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¿Un simple gato?

Summary:

Lucifer Morningstar solo anhela que las cosas se estén como siempre tras la partida de su esposa. Después del divorcio, ella dejó a su hija, Charlie, bajo su cuidado y se fue sin mirar atrás. Lucifer pensó que sería mejor no contarle a Charlie toda la verdad, pero pronto descubre que su hija es más perspicaz de lo que imaginaba.
A pesar de sus esfuerzos, Lucifer siente que no logra brindarle a Charlie la atención que merece; el peso de sus propios pensamientos y dudas se convierte en un obstáculo constante.
Sin embargo, cuando Charlie le pide algo inesperado, ese simple gesto podría cambiar sus vidas en formas que él no había previsto.

Notes:

¡Hola! Es mi primer fanfic Radioapple, que ilusión :D
Es todo un honor contribuir en el shipp. En realidad lo hice dedicándoselo a una persona pero le pareció bien que lo compartiese de esta forma, así que espero que os guste :)

════ ⋆★⋆ ════
Importante para el capítulo:
Lo que se encuentra en cursiva es un recuerdo.

Chapter 1

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 

— Papá, ¿por qué aún no llega mamá?

 

— No te preocupes, cariño. Seguramente haya... Un atasco. Sí, eso.

 

— ¿Hay atascos en el infierno?

 

— Claro, hay coches, ¿no?

 

— Pero yo no suelo ver muchos por la calle. Y vosotros no tenéis uno.

 

— Tenemos uno por si acaso, simplemente no lo usamos mucho... 

 

— ¿Y por qué cogió entonces el coche?

 

— Char-Char, ¿por qué no juegas a.… algo?

 

— ¿Juegas conmigo?

 

— No, ya sabes que tengo cosas que hacer. 

 

El padre acarició a su hija. Le dolía verla así. 

Su apreciada hija había agachado la mirada. Pero ya le había explicado muchas veces porque no podía pasar tiempo con ella.

 

La pequeña Charlie lo miró y dudó en acercarse, sin embargo, Lucifer se alejó sonriéndole. 

 

— Venga, ve. Yo te avisaré.

 

No le quedó otra que solo asentir y salir del despacho de su padre.

 

Una vez solo, suspiró mirando dirección al cielo a través de la ventana que tenía a su izquierda. Se apoyó en una mano y se contuvo de llorar.

 

Debía ser fuerte por Charlie.

 

Hace tan solo unos meses iba todo tan bien...

O...

Eso cree...

 

﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋

 

 

— Lucifer... ¿En serio te quedarás aquí encerrado por esos pecadores que no sirven para nada? 

 

— Si es necesario, sí. Sé... Sé que puedo encontrar otra forma de hacer las cosas más...

 

— Estoy harta de que antepongas todo eso antes que a mí.... Y Charlie — Lucifer puso los ojos en blanco y apartó la mirada la escuchar aquellas palabras.

 

— Sois lo más importante para mí, Lilith. Habló en serio. Si hago todo esto es para que nosotros... — usó un tono bajo pero lo suficiente alto para que ella lo escuche. Pero fue interrumpido por un golpe en la mesa.

 

— ¡Y yo te he dicho que es suficiente con lo que estoy haciendo! No has visto que con cantarles un poco ya los tengo comiendo de mi mano — le agarro de la barbilla para que la mirara lo suficientemente fuerte para que no se mueva. — Ya no estás en el cielo ni estamos ligados a ellos. No hay necesidad de ser buenos ni hacer feliz a los asquerosos demonios que hay aquí. Aquí nada es mariposas ni arcoíris — lo suelta de golpe apartándose, mientras él intenta no caerse por el empujón. — Tanto pecadores como diablillos... Ninguno puede cambiar. La única manera es comerles la oreja y aceptarán todo lo que tú digas... Y entonces... — de repente, sus ojos se volvieron rojos y dejó ver sus afilados cuernos. Levanta la mano y enciende fuego en la palma que luego aplasta enseñando una gran sonrisa.  — Te he dado muchísimas oportunidades. Prefieres sumergirte en tus absurdos sueños y ni siquiera dejas que Charlie sepa. Porque hasta tú sabes lo absurdos que son... Estaré en el salón por si cambias de opinión, no te quejes luego cuando ya no esté.

 

Lucifer desde que vio aquella sonrisa ya no la miraba. 

Pasos de tacones sonaron hasta que se cerró la puerta. Silencio de nuevo.

¿Y si... ella tenía razón?

Tal vez... Debía rendirse...

 

Toc-toc- tooooc

 

Se limpió las lágrimas que estaban cayendo por sus mejillas rápido. Solo una personita toca así.

 

— ¡Papá, Papá!

 

— ¡Char-Char!

 

La niña corrió a los brazos de su padre, que él recibió alegre.

 

— Mira el dibujo que hice.

 

— Oh...

 

Era su madre con notas musicales a su alrededor. Charlie a su derecha contenta y él algo apartado, pero también sonriente.

 

— Mamá está cantando para hacer feliz a todos nuestros ciudadanos. Yo estoy aquí yyy tú, quería dibujarte haciendo lo que haces, pero... Bueno, estás feliz porque seguro que es algo que te gusta, como siempre estás aquí.

 

— Gracias patito, me gusta mucho. Y no te preocupes, algún día te contaré una historia. Aún tengo que terminarla y... Decidir ciertas cosas.

 

Ella le enseñó una gran sonrisa — Que curiosidad. Continúa papá, quiero saberla y ¡espero que tenga un final feliz! ¡Ahora iré a mostrárselo a mamá! ¡Suerte!

 

Salió corriendo contenta cerrando la puerta, atrayendo de nuevo el silencio.

 

Final feliz...

 

— Tengo que continuar. Gracias Charlie.

 

 

﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋﹋

 

Lo que no se esperó fue que aquella mujer a quien quiso y aún siente cierto cariño, no mintió. Se fue al día siguiente sin decir nada.

Ante la duda de que volviera, le repetía cada día a su pequeña que volvería algún día. 

Cuando Charlie empezaba a sospechar, le decía un día en concreto, pero que luego le surgía algo muy importante. 

Quizás, debido a su edad, no tenía problema de sobrellevar la situación.

 

Hasta que un día, volvió.

Y, aunque él al segundo la recibió con los brazos abiertos y sin intención de pedirle explicaciones. Ella tenía otra idea.

En privado, le pidió el divorcio.

Intentó que cambiase de opinión, pero solo recibió un "no" como respuesta.

No insistió más. No le rebatió. No sonrió. No expresó lo que sentía ni lo que pensaba. Solo asintió y le agradeció por lo más bonito de su vida y todo vivido junto a él.

Una vez solo, hizo todo lo que no hizo cuando la tenía de frente.

 

Notes:

Como habréis notado, en esta alternativa Lilith no se lleva a Charlie y la deja con Lucifer.
Por ello, este capítulo es más para dar contexto.

¡Hasta el próximo capítulo!
Gracias por leer :)

Chapter 2

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Años después, aunque Charlie parecía acostumbrarse a la separación de sus padres, quizás por su edad, no decía nada al respecto.

 

Charlie tenía diez y medio y su madre, que se había ido por un trabajo, no volvía.

 

Había pasado bastantes meses y no sabían nada de ella.

 

Esta vez, para Lucifer no fue tan difícil ocultárselo a su hija puesto que no hizo falta. 

Sin embargo, nunca habló mal y dejó que Charlie pensase algo malo relacionado a su madre.

 

Sin embargo, la carga del día a día pesaba. Le costaba adaptarse a ocuparse de todo otra vez. No sabía si era porque realmente tenía más trabajo o porque simplemente no encontraba las ganas de enfrentarlo. Con magia sería mucho más sencillo, pero si quería educar bien a Charlie, debía ser un ejemplo. Así que intentaba motivarse con eso.

 

Poco a poco, intentaba que todo fuera mejorando.

Cuando Charlie estaba cerca, hacía las tareas del hogar de manera normal; cuando no, recurría a la magia. Preparaba todas las comidas y se esforzaba por estar presente en lo que ella necesitara, aunque gran parte del tiempo acababa dedicándoselo a su propio trabajo.

 

Todo irá bien.

Eso quiere creer.

 

— ¿Qué pasó al final con Lilith?

 

Lucifer estaba preparando pancakes mientras atendía una llamada. Ante la pregunta su expresión cambió a una triste al recordar lo que tanto le estuvo atormentando.

 

— Desapareció. Después del divorcio venía de vez en cuando y llevaba a Charlie a... — dio suspiro y apoyo su mano en su frente. — El caso es que no ha vuelto. Nadie tampoco sabe dónde está. 

 

— Oh, ¿entonces os divorciasteis de verdad? Pensaba que eran rumores de los medios... Menuda suerte.

 

— Stolas, ¿para qué me has llamado? Esto no es gracioso.

 

La pequeña risa del búho se silenció al oír a uno de sus pocos amigos.

 

— Lo siento, Luci. No sabía que lo estabas pasando mal. Es decir, la última vez que hablamos fue la semana pasada y todo estaba genial, eso me dijiste.

 

— Agh... Tranquilo, tienes razón. Es solo que, ya pasó un mes de eso y... No sé, supongo que pensé que volvería...

 

— Si quieres, puedo ir... Y puedo llevar a Vía para que juegue con Charlie.

 

— ¿Vía no es muy pequeña? gracias, pero últimamente estoy ocupado.

 

— Y ¿cómo está Charlie? Supongo que la acompañas mucho ahora, ¿no?

 

— Eh... En realidad, le preparo las comidas para cuando pueda, coma, mientras continuo con el traba...

 

— ¡Lucifer! ¿Cómo puedes hacer eso? Su madre no está y, aunque también lo estás pasando mal, no tienes que dejarla. Seguramente ella lo esté sufriendo igual o más que tú.

 

— No sé qué más hacer Stolas... Esto es demasiado.

 

— Charlie está en una edad muy importante. Está a las puertas de la pubertad y la adolescencia. Es crucial ayudarla y apoyarla.

 

Con una mano se tapó parte de la cara.

Más bien Charlie aún no se había despertado. 

Lucifer se tapó el rostro con una mano. En realidad, evitaba pasar tiempo con su hija para no enfrentarse a sus propios sentimientos, pero Stolas tenía razón. ¿Desde cuándo había comenzado a alejarse de lo único que le daba sentido a su vida?

 

— Gracias, Stolas.

 

— Mmm... Seguramente esté enfadada contigo. Intenta hablar con ella y averiguar qué es lo que más desea o necesita ahora mismo. Quizás solo quiera que pases más tiempo con ella. Luego solo sería darle la atención que necesita.

 

De pronto oyó pasos del pasillo.

 

— Muchas gracias Stolas, seguiré tu consejo. Adiós.

 

Tras una despedida y un "no hay de qué, suerte" del búho. Colgó.

 

La pequeña niña llegó.

Cuando pasó el umbral, bostezó y sentó en su sitio de siempre.

 

— ¡¡Buenos días patito!! Dime, ¿cómo dormiste? — Lucifer sonriendo, colocando los pancakes frente a ella, con formas de patitos.

 

— Bien... ¿vas a comer también?

 

— ¡Sí! ¿Te gusta? Traje chocolate, nata... 

 

— Sí, no te preocupes. Puedo servirme, gracias, papá.

 

Lucifer notó algo diferente en su tono, pero decidió no insistir. Seguramente a eso se refería Stolas con que estaría enfadada.

Pero es más difícil de lo que pensaba. 

 

Charlie se percató de ciertos nervios en su padre, así que dejó a un lado los cubiertos, se limpió la boca con la servilleta y lo miró.

 

— Papá, ¿te sientes bien?

 

Aquella simple pregunta significó mucho a Lucifer, lo conmovió profundamente.

 

— Oh, Char-Char, gracias — acaricia la mejilla de su hija. Ella pone su mano sobre la suya.

 

— Dime la verdad, papá.

 

Lucifer, que ya estaba derritiéndose por dentro por su ternurita — Es solo que quiero pasar tiempo contigo, pero... No sé cómo.

 

Ella sonríe — Ya lo estás haciendo.

 

— Más tiempo — aleja su mano lentamente a la vez que hace una sonrisa que parece más una mueca algo triste.

 

— Mmm... No sé... Mamá es que me llevaba a sitios. Pero tú ni siquiera... — dice y mira hacia su despacho.

 

— Lo compensaré, lo prometo. ¿Qué... Qué es lo que más deseas?

 

— ¿Lo que más deseo? ¿Estás seguro? — se ríe.

 

— ¿Seguro? ¿Acaso quieres gobernar el mundo o algo? Jajaj 

 

Ambos ríen. 

 

— No jajajaja. Es algo que pedí a mamá, pero no quiso.

 

— Pues yo te lo daré.

 

— ¿En serio?

 

— Sí, mi patito. Lo que sea que tú me digas y pidas.

 

 

≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫

 

 

Cruzaron aquella gran puerta doble. Al tratarse de la realeza la dependienta les atendió rápido dándoles el catálogo que usualmente no dan.

 

— Este es bonito... ¡Oh! Mira este, es tan adorable... 

 

— Hija... ¿Estás seguro que quieres una mascota? Es mucha responsabilidad y... Ninguno de aquí parece de nuestra altura. ¿Ya te dije que con un chasquido puedo hacer aparecer uno? Conozco a...

 

— No papá. Ya te dije que quiero adoptarlo. Son animales que los abandonaron. Están solos, piensan que su soledad es lo único que tienen y, en cambio, solo quieren una familia. Amor.

 

¿Cómo podía caber tanto corazón en alguien tan pequeño?

 

— Está bien, perdona patito. Tienes razón. Dime, cuál prefieres.

 

— Mmmm.... ¿Un Can infernal? Mira que chiquita... "Loona" siete años. Abandonada por... 

 

La interrumpe Lucifer. — No no, que sea pequeño. Los Canes infernales crecen muchísimo. ¿Un insectoide? — no oye una respuesta. Aparta su mirada del catálogo. —¿Charlie? —  había desaparecido de su lado. 

 

Miró a los lados. — ¡¿Char-Char?!

 

Caminó por toda la entrada y no la ve. Empezó a hiperventilar. — ¡¿Chaar-

 

Oye una risa. A los segundos, la risa se hace más fuerte y continúa. Sin duda es su niña. Sigue la voz. Venía del pasillo.

 

Cuando pasa por el pasillo ve a su hija mirando a un... ¿Gato? 

¿Eso era un gato?

Estaba... Mal hecho y llevaba un... 

 

— ¿Lleva un monóculo?

 

— Sí. ¿No es adorable? ¡Papá! Ya me decidí, quiero ese gato, pero no deja que lo toque.

 

Riéndose, corre a agarrarlo, pero el gato se aparta dando movimientos bruscos como si estuviera molesto o ¿poseído?

 

— ¡Cuidado, hija! Ese Gremlin te puede sacar un ojo. — mira a los lados y llama a la dependienta. — Disculpa, ¿en serio eso es un gato?

 

— Realmente... No tenemos ni idea. Pero mi señor, estamos en el infierno. ¿Qué esperaba? 

 

— Pues...

 

— ¡Yo quiero este papá! — sigue corriendo detrás de él.

 

De repente, el gato salta a los brazos de Lucifer. 

 

— ¡Le gustas papá! ¿Podemos quedárnoslo? ¡Es pequeño! Además... Es lo que más deseo.

 

Suspira — Está bien... Bienvenido — lo mira y, al mismo tiempo, el gato se gira para mirarlo.

 

Mientras Charlie saltaba de alegría y se acercaba a la dependienta para pedir todo lo necesario para cuidar al nuevo miembro de la familia, Lucifer y el gato intercambiaban miradas intensas. Era como si, a través de esos ojos extraños, el animal intentara comunicar algo que él no lograba descifrar.

Notes:

Cualquier crítica constructiva será bien recibida :)
¡Hasta el próximo capítulo!
Gracias por leer!!

Chapter 3

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Desde que llegaron a casa, Charlie no se despegó de ese "gato".

Después de salir de aquel lugar, el extraño animal finalmente se dejó agarrar por ella, lo que facilitó mucho el camino de vuelta. Aunque temiera por las pequeñas manos de su hija, ver su felicidad desbordante fue suficiente para permitirle quedárselo.

En cuanto abrió la puerta de casa, Charlie se adelantó corriendo con el gato raro ese en brazos.

 

— ¡Papá te quiero! ¡Lo cuidaré! ¡Te lo prometo! ¡Ya no estaré sola...!

 

Lucifer cerró la puerta con una gran sonrisa. Pero en cuanto esas últimas palabras llegaron a sus oídos, algo en su interior se tensó. Mientras Charlie desaparecía en el otro salón, él se quedó inmóvil, incapaz de describir lo que sentía.

Por un lado, estaba feliz de verla contenta; por otro, los motivos eran dolorosos. Por mucho que intentara darle todo lo que deseaba, seguía sintiendo que no ocupaba el lugar que debería en su vida.

 

Quizás si...

 

Se asomó al salón. Charlie había colocado al gato sobre un coche de juguete y, al otro lado, organizaba lo que parecía ser una especie de... ¿tetería?

Había una mesita cubierta con pequeñas tazas desparejadas y platos pintados a mano por Charlie. Había colocado muñecos y peluches como invitados de honor seguramente como bienvenida al gato mal hecho.

 

¿Y ahora qué debería hacer? 

 

Ella estaba tan concentrada en su juego que él no sabía cómo unirse.

Temía arruinar el momento. Además, ¿de qué serviría?

Observó cómo el gato lo miraba fijamente, como si lo juzgara por su indecisión.

Antes de que Charlie notara su presencia, se retiró a su despacho.

No tiene sentido darle vueltas a esto. Seguirá con sus asuntos y punto.

Sí, eso hará.

 

 

≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫

 

 

Zzzzzzz

Hhmmg... Hmmmg...

Le pica la nariz... Siente que algo lo roza.

Algo le picaba la nariz. Se frotó lentamente mientras se incorporaba, todavía aturdido. Al abrir los ojos, se encontró cara a cara con ese gato mal hecho.

¿Qué hace aquí?

 

— Eeeh... ¿A qué has venido...?

 

Se mueve hacia un lado al notar algo en su pelaje. Era una etiqueta de esas que suele poner el nombre del propietario. Estaba pegada en el collar que le habían comprado en caso de perderse. Ponía "Alastor".

 

— ¿A-las-tor? ¿Ese es el nombre que te puso Charlie? Jajaja vaya nombre... — Alargó la mano para quitar la etiqueta, pero el gato esquivó el gesto y gruñó, enfadado.

— ¿¡Pero ¡¿qué?! ¡¿Acaso sabes quién so-...?! — Se detuvo, llevándose la mano al rostro para calmarse. Tras un suspiro profundo, murmuró  — Ahg... Es un gato, solo un gato... — aunque su voz se había calmado, vuelve a alzar la voz minutos después — ¿¡Ni si quiero comprendo porque llevas ese monóculo?! ¿Qué... eres... exactamente? 

 

Se aleja y le da la espalda. Vuelve a ponerse la mano en la frente y tras quedarse un rato pensando. Finalmente, suspiró, se giró y se sentó frente al gato.

— Perdona... Lo siento. Supongo que estoy algo... ¿irritado? Tal vez. Apenas salgo de aquí. Recogerte fue la segunda vez que salí desde... —Hizo una pausa, desviando la mirada—. Desde que intenté buscar a Lilith.

