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Mu QingFang se enteró de la súbita muerte de su shixiong de forma terriblemente escandalosa. Se encontraba en su pico, era un día relativamente normal haciendo una nueva investigación de plantas venenosas y sus posibles usos medicinales, ya saben haciendo cosas de médicos, nada fuera de lo común, cuando la tierra literalmente se lo tragó para luego sacarlo dentro de un cuarto oscuro. Puede que sea uno de los más ermitaño entre sus hermanos marciales, pero cualquier tonto puede reconocer el exbuerante uso de dorados, joyas y telas preciosas en la arquitectura de un lugar haciendolo ver ridículamente llamativo y saber enseguida que se encuentra en el palacios de la secta HuaHua.
"Este te exige que salves a mi Shizun"
Estas palabras fueron dichas en un tono bajo y espeluznante, detrás de él se sentía un gran despliegue de energía demoníaca tan denso que le hacía difícil respirar, con cautela se giró para ver aquel poderoso demonio que lo había secuestrado sin el más mínimo esfuerzo y para su gran sorpresa se trataba del adorado discípulo fallecido de Shen QingQiu, el que aparentemente se revelaba ahora como un demonio celestial (si es que esa marca que brilla en rojo sangre no es un indicador obvio). Mu QingFang está paralizado, no solo por la sorpresa, si no también por el miedo, un demonio celestial no es poca cosa, el último del que se supo se necesito la unión de varias sectas para enterrarlo bajo una montaña, ni siquiera fueron capaces de matarlo y ahora él, un médico sin mucho o casi ninguna experiencia de combate se encuentra a poco metro de uno, nunca pensó que este podría ser un final para su vida ¡Aun quedan muchas nuevas técnicas de medicina por descubrir!
"Salva a Shizun o muere" exige Luo Binghe de forma desesperada.
El grito lo vuelve a centrar en el momento, su vista viaja del rostro sinceramente aterrador de Luo Binghe y hasta el cuerpo inerte que abraza como si fuera la cosa más delicada y preciosa del mundo. Para la desgracia de Mu QingFang enseguida reconoce a su shixiong , decide acerca de forma cautelosa y toma la muñeca de Shen QingQiu para comprobar sus meridianos, lo primero que nota está la piel fría y lo rígido que se sienten las articulaciones, no hay más que decir, no necesita transferir Qi para saber lo que a su shixiong lo aflige, esto es su cadáver fresco, pero bajo la pesada vista del demonio Mu Qingfang finge hacer un chequeo completo, el señor de Cang Cao está acostumbrado a ver la muerte de cerca casi todos los días y aún así siente muchas emociones remover su estómago al ver a su shixiong muerto.
"Ese señor se disculpa, no sabe cómo ayudar en este momento" intentó sonar lo más razonable que puede, está claro que ese demonio no aceptará un no por respuesta y si de alguna forma milagrosa puede ayudar a revivir a Shen QingQiu, sería un gran muestra de estudio "le aconsejaría que cuide el cuerpo transfiriendo constantemente Qi para reemplazar… lo faltante, si no pronto empezará el rigor y si queremos devolver a tu shizun, debemos mantener el cuerpo en óptimas condiciones”
Luo Binghe tiene un rostro desolado mientras ve a Shen QingQiu, esa expresión no es la de un discípulo hacia su maestro, es más como la de un amante devastado, como si Shen QingQiu fuera la única fuente de luz en su mundo que se desmorona, Mu QingFang no quiere pensar mucho en ello si es sincero, no entiende casi nada de lo que está pasando en este momento, sabía sobre el encarcelamiento provisional de Shen QingQiu por supuestos crímenes del pasado, pero no entiende cómo todo esto se ha desarrollado en su muerte y la revelación de la verdadera identidad de su discípulo muerto, todo esto es alguna clase de complot y ¿porque el debe estar en medio de fuego?
"Sácalo de mi vista y me lo traes cuando lo necesite" ordenó Binghe sin siquiera dedicarle otra mirada a su ex-shushu.
