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Viajera

Summary:

“No respires”
“No te muevas”
“Que no te descubran”
Las manos le temblaban, y su mente buscaba frenéticamente una respuesta, un motivo por el que uno de los mayores imperios del sistema se hubiera fijado en una minúscula aldea perdida en mitad del desierto de Marte. ¿Qué podían tener que les interesara a las Reinas Grineer?

Notes:

¡Por fin he podido terminar este primer capítulo! Me habría gustado subirlo hace unas dos semanas, pero los exámenes de la universidad apenas me han dejado tiempo para otra cosa que no sea estudiar, comer y dormir. Espero no tardar tanto con la segunda parte :)

(See the end of the work for more notes.)

Chapter 1: El miedo

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

“No respires” 
“No te muevas” 
“Que no te descubran” 


Liv contuvo el aliento cuando oyó unos pasos acercándose. Entre la oscuridad de la noche y el humo que desprendían las chozas en llamas, apenas distinguía la silueta de uno de aquellos seres.

Se acurrucó aún más entre los fardos de heno, intentando hacerse lo más pequeña posible. La criatura se detuvo a unos pasos de su escondite, olisqueando el aire y emitiendo unos inquietantes chasquidos. Los tentáculos que tenía por brazos se retorcieron, tanteando los bultos cuidadosamente apilados. Se acercaba. Cuando ya pensaba que había sido descubierta, un soldado enfundado en la armadura de placas verdes típica de los Grineer se acercó desde la esquina y ladró una orden. El engendro lanzó un pequeño chillido y, obediente, se retiró hacia donde los aldeanos estaban siendo reunidos a empujones. 


La chica soltó un suspiro de alivio. Las manos le temblaban, y su mente buscaba frenéticamente una respuesta, un motivo por el que uno de los mayores imperios del sistema se hubiera fijado en una minúscula aldea perdida en mitad del desierto de Marte. ¿Qué podían tener que les interesara a las Reinas Grineer? Estaban aislados del resto de planetas, llevaban años sin noticias exteriores y apenas producían lo suficiente para sobrevivir.  

—¡El siguiente!

Liv se atrevió a echar un vistazo por el diminuto hueco que había entre la pared y el heno. Dos soldados se estaban llevando a rastras a un aldeano muerto, mientras otro Grineer obligaba a una mujer a arrodillarse delante del que claramente lideraba aquel destacamento. A diferencia de sus subordinados, no llevaba máscara ni armadura de placas, aunque sí una especie de traje reforzado con una estrella dorada a la altura del corazón. Como todos los Grineer, tenía la piel pálida y arrugada, con signos de putrefacción alrededor de la cuenca de su ojo derecho. Liv contuvo una arcada. Había oído historias sobre la eterna maldición de los Grineer, del daño genético que las sucesivas clonaciones habían causado a toda la especie, pero nunca pensó que los vería realmente. Hasta entonces, solo habían sido unos de los muchos personajes que poblaban los relatos de los ancianos sobre el universo que se extendía más allá de su aldea. Reales, sí, pero también inalcanzables. 


El comandante Grineer apuntó con su pistola a la frente de la aterrorizada mujer.

—El santuario. El Corazón. Dime dónde está —le ordenó. Tenía una voz grave y rasposa, como el gruñido de un animal salvaje.

La aldeana negó con la cabeza mientras sollozaba y suplicaba por su vida. Con gesto aburrido, su captor apretó el gatillo y observó el cuerpo sin vida de la mujer desplomarse a un lado.  

—¡Siguiente!

Liv se sentía incapaz de despegar los ojos de aquella masacre. Uno por uno, los cautivos eran arrastrados hacia el comandante. A todos les hacía la misma pregunta, y todos acababan con un disparo en la cabeza al no poder darle la respuesta.  

"El santuario. El Corazón. Dime dónde está" 

No conocían ningún santuario. No sabían qué era ese corazón al que se refería. Que ella recordara, ninguna de las historias de los ancianos mencionaba nada parecido. Pero por alguna razón, los Grineer estaban convencidos de que sí poseían esa información, y continuarían con la matanza hasta que no quedara nadie con vida. 


