidar bien de los niños.
Cuando estos se levantaron, Draco ya estaba en el comedor, esperándole con una de sus mejores miradas Malfoy. Observando a las mentes maestras que eran James y Jean, la última siempre tenía esa mirada llena de maldad, pero sobre todo de asco.
Se quedó en silencio mientras los niños comenzaban a comer.
Y cuando fue el momento exacto, hablo en voz alta.
— Por su edad, estoy seguro que ya están asistiendo a Hogwarts, ¿Cierto? – Pregunto a los dos líderes. – ¿En qué casa fueron seleccionados?
— Gryffin-¡Cuack! – De pronto el sonido de un pato salió de la boca de James, quién miro a su melliza sorprendido.
— ¿Que fue es-¡Muuu! – Jean soltó el ruido de una vaca, abriendo sus ojos con sorpresa.
El pequeño Fred no pudo evitar reírse de sus hermanos, pero poco le duró aquello, cuando un ladrido salió de sus labios.
— ¡Woof! – Intento taparse la boca pero no pudo evitar seguir ladrando. –. ¡Woof, Woof! ¿Que está-¡Woof! Pasando?
— ¿Que hiciste-¡Miau! – Emily le reprochó al rubio, un maullido interrumpiendo su pregunta.
— ¡Oink! ¡Basta! – Grito Lily mientras el sonido de un cerdo salía de su boca. – ¡Oink!
— ¡Beee, beee! – Salió de Molly el ruido de una oveja.
Y el pequeño Ethan empezó a hacer el sonido de un pollito.
Draco no pudo evitar reírse, mientras el comedor se llenaba de aquellos ruidos de animales. Era tan divertido.
— ¿Están bien? – Trato de preguntar con toda la inocencia que poseía, claramente falsa. – Creí que sabían hablar correctamente.
— ¡Tú nos hiciste-¡Muuu! Esto! – Jean le reprochó. – ¡Como te atreves! ¡Muuu!
— De la misma forma que ustedes me jugaron todas esas bromas, pequeña. – Su respuesta estaba llena de burla. – No debieron meterse con un slytherin, me sorprende que Potter no les advirtiera.
Levantándose de la mesa, Draco se retiro del comedor, saliendo vencedor y con grandes carcajadas por su logro.
Los niños se miraron entre si y juraron tomar venganza, aunque estaban bastante sorprendidos, ninguna persona antes había respondido a sus travesuras.
— ¡Oink!
El ruido de Lily rompió el ambiente, no pudieron evitar reírse, aún más con todos los sonidos que salían de sus bocas.
Y Draco pudo escucharlos desde afuera.
Al menos les había sacado una risa, lo que esperaba le valiera para que la siguiente broma no fuera tan pesada, aún temía por su propio bienestar.
Al comienzo del siguiente día, la tan esperada venganza llegó, en forma de toda su ropa interior tintada de rosa fosforescente.
Y sus camisas color rojo, sabiendo que lo odiaba.
— Así que les gusta el rojo, bien...
Draco se vio obligado a pedirle a la elfina de la casa que sí podía volver a la normalidad su ropa, aunque fue difícil, ella no parecía obedecerle. Probablemente porque se veía encariñada con los niños.
Pero su venganza llegó dos días después, cuando los pequeños leían unos cuantos libros y al soltarlos, se encontraron con que sus manos estaban teñidas de rojo.
No era sangre.
Era una pintura mágica.
— ¡¿Que hiciste?! – Jean reclamo.
— Bueno, ya que les gusta tanto el rojo, decidí que sus manos se verían bien con el.
Una victoria más para Draco.
El fin de semana comenzó a nevar, por lo que el jardín estaba cubierto de blanco, Draco sabía que no podía mantenerlos en la casa, así que permitió que salieran a divertirse.
Pero nunca espero que James entrara y le arrojará una bola de nieve a la cara.
Claramente su orgullo de slytherin lo obligó a perseguirle, saliendo de la casa y viéndose rodeado de esos traviesos.
Era una emboscada.
Una tras otra, bolas de nieve fueron lanzadas contra él, cubriéndole de blanco.
Pero no se dejaría vencer tan fácilmente, así que se levantó como pudo y empezó a contra atacar, lanzando bolas de nieve a quien pudiese.
Los niños corrieron alrededor, tratando de esquivarlo, pero no pudieron evadirlo totalmente. Por lo que se vieron enfrascados en una guerra de nieve con el mayor.
Lily se resbaló y terminó en una montaña de nieve, Albus sufrió el mismo destino. Pero eso no los detuvo.
Siguieron atacando, hasta que empezaron a reír, volviéndose más un juego que una travesura hacia Draco.
Pronto todos comenzaron a lanzarse bolas de jueves entre si, ya no importaba a quien le daban, sólo la diversión que traía el momento.
Una bola de nieve que Draco lanzó impacto contra el padre de los niños, Potter había llegado recién a casa, encontrándose con todo eso.
— Le dio a papá. – Lily dijo, conteniendo la risa.
Pero sus hermanos comenzaron a reírse, mientras el Potter mayor se quitaba la nieve de la cara y el cabello. Observando a Draco y a sus niños, nunca habían convivido con un niñero de esa forma, ¿Que había pasado?
De pronto, Potter soltó su maletín y se agachó para tomar un poco de nieve, lanzándosela a Draco directo a la cara. Empezó a reír y sus hijos no tardaron en seguir jugando, a lo que el rubio no pudo negarse.
Aquel día en la nieve, algo cambió en la dinámica que tenía con los niños...
Y con el propio Harry Potter.
Chapter 4: Ginny Weasley.
Chapter Text
Aquel día no era tan frío como los anteriores, el sol estaba brillando fuerte, el clima era agradable. Por lo que, temprano por la mañana, la casa Potter recibió la visita de una sonriente Fleur, que pidió permiso para llevar a los niños de paseo.
Para Draco fue una sorpresa como esos pequeños traviesos se vistieron de inmediato, mostrándose obedientes y sonrientes, sin una pizca de maldad.
En cuanto Potter había dado su permiso, Fleur se llevo a los niños, mostrándose bastante alegre de poder compartir tiempo con ellos. En la camioneta muggle que estaba frente a la casa, un sonriente Bill Weasley saludo a lo lejos a Draco, y emprendieron viaje.
Aunque Potter mencionó que podía ir a merodear o hacer culaquier otra actividad, Draco prefirió quedarse en la gran casa, aunque las bromas disminuyeron, estaba algo cansado para salir.
Se dedicó a leer un libro que aún no había terminado, pero en cuanto acabo, se quedó sin alguna lectura apropiada. Por lo que se levantó de su asiento y decidió ver si Potter tenía alguno.
Merodeo por los pasillos de la extensa casa, observando alguna que otra foto colgada por ahí, en su mayoría retratos de los niños y de personas que Draco recordaba habían perecido durante la segunda guerra mágica. La imagen de un Sirius Black se erguía en grande.
Fue en el tercer piso, donde encontró una gran entrada, con dos puertas. Se aventuró a ver el interior y se topo con una biblioteca, no había polvo en los sillones, pero dudaba que Potter pasará mucho tiempo aquí.
Los libreros eran tan altos que necesitabas de una escalera para alcanzar los libros de arriba, había algunas pequeñas mesas redondas y lamparas de lectura, al igual que cómodos sofás. Esto definitivamente debió ser idea de la Weasley.
Aunque jamás le presto la suficiente atención para saber si ella tenía cierto amor por la lectura.
Se acercó a los libreros, tocando uno que otro libro, muchos de ellos ya los había leído. Y otros tantos le eran desconocidos. Supuso también que había uno que otro muggle.
Pero lo que llamo su atención fue dos álbumes de fotos, colocados cuidadosamente en una mesa, bajo un cristal. Se atrevió a tomar uno y ver su contenido.
Eran fotografías de la boda de Weasley y Potter, en ellas se veían tan felices, tan alegres. Se miraban con un amor que para Draco resultó demasiado. Por lo que dejo el álbum de lado.
Tomando el otro, pudo ver fotografías de los niños cuando eran más pequeños, algunos incluso de bebés recién nacidos, con una Ginny Weasley cansada pero feliz. Una sonrisa se extendió por su rostro al ver cómo en algunas estaba Potter, sosteniendo a sus hijos como si se fuesen a romper, teniendo tanto cuidado y amor en sus ojos.
Potter era un buen padre.
Y el probablemente jamás lo sería...
El sentimiento lo amargo un poco, obligándole a dejar de lado las fotografías, abandonando la biblioteca con rapidez. En el pasillo tomo algo de aire y se calmo. Era tan abrumador saber que todos aquellos a quienes conoció, ahora gozaban de una inmensa felicidad y habían prosperado en sus vidas, dejando los horribles recuerdos de la guerra atrás.
Draco aún tenía pesadillas.
Su mirada fue atraída por una escalera al final del pasillo, suponía que daba al ático, ¿Habría algo ahí?
Bueno, no creía que Potter se enojara si merodeaba un poco más, no estaba haciendo nada malo.
Se encaminó hacia allá, subiendo los escalones y encontrándose con una puerta, que sorprendentemente estaba abierta. Al entrar el olor a polvo le invadió y estornudo un par de veces.
Aún así, se adentro al sitio, observando lo que había ahí.
Se agachó para ver en un baúl, encontrándose con hermosos vestidos y bellos zapatos, supuso que habían pertenecido a Ginny Weasley. También habían joyas preciosas que Draco estaba seguro costaban más que la casa misma.
Potter sabía consentir a su pareja.
Al fondo del baúl, vio algunas cartas viejas, el papel estaba algo manchado pero en su mayoría parecían en excelentes condiciones.
Se atrevió a ver el contenido de una de ellas...
"Eres lo único que necesito en mi vida, contigo a mí lado se que soy capaz de lograr todo lo que me proponga, sin ti estaré perdido. Te amo de una manera que jamás ame a nadie más, mi corazón late solo por ti y para ti, todo de mi te pertenece. Eres la luz que guía mi alma, Ginny."
Oh.
Abrió otra carta más.
"No estoy seguro de cuando comenzó, ni de que manera fue, pero cuando me di cuenta, mi corazón ya te pertenecía. Jamás pensé amar a alguien como lo hago contigo, pero supongo que no debería sorprenderme. Eres perfecta, Ginny Weasley. Tu belleza, inteligencia y valentía cautivaron todo de mi. Por favor, déjame amarte hasta la eternidad."
Quién pensaría que Potter podía escribir ese tipo de cosas...
“No siempre creí en el destino, no era algo que pensara que existiera. Pero ahora se que si es así. Porque estoy seguro de que nací para ser tuyo y tú mía. Estuvimos conectados desde nuestro primer aliento y no había nada que pudiésemos hacer para evitar. No importaba a donde fueras, iría detrás de ti. Y se que tú harías lo mismo conmigo. Estábamos destinados desde el comienzo.”
Bueno, otra carta más no haría daño.
“Se que leerás esto antes de entrar por el pasillo hacia el altar, donde te estaré esperando con la más grande de mis sonrisas y mis ojos resplandecerán con amor, todo el que siento por ti. Pero quería que supieras lo feliz que estoy. Hoy te convertirás en mi esposa, hoy nos volveremos uno. Y eso es todo lo que necesito. Gracias por ser parte de mi vida, por permitirme amarte y por darme el honor de llamarme tu marido. Juntos hasta la eternidad.”
El ruido de un ¡Flop! lo saco de sus pensamientos, asustandole con la presencia de la elfina.
— El amo Potter regreso, quiere verle.
Draco solo asintió y se apresuró a guardar todo, esperando que ella no dijera nada, salió del ático y cerró la puerta. Se encaminó por los pasillos, alistándose la ropa por reflejo, se aclaro la garganta antes de entrar al despacho de su ex rival.
— ¿Potter? Escuché que me buscabas.
El gryffindor se dio la vuelta, sonriendo al verlo, le extendió la mano, ofreciéndole que entrará sin palabras.
Draco se adentro y tomó asiento frente al escritorio, donde el propio Potter también se sentó, sólo que del otro lado.
— Sólo quería saber cómo está todo con los niños.
— Bueno, aunque al principio fue difícil, creo que hemos llegado a una clase de tregua. – Admitió mientras cruzaba los brazos y observaba los papeles en el escritorio del contrario. – Son travieso, no hay duda de ello. Pero creo que son buenos niños, sólo están adaptándose a estar sin su madre.
— Si, también lo creo. – Un suspiro abandonó los labios del pelinegro. – Intento estar con ellos todo lo que mi trabajo me lo permite, se que ahora me necesitan más que antes, sin Ginny no hay quien les guíe además de mi.
Draco estaba bastante de acuerdo con ello, su padre jamás había sido realmente bueno, aunque nunca fue terrible. Pero sin duda la presencia de su madre fue de mucha ayuda durante su crecimiento.
Ella incluso le había mentido al mismísimo Voldemort solo para reencontrarse con su amado hijo.
El amor de madre era algo tan poderoso.
La propia Lily Evans se había interpuesto entre un Avada y su bebé.
Y hablando sobre madres...
— Ese sofá perteneció a tu esposa, ¿Cierto? – Se atrevió a preguntar. – Estabas acomodando el cojín el otro día.
La mirada de Potter se desvío hasta encontrarse con aquel mueble, una sonrisa se extendió por su rostro y por un momento Draco pensó que iba a derrumbarse.
— Ella solía contarle cuentos a nuestros hijos ahí, los días que yo traía trabajo a casa, para que pudiéramos convivir todos. – Aclaró el ex gryffindor. – No puedo encontrar la fuerza para sacarlo de aquí, a veces volteó y es como si ella siguiera ahí, cuidándome y diciendo que trabajo mucho.
Draco comprendía que superar la muerte de la mujer a la que había escogido para compartir su vida, era difícil para él. Y aún así Potter se mantenía firme.
Por sus hijos.
— ¿Puedo preguntar que sucedió?
Potter parpadeo un par de veces y Draco creyó que se negaría, pues aunque había sido hace un año y medio, el recuerdo probablemente era demasiado doloroso para relatarlo.
Pero entonces él se quitó los lentes y suspiro un poco.
— Fue una maldición oscura que recibió en la batalla de Hogwarts. – Aclaró levantándose y volviéndose a poner los lentes. – En aquel entonces ella creyó que no había sido nada, pero luego de un mes de haber dado a luz a Ethan, su salud se deterioro. Comenzó con leves malestares, luego algunos vómitos y en algún momento dejo de tener fuerza en sus piernas.
El gryffindor se levantó y anduvo un poco por el despacho, acercándose a la chimenea.
— Consultamos con cientos de doctores, me encargué de que los mejores medi-magos del mundo la vieran, incluso recurrí a personas expertas en magia oscura. – Su voz parecía quebrarse con cada palabra. – Pero nadie pudo ayudarla. Ginny solo empeoró con el tiempo, con los meses. Y una noche ella me pidió que cuidara de nuestros hijos, que viviera la vida un día a la vez, que me volviera a enamorar y fuese muy feliz...
Potter suspiro un poco.
— A la mañana siguiente ella murió.
Draco no pudo evitar sentir un nudo en la garganta, sabía que Potter había pasado por mucho durante sus años en Hogwarts e incluso antes de ello, si los rumores de sus tíos muggles eran ciertos.
Y perder al amor de tu vida a causa de una guerra de hace tantos años...
Voldemort le había arrebatado tanto.
— Algunas maldiciones oscuras tardan mucho en hacer efecto. – Mencionó en voz baja.
— Si, es lo que todos dijeron. – Potter respondió. – Ella jamás me dijo nada, ni siquiera se quién fue el maldito que la maldijo y probablemente nunca lo sepa. Pero ahora no hay nada que pueda hacer. Ginny ya no está aquí.
Tomando una foto de la chimenea, Potter se acerco a él y le enseño la bella imagen familiar que aquel marco tenía. Eran Weasley y él, rodeados de sus hijos, en la madriguera.