Antes de que Mu QingFang pudiera procesar la situación, el piso se lo vuelve a tragar el vértigo que sintió por pasar por esto una segunda vez apenas tuvo tiempo de instalarse antes de que sus pies tocaran suelo firme de nuevo. Cuando abrió los ojos, estaba en otro cuarto con un rápido vistazo dedujo que debio haber sido del médico de HuaHua, había impregnado un olor metálico que le revolvió el estómago sus ojos cayeron sobre una gran mancha de sangre que decoraba el suelo, era un recordatorio de su posible final.
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Pasaron varias horas en las cuales decidió pasar su tiempo meditando un poco, en este sitio no había más que libros viejos que ya se sabía de memoria y plantas medicinales bastante básicas, si quieren que trabaje debe de ofrecer primero mejor material. La puerta se abrió de forma agresiva sobresaltados, por un momento pensó que podría ser Luo Binghe molesto porque aún no logra ir en contra de la naturaleza en menos de medio día.
Sin embargo, el destello de ropas amarillas con detalles azules disipó su temor, reconocería esa combinación en cualquier parte.
"¡Gracias a dios estás vivo Mu-shidi!” exclamó aliviado el señor de An Ding “No se me informo que te traerian, Jushang está malditamente loco, así que es mejor que te inventas alguna cura mágica"
"¿Qué haces aquí, Shang-shixiong? ¿Eres un prisionero también?", preguntó Mu QingFang con incredulidad, mientras intentaba procesar la inesperada visita. No estaba al tanto de todo lo que había sucedido recientemente, pero la presencia de Shang Qinghua solo complicaba más las cosas. Quizás, pensó, en algún momento Luo Binghe terminaría arrastrando también al resto de los señores de las montañas.
"Algo así" respondió Shang Qinghua con un encogimiento de hombros "Aunque prefiero pensar que es más como... una estancia prolongada" bromeo
"Tu optimismo siempre es bienvenido Qinghua"
Al menos con uno de sus hermanos marciales cerca se sintió un poco más tranquilo. Así pasan los siguientes semanas relativamente tranquilos y con constantes visitas de su shidi, pronto las conversaciones entre ellos se vuelven una rutina agradable, Shang Qinghua lo mantiene al tanto de lo que sucede fuera de estas paredes, porque a diferencia de él, Shang Qinghua tiene libertad para ir y venir, hasta en un gesto inesperado, le trae algunas de sus pertenencias de Cang Qiong.
“Esto fue todo lo que pude conseguir, prometo que la próxima vez conseguiré traer más cosas” La caja contenía pergaminos de sus investigaciones, algunas de sus hierbas especiales y, para sorpresa de Mu QingFang, un pequeño paquete de té que reconoció al instante como uno de sus favoritos.
“¿De dónde sacaste esto?”, preguntó, sosteniendo el paquete como si fuera un tesoro.
Shang Qinghua se encogió de hombros con una sonrisa satisfecha “Digamos que tengo mis contactos. No soy solo un rostro bonito, ¿sabes?” El té, aunque un detalle aparentemente insignificante, Mu QingFang no pudo evitar sentirse conmovido por eso.
De las cosas que más le sorprende es lo cómodo que Shang Qinghua parece estar en este lugar, en otras circunstancias, habría esperado verlo temblar de miedo o incluso derramar lágrimas al tener que siquiera cruzarse con algún demonios, pero aquí cada que un diablillo entra a dejarle nuevos suministros o avisar sobre algún informe les habla con una autoridad inusual como si él fuera el jefe (o al menos jefe de administración y logística), mostraba una soltura inusual.. Los demonios lo trataban con obediencia y hasta algunos parecen admirar, algo que a Mu QingFang le parecía completamente fuera de lugar. ¿Desde cuándo el señor de An Ding inspiraba esa clase de autoridad?
“Es extraño verte tan tranquilo, Shang-shixiong”, comentó una tarde mientras trituraba hierbas en un mortero improvisado.