"El santuario. El Corazón. Dime dónde está" 
PUM 
"El santuario. El Corazón. Dime dónde está" 
PUM

Los disparos resonaban en sus oídos. El calor de los incendios calentaba el aire, abrasando sus pulmones. El humo hacía que le lloraran los ojos. El rojo de la sangre. El negro del cielo nocturno. Oscuridad. Muerte. Sangre. Fuego.

Liv se hizo un ovillo, deseando poder escapar de todo aquello. No podía ser real, por favor que no fuera real, tenía que despertar de aquella pesadilla, tenía que salir y luchar por los suyos, tenía que huir, tenía que quedarse escondida... 


El comunicador de uno de los Grineer que flanqueaban al comandante emitió varios pitidos. El soldado pulsó un par de botones de su brazal, y una voz entrecortada por algún tipo de interferencia llegó hasta el escondite de Liv.

—Señor, es posible que tengamos una brecha en el perímetro. He perdido el contacto con seis de mis hombres y... 
 
La señal se cortó bruscamente, dejando solo el zumbido de la estática. El comandante frunció el ceño y señaló con el dedo a un grupo de soldados. 
 
—Vosotros, id a comprobar la zona norte. Si hay algún intruso, tirad a... 
 
Un fuerte rugido retumbó entre las chozas, haciendo temblar el suelo. Los Grineer levantaron sus armas. Las criaturas que los acompañaban chasquearon las mandíbulas. Durante unos segundos, el tiempo pareció congelarse...  


BLAM 


Una figura gigantesca se estrelló contra el grupo que había señalado el comandante. Los soldados volaron por los aires como hojas al viento, cayendo a varios metros de distancia con las armaduras agrietadas y las extremidades dobladas en ángulos inverosímiles. Los Grineer dispararon contra aquella mole, gritándose entre sí. Las balas no parecían molestar lo más mínimo al intruso, que volvió a rugir mientras desenfundaba un martillo enorme que llevaba a la espalda y se lanzó contra otro grupo a tanta velocidad que se convirtió en un borrón. Desde su escondite, Liv apenas era capaz de entrever una especie de armadura de placas color marrón claro. El comandante ladraba órdenes a diestro y siniestro, intentando controlar el caos que se había desatado.  


Varios Grineer armados con lanzallamas corrieron hacia el gigante, pero apenas habían dado unos pasos cuando un segundo intruso, más pequeño y delgado que el anterior, surgió de la nada y se interpuso entre ellos. Las llamas que devoraban la aldea iluminaron una figura claramente femenina, cubierta por lo que parecía ser un traje ceñido de color azul oscuro con algunos adornos más claros. Llevaba los brazos rodeados por una especie de espiral metálica plateada, y un casco liso con frontal oscuro que ocultaba por completo sus facciones. La mujer levantó los brazos, y unas espirales de energía azul rodearon las armas de los soldados. Cerró el puño, y con varios sonoros clacs los lanzallamas cayeron al suelo completamente despiezados.

Una tercera figura saltó desde un tejado cercano, hizo una pirueta en el aire y aterrizó justo en el centro del grupo desarmado, golpeando el suelo con su espada. Varias jabalinas de pura luz estallaron con el impacto, atravesando a los Grineer y empalándolos contra las paredes de las chozas circundantes. El guerrero, de color gris con algunas líneas decorativas rojas, tenía un cuerno con la punta aplanada en el frontal de su casco. Su compañera le saludó con una pequeña inclinación de cabeza, gesto que él devolvió, y ambos se lanzaron de nuevo a la batalla. 
 
Los gritos se mezclaban con el sonido de los disparos. Varios oficiales lanzaban órdenes a diestro y siniestro, atropellándose entre sí en su intento de restablecer un mínimo de orden. A pocos metros de Liv, un soldado que sujetaba el rifle con manos temblorosas se giró hacia su compañero y murmuró una sola palabra. 
Tenno” 


Su cerebro necesitó varios segundos para procesar aquellas cinco letras. No, aquello era imposible, sabía desde siempre que los Grineer eran reales, pero los Tenno solo vivían en las leyendas. Recordaba perfectamente las historias, las noches junto al fuego en las que niños y adultos dejaban que la voz de los ancianos los transportara al pasado, las narraciones transmitidas de generación en generación durante varios milenios. 
 
