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Maestro miel

Summary:

La primera mirada puede decir más que mil palabras; O eso es lo que pensó Cellbit después de ver al maestro de su pequeño hijo y jamás dejar de pensar en él. (GuapoDuo)

Basado en las ilustraciones de @cuteziiy (https://x.com/cuteziiy/status/1949449869879644321)

Notes:

🧡 ¡Hola a todxs! 🧡
Antes que nada, gracias por darle una oportunidad a esta historia corta que se me ocurrió en base a un tweet con viñetas.

Soy nueva como tal en el fandom (porque empecé a consumir streamers primero, luego me salía demasiado lore de algo que no viví pero me dió mucha vida -el QSMP-) y me dejé llevar como gordita en tobogán y pues sucedieron cosas, heme aquí escribiendo algo. Espero poder apegarme lo más que pueda a las personalidades del roleo que hubo ya que, les recuerdo, soy neófita en este business.

La historia será cortita, no les garantizo ser constante porque soy una adulta treintoier y pondré lo mejor de mi.

🧡 Las viñetas ilustradas que me inspiraron son de @cuteziiy, les dejo el link por aquí: https://x.com/cuteziiy/status/1949449869879644321

🧡 La portada la intervine con permiso de la ilustradora, espero les guste.

Con todo esto de contexto, disfruten su lectura. Es con cariño 🧡

- Lady is a tramp.

Chapter 1: Abre tus ojos, estoy aquí

Chapter Text

Cap 1. Abre tus ojos, estoy aquí

 

La mañana del lunes estaba iniciando con el pie derecho en esta vida que recién comenzaban.

Recientemente gracias a una oferta de trabajo como investigador Cellbit tuvo la oportunidad de mudarse y vivir una experiencia nueva dentro de las instalaciones de una prestigiosa universidad que tenía el estándar más alto en sus temas de interés para estudiar su post-doctorado.

Parecía que la suerte estaba mejorando ya que después de tantos desvelos, búsquedas de becas, promesas vacías y una disolución abrupta en su familia, las cosas empezaban a verse con más luz.

 

El fin de semana habían llegado para instalarse y conocer un poco de los alrededores de su vecindario que gracias a sus amigos que vivían en Isla Quesadilla pudieron obtener enseguida. Cellbit había viajado desde Brasil con unas cuantas cajas de equipaje, un sueño de crecer y el amor incondicional de su pequeño hijo Richarlyson de seis años, quien lo acompaña en esta aventura.

En estos momentos ambos salían de la cama para buscar entre la mudanza sin desempacar la ropa que usaría el pequeño en su primer día de clase en la primaria.

 

Filho , ya hemos buscado tres veces en esa caja. ¿Estás seguro que tú gorro estaba ahí?

 

Richarlyson puso una cara de decepción al no estar encontrando su infalible sombrero rojo, era su favorito ya que su tío Felps se lo había regalado diciendo que le traería suerte a dónde quiera que vaya. 

 

Sim, pai . ¡Estoy seguro! Tia Bagi me ayudó a empacar. 

Bom , seguiré buscando. Mientras toma el desayuno, no queremos llegar tarde a tu primer día.

 

Cellbit sonrió invitando a su hijo a comer de su tazón una porción del cereal de chocolate favorito de ambos, él siguió su búsqueda tomando a sorbos el café de su taza escuchando los tarareos de música de videojuegos que el niño entonaba. Una orejera roja apareció justo cuando estaba por darse por vencido y entre varios trozos de tela salió el tan anhelado gorro.

El pequeño saltó de su silla corriendo a abrazar a su padre sin dejar de entonar que se lo pusiera, con cariño le acomodó el mismo sobre sus rizos marcados que le quedaban tanto con su personalidad efervescente. Dios, no sabía que había hecho para tener a un niño tan hermoso como su hijo, el brasileño se consideraría siempre afortunado.

 

—Venga, me arreglo rápido y nos vamos en cinco.

 

Richarlyson salió para corroborar que su mochila estuviera en orden y el mayor se vistió con el traje que usaría en su inicio de clases. Una camisa blanca debajo de su saco verde olivo que dejó abierto para no lucir tan formal, se colocó su reloj favorito para accesorizar y dejó su cabello suelto peinandolo para que no se viera desordenado. Tenía que causar una buena impresión ya que además de la investigación estaría asesorando a alumnos de mitad de carrera en sus inicios de tesis, cosa que no le ponía ansioso ya que era su día a día en su anterior trabajo. 

 

—¿Cómo me veo? —preguntó saliendo de la alcoba para tomar su maletín y llaves de la van. El menor le mostró sus manos extendidas en un “diez”— ¡Vamos entonces!

 

Ambos arrancaron hacia su vehículo, una vieja camioneta que compró al llegar con parte de sus ahorros, en Brasil no tenía necesidad de un auto ya que todo lo tenían cerca de su trabajo y la escuela tenía transporte. Sin embargo al llegar aquí todo era más amplio y por seguridad se quedaría más tranquilo mientras trasladando a Richarlyson en sus clases.

Subió el volumen de la radio escuchando algunas baladas pop rock del momento, si bien a Cellbit no le encantan a su hijo si, quien balbucea lo que puede de la letra moviendo los pies desde su asiento alto; El camino es corto ya que la primaria está a veinte  minutos en auto sobre la gran avenida principal, su actual departamento está justo en el centro de la Isla para mayor conveniencia.

Estaciona en el área más cercana y baja a su pequeño quien le toma de la mano, nota que está nervioso por el ligero temblor que le invade, el adulto le intenta transmitir confianza estrechando su mano para que caminen juntos a la puerta principal, atraviesan el espacio después de comentarle al guardia que es su primer día.

Decenas de niños corren por doquier entre los jardines del frente, Cellbit no puede evitar sonreír al verlos felices, más cuando observa que su hijo está maravillado viendo los columpios, resbaladillas y más juegos que podrá usar en el descanso. Ambos se dirigen directo a la dirección donde la directora, una rubia carismática llamada Baghera les da el recorrido express por el plantel que aunque es de un piso es extenso, rodeado de vegetación, canchas para deportes y un salón por grado escolar. El timbre de entrada justo suena cuando están por concluir, les dirige a la puerta corrediza del aula de primer año, que está decorada con temática de Minecraft repleta de dibujos de cubitos que representan a los maestros responsables y todos sus alumnos. Richarlyson ve cada trazo con amplia emoción ya que reconoce el juego en automático, la directora nota su entusiasmo.

 

—Cada salón suele ser decorado con un tema que deciden en clase, este ciclo los maestros responsables hicieron votaciones con los niños para elegir.

—Eso es muy dulce de su parte. —reconoce el padre disfrutando de la vista decorada, a él también le gusta el juego así que verlo proyectado en un aula le hace recordar que su escuela no era tan divertida.

 

La señorita Baghera toca la puerta tres veces para anunciar su llegada, al recorrer la entrada una vista bonita se hace presente. Cellbit se queda prendado de los ojos más bellos que ha visto en su vida.

 

—Hola dire , ya la estábamos esperando. —comenta el dueño de la mirada café, es un hombre que a simple vista se ve aún joven, con una sudadera roja y su mandil con temática de crayolas llena de manchones de pintura acrílica. Los ojos que miró se posan en los suyos al darse cuenta de su presencia, un brillo sale de ellos— Disculpe, no había visto que venía acompañada.

 

Cellbit baja su expresión apenado, no sabe exactamente el porqué se siente así, si solo cruzaron miradas quizás unos segundos. El corazón le rebota varias veces, notarlo no está ayudando en nada. Debe recuperar la compostura y con ello extiende la mano para tratar de presentarse, la directora se adelanta poniendo su mano sobre el hombro del brasileño.

 

—Maestro él es el padre de su nuevo estudiante, el señor Lange.  —una vez presentándose vuelve a extender la mano que es correspondida en un apretón electrificante, la dama apunta cordial al pequeño que está detrás de papá tímido por la repentina aparición— Señor Lange, él es Roier De Luque, maestro titular del grupo de primer grado junto con el maestro Alex Quackity qué es su auxiliar en este ciclo. Ambos son excelentes docentes y estoy segura de que harán de la experiencia de su hijo una muy positiva. 

