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Language:
Español
Series:
Part 8 of La Moraleja de la Historia , Part 1 of Dragones en Yi Ti
Stats:
Published:
2022-12-27
Updated:
2025-07-08
Words:
75,601
Chapters:
26/?
Comments:
711
Kudos:
1,484
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166
Hits:
55,220

Dirección de la Luz

Summary:

Una década había pasado desde que Hwa Yeong fue exiliado de Yin, había recorrido el imperio entero tres veces y todavía no encontraba su muerte.
Hasta que un día se encontró con el príncipe dragón.

O: Embarazado y sólo con la compañía de su dragón Arrax, Lucerys Velaryon viaja al Imperio Yi Ti y comienza una nueva vida lejos de su familia y de Aemond Targaryen.

Notes:

Soundtrack:
Direction of the light - Zhang Bi Chen (ost de "The Long Ballad)

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: Primera parte: Jeonsa I

Chapter Text

Hwa Yeong era un jeonsa en desgracia.

Una vez fue el mejor general de Su Majestad Imperial y el Gran General del Imperio Dorado de Yi Ti.

Del linaje de la antiquísima familia Hwa, la primera familia de militares en obtener un título de nobleza desde la caída del Imperio del Amanecer. Heredero de una larga línea de guerreros y descendiente de Hwa Gyeong Hui, su abuelo que luchó junto a Lo Bu, el último dios emperador de la dinastía anterior.

Un alfa.

Habilidoso, honorable y poderoso.

Hwa Yeong no tenía comparación.

Hasta que cayó, hasta que se perdió.

Ahora era un jeonsa sin poder, un viejo roto sin título y sin familia, sin honor.

El emperador Bu BuYi le había perdonado la vida, pero la humillación fue peor. ¿Qué tipo de vida era una sin propósito? Tampoco podía cometer seppuku porque ya no tenía honor.

Su espada estaba sujeta en su mano, pero sólo la desenvainaba para cortar borrachos y ladrones comunes.

Él mismo era un borracho.

Un borracho que simplemente vagaba sin rumbo y sin propósito.

Una década había pasado desde su expulsión vergonzosa de Yin, había recorrido el imperio entero tres veces y todavía no encontraba su muerte.

Hasta que un día se encontró con el príncipe dragón.

Hwa Yeong había estado viajando por el Camino de Arena hacia Ciudad Bazar, todavía le quedaban días de viaje para llegar ahí, pero mientras pasaba por uno de los pequeños poblados escuchó la más curiosa de las historias.

Desde un par de meses atrás un monstruo había llegado desde el oeste para asentarse en una de las cavernas de la cordillera que seguía el Camino de Arena hacia el Camino de Acero al norte y a Tiqui al sur. Sonidos estridentes, los rugidos más terroríficos, surgían desde las profundidades de la tierra para resonar en el exterior. El resplandor de llamaradas podía verse en la lejanía por las noches y, a veces, se escuchaba el batir de alas alrededor del pueblo.

El monstruo no se había mostrado ni había hecho daño a nadie, al menos no hasta el momento. Y nadie lo había visto, pero todos esos sucesos eran suficientes para poner a pobladores y viajeros en alerta, para asustarlos.

Sonaba demasiado fantasioso para Hwa Yeong, sólo una historia rural, pero también fue suficiente para despertar su curiosidad. Y, con suerte, el monstruo era lo suficientemente real para acabar con la vida de Hwa Yeong de una vez por todas.

Con eso en mente salió del Camino de Arena y siguió las indicaciones que le dieron en ese pequeño pueblo sin nombre. Tuvo que caminar tres kilómetros al este para llegar a los pequeños cerros cavernosos. Buscó un buen lugar para observar; una loma llena de arbustos y rocas fue lo mejor que logró ubicar por su cercanía y una vista aceptable de las entradas cavernosas.

Ahí esperó.

Anocheció y la hora estaba más allá de la que una persona respetable estaría despierta, la hora en que los animales nocturnos, los depredadores, saldrían a deambular, pero no había ninguno a la vista. El único movimiento era el del pasto y las ramas de los árboles meciéndose por la brisa, y los únicos sonidos provenían de insectos y aves nocturnas. Había mucha quietud. No era normal.

Pasó un momento más y entonces hubo ruido.

No eran los rugidos que habían relatado con pavor, pero eran algo que parecían trinos agudos.

Hwa Yeong movió su vista de un hueco a otro, esperando por ver si algo emergía.

No esperó mucho más.

Un lagarto enorme con alas apareció desde el hueco más grande, raspando sus garras en la piedra. Cuando estuvo completamente fuera, bajo la luz de la luna, rugió. Hwa Yeong apretó la empuñadura de su espada.

Antes de que decidiera hacer algo, una figura más pequeña se unió al monstruo.

Era una persona.

Un joven, tal vez.

Vestía completamente de negro y su piel pálida brillaba por la luz de luna, contrastando con el blanco y el dorado de las escamas del lagarto.

Lo vio acariciar a la bestia y, de un momento a otro se subió a su espalda, y se lanzaron al cielo.

Mientras Hwa Yeong veía la silueta dar vueltas en el cielo estrellado y luego perderse hacia el sur, una sola palabra se repetía en su mente.

Dragón.

El Imperio Yi Ti estaba lejos del continente al otro lado del Mar Estrecho y nada tenía que ver con civilizaciones fuera de sus fronteras, además de comercio, pero no estaba escaso de información. ¿Cómo no saber del único reino que poseía dragones? ¿Cómo no conocer la historia del Feudo Valyrio extinto, cuyos últimos jinetes de dragones vivían y gobernaban Westeros? Los dragones y sus jinetes eran lo único que valía la pena mencionar de aquella tierra occidental.

¿Qué hacía un jinete de dragón ahí en el norte de Yi Ti, tan lejos de su hogar?

Lo vio regresar horas más tarde.

El dragón llevaba un animal muerto entre sus colmillos. Descendió cerca de la caverna. El jinete sacó un cuchillo debajo de su capa y cortó una pierna del animal; entró a la caverna y salió de nuevo con madera, la apiló a un costado y el dragón le prendió fuego. Mientras el dragón comía el resto del animal, el jinete limpió la pierna que escogió para él y después la puso en el fuego.

Después de que ambos estuvieron alimentados, el jinete apartó una antorcha, apagó el fuego y limpió. Los huesos que dejó el dragón fueron enterrados a unos metros lejos de la entrada para evitar atraer otros animales —aunque Hwa Yeong dudaba que cualquier animal se acercara con un depredador del calibre de un dragón cerca— y después de una última mirada a la luna y al exterior en general, el jinete tomó la antorcha e ingresó a la caverna, seguido por su dragón.

Hwa Yeong permaneció despierto por dos días seguidos y vio al jinete repetir las mismas acciones.

Sin saber por qué, decidió continuar con su observación, pero empezó a dormir por las mañanas, conseguir comida por las tardes y vigilar por la noche. Lo hizo durante una semana y pronto se dio cuenta que el jinete, el príncipe dragón —¿qué más podía ser?—, estaba grávido.

Ese príncipe dragón era un omega.

Su tamaño y manierismo lo delataban.

Hwa Yeong regresó al pueblo para comprar alimentos y una tarde se acercó a la caverna para dejar una canasta con carne seca, tofu, conservas y un pequeño envoltorio con dulces de jengibre. Esa noche su acción no fue rechazada y, así, Hwa Yeong empezó a dejar parte de sus propias cacerías y a comprar más alimentos del pueblo —los que empezó a obtener a cambio de pequeños trabajos cuando su moneda se agotó.

Pasó otra semana y el jinete comenzó a dejarle trozos de su cacería nocturna. Un agradecimiento, tal vez. El aroma que persistía en la canasta reutilizada le confirmó a Hwa Yeong que sí, el chico era un omega.

A decir verdad, Hwa Yeong no sabía por qué seguía haciendo eso. No estaba interesado en el jinete por ser un omega, él nunca había tenido inclinaciones carnales por nadie y su interés emocional siempre estuvo dirigido a su misma casta. Él sólo sentía que era algo que tenía que hacer y hacía mucho tiempo que no sentía nada excepto auto desprecio.

Sin darse cuenta también había dejado de beber tanto alcohol.

Más días pasaron y una mañana fue sorprendido por un viento fuerte que lo despertó.

No fue el viento.

El dragón estaba volando sobre él.

Hwa Yeong se levantó de golpe y tomó su espada, pero no la desenvainó. ¿De qué serviría? El dragón podía comérselo de un mordisco.

Después de la muestra de poder, cuando el jinete pareció satisfecho con su observación desde las alturas, el dragón descendió en la base de la loma y el jinete bajó de él. Hwa Yeong también descendió, saliendo del cobijo de los arbustos espesos.

Cabello y ojos oscuros, nada como se decía eran los Targaryen, pero no había duda de su sangre mientras ojos dorados y colmillos negros lo amenazaban desde detrás del niño. Porque eso era el jinete, ni siquiera un joven, un niño.

Parados frente a frente, al menos a cuatro pasos de distancia, el niño le llegaba, tal vez, a los hombros. Era flaco y muy pálido, no estaba completamente saludable. Su vientre estaba hinchado, pero no había rubor en sus mejillas ni brillo en sus ojos. No lucía como los omegas embarazados que había visto a lo largo de su vida, no como los que prosperaban con una vida en su interior. No había felicidad en este niño y su olor estaba apagado, marchito.

Pero su espalda estaba recta, su barbilla levantada y había ferocidad en su mirada.

— ¿Deberías salir a esta hora? —Hwa Yeong fue el primero en hablar, la lengua común era oxidada en su lengua.

— ¿Por qué me has estado dejando comida? —preguntó en lugar de responder.

—Parecía que la necesitabas —el niño frunció el ceño —. No me equivoqué, ¿verdad? Correspondiste como agradecimiento, supongo.

— ¿Cuánto tiempo llevas vigilándome? —pese a la acusación, su expresión era más curiosa que molesta o desconfiada.

Este niño debería tener más sentido común. Tener un dragón no debería ser razón para que bajara la guardia sin importar que estuviera tratando con un viejo borracho. Hwa Yeong tenía más de cuarenta onomásticos, estaba desaliñado y sucio, lucía más viejo que su edad, pero seguía siendo mortífero con una espada. Y era un extraño, sólo eso debería ser suficiente para que el niño tuviera la guardia alta.

—El tiempo suficiente. Escuché historias sobre un monstruo escondido en las cavernas, fue una sorpresa encontrar a un dragón y su jinete.

—Arrax no es un monstruo —el niño adoptó una expresión ofendida —, y aunque no lo sea, sí es peligroso.

—Por supuesto —y Hwa Yeong tampoco entendía cómo le estaba resultando tan fácil hablar con este niño cuando él nunca había soportado tener niños cerca.

Siempre los consideró demasiado ruidosos, creadores de inconvenientes, frágiles. Él nunca había sido del agrado de ellos tampoco.

— ¿Qué esperas obtener de esto? —preguntó el niño y el dragón, Arrax, dio un paso amenazador al frente.

—Nada —fue su respuesta honesta —. Ni siquiera sé por qué lo hago, pero necesitas ayuda y puedo dártela. Hace mucho tiempo que dejé de esperar o desear cosas. Soy un viejo sin valor y hasta hace poco pensé que no me quedaba nada por dar.

Ojos oscuros lo observaron con atención, de alguna manera fue más intenso que la mirada de los ojos dracónicos. ¿Qué veía el niño en él? ¿Qué estaba pensando? ¿Lo veía por lo que era? ¿Un viejo patético que de pronto quería ser útil de nuevo?

—Eres un viejo con una espada.

Hwa Yeong miró a su fiel compañera por un instante.

—Es todo lo que tengo —hizo una pausa —. Mi habilidad con ella es lo único que puedo ofrecer.

Ahí estaba la mirada enfocada de nuevo.

Un jeonsa en desgracia, prácticamente rogando por tener un nuevo amo. Porque eso es lo que estaba haciendo, ¿no? Había mentido antes, él todavía esperaba. Esperaba encontrar un nuevo propósito, esperaba hacer algo que valiera la pena antes de morir, esperaba y deseaba redimirse.

¿Sería este niño, este príncipe dragón, quien podría otorgarle todo eso?

— ¿Y me la ofreces? ¿Por qué?

—Proteger a un príncipe es mejor que pelear con borrachos —al ver la expresión sorprendida del niño, agregó —: Estamos lejos de tu hogar, pero incluso aquí sabemos que sólo la realeza monta dragones.

El niño no dijo nada por un momento más y el dragón se puso inquieto. Lo vio empujar gentilmente con su cabeza un costado de su jinete, recibiendo una caricia y palabras en una lengua extraña; era diferente al valyrio bastardo que había escuchado de unos comerciantes años atrás.

—No necesito un protector, Arrax es suficiente para eso —jinete y dragón lo miraron al mismo tiempo —. Sin embargo, somos extraños en esta tierra y puede que nos beneficiemos de un guía. Dices que no esperas obtener nada, bien, porque no tengo nada para darte.

—Conozco bien el imperio y los alrededores —fue todo lo que dijo y la expectativa se arraigó en su pecho.

Una respiración y entonces:

—Soy Lucerys y él es Arrax —presentó.

—Hwa Yeong a su servicio, Dianxia —hizo una reverencia.

— ¿Qué significa esa palabra?

—Su Alteza, en lengua común.

El niño hizo una mueca y algo en su mirada se apagó.

—No es necesario que me llames así, no soy más un príncipe —el dragón soltó un trino lastimero —. Creo que nunca lo he sido.

 

 

Vivir dentro de una caverna con dragones fue interesante. No era el peor lugar en que había dormido y la compañía no era mala. El príncipe era encantador y una vez que se acostumbró a la presencia de Hwa Yeong siempre tenía algo que decir. Historias de su familia y de su linaje, anécdotas de él y Arrax, canciones y cuentos valyrios y ándalos. Pero nunca hablaba de la razón detrás de su venida a Yi Ti, de por qué vivía escondido cuando era realeza y un jinete de dragón.

Sobre todo, no hablaba de su bebé.

Hwa Yeong nunca preguntaba, no era su lugar, pero era suficiente observarlo para sacar conclusiones. La razón de que el príncipe estuviera solo y lejos de su hogar debía ser por el bebé o algo relacionado.

El príncipe no hablaba del bebé, pero tocaba constantemente su vientre. Cuando dormía, sobre un montón de hojas y sábanas viejas que Hwa Yeong consiguió, bajo el ala protectora de Arrax, se enroscaba sobre su vientre hinchado, cariñoso y protector.

Hwa Yeong no dudaba que el príncipe amara a su bebé, pero la tristeza y el enojo eran fuertes en él.

Tenía dieciséis onomásticos y cinco lunas grávido.

Y a Hwa Yeong le recordaba a una de sus tías, la tía Hwa Sung Kyo que siempre escondía dulces extra para él y que fue repudiada de la familia por tener un hijo bastardo.

 

Chapter 2: Primera parte: Jeonsa II

Notes:

1. Las palabras en cursiva y negrita se usarán cuando hablen en idioma Yi Ti.

2.Las cursivas, en diálogo, se usarán para el alto valyrio.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Estaba en el pueblo, tratando de intercambiar las pieles que curtió de las cacerías por arroz y pan, cuando los Jogos Nhai atacaron.

Muchos años habían pasado desde que su espada derramó sangre de las llanuras.

Mientras se defendía y mataba a los nómadas del norte, Hwa Yeong pensó en su príncipe. Los Jogos Nhai debían pasar al menos a un kilómetro de los cerros, que habían tomado como refugio los últimos meses, para llegar a ese pequeño pueblo. Dicho pueblo no tenía nada de valor, excepto su propia gente, pero los nómadas no necesitaban excusas para invadir las tierras imperiales. El príncipe Lucerys debía estar a salvo dentro de la caverna, la distancia entre él y el paso que usaron los Jogos debía ser suficiente para eso.

Gritos se escuchaban por todas partes.

La gente corría tratando de esconderse, tratando de alejarse de sus atacantes.

Algunos hombres se defendían con palos y cuchillos sin mucho éxito.

Niños y mujeres eran arrebatados del suelo y lanzados sobre los lomos de los zorses para ser llevados lejos. Algunos de los nómadas más sanguinarios lanzaban cuerdas a los cuellos de personas y las arrastraban por las calles llenas de tierra y de la sangre recién derramada.

Hwa Yeong cortó varias de esas cuerdas.

Empujó ancianos lejos del peligro y escondió niños debajo de cadáveres.

Parecía como si hubieran pasado horas, pero el sol no estaba más abajo que cuando él llegó al pueblo.

Sangraba también y se estaba cansando.

Entonces lo escuchó.

Un rugido.

Uno distintivo, uno con el que se había familiarizado el último par de meses.

Cortó la garganta de un nómada y se apresuró a escalar hasta el techo de una de las casas.

Arrax se acercaba y el príncipe estaba en su espalda.

Llamas amarillas llovieron sobre las docenas de Jogos Nhai que aguardaban fuera del pueblo. Gritos y relinchos lastimeros, aterrados, hicieron eco por todo el lugar. Arrax voló de un lado a otro sobre el enemigo, quemándolos.

Los nómadas que estaban dentro del pueblo corrieron y cabalgaron fuera para enfrentarse al mismo destino de sus compatriotas. ¿Qué pensaban que lograrían en su intento de enfrentarse por tierra a un dragón? Hwa Yeong no los pensó inteligentes, pero el más estúpido de los hombres sabría mejor que correr hacia el fuego.

Arrax voló sobre el pueblo, rugiendo estruendosamente.

Hubo más gritos, gritos de los pobladores, pero Hwa Yeong sabía que no habría daño para ellos. Bajó rápidamente de la casa e instó a los hombres, que no habían tenido miedo de defenderse, para acorralar a los Jogos Nhai que quedaran en el pueblo.

No hubo muchos, habían corrido en un acto de valentía estúpida a enfrentarse al fuego de dragón.

Dragón y jinete no se detuvieron hasta que los gritos cesaron, hasta que hubo quietud.

Cuando descendieron, lo más cerca posible de la entrada del pueblo, las llamas seguían ardiendo y el olor a carne quemada era terrible. La gente del pueblo también salió, divididos entre el alivio, la maravilla y la aprensión mientras veían al dragón y su jinete.

No habría más esconderse para este niño al que servía.

 

 

—Para ti —Hwa Yeong colocó el plato con bollos calientes en la mesa frente a la que Dianxia estaba sentado en el tatami.

—Me pregunto si pronto se detendrán —Dianxia dijo para sí mismo mientras tomaba uno de los bollos con una mano y con la otra empujaba el plato al centro de la mesa, ofreciendo con un gesto a Hwa Yeong y a Yurika que tomaran uno también.

—No lo harán, no lo haremos —dijo la mujer omega con una sonrisa maternal mientras dejaba a un lado su costura para aceptar un bollo —. Ouji, nos salvaste de los Jogos Nhai y no lo olvidaremos nunca.

Ella y el resto de los pobladores habían comenzado a llamar ouji, príncipe en el dialecto del norte, al niño.

—Fue Arrax quien lo hizo —dijo Dianxia tras tragar un bocado.

—Por tu orden —Yurika dijo plácidamente.

Hwa Yeong se sentó mientras comía un bollo también, viendo hacia fuera de la puerta abierta a la calle donde los transeúntes que pasaban volteaban hacia dentro de la casa, esperando ver aunque fuera un vistazo de su salvador.

—Ya me han agradecido más que suficiente, la Abuela LeLe nos abrió las puertas de su casa y eso ha sido más de lo que podría haber imaginado —Dianxia miró a Hwa Yeong, suplicándole con la mirada que lo ayudara a hacer entrar en razón a Yurika —. No esperaba nada cuando los ayudamos.

La Abuela LeLe era la partera del pueblo, una beta anciana que había visto el vientre hinchado de Dianxia y negó con la cabeza antes de pastorearlo hacia su casa para revisarlo después de que los ánimos se hubieran calmado tras el ataque de los nómadas. Cuando Hwa Yeong tradujo las respuestas tímidas del príncipe al interrogatorio implacable de la partera sobre su condición y vivienda, la Abuela LeLe prácticamente lo había obligado a vivir con ella. Hwa Yeong fue sólo un extra.

Dianxia no había querido aceptar, pero fue convencido por el bienestar de su bebé. Todos los habitantes del pueblo le habían dado la bienvenida, muy agradecidos por haberlos salvado de lo peor. Iban a la casa de la Abuela para regalarle comida al príncipe, cuando caminaba por el pueblo también recibía regalos en forma de dulces o bocadillos. Arrax se quedó a las afueras del pueblo y, aunque la gente sabía que el dragón no era un peligro para ellos mientras su jinete no sufriera daño, mantenían una distancia respetable de él.

Los niños y los jóvenes eran más audaces y siempre lo buscaban, acercándose tanto como les era posible sin molestar a Arrax. Dianxia incluso había permitido que ellos acariciaran al dragón, quien lo aceptó tan gentilmente como un animal de su tamaño era capaz. Eso le había ganado al príncipe más amor por parte de los pequeños, que sólo se sumó a la adoración al héroe con que lo veían y la insistencia con que lo seguían como patitos.

—Es por tu sinceridad que queremos agradecerte aún más, Ouji —la omega mayor le sonrió —. Además, necesitas comer mucho por tu bien y el de tu bebé. Eras piel y huesos cuando apareciste, los Cielos sabrán cómo pudiste sobrevivir en esa cueva.

Eso último fue acompañado por una mirada acusadora hacia Hwa Yeong. Como si él no hubiera intentado convencer muchas veces al príncipe para que buscaran un mejor lugar para vivir y como si él pudiera influir en ese niño terco.

—No es culpa del viejo Yeong —Dianxia salió en su defensa con esa terrible costumbre de llamarlo viejo, una que había adoptado durante su tiempo juntos y que Hwa Yeong sabía que había promovido al llamarse como tal a sí mismo cuando se conocieron la primera vez —. No pensé que mi presencia fuera bien recibida o considerada, mucho menos con Arrax a mi lado.

—Pero un príncipe dragón sería bien recibido en cualquier parte, especialmente por la realeza o la nobleza, ¿no es así? —inquirió Yurika.

La omega era una mujer de mediana edad con dos hijos propios que actualmente estaban ayudando a su madre alfa en una de las huertas. Hablaba muy bien la lengua común porque era la hija de un comerciante; en uno de los viajes de su padre hacia el norte se habían detenido en ese pueblo para descansar y fue cuando ella conoció a su ahora esposa, terminando por quedarse ahí.

—Tal vez —Dianxia evadió el tema rápidamente y tomó el trozo de tela en el que había estado trabajando —. ¿Debo cocer este lado también?

Yurika no insistió y siguió el ejemplo del príncipe, dándole instrucciones. Ella le estaba enseñando a hacer ropa para el bebé.

El príncipe seguía sin confiarle la razón de su estadía misteriosa en Yi Ti y cada vez más Hwa Yeong dudaba que hubiera algo bueno detrás de ello.

 

 

El llanto que Hwa Yeong escuchaba no era el correcto.

Era el príncipe quien lloraba, no su bebé.

Arrax soltó un rugido agónico en la lejanía.

Hwa Yeong se atrevió a acercarse a la puerta corrediza por la que la Abuela LeLe y Yurika habían estado saliendo por mantas, agua y hierbas durante el tiempo que duró el parto del príncipe.

Dianxia estaba hincado en el suelo de tatami, su túnica estaba empapada de sudor y sangre como su cabello y cuerpo. Lloraba mientras veía un cuerpo pequeño inmóvil en el futón frente a él. La Abuela LeLe estaba arrodillada a su lado y Yurika sollozaba mientras cubría al bebé muerto con una sábana.

Hwa Yeong dio un paso al frente sin saber qué hacer.

Cuando Yurika envolvió el cuerpecito y se levantó, el príncipe se empujó hacia arriba también.

—No, Yurika, no te la lleves, no te lleves a mi bebé —suplicó con voz quebrada y las mejillas empapadas de lágrimas mientras intentaba acercarse tembloroso a la omega —. Mi bebé, por favor, mi hija, dámela.

Estaba a punto de tomarla cuando se dobló con un quejido.

— ¡Dianxia! —Hwa Yeong corrió dentro.

— ¡Abuela! ¡Qué pasa! —Yurika intentó sostener al príncipe con una mano para evitar su caída.

— ¡Sostenlo! —la partera gritó a Hwa Yeong, quien lo apoyó desde la espalda, mientras ella tocaba el vientre del príncipe —. ¡Viene otro!

Yurika ahogó una exclamación de sorpresa y se apresuró a hablar en elnegua común con el príncipe —. Ouji, viene otro bebé, tienes que pujar de nuevo.

Hwa Yeong no podía ver el rostro del príncipe, pero podía imaginar el desconcierto en sus enormes ojos.

— ¿O-otro? —susurró entre lágrimas —. ¿Y si también está muerto?

—No, no —Yurika, todavía sosteniendo el cuerpecito sin vida, limpió con dulzura una de las mejillas del príncipe —. No pienses eso, tienes que luchar ahora. Por favor, no te rindas, este bebé te necesita.

La respiración de Dianxia tartamudeó, pero asintió y pronto siguió las instrucciones de la Abuela que Yurika le traducía. Hwa Yeong se mantuvo firme como uno de los Cinco Fuertes en la frontera oriental del imperio, aguantando el agarre de hierro que las manos del príncipe mantenían en sus brazos. Ambos estaban parados y él aguantaba todo el peso de Dianxia mientras temblaba en sus brazos por el esfuerzo de traer una segunda vida al mundo.

Arrax seguía rugiendo fuera, a esas alturas todo el pueblo debía estar asustado, pero no era algo que le importara a Hwa Yeong en ese momento.

Está casi aquí, pequeño príncipe dragón, puja de nuevo —la Abuela estaba arrodillada frente al niño, esperando recibir al bebé.

Dianxia gritó y un llanto agudo invadió la habitación.

Hwa Yeong cayó sentado en el suelo, el cuerpo desplomado y tembloroso del príncipe estaba contra su pecho. El viejo jeonsa apenas notaba la humedad que empezaba a filtrarse en sus pantalones por la sangre y el líquido resultante del parto. La Abuela LeLe colocó el pequeño cuerpo ruidoso y regordete, vivo, en los brazos desesperados del príncipe.

—Estás bien, mi amor, estás bien —susurraba Dianxia, acunando a su bebé y besando su cabecita. Su llanto ahora era de alivio.

Yurika sollozaba, arrodillada sin fuerza y con alivio, todavía con el primer bebé sin vida del príncipe en sus brazos. La Abuela era la única parada, pero en lugar de ver al bebé que seguía llorando, como Yurika hacía, sus ojos estaban puestos en el rostro del príncipe.

Más tarde, Hwa Yeong descubriría que la mirada desconcertada de la partera se debió a que un mechón de cabello del príncipe se había vuelto plateado y que sus ojos cambiaron de marrones al púrpura místico de las flores de loto.

 

Notes:

1. He visto mucho que usan la historia de que el cabello negro (canónico) de la Princesa Rhaenys se volvió blanco después de dar a luz, así que también usaré eso aquí. Sólo que en Lucerys fue sólo un mechón y el verdadero cambio estuvo en sus ojos.

2.Que sus ojos sean del color de los lotos, flor característica de la cultura asiática, o, bueno, percibidos y comparados con ellos por los yitenses, es por una razón. Voy a aplicar los significados que tiene el loto en varias culturas y religiones:
*Budismo: es símbolo de perseverancia, reencarnación y plenitud espiritual.
*Hinduismo: simboliza la iluminación plena y se le asocia con varios de sus dioses.
*Griegos: para ellos era símbolo de poder borrar el pasado y comenzar una nueva vida.
*Egipcios: símbolo de resurrección.

En el Imperio Yi Ti (en esta historia) el loto significa todo eso y está fuertemente asociado a la divinidad. Los lotos púrpuras son especialmente atesorados por su rareza.
Lucerys será mucho más apreciado por su nuevo color de ojos, sobre todo porque cambiaron en tierra yitense. Esa pequeña historia viajará desde el pueblo a todo el imperio y le dará un apoyo misterioso y divino a su reputación (esta no será la única vez que Luke y Arrax enfrenten a los Jhogos Nai).

3.Los títulos, los saludos y diferentes cosas serán nombradas en diferentes idiomas asiáticos.
*Ouji, es príncipe en japonés.

4.Disculpen que todavía no conteste sus comentarios, pero mi inspiración para esta historia está al tope y quiero escribir todo lo que pueda antes de que se esfume.
Les adelanto que no están del todo mal con sus teorías, uno que otro punto coincide con lo ocurrido a Luke.
¡Muchas gracias por sus comentarios, amo cada uno de ellos!

¡Gracias por leer!

Chapter 3: Primera parte: Jeonsa III

Notes:

1. Las palabras en cursiva y negrita se usarán cuando hablen en idioma Yi Ti.

2.Las cursivas, en diálogo, se usarán para el alto valyrio.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La mayoría de la gente del pueblo estaba reunida en el campo abierto entre su asentamiento y el cementerio, todos solemnes, acompañando a su salvador en uno de los momentos más difíciles que cualquier padre podía enfrentar.

La hija del príncipe reposaba sobre una mesa, a metros frente a ellos, envuelta en la capa negra que su padre siempre había usado.

No puedo darle un funeral Velaryon, pero le daré un funeral Targaryen. Esa es su sangre predominante, después de todo. Había dicho Diànxià cuando la Abuela LeLe sugirió enterrarla en el cementerio cercano.

Ahora él estaba parado, firme y pálido, acunando a su hijo en sus brazos, observando en silencio a su hija.

De fuego es nuestra sangre y el fuego nos cobijará por última vez. Princesa Alyssa Velaryon, que tu llama se una y brille ardientemente con las de nuestros antepasados —Diànxià hizo una pausa y Arrax se acercó más —. Arrax, fuego.

Llamas amarillas envolvieron a la pequeña princesa.

Parado un paso detrás del príncipe, Hwa Yeong dijo —: Ahora ella descansa en un lugar sin tiempo, más allá de las estrellas.

Diànxià asintió, el agarre en su hijo se apretó y no dejó de ver las llamas que consumían el cuerpo terrenal de su hija.

Te volveré a ver, mi amor.

No se movieron hasta que la última de las llamas se extinguió.

 

 

Hwa Yeong regresó de su patrullaje diario por los alrededores del pueblo, algo que había estado haciendo desde que empezaron a vivir ahí. La amenaza de que los Jogos Nhai volvieran por venganza existía, el jeonsa sabía lo suficiente de su cultura para estar seguro que responderían cualquier ataque sin importar que fueran ellos quienes lo comenzaran. Habían pasado lunas, pero los nómadas también eran conocidos por su tenacidad.

Cuando entró a la casa encontró a Diànxià ayudando a la Abuela a separar algunas hierbas, esforzándose por entender lo que ella le explicaba. El yitense del príncipe mejoraba poco a poco, era capaz de entablar conversaciones cortas, pero le tomaría un tiempo más hablarlo y entenderlo fluidamente.

Los saludó y se lavó el sudor y las manos.

Se asomó sobre la canasta en la que Xiǎo Diànxià dormía, él era el bebé más hermoso que había visto en su vida. Su cabello era plateado como la luz de la luna, sus ojos eran amatistas y su piel estaba besada por el sol. Si no fuera por la forma de sus ojos y su nariz, así como el aroma inherente por nacer de su padre omega, Hwa Yeong sería incapaz de relacionarlo con Diànxià, sobre todo no antes de los cambios que sufrió en el parto.

Satisfecho al comprobar que sus dos príncipes estaban bien, se dispuso a arreglar los desperfectos en la casa.

Más tarde, después de la comida, mientras bebían té, Hwa Yeong se atrevió a preguntar una de las tantas cosas que habían estado en su mente.

—Diànxià, ¿te sorprende su apariencia?

El príncipe, que había estado acariciando con reverencia una de las pequeñas manos y observando embelesado a su bebé despierto, levantó el rostro para mirarlo. El jeonsa todavía no se acostumbraba a que los ojos de loto lo miraran.

—Sí —dijo y su mirada se volvió triste cuando miró de nuevo a su hijo —. Mientras crecía, mi familia tuvo muchos problemas porque mis hermanos y yo no heredamos la coloración de nuestros padres. Nos llamaron bastardos, me consideré uno hasta los nacimientos de Alyssa y Aurane.

— ¿Por qué el color sería tan importante?

—Porque en Westeros el cabello plateado y los ojos violetas son símbolo de poder y realeza, que nuestra piel tampoco fuera oscura como la de nuestro padre y su Casa nos ponía en mayor desventaja. Que nos pareciéramos al hombre que rumoreaban era el amante de mi madre aumentaba la certeza de ilegitimidad ante los ojos de los demás —soltó una risa hueca —. Y que mis padres insistieran que nos parecíamos a una de nuestras bisabuelas parecía forzado. Además, el daño ya estaba hecho, ni siquiera importaba que el cabello de mi abuela fuera oscuro antes de que se volviera plateado después de dar a luz a mi padre.

Entonces el fenómeno de su cambio era algo que había sucedido antes en su familia, pero saberlo no disminuyó la maravilla del hecho.

— ¿Los dragones no fueron suficiente para detener esas tonterías?

A eso le sonaban todo lo que el príncipe le estaba diciendo, parecía rebuscado e intencional.

—No —Diànxià frunció el ceño y su boca se torció con descontento —. No para las personas empeñadas en hacer daño a mi madre y a sus hijos.

—Por el problema de sucesión del que hablaste antes —fue una afirmación.

Las razones, cuando las pensaba, eran transparentes. Hwa Yeong había pasado casi toda su vida sirviendo al emperador, muchos de esos años los pasó en el Palacio Imperial cuando no estaba en el campo de batalla, por lo que sabía reconocer bastante bien las intrigas políticas de la nobleza. Las culturas podían ser diferentes, pero las Cortes venenosas eran las mismas.

—Principalmente —dijo mientras cambiaba de posición al principito.

— ¿Por eso te fuiste, Diànxià?

Un suspiro tembloroso escapó de los labios del príncipe, ojos apagados le devolvieron la mirada.

—No. Me fui porque me rompieron el corazón. Mis padres, mis abuelos y mi hermano —su voz se quebró y cerró los ojos con fuerza.

¿La familia de la que contaba historias con tanto cariño le hizo daño?

Enojo y tristeza se apoderaron de su olor, parecían estar luchando por prevalecer sobre la otra. Diànxià se debatía entre sentir tal o cual por su familia.

— ¿No el padre de tus hijos?

—También, pero que él me rompiera fue el cobro de una deuda que creí estaba pagada.

Cuando abrió los ojos, Hwa Yeong vio aceptación y notó que su aroma se asentó en desconsuelo.

No se atrevió a preguntar más.

 

 

—Ouji, le diste tu apellido al principito —Yurika dejó de arrullar al bebé para mirar con curiosidad genuina a Diànxià —. Velaryon —lo pronunció lentamente para no equivocarse.

Tan cuidadosamente como cada vez que decía el nombre del pequeño. Aurane. Afortunadamente no era tan complicado como decir Targaryen.

— ¿Lo que me preguntas es si su padre y yo estamos casados? —preguntó con las cejas alzadas.

¿Preguntas si mi hijo es un bastardo? Si Diànxià no fuera tan amable, esa pregunta era la que Hwa Yeong habría pensado que diría.

Yurika se apresuró a disculparse.

— ¡Por supuesto que no! ¡Nunca me atrevería! —se detuvo cuando Xiǎo Diànxià se quejó en sus brazos —.  Por favor discúlpame, Ouji —dijo, completamente avergonzada.

Diànxià le sonrió con tranquilidad.

—No te preocupes, Yurika, no estoy molesto u ofendido —jugueteó un poco con las sábanas en sus manos —. No nos casamos y he decidido que eso no importa ahora. Aurane es sólo mío, él y Alyssa me pertenecen a mí, a nadie más. Como tal, tienen mi apellido, así como yo tengo el de mi padre.

Yurika sólo pudo asentir ante la seguridad y dignidad con que el príncipe habló. No era inaudito en Yi Ti que los niños ilegítimos portaran el apellido de la persona que los alumbró.

—Viejo Yeong, por favor ayúdame a atar las sábanas —Diànxià pidió después de tomar al principito y acunarlo contra su pecho.

El príncipe estaba por llevar en su primer vuelo de dragón a su propio bebé dragón.

Las tradiciones de los jinetes de dragones eran muy peligrosas, al menos era lo que la Abuela LeLe seguía repitiendo desde la otra habitación.

 

Notes:

1. Por fin, las primeras respuestas... más o menos.

2. Les presento al viejo Yeong:
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3. De una vez les digo que él no es una de las parejas románticas de Luke, se los aclaro para que no se vayan a ilusionar y luego la pasen mal. Su relación es más protector/protegido, maestro/alumno y paternal.

4. Estoy muy emocionada con esta historia y no pude detenerme a buscar el cast para algunos de los futuros personajes. También les presento a los futuros esposos de Luke; realmente no es spoiler, no les estoy diciendo su identidad ni quién será el primero en casarse con nuestro Lucerito.

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(Es mi diosa Dilraba, no pude resistirme)

5. Xiǎo Diànxià, es Pequeña Alteza en chino.

¡Muchas gracias por sus comentarios!

¡Gracias por leer!

Chapter 4: Primera parte: Jeonsa IV

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

No debería encontrar tan divertido que Diànxià fuera mimado por una horda de comerciantes, pero lo hacía.

Después de sanar del parto, Diànxià comenzó a realizar patrullas desde el lomo de Arrax. Quería ser útil, explicó cuando Hwa Yeong y Yurika rechazaron sus planes. El príncipe era terco y a fin de cuentas nadie tenía el derecho o el poder de prohibirle o permitirle cualquier cosa.

Además, patrullar por aire era más efectivo que hacerlo por tierra. Sólo eran Hwa Yeong y un pequeño grupo de hombres los que patrullaban los alrededores del pueblo. Con Arrax, Diànxià podía llegar más lejos y en menor tiempo.

Durante las lunas que se mantuvo en patrullaje, había volado sobre varios pueblos en las cuatro direcciones. Marcó un perímetro radial en un viejo mapa que el líder del pueblo tenía guardado. Eran al menos ocho pueblos bajo la protección de Diànxià, desde los más grandes a orillas del Camino de Arena a los más pequeños alejados de éste, en especial aquellos que delimitaban en la frontera con las Llanuras de los Jogos Nhai.

El príncipe había asustado a algunos grupos pequeños, exploradores seguramente, de los nómadas y sus zorses. Rugidos y llamas eran suficientes para disuadirlos de ir más lejos, de acercarse a los lugares habitados.

Y los bandidos acababan de aprender a temer a los dragones también.

Una caravana de comerciantes que se dirigía a Ciudad Bazar desde el sur fue asaltada por un grupo de ladrones. Aunque llevaban sus propios hombres para protección, mercenarios errantes que contrataban por viaje, no fue suficiente para hacer frente a los bandidos.

Diànxià se había dado cuenta mientras Arrax volaba cerca, cuando regresaban de su patrulla, y no dudó en acudir en su ayuda. Su rescate fue heroico, como algunas jóvenes relataban con las mejillas sonrojadas.

Arrax había tenido que atrapar con sus garras a un par de ladrones y dejarlos caer desde una altura considerable para que captaran el mensaje y se fueran. Diànxià no corrió riegos de quemar también a los inocentes, así que fue en la retirada apresurada que Arrax soltó sus llamas en los talones de los idiotas.

Cuando el príncipe regresó y desmontó para asegurarse que todos estuvieran bien, fue agradecido efusivamente y seguido hasta su pequeño pueblo.

Esa era la razón por la que Diànxià estaba sentado, con un risueño Xiǎo Diànxià  en su regazo, siendo agasajado con joyas, telas y manjares por los comerciantes que salvó. Momentos antes había dejado de rechazar amablemente los regalos; la efusividad de los demás lo venció y comenzó a aceptar cada cosa con una hermosa sonrisa, especialmente cuando los obsequios iban dirigidos al bebé dragón que tenía fascinados a todos.

Xiǎo Diànxià parecía apreciar la atención. Pequeño, un bebé que apenas había comenzado a permanecer sentado y mantener la espalda y cabeza erguidas con su propia fuerza, pero encantador y sociable como su padre omega. Un terror cuando se ponía de mal humor y desgarrador cuando padecía alguna dolencia típica de los bebés. Los cólicos habían sido igualmente cansados y preocupantes, pero los habían superado de una pieza.

—Vamos a compartir todo esto con el resto del pueblo —Diànxià miraba con ojos cansados la pila de regalos bajo la ventana principal de la casa de la Abuela.

— ¡No todo! —Xu Yu, el costurero por excelencia del pueblo, exclamó mientras revisaba las telas regaladas en la mesa.

La Abuela LeLe lo amonestó con la mirada cuando el alfa de mediana edad casi tiró algunas de sus canastas de hierbas. El hombre había llegado por indicación de Yurika, quien le contó sobre las telas encantadoras que el príncipe había obtenido como agradecimiento. Los comerciantes ya se habían ido de la casa, Yurika poco tiempo después de ellos y al momento siguiente Xu Yu estaba ahí.

—Nunca había tenido tela de tan buena calidad en mis manos —continuó hablando el costurero —. ¡Tela tan fina y mira estos colores! ¡Se verán maravillosos en ti, Ouji! ¡Oh, la ropa hermosa que puedo fabricarte con esto!

—Mi ropa actual es perfectamente aceptable —Diànxià jaló una de sus mangas.

Xu Yu lo vio con desaprobación y Hwa Yeong ahogó una sonrisa, la ropa del príncipe estaba desgastada y deslucida. Usaba mucho la ropa que trajo consigo de Westeros y, aunque de excelente calidad por su estatus, comenzaba a deteriorarse. La ropa que consiguió en el pueblo era tosca, sencilla y humilde, pero no menos resistente y a él no parecía importarle eso, contento con tener algo para vestir. Por supuesto, había quien estaba descontento con que alguien de su estatus no estuviera vestido como debía; Xu Yu era ese quién.

La primera vez que lo buscaron para conseguir ropa para Diànxià y Hwa Yeong, había estado decepcionado y molesto por no tener nada digno para que su salvador usara. Yeong lo encontraba bastante ridículo, era un hombrecito que se autoproclamaba el costurero de un pueblo sin nombre donde la gente estaba acostumbrada a coser su propia ropa.

—Necesitas ropa nueva, Ouji —Xu Yu acarició reverentemente las telas —. Permíteme confeccionar ropa para ti y el principito, por favor. Esta podría ser mi única oportunidad para utilizar mis habilidades con material tan fino y para personas tan ilustres.

El príncipe se dio por vencido en cuanto vio los ojos brillantes del alfa entusiasmado. Hwa Yeong negó con la cabeza en buen humor mientras movía la muñeca de porcelana —uno de los regalos— frente a Xiǎo Diànxià, quien la veía embelesado e intentaba agarrarla con sus diminutas manos.

—Muy bien —dijo el príncipe —, pero la tela que no utilices será para quien la quiera o necesite en el pueblo. Haz algo también para el viejo Yeong, la Abuela y Yurika. Y nada de verde en mi ropa ni en la de Aurane, ¿de acuerdo?

 

 

Los comerciantes habían dejado su pequeño pueblo después de unos días y Diànxià los había escoltado hasta donde terminaba el territorio bajo su protección. No era que el príncipe no estuviera dispuesto a ir más lejos o ampliar su perímetro para ayudar, la cuestión era que no deseaba ir más allá de un par de horas de vuelo de distancia para no alejarse tanto de Xiǎo Diànxià.

Los hombres y mujeres se habían ido con promesas de volver, más que dispuestos a agregar al pueblo sin nombre a su ruta de comercio ahora que alguien tan importante vivía ahí. Hwa Yeong fue consciente de la sonrisa forzada en el rostro del príncipe cuando los comerciantes comentaron tal cosa. Su pequeño y pintoresco pueblo nunca había sido tan estimado. Lejos del Camino de Arena como estaba, con asentamientos más grandes y avanzados entre ellos, su pueblito subsistía de su agricultura, y para conseguir las cosas más sofisticadas tenían que hacer el viaje de horas a los pueblos vecinos. El viaje hasta Ciudad Bazar, la capital de su región, tomaba cuatro días a pie.

La presunción no era del agrado de nadie, pero mantuvieron la boca cerrada porque a fin de cuentas sería beneficioso para su comunidad.

La tranquilidad había vuelto y todos estaban contentos por la mercancía obtenida a buen precio, además de la repartición que Diànxià había hecho con sus obsequios. Los niños del pueblo eran los más felices por recibir los dulces raros que nunca antes habían probado, así como los juguetes que fueron destinados al principito, pero que Diànxià insistió que era muy pequeño como para apreciarlos correctamente.

Hwa Yeong había conseguido un wakazashi para el príncipe.

Intercambió varias pieles por la espada corta con un mercenario. No era refinada o elegante, la cuchilla también estaba un poco tosca, pero sería suficiente para que Diànxià aprendiera a usarla. Hwa Yeong le conseguiría un wakazashi mejor, uno digno y de mejor calidad en cuanto fuera posible.

Diànxià había solicitado entrenar con él y Hwa Yeong no dudó en aceptar. Aunque Yeong sería su espada y escudo siempre, su príncipe debía saber protegerse a sí mismo y a su hijo. Hacía mucho tiempo que aprendió que no era infalible y que lo peor podía ocurrir en cualquier momento. Además, una parte de su papel como protector era enseñar a su amo a defenderse.

Durante sus sesiones de entrenamiento, Hwa Yeong se dio cuenta que el príncipe era un caso perdido con la espada. Su espada occidental era una cosa espantosa que no convenía a sus aptitudes y, cuando intentó instruirlo en la katana, resultó que no era muy hábil con cualquier cuchilla más larga que sus brazos. Así que decidió que un arma más pequeña podría tener una mejor oportunidad.

Y sus expectativas no habían estado erradas.

Diànxià había tomado más rápido y fácil el manejo del wakazashi. Estaba lejos de ser un experto, pero si seguía entrenando lograría convertirse en alguien bastante hábil.

Hwa Yeong también quería convertirlo en un mejor arquero. El wakazashi era un arma para combate a corta distancia, algo a lo que el príncipe tendría que recurrir si surgía la necesidad, pero mientras no fuera así, era la intención de Hwa Yeong mantenerlo lo más alejado posible de cualquier altercado físico. El arco definitivamente era el arma para eso cuando no estuviera en el lomo de Arrax.

 

 

Todo era pacífico en su comunidad y la emoción por la próxima temporada de cosecha era álgida. El primer onomástico de Xiǎo Diànxià estaba a menos de dos meses de distancia y, además del príncipe, el más emocionado era Xu Yu porque sus obras más grandiosas estarían listas para que Diànxià y Xiǎo Diànxià las vistieran en ese día tan especial.

Que todo marchara tan bien debió ser una señal de que las cosas cambiarían, Hwa Yeong lo pensó en retrospectiva cuando un contingente de soldados llegó al pueblo, exigiendo hablar con el jinete de dragón.

 

Notes:

1. Las cosas comienzan a moverse desde aquí.

2. Creé un tablero en pinterest con el concepto de ropa y accesorios que Lucerys usará en Yi Ti. Va a ir evolucionando conforme gane poder y reconocimiento, así como riqueza. En capítulos posteriores iré poniendo en notas la vestimenta de Luke en los momentos especiales/icónicos, pero por ahora pueden tener una visión general (si quieren):
https://www.pinterest.com.mx/reysponge30/lucerys-di%C3%A0nxi%C3%A0/

Sus colores serán negro y azul, con una que otra variedad cuando se case.

3. Esta es la muñeca de Aurane. Es un poco moderna, pero las antiguas son terroríficas (en serio, sentí escalofríos mientras buscaba imágenes), así que pensemos que los muñequeros yitenses están adelantados a su época.
https://www.pinterest.com.mx/pin/862157922435256991/

4. Wakazashi, es una espada corta tradicional japonesa, con una longitud de entre 30 y 60 centímetros.

¡Muchas gracias por sus comentarios!

¡Gracias por leer!

Chapter 5: Primera parte: Jeonsa V

Notes:

1. Las palabras en cursiva y negrita se usarán cuando hablen en idioma Yi Ti.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

La manera en que ese soldado hablaba a Diànxià era detestable. Si tan sólo le ordenaran a Hwa Yeong cortar esa lengua impertinente.

—Es la orden del Gobernador de Ciudad Bazar, el Marqués Miura —el hombre terminó su discurso desde lo alto en su caballo.

Ese hombre grosero no había desmontado y el resto de su contingente siguió el ejemplo de su sargento. Ni siquiera era un capitán y actuaba todo arrogante.

—No estoy a las órdenes del marqués Miura —Diànxià frunció el ceño, sus manos estaban detrás de su espalda y sólo Hwa Yeong y los hombres reunidos detrás de ellos podían verlo apretar con fuerza sus dedos.

Hwa Yeong había aprendido que Diànxià odiaba los enfrentamientos, se sentía inseguro. No dejaba de sorprenderle cómo este príncipe, con la fuerza interior de un jeonsa y el poder de un dragón a su comando, podía dudar tanto de sí mismo y sentirse temeroso.

—Eres un extranjero en tierra imperial, ¿cómo te atreves a contradecir las palabras de tus superiores? —gruñó el sargento.

—Como dices, sargento Son, estamos en tierra imperial y hasta donde sé, sólo el emperador puede mandar en ella —las manos de Diànxià estaban completamente moradas.

—El marqués sirve al emperador, su palabra es tan buena como la de Su Majestad Imperial.

¿Este idiota se daba cuenta de la blasfemia en sus palabras?

—Bueno, no soy un sirviente del emperador y ciertamente no soy un sirviente del marqués Miura.

—Puedes ser un príncipe en tu tierra, pero no aquí, asqueroso gaijin—escupió con furia el sargento e hizo avanzar amenazadoramente a su caballo.

Hwa Yeong desenvainó su espada y avanzó para proteger a Diànxià, quien no se movió salvo por regresar sus brazos a sus costados.

Arrax rugió en el cielo, acercándose rápidamente desde donde quiera que hubiera estado jugando todo ese tiempo.

Los soldados palidecieron.

El engreimiento y la burla que habían brillado en los ojos de Son, desde que Diànxià se acercó sin dragón a ellos, desaparecieron.

Los caballos relincharon y recularon, asustados.

—Soy un hombre libre antes que cualquier otra cosa, sargento —el ceño fruncido del príncipe se profundizó —. No pretendo causar daño al imperio y a su gente. He sido bienvenido por estas buenas personas, mi protección y la de mi dragón es para ellos y quien lo necesite.

Arrax voló sobre ellos entonces.

El viento que provocaban sus alas hizo revolotear la ropa de todos. Los cascos de los soldados volaron lejos. Arrax rugió de nuevo y la gente detrás de Diànxià sonrió.

Son fue el primero en desmontar, viendo con terror hacia el cielo, y sus soldados lo copiaron de inmediato, completamente frenéticos. Todos se agacharon entre exclamaciones asustadas cuando Arrax voló tan bajo como le fue posible para no dañar las casas, dándoles una buena mirada de lo grande que era.

El dragón había crecido mucho desde que Hwa Yeong lo vio por primera vez, fácilmente había duplicado su tamaño. El príncipe había estado muy feliz y le había explicado a Hwa Yeong que su crecimiento acelerado debía ser por la libertad que tenía ahí. Arrax había crecido más de lo que nunca hizo en Westeros, donde había pasado la mayor parte de su vida encerrado.

—El marqués Miura solicita mi ayuda contra los Jogos Nhai que atacan Si Jog y amenazan Ciudad Bazar, y estoy dispuesto a darla, pero la manera en que han venido a mí, haciendo demandas, no es la correcta —Diànxià habló una vez que Arrax estuvo más alto, cuando el sonido de sus aleteos era lo suficientemente bajo para que su voz se escuchara sin problema —. Soy un forastero, pero eso no significa que estoy a las órdenes de todos y cualquiera. Se lo dije desde el principio, sargento, me gustaría ayudar, pero no voy a dejar desprotegidas a estas personas.

Los Jogos Nhai habían invadido el territorio al este de Ciudad Bazar y se apoderaron de Si Jog, el pueblo más grande y cercano a la frontera, en donde se producía la segunda mejor seda del imperio y que estaba gobernada por la familia materna del marqués Miura. Hwa Yeong sabía bastante del viejo beta, un noble con derecho propio que estaba más interesado en los placeres que en gobernar.

Parecía que ahora que la casa de su madre estaba en problemas, seguramente ya completamente pérdida y que su propia ciudad estaba por correr el mismo destino, estaba desesperado por hacer algo.

Debió ser una suerte para él escuchar de un jinete de dragón que ayudaba a la gente y ya había enfrentado a los Jogos Nhai. Sólo hay que tronarle los dedos a este gaijin y hará lo que pedimos si no quiere problemas, no tiene poder ni aliados y fácilmente puede ser un invasor, ¿por qué se negaría? Hwa Yeong prácticamente podía oírlo y si la manera en que Son habló era una indicación, no estaba equivocado.

¿Pero qué poder y aliados se necesitaban cuando se tenía un dragón?

—Eres valiente por esa bestia tuya, me pregunto si actuarías tan altanero si fueran las órdenes del emperador —Son levantó la barbilla con orgullo, pero las manos temblorosas lo delataban.

Verdaderamente estúpido.

Diànxià pareció pensar lo mismo, su expresión cambió a algo incrédulo y crítico.

—Tráeme una orden imperial y lo descubriremos —dijo su príncipe —, pero dudo que Su Majestad Imperial y sus enviados sean poco diplomáticos y poco educados.

Dudo que sean idiotas, fue el mensaje subyacente.

Una esquina de la boca de Hwa Yeong se elevó un poco e hizo un gran esfuerzo por no sonreír por completo cuando el rostro de Son se tornó completamente rojo por la vergüenza.

—No me iré sin ti, gaijin —insistió Son.

Estúpido y terco, una terrible combinación.

Hwa Yeong estaba sorprendido de que no estuviera muerto, una boca como la suya enojaría a cualquiera. Tal vez no había molestado a la persona equivocada todavía.

—Ese es tu problema, sargento —Diànxià miró sobre el hombro a su gente —. No me iré a menos que obtenga protección por protección. Escribe al marqués, estoy seguro que con su sabiduría infinita encontrará una solución que nos satisfaga a ambos.

Diànxià no esperó una respuesta y se fue.

Arrax dio un último rugido de advertencia.

 

 

— ¿De verdad te irás, Ouji? ¿Nos dejarás? —Yurika preguntó esa noche, después de la reunión que tuvo el pueblo para hablar de los soldados y sus órdenes.

—Se los dije a todos, Yurika, no puedo simplemente ignorar que hay personas sufriendo y puedo ayudarlas —Diànxià observaba la canasta donde acababa de acostar a Xiâo Diànxià.

—Pero no les debes nada —insistió la omega.

Tampoco nos debe a nosotros y aun así nos ha protegido todo este tiempo —intervino la Abuela.

Yurika bajó la mirada, avergonzada.

Hwa Yeong se dio cuenta que Diànxià iba a refutar eso, pero la Abuela se le adelantó.

Que te diéramos la bienvenida al pueblo pudo ser el pago por salvarnos de los Jogos Nhai y pudiste haberte ido después del nacimiento, pero te quedaste y te amamos como uno de los nuestros no por tu protección. No hay deudas entre nosotros, niño —entonces dirigió su atención a Yurika —. Su corazón es bueno por naturaleza y así como nos ha ayudado a nosotros, quiere ayudar a los demás.

La Abuela no hablaba lengua común, pero la entendía lo suficiente.

— ¿Pero por qué? ¿Por qué ponerse en riesgo por desconocidos? —la voz de la mujer omega estaba llena de frustración.

—No tengo a dónde ir, Yurika —Diànxià suspiró —. Prefiero convertirme en un aliado del imperio a verme en la necesidad de irme. No conozco más allá que este pueblo y sus alrededores, pero me gusta y no tengo dudas que me gustará el resto del imperio una vez que lo conozca, por eso no querría dejarlo. También será difícil encontrar un nuevo lugar para asentarme y no deseo convertirme en un nómada, mucho menos cuando tengo un cachorro para proteger.

— ¿No te arriesgas en convertirte en una herramienta? Por la forma en que ese horrible sargento te habló y lo que dijo, parece que les gustaría convertirte en su perro de ataque —la Abuela le pellizcó el brazo con fuerza.

Cuida tus palabras, mujer —la regañó, quietándole a Hwa Yeong las palabras, y Yurika se disculpó de inmediato.

El príncipe no le tomó importancia.

—Tengo más orgullo que eso, Yurika. Nunca he sido el más fuerte, hábil o valiente y siempre fui el más suave de toda mi familia, pero sigo siendo parte dragón y los dragones no son esclavos. Tengo respeto por mí mismo y los medios para defenderme —en eso miró a Hwa Yeong.

Por supuesto, además de Arrax, Diànxià tenía a Hwa Yeong y su espada.

—No permitiré que me usen, si voy es porque se trata de mi decisión —Diànxià le sonrió tranquilizadoramente —. Y ya dije que no iré a menos que el pueblo esté protegido en mi ausencia.

—Eso no es lo que me preocupa —los hombros de Yurika se desplomaron en derrota, claramente no era capaz de influir en el príncipe.

—Es la decisión de Diànxià, sólo tienes que respetarla —dijo Hwa Yeong.

Es sólo un niño —susurró ella, pero todos la escucharon.

Se quedaron en silencio.

 

 

Los días pasaron.

Son y sus soldados alquilaron habitaciones en la única posada.

Pasaban su tiempo dando vueltas por el pueblo, holgazaneando sin vergüenza y el único punto a su favor era que no acosaban a los pobladores de ninguna manera. Aunque eso tuvo más que ver con que Diànxià los amenazó con convertirlos en comida de dragón si veían mal a cualquiera, especialmente a las doncellas y los omegas.

Observaban con asombro y temor cada vez que Diànxià montaba a Arrax y se iban volando. Un soldado muy valiente, o muy estúpido, había intentado acercarse a Arrax cuando éste descansaba cerca del pueblo; no fue comido ni quemado pero, por sus pantalones mojados, sin duda recibió el susto de su vida.

Son no volvió a hablar con el príncipe, pero se burlaba a sus espaldas, sin darse cuenta que sus acciones eran vistas por el resto. Razón en especial por la que todos disfrutaban omitir que Diànxià hablaba yitense y le seguían el juego cuando Hwa Yeong y Yurika le traducían a lengua común. Hwa Yeong no lo mataba porque provocaría problemas a Diànxià, especialmente porque el impertinente era sobrino del marqués Miura.

Lo descubrieron cuando Son se jactó de enviar una carta a su noble tío para llegar a un acuerdo. Su arrogancia excesiva ahora tenía sentido, pero seguía siendo inmerecida e insufrible. Ya que no compartían el apellido, Son debía ser hijo de una hermana o hermano y seguramente su familia carecía de títulos o, por lo menos, Son estaba lo suficientemente abajo para no heredarlos, en vista de que se convirtió en militar.

Pasaron casi dos semanas hasta que un nuevo contingente de soldados, el doble del primero, llegó al pueblo. Iban acompañados por un noble, Miura Hajime, el hermano menor del marqués. Era un hombre joven, un beta, tal vez estaba en sus veinte onomásticos, de huesos anchos y bigote bien cuidado. No era nada como su sobrino.

Tenía modales, para comenzar.

Y parecía tan fastidiado por su sobrino como el mismo Yeong o, peor, la Abuela LeLe.

Hwa Yeong se enteró que  Miura Hajime había regañado duramente a su sobrino en la privacidad de una de las habitaciones alquiladas. Después de eso, Son se veía debidamente castigado; toda su presunción y arrogancia se esfumaron, y no volvió a abrir la boca, siguiendo obedientemente a su tío.

Debía ser una dinámica común ya que ninguno de los soldados, viejos o recién llegados, pestañearon ante la repentina sumisión de su sargento bocazas.

Resultó que el nuevo contingente era la respuesta del gobernador a la petición de Diànxià y había enviado a su hermano para que hablara en su nombre y llegara a un acuerdo con el jinete de dragón. No había mucho en el acuerdo; protección por protección, repitió Diànxià. Los detalles como la comida y un lugar para dormir eran de sentido común, y  Miura Hajime les aseguró que tanto Diànxià, como su cachorro y Hwa Yeong estarían bien atendidos.

Diànxià y Arrax ayudarían contra los Jogos Nhai, sólo eso, y una vez que terminara sería libre de irse sin represalias de ningún tipo. También, el príncipe y los suyos tendrían total libertad a lo largo de todo, no estaban obligados a nada con lo que no estuvieran de acuerdo. Estarían ahí por buena voluntad, por lo que únicamente pedían respeto a cambio.

Miura Hajime estaba impresionado con Diànxià, no había duda, pero también lo miraba como si el príncipe fuera un dulce niño de verano.

Hwa Yeong lo entendía.

