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Category:
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Language:
Español
Series:
Part 4 of Giros de trama
Stats:
Published:
2023-05-22
Words:
7,123
Chapters:
1/1
Comments:
40
Kudos:
1,108
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187
Hits:
23,580

El karma tiene un beso para ti

Summary:

Rhaenyra odiaba lo que Alicent había hecho con su casa, en lo que la había convertido.

La Fortaleza Roja no parecía más una morada de dragón.

O: como dijo Tylor S., "yo tuve lo mío, pero ustedes tendrán lo suyo". ¿Lo mejor? Nadie resultó tan traumatizado como en canon, ni siquiera los Verdes. También, excepto por uno que otro corazón roto, los Negros no tuvieron que mover más de la cuenta uno sólo de sus dedos para triunfar.

Notes:

Soundtrack:
Room for 2 - Dua Lipa

Viserys Targaryen está mayormente sano, lejos de las puertas de la muerte. Ténganlo en cuenta mientras leen porque no es algo que aclare explícitamente durante la historia (fue la fuerza de la costumbre que él siempre es un idiota en descomposición).

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

Rhaenyra odiaba lo que Alicent había hecho con su casa, en lo que la había convertido.

La Fortaleza Roja no parecía más una morada de dragón.

Los tapices que mostraban la historia de sus antepasados, desde la Perdición de Valyria hasta la unificación de Jaehaerys Primero; desde las estatuillas de dragones hasta los adornos al estilo valyrio; desde los muebles de madera oscura hasta las cortinas rojas; todo se había ido, reemplazado por estrellas de siete puntas, por estatuillas de los Siete y por ese espantoso color verde.

El gran castillo que era la sede del gobierno Targaryen había sido reducido a un septo, a ser un castillo ándalo en lugar de una fortaleza valyria.

¿Cómo había permitido su padre que esto sucediera?

¿Por qué?

Rhaenyra aceptaba parte de la culpa.

Si ella no se hubiera ido a Rocadragón, si no hubiera tomado el camino fácil al retirarse en lugar de enfrentar a su padre con sus decisiones, si no hubiera estado tan cansada de ser empujada y humillada en su propia casa, tal vez los Verdes no habrían escupido tan descaradamente a prácticamente todo lo que representaba su Casa.

Sin embargo, ¿qué habría logrado ella, cuando su padre estaba contento de dejar que su esposa controlara todo por el bien de la paz? ¿Qué habría logrado, cuando ella también prefirió jugar bien para no molestar a su padre lo suficiente para hacerlo cambiar de opinión sobre Rhaenyra siendo heredera? ¿Cuando cualquier cosa que hiciera haría a Alicent apuntarla a ella y a sus hijos con el dedo?

Nunca se había considerado cobarde y todavía no lo hacía, no del todo.

Sin embargo, débil sí.

Eso le quedó claro cuando se vio acorralada para casarse con Laenor, cuando tuvo que buscar a alguien más que le diera hijos porque los esfuerzos de su esposo no rendían frutos, cuando cada uno de sus preciosos niños era criticado y ella no podía hacer verdaderamente algo contra ello, cuando Alicent tuvo la primera y última palabra a la hora de rechazar a Jacaerys para Helaena, cuando todo lo que pudo hacer para defender a Lucerys fue recibir un corte en el brazo y cuando vio a Laenor desaparecer en el mar.

Débil.

Débil y pequeña.

Se había sentido así desde que su padre se casó con Alicent y comenzó a sentirse como una extraña en su propia casa. Extraña y sola, incluso cuando tuvo a sus bebés.

Dejó de sentirse así cuando se mudó a Rocadragón, cuando tuvo, por fin, a Daemon a su lado.

Sintió que sus fuerzas regresaron, que se hacía más fuerte por cada año que pasaba en la sede ancestral de su Casa. Se fortalecía cada vez que veía a sus hijos e hijas felices.

Verlos florecer le dio el empujón necesario para asegurar su legado.

Comenzó a tener lecciones con la Princesa Rhaenys, quien le enseñó no sólo a dirigir un castillo con mano de hierro, sino los entresijos de sortear en un mundo dominado por hombres. Entabló correspondencia con tantas Casas en Poniente como le fue posible, recordándoles quién era la heredera y quién se preocupaba por el reino; incluso desde lejos, se encargó de atender las necesidades del pueblo común; también intercambió cartas con el Consejo, asegurándose de estar al tanto de las decisiones que se estaban tomando.

Otto Hightower no había estado contento, pero su padre sí. Y lo que el rey mandaba, se acataba. Así, cada quincena volaba a la capital para reunirse con el rey, el Consejo y para visitar la ciudad.

Rhaenyra comenzó a hacerse visible.

Comenzó a demostrar que era digna y que podía llevar el peso de la corona.

También aprendió a dirigir una guerra, de ser necesario, de Daemon y Lord Corlys.

Estaba avanzando, estaba logrando algo.

Pero como también aprendió, cuando ganabas, tenías que perder algo a cambio.

Si tan sólo hubiera sido ella la afectada.

Fue Lucerys quien pagó por la ganancia de Rhaenyra.

Su dulce niño fue usado como un apaciguamiento –tal como Rhaenyra lo fue para los Velaryon– para cimentar la armonía y unión familiar. Su padre, el rey, lo prometió a Aemond.

Ese chico que menospreciaba y se burlaba de Lucerys, ese hombre que creció para atormentar obsesivamente a la preciosa perla de Rhaenyra.

El mismo imbécil que humilló a su hijo al casarse con otro.

Fue la primera vez que Rhaenyra se sintió agradecida y furiosa con Alicent a partes iguales. Oh, porque había sido obra de la reina, por supuesto que lo fue.

Como siempre, Alicent había sido vocal con su descontento y rechazo, no queriendo que sus perfectos hijos valyrios se involucraran con los bastardos de Rhaenyra.

Sus hijos tenían más valyrio, más Targaryen en uno sólo de sus dedos que sus medios hermanos en todos sus cuerpos. La apariencia tradicional valyria no significaba mucho cuando no respetabas la cultura, cuando no sabías nada de ella más allá de lo conveniente.

No habría sido tan malo, la humillación pasaría, si no fuera porque Aemond tomó la virginidad de Lucerys y se jactó de ello.

Lucerys había dicho que no fue forzado, que se entregó de buena gana porque Aemond le dijo que lo quería, que estaba a nada de amarlo y le hizo promesas.

