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El agua es como el aire

Chapter 9: Algo indefinido

Notes:

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Chapter Text

La encaró reflexionando, ¿qué debía hacer? Ella le sostenía la mirada esperando que dijera algo.

—Éowyn, en verdad no lo sé, no sé cómo comenzar a explicar. Quizá lo único que podría afirmar con seguridad es que siento... culpa. —Ahí lo tenía, lo que estaba atorado era más fuerte que sus ganas de negarlo todo.

La joven de largos cabellos dorados cambió su expresión decidida por otra desconcertada, separando un tanto los labios. ¿Culpa? ¿Éomer se arrepentía de algo en su vida? O si lo hacía, ¿había dejado que lo dominara? Al parecer su hermano había cambiado mucho en tan poco tiempo.

—¿Culpa, tú?... ¡¿Cómo?! —demandó ansiosa reflexionando luego unos segundos—. ¿Fue en Gondor verdad? ¿Qué te sucedió en Mundburgo*?

Su hermano la observaba con una expresión seria, conteniendo las emociones. Desvió la vista preguntándose cómo comenzaría a contarlo. ¿Podría confesarlo todo? Era increíble lo que confiaba en Éowyn, en ese preciso momento se dio cuenta de lo mucho que lo hacía.

—Conocí a alguien, a quien le dije algo que no merecía y que además no trate como es debido.

La curiosidad crecía y crecía en ella—. ¡¿A quién?! —pronunció en un impulso.

Estaban introduciéndose en terreno difícil, y ya no había retorno. No era fácil de decir, por consiguiente de admitir. Dio un fuerte suspiro. Entonces se acordó del objeto que Lothíriel le había regalado y que guardaba en un cajón cercano. Tomó el artefacto cilíndrico y se lo entregó a la joven.

Ella se extrañó con su actitud pero sostuvo el estuche de cuero y lo miró como preguntándole si debía abrirlo, a lo que Éomer asintió. Lo apoyó en el escritorio y lo admiró con impresión. Luego de un rato habló:

—Esto es muy bello y extraño. ¿Pero cuál es la relación entre él y la culpa que dices experimentar? —preguntó con cuidado.

Con las cejas, el mayor le señaló el estuché y la menor lo dio vuelta para sacar el pequeño papel que aún se encontraba dentro. Lo leyó extrañadísima, pero sobre todo asombrada.

—«L.» ¿Quién es L? —Se tomó unos segundos para reflexionar—. La caligrafía es pulida y creo que ¡femenina! —pensó durante unos instantes más—. Oh, no... no. Sabía que no debía pasarlo por alto. Es... ¡es esa chica! ¿¡La prima de Faramir verdad!? ¿Qué le hiciste a esa criatura? Ese día cuando estábamos en uno de los jardines de las Casas de Curación, cuando tú llegaste, parecía como si la hubieses espantado. ¿¡Cómo no lo pensé antes!? Pero lo que no entiendo es, ¿por qué es ella la que te pide disculpas y tú te sientes tan culpable? Oh Bemá Éomer, ¡¿qué hiciste?! Es una princesa de Gondor —declaró Éowyn inquieta y preocupada.

—No sé cómo decirlo, porque ni siquiera yo termino de entenderlo...

La joven colocó una de sus manos en la sien y cerró los ojos. Luego lo observó nerviosa esperando que continuara, pero al ver que no reaccionaba agregó:

—Ahora que lo pienso... el día de la coronación, ella tuvo un infortunio por el que ojalá nadie tuviese que pasar en público, se retiró por un rato, ¡y tú la trajiste de vuelta! Yo estaba conversando entusiasmada con el rey e Imrahil, pero no creas que no lo noté. —Éomer movió los ojos hacia arriba, su hermana siempre le decía cosas como aquella, a ella nunca parecía escapársele nada.

—Sí, como siempre, tienes razón —pronunció resignado—. Pero no pienses nada extraño. La verdad, y que en ese entonces inclusive expuse, era que necesitaba aire. Estaba asfixiado entre tanto noble solemne pavoneándose con sus ropas, perfumes y palabras zalameras.