 

Vuelven a verse y esta vez Cellbit puede notar muchas cosas en un solo vistazo, que si bien los ojos del profesor son dignos de poesía, en general es muy atractivo. Ve su cabello revuelto calmo por una bandana azul, sus cejas pobladas que enmarcan su mirada expresiva y una sonrisa que derrite con los hoyuelos que le acompañan. Se siente morir cuando el calor invadió sus mejillas, ya que no ha dicho nada en un rato. Carraspea para mencionar un suave “un gusto conocerle” que no se apreciaría si no fuera por lo cerca que están.

 

—Y él es Richarlyson Lange, quien entrará hoy a su primer día.

 

El maestro que antes parecía ¿Ansioso? No, tal vez solo incomodo por la situación, piensa Cellbit, baja a la altura del niño para saludar sin éxito alguno en ser recíproco, este solo sonríe con ternura, sabe lo difícil que puede ser la adaptación cuando eres nuevo y ha pasado un tiempo del inicio del ciclo escolar, es adorable y hará lo que sea para ayudarle a integrarse. 


—¿Richarlyson, verdad? —el mencionado asiente sin ceder a salir del regazo abrazado de su padre, al notar los nervios Roier no puede evitar soltar una risita, señala el gorro del niño quien le ve con curiosidad— ¡Qué bonito tu gorro! Me gusta, el rojo es mi color favorito… 

—¡También es mi color favorito! —responde el niño con emoción sintiéndose abrazado por su papá quien lo invita a soltarse después de darle un beso en la mejilla.

—Bien, ¿Qué te parece si vamos al salón? Hay muchos compañeros que desean conocerte.

 

Richarlyson traga saliva pero tras ver a su padre mostrando sus pulgares en aprobación decide seguir al maestro tomando su mano. Roier se incorpora para hacer una seña de “amor y paz” hacia Cellbit y su corazón vuelve a latir desbocado.

 

—¡No se preocupe, señor Lange! Richarlyson está en buenas manos.

Obrigado. —atina a responder después de despedirse con la mano libre y ver al guapo hombre llevarse a su hijo dentro del aula. Una vez concluida su visita la directora le proporciona su credencial para ingresar al plantel y las instrucciones del filtro de salida, asiente aun intentando permanecer calmo tras la interacción con el docente.

Se retira amable y corre a su van revisando que aun va con buen tiempo de tolerancia, este día parecía ser que no haría más que ponerse mejor.




 

 

—Y detrás de esta puerta se encuentra la sala de descanso para los docentes…

 

Cellbit se encontraba ansioso viendo cada espacio del campus universitario, definitivamente era más grande de lo que pensó que sería acorde a las fotos del sitio web. Tenía una hora dentro de las instalaciones y no llevaban ni de broma la mitad de lo que serían las áreas que frecuentaría en su día a día. Aun con ello en mente se sentía emocionado por este logro, el decano Brown le menciona que deberán dar una pausa ya que pronto iniciaría su horario de clases, así que ambos caminan hacia la que será su aula principal de clase donde asesorará a los alumnos de séptimo semestre.

 

—Te deseo éxito en la primera sesión de tésis —el hombre que insistía en que le llamara por su nombre de pila, Foolish se acomodó la corbata mientras cruzaban la puerta del aula que tenía proyector, pizarra inteligente y una enorme selección de materiales para consulta—verás algunos casos que quizá te parezcan interesantes, ya que comparten indicios con tu investigación actual.

 

—Eso suena prometedor. —responde el castaño atando su cabello provisionalmente en una coleta, aunque estaba acostumbrado al calor de su ciudad, la isla tenía una temperatura elevada y muy húmeda por su aura tropical. Al ingresar al salón puede ver a un grupo de cinco estudiantes que separan la vista de sus ordenadores para enfocarse en ellos. 

 

Good morning, students! —Foolish se acerca saludando como acostumbra mientras los chicos asienten o responden en voz baja prestando atención— Quiero presentarles a su asesor, el doctor  Cellbit Lange. Es nuevo en este campus, sin embargo tiene una amplia carrera enfocada en el análisis de códices y glifos-emblemas de la era prehispánica. Espero puedan aprovechar al máximo la perspectiva de nuestro colega.

 

Una vez concluida la presentación el decano salió del aula dejándolo solo con el grupo que tomó asiento en los diferentes espacios del aula, sin dejar de prestarle atención. Cellbit celebró en su mente al ver las expresiones que tenían los alumnos, con ojeras que solo se ponían más oscuras, rodeados de vasos de café negro sin azúcares y latas de bebida energética. Inhaló sintiéndose nostálgico de sus primeros años de investigador en las ciencias sociales para luego dedicarse de lleno a resolver los misterios que el pasado nos había dejado, por ello amaba la antropología.

Volteó a la pizarra agregando unos apuntes limpios, donde puso su nombre, sus intereses en el ámbito de la historia, el contexto inicial de su tésis doctoral que iniciará hoy mismo y algunas preguntas clave para comenzar una buena metodología.

 

—Durante los próximos seis meses seremos un equipo de trabajo, así que me gustaría escuchar sus opciones, apuntes e hipótesis en el área. —el brasileño tomó la lista con las matrículas y nombres del alumnado a su cargo seleccionando una al azar— ¿De Luque, Leonarda? —Curioso, el apellido le sonaba de algún lado.

 

La mencionada se acercó con las cejas fruncidas, no se veía molesta, sino desafiante, tal vez incrédula de lo que podría aportar a sus bases. El docente se colocó unas gafas para leer mejor las notas hechas por la joven de cabellos oscuros con estilo tomboy, todo se veía organizado y con gran análisis, bastante avanzado de lo que esperaría. No cabía duda del nivel de la universidad.

 

—Ya veo, estás enfocada en los lenguajes de la forma en la arquitectura de la civilización maya y su influencia en la era posterior a la conquista española. 

—Así es. 

—¿Por qué arquitectura y no algún elemento pictográfico más específico? —la pregunta pareció ofenderla, ella nunca había pensado en otro tema que quisiera investigar, y no bajaría el dedo del renglón— Eso quizá te ayudaría a llegar a conclusiones más sencillas.

—Desde niña me han fascinado los edificios. Mi padre es arquitecto así que es un homenaje también a su pasión y una mezcla con la mía por la vida dentro de los templos y palacios históricos.

 

El fuego determinado en la voz de la chica le hizo sonreír ampliamente. Esa era la clase de respuestas que adoraba escuchar en este mundo académico.

 

—Será un desafío, pero creo que podremos lograrlo.

—Los De Luque no le tememos a los retos.

—No se diga más, muéstrame lo que tienes de contexto principal.

 

Y con ello el primer día de académicos se vio envuelto en la emoción de los enigmas de la historia.




 

El reloj marcaba las cuatro y media de la tarde cuando estacionó el auto con una velocidad sobrenatural. El tiempo se le había escurrido de las manos en la universidad al estar envuelto dentro de tantas nuevas ideas de sus estudiantes, quienes junto a él ya habían hecho del aula algo suyo llenándolo de post its e hilos conductores; Apropiándose de cada espacio en los tableros de corcho o pared con ilustraciones, fragmentos y de más elementos que se volvían más con cada pregunta sin respuesta. Ni siquiera había tenido oportunidad de pasar a conocer su oficina de investigación para iniciar su análisis de códices del post-doctorado. Eso sería cosa de mañana, ahora debía enfocarse en no caerse mientras corre para llegar a tiempo a recoger a su adorable hijo.

Daba gracias que el tráfico cooperó a su favor y que el colegio tenía un horario extendido que pudo aceptarlo. Muestra su credencial al jefe de seguridad en el portón y camina veloz a la puerta de primer grado.

