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La vida de Wirt siendo parte de los amigos del mal final había sido un giro de 180 grados para él. Nunca se imaginó que ahora tendría libre albedrío y podría pensar por sí mismo ahora que la campana no la controlaba nadie. Bueno solamente la controlaba de vez en cuando Bipper y Dipper cuando quería hacer bromas pesadas utilizando la sumisión de Wirt. Lo cual no le parecía nada gracioso al Finn.
Sin embargo, por más que él no pudiera pensar ni siquiera hablar. Había conseguido maneras para recordar. No recordaba su pasado antes de que le rellenaran la cabeza con lana. Pero si recordaba sucesos que sucedieron mientras estaba al servicio de Adelaida. Algo que nunca podría decir o explicar a los chicos, no con lenguaje de señas.
Adelaida por más que haya sido la persona que lo convirtió en muñeco en primer lugar, lo trataba con mucho amor y cariño. Ella era muy buena con él, casi como una abuela mimadora. lo cuidaba casi como si estuviera cuidando de un cachorro perdido. Wirt le servía el té y tomaba junto a ella, le cocinaba la cena y el almuerzo, hacía su cama y limpiaba la casa de adentro y afuera. Adelaida siempre lo halagaba por su gran esfuerzo y su gran obediencia. Premiando lo con caricias hasta incluso juguetes con los que jugar. Su traje distinguido color verde lo había conseguido tras haberle salvado la vida cuando las puertas y las ventanas se abrieron de golpe por el viento. No hubo falta de activar la campana para que Wirt actuará y las cerrará antes de que la bruja se desintegre.
Sin embargo, Adelaida tenía sus días. Un mínimo error y hacia la señora sacar de quicio. Si Wirt rompía un plato lo dejaba a reflexionar en un rincón, si Wirt barría lento le gritaba para que barriera más rápido y si Wirt desobedece a una orden, podía quedarse afuera en el bosque o peor…
“Te atreves a desobedecerme ¿¡eh!?” El sonido de un latigazo retumba por su mente “aprenderás a no hacerlo nunca más ¿¡Escuchaste!?” Otro latigazo sonó en su mente. Se tapó los oídos deseando no escuchar ese sonido más mientras sentía como su trasero le empezaba a arder de tan solo recordarlo.
Hubo un tiempo en el que Wirt pasó en el almacén mientras otros muñecos le servían a ella. La mayoría eran niñas de su edad y otros eran niños demasiado jóvenes para hacer una labor correcta. Estuvo ahí atrapado en esas paredes polvorientas. hasta que vino el…
“Te prometo, mí señor. Él es alguien muy eficiente. Te servirá para todo lo que desees, incluyendo…”
“No dudes más mí querida Adelaida de la pastura” su mano negra de dedos largos recorrieron su rostro, casi como una caricia doméstica. Solo que está vez, en vez de darle satisfacción, le dio escalofríos. “Me aseguraré que haga bien su trabajo”
El ser que sirvió por un tiempo era un ser hecho de las mismas sombras que tenía cada objeto como silueta. Este ser era alto e imponente, tenía cuernos de un siervo macho y ojos de dos orbes blancos brillantes como dos faros. Que a veces se tornaban multicolor, como los suyos. Wirt admiraba a esta figura imponente en silencio. A sus ojos era majestuosa y deseaba con todas sus fuerzas complacerlo, tal y como lo hacía con la bruja de la pastura.
Está criatura caminaba sin parar y sin descansar, lo llevaba a lugares que no conocía y parecía como si caminarán por el borde de un círculo. Recorrer ese círculo le tardaba una semana en llevar a cabo, ya que al séptimo día Wirt ya podía volver a ver devuelta el letrero del pueblo de “Postfield”. La criatura se tomaba descanso solamente por él, ya que sus pies no eran tan fuertes como él creía. Wirt por más que no tuviera sentimientos, no quería ser un estorbo para esta bestia tan hermosa.
“Descansa…” le decía siempre con esa voz grave e imponente que buscaba respeto “mañana por la mañana retomaremos el viaje” y Wirt dormía apoyado en un árbol cercano.