—Pero si Lothíriel también es una noble gondoriana, ¡y de lo más noble entre lo noble! —le recordó Éowyn con un asomo de risa contenida ante lo que le pareció obvio.

—Sí. Sin embargo, estaba lejos de la multitud. Y además me di cuenta que no actúa como todos en esa corte, es más bien peculiar, tranquila, solitaria e interesada por cosas que la mayoría de ese grupo no valora.

Éowyn subió las cejas con intermitencia mientras reía—. Ah vaya, al parecer la conociste bastante bien.

El soberano hizo una mueca de incomodidad y aclaró la situación apresurado—. Yo no la busqué, excepto en la primera ocasión, cuando nada más que mis ganas de huir vieron en ella un pretexto para escapar por un tiempo. Pero luego siempre estaba ahí y...

—¿Y..? —lo apuró la joven ansiosa y con una sonrisa que parecía no querer desaparecer de su armónico rostro, la que también era en parte impulsada para fastidiar a su hermano.

—Un día buscando información, antes de reunirme con el consejo de Aragorn, la encontré en la biblioteca revisando un mapa como ese. El que pensé era interesante, algo que al parecer no olvidó. En otra ocasión me la topé en la terraza del edificio de huéspedes, donde comprendí que era extraña y auténtica...luego —Cambió la expresión de su rostro por una exasperada—, comenzó a evitarme por alguna razón a la que no logro entender. Eso me irritó.

—Para que te irrite, significa que te importa, que te importa mucho —concluyó Éowyn con mucha seguridad—. Bueno, vamos continúa.

Éomer pensó que tal vez estaba diciendo demasiado, comenzó a sentirse como en un interrogatorio del que no podía escapar. Tenía muy claro que cuando a su hermana se le metía una idea en la cabeza, no había nada en el mundo que la detuviese, nada. Por lo que casi resignado prosiguió con su relato.

—Ese día de la cena de despedida tuve la certeza de que me evitaba, y se lo dije de forma en que sólo ella pudiese escucharlo.

—Estoy segura que fuiste impulsivo y poco delicado con eso —dedujo la joven con seguridad.

El mayor de los dos reaccionó enroscando una vez más los ojos, un tanto molesto. Sí, era odioso que siempre tuviese razón.

—El día después de aquello, temprano, Elfhelm me contó sobre una pelea de cantina repudiable protagonizada por nuestros soldados, lo que alentó mi molestia de modo desproporcionado. Y luego me la crucé...

—Ah, no... pobre mujer, pobre de cualquiera que te encuentre después de eso. Sobre todo si hace tan poco provocó algo que te molestó. Eres increíble hermano, ¿alguna vez has pensado en cambiar? —opinó Éowyn interrumpiéndolo, decidida a reprocharlo—. ¿Qué... le... dijiste? —preguntó tomándose su tiempo con cada palabra, contrayendo la piel que rodeaba sus ojos haciéndolos parecer más pequeños, como si hubiese tenido temor de escuchar lo que le respondería.

Si había algo que el soberano de Rohan había experimentado muy pocas veces en la vida era la vergüenza, una que ahora lo recorría. Se rascó los ojos con la yema de los dedos antes de contestar con un tono más bajo.

—Le dije que... era... una lunática.

Éowyn abrió la boca pero nada salió de ella, mientras negaba con la cabeza, suspiró sobrepasada por la impresión—. Eres terrible, terrible —afirmó seria.

—Lo peor es que al llegar hasta Pies de Fuego, me di cuenta que entre mis pertenencias estaba ese objeto. Le pregunté al mozo de cuadra y me dijo que una noble mujer con las características de Lothíriel le había pedido que me lo dejara allí. Lo que con obviedad sucedió antes de haberme encontrado. Lo abrí una vez en el campamento, y pude ver que contenía el mapa y la nota. No me mires así. Ya lo sé, me comporté como un idiota.

Sintió alivio. Se lo había sacado de adentro. Pensó que merecía el reproche de parte de Éowyn. La que colocó las manos en las mejillas como tratando de comprender, mientras movía su cabeza de un lado a otro.