Dulce, dulce Luce, había confiado en quien no lo merecía.

Su reputación estaba arruinada y la presión fue tanta, sobre todo en las otras ramas de la  Casa Velaryon, que fue removido de su herencia como futuro Señor de las Mareas.

Lord Corlys había estado furioso y la Princesa Rhaenys, que siempre fue fría con los hijos de Rhaenyra, había estado disgustada. ¿Pero qué hacer? No importaba que Rhaenyra fuera la futura reina, que Lord Corlys fuera Lord Velaryon, ¿quién querría bienes dañados? No importaba la posición de Luce, se vería socavado a cada paso, especialmente mientras Vaemond Velaryon y sus hijos respiraran.

Especialmente porque fue un hijo de Vaemond quien se casó con Aemond.

Rhaenyra casi quería aplaudir el ingenio de Alicent, ¿o tal vez el de Otto?

Sin Lucerys, con Joffrey también menospreciado por su paternidad, y con Baela y Rhaena siendo mujeres, ¿no sería fácil para Vaemond arrastrarse hasta la cima para hacerse cargo del señorío? ¿No sería más fácil lograrlo con la ayuda de la reina cuyo hijo era su nuevo yerno?

Con eso, los Verdes podían arrebatar para ellos al mayor aliado de Rhaenyra.

Nadie lo había visto venir.

Ni ella, ni Daemon, ni Corlys, ni Rhaenys.

Entonces tuvieron que hacer control de daños y contingencias.

Ya que nadie que valiera la pena querría a Lucerys, además de su propia sangre, fue, de hecho, a su propia sangre a donde recurrieron.

Jacaerys y Lucerys tenían que casarse.

Y así lo hicieron.

¿Quién cuidaría mejor de su dulce niño, quién lo amaría completamente, excepto su hermano mayor?

Lucerys no sería el Señor de las Mareas, pero sí un rey.

Una reina, se había burlado con buen humor Baela cuando lo anunciaron en su núcleo familiar. Luce había hecho pucheros y fruncido el ceño, para después enrojecer de vergüenza y, Rhaenyra había deseado, de deleite al mi reina que Jace agregó.

Con el tiempo, la herida que Aemond dejó en Lucerys, sanó. Su hijo también prosperó con la nueva atención que Jacaerys le daba, en la relación donde no se sentía menos por su sangre ni tenía suegros criticando cada respiración que daba.

No tuvieron hijos los primeros años de su matrimonio, mientras que Daemion Velaryon dio a luz año tras año. Todas niñas, todas con piel morena, todas con cabello castaño rojizo y ojos grises.

Rhaenyra no iba a mentir, se sentía reivindicada.

Ese sentimiento no disminuyó ni siquiera por Joffrey renunciando a su herencia, dejando a Baela, para casarse con Daeron Targaryen y luego desaparecer con él al este.

A Baela no le había importado, para nada, y aprovechó el momento para presentar oficialmente a su amante, Qyle Martell. En las siguientes lunas, el príncipe dorniense se convirtió en su esposo y futuro lord consorte.

Daemon no había estado contento, Lord Corlys tampoco, pero la Princesa Rhaenys y Rhaenyra la apoyaron.

Y cuánto había deseado Rhaenyra ser una mosca en la pared para presenciar las muecas de los Verdes cuando leyeron el cuervo que anunciaba la noticia del compromiso de Baela, tanto como seguía suspirando por perderse la reacción a la huida de Daeron y Joffrey.

Ahora no sería tan fácil quitarle el señorío Velaryon a Baela, ¿verdad?

Los labios fruncidos de Vaemond Velaryon todavía la tenían cacareando de vez en cuando.

Ahora, con Lucerys en los inicios de la década de sus veinte veranos, Rhaenyra dio la bienvenida al mundo a sus primeros nietos varones.

Laenys y Vael eran las cosas más hermosas que había visto en su vida, justo detrás de sus propios hijos.

Sin embargo, dado que también eran los primeros bisnietos del rey, fueron llamados a Desembarco del Rey tan pronto como los bebés pudieran hacer el viaje.

Los gemelos tenían cuatro meses y ya estaban acunados en los brazos de Viserys Targaryen, sentados en el Trono de Hierro.

—Ustedes serán reyes un día —la voz de su padre, a pesar de estar modulada, suave para los oídos de los bebés, resonó en el Gran Salón —. Después de mí, después de su abuela y después de su padre.

Daemon estaba sonriendo junto a ella, pero no en dirección al Trono.

Siguió su mirada y ahí estaba Otto Hightower, con su expresión horrible, haciendo una imitación bastante acertada de estar comiendo el limón más agrio de todos.

Rhaenyra miró a Alicent, entonces, y no fue una sorpresa verla con una expresión idéntica a la de su padre.

—Dos niños hermosos y saludables, lo hiciste bien, Lucerys —su padre sonrió, todo ojos suaves y sonrisa orgullosa.

Luce sonrió a cambio, resplandeciente y feliz.

La madurez había acentuado la belleza de su hijo, la Luz de los Siete Reinos, lo llamaban. Y su embarazo, y posterior alumbramiento, le habían dado un nuevo brillo a su ser.

Rhaenyra detestaba la manera intensa con que Aemond lo miraba, su medio hermano no había dejado de seguir con la mirada a Lucerys desde que llegó a la capital. Aemond no disimulaba y tampoco parecía importarle que su propio esposo se diera cuenta.

—También ayudé, Su Gracia —dijo Jace con orgullo, ganándose ojos en blanco de Luce y las risas del resto de los presentes, excepto los Verdes.

—Por supuesto que lo hiciste, querido nieto —rio con buen humor, aunque calló tan pronto como los bebés se inquietaron en sus brazos.

Los gemelos eran unas cositas exigentes, pero muy dulces.

Si sus sonrisas desdentadas no eran suficientes para enamorarte, entonces sus ojos rodeados de pestañas tupidas o sus naricitas de botón lo harían.

Su padre se inclinó para besar la suave pelusa en sus cabezas.

—Realmente hermosos —repitió.

Y lo eran, por supuesto que sí, pero, a diferencia de sus padres, ellos nacieron con coloración completamente Targaryen.

Sus cabellos eran de la plata más pura y sus ojos estaban cambiando a tonalidades violetas. Todo lo que obtuvieron de sus padres fue la piel pálida, la nariz adorable de Luce y los labios de puchero de Jace.