Bajó el tono de voz, casi hablándole al vacío.

Mientras Lucifer hablaba, el gato inclinó la cabeza, como si entendiera más de lo que debería. Sus ojos brillaban con una intensidad antinatural, y su sonrisa, aunque fija, parecía hacerse más amplia cuando mencionó el nombre de Lilith. Sin embrago, no le dio importancia y siguió soltando sus pensamientos.

— Pensé que tal vez la encontraría en los lugares que solíamos frecuentar, pero fue en vano. Me di cuenta de que ya no era solo tristeza... Apenas podía caminar o volar sin sentir que todos me miraban con resentimiento. ¿Pensarán que fue mi culpa que se fuera? Mi mente no deja de divagar...

 

Cuaaaack~

 

El sonido de un pato de goma lo sacó de sus pensamientos. El gato había presionado el juguete que estaba sobre la mesa, el mismo que había estado fabricando antes de dormirse.

 

— Oh, eh... Me has pillado ja ja ja. Últimamente es difícil trabajar. Sin embargo, de alguna forma, me reconforta hacerlos. — levanta ese pato en cuestión y lo mira con una sonrisa que luego se la traslado al gato rojo. Suelta una risilla — ¿Quién diría que estaría contándole mis problemas a un gato/demonio/con cuernos que se cree elegante con ese monóculo, que no deja de sonreír.

 

Se levanta y se estira un poco.

— Venga, que Charlie se estará preguntando dónde te has metido.

 

Lo tomó en brazos y caminó hacia el salón. Allí encontró a Charlie dormida en la mesita de su improvisada tetería.

 

—Oww...

Dejó al gato en el suelo, tomó a Charlie con cuidado y la llevó a su cama. La arropó con cariño, besándola en la frente. Sube al gato en la cama, pero un poco alejado para que no se le ocurra arañarla.

—Dulces sueños, patito... —Susurró. Antes de salir, lanzó una mirada seria al gato, que ya se había acomodado cerca de ella.

 

Vuelve a su despacho. De nuevo solo.

 

De vuelta en su despacho, la soledad lo envolvió de nuevo.

Los estantes estaban llenos de libros desordenados, algunos con páginas arrugadas por la humedad. Sobre la mesa, piezas incompletas de sus creaciones se mezclaban con herramientas olvidadas. En el rincón, una planta marchita le recordaba cuánto tiempo llevaba postergando el cuidado de todo, incluso de sí mismo.

Un suspiro.

Otro suspiro.

Se tapó la cara, repasando lo ocurrido. Por extraño que pareciera, hablar con el gato mal hecho lo había aliviado. Pero ahora... el peso volvía a instalarse en su pecho. 

 

Mmm... ¿de qué podría hacer ahora un pato...? ¿Termina el anterior?

 

Estaba a punto de retomar su labor cuando la puerta se abrió de nuevo.

 

 – Char-Char por... ¿¡Qué haces aquí de nuevo?! 

No era Charlie. Era el gato pesado. Con toda la indiferencia del mundo, caminó hacia su mesa, se tumbó y lo miró fijamente con esa eterna sonrisa.

 

– Deberías estar con Charlie... Bueno, tampoco me fío del todo. Bien, quédate. 

 

— Estoy haciendo... — empezó a mover sus manos mientras salían brillos. Parecía que se estaba formando una figura, sin embargo, a la mínima que se alzaba se desmoronaba. 

 

— Aaagh ¿por qué no me sale...?

 

Apoya la cara en la mesa. Levantó la vista y, como siempre, ahí estaba: la amplia sonrisa del gato espeluznante lo observaba con una intensidad inquietante. Por alguna razón, ese gesto permanente lo sacaba de sus casillas tanto como lo intrigaba.

Intentó extender la mano hacia él, pero el gato se movió a un lado con un gruñido bajo y afilado.

— Vaale, no te toco... — suspiró, reclinándose en la silla con una mano sobre el rostro. El cansancio pesaba en su mente. — Sé que... no lo merezco, ¿verdad? — murmuró. La sonrisa del gato no cambió, como si se burlara de él desde algún plano inalcanzable.

— ¿Por qué me muestro tan dramático ante este gato que ni le debe importar?  — espetó con una risa amarga. — Esto es patético. Seguro que es porque no he dormido bien en semanas...

Sus ojos volvieron a la figura roja, que seguía mirándolo fijamente, inmóvil salvo por el leve temblor de su respiración.

— ¡Pues que sepas que, si solicitan mi trabajo, será porque no soy tan malo! — alzó la voz, como si se defendiera de un juicio invisible. — Lilith decía que todas mis ideas eran absurdas, ¿absurdas? — soltó una carcajada seca, cargada de resentimiento. — ¡Al menos me preocupaba por algo! Ella... ella solo quería destruirlo todo. Y yo... yo solía creer que pensábamos igual.

Su voz se quebró al final. Cerró los ojos, apretando los puños sobre la mesa. Después de unos segundos de silencio, se levantó de golpe, incapaz de quedarse quieto. Caminaba por la habitación, agitado, dejando que las palabras fluyeran como si el gato fuera capaz de entenderlas.

— Parecía que todo iba genial. ¡Pero su ambición fue mayor que el mío! Sus duras palabras me hicieron pequeño ¡Ja! — se miró de arriba a abajo y se frotó la cara. — Aun así, intenté ver sus buenas intenciones. Intenté creer que sus intenciones eran buenas...

Miró al techo, como si buscara una respuesta que nunca llegaba.

— Pero no lo eran. Solo le importa una cosa. Abandonó todo con tal de conseguirlo.

Se dejó caer de nuevo en la silla, agotado por su propia explosión emocional. Su voz se suavizó, casi hasta un susurro.

— Yo... yo no pude hacer lo mismo. Escogí seguir con lo mío. Pero nunca he llegado a nada. Nunca lo he conseguido. Y... si sigo deprimiéndome así, terminaré deprimiendo a Charlie. Y eso... eso lo odiaría más que nada.

El silencio llenó la habitación, interrumpido solo por el suave rasguño de las garras del gato al mover sus patas. Lucifer levantó la vista para encontrar de nuevo esa sonrisa eterna.

— ¿Cómo lo haces? — murmuró, inclinándose hacia él. — He dicho tantas tonterías, pero... siento como si me hubieras quitado un peso de encima.

Con una sonrisa débil, se acercó un poco más, extendiendo la mano. El gato gruñó de nuevo, moviéndose hacia un lado justo antes de que lo tocara.

— Ups, vale, no insisto. — Rió suavemente y volvió a apoyarse en la mesa. — Gracias.

Una lágrima rodó silenciosa por su mejilla, y antes de que pudiera darse cuenta, el agotamiento lo arrastró al sueño.

El gato, todavía inmóvil, lo observó un momento más antes de levantarse con movimientos lentos. Se acomodó entre los brazos y el rostro de Lucifer, encajando perfectamente en el hueco que había dejado sin darse cuenta.

La sonrisa del gato permaneció, incluso mientras ambos caían en un descanso profundo, como si todo estuviera exactamente donde debía estar.

Notes:

Cualquier crítica constructiva será bien recibida :)
¡Hasta el próximo capítulo!
Gracias por leer!!

Chapter 4

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Un bostezo largo y melodioso rompió el silencio de la habitación mientras Charlie se desperezaba. Su cabello enmarañado y su camisón arrugado evidenciaban el sueño profundo del que acababa de despertar. Pero su ánimo cambió al recordar la emoción del día anterior: hoy no había colegio, lo que significaba horas enteras para jugar con Alastor , el nuevo miembro de la familia.

Se giró para buscarlo entre las sábanas, pero su cama estaba vacía. Frunció el ceño, levantándose con rapidez. “Debe estar en el salón”, pensó, grabando el lugar donde habían tocado por última vez. Pero al llegar, la decepción le dio la bienvenida: no había señales del peculiar gato.

La búsqueda la llevó por toda la mansión, recorriendo pasillos interminables y habitaciones silenciosas. Solo quedaba un lugar para revisar: el despacho de su padre. Caminó con cautela, notando que la puerta estaba entreabierta. Se asomó, apenas dejando que sus ojos captaran el interior, y lo vio.

Alastor estaba acurrucado en los brazos de Lucifer, ambos sumidos en un sueño profundo.

Un leve chirrido escapó de la puerta cuando intentó espiar mejor, y rápidamente se escondió detrás del marco. Pero notó cómo las orejas del gato se movieron, alertadas por el sonido.

Entonces se le ocurrió una idea. 

Aprovecharía que se despertó antes que su padre para ser ella quien prepare el desayuno.

 

──────✧──────

 

El ruido de pasos ligeros y pequeños golpes en la cocina despertaron al peculiar gato, quien movió su cola con desdén por la interrupción a su sueño en su cómoda posición.

Buscando quién fue el culpable sintió como Lucifer levanta la cabeza mientras bostezaba.

— Mmmh... Gatito, sigues aquí... — murmuró el rubio con la voz pesada de sueño. Instintivamente, llevó una mano al pelaje rojo y empezó a acariciarlo. Alastor, aunque quería apartarse, no pudo evitar rendirse ante la sensación inesperada. Cerró los ojos, inclinándose hacia la mano de Lucifer como si implorara que continuara.

Lucifer parpadeó varias veces, sorprendido tanto por la docilidad del gato como por su propia reacción. Una sonrisa ligera se formó en sus labios mientras seguía acariciándolo.

¿Por qué se siente tan... natural ahora? Ni siquiera le dejaba acercarse cuando llegó, pero después de soltar todas esas cosas, fue como si... lo hubiera comprendido. ¿Es eso posible? 

Pero el momento fue interrumpido por un golpecito en la puerta.

 

— ¿Papá? — La voz de Charlie se escucha al otro lado, clara y llena de entusiasmo.

Ambos, padre y felino, giraron la cabeza hacia la entrada.

 

— ¡Char-Char! ¡Buenos días! ¿Lista para el desayuno? — Algo en el tono inusualmente animado de Lucifer hizo que Charlie mostrara primero una expresión de sorpresa, luego a una triste en cuestión de segundos. Cuando pensó en preguntarle volvió a cambiar de expresión a una ¿alegre?

 

— Char-...

 

— ¡Papá, te hice el desayuno! Como no puedo hacer pancakes aún, preparé cereales.

 

— ¡Oow gracias, Charlie!

 

Lucifer se levantó, tomando al gato entre sus brazos con cuidado.

 

— ¡Oh! Te llevas mejor con Alastor. Ni a mí me dejó tocarlo casi.

 

— Sí, es bastante... Ehm... Sabe escuchar...? — ni él sabía muy bien que contestar. Pero sabía que le había ayudado mucho con lo simple que pareciera.

 

— Es un gato, claro que escucha, papá — Charlie levantó una ceja. — Ven.

 

Lucifer la siguió, llevando al gato consigo mientras pensaba en lo absurdo que debía parecerle a Charlie.

Pero para él, había algo inusual en ese animal. Había sentido su mirada, casi como si lo comprendiera.

 

≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫

 

Tras del desayuno, cuando Charlie salió corriendo a buscar sus juguetes, Lucifer se volvió a mirar al gato.

Alastor estaba sentado en el sofá del salón, con los ojos fijos en él. Un escalofrío le recorrió la espalda.

— ¿Qué? —preguntó en voz baja, casi sin darse cuenta. Alastor inclinó la cabeza como si realmente estuviera entendiendo, y entonces soltó un suave maullido... o lo que parecía más bien una especie de risa apagada. Lucifer quedó inmóvil.

No.

Son solo imaginaciones... ¿verdad?

 

— ¡Papáaa! ¿Juegas con nosotros? — salió de este transe y miró ahora hacia su hija.

 

— Sabes que tengo cosas que hacer, Char-Char — Charlie se dejó caer teatralmente sobre el sofá, fingiendo un desmayo exagerado. — Muy graciosa, sé que estás bie... — Lucifer se detuvo al notar que algo faltaba. Su mano viajó a su cuello vacío. — Charlie, ¿dónde está mi pajarita? 

 

— No la llevabas al desayunar.

 

— Pero si... — miró por la mesa de la cocina.

 

— ¡Ahí está!

 

Lucifer volvió rápido. — ¿Donde? 

 

— Lo tiene Alastor — Charlie señaló hacia la esquina del salón. Lucifer giró la cabeza y, para su consternación, vio a Alastor mordisqueando su pajarita.

 

— ¿Sabes, Charlie? Creo que mejor me compro un pack de pajaritas.

 

— ¡Sí! Y también unas para Alastor. Así podrá ser tan elegante como tú

 

— Ojalá mi elegancia no terminara llena de baba de gato — murmuró con un suspiro exagerado mientras Charlie reía. 

 

El gato soltó un maullido.

 

— ¡Ey! ¡Suelta eso!

 

Corrió hacia el gato, pero este, con movimientos ágiles, esquivó a Lucifer y se escondió detrás del sofá.

 

— ¡No te preocupes papá! ¡A por él!

 

— Charlie, no es necesario...

 

Lucifer intentó detenerla, preocupado por el desastre que podría armar, pero pronto se encontró sonriendo al verla persiguiendo al gato con risas contagiosas.

Algo en su interior se removió: una chispa olvidada que se transformó en el deseo de unirse.

 

— ¡Es muuy ráapiido! 

 

— Charlie, a veces cuando el objetivo es muy difícil...

 

— ¿Hay que rendirse?

 

— Nunca. ¡Hay que usar la cabeza!

 

— ¡Pero me haré daño en la cabeza!

 

— Quería decir, ¡hacer un plan! Si hacemos estrategias, ideamos una idea de atraparlo quizás lo consigamos. Lo importante es no rendirse y ¡volver a intentarlo!

 

— ¡Síii!

 

Sus palabras la inspiraron, y juntos, padre e hija idearon una forma de atrapar a Alastor. Lo que comenzó como una persecución caótica se convirtió en una tarde de complicidad y planes absurdos que terminaban en risas.

 

≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫

 

— ¡Vamos Alastor!

 

Charlie correteaba por el pasillo.

 

— Eh... — Lucifer se paró un momento para respirar. Se sentía tan agitado que se tumbó en suelo. Mientras seguía respirando fuerte.

 

— ¡Aaal suelo!

 

— ¡Uf! — Charlie se había tirado encima suyo aplastándole un poco al caer. A los segundos, el gato se unió haciendo lo mismo. — .... Charlie, te... Quería preguntar — habló como pudo, seguía agitado. — ¿Por qué... Le pusiste "Alastor"?

 

— ¿No te gusta?

 

— Bueno, me pareció raro. ¿Lo viste en algún dibujo animado tuyo?

 

— No no, lo escogió él.

 

—... ¿Cómo? — se sentó alertado.

 

— Pensé que como os llevabais tan bien, te lo habría dicho también — se levantó y le dio la espalda jugando con el gato raro.

 

— Charlie, los gatos no hablan, apenas hace esos ruidos extraños.

 

Charlie no le contestaba nada

 

— ¿Pasa algo patito?

 

— Perdona papá, es solo que tengo miedo...

 

— Char-Char... ¿Por qué dices eso? No hay nada que temer, estoy contigo — La abrazó, consolándola mientras ella sollozaba en su pecho.

 

—  Cuando vi que Alastor prefería estar contigo, me sentí molesta. Vi que le dabas más atención incluso le correspondías a su cariño. Aunque... también me gusta verte contento— dijo mientras sollozaba.

 

Lucifer apretó el abrazo al oírla y luego le quitó las lágrimas. — Tranquila patito, nunca te dejaría a un lado. Pero es normal esos sentimientos y no debes guardártelos. Me alegra que me lo cuentes — le besa las manos a su hija. — Supongo que estar aquí abajo nos vuelve más influenciables a los malos sentimientos o emociones.... Digamos que Alastor me dio un empujoncito a hacer algo que me costaba mucho. 

 

— Pero siempre puedes jugar cuando quieras conmigo.

 

— No es tan fácil, Charlie. La situación es... Difícil. Y papá a veces o casi siempre se sentía sin ánimos de nada. No quería que te preocupases por mí.

 

— ¡Yo te ayudaré papá! No te preocupes tú por mí y déjame ayudarte — La pequeña lo miró fijamente, con una determinación inesperada en sus ojos.

 

Lucifer quedó impresionado por su hija, esa mezcla de inocencia y fuerza que parecía iluminarla. Sin dudarlo, avanzando y la abrazó de nuevo, esta vez dejando escapar un suspiro de alivio.

Mientras ambos se sumergían en ese cálido abrazo, un peso en el suelo junto a ellos llamaron la atención de Lucifer. Al girar la cabeza, vio a Alastor, que se había acomodado a su lado.

 

— Parece que alguien también quiere atención. Eso quieres tú-tu-tú. — Lucifer comenzó a rascar suavemente la cabeza del gato, riendo ante la expresión de satisfacción del animal.

 

Charlie observó la escena en silencio, una amplia sonrisa comenzando a formarse en sus labios.

 

“ Quizás… quizás Alastor era el regalo que necesitábamos ambos ”, pensó. Nunca había visto a su padre tan feliz, tan risueño. Con mamá lo veía contento, cuando era pequeña, pero esto era diferente: había algo más genuino, más ligero en él. Cualquier emoción negativa desapareció, dejando solo un sentimiento cálido de gratitud.

 

Sonriendo, Charlie se recostó contra su padre mientras la risa de ambos llenaba el espacio, acompañado del suave ronroneo de Alastor.

Notes:

Cualquier crítica constructiva será bien recibida :)
¡Hasta el próximo capítulo!
Gracias por leer!!

Chapter 5

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Los días habían transcurrido como un susurro agradable, llenos de risas y una conexión que ninguno de ellos recordaba haber experimentado en años. Lucifer, Charlie y el curioso Alastor compartían juegos, desde carreras por los pasillos hasta complejas estrategias de escondite, el infierno se sentía más cálido.

Lucifer no recordaba cuándo fue la última vez que había creado algún pato más a su colección. Pero ahora, cada tarde, dejaba de lado sus preocupaciones para unirse al caos infantil que su hija y el peculiar gato creaban. Era como si una parte olvidada de sí mismo hubiera despertado, una que podía simplemente… disfrutar.

Y, por las noches, después de arropar a Charlie, Alastor lo seguía a su habitación. Allí, el rubio se permitía un desahogo íntimo, compartiendo con el felino desde trivialidades del día hasta pensamientos intrusivos que se escondían en los rincones de su mente.

Siempre me escucha... pensaba Lucifer, notando incluso pequeños gestos del gato que parecían respuestas. Una inclinación de cabeza aquí, un ronroneo suave allá.

Una noche en particular, tras la celebración de un año desde que Alastor llegó a sus vidas, Lucifer se encontraba cambiándose frente a él, hablando sin filtros como si el gato fuera su confidente más cercano.

— ¿Te gustó la tarta que te hicimos hoy? — preguntó quitándose la camisa, lanzándolo al respaldo de una silla. — Un año con nosotros... quién lo diría. — Rio entre dientes, recordando cómo Charlie había brincado de felicidad ese día. — Creo que hasta lo disfrutó más que en su propia fiesta de cumpleaños. — Se puso su característico pijama de patos y se dejó caer sobre la cama, apoyándose de lado para mirar a Alastor.

El gato lo observaba desde la esquina de la cama, como si entendiera cada palabra.