— Pero me dejó el mejor regalo de todos... – Él le dijo. – Una familia a la que amar y cuidar.
Sorpresivamente, Draco se encontró sonriendo mientras veía aquella foto, escuchando las palabras de su ex rival.
Potter...
Harry era un hombre admirable.
Chapter 5: Jean Potter.
Chapter Text
Draco sabía que algo andaba mal.
Probablemente no el que exactamente, ni porque. Pero algo en definitiva iba a ir muy mal ese día.
Si el despertar con un cielo nublado y la lluvia impidiendo que salieran los niños a jugar era una señal de ello.
Potter se había ido temprano por la mañana, los más pequeños estaban entretenidos con juegos que su tía Fleur les había regalado y las niñas jugueteaban con vestidos y tiaras que la mujer les compró.
Pero Jean no estaba entre Lily y Emily.
Al comienzo pensó que tal vez estaba en su cuarto, echada sobre su cama, leyendo algún libro o simplemente jugueteando con algún obsequio. Pero un ruido que venía del piso de arriba lo alertó, levantándose del asiento donde había estado viendo a la pequeña Molly jugar con Fred, se apresuró a subir y verificar que todo estuviera bien.
Mala idea.
El sonido venía de la biblioteca, donde al entrar, se encontró con la única pelinegra de las niñas, de pie frente a la mesa donde Draco un día antes había tomado un álbum de fotos.
Jean veía el lugar, en el suelo estaba una escoba que probablemente fue obsequio de Fleur, tirada como si ella se hubiese sorprendido.
— Jean, ¿Estás bien? – Se acerco un poco, temiendo que ella estuviese herida, pues se que había quedado quieta.
— Alguien movió el álbum de mamá.
— ¿Que?
— ¡Alguien movió el álbum especial de mamá! – Ella grito, asustando un poco a Draco, recordaba bien esos ataques de furia repentinos y reacciones agresivas de alguien más.
De Harry.
— ¡Fuiste tú! – Acuso la pequeña con un dedo dirigido a él. – ¡Tú moviste su álbum! No tienes ningún derecho a tocarlo, no eres nadie aquí, sólo un intruso que se irá pronto. ¡Te odio, te odio, te odio! Ojalá papá te mande lejos y nunca más vuelvas.
En el shock que se encontraba por aquellas palabras, se vio incapaz de frenar a la niña, cuando está se acercó a él y lo empujo con la poca fuerza que ella poseía. Haciendo trastabillar hacia atrás un poco.
— Espera, lo siento. No fue mi inten-...
— ¡No me importa! – Ella volvió a gritar, empujándole una vez más. – ¡No puedes tocar las cosas de mi madre! Si lo haces de nuevo, haré que salgas corriendo de esta casa. ¡Es una promesa!
Jean salió envuelta en una furia que Draco no había visto antes en un niño, porque no era un simple berrinche, tampoco una exageración, ella estaba enojada tanto como un adulto podía estarlo. Su frente se había arrugado, sus labios estaban apretados fuertemente y la mirada que tenía podía atravesar el craneo de cualquiera.
Era idéntica a Potter.
Porque Draco había visto de primera mano cuando Harry se enojaba en Hogwarts, la forma en que explotaba y arremetía contra cualquiera que lo pícara lo suficiente para hacerle enojar, tal como él muchas veces hizo.
Pero verlo en una niña tan pequeña era demasiado shock para él.
— No lo tomes personal, ella no es así todo el tiempo y no es por ti. – Una voz atrajo su atención, dándose vuelta, se encontró con Albus Severus entrando a la biblioteca. – Jean siempre fue la más apegada a nuestra madre. No había sitio al que no fueran juntas, incluso la visito muchas veces en el hospital, cuando mamá murió, papá tuvo que sujetarla para que ella no se lanzará sobre el ataúd.
Aunque sabía que Albus sentía el mismo dolor por la perdida de su madre, era el más tranquilo de todos los niños, manteniendo un tono serio y calmado.
El pequeño avanzo hasta recoger la escoba y dejarla recargada en una pared, entonces tomo el dichoso álbum y se sentó en un sofá. Palmeando a su lado para que Draco lo acompañará.
Aún en shock por la actitud de la niña, Draco no se negó, tomando asiento a su lado.
— A Jean jamás le ha gustado que otros toquen las cosas de mamá, en especial este álbum. Porque era el preferido de ella. – Trato de explicar el menor. – Recuerdo que solía dormir con el álbum abrazado los primeros días después de la partida de nuestra madre. Aún ahora se escabulle por las noches para quedarse con James o conmigo, porque a veces tiene pesadillas.
— ¿Porque no le contaron a su padre sobre esto? – Su tono era preocupado, ningún niño debía pasar por algo así. – Potter debe saberlo, él encontrará una forma de ayudarla.
— Probablemente. – Había respondido con simpleza el niño. – Pero papá está ocupado y Jean es demasiado testaruda para decirle sobre esto. James dice que es solo una fase y ella pronto dejará ir a mamá, cuando padre se retire y este con nosotros todo el tiempo.
Así que era eso, por ello hacían correr a todos los niñeros anteriores, no los odiaban solo porque si. Intentaban que Potter se hartará y dejará el trabajo, de esa forma solo se dedicaría a ellos.
Eran niños deseando más tiempo con su padre.
Merlín.
— Eres más inteligente de lo que pareces, Albus. – Draco comenzó a decir. – Debes saber que está no es la forma de lograr lo que quieren.
Pero el menor solo alzó sus hombros y le resto importancia al asunto.
En lugar de continuar con la plática, algo que Draco quería definitivamente, Albus abrió el álbum y con una sonrisa extendiéndose por su rostro, le mostró las fotografías de la boda Potter-Weasley.
— Mamá se veía hermosa, ¿No lo crees? – Si, si lo creía. Definitivamente lo hacía. Pero Potter en un traje lucia bastante mejor. – ¡Ella parecía una princesa! Papá solía decir que no había mujer más hermosa en el mundo. Y que cuando se casaron no paraba de pensar que era un sueño, porque mamá lucía tan preciosa.
— Se ve que estaban muy enamorados.
— ¡Por supuesto que sí! Un Potter solo se casa cuando en verdad ama a la persona. – Albus afirmó. – Y está dispuesto a dar su vida por ella. Así somos nosotros, está en nuestra sangre. El amor de los Potter es intenso y poderoso. No hay nada que no haríamos por nuestra pareja.
Draco no pudo evitar sonreír al escucharle. Era sorpréndete lo centrado que ese niño podía ser, la forma en que afirmaba algo que incluso si fuese incorrecto, sería imposible no creerle.
Si, también se parecía a Harry.
Tenía su misma convicción y fortaleza, esa mirada llena de autoridad y el tono para hablar con coraje.
Aunque algo le decía que este niño no era del todo un gryffindor.
Esa sonrisita que a veces tenía cuando hacía las bromas con sus hermanos le recordaba bastante a si mismo los primeros años en Hogwarts.
Pero bueno, ¿Quién sabe lo que podría pasar en el futuro?
— Está es de cuando mamá tuvo a Jean y James, fue el parto más difícil, según me dijeron. – En el álbum Draco podía ver una fotografía de la pelirroja sosteniendo a un bebé, mientras que Potter tenía cargado al otro, ambos sonreían con tanta felicidad que era difícil no contagiarse del sentimiento. – Papá siempre dice que le hubiese gustado tener un par de gemelos, pero que prefería la comodidad de mamá, porque cuando tuvo a James y Jean su panza era enorme y no podía moverse mucho.
— Me lo imagino.
— Después vino Emily. – El niño continuo. – Mamá decía que ella fue la más tranquila de todos. No la pateaba, ni tenía antojos raros. Pero creo que es porque Emily es muy quisquillosa y fresa, deberías ver toda la ropa que tiene y el montón de joyas que papá le ha comprado.
Había entrado un par de veces a la habitación de la niña, cuando Potter llegaba tarde e iba a ver que ella estuviese dormida. Por lo que era consiente del gran tocador y todos lo collares, pulseras, aretes y tiaras que la pequeña tenía.
Un gran contraste con el resto de sus hermanas, dado que Jean era más de escobas y artículos de Quidditch, Lily por alguna razón parecía amar las bromas y todo lo que generará luces llamativas, la pequeña Molly aún era de muñecas.
— Luego llegué yo y mamá siempre decía que en su vientre era bastante inquieto, no paraba de moverme y patear. – Ante ello Draco no pudo evitar reír. – Lo sé, lo sé. Es totalmente contradictorio a como soy. Creo firmemente que solo quería salir de ahí y por eso hacía tanto alboroto.
Draco decidió que le daría la razón por esta vez, mientras veía la foto de una cansada pero sonriente Ginny Weasley, sosteniendo a su cuarto hijo. A lado de ella estaba Potter, siempre ahí. Pareciendo el hombre más feliz del planeta y no dudaba que si lo fuese en aquel tiempo.
— Y entonces siguió Lily, ella no dio muchos problemas, aunque hacía que mamá tuviera antojos muy raros. – El pequeño arrugó la nariz en desagrado. – Papá dice que mamá solía comer cosas extrañas. Cereal con mostaza, avena con catsup, carne con helado. Muy asqueroso.
Aunque Draco había escuchado bastante sobre antojos en el embarazo, no pudo evitar sentir un revoltijo en el estómago, si algún día tenía pareja no quería ser quien tuviese los bebés.
Porque sabía que con un tratamiento y pociones especiales, era relativamente fácil lograr que un mago varón tuviera un útero mágico durante nueve meses. Aunque la única forma de aliviarse era una cesárea.
No, definitivamente no cargaría a un niño en su interior.
— Fred nació un año después y trajo bastante felicidad, la abuela lloró mucho cuando papá lo nombró como nuestro tío que falleció en la guerra. – Un pequeño nudo se formó en la garganta del mayor, malos recuerdos llegaron por un momento a su mente. – Ella parece que extraña mucho al tío Fred, pero siempre dice que la abuela Lily lo está cuidando en el más allá. Así como ella cuido de papá cuando era niño. Es algo de madres según nos explicó.
La inocencia de Albus le parecía tan tierna. Pero no podía dejar de sentir pena por Molly Weasley, que no solo había perdido un hijo a causa de la guerra, sino dos. Ver a tu única hija mujer partir debió ser horriblemente doloroso.
Pero si algo sabía de madres, era que tenían una fortaleza increíble y un amor inagotable.
Una sonrisa se extendió por su rostro nuevamente al ver la fotografía de Ginny Weasley junto a su madre y al pequeño Fred.
— Molly fue una sorpresa, según me dijeron. – Albus atrajo su atención de nuevo. Está vez mostrándole una imagen de la pelirroja sosteniendo a una bebé idéntica a ella. – Papá quería darle un descanso a mamá. Pero ambos siempre desearon una familia muy grande, así que fue bien recibida. La abuela dice que es una pequeña copia de mamá y que con cada día que pasa es más parecida a ella pero con el cabello tan alborotado como el de papá.
Aunque Draco no había visto a Ginny de pequeña, si que le encontraba a Molly cierto parecido con ella, en especial la mirada llena de brillo y esa sonrisa enorme que poseía la niña.
— Ethan fue el último bebé que tuvo mamá. – El tono de Albus había cambiado repentinamente, mientras observaba la foto de una agotada Ginny sosteniendo a su pequeño hijo, junto a Potter. – Ella se veía bastante feliz los primeros meses, pero su salud se fue deteriorando lentamente, hasta que papá dijo que mamá tenía que estar en cama por un tiempo.
Al pasar a la siguiente foto, era una de la familia completa, afuera de la casa en lo que parecía un día campo.
Draco asumió que eso había sido antes de que Ginny comenzará a mostrar síntomas de la maldición oscura que había causado su muerte.
— Aunque papá no deseaba que la viéramos enferma, mamá quería estar con nosotros la mayor parte del tiempo, así que entrábamos a su habitación y la llenábamos de amor. – Albus acarició la imagen con una sonrisa triste. – Se que ella solo quería aprovechar el tiempo que le quedaba para estar con su familia. Mamá no era ingenua, sabía que no importaba a cuántas personas trajera papá para revisarla, ella no iba a curarse. Pero lo dejo hacerlo para que él no se sintiera culpable por no intentar salvarla.
Finalmente el álbum fue cerrado por las pequeñas manos de Albus, que se levantó del sofá y acomodo el objeto en su lugar.
— Desde que mamá murió... – Comenzó nuevamente el menor. – Papá se volvió melancólico y triste, no me gusta, a ninguno de nosotros. Porque mamá amaba su sonrisa y queremos que sea feliz. Por eso deseamos tenerlo siempre, porque sabemos que podemos hacer que sea como antes, igual de alegre y con brillo en su mirada.
Draco entendía a lo que Albus se refería.
Él mismo siempre se dijo que podía hacer feliz a su madre, sin la necesidad de su padre, quería cuidarla y protegerla. Aún cuando se suponía que debía ser al revés.
Pero cuando eres niño eso no importa.
Y estos pequeños necesitaban tanto de Potter.
Pero él seguía teniendo el proceso de duelo, después de todo, había perdido a la mujer que escogió como compañera para el resto de su vida.
Ginny siempre estaría en su mente.
Chapter 6: Cumpleaños.
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Albus Severus había nacido un frío 17 de diciembre hace nueve años, durante la madrugada, siendo el cuarto hijo del matrimonio Potter-Weasley. Fue nombrado como dos grandes y valientes directores de Hogwarts, ambos hombres habían hecho mucho por su padre durante el tiempo de guerra.
Si alguien le preguntaba, se sentía honrado de poseer ambos nombres, porque sabía cuánto significaban para su padre. Y esperaba llegar a ser tan valiente y fuerte como aquellas personas.
Pero por hoy, era un niño feliz y ansioso de pasar su cumpleaños con su padre y hermanos. Aunque extrañaba la presencia de su madre, estaba contento de tener al resto de su familia para este día.
Draco había pasado la mañana escuchando al niño hablar una y otra vez sobre las tantas cosas que tenía pensado hacer con su padre.
Albus se veía radiante y lleno de energía, mientras relataba cada una de las actividades, hablando sin parar.
Fue al término del desayuno, cuando Potter recibió un mensaje urgente del ministerio y salió del comedor, que Draco sabía que todo se iría en picada.
Y los gritos de Albus lo confirmaron.
— ¡No puedes irte! – Había gritado el menor. – ¡Es mi cumpleaños, tienes que quedarte aquí!
— Se que lo prometí, Albus. Y en verdad lamento tener que irme. Pero tienen un desastre en el ministerio, necesitan que vaya y ponga orden, porque todo es un caos. – El Potter mayor intento explicar. – Trataré de volver lo más rápido posible. Y entonces haremos todo lo que desees, ¿Si? ¡Te compraré todos los regalos que quieras! Y te llevaré a donde digas. Pero por favor, entiende que debo irme ahora, Draco va a cuidarlos y asegurarse de que pases un buen cumpleaños mientras vuelvo.
Draco se había asomado para ver si podía ayudar en algo, pero lo único que pudo ver fue como el niño se soltaba del agarre de su padre y manoteaba para que Potter no lo tocara de nuevo, antes de salir hecho una furia hacia su habitación.
Al parecer todos los niños tenían el mismo temperamento de su padre.
— Merlín...
Potter se había levantado, suspirando y agarrándose el puente de la nariz, después de quitarse los lentes un momento. Draco sentía algo de lastima por él. Pues sabía que intentaba hacer lo mejor para sus hijos, pero con ocho pequeños y un trabajo tan exigente, resultaba increíblemente difícil.
Había sido testigo de las noches en las que Potter llegaba tarde, en la madrugada, aún así visitaba a cada uno de sus niños para desearles buenas noches y asegurarse de que estuvieran arropados y cómodos. Incluso recordaba verle cargando al pequeño Ethan aún cuando lucía tan cansado.
Pero para un niño esos eran detalles que no podían ver. Y Draco también comprendía aquello.