Shang Qinghua, que estaba haciendo algunas cuentas, se detuvo para mirarlo con una sonrisa nerviosa “Bueno, alguien tiene que mantener esto funcionando, por algo estoy aquí ¿no?. Además, si les gritas lo suficiente, los demonios no son tan diferentes de los discípulos de An Ding. Hacen lo que les pides siempre que piensen que podrían complicarse la vida si no lo hacen”.
Mu QingFang alzó una ceja. “¿Eso es algo que te ha funcionado en el pasado?”
Shang Qinghua se rió “Mu-shidi, no subestimes al administrador. Es una técnica de supervivencia básica”.
A pesar de la ligereza con la que Shang Qinghua hablaba, había algo más en su actitud. No era solo supervivencia; parecía haber encontrado una manera de adaptarse al caos, de jugar con las reglas de un sistema que no era suyo pero que entendía demasiado bien. Es extraño, aunque Shang Qinghua siempre lo ha sido un poco, verlo en una completa nueva faceta de él que no conocía produjo en él ciertas cosas, se puede decir que antes eran poco más que colegas, casi se podría llamar amigos, pero ahora sentía que ese vínculo empezaba a fortalecerse, a adquirir un peso emocional que no había estado allí antes.
Una tarde, durante uno de esos raros momentos de ocio, ambos se sentaron al borde de la cama. Mu QingFang, con voz baja y firme, leía los escritos de romance de Shang Qinghua, mientras este se recostaba sobre su hombro, jugueteando con las trenzas sueltas de su cabello, lo interrumpía a menudo, pidiendo su opinión o soltando datos innecesarios pero entrañables sobre los personajes, es cálido y cómodo, aprecia que Shang Qinghua haga esto por él, por que si bien por fuera pareciera estar tranquilo, aún en su corazón teme por su vida y su secta, Luo Binghe cada vez parece más dispuesto a destrozar el mundo, aunque sabía que Liu Qingge había intentado en repetidas ocasiones salvar el cuerpo de Shen QingQiu y a ellos, pero por ahora, no ha pasado de la primera barrera.
La habitación bajó de temperatura de forma repentina, y el cambio fue tan brusco que el aliento de Mu QingFang se volvió visible. Shang Qinghua se tensó al instante, alejándose tan rápido de él como si le quemara.
"Con que perdiendo el tiempo aquí con el prisionero de Jushang"
La voz que interrumpió el ambiente era profunda, helada y autoritaria. Mu QingFang levantó la mirada y se encontró con la figura de un demonio que parecía salido directamente de una obra de arte: alto, imponente, con rasgos afilados y ojos que brillaban como hielo bajo una luz espectral, un muy buen espécimen si le preguntan. Vagamente le recordó a los protagonistas que suele describir Shang Qinghua en sus novelas: temperamento frío como el hielo, un porte digno de la realiza y terriblemente masculino.
"¡Ah!", exclamó Shang Qinghua, encogiéndose mientras se inclinándose de forma exagerada "No estoy de ocio mi rey, ya he terminado de hacer el presupuesto de este mes y me cargue del papeleo del norte y de Jushang"
El demonio arqueó una ceja, una mezcla de desdén y disgusto "¿Es así?"
"¡Si mi rey!"
El demonio dio un paso hacia él, y su mera presencia parecía llenar la habitación con una energía sofocante. "Si tienes tiempo libre para visitar prisionero, entonces claramente tienes tiempo de sobra para servir mejor a tu rey", dijo, antes de alargar la mano y tomar a Shang Qinghua por el cuello de su túnica, como si fuera un gatito que acababa de cometer una travesura.
"Mi rey tenga piedad de este humilde, solo quería platicar un rato con mi shidi" gimió Shang Qinghua mientras se dejaba mangonear con una facilidad alarmante.