— No sé qué haría yo... sin ti — murmuró, sintiendo cómo su voz temblaba levemente. Se llevó una mano al rostro, sonrojándose como un adolescente nervioso. — Siempre hablo contigo y ahora... ahora me pongo así.

Intentó reír, pero el sonido se apagó en un suspiro. Se giró boca arriba y, tras unos segundos, comentó con tono jocoso:

— ¿Cómo lo hiciste, eh? Pusiste todo patas arriba... jejeje, claro, eres un gato. Patas arriba. — El intento de broma le hizo sentir ridículo, pero para su sorpresa, Alastor ladeó la cabeza, como si realmente lo estuviera analizando.

Lucifer se incorporó de golpe, sentándose con las piernas cruzadas.

— ¡¿Ves?! Entiendes lo que digo, ¿verdad? — exclamó, casi desafiante, esperando una respuesta imposible.

El gato, en cambio, solo lo miró con su eterna sonrisa y comenzó a acicalarse con total tranquilidad.

— Sonará patético, pero... — bajó la cabeza, rascándose el cabello mientras las palabras salían atropelladas. — A veces pienso cómo sería si no fueras un gato. No un animal, quiero decir... alguien con quien pudiera hablar realmente.

Se cubrió el rostro con ambas manos, avergonzado por lo que acababa de confesar.

— ¿Es... Es algo absurdo? — murmuró. Cuando apartó las manos, vio que Alastor ya le daba la espalda, concentrado en lamerse las patas.

Suspirando, Lucifer se acomodó en la cama, resignado.

— Supongo que son solo imaginaciones mías... Buenas noches, Alastor.

El gato, tras terminar su limpieza, se acercó al rubio y se acomodó cerca de su costado, ronroneando suavemente. Por algún motivo, eso fue suficiente para calmarlo, permitiéndole quedarse dormido con una ligera sonrisa.

 

≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫

 

Los días pasaron tranquilos, pero Lucifer notó a Charlie más callada de lo habitual. Planeaba preguntarle, pero fue ella quien se adelantó.

— Tengo una sorpresa para ti, papá — le dijo emocionada aquella tarde.

Esa noche, Charlie lo guio al patio trasero. Lucifer se sorprendió al ver el espacio decorado con luces de estrellas y cojines dispersos por el suelo. Peluches de patos y diablillos rodeaban la sala, mezclándose con juguetes que Charlie había dispuesto meticulosamente.

— Char-Char... ¡Esto es precioso! — exclamó, abrazando un peluche de pato con cuernos y sentándose en un sitio libre. — ¿Cuándo hiciste todo esto?

— ¡Gracias! — respondió ella, sentándose al frente feliz. — Lo arreglé hoy para algo especial.

 

Cuando Charlie dejó la carpeta de papeles sobre sus piernas, Lucifer la miró con intriga y una mezcla de ternura.

 

— ¿Listo para tu sorpresa? — preguntó Charlie con una sonrisa que reflejaba toda la emoción de una niña que lleva días guardando un secreto.

 

— ¡Estoy listo, patito! — respondió Lucifer, acomodándose.

 

Charlie rio ante su entusiasmo y, tras inspirar y espirar profundamente, comenzó a hablar.

 

— ¿Te acuerdas cuando me dijiste que me contarías una historia cuando era pequeña?

 

Lucifer ladeó la cabeza, intentando recordar. Sus ojos se iluminaron al cabo de unos segundos.

 

— Oh... La historia. — Su expresión pasó de nostálgica a ligeramente culpable. — Lo siento, Char-Char. Nunca la terminé. Han pasado tantas cosas...

 

Charlie negó con la cabeza con una sonrisa comprensiva.

 

— No pasa nada, papá. Lo comprendo. Así que la terminé yo.

 

Lucifer arqueó una ceja, sorprendido.

 

— ¿Tú?

 

— Sí. Como tú haces figuras para contar tus historias, yo dibujo.

 

Charlie sacó el primer folio, asegurándose de que no se dañara, y se lo mostró. Era un dibujo de una princesa rubia, con un vestido rojo, de pie entre un rey y una reina.

 

— Había una vez una princesa... Esta de aquí. 

 

— Una princesa muuy guapa.

 

— Papá, déjame seguir. 

 

— Perdona, continúa.

 

— Tenía a su mamá y a su papá. Pero...

 

— Mmm... Qué guapo es su padre, ¿no?

 

— ¡Papáa!

 

— Continúa, continúa. Ya me callo.

 

Pasó al siguiente dibujo. Ahora, la familia aparecía dividida, con un espacio vacío entre ellos.

 

— Pero, a pesar de parecer felices, no eran muy unidos. Hasta que un día, la mamá se fue.

 

Lucifer sintió que el pecho se le apretaba al ver la representación. Su mirada se perdió en el dibujo mientras Charlie continuaba.

 

— La princesa y el papá se pusieron muy tristes. Pero el papá sufrió mucho más, aunque no quiso decírselo a su hija.

 

Charlie cambió al folio siguiente. En este, se veía al padre sonriendo, mientras la hija lo miraba de reojo con expresión preocupada.

 

— Entonces, el papá hacía todo lo posible para que su hija fuera feliz. Pero... la princesa sabía que su papá no estaba bien. Así que una noche, pidió un deseo.

 

Charlie giró el folio, mostrando un dibujo donde la princesa miraba un cielo lleno de estrellas.

 

— Deseó con todas sus fuerzas que alguien ayudara a su papá a salir de su tristeza.

 

Lucifer sintió un nudo en la garganta. Se llevó una mano al rostro, frotándose los ojos para evitar que las lágrimas escaparan. Pero Charlie estaba tan concentrada en su historia que no se dio cuenta.

— Entonces... apareció un caballero.

 

Charlie mostró un dibujo de la princesa y el rey mirando sorprendidos a un caballero. El hombre llevaba un traje de color rojo con un monóculo y una sonrisa que era imposible de confundir.

Lucifer, al ver la figura, tosió, aturdido.

 

— ¡¿Un caballero!? — exclamó, atragantándose.

 

Charlie le lanzó una mirada severa.

— ¡Papá! Tienes que esperar a que termine.

 

— Lo siento, lo siento... Continúa.

 

Charlie cambió al siguiente dibujo, donde el caballero, la princesa y el rey estaban juntos y sonrientes.

 

— El caballero se había perdido y no tenía a dónde ir. Así que lo dejaron quedarse. Aunque al principio era un poco sospechoso...

 

Lucifer no pudo evitar una sonrisa al notar los pequeños detalles.

 

— Con el tiempo, los tres se llevaron muy bien. Tanto que ya no veía a su papá triste. La princesa estaba feliz porque ahora salían más, reían más... Y todo gracias al caballero.

 

Charlie sacó dos folios más, dejando uno bocabajo mientras sostenía el otro con las dos manos.

 

— Una noche, te escuché, papá...

 

Lucifer se detuvo en seco, mirándola fijamente.

 

— ¿Me escuchaste?

 

— Sí. Me asusté por un ruido y fui a tu habitación. Pero no me oíste. Cuando abrí la puerta, te vi junto a Alastor...

 

Charlie hizo una pausa, bajando un poco la mirada, como si dudara si debía continuar.

 

— Te escuché desear que pudieras hablar con él.

 

Lucifer no supo qué decir. Sus ojos se llenaron de ternura y asombro. Charlie levantó el dibujo: el caballero tomándole la mano al rey, quien parecía sorprendido.

 

— Papá, creo que tu deseo ya se cumplió. Solo falta un pequeño empujón.

 

Lucifer miró a su hija, maravillado por la forma en que entendía lo que él mismo no sabía expresar.

 

— Charlie, cariño... Esto es hermoso, pero no creo que...

 

Sin dejarlo terminar, Charlie giró el folio bocabajo y se lo mostró.

 

Era un dibujo del gato Alastor, con una flecha que lo conectaba al caballero rojo.

 

— No sé si funciona así, pero... ¿No te gustaría intentarlo?

 

Lucifer suspiró, tomando el dibujo y mirándolo detenidamente.

 

— Charlie, es solo un gato.

 

— Pero, papá, tú mismo lo has dicho antes... Alastor no parece solo un gato.

 

Lucifer se cruzó de brazos, mirando al animal que estaba cerca del borde de la ventana queriendo agarrar una mariposa demoníaca.

 

— Incluso si no fuera solo un gato... No es simple... Además, es un chico.

 

Charlie arqueó una ceja, confundida.

 

— ¿Y qué tiene eso de malo? — preguntó con un tono inocente.

 

Lucifer levantó las manos rápidamente, queriendo aclararse.

 

— No, no, no es que sea malo. Chicos con chicos, chicas con chicas, no tiene nada de malo. Es solo que... ¡Es un gato!

 

Charlie lo miró fijamente, como si estuviera evaluando si su padre estaba tratando de escapar de la conversación. Finalmente, suspiró.

 

— Eso no importa. Papá, a veces las cosas no son lo que parecen. Pero creo que, si lo dejas, la magia puede hacerte ver lo que realmente importa. Alastor te ha ayudado más de lo que piensas, ¿no es cierto?

 

Lucifer rodó los ojos.

 

— Sí, pero convertir un gato en algo más... Bueno, es un poco complicado.

 

Charlie mostró una sonrisa traviesa y sacó un libro que tenía guardado.

 

— ¡Pero no imposible! Mira lo que encontré entre los libros que me dió el tío Stolas.

 

Lucifer tomó el libro, leyendo el título en voz alta.

 

— "El Príncipe Sapo"... ¿No es la historia de Tiana y el sapo?

 

Charlie asintió con entusiasmo.

 

— ¡Exacto! Solo necesitamos un beso, como en el cuento.

 

Lucifer se llevó una mano al rostro, mirando a Charlie con una mezcla de incredulidad y resignación.

 

— ¿Quieres que bese al gato?

 

— ¡Por favor, papá! Hazlo por mí y por Alastor.

 

En ese momento, Alastor, que había estado merodeando por el patio, se acercó.

De repente, el gato vio el dibujo que reposaba a un lado, y para asombro de ambos, colocó una pata encima de la hoja, inclinando la cabeza como si estuviera estudiándola.

 

—¡Mira! — exclamó Charlie emocionada. — Hasta a Alastor le gusta la idea.

 

Lucifer arqueó una ceja, perplejo.

 

—¿Acaso entendió...?

 

— Papá, ¿por qué no intentamos ayudar?

Charlie puso los ojos de cachorrito mientras Lucifer miraba al gato, que ahora los observaba con su característica sonrisa.

 

Finalmente, Lucifer suspiró.

 

— Está bien... Lo haré.

 

Charlie aplaudió emocionada y dejó espacio para que su padre se acercara al gato.

Lucifer lo levantó con cuidado, notando que, para su sorpresa, Alastor no se resistía.

Lucifer respiró hondo, sintiendo el silencio que llenaba la habitación, pesado y expectante. Alastor lo miró, su sonrisa inmutable, pero con un brillo que parecía más intenso que antes. Y en ese momento, a Lucifer se le cruzó un pensamiento inconscientemente.

Quizás… la magia sí tenía un propósito más allá de lo que él había creído

 

Con el corazón latiéndole con fuerza, Lucifer cerró los ojos y lo besó.

Notes:

Cualquier crítica constructiva será bien recibida :)
¡Hasta el próximo capítulo!
Gracias por leer!!

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Lucifer estaba seguro de que, al abrir los ojos, se encontraría con la sonrisa burlona del gato aún en su forma felina. El supuesto "ritual" no habría servido de nada, y Charlie, enfrentada a la prueba del fracaso, se daría por vencida.

Eso seria todo.

Pero, claro, su vida nunca había sido tan sencilla. Con su suerte, ¿por qué habría de ser diferente esta vez?

Cuando juntó sus labios con los del gato, lo primero que sintió fue la aspereza de aquellos diminutos pelitos. Sin embargo, antes de que pudiera apartarse, una poderosa ráfaga de viento lo envolvió, helándole la piel. El aire a su alrededor pareció desaparecer, reemplazado por un vacío abrumador. Todo se tornó oscuro, como si el mundo entero hubiera quedado atrapado en una tormenta de humo.

¿Acaso alguien había abierto las ventanas?

Pero al alejarse, ya no sintió el peso del felino entre sus manos. Alarmado, bajó la mirada, buscando a Alastor. Cuando la brisa cesó, el aire quedó impregnado con un extraño silencio. Lucifer entreabrió los ojos lentamente, su vista aún obstruida por una neblina difusa. Fue entonces cuando oyó a Charlie abrir una ventana.

¿Abrir una ventana? Entonces, ¿y el viento que había sentido antes?

Confundido, parpadeó varias veces, tratando de entender lo que estaba viendo. Alastor estaba ahí... Pero algo no cuadraba.

 

¿Por qué lo veía tan alto?

 

Movió los ojos hacia Charlie, que lo miraba con una mezcla de incredulidad y euforia. Lucifer notó algo más inquietante aún: ella parecía enorme. Todo a su alrededor lo parecía.

 

¿Qué... está pasando?

 

Se miró las manos, pero ya no eran manos.

 

—¡AAAAAAAH!  ~  ¡MEEEOW!

 

Sobresaltado, dio un salto hacia atrás, aterrizando torpemente sobre patas suaves y acolchadas.

 

-¡Papá! ¡¿Eres tú?! ¡ERES UN GATO! —gritó Charlie, dando saltos de emoción mientras su voz retumbaba como un eco en los oídos sensibles de Lucifer. —¡NO ME LO PUEDO CREER! ¡MI PADRE ES UN GATO!

 

Mientras Charlie brincaba de un lado a otro, Lucifer buscó desesperado al causante de este desastre. Sus ojos gatunos se movieron frenéticamente por la habitación hasta encontrar a Alastor, que ahora estaba frente al espejo, observándose con su característica sonrisa.

Lucifer y Alastor cruzaron miradas. Había algo en los ojos del felino rojo. Y podía jurar que le lanzó una mirada asesina. Lucifer sintió un escalofrío recorrer su diminuto cuerpo.

¿Había sido Alastor quien había provocado esta situación?

Antes de que pudiera procesar nada, sintió cómo unas manos lo levantaban. Charlie lo había tomado entre sus brazos, abrazándolo con fuerza.

—¡No te preocupes, papá! Avisaré al tío Stolas, ¡él sabrá qué hacer! —dijo antes de dejarlo en el suelo y salir corriendo de la habitación.

Lucifer, aún intentando calmar su respiración acelerada, vio cómo su hija desaparecía tras la puerta.

Luego, con determinación, avanzó hacia Alastor.

 

—Que sepas que me las vas a pagar. No sé qué eres, pero no pienses que te irás de rositas por mucho que seas el amigo de mi hija.

 

El gato rojo ladeó la cabeza, y su sonrisa se amplió aún más, si es que eso era posible.

 

—Me sorprende que diga eso de mí, Majestad —respondió Alastor con una voz clara, profunda, que resonó como el eco de una vieja transmisión de radio—. Hace tan solo unos minutos admitió nuestra... bonita amistad.

 

Lucifer se quedó helado.

 

—¿Puedes... hablar?

 

—Oh, perdone mis malos modales. Soy Alastor, un placer conocerlo, señor. Un gran placer. Soy uno entre los supremos. Por fin podemos comunicarnos, aunque parecías más alto antes.

 

—¿Un supremo? —preguntó Lucifer, ahora más serio.

 

— Quizás haya oído de mis retransmisiones radiofónicas.

 

— Eh no. Si eres un supremos no eres un gato... Supongo que eso quiere decir que Charlie tenía razón. No sé qué acaba de pasar, pero cuando esto termine, hablaremos. Al menos puedo confiar en la inteligencia de mi hija. Seguro que lo heredó de su madre.

 

La sonrisa de Alastor cambió ligeramente, volviéndose más afilada.

 

— Ja Ja Ja increíble. Tardes y noches quejándose de lo horrible que fue su vida con esa mujer, y aun así la sigue alabando. No he conocido a nadie tan... pagafantas.

 

Lucifer sintió un nudo en la garganta, pero intentó mantener la compostura. — ¿U-Un qué?

 

— ¿Te duele la realidad? Es increíble cómo el rey del infierno puede caer tan bajo y ser tan patético. Esa mujer solo te hizo daño y le sigues besando los pies mientras la esperas. Hasta el punto de no ser capaz ni de salir de tu casa, Ja, lamentable.

 

—No sabes nada de ella.

 

Alastor soltó una risa.

 

—Oh, créame, sé más de lo que quisiera. Esa mujer os abandonó sin mirar atrás. Y te puedo asegurar que en ningún momento ha pensado en ti desde que dejó esta casa.

 

Cada palabra era como una daga, pero Lucifer se obligó a mantenerse firme.

 

—No sé qué planeas, pero no me importa. Esto no será permanente. Y cuando todo vuelva a la normalidad... te arrepentirás.

 

Lucifer lo miró con ojos llorosos, pero sin ceder ni un centímetro de terreno. Dio media vuelta, y con un salto ágil, salió por la ventana, dejando a Alastor solo en la habitación.

 

Por primera vez en mucho tiempo, el gato rojo se sintió... vacío.

Normalmente, disfrutaba de sus ataques verbales, del caos que sembraba. Despotricando verdades consiguiendo que lo temieran y/o lo odiaran. Pero ahora, ese vacío era incómodo. Como si hubiera apagado una luz que le hacía falta, aunque no supiera exactamente para qué.

Con un suspiro, comenzó a acicalarse, intentando distraerse.

 

—Bah, seguro vuelve —murmuró para sí mismo, aunque sus pensamientos regresaban una y otra vez al rubio.

 

Esos minutos se le hicieron eternos. Porque, en el fondo, si Lucifer no regresaba, sabía que Charlie se pondría muy triste.

 

──────✧──────

 

El gatito blanco había vuelto al árbol que él y su familia habían plantado juntos hacía años, cuando todo parecía estar en armonía. Era un árbol joven, pero robusto, y cada vez que lo veía, le recordaba tiempos mejores. Se tumbó a un lado, apoyando su pequeño cuerpo contra el tronco áspero, como si quisiera encontrar a consuelo en él. Las lágrimas comenzaron a caer.

 "Ese gato rojo mal hecho tenía razón", pensó mientras sollozaba. Había huido, otra vez, como siempre. Incluso llorar en soledad era una confirmación de lo inútil que se sentía. 

 

El sonido de unas hojas moviéndose lo sacó de sus pensamientos.

 

—Señor, ¿qué hace aquí? —La voz de Alastor rompió el silencio con su tono habitualmente afilado, aunque ahora teñido de curiosidad.

 

Lucifer no se molestó en mirarlo.

 

—A ti qué más te da. Vete.

 

Alastor no se inmutó por el rechazo.

 

— ¿Acaso no sabes que Charlie ha ido a buscar ayuda?

 

El gatito apretó los dientes. Sus ojos se tornaron fríos y oscuros mientras respondía:

—Déjame en paz. Ya me dejaste claro antes lo poco que sirvo en esa casa.

 

Suspir profundamente, como si soltar esas palabras hubieran drenado las pocas fuerzas que le quedaban.

—¿Y sabes qué? Tienes toda la razón —continuó, con una risa amarga que no llegaba a ser más que un sonido vacío. —  Pensé que las cosas habían cambiado, que finalmente había encontrado algo de valor en mí mismo. Pero la verdad es que sigue siendo un desastre.  Por eso sé que Stolas cuidará bien de Charlie.