Albus solo era un pequeño niño que deseaba la compañía de su padre en un día especial. Y sin Ginny Weasley, la presencia de Potter era lo más importante para él.
— Hablaré con él. – Draco ofreció.
— No, está bien. Albus probablemente no te escuche. – Poniéndose de nuevo sus lentes, el Potter mayor tomó su abrigo y varita, mientras se acercaba a la puerta principal. – Haré hasta lo imposible para volver lo más rápido que pueda, mientras tanto asegúrate de que Albus tenga todo lo que quiera, ¿Si? Pastel, dulces, juguetes, libros, diversión. Mantenlo ocupado para que se distraiga.
Draco solo pudo asentir, mientras veía como el contrario salía de la casa, caminando más allá de las protecciones para poder irse.
Cuando le vio desaparecer a algunos metros de la vivienda, escucho un portazo que venía del segundo piso y unos segundos más tarde, Albus paso por delante suyo, dirigiéndose afuera.
Su reacción fue rápida y lo siguió, viendo como el niño salía del jardín y se internaba en el bosque, su primer instinto fue ir detrás suyo.
Pero una voz lo detuvo.
— No lo sigas.
Draco volteo hacia donde provenía la voz, dándose cuenta que era Lily, quién miraba a su hermano en lugar de a él.
— No puede ir solo al bosque, menos en invierno, hay nieve.
— No irá solo. – Ella respondió con simpleza.
Entonces James salió de la casa y pasó corriendo a un lado de Draco, llevaba consigo un abrigo extra y botas para nieve.
— No es personal, Señor Malfoy. – Lily llamo su atención nuevamente. – Cuando Albus está enojado, solo escucha a James, nadie más puede calmarlo. Si va con ellos, solo terminará empeorando todo, lo mejor es que entre a la casa. James lo traerá de vuelta pronto.
Aunque Draco quería decirle que no, que él debía seguir a los niños y traerlos de regreso. Conocía bastante el temperamento de Potter, en Hogwarts sólo Weasley y Granger podían calmarlo, por lo que supuso que era igual para Albus con James.
En su lugar, Draco dio media vuelta y llevó a Lily de nuevo adentro de la casa. Ayudándola a caminar sobre la nieve.
Pidió al elfo doméstico un poco de chocolate caliente para los niños y les acompaño en la sala de estar, mientras veían una película. Pero nunca perdió de vista a Lily, que no se separaba de la ventana.
Cuando ella se levantó, algunos minutos después, la siguió hasta la puerta de entrada. Donde vio a James abrazando a su pequeño hermano, Albus tenía los ojos rojos pero se veía más tranquilo, aunque su nariz moqueaba.
Lily también le abrazo y juntos lo llevaron con el resto de sus hermanos, donde pasó el resto de la tarde, divirtiéndose y riendo con ellos. Olvidando un poco el hecho de que su padre no estaba.
Draco cumplió con su trabajo y lleno a los niños de pasteles, dulces y toda clase de comida que quisieran.
Potter no llego en todo el día.
Y Draco entendía el porqué, pues había leído el profeta especial de la tarde, donde se relataba que hubo un ataque en el callejón diagon. Potter seguramente estaba persiguiendo a los culpables.
Ser el jefe de los aurores debía ser un trabajo demasiado duro.
En la noche, acompaño a los niños al cuarto de Albus, donde todos se acostaron en la cama agrandada con magia, pues querían acompañarlo a dormir.
El propio Draco tomó una ducha y se cambió, poniéndose una pijama y acostándose en su cama, a veces esperaba a que Potter llegará, pero sabía que el gryffindor estaría ahí hasta muy entrada la madrugada.
Sus párpados pesaron y se dejó llevar por el sueño.
Fue un ruido extraño lo que le despertó algunas horas más tarde.
Al principio creyó que había sido idea suya, por lo que volvió a cerrar sus ojos, pero entonces volvió a oírlo.
Así que en contra de su voluntad y con demasiada pereza, fue obligado a levantarse, caminando por los pasillos en la oscuridad sólo con su varita iluminando sus pasos.
Al bajar las escaleras, la luz de la cocina atrae su atención, por lo que se dirige allí. Escuchando varias voces infantiles y una que se alza sobre todas, la de un hombre. Se le hace demasiado familiar.
Y entonces llega...
Encontrándose con Potter cantando feliz cumpleaños rodeado de sus hijos, Albus es el protagonista de la escena, estando enfrente del pastel con su nombre y que tiene pequeños jugadores de Quidditch volando alrededor con magia.
— ¡Feliz, feliz cumpleaños a ti! – Potter sonreía mientras tenía sus manos sobre los hombros del niño. – ¡Feliz cumpleaños Albus! ¡Que los cumplas muy feliz!
Los aplausos llenan la cocina y Draco no puede evitar chocar sus palmas también, sonriendo al ver al pequeño Albus tan alegre. Potter abraza a su hijo y este se aferra a él como si nunca hubiesen peleado. Porque un niño es así.
No importaba nada más, estaba feliz por que su padre le cantó y trajo un pastel. Incluso si ya no era el día de su cumpleaños.
— Te tengo una sorpresa, Albus. – Había dicho Potter mientras se agachaba a su altura. – ¿Porque no corres con tus hermanos al jardín?
Albus no dudo en levantarse y hacer caso a su padre, tratando de ganarle a sus hermanos, mientras todos corrían hacia afuera. Demasiado energéticos para ser tan entrada la madrugada.
Potter se levantó y volteó hacia Draco, sonriendo y dándole un asentimiento de cabeza, agradeciéndole por haber mantenido a su hijo entretenido y feliz durante el día.
Draco no sabía que hacer, pues por alguna razón su pecho se sintió caliente y dichoso, sabiendo que su esfuerzo fue notado y reconocido.
No era algo normal en él.
Así que decidió ignorar el sentimiento y seguir a Potter hacia el jardín, encontrándose con una gran fogata, bastante bien ubicada y protegida.
— ¿La enciendo, niños?
— ¡Si! ¡Si, papá! – Habían gritado al unísono.
Así que Potter se acerco y encendió la fogata, trayendo luz a todo el jardín. Saco algo de su bolsillo y soplo un polvo encima del fuego. Entonces hermosas luces empezaron a salir de este, fuegos artificiales de los Weasley con hermosas figuras. Algunos animales corriendo alrededor de la fogata, pequeñas figuras de niños y otras tantas cosas más.
Draco estaba igual de asombrado que los niños, mientras observaba ese gran espectáculo, una sonrisa se esparcía por su rostro.
Al final una imagen de Ginny Weasley con Albus apareció ante ellos.
El pequeño no pudo evitar tirarse a los brazos de su padre, sonriendo con los ojos llenos de lágrimas, agradeciendo una y otra vez por este regalo. Por dejarle ver a su madre una vez más.
— Feliz cumpleaños, mi niño.
Potter susurró al oído del pequeño, antes de separarse de él y lanzar un nuevo hechizo. No era algo grandioso, pues solo prendió una bocina cercana. La música empezó a sonar y el mayor invitó a su hijo a que bailará.
Pronto toda la familia estuvieron alrededor de la fogata, haciendo tontos bailes y riéndose de ellos mismos. James jugueteaba con Jean, tratando de que le siguiera el paso. Mientras Lily correteaba a Fred. Emily movía a Molly de un lado a otro, haciéndole reír. El pequeño Ethan estaba en su carriola aplaudiendo con sus manitas.
Albus que había estado bailando con su padre, invita a Draco a que se una, aunque debe insistir más de lo normal. Pero el rubio finalmente cede y trata de seguir los movimientos y brincos del niño.
De alguna manera, termina a lado del Potter mayor y este extiende su mano para invitarlo, no duda en aceptar y pronto ambos están dando vueltas y riendo por lo tonto de su baile, tratando de seguir la música que suena.
Y Albus finalmente puede volver a ver la sonrisa llena de felicidad de su padre.
Había sido un buen cumpleaños.
Chapter 7: La familia Weasley.
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Potter le había explicado que el hijo menor de Fleur cumplía años aquel día, por lo que se llevaría a cabo una pequeña fiesta en la madriguera, hogar de los Weasley. Sin embargo, aún tenía demasiado papeleo y trabajo por hacer, por lo que debería llevar a los niños con su abuela y cuidarlos hasta que él terminara todo lo pendiente en el ministerio.
Draco realmente no sentía ninguna alegría por ir a la casa de los Weasley, sabiendo lo mal que se había portado en su adolescencia con ellos, ahora como adulto entendía que muchos de sus insultos dirigidos a Molly Weasley eran horribles y crueles. Cuando ella no tenía nada que ver en los problemas que tenía con sus hijos.
Pero este era su trabajo y debía cumplir con ello.
Así que se encargó de alistar a los niños y mantenerlos limpios hasta que llegara la hora de llevarlos a la madriguera.
Sorprendentemente lo logro.
Ya bien entrada la tarde, llevo a través de la red flu, por la chimenea que estaba conectada a la casa de los Weasley.
Si alguien le preguntaba, nunca había estado tan nervioso desde la guerra, como lo estaba ahora mismo al entrar a la sala de la madriguera con Ethan en brazos.
— ¡Malfoy, muchacho! Hace tanto que no te veía. – Una regordeta y amorosa pelirroja dijo, recibiendo al bebé en brazos y dándole un gran abrazo a Draco.
Eso lo dejo en shock por un momento.
¿Molly Weasley abrazándole?
Por Merlín...
— Perdone por la intromisión, Potter me pidió que trajera a los niños y estuviera con ellos hasta que él pueda venir.
— Oh, ese muchacho siempre trabajando. – Ella suspiro un poco. – Aún después de tantos años sigue cuidando del mundo con el peso sobre sus hombros.
La mujer entonces dio una gran beso a su nieto en la frente y empezó a juguetear con él. Llevándoselo lejos de Draco.
— ¡James! ¡Jean! – Llegaron gritando una niña y niño pelirrojos. – Vengan, vengan. Afuera hay muchas cosas.
Pronto los niños mencionados junto con el resto de los pequeños Potter-Weasley salieron corriendo hacia el jardín. Dejando entonces a Draco solo en la sala, sintiéndose completamente fuera de lugar en la madriguera.
— Malfoy, no esperaba verte aquí. – Una voz conocida llamo su atención. Observando a un envejecido Ron Weasley. – Harry me contó que estabas cuidando a sus hijos pero creí que vendría él hoy.
— Tenía mucho trabajo en el ministerio.
— ¡Oh! Tan ocupado como Hermione, aunque ella ya no corre detrás de magos oscuros como él. Merlín, siempre le digo que deje ese papel de héroe, ¡Pero parece que le entra por una oreja y le sale por la otra! – El pelirrojo suspiro. – Tengo un mejor amigo tan terco.
— Potter siempre ha sido terco, me sorprende que apenas lo notes, Weasley. Correr hacia el peligro en todas las pruebas del torneo de los tres magos debió darte indicios de ello.
Increíblemente ese comentario trajo una risa al pelirrojo.
Weasley le dio un par de palmadas antes de que un niño viniera por él y se lo llevará al jardín.
— Draco ¿Verdad? Que alegría tenerte aquí. – Una mujer rubia se acercó a él, dándole un beso en ambas mejillas como saludo. Recordaba a la chica, jamás olvidaría esa belleza Veela que ella poseía. Aunque su acento ya no estaba tan marcado como hace años. – ¿Harry vendrá pronto? Espero que si, los niños están ansiosos porque él les cuente de sus aventuras de nuevo. Sus historias son las mejores. Por allá hay bocadillos, sírvete lo que quieras.
Entonces ella se fue.
Tan rápido como había venido, se alejo hacia el jardín, recibiendo a quien si Draco no mal recordaba era George Weasley.
Por Merlín.
Esto era tan surrealista que daba miedo.
Draco se quedó parado en su mismo lugar, sintiéndose incómodo, no sabía si debía salir y vigilar a los niños o esperar a que Potter llegará.
— Malfoy, querido, ¿Puedes ayudarme en la cocina? – La voz de Molly atrajo su atención. – Arthur está con los niños y Fleur es bastante quisquillosa para tocar la comida.
Draco parpadeó un par de veces.
Antes de reaccionar y asentir, encaminándose a la cocina y escuchando las instrucciones de lo que debía hacer. Increíblemente no es difícil para él preparar la masa que la señora Weasley le pidió.
Aunque termina lleno de harina, incluso en su rostro. La señora Weasley le cuenta anécdotas graciosas sobre sus nietos y el propio Harry Potter, algunas sobre el desastre que Potter era con sus primeros hijos. El como incluso perdió a James dentro de la misma madriguera.
Y el tiempo pasa tan rápido entre historias y risas, que no se da cuenta cuando la noche cae y la comida está lista.
— Creo que Harry ya está aquí, ve por él para la cena, por favor. – Ella le pide. – Arthur me ayudará a poner los platos, ve tranquilo.
Se quita el delantal que ella le había prestado, tomándole la palabra y saliendo de la cocina. Encaminándose hacia la puerta principal, en busca del Potter mayor.
La noche no es tan helada como las anteriores, así que sale de la madriguera y trata de ver dónde se encuentra el gryffindor.
Hasta verlo a algunos metros de la casa, acompañado de un pelirrojo que Draco sabía que había visto en algún lado, pero no podía recordar con exactitud.
Sin embargo, por las expresiones que tiene Potter y la forma en que se aleja de él constantemente, tal vez no sea alguien amigable.
— Están peleando de nuevo.
Una voz infantil llama su atención, haciéndole bajar la mirada y encontrándose con Albus sentado en los escalones. Tiene un libro en sus piernas pero no parece que lo esté leyendo.
— ¿Quién es el pelirrojo?
— Charlie Weasley, nuestro tío. – Responde el menor. – No viene mucho por aquí.
Ciertamente entendía el porqué si eso de discutir con Potter era habitual.
— ¿Tienes idea de porque pelean? – Se atrevió a preguntar.
— Al tío Charlie le gusta papá.
Si Draco trajera algo para beber, seguramente se habría atragantado con esa respuesta dicha tan simple pero con una revelación demasiado fuerte para él.
Sin embargo, Albus no parecía darse cuenta de que estaba diciendo algo realmente grave. Ni que podía meter en problemas a su padre o al Weasley.
— ¿Estás seguro de eso?
El niño se limitó a emitir un pequeño sonido afirmativo.
Aunque al voltear y ver la curiosidad del rubio, empezó a explicar:
— Tío Charlie se enamoró de papá hace muchos años, pero creo que nunca se atrevió a decir nada por la diferencia de edad que tenían. – Explicó el menor. – Teddy dice que su abuela le contó que el tío Charlie se puso muy mal cuando se enteró que papá le había propuesto matrimonio a mamá cuando acabó la guerra. Pero no sé interpuso, ni intento evitar que se casará. Aunque Teddy se enteró que hubo una carta del tío Charlie donde confesaba que papá era el amor de su vida.
¿Potter siempre atraía líos incluso en su vida amorosa? Por Merlín, en verdad necesitaba que alguien le quitara toda esa mala vibra o lo que sea que tuviese para verse involucrado en problemas todo el tiempo.
— Cuando mamá murió, el tío Charlie fue un gran apoyo para papá. Nos cuidaba mientras él pasaba por todo el proceso del duelo. Y siempre se aseguro de que papá comiera y se mantuviera aseado. – El niño suspiro, levantándose de los escalones. – Cuando papá finalmente logro salir de esa depresión por la muerte de mamá, el tío Charlie pasó más tiempo con él y con nosotros. Incluso estuvo viviendo en casa durante unos meses.
Si Draco fuese otra persona, probablemente le habría parecido bastante lindo el hecho de que Charlie cuidara tanto de Harry, de su cuñado viudo. Pero siendo él, bueno...
¿No era algo extraño?
— Un día, papá simplemente nos alistó y dijo que teníamos que salir de la casa. Se veía bastante apurado por ello. Y todo el día estuvimos fuera. – Albus continuo. – Cuando volvimos el tío Charlie y sus cosas ya no estaban ahí. Desde entonces, cada que se ven, se la pasan discutiendo.