Vinieron cuando ya parecía todo perdido. Una nueva raza guerrera, nacida de las tierras regadas con lágrimas y sangre. Maestros del combate, capaces de dominar poderes nunca vistos. Los mismos elementos se doblegaban a su voluntad, los ejércitos que hasta ese momento habían sido invencibles caían uno tras otro.

Allá donde iban los Tenno, los pueblos esclavizados eran liberados. Las cadenas se rompían, la oscuridad retrocedía ante la luz, los yermos florecían. La era del miedo dio paso a la era de la esperanza, y los dos imperios más poderosos que han existido jamás se derrumbaron, llevándose consigo la opresión del látigo.

Y cuando pusieron fin a la guerra y restablecieron la paz en todos los planetas, cuando su propósito se había cumplido, los Tenno se marcharon. Desaparecieron. Se desvanecieron, como un sueño...
 
Aquello no era posible, se repetía Liv una y otra vez. Los Grineer probablemente estaban tan aterrorizados que daban por hecho que los legendarios guerreros habían vuelto de entre los muertos, como una pesadilla hecha realidad. Sí, eso era lo que ocurría.  


Un soldado pasó corriendo cerca del escondite de Liv, sacándola de sus pensamientos. Huía en dirección a las naves, fuera de la aldea. Lo seguían un par de Grineer y tres engendros, todos ellos presas del pánico.  
 
Cuando ya estaban a pocos metros de su salvación, los dos engendros que iban en la retaguardia se arquearon, soltando sendos chillidos, y se desplomaron muertos. Un instante después, dos dagas que parecían flotar en el aire decapitaron a la tercera criatura. Los soldados se detuvieron y formaron un círculo, apuntando a todos lados con sus armas. 


Una figura se materializó en el techo de la nave a la que pretendían subir los Grineer. Liv abrió mucho los ojos. Aquel cuarto atacante, de color verde y con un par de cuernos en los laterales del casco, parecía tener la habilidad de volverse invisible. Antes de que los soldados pudieran reaccionar, el intruso señaló con una mano envuelta en energía amarillenta hacia el Grineer más cercano, hizo un gesto extraño con los dedos... y un instante después se encontraba entre los otros dos soldados. Boquiabierta, Liv echó un vistazo hacia el techo de la nave, donde el Grineer que había sido señalado daba tumbos intentando mantener el equilibrio. Sin darles tiempo a girarse, el atacante clavó sus dagas en el cuello de los soldados y, mientras los cuerpos se derrumbaban, sacó un pequeño cuchillo de una funda que llevaba atada al muslo y lo lanzó hacia el Grineer que seguía intentando comprender cómo había llegado ahí arriba. Acertó de lleno en la frente. 


Liv se dio cuenta en ese momento de que los gritos y los disparos habían cesado. Volvió a mirar por la rendija; el guerrero de la espada estaba arrodillado junto a la pila de cadáveres de los aldeanos. Tenía la cabeza baja y los hombros hundidos. El gigante de armadura marrón se acercó a su compañero, dejó el martillo en el suelo y le puso una mano en el hombro.  
 
—Pagarán por esto –retumbó su voz. Sonaba profunda y ligeramente amortiguada, probablemente a causa del casco. El de la espada negó con la cabeza. 
 
—Si hubiéramos venido antes… solo unas horas… los habríamos salvado.  
 
—Ordis nos avisó en cuanto interceptó los mensajes, y hemos forzado los límites de velocidad de la nave para llegar cuanto antes. No es culpa tuya, ni de nadie más. Solo de ellos —respondió el gigante mientras señalaba hacia los Grineer caídos—. Sabes que no siempre podemos salvarlos a todos, Excal… 
 
—Rhino tiene razón —intervino el guerrero de las dagas, materializándose junto a sus compañeros—. No te culpes por una matanza que tú no has perpetrado, o por… 
 
—Eh, chica —sonó de repente una voz a pocos metros de Liv, sobresaltándola. Soltó un grito al tiempo que se daba la vuelta, encontrándose cara a cara con la mujer del traje azul. La guerrera retrocedió un paso, levantando las manos en actitud conciliadora. 
 