 

Alastor frunció el ceño, sus ojos afilándose.

 

—¿Qué? ¿En serio vas a huir?

Avanzó un paso hacia él, pero Lucifer reaccionó al instante, retrocediendo de un salto ágil.

 

—¡No te acerques!

 

Con un movimiento instintivo, miró hacia el árbol y se impulsó con destreza hasta una rama alta. Desde allí, su voz resonó con un tono más vulnerable, aunque cargado de resentimiento:

—Tenías razón... Me cerré durante mucho tiempo. Pero hace poco... todo empezaba a cambiar. Volver a esa relación de padre e hija con Charlie me hizo sentir más fuerte. Me devolvió algo que no sabía que había perdido.

 

Lucifer inclinó la cabeza, mirando hacia el horizonte como si hablara con el viento. Las palabras se le atoraban en la garganta, pero siguió hablando, como si necesitara sacarlo todo de una vez.

 

— Y tú, a pesar de pensar hace tan solo unas horas que eras un gato, te consideraba un amigo. Lamento que hayas tenido que escucharme. Seguramente te aburriste... Aunque al final lo usaras en mi contra. Pero, aun así, solo puedo agradecerte por aquello... Ahora vete.

 

-No.

Lucifer abrió los ojos de golpe, sorprendido por la firmeza en la voz de Alastor.

 

—¡Vete! —gritó, su cuerpo temblando de rabia. Sus cuernos empezaron a crecer, largos y afilados, mientras sus ojos brillaban con un rojo intenso.

 

—No me iré sin ti —respondió Alastor con una sonrisa amplia y desafiante. No podía apartar la mirada del gato blanco, había algo en ese cambio que lo fascinaba. Lucifer, con su ira desatada, era mucho más interesante de lo que esperaba.

 

Lucifer empezó a murmurar cosas no entendibles, cuando la rama donde estaba posado comenzó a crujir.

 

—¡Cuidado! —gritó Alastor, pero era demasiado tarde.

 

La rama se rompió y Lucifer cayó. No tuvo tiempo de reaccionar, solo podía ver el cielo teñido de rojo mientras descendía. Cerró los ojos, esperando el impacto.

 

Pero no llegó.

 

Algo lo sostuvo, firme pero cuidadoso. Cuando abrió los ojos, vio unos tentáculos negros rodeándolo, sosteniéndolo en el aire. Lo bajaron lentamente hasta dejarlo en el suelo, ileso. Al mirar de dónde provenían, no se sorprendió al ver a Alastor.

 

—¡Tachán! Te acabo de salvar la vida. Creo. —La sonrisa de Alastor era tan amplia como de costumbre—. En teoría, los gatos caen de pie, pero no lo parecía. Quizás deberías dejarte caer para comprobarlo.

 

Lucifer lo miró fijamente.

 

— ¿Qué eres tú? ¿Cómo es que tienes esas... cosas? —Sus palabras estaban cargadas de desconfianza. — ¿¡Cómo es que dejé a mi hija con alguien que tiene esas cosas!?

 

Alastor inclinó la cabeza con curiosidad, aunque su sonrisa no desapareció.

 

—Tengo modales, señor. Sé controlarme y mantener mi compostura ante cualquier adversidad.

 

Lucifer soltó una carcajada amarga.

—Ah, ¿sí? ¿Entonces por qué salvaste a este "patético"? ¿Por qué viniste? Ya estoy acostumbrado a que me dejen.

 

La sonrisa de Alastor se tensó ligeramente.

 

—Salve o no, seguirías siéndolo. Pero, por muy patético que seas, Charlie te quiere.

 

Por un momento, el silencio llenó el aire, pero Alastor pronto lo rompió, su voz adquiriendo un tono más oscuro.

 

—Y en cuanto a esa mujer... agradecería que no me compare con ella. Por lo que pueda parecer, soy leal. Y ella solo os hizo a un lado y luego os abandonó.

 

Lucifer lo miró, sorprendido por la rabia en sus palabras.

 

—Pero tú antes... —intentó decir algo, pero Alastor lo interrumpió bruscamente.

 

—¡Lo dije porque la estabas defendiendo! ¡Yo nunca os abandonaría!

Alastor había perdido por completa la compostura. Sus tentáculos se agitaban furiosos, y su tamaño parecía haberse duplicado. Sus astas brillaban con un resplandor siniestro. Pero de repente, se detuvo. Su mirada se suavizó, y giró la cabeza hacia un lado, visiblemente avergonzado.

 

Lucifer, también avergonzado, hizo lo mismo. Un leve sonrojo se asomó en sus rostros. Ninguno dijo nada, pero en ese silencio compartido.

 

Lucifer dejó escapar una risilla.

 

—¿Qué te dio gracia?

 

—Nada… jeje. "Controlar la compostura"— enfatizó queriendo imitar su voz.

—¡Ja! Habló —respondió Alastor, apartando la mirada.

 

Lucifer soltó una carcajada, una risa más ligera, genuina, como si algo dentro de él se hubiera liberado. Alastor lo observó, arqueando una ceja con curiosidad mientras su eterna sonrisa se ampliaba aún más.

El ambiente se había transformado por completo. La tensión que minutos parecía antes insoportable ahora era un recuerdo distante. Entre los dos gatos, por fin había una calma inesperada, casi agradable.

 

Lucifer fue el primero en romper el silencio.

—Ehm... —empezó con cautela, impidiendo mirarlo directamente—. Quería preguntarte algo. Lo iba a dejar para después, pero ahora que estamos aquí... —. Hizo una pausa breve, como si dudara. — ¿Qué quisiste decir cuando mencionaste que sabes sobreLilith?

 

La sonrisa de Alastor titubeó, aunque solo un instante. Sus ojos rojos brillaron bajo la luz rojiza del cielo mientras ladeaba la cabeza y lo observaba en completo silencio.

Lucifer frunció el ceño, sintiéndose retado por esa mirada penetrante. Sin amedrentarse, le sostuvo la mirada, decidido a no ceder. Los dos se quedaron así, atrapados en un duelo silencioso. Finalmente, fue Alastor quien rompió el momento, dejando escapar una risa baja mientras volvía a ampliar su sonrisa.

 

—Digamos —empezó, arrastrando las palabras con cierto dramatismo— que cierta señora tenía una ambición desmedida... incluso para mí.

 

Lucifer inclinó ligeramente la cabeza, intrigado.

 

— ¿Qué clase de ambición? —preguntó.

 

Alastor continuó, ignorando la pregunta directa.

—Para cumplirla, necesitaba algo que le facilitara su "trabajo", claro está. Y para eso, buscó a quien estuviera en un momento... vulnerable —. La última palabra resonó más grave de lo normal, y Alastor bajó las orejas momentáneamente antes de recuperarse y regresar a su tono habitual, cargado de estática. — Situaciones personales que no pienso contar, pero que me pusieron en su radar. Digamos que fui un blanco fácil.

 

Se encogió de hombros de forma teatral, como si quisiera restablecerle importancia.

 

—Así que empezó a tentarme con tratos. Al principio, nada demasiado serio: poder a cambio de favores. Nada que implicara almas. Pero conforme se acercaba más a su verdadero objetivo, el juego cambió. Me ofreció un trato enorme, monumental, algo que habría satisfecho la codicia de cualquier otro... Pero no a mí. Me negué.

 

Lucifer no dijo nada, esperando que continuara.

 

—Obviamente, no lo tomó bien. Decidió que convertirme en esto —se señaló a sí mismo con un gesto vago— en lo que soy ahora y abandonarme como si fuera un juguete roto sería un castigo adecuado. Una perrera, un rincón cualquiera... supongo que pensó que sería divertido. Lo gracioso es donde acabé.

 

Lucifer lo miró con intensidad.

—Y puedo saber qué clase de trato era ese? ¿Qué te ofreció?

 

Alastor inclinó la cabeza hacia un lado, su sonrisa burlona regresando.

—¿Curioso, señor?

 

— Solo quiero saber qué fue lo que Lilith me ocultó todo este tiempo mientras me vendaba y me llenaba de mentiras.

 

—Oh, buena metáfora, señor —respondió Alastor con una risa suave—. Pues bien, la oferta era sencilla: quería un... cómo decirlo... un sicario y mayordomo todo en uno. Una sombra leal que hiciera el trabajo sucio por ella, alguien que cargara con la culpa y mantuviera su impecable reputación.

 

Lucifer cerró los ojos, tomando aire profundamente.

—¿Y en algún momento nos mencionó a Charlie ya mí? 

 

— Sí. Pero solo al final, cuando llegamos al trato más... delicado.

 

—¿Qué dijo exactamente?

 

La sonrisa de Alastor se desvaneció por un instante.

 

—Dijo que, si alguno de ustedes, ya sea su hija o su exmarido, hacían algo que interfiriera con su objetivo principal, yo debía vigilarles de cerca. Sobre Charlie, sin detalles; solo debía disimular e incluso espiar y/o ser un topo. Pero de ti... bueno, digamos que no le importaba si tuvieras que desaparecer en un caso extremo. Por supuesto, me daría poder. Pero de todas formas, acabé rechazándolo. ¿Yo, de canguro? No.

 

Lucifer bajó la mirada, procesando esas palabras.

—Gracias por contármelo —murmuró después de un largo silencio.

 

— ¿Gracias? — repitió Alastor con una risa burlona. — Qué sepa que una información tan valiosa no la comparto con cualquiera.

Aprovechó que Lucifer tenía la cabeza gacha para acercarse. Su voz cambió, perdiendo la estática habitual y adoptando un tono grave y suave.

—Esta vez lo hice porque... me he dado cuenta de que eres adorable.

 

El comentario tomó un Lucifer por sorpresa. Sintió un escalofrío que empezó en la punta de sus orejas y recorrió todo su cuerpo hasta las pezuñas. Su rostro se encendió de un cálido sonrojo que no pudo ocultar. Pero junto con la vergüenza vino el enojo.

—¡No soy adorable! —gritó, mostrando los colmillos mientras sus cuernos y ojos volvieron a relucir con un rojo intenso.

 

Alastor retrocedió levemente, satisfecho. Su sonrisa ahora era de triunfo, y sus ojos brillaban con un extraño entusiasmo.

—¿Le pasa algo? Solo dije lo que veo. Parece molesto. ¿Acaso no le gusta que lo diga? —se burló, inclinándose hacia él hasta que sus caras estuvieron a milímetros de distancia.

 

—¡No me gusta porque no lo soy! —exclamó Lucifer, cada vez más rojo.

 

¿Está seguro? —replicó Alastor, alargando las palabras como si saboreara cada sílaba—. Yo diría que sí le gusta.

 

Lucifer se quedó helado un momento antes de apartarse de un salto, batiendo las alas mientras se alejaba.

—E-Eso es p-porque estoy-y... ¡Enfadado! —respondió con un tono que no convenció ni a él mismo.

 

Alastor lo observó, con los ojos entrecerrados y su cola moviéndose rápidamente, como si no pudiera contenerse. Había logrado poner a Lucifer nervioso, y, por alguna razón, eso lo divertía muchísimo.

 

Sin embargo, no tenía intención de quedarse atrás. Su sonrisa se torció ligeramente mientras crecía, sus astas alargándose y sus tentáculos apareciendo con un movimiento sinuoso.

Ambos comenzaron a emitir fuertes auras, rojo y verde, que irradiaban como si fueran llamas vivas. Los gruñidos de Lucifer se mezclaron con el inconfundible chirrido de la estática de Alastor.

 

-¡Papá! ¡Alastor! ¡Ahí estaa...!

 

La voz de Charlie los interrumpió. La pequeña se detuvo en seco al verlos en sus formas más demoníacas. Su sorpresa fue evidente, especialmente al observar a Alastor.

 

Al ver a Charlie, ambos reaccionaron de inmediato, regresando a sus formas normales con torpeza. 

 

—¡¿Estaban peleando!? Espera... ¡¿Puedes hablar con Alastor?! ¡Papáaa! —Charlie corrió hacia él, abrazándolo con entusiasmo mientras reía emocionada.

 

-¿Lucifer? —dijo otra voz desde el mismo lugar de donde había aparecido Charlie.

 

Lucifer levantó la mirada, reconociendo de inmediato a la figura que se aproximaba.

 

Chapter 7

Notes:

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Aquella voz, era Stolas.


Llevaba su conjunto informal, una mezcla de colores oscuros y sus plumas que se movían ligeramente con la brisa. Su expresión de sorpresa dejó paso rápidamente a una sonrisa cálida al ver a Lucifer transformado en un gato.

 

—¡Madre mía! ¿Lucifer? ¿Eres tú? — exclamó, llevándose una mano al pecho. — ¡Eres un gato! Y no cualquier gato... ¡Un gato adorable!

 

Lucifer soltó un maullido indignado, pero antes de poder reaccionar, Charlie intervino con entusiasmo.

 

— ¡¿Verdad que sí, tío Stolas?! ¡Miralo! ¡Es tan blandito! — Y sin darle tiempo a replicar, volvió a abrazarlo mientras acariciaba suavemente.

 Stolas se unió a las caricias.

 

Lucifer, atrapado entre los brazos de su hija, frunció el ceño. De reojo, vio a Alastor observándolo con una amplia sonrisa, claramente disfrutando de su "victoria" por tener la razón.

Con cuidado, el gato blanco se removió de los brazos de Charlie y aterrizó en el suelo.

 

— No te preocupes, Lucifer — Stolas se inclinó hacia él, tratando de calmarlo. — Haré todo lo posible por averiguar qué te ha pasado. Supongo que no puedes usar tu poder para cambiar de forma, ¿no?

Lucifer negó con la cabeza, moviéndola de lado a lado.

 

—Entendido — Stolas se incorporó y ascendió con firmeza. — No te preocupes por Charlie, yo me haré cargo de ella mientras tanto. Pueden quedarse en el palacio todo el tiempo que necesiten.

Lucifer lo miró con una mezcla de alivio y gratitud. Aunque la situación era extraña, cuenta con la ayuda de Stolas le daba un poco de tranquilidad.

 

— ¡Bien! — saltó Charlie con una sonrisa radiante. — ¿Cómo está Octavia? ¿Ya ha empezado a hablar?

 

—Habla poco, pero canta ululando — Stolas infló el pecho de orgullo. — Ulula cuando está feliz, y es lo más adorable que jamás he visto.

Mientras hablaban, Stolas abrió un portal brillante que se retorcía como un remolino de colores.

 

—Vamos. Quédense por la zona oeste del palacio. Stella rara vez pasa por mi despacho o mis jardines.

 

Los tres cruzaron el portal, y Stolas los condujeron a una habitación amplia y elegante, era una de invitados. Las paredes estaban adornadas con tapices que representaban noches estrelladas. Un techo tan alto, decorado con candelabros de cristal que parecían flotar en el aire.

Charlie brincaba emocionada, enumerando todas las cosas que quería traer de su casa mientras exploraba la habitación.

 

Mientras tanto, Alastor y Lucifer inspeccionaban el lugar.

 

— Es bastante espacioso. — Alastor pasó su mirada por el entorno. — Podría decirse que es como tu casa, pero... más imponente. El techo, por ejemplo, está mucho más lejos. Quizás por eso se siente más grande.

— Sí, sí. — Lucifer rodó los ojos. — No me recuerdes lo evidente. ¿Te recuerdo que estamos en el palacio de un Goetia?

— Solo digo... Aunque, bueno, tal vez no lo notes tanto desde tu baja estatura.

Lucifer le lanzó una mirada fulminante, pero no respondió.

 

≫≫≫

 

Esa misma noche, cuando ya estaban totalmente instalados, salieron al jardín.

Charlie, emocionada con todo lo que veía, no dejaba de correr de un lado a otro, arrastrándolos consigo.

 

— ¡Papá, mira esto! — exclamó, señalando un jardín interior lleno de flores nocturnas que brillaban débilmente con tonos azulados y plateados.

Lucifer, aunque todavía estaba adaptándose a su forma felina, no pudo evitar sentirse curioso. Camino con cierta torpeza hasta un gran estanque en el centro del jardín, donde las flores flotaban como pequeñas estrellas sobre el agua. Alastor lo seguía, manteniendo su habitual expresión de diversión.

 

— ¿Nunca te habías transformado en un gato antes? — comentó el gato rojo, moviendo su cola de un lado a otro curioso.

— No por tanto tiempo — Lucifer inclinó la cabeza para observar su reflejo en el agua. A pesar de la serenidad del lugar, no podía evitar sentirse extraño al ver su rostro blanco y felino devolviéndole la mirada.

 

De repente, un suave zumbido rompió la tranquilidad. De entre las flores emergieron pequeñas criaturas luminosas, como luciérnagas, que revoloteaban alrededor de ellas. Charlie quedó maravillado.

— ¡Qué bonitas! — dijo, extendiendo la mano para intentar atrapar una.

 

Lucifer se limitó a maullar en respuesta, con un tono algo cansado pero curioso, siguiendo a su hija con paso elegante. Aunque deseaba contestarle y decirle que las todo era impresionante, solo pudo dejar salir maullidos. Tenía que ver con la maldición. Ni siquiera su poder como Rey podía romper este límite. La frustración de no poder expresarse con palabras había sido un recordatorio constante de no poder comunicarse con ella.

Por su parte, Charlie simplemente se rió y lo tomó como una muestra de entusiasmo. Acarició su cabeza. Aunque ella solo escuchaba simples maullidos, sabía que tenían un gran significado.

 

Alastor, quien parecía tomarse todo con más calma, también soltó un maullido bajo mientras se recostaba cerca del estanque. Aunque compartía la misma maldición, parecía disfrutar de lo absurdo de la situación. Lo que para ellos eran comentarios sarcásticos o punzantes, para los demás no era más que un "miau" burlón.

 

Desde la distancia, Stolas los observaba con una sonrisa mientras cuidaba a Octavia.

 

Una de las luciérnagas se posó sobre la nariz de Alastor, quien entrecerró los ojos, claramente molesto. Lucifer no pudo evitar soltar un pequeño maullido que se asemejaba a una risa.

 

— ¿Te hace gracia, señor? — preguntó Alastor con una sonrisa falsa, sacudiendo la cabeza para espantar al insecto.

—Mucha — respondió Lucifer, esta vez maullando más fuerte.

Alastor dio un paso hacia él, inclinándose hasta estar a su altura. — Entonces, ¿qué tal si tú también experimentas esta "gracia"?

 

Sin darle tiempo a reaccionar, Alastor agitó su cola, golpeando una de las flores y provocando que varias luciérnagas volaran hacia Lucifer. El gato blanco saltó hacia atrás, sorprendido, que sacó hasta sus alas de la impresión.

—¡Alastor! — gruñó, su pelaje erizándose mientras las criaturas revoloteaban a su alrededor.

 

Charlie se echó a reír. Y pequeños ululos de risa de oyeron de fondo.

 

—Muy gracioso —murmuró Lucifer, finalmente logrando alejar a las luciérnagas con un rápido movimiento de su cola.

 

Alastor, mientras tanto, se tumbó en el césped, observando el espectáculo con una sonrisa satisfecha. — Admito que me gusta verte en situaciones tan... brillantes, señor.

Lucifer lo miró con los ojos entrecerrados. — Estás disfrutando demasiado de esto.