Diànxià todavía era bastante inocente en varios aspectos del mundo, era de esperar por su vida protegida hasta antes de llegar a Yi Ti, y se notaba. Sin embargo, Diànxià parecía consciente de eso y tampoco se avergonzaba, ¿por qué habría? Pese a lo que mucha gente pensaría, la más cínica en eso, no era un pecado ser así. Tristemente, el príncipe aprendería y poco a poco dejaría mucho de esa inocencia, si no toda, atrás; tal era el camino del mundo, nadie estaba a salvo de eso y era algo de lo que Hwa Yeong no podría protegerlo.

Mientras tanto, era un aspecto entrañable de Diànxià.

Miura Hajime nombró como líder a un soldado de su confianza para estar a cargo de los dos contingentes que protegerían el pueblo y sus alrededores, Son regresaría a Ciudad Bazar con ellos. ¿Cabalgaremos solos? ¿Sin más protección? Son se había quejado. Tendremos al príncipe dragón con nosotros, ¿qué más protección necesitaremos? Fue todo lo que Miura Hajime dijo y no aceptó más quejas.

La noche antes de partir, el pueblo organizó una fiesta para despedir a Diànxià y Xiâo Diànxià, así como a Hwa Yeong. Muchos estaban tristes, sobre todo los niños, y un poco preocupados, pero su preocupación era por Diànxià y el cachorro, más que por ellos mismos. Hubo buenos deseos, oraciones, promesas de que siempre serían bienvenidos y casi demandas de que tenían que volver.

Xu Yu lloró, para diversión de todos, pero entregó varios paquetes a Diànxià. Era la ropa que había confeccionado para él y el principito; ropa de diario, ropa formal y los trajes para el onomástico de Xiâo Diànxià —el que todos lamentaron no podrían celebrar.

Cuando regresaron a la casa de la Abuela, Yurika los acompañó y abrazó por largo tiempo a ambos príncipes.

—En Ciudad Bazar, busca a Amamiya Gaon, es mi tío abuelo y te ayudará —Yurika besó la frente del principito y lo regresó a los brazos de su padre omega —. El Segundo Maestro Miura parece buena persona, pero nunca está demás poder recurrir a otros.

—Nunca me contaste por qué vives aquí cuando tienes un tío abuelo en la ciudad —el príncipe preguntó con curiosidad.

—Este siempre ha sido el hogar de Shui, nunca se ha imaginado dejarlo —le sonrió con un brillo suave en los ojos —. Y ella es mi hogar, nunca la dejaría y tampoco la obligaría a irse.

—Dices cosas demasiado dulces, Yuri.

La omega se rio por un momento antes de ponerse seria.

—Mi tío abuelo es un barón de una familia pequeña, pero es muy respetado y no te dejará solo, me lo prometió.

— ¿Cuándo hizo eso?

—Cuando respondió mi carta.

Diànxià la vio con grandes ojos —. No tenías que hacerlo.

—Yo quería. No es mucho, pero tendrás una cara amable cerca y tendrás ojos extra para vigilar al principito. No me des esa mirada, sé que planeas tenerlo siempre contigo, pero no puedes llevarlo a la batalla y no está de más que Hwa Yeong tenga refuerzos.

El príncipe no discutió más.

—Gracias, Yurika, por todo.

—Mantente a salvo, Ouji —lo besó maternalmente en la cabeza —. Mantén a salvo al principito —entonces miró a Hwa Yeong a los ojos —. Mantenlos a ambos a salvo.

Hwa Yeong no necesitaba que se lo pidieran, pero asintió.

 

 

La mañana de su partida estuvo llena de más despedidas y abrazos.

Xiâo Diànxià estaba atado al pecho del príncipe, quien cabalgaría en caballo y Arrax volaría sobre ellos.

Pensé que dejaría a su cachorro aquí —Son ya estaba sobre su caballo, hablando a su tío junto a él.

Miura Hajime no se molestó en decir nada a tal tontería e instó a su caballo a avanzar unos pasos.

Mi hijo va a donde yo vaya —Diànxià se acomodó en su caballo.

¿Hablas yitense? —Son lo vio con desconcierto.

He estado viviendo en el imperio por más de un año, por supuesto que hablo yitense —el acento del príncipe todavía era un poco marcado, pero su pronunciación y sintaxis eran excelentes.

Antes de que Son pudiera decir otra tontería, Miura Hajime intervino.

¿Incluso al campo de batalla? —no fue necesario especificar a qué se refería.

Diànxià miró al principito por un instante y volvió a mirar a Miura Hajime a los ojos, asintió.

Incluso al campo de batalla.

Una madre dragón, de hecho —el beta no parecía asustado o reprobatorio como Yurika o la Abuela LeLe.

La Abuela, cansada de la discusión en círculos, se rindió y simplemente abarrotó a Diànxià de hierbas y ungüentos. Prometió orar todos los días por el niño tonto y su cachorro. Y cuando llegó la despedida, acarició el suave cabello plateado del principito, palmeó una mejilla de Diànxià, empujó un paquete con pastelitos de arroz en los brazos de Hwa Yeong y los sacó de su casa sin una palabra más.

Arrax rugió cerca de ellos en el suelo.

Tras la orden del príncipe, despegó.

Diànxià lo observó volar unos momentos, entonces besó a Xiâo Diànxià y avanzó.

 

Notes:

1. Este es el final de la parte uno, no volveremos a leer el punto de vista de Hwa Yeong... al menos no por un largo tiempo.

2. He dejado un hueco respecto a por qué el emperador no ha buscado a Lucerys, porque seamos honestos, nuestro chico lleva meses en el imperio y por grande que éste sea, meses es tiempo suficiente para que gente de la capital llegue hasta él.
Este tema se tocará en la segunda parte, pero les advierto que no es nada fancy. Para ser sinceros, se me olvidó tratar ese detalle en este capítulo, pero cuando me di cuenta no había forma de hacerlo encajar sin que se viera forzado.

3. Gaijin, significa "extranjero" en japonés; lo usan más en una connotación negativa, insultante.

4. Según las series chinas que he visto, en la antigüedad ya tenían títulos como duque, marqués, conde, etc. o sus equivalentes. No los escribo en algún idioma asiático porque algunos salen como galimatías, además cometería muchos errores de dedos y la edición sería tediosa.

5. Los cascos de los soldados son estos:
https://www.pinterest.com.mx/pin/682576887292856393/

No leo coreano, pero parece lógico que los soldados de menor rango usen cascos.
Los uniformes militares serán a la moda antigua coreana.

Ah, muero por mostrarles cómo es el uniforme de los soldados que jurarán a Lucerys. Tendrán sus sombreros con plumitas jajaja

5.2. Los rangos militares y los títulos nobiliarios serán como en la actualidad para no complicarnos.

6. Este es el mapa del Imperio Yi Ti:
https://imgur.com/YUu1RaI

*Ciudad Bazar es Trader Town.
*El pueblo sin nombre está entre Trader Town y Si Jho, al este, entre el Camino de Arena y la frontera.
*Yin es la capital del Imperio, está al sur, pegada a la costa.

7. Está retrasado, pero: ¡Feliz Día de Reyes!
Mi regalo para ustedes es actualización doble, así que vayan a leer el siguiente capítulo (un interludio).

¡Gracias por comentar!

¡Gracias por leer!

Chapter 6: Interludio: Viserys I Targaryen

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Viserys era un hombre débil e inútil.

Y un rey mucho peor.

Estaba perfectamente consciente de eso.

Más que el dolor en su cuerpo, el dolor que lo consumía era el que la vergüenza traía consigo.

Vergüenza por sí mismo por no ser más fuerte, más decisivo.

Vergüenza por no cuidar y proteger a su Casa, a su familia, como debía.

Empezó con su deseo por un heredero varón, llevando a su Aemma a una vida de sufrimiento y dolor constante… a su muerte.

Haciendo sentir inadecuada a su hija, su preciosa Rhaenyra, y luego quitándole a su única compañera. Entonces le quitó la seguridad de su herencia al tener hijos, los varones que tanto había deseado, que ponían en duda su derecho legítimo ante los ojos del resto del reino.

Obligó a su hija a un matrimonio que no deseaba, uno que durante muchos años pensó era feliz y amoroso por el respeto que Rhaenyra y Laenor compartían, por los nietos que le dieron. La alejó de quien su corazón realmente anhelaba.

Y mientras tanto, Viserys desatendía a sus otros hijos. Él los amaba, pero no eran los hijos de Aemma. Tampoco podía permitirse ser cariñoso con ellos, no fuera a ser que los señores malinterpretaran cualquier favorecimiento y eso agrandara la disidencia contra Rhaenyra.

Pero no sirvió de mucho, ¿verdad?

Sólo creó una brecha insalvable entre él y los hijos de Alicent.

Ah, Alicent.

Qué tonto había sido Viserys al llevar la compañía de esa niña demasiado lejos, qué vergüenza al caer en la cama con ella cuando el aroma de su Aemma todavía permanecía en su almohada. No podía permitir que la hija de Otto fuera deshonrada, que esa pobre chica sufriera la vergüenza de ser vilipendiada como la amante del rey.

Esa chica tímida a la que hizo su esposa, a la que hizo reina, se convirtió en alguien irreconocible para él. Una mujer piadosa en constante pie de guerra, una mujer que crió a sus hijos como ándalos y no como valyrios, una mujer que había perdido todo cariño por Rhaenyra y que nunca cultivó ninguno por los nietos de Viserys.

Viserys Targaryen estaba postrado en cama, inconsciente la mayoría del tiempo, pero le llegaban susurros. Y cuando no tenía nada qué hacer, pensaba y se daba cuenta de cosas.

Su Rhaenyra, llamada puta e inadecuada para el trono.

Sus nietos mayores, tildados de bastardos.

Aegon, un borracho y prostituto.

Su Helaena, la dulce princesa loca.

Aemond, un hábil espadachín, bien letrado, pero siempre enojado.

Su hermano, Daemon con su siempre terrible y temible reputación.

Otto, dirigiendo el reino y sentándose en el trono como si fuera el rey.

Y Alicent, siempre preocupada, siempre devota y siempre exigente, seguida por Criston Cole, siempre a la disposición de su padre.

Viserys lo había permitido todo, demasiado cansado para interferir, demasiado confiado en que nada iría más allá de las palabras, que todo acabaría, que todo cambiaría, cuando Rhaenyra fuera reina.

Estúpido, estúpido Viserys.

Débil, débil e inútil.

Tuvo que perder a otro miembro de su familia, a Lucerys, ese dulce niño que se parecía tanto a Aemma, para darse cuenta de lo que su inacción deliberada le estaba costando a su Casa.

Después de la audiencia sin sentido en que Vaemond Velaryon perdió la cabeza, Lucerys había regresado a Desembarco del Rey varias veces. Durante meses hizo el viaje desde Dragonstone para pasar tiempo con Helaena y sus mellizos, así como con Viserys.

Calentaba el corazón de Viserys ver a su nieto llevarse bien con Helaena, ver cómo él encantaba sin esfuerzo a todos en la fortaleza, cómo era correcto y educado con Alicent y Otto, con Aegon y Aemond, pese a las desafortunadas acciones de su infancia. Ver a Lucerys hacer todo lo posible por reparar los puentes que los dividían, con su yo dulce y pícaro, le recordaba a Aemma.

Ella siempre fue el pilar que mantenía a flote a su pequeña familia, el bálsamo para sus heridas. Amable, generosa y dulce, con una vena traviesa que podía rivalizar con Daemon y que fue perdiendo con cada embarazo.

Lucerys se parecía tanto a ella que Viserys no podía hacer nada excepto favorecerlo sobre todos los demás. Él y Rhaenyra eran los puntos más suaves en su corazón marchito. Y por ello esperaba cada visita de su nieto con gran emoción.

Nada lo hacía más feliz en su enfermedad que tener a Lucerys a su lado, contándole alguna travesura nueva.

En esas lunas que pronto se convirtieron en casi dos años, Viserys se dio cuenta que su nieto se enamoró. No era difícil de descubrir; los ojos brillantes, las mejillas sonrojadas, los suspiros y las sonrisas suaves lo delataban. Lucerys tampoco se avergonzaba de su sentir y no lo ocultaba, llevaba orgulloso el manto de un hombre enamorado. O una doncella ruborizada y enamorada, como Viserys había escuchado susurrar con risitas divertidas a las sirvientas que limpiaban su habitación.

Ah, la inocencia de la juventud, la dulzura del primero amor, había pensado Viserys con cariño.

Empezó a contar los días, esperando que su nieto le abriera esa parte de su corazón y le confiara quién era la dama o lord afortunado. Hasta esperó que Rhaenyra se acercara en nombre de Lucerys con una petición de cortejo o un compromiso; su primogénita era tan indulgente con sus propios hijos como Viserys era con ella. Incluso, con lo atrevido que Lucerys era a veces, pensó que su nieto se saltaría un paso e iría directamente a Viserys con su solicitud.

Lucerys hizo lo último y sorprendió a Viserys con la identidad de su amado.

Se trataba de Aemond.

Viserys sintió que estaba reviviendo el pasado.

Por favor, abuelo, no permitas que Aemond se case con otro, Lucerys había sollozado, aferrado a la mano de Viserys y arrodillado junto a su cama. Cancela el compromiso de Aemond con Bethany Hightower.

Alicent había acordado un compromiso entre Aemond y la nieta de Lord Hightower, la sobrina nieta de Otto. Viserys no había pensado mucho de eso, confiando en la palabra de Alicent de que sería un buen matrimonio y que Aemond ya estaba de acuerdo. Como un segundo hijo sin nada qué heredar, Aemond tendría un torreón en tierra Antigua —un regalo de bodas para Lady Bethany— y aplacaría a los Hightower ya que su sangre no se sentaría en el Trono de Hierro, fue su pensamiento.

Lo amo y él me ama, había continuado su nieto con desesperación. Hemos estado juntos por meses, ha sido bueno conmigo, un excelente alfa, y será un mejor esposo para mí. Por favor, Su Gracia, no permitas que nos separen. Él es todo lo que quiero y sé que él me quiere.

Entonces Viserys había mandado a llamar a Aemond y había tenido que ver cómo el corazón de su nieto se rompía por cada palabra que su hijo decía.

El amor es la muerte del deber, dicen muchos, pero ese no es mi caso, Aemond se mantuvo con la espalda recta y la barbilla levantada, mirando únicamente a Viserys. Cumpliré mi deber como un príncipe del reino y no actuaré contra los deseos de mi madre, no seré así de desvergonzado. No seré como…

¿Cómo quién? Viserys había querido preguntar, pero temió la respuesta, que intuía, de boca de su hijo.

Mis sentimientos son nada contra eso, entonces había mirado a Lucerys, cualquier cosa que sienta por ti no está por encima de mi deber, te lo he dicho, Lucerys. Tus lágrimas no me harán cambiar de opinión. Su Gracia, le pido que no cumpla el capricho de Lucerys. De lo contrario, temo que nos sentencie a un matrimonio cimentado en el rencor.

¿Y qué podía hacer Viserys, excepto escuchar por primera vez a su hijo? Él tampoco quería obligar matrimonios no deseados de nuevo en su familia. No quería saber de la inconformidad y el descontento, de los que sabía que Aegon y Helaena sufrían, en Lucerys y Aemond. No quería que Lucerys se marchitara por el resentimiento del hombre que amaba, ni que lo que Aemond sentía por Lucerys se contaminara oscuramente.

Aemond se fue con su compromiso intacto y la luz en los ojos de Lucerys se apagó.

Nadie se enteró de lo discutido en esa reunión.

No Alicent, no Otto, no Rhaenyra.

Mientras seguía languideciendo, Viserys se preguntaba qué estaba haciendo Lucerys para reparar su corazón roto. Su nieto no había puesto un pie en Desembarco del Rey desde ese terrible encuentro. Cuando preguntó a Alicent por Aemond, ella le respondió, con expresión de sorpresa, que su hijo seguía entrenando arduamente, que seguía ampliando sus conocimientos y que se estaba preparando para su futuro matrimonio.

Lady Bethany Hightower llegaría a la capital dentro de un par de meses para entrar al servicio de la reina y conocer adecuadamente a su prometido. Viserys nunca se sintió más agradecido por estar confinado en cama, en su estado no tendría que ver a la chica.

No supo cuántos días pasaron hasta que Lucerys regresó a su lado.

Su nieto le dio a tomar leche de amapola y, mientras Viserys sucumbía poco a poco a sus efectos, Lucerys lo sostuvo de la mano, tan gentil y cariñoso como siempre, y le habló.

Estoy esperando un bebé, abuelo, y es de Aemond, en el momento de silencio que siguió, Viserys luchó por abrir los ojos, pero lo único que logró fue un débil apretón en el agarre de Lucerys. Él no lo sabe. No se lo diré.

¿Por qué? Había pensado Viserys. Aemond no rechazará al bebé, no podría. Y yo no permitiré que te avergüence de esa manera.

Aemond es obediente, se hará responsable de sus acciones, de este bebé y de mí, hubo una risa amarga, hueca, Viserys nunca pensó que su dulce nieto pudiera sonar así. Pero yo no quiero eso, no quiero que Aemond esté conmigo, que se case conmigo, por deber. Soy un tonto, ¿no es así? Ahora puedo tenerlo, pero no lo quiero a menos que sea por amor. Deseo que su amor por mí sea más grande que todo lo demás. Realmente soy caprichoso y codicioso como él siempre me ha creído, primero tomé su ojo y ahora quiero todo de él.

Lucerys posó su frente contra la mano de Viserys.

Mis padres se enteraron y luego mis abuelos, me dieron tres opciones. Deshacerme del bebé; enviarlo lejos cuando nazca o casarme con Alyn de Hull y hacer pasar a mi bebé como suyo. ¿Cómo puedo aceptar cualquiera de esas opciones, abuelo? ¿Cómo pueden pedirme eso? Y Jace apenas soporta estar en mi presencia desde que lo supo. Sé que los decepcioné, pero pensé… No sé lo que pensé. Ciertamente no esto. Soy el tonto más grande de Westeros, hubo sollozos y el agarre de Lucerys se apretó. No saben que Aemond es el padre, no quiero que Daemon pida su cabeza o que lo obliguen a estar conmigo.

Viserys había deseado consolarlo, salirse de las garras de la leche de amapola y abrazar a su nieto. Deseó prometerle que encontrarían una solución, que todo estaría bien.

¿Con qué cara pueden exigirme algo? ¿Con qué derecho pueden Daemon y mi madre tomar decisiones sobre mi vida y la de mi bebé cuando ya tomaron por mí y mis hermanos la decisión más terrible de todas? Lucerys había alejado su frente y bajó sus manos unidas de regreso a la cama. Ellos hicieron la peor farsa de todas. Qué decepcionado estarías con mi madre si te enteraras, abuelo, pero no tengo el corazón para delatarla a ella ni a Daemon. No puedo hacerles eso a mis hermanitos.

¿Qué padre?

¿Qué farsa?

Lucerys había suspirado entrecortadamente y soltado su mano.

Ésta es la última vez que te veré, abuelo. No puedo quedarme, no hay lugar para mi bebé en Westeros y tampoco soporto ver a mis padres ni a mis abuelos sabiendo lo que sé, el colchón se hundió en un lado. Mi bebé y yo estaremos bien, Arrax nos mantendrá a salvo y encontraremos un nuevo lugar para llamar nuestro hogar. No te preocupes, nada malo nos ocurrirá, te lo prometo, sintió el cálido aliento de Lucerys en su mejilla. Y por favor, cuida de Aemond. Recuerda que tienes más hijos; eres fuerte, Su Gracia, y Aegon, Helaena y Aemond te necesitan. Nunca es tarde para demostrarles que los amas, entonces hubo un beso tembloroso en su sien y una despedida en alto valyrio. Te amo, abuelo. Adiós.

Viserys había deseado hablar, moverse, pero sólo pudo derramar lágrimas silenciosas mientras caía en la inconsciencia del sueño.

Cuando despertó, inseguro si se había tratado de un sueño o la realidad, Viserys preguntó por la última visita de Lucerys. Su corazón se hundió cuando Ser Harrold le informó que su nieto había estado con él esa mañana. Llamó por Aemond y prácticamente le rogó que volara a Dragonstone para comprobar que Lucerys estuviera ahí.

Su hijo había sido reacio, pero cuando Viserys le dijo que Lucerys se había despedido con la intención de abandonar Westeros, Aemond había salido corriendo de la habitación.

Alicent había llegado, entonces, con palabras duras pidiéndole una explicación por enviar a su hijo a Dragonstone tan tarde en la noche. Viserys la había enviado a su habitación de inmediato.

Cuando Aemond regresó a la tarde siguiente, con el rostro golpeado y un labio reventado, Viserys no necesitó preguntar ni escuchar. La inquietud y la desesperación en su ojo fueron suficientes para que Viserys se derrumbara.

Pasaron lunas de búsqueda, cada jinete de dragón fue enviado a cada rincón de los Siete Reinos y al otro lado del Mar Estrecho. Barcos Velaryon navegaban de un lado otro y todas las Casas de Westeros ofrecieron hombres para buscar al Príncipe Lucerys Velaryon.

Nadie lograba encontrar a Lucerys.

Los hombres desplegados en Essos tampoco tenían información.

Rhaenyra, Daemon y sus hijos regresaron a Desembarco del Rey, deseando estar en el lugar que era el centro de información en la búsqueda de Lucerys.

Viserys deseaba preguntarle a su hija y a su hermano sobre la farsa que mencionó Lucerys, pero no estaba seguro de querer saber la respuesta, ¿resistiría saber que su nieto encontró una verdad tan terrible?

—Madre lo sabe —Aemond se paró junto a su cama e ignoró el pequeño brinco que Viserys dio por la aparición repentina.

Tan sumido había estado en sus pensamiento que no se dio cuenta que su hijo entró.

—Estaba destinada a enterarse en algún momento —dijo Viserys, haciendo una mueca por el dolor en su cuerpo.

Desde que Lucerys se fue, decidió consumir leche de amapola lo menos posible. No quería ignorar nada más.

—Dijo cosas horribles de Lucerys y compadeció a Lady Bethany. También me llamó deshonroso a la vez que seguía acusando a Lucerys de embrujarme y obligarme a avergonzar a Lady Bethany de esta manera y romper mi promesa para con ella —Aemond miró hacia el modelo de Valyria —. Mi madre no sabe que a quien verdaderamente avergoncé fue a Lucerys, que la promesa que rompí fue la que hice a él. Ella me vio como si le acabara de romper el corazón, pero no sabe que rompí el corazón de Lucerys por ser su hijo obediente.

Viserys no ofreció consuelo, Aemond no lo aceptaría de él, así que lo cuidaría —como Lucerys le hizo prometer— de la única manera posible.

—Aemond, ¿ahora me dejarás cancelar tu compromiso con Lady Bethany? —hizo la pregunta que había estado en la punta de su lengua durante todas esos meses sin Lucerys.

Su hijo lo miró a los ojos.

Viserys había perdido el olfato muchos años atrás, pero pensó que en este instante el aroma de Aemond debía ser de llamas ardientes. Por el fuego que ardía en su ojo amatista, Viserys estaba seguro que su hijo olía a dragón.

—Todo lo que me queda ahora es el deber y ese deber es encontrar a Lucerys y a mi hijo.

Oh, Lucerys, pensó, lamento que las cosas sean así. Tenemos que perder a los que amamos para darnos cuenta de lo mucho que significaban para nosotros. Lo aprendí cuando llevé a Aemma a su muerte y ahora mi hijo tonto lo aprendió en detrimento tuyo.

 

Notes:

1. Así que, ¿Aemond fue malo, pero no tan malo como pensaron?

Sin embargo, leímos lo que Viserys vio y escuchó de primera mano, todavía no sabemos qué hablaron Aemond y Lucerys cuando estaban solos.

2. ¿Vissy realmente será proactivo y hará algo correcto para que esa familia suya no se mate? Difícil saber.

3.La parte dos, que comenzará en el siguiente capítulo, será narrada por nuestro Lucerito. Tendremos las respuestas finales y mucho más.

Lucerys con Aurane, en la espalda de Arrax, yendo a la batalla en su propia versión de lo que Frigga hizo con Thor, estoy viviendo para llegar a escribir eso.

4. Tristemente, las actualizaciones serán más espaciadas desde ahora. Debo concentrarme en mi tesis, tengo otros fics para actualizar y una historia original para terminar, además de la otra parte de la vida real. ¡Si tan sólo me pagaran por leer y escribir fanfics!

¡Gracias por comentar!

¡Gracias por leer!

Pd. Por favor, sigan ignorando cualquier error en la escritura, por más que lo reviso siempre dejo algo.

Chapter 7: Segunda parte: Príncipe Extranjero I

Notes:

A partir de aquí el idioma en que los personajes hablarán será yitense, a menos que en el texto se especifique el cambio de idioma.

Los diálogos en cursiva son para alto valyrio.
Los diálogos en negrita y cursiva significa que hablan en lengua común.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Cada vez que Lucerys veía a Aurane no podía creer que algo tan hermoso salió de él. Cuando lo tenía en sus brazos comprendía el amor sobre el que su madre siempre hablaba y mostraba por Lucerys y sus hermanos. Lucerys nunca pensó que se podía amar tan completamente a alguien, mucho menos que también se sentiría extrañamente vulnerable. Era como si llevara su corazón fuera de su cuerpo.

Sin embargo, todo ese amor y toda esa maravilla también dolían.

Dolían porque Alyssa no estaba ahí.

Lucerys también la amaba, cada pedacito de amor que sentía por Aurane, lo sentía por su preciosa niña, pero la tristeza por su pérdida no desaparecía. La sentía cada día y era inconmensurable.

Y era culpa de Lucerys.

Si él no hubiera huido de Westeros, si no hubiera sido tan descuidado, si no hubiera estado tan concentrado en su propio dolor, si hubiera sido más fuerte, si hubiera sido más inteligente, si hubiera…

Un toque en su mejilla lo sacó de sus pensamientos flagelantes.

— ¡Pa! ¡Pa! —su hijo lo miró con grandes ojos amatistas.

El color de Aemond.

Lo siento, estrella de mar, aquí tienes —dijo en alto valyrio a su bebé mientras le daba una cucharada más de congee.

Lucerys había adoptado la costumbre de hablar en alto valyrio a Aurane, considerando que estaba rodeado de yitense por todas partes. Además, siendo los únicos dragones en esta parte del mundo, Lucerys quería mantener viva su lengua materna y que Aurane conociera una parte de su herencia. Era algo que compartían él, Aurane y Arrax. Era algo pequeño, pero lo reconfortaba.

Siempre tan sentimental, mi Lord Strong.

Desterró rápidamente de su mente el recuerdo de las palabras y la voz de Aemond. Había mejorado, poco a poco, en mantener sus pensamientos y emociones lejos de su tío.

Te amo, Aurane —susurró cuando lo besó en sus rizos y respiró su dulce aroma.

Miró hacia la puerta corrediza –no dejaba de ser una novedad para él la arquitectura yitense, sobre todo que la mayoría de las paredes y puertas internas estaban hechas sólo de madera y papel– y sonrió con exasperación cariñosa a la sombra del viejo Yeong.

La primera persona que conoció en Yi Ti.

Su protector y su amigo.

Lucerys se consideraba muy afortunado de contar con Hwa Yeong.

Se alegraba de haber confiado en él, algo que admitía fue muy arriesgado y tonto de su parte. Casi podía escuchar a Jace regañándolo por ser tan confiado y estúpido. Sin embargo, esta vez Lucerys no se había equivocado.

El viejo Yeong era un alfa, era años mayor, era un extraño y Lucerys lo había aceptado a su lado; no se había sentido tan en paz en compañía de alguien en mucho tiempo.

Aemond era un alfa, era mayor, Lucerys pensó que lo conocía mejor que a sí mismo, se esforzó por estar a su lado, rogó por quedárselo y sólo se quemó.

Pero había una gran diferencia entre ambos.

Por el viejo Yeong sólo sentía cariño inocente; era su amigo, su protector y su maestro.

Por Aemond, una vez sintió un amor tan estremecedor que sentía le dificultaba la respiración. Una vez pensó que estaban destinados a arder juntos, como su madre y Daemon. Pensó que su amor sería material de canciones, que se convertiría en historias que Lucerys contaría a sus nietos con orgullo y felicidad.

Qué ingenuo había sido, qué tonto.

Una vez pensó que moriría con su amor por Aemond, intacto, que cerraría los ojos con tranquilidad, una sonrisa y el nombre de su amado tío en sus labios.

Que amaría para siempre a Aemond.

Tal vez una parte de Lucerys lo amaría siempre, pero ese amor ya no sería… ya no era el mismo. Ya estaba manchado, ¿cómo no serlo cuando había sido escupido y pisoteado?

¿Y todo por qué? ¿Por deber?

Lucerys habría podido aceptar eso, se habría resignado a la larga, y había comenzado a hacerlo después de rogar a su abuelo, después de ser humillado una vez más por Aemond. Pero entonces Aemond tenía que ser cruel, ¿verdad? Cuando fue a despedirse de su abuelo y de Helaena, cuando se encontró a Aemond en Pozo Dragón, cuando su tío tuvo que enterrar más la daga y hablar de deudas cobradas.

¿Realmente había sido sólo eso para Aemond? ¿Una cobranza? ¿Una venganza?

¿Qué fue? ¿Deber o revancha?

¿Importaba?

A final de cuentas, Aemond lo había rechazado.

A final de cuentas, Lucerys tenía el corazón roto.

Y a final de cuentas, Lucerys pagó un precio por todo.

Perdió a su familia, perdió su casa y perdió a su hija.

Y Alyssa perdió su vida, así como Aurane perdió a su hermana y a su padre.

Y ahora Lucerys estaba solo con su hijo y su dragón, tratando de construir una nueva vida en tierra desconocida.

—Viejo Yeong —llamó y su protector se asomó de inmediato —. Entra aquí y come, hay suficiente para una familia en esta mesa.

Los sirvientes habían servido una cantidad de platillos demasiado grande para Lucerys. En su pueblito sin nombre aprendió que era normal servir varios platos pequeños de diversas comidas para acompañar con un tazón de arroz, todo lo que fue muy modesto y humilde durante su estadía. Y ahora, en la mansión del marqués Miura, era como si hubieran servido un banquete completo para una sola persona.

Entendía que en casas adineradas o nobles, los manjares y la cantidad aumentaban, pero lo que Lucerys tenía enfrente era un desperdicio. El tiempo que pasó privado de comida, así como su tiempo con la Abuela LeLe y Yurika, lo hizo apreciar más los alimentos, algo que siempre había dado por sentado.

Sin embargo, era bastante obvio que el marqués sólo hacía alarde de su riqueza y también quería impresionar a Lucerys. El marqués había dado un recorrido a Lucerys por su mansión nada más llegar y se había pavoneado sin descanso.

—Ya he roto mi ayuno, Alteza.

Lucerys entrecerró los ojos.

— ¿En qué momento? ¿Me vas a decir que dejaste sin vigilancia mi habitación para ir a comer? ¿Tú, que montas guardia incluso cuando estamos con Arrax y que no ha dormido más de dos horas seguidas desde que dejamos el pueblo?

—Puedo comer de pie mientras vigilo —Hwa Yeong ni siquiera parpadeó.

—Mentira —acusó Lucerys.

—Nunca te mentiría, Alteza —juró tan serio y terco como siempre —. Sabes que me gustan los onigiri y puedo comerlos con una mano mientras empuño mi espada con la otra.

Decidió darle el beneficio de la duda.

—Todavía quiero que comas con nosotros —insistió —. Los onigiri no son una comida completa y hay demasiados platillos aquí.

—No tienes que comerte todo.

Nadie esperaba que Lucerys terminara todo lo que le sirvieran y, aunque sólo tenía dos días de conocerlo, parecía que el marqués prefería con creces que hubiera sobras. Disfrutaba del derroche, sin duda.

—Entonces ayúdame. ¿Me vas a hacer rogar, viejo Yeong? —tomó una de las manitas de Aurane y saludó al hombre —. ¿Rechazas la petición de tus príncipes?

Hwa Yeong entró, cerró la puerta y se sentó al otro lado de la mesa.

—Eres hábil en la manipulación, Alteza —tomó unos palillos y comenzó a servirse —. No es la primera vez que lo pienso —su rostro se suavizó más cuando Aurane comenzó a balbucearle.

—Prometo usar mis habilidades sólo para el bien —tomó un trago de té y limpió la boca de su bebé.

—Lo dices como si fueras capaz de hacer el mal.

Lucerys hizo una mueca.

La prueba de que era capaz de eso estaba en el rostro de Aemond.

—No sabes todas las cosas que he hecho, viejo, te decepcionará saber que soy muy capaz de lastimar a otros.

Hwa Yeong lo observó por un momento en silencio.

— ¿Y tu intención fue lastimarlos? ¿Ese daño fue a propósito? ¿Deseabas hacerlo?

La negativa de Lucerys fue inmediata.

—Nunca quise herirlo —abrazó fuerte a Aurane.

Su protector no ahondó en eso y sólo asintió.

—Eso no significa nada, todavía lo lastimé, todavía sufre por eso y nunca me perdonará —sus ojos picaban con el indicio de lágrimas.

—Significa mucho y, tienes razón, también significa nada —Yeong dejó los palillos en la mesa —. Lo primero porque no fue tu intención, no disfrutaste causar daño y fuera lo que sea que hiciste, no nació de la maldad. Lo segundo, porque intencional o no, esa persona todavía fue lastimada; a esa persona puede importarle o no la razón detrás de tu acción, la verdad es que todavía lo hiciste y pagó el precio.

—Yo también pagué el precio —susurró.

—Todos pagamos un precio por nuestras acciones, sean intencionales o no, sean buenas o malas, sea por mano de otros o por los Cielos.

Lucerys había comprobado la veracidad de esas palabras.

No dijeron nada más por un tiempo, los balbuceos de Aurane eran el único sonido mientras continuaban comiendo.

— ¿Has lastimado a otros, viejo Yeong? —se atrevió a preguntar.

—Sí y también he pagado por ello —su expresión era tranquila, parecía que ya estaba en paz con lo sucedido —. Un día te lo contaré todo, Alteza, pero no por un tiempo más, todavía no quiero que te decepciones de mí.

—No tienes que contarme nada, no me lo debes y no me concierne —se apresuró a decir —. Y no creo que puedas decepcionarme, todo lo que importa es quién eres ahora.

Recibió una sonrisa indulgente por sus palabras. Había sido receptor de muchas sonrisas así por parte de su madre. Su madre, quien, de hecho, lo decepcionó. Y Lucerys la había decepcionado a cambio.

Reciprocidad.

Deudas sin ser llamadas como tales, hechas y cobradas sin el conocimiento de ambas partes.

—Te lo contaré, prefiero que lo sepas por mí que por otras personas.

Lucerys frunció el ceño —. ¿Personas que quieren hacerte daño?

—No precisamente. No soy importante como para que alguien quiera perjudicarme ahora.

Pero lo fue una vez, ¿no? Cuando fue un general del imperio, tal vez.

— ¿Entonces también me contarás sobre el daño que te hicieron?

— ¿Por qué estás tan seguro que fui lastimado? —su sonrisa era pequeña y divertida.

Lo dijo como si una persona como Hwa Yeong fuera inmune a la malicia de otros.

A veces las personas más habilidosas, las más controladas y las más capaces, eran las más lastimadas.

¿Y no toda persona en el mundo debía dañar y ser dañada a cambio? Era algo que Lucerys estaba aprendiendo, tal vez lo había aprendido inconscientemente desde que era un niño.

Cuando le cortó un ojo a Aemond.

Cuando madre y Daemon conspiraron, cuando buscaron su propia felicidad y causaron un daño insospechado a él y a sus hermanos.

— ¿Pagaron por lastimarte? —preguntó, dejando que Aurane jugara con sus dedos tras terminar de comer.

—Te lo contaré un día, Alteza —una vez más la respuesta fue tranquila.

Lucerys se preguntó si lograría hacer las paces con su propia situación, se preguntó cuánto tardaría en lograrlo.

Y la parte más oscura de él se preguntó si el daño que le hicieron también sería pagado.

(Eran Targaryen, de sangre o de nombre, y tal vez estaban dañados desde antes de nacer. Tal vez tenían deudas a pagar o cobrar desde del útero. O tal vez, simplemente, estaban destinados a ser daños colaterales por las acciones de otros.)

 

 

Lucerys y Hwa Yeong estaban con Arrax justo afuera de la entrada a Ciudad Bazar, acababan de dar un vuelo corto con su dragón y ahora estaban esperando a que las personas que los escoltarían a Si Jog se reunieran con ellos.

Cabalgaría una vez más, razón por la que había tomado los cielos con Arrax antes de ello. Podía volar hasta la próxima ciudad, pero sentía que era más correcto cabalgar como los demás, sobre todo porque así podía fomentar confianza en ambas direcciones.

Además, el barón Amamiya viajaría también y Lucerys quería conocer al tío abuelo de Yurika.

Se presentaron el primer día que llegaron a Ciudad Bazar, el barón había sido parte del grupo de nobles que lo habían recibido junto con el marqués. Fue un poco desconcertante ser recibido con fanfarria, considerando que Lucerys estaba ahí para ayudar en los esfuerzos de batalla, no como un enviado diplomático.

Miura Hajime pareció pensar lo mismo ya que suspiró pesadamente cuando su hermano apareció vistiendo con extravagancia y los instó a entrar para el festín de bienvenida. El marqués había querido seguir con las festividades, pero Miura Hajime le recordó la razón por la que el jinete de dragón estaba ahí.

El marqués Miura parecía existir fuera de la realidad.

¿No estaba su familia materna en peligro en Si Jog?

Después de un par de conversaciones logísticas, se decidió que Lucerys y compañía partirían dos días después, llevando consigo provisiones para los soldados que ya estaban apostados fuera de Si Jog.

El barón Amamiya iría también, era un veterano de guerra, un alfa anciano muy serio que prefería ir directo hacia su muerte en el campo de batalla que esperar a morir en su cama. Fueron exactamente sus palabras cuando el sargento Son hizo uno de sus comentarios impertinentes. Miura Hajime también los acompañaría, él al menos mostraba preocupación y estaba muy invertido en ayudar no sólo a su familia, sino a todos los ciudadanos de Si Jog. No era un guerrero, pero era quien se encargaba de coordinar la comida y las armas que se necesitaban en el campamento. Era lo que había estado haciendo desde la toma de la ciudad, cuando viajó como parte de la primera llamada de socorro; cargo que tuvo que dejar temporalmente para buscar a Lucerys cuando el marqués se lo pidió tras la incompetencia de su sobrino compartido.

Sobrino que también se unía.

—Buen día, príncipe Lucerys —saludó el barón cuando llegó —. Buen día, príncipe Aurane.

El saludo serio a su bebé hizo sonreír a Lucerys.

Después de hacer lo mismo con Hwa Yeong y lanzarle una mirada uniforme a Arrax, el barón presentó a su acompañante.

—Ésta es la esposa de mi hija, Enkhtuya.

Su nuera era una mujer Jogos Nhai y, por su olor, una alfa, además.

—Presento mi respeto al príncipe Lucerys —hizo la reverencia apropiada y lo miró firmemente.

Ella tenía tez morena y cetrina, su cabeza era puntiaguda y calva, su cara era pequeña y sus ojos muy oscuros. Vestía túnicas sencillas, pero su calidad parecía tan buena como las que el barón usaba.

¿Cómo una mujer de los Jogos Nhai se convirtió en la nuera de un noble de Yi Ti?

Lucerys respondió la cortesía, como el viejo Yeong le enseñó, y dijo —: Encantado de conocerla, dama Enkhtuya.

Esperaba no haber destrozado su nombre.

—La formalidad es innecesaria. Enkhtuya es suficiente, príncipe Lucerys.

Aceptó y presentó a Aurane y al viejo Yeong a cambio.

—Es un bebé muy hermoso —comentó Enkhtuya con ojos amables.

Era tan seria como el barón, pero como él, su amabilidad estaba en su mirada y su voz no era autoritaria, aunque eso seguramente surgió por el pasado militar de su suegro.

—Lo es, ¿no es así? —dijo con amor.

Contrario a las reacciones que habían tenido muchas de las personas que conoció a su llegada, ella no mostró desconcierto o incredulidad por las diferencias entre Lucerys y su bebé. Para no ser grosero y evitar especulaciones, había tenido que aclarar un par de veces que Aurane se parecía a su abuelo.

Lo que no era una mentira.

Había más de Aemond que de Lucerys en el rostro de Aurane, pero a primera vista lucía completamente Velaryon.

—Di hola, estrella de mar —instó y todos fueron agraciados con una maravillosa risita musical.

Aurane era un bebé feliz y Lucerys daba gracias a las Catorce Llamas por ello.

—Y, por supuesto, él es Arrax —señaló con una sonrisa a su chico travieso.

Arrax sacudió su cuerpo e hizo un sonido bajo en su garganta, estaban lo suficientemente lejos de él para que esos movimientos no se sintieran como una amenaza y, afortunadamente, el barón y Enkhtuya no reaccionaron negativamente.

No se podía decir lo mismo del marqués y su comitiva, quienes lanzaron miradas asustadas mientras salían por las grandes puertas de madera de la ciudad y se acercaban a donde Lucerys y compañía esperaban.

Miura Hajime esperó a que su hermano bajara de su carruaje y después ambos caminaron hacia Lucerys, seguidos del sargento Son, quien no dejaba de ver con miedo mal disimulado a Arrax.

El marqués tenía una expresión fascinada y seguramente deseaba acercarse más e incluso tocar a Arrax, pero Lucerys no le concedería ese deseo. Había decidido no ser tan amigable, no quería dar la impresión equivocada y que pensaran que era suave e indulgente.

Y Lucerys lo era, inconvenientemente así, pero estaba en tierra extranjera por su cuenta. Tenía que proteger a su bebé y a sí mismo, aquí no tenía a su madre para esconderse en sus faldas ni a Daemon para que cortara a los que representaban algún peligro. Lucerys tenía que pelear sus propias batallas y debía ser cauteloso.

Mientras el marqués hablaba sobre buena fortuna, valentía y recompensas, Lucerys observó cómo varios carretones repletos de comida se alineaban con los carretones que el barón también aportó. Varios guardias tomaron sus lugares para proteger los bienes preciosos, se trataba de un grupo pequeño ya que no podían dejar Ciudad Bazar indefensa.

—Con el príncipe dragón a nuestro favor, la victoria está asegurada —la mirada y la sonrisa estaban dirigidas a Lucerys —. ¡Un grandioso banquete los esperará a su regreso triunfal! —exclamó el marqués cuando llegó el momento de partir.

La victoria era la única opción, Lucerys no podía darse el lujo de fracasar.

Él se había comprometido en esta causa y, además de un sincero deseo de ayudar, necesitaba cosechar beneficios.

Asintió con gracia hacia al marqués y miró a Arrax tomar vuelo.

Su corazón latía fuertemente.

Aurane aplaudió cuando el caballo comenzó el trote.

Lucerys apretó las riendas y, no por primera vez, pensó que esperaba no haberse equivocado con esta decisión.

 

Notes:

¡Y comenzamos una nueva parte del viaje de Lucerys!

1. Vienen varios personajes nuevos e importantes, el futuro esposo de Lucerys se acerca rápidamente.

2. Luché un poco con este capítulo, espero que no pareciera demasiado forzado. Como que Lucerys quería despotricar todo de una vez y él es muy emocional e introspectivo, pero insistí en ir más despacio y no revelar todo tan claro.
Pero como yo mismo no soy muy buena guardando secretos ni soy tan paciente, creo que terminamos revelando mucho en el subtexto.
Bueno.

3. Aunque técnicamente están hablando en yitense, todavía escribiré algunas palabras en "ese idioma".
*congee, gachas de arroz (platillo chino).
*onigiri, bolas de arroz rellenas (platillo japonés).

4. Como regalo especial les traigo a nuestro Aurane. Todavía falta para llegar a esas etapas, pero así es como crecerá. (Ya saben, visualícenlo con cabello y ojos Targaryen).
Aurane adolescente: https://www.pinterest.com.mx/pin/862157922435517309/
https://www.pinterest.com.mx/pin/862157922435517294/

Aurane adulto: https://www.pinterest.com.mx/pin/862157922435517885/
https://www.pinterest.com.mx/pin/862157922435517859/

Me esforcé por encontrarlos lo más parecido posible a Lucemond, me basé principalmente en la forma de los ojos de Luke. Según mis delirios no erré demasiado. Usé estas imágenes de Luke y Aemond como referencia (por si quieren hacer su propia comparación).

https://www.pinterest.com.mx/pin/2462974789023032/
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Creo que es todo por ahora.

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 8: Segunda parte: Príncipe extranjero II

Notes:

Los diálogos en cursiva son para alto valyrio.
Los diálogos en negrita y cursiva significa que hablan en lengua común.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Lucerys no tenía conocimiento de batallas o estrategias, pero cuando llegaron a las afueras de Si Jog entendió por qué les estaba resultando tan difícil recuperar la ciudad. Si Jog estaba dividida en cuatro estructuras circulares muy altas, por su anchura estaban lejos de ser torres. Hwa Yeong le explicó que podían considerarse fortalezas ya que estaban formadas por gruesos muros de tierra reforzados con piedra y hierro, al menos mil hombres adultos tenían que tomarse de las manos con los brazos estirados para rodear cada una de las dos estructuras más grandes, ochocientos para la tercera y quinientos para la última; tenían cinco pisos de alto, por dentro había casas en las plantas superiores y bodegas en el primer piso que rodeaban un patio común destechado.

Miura Hajime las llamó tuluos, que significaba edificios de tierra en yitense. Cada tuluo podía albergar de cincuenta a más de cien familias según su tamaño. Los líderes de Si Jog eran los condes Noh, la condesa actual era la tía del marqués Miura, quien actualmente estaba retenida dentro por los Jogos Nhai junto con su familia y sus ciudadanos.

Si Jog, que estaba muy cerca de la frontera con las llanuras de los nómadas, estaba rodeada de pasto verde vibrante. No había árboles, sólo tierra y hierba alta, no había flores por lo que el color que destacaba desde lejos era el rojo vibrante de la madera que cubría el techo, las puertas grandes y los marcos de las ventanas. Fue un poco desconcertante para Lucerys ya que fue como si sólo hubiera dado un paso entre el paisaje árido en el que vivió todas esas lunas y un paisaje, si no más colorido, sí más vivo.

Las fortalezas que debían haberlos mantenido protegidos se convirtieron en las celdas donde estaban retenidos. Los nómadas habían atacado a pleno día, cuando las puertas estaban abiertas por completo y la gente se ocupaba de sus tareas; no habían dado cuartel a los guardias que protegían Si Jog y lograron colarse hasta que se apoderaron por completo de cada uno de los tuluos. Ahora los Jogos Nhai estaban apostados dentro, impidiendo que alguien entrara o saliera.

Era una acción extraña, normalmente saqueaban todo lo que pudieran y robaban omegas antes de retirarse de nuevo a sus llanuras, pero esta vez parecían querer conquistar completamente la ciudad. Al parecer estaban regresando a sus tendencias de apoderarse de territorio como hacían en la época de la Dinastía Lo, algo que habían reducido desde que los emperadores de la Dinastía Bu ejercieron un control más riguroso en sus fronteras.

Lucerys se preguntó cómo podrían él y Arrax ayudar.

No podían atacar con fuego por el riesgo a quemar también a los ciudadanos de Si Jog. ¿Arrax podría ejercer el miedo y la amenaza suficiente para que se rindieran?

El coronel He Xi parecía tener las mismas dudas que Lucerys porque cuando les dieron la bienvenida en el campamento, el hombre, que tenía alrededor de la misma edad que el viejo Yeong, lo miró de una manera para nada impresionada. Arrax tampoco provocó ninguna reacción en el coronel que no fuera una mirada dura y un ceño fruncido que eran permanentes en su rostro.

Cuando se presentaron, el coronel le dirigió el mínimo asentimiento de cabeza mientras saludó con la formalidad esperada a Miura Hajime y al barón Amamiya. El viejo Yeong se había molestado por eso, aunque no lo expresó; como Lucerys, su protector estaba consciente que no todos los yitenses tenían a Lucerys en buena consideración sin importar que fuera realeza de otro reino. Para muchos, él era sólo un extranjero.

La actitud del hombre no había molestado particularmente a Lucerys, pero sí encontró desagradable el desdén sin adulterar con que reaccionó a la presencia de Enkhtuya. Al menos el coronel no era un idiota de lengua suelta como el sargento Son.

—Un hombre amargado —había comentado el barón más tarde, cuando terminaron de establecer sus carpas en el sector que les concedieron.

Miura Hajime había propuesto que Lucerys se estableciera cerca de la carpa de mando, en el centro del campamento, pero lo había rechazado ya que decidió ubicarse en un lugar donde se le facilitara llegar a Arrax. El barón se estaba tomando en serio el pedido de Yurika pues no dudó en estar de acuerdo con él y ordenar a sus hombres que armaran sus carpas donde Lucerys indicara. Así, se instalaron en uno de los extremos del campamento de manera que Arrax sólo tenía que estirar el cuello para meter su cabeza en la carpa de Lucerys.

Ya que Lucerys era un omega y era impropio compartir su vivienda con alfas desvinculados, sin importar que se tratara de amigos o protectores, dormiría sólo con la compañía de Aurane y de un par de sirvientas beta que el barón Amamiya ordenó sirvieran a Lucerys.

Le había agradecido adecuada y sinceramente al anciano por sus consideraciones. Más que la comodidad de ser atendido, Lucerys estaba aliviado porque Aurane no tendría que sufrir mayores dificultades. Era incapaz de dejarlo fuera de su vista por mucho tiempo, pero mientras estuvieran dentro de la carpa habría un par de ojos más para estar atentos a las necesidades de su cachorro.

— ¿Tiene razones para ser así? —Lucerys no se contuvo de preguntar.

—Las tiene, pero no buenas —fue Enkhtuya quien contestó.

—Nuera —reprendió el barón mientras tomaba asiento frente a la mesa donde acababan de servirles comida.

— ¿No te he escuchado todos estos años criticar al coronel, padre? —la expresión de Enkhtuya no cambió, pero una suave diversión se filtró en su voz.

El barón sólo carraspeó y tomó su taza de té, mirando a Aurane sentado en el regazo de Hwa Yeong, quien soportaba admirablemente los intentos del bebé por jalar su barba.

—Los He son una familia de militares de larga data, cuando el Primer Emperador Azul Celeste ascendió al Trono Dorado una de sus primeras ordenes fue fortalecer la protección de las fronteras del imperio —comenzó a relatar la mujer tras tomar asiento también —. Muchos hombres fueron enviados para servir como castigo, pero otros tomaron la decisión honorable de servir sin ningún tipo de orden imperial. El jefe de la familia He en esa época tomó la decisión de mudarse con toda su familia a la frontera norte para servir en tal campaña al emperador. He Hyun, el bisabuelo del coronel He Xi, es considera un ejemplo de honor y virtud por eso.

— ¿Cómo lo convierte eso en un hombre amargado? —Lucerys ni siquiera había levantado sus palillos por estar atento al relato de Enkhtuya.

Ella le sonrió.

Lucerys controló su sonrojo. ¿Acaso se estaba convirtiendo en uno de esos omegas chismosos que pululaban por la Corte en la Fortaleza Roja?

—El coronel no está complacido con su deber —continuó ella —. Piensa que él y su familia se desperdician aquí en la frontera. Desea la gloria de un campo de batalla donde pueda luchar por el emperador, no perseguir nómadas gritones.

—Él no se da cuenta que ya está luchando por el emperador al proteger sus tierras —el barón habló —. No se ha dado cuenta que el mayor honor es proteger a la gente del imperio ya sea que la misión sea grande o pequeña. Pese a su edad y rango, es un chico verde en varios sentidos.

—No hay gloria en el campo de batalla, no realmente —Hwa Yeong estaba sosteniendo un bollo para Aurane.

El barón asintió hacia él, aunque el viejo Yeong tenía la mirada fija en el bebé de Lucerys.

— ¿No puede retirarse de este servicio? —sentía que era una pregunta tonta, era consciente de que un soldado no podía simplemente abandonar las ordenes de su monarca —. ¿No puede apelar al emperador?

Ninguno de sus acompañantes reaccionó a sus preguntas como si fueran estúpidas. Ellos le tenían mucha paciencia.

—Puede, pero sería deshonroso y una traición a los ideales de su bisabuelo —contestó el barón.

—Debería estar agradecido —esta vez Hwa Yeong miraba al frente —. No todos los hombres protegiendo la frontera lo hacen con la cabeza en alto. Muchos militares o nobles son enviados como castigo y para recuperar su honor.

A Lucerys le sonaba mucho como el Muro en el Norte de Westeros, aunque ahí enviaban hasta a los criminales más bajos. Por lo que entendía, los nobles y militares castigados podían regresar a sus hogares una vez que cumplieran el tiempo establecido por el emperador. No era de por vida, al menos no siempre, y regresaban con su honor recuperado.

—El coronel no está a la altura del legado de su bisabuelo y lo sabe —Enkhtuya hizo un gesto a Lucerys para que comenzara a comer.

—Por eso es un hombre amargado —sentenció el barón.

Y era ese hombre amargado a quien Lucerys tenía que volver a enfrentarse más tarde para hablar sobre su papel en esta batalla.

 

 

 

 

La reunión resultó ser una prueba de paciencia.

El coronel no dejaba de rechazar las propuestas que no vinieran de sus propios hombres. Encontraba el mínimo detalle desfavorable para descartar cualquier opinión que no se alineara con su plan ya establecido. Quería atacar lo más pronto posible Si Jog, forzando a los Jogos Nhai a salir y enfrentarse en el campo; alegaba que se estaban quedando sin tiempo, que los ciudadanos podían no resistir mucho más.

Todos eran conscientes de las atrocidades que podrían estar sufriendo de parte de los nómadas y sí, todos querían salvarlos, pero tampoco querían ponerlos más en peligro ni que resultaran un daño colateral.

Como imaginó, el coronel quería usar a Arrax como elemento intimidatorio y que quemara las puertas principales para que los soldados pudieran entrar. Al coronel no le parecía aceptable que los ciudadanos fueran quemados por fuego de dragón si Arrax atacaba directamente, pero sí el que fueran asesinados por los Jogos Nhai cuando los acorralaran.

Era el plan más conveniente, insistía, no podían permitir a los nómadas sentirse cómodos por más tiempo en una ciudad del imperio.

Estaba claro que el coronel simplemente quería terminar con esto y quería hacerlo a su manera. Además de amargado, era orgulloso, pues hacía oídos sordos a Miura Hajime, quien había informado que el general Lan estaba en camino para apoyarlos.

El general Lan era el protector de la frontera noreste y estaba en camino con su ejército para unirse al coronel en la recuperación de Si Jog. El coronel insistía que no podían esperarlo, quién sabe qué podía suceder en ese periodo de tiempo, decía.

Cuando Hwa Yeong preguntó si existía la posibilidad de infiltrarse sin llamar la atención de los Jogos Nhai, fue receptor de una mirada desagradable.

—Si tal posibilidad existiera no estaríamos teniendo esta reunión y ustedes no estarían aquí, habríamos recuperado Si Jog desde el principio.

El viejo Yeong ni siquiera parpadeó ante el tono despectivo, Lucerys frunció el ceño y estaba a punto de hablar cuando Miura Hajime se adelantó.

—Los túneles de evacuación que fueron hechos cuando Si Jog fue construida están inundados, lo han estado por décadas desde que descubrimos un acuífero al norte, fue un accidente mientras labrábamos vías fluviales que conectaran con la ciudad —su voz fue placida como siempre y miró a Hwa Yeong y a Lucerys mientras hablaba.

— ¿Los revisaron? —preguntó el viejo Yeong.

— ¿Qué pregunta absurda es esa? —gruñó el coronel.

¿Era absurda? Se preguntó Lucerys.

Si el acuífero fue encontrado al menos dos décadas atrás, debería haber disminuido su cantidad de agua y, sin tanta de ella ahora, el nivel de inundación de los túneles debería haber bajado. Tal vez no mucho, pero con suerte lo suficiente para que los soldados pasaran sin peligro de ahogarse.

— ¿Los revisaron? —el barón preguntó directamente a Miura Hajime.

El noble negó con la cabeza, la duda se abrió paso en su expresión.

—Entonces deberían hacerlo —Lucerys no se acobardó ante la mirada que el coronel le dirigió.

—No podemos perder el tiempo en asuntos ya resueltos, los túneles están inundados como lo han sido durante años.

— ¿Es una pérdida de tiempo si resulta ser una solución para mejorar su plan, coronel? —Lucerys deseó no haber dejado a Aurane con Enkhtuya para poder reforzar su valor abrazándolo —. Si es posible usarlos, entonces los soldados pueden entrar a los tuluos sin alertar a los Jogos Nhai. Pueden abrir las puertas desde el interior y dejar entrar al resto de su ejército. Arrax puede quemar a los nómadas en su escape, fuera de la ciudad, si alguno logra salir. Pueden recuperar Si Jog desde dentro y evitar mayores pérdidas tanto de sus hombres como de los ciudadanos.

Su sugerencia fue recibida con silencio.

Todos lo miraban.

Lucerys escondió sus manos detrás de su espalda, ¿lo que acababa de decir fue, de hecho, absurdo?

— ¿Sería posible? —Miura Hajime volvió su atención al coronel.

—Lo que el príncipe dijo tiene fallas.

—Pero no carece de mérito —intervino el barón —. Lo que buscamos es la recuperación de Si Jog con la menor cantidad de bajas posibles. Enviaré a mis hombres a revisar los túneles, de esta manera no se perderá el tiempo de nadie. Joven Maestro Miura, pasó muchas temporadas en su juventud en Si Jog, no me equivoco al suponer que conoce la entrada a los túneles, ¿o sí?

Miura Hajime miró por un segundo al coronel, pero al siguiente asintió decididamente al barón.

—Puedo guiar a sus hombres, barón.

Y así terminó esa reunión dejando a un coronel desairado atrás.

He Xi era el líder de la misión, pero estaba bajo las ordenes inmediatas del gobernador de la región quien resultaba ser el marqués Miura, el mismo que le otorgó el poder a su hermano para hablar en su nombre.

Así, cuando el barón Amamiya informó que el nivel del agua en los túneles llegaba a la cintura de sus hombres más altos y al pecho de los más bajos, presionaron al coronel para que reformulara su plan. Y lo hizo, pero todavía no cedió a esperar por el apoyo del general Lan. Tenían un dragón para intervenir en el peor de los escenarios, ¿para qué necesitaban más hombres?

Debido a la preocupación por su familia, Miura Hajime también lo aceptó. No quería que nadie sufriera por más tiempo.

Ya que Hwa Yeong no podía montar con Lucerys y era más útil en tierra, se unió al contingente del barón con Enkhtuya. Ellos estaban destinados a recuperar el tuluo Mǔqīn, uno de los más grandes, y entrarían una vez que las puertas fueran abiertas. El tuluo Fùqīn sería recuperado por el coronel a quien se uniría el sargento Son ya que era el tuluo donde la condesa Noh y su familia estaban retenidas. Debían ver un rostro amable y familiar, había dicho el sargento y por primera vez no fue censurado por su tío; todos fueron capaces de ver que el sargento estaba genuinamente preocupado. Érzi y Nǚ'ér, los tuluos más pequeños, serían recuperados por el segundo y tercero al mando del coronel, un capitán y un teniente.

Mientras los soldados se infiltraban en cada uno de los tuluos, el resto del ejército se alineaba fuera de Si Jog. Los Jogos Nhai los verían, pero no sospecharían lo que pasaba bajo tierra.

Lucerys y Arrax esperaban detrás de la última línea del ejército, no volarían hasta que vieran la señal. Se moverían antes que el ejército, creando otra distracción mientras los infiltrados se ocupaban de abrir las puertas y matar a los Jogos Nhai que pudieran hasta que los refuerzos entraran.

Aurane estaba firmemente atado a su pecho, tenía en su espalda el arco que Hwa Yeong le regaló y el wakazahi atado en su cadera. Dudaba que tuviera la oportunidad de utilizarlos estando en la seguridad del lomo de Arrax, pero así como el peso de su bebé, el peso de sus armas era bienvenido y reconfortante.

Estaba usando uno de los trajes que Xu Yu confeccionó, el hombrecito seguramente nunca pensó que una de sus creaciones sería usada para ir a la batalla, pero era el traje más resistente que tenía y el más cómodo para montar, el más oscuro también. Negro y azul, como el mar profundo. Y su cabello, que no había cortado desde su partida de Westeros, logró atarlo en una trenza parecida a la de la Reina Visenya, corta y sencilla, pero que cumplía el propósito de mantener su cabello fuera de su rostro. Sus rizos le daban un aspecto no tan prolijo al peinado y su mechón plateado fue el más difícil de acomodar, pero al menos ya no caía sobre su ojo.