—Primero te molestaste y mucho, porque te ignoraba, fuese por la razón que fuese, aunque no me contaste que sucedió en la azotea. —Ante ello Éomer volvió a mirar al techo—. Luego se lo reprochaste en una cena formal, a pesar de que su familia estaba allí. —El joven soberano iba a decir algo, pero ella con la mano le indicó que se detuviese—. Y como broche de oro, le dijiste con una ira incalculable que era una lunática. Impresionante —concluyó con una expresión que denotaba que aún continuaba pensando sobre el tema, como intentando juntar las piezas de un rompecabezas —. Y ahora sientes una culpa que, al parecer, no te deja vivir en paz. Si sientes culpa, recuerda que antes experimentaste irritación porque te ignoraba, lo que a su vez se explica porque ella te importa y al parecer mucho —clarificó la joven tratando de encontrarle un sentido a todo eso, mientras él permanecía serio—. Creo que ya lo sé —afirmó segura llevando el mentón hacía abajo.

Éomer juntó las cejas con extrañeza arrugando la frente. Pasaron unos segundos de silencio.

—¿Y? Ilumíname —le rogó con una exageración deliberada.

Ella rio por lo bajo—. Es que ¿no es obvio? —preguntó la menor con un tono pícaro—. Creo que deberías seguir pensándolo hasta que te des cuenta por ti mismo. A veces las cosas son más evidentes de lo que parecen. Te ayudaré para que te des cuenta, estoy segura de que en alguna medida...la extrañas. Y deja de tratar de mentirte a ti mismo, tienes un país que reconstruir, que te necesita con la mente despejada. Por lo menos aclarando las cosas en tu cabeza supongo que tendrás un poco más de paz. Ah y, por cierto, ahora comprendo porqué miras tanto el cielo por las noches. Creo que la soledad te ayudará a encajar las piezas de tu turbulento paso por Gondor con aquella delicada dama de la nobleza. Que tengas una buena y fructífera tarde contigo mismo.

Se dispuso a salir del lugar. Éomer colocó una mueca de disgusto.

—Espera, ¿de verdad no me lo vas a decir? —exigió el mandatario extrañado.

—Mi hermano, mi orgulloso y terco hermano ¿me está pidiendo que lo ayude a aclarar lo que siente? ¿Es una broma? —pronunció una impresionada Éowyn con una mano en la manilla de la puerta, abriéndola sólo un estrecho par de milímetros.

—No, no lo es —aclaró Éomer como si se tratara de un asunto de lo más cotidiano.

La mujer subió las cejas, cerró la puerta con excesiva calma y lentitud. Volteándose de cara a él, como si temiese lo que ocurriría luego de que abriese la boca.

—Haber, pongámoslo de esta manera: Con las otras, imagino numerosas mujeres, con las que te has...Bien digamos las cosas como son, involucrado y hasta llevado a la cama —Su hermano abrió los ojos con impresión como si se le fuesen a salir desbocados. Sí, Éowyn era directa y sincera. Sin embargo, nunca la había imaginado hablándole sobre algo relacionado con aquello, con ese lado de su vida que jamás pensó comentar con ella. Esa respuesta no había comenzado bien y presentía terminaría peor, mas no se imaginaba cómo. Era en situaciones como esa en donde estaba seguro de que odiaba la incertidumbre—. No me mires así, no nací ayer. Piensa, rememora a esas otras mujeres. Alguna vez con alguna de ellas ¿sentiste algo más que una cosa...que una necesidad pasional? Que una vez satisfecho, podía volver pero no más allá que limitado a eso.

Éomer continuaba frunciendo el ceño, pero ahora bastante desconcertado y con una expresión que denotaba que estaba viviendo una situación inaudita e incómoda, muy incómoda. Pasó casi un minuto, la chica hacía gestos que demostraban que esperaba una respuesta.

—Éowyn no deberíamos estar hablando de esto —declaró con severidad.

—No saques la moralidad cuando te conviene. No tienes que darme detalles, sólo limítate a decirme sí o no.