— Siempre es divertido verte perder un poco el control. — respondió Alastor, moviendo sus orejas hacia adelante.

 

Antes de que Lucifer pudiera replicar, Stolas apareció en el jardín, sosteniendo un pequeño cuenco con fruta.

 

— Pensé que tal vez querrías algo diferente de las croquetas que Charlie insiste en comprarte.

Stolas colocó con cuidado el cuenco de frutas frente a los dos gatos antes de girarse para unirse a Charlie, quien jugaba alegremente con Octavia a unos pasos de distancia. Las risas de las niñas llenaban el aire, creando un contraste reconfortante con el silencio de los dos felinos.

 

Lucifer y Alastor miraron el cuenco por un momento antes de comenzar a comer las diefrentes frutas cortadas.

Entre mordiscos, el gato blanco levantó la mirada hacia Charlie. Bailaba al ritmo de la pequeña búho.

La expresión de Lucifer se suavizó.

A pesar de la situación, al menos podía observar a su hija.

 

≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫≫

 

Los días transcurrieron con tranquilidad. Aunque la vida en el palacio era distinta, tanto Lucifer como Alastor parecían adaptarse.

 

— ¿Así? —preguntó Lucifer.

 

— Mmm... — Alastor se acercó para observar mejor. — No, tienes que pasarla por todas partes. La lengua es fina diseñada para esto.

 

Lucifer suspira y se deja caer de espaldas, agotado. — Esto puede que te relaje a ti, pero a mí no me sirve de nada.

 

— Acicalarse es lo mejor de ser un gato. — Alastor se tumbó a su lado y comenzó a lamer las patas delanteras con entusiasmo.

 

Lucifer lo observó de reojo antes de intentar limpiarse de nuevo, pero al poco rato se rindió. En lugar de eso, se acurrucó junto a Alastor, dejando que su calor lo reconfortara.

 

— ¿Dormirá ya, señor? — Alastor sonreía mientras seguía con su rutina de limpieza.

— ¿Por qué me sigue llamando "señor"? — Lucifer lo miró con curiosidad. — A veces me tuteas, otras no.

— ¿Cómo prefieres que te llamen? — preguntó Alastor con su típica sonrisa ladeada.

— Por mi nombre, Lucifer. — respondió, pero antes de terminar, Alastor lo interrumpió.

— Si me permite, preferiría usar algo más... ¿Cómo decirlo? Adorable, como tú.

 

Lucifer se incorporó de golpe, frunciendo el ceño - No. Lo. Soy.

— Eso es lo que tú crees — Alastor se tumbó boca arriba, moviendo la cola con alegría.

 

Lucifer lo observará con una mezcla de incredulidad y resignación antes de dejarse caer de nuevo. — No tiene caso discutir contigo.

 

— Había pensado algo con patos, pero así llamas a Charlie. Descartado. Mmm... Humano me recordabas a una manzana aparte de tus decoraciones e incluso ahora, eres pequeño como una bolita. Pareces una manzana... — Lucifer levantó la cabeza para gruñirlo de nuevo, el gato rojo se volteó y acercó su cara como respuesta — Así que, ¿puedo llamarte manzanita? Diminutivo, por tu lado tierno y chiquito.

 

— ¡¿Manzanita?! — exclamó Lucifer, con las orejas tiesas y el rostro completamente rojo.

 

— Sí, "manzanita" suena perfecto. — Alastor lo miró con una sonrisa traviesa. — Además, ya tienes el color adecuado cuando te enfadas.

 

Lucifer gruñó, incapaz de encontrar una respuesta adecuada.

No podía admitir que realmente le haya gustado ese mote o... ¿Le gustaba que él fuese quien se lo haya puesto o tal vez siendo nombrado por él y que.........

AGH ¡Qué le pasaba! Se estaba poniendo más rojo.

 

Alastor levantó una ceja —Muy bien, "Manzanita" entonces — Alastor rió suavemente antes de volver a lamer las patas.

 

Gruñó como respuesta. No, la verdad es que es difícil esperar algo bueno. Se arrepintió de si quiera llegar a pensar... Algo. — ¿Y te puedo poner yo uno? 

 

— Depende.

 

— Dado tus pintas, no eres un gato, pero eres otro animal. Y con esas astas sobre todo cuando te hiciste grande... ¿Eres un ciervo? — Alastor torció los ojos, solo se acercó la pata derecha y empezó su acicalamiento, de nuevo. — Lo tomaré como un sí. Te llamaré Bambi.

 

— ¿Bambi? —Alastor levantó una ceja. — ¿Es algún tipo de insulto?

— Quién sabe. — Lucifer se acurrucó junto a él, reprimiendo una sonrisa. — O igual te llamo Al... Lo que me surja en el momento — bosteza. — Bambi... ¿Dónde está Tambor...?

— Anda, duérmete ya Manzanita.

 

Tras echarle un último vistazo a Charlie durmiendo en su cama temporal, ambos se apoyaron el uno en el otro mientras la luz del día se desvanecía lentamente. Poco a poco, el silencio los envolvió, y cayeron en el sueño profundo.

Notes:

Cualquier crítica constructiva será bien recibida :)
Y perdonad por la parte de Stolas y Octavia tras el capítulo del sábado, hasta a mí me costo leerlo sin que me duela recordarlo :´)
Como ya estoy en "vacaciones" seguramente suba más seguido.
Gracias por leer!!
¡Hasta el próximo capítulo!

Chapter 8

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

¿Cuánto tiempo había pasado ya?

 

Bueno, ¿acaso importa?

Lucifer no tenía ni idea de los días, semanas o meses que habían transcurrido. Ahora solo sentía el roce placentero en su oreja. Un cosquilleo que lo hacía cerrar los ojos con gusto. Se estiró instintivamente para que esa mano bajara hacia su cuello, donde el placer se intensificaba.

 

— ¡Papá! ¿Estás despierto? —la voz de Charlie rompió el encanto.

Lucifer abrió un ojo, perezoso, pero sin interrumpir su estiramiento felino.
— Mmm... ahora sí... —respondió, aunque lo único que su hija escuchó fue un maullido.

 

— Papá, necesito tu ayuda. Tengo que entregar un trabajo sobre lo que quiera, pero no sé por dónde empezar. Es el último antes de las vacaciones. Y había pensado en...

 

Charlie no terminó su frase porque el pequeño gato blanco, su padre, de repente empezó a maullar de forma incontrolable.

Retrocedió, sorprendida por su reacción.

 

—¡Cuánto tiempo ha pasado! —gritaba Lucifer, aunque para Charlie solo eran maullidos. — ¡Recién iba a terminar el invierno cuando me convertí en esto! ¡¿Por qué nadie me dijo nada?! ¿¡Qué está haciendo Solas, por qué tarda tanto!?

 

Charlie observaba a su padre sin comprender una sola palabra, o más bien, maullido.


— Manzanita, tranquilo —dijo Alastor, quien hasta ahora había estado observando desde un rincón cercano, balanceando su cola con calma— Parecía que te gustaba ser gato. Dormías todo el día, jugamos con tus patos y, bueno, me ayudabas a cazar el maldito punto azul — en lo último, sus orejas se echaron hacia atrás y su voz se distorsionó. 

 

Lucifer bajó las orejas al recordar aquellas escenas. A pesar de su enfado, una parte de él no podía negar lo reconfortante que habían sido esos días.
—Y me encanta, pero... tengo responsabilidades. Antes me desentendí de muchas cosas, pero hace meses estaba tratando de hacer las cosas bien.

 

Alastor ladeó la cabeza — Sé lo mismo que tú, pero diría que tú amigo plumoso ha tenido eso también en cuenta. Para que nos haya permitido quedarnos y cuidar de la pequeña Charlie, parece una alianza útil. 

 

—Aunque tu forma de describir una amistad me parece un poco... peculiar, tienes razón —admitió Lucifer, relajándose — Fue el momento. Sé que no fui útil antes que tengo miedo de volver a defraudar a mí gente. 

 

— Eso es el pasado. Las cosas cambiaron — sin ser conscientes ambos se acercan aun estando Charlie viéndolos callada.

 

— Jajaja Sabes, quizás incluso sí me guste ser gato o al menos la situación en la que estamos... — le salió decir eso — Ejem, bueno, lo digo porque siempre tenía esa necesidad de estar haciendo algo, por eso hacer patos me distraía y me ayudaba. Y, sin embargo, ahora mayormente jugamos con ellos 

 

— He de admitir que todos estos momentos han sido... Entrañables. 

 

Ambos felinos miraron hacia los restos de los patos de lana deshechos y los patos de plástico mordisqueados repartidos por el suelo.

Sin darse cuenta, ambos gatos se habían acercado el uno al otro, como si la conversación los absorbiera por completo.

Charlie no entendía ni una palabra de los sonidos que producían. Lo que sí notó fue cómo sus posturas se relajaban y cómo, con cada minuto, parecían más cómodos el uno con el otro. ¿Siempre se habrían comportado así?

Desde que se adaptó al palacio, había pasado más tiempo jugando con Vía o cumpliendo con sus tareas. Cuando iba a visitar a su padre, solía llevar consigo el láser que encontró en una de las habitaciones.

Era divertido verlos competir por atrapar el punto azul.

Pero esto era diferente.

No quería interrumpirlos, pero de verdad necesitaba su ayuda.

 

Finalmente, se atrevió a interrumpir.


— ¿Hola?

La voz de Charlie interrumpió el flujo de la conversación. Lucifer, distraído, reaccionó con un brinco. Rápidamente, se acercó a su hija, frotando su cabeza contra su brazo para animarla a continuar.

 

— Papá, necesito ayuda con un trabajo de clase. Es un proyecto final por lo que pensé en algo grande — hizo un pequeño silencio y continuó — ¡Mi idea crear un sitio cómodo donde hablar y hacer actividades para ayudar a la gente y se vuelva más buena!. — Dijo muy emocionado atenta a las reacciones. Pero de repente, baja la mirada y murmura aunque lo suficientemente alto que lo escucharon los dos gatos — Quizás... así, mamá vuelva.

 

Los ojos felinos de Lucifer se ensombrecieron, aunque no retrocedió ni se apartó de su hija.

Alastor, atento al cambio en su expresión, no perdió tiempo y se movió entre ambos con una sonrisa radiante. Se plantó frente a Charlie, bloqueando la vista de su padre.

— Oh, ahora vengo —dijo Charlie, como si entendiera perfectamente lo que el gato rojo le estaba pidiendo con la mirada.

 

Cuando salió de la habitación, Lucifer dejó caer la cabeza contra el suelo con un suspiro cargado de tensión. Alastor, mientras tanto, lo miraba con una ceja levantada y una sonrisa inquisitiva.

— Sabes que si no le informes de nada, terminará diciendo lo que piensa —comentó Alastor con un tono casual mientras examinaba una de sus patas, preparándose para acicalarse— Además, sigue siendo su madre.

 

Lucifer soltó un largo suspiro y dejó caer su cuerpo al suelo como si todo su peso lo estuviera aplastando.

— Agh... ¿Por qué tienes que tener razón...?

— Porque siempre la tengo, deberías saberlo ya. —Alastor alzó una ceja, aunque su sonrisa permaneció intacta— No te preocupes demasiado. Cuando recuperemos nuestra apariencia real, podrás decirle todo lo que necesitas saber. Pero, por ahora, levántate. Que no te vea así.

 

Lucifer emitió un gruñido bajo, pero no se movió.

— Mm... Es que... —suspiró profundamente antes de continuar— En realidad, estaba al tanto de los planes de Lilith.

 

Al escuchar esto, Alastor alzó una ceja con interés.

— Quiero decir, de algunos de sus tratos, no de todo. Ni mucho menos que se iría al final… —dijo Lucifer rápidamente, intentando justificar sus palabras— Al principio, todo parecía ir genial. Charlie, Lilith y yo éramos felices. Pero con el tiempo, los pensamientos oscuros regresaron. Me frustraba ver cómo la sociedad se volvía cada vez peor, cómo nadie valoraba el libre albedrío. Yo quería encontrar una forma de ayudar, pero Lilith...

Su voz tembló un poco.

— Lilith quería utilizar a las almas para su beneficio. Tenía un gran plan, pero para ello... quería que volviéramos al cielo. No estaba de acuerdo. Nos habían desterrado. ¿Por qué volver y revivir todo ese infierno? No quise saber nada, pero por alguna razón, la ayudé. Por ejemplo, acepté lo de los exterminios por ella... Si Charlie descubriera todo eso, no sé qué sería de ella.

 

Sus grandes ojos felinos comenzaron a llenarse de lágrimas. Alastor, quien había permanecido inmóvil hasta ahora, se levantó, se acercó con paso firme e hizo aparecer algo.

 ¡Cuack!

 

El sonido hizo que Lucifer alzara la vista. Allí estaba, frente a él, uno de sus patos favoritos: el que llevaba una boina azul.

 

— ¡Pato Donald! —exclamó Lucifer, abrazándolo con fuerza.

— ¿Mejor? —preguntó Alastor con una pequeña inclinación de la cabeza.

— Sí... —respondió el gato blanco con un suspiro aliviado, frotando su cabeza contra el pato.

 

— Entonces, ¿piensas ayudar a Charlie?

Lucifer apartó el pato con cuidado y comenzó a pasearse de un lado a otro, claramente reflexionando.

 

— Quiero apoyarla en todo lo que se propone. Pero esa idea... —Se detuvo un momento y miró a Alastor directamente— Perdona, pero tú mismo eres un buen ejemplo para este caso. ¿No eras un asesino en serie? Y lo que haces en la radio, ¿es acaso redimible? Incluso eres caníbal.

Alastor ladeó la cabeza con una sonrisa peligrosa.

 

— Mmm... Quizás te di demasiada información. ¿Debería comerte o llevarte a una sesión radiofónica para silenciarte?

— Ves... Pues imagínate a muchos más como tú allá afuera.

— ¿Qué quieran comerte? No, cariño. Creo que antes destrozo a los que si quiera se acerquen a ti.

Lucifer siguió murmurando mientras caminaba en círculos. Alastor lo miraba con calma, pero con un brillo divertido en los ojos.

 

— Su clase no la apoyará, su profesor tampoco. Se sentirá mal, y yo no estaré ahí para consolarla.

— Son niños, no entenderán nada. Creo que te estás ahogando en un vaso de agua. ¿Acaso crees que lo conseguirá o que lo llegue a hacer real?

 

Lucifer se detuvo en seco. Sus ojos dorados se entrecerraron, y su voz salió como un susurro.

—¿Piensas que...?

 

— ¡Aquí estáaa! —exclamó Charlie mientras entraba de nuevo en la habitación, cargando con un montón de folios y un estuche lleno de lápices de colores.

 

Sus pasos eran rápidos, y sus mejillas rosadas revelaban su entusiasmo. Colocó el material sobre la alfombra frente a los dos gatos, que la observaban con expresiones completamente opuestas. Alastor, como siempre, mostraba una sonrisa enigmática, mientras que Lucifer parecía atrapado entre el desconcierto y la resignación.

Alastor, con la gracia peculiar de un felino que parecía bailar al caminar, se posicionó junto a uno de los folios.

 

— ¿Qué le digo? ¿Qué piense en otra idea? —preguntó Alastor, posicionándose delante de un folio en blanco.

 

— Puedes...  ¿¡Sabías cómo comunicarte con ella y no me lo dijiste antes?!

 

— ¿Cómo creíste que le dije mi nombre? —replicó Alastor con burla.

 

El pelaje blanco de Lucifer comenzó a erizarse mientras dejaba escapar un leve destello de su verdadera forma demoníaca. Pero antes de que pudiera dar rienda suelta a su furia, Charlie corrió hacia él y lo levantó en sus brazos.

— Papá, dijiste que me ayudarías —murmuró, apretándolo contra su pecho.

 

El comentario fue suficiente para desarmarlo. Aunque no había prometido explícitamente ayudarla, sabía que no podía negarse ahora. Respiró hondo y trató de calmarse. Al mirar de nuevo hacia Alastor, ese gato rojo seguía sonriendo como si nada hubiera pasado.

— ¿Y bien? —insistió Alastor agarrando un lápiz con un tentáculo.

 

Lucifer gruñó, pero intentó mantenerse centrado.

— Pregúntale... si por casualidad no tendrá otra idea. Si había pensado en un plan B —sugirió finalmente, tratando de sonar razonable.

 

Alastor no respondió con palabras. En cambio, con un tentáculo negro comenzó a escribir. 

Cuando Alastor terminó, Charlie dejó a su padre en el suelo y leyó lo que había escrito

 

— ...¿No ves posible que lo consiga, papá?

 

Lucifer, al escucharla, se sintió como si un cubo de agua helada le cayera encima.

— ¡¿Qué?! ¡Yo no he dicho eso! —gritó, corriendo hacia el folio para leerlo por sí mismo.

"Tu padre dice..."  — se giró rápidamente hacia Alastor, con las orejas aplastadas contra su cabeza— ¡Serás...!

 

— Es lo que dijiste, ¿no? —respondió Alastor, con una falsa inocencia que hizo que Lucifer gruñera.

 

— ¿Pero tú no pensabas igual?

— Ella te preguntó a ti 

— ¡Pidió ayuda a los dos! —protestó Lucifer, señalándolo con la cola, antes de dar un paso al frente— ¿Y tú? ¿Piensas que se puede redimir a personas como tú?

 

Alastor alzó ligeramente las cejas, sorprendido por la pregunta directa. Sin embargo, no tardó mucho en responder. — Supongo que no.

 

— Ves. Si al final va a ser que Lilith tenía razón. Ningún pecador lo conseguirá. Es una pérdida de tiempo...

 

Se detuvo de golpe al notar que Charlie sonreía mirando lo que sea que estuviera escribiendo ahora Alastor.

— ¡Gracias, Alastor! —dijo, abrazándolo con cuidado—. Al menos tú sí crees en mí. Yo sé que es posible.

 

Lucifer parpadeó varias veces.

— Pe-Pero... ¿Y lo que dijiste hace un momento? —balbuceó, mirando entre Charlie y Alastor.

 

— Hay muchos tipos de pecadores. Los que son como yo, obviamente no pueden redimirse. Pero hay otros diferentes — De pronto, lo vuelve a mirar con una cara inocente mientras añadía— Además, es una niña. Siendo el padre biológico, ¿cómo puedes decirle eso? Yo sería un mejor padre.

Lucifer sintió cómo todo su pelaje se erizaba al escuchar esas palabras.

— ¡¿Quéeee?!

 

Sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia Charlie y comenzó a maullar desesperadamente, aferrándose a sus brazos.

 

— Dile que era mentira. ¡La apoyo! ¡No porque tú hayas dicho eso!

Alastor puso los ojos en blanco. Tomó un lápiz y escribió rápidamente un nuevo mensaje en el folio.

 

— Cambiaste de idea. ¡Gracias, papá! Te demostraré que es posible.

Charlie enormemente y acarició a Lucifer detrás de las orejas.

 

Lucifer dejó escapar un suspiro, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa se formara en su rostro. Aunque aún estaba receloso de Alastor y pudiera parecer que solo aceptó por eso.

En realidad, había algo en la determinación de su hija que lo hacía querer creer en ella, aunque solo fuera un poco.

Notes:

Gracias por leer!!
¡Hasta el próximo capítulo!