Los viajes eran arduos pero Wirt se mantenía al lado de la bestia siempre, no importaba que. La bestia no interactuaba con ninguna persona, solo acechaba a la gente. Wirt no sabía para qué acechaba a tanta gente, siempre tenía más de cerca a los niños y personas que cometen actos impuros y malignos. No sabía cuántas veces había visto a alguien alcohólico vagando en el bosque o mirando desde la ventana como alguien pegaba a su esposa. Wirt veía la vida de cada persona que seguían, entreteniéndose como si cada una fuera una nueva historia. Por lo menos estar con esta bestia le permitía salir un rato y entretenerse con el mundo nuevo que estaba descubriendo. Al menos no tenía que limpiar y barrer como un criado. Hasta que un día, Wirt descubrió el porqué la bestia acechaba a las personas.
Solo era un niño, un niño que fácilmente podría tener la edad de diez años. El pobre niño estaba enredado entre ramas de árboles de Elderwood que eran muy conocidas por estos bosques. Las ramas le perforaban el estómago y le salían por la garganta con rastro de su sangre y hojas de otoño creciendo entre ellas. De las ramas, aparte de gotear sangre, caían un raro líquido negro pegajoso. La bestia lo miraba con suma admiración y le susurro en el oído mientras tocaba la campana suavemente.
“Tranquilo, mí muñeco…lo superaras pronto. Mientras tanto, tala para mí ¿Quieres? Tala ese nuevo árbol y consigueme ese preciado aceite…”
Con esa orden, Wirt agarró el hacha sin pensarlo dos veces. de a poco empezó a talar el árbol. Y por primera vez en la vida sintió un poco de humanidad al sentir el sonido de las ramas quebrarse del niño. Sintió…miedo.
Después de descubrir cómo se alimentaba la bestia de los árboles, su vida fue monótona. Vagaban por el bosque, acechaban personas, la bestia los convertía en árboles, Wirt los talaba y los llevaba en un carrito hasta la cabaña del molino para hacer aceite y alimentar a la bestia. El ciclo se repetía una y otra vez. A veces la bestia se salía de la rutina monótona y hacía algo que impresionaba a Wirt por haberse salido de la rutina. Cómo por ejemplo a veces lo llevaba a un claro hermoso para descansar, en donde Wirt podía recolectar flores y hierbas y jugaba en el césped. O la vez que la bestia lo visitaba en la cabaña y lo recibía con una fiesta de té con galletas. Había algo en ese acto, algo doméstico.
Wirt y la bestia veían su relación como jugar a las muñecas. Cuando la bestia estaba aburrida,jugaba con él a la vida doméstica. Wirt cocinaba para él, la bestia jugaba y coqueteaba un poco con Wirt y el muñeco se sentía como si fuera una la persona más especial del mundo. Wirt pensaba que estos sentimientos eran verdaderos, que eran reales, jamás se había sentido tan humano. Pero la bestia solo lo veía como jugar a las muñecas.
Un día, Wirt y la bestia paseaban por el bosque. Wirt acaba de talar dos árboles de Elderwood y tenía el carrito lleno de madera fresca para hacer aceite. Wirt miraba por el rabillo del ojo a la criatura imponente que alumbraba su camino. Estaba un poco tímido y sus mejillas estaban levemente sonrojadas. Que extraño, un muñeco no podía sentir cosas, un muñeco no podía sonrojarse, un muñeco no debería estar sintiendo estás clases de cosas, un muñeco no debía…
En un parpadeo, Wirt estaba acorralado, su espalda apretando dolorosamente contra el tronco rasposo de un árbol. La bestia estaba demasiado cerca, demasiado cerca de su pecho, demasiado cerca de sus labios. Wirt soltó un leve jadeo, ¿Cuando habían cambiado de posición? ¿No estaban concentrados en hacer su trabajo?.
“Eres bastante callado…al principio me gustaba, te lo voy a admitir. Pero ahora es tortuoso” la bestia pegó más su pelvis contra la de él. Era doloroso y sofocante tenerlo cerca pero al mismo tiempo había algo deceoso en él. Wirt no podía estar más pegado contra el tronco del árbol. Ya le estaba rascando la espalda por el ardor que dejaba al estar contra el árbol. Sentía que si la bestia apretaba más iba a derrumbarse el árbol.
“¿Todavía sin hablar? ¿Eh?” La criatura oscura río suavemente “no te preocupes mí muñequito…yo te haré sentir tantas cosas que hará romper ese tortuoso silencio” el agarre que tenia la bestia sobre Wirt se intensificó más haciendo que saliera entre sus labios un gemido que le dolió tanto hacer. Sentía que la garganta le quemaba por los hilos que tenía sellado ahí. Es lo único que pudo dejar salir mientras la bestia casi lo aplastaba contra el tronco.