El ex mariscal se sentía atrapado. Sí, estaba más seguro que antes respecto a que esa conversación terminaría peor que como comenzó. Suspiró con resignación.

—Argg... te complicas tanto. Mejor ir más al grano: ¿Antes, alguna vez te enamoraste de alguna de esas o de otras mujeres?

—¡¿Qué?! —exclamó más fuerte de lo que hubiese querido. Pensó que su hermana enloquecía— ¿Enamorarme? ¿yo? —preguntó señalándose a sí mismo con su índice derecho.

—Piensas en esa persona más de una vez al día, incontables veces. Cada vez que alguien o algo te recuerda su existencia, te sientes exaltado y el ritmo de tus latidos cardiacos se acelera. Ni hablar de cuando te la encuentras. Si lo piensas, hay un antes y un después radical luego de conocer a esa persona, en varios aspectos. Muchas cosas que antes ocupaban tus pensamientos ahora pasan a segundo plano. El mundo adquiere un nuevo color, perspectiva, luminosidad y sentido —definió Éowyn hablando segura desde su propia experiencia, de la potente intensidad de lo que la unía a Faramir. Podía ser que en los hombres funcionara distinto, pero suponía que si había algo más allá de sentir sólo lujuria sería algo similar o cercano a la idea de estar enamorado.

En primer lugar, Éomer comprendió que le hablaba de algo que ella experimentaba y tomó más conciencia de que lo que a su hermana le pasaba con el joven capitán de Gondor era algo muy en serio e intenso. Y desde ahí entendió que, por mucho que hubiese deseado a algunas mujeres antes, no era nada más que eso, no había un antes y un después radical más allá de los límites de la satisfacción carnal. Aunque siempre recordaría su primera vez, no la asociaba al romanticismo.

—No, nunca sentí eso —enunció seguro.

—Pero ¿y ahora? —indagó Éowyn sin pestañar y reteniendo un tanto la respiración, como si estuviese a punto de lograr que su hermano admitiese algo, lo que la llenaba de complacencia. Era muy agradable darse cuenta de que Éomer podía superar su terquedad, estaba casi satisfecha consigo misma. Aquello no era una tarea fácil—. Con ella... ¿te pasa algo similar a lo que te describí?

Éomer sintió que ese ¿y ahora? había sido como un disparo certero de una flecha en una zona desprotegida del cuerpo. Pensó que Lothíriel era agradable, extraña pero a pesar de eso una presencia grata, lejos de lo predecible y convencional. Ahora que lo procesaba eso le causaba gracia. También estaban sus ojos brillantes, sus facciones que le parecían finas y encantadoras, y su vestido mojado por la lluvia pegándose a su figura. Llegado a ese pensamiento, se detuvo como asustado de sus propias conclusiones. Eso último no tenía nada de tierno, era más bien cercano al deseo. Sin embargo, luego comprendió que lo primero que le atrajo de esa joven no había sido eso, sino que su inusual forma de ser ¿Podía definir toda esa mezcla de apreciaciones que tenía sobre esa mujer de Gondor?

—No lo sé —Desvió el semblante hasta el ventanal— , a lo mejor sólo sea el peso de la culpa que me pasa la cuenta.

Éowyn llevó una de sus comisuras hacia abajo, como decepcionada. Lograr que Éomer admitiese algo como eso en una sola tarde, era en realidad bastante improbable. Pero su semblante cambió cuando una idea cruzó su mente de modo fugaz y potente.

—Te recuerdo que Elladan y Elrohir se irán esta tarde para juntarse con una caravana de elfos proveniente de Imladris, la que va camino a Gondor. Faltan algunas horas para que les demos el adiós. Podrías darte este tiempo para escribir algo, un mensaje —El alto joven movió la cabeza hacia ella, prestándole más atención— , no tiene que ser por completo revelador, sólo deja ver tu culpa, discúlpate. Para que así puedas seguir gobernando Rohan por lo menos sabiendo que ella está consciente de tu arrepentimiento. Aunque no te hagas esperanzas.