— ¿No sabes que sucedió?
— Papá jamás nos dijo, pero James piensa que el tío Charlie trato de besar a papá y por ello se enojo tanto.
Draco tuvo que aclararse la garganta, al sentir un nudo en ella y un extraño dolor en el pecho. Conocía el sentimiento, eran celos.
¿Porque mierda sentía celos?
Merlín, necesitaba un descanso.
— ¡Chicos, ya es hora de la cena! – Se escuchó la amorosa voz de Molly Weasley.
Entonces Draco recordó porque había salido en un principio y tomando la mano de Albus, alzó también su voz.
— ¡Potter! – Atrajo su atención. – ¡La señora Weasley quiere que entres a cenar!
— ¡Voy en seguida! – Fue su respuesta. – Tengo que llevar a mis hijos a cenar, por favor deja el tema ya, Charlie. No hagas preocupar más a tu madre, ¿Quieres?
— Harry, yo solo...
— ¡Potter! ¡¿Tienes zapatos de piedra o porque tardas tanto en venir?! – Grito Draco.
Harry parpadeo un par de veces y sonrió, antes de finalmente alejarse de Charlie y encaminarse con las manos alzadas hacia la casa.
— Ya voy, ya voy.
Draco achico los ojos en una falsa expresión de molestia y giro sobre sus talones, entrando una vez que Potter estaba detrás suyo. Albus no podía parar de reír al ver la interacción.
Pero a Charlie eso realmente no le había gustado...
Chapter 8: Familia.
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Draco había pasado todo el día siguiente pensando sobre la situación de Potter con el Weasley, dándole vueltas al asunto y el que había hecho el pelirrojo para hacer enojar tanto a Potter como para echarlo de la casa repentinamente.
Si la especulación de James era cierta, entendía de cierta manera el porqué Potter se había enojado, aunque también si Weasley lo ayudaba tanto no era solo por la bondad de su corazón y realmente le sorprendía lo ingenuo que podía llegar a ser su ex rival.
¿En verdad no se daba cuenta como lo miraba Weasley?
Por Merlín, él con pocas horas en la casa de los Weasley, había visto las miradas que le dirigía el pelirrojo a Potter.
Era anhelo.
Y temía que esa misma mirada estuviese reflejada en sus ojos, dadas las emociones que Potter parecía empezar a provocar en él.
Nuevamente.
Porque si era sincero, incluso estando en Hogwarts, Potter ya despertaba muchas cosas en el. Solía molestarlo tanto solo para atraer su atención, porque de alguna manera eso le gustaba, saber que Potter tenía sus ojos, aunque fuesen llenos de odio, dirigidos hacia él.
Salazar, necesitaba ayuda.
— El amo Potter lo está buscando.
Draco casi dio un brinco, al sorprenderse de la presencia del elfo. Pero estaba acostumbrado a sustos gracias a los diablillos que cuidaba.
Aunque las bromas habían parado ya.
— Iré en un momento.
Un suspiro salió de sus labios, mientras dejaba el libro, que claramente no estaba leyendo, a un lado. Y se levanto del sofá de la sala.
Los niños habían salido con su tía Fleur, esa mujer realmente parecía adorarlos, ¿Quién diría que sería tan maternal? Aunque había escuchado que se debía a que la Weasley fallecida le pidió que cuidara de ellos.
De cualquier manera, dejando esos pensamientos de lado, se encaminó con rapidez hacia el despacho de Potter. Que había llegado temprano, pero al parecer tenía mucho papeleo que trajo a casa para terminar.
Toco un par de veces la puerta antes de entrar.
— Potter, soy yo. – Aviso al pasar. – Tu elfo dijo que me buscabas.
— Oh, si. Pasa, pasa.
Potter era todo menos formal, si Draco tenía algo que decir al respecto, era difícil pensar en él haciendo tanto papeleo. Pero tenía una gran pila de papeles en su escritorio.
Aunque suponía que el tampoco lucía como un típico niñero.
— ¿Sucede algo?
— Sólo quería hablar contigo, te noté extraño desde la cena en la madriguera, le pregunté a Albus si te habían hecho algo pero él solo se me quedó viendo con esa extraña mirada que tiene y siguió leyendo sus libros.
Draco parpadeó una, dos y tres veces. Antes de que sus mejillas se tornarán algo rojas, al darse cuenta de que Potter lo observaba más de lo que creía. Por Merlín, ¿Fue tan obvio?
— Debe ser una confusión tuya, no actuó extraño. – Se aclaro la garganta. – Como sea, ¿Porque trajiste tanto papeleo a casa?
— Mm, tal vez. – Entonces el gryffindor se dejó caer en su silla. – En el ministerio hay tanto movimiento hoy en día, estás fechas son horribles ahí. Necesitaba algo de paz.
Por alguna razón Draco deseaba estirar su mano y revolver ese cabello desordenado del contrario, tratando de darle algo de calma y que se pudiera relajar en sus brazos.
¡Pero Merlín! ¿En qué diablos pensaba?
— Tal vez hablar un poco te relaje. – Quería darse un golpe en la cabeza por decir aquello, pero realmente no podía evitar querer tener una conversación con él. – Como por ejemplo, ¿Que me dices de Hogwarts? ¿No extrañas algo de aquella época? Tal vez todas esas admiradoras que tenías, apuesto a qué tuviste demasiadas novias por ahí.
¿Eso no había sonado demasiado intrusivo? Merlín, desde cuándo era tan obvio.
— No recuerdo haber estado con muchas chicas, además de Cho y Ginny. – Fue la respuesta del Potter mayor, luego de un par de parpadeos confusos. – Aunque salí un tiempo con Theodore Nott.
Draco necesito toda su fuerza para no caerse de la silla donde se había sentado y se vio obligado a toser para disimular que se estaba ahogando con su propia saliva por ese comentario.
Aunque no sirvió de nada. Potter comenzó a reírse ante su reacción.
— Lo sé, lo sé. No es algo que cualquier esperaría de mi. – Potter se inclinó hacia adelante, recargando su codo en el escritorio y su cabeza en su mano. – Pero él era bastante atractivo y no paraba de mirarme, algo llevo a lo otro y en algún momento empezamos a besarnos a escondidas en los armarios de Hogwarts. Terminamos por todo el asunto de la guerra, la rivalidad entre casas y porque yo era bastante volátil en aquel entonces. Aunque aun ahora compartimos cartas de vez en cuando, según me contó se casó con un chico que conoció en Francia.
Aunque Draco había sido amigo de Theodore durante Hogwarts, después de la escuela, jamás había tenido contacto con él nuevamente. Pero bueno, ¿Que tan amigos habían sido si nunca se enteró de su relación con Potter?
Pero lo más sorprendente era que a Potter también le llamaban la atención los hombres.
En Hogwarts no parecía ser de esos gustos. Incluso con todos los rumores sobre Diggory y él. Ese chisme del baño de prefectos seguía haciendo eco en su cabeza.
— ¿Que me dices de ti? – Potter atrajo su atención nuevamente. – ¿Alguna chica especial?
— No negaré que bese a algunas durante toda esa etapa de la adolescencia, pero jamás tuve algo serio. – Trato de responder con simpleza. – Ni siquiera en estados unidos. Aunque las mujeres no son tanto de mi gusto.
Potter parpadeo un par de veces, viéndose tan confundido.
— ¿Te gustan los hombres?
— Me sorprende que no te dieses cuenta. – Sonrió y no pudo evitar reírse al ver cómo las mejillas del gryffindor se ponían rojas de la vergüenza. – Potter, Potter. Siempre tan distraído.
— ¡Oye!
Potter hizo ese puchero tan característico suyo que a Draco le resultaba increíblemente tierno. Y se cruzó de brazos.
Por Merlín.
¿Como podía seguir siendo tan adorable incluso a esta edad?
— Tengo una pregunta, aunque entenderé si no quieres responder.
Eso atrajo la atención de Potter nuevamente, quien dejó de hacer pucheros y se inclinó una vez más hacia el escritorio, para escuchar al rubio.
— ¿Piensas volver a casarte?
Potter parpadeo nuevamente. Y Draco creyó que se negaría a responder.
— Mm, tal vez en algunos años. – Mencionó con un tono suave. – Si llegase a enamorarme de nuevo y esa persona ama a mis hijos tanto como yo. Pero también deberá entender que siempre llevaré a Ginny en mi corazón, porque es la madre de mis niños y la mujer que elegí como esposa, su recuerdo vivirá en mi mente hasta la eternidad.
— Es entendible, se que la persona a quien elijas para continuar tu vida, comprenderá eso.
Potter sonrió y entonces soltó un comentario que hizo a Draco ahogarse de nuevo con su saliva.
— Y también quiero más hijos.
— ¡¿Más?! – Está vez no hizo nada por ocultar su sorpresa y tosió fuerte, tratando de no ahogarse. – Potter...
El gryffindor no pudo evitar reírse a carcajadas, mirando la reacción del rubio.
— Si, Malfoy. Más hijos. – Afirmó el pelinegro. – Mi deseo siempre fue dejar de trabajar y criar una gran familia. Planeaba hacerlo desde antes, pero entonces sucedió todo esto. Así que si vuelvo a casarme, definitivamente me quedaré en casa. El dinero no es problema, tengo muchísimo más que el suficiente. – Potter se recargó nuevamente en su silla y sonrió, Draco sabía que le iba a decir algo que lo haría atragantar de nuevo. – Quisiera tener mínimo seis hijos más.
Por Merlín...
Potter iba a matarlo de un infarto.
Chapter 9: Gracias, Draco.
Chapter Text
Con la navidad tan cerca, los pequeños niños Potter-Weasley le habían pedido que los llevará a un pueblo cercano, donde comprarían obsequios para su padre.
Aunque Draco insistió en qué podía llevarlo al callejón diagon, ellos le repitieron una y otra vez que su padre amaba los regalos muggle, por lo que querían buscarle cosas así.
El pueblo era muggle.
Y Draco realmente se había encariñado con estos niños, porque de cualquier otra manera, ni por todo el dinero del mundo, iría a un lugar así.
Al menos eso se repetía mientras paseaba por las pintorescas calles de aquel lugar, rodeado de muggles y vigilando a los niños.
— ¡Vamos, vamos ahí! – Lily grito mientras sus hermanos salían corriendo con ella.
Por Merlín.
¿Porque tenían que heredar toda la energía de Potter?
— No corran, niños.
Draco suspiro pesadamente, mientras los seguía, tratando de ignorar las decoraciones de un rojo tan horrible que colgaban por todas las calles.
Tienda tras tienda, siguió a los pequeños traviesos, vigilando que no hicieran desastres. Y con Lily teniendo explosiones de magia repentina debía tener más cuidado.
Es mientras están viendo unos trenes de juguete, que a James le habían llamado la atención, cuando todo se va cuesta abajo.
— ¡Oye, rarito! – Grita una voz chillona proveniente de un niño muggle. – ¿Tus hermanos raritos y tú finalmente salieron de esa mansión? Ya paso Halloween.
— ¡Callate! – Fred intenta empujarlo pero debido a su estatura el niño es quien lo arroja al suelo.
— ¡Oye tú! Deja a mi hermano, idiota. – James corre hacia allá, empujando al niño.
— ¡Es suficiente! – Draco interviene, sabiendo que eso se iba a salir de control. Levanta a Fred del suelo y le quita la nieve. – James ven acá, volvemos a casa.
Aún cuando James no quiere, retrocede y gira sobre sus talones, caminando hacia sus hermanos aún enojado. Es entonces cuando el niño se levanta y sale corriendo con otros chiquillos.
Draco suspira pesadamente y toma a Fred de la mano, caminando con todos hacia la salida del pueblo. Su lado de niñero sabe que debe regañar a James por pelear, pero su otro lado le dice que el niño estuvo bien por defender a su hermano.
Así que solo guarda silencio.
Hasta que otra vez llegan problemas, maldita suerte Potter.
— ¡Oye tú, rubio! – La voz de un muggle atrae su atención. – Uno de tus engendros le debe una disculpa a mi hijo, si no se saben comportar, no los saques de esa mansión horripilante.
Draco intenta ignorarlo, por lo que sigue caminando, pero entonces el tipejo vuelve hablar.
— ¡¿Eres sordo?! – Insiste el muggle. – ¿O es que eres igual de retrasado que esos fenómenos?
Está vez se voltea y va directamente al muggle, atrayendo la atención de quienes lo rodean.
— No te atrevas a decirles fenómenos a mis niños. – Dice con un tono terriblemente frío y amenazador.
— ¿Porque? ¿Que harás?
— Te enseñaré a respetar, animal.
El insulto parece hacer berrear al muggle, quién alza el puño antes de que Draco pueda reaccionar y lo golpea directamente en la cara.
— ¿Quién me va a ense-...
El tipejo no puede terminar de hablar, porque Draco se va encima suyo, dejando atrás todos sus modales y rodando por el piso mientras pelean de una manera totalmente vergonzosa para un Malfoy.
¿Era esto un karma por haberse burlado de la pelea de su padre con el señor Weasley cuando tenía doce años?
Por Merlín.
— ¡Eso, dale otro! – Grita James.
— ¡Usted puede, Señor Malfoy! ¡Dele otro en la cara! – Lily lo apoya.
— ¡Pegale en sus bolas! – Fred se une.
Draco hace lo mejor que puede para defenderse y contra atacar al muggle, aún cuando tiene demasiada desventaja, dado que sus peleas siempre fueron con varita en mano.
Pero la adrenalina en su sistema y el coraje en sus venas le ayudan, peleando incluso cuando sus manos ya duelen, pero no dejaría que ese hombre insultara a sus niños.
Iba a darle una lección.
Incluso si eso significaba salir herido también.
— ¡No te dejes! ¡Pégale, pégale! – Jean grita. – ¡Tú puedes!
— ¡Vamos, vamos! ¡Dale en la cara! – Incluso Emily que siempre es tan recatada y con modales, se une a gritar.
— ¡Es suficiente! ¡Deténganse ahora mismo, señores! – El sheriff del pueblo llega, atravesando la multitud.
Se acerca a los hombres en el suelo y trata de separar a ambos, aunque termina siendo ayudado por civiles, unos sosteniendo al muggle y otros a Draco. Ambos respirando agitados y con sangre en la cara.
— ¡Señores! Debería darles vergüenza dales ese ejemplo a los niños, estamos en plena época navideña. – El sheriff los regaña.
— ¡Sus niñatos empezaron!
— Por favor, Christian. Ambos sabemos que tu hijo no es una santa paloma. Y esos niños rara vez bajan al pueblo, así que mejor guarda silencio y vete a casa.
El muggle, que ahora Draco sabía que se llamaba Christian, hace algo parecido a un berrinche y toma la mano de su hijo, alejándose con la cara roja de coraje.
Mientras el sheriff se gira hacia Draco y después mira a los niños.
— ¿Nuevo niñero?
— A este decidimos conservarlo un poco más. – Fred responde.
El sheriff no puede evitar soltar una carcajada y negar lentamente, mientras se acomoda el sombrero y camina.
— Andando, los llevaré a su casa. – Dice sin dejar lugar a negaciones.
Afortunadamente logran acomodarse en la camioneta que tiene el hombre, aún cuando Draco debe llevar a Molly en sus piernas.
Y James se la pasa hablando con el sujeto sobre Quidditch todo el camino. Por lo que Draco entiende que el sheriff sabe sobre la magia, pero no siente que sea un mago.
Cuando finalmente llegan a la mansión, Draco ayuda a los más pequeños a bajar, pidiéndole a los mayores que les ayuden a caminar hasta la puerta debido a la nieve que se acumuló en el jardín.
— Muchas gracias por traernos. – No es común en él agradecer, pero sabe que debe hacerlo. – Lamento los problemas. No suele pelear con...