Chapter 9

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

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¿Quieres dejar de ser malo? solo escucha a la niña, harás actividades muy chulas— leyó Lucifer en voz alta, frunciendo el ceño mientras sus ojos escaneaban la gran pancarta que Charlie había colgado frente a él. Mientras tanto, ella rebuscaba frenéticamente entre los bolsillos de una mochila repleta de objetos para sus planes.

—¿De verdad crees que con esto atraerás a alguien? Y además, sería mejor si fueran solo a niños —añadió Lucifer, señalando la pancarta con una de sus patas delanteras.

—¡Por eso! Los niños no saben leer o no les importa leer. ¡Qué más da lo que diga la pancarta! —intervino Alastor desde su lugar habitual, con un tono despreocupado pero juguetón.

 

—¡Gracias, Alastor! —exclamó Charlie con entusiasmo mientras se colocaba unas antenas de mariposa en la cabeza. — ¡Empecemos! — Saltaba alegremente mientras empezaba a gritar su plan con la energía propia de quien no conoce el fracaso.

Sin embargo, los niños que jugaban en el parque apenas le prestaron atención. 

 

—Parece que hoy están ocupados… Jugando.

Char-Char está haciendo todo lo posible. Si hasta parece un payaso —Alastor alzó una ceja, divertido por el comentario del gato blanco. — Mi hija es terriblemente buena. ¿Por qué la estamos dejando continuar con esto?

—¿Por qué crees que le di la idea? —respondió Alastor, dejando escapar una risa leve pero maliciosa.

—¿¡Qué!? —Lucifer giró la cabeza hacia él con incredulidad.

Lucifer apenas tuvo tiempo de replicar antes de que Charlie se quitara la nariz de payaso y la arrojara de vuelta a la mochila.

—¡Nadie viene! —se quejó con frustración. Tras un momento de reflexión, sus ojos brillaron con una nueva idea. — ¡Tendré que pasar al Plan B!

 

Sacó otra diadema, esta vez con antenas de pato, y la agitó triunfalmente antes de dirigirse hacia Lucifer.

—Papá, ¡te toca! Tienes que usar tu lado adorable para atraer a la gente. A unas malas… —Charlie hizo una pausa, observándolo con una expresión pensativa—. ¡Podría ofrecer que te acaricien o algo! Seguro que eso funciona.

Lucifer, que hasta ese momento había estado prestando atención a medias, se quedó completamente embelesado al ver las antenas. Sus ojos se iluminaron como si hubiera encontrado el mayor tesoro del mundo. Sin decir una palabra, comenzó a acercarse lentamente hacia ella.

Pero antes de que se lo pudiera poner la diadema;  Alastor, con su gran sonrisa, se interpuso entre ambos con una sombra roja y felina en su camino, crecía y se movía de muchas formas distinta de manera que Charlie no pudiera ver al gato blanco.

 

—¡Ooooh! —exclamó una voz infantil, interrumpiendo la escena.— ¿Eres una mariposa o un payaso?

Charlie giró rápidamente la cabeza hacia la pequeña figura que se acercaba con curiosidad.

—¡Una clienta! —gritó emocionada, dejando caer las antenas y corriendo hacia la niña.

 

Mientras tanto, Alastor recogió las antenas del suelo y se las puso al gato blanco que lo miraba perplejo.

Cuando Lucifer vio lo que le puso en la cabeza, sonrió satisfecho. Sin darse cuenta, ambos comenzaron a ronronear al unísono.

 

—¡Hola! Me llamo Charlie. ¿Cómo te…? —Charlie se detuvo en seco al examinar a la niña más de cerca. — ¿Eres una Imp? —preguntó, inclinando la cabeza con curiosidad.

—¡Sí! Me gusta tu ropa —respondió la pequeña Imp sonriendo ampliamente.

—¡Gracias! ¿Quieres participar? Es para pecadores, pero tú también puedes unirte.

—¡Claro! Niños pecadores no hay muchos, y los pocos que hay… suelen dar miedo. ¿Qué necesitas? ¿A qué jugamos?

—Antes que nada, ¿tienes amigos? ¿Conoces a más niños?

La Imp negó con la cabeza. —Soy del anillo de la Ira, así que no tengo amigos aquí. Estaba con mis hermanos, pero discutimos…

—¡Perfecto! —exclamó Charlie, aplaudiendo. Pero al darse cuenta de su entusiasmo, se corrigió rápidamente. — Perdón, quiero decir… ¡te puedo ayudar con eso!

—Mmm… No sé. No es que sea algo fácil…

—¡Intentémoslo! —insistió Charlie con una sonrisa esperanzadora. — Y… ¡te daré una cosa! —Con un movimiento rápido, sacó de la mochila una diadema con una figura de un pequeño diablillo.

—¡Una cosa! —exclamó la Imp, sus ojos brillando de emoción. — ¡Acepto! Me llamo Millie.

 

La conversación continuó mientras ambas niñas se sentaban en el césped. Charlie escuchó atentamente a la pequeña Imp, quien relató entre suspiros cómo había discutido con sus hermanos y cómo las cosas se habían complicado. Charlie, con paciencia, intentó ayudarla.

 

—¿Probaste preguntándoles por qué estaban molestos? —sugirió Charlie.

Millie negó con la cabeza, pensativa.

—Ahí está. La primera forma de ayudar a alguien es averiguando qué ocurre. —Charlie sonrió, inclinándose hacia adelante—. Por ejemplo, hace tiempo mi papá estaba triste. Tuve que insistir, pero al final me dijo qué le pasaba. Y con un poco de ayuda, ¡conseguí que sonriera de nuevo! ¿Alguna vez has sentido que no te escuchan?

 

— Muchas. Sobre todo, mi madre.

 

— Ves, si preguntas y escuchas a tus hermanos, ¡podéis buscar una solución juntos! ¡Y si tienes más dudas!  Soolo tienes quee...

 

──────✧──────

 

Desde la distancia, Lucifer y Alastor observaban a las niñas.

 

—Mmm… Charlie está cantando con la diablilla de ahí — comentó Alastor, mirando con interés.

—¿Diablilla? ¿Entonces no era una pecadora? — Lucifer salió de sus pensamientos mientras mordía la diadema cuando escuchó a Alastor.

—No es tan común ver niños pecadores por aquí.

—¿Lo sabías?

—¿Sigues creyendo que le di la idea sin haberlo pensado bien? 

 

Antes de que pudieran seguir hablando, vieron a las niñas abrazarse.

 

—¡Lo conseguí! —gritó Charlie mientras corría hacia ellos. — ¡Va a hablar con sus hermanos! Papá, lo grabaste, ¿verdad?

 

Lucifer se congeló. Un escalofrío recorrió su cuerpo al darse cuenta de que había olvidado por completo grabar el momento. Sin embargo, antes de que pudiera confesarlo, sintió un ligero roce en su pata. Giró la cabeza y vio a Alastor sosteniendo una cámara de vídeo antigua con uno de sus tentáculos.

 

Charlie los abrazó a ambos con fuerza, agradeciendo el gesto.

¿En qué momento había empezado a grabar Alastor? Lucifer lo miró de reojo mientras mantenía la cámara enfocada en la pequeña diablilla y su grupo.

¿No se suponía que quería que la idea de Charlie fuese un desastre? Y, sin embargo, acababa de salvarlo. Incluso utilizó algo que sabía que detestaba.

 

La cámara capturó a la diablilla hablando con un pequeño grupo de diablillos, sus gestos animados y expresivos. Poco después, todos comenzaron a abrazarse... y, para sorpresa de todos, a golpearse amistosamente entre risas.

—Tranquilos, eso se puede quitar —murmuró Alastor mientras observaba a los pequeños rodar por el suelo en una mezcla de risas y empujones.

La pequeña diablilla, la amiga recién adquirida de Charlie, se acercó corriendo hacia ellos con una sonrisa de oreja a oreja.

 

—¡Gracias! ¡Todo salió bien! —exclamó emocionada, agitando los brazos. — ¿Quieres jugar con nosotros?

Charlie giró hacia su padre con ojos brillantes. —¿Puedo, papá?

Lucifer apenas pudo resistirse a su entusiasmo. Asintió rápidamente al ver lo alegre que estaba su hija.

 

La diablilla miró hacia donde miraba Charlie, y se paró a mirar detenidamente al gato blanco.

—Eh... ¿Tu papá es un gato? —preguntó, ladeando la cabeza con curiosidad.

Charlie se giró brevemente, como si la pregunta no fuera nada fuera de lo común. —Es una larga historia. Y este otro gato es Alastor, un muuuy buen amigo de la familia.

La pequeña diablilla frunció el ceño, pensativa. —¿Alastor? Ese nombre me suena. Creo haberlo oído antes...

Charlie soltó una risita. —Yo quería llamarlo Keekee, pero insistió en ese nombre. ¿Jugamos?

Sin más preámbulos, ambas niñas se unieron al grupo en la zona de juegos. Desde la distancia, Lucifer y Alastor observaron en silencio.

 

—Hasta los niños te conocen —comentó Lucifer, alzando una ceja con incredulidad.

—¿Qué puedo decir? Tengo un apartado infantil en mi emisora. Por supuesto, adaptado a ellos. —respondió Alastor, colocando una pata en su pecho y cerrando los ojos con una sonrisa de orgullo.

—¿En serio? —preguntó Lucifer, sorprendido. Cada día, las ideas preconcebidas que tenía sobre Alastor cambiaban a mejor.

—Por supuesto. Es importante influenciar a las nuevas generaciones del Infierno como a las antiguas, sin importar de qué anillo sean o lo qué sean. Aunque, con todo este... problemilla, planeo fomentar que tengan más mascotas infernales que diablillos. Es una alternativa creativa para controlar la sobrepoblación.

—¡Qué grandísima idea, Alastor! —exclamó Lucifer, impresionado por el plan.

No sabe cómo no se le ocurrió antes. Se dejó llevar por lo primero que le dijo Lilith sin pensar en otras posibilidades para abordar el problema.

 

— No recuerdo que me contaras eso en nuestras charlas — añadió Lucifer.

—¿En qué momento te conté toda mi vida? —replicó Alastor, entrecerrando los ojos.

— Con un poco de leche te pones muy manso, ¿no te diste cuenta? — el gato blanco dejó escapar una risa ligera.

 —Ni lo menciones. Está entre lo malo de ser un gato.

— También te hablé de mí, mucho más de lo que ya sabías 

— Lo sé —admitió Alastor, su mirada perdiéndose brevemente hacia algún punto. — Supongo que solo me acuerdo de lo importante.

El felino blanco no entendió del todo aquél comentario, pero prefirió no insistir. Los dos continuaron hablando de temas triviales mientras observaban a los niños jugar.

Charlie corría de un lado a otro, riendo y gritando con entusiasmo.

 

Ambos gatos se acomodaron uno junto al otro, sin ser conscientes de la cercanía. Era como si aquel momento fuera parte de una rutina no planificada: silencio, compañía, buenas vistas y una extraña calidez que ninguno de los dos parecía cuestionar.

Sin embargo, a Lucifer comenzaron a invadirle pensamientos no agradables. Su mente se llenó de preguntas sobre el futuro.

Ya no le importaba el trabajo que había dejado atrás; ese tema parecía haberse desvanecido por completo de su lista de prioridades. En cambio, un nuevo miedo se instalaba en su pecho: ¿Qué pasaría cuando todo volviera a la normalidad? Cuando ambos recuperaran sus cuerpos originales. ¿Volvería todo a ser como antes? ¿Se perdería todo lo que habían construido juntos?

Algo dentro de él le decía que no debería preocuparse, pero pensó en Charlie y en lo mucho que significaba todo esto para ella. Quizás, era buena idea hablar de ello con Alastor. ¿Y si él tenía el mismo miedo?

 

—Al… estaba pensando… —comenzó Lucifer, su voz un poco dudoso.

—¿Acaso piensas, manzanita? —respondió Alastor con su característico tono burlón.

Lucifer apenas logró molestarse por el comentario. En lugar de eso, una ligera sonrisa se dibujó en su rostro. Había llegado a gustarle mucho aquel apodo.

 

—Es una preocupación… quizás absurda realmente.

—Mm… No puedo juzgar si es absurda si no me lo dices, manzanita.

Lucifer suspiró, sintiendo un ligero nudo en el estómago. —Es acerca del futuro. Cuando volvamos a… nuestros cuerpos originales. ¿Qué pasará… con todo?

Alastor ladeó la cabeza ligeramente, como si estuviera evaluando la pregunta. Finalmente, respondió: —Dejaremos de ser gatos. Ves, te dije que te iba a gustar acicalarte.

 

—No me refiero a eso… —Lucifer hizo una pausa antes de continuar. — Me refiero a cuando volvamos. Tú…

—Manzanita —lo interrumpió Alastor de repente. Sus ojos brillaban con seriedad a pesar de la sonrisa que nunca abandonaba su rostro. — No pensemos en eso ahora. El presente es lo único que importa, y por ahora… seguimos siendo gatos.

 

Lucifer lo miró por un momento antes de asentir. Estaba a punto de sonreír y dar por zanjado el tema cuando un ruido llamó su atención.

 

—¡Lucifer! —gritó una voz familiar.

Ambos gatos giraron la cabeza rápidamente.

Frente a ellos, alguien corría hacia su dirección. — ¡Por fin! Ya descifré la maldición.

Notes:

Gracias por leer!!
¡Hasta el próximo capítulo!

✨¡¡Y feliiz año a todos!!✨

Chapter 10

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

— Tío Stolas, ¿eso significa que ya sabes cómo ayudar a papá y a Alastor? —  La voz de Charlie estaba llena de esperanza, con un brillo en los ojos.

Stolas ladeó la cabeza y suspiro antes de responder.

— En realidad, ya sé qué pueden hacer, pero... no estoy seguro de que funcione como esperamos.
El búho hablaba con cautela, eligiendo sus palabras con precisión. Sin embargo, al ver que el gato blanco se acercaba a la mesa abierta con interés, dejó el libro frente a ellos, como si la respuesta estuviera ahí, escondida en las letras antiguas.

— Quiero decir, suena muy... Bueno, os lo leo.
Stolas inclinó la cabeza hacia el libro, sus plumas rozando las páginas amarillentas. Los grabados y runas parecían vibrar con una energía extraña, pero el búho mantenía la compostura.

Si deseas volver a tu forma original, un solo acto debes realizar. Un beso sellado por un lazo de confianza, te hará volver sin tardanza.


La sala quedó en silencio. Solo se escuchaba el zumbido tenue de un reloj al otro lado de la habitación.

— ¡Un beso! —exclamó Charlie, rompiendo la tensión. Su emoción era contagiosa. Dio una pequeña vuelta sobre sí misma antes de detenerse y mirar a Stolas—. ¡Como cuando papá se convirtió en gato! Aunque... ¿un vínculo? Bueno, ¡un beso! ¡Lo sabía!


La forma en que Charlie se iluminó al hablar hizo que Stolas sonriera de manera enternecida. Le recordó, de inmediato a Octavia, cuando cualquier problema parecía resolverse con una solución sencilla y cargada de entusiasmo infantil.

— Es el destino... ¿Papá?

Los dos gatos no se movieron ni un centímetro.

Lucifer sintió como si su pelaje estuviera a punto de prender fuego. Su corazón latía desbocado y, aunque intentaba mantenerse firme, una ola de emociones lo golpeaba como nunca antes.

¿Por qué le costaba tanto siquiera girar la cabeza?

Si lo hacía, sabía que se encontraría con esa sonrisa tonta que siempre llevaba Alastor, esa que parecía inmutable.

Quería huir a algún lado. Quizás a morder todos los patos que dejó en su habitación.

Alastor, por otro lado, tenía las orejas aplanadas contra su cabeza. Sus ojos rojos estaban entrecerrados, y aunque mantenía su habitual sonrisa, esta parecía algo tensa, como si su mente estuviera trabajando a mil por hora en segundo plano.

Charlie, al notar la incomodidad de ambos, su entusiasmo inicial dio paso a una leve tristeza que intentó ocultar. Pero no pasó desapercibida para Lucifer.

—Venga chicos, intentadlo. Ahora os lleváis mucho mejor, ¿no? ... ¿Papá?

Lucifer, al verla así, sintió una punzada en el pecho.

Por un momento, todas las dudas y nervios que lo invadían quedaron en el segundo plano. Ella había sido tan fuerte durante todo este tiempo, y todo lo que quería era que las cosas volvieran a ser como antes.

Tomó aire profundamente y finalmente giró la cabeza.

Lo que no esperaba era que Alastor ya estuviera mirándolo.

Ambos cruzaron miradas por un instante que pareció eterno, pero, como si fuera un reflejo, apartaron la vista al mismo tiempo.

 

Stolas observaba la escena con una sorpresa, dio una cálida sonrisa y se acercó a Charlie posando una mano tranquilizadora sobre su hombro.

— Saldrá bien —le susurró con una calidez que la hizo sonreír débilmente.

— Inténtelo —insistió Stolas, mirando a ambos gatos con una expresión seria, aunque alentadora— Como dice Charlie, ahora siempre estáis juntos. Seguro que el vínculo funciona. Una muy buena amistad.

 

La palabra "amistad" resonó en la mente de Lucifer como un eco distante.

Lo repetía en su cabeza, intentando convencerse de que eso era todo.

Claro... eso era "vínculo", pensó, con un ligero toque de sarcasmo interno, ¿cómo pudo cruzarse por su mente algo relacionado a... "otra cosa"...?

 

Volvió a mirar al gato que tenía de frente. Alastor al segundo también lo miró.

En efecto, no percibía nada en su mirada. 

¿No había nada? O ¿es que le costaba concentrarse en ponerle atención? Volvía a sentir el calor de antes...

Decidió hablar primero.

— Emh... Alastor, ¿te importa? Quiero decir, si te molesta...
— No me molesta.

La respuesta fue rápida, directa.

 

¿Acaso no le importaba nada?

Lucifer avanza lentamente.

En fin. No perdamos más tiempo.

 

Sin esperar más, se inclinó hacia Alastor. El contacto fue breve: un roce ligero de labios gatunos acompañado de un lengüetazo.

Como no se esperaba el gato rojo ni la iniciativa ni del último gesto del gato blanco, antes de que pudiera moverse o si quiera procesar lo que había ocurrido, una densa nube de humo llenó la sala.

— ¡Papá! ¡Tío Stolas! —gritó Charlie y empezó a toser.

— ¿Char-Char? ¿Dónde estás? ¡¿Estás bien?! —respondió Lucifer con preocupación.

— ¿¡Papá?!

— ¡Charlie! ¿¡Me oyes?!

— ¡Está sala es pequeña! —dijo Stolas mientras conjuraba un hechizo para dispersar el humo.

 

Cuando finalmente el aire se aclaró, Charlie corrió hacia Lucifer y lo abrazó con fuerza. Él la envolvió entre sus brazos, cerrando los ojos por un instante para calmarse.

Pero, al abrirlos, buscó con la mirada al otro gato.

Allí estaba Alastor.

Todavía en su forma felina.

El gato rojo evitaba miradas con él, aunque por un breve instante, Lucifer juraría que había visto una sonrisa totalmente sincera, diferente que las demás.

 

Antes de que pudiera decir algo, Alastor se levantó y salió de la sala apresuradamente.

 

— ¡Alastor! —Lucifer llamó, pero el otro no se detuvo. En lugar de ello, desapareció en un remolino de sombras.