Rhaenyra podía imaginar cuánto molestaba eso a Alicent y a Otto.

Los hijos de los bastardos de Rhaenyra, luciendo completamente valyrios, completamente Targaryen, mientras que sus propias nietas tenían muy poco de ello.

Miró a las tres hijas de Aemond, paradas frente a sus padres, junto a Alicent, luciendo fuera de lugar entre sus tíos y primos valyrios, pero tan acorde con su abuela y bisabuelo ándalos.

Rhaenyra no sentía nada negativo por ellas, le eran indiferentes, y no caería tan bajo como para ensañarse con niños inocentes. Sin embargo, la parte viciosa de ella estaba bastante complacida al ver que los niños puros que Alicent y Vaemond aseguraron que tendrían como nietos, bueno, estaban lejos de serlo.

¿Qué esperaban? Aemond era medio ándalo y Daemion era medio sangre de los Primeros Hombres. Ambas abuelas de las niñas no eran sangre valyria, habría sido una verdadera fortuna que nacieran con apariencia Targaryen o Velaryon completa. Tal como fue completamente desafortunado que ninguno de los hijos mayores de Rhaenyra nacieran con un solo tinte valyrio.

—Esperaba una niña, abuelo —Luce habló —. Una pequeña dragona feroz como mi madre.

En eso Luce también había ganado.

Su primer embarazo y tuvo gemelos, dos varones.

Rhaenyra detestaba el poco valor que le daban a las niñas simplemente por su género, pero entendía que lo mejor que sus hijos pudieron tener era varones. Tenían herederos, la Casa Targaryen estaba asegurada por dos generaciones más.

El reino podía no estar muy contento con Rhaenyra como reina, pero después de ella habría un rey tras otro.

Aegon era un hombre, tenía un hijo y una hija, pero eran prácticamente desconocidos para nobles y plebeyos. Aislados como los tenían, seguramente por temor a que Rhaenyra mandara a asesinarlos, todo lo que se sabía de ellos era poco y desfavorable.

—Otra reina, sí, habría sido maravilloso —su mirada se encontró con la de Rhaenyra, los ojos de su padre eran brillantes —. Una Rhaenyra más para alegrar nuestros salones.

Alicent se mordió los labios.

Aegon bufó.

—Esperábamos nombrarla con alguna variación de su nombre, pero ya ves, fuimos bendecidos con dos niños —siguió contando Luce.

—Además, Baela se adelantó y tomó el nombre de nosotros —agregó Jace, lanzando una mirada de molestia fingida a Baela, quien estaba parada al otro lado de Daemon con su esposo e hijas en la cadera.

Baela le envió una sonrisa de tiburón, sosteniendo a Rhaella, mientras Qyle sostenía a Laena, su hija mayor.

Vaemond Velaryon se estaba agarrando fuerte al hecho de que las herederas de su Casa eran mujeres. No que realmente lograra algo con eso, no con Dorne respirando en su cuello, no cuando Laena tenía ya su propio dragón y sus nietas no tenían ninguno.

La pequeña cría dorada y roja había eclosionado durante su primer onomástico.

El huevo de Rhaella seguía sin eclosionar, pero nadie estaba preocupado. Sabían que si no lo hacía, en algún momento en el futuro ella podría reclamar alguno de los dragones adultos.

Tal como los gemelos lo harían, sospechaban.

Sus huevos tampoco habían eclosionado hasta ahora, casi completamente fríos en sus cunas, pero ni Rhaenyra ni Daemon creían que fuera simple coincidencia que Vermithor y Silverwing despertaran de su sueño y sobrevolaran Rocadragón desde el nacimiento de Laenys y Vael.

No podía ser una coincidencia, no con los dragones del Viejo Rey y la Buena Reina siguiéndolos también a Desembarco del Rey.

Por algo su padre había dicho que tanto Laenys como Vael serían reyes, no sólo Laenys.

Rhaenyra no podía asegurar que sus nietos serían pareja en el futuro y sabía que sus hijos tampoco planeaban comprometerlos siendo tan jóvenes, pero la insinuación de su padre no era mala y ciertamente agradecía el mensaje subyacente.

Tanto como a su querida madrastra le desagradaba, podía apostar.

Alicent era tan predecible, un libro completamente abierto para que todos lo leyeran.

—No dejaremos que nos quite a Daemma, sin embargo —Luce soltó una risita traviesa y suave mientras veía del rey a Daemon —. Cuando tengamos nuestra primera hija, no podremos nombrarla como nuestra madre, pero sí como nuestra abuela y uno de nuestros padres.

Como habían honrado a Laenor y Corlys al nombrar a Laenys.

Como honraron a su –muchas veces– tatarabuelo, Lord Vael, el esposo Velaryon de Aerion Targaryen y el padre portador de los Conquistadores.

Él nunca lo admitiría, pero Daemon estaba bastante conmovido por el gesto.

Sus hijos no podrían honrar a Harwin descaradamente aunque quisieran y tampoco a la Princesa Rhaenys, por quien nunca se sintieron aceptados.

Rhaenyra, por su parte, se sentía bastante honrada y conmovida en nombre de su madre, sin importar que, por el momento, Daemma fuera sólo una ilusión, una posibilidad.

Dados los ojos cristalinos de su padre, él se sentía igual, aunque sonrió divertido cuando miró a Daemon, asintiendo, conforme, a su hermano descarriado.

Hubo una burla desde la facción Verde, Rhaenyra no estaba segura si fue un miembro de la Corona o sólo un seguidor, pero decidió no molestarse.

¿No habían nombrado Alicent a la hija mayor de Aemond? Entonces Alyssa y Alysanne a las otras dos. También estaban Jaehaerys y Jaehaera, y cómo olvidarse de Aegon. Todos nombres de reinas y reyes.

Su juego no podía ser más obvio, ¿pero no hablaba eso de inseguridades?

¡Alicent Velaryon, la Dama de las Mareas! Daemon se había burlado tras leer las cartas que tanto la Mano del Rey como Vaemond Velaryon les enviaron. Burla que acrecentó cuando conocieron a la niña.