Mu QingFang observó en silencio, incapaz de intervenir, la escena era surrealista. El demonio guapo desviaron sus ojos hacia él unos segundos donde lo evaluó de pies a cabeza, luego gruñó mostrando sus dientes filosos, Mu Qingfangno no perdió el detalle del rubor que apareció en las mejillas de Shang Qinghua, ni el leve movimiento de sus piernas que traicionaba cualquier intento de mantener la compostura "Qinghua no tiene por qué visitar a otros hombres"
Antes de que pudiera procesar lo que acababa de escuchar se abrió una grieta negra en medio del cuarto y sombras retorcidas surgieron de ella como tentáculos vivientes, Shang Qinghua fue arrastrado dentro por el demonio donde lo último que ve de él fue un pequeño gesto de disculpa, seguidos de un pequeño gemido lastimero cuando el demonio básicamente lo lanza a dentro.
En un segundo la habitación volvió a quedar en silencio, la grieta se cerró tras ellos, dejando a Mu QingFang solo, congelado en su lugar. Era evidente que Shang Qinghua tenía algo que ver en todo esto con los demonios, pero estaba más en shock porque siente que acaba de apreciar la ira de un esposo que acaba de descubrir a su esposa en los brazos de otro hombre, ¿fue este acaso una pelea marital o simplemente está entendiendo mal las cosas?
"Mi shixiong está lleno de sorpresas", murmuró para sí mismo, entre el desconcierto y la incredulidad.
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Mu QingFang perdió la cuenta de los días que siguieron después de que Shang Qinghua fuera arrastrado por ese demonio, por lo que trato de mantenerse ocupado para evitar que su cabeza explotara buscando una explicación razonable, fuera de una traición, para explicar la relación tenía su shixiong con los demonios y porque Hua Hua estaba involucrado en todo esto.
La rutina se volvió insoportable en la ausencia de Shang Qinghua, a diferencia de su pico que tenía una agradable vista natural y su huerto de plantas exóticas, donde podía pasar horas y horas haciendo nuevos ungüentos y píldoras, aquí en Hua Hua era todo lo opuesto: un laberinto de muros grises y pequeños jardines tan perfectos que parecían artificiales, el ala médica donde lo mantenían era sombría y cerrada, más similar a una celda que a un lugar de sanación, no sabía exactamente si solo era este cuarto o todo el lugar, no es como si lo dejaran salir para que explorara su entorno de todas formas.
A pesar de su estado habitual de calma, una inquietud empezó a crecer en él ¿Qué le había ocurrido a Shang Qinghua? ¿El demonio lo había castigado por estar con él? ¿Estaba siquiera vivo? Aunque sabía que debía centrarse en su propia situación, la preocupación por su shixiong lo mantenía intranquilo.
Una noche, mientras intentaba meditar para despejar su mente, escuchó un ruido en la puerta. Era tarde, demasiado tarde para que uno de los diablillos viniera con algún recado. Se puso en pie rápidamente, adoptando una postura defensiva. La puerta chirrió al abrirse, pero solo quedó entreabierta, revelando un pequeño espacio por donde asomó la cara de Shang Qinghua, con una sonrisa nerviosa y un gesto de disculpa, entró silenciosamente.
"¡Mu-shidi!", exclamó con energía forzada, cerrando la puerta tras de sí. En sus manos llevaba un pequeño paquete envuelto en tela. "Lamento la tardanza, pero ya sabes cómo son estas cosas… reuniones interminables, papeleo, ah, un desastre".
Lo observó en silencio, Shang Qinghua se veía más desaliñado de lo habitual, su rostro mostraba claros signos de agotamiento y había un feo moretón en su ojo izquierdo, todavía se podían ver hasta rastros de sangre en sus labios que destacaba incluso bajo la tenue luz.
"¿Qué ocurrió, shixiong?", preguntó finalmente, su tono más directo de lo habitual. "Han pasado días. Pensé que…"
"¡Oh, nada serio!", interrumpió Shang Qinghua, agitando las manos con nerviosismo. "Mi rey… Mobei Jun, ya sabes, tiene… hum… bueno aquí hay mucha logística que hacer por aquí, si no para que me necesitaría ¿verdad?"