De reojo admira que hay una figura nueva en la decoración, ver el dibujo de cubitos que representa su hijo hace que le invada una ternura inconmensurable. Toca la puerta y alejado escucha el “¡Voy!” de la voz que reconoce, ve su reflejo en la ventana notando que está despeinado y acalorado, en automático se suelta el pelo tratando de domarlo pasando sus dedos entre los mechones, también se abanica con las manos para evitar sentir más calor. Está por ajustar el primer botón de su camisa, que se desabrochó cuando corría pero se ve interrumpido por quien abre la puerta.

 

Café chocolate contra azul celeste, se observan fijamente con ese brillo que no logran explicar. No respiran, pues algo les dice que de hacerlo el ambiente dulce que les está envolviendo podría quebrarse. No es como que el amor a primera vista sea una cosa real. ¿Cómo podría ser eso? 

El profesor de primaria es el primero en bajar la mirada, Cellbit nota que sus orejas están rojas pero decide no mencionarlo, pues está seguro que él está en las mismas condiciones.

 

—¡Hola, buenas tardes! —el maestro se atreve a darle una escaneada que sintió desde las plantas de sus pies hasta la punta del cabello más despeinado que tenía— Ah, ¿Vienes por Richarlyson?

Sim. —es lo único que pudo salir de su torpe boca.

 

La armoniosa voz del hombre fue al fondo gritando “¡Richas, llegaron por tí!” , en menos de un segundo el pequeño niño de rizos alborotados salió desprendido de las puertas corredizas del salón de clases, con una amplia sonrisa mientras es envuelto por sus brazos. 

 

¡Pai! ¡Pai! —el jovencito se ve lleno de ánimos con ganas de expresar cada momento vivido hoy— ¡Hoy fue un buen día! Hicimos muchas cosas. Aprendí a hacer una rana de papel, vimos unas palabras con ‘ma’, ‘me’, ‘mi’, ‘mo’, ‘mu’ , luego fuimos al recreo y conocí a dos niños, jugamos al escondite…

—Despacio, filho . No te puedo entender si hablas muy rápido. —el castaño avergonzado se rascó la mejilla dedicando una sonrisa apenada al adulto frente a ellos— Además aún no nos despedimos de tu maestro.

 

Richarlyson sacudió sus manos nervioso por haber hecho algo que podría considerarse grosero y volteó preocupado con su maestro que le apreciaba con ternura agachándose a su altura.

 

—¡L-lo siento!

—No hay problema, Richas. Me alegra que el día te haya gustado mucho. Nos vemos el día mañana.

—¡Hasta mañana, maeto Roier!

—Gracias por cuidar a mi hijo, profesor Roier.

 

La mención de su nombre con aquella voz profunda le provocó escalofríos por la espalda al mencionado, además de quizás unas sensaciones raras en su estómago que podía reconocer fácilmente. Se incorporó para poder hablar esperando no verse nervioso ante esa mirada azul cielo que no dejaba de apartarse de la suya.

 

—No es necesario que sea tan correcto, señor Lange.

—Cellbit. —el acento latino de Brasil hacía que su propio nombre se sintiera como un coqueteo que el maestro esperaba con una poca esperanza no estar alucinando— Me estás pidiendo ser más informal, puedes llamarme por mi nombre entonces.

—Supongo que tiene sentido…

 

Con una sonrisa y el sonrojo solo subiendo más allá de sus mejillas tanto el padre como su hijo se despidieron bailando sus manos de un lado a otro, el maestro deslizó la puerta y siguió sus actividades, o eso quería hacer, sin embargo suspiró amplio y tendido recargado su peso contra la pared más cercana. Su corazón acelerado sigue bombeando haciendo que llegue a sus oídos el pulso. La voz de su colega le interrumpe de la micro crisis que vive.

 

—¿Qué traes tú?

—Vinieron por el niño nuevo.

—Okay… —Quackity bajó a su nivel quitándole las manos que cubren el semblante del chico que no abre los ojos— ¿Y eso qué tiene?

—Su papá es un monumento.

 

En automático el maestro Alex corre de su lado para dirigirse a la ventana más cercana, donde oculto tras las persianas ve al dueño de los pensamientos torpes de su compañero. Sonríe tras lanzar un silbido y una risa le acompaña porque sabe que tiene material para molestarle por el resto del ciclo escolar.

 

—¡ Asu Máquina , Roier! Tiene cara de mamón y un cuerpo delicioso, es totalmente tu tipo, cabrón.

—¡Cállate el hocico!

 

Los gritos avergonzados del mencionado son ahogados por las mangas de la sudadera roja que trae puesta. Y en la esquina, unos pequeños ojos púrpura le miran con vergüenza, aunque a la vez mucha curiosidad.

Mientras el revoloteo sigue en el salón de clases, la familia, ausente a ello entra a la van del padre que tras poner a su hijo en su asiento y asegurar su cinturón de seguridad se voltea caótico a verlo desde el lugar del conductor.

 

—Richarlyson.

—¿Mande, pai ? —Dice el niño admirando curioso a su papá.

¡¿Por quê você não me falou que seu professor era guapito?! 

 

Un sonido de claxon detrás de ellos lo saca de su cuadro ansioso y arranca huyendo de la escuela que de ahora en adelante se volvería uno de sus lugares favoritos en esta isla.

Y mientras las risas confundidas de su hijo se escuchan de fondo, él solo busca dar con una excusa para volver a ver a los ojos cafés que le robaron el aliento sin enloquecer en el intento.

Chapter 2: Si me hablas de amor

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Cap 2. Si me hablas de amor

 

Roier sintió el entusiasmo caer cuando la misma mujer venía por Richarlyson. Habían pasado dos semanas desde la primera (y única) vez que pudo ver al padre del niño, después de aquella ocasión la chica que se había presentado como Bagi Lange, haciendo un énfasis (que solo él sintió) bastante molesto en el apellido, ahora era la responsable de entregar y recoger al pequeño.

La decepción era demasiada, puesto que su compañero notó que no podía pronunciar palabra. Sabía que de no interferir, vendría el famoso ceño fruncido de su amigo que se podría malinterpretar, Quackity le tomó del brazo llevándolo dentro y le dedicó una sonrisa apenada a la recién llegada. 

 

—¡Richas, vienen por tí! —gritó Alex mientras el niño llamado salía corriendo con entusiasmo, la mochila rebotó por estar mal cerrada dejando caer algunas de sus pertenencias que recogió veloz con ayuda de su compañero que venía detrás de él.

—¡Bagi!

—¡Menino bonito! —La mujer tomó las mejillas del pequeño para luego alzarlo a sus brazos y abrazarlo con el amor que desprendía al verlo— ¿Listo para ir a casa? Papá ya debe estar en camino… 

 

Roier suspiró al escuchar la mención de Cellbit implícita en sus palabras, trató de ignorar la sensación cálida en su pecho sin éxito alguno. El niño asintió varias veces mientras sonreía a los adultos dentro del aula como despedida. 

 

—Oh por cierto, señora Lange. —El joven de cabello castaño se estremeció oyendo el apellido de nuevo, el maestro acomodó su gorrito antes de extenderle una hoja con información importante— El viernes será la reunión mensual de padres, es una sesión obligatoria y tiene que venir una persona autorizada con el gafete.

 

—Bien, lo anoto. ¡Muchas gracias!

 

Los Lange salieron del espacio y Quackity corrió la puerta para darle un zape a su compañero que se quejó de la fuerza del golpe.

 

—¡Eres un pinche dramático, Rogelio!

—¡Oye! ¿Cómo es hacer drama sentirse mal por tener un crush con un hombre casado?

—Ya te dije. No sabemos si es su esposa… Que venga por Richas no significa que sea su pareja.

 

Los gruñidos del maestro con la bandana se apoderaron del espacio, este se encontraba demasiado absorto en sus pensamientos como para poner atención a lo que le decía su amigo, se estrujó el cabello en una maraña deshaciendo su peinado, ya ni importaba pues de aquí ya podría irse a casa a seguir rumiando por no ver los ojos azules que le sacaron de la galaxia con un parpadeo.

 

—¡Y luego tiene que ser una mujer muy guapa! —Roier terminó por quitarse la bandana haciendo pucheros— ¿Cómo compite uno con algo así? Ni de chiste, Quacks.