Su bebé estaba bien abrigado y su frente estaba contra el pecho de Lucerys para que el viento y el humo no golpearan su rostro.

Revisó las correas en su cintura y piernas por enésima vez, no podía creer que realmente estaba haciendo esto. Que estaba a punto de entrar en su primera batalla, que estaba a punto de quemar personas y que estaba llevando a su bebé con él.

Oh, si su madre lo viera ahora.

Si Daemon y Jace lo vieran ahora.

Estaremos bien, Arrax —su precioso chico trinó gravemente —. Somos dragones, nosotros tres; el cielo y el fuego son nuestro dominio.

Miró al frente, más allá de las líneas de soldados, a los tuluos iluminados por la luna.

Una luz salió disparada desde uno de ellos.

Luego una segunda.

Luego una tercera.

Cuando la cuarta luz estalló en el cielo, Lucerys respiró hondo.

Arrax, vuela.

 

Notes:

1. Tuluo (chino): edificio de tierra
Xífù (chino): nuera
Fùqīn (chino): padre
Mǔqīn (chino): madre
Érzi (chino): hijo
Nǚ'ér (chino): hija

2. Así es un tuluo:
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3. Traje de Luce al final:
https://www.pinterest.com.mx/pin/862157922435110780/

4. Los Emperadores Azul Celeste es como se les conoce a los emperadores de la Dinastía Bu y que -canónicamente- gobiernan hasta el tiempo de GoT.
A los emperadores de la Dinastía Lo, predecesores de la Bu, se les conocía como Emperadores Escarlata.

Les juro que fue coincidencia que los colores de Lucerys en este fic resultaran parecidos a los de la familia imperial.

5. Alguien me preguntó si los Targaryen van a aparecer y como tal vez sea algo que varios se pregunten, les diré:
Sí, aparecerán eventualmente, no todos y seguramente no los que están esperando. En los próximos capítulos veremos llegar al lado del mundo de Lucerys a algunos parientes suyos, pero no regresaremos a Westeros más que en interludios y hasta el arco final de esta historia.
Actualmente estamos entre el 15-20% de de la historia, por lo que tomará un tiempo considerable que Lucerys vuelva a mirar o pisar Westeros.
Esta historia está centrada en Lucerys Velaryon y el Lucemond llegará eventualmente también. Todo está en las etiquetas.
Así que si eso los desanima, pueden volver hasta que este fic esté más avanzado o terminado, porque estamos en un viaje largo.

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 9: Segunda parte: El General I

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Lan Taeyang y sus hombres habían estado cabalgando sin descanso las últimas nueve horas, esforzándose por llegar a Si Jog.

Había enviado un explorador por delante con la misión adicional de avisar al coronel He Xi de su llegada y evitar así sorpresas desagradables a mitad de la noche.

La sorpresa fue para él al ver fuego lloviendo sobre Si Jog.

Se detuvieron tan lejos como para que no les llegara ningún sonido de lo que fuera que estuviera pasando en la ciudad, sólo viendo el fuego y una enorme silueta alada que iba de un lado a otro bajo el cielo estrellado.

Dragón.

A su territorio habían llegado historias de un dragón protegiendo los pueblos pequeños cercanos al Camino de Arena. La última carta del coronel He también lo había mencionado, de una forma bastante molesta que identificó debajo de toda la rigidez característica de la escritura del hombre; el coronel no quería que un extranjero se involucrara en asuntos imperiales, sobre todo en la campaña militar que él mismo encabezaba. Era entendible, pero Taeyang era consciente de lo favorable que sería tener un dragón de su lado.

Y lo estaba viendo.

No sabía cómo convencieron al jinete de colaborar con ellos. ¿Qué le ofrecieron? ¿Qué promesas le hicieron? ¿Qué había pedido el jinete a cambio?

Más allá de eso, Taeyang estaba curioso sobre la razón por la que un jinete de dragón, una realeza westerosi, estaba en Yi Ti. ¿Por qué estaba tan lejos de casa? ¿Por qué permanecer en pueblos pequeños y no acudir al emperador?

El joven emperador era conocido por ser de mente liberal, no era descabellado asumir que Su Majestad le daría la bienvenida a un jinete de dragón y, dependiendo de las circunstancias e intenciones del jinete, podría mantenerlo como un invitado de honor.

Tal vez ya tenía esa intención, dado que las historias, los chismes, tendían a viajar rápido por el imperio. Lo único que podía estar deteniendo a Su Majestad era que estaba bastante ocupado lidiando con la nobleza descontenta con él por negarse a casarse y por nombrar a la pequeña princesa, su hermana menor, su heredera.

— ¡General! —el explorador regresó a ellos, la expresión de su rostro oscilaba entre miedo y asombro —. ¡El coronel He y sus hombres están luchando contra los nómadas! ¡El dragón está quemando a los que intentan huir!

—Sí, eso parece bastante obvio.

— ¿Qué hacemos, general? —preguntó su capitán que, como él, mantenía la vista en el campo de fuego.

— ¿Viste un espacio que podemos atravesar por el fuego hasta los tuluos? —preguntó al explorador.

— ¡Sí! ¡Pero tendremos que rodear todo hasta la parte trasera! ¡El frente ya tiene una barricada conformada por los hombres del coronel! ¡Los Jogos Nhai tienen que enfrentarse a ellos para escapar, no logran llegar muy lejos si intentan dispersarse!

Por supuesto que no llegarían muy lejos, no con soldados alcanzándolos y ciertamente no con fuego cayendo sobre ellos.

—Deguchi, tú y un tercio de nuestros hombres apoyarán la barricada —indicó a su capitán —. El resto entraremos por la retaguardia y lucharemos desde dentro. Da las órdenes.

Deguchi asintió y de inmediato organizó a los soldados.

Contaba con que el dragón no cerrara ese espacio.

Alcanzando los tuluos, superando la barrera de fuego, podrían entrar y apoyar como según conviniera. Taeyang esperaba que la situación dentro de los edificios fuera favorable. Principalmente, esperaba que el dragón y su jinete no los consideraran una amenaza mientras se acercaban, que los reconocieran como aliados y no los quemaran en un impulso equivocado.

—Los hombres están listos, general —Deguchi regresó a su lado.

—Bien —miró a sus hombres.

No había miedo en sus miradas, sólo aprensión.

No los culpaba.

Un dragón era un elemento intimidatorio sin importar que estuviera de su lado, más porque, precisamente, no podían estar seguros de que el jinete los reconociera como aliados.

Asintió hacia ellos.

Con un grito, avanzaron.

Estaban a medio camino cuando el dragón se dirigió hacia ellos.

La inquietud lo atravesó, como a sus soldados.

No se detuvieron.

Por un momento, el dragón permaneció suspendido a metros frente y sobre ellos, lo suficientemente alto para que Taeyang pudiera ver una silueta sobre la bestia. Estaban siendo observados. Justo cuando lo alcanzaron, se elevó más y reanudó el vuelo.

Taeyang giró la cabeza, viendo al dragón llegar hasta la retaguardia de su ejército para enseguida dar media vuelta y regresar.

Rugió sobre ellos y sobrevoló a su ritmo, frente a ellos.

Los reconoció como aliados, entonces.

Momentos después, Deguchi y un tercio de sus hombres se separaron. El explorador gritó y señaló una dirección, pero no fue tan necesario ya que el dragón parecía estarlos guiando. Taeyang y los suyos cabalgaron con más fuerza.

Cuando llegaron a la parte trasera de los tuluos se encontraron con nómadas intentando escapar, aprovechando la ausencia del dragón. Él y sus hombres sacaron sus katanas, mantuvieron firmes a sus caballos contra los zorses y cortaron.

El dragón los dejó, yéndose a quemar más Jogos Nhai.

Taeyang se enfocó en la batalla.

Se abrieron camino a través de los tuluos, alejándose de las paredes de fuego que los rodeaban, soportando el calor abrazador, la sangre y los gritos.

Gritó órdenes, enviando grupos de soldados a cada tuluo.

— ¡Es el general Lan!

— ¡El general Lan está aquí!

Eran los gritos de los hombres del coronel.

Había cuerpos muertos de soldados y otros tantos heridos, aunque una vida no era más valiosa que otra, le alivió ver que había muy pocos civiles muertos o heridos. Esperaba que siguiera siendo así dentro de los edificios.

Se dirigió a Fùqīn, abriéndose camino a caballo y espada.

Si pensó que los cadáveres de los nómadas eran muchos en el exterior, lo eran más en el interior. Caían desde los barandales, desde cada piso, y se acumulaban en el patio.

— ¡General Lan! ¡El coronel está arriba! —gritó uno de sus soldados —. ¡Dicen que los nómadas tienen un rehén!

Dejó su caballo y se dirigió hacia una escalera.

Subió.

— ¡En el cuarto piso, general! —gritó un soldado del coronel.

Mientras avanzaba, sorteando enfrentamientos uno a uno, saltando cuerpos y empujando dentro de los apartamentos a los civiles que tenían más curiosidad que sentido común, comenzó a escuchar gritos angustiados.

— ¡Tienen a la condesa! —lloraban algunas mujeres.

— ¡Manténganse dentro! —ordenó, cerrando una ventana.

— ¡Por favor, sálvenla! —imploró un anciano que se asomaba detrás de un soldado herido.

Los dos niveles superiores ya estaban libres de Jogos Nhai, todo lo que quedaba de ellos eran cadáveres sangrientos o cuerpos malheridos, algunos agonizaban. El mismo Taeyang les dio la última misericordia.

Cuando llegó al cuarto piso, los gritos eran menos, pero a lo lejos todavía se escuchaba el crepitar salvaje del fuego. Sobre todo, se escuchaba el aleteo y el rugido del dragón. Viendo la condición de este tuluo, aunque mayormente sin bajas civiles, deseaba que el dragón no dejara escapar a ningún nómada.

Justo adelante estaba el coronel He con varios de sus hombres, impidiendo el paso de tres nómadas que tenían capturada a una mujer noble. La condesa Noh, debía ser. Al otro lado de ellos estaba otro grupo de soldados, acorralándolos también; uno de ellos, el que se mantenía al frente, cambiaba entre mirar con odio sin adulterar al nómada que tenía una cuchilla contra el cuello de la condesa y mirar con angustia a la mujer.

— ¿Cuánto más van a esperar para acabar con ellos? No importa si me matan, quiero a esta inmundicia fuera de mi ciudad —dijo la condesa, su expresión era atronadora pese a la situación precaria en que se encontraba.

— ¡Tía! ¡No vas a morir! ¡Deja de decir eso! —gritó el soldado que la había estado mirando con preocupación, ahora era puro horror.

— ¡Cállate, chico! ¡Si hubieras pasado todo este tiempo encerrada con estos salvajes te sentirías como yo!

—No va a morir, condesa Noh, no lo permitiré —dijo el coronel.

La condesa soltó una burla.

—Tampoco los van a dejar irse y de ser así, no estoy dispuesta a que me lleven con ellos. Termínelo ya, coronel.

Los Jogos Nhai hablaron con exclamaciones. Por supuesto, nadie los entendió.

— ¿No tenemos arqueros? —preguntó Taeyang, anunciando con ello su presencia.

— ¡General Lan! —gritó el soldado que debía ser un pariente de la condesa.

Taeyang lo ignoró en favor de pararse junto al coronel cuando los soldados le abrieron paso.

—General Lan —el coronel lo saludó con una mirada dura —. Parece que llegaste justo a tiempo.

Sí, como si el coronel no hubiera adelantado sus planes sólo porque Taeyang estaba horas más retrasado de lo que hubiera deseado. Taeyang estaba al tanto de la reputación del coronel He Xi, de cómo estaba empeñado en hacer todo en su propio tiempo con los demás acomodándose a sus deseos o quedándose atrás.

Era un hombre difícil y Taeyang lo llamaría estúpido de no ser porque He Xi conseguía resultados positivos contra toda probabilidad. Un día no sería así y Taeyang quería ser testigo para ver al perro orgulloso tener un golpe de realidad, tanto como quería estar lo más lejos posible de las terribles consecuencias.

— ¿Por qué no hay ningún arquero cerca? —preguntó de nuevo, cambiando sus palabras.

No hubo respuesta.

La mirada del coronel se oscureció mientras los soldados se veían entre sí con vergüenza.

Ah.

No lo habían considerado necesario, dado el terreno y la disposición interior. Era eso, ¿no?

Parecía que el coronel, de hecho, estaba experimentando su caída del caballo metafórica. Y Taeyang estaba ahí.

— ¿Esto era lo que estaba esperando, coronel? —volvió a hablar la condesa, todavía seria y molesta, como si no estuviera siendo amenazada de muerte —. ¿Al famoso general que mantiene impecable su lado de la frontera?

La boca del coronel se torció con disgusto, pero no contestó.

—Y yo pensé que su jugada maestra había sido traer al dragón.

Como si ella lo hubiera invocado, el sonido estruendoso de las alas del dragón llegó a sus oídos. Pronto, estuvo sobre el tuluo, ocultando la luna y proyectando su sombra sobre ellos.

Todos se removieron inquietos.

Los Jogos Nhai se acercaron entre sí, se retiraron hasta pegar sus espaldas a la pared de madera detrás de ellos, y el que sostenía a la condesa apretó su agarre en ella. El líder, no podía ser nadie más, dado que los otros dos se remitían a él por instrucciones, comenzó a hacer demandas inentendibles, gritando al coronel.

Calló de golpe cuando el dragón se posó sobre el techo del tuluo, del lado contrario a donde Taeyang y compañía se encontraban. Sus garras se incrustaron en la madera y el edificio crujió bajo su peso, pero no se derrumbó.

— ¿No va quemarnos, verdad?

— ¡No puede quemarnos! ¡Somos aliados!

— ¡La condesa está aquí! ¡El coronel He y el general Lan también!

Fue lo que exclamaron con temor los soldados.

Cuando el dragón hizo un sonido amenazante desde lo profundo de su garganta, uno de los nómadas corrió y se lanzó sobre el barandal. Mejor morir por la caída y decisión propia, que morir gritando por fuego. Sus compañeros soltaron lo que debieron ser maldiciones en su idioma. El líder hizo presión con el cuchillo y un hilo de sangre se derramó del cuello de la condesa, ella sólo siseó por el escozor y se mantuvo firme.

Taeyang apretó su agarre en su katana, observando atento a su enemigo, buscando cualquier espacio, cualquier punto que pudiera aprovechar. En su periferia, fue consciente de que muchos de los ciudadanos de Si Jog abrieron sus puertas y ventanas para asomar sus cabezas, apenas, y mirar al dragón.

El coronel comenzó a hacer demandas y dio un paso al frente, sus soldados se prepararon.

El nómada quitó su mirada oscura del dragón y miró al coronel.

La condesa mantuvo la mirada al frente, todavía viendo hacia la bestia alada.

De un instante a otro, una flecha pasó zumbando, incrustándose en la garganta del Jogos Nhai líder.

Taeyang no pensó más allá de moverse de inmediato, matando al otro nómada y apartando con su cuerpo a la condesa.

Cuando sacó su katana del pecho del invasor, se hizo consciente del silencio, de la quietud que de pronto se instaló a su alrededor.

Su mirada cayó primero en el coronel, quien pasó de mirar al Jogos Nhai que estaba atragantándose con su propia sangre, tratando de alcanzar con una mano temblorosa la flecha que atravesaba su garganta , al dragón que soltó un nuevo rugido atronador.

Taeyang volteó por completo.

Vio al dragón, que brillaba blanco y dorado a la luz de la luna, afianzar su agarre en el tejado y sacudir su cuello largo. Cerró sus fauces, mostrando sólo sus grandes colmillos negros, y bajó la cabeza; Taeyang sintió que esos ojos sangrientos se clavaron en él.

Sin embargo, Taeyang no tuvo tiempo de sentir temor porque dirigió su mirada al jinete.

El fuego y la luna crearon la luz suficiente para que Taeyang fuera capaz de verlo, ya no era sólo una silueta oscura como cuando voló sobre ellos mientras cabalgaban.

Se veía pequeño sentado sobre su enorme dragón, sentado en esa extraña silla.

Sus brazos seguían posicionados frente a él, todavía sosteniendo el arco.

Un bulto pequeño se retorcía en su pecho, brillando plateado.

Un destello igualmente plateado se destacó en la cabeza del jinete, atrayendo la atención de Taeyang.

Entonces vio un brillo púrpura.

Taeyang sintió que su respiración se cortó.

Había escuchado las historias sobre la belleza de los dragones.

La mayoría nacieron de aquellos que habían visto lysenos, esclavos o no, que era lo más cerca a los remanentes valyrios que cualquier yitense podría ver. Algunos nobles y comerciantes tenían una idea más clara, habiendo hecho tratos, muchos años atrás, con un noble westerosi de ascendencia valyria.

Las historias hablaban de cabello plateado como la luz de las estrellas, de ojos con el color de las joyas más raras y con rostros tan hermosos que sólo las doncellas celestiales podían comparar.

Ahora, Taeyang tenía una belleza dragón frente a él y sentía que nada podía compararse.

No la luna y el sol, no joyas, no doncellas celestiales.

Taeyang nunca se consideró especialmente un romántico, mucho menos alguien que caía presa de una cara bonita con facilidad. Sin embargo.

Este jinete de dragón debía ser el más hermoso de la realeza westerosi.

Para Taeyang no había duda que este omega, que creó un campo de fuego e hizo un disparo letal, era el más hermoso del mundo.

 

Notes:

Taeyang me tenía gritando, chillando como fan loca, al final.
Señoras y señores, ¡el esposo está aquí!

Oh sí, Lucerys, sin saberlo, está canalizando a sus Visenya y Daenerys interiores.

Este capítulo está dedicado a Azura_Hosuki, gracias a su entusiasmo finalmente me senté y me enfoqué en darle solución a este capítulo.
Ni Lucerys ni yo sabemos una sola cosa sobre batallas, lo que me mantenía atascada. Lan Taeyang sí sabe, pero yo sigo ignorante, sin embargo, con él como narrador todo fluyó fácil y rápido.

Disculpas por la tardanza.

Aquí les dejo de nuevo al esposo, por si gustan recordar cómo es y no tengan que regresar capítulos atrás:
https://www.pinterest.com.mx/pin/57350595246830293/

¡Gracias por leer!

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Chapter 10: Segunda parte: Príncipe extranjero III

Notes:

Los diálogos en cursiva y negrita son para alto valyrio.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Bajó con cuidado la mano que había estado sosteniendo, colocándola sobre el pecho inmóvil del soldado. El joven había dejado de respirar mientras miraba con ojos desenfocados a Lucerys, quien había estado recitando un poema valyrio, traducido por él mismo a yitense, en un intento de darle consuelo en su agonía.

Suspiró temblorosamente, agarró una sábana y cubrió el cuerpo por completo.

Uno de los médicos se acercó y asintió con pesar, susurrando un agradecimiento mientras llamaba a uno de sus ayudantes para que se ocupara del fallecido.

Lucerys entonces se acercó a otro herido, un hombre mayor esta vez, y lo ayudó a beber el caldo medicinal que otro ayudante acababa de entregarle. Le sonrió y apoyó sus manos temblorosas, guiando el tazón a la boca.

—Gra- gracias —tartamudeó el hombre una vez que tomó la medicina —, prínci-pe dra- dragón.

—De nada —le sonrió suavemente, limpiando con un paño el hilo de líquido que se derramó por la comisura de su boca —. Ahora intenta dormir, la medicina tendrá mayor efecto si descansas.

Esperó un momento, hasta que el soldado cerró los ojos y cayó en su sueño medianamente tranquilo.

Estaba por dirigirse a otro herido, pero el viejo Yeong llamó su atención desde la puerta de la carpa. Caminó hacia él, preguntándose si era otro de sus intentos por convencerlo de descansar o si Aurane lo necesitaba.

Su bebé estaba al cuidado de las capaces manos de la condesa Noh.

Desde que Lucerys decidió hacerse útil al ayudar a cuidar de los heridos, en vista de que no tenía deberes militares oficiales y los líderes de la misión no requirieron más su presencia después de que Lucerys diera su informe sobre la batalla, y después del primer día que se presentó en las carpas médicas, con su bebé atado al pecho, la condesa lo había regañado por llevar a Aurane a un lugar tan inapropiado.

No era como si Lucerys hubiera querido que Aurane se viera rodeado de sangre y muerte, pero no confiaba en nadie para cuidar de él, además del viejo Yeong y Enkhtuya, pero el primero era su sombra testaruda y la segunda estaba ocupada. Tampoco quería sobrecargar de trabajo a las sirvientas del barón Amamiya, quienes también estaban ayudando en lo que podían en el campamento.

La condesa había aparecido a media mañana, el segundo día que Lucerys se acercó a ayudar, y procedió a pedirle que le entregara a Aurane. Si el príncipe dragón insistía en consolar a los enfermos, entonces ella cuidaría del pequeño príncipe, había anunciado con severidad.

Lucerys había dudado.

No creyó que la condesa fuera una amenaza, ¿por qué haría daño a Aurane después de que Lucerys y Arrax habían ayudado a su ciudad? ¿Cómo se atrevería a hacerles algún mal cuando la amenaza de ser quemados descansaba fuera de sus puertas? Sin embargo, no había querido imponerse en su buena voluntad. La condesa, así como todos los ciudadanos de Si Jog, tenía las manos llenas con la limpieza de la ciudad y restaurando el orden entre su gente.

No te preocupes, príncipe, dar órdenes con un bebé en brazos es mejor que cuidar heridos con uno atado al pecho, la condesa lo había mirado con una ceja alzada, pero su expresión se suavizó cuando dijo lo siguiente, ha pasado un tiempo desde que cuidé de un bebé, así que me estarías haciendo un favor. Piensa en esto como mi agradecimiento por tu ayuda, si prefieres. Nada le ocurrirá bajo mi vigilancia, te doy mi palabra.

Lucerys cedió, entonces.

Su instinto le dijo que podía confiar en ella, además, era lo mejor para Aurane si Lucerys quería seguir ayudando en lo que podía.

Su primera responsabilidad era su hijo, lo sabía, pero tampoco podía simplemente sentarse y observar a los demás trabajar duro, especialmente cuando Lucerys había sido un participante activo de la batalla. Tampoco se sentía cómodo abusando de su título y su dragón, lo que era una tontería, al parecer, desde el punto de vista del viejo Yeong, el barón Amamiya y Hajime Miura, quienes lo habían mirado con cierta diversión cuando Lucerys les explicó la razón de sus acciones.

— ¿Sí, viejo Yeong? ¿Qué ocurre? ¿Aurane está bien? —preguntó en cuanto llegó frente a su protector.

—Pequeña Alteza está bien —aclaró primero —. Es hora de la comida de la tarde, Alteza.

Hwa Yeong había llegado a conocerlo muy bien en este tiempo porque anticipó la respuesta de Lucerys.

—Prometiste no volver a posponer las comidas y la condesa Noh está esperando. ¿Y no dijiste que querías presenciar cuando Pequeña Alteza comenzara a usar palillos?

— ¿Qué? Aurane sólo tiene un año, ¿no es pequeño y torpe para utilizarlos?

—La condesa parece pensar que está en una edad adecuada y no sé tú, Alteza, pero yo no voy a decirle que no a esa mujer.

La condesa era una omega mayor, no tan anciana, pero infundía miedo y respeto como pocos que Lucerys conocía. Ella le recordaba a la princesa Rhaenys.

Lucerys le informó al médico que se retiraría por un momento y procedió a salir con Hwa Yeong.

—Pensé que serías tú quien le enseñaría, como me enseñaste a mí —comentó mientras hacían su camino entre las carpas del campamento.

—Como dije, no interferiré con los deseos de la condesa —una pequeña sonrisa se coló en la esquina de su boca —. Todavía tendré el privilegio de enseñarle a usar una katana, como te enseñé a ti.

—Esperemos que él sea más hábil que yo, entonces.

—Si llega a ser tan mortal con una katana como tú con un arco, entonces tendrá poca relación con habilidad y más con talento.

Lucerys le dio un manotazo suave en el brazo y negó con la cabeza.

—Fue un tiro de suerte, viejo, te lo dije.

Las cosas simplemente se habían acomodado a su favor esa noche. Arrax se había posicionado en el lugar correcto y por ello Lucerys había tenido una vista ideal de ese Jogos Nhai. Lucerys ni siquiera había sido consciente de que ese nómada fue el líder o que la mujer que tenía como rehén fue la condesa, sinceramente, había actuado más por instinto.

—No creo en la suerte, Alteza.

Estaba por replicar cuando una voz redirigió su atención.

Giró la cabeza al lado contrario donde Hwa Yeong caminaba. Lo primero que vio fue la carpa del general Lan, entonces al general, quien estaba hablando con quien parecía ser su segundo al mando.

Lucerys lo conoció la noche de la batalla.

Horas después de que todo finalizara, Lucerys había ordenado a Arrax que bajara a tierra. Hwa Yeon lo había estado esperando, junto con el sargento Son. Para su sorpresa, el hombre grosero había expresado su gratitud por salvar a su tía; fue entonces que Lucerys se enteró que el rehén había sido la condesa Noh.

El sargento entonces lo había escoltado a la carpa de comando, donde el coronel He, Hajime Miura, el barón Amamiya, Enkhtuya y la condesa aguardaban. El general Lan también estuvo presente y le fue presentado.

Lan Taeyang era un hombre joven, tenía la misma edad que el tío Aegon, pero claramente había logrado mucho más en la vida. Él le había rendido pleitesía como pocos en el Imperio Yi Ti lo habían hecho hasta el momento, con sinceridad. Lucerys lo aceptó con gracia, pero por dentro se sintió un poco avergonzado; había estado consciente de su apariencia poco halagadora en ese momento; sudado, el cabello medio salido de su trenza, hollín manchando su rostro y apestando a dragón.

Lucerys lo vio de nuevo al día siguiente, cuando el general He solicitó que repitiera su informe de la batalla. Durante los días siguientes, lo vio alrededor del campamento y habían tenido un par de conversaciones cortas. El general Lan incluso le había agradecido por su consuelo y cuidado a los heridos, sobre todo en nombre de sus hombres.

A Lucerys le parecía amable y su voz tenía una cualidad agradable y profunda que le gustaba. Esa voz era bastante identificable incluso en la distancia.

Salió de sus pensamientos cuando notó al general Lan mirar en su dirección. Lucerys esperaba no parecer un tonto, caminando y mirando como un fisgón.

El general pareció tomado por sorpresa por un instante, pero su expresión se derritió de la seriedad con que estaba hablando con el soldado a algo más suave y agradable. Asintió respetuosamente hacia él y Lucerys lo copió, sonriendo un poco.

—Parece que el general Lan hace honor a su reputación —comentó Hwa Yeong, viendo a Lucerys de reojo.

— ¿Tú crees? —preguntó con curiosidad —. Ciertamente es menos irreflexivo que el coronel He.

—También es más guapo.

Lucerys asintió, entonces las palabras de Hwa Yeong se registraron en su mente y se sonrojó.

— ¿Eso qué tiene que ver con su reputación? —jugueteó con las pieles envueltas en sus brazos, sin estar muy seguro de la razón de su repentino nerviosismo.

—Es conocido por ser uno de los hombres más atractivos del imperio —dejó de mirar a Lucerys por el rabillo del ojo, regresando su mirada al frente, pero todavía había algo divertido en su expresión —. Además, es el heredero del Ducado Fayuio. La familia Lan es de origen noble y se remonta a unos dos mil años atrás, desde la época de los Emperadores Escarlata. Siempre han poseído la flota más grande del imperio y su riqueza ha sido bien ganada mediante el comercio.

Lucerys recordó que la familia Lan tenía su asiento en la costa sureste del imperio, según lo que Enkhtuya le había platicado. Ella también le había dicho que el general Lan estaba protegiendo la frontera en el norte como castigo. Sin embargo, el castigo fue otorgado a la duquesa Lan, pero como el hijo honorable que era, lo tomó en nombre de su madre alfa. Faltaban dos años para que finalizara su condena y regresara a su hogar o a la capital, dependiendo de las órdenes del emperador cuando llegara el momento.

Cuando Lucerys preguntó por el crimen de la duquesa Lan, Enkhtuya simplemente respondió que fue atrapada en actos inmorales.

—Su reputación, ya ves, Alteza, tiene mucho qué ver con su rostro, su riqueza y su título —agregó Hwa Yeong mientras dejaban atrás el campamento y se acercaban al tuluo —. Los omegas y betas solteros de la capital y Fayuio están contando los días para su regreso.

—Ya veo —fue todo lo que dijo.

Realmente no podía juzgar a esos omegas y betas por ello, el general Lan era un alfa joven bastante elegible. La verdadera sorpresa era que no se había casado en todos esos años desde que cumplió la mayoría de edad.

 

 

Gracias, Arrax —Lucerys acarició la nariz de su precioso chico y le susurró alabanzas en alto valyrio —. Lo hiciste muy bien, mi amor.

Arrax acababa de quemar a los soldados fallecidos, tal como lo había hecho con los Jogos Nhai cuando amontonaron sus cuerpos los primeros días. El coronel He había querido hacer una fosa común para los nómadas y lanzarlos a las profundidades de la tierra sin contemplaciones, pero la condesa Noh había rechazado la idea, no quería que sus cuerpos en descomposición contaminaran el suelo de Si Jog.

Así, el general Lan había propuesto quemarlos, aunque su medio había sido en piras para concederles algo de respeto en la muerte. El coronel He había desestimado su intención y le pidió a Lucerys que Arrax lo hiciera. Él había estado de acuerdo, no queriendo saber cuál sería la nueva forma de deshacerse de los cuerpos que el coronel He idearía.

Respecto a los soldados, los que habían fallecido y tenían familias, sus cuerpos fueron preparados y enviados a sus tierras natales para que sus padres o cónyuges se encargaran de los ritos funerarios que les correspondían. Los soldados que no tenían a nadie fueron colocados en piras para honrarlos. Esta vez Lucerys se ofreció a incinerarlos con ayuda de Arrax, sobre todo porque él había acompañado a muchos de ellos en sus últimos momentos.

Los soldados heridos que todavía vivían, aquellos que estaban fuera de peligro de muerte y saldrían adelante; por ello los generales decidieron llevar a cabo los funerales en cuanto se preparó al último muerto.

Arrax, que había estado absorbiendo con deleite la atención de Lucerys, levantó de repente la cabeza y mostró los colmillos.

—No era mi intención molestarlos, príncipe Lucerys —el general Lan estaba parado a una distancia prudente —. Sólo quería expresar mi agradecimiento —miró de Lucerys a Arrax y agregó —: A ambos.

—De nada —dijo mientras giraba para enfrentarlo por completo, con una mano todavía en Arrax.

—Todavía no dije nada —rio un poco y Lucerys no tuvo tiempo de sentirse avergonzado porque el general se inclinó a la manera yitense para mostrar respeto —. Gracias, príncipe Lucerys. Gracias, Arrax.

Algo cálido y tonto burbujeó en el estómago de Lucerys.

—De nada —repitió y Arrax trinó desde lo profundo de su garganta.

Hubo un momento en que sólo se miraron en silencio.

—Sabes su nombre —habló Lucerys, viendo entonces hacia donde Hwa Yeong permanecía parado, observándolos, y hacia las piras que seguían ardiendo más atrás, rodeadas de soldados que se despedían de sus camaradas caídos —. De Arrax, me refiero.

—Sería tonto e irrespetuoso de mi parte no saberlo —el general mantenía sus ojos fijos en Lucerys.

Arrax resopló por la nariz y empujó suavemente a Lucerys, demandando de nuevo su atención.

Lucerys rio y lo arrulló, entonces tuvo una idea.

— ¿Te gustaría conocerlo de cerca? —miró al general mientras le preguntaba.

—Creo que estoy lo suficientemente cerca —llevó las manos a la espalda y sonrió a Lucerys —. No me gustaría perder una mano por mi osadía.

—Y yo pensé que estaba hablando con el general más valiente del Imperio Dorado —inclinó ligeramente la cabeza, sintiéndose travieso por alguna razón.

—Eso es una exageración, príncipe Lucerys —negó con la cabeza —. No soy tan valiente como otros me alaban.

Lucerys encontró curiosa su humildad, muchos otros con los logros que el general Lan tenía estarían pavoneándose de orgullo.

—Bueno, creo que puedes ser valiente para esto, general —le hizo una seña para que se acercara —. Arrax no come carne humana, no es de su gusto —agregó, levantando las cejas, desafiante.

—Como dices, príncipe dragón —el general avanzó lento y tranquilo, sin apartar la mirada de Arrax.

Inteligente y cuidadoso, Lucerys lo aprobó.

No como varios soldados que habían intentado a acercarse a Arrax sin cuidado ni respeto, y tan estúpidos que lo hicieron cuando Lucerys no estaba cerca. Afortunadamente, Arrax sólo los había asustado, demasiado ocupado retozando sobre la hierba fresca y bajo el sol abrazador.

Arrax, alguien viene a conocerte —habló a su dragón —. No es una amenaza. No lo asustes demasiado, sé gentil, ¿de acuerdo?

—Es un hermoso idioma con el que le hablas —comentó el general, ya a un par de pasos de distancia de Lucerys, seguía atento a Arrax.

—Es mi lengua materna, alto valyrio. Todos los jinetes de dragones lo hablamos, debemos hacerlo si queremos comunicarnos con nuestros dragones —explicó un poco mientras alcanzaba la mano del general.

El hombre miró con sorpresa el agarre y Lucerys se dio cuenta de lo atrevido que estaba siendo.

—Disculpas —se las arregló para decir, tratando de evitar sonrojarse —. Arrax te permitirá tocarlo, sólo te estoy guiando.

—Está bien —se aclaró la garganta —. No se ha cometido ninguna ofensa.

Lucerys apartó su mirada de él, pero no soltó su mano, y continuó hablando a Arrax.

El general Lan ha sido amable con nosotros, así que seamos amables con él, ¿sí? Sólo unas caricias, mi amor —entonces colocó la palma del general sobre las escamas cera de la nariz de Arrax.

Lucerys retiró su mano y los observó.

—Es un placer conocerte, Arrax —dijo el general, levantando su mirada, de donde su mano acariciaba al dragón, a los ojos dorados —. Gracias por toda tu ayuda hasta ahora.

Arrax soltó una fuerte respiración por la nariz, haciendo que el general quitara la mano y diera unos pasos atrás. Lucerys rio cuando Arrax chasqueó y sacudió su cabeza.

—Él dice de nada —dijo, moviéndose para pararse junto al general y observar a su dragón.

— ¿De verdad? —la expresión del general era una mezcla de fascinación y escepticismo.

—De verdad —Lucerys asintió con seriedad.

Arrax era bastante inteligente, todos los dragones lo eran, por lo que entendiera las palabras –el nuevo idioma– o no, entendería la intención detrás de ellas.

 El general no pareció creerle, pero no insistió.

— ¿Cuál es el significado de su nombre? —preguntó, viendo con diversión a Arrax estirándose como si fuera un gato y no un dragón.

—Arrax es el nombre de un dios valyrio, el líder de las Catorce Llamas de Valyria —respondió, colocándose el chal, que rodeaba sus hombros, sobre la cabeza para protegerse del sol que acababa de alcanzar toda su altura en el cielo.

—Un nombre poderoso.

—Sí. Mi madre lo nombró cuando salió del cascarón, yo era muy joven para darle un nombre adecuado —relató, sintiendo una punzada en el pecho al recordar a su madre.

— ¿Lucerys también es el nombre de un dios? —el general giró para hablarle de frente.

—Oh, no —entrecerró los ojos por la luz del sol que lo golpeó directamente en el rostro cuando también se volvió —. Lucerys significa ‘luz de las profundidades’.

— ¿Como las luces que brillan en el fondo del mar al anochecer? No te veas tan sorprendido, mi familia siempre ha vivido cerca del mar —dijo al notar, seguramente, la sorpresa de Lucerys.

Se regañó internamente.

Su nombre era tradicionalmente Velaryon por eso, por su relación con el mar.

— ¿El nombre del pequeño príncipe también tiene un significado hermoso?

Lucerys sonrió ante la mención de su bebé y asintió con entusiasmo.

—Aurane, significa ‘viento del este’ —por instinto miró hacia la dirección donde estaban los tuluos, donde su cachorro estaba siendo mimado por la condesa Noh y sus doncellas.

Alyssa también era un nombre hermoso, ‘noble protectora’.

Cerró los ojos por un momento, ahuyentando el dolor.

Cuando los abrió se dio cuenta que el general todavía lo observaba. Lucerys sintió que estaba siendo grosero y decidió corresponder su curiosidad.

— ¿Y su nombre, general? ¿Tiene algún significado oculto?

—Mi nombre es bastante sencillo, príncipe Lucerys, temo que lo encontrará aburrido en comparación con sus nombres valyrios.

—No creo que sea así, cada nombre es bastante único.

—Hay un Taeyang en cada familia del imperio, estoy bastante seguro, pero si insistes en saber —hizo una pausa y señaló con un dedo hacia el cielo —. Sol. Eso es lo que significa mi nombre. Bastante común, ¿no es así?

Lucerys no lo creía, después de todo, el sol era cálido y brillante, siempre cobijándolos desde el cielo.

 

Notes:

1. Los significados de los nombres me los medio saqué de la manga. No estoy segura si hay significados oficiales, si es así avísenme y lo rectificaré.
*Lucerys: Tomé el significado obvio de "luz" y le agregué "profundidades" por el guiño al mar (eso vendría siendo la terminación 'rys').

*Aurane: Investigué la etimología 'aura' que en latín significa "viento" o "brisa". Agregué "del este" porque el viento más propicio para navegar es el viento mistral, que es un viento del noreste. Sólo dejé "este" porque de lo contrario parecía muy específico.

*Alyssa: Tiene varios significados en diferentes idiomas, pero tomé el griego y el germánico, que son "la protectora" y "la noble", respectivamente.

2. La luz del mar a la que me refiero es la bioluminiscencia producida por ciertos organismos marinos.
Es muy bonita y encaja con Lucerys.
¿Y qué creen? También es azul.

3. Apoyo visual para la ropa de Lucerys en este capítulo:
https://www.pinterest.com.mx/pin/862157922439140786/

https://www.pinterest.com.mx/pin/862157922439140835/

4. Nuestra parejita tiene mucho en común: nombres relacionables, la familia Lan es de mar como los Velaryon y (no lo agregué en el texto de la historia pero es real) Lan significa "azul", que es el color (en la gama general) Velaryon y el color que está comenzando a ser la marca de Lucerys.
Juro que de mi parte fue coincidencia, no escogí el apellido ni la ciudad natal de Taeyang conscientemente. Cuando me di cuenta lo dejé porque me gustó y favorece a la historia.

¿Estos dos están destinados o qué?

 

¡Gracias por leer!

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Chapter 11: Segunda parte: Príncipe extranjero IV

Notes:

Los diálogos en cursiva y negrita son para alto valyrio.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El regreso a Ciudad Bazar coincidió con el cumpleaños de Aurane.

Lucerys, Hwa Yeong y Ko Nami, la joven beta que comenzó a trabajar para él como su sirvienta, felicitaron a Aurane durante el desayuno rápido que tuvieron antes de partir. Le dijeron bendiciones, le entregaron pequeños regalos y lo vistieron con la ropa que Xu Yu había confeccionado para él y Lucerys.

Los trajes eran túnicas blancas, nada extravagante, pero elaboradas con tela de buena calidad y detalles que sorprendieron hasta a Hwa Yeong. Lucerys y Aurane vestían a juego y, según las palabras de Ko Nami, lucían absolutamente hermosos y adorables; ella, que había entrado a su servicio una semana antes, se las había arreglado para coser un pequeño bolso como regalo para Aurane. Un regalo práctico y oportuno, ya que Hwa Yeong le había regalado un par de dragones de madera que él mismo había tallado.

Aurane estuvo encantado con sus nuevos juguetes, convirtiéndolos en sus favoritos y olvidando la muñeca que los comerciantes en el Camino de Arena le regalaron meses atrás. Los dragones encontraron su lugar en el bolso de Ko Nami, que ahora colgaba del cuello de un alegre Aurane.

Nadie fuera de ellos sabía del cumpleaños de su cachorro. Lucerys no creía que fuera algo necesario compartir precisamente cuando estaban por viajar. De todas formas no tenía la manera de organizar una celebración adecuada y no quería molestar más a la condesa Noh, ni a todos los que ya se habían preparado para partir.

No sentía bien el no poder celebrar el cumpleaños de su bebé como correspondía, con un banquete, música y regalos más allá de la imaginación, tal como Lucerys y sus hermanos habían tenido. Lucerys no podía darle nada de eso a Aurane, ni siquiera podía rodearlo de toda su familia; sus tíos y tías, sus abuelos, sus bisabuelos, su hermana y su padre.

— ¿No será incómodo volar vistiendo así, Ouji? —Ko Nami preguntó con ansiedad mientras veía a Hwa Yeong ayudarlo a atar a Aurane a su pecho.

La joven era prácticamente una niña, tenía sólo quince onomásticos, pero había perdido todo durante la invasión de los nómadas. Sus padres habían sido asesinados y su hermano se había suicidado cuando descubrió que estaba embarazado por las violaciones a las que los Jogos Nhai lo habían sometido. Ko Nami se había salvado de la atención al ser beta y porque su hermano se había asegurado de protegerla en detrimento suyo.

La condesa Noh la había presentado, convenciéndolo de que la llevara con él, no sólo por el bien de ella, sino porque Lucerys, de hecho, necesitaba gente que lo ayudara. Un príncipe no podía ir por ahí sin sirvientes, mucho menos cuando tenía un bebé.

No era que Lucerys no quisiera servidores, era que no tenía monedas para pagarles. O no había tenido.

Su ayuda en Si Jog fue pagada por la condesa Noh, tanto en oro como en cofres llenos de sedas y trajes para él y Aurane. Él había dudado aceptar, pero la condesa no le permitió rechazar.

Según Hwa Yeong, la condesa le había dado una pequeña fortuna. Y según Hajime Miura, le esperaba más en Ciudad Bazar ya que el marqués estaba muy satisfecho y agradecido con el jinete de dragón.

—No te preocupes, montar en dragón es más cómodo que viajar en caballo —procedió a explicarle un poco la silla.

Y ahora que lo pensaba, la silla pronto dejaría de quedarle a Arrax; las correas estaban alcanzando su límite. Su dragón había crecido mucho en el último año y medio, Lucerys también. La silla estaba cerca de volverse ajustada a su alrededor.

Sería difícil conseguir una nueva en el imperio; incluso si encontraba artesanos capaces, no era seguro que lograran crear una silla nueva completamente segura.

Pronto, Lucerys tendría que montar a Arrax a pelo.

Sería toda una experiencia, ojalá no muriera en el intento.

 

 

Lucerys se despidió por última vez de la condesa Noh y los ciudadanos de Si Jog. Fue reverenciado con seriedad y agradecimiento, y la condesa reiteró que él y Aurane siempre serían bienvenidos en la ciudad.

— ¿No cabalgarás esta vez, Diànxià? —el sargento Son se ganó miradas críticas de Hwa Yeong y Miura Hajime.

Lucerys había decidido no tomarle importancia al cambio de actitud del hombre hacia él.

—No. Aurane, Arrax y yo tenemos algo por hacer en el cielo hoy —respondió y miró hacia el carro de madera donde Ko Nami se estaba subiendo.

Ella había declarado con seriedad que viajaría con las pertenencias de sus príncipes, las vigilaría y protegería. Lucerys sólo había asentido, divertido; dudaba que alguien intentara robar a un dragón, menos cuando dichas pertenencias iban junto con la delegación del barón Amamiya.

— ¡Todo listo! —alguien gritó desde a atrás —. ¡Prepárense para marchar!

Hajime Miura subió a su caballo y lo espoleó hacia al frente, donde el general Lan y el coronel He aguardaban, montados en sus propios caballos, preparados para comenzar el viaje.

Ambos habían sido invitados por el marqués para expresarles su agradecimiento en persona. Ninguno lucía particularmente entusiasmado, pero el marqués era el gobernante de la región y debían acatar.

—Ve y únete al barón y a Enkhtuya —dijo a Hwa Yeong —. Nada nos pasará de aquí a Arrax —señaló a donde su dragón descansaba, a unos metros detrás de ellos.

— ¡YonYon! ¡’dios, ‘dios! —Aurane se despidió, sonriendo y rebotando, agitando sus manos hacia su viejo y preocupado caballero.

—Cuida de tu papá ahí arriba, Xiâo Diànxià —Hwa Yeong, como todos, se derritió ante la dulzura de Aurane —. Te veré pronto.

—Estaremos justo sobre ti, viejo —Lucerys le sonrió, comenzando a caminar.

— ¡Ten un buen vuelo, Diànxià! —el sargento Son gritó con seriedad.

Lucerys había olvidado que seguí ahí.

—Gracias, sargento —le sonrió a medias —. ¿No deberías unirte a Hajime Miura?

— ¡Sí! ¡Por supuesto! ¡Como dices, Diànxià! —saludó con una reverencia ligera, brazos frente a él y el puño de una mano contra la palma del otro, como un soldado saludaba a su líder.

Cuando miró a Hwa Yeong, éste tenía una expresión muy crítica y divertida. Lucerys decidió que no quería saber. Se despidió de su caballero una vez más y se acercó a Arrax.

Esperó por un momento sobre la espalda de su dragón, observando las líneas de soldados avanzar. Miró también hacia Si Jog, donde muchas personas todavía aguardaban a las afueras, observando a los soldados que los ayudaron, partir.

Se preguntó si algún día volvería.

Si lo hiciera, esperaba que fuera en mejores circunstancias.

Arrax, vuela —ordenó.

Con un rugido, Arrax se lanzó al cielo.

Sobrevolaron Si Jog por un momento, Lucerys alcanzó a escuchar vítores y gritos de agradecimiento.

Entonces Arrax se posó sobre el ejército.

¿Los soldados estaban asustados o tranquilos? Tener un dragón sobre ellos debía ser intimidante, independientemente de si eran aliados.

Feliz onomástico, Aurane —susurró a su cachorro, besando su frente y sonriendo en sus rizos plateados.

Arrax rugió, como dando su propia felicitación.

Feliz onomástico, Alyssa —susurró, esta vez mirando hacia las nubes.

Arrax volvió a rugir y Lucerys se tomó un momento para recordar a su pequeña.

Él y sus gemelos deberían estar en Westeros; en Dragonstone o en Marcaderiva, celebrando con toda su familia. Un gemelo en brazos de Lucerys y otro en brazos de Aemond; sonriendo y disfrutando, seguros en los brazos de sus padres.

Pero esa no era su vida.

Ahora, su vida estaba en el Imperio Yi Ti, junto a Aurane, Arrax y Hwa Yeong. Ellos eran todo lo que Lucerys tenía. Su hogar eran ellos y su casa sería el lugar que un día reclamaría como suyo.

Podría comprarlo con el oro ganado o, según se dieran las circunstancias, lo tomaría como sus antepasados, a fuego y sangre.

Haría lo que fuera necesario para asegurar la prosperidad de Aurane.

 

 

Tratar con el marqués Miura era cansado.

Desde su llegada a Ciudad Bazar, los días pasaron de un festín a otro.

El marqués le presentó a cada noble de la ciudad y lo llevó de un lugar a otro, mostrándole los mejores lugares para conocer.

Lucerys se sentía como un caballo en exhibición.

Lo soportaba porque Aurane disfrutaba de la comida, del movimiento y de la atención. Además, el marqués le había dado otra pequeña fortuna, como Hajime Miura había asegurado.

Dos cofres llenos al tope de monedas, más cofres con telas de la mejor calidad, con trajes confeccionados por los mejores sastres y costureras de Ciudad Bazar, y otros tantos repletos de juguetes, adornos para el cabello y joyas.

Casi parecía que fue una competencia para regalarle más que lo que la condesa le había dado. El marqués era un hombre muy rico y Ciudad Bazar, como su nombre decía, era una de las ciudades más ricas por su comercio; por tanto, el agradecimiento del marqués ni siquiera había hecho mella en su fortuna.

— ¿Piensa asentarse aquí, príncipe Lucerys? —preguntó el general Lan, acercándose donde Lucerys estaba sentado, después de saludar.

—No lo sé —respondió, invitándolo a sentarse.

Regresó la mirada a Aurane.

Su bebé estaba jugando con los hijos de los servidores de la mansión del marqués. Éste no tenía hijos ni nietos, por lo que los únicos niños pertenecían a la servidumbre.

Estaban en uno de los jardines; Hwa Yeong los vigilaba, parado a unos pasos detrás de Lucerys.

—Es una ciudad hermosa y prospera —dijo el general —. Es la más segura de las ciudades en la frontera y parece que ya tiene amigos aquí.

—Tengo un benefactor, es más preciso decir —aunque en realidad quiso decir que tenían un manejador.

El general debió entender o lo descubrió por su expresión agria porque soltó una risita. Lucerys lo vio con sorpresa, no pensó que un hombre tan renombrado como él pudiera hacer sonidos tontos como ese.

—Eso todavía significa que tiene protección —agregó, mirándolo.

—Arrax me da la protección que necesito.

—Su dragón no está siempre con usted. Y Hwa Yeong sólo puede hacer tanto.

—Arrax me vengará, esa es la protección de la que hablo.

La amenaza de ser quemados a cenizas por lastimar al jinete era lo que mantenía las manos dañinas lejos. Al menos de los inteligentes.

El general asintió, concediendo el punto de Lucerys.

—Todavía requiere la protección que un noble puede darle, sobre todo si planea quedarse en Yi Ti.

—Sí, eso sería favorable —también concedió.

Pero no estaba seguro de permanecer en Ciudad Bazar.

¿Debería regresar al pequeño pueblo con Yurika y la abuela LeLe?

¿Debería viajar por todo el imperio hasta encontrar el lugar correcto para asentarse?

Él se juró a sí mismo labrar una casa y asegurar la prosperidad de su hijo, pero era más fácil decirlo que hacerlo.

No quería ser un conquistador, no estaba hecho para ser uno, y no quería enemigos.

Sólo quería criar a su bebé con seguridad y paz.

— ¿Se irá pronto, general? —preguntó, cambiando el tema.

El coronel He ya se había marchado, de vuelta a Si Jog.

Lucerys esperaba no volver a verlo.

—Después del Festival de Medio Otoño —respondió el general —. He estado lejos de mi frontera demasiado tiempo.

— ¿Por qué no se fue de inmediato?

El marqués había quedado satisfecho con la presencia de los generales el primer día. Toda su atención se había volcado en Lucerys y eso ya tenía casi dos semanas. El coronel He había partido al finalizar la primera.

El general Lan sonrió entonces, algo brilló en sus ojos mientras miraba a Lucerys.

—Decidí darme una pequeña indulgencia. Verá, hay una flor que deseo ver todo el tiempo que pueda antes de partir.

—Debe ser una flor muy hermosa si está posponiendo su deber de esta manera —levantó las cejas con sorpresa.

El general Lan no parecía un hombre que descuidara sus obligaciones por algo trivial.

—No piense mal de mí, príncipe Lucerys. No estaría siendo tan caprichoso si no estuviera seguro de mi trabajo y de los hombres que dejé a cargo en mi ausencia. Y sí —agregó, sonriendo y bajando la voz como si estuviera por contar un secreto —. La flor de la que hablo es la más hermosa que he visto en mi vida, me atrevo a decir que es la más hermosa del mundo.

Hwa Yeong carraspeó detrás de él.

Las mejillas del general Lan se volvieron ligeramente rosadas.

Lucerys sintió que estaba perdiéndose algo.

— ¿Qué flor es? Me gustaría verla. En Westeros tenemos rosas y alientos de dragón, algunas de las más hermosas.

Hwa Yeong tosió.

¿Fue un suspiro lo que escuchó provenir del general?

—Me aseguraré de mostrarle las flores más hermosas de esta región del imperio —el general no lo miraba más, pero su expresión era ligeramente divertida —. Estoy seguro que al pequeño príncipe también le gustarán.

—Por supuesto que sí, a Aurane le encanta todo lo bonito y brillante.

Justamente como un dragón.

O una pequeña urraca.

— ¿A quién no? —el general volvió a sonreír y Lucerys sintió de nuevo que no estaba entendiendo algo.

 

 

Ver linternas encendidas elevándose hacia el cielo nocturno era todo un espectáculo.

Lucerys nunca había visto algo así en su vida.

Sonrió ante el entusiasmo de su bebé, Aurane había sostenido una linterna en sus pequeñas manos y, con ayuda de Hwa Yeong, la empujó hacia arriba mientras Lucerys lo sostenía. Ahora miraban cómo esa linterna se unía a los cientos más que los ciudadanos habían lanzado.

Aurane seguía diciendo adiós y saludando al cielo. Su adorabilidad llamó la atención de muchas personas, quienes veían al pequeño bebé dragón con sonrisas suaves y tiernas. Todos estaban encantados con él, especialmente porque Aurane no era tímido y disfrutaba de sonreír y saludar a todo aquel que veía.

Después de un momento más de observar las linternas, comenzaron a pasear por el festival. Hwa Yeong, Ko Nami, Enkhtuya y el barón Amamiya los acompañaban. Ellos se tomaban el tiempo para explicar a Lucerys los juegos, las comidas y las artesanías en cada puesto que llamaba su atención o la de Aurane.

Comieron muchos bocadillos; dulces, salados y picantes.

Aurane devoró un palito entero de fruta confitada, Lucerys prefirió los caramelos picantes y Hwa Yeong sólo comió pastelitos de nuez.

Su bebé paseó, acomodándose por turnos en los brazos de Lucerys, de Hwa Yeong, de Enkhtuya y de Ko Nami. Después de un momento que desapareció con Enkhtuya y el barón, regresó sosteniendo un conejito de cerámica y un pequeño tambor que agitaba enérgicamente.

—Un regalo —anunció el barón.

No especificó la razón, pero Lucerys lo intuyó cuando vio a Ko Nami mirar nerviosamente hacia otro lado. Ella debió decirle a Enkhtuya sobre el cumpleaños de Aurane y la alfa, a su vez, debió comunicarlo al barón.

—Gracias —fue todo lo que Lucerys pudo decir, pero lo dijo de corazón.

Unos puestos más adelante se detuvieron para admirar las cintas para el cabello, las horquillas y los peines. Aprendió que cualquiera de ellos, especialmente los peines, podían usarse como regalos de cortejo. Era usual que un pretendiente regalara un peine a su enamorado para demostrar su interés y su deseo de iniciar un posible cortejo.

Lucerys se concentró en las cintas.

Horquillas y cuentas para adornar el cabello tenía muchas, uno de los cofres que el marqués le obsequió las contenía en variados colores y estilos. También había cintas, pero Lucerys encontró más agradable comprar las que le gustaban.

Vio una cinta morada, un tono muy cercano a los ojos de Aurane… a los ojos de Aemond. Tomó una roja que estaba justo al lado y una azul, unos lugares más allá. Rojo Targaryen y azul Velaryon, lo más cercano que vio en tonalidad. Les bordaría dragones y caballitos de mar; mejor dicho, le pediría a Ko Nami que lo hiciera, y las usaría para atar el cabello cada vez más largo de su bebé.

—Elige algunas para ti, Nami —indicó a la niña —. Se verán bien en tu cabello trenzado.

—No podría, Ouji, no es apropiado —ella rechazó.

— ¿Por qué no? Tómalas. Piensa en ello como un regalo de bienvenida y un agradecimiento por lo mucho que me has ayudado este tiempo —entonces regresó la mirada al puesto, tomó una cinta rosa pálido y la acercó a la cabeza de Ko Nami —. Esta se ve bien. Escoge más.

Ko Nami replicó, sonrojada de vergüenza o timidez.

—Haz lo que Diànxià dice, no rechaces su generosidad —intervino Hwa Yeong.

Lucerys miró amonestadoramente a su caballero por el regaño.

—Sí, lo siento, señor Hwa —inclinó la cabeza hacia Hwa Yeong y rápidamente volvió a mirar a Lucerys —. Gracias, Ouji. Atesoraré este regalo.

—Úsalo bien —dijo, suspirando por dentro, esperaba que ella se sintiera cómoda con ellos pronto.

Dirigió su atención a Hwa Yeong, que observaba las cintas.

— ¿Quieres que te compre una también, viejo?

—Sería un desperdicio —dijo Hwa Yeong, tomando una cinta plateada y sosteniéndola hacia Lucerys —. Creo que ésta te quedará bien, Diànxià. Combina con tu cabello y tu traje.

Sí, haría juego con su mechón plateado y con la parte blanca de su traje esa noche.

—La compraré para ti, así combinarás con Aurane y conmigo.

Las comisuras de la boca de Hwa Yeong se elevaron un poco.

—Si insistes.

—Insisto —dijo y procedió a pagar, asegurándose que Ko Nami hubiera escogido al menos dos cintas más.

—Parece que algo sucedió —la voz de Enkhtuya llamó su atención.

Ella y el barón habían permanecido en silencio, Lucerys pensó que se debió a sus atenciones en un punto alto al otro lado de la calle. No resistió seguir sus miradas. Vio al general Lan, parado en la terraza de un edificio, hablando con su segundo al mando. Ambos tenían expresiones serias.

¿Algo sucedió en la frontera que el general protegía?

¿Su partida se adelantaría? Tanto como podría, considerando que el general ya tenía planeado irse después del festival.

Lucerys esperaba que no fuera algo tan serio como una nueva invasión. Tal vez sólo eran avistamientos de nómadas o pequeñas incursiones. No tenía conocimiento de las ciudades en esa área, pero sinceramente esperaba que ningún inocente estuviera herido.

Una idea repentina llegó a su mente.

Él podría ayudar.

Arrax podría ayudar.

A su vez, conocería más lugares y su reputación podría crecer y expandirse.

Además, el general Lan era un noble y un militar, su influencia y protección serían favorables para Lucerys. Ciertamente, el general era más agradable que el marqués y no parecía querer aprovecharse de Lucerys. Tampoco se le figuraba como un hombre que abusaría de su buena voluntad.

¿Y no había dicho que estaba dispuesto a recurrir al fuego y la sangre para asegurar el bienestar de Aurane?

Qué mejor que hacerlo mientras ayudaba a otros, ¿no?

 

Notes:

1. Apoyo visual para el traje blanco de Lucerys:
https://www.pinterest.com.mx/pin/862157922439140750/

2. Apoyo visual para el traje del festival:
https://www.pinterest.com.mx/pin/862157922439140843/

3. ¿Les gustaría que el próximo capitulo sea de pov múltiple, sólo un personaje -¿cuál?- o sólo de Aemond?

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 12: Interludio II: Los herederos

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Rhaenys Targaryen Velaryon

Despertó de golpe.

No se lanzó fuera de la cama, su respiración no estaba alterada ni los latidos de su corazón eran erráticos, pero sus ojos se abrieron como si hubiera estado fingiendo dormir.

No era la primera vez que sucedía.

Ni siquiera comenzó cuando Lucerys desapareció.

No, fue varias lunas después de su partida que empezó a soñar con él.

Era el mismo sueño, una y otra vez, pero no era malo.

Era Lucerys volando en Arrax, con un bebé atado al pecho.

Un bebé con los rizos de Laena y la sonrisa de Laenor.

Un bebé Velaryon.

Tan Velaryon como Lucerys, Jacaerys y Joffrey no lucían.

Tan Velaryon como Rhaenys nunca los consideró.

Ni una sola vez desde que los colocaron en sus brazos y ella vio el cabello y los ojos oscuros. Desde que no vio ningún rasgo que compartieran con Laenor, con Corlys o con ella.

Rhaenys vio lo que faltaba a esos niños, no lo que tenían.

El reconocimiento y el amor de Laenor y de Corlys.

¿Por qué ella no pudo aceptarlos y abrazarlos también?

Y ahora sus sueños le decían que ellos eran hijos de sangre de su hijo, que eran sus nietos.

Al menos Lucerys lo era.

Y Lucerys ya no estaba.

Ella no se había involucrado en la indiscreción de Lucerys; no intercedió a su favor, no buscó soluciones ni intervino en las decisiones de Corlys y Rhaenyra. Había estado demasiado enojada para hacerlo.

Pese a lo sucedido, Corlys siguió dando su apoyo al niño y estaba muy dispuesto a sentarlo en el Trono de Pecios. A sentar a dos bastardos en el trono de Marea Alta.

Rhaenys había llegado a hacer las paces con la idea de que Lucerys heredaría la señoría que correspondía a un verdadero niño Velaryon, un niño de su sangre, una señoría que debió ser para Baela o Rhaena. Lo aceptó porque cualquier hijo que Lucerys tuviera se casaría con uno de los hijos de las gemelas, dado que Baela estaba comprometida con Jacaerys y Rhaena era una omega.

¿Pero entregarle también el Trono de Pecios al hijo bastardo de Corlys?