—¿Quieres que le pida a los gemelos que le entreguen una carta a Lothíriel aprovechando que se dirigen hasta Mundburgo? —preguntó el mayor con un pequeño grado de consternación.

—Exacto. Son elfos, no me los imagino comentando el hecho con todos a su alrededor, son discretos, y tú has hecho una buena amistad con ellos. Además, si le enviases una carta a la muchacha por vías convencionales, lo más probable es que no llegue primero a sus manos. Aunque el sobre no sea abierto, el remitente sin duda sorprenderá a su padre ¿no crees? —Éomer movió el cuello un tanto hacia atrás—. Lo conoces mejor que yo, pero no lo subestimes, existe la posibilidad que quizá haya notado algo entre ustedes —Ante ello el rey colocó una de sus manos en la frente—, tal vez no le haya parecido nada del otro mundo, pero creo que ver una carta tuya dirigida a ella cambiará su percepción del asunto, no le des más problemas a Lothíriel. Envíale un mensaje con los elfos. Y date prisa, no tendrás otra oportunidad como esta. En especial si crees que no podrás con la culpa hasta que puedas volver por el cuerpo de nuestro tío en casi un poco más de un mes.

—Limitarme a escribir que siento culpa, ¿no será muy poco?

Éowyn lo miró y le tocó los hombros con sus palmas —. Sé preciso, pero no escribas a secas que te arrepientes, hazle saber que en verdad lo haces —Suspiró—. Rohan te necesita, libérate de tu remordimiento, adormécelo por un tiempo y enfócate, eres un rey.

Y sin esperar respuesta, se dio la vuelta y salió. Dejando a un Éomer confundido y con un debate interno, ¿debía disculparse mediante una carta?

Sólo una cosa estaba clara, esa joven de cabello oscuro le importaba y más de lo que hubiese querido, en su interior comenzaba a admitirlo para sí mismo aunque no se atrevía a bautizar aquello bajo un rótulo.

°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°

—Pero usted no sabe lo que es perder algo. Los nobles nunca pierden nada, porque lo tienen todo —afirmó, con tono altivo, un chiquillo de unos once años.

Lothíriel junto a los muchachos había comenzado a compartir ideas sobre un cuento, donde el protagonista era un artesano de maderas. Una de las niñas, que solía hablar bastante poco, comentó que su padre también lo había sido, pero con tristeza relató que el gran taller que tuvo por muchos años se quemó en un incendio hace un año, lo peor de todo es que su progenitor había muerto en él tratando de apagar el fuego. En consecuencia, a ella y su madre fueron asoladas por la pobreza, luego la guerra había acabado con lo poco que tenían, «incluso con mi mamá» había dicho entre lágrimas la chica de no más de ocho años. Era un relato crudo, la princesa creía que cada vez que escuchaba hechos como esos, debía hacerse un poco más fuerte para no terminar llorando enfrente de todos esos niños. Por suerte, su fuerza de voluntad la acompañaba e intentó consolar a la muchacha con voz serena, lamentando la situación pero diciéndole que ese no era el peor de los casos, pues aún estaba viva y «donde hay vida, hay esperanza» había finalizado sonriéndole. Y luego de eso el jovencito le había dicho esas directas palabras en respuesta.

Lothíriel más que atacada, se sintió expuesta, vulnerable, algo similar a cuando se cayó en el salón el día de la coronación. Mas aquello era distinto, y era la primera vez que le sucedía estando en el orfanato. Pensó que en cierto modo el chico tenía razón. Sí, era noble, nunca había descansando en un lecho sintiendo frío, ni le había faltado la comida. Era afortunada, sin embargo, eso no la convertía en un ser ajeno al sufrimiento. Se quedó estática, como de hielo mirando al niño con una expresión de desasosiego, tragó saliva, debía decir algo, el resto de los mocosos se veían confundidos.