— ¿Muggles? Lo noté por los golpes que dabas. – Había dicho el tipo, sorprendiendo a Draco un momento y confirmando sus sospechas. – Soy un squib, conocí al señor Potter cuando se mudo aquí, aunque antes había escuchado de él como todos en el mundo mágico. Es un hombre amable, carismático y excelente padre. Fue una lastima lo de su esposa. Pero me alegra que por fin sus hijos aceptarán a un niñero.
El hombre vuelve a subir al vehículo, agitando su mano para despedirse de los niños que habían llegado a la puerta, sonriéndole a Draco con gentileza.
— Esos niños nunca habían ido al pueblo sin la compañía de su padre. – Su tono es tranquilo pero en sus ojos brilla el conocimiento de algo que Draco no entiende. – Lo que sea que estés haciendo, parece funcionar, hazle un favor a esa familia y no pares. Buenas noches.
— Buenas... noches.
Apenas puede decir Draco, mientras ve el vehículo alejarse por el sendero, bastante extrañado pero con un pequeño sentimiento de orgullo en su pecho.
Solo sale de su trance cuando escucha el incomparable sonido de una aparición, encontrándose directamente con Potter, quién se queda observándole en silencio un par de largos minutos.
— ¿Que demonios te paso?
Cuando el gryffindor se le acerca, Draco sorprendentemente no rehúye su toque, en cambio permite que lo tome de la mejilla. Aunque se arrepiente casi al instante, cuando un dolor agudo llega a él.
— Auch, auch.
Se queja poniendo sus propias manos sobre las de su ex rival, en un reflejo por el ardor. Los recuerdos de ciertos golpes llegan a él. Y es cuando entiende que debe tener algunos en la cara y el labio terriblemente partido.
— ¡Papá! ¡Papá! – Grita Lily desde la puerta. – ¡Papá llegó!
Siete cabezas se asoman por puerta y Draco siente como Potter le insta a caminar, llevándolo hacia la entrada de la casa, incluso lo ayuda a quitarse los zapatos de nieve.
— Ve por un poco de hielo, Albus. – Ordena el Potter mayor a su hijo y este obedece, corriendo lo más rápido que puede. – ¿Tendré que averiguarlo por mi mismo o alguien me dirá quién de ustedes le hizo esto al Señor Malfoy?
— No fueron ellos.
La respuesta inmediata de Draco parece sorprenderle al gryffindor, pues parpadea un par de veces y espera la confirmación de sus hijos.
Estaba demasiado acostumbrado a que ellos hicieran maldades.
— ¡Es cierto, papá! No fuimos nosotros. – Se apresura a confirmar James. – Nos estamos portando bien.
Entonces Albus llega con una bolsa de hielo en vuelta en una tela, lo que Harry usa para poner en la herida de Draco, trayendo un poco de alivio.
— Si no fueron ustedes, ¿Que sucedió?
— Fue mi culpa. – Admite el rubio. – Me metí en una pelea con un muggle...
— ¡Por defendernos! – Es Lily la que se apresura a decir. – Lo hubieras visto papá, ese horrible hombre nos dijo fenómenos y el Señor Malfoy le dio una lección.
Draco siente que su ex rival se tensa ante la mención de aquel insulto, pero lo disimula tan bien que probablemente ninguno de sus hijos se da cuenta, él tampoco lo haría de no estar tan juntos.
— ¡Si! Le dio a ese muggle en las bolas. – Fred hace un movimiento con la manos, simulando golpes.
— Fred.
— Perdón, papá. – Se disculpa el niño. – ¡Pero en verdad fue impresionante!
— ¡Rodaron por el suelo! Y el Señor Malfoy no dejaba de darle su merecido.
Potter dirige su mirada a él, por lo que Draco se remueve inquieto, sabiendo que tal vez está recordando aquella escena de su padre con el señor Weasley hace ya tantos años.
— Fue increíble. – Menciona James, uniéndose a sus hermanos. Antes de mirar a Jean y hacerle una señal con la cabeza.
— Si... Estuvo bien.
Aunque no es un gran elogio, viniendo de ella, es más de lo que alguna vez diría.
— El Señor Malfoy es tan valiente. – Emily menciona. – Seguro sería un gran Gryffindor.
Draco se siente bastante insultado, más aún al ver la sonrisa burlona del Potter mayor, cuando escucha a la niña.
— Si, lo sería. Pero ahora vayan a cambiarse y después a cenar, los alcanzaré en un momento. El Señor Malfoy necesita mi ayuda. – Potter los insta a que se retiren y sus niños obedecen, corriendo hacia las escaleras con los más pequeños agarrados de la mano. – Ven, Malfoy. Te llevaré a mi habitación, puedo curar tu cara con hechizos, pero necesitas descansar un momento.
Aunque Draco quiere negarse, por alguna razón su voz no sale y termina siguiendo al gryffindor a la habitación principal. Se siente como un intruso, cuando entra en ella, observando algunas fotografías de la familia y decoración que claramente no había escogido el Potter mayor.
Sabiamente guarda silencio sobre el horrible tapete rojo cerca de la chimenea.
— Siéntate y quédate quieto.
Es extraño lo rápido que obedece, pero lo atribuye al dolor que tiene en el rostro y parte del resto de su cuerpo. Así que toma asiento mientras observa a Potter quitarse el abrigo.
Mierda.
¿Desde cuándo tenía ese jodido trasero?
“Por Merlín, ¿En qué diablos estoy pensado?”
— ¿Sabes lo que haces? – Se atreve a preguntar para desviar su atención del cuerpo bastante bien trabajado del contrario.
— Soy el jefe de los Aurores, si no supiera unos simples hechizos de curación, estaría muerto ahora mismo.
— Lo dudo mucho, siempre te las arreglas para sobrevivir, empiezo a creer que eres parte cucaracha.
Contrario a lo que esperaba, Potter suelta una carcajada y lo señala momentáneamente con el dedo, eso solo le pone más nervioso.
El gryffindor se acerca y saca su varita, susurrando algunos hechizos, sorprendentemente trayendo alivio al rostro magullado de Draco.
Aquello se extiende al resto de su cuerpo, haciéndole suspirar por la sensación, olvidando el dolor que tenía minutos antes.
— ¿Ves? Confía más en mi, Malfoy. – Potter le sonríe con esa estúpida y risueña boca, mientras vuelve a levantarse. – Deberías darte una ducha caliente, estás lleno de nieve y tierra, además de esa sangre que goteo de tu nariz. Mi bañera es la mas grande de la casa, puedes usarla.
— No creo que sea buena idea, Potter. Iré a mi habitación...
— No es una pregunta, Malfoy. – Interrumpe el gryffindor. – Usa mi bañera, te traeré una bata limpia.
Draco realmente quería darle un golpe en ese estúpido y revoltoso cabello negro, odiando que le dé órdenes, pero recuerda que es él quien firma sus cheques así que se abstiene de ello.
En su lugar se levanta y camina hacia la puerta del baño, no quiere durar mucho ahí, por lo que se apresura a llenar la bañera con agua caliente y desvestirse.
El suspiro que sale de sus labios al meterse a la bañera es enorme, su cuerpo aprecia la sensación y se relaja con demasiada facilidad. Lo que es sorprendente. Ya que Draco odia usar el baño de alguien más.
— Malfoy.
Un pequeño sobresaltó lo hace salir de su estado de relajación, al escuchar la voz de su ex rival, viniendo desde el otro lado de la puerta.
— ¿Que pasa? – Se obliga a preguntar.
— ¿Puedo entrar?
No.
Definitivamente no.
– Si.
Maldita sea su boca y todo ese día, ¿Porque había aceptado?
El sonido de la puerta abriéndose resuena más fuerte de lo que recordaba cuando entró, tal vez porque su corazón late fuerte o porque su piel cosquillea. Quién sabe.
No necesita ver atrás para darse cuenta que Potter se sienta atrás suyo, por fuera de la bañera, probablemente en un banquito.
— Te ayúdare a lavarte el cabello, ¿Está bien? – Potter le pregunta con un tono suave. – ¿Puedo hacerlo?
Draco teme que su voz le traicione, así que usa su cabeza para responder, asintiendo sin voltear a ver al contrario.
El ruido de las mangas de Potter siendo levantadas retumba en sus oídos, antes de sentir el suave tacto de las manos ajenas en su cabello, mojando un poco primero.
Después de ocho hijos, Potter definitivamente es un experto en lavar el cabello de alguien más, porque no hace que Draco se ponga incómodo. Ni le estira dolorosamente el pelo.
Es amable con sus movimientos cuando pone el shampoo y cuida de que el rostro ajeno no se moje mucho, evitando que el líquido vaya a entrar en sus ojos.
Draco permanece en silencio, dejándose mimar y cuidar, aún cuando sabe que este hombre es quien más lo necesita. Pero sabiamente no dice nada. Porque él no es nadie para ofrecerle aquello.
Potter es su jefe.
Y el solo un niñero más.
El masaje en su cabeza dura algunos minutos, en los que Draco piensa lo protector y paternal que es su ex rival, sabiendo que quien fuese su próxima pareja tendría un gran hombre y padre a su lado.
A Potter le gustaba cuidar de las personas.
Pero Draco pensó que tal vez le gustaría cuidar de él.
El agua cayendo detrás suyo y las manos de Potter cuidando su rostro, le hizo saber que pronto acabaría, sorprendentemente no quería que eso pasara.
Pero no podía pedirle más.
Cuando Potter se aparta un poco, Draco iba a decirle algo, pero es sorprendido...
Por un beso en su mejilla.
— Gracias por proteger a mis hijos, Draco.
Las mejillas de Draco arden aún cuando Potter sale del baño...
Chapter 10: ¿Es amor?
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Es amor.
Definitivamente es amor.
Y Draco se maldice por haberse enamorado tontamente.
Por Merlín, ¿Como demonios había pasado? Ese maldito Potter se le metió en lo profundo de su alma.
Paso gran parte del día pensando en ello, mientras veía a Molly juguetear con algunas de sus muñecas, en la sala de estar. Se preguntaba cuando había comenzado...
¿Tal vez fue ese día en la nieve?
¿O cuando leyó las hermosas palabras que Potter podía dedicar enamorado?
¿Aquella madrugada en la fogata?
¿Durante ese momento en la bañera?
Aunque talvez...
¿No había estado enamorado de Potter desde incluso antes de venir aquí?
Muchos de sus recuerdos de Hogwarts estaban borrosos, dejados atrás a favor de su salud mental, porque la época de la guerra fue desastrosa y traía consigo mucho sufrimiento.
Pero si había algo que no podía olvidar, tampoco quería, eran los momentos que había pasado junto a Potter. Todas esas veces que le molestó para atraer su atención, aquellas ocasiones en las que su mirada no podía despertarse de él, la forma en que se ponía de mal humor al escuchar los rumores de los amoríos del gryffindor.
Por Merlín.
¿En verdad había estado tan ciego?
— Salazar, salvame.
Pidió en un susurro mientras se levantaba y se acercaba a una ventana, tomando algo de aire fresco, llevo su mano a los ojos y se los talló suavemente. Necesitaba tiempo para pensar en esto.
No, necesitaba irse de esa casa.
Porque si no lo hacía ahora, jamás podría. No con esa encantadora sonrisa del maldito Potter y aquellos hermosos ojos brillantes que podían pedirle el mundo entero.
Y Draco no dudaría en dárselo.
— No te ves bien.
“¿Y a quien diablos crees que se debe, idiota?”
— Sólo estoy algo cansado. – Ofrece como excusa. – Se me pasará pronto.
— Si necesitas un día libre, sabes que puedes pedírmelo. – Potter insiste. – Estos días son ocupados pero podría hacer un esfuerzo para tomar un descanso extra.
Aunque sonaba tentador, sabe que pedirle aquello a Potter tan cerca de navidad, sería egoísta de su parte. El gryffindor ya tenía demasiado sobre sus hombros. Solo hacia falta ver lo cansado que llegaba en las noches.
Y aún así no descuidaba a sus hijos.
¿Porque tenía que ser un hombre tan jodidamente bueno?
— Llevaré a Molly afuera, no hay tanta nieve, creo que le gustará. – Menciona el gryffindor mientras alza a la pequeña pelirroja entre sus brazos.
Draco observa como el contrario abandona la sala, en dirección a la salida principal y es tan sólo cuestión de minutos para que también los siga. Aunque solo se queda en el pórtico.
Una sonrisa se extiende por su rostro, mientras ve como Potter se agacha y deja a la pequeña Molly de pie sobre la nieve, enseñándole a jugar con ella.
Ambos se ven tan felices que no puede evitar contagiarse del sentimiento.
Potter es un excelente padre, tan amoroso y alegre, es más que notable cuanto adora a sus hijos, su familia.
Es inevitable para Draco pensar en Ginny Weasley y lo feliz que ella debió ser a su lado, lo mucho que él la amo y cuanto se lo demostró. Porque Potter no podía ocultar sus emociones, lo sabía. Era igual que un libro abierto. Demostrando su felicidad, su tristeza o su enojo.
Por un momento Draco piensa en qué pasaría si dejara de ser el niñero de los niños Potter-Weasley, ¿Él aún le hablaría? ¿Sería tan amable como lo fue en días anteriores?
Probablemente.
“Pero él no me amaría.”
Se recuerda amargamente, sabiendo que nunca sería suficiente, ¿Porque quien podría competir con la hermosa, risueña y valiente Ginny Weasley? La mujer a la que Potter había considerado perfecta, a la que eligió para compartir sus vidas.
Ella siempre sería la madre de sus hijos.
Y Draco solo era un "intruso".
— Sabes... – Tan distraído en sus pensamientos, Draco no se había dado cuenta de la presencia de Albus a su lado, por lo que se sobresaltó al escucharlo. – Creo que eres bueno para papá.
Eso le saca de su sitio brevemente, dejando su mente en blanco, tratando de procesar lo que el niño acaba de decir.
Es entonces que se da cuenta que todo ese tiempo había estado mirando a Potter, sin disimular ni un poco el anheló en sus ojos o las dudas en su cabeza.
— No se de qué hablas, Albus.
— Lo sabes pero intentas negarlo porque temes no ser suficiente. – Es increíble lo bien que este niño puede leerlo. Draco comienza a pensar que Albus será un slytherin cuando llegue su momento de ir a Hogwarts. – Pero estás equivocado. Creo que eres justo lo que papá necesitaba. Desde que estás aquí, volvió a ser él mismo.
— ¿A qué te refieres?
— Papá sonríe más desde que estás con nosotros, sus ojos volvieron a resplandecer y brillar intensamente, ya no está tenso todo el tiempo. – Explica el niño. – Y no soy el único que lo cree.
Antes de que Draco pueda preguntar algo, Albus hace un movimiento con su cabeza, señalando detrás suyo. En la ventana más cercana a la puerta, acurrucados unos sobre otros, el resto de sus hermanos se están asomando. Pero en cuanto se dan cuenta que Draco los ve, corren a esconderse, Fred en particular tropieza y es jalado por Lily.
Albus solo suspira ante la tontería de sus hermanos.
Pero Draco no puede más que sonreír y devolver su mirada al niño, pensando por momento lo que eso significa, sintiendo el calor subiendo por sus mejillas.
Ellos lo están aceptando.
Probablemente no lo dicen, pero Draco entiende que ellos le consideran parte de la familia, lo que inevitablemente hace que sus ojos se humedezcan.
Agradece que Albus no dice nada al respecto.
Más tarde, muchísimo más. Cuando la luz del sol ya se había ocultado y la oscuridad predominaba afuera, Draco está recostado en su cama, pensando en ello.
Si los hijos de Potter... de Harry, no parecen tener ningún problema con él, ¿No sería estúpido de su parte desaprovechar aquella oportunidad?
Por Merlín...
¡Es un slytherin! Y había sobrevivido a una guerra. No podía acobardarse, si está era una señal, la tomaría.
Así que al primer rayo de sol, en la mañana del siguiente día, se obligó a levantarse más temprano de lo usual, solo para ir a preparar un café.