—La gente guapa se codea con guapos, como tú y yo, obvio. —Respondió el hombre del gorro beanie elevando sus hombros

—Tampoco es mentir para convivir, pendejo.

—Ya hombre, vamos a acomodar el mugrero para irnos al depa, tengo un chingo de hambre.

—Seh, además hay que entregar las evidencias de nuestros chiquillos el viernes…

 

Ambos docentes se dejaron caer solo pensando en la carga enorme de trabajo que aún no habían empezado, el pan de cada día en la vida de un maestro. Trabajar muy duro como esclavo y solo sentir que vale la pena cuando tus alumnos te sonríen diciendo que les gustó la clase. Algo que al menos este ciclo podría decir escuchaba seguido, amaba dar clase en los primeros grados.

 

—Bobby, recoge tu mochila. Ya nos vamos, mijo. —El niño se acercó con una sonrisa brillante que decoraba el rostro mientras dió un abrazo a Roier— ¿Qué vas a querer cenar hoy?

—¡Tacos de tripa!

—Ya vas, al rato los armamos en lo que tu tío arma todos los expedientes.

 

El mencionado tío se sobresaltó escuchando la conversación y les empezó a reclamar “¡A chinga! ¿¡A poco si, tilín!?” “Obvio, quiero las máquinas del chambeo trabajando las veinticuatro horas.”

En lo que los adultos discutían, Bobby fue acomodando sus pertenencias, durante esta tarea se topó con un cuaderno tirado, lo tomó y hojeando vio los dibujos dentro, con ello reconoció que era del niño que acababa de irse. Jaló del delantal al maestro más alto para tener su atención.

 

¡Apá, apá! —Roier admiró el dibujo que le mostraba el niño, era un retrato de tres personas en una casita, reconoció automáticamente en los trazos infantiles de crayones el rostro que tenía días queriendo ver de nuevo — Es de Richarlyson.

 

Una mueca angustiada se formó al ver las figuras tomadas de la mano y unos corazones rodeando a la familia, es que era obvio que un hombre tan atractivo debería ser casado, con solo notar su presencia sabías que era un sujeto respetable de la sociedad. Se sentía tan torpe por emocionarse con algo tan inverosímil como un enamoramiento a primera vista, como una quinceañera que ve materializarse al chico de sus novelas rosas, definitivamente el estar en sequía de acción romántica le estaba cobrando factura. Siguió pasando páginas en el cuaderno y sonrió al final viendo unos trazos que formaban la cara sonriente de él y su colega, esa era la recompensa más gratificante en su vida, ser considerado por sus alumnos; Cerró la libreta y la metió a su bolso para tomar las llaves de la camioneta.

 

—Bien, ¡Huele a gas, amonos!

—¡Fuga! —Gritaron Quackity y Bobby corriendo para salir del salón haciendo una carrera a la puerta del copiloto.

 

Roier suspiró con un mejor ánimo preparándose para lo que serían unas noches implacables de preparación para la junta del viernes que estaba a dos días.

 




Obrigado novamente por isso, Bagi. —Cellbit estaba terminando de secar los platos usados en la cena junto a su gemela, quien sonreía gustosa tras una buena noche de convivencia.

—No hay nada que agradecer, irmão. Sabes que con gusto siempre iré a recoger a esta hermosura de menino.

 

Bagi corrió para abrazar a su sobrino, el cual intentó escapar de ella sin resultado, el niño se retorcía riendo entre los besos que atacaron sus mejillas dejándolo sin espacio para respirar por las cosquillas.

 

—¡Basta, basta! —Gritaba el infante poniendo su piel morena cada vez más roja por los apapachos de la gemela— ¡Bagi basta! 

—¡No hasta que me digas tía! 

—¡Tía!

La mayor se separó con los ojos cristalinos llenos de emoción, sabía que su sobrinito aún tenía sus reservas para llamarlos con sus nuevos títulos de familia, pero ver que podía lograr de vez en cuando que le llamara “tía” era algo que atesoraba muchísimo. Le aliviaba al igual que cuando por primera vez llamó a su hermano “papá”. Richarlyson era un niño muy afortunado por el amor que le rodeaba sin condiciones.

 

—Ah, por cierto, Cell. Este viernes hay reunión de padres en el colegio. —La brasileña le cedió la hoja con la información, él revisó el horario y lo guardó dentro de su cartera— Si necesitas que vaya solo me avisas.

—Gracias, pero esta vez sí podré ir. Puse de condición en la Universidad que trabajaría ahí si me permitían ir a todas las reuniones y eventos escolares.

—Owww, que excelente padre eres.

—No te pongas melosa.

—Eres como un gato amargoso, irmão.

 

Ambos se abrazaron con el pequeño en medio de ellos, Bagi estaba contenta de ver que la etapa paternal le estaba sentando bien a su hermano, después de los sucesos caóticos pasados, podía tener esperanza en que el futuro se pintaba más amable.

Una vez se dieron las despedidas, Cellbit tomó a su hijo de la mano para ambos alistarse para dormir, este se quedó mirándole con un poco de pena.

 

—¿Qué pasa, filho?

—¿Puedo dormir contigo, pai? —Richarlyson se rascó el ojo con sueño intentando mantenerse en pie, y su voz salió con una sonrisa nerviosa.

 

El corazón del padre latió con calidez, si bien su hijo estaba creciendo a sus ojos aún era muy pequeño.

 

—Claro, vamos a lavarnos los dientes y después a dormir.

¡Sim!







El viernes llegó veloz después de tanta carga de trabajo.

Entre la organización de las próximas asambleas de la escuela, las correcciones exhaustivas que les daba su jefa de área sobre la planeación del primer trimestre y la decoración del aula para recibir a los padres en su primera reunión mensual, Roier estaba por colapsar. Y para colmo su compañero se había enfermado de rotavirus el día de ayer, eso significaba que no contaría con su apoyo para este momento que a veces le causaba ansiedad.

No es que fuera introvertido, todo lo contrario, el problema recaía en que era demasiada interacción social, ser cuidadoso con sus palabras y mantenerse profesional por mucho tiempo. Lidiar con adultos era exhaustivo, por eso su trabajo era algo que le hacía feliz; Los niños eran más llevaderos y sinceros al hablar.

 

—Ni pedo, hay que sacar el trabajo. ¡Tu puedes eminencia!

 

Tras su momento de esquizofrenia motivacional frente al espejo del salón se dirigió a la puerta corrediza para abrirla dejando pasar a los papás y mamás quienes buscaron el asiento correspondiente a sus pequeños, el maestro había hecho una dinámica para empezar bien el asunto, colocando un dibujo hecho por cada uno de sus alumnos en la paleta de la silla, cada adulto debería adivinar cuál era el de su hijo o hija y tomar asiento al adivinar.

 

—¡Sin hacer trampa! Estoy seguro de que elegirán correctamente.

 

Roier sonrió al ver como todos los padres ríen cuando se confunden o admiran el trabajo de sus niños, al dar la vuelta para seguir recibiendo a los adultos sus ojos volvieron a chocar con esos zafiros que tanto deseaba.

 

—Lo siento, profesor. ¿Llego tarde?

 

La voz rasposa con aquel acento deliciosamente cantado, la piel blanca y el mechón blanco rebelde en su pelo castaño. Era él.

 

—Nop, justo a tiempo. —La sonrisa dentada salió con poco esfuerzo, era feliz viéndolo otra vez— No tienes que llamarme “profesor”, me hace sentir viejo.

—Disculpa, estoy acostumbrado a referirme a mis colegas de esa forma.

—Oh, ¿Eres maestro también? —El recién llegado asintió incrementando su curiosidad por tener algo en común con el hombre del acento marcado— ¿De qué grado?

—Universidad.

 

El docente de primaria desplegó otra gran sonrisa al escucharlo, saber un dato nuevo de tu crush es algo que te hace sentir en una nube. Sacudió sus pensamientos abruptamente, no era momento para estar derrochando miel por él, menos sabiendo que en su casa le esperaba su esposa.