¿Qué importaba que convencieran a Viserys de legitimar al chico? Ese no era el principio del asunto.

Y ese principio era irrelevante ahora.

Sin Lucerys, Joffrey fue nombrado el nuevo heredero de Marcaderiva y Rhaena sería su esposa. Una pareja tradicional de alfa y omega.

Nadie estaba contento.

En ningún sentido, con nada y con nadie.

Lucerys se había llevado toda felicidad con él.

— ¿Otra vez ese sueño? —la voz de su esposo la hizo mirar hacia el otro lado de la habitación.

Corlys estaba sentado en una silla, cerca de las puertas de su balcón, observando el mar más allá, tranquilo bajo la luz de la luna.

—Sí —respondió, sacando las piernas de la cama, sentándose en la orilla.

—Los encontraremos. Mi nieto y mi bisnieto estarán de vuelta un día, estoy haciendo todo lo posible para que sea así —la voz de Corlys era fuerte y segura, llena de convicción.

Él, Viserys, Daemon y Rhaenyra seguían buscando a Lucerys, pero seguían sin una pista de su paradero. Era como si hubiera desaparecido en el aire.

Ni en Westeros ni en Essos fue visto, ¿cómo podía un dragón pasar desapercibido?

La teoría que tenían era que Lucerys mantuvo a Arrax volando sólo por las noches. Algo tan inteligente como frustrante.

—Lucerys no quiere que los encontremos.

Ella miró hacia al fuego que moría poco a poco en la chimenea.

—No importa. Su lugar es aquí en Marcaderiva, en donde ambos pueden estar seguros.

¿No se había ido Lucerys porque se sentía inseguro? ¿No habían amenazado ellos la integridad de su bebé? Lucerys se había ido porque la alternativa era perder a su hijo de una forma u otra, ¿qué más iba a hacer el hijo de Laenor, quien aceptó y defendió niños que no lucían suyos, y el hijo de Rhaenyra, quien defendía a capa y espada a niños que casi todo el mundo consideraba bastardos?

Rhaenys no sabía por qué era ella quien soñaba con Lucerys y su hijo, su nieto y su bisnieto.

¿Sus sueños eran reales?

¿Eran sueños de dragón?

¿Eran una coincidencia o un juego de la mente?

Tal vez era obra de los dioses; un castigo por no poder aceptar a los niños que su hijo amó como propios o tal vez era un mensaje para tranquilizarla sobre el bienestar de su sangre.

¿Pero por qué ella y no Corlys o Rhaenyra?

¿Por qué no Aemond? Ese chico con la sangre podrida que sólo había traído problemas a los Targaryen y Velaryon.

Rhaenys sólo sabía dos cosas.

Que se equivocó y que los dioses eran crueles.

 

Rhaenyra Targaryen

Era una hipócrita.

¿Cómo pudo pedir a Lucerys que se deshiciera de su hijo? ¿Cómo se atrevió a poner condiciones para que él se quedara con su bebé?

Ella, que se involucró con Harwin, que tuvo hijos que no eran de su esposo y que les quitó un padre a sus hijos para tener al hombre que siempre deseó, el mismo hombre que podía ser su campeón y un apoyo para su causa.

¿Qué le había ocurrido? ¿Por qué no apoyó a su hijo?

¿No empañar más su reputación y la de su familia fue más importante que su hijo y su nieto?

Ahora estaba más cerca que nunca de su trono, pero no tenía a su dulce niño.

Su padre la había nombrado Mano del Rey, destituyendo a Otto Hightower y enviándolo de regreso, por segunda vez, a Oldtown.

Alicent había estado furiosa, sumado a su malestar previo por la relación de Aemond y Lucerys, que la había tenido arremetiendo aún más contra Rhaenyra y los suyos. Alicent la acusaba de haber trastornado a Aemond a través de Lucerys, como si Rhaenyra alguna vez quisiera que sus hijos se relacionaran con sus medios hermanos.

La reina había intentado convencer al rey de cambiar de opinión sobre Otto, fue tan lejos como para gritar acusaciones contra ella en la cara del padre de Rhaenyra. Sobre que todo había sido un plan para dañar a la familia de la reina, para escalar suciamente hacia el trono y muchas cosas más por el estilo.

Todo había sido una estupidez, pero Alicent por fin se había quitado su máscara tolerante y dejó a la vista su desdén y falta de respeto por Rhaenyra.

Su padre, por una vez, también pareció quitarse la venda de los ojos para ver lo que se desarrollaba dentro de su familia. Él no cedió a las suplicas de Alicent y también fue más allá al quitarle una buena parte de su poder como reina.

Además de ser la nueva Mano del Rey, Rhaenyra tomó las riendas de la Fortaleza Roja como su nueva señora. Los deberes que competían a Alicent como la reina, ahora eran de Rhaenyra, con todos los derechos y poderes que conllevaba.

Alicent era reina sólo de título.

Sus aliados se indignaron y se apresuraron a abogar por ella, sobre todo Casa Hightower, pero la decisión del rey era irrevocable.

Lo más sorprendente fue que ninguno de sus medios hermanos se molestó por el cambio del estatus quo, ni siquiera Aemond, quien era bien sabido era el hijo favorito de Alicent y quien, a cambio, le era leal y devoto.

Rhaenyra sabía que debía preocuparse más por la situación, sobre todo con Otto en Oldtown, maquinando algún plan nefasto, pero cuyas manos estaban más que un poco atadas debido a la falta de voluntad de sus nietos por continuar la mala sangre entre ellos y Rhaenyra. Incluso Daeron había sido llamado de vuelta a la capital por orden del rey y fue asignado al cuidado de Daemon.

Su esposo no estaba contento, pero él, como ella, entendía el movimiento calculado. Daeron era un desconocido que había vivido toda su vida en el seno Hightower, por tanto, la variable incalculable en el enfrentamiento de las dos ramas familiares de Viserys Targaryen.

Aegon y Helaena habían sido rápidos en irse de la Fortaleza Roja. Habían solicitado permiso a Rhaenyra para mudarse a Rocadragón y vivir ahí con sus hijos en el futuro previsible. Daemon había estado en desacuerdo y Rhaenyra dudó al principio, pero cedió.

Era favorable tener a los hijos mayores de Alicent lejos de su alcance y Aegon estaría bien vigilado por Jacaerys y Baela, quienes permanecieron en Rocadragón, el punto nuclear desde donde se llevaba a cabo la búsqueda de Lucerys.

Lucerys.

La razón por la que Rhaenyra no podía centrar su atención en la lucha por el trono y en lidiar con Otto y Alicent.

Su dulce niño y su bebé, lejos en algún lugar donde ella no podía alcanzarlos.

Y ella los había orillado a eso.

¿Por qué no fue más comprensiva? ¿Por qué fue tan cruel con su propio hijo?

Ella no había querido que su hijo tuviera una reputación como la de ella, que fuera señalado e insultado, ¿pero no había una mejor manera de evitarlo? ¿Si ella hubiera estado menos decepcionada, menos asustada, habría pensado en una solución que no implicara abortar, regalar al niño o casar a Lucerys con alguien a quien no deseaba?

¿O ella no habría podido apoyar a Lucerys si su decisión era ser el padre de un bastardo? ¿Era tan difícil? Él no habría sido el primero ni el último noble o miembro de la realeza en tener un hijo fuera del matrimonio.

¿Rhaenyra no habría podido estar al lado de su hijo, cabeza en alto y espalda recta, apoyándolo y sosteniendo a su nieto sin importar lo que dijeran los demás? Ella era la Princesa Heredera y Lucerys era un príncipe, el Heredero de las Mareas, ¿qué importaba la opinión de las ovejas?

Oh, pero importaban y mucho.

Sobre todo para una Princesa Heredera que era tildada de puta, que no tenía poder y que tenía un medio hermano con una madre y un abuelo venenosos, y para un príncipe que era señalado como bastardo.

¿Qué tan más difícil sería la ascensión de ambos a sus respectivos tronos si se supiera abiertamente que Lucerys Velaryon tenía un hijo bastardo? El reclamo de su hijo a Marcaderiva ya había sido cuestionado, Vaemond Velaryon había perdido la cabeza por ello y los susurros contra ellos no cesaron.

¿Algo habría sido diferente si Lucerys les hubiera dicho quién era el padre de su hijo?

¿Habrían forzado un matrimonio entre ambos, a pesar de todo?

Rhaenyra entendía la razón de Lucerys para guardar silencio respecto a Aemond.

Daemon no habría dudado en matarlo, al infierno con las consecuencias.

Su padre habría sido rápido en arreglar un matrimonio.

En cualquier caso, Lucerys y Aemond habrían sufrido.

No importaba que ahora Aemond demostrara tener sentimientos positivos por Lucerys, fuera amor o sólo responsabilidad, el ser obligado a casarse habría agriado más la relación de ese par.

Parecía que la pérdida había abierto los ojos de su medio hermano, como sucedió con Rhaenyra.

Cada vez que había noticias de un avistamiento de Lucerys, Aemond era el primero en volar para comprobarlo. El último año, él no había pasado más de una semana en la Fortaleza Roja o en Rocadragón, viajando constantemente a lo largo y ancho del continente y las islas circundantes.

Aemond había volado también a Essos, durante las primeras lunas de la huida de Lucerys, pero su búsqueda había sido infructuosa. Nadie había visto a ningún dragón en el continente del este. Todas las noticias que llegaban sobre su hijo radicaban en Westeros; era obvio que la mayoría eran falsas, pero nadie se atrevía a pasarlas por alto.

Sin embargo, algo dentro de Rhaenyra le decía que su dulce niño no estaba pisando el mismo suelo que ella. ¿Cómo comprobarlo? Ninguno de los hombres que Daemon y su padre enviaron a Essos tenían información, ni siquiera Lord Corlys, quien había desplegado una buena parte de su flota para llegar lo más lejos posible, pero cualquier información que ellos obtuvieran también tardaba en llegar.

Como las cartas de Laenor.

Su querido primo fue rápido en movilizarse tras la carta que ella envió, contándole lo que había ocurrido. Laenor y Sir Qarl dejaron su vida tranquila como pescadores en Lorath y comenzaron a buscar a Lucerys en cada ciudad de Essos. Sin embargo, su avance era lento e infructuoso. Ni siquiera ellos habían escuchado susurro alguno de un dragón y su jinete.

¿Dónde estaba Lucerys?

¿Su nieto o nieta estaba bien? ¿Nació saludable?

Habían pasado casi dos años, el tiempo para que Lucerys diera a luz. Su nieto debía estar cumpliendo un año de vida justo ahora. Si es que había nacido.

No. Ese bebé nació.

Tenía que estar vivo, amado y mimado por Lucerys.

De no ser así, Rhaenyra nunca se perdonaría.

Ya se odiaba bastante.

¿Lucerys también la odiaba?

 

Jacaerys Velaryon

Ni una vez en su vida pensó que estaría rezando fervientemente a dioses que no fueran las Catorce Llamas de Valyria, pero ahí estaba. En el septo de la Fortaleza Roja, escuchando atentamente al septón y suplicando a los Siete por el regreso de su hermano.

La reina, para sorpresa de todos, había solicitado y organizado una misa en el segundo aniversario de la partida de Lucerys. Una misa para orar a los Siete por el bienestar de Lucerys y su bebé, así como por encontrarlo pronto o que él regresara. Lo que fuera que sucediera primero.

Jacaerys dudaba que sucediera lo segundo.

Lucerys no regresaría mientras pensara que su familia era una amenaza para él y su bebé, no mientras no se sintiera bienvenido y no mientras se sintiera como una carga.

Tal como él se lo había dicho.

Lo único que traerás a nuestra familia si insistes en quedarte con ese niño son problemas. Más de lo que estás causando. Acepta una de las opciones que nuestros padres y abuelo te han dado, de lo contrario sólo te convertirás en una carga. Jacaerys no se había suavizado por la expresión llena de dolor que su hermano mostró tras esas palabras.

¿No te das cuenta, Lucerys? Nuestra situación es precaria tal como está. ¿El desafío a tu herencia no te hizo abrir los ojos, chico tonto? ¿No entiendes lo que ese niño provocará contra ti y contra la causa de nuestra madre? Las lágrimas de Lucerys tampoco lo habían conmovido.

El reino ya nos ve como bastardos, ¿quieres que también te vean como una puta? Porque lo harán. Es como te veo ahora. ¿Por qué había dicho eso? ¿Por qué tuvo que ser tan duro y cruel?

Si quieres tener a ese niño, si quieres mantener tu herencia, cásate con Alyn. Si no, lo mejor sería que desaparecieras. No necesitamos cargas. Había dicho eso, dejando a Lucerys solo en su habitación, sin mirarlo mientras salía.

Apenas había soportado mirar a su hermano desde que Lucerys les dijo que estaba encinta.

Había estado tan enojado, tan decepcionado.

¿Pero por qué tuvo que ser tan innecesariamente cruel?

¿Cómo pudo decir cosas tan terribles a su hermanito?

Jacaerys se había sentido traicionado, pero eso no justificaba su actuar.

En primer lugar, no hubo razón para que sintiera traición, al menos no una traición tan personal.

Lucerys era su hermano, no su posesión, no su prometido. No importaba cuánto Jacaerys deseó que fuera así. Deseaba; sus sentimientos no habían desaparecido, tal vez nunca lo harían.

Al ser bastardos, Jacaerys tenía que casarse con Baela para que la sangre Velaryon se sentara en el Trono de Hierro como fue el acuerdo entre Corlys Velaryon y la Corona, para que el poder de Casa Velaryon se mantuviera detrás de su madre. Si Rhaena no fuera una omega, ella y Lucerys también hubieran sido comprometidos; ya que lo era, un hijo de ella o un hijo de Jacaerys y Baela se casaría con el heredero de Lucerys para que la sangre Velaryon permaneciera en el Trono de Pecios.

Si él, Lucerys y Joffrey fueran verdaderos Velaryon, todo habría sido diferente.

Jacaerys, un alfa, habría estado prometido con Lucerys en cuanto éste se presentó como un omega. Sangre Velaryon y Targaryen se sentaría en el Trono de Hierro, y Joffrey heredaría Marcaderiva sin oposición, sin que él y Rhaena fueran obligados a casarse.

Sin embargo, ¿eso habría cambiado la situación actual de Lucerys?

¿Su hermano aún se habría involucrado con Aemond?

Incluso si fueran niños Velaryon de sangre y no fueran prometidos, ¿Lucerys habría aceptado casarse con Jacaerys y hacer pasar a su hijo como suyo? ¿Jacaerys lo habría aceptado de todos modos?

Quería decir que sí. Que aceptaría a su hermano a pesar de todo, que su amor por él era más fuerte que cualquier cosa, pero ya había demostrado que no era así, ¿verdad?

Lo comprobó cuando descubrió que fue Aemond quien tocó a Lucerys, quien lo tomó y lo desechó. Cuando llegó a Rocadragón en medio de la noche, buscando a Lucerys, alertándolos de su huida; cuando se involucró en la búsqueda inmediata a través de la isla y Daemon cuestionó su interés. Porque el niño que espera es mío, Aemond había respondido y Jacaerys fue el primero en lanzarse contra él, golpeando su rostro con los puños.

Mientras los guardias lo sostenían, alejándolo, y Daemon tenía Darksister en el cuello de Aemond, lo único que Jacaerys pensó fue cómo Lucerys se involucró de esa manera con su tío. Su ataque no nació del enojo y la preocupación contra el hombre que lastimó y se aprovechó de su hermano, sino de la furia contra el hombre que tomó lo que se suponía debía pertenecer a Jacaerys.

Se sentía asqueado de sí mismo.

Se sentía culpable.

Y se sentía muy enojado; contra sí mismo, contra sus padres, contra su abuelo, contra Aemond y contra la reina.

¿A qué estaba jugando ella?

¿Por qué de repente se interesó y preocupó por Lucerys? ¿Por qué ir tan lejos como orar por él y difundir de buena gana la historia detrás de la desaparición de Lucerys?

Ahora todo Westeros pensaba que Lucerys se había ido por una desilusión amorosa. Esa era la realidad; su abuelo rey les había contado sobre la última visita de Lucerys, sobre su amor por Aemond y su corazón roto, además de su miedo por la seguridad de su bebé.

Su hermanito se fue porque se sintió acorralado, porque dejar a su familia y a Westeros fue la única solución que encontró.

Se fue porque Aemond iba a casarse con otra persona.

Y eso era lo que la reina estaba difundiendo.

El príncipe Lucerys Velaryon huyó de Westeros porque su amado, el príncipe Aemond Targaryen, debía casarse con Lady Bethany Hightower.

La sorpresa radicaba en que la reina pintó a Lady Bethany y a sí misma como las villanas de la historia. Fue Lady Bethany quien se interpuso entre los príncipes y fue la reina quien insistió en el matrimonio de su hijo con su sobrina. Ella recapacitó cuando el príncipe Lucerys desapareció y vio a su hijo siempre correcto, abandonar sus deberes y enfocar su vida en buscar a su amado.

Los Hightower estaban furiosos e indignados, incrédulos por las acciones de su reina, pero nada podían hacer. No podían desacreditar a la reina que portaba su apellido, sin importar que fuera en detrimento de otra de sus hijas. La niña que sufrió una vergüenza tras otra desde que el rey anuló su compromiso con Aemond.

¿Por qué Aemond decidió anular su compromiso justo cuando Lucerys ya no estaba?

¿Por qué a Lucerys le importaba tanto su tío que decidió abandonar todo para conservar al hijo de Aemond?

¿Y por qué Jacaerys no pudo ser un buen hermano? ¿Un hombre decente?

Daemon había aceptado y amado a los hijos de la mujer que amaba, ¿por qué Jacaerys ni siquiera pensó en hacer lo mismo?

 

Notes:

1. Me faltó Aemond, lo sé, pero mientras escribía su parte me di cuenta que tiene mucho qué decir y sufrir. Así que he decidido que a partir de la siguiente parte, intercalaré capítulos desde su pov con los de Lucerys y Lan Taeyang.
Tiene el doble propósito de darnos vistazos a lo que sucede en Westeros, paralelamente a la nueva vida de Luce. También así no los dejo a ustedes esperando tanto por información de los Targs. Y será divertido escribir/leer a un Aemond agónico por sus chicos.

2. Sobre los ceros avistamientos de Lucerys en Essos, tomemos en cuenta que la extensión de territorio de ese continente es demasiado grande, además del mar entre continentes, por lo que la información del dragón en Yi Ti tardará en salir del imperio.
Sin embargo, ya mencioné quiénes serán los primeros en enterarse, aunque todavía pueden pasar meses o hasta años. Ellos todavía no han llegado al Mar Dothraki, para que se den una idea.

3. Aquí les dejo un mapa de Essos y otro del Imperio Yi Ti.
https://ar.pinterest.com/pin/830280881274233027/

https://archiveofourown.org/works/39392139/chapters/98582943
(Esta historia no tiene nada qué ver con la información en ese archivo, sólo enfóquense en el mapa. Casi no hay mapas detallados de YiTi, pero esta joyita estaba aquí mismo.)

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 13: Tercera parte: El general I

Notes:

Letras en negrita y cursiva, en diálogos, indican que el personaje habla en alto valyrio.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

— ¿Todo bien en casa?

—Sí. Mis padres están saludables  —respondió, dejando la carta sobre su escritorio.

Se abstuvo de entrar en detalles.

Deguchi era un viejo amigo, provenía de Fayuio también y, aunque no era de origen noble, se labró su camino militarmente y el destino los reunió cuando Taeyang viajó a la frontera norte. Como tal, Deguchi estaba consciente del drama gestado en la familia Lan.

Era bien sabido en todo el imperio que la duquesa Lan era una mujer vanidosa y desvergonzada, quien tenía a su amante viviendo bajo el mismo techo que su legítimo esposo.

Tener concubinas no era algo extraño para aquellos hombres y mujeres que podían permitirse mantener bocas adicionales, pero era inaudito que un noble tomara como concubina a una persona vulgar y más aún que peleara con otro noble para poseerla.

Su madre no sólo había peleado con el conde Park, sino que lo había asesinado para reclamar como suya a una de sus concubinas. Una mujer omega que el conde había sacado de un prostíbulo y con la que ya había engendrado dos hijos.

Hijos que la madre de Taeyang también dio bienvenida en la Mansión Blanca.

Su padre fue hecho a un lado fácilmente y él y Taeyang habían tenido que compartir su techo con esas personas. Aunque Lan Saja no era querido y apenas era respetado por su propia esposa, se había mantenido firme como el duque Lan, el gobernante consorte de Fayuio y el señor de la Mansión Blanca. No entregó un mínimo de su poder y siguió manejando el ducado con mano de hierro. Nadie esperó menos de él a pesar de la vergüenza que se veía obligado a soportar, no del omega salvaje cuyos padres habían educado como si fuera un alfa; orgulloso, fuerte y sin miedo a nada.

Existían susurros sobre que esa era la razón por la que Lan Deiji no amaba a su esposo, porque él no era el omega obediente, tranquilo y dulce que ella deseaba, como se suponía debía ser todo omega. La madre de Taeyang, por lo menos, no había humillado más a su esposo al quitarle autoridad en su propia casa y entregarle a su concubina más de lo que le correspondía. Sin embargo, eso bien podía deberse a que la abuela de Lan Saja había sido una princesa imperial.

Sus lazos con el emperador actual podrían ser lejanos, pero Lan Deiji no tentaría al destino más de la cuenta. No cuando ya se había salvado con un castigo no mortal; el emperador había sido indulgente con ella, él bien habría podido quitarle su título, encarcelarla, azotarla o pedir su cabeza. Lan Saja era un pariente lejano, pero sangre imperial corría por sus venas y cualquier afrenta que sufriera no quedaría sin respuesta.

También, la abuela de Taeyang, la antigua duquesa Lan, daba todo su apoyo a su padre. Ser una hija filial era una de las pocas cosas redimibles de Lan Deiji y la única persona que respetaba más que a nadie era su propia madre.

El respeto de Taeyang por su madre alfa había flaqueado, pero para bien o para mal seguía siendo un hijo filial. Por ello había elegido cumplir el castigo del emperador en nombre de su madre. Su padre omega no había estado de acuerdo, pero él había tomado su decisión.

Tal vez fue un giro del destino, de lo contrario nunca habría conocido al príncipe Lucerys.

—Ahí está la sonrisa.

Taeyang miró a Deguchi, su segundo al mando no era de los que murmuraban.

— ¿Dijiste algo?

—No general, mis disculpas.

¿Por qué se disculpaba si no había dicho nada?

— ¿Debo esperar su respuesta para llevarla a los mensajeros?

—No —rechazó, tomando un sobre sellado que descansaba junto a su tintero —. Tengo un par de cartas más por leer, entonces escribiré mis respuestas y te llamaré. Puedes retirarte.

—Como ordene —Deguchi se despidió con una venia y salió de su estudio.

Se dispuso a leer los chismes que sus viejos amigos escribieron. Ryota reiteró sus disculpas por haberse casado en su ausencia, pero no había podido esperar el retorno de su mejor amigo porque, ¿y si Azumi cambia de opinión y no quiere casarse más? Taeyang lamentó perderse la boda de sus hermanos en todo menos en la sangre, pero lo entendió y estaba feliz por ellos.

La unión de Ryota y Azumi se había visto venir desde que eran niños y se conocieron por primera vez, cuando ella había ahuyentado a palos a Ryota por atreverse a reclamar a Taeyang como su mejor amigo siendo que ella era la mejor amiga desde que eran bebés en pañales.

Y ahora Azumi se burlaba de él por carta sobre su nuevo y rápido enamoramiento por el príncipe extranjero. Si ella conociera al príncipe Lucerys, en lugar de burlarse de Taeyang, lo compadecería. Él podía ser uno de los solteros más codiciados del imperio, pero un omega como Lucerys Velaryon, una persona como él, no se fijaría en alguien como Taeyang.

El príncipe Lucerys debió conocer alfas con mejor apariencia y estatus en Westeros. Por lo que había aprendido, la realeza westerosi tendía a casarse con personas que compartieran su ascendencia valyria, ¿cómo podía Taeyang compararse con valyrios de cabello plateado y ojos morados? El padre del pequeño príncipe debía ser una persona maravillosa si el príncipe Lucerys lo eligió, siendo tan dulce y valiente como era.

Pese a que había pasado un año desde que el príncipe se unió a Taeyang en su campaña, tiempo durante el cual se habían acercado lo suficiente para considerarse amigos, el objeto de su afecto seguía sin compartir la historia detrás de su viaje a Yi Ti, tampoco habló del padre del pequeño Aurane ni lo que fue de él y su relación. El príncipe no tenía por qué hablarle a Taeyang de ello si no quería, por supuesto, pero sería mentira decir que no estaba curioso. Después de todo, que el príncipe Lucerys estuviera casado o mantuviera sentimientos románticos por alguien afectaba a Taeyang.

¿Cómo estar seguro de poder cortejarlo adecuadamente, independientemente de si Taeyang estaba a su altura?

Hasta el momento el príncipe no había mencionado explícitamente que fuera casado, viudo o comprometido, pero Taeyang no quería dar pasos en falso. Especialmente no, considerando la existencia del príncipe Aurane, cuya legitimidad era vista con curiosidad pero que no era incumbencia de nadie y no importaba en el gran esquema de las cosas. El príncipe Aurane era un Velaryon, un bebé hermoso, muy amado y muy preciado; por sobre todo, era el hijo del príncipe Lucerys y eso era lo único que importaba a Taeyang.

Además, Taeyang no quería insultar a nadie y mucho menos complicar la vida de su príncipe. Lo más viable, si quería dar un paso al frente, sería preguntar directamente al príncipe Lucerys, ¿pero no sería demasiado desagradable?

Su coqueteo, que resultó menos sutil de lo que pensó si la reacción de Hwa Yeong era una indicación, no era rechazado, pero eso definitiva y tristemente se debía a que el príncipe Lucerys era bastante ajeno.

Un fuerte rugido lo sacó de sus pensamientos.

El sonido atronador de alas resonó sobre él.

Era común escuchar y ver a Arrax volar sobre Si Basi, la gente de la ciudad ya se había acostumbrado a ver al dragón deambular sobre ellos y el territorio circundante. Tan acostumbrados como estaban a ver con asombro al príncipe Lucerys montando a la gran bestia.

Taeyang no los culpaba, él mismo no dejaba de admirar al príncipe en su elemento. Admirar y agradecer, ya que los vuelos de dragón no eran todos por placer. El príncipe Lucerys patrullaba la frontera sobre su dragón, día y noche invertía su tiempo para inspeccionar que todo estuviera en orden y que los nómadas se mantuvieran en sus llanuras.

Los Jogos Nhai habían disminuido sus incursiones en territorio imperial después de la primera vez que el príncipe Lucerys llegó y Arrax derramó fuego frente a los nómadas como advertencia. Algunos invasores todavía se escurrían por la frontera, solitarios o en pequeños grupos, pero eran fácilmente tratados por los soldados.

Las tribus que siempre habían vivido al borde de la frontera habían decidido no tentar su suerte y se mantuvieron tranquilas, pero nuevas tribus llegaban poco a poco, esperando triunfar de alguna manera. Un par de meses atrás habían tenido que enfrentar a una tribu muy valiente y muy estúpida; cientos de nómadas perecieron bajo una lluvia de fuego momentos después de pisar suelo imperial, los hombres de Taeyang ni siquiera tuvieron que desenvainar sus katanas.

Antes de darse cuenta, Taeyang estaba en el patio del cuartel.

Lo que vio hizo que su corazón diera un vuelco de una manera nada agradable.

El príncipe Lucerys estaba montando a Arrax y lo estaba haciendo sin silla.

Pensamientos de preocupación y emociones de miedo lo inundaron mientras caminaba hacia el nido de Arrax.

Era un espacio en el suelo entre Si Basi y el cuartel, casi un punto medio entre la ciudad donde los príncipes residían y el cuartel donde el príncipe Lucerys daba sus informes diarios a Taeyang sobre el patrullaje. Se trataba de un hoyo no tan profundo que el mismo Arrax había creado al quemar la hierba y la tierra, cubierto de huesos de animales carbonizados y semi carbonizados.

Sólo el príncipe Lucerys podía poner un pie en dicho círculo, y el príncipe Aurane, pero únicamente en compañía de su padre omega. El único que se atrevía a acercarse era Hwa Yeong, pero el hombre se mantenía sabiamente a varios metros de distancia.

Justo en el punto exacto donde Taeyang lo encontró en este momento.

El príncipe Aurane estaba sentado sobre los hombros del jeonsa, quien tenía un agarre firme en sus pequeñas piernas, mirando y señalando alegremente al cielo, en la dirección donde Arrax se estaba perdiendo de vista.

— ¡Yongyong! ¡Mira! ¡A’rax, ‘queño ‘hora! —exclamó el pequeño príncipe, quien cada día mejoraba su habla.

Era un bebé de dos años, pero se estaba desarrollando rápidamente.

—Tan pequeño como tú,  Xiâo Diànxià —dijo Hwa Yeong con voz tranquila.

— ¡Yo no ‘queño! —replicó el principito, abrazando tan fuerte como podía la cabeza del jeonsa, como para enfatizar su descontento —. ¡Yo po’roso d’agon!

—Mis disculpas, Xiâo Diànxià —el jeonsa no rio, pero el tono de su voz delató su diversión —. Tienes razón, eres un gran y poderoso dragón.

—Sí —el bebé asintió sabiamente y palmeó gentilmente la cabeza de Hwa Yeong.

A pesar de su preocupación, una sonrisa se coló en el rostro de Taeyang por lo que acababa de presenciar.

—Grande y poderoso como tu papá —dijo en cuanto se paró junto a ellos.

Igual de hermoso también.

— ¡Yangyang! —fue el saludo que recibió del principito.

—General —Hwa Yeong asintió en su dirección, incapaz de hacer una venia correcta por el bebé en sus hombros.

—Hola, dulce príncipe. Hwa Yeong —no alcanzó a decir nada más porque fue sorprendido por el príncipe Aurane, quien se inclinó hacia él.

Pronto, Taeyang tenía los brazos llenos del bebé más hermoso y dulce que había conocido, tan dulce como su suave olor a leche. El olor a luz de sol y sal marina también llegó a su nariz, una reminiscencia del príncipe Lucerys, cuyo aroma siempre estaba en su hijo como era natural.

—A’rax y kepa vuelan, Yangyang —el principito comenzó a hablarle mientras enredaba sus pequeños dedos en el cabello largo de Taeyang.

A él no le importaban los tirones y encontraba entrañable que el bebé estuviera tan fascinado con su cabello.

—Yo quer’a volar, kepa dijo no.

La mirada traicionada en ese pequeño rostro fue tan adorable que Taeyang no resistió dar un toquecito con el dedo índice a la punta de su nariz. El principito rio encantado y regresó el gesto a Taeyang, aunque su toque fue un poco torpe.

No había nadie alrededor para verlo tomarse tal libertad, excepto Hwa Yeong, pero el jeonsa sólo los miró tranquilamente. Cuando sus miradas se encontraron, Taeyang notó el brillo conocedor en los ojos del hombre mayor.

Taeyang carraspeó y miró al cielo, a la dirección donde Arrax había desaparecido —. Debo suponer que el príncipe Lucerys no llevó al pequeño príncipe porque sería peligroso.

—De hecho —acordó Hwa Yeong.

Ambos escucharon las quejas medio inteligibles del bebé, quien se cansó rápidamente y se contentó con mirar también el cielo desde los brazos de Taeyang.

—Las correas de la silla de montar ya no se ajustan al cuello de Arrax, las correas para asegurar a Diànxià también se han desgastado y en unos pocos meses más, el tamaño del asiento dejará de adecuarse a él —explicó el jeonsa.

El príncipe había comentado lo mismo a Taeyang, pero no pensó que dejaría de usarla tan pronto y menos que montaría a pelo. Él pensó que tendría tiempo suficiente para encontrar un artesano o herrero que fuera capaz de construir una nueva silla, pero obviamente el príncipe tomó su propia decisión.

Ya había consultado a los herreros de Si Basi, incluso los había presentado al príncipe y éste permitió que analizaran la silla. Ninguno de ellos se consideró capaz de replicar una silla nueva, exactamente no con todos los detalles funcionales que la conformaban. El príncipe lo había entendido y aceptado, comentando que incluso en Westeros sólo los Guardianes de Dragones tenían el conocimiento para construir y cuidar las sillas. Taeyang se preguntó en silencio si dicho conocimiento implicaba algún secreto valyriano como la forja de acero valyrio.

—Él es o demasiado valiente o tiene poco cuidado por su propia seguridad —comentó secamente.

El silencio de Hwa Yeong fue revelador.

Un nuevo rugido les hizo saber que el príncipe estaba regresando.

A lo lejos, vieron como Arrax se acercaba; desde un pequeño punto brillante a la distancia, poco a poco fue haciéndose completamente visible.

El príncipe Aurane se entusiasmó.

Arrax pasó sobre ellos y Taeyang pudo ver al príncipe Lucerys, una figura azul y oscura, en su espalda. No lograba distinguir su rostro, pero algo le decía que había una sonrisa en él y nada de temor. ¿Todos los jinetes de dragones eran tan osados?

Después de dar la vuelta sobre la ciudad, Arrax finalmente bajó, aterrizando al borde de su nido, al otro lado de donde Taeyang y compañía se encontraban. Observó atentamente cómo Arrax se agazapaba un poco e inclinaba un lado de su cuerpo, bajando su ala para que el príncipe pudiera bajar sin mayor dificultad.

El príncipe tomó un momento para hablar con su dragón, seguramente agradeciéndole y colmándolo de alabanzas y palabras cariñosas. Tras una última caricia a la enorme nariz escamosa, el príncipe dio media vuelta y se dirigió hacia ellos.

Algunos rizos se escapaban de sus trenzas, el flequillo plateado se le pegaba a la frente, sus mejillas estaban sonrojadas y sus labios estaban estirados en una sonrisa contenta. Todo él estaba brillando. ¿Cómo una persona podía ser tan encantadora?

— ¡Kepa! ¡Kepa! —el principito vibró con alegría, todavía en los brazos de Taeyang.

La sonrisa del príncipe Lucerys se hizo más grande y sus ojos brillaron en cuanto vio a su hijo.

Mi pequeño dragón —dijo en su idioma valyrio y tomó su hijo en sus brazos en cuanto estuvo al alcance, besó la carita y entonces miró a Taeyang —. Hola, Taeyang.

Nada de su emoción se atenuó al ver a Taeyang, en cambio, fue él quien se sintió repentinamente más cálido en cuanto tuvo esos ojos de flor de loto sobre él.

—Príncipe Lucerys —saludó, sin poder hacer nada cuando una sonrisa propia se coló en su rostro.

El príncipe arrugó la nariz, adorablemente descontento.

—Siempre regresas a las formalidades, sabes que puedes llamarme Lucerys.

—Es inconsciente —dijo Taeyang,

En realidad, lo llamaba por su título de una manera muy consciente. De lo contrario, lo llamaría mi príncipe, mi luz, mi amor, mi flor de fuego o alguna otra cosa cariñosa y condenatoria como esas.

—Como digas, general —acentuó la palabra general como si estuviera retando a Taeyang y procedió a saludar a Hwa Yeong.

Taeyang se contentó con observarlo hablarles sobre su nueva y peligrosa experiencia, turnándose entre mirar a Arrax, quien ya estaba dormitando en su nido, acomodar los rizos del principito y sonreír tanto al jeonsa como a Taeyang.

Mientras lo escuchaba y lo miraba, Taeyang sentía que podía respirar tranquilo de nuevo. Era realmente un alivio verlo sin daño y muy feliz y emocionado.

—El general vino hasta aquí para regañarte —el jeonsa dijo eso en algún momento entre que Taeyang pasó de observar la caída de la trenza sobre uno de los hombros del príncipe Lucerys, a observar la caída de sus pestañas.

Su belleza era una distracción y Taeyang no era más que un hombre débil.

Algo que Hwa Yeong sabía muy bien, de lo contrario no tendría ese brillo divertido en sus ojos. El viejo jeonsa había dicho eso a propósito.

— ¿Regañarme? —el príncipe Lucerys miró a Taeyang con el entrecejo fruncido en confusión —. ¿Por qué me regañarías?

— ¿Yangyang ‘ojado?

 

 

Taeyang seguía sin entender qué de lo que hizo o dijo alguna vez, dio una especie de esperanza a la nieta del vizconde Xing.

Xing Hyo Jin estaba de nuevo en el cuartel, con su doncella un par de pasos detrás de ella, invitándolo a cenar en la mansión del vizconde. Era muy audaz de su parte hacerlo y muy inadecuado; una dama de su estatus no debería acercarse descaradamente a un hombre, especialmente no cuando sus intenciones eran del tipo románticas.

Las interacciones entre él y Xing Hyo Jin se habían mantenido bastante formales desde el principio. Hablaban sólo cuando el vizconde, su hermano o algún otro pariente estaban presentes. Las comidas que habían llegado a compartir eran organizadas por el mismo vizconde, quien extendía la invitación él mismo o enviaba a algún sirviente.

El vizconde estaba bastante interesado en emparejarlos también y procuraba reunirlos en las comidas o instándolos a dar paseos con chaperones. Taeyang siempre se aseguraba de mantener la distancia prudente, manteniendo su actitud militar y nunca dando pie a que la joven se hiciera ilusiones. Al menos no más ilusiones de las que obviamente se había hecho.

Xing Hyo Jin había permanecido serena, actuando como correspondía, pese al desinterés de Taeyang. Sin embargo, desde que el príncipe Lucerys llegó a Si Basi, ella y el vizconde se habían vuelto descarados en su cortejo hacia Taeyang.

Taeyang, el hombre tonto y débil que era, no había mantenido la misma distancia prudente con el príncipe Lucerys. Una distancia que debió ser mayor dado que era un miembro de la realeza –extranjera, pero realeza al fin y al cabo– y un joven omega sin parientes cerca para velar por sus intereses. No ayudaba a su caso que, mientras ponía excusas para no cenar en la mansión del vizconde y rechazaba rápidamente divertir a Xing Hyo Jin cuando antes lo aceptaba por el bien de la relación entre sus casas nobles, cenaba todas las noches con los príncipes en el mejor restaurante de Si Basi.

Excepto por las noches que tenía algo urgente e imprevisto de lo que encargarse, Taeyang cabalgaba del cuartel a la ciudad para compartir una cena agradable con los príncipes dragones. Era una suerte que la familia Lan fuera tan rica y Taeyang pudiera gastar tanto dinero. Un dinero bien gastado, en su opinión.

Tan bien gastado como sería el dinero necesario para comprar un huevo de dragón.

Taeyang había escrito a su padre que solicitara a sus contactos comerciales esparcidos por todo Essos que hicieran lo posible por conseguir un huevo de dragón. Por años habían existido historias de nobles essosis que poseían dichos huevos; algunos aseguraban que eran reliquias directamente provenientes de la Vieja Valyria, lo que era muy difícil de creer, y otros no revelaban sus procedencias, pero no era difícil concluir que pudieron ser robados de Westeros en algún momento a lo largo de la historia.

Él esperaba regresarle algo de su cultura al príncipe Lucerys, además de darle el huevo al príncipe Aurane, quien deseaba tanto tener un dragón propio; algo por lo que el príncipe Lucerys se lamentaba en silencio.

— ¿Nos acompañará, Joven Maestro Lan? —Xing Hyo Jin lo miró recatadamente, parada al otro lado del escritorio de Taeyang —. Pedí a los cocineros que preparen su platillo favorito.

Dudoso.

El platillo favorito de Taeyang estaba elaborado con mariscos frescos, algo imposible de encontrar en esta parte del imperio.

—Disculpas, Joven Dama Xing, tengo un compromiso previo esta noche —respondió con seriedad.

Molestia cruzó el rostro de la joven, pero ella fue rápida en mantener una expresión suave.

—Estoy segura que el príncipe extranjero entenderá su ausencia, es una persona amable. Él no envidiará que preste su compañía a mi abuelo, el vizconde, considerando que lo tiene a usted a su disposición todo el tiempo.

Ella no fue tan hábil en enmascarar la amargura y molestia en su voz.

Taeyang tampoco dudó en mirarla con frialdad.

¿Cómo se atrevía ella a presumir saber cómo reaccionaría el príncipe Lucerys? Él era una persona amable, sí, pero eso no le daba derecho a Xing Hyo Jin el considerar esa amabilidad para su propio beneficio.

Ella tampoco tenía ningún derecho a expresarse con esa animosidad cuando ni el príncipe Lucerys ni Taeyang le debían nada.

Además, el mismo emperador había otorgado a Taeyang el honor de ser el anfitrión y protector del príncipe dragón. Estaba a cargo de las necesidades de los príncipes, de que ningún daño les ocurriera y de escoltarlos a Yin, a la presencia del emperador, cuando Taeyang regresara a la capital al término de su tiempo en la frontera.

Por carta personal y un edicto imperial que fue leído públicamente en Si Basi, el emperador también había dado la bienvenida al príncipe Lucerys y los suyos al imperio. Lo nombró un invitado de honor, tanto como un aliado y un benefactor por su ayuda contra los nómadas. Debido a eso, el príncipe Lucerys se convirtió en una presencia oficialmente bienvenida e intocable.

Políticamente, fue un movimiento rápido e inteligente de parte del joven emperador, a quien le convenía tener de su lado a un jinete de dragón, especialmente dados los cambios que estaba haciendo en las tradiciones y el gobierno.

—El príncipe Lucerys es amable, por supuesto, pero yo le di mi palabra y, a menos que algo urgente surja y requiera mi atención, cenaré con él y el príncipe Aurane como estaba previsto.

Taeyang no se inmutó por el sonrojo de vergüenza que se apoderó del rostro de Xing Hyo Jin. Tampoco le importó que el insulto velado llegara a oídos del vizconde. No les debía nada y no estaba dispuesto a cambiar su tiempo con el príncipe Lucerys por la compañía de personas que querían atraparlo en un matrimonio que Taeyang no deseaba.

— ¡General! —Deguchi entró intempestivamente a la oficina —. ¡Es el príncipe dragón!

Se levantó de golpe.

— ¿¡Él está bien!? ¿¡Y el príncipe Aurane!?

—No están heridos, pero uno de nuestros hombres acaba de llegar, informando que el príncipe dragón está teniendo un enfrentamiento con el vizconde y el doctor principal de Si Basi —Deguchi explicó con urgencia, pero sin gritar.

¿Un enfrentamiento?

— ¡Mi abuelo! —Xing Hyo Jin exclamó con horror —. ¡El dragón lo va a quemar!

Su doncella intentó tranquilizarla, horrorizada también.

—Arrax no hará eso —dijo Taeyang, caminando hacia el exterior.

Arrax rugió atronadoramente justo en ese momento.

Taeyang apresuró el paso.

Xing Hyo Jin palideció, pero no dudó en seguir a Taeyang.

Él hizo oídos sordos a sus lamentaciones preocupadas.

—Deguchi, escolta a la Joven Dama Xing a su carruaje y asegúrate que regrese bien a la ciudad —dio su orden, ignoró los llamados desesperados de la joven, y se dirigió a buscar su caballo.

Algunos de sus hombres se unieron a él.

Salieron rápido del cuartel.

Alivió un poco su preocupación ver a Arrax todavía en su nido. El dragón estaba despierto, un sonido amenazante retumbando en su garganta y observando fijamente hacia la ciudad, pero sin emprender el vuelo. Eso debía significar que el príncipe Lucerys no estaba en peligro inmediato.

Taeyang esperaba que ese fuera el caso.

Atravesaron las puertas principales de Si Basi y se abrieron paso por las calles al lugar que el soldado que llegó a informar les indicó.

Llegaron a la clínica y la farmacia más grandes de la ciudad.

Un gran grupo de personas estaban reunidas en la calle frente a ellas.

Taeyang y sus hombres bajaron de sus caballos y se abrieron paso.

A unos pasos de la entrada de la farmacia, el doctor Li y el vizconde estaban parados. Los guardias del vizconde estaban un paso al lado y frente a ellos, katanas desenvainadas, pero sin apuntar.

El príncipe Lucerys estaba a unos metros frente a ellos. Hwa Yeong estaba un paso detrás de él, katana también desenvainada, usando su cuerpo para ocultar a Ko Nami, quien sostenía al principito.

Un chico vestido con ropa andrajosa y sucia estaba arrodillado entre ambos grupos. Su frente tocaba el suelo y estaba claramente en penitencia hacia el doctor y el vizconde.

—Tranquilícese, Joven Maestro Lucerys —dijo el vizconde, medio molesto y medio condescendiente.

—Estoy tranquilo, vizconde —la voz del príncipe era nivelada, pero su mirada era peligrosa como una tormenta en altamar —. Y es Su Alteza. Diríjase a mí como corresponde.

Era la primera vez que Taeyang veía al príncipe Lucerys enojado.

Había algo un poco aterrador en la justa ira de un jinete de dragón.

Taeyang no sintió miedo, sintió admiración.

 

Notes:

Taeyang: La perfección tiene nombre y es Lucerys Velaryon.

1. Aquí les dejo el tablero con los rostros de los personajes yitenses que han salido o han sido mencionados hasta ahora.
OJO: procedan con precaución porque también agregué las caritas de los futuros bebés de Lucerys. Puede considerarse spoiler por los géneros, así como la cantidad y la paternidad, pero en última instancia no está revelado el camino a sus nacimientos.

https://www.pinterest.com.mx/reysponge30/direcci%C3%B3n-de-la-luz/

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Chapter 14: Tercera parte: Príncipe Dragón I

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Los nobles yitenses no eran diferentes a los nobles westerosi.

¿Era hipócrita de su parte pensarlo cuando él vivía de los privilegios que ser realeza le otorgaba?

Sin embargo, él nunca había abusado de su poder y nunca se atrevería a humillar a alguien sólo porque podía.

—He pagado lo que el joven tomó y él se ha disculpado como lo ordenó, vizconde. No es necesario continuar con esta humillación —dijo, mirando fijamente al anciano.

— ¿En el oeste permiten que los ladrones se salgan con la suya, Su Alteza?

—En el oeste la nobleza obliga —no realmente y no siempre, pero el vizconde no tenía forma de saber eso.

El anciano enrojeció, claramente comprendió lo que Lucerys quería decir. Ser de ascendencia noble obligaba a tener conductas honorables, a actuar con la responsabilidad que el privilegio conllevaba. Algo que el vizconde Xing no estaba haciendo ni respetando.

—Parece que en el oeste a la realeza le gusta simpatizar con canallas —logró contraatacar.

Lucerys no sabía si enojarse más o divertirse por la manera casi infantil en que el vizconde intentaba imponerse y menospreciarlo.

— ¿Es un canalla la persona que roba medicinas para ayudar a sus parientes? —claro que seguía siendo un delito, pero las circunstancias que lo envolvían deberían ser tomadas en cuenta para un juicio justo.

—Un delito es un delito —intervino el doctor, que había estado callado hasta ahora.

Tal vez se dio cuenta que el vizconde se estaba quedando sin púas para seguir discutiendo.

—Así es —el vizconde asintió, nuevamente envalentonado —. Y el criminal debe ser castigado

Pero Lucerys había sido criado por Daemon Targaryen y vivió con Baela por varios años, por lo que siempre tenía algo para decir.

— ¿Dónde está su castigo, entonces, vizconde Xing? ¿No ha estado robando parte de los impuestos para pagar los gustos exóticos de su nieta? ¿No ha malgastado toda esa moneda en lugar de reparar los edificios viejos de la ciudad o en comprar más grano para la siguiente temporada de cosecha?

— ¿¡Qué… —tartamudeó, aún más rojo, pero de furia esta vez —. ¿¡Cómo se atreve!?

Murmuraciones surgieron a su alrededor. Algunas personas se atrevieron a gritar en favor de Lucerys, añadiendo más leña al fuego al soltar otras acusaciones. También hubo demandas de compensación.

Las acciones de la familia Xing no eran un secreto; Xing Hyo Jin tenía un zoológico de animales traídos desde todo Essos y le gustaba usar cosméticos extranjeros, todo lo que costaba mucho oro. El vizconde no era mucho mejor con su constante consumo de café, que era importado desde Bayasabhad.

— ¡Un príncipe extranjero que vive de la bondad de otros no tiene ningún derecho a criticarme!

— ¡Sólo eres un mendigo que vive de las migajas de otros! —Xing Hyo Jin apareció de repente.

Se veía agitada, pero se acercó hasta su abuelo y encaró a Lucerys con enojo e indignación. Por un momento le recordó a la reina Alicent.

—Mejor un mendigo que aprovecharme de la gente que debo cuidar —escuchó los balbuceos de Aurane detrás de él, pero se resistió a voltear.

Abuelo y nieta abrieron la boca para replicar, pero Lucerys fue más rápido.

—Estoy cerca de mi límite. ¿Dejaremos este asunto hasta aquí o lo resolveremos de otra manera?

Arrax rugió tan atronadoramente que se escuchó como si estuviera cerca. Gracias al vínculo que compartía con su travesura blanca, sabía que Arrax permanecía en su nido.

Ambos Xing y el doctor palidecieron.

Lucerys nunca los atacaría con Arrax, pero ellos no sabían eso. Por otra parte, él podría ser visto desfavorablemente por la advertencia exagerada, pero en este momento no le importaban las implicaciones.

—No creo que eso sea necesario, ¿o sí, vizconde? —Taeyang apareció, parándose junto a Lucerys.

— ¡General! ¡¿Cómo puede favorecer a este extranjero?! —gritó Xing Hyo Jin, absolutamente enojada e indignada.

—El príncipe Lucerys está bajo mi protección y, le recuerdo, vizconde, que él también es el invitado de Su Majestad Imperial —era todo severidad.

— ¡Incluso así, debería ser imparcial! ¡No sabe lo que ha ocurrido! —fue el turno de gritar del vizconde.

—Entonces infórmeme, vizconde —Taeyang no se vio afectado por la actitud del anciano —. Voy a escuchar su versión de los hechos, como escucharé la de Su Alteza y llegaré a una conclusión.

No se molestó en indicar que se movieran a otro lugar, también fue directo a la hora de hacer sus preguntas y no permitió que el vizconde o el médico se desviaran. Los detuvo cuando intentaron agregar información falsa, corroborando con los testigos. Viendo eso, Lucerys se esforzó por ser lo más concreto posible cuando fue su turno de hablar.

Xu Zongren, el joven sobre el que giraba el problema, también dio su testimonio. Taeyang lo había hecho levantarse y fue justo con sus preguntas, tanto como su veredicto final. Fue absuelto del crimen.

Lucerys ya había pagado por lo robado, el joven se había disculpado con el doctor y con el vizconde, bastante humillantemente. La deuda de Xu Zongren ahora estaba con Lucerys y sería éste quién decidiría la retribución.

Lo único que Lucerys pidió fue ir con Xu Zongren para confirmar la veracidad de lo que había argumentado.

Todos lo miraron como si estuviera loco.

Y después de declarar su disconformidad, el vizconde y su nieta se fueron, todavía furiosos, además de avergonzados.

 

 

—Seiscientos alfas conformaron la fuerza de élite que el emperador anterior envió a enfrentar al último Gran Saqueo de los nómadas, hace casi quince años. Muchas atrocidades fueron cometidas por ambos bandos.

—Crímenes de guerra —dijo Taeyang en la breve pausa de Hwa Yeong, mientras entraban al pequeño pueblo abandonado al que Xu Zongren los guio.

—El enfrentamiento fue brutal, pero la brigada imperial venció. Doscientos noventa y ocho alfas perecieron. De los sobrevivientes, algunos regresaron a sus hogares, otros fueron rechazados por sus familias y otros perecieron tiempo después por sus heridas. El resto quedó varado aquí, en la Vieja Bbonoq.

— ¿Por qué no regresaron a Yin? ¿El emperador los abandonó?

—Se convirtieron en un problema del que el emperador no quería responsabilizarse —Xu Zongren fue quien respondió casi con indiferencia, pero el ceño fruncido delataba su verdadero sentir.

—Sus actos no fueron bien vistos por la mayoría de la nobleza —la breve respuesta de Taeyang no debería explicar tanto como lo hacía.

Los nobles habían tenido miedo, podía inferir, y el emperador dejó a esos soldados a su suerte en lugar de encarcelarlos o ejecutarlos, tal vez porque sabía que no sería justo castigarlos. Ellos sólo habían cumplido con su deber, habían peleado y sangrado por el imperio, por orden del emperador y éste no se atrevió a hacer nada contra ellos por algún peso de consciencia.

—Y ahora son vistos y tratados como parias —dijo para sí mismo.

—Y con razón —Ko Nami murmuró.

Lucerys le dirigió una mirada. La niña se veía incómoda y miraba con aprensión hacia todos lados. Lucerys la había llevado con ellos porque no se sentía seguro de dejarla en la mansión Xing; no creía que el vizconde fuera a atacarla, pero mantenerla cerca lo hacía sentir más tranquilo. Sabía que Bbonoq no era un lugar para ella y menos para Aurane, pero él no iba a tener a su hijo fuera de su vista sin importar que el viejo Yeong y Taeyang estuvieran en desacuerdo.

Taeyang había intentado convencerlo de no seguir a Xu Zongren, después de dejar a Aurane en el cuartel, donde sería protegido por sus hombres, y finalmente se dio por vencido y decidió acompañarlo.

Apreciaba la preocupación, pero Lucerys se había involucrado con Xu Zongren y ahora se sentía responsable de ayudarlo hasta el final. Además, dudaba que algo malo le ocurriera; el chico no parecía alguien desagradecido y que escupiría en la amabilidad de otros. Tal vez estaba siendo ingenuo, pero hasta ahora su instinto no le había fallado, las pruebas eran Hwa Yeong y Taeyang. Sin mencionar que Arrax estaba sobre ellos y el miedo a ser quemado debería ser suficiente para contener cualquier idea estúpida.

—Escuché las historias —Ko Nami siguió hablando —. Los llaman daragos y cada uno de ellos equivale a cien soldados, pero los soldados pueden morir —su voz tembló un poco —. Los daragos no son humanos; son más rápidos, fuertes e inteligentes. No pueden detenerse. Sólo siguen matando, sin piedad. Hasta que no hay nada más que matar.

Lucerys miró entonces a Hwa Yeong y Taeyang en busca de confirmación.

—Esa era su reputación, sí —el viejo Yeong no se veía afectado por la historia de Ko Nami.

—Ahora son cuentos para asustar a los niños —Taeyang miró a Aurane en los brazos de Lucerys, quien le sonrió, claramente ajeno a lo que se decía, habiendo estado distraído mirando con curiosidad el nuevo lugar —. La época de los daragos ya pasó.

 —Pero ellos siguen aquí —Xu Zongren dijo con ferocidad.

Era evidente que el joven tenía en alta estima a estos guerreros, debía ser un gran amor y respeto si se arriesgó a perder las manos por robar medicinas para ayudarlos.

—Él tiene razón, mientras un darago viva, su historia no ha terminado. E incluso entonces, no es nuestro lugar menospreciarlos, tampoco tenemos ningún derecho de juzgarlos.

Hwa Yeong le sonrió con indulgencia, como era usual en él. Taeyang lo miró con un brillo en los ojos, una emoción que Lucerys comprendía –uno sólo podía ser ajeno durante cierto tiempo y, además, Taeyang había dejado de disimular un tiempo atrás–, pero que no podía creer que estuviera dirigida a él.

¿Qué había hecho para ganarse el interés de Taeyang?

Lucerys era un príncipe y un jinete de dragones, pero también era un omega usado y deshonrado, tenía un hijo bastardo y, el vizconde no se había equivocado al decirlo, vivía de la bondad de otros. ¿Eso no bastaba para matar cualquier admiración que Taeyang sintiera? ¿Arrax era un beneficio demasiado grande que valía cerrar los ojos a todo ello?

No.

Estaba siendo injusto con Taeyang.

Hasta el momento no había sido más que un caballero, atento y amable, y nunca le había dado la impresión a Lucerys de que esperaba algo a cambio. Aurane lo adoraba y Hwa Yeong no le había advertido al respecto.

— ¡Mocoso! ¿¡Dónde estabas!? —gritó un hombre de mediana edad, vestía ropa tosca y vieja.

— ¿En qué lío te metiste que traes dragones contigo? —dijo otro hombre, más tranquilo y serio. Su ropa también estaba desgastada, pero se paraba con orgullo y no miró con miedo a Arrax cuando se detuvo sobrevolando sobre ellos.

Varios hombres más se acercaron, salieron de chozas deterioradas; algunos de mediana edad, otros con el cabello salpicado de canas, otros del doble de la edad de Lucerys y todos obviamente alfas. Vestían ropa desgastada, muy remendada, pero parecían cualquier cosa menos débiles. Si no era por su altura y tamaño, así como su porte y la seguridad en sí mismos que proyectaban, su olor bastaba para identificarlos como alfas.

Lucerys los veía y creía fácilmente lo que Hwa Yeong, Taeyang y Ko Nami le contaron. Aunque no todo había sido halagador, sintió un dolor en su corazón ante la realización de que los daragos fueron reducidos a esto, que de los seiscientos que fueron, ahora apenas llegaban a los cincuenta.

 

 

El respeto de Lucerys por los daragos nació cuando supo la historia de Xu Zongren. Él había sido un huérfano que vivía en las calles de Si Basi, sobreviviendo de las sobras que otros tiraban. Un día, había decidido salir a la naturaleza a cazar su propia comida, confiando en sus habilidades y conocimiento inexistentes. Fue su suerte quedar atrapado en un monzón y no recordar el camino de regreso a la ciudad; caminó sin dirección un largo tiempo hasta que finalmente no pudo más y buscó refugio debajo de un árbol. Un darago, que había estado cazando y también fue atrapado por el monzón, lo encontró cuando todo terminó. Xu Zongren había estado ardiendo en fiebre, así que lo llevó a la Vieja Bbonoq donde lo curaron lo mejor que pudieron. Los daragos, cuando Xu Zongren mejoró, no lo obligaron a irse y él poco a poco se fue insertando en su vida, ayudando en lo que podía y aprendiendo de ellos.

Sabiendo eso, no era inaudito que el joven se arriesgara tanto para ayudar a sus benefactores.

Lucerys preguntó a Taeyang si era posible que el médico del ejército revisara a Sorata, el darago que estaba enfermo. Él lo dudó un poco, pero estuvo de acuerdo. Como médico de vocación y una persona decente, en cuanto vio que había otros alfas enfermos o con dolencias, también los revisó; Lucerys no tuvo que molestar al médico ni a Taeyang para que lo hiciera.

Aunque no se había detenido ahí.

Consiguió comida, cobijas y ropa nueva para ellos.

No quisieron aceptarla, no querían caridad, dijeron como los alfas orgullosos que eran, pero Lucerys los convenció de aceptar todo a cambio de enseñarle a cazar y pescar. Su propuesta había provocado mucha diversión, pero aceptaron.

Por ello, el respeto de Lucerys volvió a crecer. Los daragos se las arreglaron para sobrevivir recurriendo a sus habilidades, cultivaron sus propias verduras y frutas, y nunca se rindieron en continuar con vida sin importar el desprecio que recibían de otros.

Así, Lucerys incorporó a su rutina las visitas a la Vieja Bbonoq.

Los ciudadanos de Si Basi no tardaron en mirarlo mal por ello y a criticarlo a sus espaldas, sobre todo la familia Xing, también la mayoría de los nobles comenzaron a mirarlo como si fuera una criatura extraña. Los plebeyos se dividieron entre alabarlo por su generosidad y otros lo miraban con preocupación o crítica.

Los meses comenzaron a pasar más rápido y estaban a poco de que Taeyang terminara su período protegiendo la frontera. Pronto, partirían a Yin para encontrarse con el emperador y Lucerys estaba preocupado por dejar a Xu Zongren y los daragos atrás.

¿Qué podía hacer?

—Tienes esa expresión —Hwa Yeong lo sacó de sus pensamientos.

— ¿Qué expresión?

—La misma que pusiste cuando aceptaste la oferta del marqués Miura y, otra vez, cuando hablaste con el general Lan para unirte a él.

— ¿Y eso qué significa?

—Que harás algo tan inteligente como arriesgado.

— ¿No querrás decir estúpido?

—Nunca te he visto actuar estúpidamente, Diànxià —hizo una pausa pensativa —. Excepto por esa vez que viviste en una cueva… embarazado.

Lucerys no discutió al respecto.

—Esta vez pediré consejo antes de tomar una decisión.

—No mío, supongo.

¿Cuándo se volvió tan descarado?

—No aprecio el descaro, viejo Yeong —recibió una disculpa impenitente —. Hablaré con Taeyang, no quiero hacer algo que le cause problemas.

Por orden del emperador, Taeyang era el responsable de Lucerys y él no quería hacer nada que lo afectara. Taeyang había sido muy generoso y amable con Lucerys y Aurane, no quería pagarle todo eso de mala manera.