—Lo siento, no pretendía asustarte —se disculpó. Sus tres compañeros se acercaron, alertados por el grito. 
 
—¿Qué está pas…? Oh —se sorprendió el gigante al verla. Visto de cerca resultaba aún más intimidante. Liv empezó a temblar. Su mente era un lío de emociones. Miedo, agradecimiento, tristeza, rabia, alivio. Le costaba respirar. Los sonidos a su alrededor aumentaban y disminuían al mismo tiempo. Empezaba a ver borroso. Apenas notó los brazos de la mujer, uno tras las rodillas y otro en la espalda, recogiéndola con suavidad y firmeza, como si apenas pesara. 
 
Lo último que oyó antes de caer desmayada fue una voz femenina, ligeramente amortiguada por el casco, que le decía: 
Tranquila, pequeña. Estás a salvo. Respira” 

Notes:

¡Muchísimas gracias por leer!

Chapter 2: Los guerreros

Summary:

—Encantada de conoceros a todos… y gracias por salvarme —Liv se mordisqueó el labio, sopesando qué pregunta de las miles que se agolpaban en su cabeza debería lanzar a continuación. A pesar de la familiaridad con la que hablaban, no podía evitar sentirse un tanto intimidada por la presencia de seis leyendas surgidas de los mundos ficticios y los cuentos alrededor de la hoguera. Una parte de ella quería empezar a bombardearles con preguntas, aunque solo fuera para poner un poco de orden al abismo de incertidumbre en el que se había convertido su vida. La otra parte solo quería acurrucarse en una esquina y llorar hasta quedarse sin lágrimas.

Notes:

Antes que nada, siento haber tardado tanto en actualizar la historia ◕︵◕. No me termina de convencer la parte final, pero la he reescrito ya 4 o 5 veces, y prefiero centrarme en mis otros proyectos en vez de seguir dándome cabezazos contra una pared solo por dos párrafos. Dicho esto, espero que os guste el capítulo 。^‿^。.

Chapter Text

Lo primero que notó Liv fue que ya no olía a humo y sangre.

Lo segundo, que estaba tumbada en una superficie blanda.

En tercer lugar, que había algo caliente y húmedo recorriéndole la mejilla. 

 

Hollín, déjala tranquila —sonó una voz extrañamente familiar. ¿Estaba en la casa de algún vecino? ¿Cómo había llegado a…?

 

Se levantó con un grito al recordarlo todo. La aldea que ya no existía, los disparos del comandante Grineer, los misteriosos asaltantes...

Los Tenno…

Jadeó.

No podía respirar.

Se ahogaba.

Alguien le puso una mano en el hombro.

 

—Calma, calma. Sólo es mi mascota —dijo la misma voz de antes—. Tranquila, respira despacio… Coge aire… Eso es, ahora suéltalo poco a poco… Muy bien, otra vez…

 

Liv perdió la noción del tiempo. Inhalar, exhalar, inhalar, exhalar…

Sus manos dejaron de temblar, y ya no sentía que el corazón se le fuera a salir del pecho. Notaba el aire entrando y saliendo de sus pulmones. Respiraba. Estaba viva.

 

Alzó la vista, encontrándose con el guerrero gris sentado justo delante de ella. A su lado había una criatura parecida a un perro, solo que mucho más grande. Tenía el hocico alargado y las zarpas redondeadas, y estaba cubierto por un grueso pelaje de color gris negruzco.

 

—Lo siento mucho, Hollín no está acostumbrado a que haya gente nueva en la nave —se disculpó el Tenno.

 

—No… no pasa nada… no era por el perro…

 

El animal respondió con un ladrido, como si supiera que estaban hablando de él. Su dueño lanzó una carcajada.