La estupidez de Vaemond debería dejar de sorprenderme, Lord Corlys ni siquiera había estado molesto. Alicent Targaryen nunca cambiaría su apellido a Velaryon y nunca se sentaría en el Trono de Pecios, eso Baela lo había jurado. Quemaré Marcaderiva antes de permitir que la hija del tuerto imbécil y la nieta de la maldita reina verde se acerque a la herencia de mis hijas, a la herencia que era de Luce.

— ¿No sería más apropiado que las hijas del príncipe nombraran a sus hijos con el nombre de su padre? —dijo Alicent, hablando por primera vez —. Tal vez Lady Rhaena quiera nombrar Daemon a un hijo suyo.

Rhaenyra no se inmutó por el intento de golpe que la reina quiso hacer, diciendo que Jace y Luce no eran hijos de Daemon y aludiendo a la soltería de Rhaena.

A su hija no le faltaban pretendientes, pero ella no estaba interesada, especialmente no en los parientes Hightower de Alicent.

Rhaena dejó de mirar a Helaena, quien mantenía una pequeña sonrisa bajo la atención de su prima, y contestó, plácida y cortés.

—Oh, no, Su Gracia, me complace que mis hermanos honren a nuestro padre nombrando a su futura hija como él, tan feliz como estoy de que mi hermana nombró a sus hijas como nuestras madres —sus manos estaban recatadamente sobre su estómago y su sonrisa era suave mientras miraba a la reina —. En cuanto a mis hijos, si soy bendecida con ellos, sería mi placer nombrar a mi primogénito, Lucerys, como mi hermano.

Que nunca se dijera que Rhaena Targaryen no era hija del Príncipe Pícaro.

—Un Lucerys para ser el Señor de Piedrasangre, un pequeño honor a nuestro futuro rey consorte.

Y un guiño, así como un consuelo, a su Lucerys que no sería el Señor de Marcaderiva.

Un golpe también contra el orgullo de los Verdes, que no tenían castillos o señoríos para sus hijos, mientras que los de Rhaenyra sí.

Su padre había querido hacer las paces con Casa Velaryon tras el nuevo desaire por parte de la Corona, especialmente con Lucerys, quien fue el humillado. Había ofrecido a su nieto cualquier cosa que su corazón deseara mientras estuviera en poder del rey otorgarlo. Lucerys solicitó que a sus hermanos y hermanas sin herencia se les concedieran tierras para llamar propias, por más pequeño que fuera el territorio. El rey lo concedió, aunque sería trabajo de Rhaenyra y Daemon encargarse de construir los castillos con su propia moneda.

Para Aegon, una ladera entre Oldtown y Altojardín; para Viserys, una costa entre Lannisport y la frontera de las Tierras de los Ríos; para Visenya, un claro entre Harrenhall y la Puerta Sangrienta, cerca de la rivera del Tridente; por último, para Rhaena, los Escalones de Piedra, que habían sido ganados por su padre y abuelo. Corlys puso manos a la obra de inmediato para construir una fortaleza en los Escalones de Piedra para su nieta. Rhaenyra y Daemon necesitarían más tiempo para construir los castillos del resto de sus hijos, pero lo lograrían.

Los Verdes no podían quejarse –mucho– ya que el dinero necesario no se tomaría de las arcas de la Corona. Daemon había ahorrado oro durante sus años haciendo negocios en Essos y Rhaenyra tenía su estipendio, además de la herencia que su madre le dejó –la dote que Casa Arryn había proporcionado a la Corona para su matrimonio– y las ganancias del comercio que Rocadragón manejaba. Ellos también tenían contactos con el Banco Rogare y, si eran inteligentes, podrían utilizar los servicios del Banco de Hierro, aunque con éstos tenían que ser más cuidadosos pues ya manejaban el oro de la Corona, por tanto, podrían estar más inclinados a favorecer a los Verdes.

Alicent se sonrojó terriblemente y apretó sus dedos.

Otto abrió la boca, pero cualquier cosa que estuviera por decir fue interrumpida por los repentinos gritos de los gemelos.

Jace y Luce se apresuraron a tomarlos de los brazos del rey, besándolos y arrullándolos de inmediato.

Con eso, su padre dio por terminada la audiencia de bienvenida y anunció el comienzo de las celebraciones en honor al nacimiento de sus primeros bisnietos, una semana de fiestas y torneos.

Algo que nunca hizo por sus nietos.

Rhaenyra estaba preparada para los susurros y las miradas, aguantando caminar por los pasillos de sus ancestros pese a que no lo parecían más. La capital se llenó de negro, azul, naranja y amarillo.

Su cuerpo perdía pesadez por cada lord, caballero y dama que mostraba apoyo por su causa. Se sintió especialmente ligera cuando caminó por las calles de la ciudad, recibiendo agradecimientos y bendiciones de los plebeyos por lo poco que había logrado hacer por ellos hasta el momento.

Estaba incandescentemente orgullosa al ver a todos sus hijos e hijas caminar con la cabeza en alto, luciendo como los príncipes, princesas y damas de sangre Targaryen que eran. Laenys, Vael, Laena y Rhaella eran el centro de atención, conmoviendo a todos con su ternura y belleza.

A mitad de semana, fueron sorprendidos por la llegada de Daeron y Joffrey, quienes trajeron consigo regalos para los pequeños de ambos lados de la familia real. Ambos vestían una combinación de los colores Targaryen y Velaryon, algo por lo que Alicent se había mostrado muy consternada y lo que la animó más a tratar de acaparar por completo a Daeron.

Su medio hermano y yerno no lo permitió, prefiriendo estar pegado al lado de Joffrey, hablando con Helaena y Jacaerys, y jugando con los bebés. Daeron no parecía interesado en entablar una relación con nadie más de la familia y Rhaenyra lo entendía, después de todo para él no eran más que extraños con quienes compartía sangre.

No estaba segura de la verdadera intención de Alicent y Otto al enviar a Daeron a Oldtown desde tan joven, pero sea lo que fuera no parecía que obtuvieron el resultado deseado. Al contrario, había vuelto a Daeron un extraño para su familia, tanto como posiblemente no sentía amor por ninguno de ellos.

La sorprendía su relación con Joffrey, pero su muchacho, por todo lo que no era de su simiente, era hijo del Príncipe Pícaro y como él, había poco que no lograba conseguir con su encanto salvaje y espíritu ardiente.

El padre de Rhaenyra estaba bastante contento, pese a las formas, con que uno de sus hijos y uno de sus nietos se casaron. Viserys Targaryen todavía deseaba la unión de su familia.