 

Charlie miró a su padre con preocupación y luego volvió su atención a Stolas.

— Tío Stolas, Alastor sigue siendo un gato. ¿Qué pasó?

 

Ambos rubios miraron al búho, esperando una respuesta que no llegó de inmediato.

— Yo tampoco lo comprendo —admitió finalmente Stolas, pasándose una mano por las plumas con aire preocupado—. Os leí lo único que había.

Charlie abrazó con más fuerza a su padre, ocultando su rostro en su pecho mientras Lucifer acariciaba su cabello en silencio, con la mente llena de preguntas y una inquietud que no podía apartar.

Notes:

Que suspense 😬, al final no salió tan bien el plan para nuestros gatitos favoritos.
¿Pensabais que ya se iba a resolver todo? Tengo curiosidad también de vuestras opiniones.

Bueno, quería avisaros que el siguiente es el último capítulo :´)
Pero no os preocupéis, habrá un capítulo extra, espero que os esté gustando💕
¡Hasta el próximo capítulo!
Gracias por leer :)

Chapter 11

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La búsqueda había durado toda la tarde. Lucifer, Stolas y Charlie revisaron cada rincón del palacio, los jardines, y las zonas cercanas que habían frecuentado durante esos días. Sin embargo, Alastor no aparecía por ningún lado.


Finalmente, solo quedaba un lugar por revisar: Su propia casa.

Decidieron dejar ese último intento para la noche, después de cumplir con un asunto importante: agradecer adecuadamente a la familia de Stolas por su valiosa ayuda.

Lucifer fue detallista como siempre. Regaló una hermosa planta a Stolas, perfecta para su colección de plantas mística. Para la pequeña Octavia, eligió un encantador conjunto de lunas y un gorrito a juego, que la hizo sonreír tímidamente. Incluso Stella recibió un pase a una fiesta VIP, aunque Lucifer no pudo evitar rodar los ojos al entregárselo; no le hacía mucha gracia incluirla en sus agradecimientos, pero era lo correcto.

Cuando finalmente regresaron a casa, estaban agotados.

Charlie apenas podía mantenerse despierta y terminó dormida en los brazos de su padre, respirando con tranquilidad.

Lucifer cruzó la puerta de su habitación con su hija en brazos. Apenas entró, supo que ya había alguien allí. La sombra, inconfundible, le hizo detenerse un instante. Contuvo el aliento y miró con cuidado alrededor, sin hacer ruido. Después, dejó a Charlie suavemente en su cama, arropándola con cariño.

— Buenas noches, patito —le susurró mientras depositaba un beso en su frente.

Tras asegurarse de que estaba profundamente dormida, salió en silencio y cerró la puerta tras de sí.

 

 

Lucifer se dirigió a su habitación.

Cada paso que hacía, muchos pensamientos venían. ¿Cómo debía comenzar la conversación? Ni siquiera él entendía por qué solo había funcionado para él y no para Alastor. ¿Y si nunca volvía a su forma original?

Al abrir la puerta, se detuvo de golpe.
Alastor estaba allí. Bueno, más bien, debajo de la cama.

Una parte de su cola roja sobresalía de forma bastante evidente, aunque parecía estar intentando esconderse.

Lucifer arqueó una ceja, reprimiendo una pequeña sonrisa.
— Sabía que te encontraríamos aquí… —murmuró con voz tranquila.

 

En cuanto habló, la cola desapareció rápidamente debajo de la cama, como si eso fuera suficiente para volverse invisible.

 

El rubio suspiró y avanzó hasta su cama, tumbándose encima mientras mantenía su tono sereno. Le hizo frío por lo que, usó magia para ponerse el pijama y taparse.
— No tienes por qué asustarte o sentirte incómodo. Buscaremos una solución, te lo prometo. —Hizo una pausa, mirando al techo antes de continuar—. Lo que pasó… No sé por qué ocurrió así. Te aseguro... que prefería que tú volvieras primero. En serio. —Inspiró profundamente y cerró los ojos—. Sabes que nos tienes… A Charlie… Y... a mí... Siempre.

Unos segundos después, el ritmo constante de su respiración se volvió más lento y pausado.

Lucifer se había quedado dormido.

Desde debajo de la cama, el gato rojo salió con movimientos sigilosos. Subió a la cama y se detuvo para contemplarlo.

Echaba de menos verlo de esa forma también... Sacude la cabeza. 

Realmente le afectó todo. 

No quería culparlos ya que le ayudaron mucho en todo y sería muy poco caballeroso de su parte, aparte de desagradecido. 

Pero había algo más que le hizo cambiar de perspectiva.

Se acercó más al rubio, moviéndose con la misma cautela que un felino. Al final, no pudo evitarlo: le dio un par de lamidas en la mejilla y una más en los labios antes de acurrucarse junto a él. Como si nada hubiera pasado.

 

──────✧──────

 

Lucifer despertó sintiéndose extraño.

Había algo, o más bien alguien, apoyado sobre él. Aunque se le pasó por la cabeza a Alastor, no podía serlo pues, se trataba de un peso que no correspondía a un gato.

Entonces...

A medida que su mente se despejaba, abrió los ojos lentamente y miró hacia abajo. Lo que vio le hizo congelarse.

Allí estaba Alastor, en su forma humana, aferrado a su cintura, profundamente dormido.

Lucifer prometió que habría soltado un grito digno del inframundo si no fuera porque vio aquellas orejas rojas con mini astas y que su cerebro estaba ocupado procesando todo lo que ocurría.

 

¡Había vuelto a su forma humana!

 

Antes de que pudiera reaccionar, Alastor se movió un poco, ajustándose a una posición más cómoda. La mano del pelirrojo rozó la cintura de Lucifer y fue bajando lentamente hacia sus piernas, haciéndolo estremecer.

Tenía que despertarlo.

 

— ¿A-A-Alastor…? —balbuceó mientras lo tocaba suavemente en el cabello, tratando de despertarlo.

Se volvió a mover dejando a la vista su cara.

¿En serio ese pedazo de engreído tenía que ser tan guapo?

Empezó a observar detenidamente cada detalle un buen rato. Instintivamente, acarició su cara. 

Suave...

 

Los ojos rojos del pelirrojo se abrieron lentamente.
— ¿Lucifer…?

Lucifer tragó saliva antes de responder, intentando sonreír de forma natural.
— Buenos días, Alastor.

 

Por un instante, ambos se quedaron mirándose, pero Alastor, sin darse cuenta de su propio cambio, volvió a apoyar la cabeza sobre el pecho del rubio y comenzó a acariciarlo como si todavía fuera un gato.

Lucifer, con la cara completamente roja, se dio cuenta de que Alastor aún no había notado su transformación. Para evitar más incomodidades, puso su mano sobre la del pelirrojo.

 

Las orejas de Alastor se alzaron de golpe al sentir la diferencia. Lentamente, miró hacia sus propias manos y luego hacia Lucifer. Sus ojos se abrieron como platos.

 

— ¡HAA! —gritó, incorporándose de golpe y cubriéndose con la manta al darse cuenta de que no llevaba ropa.

Lucifer que también se percató de la situación, se dio la vuelta mientras se tapaba la cara con las manos.

 

— ¡Papáaaa! —la voz de Charlie los sobresaltó a ambos.

 

Lucifer, al escuchar el golpeteo en la puerta, rápidamente se levantó.

Antes de nada, comprobó que Alastor seguía cubierto con la manta y no se movía ni un milímetro.

Se acercó a la puerta y la entreabrió ligeramente.

— ¡Char-Char! — saludó con suavidad al ver a su hija frente a él. — ¡Buenos días, mi vida! ¿Qué tal dormiste?

— Muy bien — respondió Charlie con una sonrisa radiante. — ¿Desayunamos juntos?

 

Lucifer asintió con ternura, pero tenía cosas que arreglar antes de poder sentarse con ella.

— Claro, pero... ahora mismo tengo que arreglar unos asuntillos de papá.

Charlie se balanceó en la punta de sus pies, pensativa, antes de preguntar con entusiasmo:

— ¿Puedo hacer el desayuno yo?

 

Con una sonrisa le acarició la mejilla. — Sí, me parece una idea maravillosa si tú quieres. Solo asegúrate de pedirle ayuda a Razzle y Dazzle, ¿vale?

Con un “¡vale!” y una serie de pequeños brincos, Charlie corrió escaleras abajo.

Lucifer cerró la puerta con cuidado y suspiró, un leve sonrojo cruzando su rostro al recordar lo que acababa de pasar justo antes de que su hija tocara la puerta.

 

Al girarse para enfrentar a Alastor, se detuvo en seco. Lucifer miró nerviosamente a su alrededor.

“¿Dónde está?” pensó. Su mirada se dirigió al baño que había en su habitación.

Suspiró aliviado al ver la luz encendida. Al menos no se había ido. O eso esperaba.

 

Se acercó a la puerta del baño y dio dos toques.

— Alastor, ¿estás ahí?

No hubo respuesta. Lucifer frunció el ceño y apoyó su oído contra la puerta. No escuchó nada. Volvió a tocar, esta vez más fuerte.

— ¿Alastor? — preguntó con un tono más preocupado. — ¿Acaso… te fuiste? — murmuró para sí mismo, sintiendo un pequeño nudo formarse en su garganta. “¿Acaso no quería quedarse...?”

 

Finalmente, una respuesta llegó del otro lado de la puerta.

— Sí... Estoy aquí.

 

El alivio lo recorrió de pies a cabeza, tanto que dejó caer su frente suavemente contra la puerta mientras sonreía.

Escuchó pasos ligeros del otro lado y luego volvió a hablar.

— Ehm... Charlie ya se fue. Por si quieres salir...

 

El silencio que siguió era incómodo. Lucifer sentía el calor del sonrojo subiendo a su rostro mientras se rascaba la nuca, tratando de encontrar algo más que decir.

— Lo-Lo siento por lo de antes. — Dejó escapar una risilla nerviosa mientras trataba de desviar el tema. — Jeje, me pasó lo mismo cuando volví a mi forma normal. Stolas me ayudó rápido, pero... no sé por qué se me olvidó cuando... te vi. — Se llevó una mano al rostro, avergonzado por su propio comentario.

 

Silencio. Su sonrisa se tambaleó un poco. “Quizás no debería haber dicho eso...” pensó.

 

Finalmente, Alastor habló con su característico tono socarrón:

— O tal vez... ¿querías aprovecharte del momento?

 

Lucifer levantó la cabeza rápidamente, sorprendido por su respuesta, pero no pudo evitar sonreír al escuchar la ligera burla en su voz.

— Ya quisieras. En todo caso, tú — respondió con su propia risa característica.

 

Un ligero suspiro vino del otro lado de la puerta antes de que Alastor volviera a hablar.

— Te pido disculpas... No sabía que volvería a mi forma original.

— Cierto... ¿Cómo pasó? Si fue por el beso, ¿no tendría que haber sido al mismo momento que yo?

Alastor dejó escapar un susurro apenas audible — No... No lo sé.

 

Lucifer se quedó en silencio, contemplando la posibilidad de que Alastor también estuviera apoyado contra la puerta, del otro lado. Instintivamente, colocó una mano sobre la madera como si quisiera alcanzar al demonio al otro lado.

— Aunque no lo sepamos... Lo importante es que ya volviste. Era lo que tanto deseabas y, bueno... yo... — Cerró los ojos con fuerza, tratando de contener un torrente de emociones. — Si fuera por mí, cuando te vi aun siendo un gato, prefería que hubiera sido al revés.

 

El silencio del otro lado era casi ensordecedor. Lucifer estaba a punto de abrir los ojos cuando finalmente escuchó la voz de Alastor.

— ¿Intentas quedar bien? —. Usó un tono burlón, Lucifer arrugó el entrecejo. — No digas tonterías. Estuvo bien que volvieras tú primero. Tienes a Charlie, te necesita. Yo... solo tengo mi estación de radio, que también es muy importante porque, si no, ¿quién se preocuparía de informar a nuestros vecinos descarriados? Pero... supongo que, por esta vez, puedo permitirlo.

 

Lucifer no pudo evitar sonreír ante su comentario.

— Que honor... Gracias, Al. — Su voz era baja, casi un susurro, pero lo suficientemente fuerte como para que Alastor lo escuchara. Y entonces, inesperadamente, sintió un ligero roce contra la puerta, del otro lado.

Animado por el gesto, decidió seguir hablando.

— ¿Has pensado qué harás luego?

 

Alastor respondió tras un breve silencio:

— Verás, acabo de darme cuenta desde hace menos de una hora que volví a mi aspecto original. Así que, antes de responder, me gustaría darme una ducha. Si es posible... Creo que aún huelo a gato.

 

Lucifer dejó escapar una risa sincera.

— Puedes usar la ducha, no hay prisa. También me pasó en casa de Stolas. Aunque... es raro. ¿No que tú te acicalabas y eso bastaba?

— Ja-ja-ja... — respondió con su típica risa irónica.

 

Lucifer, aún entre risas, le explicó desde fuera cómo funcionaba la ducha. Luego esperó pacientemente, sentado al borde de su cama, hasta que finalmente la puerta del baño se abrió.

Cuando Alastor salió, Lucifer no pudo evitar quedarse mirándolo fijamente.

Era la primera vez que veía al demonio en su forma original, y algo en su porte lo dejó sin palabras.

Un traje con ese color tan característico de él, estaba impecable. Y esa sonrisa confiada seguía tan presente como siempre.

 

— ¿Tan guapo soy? — bromeó Alastor al notar la intensidad de su mirada. Se miró en el espejo y añadió: — Pensaba que me recibirías con alguna burla.

Lucifer reaccionó de golpe, el sonrojo subiendo rápidamente a su rostro.

— ¿De qué hablas? Solo estaba pensando en lo... extraño de tu corte de pelo.

La respuesta hizo que Alastor lo mirara de reojo con una ceja levantada antes de acercarse lentamente a él.

— Claro... — dijo con voz suave mientras acortaba la distancia entre ambos hasta quedar a centímetros. Era muy alto — Respondiendo a tu pregunta de antes... He estado pensando en ello desde hace un tiempo. Y, la verdad es que mis planes... han ido cambiando.

 

Lucifer tragó saliva, incapaz de apartar la mirada.

— ¿Cambiando? ¿A qué te refieres?

Alastor sonrió, su expresión casi burlona.

— Estuviste rogando que me quedara que... — comenzó, pero Lucifer lo interrumpió rápidamente.

— ¿Rogar? ¿Quién te ha rogado? ¿Yo?

— Pues... sí, tú.

— ¡¿Qué?!... Ja, me parece que te estás confundiendo contigo mismo. Cuando te hacía preguntas siempre lo alargabas para no responderme.

— Hmmm.... — se puso de lado volviéndose a mirar en el espejo.

— E-eh... Vamos acéptalo.

No contestó solo le miró de reojo.

— ¡Ves! no quieres aceptar que en realidad quieres quedarte porque nos echarías de menos ¡Ja Ja Jaa!. 

— Quizás... Tengas razón.

— ¡Admii.....! ¿Qué di...? ¿Qué...qué...? — balbuceó, había cortocircuitado. Intentando analizar lo que había pasado.

 

— ¡Papáaaa! — Charlie irrumpió en la habitación con una sonrisa radiante. — ¡Dazzle me dijo que vio a Alas...

Se detuvo al ver a ambos en la habitación. Sus ojos escanearon a los dos varias veces antes de gritar emocionada:

— ¡Alastor! ¡Sé que eres tú! — Corrió hacia él, abrazándolo por las piernas. — ¡Lo conseguiste! ¡Estoy muy alegre!

Alastor, que al principio alzó una ceja al ver a la niña agarrada a sus piernas, lentamente se agachó y la levantó.


— Qué lista eres, a diferencia de tu padre.

— ¿Papá no te reconoció? —dijo Charlie con una risita.

— Diría que no, se quedó mirándome un laaargo rato

— Claro que lo hice… solo que… me tomó por sorpresa —murmuró Lucifer, intentando ocultar su rostro enrojecido.

 

— Alastor, ¿te quedarás a desayunar? ¿y a almorzar? Oh, ¿y a cenar? ¿Mañana también?

— Jajajaj Si a tu padre no le importa...

 

Entonces, ambos que reían miraron a Lucifer de frente.

Fue en ese momento cuando en un segundo Lucifer se sintió lleno. Tenía de frente suya a las dos personas más maravillosas que había conocido y que, sin duda, tenía claro que quería formar parte y formar una nueva historia.

No dijo nada. Simplemente se acercó a ellos y los abrazó.

 

— ¿Pancakes? —propuso finalmente con una sonrisa.

— ¡Síii! —exclamó Charlie con entusiasmo—. Alastor, ¡tienes que probar los de forma de pato y manzana!

— Qué original… —respondió Alastor con una sonrisa burlona antes de agregar en voz baja—. Aunque yo preferiría unas manzanas de verdad.

Lucifer le dio un leve apretón en el hombro, interrumpiéndolo.
— Ni se te ocurra quejarte, Bambi. Probarás mis famosos pancakes.

— Qué remedio… Todo sea por las manzanitas —respondió Alastor con una sonrisa sincera mientras salían de la habitación.

 

 

Notes:

Perdonad la tardanza, estaba de exámenes.
Pero aquí tenéis ya el final de esta bonita historia💕
El siguiente es un extra para cerrar un poco la relación. Espero que os haya gustado como a mí escribirla✨

Gracias por leer :)

Chapter 12

Summary:

Un capítulo extra, ¿qué pasó tiempo después que el demonio radiofónico aceptara quedarse en la mansión Morningstar?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Había pasado mucho mucho tiempo.
Alastor ya tenía una rutina, una costumbre, todo en orden como a él le gusta.

Al principio, siempre dudaba de su estancia pues, Lucifer nunca se lo ponía fácil para irse. Le daba todo lo que necesitaba, y al final, Alastor no encontraba motivos para marcharse.

Incluso un día, Lucifer lo ayudó a traer todas sus cosas al castillo.

Aunque decoró su habitación como quiso, algo curioso sucedió: poco a poco, el lugar se llenó de patos. Figuras, juguetes, estampados... Por alguna razón, empezó a permitir tenerlos cerca a esas pequeñas aves amarillas con picos. Quizás le recordaban ciertos seres similares, pero más humanizados, igual de rubios y curiosos. Claro, eso no evitó que mantuviera sus toques rojos y algún verde.

Su rutina también habría sufrido cambios con el tiempo. Lo tenía meticulosamente organizada. Sin embargo, en sus tiempos libres, se encontraba a menudo siendo el bufón de Charlie. A veces sentía que era su niñero, algo que juró evitar incluso antes de conocerles, pero tampoco era que lo obligaran. Además que, Charlie siempre respetaba cuando decía que no se sentía bien para jugar con ella o que simplemente prefería una partida de ajedrez o un juego que requiriera pensar.

Y entonces lo recuerda. Siempre se quejaba, pero en mitad de esos juegos, cuando Charlie reía o cuando Lucifer llegaba del trabajo y los veían juntos, sonriendo con una expresión más tranquila, se daba cuenta. Quizás... quizás simplemente se estaba acostumbrando.

Incluso su habitación, que al principio era de invitados, terminó siendo compartida. Todo comenzó con un “¿y si hacemos una fiesta de pijamas en la habitación de Alastor?”. Y lo más sorprendente; no fue Charlie quien sugirió la idea. Desde entonces, dormir cinco noches a la semana los tres juntos se convirtieron en costumbre. La cama era grande, sí, pero... ¿En qué momento permitió todo esto?