 

—No es un perro, sino un kubrow —dijo mientras acariciaba a su mascota entre las orejas. La mano que hasta entonces había permanecido en el hombro de Liv se movió hacia su muñeca —. ¿Quieres acariciarlo? Le encantan los mimos, ya lo verás.

 

Liv dejó que el Tenno guiara su mano hacia el lomo de Hollín. Era denso y suave, más parecido al algodón que al pelaje de un animal. El kubrow agradeció las caricias cubriendo de lametones el brazo de la chica.

 

—Vaya, parece que alguien ha encontrado un segundo par de manos para que le rasquen la barriga —comentó la mujer de azul, entrando en la habitación. La seguían otros dos Tenno, aunque no eran ni el gigante ni el asesino de las dagas. La primera, una mujer con una cresta amarilla en el casco y la armadura de color gris y naranja, se quedó a un lado de la entrada, con los brazos cruzados y observando a Liv con la cabeza ladeada. El otro Tenno, blanco y dorado y con unos cuernos ramificados, se acercó a la chica, arrodillándose junto a ella.

 

—Hola, pequeña. Me llamo Oberon, el Guardián del Bosque.

 

—Yo soy Liv. Y… no soy pequeña, casi tengo veinte años.

 

—No lo decía como algo ofensivo —respondió él, inclinando la cabeza a modo de disculpa—. Si ha resultado serlo, te pido perdón. Cuando tienes miles de años a tus espaldas, los conceptos de juventud y vejez resultan más… ambiguos.

 

—Supongo que tiene sentido… Para unos inmortales como vosotros, la vida de un humano apenas será un suspiro.

 

—Oh, no, no lo somos. Podemos morir —dijo Oberon, sin dar más detalles al respecto—. Es por eso por lo que existen Tenno sanadores, como yo.

 

Liv se dio cuenta en ese momento de que los rasguños y moratones que se había hecho durante su frenética huida en busca de un escondite ya no le dolían. Se subió las mangas medio rasgadas del vestido; donde debería haber sangre seca y golpes, solo vio piel sana e inmaculada.

 

—Vaya… ¿has sido tú? —preguntó acariciándose el brazo, maravillada—. Muchísimas gracias, esto… señor… Guardián.

 

—Por favor, llámame Oberon. Nos presentamos con nuestros nombres y títulos por pura cortesía, pero preferimos que nos llamen sólo por nuestro nombre. Los títulos resultan demasiado pomposos para la mayoría de las conversaciones.

 

—Los títulos son para los idiotas y para los que necesitan compensar por un ego demasiado grande y un cerebro demasiado pequeño —tronó la voz del gigante, que entraba en ese momento con una caja enorme entre las manos. Tras él iba el asesino de las dagas, llevando en perfecto equilibrio una pila de mantas y cojines.

 

—O para los eventos formales —añadió este último, dejando su cargamento en una esquina—. Ya sabes lo estricto que es el Maestro Teshin con las reglas de protocolo —se giró hacia Liv y la saludó con una leve inclinación de cabeza—. Mi nombre es Loki, Maestro del Engaño; y este idiota tan fuerte como testarudo es Rhino.

 

—También conocido como Fuerza Imparable —alardeó el gigante, flexionando los bíceps.

 

—Ember, la Furia Ígnea —se presentó secamente la Tenno gris y naranja que había entrado con Oberon.

 

—Yo soy Mag, apodada Escudo Magnético. Encantada —saludó la mujer de azul.

 

—Loki, Rhino, Ember y Mag —asintió Liv, y se giró hacia el guerrero gris—. Antes, en la aldea, creo recordar que oí tu nombre… ¿Excal?

 

—El diminutivo de Excalibur —asintió él—. También me llaman Espada de Luz.

 

—Encantada de conoceros a todos… y gracias por salvarme —Liv se mordisqueó el labio, sopesando qué pregunta de las miles que se agolpaban en su cabeza debería lanzar a continuación. A pesar de la familiaridad con la que hablaban, no podía evitar sentirse un tanto intimidada por la presencia de seis leyendas surgidas de los mundos ficticios y los cuentos alrededor de la hoguera. Una parte de ella quería empezar a bombardearles con preguntas, aunque solo fuera para poner un poco de orden al abismo de incertidumbre en el que se había convertido su vida. La otra parte solo quería acurrucarse en una esquina y llorar hasta quedarse sin lágrimas.