—Lo dices como si el general no fuera a acceder a cualquier cosa que le pidas —Lucerys admiraba la manera en que Hwa Yeong podía decir algo tan ridículo con cara seria.

 

 

—Eres demasiado amable para tu propio bien, príncipe Lucerys.

Había escuchado lo mismo o algo parecido de otras personas; Hwa Yeong, Yurika, Miura Hajime y la condesa Noh, pero escucharlo de Taeyang se sentía diferente. Y Lucerys no estaba siendo especialmente amable, ¿no era decencia básica?

—Y una rareza —fue lo que Taeyang dijo cuando le explicó lo último.

—Piensas demasiado bien de mí, Taeyang —esperaba que su rostro no se viera tan sonrojadamente halagado como se sentía.

Ambos permanecieron en silencio un momento, sólo mirándose a los ojos.

Taeyang habló de nuevo, justo a antes de que Lucerys comenzara a ponerse nervioso.

— ¿Puedo pedir algo a cambio? —Taeyang se apresuró a aclarar lo siguiente —: Tu respuesta no cambiará mi decisión de apoyarte en convertir a los daragos en tu séquito de protección para llevarlos contigo. Sólo hay algo que quiero preguntarte y éste parece un momento que debo aprovechar antes de perder el valor.

¿Taeyang temía a Lucerys? O, bueno, ¿temía la reacción de Lucerys a lo que fuera que quería pedir? ¿De qué se trataba? ¿Era algo de naturaleza delicada?

—Escucharé tu petición, Taeyang.

Entonces lo vio meter una mano entre las capas de batas que conformaban su uniforme, sacó un paquete pequeño de tela y lo desenvolvió. Era un peine de marfil con un dragón bellamente tallado.

El corazón de Lucerys comenzó a latir fuertemente.

Recordaba muy bien el significado de dar un peine como regalo.

— ¿Puedo cortejarte? —fue lo más suave que Lucerys le había escuchado hablar a Taeyang.

— ¿Qué? —casi tartamudeó, levantando la mirada del peine a los ojos del alfa.

Fue un error.

Taeyang lo miraba con demasiada dulzura, con un brillo intenso en los ojos que Lucerys sólo había visto en su madre y en Daemon cuando se miraban el uno al otro.

—Te he admirado desde que te vi por primera vez, te he conocido y no creo que exista una persona más maravillosa que tú, eres lo más hermoso que he visto en mi vida y actualmente estoy bastante enamorado de ti. No me considero lo suficientemente digno, pero sostener tu mano y cuidarte es algo que me gustaría hacer por el resto de mi vida. Deseo cortejarte, ¿me permites hacerlo?

 

Notes:

1. Disculpas por la larga espera.

2. Los daragos se inspiraron en los spartan de esa serie que no recuerdo cómo se llama. También en el poema de "En el valle de la muerte cabalgaron los 600" y en los 300 espartanos de la batalla de las Termópilas.

3. Darago es un dios filipino, el dios de la guerra. Por él nombré a los alfas que serán el (primer) mini ejército de Lucerys.

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Chapter 15: Tercera parte: Príncipe Tuerto I

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

—Dímelo de nuevo, hermana, por favor —Aemond se sentó frente a ella, rostro frio y mirada atormentada.

Aemond había perdido la cuenta de las veces que pidió a su hermana que le hablara de la última vez que vio a su sobrino. Helaena no había sido la última en hablar con Lucerys, ese había sido Aemond, pero sí fue la última con quien tuvo una conversación completa y no unilateral, como fue con el rey.

—Luce jugó con los niños y tomó té conmigo —ella comenzó a hablar, sirviendo té para ambos, tal como seguramente Helaena lo había hecho para ella y Lucerys la última vez —. Mantuvo una mano contra su vientre todo el tiempo. Él brillaba, hermano, tanto como el sol. Estar encinta le sentaba bien.

Aemond apretó su agarre en la taza, el ardor del calor no lo molestó, hacía tiempo que no sentía nada más que frio.

¿Cómo no se había dado cuenta que Lucerys estaba encinta?

El olor debió decírselo, pero Aemond lo había encontrado a punto de irse volando en Arrax por lo que todo lo que había olido fue cenizas y dragón.

Haciendo memoria, Aemond recordó cómo Lucerys había estado abrazando su vientre mientras hablaban en el Pozo. Recordó cómo su sobrino se encorvó o medio giró cada vez que Aemond levantó la voz, como si se hubiera estado protegiendo. Lucerys había estado protegiendo a su bebé, ¿no? Protegiéndolo de Aemond.

Él ni siquiera podía enojarse o burlarse de ello, no cuando había demostrado que no tenía reparo en lastimar al omega. Tal vez no físicamente, pero lo había hecho, una y otra vez, emocionalmente. Estás rompiendo mi corazón, había dicho Lucerys cuando Aemond le dijo que no cancelaría su compromiso con Bettany Hightower.

¿Qué quieres romper ahora? Ya no queda nada, fue lo único que Lucerys le dijo cuando lo acorraló, fue lo último que escuchó de él. Su sobrino no había dicho nada más mientras Aemond despotricaba contra él.

Incluso cuando fue su decisión abandonar a Lucerys, cuando fue él quien decidió no luchar para estar juntos, cuando mintió una y otra vez con el objetivo de alejar definitivamente a Lucerys, fue Aemond quien no pudo dejarlo en paz. Después de burlarse y mentir, de asegurarle al amor de su vida que todo había sido para cobrar la deuda de su ojo, Aemond fue incapaz de no perseguirlo, incluso cuando sólo fue para hacerle más daño.

—Su sonrisa era triste —Helaena tomó un sorbo de té —. Pero sus ojos estaban decididos. Luce no iba a dejar que nada les pasara.

Aemond sabía las condiciones que Rhaenyra y los Velaryon pusieron a Lucerys, cómo lo orillaron a hacer lo que hizo. Su llorón Lucerys siempre era valiente y feroz cuando se trataba de proteger a los que amaba, Aemond llevaba la prueba en el rostro.

Una prueba de la que estaba muy orgulloso.

Lucerys lo había marcado como suyo y Aemond no había querido nada más que serlo durante la mayor parte de su vida, pero era mentira, ¿no? Él había querido complacer a su madre y demostrar que era mejor que cualquier príncipe, al menos se había convencido de que era así y decidió dejar sus sentimientos de lado porque al final, ¿qué ganaba con su amor? ¿Qué podría querer Lucerys de Aemond? ¿Realmente lo iba a poner sobre la madre que adoraba y la herencia que empujaban hacía él aunque no le pertenecía?

Podemos irnos, buscar un lugar para convertir en nuestro hogar, sin peleas y sin facciones. Sólo nosotros, nuestros dragones y los bebés con que las Llamas nos bendigan, Lucerys lo había dicho cada vez que se acurrucaban en la cama de Aemond, enredados el uno en el otro.

Sonaba tan fácil, tan perfecto.

Pero ambos tenían deberes, pertenecían a algo más grande que a sí mismos.

El amor era la muerte del deber y Aemond había sido criado para una cosa.

Entonces se dio cuenta que el deber era nada en comparación con su vida y su mundo, esas cosas que era Lucerys, pero ya era muy tarde.

— ¿Por qué no lo detuviste?

—No era mi lugar.

— ¿Por qué no me dijiste nada?

— ¿Lo habrías apoyado o te habrías enojado?

Las mismas preguntas y las mismas respuestas.

—Estoy haciendo lo correcto ahora.

Helaena apartó la mirada de los detalles de la taza y lo miró a los ojos.

—Porque ahora estás seguro de los verdaderos que eran los sentimientos de nuestro sobrino, comprobaste que no eras un capricho y que Luce te amaba más de lo que tú lo amaste a él.

Su hermana era la única que lo conocía más que él mismo. Helaena no sólo era capaz de ver cosas en sus sueños, ella era capaz de ver a través de cualquiera.

—Lo amo, no he dejado de hacerlo —sintió la necesidad de aclarar.

Aemond todavía amaba a Lucerys, tanto que dolía.

¿Pero Lucerys lo seguía amando? El corazón de su sobrino no podía seguir intacto, no después de todo lo que Aemond le hizo, no después de la traición de su propia familia y no después de cualquier dificultad que haya pasado o estuviera padeciendo desde que dejó Westeros.

La verdad era que ahora Aemond amaba a Lucerys más de lo que su sobrino lo amaba, si es que quedaba algo de amor en el corazón de la Perla de los Siete Reinos para el hombre que sólo lo había lastimado.

—La protección noble cayó, pero el viento del este se hace fuerte —Helaena dijo de pronto, tras el silencio que se instaló entre ellos —. El viento del este crece, tendrás que esforzarte para sentir su cobijo cálido un día.

— ¿Qué quieres decir, hermana?

—Tienes un largo camino por delante, Aemond.

 

 

Vhagar soltó una gran llamarada de fuego en cuanto estuvieron en el aire.

A Aemond poco le importaba que alguien en Thart se hubiera asustado por ello.

Lucerys no estaba en la isla.

Otro avistamiento falso.

El cuervo que llegó a Dragonstone informó que habían visto a un pescador con las características de Lucerys en el puerto de Tarth. Un omega joven que vivía en una choza alejada del pueblo, donde estaba criando un niño pequeño.

Ese pescador omega no tenía parecido alguno con Lucerys.

Aemond lo supo de inmediato por el olor, cuando se acercó desde la espalda. Los rizos también habían estado mal, demasiado gruesos y enroscados, no los sedosos y alborotados de Lucerys. El color también había estado mal, una sombra más oscura, y la piel era olivácea como la de Ser Criston. Y el rostro había estado demasiado alejado del omega de Aemond que lo único que hizo cuando lo vio fue reír.

Lucerys tenía coloración común, pero su rostro y su cuerpo eran completamente valyrios. Incluso el color marrón de su cabello era diferente, brillaba dorado a la luz del sol, y sus ojos eran como el circón, no de un café aburrido como era usual ver en Westeros. Aunque consideraba a su madre una mujer hermosa, sus ojos no eran tan destacados como los de los bastardos de Rhaenyra.

Es la sangre de dragón, Aegon había dicho con un encogimiento de hombros cuando eran niños, una vez después de que su madre criticara a sus sobrinos y Aegon, que siempre les había tenido cariño a los bastardos, hiciera la crítica.

Sangre de dragón.

¿Su hijo nació favoreciendo a los Targaryen, a los Strong o a los Hightower?

¿Importaba?

No. Aemond sólo lo quería a salvo y saludable.

¿Y qué si era un bastardo, eso que su madre tanto había despreciado y por lo que ella y Aemond habían atacado a Rhaenyra y sus hijos?

Es gracioso, ¿no crees, Aemond? Daeron había dicho, a su regreso de Oldtown, cuando se enteró de todo. Yo creo que lo es, su sonrisa fue demasiado cínica cuando señaló sus ojos marrones.

Daemon había reído a carcajadas cuando Daeron se presentó por primera vez en la Corte desde que fue enviado a Oldtown con pocas lunas de nacido.

Ese fue el día que Aemond estuvo seguro de la hipocresía de su madre.

Y por ello cerró completamente sus oídos a ella. Cuando encontrara a su omega y su cachorro, se casaría con Lucerys y su hijo sería legitimado. No importaba que su madre insistiera que la mancha de bastardía lo perseguiría siempre, ¿quién se atrevería a insultar al hijo de Aemond Targaryen?

Todo sería secundario a la protección y comodidad de su familia. Se mudarían a Marcaderiva o irían a donde Lucerys quisiera y harían su vida, lejos de todo y todos lo que los habían dañado. Si era el deseo de Lucerys, nunca más pondrían un pie en Westeros.

Su madre se asustó cuando le dijo eso. Pasó poco tiempo cuando ella comenzó a torcer la historia, cuando se declaró aliada del romance de su segundo hijo y rezó por Lucerys, el bebé y su regreso a salvo.

Con Aegon, Helaena y sus hijos viviendo en Dragonstone, sin deseos de regresar a la Fortaleza Roja y a las manos de los Verdes, y con Daeron sin el mínimo amor por ella, la reina estaba aferrándose tanto como podía a Aemond.

En otro tiempo, Aemond se habría conmovido, se habría doblegado a los deseos de su madre, pero no ahora; especialmente desde que escuchó a su madre hablar con Ser Criston sobre la paternidad del cachorro, ella no creía que fuera de Aemond.

Alicent Hightower no confiaba en la palabra de su hijo, pero todavía actuaba para retenerlo a su lado.

Aemond no tenía palabras para describir la traición y la decepción que sentía.

— ¿Cuántos van ahora? ¿Tres esta quincena? —Aegon preguntó cuando Aemond regresó a Dragonstone.

—Cállate.

Aegon se llevó las manos a la boca y lo miró con inocencia. Él se había vuelto saludable desde que se mudó a la isla, todavía bebía vino, pero ya no apestaba a eso todo el tiempo. Su higiene también mejoró y su humor dio un giro completo; siempre estaba sonriendo y pasaba mucho tiempo con Jaehaerys y Jaehaera. Todavía visitaba los burdeles, pero no pasaba días ahí escondido ni lo hacía tan seguido. También, Helaena y él actuaban más como los hermanos que eran, que como esposos.

Aemond sabía que sus hermanos decidieron no tener más hijos, apenas soportaban compartir el lecho de una manera que no fuera platónica, y ahora que su madre y el abuelo no estaban cerca para presionarlos estaban decididos a hacer lo que quisieran.

Rhaenyra y Jacaerys les habían permitido quedarse en el asiento ancestral de Casa Targaryen todo el tiempo que desearan. También les aseguraron que ellos y los mellizos, como príncipes y princesas Targaryen, estarían bien atendidos el resto de sus vidas; ningún daño les llegaría durante los reinados de ambos.

Ambos confiaron en esa palabra.

Aemond poco a poco lo iba haciendo.

Su media hermana era Mano del Rey y administraba la Casa como si ya fuera la reina, pero no había hecho nada contra la familia de Aemond ni la facción Verde. Su madre insistía en que sólo era porque el rey seguía vivo, pero Aemond se había dado cuenta que no representaban gran amenaza para Rhaenyra.

Aegon no tenía la mejor reputación y él mismo había declinado su herencia antes de dejar la Fortaleza Roja; también, con el apoyo de Helaena, sacó a los mellizos de la sucesión. Daeron nunca se pondría del lado de los Verdes por el simple hecho de ser contrario y Aemond, bueno, él lo único que quería y le importaba ahora eran Lucerys y su bebé.

También, con sus constantes viajes a lo largo y ancho de Westeros, Aemond descubrió que Rhaenyra tenía un apoyo fuerte. Eran más las Casas que recordaban y respetaban el juramento que le hicieron a ella y ante el rey en su ceremonia de investidura como heredera al Trono de Hierro.

—A esto te llevó complacer a tu madre, eh —Aegon susurró cuando comenzaron a caminar hacia el castillo.

—Si no vas a decir nada amable, no lo digas —Lucerys siempre le había dicho eso y Aemond nunca le había hecho caso.

—Es lo más inteligente que te he escuchado decir. Ah, no, también está esa vez que dijiste que no te casarías con nuestra prima Hightower de rostro sencillo. Y cuando dijiste que buscarías a Luce y no descansarías hasta encontrarlo; esa es mi favorita.

Aemond decidió ignorarlo por el bien de su salud mental y aceleró el paso.

Mientras subían un tramo de escaleras, fueron saludados por un grupo de soldados que se dirigían a cambiar de guardia en la Guarida de Dragones.

La seguridad había aumentado desde que Seasmoke desapareció de la isla una luna atrás. Mejor dicho, desde que había sido liberado por alguien.

Las cadenas habían estado intactas cuando revisaron, era obvio que alguien las había abierto con las llaves correspondientes, pero no había pruebas de quién fue el perpetrador. Las llaves estaban donde debían estar y los guardianes de dragones, así como los soldados, fueron investigados e interrogados por el mismo Daemon Targaryen, pero nadie sabía nada.

 

 

Comenzó a soñar con su cachorro.

Con su hija.

Una hermosa niña de rizos plateados, ojos amatista y piel besada por el sol.

Coloración Velaryon.

Rasgos Targaryen.

Los ojos de Aemond.

Y el rostro de Lucerys.

Lucerys nunca había sido un bastardo, su madre se había equivocado.

Alyssa, mi dulce dragona, escuchaba la voz de Lucerys llamarla.

Su hija, que debía estar cumpliendo tres años, sonreía como Helaena y corría a los brazos de una mujer.

Aemond no podía ver el rostro, pero supuso que debía ser una niñera o alguien que Lucerys encontró para ayudarlo.

Sirenita, ¿no eres la más hermosa?, oía decir a la mujer con voz suave y dulce, destilando amor. Ven, vigilemos a tu papá desde aquí.

Sueño tras sueño, veía a su hija reír y hablar con esa mujer sin nombre. Lucerys sólo estaba presente a través de su voz, siempre llamando a Alyssa.

¿Era un castigo o un regalo de los dioses?

Tal vez ambos.

Podía ver a su hija, pero no a Lucerys.

Sin embargo, eso no importaba.

No ahora que estaba seguro que su omega e hija, su Lucerys y su Alyssa, estaban vivos y bien en algún lugar.

Aemond sólo tenía que encontrarlos.

 

Notes:

1. Aemond abrió el ojo respecto a Alicent, ¿pero a qué costo?

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 16: Tercera parte: El general II

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

— ¡Baba!

Taeyang sonrió al escuchar la dulce voz y volteó justo a tiempo para atrapar al principito que corría hacia él. Desde que su príncipe aceptó el cortejo y le habló al pequeño Aurane sobre ello, el hermoso niño comenzó a llamarlo padre.

Fue tan sorpresivo como entrañable.

Él no se sentía merecedor, pero estaba decidido a esforzarse cada día para ser digno del amor de ese niño. De su hijo.

—Hola, brisa de mar —saludó, tomando la libertad de acariciar la pequeña nariz con la propia.

Recibió una risita encantada a cambio.

—General —Xu Zongren saludó, parándose a una distancia prudente de ambos.

Lucerys lo había nombrado como el protector jurado de Aurane. El joven apenas había superado la mayoría de edad, pero era bastante hábil luchando, sin duda gracias a los daragos que le habían enseñado desde que era un niño. Hwa Yeong lo había puesto a prueba y, aunque Xu Zongren no le hizo ni un rasguño, superó las expectativas.

Asintió hacia el joven —. ¿Nuestro principito escapó?

—No, él insistió en adelantarse y el príncipe Lucerys lo permitió.

—Verte pronto, baba —Aurane parpadeó dulcemente —. Te extrañé.

Taeyang rio. Tenía un encantador en manos. ¿Alfa, beta u omega? Todavía estaba por verse.

—El príncipe no tarda —agregó Xu Zongren.

Iban a tener la última cena en Si Jog ya que partirían temprano al día siguiente. Su tiempo en la frontera había llegado a su fin y podía regresar a su hogar. Lamentablemente, primero tenía que viajar a Yin para saludar Su Majestad Imperial y que él y Lucerys se conocieran. Ese encuentro no le preocupaba tanto como el de su príncipe con su padre omega.

Taeyang esperaba que dos de las personas más importante de su vida se llevaran bien. Su padre era serio, orgulloso y muy protector, con estándares muy altos que aplicaba a todo y todos. Lan Saja no sería grosero o contrario, sólo por serlo, con Lucerys, pero mediría su valor.

— ¿Por qué pareces preocupado? —Lucerys apareció con su fiel sombra dos pasos detrás.

—No es nada, sólo pienso en lo rápido que nuestro Aurane está creciendo —sus palabras provocaron una sorpresa cariñosa en Lucerys.

—Entiendo —caminó hasta llegar a ellos y sopló un beso en una mejilla regordeta del niño —. Nuestro Aurane debería quedarse pequeño siempre para que podamos seguir sosteniéndolo así. ¿Qué piensas, estrella de mar?

— ¡No! ¡Yo crecer para ser jinete dragón! —anunció con seriedad el pequeño.

Taeyang notó la decepción que brilló por un instante en los ojos de su amado. El deseo de sus príncipes tenía que hacerse realidad, él se aseguraría de eso sin importar cuántas monedas tuviera que gastar para conseguir un huevo de dragón.

—Por supuesto, mi dulce —dijo Lucerys.

—Serás un jinete tan habilidoso como tu papá —aseguró Taeyang.

El principito les sonrió intensamente.

Su príncipe debió notar la certeza en sus palabras porque miró a Taeyang como si tratara de descubrir lo que estaba pensando, lo miró de la misma manera que cuando le contó su historia y Taeyang le afirmó que nada de eso cambiaba su afecto e intenciones por él.

Lucerys, tras la confesión de Taeyang, había pasado días distanciado. A Taeyang no le importó, si su príncipe necesitaba espacio para pensar su propuesta, podía tomarse todo el que quisiera. No negaría que le dolió un poco el alejamiento, pero le dolió más darse cuenta que su príncipe no había estado inseguro por Taeyang, sino porque no podía creer que Taeyang tuviera sentimientos románticos por él.

Una tarde, su príncipe se había acercado, finalmente, para hablar. Taeyang no había necesitado aclaraciones, pero Lucerys fue severo cuando le aseguró que quería compartir su historia con él. Al final del relato, Taeyang había estado furioso.

Furioso contra la familia de Lucerys y contra Aemond Targaryen. Furioso porque su príncipe pensó que su historia disuadiría a Taeyang de sus intenciones. Nada de lo aprendido afectó su imagen de él, al contrario, lo hizo más grandioso.

Lucerys Velaryon era una madre dragón.

Durante los dos años que Taeyang lo había conocido, aprendió lo ferozmente que su príncipe amaba. Lucerys Targaryen tenía una gran capacidad para amar, amaba tan completa y profundamente que Taeyang no se sorprendió por sus acciones para proteger a sus hijos.

Dulce princesa Alyssa Velaryon.

El corazón de Taeyang lloraba con el de su príncipe por la pérdida de esa pequeña alma que no tuvo la oportunidad de vivir. Ella habría sido tan maravillosa y hermosa como el príncipe Aurane, estaba seguro.

 

 

Llevaban dos semanas de viaje cuando fueron alcanzados por una persona inesperada.

Los hombres de Taeyang apenas habían instalado el campamento para descansar por la noche cuando uno de sus centinelas le informó que habían visto un grupo de al menos veinte personas acercándose a ellos.

— ¿Debería revisar con Arrax? —Lucerys ofreció.

—No es necesario, si fueran enemigos ya lo sabríamos —Taeyang agradeció la propuesta —. No deben tardar en enviar un mensajero para comunicar sus intenciones, ya sea que sigan de largo o quieran acampar cerca o con nosotros.

El grupo que se acercaba era pequeño en comparación con el contingente de doscientos soldados que servían directamente a la familia Lan. Serían tontos si intentaran atacarlos, sin mencionar a Arrax y los daragos.

Al final resultó que sí, no tenían que preocuparse.

Se trataba de un viejo conocido. Un viejo amigo en el caso de Lucerys.

La dama Enkhtuya de la familia Amamiya de Si Basi llegó a ellos con tristes noticias.

—Mi padre falleció hace casi una luna atrás —dijo Enkhtuya, todavía seria, pero la vulnerabilidad estaba en sus ojos.

—Mis condolencias —su príncipe se acercó para tomar las manos de la alfa en un agarre gentil y consolador —. Lo siento mucho, Enkhtuya. El barón Amamiya era un buen hombre, muy amable y honorable.

Enkhtuya asintió y correspondió el gesto del príncipe.

—Intervino en un altercado entre ladrones y soldados en Ciudad Bazar, fue herido gravemente, pero acabó con los malhechores —explicó ella —. Murió como siempre quiso, luchando.

—Ahora descansa en un lugar más allá del tiempo —Hwa Yeong también se acercó para expresar sus condolencias.

—Entre las estrellas —completó Enkhtuya.

Esa era la frase tradicional para honrar la pérdida mortal de una persona.

—Entre estrellas —el principito repitió, acercándose para agarrar los pantalones de Enkhtuya y sonreírle, parecía que tenía recuerdos de ella.

Aurane, a su edad, era poco probable que entendiera completamente de lo que hablaban, pero su sonrisa logró que los hombros de Enkhtuya se relajaran un poco. Ella retiró una mano del agarre de Lucerys y bajó la mano para cardar los suaves rizos blancos del pequeño.

— ¿A dónde irá ahora, Enkhtuya? —Taeyang inquirió amablemente.

Como una Jogos Nhai y sin la protección de un noble, sería difícil para ella permanecer en el imperio.

La alfa lo miró un instante, entonces dirigió su atención a Lucerys.

—Con el príncipe Lucerys, si me acepta —entonces explicó —: Debido a mi origen fue imposible para mí heredar algo más allá del oro que ahorré durante años y que mi padre me entregó directamente, tampoco me es posible comprar propiedades en tierra imperial para asentarme y hace mucho tiempo que las llanuras dejaron de ser mi hogar.

Si ella regresaba, era altamente posible que los nómadas la asesinaran. La existencia de una mujer alfa que abandonó a su gente y su casa por amor a una omega yitense, quien además mató a su raza durante años, nunca sería bienvenida de vuelta.

—Algunos sirvientes y guardias eligieron unirse a mí por amor a mi padre, así como a su respeto por él —se soltó completamente del agarre de Lucerys, apartó suavemente a Aurane e hizo una reverencia completa, la frente contra el dorso de sus manos, contra el suelo —. Mi gente es tu gente, príncipe Lucerys, te servirá fielmente como me sirve y como sirvió al barón Amamiya. Mi fuerza y mi vida son tuyas, lo juro como esposa de Amamiya Qing y nuera de Amamiya Gaon. Será el honor de mi vida seguirte.

 —Baba, ¿qué pasa? —Aurane preguntó tras pedir ser sostenido, viendo con ojos atentos la escena que se desarrollaba frente a todos.

—La dama está jurando lealtad a tu papá.

— ¿Por qué?

—Porque él inspira eso.

Enkhtuya lo podía estar haciendo en parte porque de otra manera no tendría una vida respetable en el imperio, pero ella pudo haber recurrido a algún otro noble o militar, arriesgándose a ser tratada más como un perro que como una persona. El príncipe Lucerys no tenía poder oficial en tierras imperiales y Enkhtuya no estaba enterada del reciente cortejo, por lo que ella había buscado a Lucerys porque confiaba en él, aunque su destino, pudo pensar ella, fuera un tanto incierto. Ellos podrían ayudarse mutuamente y no serían sólo un medio para un fin el uno al otro.

Serían iguales, como Lucerys dejó claro al decir lo siguiente.

—El honor es mío, Enkhtuya. Levántate, las reverencias son innecesarias entre amigos —él sonrió dulcemente —. Eres muy bienvenida.

Taeyang compartió una mirada con Hwa Yeong.

Su Lucerys tenía un corazón demasiado tierno.

Al menos ahora tenían una persona más para protegerlo.

 

 

Tras lunas de viaje, llegaron a Si Qo, la ciudad que se encontraba tanto en el extremo sur del Camino Viejo como a orillas del nacimiento del Río Yi. Ellos harían el resto del viaje en barcos, navegando río abajo hasta llegar a la capital; sería más rápido y más seguro que seguir por tierra, especialmente cuando ya estaban en la jungla.

Sus príncipes estaban fascinados por la extensión verde que los rodeaba. Árboles altos y frondosos, arbustos espesos y flores coloridas, así como animales que podían ver u oír entre todo el verde. Enkhtuya y la gente que fue con ella desde Ciudad Bazar también estaban maravillados, aunque un poco más alertas sabiendo que no todo en la jungla era inofensivo.

Si Qo se mantenía en un constante estado de alerta contra los depredadores que a veces atacaban las periferias de la ciudad. Aunque con Arrax cerca y sobrevolando cualquier lugar donde el príncipe Lucerys estaba, era posible que ningún animal salvaje se acercara a Si Qo durante su estadía, asustados del depredador más grande de todos.

Mientras esperaban que los barcos estuvieran listos para el viaje y que Deguchi comprara las provisiones, Taeyang siguió a sus príncipes en la exploración de Si Qo.

Le había dado una horquilla de jade blanco, otra de plata y otra más de oro como segundo, tercero y cuarto regalo de cortejo, entre otros regalos menos llamativos, pero igual de significativos.

Ahora estaba tratando de elegir entre un abrigo con cuello de piel de tigre blanco o uno con piel de pantera. El de tigre combinaría con el mechón plateado de Lucerys, mientras que el de pantera combinaría con cualquier vestimenta que eligiera usar, especialmente porque era usual que vistiera de azul.

Fue sacado de su contemplación por un rugido de Arrax.

Los lugareños se asustaron un poco cuando el dragón cruzó la ciudad, sobrevolando demasiado bajo.

—Parecía que llevaba algo en una garra —comentó Hwa Yeong, con la mirada fija en la dirección hacia donde Arrax fue.

—También lo vi —agregó Enkhtuya.

—Encontró algo —Lucerys tenía el ceño fruncido, medio desconcertado y medio curioso.

Taeyang sólo se maravilló por el vínculo que su príncipe compartía con Arrax.

— ¡Una ‘tura! —exclamó Aurane con deleite, alcanzando con cada mano una de Taeyang y Lucerys —. ¡Vamos, kepa y baba!

El precioso niño consideraba casi todo una aventura y siempre estaba ansioso por participar en todo lo que le parecía emocionante.

Lucerys sonrió al pequeño y luego a Taeyang.

—No es peligroso, Arrax se sentía protector y presumido. Lo que sea que haya encontrado no nos hará daño.

—Me inclino ante tu sabiduría, Luce —Taeyang a veces seguía sin creer que se le permitiera llamar tan familiarmente a su amado.

Realmente era un bastardo afortunado.

Más tarde volvería por el abrigo.

 

 

—Un barco no es lugar para un cachorro de tigre, Aurane —Lucerys repitió por quinta vez.

Lo que Arrax había encontrado era un cachorro de tigre blanco. El animal estaba herido, ensangrentado debido a mordidas y rasguños; todo indicaba que había sobrevivido al ataque de un animal más grande. Lucerys había montado a Arrax y volaron al lugar donde encontró al cachorro, donde sólo descubrió rastros de sangre y de que algo grande fue arrastrado. Tal vez la madre del cachorro había perdido una pelea contra otro depredador.

—Favor, kepa —Aurane miró con grandes ojos esperanzados, sentado junto al montón de mantas donde habían acostado al cachorro recién curado.

Xu Zongren se había encargado de eso con una paciencia y gentileza entrañables. El joven ya estaba enamorado del cachorro tanto como su joven cargo.

—Es una gran responsabilidad, mi amor, y tú también eres un cachorro.

—No. Yo tu cachorro, él cachorro de Arrax —dijo con absoluta confianza.

Hwa Yeong y Enkhtuya suprimían admirablemente sus risas, manteniéndose al margen y dejando que el príncipe que servían librara solo esa batalla.

—Ah sí, porque Arrax puede cuidarlo, por supuesto —Lucerys negó con la cabeza, pero no estaba molesto.

Lo único que Arrax había hecho fue cazar y entregar su presa a Lucerys, quien tradujo al resto que el dragón lo hizo con el propósito de alimentar al tigre que salvó.

Aurane hizo un puchero, pero su padre omega resistió admirablemente.

Entonces el dulce niño miró a Taeyang.

Al contrario de Lucerys, no fue tan fuerte.

—Es un cachorro, no necesita tanto espacio y las cubiertas son suficientemente grandes para que se mueva —se aclaró la garganta cuando Lucerys lo miró con una ceja alzada —. El cachorro estará mejor con nosotros que dejándolo en Si Qo, podrían venderlo o sacrificarlo por su pelaje.

Hipócrita de su parte, eh.

—Tampoco sobreviviría por sí mismo si lo regresamos a la jungla —dirigió su atención un momento a Aurane, quien lo estaba viendo como si todas sus esperanzas recayeran en Taeyang —. Asumiré toda la responsabilidad.

— ¡Y yo! —Aurane se levantó de un salto y tomó una mano de Taeyang, mirando al omega que lucía renuentemente divertido.

—Muy bien.

El principito vitoreó, agradeció con sonrisas brillantes a Lucerys y Taeyang, y se apresuró a regresar junto al cachorro, quien aceptó tranquilamente las caricias en su pelaje y las promesas amorosas.

Taeyang no sabía por dónde empezaría a explicar a su padre sobre el tigre extra que viviría en la Mansión Blanca.

Por otra parte, su dilema se resolvió; compraría el abrigo con piel de pantera.

 

 

 

No podía soportarlo.

Después de que Lucerys agradeciera el nuevo regalo de cortejo de esa manera dulce que lo caracterizaba, permaneció en silencio mientras pasaba sus manos por la piel oscura. ¿Tal vez estaba un poco molesto por la interferencia de Taeyang respecto al cachorro de tigre?

—No es algo irrazonable —Taeyang habló rompió el silencio —. Quedarnos con el cachorro, quiero decir.

—Pero sí extravagante —los hermosos ojos de loto lo miraron con seriedad.

— ¿Más extravagante que un dragón?

—Es diferente —Lucerys dejó la capa sobre la mesa en la cabina que usaban como comedor en el barco —. No cambies el tema, sabes lo que quiero decir. Estás mimando mucho a Aurane.

— ¿Eso es malo?

—No precisamente.

— ¿Te molesta?

—No —suspiró —. Eres muy bueno con él —entonces miró a Taeyang con algo cercano a la vulnerabilidad —. Él no es tu sangre, pero lo tratas como si lo fuera.

—Porque es mío de corazón —aseguró con sinceridad, ¿cómo no iba a amar a ese pequeño? —. O espero que un día lo sea —cuando el cortejo terminara y Lucerys aceptara casarse con él.

—No puedes decir eso. ¿Qué puedo decir a cambio?

—No tienes que decir nada, sólo sigue aceptándome a tu lado.

—Eres muy fácil de amar, Taeyang —Lucerys se acercó hasta tomar sus manos, las miró en silencio por un momento, jugueteando con sus dedos, entonces dijo —: No sé qué hice para merecerte.

Taeyang sí lo sabía.

—Existir. Eso es lo que hiciste —elevó sus manos unidas y besó los dedos delgados y callosos por ser un arquero y jinete de dragón —. Y vivir. Por favor, sigue haciéndolo.

Lucerys hizo lo más adorable al ocultar su rostro contra el pecho de Taeyang. Y como el hombre inteligente que se consideraba, lo abrazó y enterró su nariz en los rizos sedosos que olían a lavanda, además del olor natural a sol y sal marina por el que su amado se caracterizaba.

—Por favor, deja de decir esas cosas.

—No lo haré, así que acostúmbrate, mi flor de fuego.

—Taeyang, por favor —se quejó su Lucerys.

Taeyang sólo sonrió, encantado e incrédulo a partes iguales.

Justo en ese momento, Lan Taeyang tenía el mundo en sus brazos.

 

Notes:

1. Nos pusimos cursis.

2. Acepto sugerencias para el nombre del cachorro de tigre.

3. Esta historia tiene una traducción al inglés que corre por cuenta de @cielodeonix. Te lo agradezco mucho, amix. Este capítulo va para ti.

Aquí dejo el link para los interesados (disculpen que no ponga un vínculo directo, pero no sé cómo hacerlo):
https://archiveofourown.org/works/51789760/chapters/130933711

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 17: Tercera parte: Príncipe Dragón II

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Yin no era como nada que hubiera visto antes.

Su imaginación no había estado a la altura y todo era más grandioso de lo que su abuelo había relatado de su único viaje al Imperio Dorado.

Incluso los pueblos que bordeaban el río Yi antes de llegar a la ciudad propiamente dicha eran un espectáculo para la vista, especialmente en la noche.

Las casas se erguían desde los costados de las montañas que delimitaban el río, con luces doradas en cada una de ellas, alumbrando hermosamente todo el espacio. Lucerys se preguntó si por eso llamaban a Yi Ti el Imperio Dorado.

Los guardias que custodiaban la puerta norte, donde Lucerys y compañía llegaron, los dejaron entrar tras comprobar la identidad de Taeyang. Habían mirado a Lucerys con admiración y escepticismo a partes iguales, no tenían motivos para no creer su identidad, pero parecían desanimados por la ausencia de Arrax.

Lucerys había decidido que, ya que estaban llegando de noche, sería prudente que Arrax se mantuviera alejado por el momento. No quería asustar a nadie con la vista de un dragón en el cielo nocturno o el sonido atronador de su rugido. Su chico travieso encontró un espacio para descansar al otro lado de una de las montañas.

La mansión de la familia Lan en la capital era opulenta, pero no de mal gusto, con madera oscura bien pulida, ornamentos brillantes de oro, cerámica, cojines y cortinas de excelente calidad. Las sábanas eran de la seda más fina –le había explicado un sirviente demasiado entusiasmado para esa hora de la noche– con colores suaves que le recordaban a Lucerys el mar y con el agradable aroma del incienso.

Aunque ningún olor de incienso se comparaba con el sándalo que era natural en Taeyang.

Si la mansión que era poco utilizada por la familia Lan era así, ¿cuán más grandiosa sería la Mansión Blanca?

— ¿Voy también? —Aurane preguntó después de que el sirviente que entregó la invitación para la audiencia con el emperador se retiró.

—No esta vez, brisa de mar —Taeyang explicó a Aurane con la gentileza con que siempre lo trataba —. El emperador sólo pidió vernos a tu kepa y a mí. No podemos llevar un polizón con nosotros sin importar que termines por encantar a Su Majestad Imperial con ese lindo rostro tuyo.

—No lindo —su hijo frunció el ceño —. Yo guapo como tú.

Aurane tenía tres onomásticos, rápidamente acercándose a cuatro, pero ya se consideraba bastante mayor. Él también estaba modelándose a semejanza de Taeyang, algo que era natural en los niños pequeños. Jacaerys y Lucerys habían intentado emular a su padre, Laenor, durante su infancia; con el paso de los años y con el estigma de bastardía que los perseguía, así como su recuerdo y respeto por Ser Harwin, Jace había dejado esa fase de lado y se moldeó como pensaba debía ser un heredero perfecto. Lucerys cambió a intentar ser como su madre, esperando algún día ser tan hermoso y perfecto como ella.

Al final no alcanzó su objetivo e incluso descubrió que su madre estaba bastante lejos de la perfección. Sin embargo, se parecía a ella en otros aspectos, ¿no?

Pero Aurane no enfrentaba los problemas de Lucerys y sus hermanos. Sin Aemond cerca, su bebé se apegó a la única figura paterna alfa al alcance. Lucerys estaba tanto aliviado como agradecido, esto último con Taeyang.

El alfa demostraba una y otra vez su sinceridad respecto a sus sentimientos por Lucerys, ni siquiera conocer su historia lo desanimó. Por si fuera poco, cuidaba de Aurane como si fuera de su simiente.

Lucerys no dudaba de sus intenciones, ¿cómo podría? Nadie sería capaz de fingir ese tipo de devoción durante tanto tiempo y sin un desliz en su máscara.

Aemond le había dicho que lo amaba, pero hubo algo renuente involucrado, como si no pudiera creer sentirse así por Lucerys, como si fuera a regañadientes. Lucerys se dio cuenta de eso mucho después, sobre todo ahora que tenía con qué comparar.

Con Taeyang, Lucerys sentía que estaba experimentando una de esas canciones de doncellas y caballeros por las que los omegas jóvenes tanto suspiraban. Se sentía ligero y muy cálido con Taeyang, como estar a orillas de un mar en calma.

También se sentía inmensamente afortunado. No pensó que encontraría a alguien que pudiera amarlo limpiamente, tampoco que él mismo abriría de nuevo su corazón, pero Taeyang se instaló ahí tan fácilmente que Lucerys apenas se dio cuenta. A veces pensaba que Taeyang había salido de un sueño, de uno de sus sueños tontos cuando recién se presentó como omega e imaginó una y mil veces al alfa perfecto con quien se casaría.

Esos sueños no son tontos ahora, ¿verdad? La suave voz de Rhaena repicó en su mente. Extrañaba a su hermana.

—El más guapo —Lucerys sopló un beso en una mejilla de su bebé.

Le encantaba hacer eso porque siempre obtenía la risa más dulce.

—Pero te quedarás aquí con Enkhtuya, Nami y Zongren —entonces agregó cuando vio la expresión descontenta —. Además, tú y Tsukuyomi pueden explorar la mansión, y mostrarnos todo al viejo Yeong y a mí cuando volvamos.

Aurane se animó ante la perspectiva de explorar el nuevo lugar, aunque seguramente lo que lo convenció fue quedarse con el cachorro de tigre que, a estas alturas, parecía amar más que a Lucerys. Y, para ser honestos, Lucerys también se había encariñado mucho con el cachorro; Tsukuyomi, nombrado así por un antiguo dios lunar e inspirado por la leyenda del León de la Noche, había sanado casi por completo.

—A mí también. Ha pasado un tiempo desde que vine a la capital y hay cosas que he olvidado de esta mansión —el comentario de Taeyang hizo que Aurane aceptara la situación como si fuera una misión seria.

 

 

Su pensamiento sobre Yin se consolidó cuando salieron de la mansión Lan y Lucerys vio la ciudad a la luz del sol.

Piedra gris bien pulida y madera clara brillante, de eso estaban hechos todos los edificios, cada uno de ellos reflejando asombrosamente la luz; bajo los rayos de sol, todo era dorado. Lo único oscuro en el paisaje era la calzada de piedra negra, una de las tantas que formaban parte de la red de carreteras que los Nueve Eunucos construyeron más de un milenio atrás y que atravesaba todo el imperio. La leyenda decía que esas calzadas rivalizaban con las carreteras valyrias de la época en que el Feudo Valyrio estaba en su apogeo.

Lucerys se sintió cálido al ver algo semejante a la cultura cuya sangre corría por sus venas.

— ¿Arrax?

—Cerca —respondió a Taeyang mientras se asomaba un poco por la ventanilla del carruaje que montaban.

Era lo mejor para no llamar tan pronto la atención. Tanto la usencia de Arrax como el uso del carruaje.

La apariencia de Lucerys sería bastante llamativa por sí sola y la presencia de Taeyang tampoco pasaría desapercibida. Especialmente por los omegas solteros que habían estado aguardando por su regreso, según Hwa Yeong que se había burlado antes de que dejaran la mansión.

Y logrando escuchar, mientras el carruaje avanzaba por las calles de Yin, algunas voces entusiastas que hablaban sobre el regreso del general Lan, la burla de Hwa Yeong no estaba equivocada.

La idea lo hizo amargarse un poco.

Miró al general por el que los omegas de Yin suspiraban, quien ya lo estaba mirando con su rostro atractivo sin tener idea de las cosas tontas que Lucerys estaba pensando.

—El emperador querrá conocerlo —Taeyang dijo lo obvio.

—Lo sé, supongo que permitiré que le de unas palmaditas en la nariz —nunca permitiría que alguien ajeno a su familia o amigos montara a Arrax, no importaba que se tratara de la persona más poderosa de Essos.

Estaba bastante seguro que si permitía eso, antes de darse cuenta sería tratado como una mascota, más que como un aliado.

—El mismo honor que has concedido a todos los niños valientes que se acercan a ti —Taeyang lucía divertido más que desairado en nombre de su monarca.

— ¿Por qué le concedería más cuando ni siquiera he llevado a mi prometido a volar?

— ¿Prometido? —la pregunta salió suavemente, casi como un suspiro.

—Esa es la finalidad de un cortejo, ¿no es así?

—Sólo si quieres.

Y por respuestas como esa era que Lucerys quería.

—Entonces podríamos honrar una tradición valyria si te llevo en un vuelo como una pareja recién casada —fue su sí quiero.

Taeyang lo miró con ese brillo en los ojos que hacía sentir a Lucerys más especial de lo que se consideraba y tomó delicadamente una de sus manos. Las manos de Taeyang siempre estaban frías y, curiosamente, Lucerys consideraba reconfortante el contraste con sus manos cálidas.

Nunca había conocido a nadie con sangre Targaryen que no tuviera manos cálidas.

— ¿Qué otras tradiciones valyrias te gustaría que honremos?

Una sonrisa se abrió paso naturalmente en el rostro de Lucerys, sin embargo, antes de que pudiera contestar, el carruaje se detuvo y Hwa Yeong informó que llegaron.

 

 

 

Oro y piedras preciosas, eso era lo que Lucerys veía en cualquier dirección que mirara. Y no se refería a la ornamentación, sino a que las paredes, las columnas y el techo estaban recubiertos de oro.

Era como si los sueños de cada Lannister que había existido y existiría se hubieran unido para crear el Palacio Fenghuang.

Palacio Fénix, era la traducción a lengua común. Y como el ave fénix, el palacio también tenía mucho rojo y anaranjado.

Rubíes, ópalos, topacios y otras piedras preciosas que Lucerys nunca había visto. Las cortinas eran de seda y combinaban a la perfección con la decoración. La luz natural que entraba por las pantallas de papel arroz y por las ventanas abiertas hacían que todo brillara.

El tesoro de la Corona westerosi podría pagar sólo uno de los salones que conformaban ese palacio, y Lucerys se consideraba generoso con esa estimación.

Lucerys era realeza, pero se sentía fuera de lugar ahí. Aunque decidió ser comprensivo consigo mismo pues estaba bastante acostumbrado a los pasillos y salones oscuros de Dragonstone.

Se detuvieron cuando el eunuco que los guio indicó a un grupo de sirvientes beta que abrieran un par de puertas que tenían un fénix con las alas desplegadas como escudo. Contrario a todo el rojo y dorado, los ojos de ese fénix eran de jade verde.

—El Dios Emperador y la Princesa Imperial los recibirán ahora —el eunuco hizo un gesto de la mano para que entraran y, con una venia, se hizo un lado, cediéndoles el paso.

El salón del trono era amplio, pero de techo bajo.

Contrario a todo lo que Lucerys había visto hasta el momento, ese salón era sencillo. Todo estaba hecho de madera oscura lacada, con cortinas blancas y sigilos de fénix dorados, y un candelabro de hierro colgaba en el centro.

Entendió por qué era así cuando vio el trono de oro que descansaba al fondo del salón. El asiento estaba al nivel de la tarima sobre la que se encontraba y parecía estar tejido de hilo de oro. El respaldo se torcía en alas abiertas de par en par, la artesanía era tal que las plumas parecían muy delicadas, muy realistas; no tenía reposabrazos, obligando a su ocupante a permanecer indefinidamente con la espalda erguida.

Un ocupante que era bastante más joven de lo que Lucerys había visualizado.

El emperador Bu Yuudai había ascendido al trono a los trece onomásticos, justo después de que el antiguo emperador falleciera a causa de una enfermedad. Su padre omega, el emperador consorte, había fallecido años antes durante el parto, en donde también perdieron al bebé, pero contó con el apoyo de la concubina principal del difunto emperador, quien, contrario a lo que la mayoría en el imperio había asumido, no lo traicionó para poner a su propia hija en el trono. La princesa Bu Urara había sido una recién nacida en ese entonces, pero incluso ahora que estaba cerca de alcanzar la adultez, la Honorable Concubina no había demostrado ambicionar más de lo que correspondía.

Por supuesto, eso podía tener mucho que ver con que la princesa Urara era la heredera del emperador, quien había declarado varios años atrás que nunca contraería matrimonio ni aceptaría concubinas.

Era un asunto inaudito, pero contrario a Westeros donde los nobles podían influir en el rey, en el Imperio Yi Ti la palabra del emperador era ley absoluta. No había Consejo que interviniera en sus decisiones, ni nobles que pudieran acercarse a él tan naturalmente como Lucerys había visto en la Corte de su abuelo.

En Yi Ti, como su título decía, el emperador era un dios.

Y dios o no, Lucerys era un jinete de dragones, un príncipe y un vástago de la Vieja Valyria. Los Targaryen estamos más cerca de los dioses que de los hombres, decía siempre Daemon. Como tal, no se inclinaría tan fácilmente como el resto de los mortales. Lucerys no podía permitirse ser considerado menos.

Taeyang se arrodilló y unió sus manos al frente, bajando la cabeza.

—Su siervo saluda a Su Majestad Imperial y a Su Alteza Imperial. Larga vida a su Majestad el Emperador. Buena salud a Su Alteza la Princesa Imperial —entonces se inclinó profundamente, su frente tocó el dorso de sus manos contra el suelo.

Lucerys permaneció parado, colocó su puño derecho contra su mano izquierda y se inclinó levemente hacia el frente, bajando la cabeza con respeto.

—Saludo a Su Majestad Imperial y a Su Alteza Imperial. Larga vida a su Majestad el Emperador. Buena salud a Su Alteza la Princesa Imperial

Si su saludo era considerado realmente descortés por la falta de referirse a sí mismo como un sirviente o un invitado, nadie dijo nada.

—Por favor, levántense —ordenó el emperador.

—Gracias, Su Majestad —Taeyang agradeció formalmente antes de levantarse por completo.

A Lucerys le tomó un momento repetir las palabras de su prometido una vez que tuvo los brazos de nuevo a sus costados.

—Gracias, Su Majestad.

Esta vez hubo una risita.

Provenía de la princesa.

Contrario al trono imperial, ella estaba sentada a un costado del pasillo, en el asiento más cercano al emperador. Bu Urara tenía trece onomásticos, pero su porte era orgulloso; lucía como alguien que estaba muy consciente de su lugar en el mundo, de su valor y del poder que ejercía.

—Parece que los modales de los westerosi son tan rudimentarios como su vestimenta —dijo la niña.

Lucerys no era mucho mayor a sus casi veintiún onomásticos, pero era un padre. Un padre que acababa de ser criticado por una princesa que nunca había puesto un pie fuera de su palacio de oro.

—Cielos arriba —alcanzó a escuchar la queja del emperador.

Apartó su mirada de la princesa que lo veía con ojos muy abiertos y brillantes, un contraste chocante con el comentario mordaz que acababa de hacer. Miró a Taeyang en busca de orientación.

Taeyang, que también había estado mirando a la princesa, volteó al mismo tiempo que Lucerys y le dijo lo más dulce y tonto que alguien seguramente dijo nunca en presencia de un Dios Emperador.

—Tu ropa está bien. Eres hermoso.

 

Notes:

1. Finalmente estamos en Yin.

2. Nuestro Lucerys ha ganado confianza a lo largo de esos dos años en la frontera. El amor y la atención de Taeyang también lo ha afectado positivamente. Y bueno, tener un Arrax enorme con él también le da seguridad.
Estimo que Arrax es más grande que Vermithor, pero menos que Cannibal. Ha pasado casi cinco años en completa libertad, así que... ¿o cuán grande creen ustedes que puede ser ahora?
***Me estoy basando en esta escala:
https://www.facebook.com/JUEGODETRONOSCOMUNIDADLAT/photos/a.1089083304468627/5524546264255620/?type=3

3. Tsukuyomi es el nombre del dios japonés de la luna.

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Chapter 18: Tercera parte: El Príncipe Tuerto II

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Levantó su copa cuando todos brindaron.

Entonces vio a Jacaerys y Baela bajar a la pista de baile para tener su primer baile como pareja casada.

Ambos tenían sonrisas suaves, pero sus ojos carecían de alegría.

Era bastante obvio que sólo estaban cumpliendo con su deber.

Le recordaron a Aegon y Helaena en su boda, Aemond se preguntó si su madre y el rey habían lucido igual, si así era como él hubiera parecido en su boda con Bethany Hightower.

— ¿Te gustaría bailar? —Rhaena no miró a Daeron cuando preguntó.

—Ve a bailar con tu prometido —Daeron respondió, igual de distante.

Joffrey estaba balanceando a Visenya en la pista de baile, cerca de la Mesa Alta donde podían ser vigilados por sus padres, ignorante de que su prometida deseaba bailar con alguien más. Sólo Joffrey, que apenas había superado los diez onomásticos, no estaba al tanto del enamoramiento de Rhaena y Daeron Targaryen.

Para crédito de su prima y hermano, hacían todo lo posible por mantenerse separados, evitaban caer en la tentación de llevar a cabo sus deseos. Sin embargo, había ocasiones en que ambos resbalaban, acercándose bajo el pretexto de la cortesía o las festividades, pero también había ocasiones en que uno era difícil con el otro. Justo como Daeron estaba haciendo en este momento.

Aemond no los juzgaba, mucho menos criticaba los arranques mezquinos de Daeron. Era difícil no estar con quien amabas, especialmente cuando tu amado estaba prometido a otro. ¿Lucerys se había sentido así durante el compromiso de Aemond con Bethany Hightower? Sin embargo, él no había actuado mezquinamente con Aemond.

La princesa Rhaenys, que estaba observando como un halcón a su nieta menor, le dio un codazo sutil a Lord Corlys, quien resopló disimuladamente, pero se levantó para sacar a bailar a Rhaena. Lo mejor era evitar inconvenientes.

A pesar de que cada Targaryen y Velaryon estaban muy conscientes de lo que sucedía cuando obligaban matrimonios con los que los participantes no estaban de acuerdo, parecían incapaces de dejar de formarlos. Primero Alicent Hightower y Viserys Targaryen, entonces Rhaenyra y Ser Laenor, ahora Jacaerys y Baela, además de Rhaena y Joffrey.

¿Algún día aprenderían de sus errores?

Pero nada era más importante que el deber, que la política y el legado.

Si Rhaenyra y los Velaryon supieran que había una posibilidad de que Joffrey fuera legítimo, ¿romperían ese compromiso?

Aunque se tratara de la felicidad de su hermano, Aemond no revelaría nada. Sus sueños eran sólo suyos, Alyssa y Lucerys le pertenecían solamente a él, por lo menos de esa manera. Además, ¿darles consuelo a las personas que habían alejado definitivamente a Lucerys?

Aemond era egoísta, mezquino e hipócrita.

Digno hijo de Alicent Hightower.

No importaba.

Lucerys lo había amado a pesar de ello.

Lucerys que era digno hijo de Rhaenyra Targaryen, quien dio la bienvenida al hombre que siempre deseó a pesar de haber sido humillada y que lo amaba sin importar la persona tan difícil que era.

Existía posibilidad de que Lucerys aceptara a Aemond de regreso a su lado.

Y si no, bueno, Aemond también era persistente.

Conquistaría a Lucerys con firmeza y sin miedo, tal como había hecho con Vhagar.

 

 

Observó tranquilamente mientras Rhaena descendía por el costado de Vhagar, hacia los brazos en espera de Daeron. El cabello de ambos brillaba tenuemente a la luz de la luna. Los vio tocar sus frentes y sonreír casi con alivio.

Lucían como los protagonistas de esas novelas para omegas que a Lucerys tanto le gustaba leer.

—Gracias, Aemond —Daeron le tendió una mano en cuanto Aemond estuvo en el suelo.

—Agradéceme yéndote muy lejos de Westeros —estrechó la mano y le dio un fuerte apretón.

Nunca habían cultivado una verdadera relación de hermanos. Aemond a veces se preguntaba si aunque hubieran crecido juntos todavía serían distantes, como siempre lo fue con Aegon. Pero eso no significaba que deseara que algo malo le ocurriera, al contrario, estaba extrañamente contento por ver a su hermano pequeño irse con la persona que amaba.

—Ese es el plan.

—Visitaremos Volantis —dijo Rhaena, apretando su abrigo cuando una corriente de aire frío los golpeó, el invierno había llegado —. Pero no nos quedaremos demasiado tiempo, será el segundo lugar donde mi padre nos buscará.

Los Muros Negros de Volantis eran el principal refugio para aquellos de sangre valyria.

— ¿Cuál será el primero?

—Pentos —respondió ella con una pizca de tristeza.

—No sabemos cómo es Saera Targaryen y si aún vive, pero aunque aceptara escondernos, sería imposible con Tessarion —Daeron tomó la mano de Rhaena y comenzó a guiarla hacia la dragona azul —. Sólo pararemos para reabastecernos y decidir un objetivo final.

—Tal vez el Mar Dothraki o YiTi.

—Les tomaría meses cubrir esa distancia —comentó, caminando detrás de ellos.

—Tenemos tiempo —Daeron se encogió de hombros, entonces hizo una pausa tanto en sus palabras como en sus pasos —. Deberías venir con nosotros, tal vez encontremos a Lucerys.

Rhaena le lanzó una mirada, no amonestoria, más bien crítica a Daeron. Aemond los estaba ayudando en su escape, pero eso no borraría el desagrado que ella tenía por él. Rhaena había sido la más cercana al corazón de Lucerys de entre todos sus hermanos y tomaba como afrenta personal todo el dolor que Aemond le causó; ella no creía que Aemond mereciera volver a ver a Lucerys.

—El rey no vivirá mucho más tiempo y los Hightower no se quedarán quietos aunque ya no tengan a sus campeones, me quedo para asegurarme de que Helaena y los mellizos no salgan lastimados —y una parte de él también lo hacía por Lucerys.

Su omega definitivamente defendería el reclamo de Rhaenyra al Trono de Hierro, y como tantas cosas, Aemond le debía a Lucerys apoyar el reclamo de su media hermana en su nombre.

—Y aquí es donde llega la información sobre Lucerys. Es mejor responder alarmas inciertas que buscar a ciegas.

—Te enviaré una carta si lo encontramos —Daeron no lo miró con compasión, sino con entendimiento.

—No harás tal cosa —replicó ferozmente Rhaena.

La segunda hija de Daemon Targaryen miró a Aemond con ojos intensos, algo parecía pelear en su interior. Rhaena siempre actuaba como una dama perfecta, pero ahora mismo hizo una mueca, medio descontenta y medio renuente.

—Si encontramos a mi hermano y sólo si él quiere, te informaremos su paradero.

— ¿Le extenderás la misma cortesía a Rhaenyra? —dijo casi con cinismo.

—Sólo si Luce quiere —ella repitió con intención.

De pronto, hubo dos rugidos.

No fueron Vhagar y Tessarion.

Era como si hubiera invocado a su media hermana porque Syrax y Caraxes se acercaban rápidamente desde el cielo.

Daeron atrajo a Rhaena a su pecho.

Aemond casi quería gritarles que se apresuraran, que subieran a Tessarion y huyeran, pero sería infructuoso. Podrían despegar, pero Rhaenyra y Daemon los alcanzarían rápidamente.

Vhagar y Tessarion respondieron a los rugidos, y se movieron inquietas, sintiendo las emociones de sus jinetes. Aemond gritó palabras tranquilizadoras a Vhagar cuando Syrax y Caraxes aterrizaron, dejando a los Targaryen más jóvenes atrapados entre cuatro dragones.

Rhaenyra y Daemon desmontaron, pero ninguno prestó atención a Aemond más allá de una mirada fría y rápida. Ellos hicieron un camino directo a Daeron y Rhaena.

Daeron intentó poner excusas, pero también fue ignorado.

Rhaenyra no se detuvo hasta abrazar a Rhaena, susurrándole en alto valyrio. Cuando la soltó, Daemon pegó su frente a la de su hija. Rhaena enterró sus uñas en el cuero del jubón de su padre y aceptó las palabras que él le decía.

Aemond no tenía idea de lo que estaban diciendo. Para su vergüenza, su alto valyrio se limitaba a órdenes para los dragones y para mantener conversaciones básicas. Su madre nunca aprobó que aprendieran el idioma más allá de lo necesario. Aemond había querido aprender por su cuenta, pero cuando su madre lo atrapó le hizo prometer que dejaría de hacer algo tan impío.

Cuando padre e hija se separaron, Rhaenyra abrió la bolsa de cuero que Aemond no había notado que llevaba. De ella sacó un huevo de dragón; a la luz de la luna alcanzaba a apreciarse un suave color rosa.

—Estoy segura que un hermoso dragón saldrá de este huevo —dijo Rhaenyra mientras lo entregaba a Rhaena.

—Un dragón digno de un Targaryen —agregó Daemon.

—Madre, kepa —Rhaena suspiró trémulamente, dudando en tomar el huevo.

Rhaenyra acunó el huevo con una mano y con la otra tomó una mano de Rhaena, guiándola para que sostuviera el huevo.

—De ahora en adelante no estaremos contigo, así que deja que este pequeño te proteja en nuestro nombre.

—Una protección adicional a la espada y el dragón de tu amado —gruñó lo último y el resto fue dicho a regañadientes.

—Protegeré a Rhaena con mi vida, príncipe Daemon —Daeron se acercó un paso y miró firmemente, sin miedo, al alfa que protagonizaba muchas de las pesadillas de su madre —. Y mataré por ella. Lo juro, que las Catorce Llamas de Valyria sean mi testigo.

—Bien. Es lo mínimo que puedes hacer ya que te la estás llevando.

—Es ella quien me lleva a mí —la declaración de Daeron logró sacar una sonrisa presumida de Daemon, casi orgullosa.

—Hemos cometido errores, por ellos perdimos a Luce y ahora Jace y Baela están atrapados en un matrimonio de deber, más que de amor —Rhaenyra miró por un instante la luna —. Nos reusamos a hacerte lo mismo a ti y al resto de tus hermanos.