Mu QingFang no estaba convencido, pero decidió no presionar más, conocía lo suficiente a Shang Qinghua para saber cuando daba un tema por terminado, había aprendido que su shixiong tenía una habilidad única para evadir preguntas incómodas con torpeza calculada, forzarlo solo lo haría cerrarse más. Sin decir una palabra, se levantó, tomó una tela limpia y un ungüento de una mesa cercana, luego señaló una silla “Siéntate” ordenó con suavidad y Shang Qinghua obedeció.
Mu QingFang se inclinó para examinar de cerca el ojo hinchado, la imagen lo transportó a recuerdos de sus días como discípulos. Cada pocos días cierto discípulo interno recién aceptando llegaba al pabellón médico magullado y con cortes, siempre murmurando excusas torpes sobre caídas accidentales o enfrentamientos desafortunados durante el entrenamiento, recuerda haber pensado que este era demasiado torpe para su bien, que una día simplemente lo encontraron muerto, quien diría que ese discípulo torpe se convertiría en el señor máximo y entendió que quizás esas heridas no eran producto de un descuido, sino de un demonio, las cosas vistas de esta manera tenían mas sentido, Shang Qinghua siempre fue responsable y trabajador, no creer haber visto a nadie mas pelear tan fuerte por una posición como él, aun con o sin apoyo de un demonio de tan alto estatus como un Mobei Jun, Mu QingFang cree que su shixiong es simplemente de admirar.
“Entonces, Mobei Jun”, comentó mientras aplicaba el ungüento con cuidado “pensé que era un demonio más viejo”.
Shang Qinghua resopló, indignado “¡Su padre es el viejo! Mi rey… Bueno, quiero decir, el príncipe heredero Mo, bueno, el caso es que pronto tomará el lugar de Mobei Jun. No creo que haya mucha diferencia llamarlo así ahora o después”.
“Veo”
Un silencio se instaló entre ellos mientras Mu QingFang seguía trabajando. Finalmente, Shang Qinghua rompió la tensión, moviéndose inquieto en su asiento. “Entonces, ¿no piensas interrogarme sobre lo de mi ojo?”
“¿Alguna vez en todos estos años has respondido mis preguntas sobre tus lesiones?”
Shang Qinghua soltó una risa nerviosa, sus manos jugueteando con los bordes del paquete que aún sostenía “Es verdad”
Mu QingFang terminó de aplicar el ungüento y se apartó, permitiendo que Shang Qinghua se levantara. Cuando lo hizo, su postura reveló un agotamiento mucho mayor del que había mostrado hasta ahora.
“Mu-shidi”
“Si shixiong?”
“Gracias… y lo siento. Por todo. Aquí tienes, traje algunas hierbas. Creo que podrías hacer algo útil con ellas para el cuerpo de… Shen-shixiong” extendió el paquete, su expresión era casi dolorosa.
“Pronto Jushang te mandará a llamar. Ten cuidado, sigue… inestable”.
Mu QingFang aceptó el paquete con ambas manos, asintiendo en agradecimiento. No había hecho muchos avances en su investigación sobre cómo revivir a Shen Qingqiu, pero estas hierbas definitivamente lo ayudarían, sabía técnicas para mantener un cuerpo intacto, al menos, le darían tiempo “Shixiong, no sé cómo agradecerte por esto”, dijo finalmente, mirando el paquete con seriedad.
Shang Qinghua lo miró por un largo momento, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y algo que parecía arrepentimiento. Luego, como si recordara su fachada habitual, esbozó una sonrisa ligera, aunque no alcanzó a iluminar del todo su rostro “No hay porque, Mu-shidi. Realmente eres… eres un buen amigo”.
Mu QingFang lo observó en silencio, sus ojos analizando cada detalle “Ten cuidado, shixiong”, respondió con calma. “Tu salud también importa. Si necesitas algo, no dudes en decírmelo”.