Al principio sus besos contra su cuello fueron ligeros, suaves y deseosos. Quería más de esos dulces besos, era un sentimiento involuntario que controla todo su cuerpo. Intentando estar lo más cerca posible de la criatura. Hasta que empezó a morder su cuello, y otra vez y otra vez y otra vez cada vez más fuerte haciéndolo gemir, pero estos gemidos ya no eran placenteros. Su mano bajó lentamente hasta llegar a su miembro y ahí Wirt supo que quería que parara.
Lágrimas negras empezaron a bajar de sus mejillas mientras intentaba moverse y salir de ese agarre poderoso. Pero él seguía tocando como si no le importase sus gemidos de angustia y dolor. Solo quería que parara.
Que pare…
Que pare…
¡QUE PARE!
—¡Oh Dios mío! ¡Wirt!
De repente Wirt ya no estaba contra ese árbol duro, ya nadie lo estaba tocando indebidamente. Se encontraba de vuelta en la sala de estar de la cabaña. Abrazando sus rodillas mientras se tiraba del pelo. Reconoció esa voz de inmediato, era él, su príncipe, su nuevo todo. Lo que representaba su mundo.
Desde que su príncipe lo halló en ese armario, su vida había dado un giro de 180 grados. El ahora era libre y tenía libre albedrío en sus decisiones. Sin embargo le costaba mucho elegir algo por sí mismo. Ni siquiera podía elegir con qué pie pisar primero. Finn lo ayudaba mucho, le daba de comer cuando no podía masticar, le enseñaba la belleza de la vida, lo cuidaba cuando se lastimaba y lo tranquilizaba cuando se sentía inquieto de está manera. Si Wirt tenía que elegir de los integrantes de los amigos del mal final, iba a decir que su príncipe era su favorito.
Su príncipe era divino en todas las formas posibles, ahora andaba en una bata azul larga, con el pelo rubio un poco despeinado y suelto, mostrando cómo su cabello le llegaba hasta las caderas. Era una princesa sacada de un mismo cuento de hadas. Él se resfregó los ojos para quitarse el suelo y miró muy preocupado a Wirt mientras lo alumbraba con una vela —¡Dios mio, Wirt! ¿¡Qué haces despierto a mitad de la noche!? Y por qué estas—
Finn no tuvo tiempo de terminar de preguntar por qué el muñeco empezó a derramar lágrimas negras y a gimotear con dolor, le costaba mucho gemir por qué le dolía la garganta que tenía cosida. pero no podía evitarlo ahora, los recuerdos pasados ya le estaban afectando la cabeza y le hacían sentir cosas que jamás había sentido ¿Dolor? ¿Tristeza? ¿Miedo? Todo era nuevo para él.
El rostro de Finn se tornó de preocupación a entendimiento. El se sentó al lado suyo en el sillón y puso una mano en su hombro. Dándole un pequeño apretón —¿Quieres…quieres abrazarme?
El muñeco no dudó ni dos segundos y no tuvo que procesar lo que eso significaba como siempre. El se dejó acurrucarse en sus brazos mientras su príncipe lo envolvía en un abrazo protector. Ese abrazo alivió toda su carga y se sintió seguro. No quería abandonar su regazo nunca en su vida. Wirt se acomodo un poco más para estar acostado en su regazo, como un niño pequeño siendo consolado por su mamá. Wirt siguió gimotenando y largando lágrimas negras de sus ojos mientras Finn murmuraba una canción de cuna en voz baja.
—¿Quieres hablar de lo que pasó? — Wirt sacudió su cabeza en señal de negacion, le costaría mucho explicar todo esto con lenguaje de señas sin intentar llorar. —esta bien…lo entiendo, no tienes nada que explicarme
Ambos se quedaron así acurrucados en silencio hasta que Finn le susurro en su oído suavemente —¿Quieres dormir conmigo esta noche? — Normalmente dormía en la misma habitación de Finn. Una habitación que antes le pertenecía a él y a la hermana de Dipper. Había veces en las que a Finn y Wirt le gustaba juntar camas y dormir abrazados. Y está era una de las noches en las que lo necesitaba. Necesitaba abrazar a alguien mientras lloraba como un niño. Necesitaba el consuelo de su príncipe. Wirt asintió a la propuesta de Finn soltando un último sollozo.
Con eso Finn lo tomó de la mano para ayudar a levantarlo y lo guió hasta la cama. Wirt aún podía sentir los toques de aquella criatura arderle en todo el cuerpo. Pero siempre serían aliviados con los dulces besos de su príncipe azul.