 

Por suerte, los Tenno parecieron adivinar sus pensamientos; con unos breves gestos de despedida y un “si necesitas cualquier cosa, pídela sin reparos” por parte de Mag, todos los guerreros excepto Excalibur abandonaron la estancia. Hollín tampoco se movió del lado de Liv, que empezó a acariciar distraídamente la enorme cabeza peluda apoyada en su regazo. Mientras tanto, Excalibur se acercó a la caja que había traído Rhino y empezó a rebuscar entre sus contenidos, hasta que finalmente encontró lo que buscaba y se lo tendió a la chica. Era una especie de recipiente metálico rectangular, cerrado con tapa y envuelto en plástico transparente. Liv negó con la cabeza.

 

—No gracias. No tengo hambre.

 

—Lo sé —respondió él, sentándose de nuevo frente a ella y llamando a Hollín con un silbido. Obediente, el kubrow se levantó y volvió al lado de su amo. Excalibur abrió el recipiente y lo dejó en el regazo de la chica, junto con una cuchara—. Pero llevas al menos doce horas sin comer, y debes recuperar energías. Esto te dará todos los nutrientes necesarios.

 

—¿Es algún tipo de… comida Tenno? —preguntó Liv mientras olfateaba su contenido. Consistía en una especie de sopa color azul claro, con varios daditos multicolores flotando en la superficie.

 

—Más o menos. Nosotros no necesitamos comida —tenía sentido, pensó ella; después de todo, carecían de boca—. Este tipo de raciones las hemos inventado para la gente necesitada. Cuando hay algún tipo de catástrofe, como terremotos o incendios, siempre procuramos enviar al menos a un escuadrón para que ayude a los afectados. Colaboramos en los rescates, organizamos las tareas de limpieza y reconstrucción, y les llevamos medicinas, mantas y comidas como ésta. Están pensadas para que una sola ración cubra por completo las necesidades nutricionales diarias de un adulto.

 

A pesar del nudo que sentía en el estómago, Liv se obligó a sí misma a probar una cucharada. El caldo tenía un ligero toque salado, y los cubitos sabían a varios vegetales, algunos conocidos y otros que no era capaz de identificar. Estaba sorprendentemente bueno, y antes de que pudiera darse cuenta se había terminado hasta el último dadito.

 

—Vaya, parece que sí tenías hambre después de todo —comentó Excalibur. Por su tono de voz Liv supo que, de haber tenido labios, el Tenno estaría mostrando una sonrisa de oreja a oreja.

 

Mis disculpas por interrumpir, Operador Excalibur —sonó de pronto una voz por toda la habitación, sobresaltando a Liv—. Les comunico que se ha convocado una reunión general para dentro de media hora. Se solicita la presencia de todo el personal a bordo —hubo una breve pausa—. Señorita Liv, siento haberla asustado. Soy Céfalon Ordis, a su servicio.

 

—Oh. Hola, Ordis… ¿Eres algún tipo de… inteligencia artificial? —preguntó ella. Aquel programa parecía mucho más avanzado que la tosca configuración de los robots agricultores a los que estaba acostumbrada.

 

—Los Céfalons son mucho más que unas líneas de código. Son cerebros vivos —le explicó Excalibur—. Cada uno de ellos era antes una persona, cuya mente fue transferida a un servidor virtual. Sus cuerpos murieron hace mucho, pero sus recuerdos, sus pensamientos… siguen existiendo. También sus personalidades.

 

Una característica que, desgraciadamente para ciertos casos, no es posible reprogramar —añadió Ordis, haciendo que Excalibur emitiera un sonido idéntico al chasqueo de una lengua.

 

—Estoy seguro de que Céfalon Cy piensa lo mismo de ti —bromeó el Tenno, levantándose e indicando con un gesto a Liv que le siguiera—. Ven, quiero enseñarte algo. Estoy seguro de que te gustará.