Durante el banquete en el último día de celebraciones, Rhaenyra se había levantado de su asiento en cuanto escuchó a Alicent comenzar a criticar a sus hijos. Su padre estaba sentado entre ellas y, para evitar escenas, Rhaenyra tomó la mano de Daemon para bailar.

Su corazón dolía por la pasividad de su padre, por su silencio ante los ataques contra su hija y nietos, pero todo sea por la paz, ¿no es así?

Respiró hondo y sonrió, uniéndose a la pista de baile donde varios de sus hijos ya giraban. Rhaena y Helaena bailaban en un espacio alejado de las otras parejas, sonriendo y tomándose de las manos –ah, querida Rhaena, si tan sólo Rhaenyra pudiera darle lo que su corazón deseaba; Baela era un revuelo de faldas en los brazos de Qyle, ambos llamando mucho la atención con sus escotes y joyas dornienses; Jace y Luce reían, siguiendo una melodía propia, intercambiando besos castos entre ellos.

El corazón de Rhaenyra se sentía lleno de sólo verlos.

Incluso ver a Aegon, medio borracho, molestado a Daeron y Joffrey a un lado del salón no disminuyó el sentimiento. Aunque ver a Aemond observar a sus hijos mayores con amargura y un ceño fruncido estuvo cerca de hacerlo. El hijo perfecto de Alicent era descarado con su codicia por su sobrino casado, teniendo a su propio esposo sentado a su lado. Rhaenyra no lo entendía, ¿realmente había querido a Lucerys?

No, por supuesto que no, de lo contrario no habría permitido que Alicent interfiriera entre ellos. Sin embargo, no era un secreto lo devoto que era el Príncipe Aemond con su madre, la Reina Alicent. Su madrastra tenía un verdadero campeón en su segundo hijo, no había duda.

Miró hacia la mesa principal, Alicent seguía susurrando furiosamente al oído del rey y ahora Otto se había unido, sentado en el asiento que Rhaenyra había dejado. No parecía emocionado como su hija, pero hablaba cuando Alicent hacía pausas entre sus oraciones. Sorprendentemente, su padre no lucía cansado o neutral como era usual, no, lucía cada vez más molesto.

¿Los Verdes finalmente habían tocado un punto que no debían?

Rhaenyra se distrajo cuando los músicos cambiaron la melodía del baile a una más rápida, una canción dorniense si su oído no la engañaba.

Muy pronto se encontró riendo, intercambiando parejas con sus hijos.

La melodía volvió a cambiar, esta vez a algo muy norteño. Apenas se habían cantado cuatro versos cuando la voz de su padre se abrió paso por todo el salón.

La música se detuvo, las parejas dejaron de bailar y las voces cesaron.

Rhaenyra miró hacia su padre y lo encontró de pie, su mirada era severa, casi atronadora.

Alicent se vio muy pequeña bajo el peso de esa mirada.

Hubo silencio por un momento que se sintió demasiado largo.

Su esposo e hijos gravitaron hacia ella, cerca de la mesa principal vio a Corlys y Rhaenys acercarse a Joffrey y Daeron.

—Ha sido suficiente, Alicent —la voz de su padre era fría —. ¿Quieres saber por qué Rhaenyra sigue siendo mi heredera? ¿Saber por qué no la he destituido e instaurado a Aegon en su lugar?

—Su Gracia, si me permite, este no es el lugar para hablar de- —Otto se puso de pie y calló abruptamente cuando el rey volteó a verlo con una expresión que parecía como un trueno.

Daemon soltó una risita detrás de ella.

—Su- Su Gracia —tartamudeó Alicent, lanzando miradas angustiadas a los presentes en general y regresándolas al rey que tenía su atención a ella de nuevo.

—Porque Aegon tiene sangre Hightower —dijo y todo el lugar pareció volverse más silencioso, aquietado —. Un mestizo no puede ser rey.

La forma en que todos los Hightower presentes enrojecieron era digna de contemplar. Aemond se levantó de golpe, pero Helaena permaneció tranquila junto a Rhaena y el sonrojo de Aegon parecía más por el vino que por vergüenza o humillación. Daeron se mantenía tan indiferente como siempre, contento de estar junto a Joffrey.

Su medio hermano mayor en realidad se acomodó en su asiento, simplemente mirando hacia sus padres.

— ¡Su Gracia! —Alicent finalmente se levantó, indignada y al comienzo de la furia —. ¡Eso es un insulto a mi familia!

Por segunda vez en su vida, Rhaenyra admiró su valentía.

— ¿Lo es? —su padre no se inmutó —. Hasta el momento, todo rey Targaryen ha sido completamente valyrio. Esto no es un insulto contra los ándalos, los dornienses o los Primeros Hombres, es un hecho. De otra forma, no podrían ser jinetes de dragón, no serían capaces de vincularse con el símbolo y fuente de nuestro poder.

— ¡Aegon tiene un dragón, todos mis hijos lo tienen! ¡Jaehaerys y Jaehaera también!

—Una sorpresa y una fortuna, debo admitir —dijo su padre en respuesta a la réplica de Alicent.

Alicent respiró trémulamente.

Otto habló de nuevo, mirando a Rhaenyra —. La princesa Rhaenyra tiene sangre Arryn.

—Una pequeña parte —su padre no parecía impresionado con Otto, de nuevo —. Aemma era mitad sangre de dragón, como recordarás, Otto. Ella era hija de una princesa Targaryen, nieta del Rey Jaehaerys y la Reina Alysanne.

La madre de Rhaenyra, sin importar que fue la tercera hija de Rodrik Arryn, fue más que la hija de un segundo hijo. Y fue algo de lo que los presentes se dieron cuenta. Aemma Arryn había aportado más a la Corona, sólo con su sangre, que Alicent Hightower con su facilidad de traer hijos al mundo.

¿De qué servía, cuando esos hijos eran más mestizos que puros? Eso era prácticamente lo que todos escucharon de boca del mismo rey.

—El rey después de Rhaenyra será mestizo, como dices, Su Gracia —Aemond avanzó para alcanzar a su madre.

Por el rabillo del ojo, vio a Daemon agarrar el hombro de Jacaerys, como apoyo o para detenerlo de actuar, no estaba segura, pero su hijo permaneció en silencio. Sintió la mano de Lucerys apretar la suya y a Rhaena acercarse más a Jace, como Baela lo hizo con Luce.