Lo que resultó un desastre.
Pero al final había logrado hacer uno, así que estaba bien, se apresuró a tomar un periódico que llegaba diariamente a la casa, ¿Quisquilloso?
Subió las escaleras y se arreglo la camisa, antes de tocar suavemente y entrar a la oficina del gryffindor, sonriéndole de una manera que no se viese tan obvia.
O al menos eso esperaba.
— ¿Te despertaste temprano? – Potter pregunta un poco confundido. Está alistando las cosas para ir a trabajar.
— Anoche dormí antes de lo usual, así que me levanté cuando la luz lleno mi habitación. – Intenta explicar restándole importancia. – Creí que sería buena idea prepararte un café.
Potter parpadea un par de veces, ante de fruncir el ceño.
— ¿Me preparaste un café? – Pregunta con un tono confundido. – ¿Sabes hacer café?
— Por supuesto que sí, ¿Quién crees que soy? – Aunque realmente nunca había hecho uno muggle, pero esperaba que su suerte no le traicionará. – Pero si no lo quieres...
— ¡No! No me refería a eso, no pretendía ser descortés. – Potter se acerca a él más rápido de lo usual y toma la taza entre sus manos. – Lo tomaré, gracias.
Lo único que puede ofrecer Draco es un asentimiento, ya que teme que su voz lo traicione, le entrega al gryffindor el periódico.
— Tu despacho luce diferente.
Draco se da vuelta cuando el gryffindor se está llevando la taza a los labios, perdiéndose de la mirada que pone Harry al tomar un sorbo... Sabía horrible.
— ¿Cambiaste algo? – Nuevamente lleva su mirada al Potter mayor. – ¿Que tal está? – Intenta no sonar ansioso con esa última pregunta.
— Movi algunas cosas al ático. – Potter vuelve a tomar otro sorbo, Draco podría jurar que su labio titubeó, pero entonces el contrario sonrió. – Delicioso.
No puede evitar pavonearse ante el halago, definitivamente le traería café a diario.
— Iré a ver si los niños ya despertaron. – Informa con un tono suave. – Espero que tengas un buen día en el trabajo.
Potter alza la taza en un último agradecimiento y Draco finalmente sale del despacho, perdiéndose del claro desagrado del gryffindor al líquido que juraba ser café.
El resto del día no había hecho mucho, más que estar con los niños y esperar pacientemente a que Potter regresará del trabajo. Cuando lo hace, Draco es el primero en recibirlo y ayudarle a quitarse el abrigo.
Se atreve a sentarse junto a Potter en la cena y ayudarle a darle de comer al pequeño Ethan. Incluso lo acompaña a recostarlo y pasan un poco de tiempo hablando sobre Hogwarts, la vida y otras cosas.
Draco no recordaba que fuera tan fácil hablar con Potter, pero él es tan receptivo y comprensible, que no puede evitar contarle sobre sus inseguridades al volver a este lugar.
A la mañana siguiente, vuelve a entrar al despacho pero más temprano, tanto que Potter ni siquiera estaba ahí. Y ese era su objetivo. Pues le había preparado el desayuno y su café especial, dejándoselo en el escritorio. Junto a un ramo de hermosos lirios.
Coloca una nota antes de irse:
"Albus mencionó que eran tus preferidas."
Solo se da cuenta de que estaba realmente nervioso hasta el desayuno, cuando Potter baja a despedirse de sus hijos y le regala una sonrisa, mostrándole un pequeño lirio que llevaba en el bolsillo de su saco.
Por Merlín.
Parecía un mocoso en su primer enamoramiento.
— ¿Le vas a dar un beso?
La pregunta de Lily hace que su rostro arda.
— ¡Lily! – La niña solo es capaz de reírse y Draco no tiene corazón para regañarla. – Vayan a lavarse los dientes, corran.
Es inmediato el movimiento de todos, bajando de sus asientos y saliendo del comedor.
Excepto Jean.
— ¿Pasa algo? – Al verla pregunta. – ¿Aún tienes hambre? Pediré que se te prepare algo más, ¿Que se te antoja?
— No eres mamá.
La frase dicha con tanta crueldad y seriedad saca a Draco de su sitio un momento, haciéndole titubear, no sabiendo que decir.
— Y nunca lo serás. – La niña habla con tanto odio. – Lo que sea que estes intentando hacer, será mejor que te detengas. Este no es tu lugar.
Antes de que Draco pueda siquiera defenderse, la pequeña se levanta y corre fuera del comedor.
Le toma unos minutos recomponerse de tan crudas palabras, pero lo logra antes de que Molly llegue corriendo y abrace sus piernas, pidiéndole que la cargue. Él accede y la levanta, llevándola a la sala de estar, donde los demás niños llegan uno por uno.
Pero no Jean.
Y realmente no puede culparla. Ella había sido la primera hija, la adoración de su madre, la niña de los ojos de Ginny Weasley. Era entendible que sintiera como si él se estuviese metiendo con el recuerdo de su difunta mamá, tratando de quitarle a su padre, lo que definitivamente no era su intención.
Estaba enamorado de Harry, si.
Pero jamás pretendería que él lo pusiera por encima de sus hijos con Ginny. Ni tampoco borraría la existencia de la difunta mujer. Ella siempre sería la madre de todos ellos y eso era algo que entendía y respetaba.
Sin embargo sabía que Jean no lo veía así.
Aunque dudaba que se tratará solo de él, era algo general, no personal. Podía verlo como una amenaza, si. Pero todo ese odio y resentimiento venían del dolor y la perdida, una que la niña aún no podía superar.
Y en contra de lo que Albus le había dicho días atrás, sabía que Potter debía enterarse de la situación por la que su hija aun estaba pasando, sólo él sería capaz de ayudarla.
— Bienvenido a casa. – Saluda algunas horas más tarde, cuando Potter finalmente llega. – Llegas temprano.
— Hoy fue un día sorprendentemente tranquilo. – Menciona el gryffindor mientras se deja ayudar a quitarse el abrigo.
Draco duda un momento, no sabe si debe contarle a Potter sobre Jean, dado que al parecer hoy había tenido un buen día. Y no parecía tan cansado.
Pero sabe que el bienestar de la niña siempre irá primero, en especial para alguien como Potter, sus hijos siempre serían lo más importante para él.
— ¿Alguna vez hablaste con Jean sobre su madre? – Se atreve a preguntar, dejando a Potter en silencio y confundido. – Quiero decir, Albus mencionó que ella era la más cercana a Weasley, también dijo algo de ti sujetándola el día del entierro para que ella no se lanzará al ataud.
Potter parpadea un par de veces y Draco ya está tan familiarizado con esa expresión, que entiende perfectamente el porqué la hace.
— Lamento si me estoy entrometiendo demasiado, me preocupa, es todo.
— No, no. – Se apresura a decirle el Potter mayor. – Es sólo que Albus no suele hablar sobre ese día, ni de su madre en general. Si te contó debe tenerte mucha confianza.
Y la tiene.
Definitivamente se tienen confianza.
Albus es un niño maravilloso, inteligente y más sentimental de lo que la gente normalmente pensaría. Sabe que decir y como leer a las personas. Aunque heredó el carácter explosivo de su padre.
— Tal vez deberías hablar con Jean. – Insiste dejando atrás el tema de Albus. – Ella me recuerda mucho a ti en Hogwarts, tiene ese temperamento tuyo y tiende a encerrarse en si misma, minimizando su dolor por proteger a sus hermanos.
— ¿Que tanto me observabas en Hogwarts, Malfoy?
— Tonto. – Una sonrisa se extiende por sus labios. – Ve con ella, yo me encargo de los niños.
Puede ver la preocupación en los ojos esmeralda, por lo que se atreve a darle un leve empujoncito, haciendo que Potter camine.
Draco realmente espera que Jean reciba la ayuda que necesita.
Chapter 11: Está bien no estar bien.
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La oscuridad había caído sobre el extenso bosque, la noche era fría, pero el ático reconfortante.
Jean sabía que se debía a la magia impregnada en la casa.
Había subido desde la pelea que tuvo con el niñero y no pretendía bajar, no hasta que ese dolor en el pecho desapareciera, hasta que ese hombre dejara que querer ocupar el lugar de su madre.
Apretó más fuerte el vestido celeste entre sus manos, aquel que perteneció a Ginny Weasley. Ese que su padre había guardado en este olvidado ático.
A menudo se preguntaba porque su madre se había ido.
Si ella la extrañaba en donde fuese que estuviera.
Y si algún día la volvería a ver.
Solía recordar todos aquellos momentos felices que tuvieron, los paseos por el bosque, las compras, clases de Quidditch, cocinar sin mucho éxito.
Aún cuando tenía el cabello de su padre, la abuela Molly siempre decía que era idéntica a su madre, su misma sonrisa y la mirada llena de ilusión.
Y Jean luchaba por recordar eso.
— Toc-Toc, ¿Se puede? – Una voz mayor atrae su atención. – Una avecilla me dijo que estabas aquí.
— Fue Winky, papá. – Lo desmiente de inmediato. – No bajaré a disculparme con el Señor Malfoy.
Sorprendentemente su padre se acerca a ella y no menciona el tema, tan sólo se sienta a su lado y toma un viejo collar del baúl que estaba abierto.
— Recuerdo cuando le di esto a tu madre, ella decía que no podía tener joyas de los Potter porque eran demasiado costosas, temía perderlas. – Menciona con la mirada perdida en el collar. – Y ahora está aquí empolvandose.
— Tú subiste todo esto.
— Porque no necesito de objetos para recordar a tu madre, a la mujer que ame y seguiré amando hasta la eternidad. – Aclara dejando el collar a un lado y tomando el vestido celeste. – Esto es solo ropa, solo cosas. El recuerdo de tu madre está en mi mente, corazón y alma. Siempre tengo presente lo valiente, fuerte y maravillosa que fue.
Ella permanece en silencio, pensando en las palabras de su padre, en la sinceridad que escucha en cada una. Él nunca le miente, no da vueltas. Es directo porque es un Potter.
— No quiero que nadie ocupe su lugar...
— Oh, mi niña. – Su padre la rodea en sus brazos, atrayéndola a su protección y calor, dejando que se sienta segura. – Nadie nunca va a reemplazar a tu madre. Porque ella siempre vivirá en nuestros corazones, estará con nosotros a cada paso del camino, en cada caída y cuando nos levantemos. Siempre la tendremos.
No puede soportar más el ardor en sus ojos y deja que las traviesas lágrimas recorran sus mejillas, ella llora en los brazos de su padre, se permite ser débil.
— La extraño tanto, papá. – Apenas puede decir.
— Lo sé, mi niña. – Su padre empieza a frotar su espalda en pequeños círculos. – Yo también la extraño. Cada día que pasa. Pero se que ella está en paz, se que nos cuida y protege como siempre. Y sobre todo se que desea vernos avanzar.
Sabe que está empapando la camisa de su padre, pero no puede evitarlo, sus lágrimas siguen brotando. Porque es la primera vez que se permite llorar desde aquel día.
— Pero por ahora, déjalo salir todo, libera ese dolor. – Su padre le susurra. – A veces está bien no estar bien, Jean.
Y eso es tan cierto.
Por lo que se desahoga, finalmente lo hace. Lloriqueando como una niña, porque eso es lo que es. Ella llora por la muerte de su madre, por la ausencia de su progenitora, por los abrazos que tanto extraña.
Los minutos se convierten en horas y no es hasta muy entrada la noche, que siente como su padre la carga en brazos y baja con cuidado del ático. Él no la lleva a su habitación, en cambio entran al cuarto principal y duermen juntos. Porque su padre la sostendría hasta que ella dejara de llorar.
Incluso después de ello seguiría haciéndolo.
A la mañana siguiente, el movimiento de su papá saliendo de la cama la despierta y se levanta. Acercándose a la puerta para ver con quien está hablando.
Puede ver los mechones rubios del niñero, pero no escucha nada. Ambos adultos se retiran y ella no tiene más remedio que salir de la habitación de su padre.
En lugar de encaminarse a su cuarto, decide ir a la biblioteca, porque desea ver algo.
El álbum de su madre.
— Albus dijo que estarías aquí. – La voz de su hermano atrae su atención. – Siempre tiene razón.
James se acerca a ella y le sonríe, mientras toma suavemente su mano, acomodando un mechón de su cabello.
— ¿Que tal estás?
— Mejor.
Su hermano asiente, contento con esa respuesta, James sabe que no es de muchas palabras.
— ¿Sabes? También extraño mucho a mamá. – Confiesa mientras juguetea con sus manos. – Ethan, Molly y Fred casi no pueden recordarla. Pero yo si, más de lo que ningún otro. Recuerdo su risa, su voz, su rostro, sus chistes, sus palabras llenas de amor, todo de ella.
— También lo hago.
— Lo sé, pero también se que temes olvidarla, estoy seguro de que eso no pasará. Porque siempre que necesites recordarla... – James señala su propia cabeza y le guiña un ojo. – Estaré contento de compartir mi memoria contigo.
Eso inevitablemente le saca una sonrisa, lo que sabe que su hermano ama, porque ella es tan seria la mayor parte del tiempo que es casi imposible verla reírse más que por bromas hacia los niñeros.
— El Señor Malfoy no es una mala persona, Jean. – Eso borra su sonrisa pero James no se detiene. – Se que también has notado el cambio en papá desde que él llegó. Sonríe más, se ríe de tonterías, sus ojos brillan de nuevo. Él le da felicidad y eso es lo que yo deseo para nuestro padre.
— Pero mamá...
— Mamá siempre tendrá un lugar importante en el corazón de papá, se que lo sabes. – James sostiene nuevamente sus manos. – Pero ella querría que papá fuera feliz. Porque se lo merece más que nadie en este mundo. Sacrifico muchas cosas y cargo con el peso de cientos de vidas en sus hombros cuando no era más que un adolescente. Él debe ser feliz.
Sabe que eso es cierto, su madre les había contado sobre la historia de su padre, entendía por todo lo que él había pasado y lo que perdió a causa de la guerra.
Su padre merecía el mundo entero.
Porque él lo había salvado.
— ¿Sabes que fue el Señor Malfoy quién instó a papá a que hablara contigo? – James añade como un comentario al aire. – Se preocupa por ti, por nosotros. Creo que es diferente al resto de niñeros.
Y definitivamente lo era.
Ella no era tonta, había entendido que ese hombre era diferente desde la primera broma, porque no se fue, no huyó. Mantuvo su cabeza en alto y los enfrentó. Una y otra vez.
El Señor Malfoy era especial.
— Supongo que tienen un plan para juntarlos. – Un suspiro escapa de sus labios.
— ¡Por supuesto que sí! – James corre hacia un lado de la biblioteca y saca de su "escondite" un cuaderno. – Fred lo diseño todo.
— Por Merlín, dime qué no incluyo fuegos artificiales del tío George...
Ambos se sientan en el suelo, observando las poco legibles anotaciones de su hermano menor, tratando de entenderlas.
Jean está tan concentrada que apenas nota la mirada orgullosa de su hermano.
Porque James sabe que ella finalmente había vuelto a ser su amada hermana.
Chapter 12: Feliz navidad.
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Draco sabe que los pequeños diablillos planean algo.
No, en verdad está convencido de ello. Porque lo puede ver en sus ojos, en sus sonrisas y acciones. Ellos se están poniendo de acuerdo pero no sabe exactamente para que. Lo que le pone un poco nervioso si debe ser sincero. No le han hecho ninguna broma en semanas y y espera que eso siga así.
El entendimiento llega a él cuando Harry le agradece una mañana por una deliciosa tarta de melaza que según había dejado en su escritorio.
No lo hizo.
No había dejado nada esa mañana, ni siquiera recuerda entrar al despacho del gryffindor. Pero unas sonrisas y risas cómplices que vienen de Jean, James y Albus le hacen entender que fueron ellos.