En cuanto entraron en la cabina de pilotaje, Liv se quedó sin respiración. Ante ella, más allá del gigantesco ventanal que cubría un tercio de la estancia, se abría un paisaje infinito. Un lienzo negro hasta donde alcanzaba la vista, salpicado de pequeños puntos de luz. Algunos brillaban con tanta fuerza que casi cegaban, otros apenas eran pequeños parpadeos que aparecían y desaparecían rápidamente. Era como si el cielo estrellado que tantas noches había admirado hubiese descendido sobre ella, envolviéndola como una manta y aislando sus pensamientos de todo lo demás.

 

—Hermoso, ¿verdad? —comentó Mag, sentada delante de varios teclados y pantallas a la derecha de la estancia—. Mira, ahí está tu planeta.

 

Liv se había preguntado en ocasiones cómo sería su hogar visto desde el espacio, pero la realidad superaba todo lo que su imaginación había creado. Contempló aquella gigantesca esfera de color marrón rojizo, las manchas oscuras que salpicaban su superficie, los diminutos puntos de luz que indicaban la presencia de ciudades y grandes asentamientos. Sentía que, si alargaba la mano, llegaría en un instante a todos aquellos lugares que hasta ese momento habían sido tan lejanos que sólo podían visitarse a través de las historias.

 

Se sentó, en el suelo, maravillada, y contempló aquel infinito mar de estrellas hasta que Ordis les avisó de que la reunión estaba a punto de empezar.


—…recibido toda la información. Tengo que admitir que llevábamos un tiempo sospechando que algo no encajaba, pero… oh, ¿es ella?

 

Liv saludó con un tímido gesto de la mano a la Tenno del holograma. La imagen, proyectada con luz blanca y azul, estaba situada en el centro de la estancia circular. Mientras seguía a Excalibur hacia el hueco libre que Rhino y Mag les habían reservado, comprobó con un vistazo a su alrededor que el guerrero gris y ella eran los últimos en llegar.

 

—Muy bien, ya podemos empezar —dijo Oberon, tecleando en la consola que proyectaba el holograma. Varios mapas, archivos y textos aparecieron alrededor de la imagen de la Tenno—. Gara nos estaba comentando de que ya han recibido toda la información, y parece que algunos detalles encajan con lo que llevan observando en Cetus desde hace un tiempo.

 

—Desde hace varias semanas, hemos ido notando un aumento inusual en la actividad de todos los destacamentos Grineer de la zona —asintió la Tenno—. Más comunicaciones, tanto entre ellos como fuera del planeta, aumento de la actividad minera, traslado de recursos entre sus bases… Cambios sospechosos pero no alarmantes, al menos a primera vista. Tanto el personal militar como el armamento se habían mantenido como siempre, así que no vimos motivos para tomar medidas más allá de una vigilancia más estrecha. Esto último ha cambiado hace poco, dos o tres días. Revenant lo está investigando con la ayuda de varios cazadores de Cetus.

 

—Has mencionado que algo relacionado con lo que buscaban los Grineer en Marte encajaba con lo que habéis observado. ¿Crees que el santuario que buscan está realmente en la Tierra? —preguntó Loki.

 

—No exactamente —Gara hizo rotar los archivos a su alrededor con un gesto de la mano, hasta que encontró lo que buscaba. La imagen se amplió, mostrando un mapa con varios símbolos y figuras marcados. La Tenno señaló varias X amarillas dispersas por el terreno—. Últimamente, han estado destinando una gran cantidad de recursos a estas minas. Por lo que hemos podido averiguar, no están buscando minerales ni recursos, sino algo muy concreto. El qué, exactamente, no lo sabemos. Han cambiado los cifrados de sus mensajes, y aún estamos trabajando en ello. Lo único que hemos podido desencriptar son varias palabras que se repiten a menudo, como “artefacto”, un término que se puede traducir como “mapa” o “brújula”, “Tenno”, “secreto” y algo parecido a “fortaleza subterránea” o “cueva protegida”.