—Jacaerys es el nieto de Aemma —su padre lo dijo como si eso lo explicara todo, como si fuera una certeza por sí sola.

— ¡Son bastardos, eso es lo que son! —Alicent gritó, girándose para mirar con furia a cada uno de los hijos mayores de Rhaenyra.

Era un alivio que sus hijos menores fueron enviados temprano a la cama, no quería que ellos fueran testigos del declive de Alicent como sus mayores lo fueron hace tantos años en Marcaderiva.

— ¿No dije que cortaría la lengua de quien pusiera en duda la legitimidad de mis nietos?

Alicent se estremeció y palideció, Aemond la atrajo a sus brazos, como para protegerla. Otto intentó llamar la atención del rey, pero fracasó.

— ¡Rhaenyra es lo que siempre te ha importado! ¡Rhaenyra! ¡Los hijos de Rhaenyra! ¡Los nietos de Rhaneyra! ¡La mitad de sus hijos ni siquiera parecen Targaryen! —volvió a gritar Alicent, sosteniéndose de los brazos de Aemond.

—Pero actúan como un Targaryen —su voz seguía firme y tranquila, su expresión se mantenía seria.

Su padre se tomó un momento para ver a cada uno de sus descendientes, hijos y nietos por igual. Su mirada no cambió ni reveló nada mientras la pasaba de uno en uno.

—Ellos hablan valyrio, siguen a las Catorce Llamas, usan los colores que les corresponden como miembros de la Casa del dragón, conocen y respetan las tradiciones Targaryen —miró a Alicent directamente a los ojos —. ¿Puedes asegurar que nuestros hijos, tus hijos, hacen lo mismo?

La reina balbuceó algo inteligible.

El rey negó con la cabeza.

—Aegon, Helaena, Aemond y Daeron sólo saben el valyrio necesario para comandar a sus dragones, tienen un conocimiento igual de superficial sobre el Panteón Valyrio-

—La Fe de los Siete es la religión de Poniente —interrumpió Alicent.

—Y no estoy diciendo que no pueden ser fieles a ella —su padre fue igual de rápido en contrarrestar —. Ellos usan los colores de tu Casa de doncella, eso tampoco está mal, pero no recuerdo la última vez que los vi vestidos como dragones —volvió a negar y suspiró con cansancio —. Ellos no son verdaderos dragones, Alicent y tú los hiciste así.

El silencio era sumamente pesado.

—No es así, mi rey —Otto se apresuró a intentar remediar las cosas —. El príncipe Aegon y la princesa Helaena han honrado las costumbres de Casa Targaryen al casarse entre sí. El príncipe Aemond también se casó con un hombre valyrio, teniendo hijos con él como lo hicieron los padres de Aegon el Conquistador. El príncipe Daeron se casó con el príncipe Joffrey.

— ¿Aegon y Helaena no se casaron porque Alicent pensó que así le convenía? ¿No los casó la reina porque menosprecia a mis nietos? Aemond habría logrado lo mismo y conseguido mucho más si se hubiera casado con Lucerys como era mi deseo. En cuanto a Daeron, mi hijo menor y Joffrey lo hicieron bien por sí mismos.

Rhaenyra sentía que su garganta ardía.

Su padre no estaba ciego a las maquinaciones de su segunda esposa, después de todo, ¿pero por qué no había hecho nada?

—La reina sólo ha hecho lo que considera mejor para la Corona, Su Gracia —Otto estaba encontrando difícil mantener bajo control su ceño fruncido y la calma en su voz.

Ella esperaba que estuviera entrando en pánico en su interior.

—Mi amor, mi rey, mis intenciones nunca han sido maliciosas —la reina lo miró casi con desesperación, sus uñas estaban clavadas en los brazos de Aemond, quien parecía querer gritar y no por el agarre de su madre.

—Oh, Alicent —su padre la vio con lástima —. El color que usan ni siquiera es uno de los colores de Casa Hightower. No soy tonto, mi señora, estoy consciente de la declaración de guerra que has hecho contra mi hija, lo sé desde que entraste vestida de verde a la primera boda de Rhaenyra.

Todos los Verdes se veían aterrorizados.

Otto incluso dio un paso atrás.

Ser Harrold dio un paso en su dirección como respuesta.

— ¿Por qué? —Rhaenyra apenas reconoció su propia voz —. ¿Entonces por qué les has permitido tanto, padre?

Su padre le dio una mirada de disculpa por un instante antes de endurecerse de nuevo.

—Tontamente creí que tu madrastra, tus medios hermanos y mi Mano finalmente reconocerían su lugar, su posición, y la aceptarían.

— ¿Nuestro lugar? —siseó Aemond con furia.

Su padre, el padre de ambos, lo miró, pero no le respondió. En cambio, regresó su atención a Alicent.

—No puedo nombrar mi heredero a Aegon, no puedo hacerlo rey, por eso te he permitido acomodar mi fortaleza a tu gusto, por eso no te he castigado por tus interferencias en mis decisiones, por eso te he permitido dirigir y tomar decisiones por tu cuenta, por eso tu padre es mi Mano. Tu hijo no será rey, así que te he dado más en otros aspectos.

Ahora Rhaenyra era quien quería gritar.

¿Por eso él permitió que humillaran a su hija mayor en su propia casa?

¿Por eso él permitió que susurraran cosas terribles sobre sus nietos?

— ¡¿Por eso no castigaste a ese maldito chico por cortar el ojo de Aemond?! —había lágrimas furiosas en el rostro de Alicent.

—Por eso no te castigué cuando cortaste a Rhaenyra con mi propia daga —fue la respuesta de su padre.

Rhaenyra no se dio cuenta del momento en que Daemon rodeó su cintura con un brazo y, con el otro, a Lucerys a través del pecho, atrayéndolos contra él.

—No me veas así, Otto. No puedes pensar que no sé lo que sucede en mi propia familia —dio golpecitos a la mesa con sus dedos —. No puedes pensar que tu facción tiene una oportunidad contra mi hija.

Él entonces paseó su mirada de nuevo, deteniéndose en Lord Hightower, en Lord Lannister, en Vaemond Velaryon, en Larys Strong y en varios miembros del Consejo.