Pero si no querían llevarse el merito, pues lo aprovecharía.
Así que cuando Potter le agradece por un hermoso collar de oro y bellos anillos de esmeralda, Draco solo sonríe y menciona que le quedan bien.
También se lleva el crédito por los ramos de flores que aparecen cada día sobre el escritorio de Harry.
Y cuando salen a dar un paseo por la orilla del lago, no se sorprende de qué los niños le dejen solo con Harry.
Hablan sobre todo y nada, admirando el atardecer y cortando distancia ocasionalmente con la excusa de que el frío es menos si están más juntos.
Draco sabe que parecen niños en su primer amor. Tan inexpertos, nerviosos y tontos. Pero ambos saben que hay algo más entre ellos, una sentimiento floreciendo en sus pechos, ansiando descubrir a que pueden llegar.
— Anoche Lily me dio un dibujo. – Menciona el gryffindor repentinamente. Su mano enguantada saca de su bolsillo una hoja que desdoblar con un poco de dificultad. – Es curioso, ¿Sabes? Ella nunca había dibujado a nadie más en la familia.
Solo un vistazo en suficiente para ver los garabatos tiernos de la niña, donde trata de retratar a sus hermanos y padre... Y a él. Porque Draco también está ahí.
No puede evitar que sus labios se extiendan en una pequeña sonrisa.
— Es obvio que me dibujaría, soy demasiado guapo para no estar en un dibujo familiar. – Intenta sonar gracioso.
Es recompensando con aquella risa tan exquisita y dulce del hombre a su lado.
— Si, supongo que es eso. – Es la respuesta que le ofrece Harry, antes de guardar el papel y continuar caminando. – Me alegra tenerte con nosotros. Los niños parecen más felices.
— Tú pareces más feliz.
El comentario ocasiona que las mejillas del gryffindor se coloreen de rojo intenso, aunque intenta ocultarlo, sonriendo y avanzando más rápido.
— ¿Y usted, Señor Malfoy? – Draco alza una ceja ante aquella manera tan formal de dirigirse a él. – ¿Es más feliz?
— Por supuesto, Señor Potter. – No disimula su alegría al responder. – Me atrevo a decir que volver fue la mejor decisión que pude tomar.
— ¿Puedo saber porque?
— Porque aquí estás tú.
La sorpresa inunda el rostro del gryffindor y es por ello que no nota la roca detrás suyo, ocasionando que se tropiece hacia atrás y se prepare para un duro golpe...
Uno que nunca llegó.
Porque Draco estaba sujetándole fuertemente, envolviendo sus manos en la cintura del contrario, la distancia es tan mínima en sus rostros que puede sentir el aliento caliente del otro chocando contra su cara.
Ambos se ven a los ojos tan fijamente que resulta hinoptizante.
El tiempo, el sonido del agua, todo se detiene al instante.
— Harry, yo...
— ¡Papá, papá! – Grita Molly. – ¡Papi!
Harry se remueve, soltándose fácilmente del agarre y dando vuelta para enderezarse, buscando a su pequeña niña.
— ¿Que pasó, Molly?
— ¡Encontré una ardilla bebé! – Ella grita con felicidad. – Mira, papi.
— Si, la veo. – Dice el gryffindor, mientras se acerca a la niña que está junto a los árboles, se agacha con ella y admira al pequeño animalito. – Probablemente se cayó de una rama, deberíamos regresarlo.
Aunque su mirada se desvío ligeramente hacia Draco, observando como este no despegaba sus ojos de él y parecía incluso más aturdido que antes.
El paseo esa tarde termina con el anochecer cayendo sobre ellos, aunque Draco no había podido dormir mucho luego de volver a casa y cenar, pensando una y otra vez en lo sucedido.
Harry definitivamente no parecía incómodo con sus acercamientos.
Pero la incertidumbre seguía ahí.
Aunque a la mañana siguiente, muchas de sus dudas desaparecen, con el inicio de la segunda fase de un "plan" que había escuchado decir a Fred.
Comienza su mañana cocinando un delicioso desayuno en conjunto con los niños para Harry. Sentándose todos a la mesa.
Después salen a esquiar, lo que resulta increíblemente vergonzoso para él, siendo que nunca había realizado tal actividad. Pero Harry esta ahí para ayudarlo, cuidarlo y guiarlo.
Más tarde, se ve envuelto en las compras navideñas de último momento. Es ahí cuando descubre que cuidar de ocho niños en medio de cientos de personas, en plena época navideña, es terriblemente difícil. Apenas puede alcanzar a Fred antes de que salga corriendo, aunque Harry no había tenido la misma suerte, pues le ve persiguiendo a Jean y James a través de las tiendas y puestos.
Afortunadamente nadie se pierde y todos salen ilesos.
Excepto el cabello de Draco.
Que está tan despeinado y revuelto como el del propio Harry, lo que ocasiona muchos chistes de Fred y la vergüenza del rubio.
Cuando finalmente regresan a casa, los niños piden galletas recién hechas y para sorpresa de Draco, Harry se ofrece a hacerlas.
Un empujón de Albus hace que se una a él en la cocina.
Y pronto están preparando la masa como si fuesen una joven pareja de enamorados...
— Debes mezclar bien, Draco. – Su nombre suena tan bien en aquella voz, que disfruta escucharlo cada vez. – Es así.
Harry toma sus manos y lo ayuda a mezclar, pareciendo totalmente ajeno a lo que esa acción provoca en él, sonriendo tan tranquilo.
— ¿Sabes que puedes hacer esto con magia?
— ¡Eso le quitaría lo divertido! – El contrario parece tan ofendido por su pregunta. – Y sabe muchísimo mejor cuando haces las cosas por ti mismo.
Draco no quiere llevarle la contra, así que permanece callado, observando al contrario caminando por la cocina. Habían metido ya algunas galletas al horno.
— Ven, estás ya están tibias. – Menciona Harry, poniendo una bandeja de galletas sobre la mesa. – Vamos a ponerles el glaseado.
Se entretiene al ver cómo Harry decora con mucha concentración las galletas, sonriendo cuando le quedan lindas, viéndose de nuevo como aquel muchacho gryffindor que corría por los corredores de Hogwarts entre risas y felicidad, en aquellos días donde la guerra todavía no llegaba.
— Puedo sentir tu mirada. – Draco no puede evitar sorprenderse ante el comentario. – Hacías lo mismo en Hogwarts.
— ¿A qué te refieres?
— Solías mirarme cuando creías que estaba distraído. – Menciona sin dejar de decorar. – Podía sentir tu ojos en mi todo el tiempo, en los pasillos y salones, en el gran comedor y el patio. Era como si solo yo tuviera tu atención. A donde sea que fuese, tú mirada me acompañaba.
Draco se siente atrapado y un poco avergonzado, nunca se había dado cuenta que era tan obvio al observarlo. Y saber que el contrario estaba consiente de ello desde Hogwarts lo hace sentir en desventaja.
— Nunca dijiste nada...
— Porque tu mirada me ponía nervioso. – Aclara soltando la manga pastelera que estaba usando pata decorar. – Así que fingía no darme cuenta.
— No sabía que los leones pueden mentir tan bien.
Uno, dos y tres pasos. Draco está tan cerca de Harry que puede ver perfectamente el brillo resplandeciendo en aquellos ojos verdes, así como la sonrisa burlona que se extiende por su rostro.
— Es el problema con ustedes las serpientes. – Su aliento está tan cerca. – Nos subestiman.
Puede sentir la tensión entre ellos, un paso más y sería capaz de robar un beso al más bajo.
Y está apunto de hacerlo...
Hasta que el gryffindor le pone un poco de glaseado rojo en la nariz. Y se aleja soltando una carcajada.
— Oh, te arrepentirás.
Draco toma una manga pastelera con glaseado verde y ataca al contrario. Harry se defiende tomando otra.
Pronto ambos están llenos de glaseado y riendo como si fuesen un par de adolescentes tontos.
Y esa noche, mientras están sentados junto a la chimenea, comiendo galletas con leche a lado de los niños... Draco sabe que no debe tener dudas.
Le diría a Harry sobre sus sentimientos.
[ 24 de diciembre, la madriguera, noche buena. ]
Draco sabe que debe ser esta misma noche.
Porque si no lo hace hoy, no lo hará nunca. Está consiente de ello. El valor que había reunido no duraría para siempre.
¿Pero si arruinaba la cena?
Por Merlín.
No quería eso, no podía imaginarse pasando navidad solo, sin esos traviesos niños a los que les había tomado tanto cariño, aquellos que eran como suyos ahora.
James, Jean, Emily, Albus, Lily, Fred, Molly y Ethan.
Los quería a todos.
Y perderlos, dejar de ser su niñero, traía un doloroso sentimiento a su pecho. Porque eran unos niños maravillosos, inteligentes y valientes. Se cuidaban unos a otros y amaban a su padre.
— Señor Malfoy, Señor Malfoy. – Lily lo llama. – Venga, por favor. Necesito su ayuda.
Draco no tarda nada en levantarse y seguir a la pequeña, preocupado por su tono y expresiones.
— Por aquí, padre. – Escucha la voz de Albus. – Está de este lado, ven.
— ¿Que es, Albus? – La voz de Harry se acerca.
Tarde se da cuenta que los están guiando exactamente al mismo lugar, bajo el marco del cruce entre la cocina y la sala de la madriguera, donde ambos se topan.
— ¿Que está...
— ¡Ahora Teddy! – James grita, interrumpiendo a su padre.
Y entonces el muchacho de de cabellos azules alza su varita, conjurando un muérdago mágico, sobre las cabezas de los dos adultos. Esto ocasiona que ambos no puedan moverse de su lugar.
— ¡Teddy! – Es Harry quien le regaña pero el muchacho ya está corriendo lejos junto a los niños. – ¡Ven acá!
Harry intenta seguirlo pero es en vano, ya que no puede moverse, la magia le tiene los pies pegados fijamente en suelo.
— ¿Es un muérdago mágico? – Draco se pregunta a si mismo. – Oh, oh.
— ¿Oh, oh?
— No puedes escapar de un muérdago mágico, no hay contra-hechizo. – Explica tratando de no asustar al contrario. – Una vez bajo de el, necesitas hacer lo que pide, sólo así serás liberado.
— ¿Y que es lo que pide? – Aunque la pregunta es tonta, Draco no puede evitar sonreír, lo que ocasiona un sonrojo en el rostro del gryffindor. – Debes estar bromeando...
— No lo estoy.
Harry emite un suspiro, no realmente de molestia por lo que él muérdago pide, sino por estar atado ahí. Y Draco puede entenderlo.
— Supongo que es mejor si lo hacemos rápido, aunque si no quieres...
— No, no tengo problema con ello. – Draco se regaña mentalmente, ya que se había apresurado a responder. – Quiero decir, si tú no tienes problema con ello...
Un momento de silencio.
No hay respuesta verbal del gryffindor, pero Draco tampoco la necesita, porque entiende con su mirada que no estaba rechazandole.
Se acercan un poco.
Y luego otro poco.
Hasta que sus rostros están tan cercas que pueden sentir el aliento del otro.
Mirada gris.
Mirada verde.
Labios rojos que se buscan, piel caliente y respiración lenta.
Finalmente se besan.
No es un beso duro, no es brusco. Es algo suave y lento. Un poco tímido al principio pero convirtiéndose en algo más. Los labios de Harry son tan blandos y dulces, que Draco se pierde en ellos, en su sabor.
El tiempo parece detenerse a su alrededor, son solo ellos dos, haciendo lo que sus almas habían anhelado tanto.
Draco se da cuenta que esto es lo que siempre debió ser.
Un gryffindor y un slytherin.
Draco y Harry.
Dos mitades de un todo.
El muérdago mágico los había liberado casi al instante, pero ellos estaban tan enfrascados en si mismos, que no se dan cuenta.
Al menos no hasta que Draco empuja el cuerpo de Harry contra la pared detrás suyo. Y este rompe el beso, arrojando al rubio hacia atrás, observándole con tanta sorpresa que es como si apenas se diese cuenta de esos sentimientos.
¿Tal vez era así?
— Harry...
— No, no te acerques. – El contrario alza su mano, luciendo tan asustado de sus propias emociones, que Draco se detiene. – Necesito salir a tomar aire.
Harry se aleja, caminando con rapidez a la salida, tratando de encontrar consuelo en la noche. Y aunque Draco duda en seguirlo, sabe que no puede volver a dejarlo ir, porque se arrepentirá toda su vida.
— Harry.
— No, no puedo hablar contigo ahora mismo. – El gryffindor dice. – Necesitas alejarte de mi.
— Eso es imposible. – Draco menciona. – Porque descubrí que no puedo sacarte de mi mente, haces que mi corazón lata con fuerza por ti, mi alma te necesita. En contra de todo lo que alguna vez pensé, te pertenezco completamente. – Su sonrisa se ve un poco opacada por las lágrimas que se deslizan por sus mejillas. – Te amo, Harry Potter.
Aunque la expresión tan sorprendida del contrario, le duele por un momento, entiende que Harry esté tan confundido.
— Estás siendo injusto. – El pelinegro susurra. – No puedes hacerme esto. – Su rostro se llena de lágrimas y apenas puede hablar. – Yo jamás podré olvidar a Ginny...
Draco se acerca a él, sosteniendo al contrario entre sus brazos, sabiendo que si no lo hace, este caerá.
— Lo sé, Harry. – Trata de tranquilizarlo, acariciando su rostro con suavidad, brindándole calor. – Se que Ginny Weasley siempre tendrá un lugar especial en tu corazón. Y estoy bien con eso. Porque ella es la madre de tus hijos y la mujer con la que te casaste. – Una sonrisa se extiende por sus labios. – Y créeme que iré personalmente a su tumba para prometerle que te amaré y haré feliz, como se que ella deseaba.
El gryffindor niega, aún mostrándose tan agitado, lo que hace que el corazón de Draco duela.
— Tienes que ser feliz, Harry. – Él le dice. – Pasaste por mucho, cargaste con una guerra que no era tuya sobre tus hombros, estuviste dispuesto a dar tu vida por los demás. Mereces la felicidad más que nadie en este mundo. – Su voz empieza a quebrarse. – Si no es conmigo, buscala en alguien más. Eres un hombre maravilloso y un padre increíble. Cualquiera se sentiría honrado de estar contigo...
Es entonces cuando las manos del pelinegro dejan de temblar y su mirada vuelve a los ojos grises, observándole como si Draco fuese una luz en la tempestad.
— Pero no quiero a cualquiera. – Susurra como si estuviese confesando su mayor secreto. – Te amo a ti.
Solo esas palabras bastaron, para que sus labios volvieran a unirse, dejando atrás el pasado y entregándose a lo que sus almas deseaban.
Lo que estaba destinado a ser.
— ¡Lo sabía! – El grito de Fred los hace separarse y entonces todos los niños salen corriendo de sus escondites. – ¡Se aman, se aman!
— ¡Se besan en sus bocas! – Lily acompaña al canto burlón de su hermano.
— Es tan romántico. – Emily suspira con dramatismo.
— Se ven lindos juntos. – Jean dice sorprendiendo a Draco.
Aunque no se compara con el rostro de Harry, que mira a sus hijos entendiendo el porqué se comportaban tan raros esos últimos días, ellos lo habían planeado todo.
Y estaban de acuerdo con que estuviera con Draco...
Por Merlín.
En verdad eran más parecidos a él de lo que alguna vez pensó.
— ¡Es hora de la cena! – Grita la matriarca de los Weasley desde la madriguera.
Harry se acerca a James y sujeta al pequeño Ethan, este se ríe un momento y después se distrae con el cabello de su padre. Albus abraza al mayor por un costado.
Y Draco se agacha para cargar a la pequeña Molly, siendo abrazado por Jean.
Es así como todos se encaminan a la madriguera de nuevo.
Como una familia.
FIN.
Chapter 13: EXTRA 1: La boda.