 

—Pasa, les puse un reto. Para encontrar tu asiento, tienes que adivinar en cuál está el dibujo de Richas…

—No creo que eso sea difícil.

 

La voz con toque de superioridad hizo acelerar su pulso, sin embargo dos podían jugar el juego de retarse. A Roier le encantan los desafíos, y pudo notar que al mayor también.

 

—¿Ah no? Intenta entonces.

 

Cellbit avanzó entre las pequeñas sillas que estaban dispersas dentro del aula, con su mirada no tuvo que buscar tanto, pues el retrato de él mismo hecho con pinturas dactilares fue tan fácil de reconocer, se acercó agachándose para tomar el dibujo, una sonrisa boba salió de sus labios junto con una risa bajita. Tomó asiento y siguió observando la pintura, mientras del otro lado del salón, Roier lo observaba con una ternura que no podía disimular, el hombre resultaba más encantador en esa faceta. Su corazón dio un salto y carraspeó para comenzar con la presentación.

 

—Bien, antes de comenzar quiero felicitarlos a todos ya que pudieron reconocer sus asientos. —Entre las palabras de bienvenida una mujer se atravesó silenciosamente ingresando al aula, con unas muecas y cabeceos el maestro le hizo señas para que ocupara el último lugar libre, que justo era al lado del padre de Richas— Y también agradecerles por acompañarnos a esta junta, sé que no es fácil asistir siempre pero creanme que mi compañero, el maestro Quackity y yo hacemos lo posible para que puedan descubrir en qué trabajan sus pequeños, y claro, ver en qué áreas de oportunidad podemos trabajar en equipo ustedes y nosotros.

 

Roier brillaba al hablar con tanta pasión de las clases y sus estudiantes, eso hizo que Cellbit suspirara en lo que veía cada movimiento que realizaba el profesor de su hijo, quien repartió carpetas a cada padre para acompañar sus palabras. La chica que ocupaba el lugar a su lado sonrió viendo esa chispa extraña, carraspeó para hacerse notar y con un asentimiento se saludaron. Cuando Roier llegó a entregarles las carpetas, el hombre pudo notar que el legajo de evidencias tenía un post it azul encima, notó que no todos tenían uno a la mano. 

 

—Como pueden ver, algunas carpetas de evidencias tienen un cuadrito azul. Los que tengan esa señalización tendrán que quedarse unos minutos extra conmigo. —Casi se le caía el alma al escuchar eso. ¿Había algún problema con su hijo?— Y antes de que se preocupen, no siempre es por algo malo, así que tranquilos y veamos los temas que les tenemos preparados para el próximo mes de clases.

 

El brasileño suspiró aliviado, era reconfortante la probabilidad de que fuera algo bueno lo que tenía para decirle. Aun así la idea no desapareció de su lista mental de pendientes.

 

—No te había visto en las juntas antes. —La voz femenina a su lado le hizo dar un respingo repentino, la chica pareció notarlo y le extendió la mano avergonzada— Disculpa, no quería asustarte. Soy Jaiden.

—Cellbit. —La tomó estrechandola para luego mirarla, era una mujer que probablemente sería unos años más joven que él, con largo cabello oscuro, ojos curiosos púrpura— Nos mudamos hace poco.

—Ya veo, ¿Qué tal te ha parecido la isla? Muchos no se acostumbran al clima tropical de aquí.

—Venimos desde Brasil, así que por esa parte estamos cubiertos. Aunque no hemos salido a conocer tanto.

—¡Entonces deberíamos hacer algo al respecto! —La emoción que salió de la voz de Jaiden le hizo sonrojar—¡Ah, no! ¡N-no me refería a un plan romántico! En realidad esas cosas no son lo mío.

—Está bien, de cualquier forma no me gustan las mujeres en ese aspecto, sin ofender…

 

Tras las aclaraciones necesarias para borrar la incomodidad del mapa, los padres siguieron charlando entre las pausas que Roier (quien les echaba el ojo crítico desde su sitio) daba para no aturdir con tanta palabrería. Cellbit se sintió seguro al hacer una amiga nueva en el pueblo, sobre todo sabiendo que era madre de un compañero de su hijo, ambos intercambiaron sus números poniéndose de meta salir algún día con sus pequeños a visitar lugares de la ciudad y aprovechar que ambos niños tuvieran una cita de juegos en los múltiples parques que presumía la mujer conocían en la isla.

La junta llegó a su fin y antes de acercarse a la primera fila de asientos, él se despidió de Jaiden prometiendo escribirle, se quedó al último para permitirse interactuar con otros padres, Bagi le insistía que sería bueno para tener certeza de que Richarlyson se sintiera seguro en la primaria, y aunque no era el mejor socializando, su melliza tenía razón.

 





Cuando llegó el turno del último padre de familia, Roier ya se sentía agotado. Sin embargo al ver al  papá de Richas sentado frente a su escritorio, su corazón bombea tanta sangre que la energía le subió a un doscientos por ciento. 

 

—Maestro Roier. —Su nombre en la voz grave era música para sus oídos, Dios debía darle fuerzas para seguir con la calma profesional que necesita.

—Mucho mejor, señor Cellbit. —Sonrió en respuesta a la mueca que puso el hombre al escuchar la palabra “señor”— Puse el símbolo azul en el legajo porque quería hablar sobre la adaptación de Richarlyson.

—¿Algo que deba preocuparme?

—Al contrario, en realidad es un niño muy dulce y ha hecho muy buenas migas con el grupo. Es muy observador, aprende rápido. —El maestro abrió la carpeta develando algunas actividades que habían hecho en la semana, había ejercicios de escritura cursiva y matemáticas sin ninguna corrección— De hecho a veces tengo que ponerle cosas un poquito más difíciles para que no se aburra y refuerce sus habilidades.

—Espero no sea un problema. Este último año lo estuve educando en casa, por varias circunstancias. Me da gusto escuchar que si está integrándose, es la primera vez que interactúa con tantos niños. —Roier pudo notar un dejo de tristeza en su semblante al escuchar su relato, frunció el ceño sintiendo la empatía brotando en su expresión— Perdona, a veces hablo demasiado, me suelen decir que no es sencillo seguir el hilo de lo que digo. 

 

—Para nada, me es fácil hablar contigo. —El rostro de Cellbit se sonrojó ante el comentario, los ojos cafés que le enfocan no ayudaban en nada a que pudiera mantenerse calmado— Aunque hemos coincidido pocas veces, de hecho pensé que vendría tu esposa a la junta.

—¿Esposa? 

—Si, la mujer que viene por Richas. 

 

La descabellada idea le tomó tan desprevenido que no logró evitar la carcajada sonora. Esto apenó al docente que mantuvo sus cejas altivas.

 

—¿Qué es tan gracioso, eh?

—Es que nunca me había pasado que confundieran a mi hermana como mi “esposa”.

 

Los ojos de Roier se abrieron hasta las órbitas, viendo la cara del hombre frente a él y comparando con las facciones de la chica en cuestión era muy obvio que ambos no podían ser algo más que hermanos.

 

—B-bueno, pues disculpame. ¡Solo te he visto dos veces en la vida!

—Ouch, me duele que mi cara se te haya olvidado tan rápido.

 

Una notificación llegó al celular del profesor en turno, la cual abrió quedando absorto un buen rato, cosa que a Cellbit no le pasó desapercibida.

 

—¿Necesitas tiempo? Puedo retirarme si… 

—¡No! —El grito fue tan fuerte que aún hacía eco dentro del salón de clases, las miradas de ambos se entrelazaron sin dejar de coexistir—Quiero decir, digo… Ahg, soy un desastre en esto, qué vergüenza lo de tu hermana. Disculpame.

—Nada que disculpar, tienes razón. Claro que no habría forma de que te acordaras de mi con lo poco que nos hemos visto.

—Bueno eso tiene arreglo.

 

Cellbit no sabía que su rostro podría exaltarse más de lo que ya estaba, ni qué decir de la calidez en sus mejillas que no bajó jamás, al contrario se incrementa al no comprender como está pasando lo que cree que está aconteciendo.

 

—Pero antes debo preguntar, ¿Eres soltero? 