—Aegon no quiere ser rey, eso también lo sé —dijo, mirando a Aegon, quien se atragantó con vino por la repentina atención —. Y aunque así fuera, sólo tendría dos dragones capaces de ir a la batalla, mi querida Helaena es demasiado amable para llevarse a sí misma y a su dragón a tal destino. Rhaenyra tiene su línea asegurada y ha comenzado a trabajar por el reino; ella también tiene a la Casa más rica de los Siete Reinos de su lado, tiene el Valle, las Tierras de la Tormenta, el Norte y a Dorne.

Por un momento, años atrás, Borros Baratheon se vio tentado por los Verdes, por un príncipe Targaryen para una de sus hijas. Sin embargo, primero, la misma Alicent rompió esa posible alianza cuando escogió a Daemion Velaryon sobre una de las Cuatro Tormentas y, después, Daeron la destruyó por completo al huir con Joffrey cuando su madre lo ofreció como compensación. Lord Borros tampoco podía estar muy conforme con el lado de Rhaenyra, pero mientras la Princesa Rhaenys viviera para asustarlo, se mantendría en línea.

El Norte estaba con ella gracias a Jacaerys, quien se convirtió en el hermano jurado de Cregan Stark un par de años atrás y con quien había pactado casar a una de sus posibles hijas con el futuro Señor de Invernalia.

Dorne no era una seguridad completa, no con las hijas de su príncipe ni cerca de la línea de sucesión, pero en el peor de los casos permanecerían neutrales y, en el mejor, podrían enviar una pequeña fuerza a favor de Rhaenyra.

Las Tierras de los Ríos permanecían neutrales, pero podrían contar con varias Casas para su lado, como Casa Blackwood, cuyo lord había estado bastante enamorado de Lucerys. Si Benjicot Blackwood hubiera seguido soltero cuando el compromiso de Lucerys y Aemond se rompió, Rhaenyra no dudaba que él hubiera dado un paso al frente para pedir la mano de Lucerys. Ahora, Lord Blackwood sólo mantenía una respetuosa admiración y debilidad por la Luz de los Siete Reinos.

Las Tierras de la Corona podrían dividirse, mientras que el Este y el Oeste ya estaban más inclinados hacia los Verdes. El Dominio era de esperar y los Lannister, bueno, Rhaenyra sólo podía imaginar lo que les prometieron. Una princesa como Dama Lannister, tal vez, incluso una leona dorada como reina si estaban tan desesperados.

Los susurros comenzaron tras las palabras del rey.

Miembros de ambas facciones, así como los neutrales, comenzaron a discutir entre ellos las posibilidades.

Aegon carraspeó y se puso de pie, un poco tambaleante.

—Hagan de eso un dragón menos —hizo un gesto con la mano hacia Alicent y Aemond —. No quiero ser rey. En este momento renuncio a mi lugar en la sucesión, me declaro fuera de ella —miró hacia Helaena, quien le devolvió la mirada —. Jaehaerys y Jaehaera también están fuera.

— ¡Aegon!

— ¡Silencio, muchacho!

Fueron los gritos de Alicent y Otto.

—Si quieren continuar con su juego, tienen a Aemond —Aegon se chupó los dientes y miró con ojos más vivos de lo que Rhaenyra recordaba haberle visto en mucho tiempo a su madre y abuelo —. No que sea un mejor candidato, sólo tiene hijas, lo que va contra toda su propaganda sobre que sólo un heredero varón debe gobernar. ¿No sería muy hipócrita seguir adelante con ellas a pesar de todo?

— ¡Cierra tu maldita boca, Aegon! —bramó Aemond, intentando ir hacia él, pero Alicent seguía firmemente agarrada a sus brazos.

— ¡Daemion todavía puede darle hijos varones al príncipe Aemond! —Vaemond se levantó con estrépito, olvidando que era a un príncipe de sangre a quien estaba gritando.

Aegon se encogió de hombros.

—Sí, él puede, pero no tendría dragón como sus hermanas —el silencio se hizo de nuevo —. Quiero decir, lo que el rey ha dicho es cierto, padres mestizos sólo pueden tener hijos mestizos. Mis sobrinas sólo tienen una pizca de sangre valyria, mi futuro sobrino hipotético tendrá lo mismo.

Hizo una pausa y regresó su atención a Aemond.

—No tendrías este problema si te hubieras casado con Lucerys, como estoy seguro que querías —chasqueó con la lengua —. Lástima que seas un hijo tan obediente.

Si las miradas mataran, Aegon ya estaría muerto bajo el ojo furioso de Aemond.

La tensión era pesada.

Todos veían entre ambos hermanos, robando uno que otro vistazo a la rama secundaria de Casa Velaryon. Aegon acababa de avergonzar también a Daemion, pintándolo como el esposo no deseado de Aemond.

Rhaenyra lo sintió por el chico, él sólo había sido una herramienta para Vaemond y estaba atrapado en un matrimonio que nunca había dado la impresión de ser feliz.

Jacaerys hizo un gruñido bajo en su garganta, claramente descontento por la insinuación de las intenciones de Aemond por Lucerys. Su hijo mayor no era ciego ni tonto, él también se había dado cuenta de la atención de Aemond, que seguía deseando a Lucerys.

—Pienso que está claro, pero en aras de disipar toda duda —Daeron rompió el silencio —: Yo tampoco soy un desafío para la princesa Rhaenyra. Mi apoyo es para mi esposo y su familia.

Él dejó claro que sólo era por el bien de Joffrey.

Rhaenyra respetaba eso y lo agradecía.

—Tienes mi lealtad, hermana —agregó por último, asintiendo hacia Rhaenyra.

Joffrey sonrió de esa manera salvaje suya y tomó la mano de Daeron con fuerza.

—Gracias, hermano, lo aprecio —le sonrió, solemne, pero sincera.

Alicent soltó un sonido extraño, algo entre un gemido y un lamento, también le lanzó una mirada roja, furiosa y desesperada, como si hubiera sido Rhaenyra quien robó a su hijo, quien cambió su lealtad.

—Ah, hijos míos —su padre comenzó a aplaudir y reír con regocijo.

Otto, todavía a su lado, estaba a nada de tener un ataque o de empezar uno. El hombre horroroso estaba al final de su cordura. Bien.

Su padre tardó varios momentos en recuperar la calma. Sus ojos se deslizaron por todos los presentes, una emoción sin nombre se apoderó de su rostro, entonces miró fijamente a Rhaenyra. Comenzó a caminar hacia ella.