—Ningún ser está exento de dolor. Nadie elige donde quiere nacer, pero donde quiera que sea que lo haga lo puede tocar la tragedia. Sí, no puedo mentirles, tengo la posibilidad de tener la mayoría de los objetos y lujos que quisiera, pero...—Desvió la mirada al lado contrario, hacia el ventanal—. Hay algo que no podemos controlar, que es precisamente lo que más importa: el tiempo que permanecemos y que permanecen los demás en este mundo. Cuando un mortal perece ya no hay vuelta atrás, y ustedes lo saben bien siendo tan jóvenes. Cuando se pierde a un ser amado, más valioso que cualquier cosa, de alguna manera una parte dentro de nosotros también... muere.

Oh no, en esas últimas palabras se le había cortado la voz y pensaba que si pestañaba le caerían gotas de los ojos. A pesar de compartir muchas cosas con los niños, había evitado hablarles mucho sobre su vida acomodada, no era correcto presumir delante de ellos, aunque Lothíriel no era una mujer pretenciosa. Y tampoco se había referido a episodios de su vida que involucrasen cuestiones negativas, ya había suficiente con los dolorosos episodios que habían tenido que vivir cada uno de esos pequeños. Debía llevarles risas, no lágrimas ni tristeza.

Miró al techo, debía hacer que esa humedad ocular desapareciese. No quería demostrar que estaba afectada. La misma niña que una vez acompañó hasta que se durmiese, preguntó curiosa:

—¿Qué le sucedió princesa? ¿Acaso usted también perdió a alguien?

Lothíriel se pasó de modo delicado y veloz el dorso de la mano por uno de sus lagrimales y contestó:

—Sí, la verdad es que yo tampoco tengo a mi mamá —mencionó con rapidez y continuó más lento—. Pero eso ocurrió hace mucho tiempo y sé que debe estar en un lugar mejor —sonrió pestañeando—. A pesar de eso, me enseñó muchas cosas que, cuando las evoco, me hacen sentir que ella sigue viviendo. Lo que nos dicen y hacen las personas por nosotros, nunca muere si siempre lo recordamos ¿no creen?

—¿Y qué le enseñó ella? —preguntó un poco temeroso otro niño de unos siete años.

Se acordó de ese día de lluvia, de esa noche extraña en la que estuvo acompañada por el rey de Rohan.

—Por ejemplo, algo relacionado con lo que les dije hace un rato. Hace un tiempo recordé, gracias a la lluvia, que siempre me decía que cuando las nubes riegan la tierra, no hay que lamentarnos, porque el agua trae la vida. Es la base de ella, por lo tanto, si lo piensan bien es un fenómeno increíble que permite que los demás seres vivan. —Y así, transformando sus emociones sonrió motivada por la felicidad.

—¡Como nuestro jardín! El que regamos todos los días. Si lloviese ¿ayudaría más a las plantas a crecer no es verdad? —agregó entusiasmada la misma muchacha que había preguntado antes.

—¡Exacto! Algo así —contestó Lothíriel.

Al terminar y dirigirse de vuelta al edificio de huéspedes, se sintió por primera desde que estaba en su nueva labor, agotada mentalmente.

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Fue a cenar con su padre. Al parecer éste pudo percibir que su hija estaba extenuada y le preguntó:

—Lothíriel ¿te ocurre algo? Te noto cansada.

—Sí, puede que me sienta un poco exhausta. Pero supongo que es normal. Es la primera vez que me pasa con esta intensidad desde que estoy con los niños —aclaró la aludida con los párpados caídos.

Imrahil la observó preocupado, como meditando sobre la situación.

—Es mejor que luego de comer duermas y no te levantes tan temprano. Tal vez te estás exigiendo demasiado. Creo que tu ayuda ha sido muy valiosa.

—Gracias, padre. Aunque todavía siento que debería hacer mucho más. Esos muchachos están creciendo en un lugar que parece tan carente. Sin duda, antes del derrumbe debe haber sido mejor. Pero entiendo que la reconstrucción de la ciudad tardará.

—Debes saber que una sola persona no puede solucionarlo todo. No te exijas tanto.

—Creo que prefiero terminar el día cansada de hacer algo por otros, que mirar el techo de mi habitación mientras pasan las horas —contestó segura.