—¿Eh? Sim, no salgo con nadie.

—Bien, quería aclararlo porque no me gustaría ser una gata rompehogares. —El profesor universitario deseaba que alguien lo llegara a pellizcar o golpearlo, porque en ningún momento cruzó por su mente el desenlace de esto— ¿Quisieras salir un día de estos? Digo, eres nuevo, probablemente no conoces muchos lugares, y siendo sincero, me pareces guapo.

 

El aire dejó de existir a su alrededor, Cellbit estaba en una nube flotante que le emana más ansias de las buenas, dirigió su semblante al chico más joven que parecía que en algún momento se desarmaría, tuvo la fuerza de dar el primer paso que él no pensó hacer. Ahora era su turno de corresponder, y vaya que lo iba a hacer con todo.

 

—Eso sería lindo. —Se acercó envalentonado aprovechando que una pestaña suelta caía sobre la cara del maestro, la sacudió dejando el tacto delicado en señal de aprobación. También le dedicó una sonrisa amable antes de alejarse— Y ya que lo has dicho, también creo que eres bastante guapito.

 

Si Roier era un manojo de nervios con el calor invadiendo su cara, cuando el brasileño le dijo eso todas sus defensas bajaron y el vapor a presión se manifestó por todo su sistema nervioso. “¿Guapito? ¡Que alguien llame a los bomberos que estoy que ardo!” Pensó.  El mayor se tomó el atrevimiento de escribir su número sobre la carpeta de Richarlyson utilizando un marcador de los útiles en la mesa.

 

—Espero tu llamada, Roier. 

 

Gracias Universo por traerle a este hombre en el momento indicado. Gracias vida por darle los huevos para pedirle salir al dueño de los ojos azules. Y gracias Jaiden por ese mensaje lleno de información importante.

 

Su psicóloga estaría orgullosa de tanto agradecimiento.

Chapter 3: Basta solo un segundo

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Cap 3. Basta solo un segundo

 

El sonido de la notificación de su celular lo sacó de la zona donde se encontraba tras horas de debate acerca de qué lenguaje antiguo era el mejor para interpretar reliquias arqueológicas. Cuando la concentración era tanta Cellbit solía ser como un caballo con su máscara, viendo a un solo sitio sin fijarse en lo demás, y es que los enigmas eran su talón de Aquiles. Y eso parecían haberlo descubierto pronto sus alumnos de tésis, que alimentaban la conversación con más hipótesis. El aula en general parecía haberle tomado cariño rápido, puesto que eran igual de apasionados que él. Tomó su móvil un segundo, sonrió al ver el nombre de Roier en la pantalla poniéndose de pie para estirarse.

 

—Vamos a tomarnos quince minutos, aprovechen para despejarse porque si no se van a ciclar en lo mismo. —El grupo de jóvenes sonrió, moviéndose sin pensarlo dos veces a excepción de un par que se quedaron recargados en las mesas para tomar una pequeña siesta— Leonarda… 

 

La chica mencionada se asomó de entre sus brazos para escuchar al profesor, quien le extendió un mullido suéter que tenía colgado en el respaldo de la silla principal, Leo la miró confundido antes de tomarlo y ponerlo en la mesa donde estaban.

 

—Usenlo de almohada o se les va a torcer el cuello. 

—¿Seguro, profesor Lange? —Un toque de nerviosismo se coló en su voz, se avergonzó de solo notarlo.

Sim, creeme que les va a pasar factura en el futuro.

 

El muchacho rubio que estaba junto a la chica se removió al sentir la suave tela, haciéndola una bola improvisada y recargándose a un lado dejando un espacio para su colega de estudios.

 

—Parece que Chayanne captó la idea. —Cellbit soltó una risita para después alejarse al pasillo, dejando a los compañeros tomar su merecido descanso. Al desbloquear el teléfono, leyó el mensaje y se acomodó el celular en la oreja para llamar al remitente. El tono de llamada no tardó en ceder— ¿Entonces es una sorpresa la salida de hoy? 

—Hola a ti también, ¿Cómo estás? —la voz con fingida molestia de Roier inundó sus oídos, río involuntariamente como respuesta— Yo estoy muy bien, ¿Y tú?

—No me vas a dar ni una sola pista ¿Verdad?

—Nop, tendrás que aguantarte —Los gruñidos guturales en la bocina del celular le provocaron cosquillas a Roier, provocarlo no estaba de más en estas situaciones—¡Ni mis huerquillos son tan impacientes!

—Al menos dime si debo vestirme de alguna forma.

 

El sonido del maestro de primaria reflexionando le pareció adorable, Cellbit no pudo evitar sonreír imaginando su expresión. Llevaban algunos días hablando por ratos, enviando audios y mensajes, aunque la vida de adulto no les había dado la oportunidad de verse de nuevo seguían frecuentando su atención él uno al otro aunque fuera de lejos. 

 

—Nada elegante, ropa tranqui.

—¿Unos jeans y tenis te parecen “tranqui”? —preguntó ansioso, sobrepensar era parte de su día a día. Algo que para Ro era adorable.

—Me parece perfecto. Nos vemos a las siete, entonces.

—Nos vemos, Roier.

—¿Cellbo? —El mencionado reaccionó con un “hmm” que le dio entrada para hablar otra vez— Ya quiero verte.

 

No tuvo oportunidad de responderle porque el tono fue colgado. Sintió el calor abordando en sus mejillas, rápido se cubrió la mitad del rostro para no verse descubierto tras oir pasos acercandose a donde está.

 

Profe Lange, ¿Está bien?

—Eh, sim. —sin dudar entró al salón de clases evitando que lo siguieran observando mantener la compostura— Vamos a darle, que tenemos misterios que resolver.

 

“Yo también quiero verte.” Es lo que deseó haberle dicho.

 

Al mismo tiempo, el joven maestro de primer grado mostraba orgulloso su hazaña a su compañero de trabajo que enviaba un audio a la vez al grupo de amigos de ambos notificando de la situación sin que este lo supiera.




 

 

Cuando llegaron a su piso del departamento los profesores de primaria encontraron a dos conocidos sujetos que traían consigo latas de cerveza, bebidas preparadas y unos paketaxo flaming hot para botanear. Ahí Roier se dió cuenta de que no estaría tranquilo hasta la hora de ir a su cita, abrió con desgano la puerta dejando entrar a los vagabundos que podía llamar compadres.

 

—¡Hasta que llegan, pendejos! Ya se nos estaba calentando el pisto —Aldo entró como si fuera su casa llevando las latas para resguardarlas en el pequeño refrigerador de los inquilinos— En lo que acomodo esto, cuenten el chisme.

—¿Qué chisme?

—Hazte pendejo, Rogelio. —le señaló con coraje Osvaldo para luego ponerse a su lado entonando una canción conocida— ¿Y quién es él? ¿En qué lugar se enamoró de tiiiii?

Pregúntale, a qué dedica el tiempo libreeeee —prosiguió Alex haciendo segunda al más alto del grupo de amigos— Yo les conté de tu nuevo “ligue”.

 

Las sonidos de ambulancia se hicieron presentes al escuchar la palabra clave, haciendo que Roier se sonrojara al grado de parecer un tomate, para volver en sí se movió a la cocina por un bowl para la botana mientras el séquito abría unas cervezas y se acomoda en el sofá esperando la historia. 

 

—A ver qué les dijo el Quackatas.

—Nada, solo nos mandó una foto. —el moreno mostró la pantalla desbloqueada del grupo de WhatsApp que armaron sin él para estas ocasiones. En ella se apreciaba a Cellbit acomodando su cabello en una coleta mientras veía el reflejo de su auto en el estacionamiento del colegio.

—¡¿Cuándo le tomaste una foto?! —Roier miró acusador a su amigo de gorrito beanie— ¡¿Y por qué no me la pasaste!?

—No voy a revelar mis métodos, y wey ya cuenta el contexto que ni a mi me dijiste como sucedió.