Shang Qinghua rió, esta vez con un poco más de sinceridad “Siempre tan confiable, Mu-shidi. Pero no te preocupes, estaré bien… seguramente”.
Cuando Shang Qinghua salió de la habitación, cerrando la puerta con suavidad tras de sí, Mu QingFang se quedó observando el paquete en sus manos. Un suspiro escapó de sus labios mientras volvía a concentrarse en su trabajo. Había tanto que hacer, tanto que entender, y aunque la incertidumbre lo rodeaba, una cosa era segura: él haría todo lo posible, no solo por Shen Qingqiu, sino también por Shang Qinghua.
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Tal como Shang Qinghua le había dicho, Mu QingFang fue llamado por Luo Binghe algunos días después, aunque esta vez, sin embargo, no fue llevado por esos extraños portales, lo cual agradece por que lo dejaban demasiado mareado, simplemente fue escoltado en su lugar, una vez afuera de su hipotética celda, pudo ver a detalle la arquitectura extravagante tan característica de Hua Hua y en definitiva el pabellón médico era demasiado sobrio para su gusto particular.
Cuando finalmente llegó a la habitación principal simplemente fue arrojado, el cuarto era amplio y estaba iluminado por una tenue luz que provenía de una serie de ventanas semiabiertas, en el medio Shen Qingqiu descansaba sobre una cama adornada con telas blancas, a pesar de ser un cadaver, la figura del maestro mantenía un aire de dignidad que contrastaba con la frialdad de la sala, mientras Luo Binghe estaba sentado a un lado y aunque su porte se mantenía digno, sus cara se veía demasiado pálida y sus ojos rojos estaba vacíos. Mobei Jun estaba allí también, de pie en una esquina como un centinela. Su expresión era la de alguien perpetuamente enojado y la mirada de sus ojos azules se clavó en Mu QingFang con evidente desagrado.
“Mu QingFang”, dijo Luo Binghe, su voz suave pero cargada de autoridad. “Quiero saber cómo van tus progresos.”
Mu QingFang inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto antes de hablar “Aunque revivir a alguien es un arte complicado, preservar las venas espirituales sanas y el cuerpo es crucial, he hecho algunos ungüentos, esto ayudará a evitar la degradación” De su bolsa sacó un pequeño frasco de cristal “Este ungüento está diseñado para fortalecer las venas espirituales y mantener el flujo de energía en equilibrio, le sugiero hacer transferencias de qi cada pocas dos horas”
Luo Binghe tomó el frasco con cuidado “Bien” dijo con un leve asentimiento.
Desde su esquina, Mobei Jun soltó un resoplido, su desagrado era evidente. Mu QingFang sintió un escalofrío recorrerle la espalda al notar cómo el demonio lo observaba, era como si cada gesto que hacía fuera analizado y juzgado, y la incomodidad creció en su interior.
“Acercarte, revisa cómo está shizuun”, dijo Luo Binghe de repente, haciendo un gesto hacia la cama donde reposaba Shen Qingqiu.
Obedeció, aunque con cautela. Al estar más cerca, pudo notar el esmero con el que el cuerpo había sido cuidado. Shen Qingqiu parecía más dormido que muerto tenía un rostro sereno y su piel anormalmente pálida estaba tan suave como se veía. Luo Binghe, a su lado, ajustó una de las mantas con movimientos delicados, como si temiera perturbar su descanso.
Mientras trabajaba en silencio, la voz grave y firme de Mobei Jun resonó desde una de las esquinas de la habitación “Algunos clanes del sur siguen siendo un problema.”
Luo Binghe alzó la vista, su semblante cambió en un instante “¿Qué quieren?”, preguntó, su tono lleno de desdén.