—Tendrán problemas con mis abuelos por no deternos.

—Terminarán por aceptarlo, como hicieron con Laena y conmigo —Daemon no lucía arrepentido —. Eres una mujer adulta, Rhaena, y es tiempo de que tomes tu propio camino. Eres la hija de tu madre, de tus dos madres, y sé que estarás bien. Al menos tengo la oportunidad de verte partir.

Aemond no podía creer que estaba viendo a Daemon Targaryen actuar como un ser humano con sentimientos.

Te amo, padre —Rhaena se acercó para besar a Daemon en la mejilla, entonces hizo lo mismo con Rhaenyra —. Te amo, madre.

Sé muy feliz, cariño mío —Rhaenyra la besó a cambio.

Díganle a todos mis hermanos que los amo y los extrañaré.

Con esas palabras, Rhaena dio media vuelta y aceptó la ayuda de Daeron para trepar hasta la silla de Tessarion.

Daeron miró a Aemond desde lo alto de su dragona y asintió.

Adiós, hermano.

 

 

— ¿Qué más me va a quitar Rhaenyra? ¿Qué más debo perder a manos de los Targaryen?

Aemond miró con desgana a su madre caminar de un lado a otro de sus aposentos.

Pocas horas antes habían anunciado el escape de Daeron y Rhaena.

Su madre, como la mayoría de las cosas que no le gustaban, lo tomó como un ataque personal por parte de Rhaenyra.

Era extraño ver el actuar de su madre desde esta nueva perspectiva, en donde reconocía su paranoia. Aemond había estado verdaderamente cegado por su lealtad y amor hacia ella. Desde que abrió los ojos, la veía tal como era.

Alicent Hightower no era la mujer recta y abnegada que durante años admiró. Él estaba agradecido por su protección, por su afán de mantener a todos sus hijos y nietos seguros de lo que creía eran sus enemigos, pero eso era todo.

Claro, la amaba, era su madre y nunca podría dejar de amarla, pero definitivamente no le agradaba. Alicent Hightower era todas las cosas que acusaba a Rhaenyra y los Negros de ser, y los enemigos de los que hablaba no eran más que meros miedos suyos, creados y alimentados por su padre.

Ella comenzó como una víctima, tal vez, pero con el tiempo se transformó en una persona que Aemond apenas podía tolerar ver.

Si Lucerys hubiera permanecido, si se hubieran casado, ¿ella lo habría obligado a levantarse después del parto, caminando mientras se desangraba, sólo para comprobar que el bebé era un bastardo?

A él no le había importado mucho cuando se enteró de ese evento en particular años atrás, considerándolo el derecho de su madre como reina a ver al nuevo niño nacido en la Casa que regía, ¿pero no había sido verdaderamente cruel? No sólo el sacar a un recién nacido del pecho de su madre, sabiendo que el nacimiento era cuando los omegas y sus cachorros se sentían más vulnerables, sino que ella debió saber que ninguna madre permitiría que la alejaran de su hijo.

Si Aemond no hubiera abierto los ojos y Lucerys hubiera permanecido, ¿habría defendido a su omega y su cachorro?

Temía admitir la respuesta.

Aemond habría seguido lastimado a su Lucerys por ella. Era por eso que encontraba insoportable la cercanía de su madre, el simplemente verla.

— ¿Qué más vas a perder por tus propias acciones? ¿No es eso lo que deberías decir?

— ¡Aemond! —ella lo amonestó, acercándose frenéticamente, pero dudando en tocarlo —. No puedes hablarme así, soy tu madre y tu reina.

Ante el silencio de Aemond, ella continuó.

—Eres todo lo que me queda, no puedes… no puedes distanciarte de mí, no por-

—No digas su nombre —la interrumpió con fuerza —. Él es el menos culpable y no tiene nada qué ver en cualquier paranoia que tengas metida en la cabeza.

— ¿Quién es culpable, entonces? ¿Yo? ¿Me culpas?

—Me culpo a mí. Soy culpable por obedecerte ciegamente, por creer que eras una mejor persona de la que realmente eres.

No se conmovió por las lágrimas que comenzaron a surgir de los ojos marrones que una vez consideró cálidos.

—Soy culpable por tragarme tu veneno, ese veneno que aprendiste de tu padre —su madre negó casi desesperadamente con la cabeza —. ¿Todavía no te das cuenta, madre? Todas las desgracias que han llegado a tu vida han sido creadas por tu propia mano. Fuiste tú quien envió lejos a Daeron, avergonzada de sus ojos; eres tú quien alejó a Aegon, Helaena y los niños con tu presión; eres tú quien me ha alejado al usarme como tu consuelo y tu campeón; y eres tú quien alejó a Rhaenyra cuando permitiste que tu padre te manipulara.

—No es verdad, no es así —sollozó —. No sabes lo que hablas, Aemond. ¡No sabes cómo ha sido! ¡No entiendes lo que he pasado, lo que tenido que hacer!

—Es verdad, no lo entiendo. Pero sí entiendo que tuviste una opción, que tuviste la oportunidad de no ser esta persona, pero la desaprovechaste. Gracias a los dioses mis hermanos y yo hemos aprendido a pesar de todo, tarde, pero aprendimos a no seguir tu camino ni tu ejemplo. Te amo, madre, siempre lo haré, pero he dejado de ser el hijo que querías y tú dejaste de ser la madre que creí que eras.

Lo más triste de todo era que, tal vez, Alicent Hightower nunca fue la madre que Aemond pensó que era.

 

Notes:

1. Disculpas por la espera.
Los capítulos de Aemond son los más pesados de escribir para mí, lo juro, es como sacarse las muelas.

2. La escapada de Daeron y Rhaena sucedió a la par del encuentro de Lucerys con el emperador (que seguiremos abordando en el siguiente cap).

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Chapter 19: Tercera parte: El general III

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El emperador miraba fijamente a Lucerys, tan concentrado e intenso de esa manera suya que siempre hacía sentir incómodos a todos. Era la mirada que sólo la persona más poderosa del imperio podía poseer; ni siquiera era así a propósito, para hacer sentir menos a otros, sólo era así naturalmente.

Y Lucerys estaba soportando esa mirada bastante bien, correspondiendo con una propia, pero tranquila y uniforme.

No podía ser de otra manera, no con Lucerys comandando al depredador más mortal de todo el mundo. Su príncipe debería estar acostumbrado a las miradas penetrantes, siendo de la realeza como era y habiendo crecido rodeado de otros jinetes de dragones.

—Fue inesperado —el emperador inició la conversación —, enterarme que un jinete de dragón llegó a mi imperio. ¿Qué hizo que un príncipe valyrio volara tan lejos de su hogar?

—Diferencias familiares, Majestad —fue la respuesta tranquila y corta de Lucerys.

El emperador esperó un momento, pero no hubo más información. Él no pareció molesto por eso.

—La familia puede ser nuestro mayor consuelo o nuestra mayor fuente de sufrimiento —reflexionó —. Dime, ¿qué es tu hijo para ti?

Taeyang se tensó. ¿Cómo se atrevía el emperador?

Bu Yuudai era conocido por ser un hombre directo, nunca escatimando sus palabras sin importar si lastimaba a los demás. Taeyang lo sabían muy bien, había sido objetivo de esa franqueza varias veces, pero era diferente cuando el dueño de su corazón era cuestionado sin delicadeza.

—Mi hijo es mi mayor alegría —salió casi como un gruñido, acompañado por una oleada furiosa de su aroma.

Como todo omega, Lucerys mostraba sus colmillos y sacaba sus garras cuando sus cachorros eran criticados.

—Tiene que serlo ya que lleva tu apellido y no el de su alfa —el emperador no se vio afectado por el olor y el comportamiento de Lucerys, al contrario, parecía satisfecho.

—Ese alfa no merecía el honor —Lucerys mantuvo la barbilla en alto —. Aurane nació de mí, se alimentó de mí y, como tal, porta mi apellido.

—Eso es correcto —la princesa intervino —. ¿No te lo he dicho, Su Majestad? Que los niños deberían llevar los apellidos de sus madres. Además, mientras puede haber dudas de la simiente de la que provienen, siempre se tiene seguridad sobre el vientre que los cargó.

La Princesa Imperial también era bastante franca con sus palabras, como había demostrado a la llegada de Lucerys y Taeyang. El emperador la había reprendido por una bienvenida grosera y le ordenó mantenerse en silencio a menos que tuviera algo inteligente qué decir.

—Lo has hecho, princesa, y no veo nada equivocado en tu reflexión —regresó su atención a Lucerys —. No pretendo insultarte, príncipe Lucerys. Sólo trataba de desentrañar la razón por la que un miembro de la realeza dragón dejó su hogar.

— ¿Mi hijo y su apellido no te dieron la respuesta? —replicó Lucerys, regresando el descarado cuestionamiento que el emperador había comenzado —. ¿Por qué ser redundante?

Taeyang, como era usual, se maravilló por el fuego de su príncipe.

El emperador sonrió.

—Quería descubrir qué pesa más para ti, ¿tu reputación o tu hijo? No me decepciono al ver que haces honor a tu sangre; eres una furiosa madre dragón.

— ¿Qué significado tiene para ti? ¿Qué importancia tiene para el Dios Emperador de YiTi?

Lucerys tenía razón, ¿qué importaba el carácter de Lucerys a Bu Yuudai?

—Importa porque así sabré qué clase de problemas traerás a mi imperio.

—Qué beneficios traeré a tu imperio, ¿no querrás decir, Su Majestad? —Lucerys contraatacó.

Taeyang se encontró tanto fascinado como sorprendido por su príncipe, era extraño verlo y escucharlo ser tan contundente cuando siempre era tan dulce, tan decidido a mantenerse lejos de cualquier conflicto, fuera físico o verbal.

Sin embargo, era su bienestar y el de Aurane lo que estaba en juego.

Si el emperador decidía que aceptar a Lucerys en el imperio traía más problemas que beneficios, ¿qué haría Taeyang?

Él seguiría a Lucerys, por supuesto, eso no estaba en duda, ¿pero cómo se lo diría a su padre omega? ¿Su abuela lo maldeciría por dejarle la terrible tarea de elegir un nuevo sucesor para el ducado?

—Ya has demostrado un poco de eso, príncipe Lucerys. Mis fronteras nunca estuvieron más limpias.

El uso de Arrax era obvio, pero también era obvio que Lucerys nunca aceptaría un papel en el que él y su amado dragón fueran herramientas de guerra.

Protección era una cosa, pero ser reducidos a perros de ataque a las órdenes del emperador era inconcebible.

—La protección de Arrax siempre estará abierta para todos aquellos que la necesiten.

—Arrax es tu dragón —no fue una pregunta lo que la princesa dijo —. ¿No es más acertado decir que es tu protección? Eres quien lo comanda.

Lucerys miró intensamente a la princesa, no estaba contento.

—Un dragón no es un esclavo, Alteza Imperial.

Yo no soy un esclavo, fue lo que Taeyang también entendió y por la expresión del emperador, él entendió el significado subyacente.

La princesa lució sorprendida, ya fuera porque también captó el mensaje o por la dignidad y verdad inexorables que emanaban de la voz y el ser entero de Lucerys.

—Por supuesto, una criatura tan espléndida nunca podría estar a la orden de humildes mortales —las palabras del emperador también guardaban doble significado.

Taeyang se mordió la lengua, no era su lugar interferir; este era el enfrentamiento de Lucerys y que un alfa fuera a su rescate pondría en duda su competencia. Además, su príncipe lo estaba haciendo bastante bien por sí mismo.

— ¿Pero sí a la orden de los dioses?

El emperador rio —. Puede que mi título tenga connotaciones divinas y mi linaje provenga del hijo de los dioses, pero le aseguro, príncipe Lucerys, que soy tan mortal como el resto del mundo. Yo sangro y esa sangre es roja, también moriré. Creo que entre los dos, eres tú quien está más cerca de la divinidad. Dices que no ordenas a tu dragón, pero eres su jinete y permanece a tu lado. Eres tú quien tiene un dragón.

Taeyang recordaba que Lucerys le había contado que los Targaryen se consideraban más cerca de los dioses que de los hombres.

—Pero te gustaría tener uno —Lucerys frunció el ceño.

Quería tanto alcanzarlo y besar ese pliegue, sólo arrugas de felicidad debería haber en ese precioso rostro.

—Me gustaría tener muchas cosas.

— ¿Entonces?

—Entonces parece que ya obtuve una de ellas y sin siquiera intervenir —el emperador se escuchaba complacido —. Gracias al general Lan.

Taeyang apartó los ojos de su príncipe para mirar al emperador.

— ¿Majestad Imperial? —cuestionó, se había distraído con el adorable perfil de su amado.

El emperador tenía un brillo divertido en los ojos y alcanzó a escuchar un tonto enamorado y hechizado de la princesa Urara.

—Ustedes están cortejando —no fue una pregunta —. Un matrimonio sucederá pronto, ¿me equivoco?

—No —respondió Taeyang, aunque el momento del matrimonio dependería por completo de Lucerys, pero claro, el emperador no necesitaba saber lo indulgente que era con su príncipe.

—Deseo la protección y la lealtad del jinete de dragón para mi imperio —el emperador regresó su atención a Lucerys —. Y eso se dará naturalmente al unir tu vida a uno de mis súbditos más leales. YiTi se convertirá en tu hogar y en el de tu hijo, y tus futuros hijos serán yitenses de sangre y nacimiento.

¿Y una madre no protegería siempre a sus hijos y su hogar?

A Taeyang no le gustaba la ventaja política que el emperador estaría sacando de su matrimonio. No le gustaba que su relación fuera considerada algo menos que sincera.

—Es una lástima que hice un voto de soltería hace tiempo y que mi hermana sea tan joven.

La molestia de Taeyang se convirtió en enojo, su aroma se volvió agrio y llamó la atención de todos.

—El príncipe Lucerys es dueño de sus decisiones —casi gruñó, su padre estaría muy decepcionado por su grosería —. Fue él quien aceptó el cortejo y nuestro matrimonio sucederá si él lo quiere.

Cualquier matrimonio o alianza sucederá sólo si él lo desea, colgó tácitamente en el aire.

—Y el mundo es inmenso, él puede hacer su vida donde desee.

Ahora fue Taeyang el receptor de la mirada intensa del emperador, se sentía evaluado. Se negó a acobardarse.

—Sin embargo, el príncipe hará su vida aquí —Lucerys no afirmó ni negó, sólo miraba a Taeyang con ojos indescifrables —. Él tendrá al cónyuge que desea y yo tendré la protección que deseo para mi imperio.

La reiteración de su intención para no exigir realmente algo de Lucerys hizo que éste volviera su atención al emperador.

— ¿No para ti?

—Príncipe Lucerys, ¿no te diste cuenta ya? Yo soy el imperio.

 

 

 

—Eso fue sofocante —fue lo primero que Lucerys dijo en cuanto subieron al carruaje —. Mi abuelo es un beta, pero un rey y aun así nunca tuvo la autoridad imponente del emperador.

Según lo aprendido de las historias de Lucerys, el rey de Westeros era un hombre débil y manipulable, no creía que eso fuera diferente si él fuera un alfa, así que Taeyang no se sorprendía por la reflexión que su amado acababa de hacer.

—Te enfrentaste admirablemente a Su Majestad —alcanzó una mano delicada, rasposa por los callos obtenidos de ser un jinete de dragón, y besó los nudillos.

—Sentí que todo me temblaba mientras lo hacía.

—No se notó —volvió a besar sus nudillos y rio cuando Lucerys le dio un manotazo juguetón con la otra mano.

—Sí, bueno, tuve que resistir ya que mi alfa no fue de ayuda.

¿Alfa? ¿Lucerys lo había llamado su alfa?

— ¿Querías que interviniera?

—No sé —Lucerys suspiró, inclinándose contra un costado de Taeyang, apoyando la cabeza en su hombro —. Supongo que estoy acostumbrado a que otros me defiendan. Mis padres y hermanos siempre lo hacían.

—Acabas de demostrar que eres muy capaz de defenderte a ti mismo —se atrevió a enterrar la nariz en la línea de cabello en la frente de Lucerys —. Y los últimos años te he visto defender a otros.

—La última vez que defendí a alguien con mis propias manos, corté el ojo de mi tío —no había pesar en su voz.

¿Cómo podría lamentar proteger a su hermano cuando su vida había estado en juego?

Además, ese maldito hombre había obtenido su revancha años después.

Ahora, Lucerys había hecho las paces con todo eso.

—Hiciste lo que tenías que hacer, entonces y ahora.

—Entonces hubo consecuencias, ¿cuáles serán las consecuencias de ahora?

—No tienes que quedarte.

—Claro que sí, tú estás aquí —el corazón de Taeyang dio un vuelco emocionado —. Y no quiero romper el corazón de Aurane al separarlo de su padre.

Taeyang sintió una emoción conmovedora atorarse en su garganta.

—Te seguiría, tienes que saberlo. Mientras me aceptes, iré contigo a cualquier lugar.

Lucerys se apartó de él y lo miró a los ojos.

—Nunca podría pedirte que dejes a tu familia, tu tierra natal.

—No tienes que hacerlo. Iré de buena gana. Además, no creo que pudiera sobrevivir estando lejos de ti.

Su príncipe hizo un sonido avergonzado, se sonrojó dulcemente y escondió su rostro en el hueco entre el cuello y el hombro de Taeyang.

—Debes dejar de decir cosas como esa, ¿no te lo dije antes?

—Pero siempre reaccionas tan entrañable y dulce.

Lucerys volvió a quejarse, pero rodeó con sus brazos la cintura de Taeyang. Él correspondió el abrazo y permanecieron en silencio por un momento, envueltos en calidez y sintiendo el vaivén del carruaje.

—Sería lo mismo en otros lugares —Lucerys rompió el silencio, pero no se separó de Taeyang —. Alguien siempre querrá algo, me pedirá algo y más. El emperador fue tan honesto como quiso y lo que pide no es irrazonable, tampoco tan diferente a lo que ya estaba sujeto en Westeros. Al menos aquí puedo tomar mis propias decisiones.

Recordó las palabras que su padre le dijo una vez, cuando Taeyang era pequeño e iba ingenuamente diciendo que le gustaría presentarse como omega; no, pequeño sol, será mejor que seas un alfa o un beta. Todos estamos sujetos a los designios de los dioses, pero los omegas debemos doblarnos también a los caprichos de nuestros padres, entonces de nuestros cónyuges, e incluso de nuestros hermanos e hijos.

—Y siempre lo harás —apretó el abrazo y besó los rizos —. No seguirás más deseos que los tuyos. Nunca dejaré que estés en deuda con nadie —haría lo necesario para que nadie se aprovechara de la bondad de Lucerys —, empezando conmigo.

El día que Taeyang se atreviera a obligar a Lucerys hacer algo, sería el día que se atravesaría el corazón con su propia espada.

Empiezo a creer que todo lo que he pasado ha sido así para encontrarte —susurró su príncipe en el idioma de los dragones.

Taeyang tenía curiosidad, pero no indagó. Si Lucerys quería que lo supiera, así sería cuando lo decidiera.

 

Notes:

1. Dios mío, son tan asquerosamente dulces. Lucerys no merece menos.

2. Siguiente capítulo: Lucerys asiste a su primera fiesta imperial y, como es de esperar, será Taeyang el contento y orgulloso de ser el que cuelgue de su brazo.

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Chapter 20: Tercera parte: Príncipe Dragón III

Notes:

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—Alteza, respira. Todo saldrá bien —el viejo Yeong dijo, parado detrás del hombro derecho de Lucerys.

—El duque Lan te amará, mi príncipe —agregó Enkhtuya, su otra centinela, parada detrás del hombro izquierdo de Lucerys.

— ¡Todos te aman, kepa! —exclamó Aurane con entusiasmo, rebotando frente a Lucerys, sin apartar la mirada de la entrada principal a la mansión Lan.

—Agradezco las amables palabras de todos —Lucerys se esforzó por sonar sereno, aunque sentía todo lo contrario.

Sólo se había sentido tan nervioso, como ahora, años atrás, cuando se vio obligado a confrontar a Vaemond Velaryon y los Verdes frente al Trono de Hierro.

Esta vez no iba a defender una herencia que siempre pensó inmerecida, no, esta vez iba a conocer por primera vez a su futuro suegro, el padre omega de Taeyang.

Dado que dentro de una semana sería la celebración del onomástico de la Princesa Heredera Imperial y que todos los nobles del imperio estaban invitados, el duque Lan Saja viajó desde Fayuio para representar a la Familia Lan. Debido al crimen de la duquesa Lan Deiji, que ya había sido perdonado por las acciones de Taeyang en la frontera, era inapropiado que mostrara su cara al emperador, al menos no todavía.

Taeyang había comentado que habría bastado con su asistencia, al ser el heredero, pero su padre decidió asistir también porque de cualquier forma iba a viajar a la capital para encargarse de algunos asuntos comerciales.

Así que ahí estaba Lucerys ahora, en el patio frontal de la mansión, esperando a su prometido y futuro suegro. Se había ofrecido a acompañar a Taeyang a recibir al duque en el puerto, pero fue rechazado amablemente ya que Taeyang lo consideraba innecesario; eres un príncipe, la gente debe venir a ti, había dicho el tonto.

Él no es gente, es tu padre, había insistido Lucerys.

Mi padre piensa como yo, créeme, Taeyang no lo dejó insistir más.

Aunque Lucerys confiaba en sus palabras, también creía que Taeyang deseaba reencontrarse a solas con su padre. Tal vez para convencerlo de que aceptar en su familia a un príncipe extranjero con un hijo bastardo y sin nada a su nombre no sería terrible.

— ¡Llegaron!

Lucerys tuvo que agarrar a Aurane por la túnica para evitar que echara a correr.

Los sirvientes de la mansión, así como Yeong, Enkhtuya y Zongren, rieron por las payasadas del niño, pero se tranquilizaron rápidamente en cuanto Taeyang y el duque Lan cruzaron las puertas.

Lan Saja era una de las personas más hermosas que había visto, tanto en Westeros como en Yi Ti. Su figura era alta y esbelta, de porte fuerte y elegante, espalda recta y frente en alto. Piel blanca como porcelana, cabello y ojos negros, pómulos afilados, nariz recta con una curva suave en la punta, y labios finos.

Lucerys desconocía la apariencia de la duquesa, pero ahora mismo tenía la impresión de que Taeyang heredó mucho de su padre. Si Taeyang era tan guapo, definitivamente se debía a su padre omega. Las características más evidentes que compartían eran las cejas y los ojos, tanto en forma como en color. Sobre todo, Lucerys veía a Taeyang en Lan Saja en la fuerza y nobleza que éste proyectaba.

¿Cómo alguien podría estar insatisfecho con Lan Saja como cónyuge?

Lucerys no quería ser grosero, ¿pero qué pensaba la duquesa Lan? ¿Cómo pudo atreverse a poner los ojos en otra persona cuando ya tenía al duque?

—Padre, estás en presencia del príncipe Lucerys Velaryon, hijo de la Dinastía Targaryen de Westeros, jinete del dragón Arrax, padre omega del príncipe Aurane Velaryon, y el amor de mi vida.

No pudo evitar lanzar una mirada medio amonestadora y medio escandalizada a Taeyang por la presentación tan cursi y formal que acababa de hacer.

—También tenemos frente a nosotros al príncipe Aurane Velaryon, hijo de la Dinastía Targaryen de Westeros, futuro jinete de dragón, e hijo de Lucerys Velaryon.

— ¡También soy tu hijo, baba! —replicó Aurane.

Lucerys sintió que moría de mortificación.

¿Y si el duque no estaba de acuerdo con ese hecho en particular?

—Mis disculpas —Taeyang sonrió, aceptando indulgente como siempre a Aurane que se lanzó a abrazar sus piernas —. Príncipe Aurane Velaryon, hijo de Lucerys Velaryon y Lan Taeyang. Lucerys, Aurane, conozcan al duque Lan Saja, hijo de la Familia Takahashi del Marquesado Zedin, el omega más hermoso y letal de Yi Ti, y mi adorado padre.

El duque dirigió a su hijo una mirada poco impresionada.

—Mi hijo siempre ha sido un niño ridículo —el duque habló, volviendo su mirada oscura a Lucerys —. Espero que esté preparado para soportarlo por el resto de su vida, príncipe Lucerys.

—Haré mi mayor esfuerzo por resistir, duque Lan —sintió que los nervios aminoraban tras la broma que acababan de compartir —. Es un placer conocerlo. Taeyang me ha hablado mucho de usted.

—Como él me ha hablado de usted, príncipe, por medio de sus cartas. Y de usted, príncipe Aurane —agregó, sonriendo suavemente y con amabilidad al bebé de Lucerys.

Taeyang y su padre también tenían la misma sonrisa de labios cerrados.

Aurane sonrió con completo deleite y, por un momento, se quedó viendo en silencio al duque.

—Eres muy bonito, abuelo —Lucerys volvió a sentirse mortificado —. Pareces la Doncella de Luz de la que baba me habló.

El duque pareció sorprendido por un instante y entonces su rostro se suavizó un poco más.

—Me siento honrado. Gracias.

—De nada —Aurane se separó de Taeyang, quien presenciaba todo en silencio y con una sonrisa, indiferente a las luchas internas de Lucerys, y se acercó hasta tomar una mano del duque entre sus pequeñas manos —. Eres el primer abuelo que conozco.

—Y tú eres el primer nieto que conozco —el duque no vaciló en sus palabras.

La tensión en el cuerpo de Lucerys volvió a aflojarse.

El duque no parecía una persona engañosa y, según lo aprendido de las historias de Taeyang, no era alguien que dijera algo que no quisiera decir y tampoco era un mentiroso.

— ¿Y quiénes son ellos? —el duque llamó la atención de Lucerys, refiriéndose a su gente.

Lucerys procedió a presentarlos. Luego, el duque respondió el saludo de sus sirvientes y finalmente entraron a la mansión. Aurane seguía aferrado a su mano.

— ¿Por qué estás tan pálido? ¿Estás enfermo? —Taeyang miró a Lucerys con preocupación, ya indicando a un sirviente que fuera a buscar un sanador. Lucerys lo detuvo.

—No estoy enfermo, Taeyang. Esta palidez se debe a ti y a nuestro hijo.

— ¿Qué quieres decir? —dijo el absoluto tonto.

—No puedo creer que me presentaras como el amor de tu vida a tu padre.

— ¿Qué tiene de malo? Es lo que eres.

—Dioses —se quejó en medio de la vergüenza, decidió darle la espalda a Taeyang y apresurar el paso —. Deja de hablar.

Taeyang rio y lo alcanzó rápidamente.

Ese maldito hombre definitivamente avergonzaba a Lucerys a propósito.

 

 

Lucerys sonrió amablemente al sastre, quien nerviosamente respondía cada pregunta que el duque le hacía. Los nervios que el pobre anciano beta mostraba ahora eran diferentes a los que mostró la primera vez que Lucerys había visitado su establecimiento. Un par de semanas atrás Taeyang había llevado a Lucerys al sastre para que le confeccionaran un atuendo para el banquete imperial y ahora estaba de regreso porque el duque consideró que su futuro yerno necesitaba algo más elaborado.

Eres un príncipe, extranjero o no, y eres un jinete de dragón. Los nobles pensarán lo que quieran, pero tú debes mostrarte como lo que eres y no darles ninguna posibilidad de que piensen menos de ti. En ese banquete, excepto por la Familia Imperial, serás la persona de más alto rango. Tú estás por encima de todos los nobles de Yi Ti y tienes que hacerlos conscientes de ello.

El duque era muy estricto con los protocolos.

Por eso mismo fue una sorpresa que él permitiera que Lucerys le hablara con menos formalidad. Por supuesto, Lucerys solicitó lo mismo de su parte. Ninguno se hablaba por el nombre, pero se tuteaban con amabilidad. Cuando estemos casados podrán llamarse suegro y yerno el uno al otro, eso es lo más informal que conseguirás de él. A menos que hagas pucheros como Aurane y lo convenzas de lo contrario, había dicho Taeyang.

—Pagaré el excedente necesario, pero el atuendo del príncipe Lucerys debe sernos entregado a tiempo para el onomástico de la Princesa Heredera Imperial.

—Así será, Excelencia —el sastre no temía al duque, sólo estaba paralizado por su nobleza y nervioso por cumplir las expectativas de sus exigencias —. Confeccionaré túnicas más grandiosas para usted, Alteza Real.

Lucerys recibió una venia y, como se había dado cuenta en cada interacción que había tenido con los ciudadanos de la capital hasta el momento, sus ojos fueron evitados.

Siempre era lo mismo, tras la mirada asombrada inicial en el primer encuentro, nadie se atrevía a volver a mirarlo a los ojos. Taeyang le había explicado que era una costumbre, nobles y plebeyos tenían tácitamente prohibido mirar directamente a los ojos a los miembros de la realeza. La Familia Imperial era vista a la barbilla.

Tras hacer memoria, Lucerys recordó que durante la audiencia con el emperador, Taeyang había mantenido los ojos bajos cuando habló a la princesa imperial y al emperador (por otra parte, Lucerys no había sido amonestado en ningún momento, si fue porque el emperador había estado siendo indulgente o no se esperaba lo mismo de él al ser un príncipe de sangre, no estaba seguro). El duque tampoco había mirado a Lucerys a los ojos cuando se conocieron; la gente de Lucerys, incluyendo al viejo Yeong, y los sirvientes de la mansión habían dejado de mirarlo a los ojos cuando regresó de la audiencia.

Lo consideró extraño por un momento pues Lucerys no había recibido ese trato antes, pero Taeyang explicó que ahora que conoció formalmente al emperador (y que no fue expulsado del imperio), había sido reconocido y bienvenido como realeza en Yi Ti.

Era prerrogativa de los imperiales y reales otorgar permiso a quien quisieran para no aplicar esa costumbre. Lucerys, por supuesto, lo había dado a todos los suyos (incluyendo a los Daragos y la gente que había llegado con Enkhtuya), así como a los sirvientes Lan y, obviamente, al duque. (Aurane no se había dado cuenta de nada, por lo que Lucerys dio el mismo permiso en su nombre.)

Gracias a los dioses, Taeyang no había puesto en práctica eso, fue una grosería de mi parte, pero me sentí incapaz de soportar no mirar tus ojos de loto ni siquiera un instante.

¿Por qué iba a casarse con un hombre tan ridículo?

—Estoy seguro que serán exquisitas, sastre Yanai. Las que ya me has entregado son encantadoras.

El anciano se inclinó más y sus ayudantes lo imitaron.

— ¡Este sastre no merece palabras tan amables, Alteza Real! —exclamó Yanai, la cadencia de su voz delataba cierto halago y complacencia.

—Simplemente es reconocimiento por trabajo tan bien hecho.

— ¡Alteza Real! —exclamó conmovido Yanai, doblándose más.

Lucerys miró al duque en busca de orientación pues no estaba acostumbrado a muestras tan extravagantes de deferencia. En Westeros ni siquiera el rey era tratado así. Fácilmente podía imaginar a este sastre haciéndose uno con el suelo si la princesa Urara o el emperador le dirigían la palabra.

El duque lo miró con una sutil mueca divertida, una que desapareció para volver a su expresión seria al dirigirse de nuevo al sastre.

—Las túnicas deben entregarse en la mansión Lan en cuanto estén listas —entregó una bolsita con monedas a uno de los ayudantes.

—Yo mismo las entregaré, Excelencia —Yanai volvió a enderezarse.

Él también había entregado personalmente el primer trabajo.

El duque asintió —. Hemos terminado. Nos retiramos.

Mientras él y Lucerys salían del establecimiento, fueron despedidos con coros de agradecimientos y bendiciones. Lucerys compartió una mirada con Yeong, cuyos ojos brillaban llenos de diversión, reconociendo el desconcierto de su protegido por tanta pompa.

— ¿Hay algo más que te gustaría comprar, príncipe?

—No, duque. Podemos regresar a la mansión, prometí a Aurane llevarlo a volar.

El duque entonces ordenó al sirviente beta, que siempre lo acompañaba, que fuera por el carruaje y el cochero que aguardaban en una calle lateral.

—Si estás de acuerdo, acompáñanos con Taeyang, puedo presentarte a Arrax —salían a volar todos los días desde que llegaron a Yin.

Tenían que salir de la ciudad en carruaje o caballo para encontrarse con Arrax. No había espacios abiertos que fueran lo suficientemente grandes para el tamaño de su dragón. Nunca dejaba de sorprenderle lo mucho que había crecido estos años, estar siempre libre le había hecho bien a Arrax, acelerando su crecimiento. Arrax estaba cerca del tamaño de Vermithor o Silverwing, tal vez; Lucerys nunca había visto la Furia de Bronce o la Reina Plateada, pero sí a Cannibal, y los Guardianes de Dragones siempre hablaban que los dragones del Conciliador y la Bondadosa eran más pequeños que el dragón salvaje. Y conociendo a Dreamfyre, que le seguía en tamaño a Silverwing, Lucerys creía que no erraba en la comparación de Arrax.

—Es una propuesta considerada.

—Eres el padre de Taeyang. Además, Arrax ama la atención y es amable, prometo que estarás a salvo.

—Entonces el dragón se parece a su jinete. Yi Ti tiene suerte de que dos dragones amables llegaran a sus tierras.

—Los Targaryen ya no se dedican a conquistar.

—No era una crítica a tu linaje, príncipe Lucerys, sólo un reconocimiento a tu carácter. Si fueras menos amable, dudo que soportaras las payasadas de mi hijo.

Lucerys se sonrojó, tanto por la vergüenza de haber malinterpretado al duque, como por lo indulgente que era con Taeyang. Una indulgencia nacida del cariño y la atracción que sentía por el alfa.

—Disculpas.

—Innecesarias. Yo debí expresarme mejor.

El carruaje llegó y ambos subieron.

Permanecieron en un silencio tranquilo mientras avanzaban. No se sentía incómodo con el duque, quien pese a su apariencia fría no había sido más que gentil y comedido con Lucerys, pero no podía evitar sentir cierta aprensión, como si estuviera a punto de ser atacado por él.

—Príncipe Lucerys, hay un asunto que quiero discutir contigo, ¿me permites ser directo?

—Por supuesto —el corazón comenzó a latir aceleradamente.

¿Este era el ataque?

— ¿Amas a mi hijo?

Definitivamente este era el ataque.

—Sí —no mentía, era imposible no amar a Taeyang —. Taeyang es la mejor persona que conozco y es alguien muy fácil de amar.

El duque estudió a Lucerys con la mirada por un largo momento, su expresión no delataba nada.

— ¿Estás enamorado de él?

Oh.

¿Lucerys estaba enamorado de Taeyang?

No podía decir que sí de inmediato. Después de lo ocurrido con Aemond, después de haber aprendido de la peor manera a no confiar su corazón a nadie, Lucerys se había cerrado al amor romántico. ¿Y si volvían a lastimarlo? ¿Y si, como Aemond le demostró, no era suficiente para nadie? No podía ser suficiente, especialmente no cuando ya había sido usado y tenía un hijo bastardo, ¿quién lo querría? ¿Quién querría y amaría a Lucerys para algo serio y significativo?

Y entonces apareció Taeyang.

Taeyang que se abrió paso en el afecto de Lucerys de la manera más suave y entrañable. Él lo había estado conquistando poco a poco, derribando y curando las inseguridades de Lucerys. Sin embargo, éstas no se habían ido por completo.

Lucerys todavía dudaba de sí mismo y su valor. Sobre todo, dudaba en entregarse por completo de nuevo; el cuerpo era una cosa, ¿pero el corazón, la mente y el alma? Dudaba sobrevivir a otra decepción. Dudaba entregar todo ese poder a otra persona. Lucerys se conocía, sabía cómo era cuando se enamoraba, ¿podía confiarle todo su ser a Taeyang?

¿A ese alfa que ya tenía un buen agarre en Lucerys?

—Un poco —decidió ser sincero —. Duque, si le preocupa que me esté aprovechando de él…

—Príncipe Lucerys, recién nos conocemos, pero puedo decir que no eres una persona malvada o codiciosa. Sé que no has aceptado a mi hijo por título y riquezas. De lo contrario, estarías en el Palacio Imperial, sirviendo al emperador en cualquier capacidad.

Fue algo crudo para decir, pero Lucerys reconocía que fue dicho como una realidad general, más que una duda contra él.

—Conozco a mi hijo y confío en él, Taeyang nunca le entregaría su corazón a alguien indigno. Sin embargo, como su padre, es mi deber asegurarme de que él es correspondido y apreciado. Verás, durante toda su vida creí que él tendría que casarse por conveniencia, como son la mayoría de los matrimonios nobles, así que verlo elegir a su cónyuge me llena de alegría, así como de… —el duque hizo una pausa, buscando la mejor manera de expresar lo que deseaba.

—Instintos protectores —dijo Lucerys, pensando que eso era lo que él sentiría el día que Aurane le confesara que estaba enamorado. Ya se sentía así de sólo pensar que ese día llegaría.

—Esa es una manera aceptable de decirlo. También es la primera vez que mi hijo se enamora, por eso me he atrevido a interrogarte.

—Lo comprendo, duque. Y sé que no es satisfactorio para ti el enamoramiento que siento ahora por él, pero te aseguro que crecerá —tarde o temprano, Lucerys se rendiría y sería lo más fácil que haría en su vida —. Sin tomar en cuenta a Aurane porque el tipo de afecto es diferente, Taeyang es la persona más querida para mí. Te juro, duque, que nunca traicionaré a tu hijo.

—Tienes razón con que no estoy satisfecho, no ahora, pero sí complacido. Y aliviado, los preparativos para la boda no se desperdiciarán.

Toda la solemnidad del momento desapareció.

— ¿Ya comenzaste a preparar la boda?

—Mi suegra y la duquesa lo tienen casi listo del todo. Discúlpalas, por favor; la abuela de Taeyang es una dama excelente que ama mucho a su único nieto y la duquesa ha estado esperando durante años que su heredero se case.

—No me molesta —lo desconcertaba, sí, pero no estaba enojado —. Sólo no creía que fuera aceptado sin… contratiempos.

—Mi suegra nunca ha tenido límites en mimar a su nieto y la duquesa está muy complacida porque su futuro yerno es un príncipe y jinete de dragón.

—Bueno, estoy aliviado. Muy aliviado, nunca se me ha dado bien organizar festines —no es que lo hubiera hecho alguna vez, pero durante las lecciones siempre se sintió abrumado por las innumerables tareas que se esperaba administrara para brindar celebraciones excelentes.

—No lo estés, ellas pedirán tu opinión para las cosas más pequeñas una vez que estemos en Fayuio, es tu boda, después de todo. Y si le revelas lo que a mí a Lan Yuhe —le gustaba cómo sonaba el nombre de la abuela de Taeyang —, te tomará bajo su ala para enseñarte todo lo que sabe al respecto.

Los ojos del duque brillaron divertidos, pero Lucerys sintió un escalofrío.

—Ella no te soltará hasta convertirte en un capataz y la persona de mejor gusto en todo el imperio.

 

 

—Eres toda una visión.

Lucerys recompensó el cumplido de Taeyang con un beso en la mejilla.

—Y tú te ves muy apuesto —también recibió un beso y un gracias.

—Eres el más bonito de todos, kepa. Baba, eres el más apuesto de todos —Aurane los miró con ojos brillantes.

—Gracias, brisa de mar —Taeyang alborotó los rizos plateados.

— ¿Dónde están mis besos? —Aurane hizo pucheros.

¿Este niño pensaba que los cumplidos debían agradecerse con besos?

Por supuesto, como Lucerys y Taeyang eran débiles con el adorable niño, se agacharon para darle los besos que deseaba.

Yomi también piensa que son los más bonitos.

Entre risas, el cachorro de tigre recibió besos en su cabeza peluda.

— ¡Abuelo, luces muy bonito! —el niño corrió hacia el duque en cuanto el omega mayor se unió a ellos en el vestíbulo.

Lucerys aprovechó para apreciar debidamente a Taeyang, quien estaba usando ropa más elaborada de la que acostumbraba. Sus hombros anchos estaban acentuados por las túnicas, así como su cintura lo estaba por la bata, lástima que esta última no se notara tanto por la túnica exterior que la ocultaba. La ropa era negra y azul, con adornos de plata.

Taeyang hacía juego con Lucerys, quien portaba túnicas azules y doradas, con detalles de flores y drapeado blancos. Era como si los colores de uno complementaran al otro, a la vez que combinaban.

No podía ser una casualidad.

—Estás usando mi color —comentó mientras Taeyang pasaba los dedos por las trenzas valyrias de Lucerys.

Había enseñado a Nami a hacerlas y, después de todo el tiempo juntos, la joven era una experta peinadora. Ya que Lucerys se había dejado crecer el cabello, podía lucir trenzas  y peinados más elaborados; el mechón descolorido en su cabello también había crecido, por lo que lucía como una cadena de plata entrelazada en el cabello.

—Es una declaración —Taeyang asintió.

—Todos saben que estamos comprometidos.

El duque se había asegurado de hacer los anuncios del compromiso como dictaba la costumbre. Sólo había pasado una semana, pero a estas alturas todo el Imperio Dorado estaba al tanto, al menos eso aseguraba Yeong.

—Pero no saben todo lo que te pertenezco.

—Te casarás con nuestra familia, pero Taeyang quiere dejar claro quién tiene la precedencia entre ustedes dos —el duque se acercó, llevando a un feliz Aurane de la mano.

—Eso no es necesario, Taeyang.

—Quiero hacerlo —recibió un regaño del duque cuando se encogió de hombros —. Y tal vez disuada a los lores y damas solteros de cualquier noción tonta respecto a mí. Los Cielos saben que hay personas necias por ahí.

Ah sí.

Los sirvientes de la mansión habían estado cuchicheando sobre todos los omegas solteros de la capital que habían estado llorando desde que se anunció oficialmente que el general Lan ya era un alfa tomado.

—Y respecto a ti —agregó —. Cualquier alfa o beta idiota que quiera robarte sabrá que mi espada en su corazón es lo que obtendrán.

Aurane asintió como si entendiera la gravedad de la implicación —. Nadie puede robar a kepa.

—Es muy probable que eso suceda —el duque se sumó a la locura —. Fácilmente serás la persona más hermosa en el banquete.

— ¿De qué hablas, padre? Luce es la persona más hermosa en el mundo entero.

Lucerys decidió ignorar al tonto de su prometido y se concentró en su hijo, despidiéndose y haciéndolo prometer que se portaría bien durante su ausencia.

 

Notes:

1. Acabo de descubrir las maravillas de los links vinculados jajaja

2. Había dicho que este capítulo habría banquete imperial, pero creo que sería más divertido leer ese evento desde el pov de Simpyang.

3. Por ahí volví a poner el faceclaim de Taeyang para aquellos que olvidaron o son nuevos en el fic y desconocen su carita preciosa.

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 21: Tercera parte: El general IV

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Bajó los palillos tras comer un trozo de ternera, los colocó sobre la mesa y miró con añoranza hacia donde su Lucerys se encontraba. Estaban comprometidos, pero Lucerys seguía siendo considerado una persona individual, el invitado de más alto rango, y por ende le fue otorgado un asiento de honor. El asiento más cercano al estrado donde residía el Trono Imperial, al mismo nivel donde se encontraba el asiento tradicional de la emperatriz o emperador consorte viudos, un nivel más debajo de donde se sentaba el Heredero Imperial. Lucerys enfrentaba a la Concubina Viuda, la madre de la princesa Urara, con quien estaba compartiendo risas. El emperador y la princesa imperial lucían bastante entretenidos por cualesquiera que fueran las bromas que la concubina y Lucerys se enviaban de un lado a otro.

Alejados de los invitados como estaban, era casi imposible escucharlos hablar a menos que ellos así lo desearan. Pese a las festividades, la Familia Imperial mantenía la distancia apropiada con sus súbditos, por más nobles que estos fueran, después de todo los mortales no podían relacionarse con aquellos cuya sangre procedía de los dioses.

Taeyang era un bastardo afortunado por haber sido considerado aceptable para entrar en los afectos de un pequeño dios.

—Es como si estuvieras gritando su nombre —su padre comentó con sequedad a su lado.

— ¿Padre? —logró apartar los ojos de su flor de fuego por un momento para prestar la atención debida.

—Esa mirada tuya —padre sirvió elegantemente un poco de vino en su taza —. Nunca pensé que mi hijo sería un sinvergüenza.

— ¿Por qué debería avergonzarme? Mis sentimientos son sinceros. La falta de respeto sería no tratarlo con la devoción que merece.

Un chillido sonó detrás de él.

Un par de jóvenes omega, si su nariz no fallaba, lo miraban sonrojados. El varón tenía una mano contra la boca, avergonzado, parecía que fue él quien soltó el sonido extraño. La mujer, un paso detrás del chico, bajó la mirada cuando sus ojos se encontraron con los de Taeyang.

 —Discúlpenos, general Lan —ella se inclinó y dio marcha atrás, llevándose al chico que seguía demasiado avergonzado para decir algo.

—Y ahora todo Yi Ti conocerá tus devotas palabras —padre no suspiró, pero su voz transmitía la emoción de uno —. Eran los hijos de la vizcondesa Lim, cuyo hermano, si recuerdas al marqués Jiang, es el mayor informante del imperio.

Una manera elegante de decir que era el mayor chismoso.

—No hay daño. ¿No acabas de decir que me delato con mis expresiones?

Su padre iba a decir algo, pero Taeyang vio a Lucerys levantarse.

¿Se había cansado de estar sentado? ¿Necesitaba hacer agua? ¿Quería dar un paseo?

—Discúlpame, padre —se levantó ágilmente y se dirigió rápidamente a su príncipe.

Escuchó susurros y no le importó.

Que todos supieran de su amor y devoción por Lucerys Velaryon.

 

 

— ¿Disfrutaste el baile, príncipe Lucerys?

La princesa Urara se había unido a ellos en uno de los kioscos del Jardín de Lotos. Al parecer, ella había salido para tomar un poco de aire fresco después de varias horas encerrada. Era sabido que la princesa imperial prefería la soledad o la compañía sólo de aquellos cercanos a su corazón, además de que su tiempo lo invertía en sus estudios por lo que era probable que verse rodeada de tanta gente la abrumara.

—Las bailarinas mostraron un espectáculo hermoso, Alteza Imperial.

—Llámame Urara en privado —mandó ella con brusquedad e hizo una mueca para sí misma.

Taeyang se sintió sorprendido.

Él nunca había estado en presencia de algún imperial en un contexto medio informal, por lo que no sabía si ella era tan expresiva siempre o era una excepción porque se trataba de Lucerys porque, por supuesto, Lucerys siempre era una excepción.

—Me gustaría considerarte un amigo. Seamos menos formales entre nosotros.

Era entrañable que una niña de catorce onomásticos solicitara una relación amistosa con un hombre de veintiún onomásticos. Lucerys debió pensar lo mismo porque sonrió tiernamente.

—Princesa Urara, entonces.

—Sólo Urara —insistió la princesa.

Lucerys soltó una risita divertida, para nada burlesca. La princesa lo tomó para bien pues no amonestó, aunque sus mejillas se ruborizaron tenuemente.

—Urara, llámame Lucerys. ¿Quién es la dama que te acompaña? —Lucerys fue amable al desviar la sutil vergüenza de la princesa.

—Es la dama Choi, mi doncella personal.

La famosa dama Choi que dirigía con puño de hierro el séquito de la princesa imperial.

—Un placer conocerla, dama Choi —saludó Lucerys y Taeyang sintió que lo amaba un poquito más por su consideración.

La dama, una mujer de mediana edad, ocultó hábilmente la sorpresa de ser reconocida por un príncipe e hizo una venia apropiada. Y dirigió una más a Taeyang cuando él siguió el ejemplo de su amado y la saludó.

— ¿Me trajiste un regalo, Lucerys? —la princesa lanzó una mirada a las manos unidas de Taeyang y su hada celestial, que habían encontrado el camino de vuelta una hacia la otra tras saludar la princesa.

Ellos habían estado tomados de la mano mientras paseaban entre los estanques de loto, antes de que la princesa apareciera.

—De hecho, sí. Lo entregaré cuando sea el momento.

—Entrégalo ahora. Me gustaría verlo, tengo mucha curiosidad —solicitó como una niña deseosa, apenas oculta por la cortesía que la dama Choi le recordó en voz baja que mantuviera.

— ¿Sería apropiado? —intervino Taeyang.

La entrega de regalos sería más tarde. Un concurso en el que los nobles intentaban superar al otro y entrar en las buenas gracias de la Familia Imperial.

—No es apropiado, Alteza Imperial —la dama Choi también intervino —. Debe seguir el protocolo.

—Puedo tomar mis propias decisiones, dama Choi. ¿Quién se atreverá a decir algo al respecto? Sólo Su Majestad Imperial, pero será un regaño pasajero —ella desestimó.

Una vez más, Taeyang se sintió sorprendido. Esa era una actitud caprichosa e indigna de una princesa imperial, la heredera, sobre todo. Su Lucerys simplemente lucía divertido y un poco anhelante. ¿No había crecido mimado? ¿No le había contado de la vida indulgente, producto del amor de su familia, que había llevado en Westeros? ¿Sus hermanos y hermanas no habían tenido la misma actitud en ocasiones?

—Dame mi regalo, Lucerys. Juro que ningún daño recaerá en ti por satisfacer mis deseos.

Lucerys accedió y solicitó a un sirviente que trajera el regalo.

Después de una conversación sobre los lotos que flotaban en los estanques y de que Taeyang tomara uno, con el permiso de la princesa, para obsequiarlo a Lucerys, el sirviente regresó.

—Lucerys lo bordó con sus propias manos —comenzó a explicar Taeyang en cuanto la princesa sacó el pañuelo de seda de la caja de madera lacada —. Puede notar los detalles, Alteza Imperial, sobre todo en las alas.

Realmente era un trabajo exquisito, la forma en que Lucerys manejó el hilo de oro para hacer tan vívidas las plumas del fénix. Un arte que su flor de fuego aprendió de su tía, la princesa Helaena. Una habilidad curiosa en la manera en que podía crear bordados tan hermosos, pero era terrible al coser ropa.

—Es un obsequio sencillo —Lucerys se apresuró a restar merito con esa humildad entrañable que poseía y que, a decir verdad, era un poco inesperada dado su estatus.

—Es precioso —la princesa levantó la mirada del pañuelo, que seguía acariciando con una mano —. Y considerado. Muy pocos en Yi Ti se tomarían el tiempo para crear algo tan detallado.

Los nobles y los imperiales tenían a los sastres para confeccionar sus ropas, y artesanos expertos para bordar sigilos. Los plebeyos no tenían el tiempo ni el oro para invertir en algo así y sus estilos de vida demandaban ropas prácticas. Algo, a primera vista, simple como un pañuelo bordado se consideraba un lujo para los plebeyos y algo impersonal para los nobles que sólo tenían que pagar para obtener lo que deseaban. Sólo aquellas personas que tenían un afecto considerable por otros invertirían tiempo y esfuerzo en bordar algo por sí mismos.

Lucerys sólo bordaba para Aurane y ahora que tenía más tiempo, al no estar en patrullas constantes en busca de enemigos, había comenzado a bordar para Taeyang y Hwa Yeong, quien Taeyang se había dado cuenta que era considerado familia por Lucerys.

El pañuelo de la princesa Urara era la primera obra complicada y detallada, fuera de las destinadas a Aurane, que Lucerys completaba.

A decir verdad, Taeyang se sentía un poco celoso.

—Lo apreciaré sinceramente. Gracias, Lucerys —esa fue la primera sonrisa real que Taeyang vio en la princesa.

Taeyang se sintió satisfecho, esa era una persona más que sabía reconocer y apreciar los esfuerzos de su príncipe dragón.

 

 

¿Alguna vez se sentiría nada menos que orgulloso de su Lucerys?

Estaba seguro de que no.

Lucerys sólo debía respirar, existir, para que los sentimientos y emociones que Taeyang albergaba por él amenazaran con desbordarse de su cuerpo.

Sin embargo, admitía que habría momentos en que se sentiría presumido en su nombre, no que Taeyang tuviera algún derecho sobre Lucerys o lo que hacía, sino porque su amado nunca sentiría tal cosa por sí mismo.

Como ahora.

La Familia Imperial y sus invitados salieron del salón de banquetes para reunirse en la explanada principal del palacio, la explanada donde las innumerables filas de soldados se formaban en tiempos de guerra, o donde todo Yin se reunía para jurar lealtad a un nuevo emperador o emperatriz en su coronación. Y estaban ahí, ahora, para ver a Arrax.

Era un juego de poder, obviamente, pero uno que no dejaría lugar a dudas el porqué la Familia Imperial dio la bienvenida a un príncipe extranjero (aunque para Taeyang, Arrax era la última de las razones por las que la presencia de Lucerys era tan significativa). La nobleza de Yi Ti vería de primera mano el poder que comandaba un jinete de dragón, les haría darse cuenta que Lucerys Velaryon no era alguien para molestar sin importar la razón por la que estaba en el Imperio Dorado. Y con suerte, todos esos omegas que se lamentaban por perder la oportunidad de casarse con Taeyang, entenderían lo muy superior que era Lucerys en comparación (una vez más, Arrax no tenía nada qué ver con el amor que Taeyang sentía por su hada celestial) y cesarían sus delirios ridículos.

Una mirada a su alrededor, a los rostros impresionados, maravillados y asustados, le indicó que el mensaje estaba siendo recibido.

Taeyang regresó la mirada a Lucerys, quien lucía diminuto, pero impresionante frente a Arrax mientras acariciaba las escamas de su nariz y le susurraba palabras amorosas.

Lucerys giró para encarar a la gente reunida.

Con el sol bajando, con las túnicas elegantes y bellamente confeccionadas, con su piel de porcelana, sus ojos de loto brillando y Arrax detrás de él, Lucerys Velaryon lucía majestuoso.

Un lord dragón como los que visitaron Yi Ti cientos de años atrás.

 

 

—Había olvidado lo cansados que son este tipo de eventos —comentó Lucerys mientras aguardaban a que su carruaje llegara.

—Te llevaremos directo a casa para que descanses, Alteza —Hwa Yeong, que había aguardado por ellos en el exterior, sonrió ligeramente a su protegido.

—No habrá descanso, no si Aurane sigue despierto.

— ¿Crees que la pobre Nami perdió la batalla?

—Todos los que no somos el duque Lan, el viejo Yeong y yo, pierden contra él.

—Lo admito humildemente, soy un pusilánime cuando se trata de nuestro hijo —hizo una reverencia juguetona, ganándose un manotazo igualmente juguetón de parte de Lucerys.

—Aurane y tus futuros hijos te comerán vivo —su padre sonaba más rendido que molesto.

—Parece que no tendremos otra opción que ser los malos de la historia, duque, viejo Yeong —Lucerys suspiró, ignorando deliberadamente la risa de Taeyang mientras subía al carruaje que por fin llegó.

— ¿Deberíamos llevarle algún obsequio a nuestro Aurane para convencerlo de que se vaya a la cama? —fue su turno de ignorar la mirada cómplice que su padre y Lucerys compartieron —. Los pasteles de lavanda que tanto le gustan, tal vez.

—Si come algo dulce, su energía aumentará, lo que dificultará más la tarea de hacerlo dormir —comentó su padre, pero Taeyang ya estaba indicando al cochero que se desviara hacia la tienda que vendía los pasteles.

¿Fue su imaginación o Hwa Yeong rio?

—La condesa Sakaguchi actuó especialmente grosera esta noche, espero que no tomaras al pie de la letra sus palabras, príncipe Lucerys. Ella simplemente reflejó los celos de su hijo —padre habló severamente para transmitir la realidad de su comentario.

La condesa Sakaguchi había expresado una burla velada contra Lucerys cuando la princesa imperial anunció que el pañuelo de Lucerys fue el obsequio más valioso que recibió ese día. Esa afirmación, junto con el hecho de que el regalo fue entregado en privado, ofendió a muchos nobles, especialmente aquellos que buscaban atraer la atención de la princesa para su prole.

— ¿Celos, duque?

—Sakaguchi Han es un joven omega que comparte edad con la princesa heredera imperial y es un futuro candidato a consorte. La condesa Sakaguchi espera convertirlo en el próximo emperador consorte.

—Me casaré pronto con Taeyang, esos celos no tienen fundamento.

—Los celos no tiene que ser racionales y, como dices, no tiene relación contigo. Las acciones de la Familia Sakaguchi sólo muestran inseguridad.

—Inseguridad que no es del todo infundada —Taeyang se unió a la conversación —. La Familia Sakaguchi posee una gran historia que se remonta a milenios como la nuestra, pero el Joven Maestro Han no es excepcionalmente destacado en ninguna de las artes, como sí lo son otros contendientes, y tampoco es el más agraciado si lo comparamos con la Joven Dama Zhao Lu Lu.

—Me sorprende que tus ojos y oídos se desviaran lo suficiente del príncipe Lucerys para que te dieras cuenta de eso, hijo.

—La Joven Dama Zhao fue muy amable con Lucerys.

De hecho lo había sido.

En un momento en que los invitados tuvieron oportunidad de interactuar, Lucerys había bajado para unirse a Taeyang y su padre, y había sido rodeado de inmediato por la mayoría de los nobles que desearon conocerlo. Los jóvenes omegas y betas, la mayoría de ellos, fueron especialmente dulces, hablando y mirando a Lucerys con admiración.

—Sí, ella era la jovencita más hermosa del banquete —rememoró Lucerys —. Muy educada y agradable.

—Ha sido criada para ser emperatriz consorte desde la más tierna infancia. Es un par de años mayor que la princesa heredera imperial, pero supera a los demás candidatos en todos los aspectos importantes.

—La Familia Zhao ha estado involucrada en la política durante un par de cientos de años, saben cómo moverse en la Corte —agregó Taeyang a lo dicho por su padre.

Lucerys iba a decir algo, pero entonces el carruaje se detuvo y bullicio empezó a escucharse. Taeyang se asomó ligeramente por la ventana del carruaje y vio a un grupo de personas reunidas frente a un edificio.

—La Casa de las Peonías —Lucerys leyó el letrero —. Que bonito nombre.

Taeyang se sintió mortificado.

—Es una casa de cortesanas, príncipe Lucerys —el padre de Taeyang alejó a Lucerys de la ventana y le explicó con un aire educativo y recatado.

Una manera educada de decir que se trataba de un burdel de alta categoría.

Taeyang se perdió la reacción de Lucerys a esa revelación porque Hwa Yeong se acercó a informar.

—Hay un alboroto que está bloqueando la calle, Alteza —explicó de inmediato al abrir la puerta del carruaje, y agregó mirando a Taeyang —: Parece que están agrediendo a un par de cortesanas.

— ¿Por qué? —Lucerys se levantó, dispuesto a salir y ver la situación con sus propios ojos.

Antes de que cualquiera de ellos pudiera detenerlo, Lucerys estaba fuera del carruaje, dirigiéndose al centro del altercado.

 

 

Una cortesana resultó estar embarazada, un hecho que iba contra las directrices de la casa en que trabajaba, de las dos casas en que trabajó, mejor dicho. Oyuki, como se presentó cuando Lucerys pidió amablemente su nombre, había sido una de las mujeres que trabajaba como cantante en una casa de té (a la que había sido vendida por sus padres cuando era niña); ella fue la amante favorita de un médico, quien había fallecido unos meses atrás, dejándola sin su patrocinio. Cuando la dueña de esa casa de té descubrió que Oyuki había traspasado la relación profesional con uno de sus clientes, la echó.

Sin nada ni nadie más a quién recurrir, Oyuki firmó un contrato como cortesana en la Casa de las Peonías y más tarde descubrió que estaba embarazada. Había logrado ocultarlo por tanto tiempo como pudo con ayuda de un cortesano, un joven llamado Ning Ning, pero finalmente había sido descubierta por el dueño, quien la sacó a rastras del establecimiento y la había estado vilipendiando tanto que llamó la atención de muchos, terminando por bloquear la calle.

—Compraré sus contratos —anunció Lucerys, parado como un dios entre demonios —. Hwa Yeong.

El mencionado caminó hacia el dueño de la Casa de las Peonías y le entregó bruscamente una bolsa con oro. Si no fuera porque la grosería, independientemente de la situación, se reflejaría en Lucerys, Taeyang estaba seguro que Hwa Yeong habría aventado las monedas sueltas a los pies del hombre, quien permanecía inmóvil y tartamudeando por el giro incomprensible que había dado la situación.

—Los contratos —demandó Lucerys, bello más allá de las palabras en un su justa ira —. Ahora.

Un rugido se escuchó cerca, muy cerca.

Arrax, siempre en sintonía con su jinete, se acercaba.

Hubo gritos de alarma, muchos comenzaron a retirarse, corriendo, pero otros permanecieron.

El dueño corrió dentro de su negocio cuando Arrax volvió a rugir y el sonido de sus aleteos se hizo presente.