 

—El comandante Grineer estaba preguntando por un santuario, y algo llamado “el Corazón” —confirmó Liv, reprimiendo un escalofrío al recordar su voz rasposa y carente de emociones—. Pero no tengo ni idea de qué son, os lo juro… Vivíamos aislados, hacía años que no nos llegaban noticias del exterior… Lo único que sé de otros lugares viene de las historias que nos contaban los ancianos, y ninguna mencionaba nada parecido…

 

—Algo tiene que haber en común entre vuestra aldea y lo que sea que estén buscando en Cetus. Las Reinas Grineer no enviarían una legión entera a atacar un asentamiento civil tan pequeño y remoto si no estuvieran seguras de que iban a encontrar lo que buscaban —dijo Loki.

 

—Dices que solo conocíais el mundo exterior a través de cuentos. ¿Sabes si esos relatos se conocían en otros lugares, además de vuestra aldea? —preguntó Mag. Liv se encogió de hombros, indicando que desconocía la respuesta. La Tenno reflexionó durante unos segundos—. Las leyendas cambian y se distorsionan con el tiempo… Tal vez vuestras historias contengan la información que buscan los Grineer, pero oculta tras años de transmisión oral.

 

—¿Dónde almacenan lo que sacan de esas excavaciones? —preguntó Excalibur. Gara amplió un poco el mapa y marcó una X roja cerca de la desembocadura de un río.

 

—Aquí. Lo llevan todo a una base que han montado aprovechando lo que quedaba de un puesto fronterizo destruido hace años. Lo han blindado a fondo: muros reforzados, torretas antiaéreas, cañones… Y tampoco han escatimado en soldados. 

 

—Si conseguimos entrar, podremos echar un vistazo a lo que hayan estado sacando de las minas. Como poco, nos dará alguna pista sobre qué tipo de “artefacto” están buscando con tantas ganas —propuso Rhino.

 

—Y si también viene ella —intervino Ember mirando directamente a Liv— a lo mejor encontramos algo relacionado directamente con esos cuentos.

 

—No creo que sea una buena idea. Después de lo que ha visto, ¿vamos a meterla en una base llena de Grineer? —Oberon se cruzó de brazos— Ni siquiera estamos seguros de que ahí haya algo que valga la pena correr el riesgo.

 

—¿Tienes un plan mejor? Está claro que las Reinas Grineer planean algo importante, y por ahora solo tenemos unas pocas pistas dispersas. Es nuestra mejor opción —opinó Loki—. Además, entre todos podremos protegerla. Normalmente bastamos uno o dos para despejar una de sus bases, y somos seis.

 

—Ocho, si Revenant y tú os unís —añadió Excalibur, dirigiéndose a la Tenno del holograma. Ella asintió, confirmando su participación —. De todos modos, creo que la decisión final debería tomarla la principal implicada.

 

Todas las miradas se clavaron en Liv.

 

—Yo… no sé si… —tartamudeó la chica, bajando la cabeza. Una parte de ella quería ayudarles a hallar respuestas, aunque no estaba segura de si ese sentimiento provenía del deseo de venganza, o del de agradecimiento por haberla salvado. Pero los disparos y el crepitar de las llamas seguían resonando en su cabeza, recordándole de lo que eran capaces los soldados a los que tal vez aceptara acercarse voluntariamente.

 

—Tranquila, no hace falta que decidas ahora mismo —Excalibur la sacó de su trance poniéndole una mano en el hombro—. Necesitaremos al menos cuatro días para llegar a la Tierra, medítalo con calma mientras tanto.

 

Liv asintió, musitando un “de acuerdo” mientras intentaba separar en su mente cualquier posible escenario futuro de los disparos y el crepitar de las llamas que aún podía oír.

 

No se dio cuenta de que había perdido la noción del tiempo hasta que la lengua áspera de Hollín en su mano la devolvió a la realidad, y vio que la reunión había terminado. Excalibur y Loki le hacían señas desde la entrada para que les acompañase, y Liv se apresuró a seguirles con el kubrow trotando alegremente a su lado.

Notes:

¡Muchísimas gracias por leer!