“Siguen rehusándose a someterse por completo. Quieren autonomía, pero también recursos del imperio”
Mu QingFang permaneció en silencio, centrado en su trabajo, aunque no dejó de escuchar. Cada palabra entre los dos demonios era una ventana al complicado tablero político en el que se movían. Luo Binghe, al parecer, estaba rearmando lo que alguna vez fue el imperio del último demonio celestial, Tianlang Jun. La ambición era palpable, pero lo que más capturó su atención fue el nombre que pronto surgió en la conversación.
“Que Shang Qinghua lo maneje como vea conveniente. Asegúrate de que sus órdenes se cumplan y no vengas a molestarme más” Mobei Jun asintió, aunque su expresión permaneció seria.
Cuando Luo Binghe finalmente se giró hacia él, su mirada era penetrante, pero había una ligera nota de cortesía. “Eso es todo por ahora, Mu QingFang”, dijo con voz firme. “Puedes retirarte. Te llamaré de nuevo cuando sea necesario”
Mu QingFang inclinando la cabeza ligeramente en señal de respeto antes de recoger sus herramientas, mientras se dirigía a la salida logró escuchar la conversación entre los dos demonios continuó, pero ahora en un tono más personal.
“¿Cuánto más lo necesitas?” gruñó Mobei Jun, su tono lleno de molestia. “Qinghua está demasiado cerca de él.”
“El tiempo necesario”, respondió Luo Binghe, con una calma cortante. “Así que no me importa tus problemas. A la siguiente queja, quizás considere que el norte estaría mejor bajo el mando de tu estúpido tío.”
Mobei Jun dejó escapar un gruñido bajo, pero su respuesta fue simple: “Bien”
Fue lo último que Mu QingFang escuchó antes de salir de la habitación.
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Al poco tiempo Mu QingFang fue cambiado de lugar, dejo el cómodo pabellón medico por una celda que había sido aclimatada para ser habitada con lo mínimo, no tiene muchas quejas, al menos habían tenido la consideración de dejarlo traer consigo todas sus pertenencias, lo que era más de lo que esperaba en un inicio (sospecha que este cambio tiene que ver con el príncipe Mo). Pasó el siguiente tiempo entre meditando y creando más ungüentos, una tarea que le permitía mantener sus pensamientos ocupados y, de paso, cuidar del frágil estado físico de Shen Qingqiu, sin embargo, incluso mientras trituraba hierbas o mezclaba ingredientes, su mente no podía dejar de divagar hacia temas que lo inquietaban profundamente.
Una de esas inquietudes recurrentes era la última vez que vio a Shang Qinghua o en esa conversación entre Mobei Jun y Luo Binghe, había una cosa que se estaba pasando en su mente, era obvio que había alguna clase de tensión sentimental o al menos sexual entre esos dos, un demonio tan poderoso como Mobei Jun difícilmente se habría limitado a dejarle solo un ojo hinchado a un cultivador si su intención era castigarlo, pero un moretón tan visible, tan estratégico, parece más como una marca de territorio. Recuerda haber leído un poco sobre las costumbres demoníacas, los demonios por naturaleza agresivos, no solían expresar emociones como la felicidad o el amor de manera convencional, para ellos, esas emociones se manifiestan a través de gestos intensos, bueno más que nada violentos, como una forma de probar que la persona que despertaba su afecto era digna de ello.
Y aunque Mobei Jun parecía tener bastante claras sus intenciones hacia Shang Qinghua, lo mismo no podía decirse del propio Shang Qinghua, lo cual es gracioso, su shixiong siempre ha sido así, completamente ajeno a las sutilezas de los sentimientos ajenos. Recuerda cuando uno de sus shidis intentó coquetear con Shang Qinghua y este pensó que intentaba quitarle su posición de discípulo principal, por lo que al poco tiempo su familia, que eran unos comerciantes bastante importantes de arroz, tuvieron una gran plaga de insectos demonios que casi los dejó en quiebra, Mu QingFang nunca había podido confirmar si Shang Qinghua tenía algo que ver con aquello, pero las coincidencias eran demasiadas para ignorarlas.