—Nunca he dudado de ti ni de tus decisiones —su padre se acercó a él, hablando en voz modulada —. Sin embargo, ahora comprendo. Has elegido bien a tu compañero, hijo.

Taeyang se enderezó al escuchar la aprobación de su padre. Lan Saja no había estado en desacuerdo con su decisión de casarse con Lucerys y nunca había cuestionado su amor, pero escuchar que la persona que más respetaba y admiraba en el mundo entero comprendía una de las razones de su afecto tan profundo, lo hacía sentir cálido y satisfecho.

Arrax estuvo sobre ellos en un instante, volando en círculos los suficientemente bajo para que la ropa se agitara, como una ave de rapiña acechando a su presa. Una advertencia obvia.

Los valientes que permanecieron y otros tantos que se asomaron por las ventanas o terrazas de casas y negocios, levantaron la vista para ver el espectáculo impresionante que hacía una criatura casi mítica.

El dueño regresó, pálido por el miedo y con un olor fétido envolviéndolo. Hwa Yeong tomó los papeles de sus manos y los entregó a Lucerys, quien se acercó a las cortesanas que seguían arrodilladas en el suelo.

—Hagan lo que quieran con ellos —dijo gentilmente mientras les ofrecía los contratos al par de omegas, quien los tomaron dubitativamente —. Si lo desean, pueden unirse a mí. Tendrán comida, techo y trabajo. Podrán irse en cualquier momento o permanecer si así lo deciden.

Los omegas veían a Lucerys como si trataran de entender el motivo por el cual una una persona como él, un príncipe, un jinete de dragón, les mostraba tanta amabilidad. También había esperanza en sus ojos, esperanza sin adulterar, desesperada. Eran dos personas deseosas de que no se tratara de un sueño, de que no fuera un engaño.

—O tomen esto —estiró un brazo, sin ver, confiando en que Hwa Yeong pondría una bolsa con monedas en su mano —. Los ayudará a pagar un lugar para dormir y cubrir sus necesidades básicas por un tiempo.

Dada la pequeña fortuna que Taeyang sabía que contenía esa bolsa, sería por un par de años, tiempo suficiente para que encontraran trabajo y el bebé naciera en buenas condiciones.

—Si arruinas esto de alguna manera, te repudiaré —dijo su padre con ligereza mientras escuchaban la respuesta de los omegas.

Taeyang nunca haría nada para alejar a Lucerys, ni aunque el mismo León de la Noche se apareciera frente a él y le ordenara abandonar a Lucerys por el bien de la humanidad.

 

Notes:

1. La escena de Lucerys con Arrax frente a los nobles, visualícenla como la de Rhaenyra con Vermithor, sólo que al aire libre y durante el atardecer.

¡Gracias por leer!

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Chapter 22: Tercera parte: Príncipe Dragón IV

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Al entrar a los aposentos del duque Lan, Aurane se soltó de su mano para lanzarse sobre el omega mayor, exigiendo su atención. El duque se la otorgó y con paciencia gentil lo instó a tomar asiento a su lado, y lo felicitó cuando su porte fue apropiado, arrodillado sobre el cojín. Taeyang hizo algo así como un puchero, sentado a la derecha del duque, en el extremo angosto de la mesa, dolido porque Aurane ni siquiera lo había saludado. Lucerys tomó el asiento frente al duque, mismo que él le indicó.

—Tenemos algo para ustedes, príncipe Lucerys, príncipe Aurane —el duque habló directamente, saltándose las charlas ociosas y corteses.

Lucerys apreciaba eso de su futuro suegro.

— ¿Obsequios, abuelo? —inquirió Aurane, animado.

—Ya han sido generosos más allá de las palabras con nosotros, duque —Lucerys miró el cofre de madera que un sirviente acercó, colocándolo sobre la mesa.

—Si te sientes incómodo, piensa en esto como el precio de la novia.

—Sólo una parte —Taeyang le sonrió y Lucerys se preparó para escuchar una nueva cosa ridícula —. Si pudiera, te daría el mundo.

— ¿Se puede regalar el mundo, abuelo?

—En una manera metafórica, tal vez —el duque concedió, acomodando un rizo blanco que se escapó de la trenza del niño —. Taeyang, deja tus declaraciones románticas para otro momento, preferiblemente cuando yo no esté presente.

El duque no estaba molesto, pero Lucerys pensó que para cualquier padre resultaría incómodo ver a su hijo siendo innecesariamente tonto. Aunque lo avergonzaba, Lucerys apreciaba las palabras de Taeyang, acostumbrándose poco a poco a una atención y un amor tan sincero y abierto.

——Fue la iniciativa de mi hijo el buscar este tesoro, príncipe Lucerys. Tomó tiempo, pero finalmente está aquí.

—No era necesario que se tomara tantas molestias, duque.

—De inmediato intuí las intenciones de mi hijo, lejos de mí estaba el dificultar su cortejo. Y después de verte con tu Arrax, incluso si no estuvieras por casarte con Taeyang, no puedo hacer otra cosa que entregarte esto. Sólo hay un lugar apropiado para cosas tan preciosas, el seno de un jinete de dragón.

¿Qué relación tenía que Lucerys fuera un jinete de dragón?

—Ahora, haz los honores —mandó el duque a Taeyang, señalando con un gesto elegante el cofre.

Aurane fue el primero en soltar una exclamación emocionada.

Lucerys miró el interior del cofre y sintió que su respiración tartamudeaba. Huevos de dragón, el cofre contenía huevos de dragón.

Un huevo anaranjado dorado, como si fuera una gota de ámbar, descansaba en el lado derecho del hueco; un huevo azul oscuro, como el cielo estrellado a mitad de la noche, se encontraba en el centro; y por último, un huevo púrpura, como un capullo de loto, estaba a la izquierda. Lucerys acercó sus manos a ellos, posándolas delicadamente sobre la superficie, acariciando las estrías. Se sentían cálidos.

¿Cuánto tiempo llevaban lejos de los suyos? ¿Hubo robos recientes en Westeros?

Antes de irse, sólo existía un robo documentado en toda la historia de los Targaryen desde la Conquista. ¿Eran los huevos de Dreamfyre? ¿Esos que fueron robados por Elissa Farman tantos años atrás?

— ¿Cómo… ¿Dónde? —susurró sin darse cuenta.

—Estaban en posesión de un Señor del Mar de Braavos —el duque comenzó a explicar —. Debido a los negocios de la Familia Lan, poseemos un número afortunado de contactos en todo Essos. Uno de los comerciantes con que hacemos tratos, uno cuya familia ha estado en el rubro por cientos de años, había escuchado de nobles braavosis que se jactaban de objetos valiosos y únicos en fiestas privadas.

Furia ardiente despertó en el corazón de Lucerys.

¿Cómo se atrevía alguien a tratar los huevos de dragón como objetos? Como joyas para mostrar en eventos, cuando eran la primera existencia de seres magníficos, cuando eran la promesa de una criatura viviente y sintiente.

—Solicité a este socio que comprara los huevos a cualquier precio. Y aquí están ahora.

— ¿Kepa? —Aurane, en algún momento, llegó a su lado.

Su voz sacó a Lucerys de la ira y la indignación.

—Mira aquí, Aurane. Estos huevos provienen de Dreamfyre, de la última nidada que puso cuando su jinete era la Reina Rhaena —atrajo a su hijo a su regazo.

La historia indicaba que no podían ser de nadie más.

— ¿Dreamfyre de la tía Helaena?

—Sí, ahora Dreamfyre es la compañera de tu tía abuela Helaena. Su jinete anterior fue Rhaena Targaryen, quien fue traicionada por alguien en quien confiaba. Sus huevos fueron robados, llevados lejos, pero ahora están de vuelta con la sangre Targaryen.

—Yo tengo sangre Targaryen.

—Sí —besó sus rizos —. Y por eso posees el privilegio de que uno de estos huevos llegue a eclosionar para ti.

— ¿Verdad, kepa? ¿Puedo tener un dragón? ¿Ser jinete como tú? —Aurane susurró con asombro, mirando con admiración y esperanza los huevos frente a él.

—Si las Llamas de Valyria así lo deciden, te bendecirán con ese honor —no podía prometer que un dragón eclosionaría para él, no todos los Targaryen eran bendecidos, mucho menos los Velaryon.

Pero Lucerys no tenía el corazón para romper esa ilusión. Además, la posibilidad de éxito existía.

— ¿Cuál eliges? ¿Uno de ellos te llama?

Aurane observó detenidamente cada uno de los huevos, Lucerys lo guio gentilmente para que los acariciara. Después de unos momentos, Aurane posó su pequeña palma, con reverencia, sobre el huevo azul medianoche.

—Éste, kepa. Habla para mí.

— ¿Habla?

—Sí, como un corazón.

Entonces su hijo sentía que el huevo latía, que estaba vivo.

Era maravilloso.

Lucerys y sus hermanos habían sido bebés cuando sus huevos fueron colocados en sus cunas, no recordaban detalles específicos de su interacción con los huevos. Al menos, Lucerys sólo recordaba una calidez acogedora siempre a su lado.

Bien —sacó el huevo y lo colocó en las manos de Aurane, quien lo acunó de inmediato contra su pecho —. Muy bien, mi amor.

Susurró más palabras en alto valyrio, con el corazón lleno por la oportunidad que había llegado a su hijo. Una oportunidad dada por un par de personas a las que Lucerys nunca podría pagar.

—Las palabras no son suficientes para expresar mi agradecimiento, duque, Taeyang —levantó la vista para ver al alfa y el omega, quienes se habían mantenido en silencio.

Sus rostros eran suaves y sus ojos cariñosos mientras los miraban.

—Las gracias son innecesarias —declaró el duque.

—Lo que sea por ustedes —Taeyang sonrió.

Esta vez, Lucerys no se avergonzó por la devoción dirigida a él, simplemente sonrió con todo el cariño y agradecimiento que sentía en ese momento.

 

 

—Beba esto, Alteza, le ayudará a asentar el estómago.

Lucerys aceptó el cuenco ofrecido, viendo el brebaje nada apetitoso, pero que, afortunadamente, no olía terrible. Lo bebió de un trago, escondiendo una mueca, y regresó el cuenco a Oyuki con un agradecimiento.

— ¿Cómo te sientes? —pasó los ojos del rostro plácido de la omega a su vientre abultado.

—Este niño está disfrutando el viaje —ella palmeó suavemente sobre sus túnicas.

—Lo envidio, y a ti. Sólo he visto a mi madre atravesar embarazos con tanta gracia.

—Le aseguro, Alteza, que hago un esfuerzo consiente por no verme como realmente me siento —ella tomó asiento junto a él en la cama cuando lo ofreció, estaban solos en el camarote por lo que la mujer fue persuadida a actuar menos formal —. Es una bendición de los Cielos que el balanceo del barco lo calme, en lugar de molestarlo.

Esta vez, Oyuki frotó círculos cariñosos sobre su vientre.

—Tu conocimiento médico también te ayuda a superar los peores malestares, ¿me equivoco?

Oyuki le había contado que el médico que fue su amante le había compartido mucho de su conocimiento. Había sido un alfa joven, recién salido de su aprendizaje, que cayó enamorado de la omega mayor y muy hermosa que lo cautivó en la casa de té. Oyuki había mantenido la distancia apropiada al principio, tanto por el trabajo, como la diferencia de estatus y edad, pero el joven médico había sido paciente en su cortejo, atento y dedicado, que cuando menos se dio cuenta, ella ya había caído enamorada. El joven, cuyo nombre Oyuki mantenía como un secreto precioso para sí misma, le hizo juramento de matrimonio, ahorrando para comprar el contrato de Oyuki, pero él falleció de neumonía antes de concretar sus planes.

—Aprendí mucho de él y ese conocimiento me está ayudando a mantener a nuestro hijo saludable. De esta manera, es como si él nos estuviera cuidando, como si estuviera con nosotros.

Lucerys tomó una de sus manos, tratando de transmitir confort sin palabras.

Oyuki aceptó el toque y dijo —: Con este conocimiento también cuidaré muy bien de usted y del pequeño príncipe.

Justo en ese momento, Aurane pasó corriendo por el pasillo. Lucerys, gracias a la puerta abierta, vio sus rizos rebotando, a Tsukuyomi pisándole los talones, y a Zongren y Ning Ning unos pasos detrás. Un instante y un fuerte choque se escuchó.

— ¡Estoy bien! —gritó Aurane, a través de risas.

— ¡La Pequeña Alteza está bien! —aseguró Ning Ning con un grito propio.

El omega, un niño con sus doce onomásticos (Lucerys sabía que la gente podía ser terrible, pero era incapaz de imaginar a un padre vendiendo a su propio hijo por unas cuantas monedas), era enérgico y animado, el compañero perfecto para seguir las travesuras de Aurane. Zongren no se quedaba atrás, pero él prefería mantener cierto profesionalismo ya que su deber era garantizar la seguridad de Aurane. Nami nunca se vio más aliviada; ella adoraba a Aurane, pero conforme éste más crecía, la energía de la beta se quedaba corta y su personalidad tampoco la hacía ideal como compañera de aventuras.

Lucerys amaba a su hijo, pero agradecía no tener que seguirlo de un lado a otro del barco en este viaje. Los mareos lo hacían un inútil y realmente deseaba sobrevivir lo mejor posible ya que su destino era el hogar de Taeyang. No quería conocer a la duquesa Lan y a la abuela de Taeyang oliendo a vómito o con el cansancio hundiéndole los hombros.

—Los Cielos te enviaron a ti y a Ning Ning para salvarme, Oyuki —comentó con una risa.

—Fue todo lo contrario, Alteza.

 

 

Un par de semanas transcurrieron en el mar y finalmente llegaron a Fayuio. Lo que parecía la totalidad de la gente que vivía en el condado los recibió en el puerto. La duquesa Lan, su concubina y sus hijos, así como la duquesa viuda, aguardaban al frente de la algarabía.

Se sintió abrumado.

Pidió a Enkhtuya que organizara a toda su gente y siguiera el ejemplo de la comitiva del duque, quienes seguramente sabían qué hacer y cómo moverse en situaciones como éstas. Encomendó a los Daragos la vigilancia de los huevos de dragón, Tsukuyomi no fue persuadido a quedarse con ellos y el duque aseguró que estaba bien que se mantuviera con Aurane.

Hwa Yeong y Zongren, como protectores juramentados, permanecieron con Lucerys y Aurane.

Arrax, el chico travieso y amante de la atención, hizo todo un espectáculo al sobrevolar sobre la gente reunida, dando volteretas. Lucerys agradeció la distracción; pudo bajar del barco sin docenas de ojos siguiendo cada uno de sus movimientos.

— ¡Bienvenido a Fayuio, príncipe Lucerys Velaryon! —exclamó grandiosamente la duquesa Lan —. ¡Bienvenido a tu fiesta de compromiso!

¿Qué?

Era una prueba de lo sorpresivo que era todo, que Aurane permaneció quieto y obediente a su lado, tomando su mano y casi escondiéndose detrás de sus piernas. El duque y Taeyang se apresuraron a hablar con la duquesa, quien desestimó sus amonestaciones disfrazadas de saludos.

—Mira tu descortesía, Lan Deiji —la duquesa viuda dio un paso al frente —. ¿Dónde está el saludo apropiado? ¿La presentación? Te eduqué mejor que esto —su voz no era severa y su rostro permanecía amable, pero sus ojos eran duros.

Dureza que se suavizó a amabilidad cuando centró su atención en Lucerys.

—Ésta se presenta, Alteza Real. Lan Yuhe, duquesa viuda del ducado Lan —hizo la venia apropiada —. Me disculpo por la rudeza de su recibimiento. Mi hija, la duquesa Lan, tiende a dejarse llevar por sus emociones.

Lucerys tomó un momento para observar la reacción de la gente, plebeyos y nobles parecían acostumbrados a este tipo de situaciones. No lucían escandalizados o sorprendidos al oír los regaños dirigidos a su gobernante. La duquesa tampoco lucía avergonzada o molesta.

—La emoción, cuando su objetivo es benigno, no es un pecado —indicó a la duquesa viuda que cesara la venia —. Acepto las disculpas. Es un placer conocerla, duquesa viuda. Su nieto no ha hecho más que relatar cosas maravillosas de usted.

Ella sonrió grácilmente, un brillo de aprobación cruzó por sus ojos.

—Me presento, Alteza Real —la duquesa habló, mostrando esta vez un comportamiento recatado —. Ésta es Lan Deiji, duquesa Lan del ducado Fayuio. Como dijo mi madre, permití que la emoción me superara. Ruego por su entendimiento, mi hijo se casa por fin y su prometido está más allá de lo que cualquier madre podría soñar para su hijo.

—Entiendo, duquesa Lan. Le aseguro que no se ha hecho ningún daño —su corazón finalmente se estaba calmando, apaciguándose por la rutina de las formalidades —. Ahora, permítame presentar a mi hijo, el príncipe Aurane Velaryon.

Aurane, todavía inusualmente silencioso, salió de su escondite y saludó con una sonrisa. Hubo arrullos y risas cuando el niño se soltó de Lucerys y corrió a los brazos de Taeyang, quien lo levantó orgulloso.

—El príncipe Aurane desea que presente a su fiel compañero, el temible tigre blanco, Tsukuyomi —anunció Taeyang.

Tsukuyomi, que había seguido a Aurane y actualmente estaba sentado entre Taeyang y el duque, bostezó. Indiferente a la atención de los espectadores y la consideración de su dueño.

—Arrax se encuentra sobre nosotros —dijo Lucerys cuando notó la pregunta en los ojos de las duquesas.

La gente que los rodeaba, algunos de ellos, empezó a hacer intentos de pronunciar el nombre del dragón.

—Antes de que se unan a la celebración, deben asearse y descansar —la duquesa viuda habló, impidiendo que la duquesa Deiji presentara a su concubina.

Taeyang ya le había explicado la dinámica que los Lan, excepto por la duquesa, tenían con la concubina. Él se disculpó de antemano por la visión poco halagadora que sería verlos actuar mezquinamente, pero Lucerys aplacó su preocupación. Él entendía que esa era la única manera que Taeyang, su padre y su abuela tenían para expresar su inconformidad y enojo por las acciones de la duquesa.

Lucerys no lo condenaba, no era quién.

Él nunca podría perdonar a quien, independientemente del título legal que poseyera, era la amante de uno de sus padres. Una intrusa, quien sin importar que sus padres no se llevaran bien de antemano, dañaba con su sola presencia y de muchas maneras a la persona que le dio la vida.

Lucerys todavía recordaba los primeros meses después de la boda de su madre y Daemon. El enojo por lo apresurado que fue, como si ellos hubieran estado esperando que sus respectivos cónyuges desaparecieran para finalmente estar juntos, pensando que eran irrespetuosos. Ese sentimiento se había calmado con el tiempo, hasta desaparecer. Había ayudado que no se trató de una unión que no dañó a terceros porque nació de la viudez. Laena y Laenor Velaryon habían fallecido, pero Lan Saja vivía.

El concubinato era permitido en Yi Ti, pero que una mujer como la concubina de la duquesa Lan llegara a tal estatus a costa de la humillación de un hombre como el duque Lan, dejaba un mal sabor de boca. Lucerys se sentía molesto en nombre de Taeyang y el duque, sobre todo porque las acciones de la duquesa y su concubina fueron las que sentenciaron a Taeyang a una vida de peligro durante años.

Él pudo haber muerto antes de que Lucerys lo conociera.

Pudo haber muerto frente a Lucerys, llevándose con él la oportunidad del omega de amarlo.

—Por favor, indique el camino, duquesa viuda —solicitó a la mujer mayor.

De inmediato, todos se pusieron en marcha.

La duquesa, su concubina y sus hijos, se rezagaron.

Lucerys sonrió a la gente y devolvió los saludos, aceptó las flores que un par de niños valientes le obsequiaron. Fue un avance lento hacia el carruaje que los llevaría a la famosa Mansión Blanca.

—Suegra, ¿cómo permitió que esto sucediera? —no era acusación, sino una pregunta cansada del duque a su suegra.

Ya habían abordado el carruaje, sólo esperaban que la duquesa se uniera a ellos mientras terminaba de dar indicaciones a los encargados de la celebración. Hwa Yeong y Zongren tomaron lugares a los costados del carruaje, montando caballos que un par de guardias Lan les cedieron a petición de Taeyang.

—Esa mocosa me engañó —la duquesa viuda se quejó —. Llegó una carta del este del ducado, uno de los pueblos tenía problemas con la sucesión del magistrado. Deiji me pidió que viajara para encargarme del asunto y acepté, su falta de destreza política habría empeorado la situación, así que no sospeché nada. Imagina mi sorpresa cuando llegué al pueblo y no había problema alguno. Toma una quincena hacer el viaje; me tomó un mes ir y venir.

La viuda hizo una pausa cuando Aurane, quien iba dejando su inaudita timidez, se acercó a ella para ver el abanico que colgaba de su faja. Ella sonrió y le entrego el abanico, Aurane sonrió encantado y se sentó a su lado, admirando el paisaje pintado en el papel.

—Llegué ayer —continuó el relato —. Ella ya tenía todo listo. No había manera de detenerla. Mi hijo se casa con la realeza, con un jinete de dragón, la fiesta de compromiso debe ser grandiosa, no se cansó de decir. Me perdonarán, yerno, nieto, Alteza Real —agradeció grácilmente cuando Lucerys le autorizó mirarlo a los ojos y llamarlo con menos formalidad —, pero estaba tan cansada, tanto por el viaje como por las tonterías de mi hija, que no hice nada más que regañarla.

— ¿Fiesta de compromiso? Parece más un festival.

La viuda asintió, de acuerdo con su yerno, suprimiendo una mueca —. Un festival que se mantendrá hasta la boda.

Lucerys, que había estado acariciando la suave cabeza peluda de Tsukuyomi, detuvo su movimiento al escuchar tal derroche.

Se sintió abrumado de nuevo.

—No te preocupes —Taeyang llamó su atención, tomándole una mano y apretándola con consuelo —. Faltan meses para eso.

—Es tradición que la boda suceda dos meses después de la fiesta de compromiso, Lan Deiji no puede cambiar eso —informó el duque —. Y te lo dije, ¿no es así? Tienes la última palabra sobre los arreglos. La boda será tan vistosa o sobria como desees.

—Por supuesto que sí, será tu día —afirmó la duquesa viuda.

—También será el día de Taeyang.

Lucerys se sorprendió cuando el duque resopló, era la primera vez que lo veía hacer algo tan poco digno.

— ¿Tienes alguna opinión respecto a tu boda, hijo?

—Será como Lucerys quiera que sea.

El duque entonces miró a Lucerys, alzando una ceja.

—Al menos no fallé contigo, nieto —comentó la viuda.

Entones la duquesa subió al carruaje y extendió una mano para ayudar a su concubina a entrar.

El cambio fue inmediato; la atmosfera cálida y ligera que había impregnado el carruaje, se transformó en una fría y rígida. La viuda redirigió toda su atención a Aurane, quien llamó a Tsukuyomi a su lado para que no estuviera en el camino. El duque Lan se transformó en alguien diferente, más una estatua de hielo que un hombre serio y amable. Taeyang fue como su abuela, se concentró en Lucerys y Aurane.

A Lucerys no le gustó.

—Duquesa Lan —habló, firme y educado, mirando a la mujer alfa a los ojos, quien no pudo rechazar el escrutinio pese a que Lucerys no le había dado permiso expreso de mirarlo directamente —, el carruaje ya está lleno.

A los siete infiernos con la amabilidad.

No iba a permitir que su familia se sintiera incómoda, no aquí y no ahora que era él quien tenía poder para defender a los suyos.

 

Notes:

1. Próximo capítulo, ¡la boda!
¿Debería ser pov Lucerys o pov Taeyang? ¿Otro personaje? ¿Pov múltiple?

2. No pude vincular imágenes para los faceclaim porque perdí mi contraseña tanto de pinterest como del mail con que hice la cuenta. Agregaré imágenes en los próximos capítulos, cuando recupere mi cuenta.

 

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 23: Tercera parte: una Boda Roja

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Lan Yuhe

Vio a su nieto correr hacia el árbol de magnolia, de espaldas a Saja y el príncipe dragón, quienes compartían té y palabras mientras observaban al pequeño querubín corretear de un lado a otro con su tigre blanco.

— ¡Luce! —fue la advertencia que Taeyang gritó justo antes de abrazar por la espalda a su pronto esposo.

El príncipe dragón soltó un grito sorprendido, uno que rápidamente se transformó en una risa encantada cuando fue sacado de su asiento, girado y vuelto a abrazar. Taeyang lo levantó y lo hizo girar.

Yuhe sonrió por las payasadas y sonrió más cuando Taeyang procedió a hacer lo mismo con Saja, quien compuso una expresión sufrida que no engañaba a nadie. El maltrato a su yerno duró poco, Taeyang sabía muy bien qué tan lejos llevar sus payadas con su padre.

— ¡Baba! ¡Yo también! ¡Yo también! —el principito corrió hacia Taeyang, quien lo atrapó, lo levantó sobre su cabeza y lo hizo girar.

Decía mucho de la confianza del príncipe dragón que no detuvo a Taeyang, aunque su preocupación maternal se reflejó en su mirada atenta. Fue Saja quien regañó a Taeyang, como siempre había hecho cuando Deiji tuvo el mismo trato con él.

Deiji nunca había sido una buena esposa, pero sí una madre atenta, al menos hasta que conoció a esa maldita cortesana que le comió los sesos.

—Él nunca me ha tratado así —su hija hizo un mohín.

Deiji le había pedido su compañía para reunirse con Saja y los dragones; la boda estaba a una semana de distancia y acababan de ser informadas por las cocinas que el azúcar para endulzar las confituras no llegaría a tiempo, por lo que ahora debían elegir miel o regaliz. Estaban en uno de los pasillos con vista al jardín frontal del patio de Saja, Aguas Vivas, donde residían los aposentos de su yerno.

—Observación astuta, mi hija.

Deiji había traído a su concubina cuando Taeyang tenía diez onomásticos, demasiado joven para que tuviera la fuerza de levantarla en brazos y suficientemente mayor para entender la humillación que su madre infligió a su padre, dejándolo sin deseos de ser cariñoso con ella.

—Los alfas han tenido cónyuges y concubinas desde tiempos antiguos —esa réplica no era sólo por el trato de Taeyang, sino por la del príncipe dragón.

La indiferencia fría hacia Qiu Jiu no era diferente a la que Saja, Taeyang y la misma Yuhe le dirigían, pero era percibida diferente porque provenía de la realeza. Realeza extranjera, pero realeza con dragones y el beneplácito de Su Majestad el Emperador. Y mientras Deiji podía obligar a su esposo, hijo y madre a soportar la presencia de Qiu Jiu, a compartir comidas y espacio, no podía hacer lo mismo con el príncipe Lucerys. Y seguiría sin poder aunque él se convirtiera en su yerno. El príncipe se casaba con la Familia Lan, pero su estatus era mayor y, sobre todo, tenía un dragón a su disposición. Deiji no era tan tonta, podría hacer valer su poder como duquesa y matriarca de la familia, pero no le convenía enemistarse con un jinete de dragón.

El trato que podría considerarse indulgente hacia el príncipe Lucerys no era algo inaudito. Príncipes y princesas imperiales se habían casado con familias nobles durante milenios y siempre recibían tratos especiales.

—Los nobles también han tomado cortesanas como concubinas.

—Dices verdades, hija. Sin embargo, ningún noble que se precie ha tomado concubinas sacadas del burdel más bajo, ni asesinado traicioneramente, ni humillado a la sangre imperial.

Si el príncipe imperial Asahi, abuelo de Saja, hubiera estado vivo en ese entonces, nada habría salvado a Deiji o el Ducado Lan de la aniquilación. Las madres de Saja, marquesas de Zedin, se habían mantenido quietas porque su hijo las convenció de no llevar la situación demasiado lejos, únicamente por el bien de Taeyang y el ducado al que se había dedicado en cuerpo y alma durante más de una década.

—Madre —Yuhe suspiró por dentro ante el tono de Deiji, preparándose para otra petición de interferencia en su favor —, habla con Taeyang para que influya en el príncipe. Es absurdo que un jeonsa deshonrado ocupe un lugar de honor en la boda de mi hijo, mientras que ni sus hermanos fueron invitados.

Hwa Yeong, el jeonsa que había recuperado honor al servir al príncipe dragón, fue elegido por su amo para participar como familia durante la boda. Él estaría junto al príncipe Aurane, en un lugar de honor, recibiendo la reverencia del príncipe Lucerys y Taeyang.

—Esos niños no son hermanos de mi nieto.

Los hijos de Qiu Jiu eran sólo de ella y del pobre infeliz que Deiji apuñaló por la espalda. Qiu Jiu no le había dado un solo bebé a Deiji.

Yuhe se había encargado de que así fuera.

—Y te lo he dicho, pierdes el tiempo tratando de hacerme abogar por ti. Estoy completamente de acuerdo en que tu prostituta y sus cachorros no empañen la ceremonia más importante de la vida de Taeyang. Es suficiente con tenerlos contaminando esta casa tal y como están las cosas.

Deiji se tragó cualquier replica o defensa, ella sabía que Yuhe soportaba la situación por el bien de Taeyang y su herencia. Así como sabía que su propia madre no la repudiaba porque era lo único que le quedaba de Lan Kyoujuro.

El esposo de Yuhe se habría dejado caer en su espada si hubiera sabido la persona tan desvergonzada en que su hija se convertiría.

 

 

Hwa Yeong

Un velo rojo semitransparente cubría el rostro de Su Alteza, pero su belleza era evidente.

Estaba cubierto de oro y seda roja, de pies a cabeza. Capas de seda con bordados de hilo de oro que formaban dragones, derramándose por su cuerpo, pareciendo bailar por el movimiento en la falda y las mangas; incrustaciones de rubíes y cuentas de oro en el fajín, brillando bajo la luz; la corona nupcial, de oro y diamantes, entrelazada con trenzas valyrias y enmarcando el rostro de Su Alteza con finas cadenas y cuentas de oro que sonaban como campanillas por cada paso que él daba.

Todo él resplandecía.

Mientras Su Alteza avanzaba por el pasillo del salón principal de la Mansión Blanca, susurros de admiración y suspiros de ensueño resonaban, especialmente de aquellos afortunados que lograban dar un vistazo al rostro del príncipe cuando el velo se movía ligeramente para revelar un destello de piel blanca.

—Kepa es el más hermoso —el principito susurró, lleno de admiración y amor por su padre omega.

Yeong estuvo de acuerdo, por supuesto.

Como obviamente lo estaba el general.

El joven afortunado caminaba junto a Su Alteza, sin ver hacia adelante en favor de mantener los ojos en el perfil del príncipe Lucerys. Lan Taeyang estaba completa e irrefutablemente enamorado y encandilado por Su Alteza, y Hwa Yeong estaba agradecido de que ese interés iba más allá de lo físico.

Había pasado suficiente tiempo viendo cómo esa relación se desarrollaba como para darse cuenta que los sentimientos del general eran sinceros y profundos. Hwa Yeong no creí equivocarse al pensar que el corazón de su amo estaba en buenas manos; si no lo creyera, él habría interferido.

Se estaría extralimitando, pero su deber era proteger a su príncipe de cualquier daño, incluso si venía de su propia mano, incluso si significaba su despido o su muerte.

Una vez que los novios llegaron al frente, donde estaban el duque y la duquesa Lan, así como el principito Aurane y Hwa Yeong, que sostenía la tablilla con el nombre tallado de la princesa Alyssa, la ceremonia comenzó.

—Que los Cielos sean testigos de su unión —la voz de la duquesa fue alta y clara.

—Que la Luz guíe los pasos que darán juntos —dijo el duque, firme y cálido.

—Que la Noche los cobije indulgentemente en su seno —Hwa Yeong sintió que la tablilla fúnebre de la princesa Alyssa se calentaba en sus manos, pero debía ser su imaginación.

El honor de ser considerado por su príncipe como familia, de ser elegido para recibir una reverencia tan importante como una figura parental y, más importante, para sostener la tablilla que representaba la presencia de la hija primogénita de Su Alteza, lo estaba haciendo sentir demasiadas emociones.

La calidez que sintió en sus manos debía ser una evocación de lo profundamente conmovido, honrado y agradecido que se sentía.

— ¡Que el Fuego mantenga cálidos sus corazones! —exclamó la Pequeña Alteza, ganándose risas alegres y arrullos de todos los presentes.

Él había practicado durante días las palabras que debía decir para la ceremonia.

Las risas cesaron para dar lugar a la siguiente parte de la ceremonia, las reverencias.

Una reverencia a los Cielos, a las deidades que estaban por encima de ellos y que, cuando les apetecía, los bendecían.

Una reverencia a los padres o familiares, por piedad filial.

Y una reverencia al cónyuge, con quien compartirían sus vidas a partir de ese momento.

Entonces, frente a frente, llegó el momento de que el general retirara el velo.

Exclamaciones de asombro volvieron a surgir.

Realmente no existía nadie más hermoso que Su Alteza en todo el mundo.

Antes de que tuviera lugar el beso que sellaría la unión, los novios intercambiaron anillos.

Ambos portaban un anillo de jade rojo en sus meñiques izquierdos, mismo que retiraron y colocaron en el dedo del otro. Se trataba de una tradición de la Familia Lan, intercambio de anillos que simbolizaban el hilo rojo del destino, anillos que portarían en el dedo de la mano que estaba unida al corazón, hasta el día de sus muertes.

Pequeña Alteza soltó una risita encantada cuando los novios se besaron.

Fue un beso superficial por el bien de preservar cierto pudor al estar en compañía mixta, pero un beso que se alargó.

Su Alteza tuvo que apartarse con una risita y un sonrojo encantador en las mejillas.

—Ven aquí, mi amor —llamó Su Alteza al principito, quien se apresuró hacia sus padres.

Hwa Yeong y los duques comenzaron la procesión detrás de los recién casados, quienes caminaban con la Pequeña Alteza entre ellos, tomados de las manos.

Las felicitaciones y la efusividad de los nobles eran sobrias, y fue rápidamente eclipsada por los plebeyos que aguardaban afuera de la mansión. El rugido de Arrax los silenció por un momento que no fue demasiado largo, pues los gritos regresaron con fuerza.

Casi parecía que el mismo Dios Emperador se había casado.

Los Lan, tal vez excepto por la duquesa, eran muy amados en Fayuio. Además, el príncipe Lucerys era muy fácil de amar y ya se había ganado los corazones de muchos durante los dos meses que llevaba en el ducado.

Arrax aguardaba en la explanada frente a la Mansión Blanca, preparado para llevar a volar a su jinete y su reciente esposo. Una tradición valyria, Targaryen, que el general estuvo de acuerdo en complacer para el príncipe Lucerys.

 

 

Helaena Targaryen

— ¿Qué estás haciendo ahora? —la voz de Aegon fue adormilada, con un matiz cansado que no tenía relación con el sueño.

Ella no respondió, siguió mirando hacia el mar iluminado por la luna.

—Los sirvientes me despertaron, están preocupados por sea lo que sea que estás haciendo —él se acercó hasta parar a su lado.

Helaena acarició la capa que estaba desplegada sobre su regazo, trazando cada una de las puntadas que ella misma había bordado durante las últimas semanas. Un dragón blanco de tres cabezas en seda verde mar.

— ¿La terminaste? —Aegon se sentó junto a ella, sobre la arena —. A nuestro sobrino le gustaría, él es así de sentimental.

Ella asintió, apreciando que Aegon hablara de Lucerys en presente, como si su sobrino todavía estuviera con ellos.

—Pero no explica porqué estás en la playa, una noche de marea alta, bebiendo té y mirando nostálgicamente al este.

Desde que se mudaron a Dragonstone, Helaena aprendió que Aegon era muy observador, aunque tenía un enfoque de túnel, tomando todo al pie de la letra y no viendo los significados subyacentes. Él no tenía imaginación.

—Está sucediendo. El dragón marino está cubierto por un velo rojo.

—Sé que eso significa algo para ti, hermana, pero los que no hablamos en acertijos necesitamos algo más concreto.

Sin imaginación, de hecho.

Helaena alcanzó la tetera y vertió té en una segunda taza.

—Brinda por Lucerys y deséale felicidad —colocó la taza frente a su hermano y procedió a servir más té para sí misma.

A Aegon le tomó un momento más comprender, cuando lo hizo soltó un sonido de comprensión y agarró la taza.

—Por ti, sobrino, y tu libertad —levantó la taza hacia el mar —. Ojalá fuera tan valiente como tú.

Él bebió de un trago y sirvió más té.

—Sí —Helaena concordó —. Por ti, sobrino Luce, por el viento bajo tus alas, por la noble en el reino de Balerion y por los nuevos nacidos en costas doradas.

El Imperio Dorado sería bendecido por el canto de los dragones.

Pequeñas crías también correrían por su tierra.

Bebió el té y disfrutó de la frialdad del mar cuando las olas finalmente la alcanzaron.

Aegon se quejó un poco, pero no se alejó del agua.

Los guardias que los habían estado vigilando se movieron inquietos, tal vez preocupados de que Helaena y Aegon fueran arrastrados por la marea. No había nada para preocuparse, Helaena había elegido el lugar perfecto, el lugar para estar a salvo y honrar a su sobrino.

—Está bien —evitó que Aegon agarrara la capa de Lucerys —. El mar se lleva la capa de doncella de Luce ya que no podemos quitarla de su espalda.

— ¿Eh? Bueno —Aegon resopló, pero su expresión era suave —. Supongo que es significativo.

Significativo, sí.

Lo único que Helaena podía hacer por su dulce sobrino, así como el silencio que mantenía sobre su paradero y situación.

Lucerys estaba bien, él estaba a salvo, lejos de corazones rotos, lejos de tormentas y de mares embravecidos.

Lucerys tenía un nuevo destino del cual tomar las riendas; una nueva era iba a surgir de sus manos en el Este.

Mientras una era estaba terminando en Westeros.

Helaena no se sentía mal por no despedirse de su padre, él había hecho su propio camino hacia esa cama, acompañado por la esposa que nunca amó de verdad.

No, Helaena no se sentía mal. Ella estaba donde debía estar; donde ella, Aegon y sus hijos debían estar.

 

 

Lan Taeyang

¿Alguna vez dejaría de sonreír?

—No heredaste esto de los Takahashi —su abuela beta, Takahashi Rin, la marquesa consorte de Zedin, lo miró con una ceja alzada.

—Definitivamente lo heredó de tu familia de doncella, querida mía —su abuela alfa, Takahashi Shou Gu, la marquesa de Zedin, bromeó con ligereza.

—No. Definitivamente lo heredó de los Lan, todavía recuerdo cómo actuaba Lan Kyoujuro con Lan Yuhe, un tonto cuyo mundo giraba alrededor de su esposa —la abuela Rin desestimó la broma de su esposa, retándola al mismo tiempo a contradecirla.

Taeyang esperaba que su matrimonio con Lucerys evolucionara así, que después de décadas de casados compartieran bromas y el cariño en sus ojos fuera evidente, y ni una pizca menor.

—Rezo para que los Cielos te concedan paciencia infinita, príncipe Lucerys.

Su esposo (y qué maravilloso era usar esa palabra para Lucerys) había conocido a las abuelas paternas de Taeyang unos días atrás, cuando llegaron anticipadamente para la boda, y les había dado permiso para hablarle sin formalidades. Las marquesas estuvieron de acuerdo, agregando que sería así en privado pues era importante mantener las cortesías en público.

—No es necesario, marquesa consorte. Creo que Taeyang es bastante encantador con sus payasadas —Lucerys sonrió.

Su sonrisa atrajo la atención de todos los invitados que estaban en fila, esperando para felicitar a los novios.

—Es bueno que pienses así —la abuela Shou Gu fue quien habló esta vez —. Ser el centro por el que gira el mundo de alguien no es fácil.

 

 

—Di lo que quieres decir.

Ryouta bajó la taza de licor y miró a Taeyang con ojos brillantes.

—Pensé que tu boda sería más…

— ¿Ridícula? Mi madre lo deseaba, pero mi príncipe fue una voz de razón.

Para ser de la realeza, Lucerys prefería las cosas menos llamativas, pero no por eso era poco elegante o digno.

La prueba estaba en los patios y salones brillantemente decorados, todo de buen gusto según la abuela Yuhe y su padre.

—Gracias a los Cielos por tu príncipe —Ryouta bebió otro trago e hizo un gesto general al frente —. La compañía es tal como imaginé.

Fayuio se había ido llenando de invitados; nobles de los territorios circundantes, parientes lejanos, comerciantes y nobles de todo el imperio que tenían alguna relación comercial con la Familia Lan, la mayoría compitiendo, tratando de superarse con los regalos y tratando de ganarse la gracia de los Lan y el jinete de dragón.

Taeyang se había sentido avergonzado de segunda mano, pero Lucerys ni pestañeó.

—Si tan sólo pudieran ser más como la pequeña Bit Na —fue el turno de Taeyang de beber un poco de licor, mirando hacia la hija de su querido amigo, que era genuina e inocente en su disfrute de la celebración.

—Chiquilla afortunada —Ryouta suspiró con cariño —. Si el príncipe Aurane no hubiera encontrado agradable su compañía, ella no estaría aquí.

Las bodas no eran lugares para niños, pero difícilmente mantendrían lejos al hijo de los novios. Y Aurane había solicitado dulcemente que su nueva amiga, una amiga de su edad, asistiera, ¿qué iban a hacer? ¿Decirle que no?

—Lo último que deseaba era ver a mi única hija enamorarse a edad tan temprana. Cielos arriba, ella tiene cinco onomásticos.

— ¿Qué? —no fue intención de Taeyang espetar, mucho menos sentirse a la defensiva.

¿Alguien estaba enamorado de su bebé?

La edad era irrelevante.

—Conozco esa cara, es la misma que ponemos todos los Hijikata cuando nos enamoramos. Taeyang, mi amigo, ¿por qué estás frunciendo el ceño?

 

 

Su padre se acercó para informar que era tiempo para retirarse del banquete.

Taeyang soportó las palmadas efusivas de Ryouta en la espalda, viendo a su Lucerys retirarse, rodeado por su séquito nupcial. Sin parientes presentes, Lucerys conformó su séquito con Enkhtuya, Azumi, la amiga de la infancia de Taeyang y esposa de Ryouta, así como A-Peng, el joven primo omega de Taeyang por parte de los Takahashi. Ko Nami, Oyuki y Ning Ning, debido a sus orígenes, no pudieron ser tomados en cuenta, aunque eso nos los detuvo a la hora de preparar a Lucerys; ellos lo habían peinado, vestido y maquillado.

Y durante el banquete, Enkhtuya, que portaba el apellido Amamiya que el nuevo barón no pudo arrebatarle y por el que nadie discutió su presencia, Azumi y A-Peng atendieron a Lucerys; bebieron licor ocasionalmente, cuando Lucerys no quiso hacerlo; acomodaron las faldas y mangas cada vez que Lucerys se levantaba o sentaba; domesticaban cualquier cabello imaginario que se saliera de las trenzas; reaplicaron el colorete de los labios y secaron el sudor de su frente.

Y ahora lo escoltaban a la habitación donde el matrimonio sería consumado.

El corazón latía más atronadoramente en su pecho que horas antes, cuando voló sentado en el lomo de Arrax y aferrado a la cintura de Lucerys.

 

 

Lucerys Velaryon

Nunca se había sentido así.

¿Era natural sentir tanto placer y, al mismo tiempo, sentirse tan cuidado?

Taeyang era cuidadoso con sus toques y movimientos, pero no temeroso.

No había miedo por causar dolor, no que Lucerys lo hubiera esperado, no de Taeyang que siempre lo trataba como si fuera lo más preciado del mundo.

Tampoco había duda, Taeyang sabía muy bien lo que quería, que parecía ser sacar tantos gemidos y suspiros de Lucerys como fuera posible.

Y Lucerys hacía todo lo que podía, todo lo que sus sentidos abrumados y su cuerpo tembloroso podían hacer. Aferrarse, arañar, apretar y pedir más.

Lucerys se sentía demasiado bien.

Sentía tanta calidez, tanto cariño, tanto placer y tanto amor.

¿Y Taeyang? ¿Taeyang se sentía bien? ¿Lucerys lo estaba haciendo sentir bien?

—Perfecto, eres perfecto, ¿cómo puedes ser tan perfecto?

¿Perfecto? ¿Yo?

Un gemido gutural resonó en sus oídos.

Lucerys enterró las uñas en la espalda de Taeyang cuando un giro de caderas lo empujó más contra las almohadas.

—Todos los alfas del mundo deben sentir envidia en este momento y no saben porqué, pero yo sí y me deleito con ello.

Tonto, gran tonto-

Sollozó de placer cuando sintió la lengua de Taeyang lamer la glándula de apareamiento.

—Los Cielos caerían por la oportunidad de tenerte de esta manera.

Taeyang, por favor… Taeyang —estiró el cuello, deseoso e invitando.

Los dedos de sus pies se enroscaron en anticipación.

Calor se acumuló en su vientre, casi insoportable cuando sintió las puntas de colmillos tocar su piel.

La piel se rompió, la sangre brotó y Lucerys no supo más.

 

 

Aurane Velaryon

Abrió los ojos, sintiéndose feliz.

Él era especialmente feliz cuando Alyssa también lo era.

Su hermana estaba encantada de que sus padres finalmente estuvieran unidos, sin posibilidad de separación. Bisabuela Aemma también estaba, ¿cómo dijo? Ah, sí, complacida porque Aurane y kepa ahora tenían alguien que los cuidara.

Ellos habían tenido a Baba por mucho tiempo, pero Aurane creía que entendía un poco a lo que la bisabuela se refería. Hubo un tiempo en que Baba no fue Baba, sino YangYang, y si él y kepa no se hubieran casado, tal vez Baba no podría ser Baba ni YangYang.

—Yomi, Sasa dijo que debemos vigilar los huevos —susurró a su tigre cuando salió de la cama —. Vamos.

Tuvo cuidado de no hacer ruido para no despertar a Nami que dormía cerca. Ellos todavía estaban pasando esa noche en el patio del abuelo, se mudarían al patio de Baba al día siguiente, lo que era bueno porque el brasero donde los huevos descansaban estaba en la habitación contigua, donde kepa y él habían estado durmiendo antes de la boda.

Doblemente bueno porque las habitaciones estaban unidas por una puerta corrediza. Aurane no tenía que salir al pasillo y así los Daragos que estaban de guardia no lo harían regresar a la cama.

El pequeño niño en un sueño sumergido está —comenzó a cantar cuando se sentó frente al brasero, mirando su huevo azul —. Entre la luz y grises cenizas de dolor, uno, dos, tantos rostros.

Alyssa le había ayudado a traducir a alto valyrio su canción de cuna yitense favorita. Kepa la había aprendido de Yurika, una de las mujeres que había ayudado a cuidarlo durante su primer año de vida, pero que Aurane no recordaba.

Entre todos sólo uno es su verdadero yo, aún quedan mil sueños para recorrerlos todos. Sueña, sueña siempre-

Hubo un crujido.

Tsukuyomi se acercó al brasero.

Aurane lo siguió.

Y gritó cuando vio que su huevo se rompía.

 

Notes:

1. ¿Alguien se asustó por el título de este capítulo?

2. Cambié la clasificación de este fic por el pov de Lucerys aquí. No fue nada del otro mundo, pero por las dudas.

3. La canción de Aurane es "Tsunaida te ni kiss wo" del anime D. Grey Man. Me encanta esa canción y más por el contexto de la historia.

4. La boda estaba sucediendo de día, al mismo tiempo que el pov de Helaena durante la noche en Westeros. Pienso que la diferencia horaria entre Yi Ti y Westeros es de catorce horas, como la que hay entre México y China.

5. ¡Feliz Navidad! ¡Los amo, mis preciosos lectores!

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 24: Interludio III: Dios salve a la reina

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Aemond Targaryen

— ¡Aegon, moviliza a tus guardias, a todo Dragonstone! —madre ordenó en cuanto vio a Aegon en el Salón del Trono de Obsidiana.

Ella se movía tambaleante, todavía afectada por las horas sentada en Vhagar, volando desde Desembarco del Rey a Dragonstone; tenía el cabello enmarañado, el rostro pálido y el abrigo arrugado. Alicent Hightower nunca se había visto más desaliñada y nunca más risoria con su actitud demandante.

Aemond suprimió la vocecita mental que le decía se disculpara por pensar tan pobremente de su madre.

— ¡Aemond, ahora debes buscar a tu abuelo! ¡Ve por él al Faro! ¡También informa a nuestra familia lo sucedido, deben encender la baliza!

— ¿Qué está pasando? —Aegon estaba confundido y mojado.

¿Qué tontería había hecho ahora para estar mojado al amanecer?

— ¡El rey ha muerto! —madre anunció, pasando su mirada por los presentes en el salón.

Maestre Gerardys parpadeó con fuerza, el cuervo que anunciaba la noticia todavía no llegaba a Dragonstone, al parecer. Los guardias se miraron entre ellos para enseguida tornarse severos y atentos.

— ¡Larga vida al rey! —nadie hizo eco a la proclamación de madre.

Ella caminó hasta parar frente a Aegon y acunó su rostro entre sus manos. Aegon se estremeció por un instante, Aemond se sorprendió por el toque gentil que nunca vio que madre le dirigiera a su hijo mayor.

—Tu padre ha muerto, Aegon. El rey nos ha dejado y es hora de que tomes posesión de tu legítimo lugar —ella besó su frente, Aegon estaba sin palabras —. Ahora, has lo que digo. Hagan lo que digo.

Maestre Gerardys ya se había retirado, seguramente para enviar un mensaje propio a Rhaenyra sobre la llegada de la Reina Viuda y sus palabras traicioneras. Los guardias agarraron con fuerza los pomos de sus espadas.

—Asegura Dragonstone y llama a nuestros aliados.

—No haré eso, madre —Aegon se alejó de la manos de madre y dio un par de pasos atrás.

—Aegon no hará eso, madre —dijo Aemond a la vez.

— ¿De qué hablan? Por supuesto que lo harás, Aegon —su expresión maternal cambió a una de completa decepción —. ¿Acaso has desperdiciado todo este tiempo? ¿No te ganaste la lealtad de Dragonstone, de su gente?

— ¿Ganarme lealtad? ¿Yo? No me criaste para eso. Sólo me enseñaste a temer, a odiar y a despreciar, ¿cómo podría ganarme la lealtad o simpatía de alguien? —no había auto desprecio o acusación contra madre, sólo verdades dichas con la misma voz con que se decía que el cielo era azul —. Además, este es el castillo de Rhaenyra y Jacaerys, madre, y nadie aquí es un cambia capas. Mucho menos yo.

Madre dio un paso hacia atrás, como si, por un momento, le dolieran las palabras de Aegon, pero de inmediato avanzó, llena de justa ira. Aemond decidió intervenir antes de perder más el tiempo.

—Madre, no te traje aquí para coronar a Aegon ni para impulsar un derecho que nunca le ha pertenecido —largas conversaciones y revelaciones con padre le habían hecho entender a Aemond que Aegon nunca fue considerado como heredero.

Ni Aemond, ni Daeron.

El Trono de Hierro era sólo para Rhaenyra y su linaje, así había sido desde que la Reina Aemma falleció.

Aemond también había hecho las paces con ello; más que nada, Lucerys y su hija era lo único que le importaban. Las disputas políticas no eran relevantes más allá de las vidas de Helaena, los mellizos, y madre.

— ¿Entonces para qué? —ella dio media vuelta de un solo movimiento, alejándose de Aegon en favor de alcanzar a Aemond —. ¿Por qué me despertaste, informándome de la muerte de Viserys, y me sacaste a escondidas de la Fortaleza Roja?

—Para que no alborotaras el avispero —fue Aegon quien respondió.

Su hermano podía ser perspicaz algunas veces.

—No confiaba que mantuvieras la… compostura durante el cambio de poder —Aemond permitió que ella lo agarrara del abrigo, enterrando las uñas en el cuero —. Las órdenes que dijiste recién confirmaron mis preocupaciones. Mi previsión no estuvo infundada.

Los Verdes tenían pocos aliados actualmente, pero esos pocos eran suficientes para causar molestias en las que nadie debería perder el tiempo, si no en acción, en palabras. Sobre todo porque después de la huida de Daeron, madre retomó su campaña de desprestigio contra Rhaenyra; sin poder, los susurros eran lo único que ella podía hacer. Incompetencia, tradición, fe, beta varón sobre mujer alfa, bastardía; todo predecible y exitoso en cierta medida.

Y Aemond estaba bastante seguro que su madre habría enviado un cuervo a Otto en la primera oportunidad, instándolo a que Oldtown y, de ser posible, el Dominio marcharan para coronar a Aegon. Aemond tampoco era tonto, ese cuervo ya debió salir de mano de Tyland Lannister u Orwyle (Rhaenyra no se había deshecho de ellos, decidiendo que era mejor no molestar a grandes Casas o la Ciudadela; tan como padre. Aemond pensaba que los susurros de incompetencia tenían razón en ese aspecto).

—Traidor, mi hijo es un traidor —madre apretó su agarre y miró a Aemond con desesperación.

—Al contrario, madre. No he hecho más que respetar la voluntad de mi padre, del difunto rey.

Una guerra de sucesión sólo retrasaría los planes de Aemond de finalmente dejar Westeros para buscar a tiempo completo a su familia en Essos. Madre no entendería eso, así que apeló a la obediencia filial y soberana.

—La voluntad de Viserys siempre ha estado equivocada —ella negó con la cabeza —. ¿Y qué de respetar mi voluntad, la voluntad de tu madre y reina?

—Tu voluntad es la que está equivocada.

Madre finalmente lo soltó y se alejó como si Aemond la hubiera golpeado.

—Todo lo que he hecho, todo lo que he sacrificado, perdido porque mi hijo fue hechizado por un bastardo.

Aemond sonrió lentamente, odiándose un poco por lo que estaba por decir, pero, sobre todo, cansado por la doble moral de la mujer que siempre pensó que era incorruptible.

— ¿Entre tus sacrificios cuentas el acuerdo que mantienes con Larys Strong?

Ella se sonrojó y palideció en rápida sucesión, sus manos temblaron y su rostro se transformó en algo completamente horrorizado.

—Lo descubrí una noche, pero no te preocupes, es un asunto que sólo yo sé —hizo una pausa, miró a Aegon que tenía la boca abierta y miraba a madre como si fuera una criatura extraña —. Yo y Daemon.

Madre soltó un chillido asustado.

— ¿Creíste que llegaríamos aquí sin que Daemon mismo nos hubiera alcanzado o enviado un jinete de dragón tras nosotros?

Ese secreto fue el intercambio para llevar a madre a Dragonstone, el lugar donde su padre y los Verdes restantes no la alcanzarían, así como el lugar donde no podría hacer nada, ni enviar cartas.

Aegon soltó una carcajada entonces, y siguió riendo.

—Si no quieres que tu pequeño secreto se sepa en todo el reino, te mantendrás quieta. Asistirás al funeral de tu esposo y desempeñarás tu papel de esposa devota. Te arrodillarás frente a Rhaenyra y jurarás tu lealtad a la primera reina gobernante de Westeros. No alentarás cualquier plan de tu padre y no volverás a hablar sobre derechos legítimos. Entonces podrás vivir tranquilamente en algún lugar agradable.

Aegon y Helaena no la querían con ellos, así que Dragonstone estaba descartado. Rhaenyra podría enviarla de regreso a Oldtown, una vez que cualquier idea de usurpación fuera suprimida. Si no, podría permanecer en la Fortaleza Roja o en una mansión en la ciudad, rodeada de septas y sus queridas damas.

—Aegon, consigue a nuestra madre una habitación acorde a su estatus —mandó cuando la mujer, que por años consideró su campeona, no dijo nada —. Más tarde, tú, Helaena y los niños deben viajar a la capital, lo mejor es que estén junto a Rhaenyra hasta que las cosas se calmen. Yo permaneceré y custodiaré a nuestra madre.

Ya no había razón para endulzar sus palabras.

—Claro, hermano —Aegon controló su risa, pero seguía soltando resoplidos medio burlescos y medio sinceros —. Por aquí, Reina Viuda.

—Y madre —llamó, haciendo que ella levantara la mirada que había mantenido en el suelo los últimos minutos —. No vuelvas a decir esa palabra. Lucerys es legítimo, siempre lo ha sido.

La prueba estaba en su hija, su Alyssa con cabello blanco ensortijado y piel besada por el sol. La hija a la que pronto podría dedicarse en cuerpo y alma a encontrar.

 

 

Baela Targaryen

Inaudito.

Era tan inaudito que ni siquiera podía enfurecer.

Su mente estaba esforzándose por comprender lo que estaba pasando, lo que estaba escuchando.

Un Gran Concilio, un segundo Gran Concilio.

Uno para que la nobleza eligiera su nuevo heredero.

Jacaerys o pequeño Aegon.

Baela había despertado a un mundo completamente nuevo, no, ella seguía durmiendo, ella era presa de una pesadilla. No había más explicación. No podía ser otra cosa porque Rhaenyra y Daemon Targaryen nunca les harían algo así a sus propios hijos.

¿Dónde estaba la feroz defensa? ¿La protección?

¿Por qué no protegían el derecho de Jacaerys como defendieron el de Lucerys?

El Trono de Hierro es diferente al Trono de Pecios.

Jacaerys no es diferente a Lucerys, Su Gracia —Baela finalmente encontró su voz —. Y él no es tu hijo de sangre, kepa, pero yo sí lo soy y estoy casada con él. Tus nietos por sangre se sentarán en esa maldita silla a fin de cuentas.

Cuida lo que dices, Baela —padre advirtió con el ceño fruncido.

No es eso de lo que se trata, Baela. Daemon ama a Jace como si fuera su carne y sangre-

Porque lo es, la sangre de mi padre, de mi hermano y mi sobrina corre por sus venas. No lo engendré, pero es mi sangre —padre interrumpió a la reina.

¿Entonces de qué se trata? —gruñó, su intento de levantarse se vio frustrado cuando Jacaerys la tomó de la mano y la instó a permanecer sentada junto a él.

Del lado de las sábanas en que nací —Jacaerys dijo con voz modulada, casi diplomático.

Baela tenía muchas ganas de sacudirlo, ¿cómo podía mantener la compostura cuando su herencia estaba en juego? ¿Cuándo todo para lo que creció, para lo que fue criado, estaba a punto de ser arrebatado de sus manos?

Es la sangre de la reina lo que importa, es por ella que eres heredero, no por Laenor Velaryon o Harwin Strong —Baela correspondió el agarre con fuerza cuando Jacaerys no la soltó.

Ninguno de los dos había elegido casarse, ninguno de los dos se amaba como los cónyuges debían hacerlo, pero se amaban como familia y amigos. En sus años de casados habían logrado un compañerismo sincero, convirtiéndose en el apoyo del otro cuando los hermanos más cercanos a sus corazones se fueron uno por uno.

Baela sabía que Jacaerys estaba enamorado de Lucerys, así como Jacaerys sabía que Baela no podía enamorarse de nadie.

La Corte y la mayoría de la nobleza no lo cree así —dijo la reina, desanimada y conciliadora.

Rhaenyra Targaryen nunca se pareció más a su padre, el difunto rey Viserys, que en ese momento.

¿Qué importa lo que ellos crean? Eres la reina, tú haces las reglas, tu palabra es ley. Y tenemos dragones, somos dragones.

Es percepción, Baela. Ellos nunca lo dejarán en paz —la reina miró a Jacaerys —. Serás perseguido y atormentado como yo lo he sido, no quiero eso para ti.

Como tú, puedo soportarlo, madre. Prevaleciste, yo también puedo —Jacaerys apretó la mandíbula, tratando de controlar la afluencia de lágrimas.

Baela reconocía los signos. A veces se preguntaba si estar en sintonía con Jacaerys se debía a la unión de sangre que tuvieron por la ceremonia nupcial valyria. Ellos no tenían un vínculo de apareamiento completamente funcional porque ambos eran alfas.

Sería muy difícil, mi amor.

Pero tendría tu apoyo, me protegerías. El abuelo fracasó en muchos aspectos, pero siempre estuvo seguro de su decisión sobre ti, él te eligió como su heredera y mantuvo su palabra hasta su último aliento. Además, no tengo una madrastra que me ponga las cosas difíciles —entonces Jacaerys miró a Daemon, severo y seguro de sí mismo —, a menos que mi padrastro tome ese papel.

Padre sonrió cínicamente.

Parece que hice un mal trabajo criándote, si piensas así de mí.

¿Qué debemos pensar? —intervino Baela de nuevo —. Ustedes nunca tuvieron dudas  sobre Jace, desde siempre él ha sido el heredero, él siempre ha estado destinado a ser rey. ¿Si no para qué lo criaron como tal todos estos años? ¿Si no para qué nos casaron?