Notes:
Smut, contenido +18, lenguaje sucio. Lee bajo tu propia responsabilidad.
Chapter Text
Estaban destinados a estar juntos.
Siempre lo estuvieron.
Draco amaba a Harry de una forma que jamás podría terminar de describir, de una manera que pocos entenderían. Amaba ver su sonrisa, sus ojos, escuchar su risa, simplemente toda su presencia.
Con Harry a su lado, no había nada que lo hiciera sentir triste, ni solitario. Su presencia era una curita a su alma tan dañada por la guerra.
Harry era todo lo que Draco no sabía que necesitaba.
Su relación tal vez no fue perfecta desde un principio, porque pese a que ambos sabían que se amaban, Harry a veces se encerraba en si mismo o se reprochaba ciertas cosas que hacía con Draco, no porque estuviesen mal, sino porque el recuerdo de Ginny a veces era demasiado intenso.
Pero con el tiempo y con la comunicación necesaria, Harry había logrado aceptar que merecía ser feliz, que había amado a Ginny con todas sus fuerzas y que ella estaría feliz de verlo enamorado de nuevo, de verle seguir adelante y criar a sus hijos con un buen hombre a su lado.
Y Draco estuvo a su lado en casa paso del camino.
No fue sorpresa para nadie cuando, tan sólo tres años después de una relación llena de cambios y amor, Draco y Harry anunciarán que iban a casarse.
Jean había estado tan emocionada hablando con todos respecto al tema, diciendo que ella misma iba a ayudar a su padre a elegir el traje que usaría, que se encargaría de que todo estuviese perfecto y que definitivamente sería la boda del siglo.
Y realmente lo fue.
La boda se había festejado a las afueras de la madriguera, en donde George y Ron se habían encargado de decorar con hermosos arcos de flores. Estaba decorado todo de hermosos tonos verdes pastel y aunque no había mucha gente, debido a que Harry no era alguien que le gustara la atención excesiva, Draco se sentía nervioso al ver todas las caras conocidas de Hogwarts.
Pero todo pasó a segundo plano, cuando Harry llegó a su lado, luciendo tan...
Perfecto.
Con aquel traje tan blanco como la nieve, teniendo aquellos pequeños toques dorados, realzando sus hermosos ojos esmeralda y esa sonrisa encantadora con la que le enamoraba más a cada segundo que pasaba.
Y si esto se trataba de un sueño, esperaba jamás despertar.
Se juraron amor hasta la eternidad, prometieron estar juntos en esta y todas las vidas que existieran, acompañarse en la felicidad pero también en el dolor. Y cuando llegó el momento de poner el anillo en el dedo de su ahora esposo, Draco sabía que este sería el momento más especial de toda su vida, que esté era su lugar, su destino.
Aquí, de pie junto al amor de su vida, uniéndose por todo la eternidad.
Hubieron aplausos, felicitaciones e incluso Draco juraría haber visto a Ronald Weasley llorar como una señora de cuarenta años, de felicidad por su mejor amigo. Pero nada de ello le importaba más que ver el hermoso rostro de su esposo, tan lleno de felicidad y amor, brillando como solo Harry sabía hacerlo.
Porque Harry era una luz en medio de la tormenta de cualquier persona.
Él lo era todo.
Bailaron, rieron y comieron toda la noche. Jean acompaño a Draco en muchos bailes, al igual que Albus estuvo pegado a su padre todo el tiempo.
Molly mancho el rostro de Draco con pastel cuando llegó la hora de partirlo y ella estaba en los brazos de su padre.
En algún punto de la noche, el señor Weasley se acercó a el y le pidió cuidar de Harry, amarlo con toda su devoción y hacerlo feliz el resto de sus días. Y Draco entendió que Arthur Weasley estaba entregándole uno más de sus hijos, porque eso era Harry para él, uno más de la familia.
Por supuesto que Draco prometió hacerlo.
Y volvió a hacerlo cuando la señora Weasley se acercó a él y le dio su bendición.
A lo lejos había visto a Harry habla con su madre, Narcissa, pero supuso que ella también estaba haciendo lo mismo que los señores Weasley habían hecho con el. Pidiéndole a su yerno que cuidara de su único y amado hijo.
Fue increíble lo rápido que había pasado la noche, llena de tantos sucesos, reencuentros y felicitaciones. Que Draco apenas se dio cuenta de que todo había acabado cuando la Señora Weasley se acercó a el y le dijo que el traslador estaba listo.
Tanto Draco como Harry se habían despedido de sus hijos, porque si, ahora a los dos les decían papá. Y partieron a su destino.
A su luna de miel.
El sonido de la olas llenaba la habitación de la cabaña que Draco había comprado para ellos, la luz de la luna se colaba por la ventana y todo era tan hermoso, pero no tanto como su esposo entre sus brazos.
Aunque durante la noche le había estado robando besos fugaces, nada se comparaba a poder saborear gusto los deliciosos labios de su amado, sujetarlo de las caderas y atraerlo a su cuerpo hasta que no existiera ni un solo centímetro de distancia entre ellos.
Las prendas empezaron a estorbar y pronto cayeron al suelo una tras otra, por lo que sus pieles empezaron a tocarse y Draco hizo a Harry retroceder hasta chocar con la cama y caer sobre ella.
Los besos del rubio bajaron hasta el cuello del Gryffindor, asegurándose de dejar una que otra marca en su piel, por las que probablemente Harry lo regañaria en la mañana.
Pero no ahora.
Porque estaban tan sumidos en el deseo, en la lujuria. En tocarse y hacerse sentir bien, como sólo ellos sabían hacerlo, en hacer suyo el cuerpo contrario como tantas noches ya había sucedido, en demostrarse por medio de caricias y besos todo el amor que llenaba sus almas.
El camino de besos siguió descendiendo, del cuello al abdomen y un poco más abajo. Harry puso sus manos sobre el cabello rubio de su esposo, cuando esté uso su boca para darle placer en su hombría.
— Draco... — Jadeo cerrando sus ojos con fuerza.
Eso sirvió solo como una forma de alentar al rubio, sabiendo que su esposo lo estaba disfrutando, movió su cabeza de arriba hacia abajo, metiendo y sacando el duro miembro ajeno, sin detenerse incluso cuando su cabello fue apretado.
Realmente disfrutaba de escuchar a su pareja gemir y rogar, cada que le hacía una mamada, le gustaba ver sus piernas abiertas y temblando, quedaba encantado cuando Harry se retorcía de placer y buscaba apretar cualquier cosa para tratar de liberarse un poco, porque todo era demasiado intenso.
— ¡Por Merlín! — Harry grito entre la bruma del placer. — Me voy a venir si sigues, ¡Ah!
Como respuesta a las palabras de su esposo, se metió aquel miembro hasta lo más hondo de su boca, permitiendo que sintiera el calor húmedo de su cavidad bucal durante varios segundos antes de volver a mover su cabeza y seguir dándole placer.
Fue bien recompensado con los gemidos de su pareja. Harry era especialmente ruidoso cuando estaban solos y eso le encantaba tanto.
Sólo hasta que sintió el cuerpo del pelinegro tensarse, fue que entendió que no iba a resistir más, así que se aseguro de mantener todo el miembro del contrario dentro de su boca.
Y entonces aquel conocido líquido blanco salió en largos chorros, inundando la boca del rubio, quién lo tomó sin dudarlo. Escuchando su nombre salir en un pequeño grito de los labios de su esposo.
Para cuando se había bebido todo la esencia de su pareja, se separó solo unos centímetros y se aseguro de limpiar cada gota de semen que quedaba en la punta del miembro ajeno.
Harry estaba jadeando y tenía pequeños espasmos por todo el cuerpo, lo que de hecho le hacía lucir tan jodidamente sexy que Draco solo quería darle la vuelta y follarlo contra el colchón durante horas.
Pero se contuvo solo para darle algunos pequeños besos en la frente y sonreírle burlonamente.
— Lo hiciste apropósito, idiota. — No había tono de enojo, era más bien Harry solo siendo él mismo.
— Oh, vamos. Si lo disfrutaste tanto, Señor Malfoy.
— No recuerdo haber tomado tu apellido, señor Potter.
Draco se alejo un momento para mostrarse indignado sobre ello, pero no pudo sostener aquella expresión mucho tiempo, en su lugar empezó a reír.
— Debería ponerte contra la ventana y follarte hasta que tus piernas estén temblando y no puedas mantenerte de pie.
— ¿Eso quieres hacer? – Una sonrisa burlona recorrió el rostro del Gryffindor. — Tal vez yo debería volver a amarrarte las manos a la cabecera de la cama y montarte hasta que esté satisfecho.
De hecho Draco no se quejaría si eso sucediera de nuevo, había sido una noche bastante placentera y definitivamente le había gustado ver a Harry usarlo para su propio placer una y otra vez, saltando sobre su miembro y viniéndose tanto que su abdomen había quedado tan manchado de aquel líquido pegajoso.
Pero está era su luna de miel.
Y definitivamente quería follarse a su esposo con toda la fuerza que tenía.
— Me gusta más mi idea.
No hubo tiempo de respuesta, pues se había apoderado de los labios ajenos y durante aquel acalorado beso, aprovecho para separar las piernas de su esposo nuevamente y posicionar su duro miembro en la entrada del contrario, aprovechando la distracción para embestir una sola vez y entrar de forma rápida y fuerte.
Lo que de hecho arrancó un pequeño grito del contrario.
— Oh, por Godric... — La respiración del Gryffindor se hizo algo pesada. — ¿Sin preparación?
— Ya estás bastante mojado para mí, no hace falta. — Susurro el rubio en su oído.
— Idiota.
Pese a ello, Harry llevo sus manos alrededor del cuello del rubio y mantuvo sus piernas abiertas para él. Realmente Draco sabía que a su esposo le gustaba de este modo, Harry no era particularmente fan del sexo vainilla, no.
Draco sabía que le encantaba cuando lo sujetaba y lo follaba en cualquier lugar, le encantaba cuando entraba a su despacho y lo ponía contra el escritorio, le bajaba los pantalones y entraba dentro suyo sin preparación alguna, se ponía especialmente duro cuando tenían la casa para si solos y Draco lo follaba en cada rincón de esta.
Así que no tenía que contenerse en la cama tampoco.
Porque Harry amaba demasiado el sexo duro.
Y era su luna de miel, así que Draco tenía permitido magullar y usar el cuerpo ajeno a su antojo, siempre y cuando hiciera a Harry gritar de placer.
— ¡Ah! M-Mierda, justo ahí.
El ruido de la cama moviéndose había empezado a llenar la habitación, al igual que el sonido de sus pieles chocando una y otra vez, mientras Draco no dejaba de embestir a su esposo hasta la saciedad.
Incluso tocando cierto punto sensible.
— ¿Aquí? — Pregunto el rubio. — ¿Te gusta ahí, cariño? ¿Se siente bien ser jodido por tu esposo?
Harry no era particularmente hablador durante el sexo, era más de gemir y jadear, gritar el nombre de Draco una y otra vez.
Pero vaya que sabía usar el lenguaje sucio igual que su esposo.
— ¡Si! Me encanta, puedo sentirte tan dentro mío. — Su voz estaba entre cortada en ciertas partes y llena de jadeos, lo que solo le hacía parecer más tentador ante los ojos grises. — Quiero que me llenes de ti, que me folles tanto hasta que no pueda ni hablar. ¿No quieres eso, querido? ¿No quieres llenar mi interior con un hijo tuyo y que todos sepan que te pertenezco?
— Mierda... – Si, definitivamente si quería eso. — Harry.
No era un tono de advertencia con el que decía su nombre, más bien uno de aviso. Porque definitivamente iba a follarlo hasta asegurarse de haberlo dejado embarazado.
Así que tomo las manos de su esposo, justo por las muñecas y se aparto un poco, sólo para usarlo eso mismo de palanca y empezar a embestirlo más fuerte. Atrayendo el cuerpo del más bajo contra el suyo, una y otra vez, ocasionando que su miembro entrara tan profundo como podía.
Lo único que Harry podía hacer era gemir, gritar y retorcerse de placer, tratando de recibir las fuerte embestidas de su esposo, observando como movía todo su cuerpo.
El cuarto entero estaba lleno de los ruidos de ambos, del sonido de sus pieles chocando, del chocar de la cama contra la pared con cada movimiento, de sonidos pecaminosos.
Hasta que Harry no pudo soportarlo más, debido a las continuas embestidas que tocaban una y otra vez su punto más placentero, un grito acompañado con el nombre de su esposo y terminó liberando su esencia sobre su propio abdomen.
Pero mientras se venía, Draco no dejó de embestirle, no hasta que alcanzó su propia culminación y se vino dentro su esposo. Liberando toda su carga en aquel interior, llenando cada rincón, asegurándose de que todo entrará.
Ambos se quedaron quietos un momento, jadeando por aire, los espasmos recorriendo sus cuerpos y el sudor recorriendo sus frentes.
Harry apenas fue consiente de cuando Draco se había separado de él y volteo su cuerpo, dejándolo boca abajo contra la cama, sujetando sus caderas.
Y entonces volvió a penetrarlo. Está vez no se detuvo un sólo momento, empezó a embestirlo contra la cama una y otra vez.
Su cuerpo estaba tan sensible, pero no se quejó. En su lugar disfruto del placer que se le era brindado y se dedicó a gemir el nombre de su esposo.
Sabiendo cuánto Draco amaba que lo hiciera.
La noche continuo con ambos amándose, dándose placer y disfrutando del otro. En cada rincón del cuarto, en varias posiciones.
No fue hasta la mañana siguiente, cuando el sol tocó el rostro de Harry y sus ojos se abrieron, que sintió el peso de la noche anterior. Todo su cuerpo se sentía pesado y juraba que tenía un desastre entre sus piernas, si el líquido pegajoso que se resbalaba por sus muslos era prueba de ello.
Aún así, no sé separó de los brazos de su esposo, quién tenía los ojos cerrados y "dormía" tranquilamente.
— ¿Puedes dejar de fingir? — Pregunta con un tono burlón. — No le voy a dar un beso de buenos días, Señor Potter.
— Aún pienso que deberías tomar mi apellido. – Había dicho Draco al abrir los ojos y observarlo. — Por Merlín, te ves tan hermoso. Siempre lo haces. Pero las mañanas después de haberte follado toda la noche... En verdad, luces irresistible.
Harry le dio un pequeño golpe en el pecho por aquel comentario. Aunque realmente no estaba enojado.
— Según la información que se nos brindo cuando empezamos con el tratamiento para que yo pudiera embarazarme, no necesitabas follarme más de dos veces para asegurarte de que quedara en estado.
— ¿Que puedo decir? Los Slytherin somos precavidos. – Una sonrisa burlona se extendió por el rostro del rubio. — Y Molly en verdad quiere una hermanita menor, no puedo decepcionarla.
— ¿Que harás si es un niño?
— Bueno, dijiste que querías al menos seis hijos más.
— Siendo justos, eso fue antes de saber que tendría que llevarlos yo y que el tratamiento para hombres gestantes también incluye los dolores de parto, incluso si es cesárea.
— Mm, creo que ya me están dando ganas de tener mínimo ocho.
Aquel comentario fue acompañado de un abrazo por parte del rubio, quién lleno de besos a su esposo.
— Idiota.
— Así me amas.
— Si, así lo amo, señor Potter-Malfoy.
Draco no pudo evitar sonreír al escuchar los apellidos juntos, definitivamente sus hijos tendrían un hermoso nombre acompañado de aquellos apellidos.
El matrimonio Potter-Malfoy.
Sonaba tan bien.

nottieshy on Chapter 1 Tue 08 Jul 2025 03:06AM UTC
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Kuroocat_yams on Chapter 2 Tue 17 Jun 2025 04:38AM UTC
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Kuroocat_yams on Chapter 8 Tue 17 Jun 2025 05:29AM UTC
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joyridingxfrankie on Chapter 12 Mon 28 Jul 2025 10:45PM UTC
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