 

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Lucifer también tenía sus propios dilemas. Siempre temía que Alastor se sintiera incómodo. Lo último que quería era retenerlo. Aunque no le agradara la idea de que se fuera, lo respetaría si llegara a decidirlo.

Incluso habló con Charlie sobre no presionarlo.

Ella, aunque un poco reacia, aceptó ese posible final. Sin embargo, siempre insistía en “el poder del amor”. Cada vez que decía eso, Lucifer estallaba avergonzado. ¡Qué directo podían ser los niños!

No negaba que algo había cambiado en su perspectiva hacia Alastor. Había comenzado a verlo con otros ojos, aunque a veces dudaba si era mutuo. ¿Acaso no era una señal que aquella noche Alastor se transformara en humano estando encima de suyo, y que esa misma noche soñara con besarse con él en forma de gatos? ¿O que siempre cumpliera los caprichos de Charlie y los suyos sin quejarse?

Aun así, cada vez que Alastor lo miraba fijamente, todo se desmoronaba en su mente. Se quedaban sin palabras, balbuceaba excusas o proponía ideas alocadas. Como aquella de dormir los tres juntos en la misma cama… ¡Y Alastor había aceptado!

Aunque había superado a Lilith, sabía que no sería bien visto. Para los demás, excepto Charlie, claro, aquello no estaría bien. Y no podía evitar pensar que tal vez tenían razón.

Pero entonces lo mira y vuelve a enredarse en sus propios pensamientos. Alastor lo tenía todo. Si él imaginara a la pareja perfecta, encajaría casi a la perfección. Bueno, había cosas que podrían cambiar, pero nadie es completamente perfecto, ¿no?

Incluso lo veía como un buen padre para Charlie. Claro, en ese aspecto, Lucifer era el único perfecto… Aaaagh, tenía que parar.

¿Quién le aseguraba que todas sus fantasías podrían volverse realidad? ¿En qué momento se habían acostumbrado tanto el uno al otro? ¿En qué momento permitió todo esto?

 

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—Papá dijo que vendría tarde. Otra reunión.

—A ver si esta vez trae algún cotilleo que me sirva.

 

Charlie y Alastor estaban sentados en el suelo, apoyados en la mesa del salón. Alrededor de ellos había un caos de ceras de colores esparcidas, testigos de su tarde de dibujo. A pesar del inmenso cielo rojo que se extendía tras las ventanas, en el ambiente se sentía como un día normal, casi como si un sol cálido iluminara la escena.

Alastor, tras terminar un trazo, dejó el crayón y suspiró, desviando la mirada hacia la niña. Charlie estaba completamente absorto en su dibujo, su rostro reflejaba cada emoción que sentía con pequeñas muecas que él ya conocía a la perfección.

 

—Alastor, ¿qué opinas de mi plan de rendición para pecadores?

—Suena…interesante. Parece muy difícil, pero noto que tu iniciativa es buena.

Charlie dejó de pintar y lo miró con curiosidad, su mente parecía estar trabajando en algo.

 

—¿Recuerdas algo de tu vida humana?

—Ciertamente es complicado de recordar —respondió él, apoyando el codo en la mesa y ladeando la cabeza. — Por decirte algo, no fue una mala vida.

—¿Tuviste hijos?

Alastor arqueó una ceja.

—¿Disculpa?

—Hijos. Es que eres tan bueno a veces… Seguramente hayas estado rodeado de niños en algún momento.

 

El pelorrojo soltó una risa breve y divertida.

—Es muy graciosa tu perspectiva, querida, porque la verdad es que no. No he tenido muchos niños cerca. Además, era muy joven para tener alguno… Al menos en mi opinión, aunque la sociedad de aquel entonces no opinase igual.

—¿No te gustan?

—No mucho. He de decir que eres mi excepción.

Charlie se asombró, pero antes de que pudiera decir algo, Alastor continuó:

—Aunque, he de admitir que lo llegué a cuestionar… Pero digamos que el procedimiento no era algo que me llamara la atención. Pero, si alguna vez lo hubiera hecho, habría sido por mi madre.

—¿Tu mamá?

— Sí. Ella quería aguantar al menos hasta conocer a sus nietos. Yo le hubiera concedido ese y todos los deseos que me pidiera. Pero... fue demasiado tarde.

El tono de su voz cambió sutilmente. No era tristeza exactamente, pero sí un dejo de melancolía que Charlie notó de inmediato. Apoyó su cabeza a un lado del brazo de Alastor.

—¿Dónde está ella ahora?

—Donde tiene que estar. Arriba, en el Cielo. Era una mujer maravillosa. Aún recuerdo cada detalle junto a ella. Y a pesar de todo… aunque en esta vida no pude, en otra le concederé sus deseos. Además... — Acaricia el pelo de Charlie suavemente y mira de reojo hacia la puerta — estoy seguro de que a ella, le hubieras encantado.

Charlie bajo su toque, se acomodó más en él.

—Entiendo lo que es echar de menos a una mamá… —susurró. Luego, alzando la cabeza con una sonrisa, agregó— Pero, así como tú fuiste mi deseo fugaz, ¿podemos ser nosotros el tuyo?

Alastor parpadeó, sorprendido.

—¿Deseo fugaz?

— ¡Sí! Cuando te encontramos, la noche anterior pedí el deseo de que mi padre volviera a sonreír como antes.

El demonio se quedó en silencio por un instante, analizando aquellas palabras con un brillo pensativo en los ojos.

—Piensas que tu padre es feliz por mi culpa?

—¡Claro! Cambiaste todo.

— Mmm…

Charlie inclinó la cabeza con curiosidad.

— Alastor, ¿qué piensas de mi padre?

— ¿Tu padre? Vaya… eso es difícil de argumentar. A lo mejor me echa de esta casa.

— ¡Ey, no digas eso! Él nunca lo haría.

— Ah, ¿sí? ¿Tú sabes qué piensa él de mí?

Charlie lo piensa un momento y con seguridad dice — Después de mí… eres su segunda persona favorita.

Alastor alzó una ceja, divertido.

— ¿Y sabes qué? Que…

—¡Chaaaaarlie!

Una voz resonó en el aire, Lucifer entró al salón con los brazos abiertos y una enorme sonrisa.

— ¡Papá! —Charlie se levantó de un salto y corrió hacia él.

— Mm... — Alastor entrecerró al verlo entrar interrumpiendo un cotilleo interesante.

 

—¡Char-Char! ¡Patito hermoso! Ayyy, ¿qué haré contigo?

—¡Jajaja! Ven, ven, toma asiento donde estaba yo, ahora vuelvo.

 

Charlie salió corriendo a buscar algo, dejando a Lucifer y Alastor solos.

El ambiente cambió sutilmente con su ausencia.

 

—Hola, Al…

—¡Manzanita! —Alastor saludó alegre — ¿Qué tal en el trabajo?

Lucifer suspir pesadamente mientras se dejaba caer en un asiento.

—Lo de siempre… juicios, reuniones, más juicios, papeles y más reuniones. Mammon siempre molestando, Satán queriendo sobresalir… En fin. ¿Y tú?

—Otro día más dando las noticias matutinas. Y Vox siendo tan pesado como siempre.

—Esta vez ¿qué hizo la televisión esa?

—Presiento que me está ocultando cosas. Solo son teorías propias, pero aseguraría que busca alianzas, a pesar de que siempre niego sus sugerencias que no tengan que ver con la radio.

Lucifer lo observó con atención, frunciendo levemente el ceño.

—Sabes que si necesitas otro sitio, aquí mismo puedo crearte un estudio para que hagas tus retransmisiones sin depender de ese socio tuyo. Podría ser completamente a tu gusto. Me vas diciendo cómo lo quieres, la estructura, la decoración…

 

Alastor no respondió enseguida. En su lugar, lo miró fijamente con una sonrisa genuina, pero sin su habitual expresión burlona. Había algo en la preocupación de Lucifer que lo hacía sentir apreciado, pero al mismo tiempo… confundido.

Había notado su presencia en el pasillo desde que Charlie le preguntó por su madre. Y cuando Lucifer interrumpió la conversación con un sonrojo visible, fue evidente que había estado escuchando. Alastor no sabía bien qué sentía, pero se había cansado del conformismo.

Simplemente, le apetecía probar.

 

— ... Aunque la tecnología esté avanzando en la tierra yo puedo quitarla aquí, si es por...

—¿Por qué te preocupas tanto por mí?

Lucifer parpadeó varias veces. Entonces, se dio cuenta la mirada tan profunda que tenía Alastor sobre él.

 

— ¿Eh? ¿A qué te refieres?

—A todo, supongo…

 

Lucifer frunció los labios, pero antes de que pudiera responder, Alastor continuó —Sabes, cuando te conocí me parecías aburrido. Siempre llorando y quejándote.

Lucifer puso una cara de ofendido.

—¡Oye!

—Pero con el tiempo, esa percepción cambió… y empezaste a darme curiosidad. Y por alguna razón, no te me vas de la mente.

 

Lucifer se quedó mudo.

 

—Oh-oh… ¿soy… molesto? — agachó la mirada confundido.

— No. Más bien diría que me preocupo por ti y por Charlie. Quizás no esté bien…

 

Lucifer lo miró, mordiéndose el labio.

—No, para nada. Para mí... tú eres importante, como lo es Charlie.

 

Alastor arqueó una ceja.

— Entonces, ¿Charlie entonces no mentía?

Lucifer se rascó la nuca, nervioso.

—Agh… eso… ¿Sabías que estaba ahí?

—Digamos que las sombras delatan mucho.

 

Lucifer se sonrojó aún más y soltó una risa nerviosa.

Ninguno dijo nada por un momento. En realidad, ninguno sabía a qué punto habían llegado. Alastor tampoco había dicho algo en concreto, pero Lucifer sintió que, aunque sus palabras no eran sólidas, tenía luz verde para aclararlo ahora.

Era ahora o nunca. Con lo reservado que solía ser Alastor, tenía que aprovechar este momento.

—Alastor… Lo que dijiste… ¿quieres decir que te gusto? ¿Que me quieres? Ya sabes...

Alastor lo miró fijamente. —Nunca… nunca había sentido estas cosas, así que no sabría qué responderte exactamente a esas preguntas cerradas.

Lucifer abrió los ojos con sorpresa y se apresuró a corregirse. — ¡Oh! Sí, no te sientas presionado, es lo que menos quiero. Eres muy reservado, tenía que haberlo tenido en cuenta. A veces hablo de más, qué torpe puedo ser. No tengo que ser tan directo, porque luego…

Y, como de costumbre, empezó a balbucear, mirando a todas partes menos al pelirrojo.

Alastor chasqueó la lengua, le sujetó la barbilla con suavidad y lo obligó a mirarlo a los ojos.

Lucifer quedó en blanco al instante.

— ¿No te han dicho que hablas mucho?

— Per-perdo…

—Nunca cambies —susurró Alastor con una pequeña sonrisa, esta vez sin mostrar los dientes. Su mirada tenía un brillo extraño, casi como si estuviera viendo algo precioso e irremplazable. Lucifer sintió cómo su corazón latía con fuerza. 

Alastor, por su parte, ya no racionalizaba nada. Sentía como si sostuviera lo más apreciado del planeta y que solo él podía hacerlo. Siempre había sido bueno haciéndose el tonto, evitando situaciones que no le interesaban o de las que no sacaría nada. Pero en este caso… Algo dentro de él le decía que lo que tenía de frente era valioso, aunque para los demás no lo pareciera.

Se había hundido del todo. Y ya no veía motivos para retener sus palabras.

—Pero... Si tuviera que decirte algo, mi respuesta sería más larga que un simple sí o no.

Lucifer contuvo el aliento.

 Continuó — ¿Qué quieres decir con "gustar"? Si te refieres a que me gustan muchas cosas de ti, incluidas las malas, que me gusta los momentos contigo por muy simples que algunos sean… me gustas.

Lucifer sintió que se le iba a salir el corazón del pecho.

— ¿Y de querer? Si te refieres a que si quiero estar contigo aunque sea toda una eternidad, y que quiero que tú también lo quieras… te quiero. Con todo completo.

Lucifer lo miró fijamente durante segundos más… y se echó a reír.

Alastor parpadeó, confundido.

 

—¿Dije algo gracioso?

—No, jajaja… es… eso, jajaja…

Lucifer se frotó los ojos y la nariz. Al alzar la vista, Alastor se dio cuenta de que también había llorado.

—Es solo que… no me lo esperaba. Pensé que solo yo pensaba así.

Sin pensarlo más, se acercó a centímetros del rostro del pelirrojo y acarició sus mejillas con ambas manos.

—Gracias.

 

Alastor le sonó de vuelta y sujetó sus manos con suavidad.

—¿Puedo…?

Lucifer entendió la pregunta cuando vio cómo sus ojos pasaban de sus labios a sus ojos.

EL rubio asintió super ansioso.

Alastor no esperó más y rompió la separación.

1…2…

Se alejó con una sonrisa enorme.

Lucifer, aunque contento, se separó riendo y algo desconcertado dijo — ¿Me das otro… más largo...?

Alastor levantó una ceja divertido, y volvió a acercarse.

1… 2… 3… 4…

Se alejó con una gran sonrisa y, de paso, besó las manos del rubio que aún sostenía.

Lucifer, aunque sonrojado, sonreía de lado, pero algo lo tenía confundido.

—Eh… Al, me encanta esto, y… Entiendo que no tenemos porqué ir rápido, pero…

—¿Pasa algo?

—¿Por qué solo me das picos?

—¿Picos?

—Sí, ya sabes… Tal vez di por hecho con lo de besar pero...

Al notar la sorpresa de Alastor y su leve sonrojo, Lucifer abrió los ojos con incredulidad.

—¡¿Nunca habías besado antes?!

 

Alastor explotó de vergüenza. Le cubrió la cara con una mano y lo alejó con la otra.—Sabes qué? Retiro todo lo que he dicho. Te odio, Lucifer. Además, ¿no que te gustaban los patos?

—¡No, no, perdón! ¡Perdóoon! ¡Te quiero! No te preocupes, yo te enseño todo. ¡Me gustan los picos, es verdad!

Forcejeaban entre risas, Lucifer pedía más picos a lo que Alastor se sonrojaba cada vez más. Cuando de repente escuchan pasos en el pasillo.

—¡Volví!

Charlie entró con energía a la habitación mientras los dos adultos ya estaban apoyados en la mesa, algo alejados el uno del otro.

—¡Patito! —Lucifer entusiasmando al verla—. ¿Qué trajiste?

—¡Mirad! —Charlie sacó un dibujo y lo extendió con orgullo—. Es el diseño del hotel que estuve planeando. Me tardé en encontrarlo, ¡tengo tantas ideas!

Lucifer tomó el papel y lo observó con curiosidad.

 

—¿Un hotel?

-¡Si! —respondió ella con emoción— Alastor me dio la idea. Así tendríamos más espacio y más tiempo para las actividades.

Alegremente, la niña comenzó a explicar cada detalle de su proyecto. Lucifer, de vez en cuando, hacía algún comentario, mientras Charlie relataba sus grandes planos con brillo en los ojos. Alastor, por su parte, asentía con una sonrisa, mirándolos a ambos con adoración.

Su solo atención se desvió cuando Charlie lo llamó.

—Oh, Alastor.

Él salió de su ensoñación y la miró con curiosidad.

—¿Sí, querida?

—Si el hotel es para ayudar a redimir a los pecadores… —Charlie ladeó la cabeza, pensativa— ¿Tal vez podrías volver a ver a tu mamá?

Alastor abrió los ojos con sorpresa.

No había esperado esa propuesta. Instintivamente, cruzó una mirada con Lucifer, quien también se veía atónito. Sin embargo, en el fondo, el pelirrojo ya tenía clara su respuesta.

—Te agradezco mucho tu ayuda, de verdad… —su voz fue suave, pero segura— Pero tendré que rechazarla.

Charlie alzó una ceja —¿Por qué?

Alastor emocionando con nostalgia y apoyó su mano en la cabeza de la niña, despeinándola un poco con cariño.

— Otro de los deseos de mi madre era que yo fuese feliz. Y estoy seguro de que ella querría que me quedara aquí —sus ojos se suavizaron al mirar a Lucifer—. Además, ¿quién va a controlar y ayudar con tus alborotadoras ideas?

Charlie le infló las mejillas.

—Cuando haga esto, ya seré mayor.

Alastor rió y se llevó una mano a la barbilla, fingiendo estar pensativo— Bueno, entonces… ¿quién ayudará a tu padre a cruzar la calle cuando sea un anciano?

—¡Ey! ¡Te estoy oyendo! —protestó Lucifer, fulminándolo con la mirada.

—Lo sabemos~ —canturreó Alastor con diversión—. Ves, Charlie, ya tiene problemas de vista.

La niña soltó una risita y luego se acercó con ternura.

—Así que… ¿de verdad estás bien aquí?

Alastor la miró con dulzura y sintiendo. —Sí. Estoy muy bien aquí.

 

Su mirada volvió a encontrarse con la de Lucifer, quien lo observaba con un brillo especial en sus ojos.

Charlie parpadeó, dándose cuenta de la conexión silenciosa entre ambos.

 

—Un momento… ¡Algo pasó aquí!

Ambos adultos se sobresaltaron. ¿Ya los habían pillado?

Pero Charlie solo rió y los abrazó a la vez, apretándolos con fuerza.

—¡Yo también soy feliz si estamos así los tres!

Lucifer también emocionado, le devolvió el abrazo al mismo tiempo que entrelazaba su mano con la de Alastor. —Yo también.

Pero Charlie no había terminado. —¡Y saben qué es lo mejor para festejar? ¡Un gato! Papá, me debes una mascota de verdad. ¡Tú te quedaste con Alastor!

Lucifer sintió cómo todo el calor subía a su rostro y se cubría la cara con la mano, completamente avergonzado.

Alastor, por su parte, soltó una risa fuerte y burlona.

—  ¡Es cierto, técnicamente hablando, Manzanita!

Lucifer gruñó.

Charlie ya estaba demasiado emocionada como para prestar atención a la vergüenza de su padre.

—¡Entonces, papá! ¿Podemos tener un gato? Di que sí, di que sí.

Sin esperar una confirmación, Charlie ya había comenzado a pensar en los posibles nombres y colores.

Mientras la niña seguía hablando sin parar, Lucifer sintió un leve apretón en su mano. Volvió la vista y se encontró con Alastor, quien aún sostenía su mano con suavidad y lo miraba con una sonrisa tranquila.

Y en ese momento, Lucifer lo comprendió.

Estaba feliz. Realmente feliz.

El rubio dejó escapar una pequeña risa y, sin soltar la mano de Alastor, se relajó junto a ellos.

— Está bien… Pero esta vez será un simple gato.

 

 

 

Notes:

Y pensar que en un principio esto iba a ser un one-shot pero me vino la inspiración que no dejé de escribir. Pero me gusta como quedó💕✨
Espero que os haya gustado y muchas gracias por leer :)

Por cierto, puede que siga escribiendo, me gusta demasiado esta pareja✨✨
Si os gustaría, cualquier opinión será un gusto tenerlo en cuenta!