Alicent estiró los brazos, como para intentar detenerlo, pero su padre la evitó. Otto lo llamó por su título y comenzó a caminar detrás de él. Ser Harrold y Ser Steffon se interpusieron entre él y el rey, creando una barrera mientras seguían caminando.

Finalmente, su padre se detuvo frente a ella.

Se miraron a los ojos por lo que se sintió como una eternidad.

—Seguiré el ejemplo de mis hijos —dijo, levantando las manos, llevándolas a su cabeza —. Aquí y ahora, con mi familia y la nobleza presente, como testigos, abdico a favor de mi hija.

Él levantó la corona de su cabeza, la corona del Conciliador, la corona del Pacificador, y la sostuvo sobre la cabeza de Rhaenyra.

Hubo gritos de sorpresa, de emoción, de horror.

Ella apenas los escuchó.

Los latidos de su corazón resonaban, atronadores, en sus oídos y su pecho se sentía apretado, ardiente.

El agarre de Daemon en su cintura se apretó, la mano de su Lucerys en la suya era muy cálida y firme. Sintió que Jacaerys tomaba su otra mano, afianzándola también a la realidad.

Estaba sucediendo.

—Yo, Viserys Targaryen, Primero de Mi Nombre, cedo la corona y el Trono de Hierro a Rhaenyra Targaryen, una vez Princesa de Rocadragón.

La corona estaba en la cabeza de Rhaenyra.

Su padre dio un paso atrás.

— ¡Todos saluden a la Reina Rhaenyra Targaryen, Primera de Su Nombre, Reina de los Ándalos y de los Rhoynar y de los Primeros Hombres, Dama de los Siete Reinos y Protectora del Reino!

Un momento de quietud.

Entonces:

— ¡Larga vida a la reina!

Alguien gritó y muchos más siguieron.

— ¡Larga vida a la reina!

Su padre, todavía frente a ella, inclinó la cabeza.

La reverenció.

Rhaenyra se estremeció.

A lo lejos, los dragones rugieron.

 

Notes:

Agárrense que aquí viene la avalancha de notas:

1. Aegon fue el primero en gritar "larga vida a la reina". Él también se fue de Westeros inmediatamente después de arrodillarse frente a Rhaenyra en su ceremonia de coronación. Mientras estaba en Essos, se encontró con cierto pelón y su caballero amante. Varios meses después, un Alyn de Hull apareció, presentándose como el bastardo de Corlys Velaryon; reclamó a Seasmoke y se mudó a Dragonstone para servir como caballero jurado de los príncipes de Dragosntone (se rumorea que el amigo que siguió sus pasos es su amante).

2. Las primeras ordenes de Rhaenyra como reina fueron: 1)enviar a Alicent y Otto de vuelta a Oldtown, sin títulos ni honores; 2)anular el matrimonio de Helaena y Aegon, manteniendo el apellido de los mellizos; 3)destituir a Criston Cole como Guardia Real.

3. Cuando se descubrieron las tramas secretas de los Verdes, principalmente el terrible crimen de Larys Strong, la Corona quitó señoríos y los repartió a sus aliados. Harrenhall, el castillo como el señorío, fueron otorgados a la princesa Daemma Targaryen Velaryon, la hermosa niña que nació luciendo muy Velaryon.
Daemma creció para ser tan intrépida como su abuelo y tan dulce como su bisabuela, haciendo verdadero honor a las personas por quienes fue nombrada.
***Cumplir el Pacto de Fuego y Hielo recayó en la segunda hija de Jace y Luce.

4. Con el paso de los meses, el cabello de Laenys y Vael se transformó en los rizos Velaryon y sus ojos favorecían el violeta de los caballitos de mar más que el violeta de los dragones.
Jace o Luce podían ser verdaderos hijos de Laenor, tal vez ambos, tal vez fue la herencia de Alyssa y Vael que finalmente apareció. Ustedes deciden.

5. Vael Velaryon, en este universo, es la versión masculina de Valaena Velaryon.

6. Los hombres de sangre valyria pueden tener hijos con otros hombres valyrios.

7. Rhaena y Helaena se casaron y se mudaron a Stepstones, donde gobernaron como las Damas de Piedrasangre. Rhaena nombró como su heredera a Rhaella, su sobrina, quien más tarde se casó con Jaehaera. Quien, a su vez, nombró a una sobrina de sangre Velaryon como su sucesora, transformando así a Piedrasangre en una Casa matriarcal.
Rhaena logró lo que su ancestro, la reina Rhaena, no pudo y seguramente deseó.
***El huevo de Rhaella nunca eclosionó, pero se vínculo con Cannibal.

8. Daeron y Joffrey nunca tuvieron hijos, por elección, tampoco se asentaron permanentemente en ningún lugar. Hicieron su vida viajando por el mundo y mimando a sus muchos sobrinos y sobrinos nietos.

9. Vaemond fracasó en sus planes. Baela gobernó como Dama de las Mareas por muchos años, su hija Laena la sucedió y su nieto Lucerys vino después.
No hubo un Lucerys de Piedrasangre, pero sí un Lucerys de Marcaderiva, como siempre debió ser.

10. Aemond vivió amargado toda su vida, viviendo en una pequeña mansión en Marcaderiva, protegiendo a sus hijas, paseando por la isla que tuvo la oportunidad de gobernar con el amor de su vida y que desperdició por abrazar el veneno de su madre.
***Aemond no odió a Lucerys ni estaba obsesionado por cobrar una deuda. En realidad, estaba obsesionado con Luce porque estaba encantado por su espíritu protector, su dulzura y su belleza. Lástima que sea un niño de mamá.
Y como Aemond es malo para demostrar sentimientos, su actitud con Lucerys parecía negativa para los demás, por eso Rhaenyra dice que él sólo se burlaba y menospreciaba a Luce.

11. Rhaenyra tuvo un reinado largo y próspero, Jacaerys y Lucerys uno muy estable, donde nadie pasó hambre, donde el trabajo no escaseaba y todos eran felices y saludables.
Una larga línea de reyes y reinas vino después, cada uno de ellos con la posibilidad de casarse con alguno de sus muchos parientes con sangre valyria repartidos por todos los Siete Reinos.

12. Que Viserys no los engañe, él todavía es un gran imbécil.

Creo que eso es todo; cualquier duda, procuraré responderla en comentarios.

¡Gracias por leer!

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