—Oh, vamos querida. Tú y yo sabemos que nunca te has caracterizado por quedarte mirando el techo, siempre estás observando o tratando de descubrir algo. Eres activa, a tu manera —afirmó tratando de animar a su hija—. Sabes, estaba pensando que en unas semanas más, me podrías acompañar a un viaje que involucrará a un gran séquito de representantes de varios rincones de la Tierra Media.

La joven abrió más los ojos, olvidando por un rato el cansancio gracias a la impresión. —¿Viaje? ¿A qué te refieres padre?

Antes de contestar el hombre sonrió y respondió como si se tratase de algo obvio:

—Pues me refiero a lo que promete ser, la caravana funeraria más grande de nuestro tiempo. El último viaje de Théoden hasta la Marca, donde sus restos podrán descansar al fin en paz entre los suyos. Será escoltado por sus mejores jinetes y un sin número de extranjeros, que llegarán en unas semanas, a demostrarle su respeto y admiración en los días en los que tenga lugar su responso.

¿Rohan? Al escuchar sobre ese país lo primero que se le venía a la cabeza era su actual soberano, sus ojos peculiares, su tono de voz extranjero. Un escalofrío le recorrió la espalda.

—¿Por qué quieres que te acompañe? —inquirió con necesidad.

—Pues, pocas veces has podido viajar unas cuantas millas más allá de las fronteras de Gondor. Pensé que quizá encontrarías interesante poder conocer un país como Rohan, que a pesar de ser nuestro vecino, tienen paisajes y costumbres que contrastan con las nuestras. Sin duda es un lugar que vale la pena conocer. Y creí que tú como eterna curiosa —rio con entusiasmo— podrías estar interesada en acompañarnos.

División mental. Pues sonaba interesante ¡sí que lo era! Mas, por otro lado ¿tendría que adentrarse en el territorio donde, quién reinaba de algún modo la había despreciado? También había otro asunto, ¿qué pasaría con los niños? Si se iba, con seguridad ya no podría seguir ayudando.

—Pero padre tengo un deber con los pequeños.

—No te preocupes, para ese entonces Aelith estará recuperada y en condiciones de volver a sus labores. Por lo demás, supe que se recupera bien, tú misma que la visitas más seguido, te habrás dado cuenta de que ya puede levantarse de la cama por momentos. Y el mayoral de las Casas de Curación cree que, de aquí a dos semanas más, podrán darle el alta.

Lothíriel miró su plato vació de fina porcelana, cuyo contenido había devorado más rápido de lo habitual. Y agregó:

—Siento que no puedo dejarlos así como así.

—Aún queda tiempo, y puedes aprovecharlo con ellos. Aunque insisto que no debe pasarte la cuenta. No quiero que el primer día de viaje te caigas del caballo antes de comenzar a cabalgar ―puntualizó Imrahil con humor.

La mujer sonrió por el comentario de su padre.

—Está bien, prometo que lo consideraré. Pensaré sobre tu propuesta durante la semana. Ahora mi cuerpo me exige que me retire a descansar. —Y sin más, se despidió y se dirigió a sus aposentos dejando a Imrahil confundido.

—Vaya quien lo iba a pensar. Yo que habría jurado que aceptaría de inmediato —enunció para sí mismo, mientras había quedado en soledad.

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Con la cabeza en la almohada, Lothíriel logró darse cuenta que, decidiera ir o no hasta Edoras, se encontraría con toda probabilidad con el dueño de una mirada desconcertante. Algo que a pesar del tiempo que había pasado, la hacía experimentar un deleite nervioso.

Notes:

*Minas Tirith es también llamada Mundburgo en la lengua de Rohan.

Espero lo hayan disfrutado, este debe ser uno de los capítulos en el que más me he divertido escribiendo y uno de los que más me ha gustado. Aclaro que el hecho de que los gemelos hijos de Elrond aparezcan en esta historia obedece a un hecho canon del libro: ambos van a la Marca antes de encontrarse con su la comitiva de su pueblo proveniente de Rivendel o Imladris. Y bueno yo me aproveché de eso xD
¡Saludos a tod@s!