 

No le gustaba hablar en general de su vida romántica con sus amigos, pero era un hecho que no podía esconder la verdad, sobre todo si (con suerte) las cosas llegaban a salir bien entre ellos. Les hizo señas de que lo siguieran a su recámara ya que tenía que arreglarse para la salida, tenía una hora para estar preparado, pues quedaron en que el brasileño lo recogería en su edificio y así no spoilear a donde irían. Después de una ducha corta, Ro salió con la ropa interior y camiseta para contar la historia en lo que los sujetos expectantes de chisme bebían su alcohol; Les contó que era un padre de familia de un alumno suyo, que se había prendado de él la primera vez que sus ojos se cruzaron, que Jaiden el día de la reunión mensual de padres en la escuela le ayudó a descubrir si estaba disponible, su torpe acercamiento y de la seductora sonrisa que le dedicó cuando le escribió su número en la carpeta que aun guarda en sus cosas.

Vergas, andas bien enculado, hombre —expresó Quackity con una sonrisa aprobatoria— Si te tiraba carrilla antes no me vas a soportar ahora.

—¡Por eso no les quería contar nada! Pero pues así está la cosa…

 

Roier tomó su delineador pasándolo unas veces en la línea de las pestañas, miró su reflejo para acomodar su cabello aún húmedo con crema y ajustar su bandana elástica. Les mostró por último unos accesorios, de los cuales Osvaldo señaló algunos para que se lucieran sus orejas perforadas, agregó bálsamo a sus labios y los pulgares de aprobación de sus amigos se hicieron ver en el espejo.

 

Mien, me da gusto que salgas otra vez a las andadas —el amigo al que apodaban como El Mariana bebió de un sorbo el resto del contenido en su lata de mezcla con tequila— Tienes un chingo soltero.

Al chile ya olías a guardado —afirmó Aldo riendo con migajas de sabritones en la cara.

 

La notificación de su teléfono le interrumpió justo antes de replicarles a sus compas, su cita había llegado.

 

Cellbo (18:50 hrs):

Ya estoy aquí. ¿En qué piso estás? 

 

Yo (Roier) (18:55 hrs):

No hace falta que subas, ya voy :D

 

Cellbo (18:56 hrs):

Seguro? No quiero verme grosero.

 

Yo (Roier) (18:57 hrs):

Nel, es que están los pendejos de mis amigos.

Y no quiero que te anden viboreando.

e_e

 

Cellbo (18:58 hrs):

Ok, aquí te espero. 

No tienes que ser celoso kkkk

;)



El mexicano sonrió viendo el guiño coqueto en la pantalla que bloqueó para terminar de echarse perfume y acomodar su sudadera de Spiderman que le sentaba bien con sus jeans de mezclilla. Sabía que quizás se veía como adolescente ansioso en su primera cita pero era algo un sentimiento muy cálido que tenía rato sin experimentar. Alex le sacó la lengua haciendo burla.

 

—Por favor, largate para criticar a gusto. Ya llegó tu carroza. —señaló su roomie la camioneta donde el hombre de la foto estaba recargado, se veía increíblemente atractivo con su camisa y pantalones de pana. Aldo y Mariana soltaron un silbido de aprobación.

—¡Muévete, mien! ¡Si no yo te lo robo!

 

Bien decía el dicho, con esos amigos para que quieres enemigos. 




 

 

—¿Taquería el tripón? 

 

Ambos habían bajado del auto tras recorrer unos minutos en la camioneta tipo suburban del padre de familia, Roier le tomó del brazo para caminar hacia el anuncio iluminado del restaurante que adornaba la abarrotada calle del centro. Cuando pensó en que podría ser una buena primera cita, recordó que era un recién llegado a la isla, así que no estaría mal pasear por la parte más conocida de la ciudad y por qué no degustar unos buenos taquitos de su puesto favorito.

 

Sip, este lugar tiene los mejores tacos de la ciudad. Y unas tortas de tripa bien buenas.

—Creeré en tu palabra, nunca he probado la comida mexicana.

 

Cellbit notó la resplandeciente sonrisa que puso el chico a su lado, parecía entusiasmado por mostrarle más de su cultura aunque fuera en un rincón de aquel lugar extranjero; El aroma de las garnachas inundó sus fosas nasales, no pudo evitar salivar un poco en lo que tomaban asiento en las sillas de plástico que daba vista a la banqueta, el local era muy colorido con sus rótulos de refranes, figuras religiosas de la Virgencita y algunas fotos enmarcadas de gente que ha estado en el restaurante. Un muchacho bastante adolescente les limpió con un trapo la mesa mientras tomaba su orden, las aguas frescas llegaron y Roier le cedió los vasos de litro que había pedido para los dos. 

 

—Aquí sabremos que tipo de persona eres, Cellbit.

 

Primero degustó la de jamaica, que le dejó un sabor en la boca refrescante aunque, ¿Picoso? Era raro, no malo, solo extraño; Después tomó un sorbo de la llamada horchata y sus papilas gustativas se maravillaron con el dulzor que igual tenía un regusto curioso. 

 

—Esta me gusta más —dijo convencido de su elección.

—Ya me hacía la idea, si empatas con el tipo de los que les gusta el agua de horchata.

—¿Si? —Roier asintió tomando el otro vaso, chocandolos a modo de brindis antes de dar un sorbito— ¿Y qué tipo de persona soy?

—Dulce.

 

La noche pasó entre bromas sobre los mensajes que habían estado compartiendo en esos días, acerca de las diferencias entre educar niños pequeños y jóvenes adultos (que en realidad eran pocas, pues concluían en que ambas demografías eran competitivas, impacientes y volátiles), sobre aficiones que tenían en común como los videojuegos, música con buen ritmo, el odio por los deberes de adulto independiente en casa, en fin, una plática que no cesaba por esa rara sensación, como si pareciera que se conocían de toda la vida. Las órdenes de tacos mixtas llegaron, teniendo varios guisos para probar, Roier le explicó su método para preparar un buen taco incluyendo los toppings que dejaron en su mesa, además le dio catedra de como distinguir el sabor de una salsa correcta para cada taquito.

 

—Es una locura que existan tantas salsas y todas sepan diferente. Definitivamente tengo que aprender a hacer esta —mencionó el mayor señalando la salsa verde que recién había puesto en su taco de pastor con piña.

—¡Si está muy buena! Es con tomatillo, cuando quieras te la enseño.

—¿Y la salsa también?

 

Roier lanzó un golpe al brazo de su cita, quien no dejaba de reír anotando un triunfo en sus también recién adquiridas habilidades del albur. “¡Eres un cochino, Cellbo!” había dicho para acompañarlo en las carcajadas, era claro que estaba siendo una noche inolvidable. Siguieron en sus alimentos hasta estar llenos, una vez terminada la cena se dirigieron a pagar, cosa que Cellbit insistió en hacer y que el menor aceptó con la promesa de que compraría el postre para ambos.  

Al salir del local, siguieron su curso hacia la plaza principal de la ciudad, las luminarias encendían el camino adoquinado que recordaba a las calles antiguas de los centros de pequeños sectores coloniales, repleto de arte urbano en las paredes y algunas esculturas o fuentes. Era un lugar agradable y tenía parques con juegos para los más pequeños, se apuntó traer a la próxima ocasión a su hijo para que conociera su nuevo entorno. La vida estaba siendo muy buena con él últimamente.

 

—¿Cellbit? —La voz de Roier le sacó de sus pensamientos y miró al frente del puesto de helados en la calle— ¿De qué sabor quieres tu nieve?

 

Cellbit miró la lona con los sabores y se vio sorprendido al ver un sabor que incluía café en el menú.

 

—Café con chocolate, por favor.

—Y uno de mango con chamoy, pero ponle también chilito. 

—¿Más picante?

—Oye, no juzgues antes de probarlo… 

 

Hizo una mueca ante el comentario retador, él era una persona más de paladar dulzón en conclusión a lo que habían conversado en esa noche. El mexicano le entregó su vaso con helado, tomó un bocado con la cuchara y se sorprendió de lo deliciosa que era la combinación, el amargor de la cafeína levantaba los toques de chocolate que se encontraban en trocitos en la mezcla. Sí o sí, traería a Richas a pasear por acá. 