Las capacidades de Jace nunca han estado en duda y claro que está destinado a ser rey, pero no en esta vida —padre dijo fríamente.

Baela intentó levantarse de nuevo, peor Jacaerys siguió reteniéndola.

He heredado un gobierno de paz, desde mi bisabuelo y mi padre —la reina respiró profundamente y buscó los ojos de Jacaerys, su expresión era suave, maternal, pero sus ojos eran duros —. Soy la primera reina gobernante de Westeros y no todo el reino está conforme con eso, estamos de cara a un largo periodo de ajuste. Los desacuerdos, por más pequeños que sean, traerán desestabilidad; no puedo permitirlo.

Acabamos de evitar una guerra sucesoria con los Hightower, pero todavía hay sangre en el agua y hay tiburones esperando a lanzarse ante la menor percepción de debilidad.

¿Padre acababa de llamar a Jacaerys una debilidad?

Si este Concilio no se lleva a cabo ahora, presionarán por uno en el futuro, cuando yo no esté más. Estoy ahora y haré lo posible por ahorrarles dolor a mis hijos.

¿Qué? ¿La humillación ahora será menor que en el futuro? —Baela espetó —. La humillación perseguirá a Jacaerys desde este momento hasta que deje de respirar.

Aegon se había salvado de la vergüenza cuando declinó públicamente su derecho al Trono de Hierro. Cuando él se arrodilló frente a su media hermana y le juró lealtad, la gente comenzó a verlo como un hijo obediente de su padre, como un príncipe respetuoso de su rey. Lo mismo se decía de Aemond y Helaena, incluso de la maldita Reina Viuda, quien regresó a su Casa de doncella junto con todos los Hightower tras la coronación, derrotados cuando todos sus campeones se arrodillaron de buena gana ante la reina.

¿Cómo iban a pelear por un trono cuando los que poseían los reclamos renunciaron a ellos? Sería una guerra estúpida y suicida; sin dragones de su lado, serían vencidos de un santiamén.

La humillación no se comparará con la paz que sentirá.

¿La paz de Jacaerys o la paz del reino, Su Gracia? ¿Quizás tu paz?

Tanto la reina como padre iban a replicar, pero Jacaerys habló, sorprendiendo a todos por el inesperado juicio en su voz.

Si lo que dices es verdad, madre, ¿por qué no renunciaste a tu herencia? ¿Por qué nos trajiste a Lucerys, Joffrey y a mí al mundo? —no hubo respuesta y Jacaerys continuó —. ¿Por qué debo hacerme a un lado cuando tú no lo hiciste? Ahora que eres reina, ¿ya no soy de valor para ti? Ahora que tienes hijos legítimos con el hombre que siempre has amado, ¿no soy de utilidad?

El sonido de una bofetada resonó por todo el solario de la reina.

Baela no lo vio venir y padre parecía tan sorprendido como ella.

La reina bajó la mano, le tomó un momento darse cuenta de lo que acababa de hacer.

 —Jace, yo…

Jacaerys tenía un agarre doloroso en la mano de Baela, ella se acercó hasta quedar completamente pegados por los costados, lanzando una mirada furiosa a la reina, a la mujer que había sido como un madre para Rhaena.

No deseo causar problemas —Jacaerys habló, no tocó la mejilla golpeada, pero sus ojos eran cristalinos y su voz, controlada —. Un Gran Concilio es innecesario. Renuncio a mi herencia y títulos.

Él se puso de pie, Baela lo copió.

Por un reinado de paz, Su Gracia.

Jacaerys dio media vuelta, sin esperar a que sus padres dijeran algo. Baela, que seguía aferrada a su mano, apenas tuvo tiempo de ver el rostro devastado de la reina.

 

 

Corlys Velaryon

El mundo se había vuelto loco.

Los malditos Targaryen se habían vuelto locos.

No pensé que Rhaenyra se convertiría en Viserys —Rhaenys no lo dijo como un cumplido —. Rememorando, había señales en su actitud hacia Alicent Hightower, en su huida a Dragonstone y su negación a ser dura con los Verdes cuando intentaron impugnar su reclamo durante el funeral de Viserys.

Si no tiene cuidado, se convertirá en un Jaehaerys, también.

Ya había alejado dos hijos y dos hijastras.

Su fuego fue sofocado y no ha logrado avivarlo, tal vez nunca más lo haga —Rhaenyra era una sombra de la joven de voluntad fuerte que sugirió enviaran jinetes de dragones a la guerra —. Jugamos una parte en que eso sucediera, lo admito. Sin embargo, me es imposible reconciliar a esta Rhaenyra con la Rhaenyra que defendió a sus hijos mayores a capa y espada.

Esta Rhaenyra es una reina, sus prioridades cambiaron.

— ¿Habrías cambiado, esposa?

No lo sé —Rhaenys sonrió con auto desprecio —. Y no importa, al final no fui una buena madre. Mi hija decidió hacer su vida lejos de mí y condené a mi hijo a un matrimonio que lo llevó a la muerte.

Rhaenyra no tiene la sangre suficientemente fría para ordenar la muerte de su esposo y Daemon no es tan desalmado como para asesinar al hijo de su única prima viva.

Tal vez —Rhaenys nunca olvidaba un rencor —. Pero no es a lo que me refería, sino al matrimonio en sí. Laenor era como un muerto en vida desde que Joffrey Lonmouth fue asesinado.

Corlys hizo una mueca y decidió cambiar el tema.

 — ¿Crees que nuestros nietos han llegado a Sothoryos?

Baela y Jacaerys habían llegado a Marcaderiva varios meses atrás, informando lo que había sucedido con la reina. Decir que Corlys y Rhaenys enfurecieron era quedarse corto, él estuvo a punto de reunir su flota y navegar a la capital, y ella casi montó a Meleys para enfrentarse a Rhaenyra y Daemon.

Jacaerys logró calmarlos.

Y al final aceptaron la decisión de ambos.

¿Qué más podían hacer?

¿Perder a Baela y Jacaerys por completo, tal vez para siempre, como ya habían perdido a Lucerys y Rhaena?

¿Y qué iban a disputar sin ellos? ¿El Trono de Hierro para Joffrey? Después de lo que Rhaenyra había argumentado, era obvio que no tomaría a Joffrey como su heredero; mejor ahorrarle al niño y a la Casa Velaryon la humillación, otra más.

De verdad, era como lidiar con Viserys y sus decisiones de nuevo.

Viserys en lugar de Rhaenys.

Alicent Hightower en lugar de Laena.

Ahora, Aegon el Joven en lugar de Jacaerys.

Corlys comenzaba a pensar que los Velaryon no debían involucrarse con los Targaryen. Incluso la Reina Alyssa Velaryon terminó mal.

Es posible. La carta desde Puerto de Loto llegó hoy, pero está fechada dos semanas atrás; si el clima fue favorable, deben estar en Sothoryos ahora mismo.

Sin deberes que los atara a Westeros, habiendo rechazado la oferta de Rhaenyra de construir un castillo para ellos (como si eso fuera a compensar el daño que hizo a su primogénito), Baela y Jacaerys decidieron viajar, explorar lo desconocido. Claramente fue idea de su nieta, pero Jacaerys parecía lo suficientemente entusiasmado. Empezaron por visitar las Islas de Verano, para luego dirigirse a su objetivo principal, el continente que Jaenara Belaerys exploró.

Ambos poseían sangre Velaryon, por supuesto que el impulso de viajar y aventurarse estaba en ellos. Y mejor lejos, viviendo sus propias vidas, que perdidos por el maldito Trono de Hierro como ya se habían perdido Laena, Laenor, Lucerys y Rhaena.

Corlys era culpable de esas pérdidas, lo sabía.

Su ambición siempre quería más, todavía quería más, pero no a costa de los que le quedaban.

¿Cómo iba a mirar a sus hijos en la otra vida? ¿Cómo iba a decirles que cometió los mismos errores con sus nietos? ¿Cómo iba a decirles que no protegió a sus bebés?

Ya no podía proteger a Lucerys y Rhaena, peor podía intentarlo con Jacaerys, Baela y Joffrey.

Apoyar a sus nietos mayores era su primer intento, no luchar por el reclamo de Joffrey era otro. Su nieto menor estaba mejor en Marcaderiva, como su heredero, que soportando susurros como sus hermanos ya habían hecho; él estaría mejor como Señor de las Mareas que como Rey de los Siete Reinos.Y Corlys estaba asegurando su linaje en su propia Casa; sin Joffrey, ¿quién heredaría Marcaderiva? ¿Uno de los hijos de Vaemond? Ni hablar.

El Trono de Hierro era un gran premio, pero no a costa de la continuidad de su propia Casa a través de su sangre directa. Porque Joffrey era su sangre directa, el bisnieto de Corlys era la prueba. Y cuando su Lucerys y su bisnieto estuvieran de vuelta, Joffrey seguiría siendo el heredero al Trono de Pecios; Corlys no le haría al pobre niño lo que su madre había hecho a su hermano mayor.

En cambio, Lucerys tendrían una vida libre de obligaciones y preocupaciones. Viviría con las mayores comodidades, protegido y cuidado, como siempre debió ser. Él y su hijo. Era lo menos que Corlys podría hacer después del papel que jugó en su huida. Nunca podría compensarlo lo suficiente, pero lo intentaría.

Y Rhaenyra no podría hacer nada para evitarlo, como no pudo hacer nada para recuperar a Joffrey. Corlys se había negado a enviarlo de vuelta a Desembarco del Rey, cortó todo lazo personal con la capital y el Trono de Hierro; hubo muchos gritos cuando reina y príncipe consorte visitaron Marcaderiva, buscando a Jacaerys y Baela (siguiendo el ejemplo de sus hermanos, huyeron en la oscuridad), pero ni Corlys y, mucho menos, Rhaenys se acobardaron. Eran Rhaenyra y Daemon quienes estaban en deuda con Corlys y Rhaenys, eran los Targaryen quienes estaban en deuda con los Velaryon.

Ya tenían su familia perfecta, su reinado perfecto, ¿qué más querían?

Lo confirmaremos si envían cartas desde Naath o las Islas Basilisco.

O hasta que regresen —Rhaenys suspiró y se levantó de su asiento, caminó hasta el umbral de la terraza del solario de Corlys —. Al menos sabemos dónde están dos de nuestros nietos. Tres de ellos —agregó cuando la risa de Joffrey se escuchó desde afuera, era la hora de su entrenamiento de espada —. ¿Dónde está Rhaena? ¿Dónde está Lucerys?

¿Los sueños no te han mostrado nada nuevo?

No. Siempre son Lucerys y su hijo, volando en el lomo de Arrax, lo único que cambian son las edades. Lucerys luce saludable y radiante. El bebé… él ya es tan grande Corlys, seis años debe tener ya, y no conozco ni su voz ni su nombre —Rhaenys tomó un momento para controlar sus emociones —. Ambos son hermosos y felices. Nunca vi a Lucerys tan feliz.

Eso debe significar que ambos están bien. Cuando los encontremos, ellos estarán bien.

¿Y si nunca los encontramos? ¿Y si nunca puedo disculparme con Lucerys? ¿Y si nunca puedo abrazar a mi bisnieto? Y Rhaena, ¿podré volver a escucharla reír? ¿Sabré si tengo bisnietos de su parte?

No te atormentes, Rhaenys —se acercó a su esposa y la abrazó —. Piensa que ellos estarán de vuelta con nosotros. Piensa que ellos se encontrarán, que se cuidarán —era una posibilidad, remota, pero no improbable —. El amado de Rhaena tiene un dragón, es más rápido para ellos recorrer grandes extensiones de tierra; es posible que encuentren a Lucerys.

No quiero pensar en esa posibilidad —Rhaenys de repente gruñó —, porque significa que Aemond también tiene posibilidad de encontrarlo, de encontrarlos.

Una vez que Alicent Hightower tuvo su vida perdonada y se asentó en el Faro, Aemond abandonó Westeros. Voló hacia Essos. Los contactos de Corlys habían informado que vieron a Vhagar en Volantis el mes pasado. El chico se estaba moviendo rápido, siguiendo toda la costa sur de Essos; era una incógnita si se trataba de un método o simplemente seguía la estela de su hermano y Rhaena. Si era lo segundo, tal vez Aemond pensaba que con dos dragones coordinados podrían abarcar más territorio en menor tiempo.

No creo que les haga daño —Aemond nunca hizo declaraciones de amor por Lucerys y su actitud, su deseo de encontrarlo, parecía más una obsesión, pero Corlys no creía que le pondría una mano encima a Lucerys.

Un alfa como Aemond Targaryen estaba ansioso por una familia propia, por algo que le perteneciera, algo para proteger y proveer; sobre todo el Aemond que había escapado de las garras de Alicent Hightower. Y un segundo hijo como él, especialmente después de un fracaso, no volvería a dar nada por sentado, no volvería a equivocarse.

Es posible que no, ¿pero qué bien les hará?

Corlys no tenía respuesta para eso.

Notes:

1. Debo aclarar que el giro de Jacaerys y Rhaenyra también fue inesperado para mí. Se escribió prácticamente solo.

2. Los acontecimientos de este capítulo se desarrollaron en el transcurso de un año.

3. También fue una sorpresa que Aemond actuara tan contundente con Alicent, pero creo que es factible. Es como esos hijos de la actualidad que finalmente reconocen la toxicidad de su familia y deciden apartarse. Además, él tiene prioridades en forma de Luce y Alyssa (aunque no sepa que ella no está viva).

4. ¿Sugerencias para nombrar al dragón de Aurane?

 

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Pd. Si no traigo caps o historias nuevas antes de que acabe el año o a principios del nuevo, ¡les deseo felices fiestas! ¡Feliz año nuevo! 🎉🎉🎉
Espero que lo pasen genial, que coman cosas deliciosas y lean cosas increíbles (fanfics o no).
¡Los amo y les deseo lo mejor! 🤗🤗🤗❤️❤️❤️

Chapter 25: Cuarta parte: Consorte Lan I

Notes:

1. En esta parte, las cursivas en diálogo significa que los personajes están hablando en lengua común. Las cursivas en negrita son para alto valyrio. El resto es para yitense.

2. Al inicio hay un enlace a un tiktok, por favor visualicen a Lucerys (él con Arrax -entenderán cuando lean y vean).

3. Los tiktoks (excepto por los de mi cuenta @Merenguillo) y el arte enlazados no me pertenecen. Créditos a sus respectivos creadores.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El fuego y el humo se propagaban como una media luna, encerrando a los piratas cuyo frente estaba bloqueado por una parte de la flota Lan. Arrax ahora sobrevolaba sobre los buques del ducado, camuflado por el humo, lo que jugó a su favor pues lo último que los piratas esperaban era que flechas llovieran desde el cielo.

Gritos llegaban a los oídos de Lucerys.

Los piratas provenientes de las Tierras Sombrías caían uno por uno, asustados además por el fuego que los rodeaba y el terror de que Arrax descendiera directamente sobre ellos.

Los buques Lan avanzaban, barcazas iban por delante con soldados del ducado y los Daragos, preparados para abordar los barcos piratas. Lucerys y Taeyang habían acordado intentar no dañar los barcos del enemigo, después de todo más barcos nunca hacían daño a nadie; podrían ser recompensas para los soldados y adiciones a la flota ducal. Los tesoros también debían recuperarse.

Pensar que Yssarion y los huevos de dragón sin eclosionar pudieran ser parte de ese tesoro robado sólo hizo enojar más a Lucerys.

La noticia de que un dragón nació en Fayuio despertó el interés de todo el Imperio Dorado y más allá. Los piratas, que siempre se habían mantenido en la costa este y atacado la isla de Leng, se vieron atraídos a Fayuio; el ataque había sido sorpresivo, durante el momento más oscuro de la noche. El ataque inicial al puerto había sido una distracción; mientras los soldados, y los mismos Taeyang, Lucerys y su suegro salieron de la mansión para ayudar, un grupo de piratas había logrado colarse desde un lado de la mansión, escalando muros. Zongren y los Daragos que siempre protegían a Aurane lograron detenerlos.

Desde entonces sucedieron más incursiones, ataques a los pueblos más cercanos a Fayuio, los que estaban cerca de la costa. Los piratas habían estado usando las islas entre Fayuio y Jinqi como escondite. Lucerys había estado patrullando el último par de meses, sobrevolando esas islas, tratando de asustar a los piratas para que salieran; habían resistido bastante bien las lluvias de fuego, escondiéndose en cuevas y acantilados, pero el alimento y el agua potable tenían que terminarse en algún momento, sobre todo en esas islas que sólo tenían arena y rocas. Justo la madrugada anterior vio a los piratas movilizarse. Lucerys y Arrax regresaron a Fayuio para informar; diez buques, Taeyang, Hwa Yeong y algunos Daragos siguieron a los dragones.

— ¿Estás bien, amado? —Taeyang lo abrazó y olfateó cuando todo estuvo terminado, y Lucerys se unió a él en un barco —. ¿Luce?

—Estoy bien, esposo —correspondió el abrazo y besó el pulso en el cuello de Taeyang, tratando de tranquilizarlo y tranquilizarse a sí mismo al corroborar que su esposo estaba a salvo y vivo.

Taeyang lo apretó más fuerte y lo besó en la sien.

Alguien carraspeó.

Lucerys se separó del abrazo, Taeyang no le permitió alejarse demasiado, manteniéndolo a su lado por manos entrelazadas.

La tripulación del Sol Naciente, el buque insignia del ducado, miraba a todos lados excepto a Lucerys y Taeyang. Sólo Hwa Yeong, Toshizo (el líder de los Daragos) y Deguchi les enviaban miradas que iban desde la indiferencia a la diversión.

—Alteza, ¿podemos acercarnos para alimentar a Arrax? —preguntó Deguchi y sólo entonces Lucerys notó los baldes llenos de carne que varios soladados estaban cargando.

Arrax podía cazar animales marinos, así como en tierra cazaba ciervos y jabalíes, pero los Lan lo habían estado mimando mucho, casi tanto como a Aurane y Lucerys.

Volteó para mirar a su dragón, quien ya lo miraba suplicante y proyectaba su hambre a través del vínculo. Muchacho consentido, de verdad.

—Por supuesto, gracias —concedió y rio cuando el buque se sacudió ante el entusiasmo de Arrax.

Era una suerte que el barco fuera lo suficientemente grande para el tamaño de Arrax, aunque pronto le quedaría chico.

Lucerys sonrió a Hwa Yeong y Toshizo cuando estuvo seguro que no estaban heridos, ellos sonrieron a cambio. Hwa Yeong se acercó para tomar el arco y carcaj de Lucerys. Toshizo lo felicitó por una buena batalla, diciendo que hacía honor a su historia en Si Jog.

—También debes comer algo, amado, y descansar —Taeyang comenzó a guiarlo hacia el camarote principal cuando Lucerys terminó de hablar con su gente.

— ¿Todo está en orden?

—Lo está. Los barcos piratas están bajo el poder de nuestros hombres, los piratas sobrevivientes están apresados y estamos en curso de regreso a casa.

—Ya veo. Entonces Arrax y yo descansaremos unas horas antes de volar por nuestra cuenta —una vez dentro del camarote se sentó en la cama y aceptó la taza de agua que Taeyang le ofreció —. Los extraño mucho.

Taeyang sonrió con suavidad.

—Yo también. Y sé que ellos te extrañan. Quisiera ir contigo, pero debo permanecer con nuestros hombres —tomó asiento junto a Lucerys, con una canasta de frutas, pan y carne seca, entonces frunció el ceño —. En primer lugar, no deberías estar aquí.

—Sabes mis razones para involucrarme, Taeyang.

—Acabas de dar a luz —su esposo continuó hablando como si no hubiera escuchado a Lucerys.

—Di a luz hace tres meses.

—Eres tan terco como esa noche. Estabas embarazado, no debiste ponerte en peligro.

Lucerys había tenido seis meses de embarazo cuando los piratas atacaron Fayuio. El duque y Hwa Yeong fueron los únicos que no pusieron el grito en el cielo cuando Lucerys salió con Arrax a defender la ciudad.

— ¿Vamos a perder el tiempo teniendo esta conversación de nuevo o me alimentarás y regarás para que pueda volver pronto con nuestros hijos?

— ¿A dónde se fue mi dulce Lucerys? —lamentó Taeyang, derrotado y bromeando.

 

 

Hubo vítores cuando Arrax llegó a Fayuio, su chico travieso rugió sobre el puerto. En otro momento, Lucerys habría estado contento de dejar que Arrax diera vueltas y complaciera a la gente, pero estaba ansioso por ver a sus hijos.

Arrax aterrizó frente a la Mansión Blanca y Lucerys se apresuró a correr escaleras arriba, dejando al viejo Yeong atrás. El duque ya lo estaba esperando en el primer patio, con Aurane parado junto a él y con Seiren en los brazos.

Aurane se lanzó sobre él y Lucerys se arrodilló para abrazarlo completamente, respirando su dulce aroma, cardando sus rizos y disfrutando su calidez. Una parte de su corazón volvió a su sitio. Se separaron, pero su hijo permaneció agarrado al abrigo de Lucerys.

Mi pequeña estrella —arrulló en alto valyrio en cuanto tuvo a su hija en brazos.

Besó su pequeño rostro, respiró contra la fina capa de cabello en su cabeza, se tranquilizó con su aroma lechoso y disfrutó de la sensación de tener otra parte de su corazón completa. Tomó un momento para observarla; su Seiren, nombre que en yitense significaba estrella brillante,  tenía la misma piel besada por el sol que Aurane; cabello negro como Taeyang, pero con los rizos de Lucerys; y ojos morados oscuros con toques de azul, como las orquídeas. Lucerys creía que esa notoriedad de color provenía por alguna mezcla con el azul característico de los Arryn.

Características de sus antepasados estaban mostrándose en sus hijos.

Los ojos de Seiren hacían juego con los ojos de Lucerys, que Taeyang insistía en comparar con pequeños lotos. Los ojos de Aurane eran joyas amatistas, pero sus hijos compartían la misma forma de los labios y las largas pestañas rizadas. Todo lo demás en ella era Taeyang.

Una vez satisfecho con la inspección, saludó al duque y le dio un rápido recuento de lo sucedido. Su suegro ordenó a los sirvientes que prepararan una comida y Lucerys pidió a Nami que le preparara un baño. Zongren y Shinpachi (el segundo al mando de los Daragos y que Lucerys nombró como protector jurado de Seiren) siguieron su paso tras intercambiar saludos; Hwa Yeong fue a descansar cuando Lucerys lo despidió por el día.

— ¿Ha sucedido algo en mi ausencia, suegro? —preguntó mientras se dirigían al patio que compartía con Taeyang, el que su esposo rebautizó como Dragón Marino después de la boda.

—De hecho, sí.

— ¡El dragón de Ren Ren nació! —exclamó Aurane, balanceando la mano del duque a la que estaba agarrado.

—Eclosionó esta mañana —explicó su suegro —. Ahora está durmiendo. Se atiborró de pollo hace poco y no se ha movido desde entonces. Nadie tuvo el valor de interponerse entre la cría y su comida, y mi nieto es demasiado indulgente.

—Ymmaxes necesita toda la comida para crecer grande y fuerte —el precioso niño adoraba consentir a los dragones, algo que definitivamente aprendió de los Lan —. Yssarion y Yomi la están cuidando —Aurane agregó.

— ¿Ymmaxes?

— ¡Por mi bisabuela Aemma!

Aurane había nombrado a su propio dragón en honor a su gemela, Alyssa; Lucerys casi se derrumbó en lágrimas cuando su hijo explicó el nombre. En cuanto a honrar a la abuela Aemma, Lucerys siempre le contaba historias de toda su familia a Aurane, pero era curioso que eligiera un pariente de dos generaciones atrás; curioso, sí, pero sobretodo conmovedor.

 

 

La familia ducal estaba disfrutando de una tarde tranquila, descansando y pasando tiempo juntos en una terraza con vista a uno de los estanques traseros. El duque estaba enseñando a Aurane a doblar papel, un arte popular yitense conocido como origami, ambos arrodillados informalmente frente a la mesa baja; Taeyang y la duquesa estaban jugando con Seiren, haciendo sonar pequeños tambores y cantando para ella (tenían terribles voces de canto); Lucerys y la duquesa viuda tenían los pies desnudos y colgando de la terraza, alimentando los peces koi. Ymmaxes estaba atormentando a Tsukuyomi en una esquina, trepándolo una y otra vez como si fuera una montaña; el tigre, que ya podía considerarse un adulto con su año y meses de vida, lo soportaba con paciencia sufrida, chasqueando los colmillos hacia la cría cuando ésta le clavaba las garras más allá de lo aceptable. Yssarion dormitaba sobre una roca al otro lado del estanque; él había sido inteligente, alejándose a la primera oportunidad.

Taeyang había regresado con los piratas dos días atrás y éstos ahora vivían en la prisión de Fayuio, a la espera del veredicto del emperador. Los duques habían enviado una carta a Yin, informando a detalle a Su Majestad Imperial todo lo que había ocurrido, por lo que ahora sólo quedaba esperar si los piratas se pudrirían en prisión o serían ejecutados.

— ¿Todos los dragones son tan hermosos, nieto? —preguntó la duquesa viuda, quien lo había estado llamando como tal desde la boda, solicitando que Lucerys se refiriera a ella como abuela.

—Lo son. Aunque algunos son considerados más terroríficos o sombríos —entonces describió a cada uno de los dragones de la Casa Targaryen, agregando una que otra historia aquí y allá.

Mientras lo hacía, posó la mirada en los dragones de sus hijos.

Yssarion era azul como el cielo nocturno despejado, sus escamas brillaban como si estuvieran bañadas por diminutas estrellas; los cuernos de su cabeza parecían tallados en cerámica, delicados y elegantes, azules medianoche también; y los rasgos de su cara eran afilados, más acordes a una hembra que a un macho, pero que le daban un aire distinguido.

Las escamas de Ymmaxes parecían talladas en el ámbar más puro, reflejaban la luz y, cuando los rayos de sol golpeaban sus alas, las membranas parecían cristal dorado. Un cuerno pequeño se elevaba desde su frente y dos más grandes apuntaban al cielo en la parte posterior de su cabeza. Era lo que podía llamarse robusta y un aire juguetón la rodeaba siempre.

Ambas crías compartían el mismo color de ojos, rojos como la sangre. Esos ojos eran la razón por la que Aurane decidió emparejar sus nombres con las iniciales y. Eso y que pertenecían al mismo embrague.

Lucerys estaba hablando de los dragones de sus padres cuando un rugido se escuchó a la distancia. No era el rugido de Arrax.

Las crías se pusieron alerta.

Hubo otro rugido, diferente al primero.

Eran dos dragones diferentes.

¿Quiénes eran?

¿Su familia lo había encontrado? ¿Lo habían estado buscando?

Sintió curiosidad y alerta a través del vínculo con Arrax, se apresuró a llamarlo. Si era alguien de su familia, un ataque era improbable (¿verdad?), pero habían pasado varios años desde que Arrax estuvo cerca de otros dragones adultos, por lo que podría reaccionar mal en respuesta a la ansiedad de Lucerys.

—Respira, Luce, respira — ¿cuándo llegó Taeyang a su lado?

Sintió la seguridad y confort que su esposo envió a través de su vínculo de apareamiento. Lucerys se sintió conectado a tierra de inmediato.

—Son dos dragones, deben ser dos jinetes con sus dragones. Alguien de mi familia —tenían que serlo, no podía ser nadie más, no había historias de extraños o semillas montando dragones.

—Entonces saldremos a recibirlos —la duquesa lo miró como si no entendiera el problema.

Lucerys no tuvo la fuerza para sonreírle educadamente. En cambio, habló a la duquesa viuda.

—Abuela, permanece con mis hijos dentro de la mansión. Los duques, Taeyang y yo… daremos la bienvenida a nuestros visitantes.

Nadie cuestionó esa decisión, ni siquiera la duquesa que permanecía confundida (ella no estaba al tanto de la historia de Lucerys más allá de lo superficial). Entonces Lucerys llamó a los Daragos, les dio órdenes de permanecer con sus hijos y las crías. El duque dio órdenes a los sirvientes de estar preparados para recibir huéspedes y, al mismo tiempo, estar atentos a cualquier inconveniente. Taeyang alertó a los guardias, entonces ambos besaron a sus hijos y salieron con los duques.

Hwa Yeong y Toshizo caminaron dos pasos detrás de Lucerys.

Cuando llegaron a las escaleras principales de la mansión, Arrax estaba aterrizando y los dragones desconocidos estaban a la vista, acercándose rápidamente desde el oeste.

Lucerys apenas notó que la concubina de la duquesa se unió a ellos, tomando lugar junto a ésta, diciendo algo que ni Lucerys, el duque y Taeyang se molestaron en escuchar.

En lo alto de la escalera, Lucerys finalmente logró distinguir el color del dragón que iba a la cabeza; azul. ¿Cuál dragón era azul? No era el mismo azul que Dreamfyre y, aunque nunca lo había visto, había escuchado sobre el Tessarion del hijo menor del abuelo Viserys. ¿Pero qué hacía Daeron Targaryen en Yi Ti?

Una figura comparativamente más pequeña volaba sobre Tessarion, ¿una cría dragón?

El corazón de Lucerys perdió un latido cuando distinguió al otro dragón adulto. Ese era Seasmoke. ¿Quién se había unido al dragón de su padre? ¿Rhaena? ¿Pequeño Viserys? ¿Visenya? Pero no había forma de que ellos estuvieran viajando con el tío Daeron. ¿Tal vez Seasmoke y Tessarion se aparearon, y el primero estaba siguiéndola?

Había voces a su alrededor, era consciente de que alguien estaba dirigiéndole preguntas, pero la mente de Lucerys no podía concentrarse en eso. Todo Lucerys estaba concentrado en los dragones que se acercaban, en las posibilidades, en las preguntas.

Seasmoke rugió y Arrax respondió.

Su chico lo recordaba, ¿cómo no iba a hacerlo? Él y Vermax dieron sus primeros vuelos guiados por Syrax y Seasmoke. También, cuando niño, Lucerys había insistido en que Arrax pasara tiempo con los dragones de sus padres ya que todos eran una familia.

Tessarion fue el primer dragón en aterrizar.

Lucerys echó a correr en cuanto vio a la persona sentada detrás del jinete.

¡Luce! —gritó la voz de una de las persona que nunca pensó volvería a ver.

¡Rhaena!

Su hermana salió de la silla y bajó de Tessarion, rápida y sin prestar atención a la elegancia o sus modales de dama. Justo cuando él bajó el último escalón, ella se estrelló contra él.

¡Eres tú, eres tú! ¡Oré incansablemente a nuestros dioses por este momento! ¡Pensé que nunca volvería a verte! —Rhaena lo abrazaba fuerte, casi dolorosamente. Su voz se quebró —. ¡Lo siento! ¡Lo siento tanto! ¡Debí hacer algo, cualquier cosa!

Lucerys escuchó y la abrazó más fuerte.

¡Nunca podré disculparme lo suficiente!

Te perdono, está bien.

¡No está bien! —ella se aferró casi desesperadamente a Lucerys, negando con la cabeza, todavía con el rostro escondido contra el hombro de Lucerys —. ¡Sabes que no debes perdonar tan fácilmente! ¡No todos merecen tu indulgencia y amabilidad!

Pero tú sí. Y no fue tu culpa. Tus manos estaban atadas.

Y Rhaena había sido la única de su familia que no le dio la espalda, la que siguió hablándole y mirándolo a los ojos, la que nunca lo juzgó. Ella no había enfrentado a sus padres y abuelos por Lucerys, pero no lo había abandonado. Él la entendía un poco; Rhaena siempre había estado insegura del afecto de Daemon por ella, algo que creció cuando Visenya nació y Daemon se comportó con ella como nunca en comparación con las gemelas. ¿Y si Daemon decidía que Rhaena también estaba causando demasiados problemas? ¿Y qué peso tendría la palabra de Rhaena para su madrastra?

¡Debí ser valiente!

Tal vez.

Deja el pasado descansar y disfruta del presente —él se separó y acunó el rostro de Rhaena, limpiando las lágrimas que resbalaban por sus mejillas —. Estoy bien. Estás aquí. Estamos juntos de nuevo.

Rhaena lo miró a los ojos por un largo momento, entonces exhaló temblorosamente.

Tienes razón —Lucerys la soltó y ella terminó de secarse las lágrimas, haciendo un esfuerzo visible por recomponerse —. Estamos juntos y no te dejaré ir de nuevo. Yo tampoco me alejaré —ella alcanzó una mano de Lucerys y le dio un apretón, aferrándose con fuerza —. Lo juro.

En respuesta, Lucerys la besó en la frente.

Una voz nueva llamó su atención.

Hola —fue el saludo tranquilo del pariente del que no tenía recuerdos.

Tío Daeron —se esforzó por no exteriorizar sorpresa cuando notó los ojos marrones del chico que compartía edad con Jacaerys.

Daeron Targaryen sonrió alegremente al escuchar el saludo de Lucerys y su sonrisa se agrandó cuando Rhaena dijo lo siguiente:

Daeron es mi esposo, hermano. Ahora dime, ¿qué ocurrió con tus ojos y tu cabello?

Lucerys no tuvo tiempo de sorprenderse por esa revelación o responder la pregunta porque Seasmoke rugió y enseguida otra voz llamó su atención.

Una voz que recordaba.

Luce.

¿Padre?

Luce, de verdad eres tú.

Ese era el cabello de su padre. Esos eran los ojos de su padre. Ese era el rostro de su padre.

¿Cómo era posible? Su padre estaba muerto. Lucerys vio su ataúd sumergirse en el mar.

Llamas, gracias, gracias —el hombre con el rostro de su padre muerto dio un paso hacia él.

Lucerys dio un paso hacia atrás.

Es tío Laenor, Luce —Rhaena dio el paso con él —. Es tu padre.

La miró a los ojos; ella no mentía, pero no tenía sentido.

Rhaena sabía cómo era el padre de Lucerys, no había manera de que lo confundiera y ella tampoco le gastaría una broma cruel, pero no tenía sentido.

Me han asegurado que es Laenor Velaryon —tío Daeron dijo con seriedad ligera cuando Lucerys lo miró.

¿Cómo podía ser? Su padre estaba descansando en el fondo del mar, en las faldas de Marcaderiva con todos sus ancestros.

Soy tu padre, Luce, lo juro por las Llamas de Valyria, por los Dioses Viejos y los Nuevos —él dio otro paso hacia Lucerys.

Lucerys volvió a retroceder.

Si esto era verdad, si su padre estaba vivo, significaba que… ¿qué significaba?

¿Madre y Daemon no lo asesinaron? ¿Ellos lo enviaron lejos? ¿De quién era el cuerpo que Lucerys, Jacaerys y sus abuelos lloraron? ¿Él escapó de la traición ?¿O él decidió irse? ¿Por qué?

Su corazón latía rápidamente, dolorosamente.

Arrax gimió, lastimero.

Lucerys miró sobre el hombro de su padre, ¿sí era su padre?, y vio a Qarl Correy.

Ah.

Lucerys conocía los rumores, parecía que por una vez no se habían equivocado.

¿Fue eso? ¿Padre se fue por eso? ¿Por su amante?

Una sensación fría se apoderó de los huesos de Lucerys.

— ¿Amado? —Taeyang estaba a su lado, tomando su mano libre en un agarre reconfortante.

Lucerys apenas notó que los recién llegados notaron la acción, se enfocó en aspirar el aroma de su esposo, tranquilizándose un poco. Su corazón finalmente regresó a sus latidos normales, pero la frialdad persistió.

Permítanme presentar a Lan Deiji y Lan Saja, duquesa y duque consorte de Fayuio, mis suegros —habló en lengua común, mirando sólo a Rhaena y Daeron —. Y a Lan Taeyang, su único hijo y heredero, y mi esposo.

No hubo sorpresa, sólo ojos entrecerrados.

Suegros, esposo, ellos son la dama Rhaena Targaryen y el príncipe Daeron Targaryen de Westeros, mi hermana y mi tío —apretó la mano de Taeyang, sintiendo el frio apoderarse de algo más que sus huesos —. Y él es Laenor Velaryon, mi padre.

¿No estaba muerto tu padre? —Taeyang se acercó hasta prácticamente abrazar a Lucerys.

Su Taeyang, mandando el decoro al viento en favor de confortarlo. Su pobre Taeyang, que estaba sintiendo lo que Lucerys.

Hubo un error. Parece que escapó con su amante —finalmente se decidió a reconocer la presencia de Laenor Velaryon, fue su turno de dar un paso atrás —. Mira, esposo, somos una gran pareja; ambos tenemos padres decepcionantes.

El frio había llegado hasta su corazón.

 

Notes:

1. Gracias a @Michelle_X3 por la idea para el nombre del dragón de Aurane. Sólo hice unos ajustes a la escritura, amix.

2. Este capítulo se escribió solo y justo acaba de salir del horno. ¿Quién soy yo para mantenerlo lejos de ustedes?

3. Ya recuperé mi cuenta de Pinterest, así que las imágenes están de vuelta.

4. ¿Sugerencias para el faceclaim de Lucerys adulto? Lo requiero para los tiktoks de la historia.

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 26: Cuarta parte: Laenor, Yeong, Lucerys

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Laenor Velaryon

—El príncipe está dando un paseo por el puerto —fue lo primero que dijo Qarl en cuanto regresó de comprar en la ciudad —. Su familia está con él.

Desestimó la sonrisa de disculpa de su amado cuando se dio cuenta de la implicación en su última frase.

Laenor también era familia de Lucerys, su padre, pero no estaba con él.

Ahora que ves tu sangre en mis hijos, ¿soy tu hijo?

Recordó la recriminación de Lucerys en su primera discusión. No le sorprendió el ataque verbal, sino el veneno con que fue dicho. ¿Tanto había cambiado Lucerys en esos años? Por supuesto que sí, pero Laenor no pensó que dolería tanto.

— ¿Mis nietos también estaban con él?

—Sí. Lady Rhaena sostenía en brazos a la princesita y el príncipe Daeron le seguía el paso al principito.

Lucerys le había dado la bienvenida con los brazos abiertos a Rhaena y Daeron, quienes no le habían causado daño como Laenor. Ellos no lo habían abandonado, no lo habían dejado atrás por medio de la peor de las artimañas.

Ellos no fueron egoístas.

¿Que fue para protegernos? Si realmente querías protegernos no hubieras bebido, no hubieras sido evidente con tus preferencias. ¿Y qué si tenías un trato con mi madre? ¡Pudiste ser cuidadoso! ¡Ella también, para el caso, eso lo sé! ¡Pero tú estuviste de acuerdo y ni siquiera lo intentaste de verdad! ¡Sólo pensabas en lo perdido, en tu corazón roto, en lo infeliz que eras!

Ellos no eligieron la salida fácil.

¿El infame Daemon Targaryen a nuestras espaldas? ¡Tú también eras un héroe de guerra! ¡Un caballero y un jinete de dragón! ¡Eras el heredero de la Casa más rica del reino! ¡El hijo de Rhaenys Targaryen y Corlys Velaryon! ¡Pocos se habrían opuesto a ti! ¿Pero habría sido difícil, ¿no? Habrías quedado atrapado por más tiempo en la realidad que nunca quisiste, aunque contribuiste en su construcción.

Ellos no dejaron más de un corazón roto atrás.

Tus padres, tus sobrinas, tus hijos… Sabes, por un momento pude entender que fuera fácil dejarnos a Jace, Joff y a mí porque pensaste que no éramos de tu simiente, ¿pero tus padres? ¿Y las hijas de la hermana que tanto amaste? Y recordé que nacieron Aurane y Alyssa, y me pregunté: ¿nos habrías dejado aun sabiendo que éramos legítimamente tuyos? Dime, padre, ¿te habrías ido aunque mis hermanos y yo luciéramos Velaryon, sabiendo que éramos inequívocamente tuyos?

Laenor no había respondido.

Incluso ahora era demasiado cobarde para reflexionar por una verdad. Temía que la respuesta fuera . Temía darse cuenta de que era un hombre peor del que ya se consideraba.

—Sabes que podrías estar con ellos, Laenor —Qarl lo miró con cierta compasión, tomando asiento frente a Laenor en la mesita de la antecámara de la posada en que se hospedaban.

—No puedo tolerar la falta de respeto hacia ti —decepción fue lo que obtuvo por sus palabras —. No después de todo lo que hemos pasado.

—No creo que la intención del príncipe Lucerys sea ser mezquino conmigo, tu amante —Qarl alcanzó una mano de Laenor.

Lucerys había invitado a Laenor a residir en su hogar, en la llamada Mansión Blanca, pero sin Qarl. Laenor, con las emociones a flor de piel tras la discusión con su hijo, no aceptó, decidiendo hospedarse con Qarl en una posada de Fayuio.

—Creo que es una prueba. Fue una prueba. Y la fallaste.

— ¿Una prueba? Estás pensando demasiado, Qarl.

—Tú no estás pensando lo suficiente —la mano fue retirada y Qarl se cruzó de brazos, mirando severamente a Laenor —. Después de todos estos años, después de todo lo que ha sucedido, ¿sigues eligiendo a tu amante?

Sintió una punzada en el pecho.

—Lo busqué por casi seis años, arriesgué la salida de la verdad… sigo arriesgando que en Westeros se sepa que estoy vivo. Rhaenyra y-

—Ahí está, Laenor. Sigues dando peso a otras cosas, sigues anteponiendo todo a tus hijos.

Comenzó a negar con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta.

—Es por su bien, ha sido por su bien, el de todos ellos.

—Sé que así lo crees, pero colócate en el lugar del príncipe Lucerys. Él eligió el ostracismo, eligió huir, antes que renunciar a su bebé. Atravesó dificultades y superó sus propios demonios para proteger a su hijo. Ha construido una vida desde cero para que sus hijos y todos los vengan tengan algo mejor de lo que él ha tenido. ¿Crees que un padre como él entenderá y abrazará felizmente a un padre como tú?

Laenor sintió lágrimas calientes resbalar por sus mejillas.

—Y por lo que he escuchado y visto estas semanas, tú tampoco estás a la altura del padre que es Lan Taeyang —Qarl dejó su posición para acercarse a Laenor y limpiarle las mejillas —. No digo esto para lastimarte, querido mío, sino para que entiendas que el príncipe Lucerys ahora sabe el tipo de padre que merece y que no esperará menos.

—No sé cómo ser un padre así —susurró a través de las lágrimas.

—Puedes comenzar por poner a tu hijo en primer lugar.

 

 

Hwa Yeong

Alteza lucía como una cuerda tensa de cítara, a punto de reventar.

Lucía así desde un par de semanas atrás, desde que sus parientes llegaron a Fayuio.

Y era terrible.

Su príncipe nunca debería actuar así, sentirse así.

Tan forzosamente contenido, controlando su molestia y decepción, su ira. Alteza, siempre considerado con quienes lo rodeaban, se esforzaba conscientemente para no dar rienda a sus emociones tormentosas, sin importar que tuviera todo el derecho a destruir el mundo si así lo decidía.

Él tenía toda la razón para destruir cualquier fuente de descontento, sobre todo una que le había provocado tanto dolor. Aunque la fuente, en este caso, fuera un padre.

Los preceptos yitenses mandaban a los hijos e hijas a ser filiales, a honrar y obedecer a sus padres, a respetarlos y cuidarlos. No obstante, ¿se debía ser filial cuando los padres decepcionaron primero a los hijos? ¿Tenía caso ser filial cuando el hijo sufría por culpa del padre?

El padre también estaba sufriendo, pero a Hwa Yeong no le importaba el dolor de Laenor Velaryon.

—Pensé que podría ver a mis nietos —dijo Laenor Velaryon, rompiendo el silencio pesado que se instaló en el patio de huéspedes que el duque Lan destinó para el padre de Alteza cuando aceptó dejar su amante atrás.

Le tomó tres semanas aceptar la rama de olivo de Alteza.

—Todavía no —aseveró Alteza.

Su taza de té seguía intacta frente a él.

— ¿No? —Laenor Velaryon rio con nerviosismo —. Les compré regalos en la ciudad, había unos muñe-

—Podrás darles regalos cuando yo esté seguro que no les romperás el corazón.

—Luce, nunca me atrevería.

— ¿Ah, no? ¿Igual a como no te atreviste a lastimarnos a mis hermanos y a mí? —Alteza tomó la taza de té y le dio un trago, fríamente indiferente a la mueca dolorosa de su padre —. No voy a permitir que se encariñen contigo, sobre todo Aurane que es mayor, para que después sufran cuando te vayas.

El príncipe Aurane y la pequeña dama Seiren no sabían que tenían otro abuelo cerca. Alteza no se lo había dicho y no lo hará a menos que, como recién dijo, esté seguro que Laenor Velaryon no será una decepción.

—No me iré —fue dicho casi con desesperación.

—No te creo.

— ¿Entonces por qué estoy aquí? ¿Por qué me abriste las puertas de tu casa?

—Porque quiero entender —la taza fue dejada de nuevo sobre la mesa —.Y también quiero darte una oportunidad, a pesar de todo —pese al desengaño y la frialdad, Alteza no podía evitar ser honesto, dejar una parte de su corazón al descubierto.

Hwa Yeong sólo esperaba que Laenor Velaryon lo entendiera, que lo apreciara e hiciera algo positivo al respecto.

— ¿Qué más quieres saber?

—Todo. Quiero que me expliques todo desde el principio, cada detalle. ¿Quién tuvo la idea?

Laenor Velaryon bebió el té de un trago, entonces respondió —: Daemon. Rhaenyra y yo aceptamos. Fue un plan simple. Nosotros y Qarl fuimos los únicos involucrados.

Mientras la explicación era dada, desde la configuración del escenario hasta el disfraz y la huida en el crespúsculo, el príncipe Lucerys no apartó la mirada del rostro de su padre.

—Una tarde, cuando buscaba a mi madre para revelarle mi relación con Aemond, la escuché hablando con Daemon —Alteza comenzó a hablar en cuanto Laenor Velaryon calló —. Ella dijo que pensaste en irte primero, a los Peldaños de Piedra; tu excusa para abandonar el barco que se hundía. Un marinero sabio se aleja de la tormenta cuando se aproxima, te citó.

Laenor Velaryon exhaló una respiración temblorosa.

—Estaba ebrio cuando lo dije, Lucerys.

Alteza asintió brevemente, reconociendo lo escuchado pero sin ahondar en ello y continuó.

—Entonces Daemon dijo que te hicieron un favor al deshacerse de ti. Fue cuando pensé que los rumores sobre ellos matándote eran ciertos después de todo. A decir verdad, no me costó creerlo de Daemon, ¿pero madre? No fue hasta que ella se mostró inflexible respecto a mi situación que la creí capaz, sino de sostener el arma, sí de dar la orden o estar de acuerdo.

—Rhaena me habló al respecto —Laenor Velaryon hizo una mueca mitad preocupada y mitad contrita —. Sé que mi palabra vale poco ahora, pero te aseguro que tu madre no es tan terrible como piensas. Ella y Daemon no son monstruos. Yo estuve de acuerdo con la farsa que me involucra, ellos tampoco me habrían hecho daño si no hubiera dado mi consentimiento. Si yo no hubiera estado de acuerdo, nada habría pasado.

Era curiosa la forma en que defendía a sus cómplices, cuando debería estar defendiéndose a sí mismo. ¿Le daba tanto peso a la palabra de la madre y padrastro del príncipe Lucerys?

Si mi madre no te hubiera pedido que me buscaras, ¿de todas maneras lo habrías hecho?

La respuesta de Laenor Velaryon había sido un por supuesto, pero la evidencia delataba lo contrario. Sobre todo la insistencia inicial con que intentó convencer a Alteza de contactar Westeros para informar que había encontrado al príncipe perdido. Alteza había pedido a sus parientes que mantuvieran su paradero en secreto; Lady Rhaena y el príncipe Daeron aceptaron de inmediato, fue Laenor Velaryon quien dudó, pero terminó por acatar los deseos de su hijo.

— ¿Habrías estado de acuerdo con lo que querían hacerme? —la expresión serena del príncipe enmascaraba la tormenta que rugía en su interior, delatada por la oscuridad en sus ojos —. Si te hubieras quedado, ¿me habrías dado las mismas opciones o me habrías apoyado? A pesar de mi error, ¿me habrías tomado la mano hacia algo que no fuera completa oscuridad?

Laenor Velaryon se mostró desprevenido.

— ¿Tal vez habrías sido hipócrita como mi madre y me hubieras dado la espalda?

—Quiero… —dudó unos instantes —. Quiero pensar que te habría defendido a capa y espada.

Quieres pensar —era la primera sonrisa que el príncipe mostraba, una sardónica —. Esas palabras no me sirven, padre.

Un silencio sumamente pesado se instaló entonces. Laenor Velaryon apretó los puños contra los muslos y evitó mirar al príncipe a la cara. Después de unos momentos, pareció encontrar interesante a Hwa Yeong, porque clavó su mirada morada en él, ahí donde estaba parado con la espalda contra la puerta de la habitación.

—Terceros no deberían escuchar una conversación tan delicada.

¿Esa era su manera de cambiar el tema?

—No hay nada que Hwa Yeong no sepa ya y si quiero que esté aquí, aquí es donde estará.

Alteza había solicitado su presencia como confort, más que como protector. Él se lo había dicho y Hwa Yeong lo consideró un privilegio pues fue elegido sobre el general, aunque eso tenía mucha relación a que Lan Taeyang no se habría moderado en arremeter contra Laenor Velaryon en ningún momento.

—Él ha sido mi familia todos estos años. Yo estaría muerto de no ser por él; si Hwa Yeong no me hubiera encontrado, yo y Aurane también estaríamos muertos, no sólo Alyssa.

Sus palabras no sólo provocaron palidez en Laenor Velaryon.

Y era demasiado mérito para Hwa Yeong. Estaba seguro que Su Alteza habría salido adelante por su cuenta, él era así de resiliente.

—Luce-

— ¿Sabes, padre, que en cada momento de desesperación desde que la realidad me golpeó, pensé que si estuvieras vivo me protegerías y ayudarías? Si estuvieras vivo, tendría más opciones que sólo abortar, abandonar a mi bebé o casarme contra mis deseos. Si estuvieras vivo, no tendría que huir de Westeros. Si estuvieras vivo, no estaría pasando hambre en una cueva en Yi Ti.

Su príncipe se negó a derramar las lágrimas que inundaban sus ojos, una batalla que Laenor Velaryon ya había perdido.

— ¿Y sabes algo más? Estabas vivo y todo eso todavía ocurrió.

 

Lucerys Velaryon

Tessarion pasó volando en una ráfaga rápida, Morning, Yssarion e Ymmaxes la siguieron como una estela alegre. Arrax y Seasmoke permanecían en tierra, disfrutando de un momento de paz ya que las crías estaban distraídas en el cielo.

Vio a Aurane levantar los brazos, disfrutando del viento. Él había comenzado a hacer eso ya que Tessarion todavía contaba con silla, mientras que en Arrax tenía que agarrarse a los cuernos del cuello y tenía menos movilidad al estar fuertemente atado al torso de Lucerys. Daeron se había convertido en el tío favorito de Aurane sólo por eso, por complacer al niño con vuelos de dragón.

Aurane también estaba cautivado por Rhaena, quien además de ser un pariente de sangre, compartía con él la coloración de su piel y cabello. Su hijo nunca mostró sentirse inseguro por su físico y mucho menos dudó de Lucerys como su padre, pero parecía haber encontrado una gran alegría en tener cerca una persona que era tan parecida a él.

Sabía que su alegría sería mayor con Laenor.

—Creo que estoy siendo injusto —bajó la mirada del espectáculo en el cielo y la clavó en su hermana —. Con mis hijos. Y con mi padre.

Estaba quitándoles a Aurane y Seiren la oportunidad de tener un abuelo más.

Y a su padre le estaba quitando a sus nietos.

—Ser egoísta es parte de la naturaleza humana, Luce, y para los padres puede ser o más fácil o más difícil caer en ella —Rhaena sonrió tristemente —. No estoy en posición de dar consejos, todavía no soy madre y mi padre siempre siguió sus propios deseos. Sin embargo, te veo y sé que te preocupas, que es más de lo que obtuvimos.

Rhaena también resultó decepcionada.

Había sido tan fácil para Daemon casarse de nuevo tan pronto después de la pérdida de Lady Laena. Como Lucerys, a Rhaena le había tomado un tiempo congraciarse con la nueva situación, la nueva familia, pero terminó por aceptarla al ver que resultó para bien, al menos hasta donde ellos habían sabido.

Según sus palabras, había enfurecido en cuanto encontró a Laenor en Volantis y se dio cuenta que la construcción de su nueva familia se había basado en farsas, egoísmo y falta de respeto. ¿Acaso su madre había sido una especie de marcador de posición hasta que su padre obtuvo a la sobrina que siempre deseó? La ira que sintió se había enfriado desde entonces, asentándose en decepción.

¿Tal vez por ello Daemon le permitió escapar con Daeron? ¿Fue un acto de compensación o él simplemente se vio reflejado en el egoísmo de su hija? Rhaena no tendría respuestas a sus preguntas a menos que las hiciera al mismo Daemon, algo que no sucedería pronto, tal vez nunca.

—Preocuparme no resuelve nada.

—Pero te da tiempo para reflexionar —ella lo tomó gentilmente de una mano —. Hermano, deja de ser duro contigo mismo. Sentirte herido no está mal, sobre todo cuando la herida fue infringida por alguien en quien confiabas y amabas. Se supone que los padres deben proteger a los hijos.

¿Incluso de los errores cometidos por uno mismo?

—Le eché en cara mi situación.

Había sido error de Lucerys confiar en Aemond. Fue su error resultar grávido fuera del matrimonio. Todo fue error de Lucerys, de nadie más.

—Es natural que los hijos piensen en sus padres como sus salvadores, en especial los hijos mimados como fuiste tú.

Lucerys había pensado en su madre como su salvadora, su campeona.

Rhaenyra Targaryen se había interpuesto entre un cuchillo blandido por una reina iracunda y Lucerys. Rhaenyra Targaryen había protegido su herencia sin temor a dejar que Daemon tomara cabezas. Y fue Rhaenyra Targaryen en quien pensó lo protegería del escrutinio, en quien creyó lo apoyaría, en quien confió lo ayudaría a encontrar una solución que no fuera terrible.

Su madre que lo había protegido una y otra vez, la madre que en cierta medida entendería su situación. (No había sido el pensamiento más amable de Lucerys, pero una madre que concibió y alumbró bastardos en plena consciencia, seguramente no le reprocharía una situación parecida a su hijo, ¿verdad?)

Al final, su madre no fue su campeona ni su salvadora.

Y fue en ese momento de desesperación que pensó en su padre, en Laenor Velaryon. Su mente atribulada y su corazón maltrecho habían recurrido a la otra persona que había tenido en un pedestal. Lucerys siempre había tenido a su padre en alta estima; habiendo desaparecido cuando Lucerys era muy joven, Laenor Velaryon se mantuvo impecable en sus consideraciones. Después de todo, el tiempo que compartieron cuando él no estaba borracho o navegando, siempre fue divertido y dulce; y con el paso del tiempo, al aprender sobre el veneno lanzado contra su familia, pensó que su padre había sido un buen hombre al nunca haber vacilado en su paternidad.

Pero resultó que Laenor tampoco era su salvador, nunca iba a serlo.

—Creo que ponemos demasiadas expectativas en ellos, y responsabilidades que no siempre deben ser suyas para soportar —después de todo, los padres sólo eran humanos y como humanos eran falibles.

Lucerys lo estaba aprendiendo.

— ¿Y no hacen lo mismo con nosotros? —la voz de Rhaena se tornó amarga —. ¿No casaron nuestros padres y abuelos a Baela y Jace, y me comprometieron con Joffrey para mantener a la Casa Velaryon unida a la causa Negra? Y si vamos una generación atrás, ¿no casó el rey Viserys a Rhaenyra con Laenor para apaciguar el insulto que propinó a los Velaryon? ¿No casó nuestro abuelo a Laenor con Rhaenyra para satisfacer su ambición por el Trono de Hierro?

Rhaena tomó un momento para apaciguar sus emociones, entonces suspiró.

—Todos tenemos casas de cristal y todos tenemos piedras, por eso no debes recriminarte. Sin mencionar que tus emociones, en este caso, están muy justificadas.

—Justificado o no, no me gusta sentirme tan enojado y decepcionado —apretó el agarre que todavía mantenían entre sus manos —. Sobre todo porque puedo estar haciendo daño a mis hijos en el proceso. Aurane y Seiren merecen tener cerca a toda la familia posible.

— ¿Incluso si no toda la familia vale la pena? No estás obligado a darle una oportunidad a tu padre, tampoco hay prisa para que lo decidas. Además, a menos que Laenor demuestre su valía, Aurane y Seiren no se están perdiendo de nada.

— ¿Y si él se va?

¿Y si Laenor decidía, una vez más, que todo era demasiado problema?

—Entonces será su pérdida y tú sabrás que nunca mereció una oportunidad.

Le sorprendió lo pragmática que era Rhaena ahora, la hermana que recordaba como puro corazón.

— ¿Qué le ocurrió a mi amable y bondadosa hermana?

—Me ocurrió un hermano empujado a huir, un compromiso obligado, una huida propia y el descubrimiento de que mi padre no era quien yo pensaba —ella negó con la cabeza, sus ojos eran tristes —. Sabes, todo esto me hace recordar una frase que oí decir a la abuela una vez; que más veces que no, son los hijos quienes tienen que limpiar el desastre dejado por los padres.

—Afortunadamente no estamos en Westeros.

Lucerys no quería ni pensar en el revuelo que ocurriría si se supiera que Laenor Velaryon estaba vivo.

—La supervivencia de Laenor no es el único desastre esperando a ocurrir en Westeros —Rhaena chasqueó la lengua, un gesto tan Baela que Lucerys añoró a su otra hermana de inmediato —. Sin embargo, lo triste aquí y ahora, que ya nos hemos alejado de los Siete Reinos, es que tú eres el poseedor de uno de los corazones que Laenor rompió y pareces pensar que es tu deber arreglarlo, pero no es así —ella lo soltó y acunó el rostro de Lucerys con sus manos tersas —. Es Laenor quien debe arreglarlo. Si así lo decides, perdónalo y acepta su cercanía, pero déjale todo lo demás a él. Si él quiere recuperar a su hijo y estar en la vida de sus nietos, entonces tiene que esforzarse.

Lucerys se había acostumbrado a tener el control de su vida los últimos años que resultaba difícil dejar desatendida la presencia de su padre. Si lo mantenía donde pudiera vigilarlo, donde pudiera guiarlo, entonces no se llevaría desagradables sorpresas, entonces estaría preparado para más decepción.

Sólo decepción porque Lucerys ya había decidido no darle a Laenor el poder de romperle de nuevo el corazón.

¿Pero no le estaba dando poder al esperar algo de él? ¿Al esperar que lo eligiera, a uno de sus hijos, sobre su amante? Tal como Lucerys había elegido a su bebé sobre todo lo que conoció.

¿Esperaba mucho? ¿Demasiado? Tal vez sí, tal vez no. Tal vez lo justo en un mundo ideal.

Aquí, como dijo Rhaena, debería esperar sólo lo que Laenor fuera capaz de dar.

Y aceptarlo.

Así como había aceptado lo que su madre le dio.

Y si Laenor no estaba a la altura, Aurane y Seiren no perderían nada, sobre todo cuando tenían abuelos y bisabuela adoradores que destruirían imperios en sus nombres (la duquesa Lan lo había dicho cuando Seiren nació, la duquesa viuda lo secundó agregando a Aurane y el duque guardó silencio, que era todo el acuerdo necesario).

Abrazó a su hermana y suspiró, sintiéndose más tranquilo, más en paz.

Lucerys se había obsesionado con las ilusiones del pasado y la ira del presente, dejándose llevar por lo malcriado que estaba actualmente.

Vio a Taeyang acercarse a caballo, sonriendo en cuanto sus ojos se encontraron con los de Lucerys.

Taeyang lo había acostumbrado a la atención y amor sin adulterar, que Lucerys olvidó que no todos estaban dispuestos a darle lo mismo, sangre compartida o no.

 

Notes:

1. Disculpas por la espera. Este capítulo resultó muy difícil de escribir por todas las emociones que tenía que abordar. Intenté hacerlo sólo de Laenor, luego de Lucerys y finalmente resultó más sencillo dividiéndolo en diferentes povs.

2. No ocurre mucho, pero era necesario abordar lo más pesado de este altercado ahora que arrastrarlo por largo tiempo.

3. ¡Qué nervios! Empieza la cuenta regresiva para el reencuentro Lucemond.

¡Gracias por la paciencia!

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Notes:

*Jeonsa significa "guerrero" en coreano.
*Dianxia significa "Su Alteza" en chino.

¡Gracias por leer!