 

—A ver, di “ahh”. —Roier le mostró su cuchara, sin pensarlo lo probó y se vio encantado— ¿Está bueno, verdad?

Sim, bastante bueno, tenías razón.

—Claro, mijo. Estás hablando con la eminencia del sabor.

 

Fue el turno del brasileño para darle una probada de su helado de café, le dejó la cuchara en la boca ya que su móvil estaba sonando, se alejó un poco para tomar espacio en caso de que fuera una llamada profesional, el número no lo tenía registrado.

 

—¿Diga?

—¿Doctor Lange? Soy yo, Foolish…

—Oh, rector Brown —reconoció la voz de su superior rápidamente y moduló su voz un poco para sonar más serio— Dígame, ¿En qué puedo ayudarle?

—Me da algo de pena, pero no se si recuerda que ayer le dejé unos documentos en su lugar —pudo imaginar la expresión avergonzada en el tono del jefe de academia— Well, creo que se traspapelaron unos míos que necesito ver hoy. Pero estoy lejos de la Universidad… 

—Entiendo, puedo ir sin problema a buscarlos y enviarle una fotografía de los papeles.

—¿¡De verdad!? ¿No será molestia?

—Para nada, de hecho estoy en el centro de la ciudad, me queda de paso a casa.

—¡Me harías un gran favor! Te debo una muy grande.

—Olvide eso, enseguida le mando la foto.

 

Cellbit colgó y le dedicó una mirada avergonzada al menor que estaba por terminar su helado de un bocado. Roier puso una expresión de preocupación pensando que quizás algo podría suceder con Richas.

 

—¿Pasó algo?

—Nada grave, era mi jefe —metió el móvil a su bolsillo para después poner su mano sobre su cuello apenado— Tengo que dar una vuelta a mi oficina para ver unos archivos. Lamento que esto arruine el fin de nuestra cita.

—No se arruina nada, venga vamos al auto —la sonrisa de alivio del menor le contagió, más cuando este tomó la iniciativa de enlazar sus manos— Me puedes compensar si me dejas poner mi música.

—Pon lo que quieras.





 

 

—No tenías que venir conmigo, pude dejarte primero en tu casa.

—Por favor, sé te ve en la cara que querías pasar más tiempo conmigo. —Roier le dio un codazo travieso haciéndolo reír— Además hace años que no pisaba este lugar. Dios, extraño los burritos de la doña de la cafetería y vagar en las bancas de afuera.

—¿Estudiaste aquí?

—Algo así, estuve en el edificio de Educación. Pero conozco bien este, mi papá trabaja aquí.

—Ya veo. —no quiso verse muy intenso preguntando por la familia, tal vez en la segunda cita lo haría. “Ya pensando tan a futuro, calma amigo” pensó reprendiendo a sí mismo.

 

Tras pasar con el guardia en turno y mostrar la identificación del docente continuaron su camino hasta llegar a una sección alejada del área social de la Universidad, el plantel tenía poca iluminación ya que ni una alma estaba a esa hora dentro de las instalaciones, Cellbit tomó su llave para abrir la vieja puerta de roble que dejó ver una anticuada oficina repleta de carpetas, libros de tomo grueso y un olor a papel viejo que dejaría suspirando a todos los bibliófilos existentes. 

 

—Puedes sentarte aquí en lo que encuentro esos papeles. —dijo señalando la silla frente a la mesa, hizo caso mientras el docente hacía su búsqueda del otro lado del escritorio sacando cosas de los cajones— Donde está, veamos… 

 

Con curiosidad Roier se puso a tocar cada cosa que encontró encima de la mesa. Figuras miniaturas de un videojuego que reconocía (Hollow Knight, hombre de cultura), la placa con el nombre de Cellbit en dorado con su ostentoso título de grado, un portarretratos que adornaba la foto del hombre frente a él, su hermana, un Richarlyson más pequeñito y una persona más que no reconocía pero se miraban felices en el retrato. Luego posó su mirada en una tabla de evaluación llena de apuntes por doquier sobre cada uno de sus estudiantes, con ello pudo notar que era alguien intenso con su trabajo al igual que él. Se sintió nostálgico al recargarse en el asiento, recordando ese lugar que tuvo en su momento de estudiante, una risita salió y dejó la tabla en su lugar al notar que el maestro le miraba con sus ojos cielo.

 

—Cuéntame el chiste si quieres.

—No hay chiste, solo me acordé de cuando era alumno aquí. En los últimos semestres teníamos que estar uno a uno con los maestros. Así como estamos tú y yo ahorita. Quackity y yo siempre bromeamos sobre agarrarnos a besos con un profe para que nos aprobara, era al que le decíamos “Munra, el inmortal”, ya sabes por los Thundercats.

—¿Te hubieras atrevido a hacerlo?

—La neta… No, mis profes en la carrera eran puros viejitos o no eran mi tipo. 

—¿Y si yo hubiera sido tu profesor?

 

Lange sabía que estaba corriendo riesgos siendo tan directo, sin embargo la expresión que Roier le estaba mostrando en ese momento era oro puro. Ojos dilatados, mejillas sonrojadas y su boca entreabierta que tenía muchas ganas de besar. Respiró hondo esperando que la tensión entre ambos no solo la estuviera imaginando él. 

 

Chance si aplicaría el cliché, ya sabes ese donde el alumno se sube al escritorio —Roier se levantó del asiento rodeando el espacio para acomodarse sobre la mesa que despejó moviendo con cuidado los objetos en ella— y pasan cosas.

—Sería arriesgado si fueras mi alumno. —Definitivamente la atracción era mutua, el maestro de primaria tomó las manos del mayor acomodandolas sobre sus muslos; Este acató la señal acariciando y acercándose a su rostro— Pero no lo eres, así que… 

 

Si existía alguna duda esta abandonó el cuerpo de los dos cuando sus labios se unieron reduciendo el espacio entre ellos. Cellbit se levantó de la silla reclinable mientras sentía como el chico frente a él enlazaba sus brazos detrás de su cabeza profundizando el beso haciéndolo pasar de algo dulce a otra cosa muy diferente, con atrevimiento Roier le mordió el labio inferior haciendo que abriera la boca para tornarse más caluroso con su lengua. El gemido bajo de él le encendió, el brasileño le tomó de la cintura para recostarle más encima del escritorio, pasó sus manos debajo de la sudadera ciñendo más la curva que escondía la ropa oversize que tenía puesta. La boca del menor se separó para acercarse a su garganta depositando caricias con sus labios y de pasada arrancarle unos suspiros que eran música para sus oídos.

 

—Espera.

—¡Lo siento, Cellbo! —la voz grave le sacó de su burbuja, se estaba dejando llevar en el lugar equivocado y para colmo en la única cita que habían tenido— Me estoy pasando, d-digo estamos en tu trabajo… 

—Roier, no- 

—Y es la primera vez que salimos, ¡Dios! —De veras no sabía ni que decir, menos en cual lugar meterse para esconder toda esa vergüenza que le invadió, Cellbit se separó dejando espacio con lo cual pudo aprovechar para frotarse la cara con ansiedad— ¿¡Qué estaba pensando!?

 

Cellbit carraspeó interrumpiendo la salida de todas esas palabras que no dejaban de brotar de sus labios. ¿En qué momento se había movido a la entrada de la oficina? Con un gesto firme deslizó el pasador de la puerta y presionó el botón en la manija.

 

—Iba a decirte que primero debíamos cerrar con seguro, guapito.

 

El mayor remarcó ese apodo que altera su química cerebral, la vista de él recargado sobre la puerta con sus brazos cruzados que podía notar por la camisa arremangada que estaban bien formados era algo que esperaba su mente estuviera fotografiando porque él de momento no podía articular palabras. Pasó saliva abruptamente mientras lo veía acercándose hasta acomodarse entre sus piernas con decisión y una nada tímida mirada que lo incitaba a derretirse entre sus manos que sostiene los laterales en sus caderas.

 

—¿En dónde nos quedamos? 

 

Agradecido con él de arriba, pero el de más arriba.