Lo más curioso de toda esa historia fue el desenlace del propio shidi. Durante una misión aparentemente rutinaria, fue asesinado por un demonio, la escena del crimen dejó claras señales de que el atacante provenía del norte, algunas partes del cuerpo del joven habían sido congeladas y luego arrancadas de manera brutal. Las cosas sobre esa situación le dejan claro que siempre se trató de Mobei Jun protegiendo su lo que consideraba suyo de una manera tan feroz como solo un demonio del norte podía hacerlo.
No pudo evitar imaginar cómo sería cuando todo esto se aclarara para su shixiong, lo más probable era que Shang Qinghua entrara en pánico, dijera que esto es imposible y luego trataría de huir. Claro, Mobei Jun no lo permitiría, lo que solo haría la situación aún más caótica y, en consecuencia, más divertida para los espectadores externos como él (si le podía dejar en claro a ese demonio guapo que no tenía esa clase de intenciones hacia su shixiong y, aun si las tuviera, claramente alguien tiene un tipo y él no encaja)
Mu QingFang dejó escapar una carcajada mientras sus manos continuaban su trabajo con las plantas “Par de tontos” murmuró para sí mismo con burla.
Notes:
Si bueno, estoy considerando agregar un capitulo, entonces serían 5 en total, pero todo depende como quede el siguiente, tenia un esquema, pero se me ocurrieron algunas escenas divertida mas. Bueno espero hayan disfrutado de este cap.
Chapter 3
Notes:
Literalmente con las 2 am, me la pase escribiendo todo el día, lamento si no he podido alcanzar sus expectativas, pero prometo que la parte de Pov de Mobei jun me esforzare el doble, pero disfruten este cap, no lo revise a fondo, quizás mas adelante revise ortografía y así.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
El eco pesados de los pasos del demonio junto a la temperatura que poco a poco iba disminuyendo conforme se acercaban creaban una atmósfera inquietante, puede admitir que tiene un poco de dudas por su vida, a diferencia de Luo Binghe, que a pesar de todo a sido en la medida compasivo con él, Mobei Jun parece desear su cabeza en una bandeja, lo cual si le preguntan es bastante exagerado para unos simple celos sin fundamento alguno.
¿Le parecía lindo Shang shixiong? Sí. Pero eso no significaba que le gustara de forma romántica. Además, la delgada línea entre ser "lindo" y "atractivo" había resultado útil en los negocios: los comerciantes arrogantes estaban encantados de que sus esposas no pudieran coquetear con el señor de An Ding, a quien percibían más como un hermano menor nervioso que como un rival. En resumen, claro que cree que es lindo, pero eso no lo convertía en un contendiente amoroso, ¿cómo no podían entenderlo? ¿cómo no podía él entenderlo?. En cualquier caso, habría preferido que el rey demonio lo hubiera olvidado por completo. Si por alguna razón lograba enfadarlo, dudaba salir ileso de este encuentro
La puerta de la celda se abrió con un rechinido lento y metálico. Mu QingFang no levantó la vista de las plantas que seguia moliendo con esmero. Fingir sordera parecía lo más prudente. Hasta el sonido de la bisagra sonaba como una advertencia.
“Este rey no es piadoso”
Me imagino, pensó Mu QingFang, aunque si está aclarando esto no puede ser tan malo lo que siga a continuación.
“Pero Qinghua dice estar preocupado por tu bienestar” quizás el ambiente bajo algunos grados mientras esas palabras salían de su boca”
Cuando Mu QingFang quiso levantar la mirada el mundo dio una vuelta y se encontró tirado otra vez sobre un suelo de madera, el ambiente aún era helado, así que sabía que el demonio seguía en la nueva habitación.
“Quiero que te encargues de revisar la salud de Qinghua y podrás a salir de aquí siempre acompañado de un guardía, mantén una distancia decente de él si sabes lo que te conviene humano”
Su tono fue seco, cortante, pero no gritó. Mobei Jun no necesitaba alzar la voz para imponer miedo. El mero hecho de que hubiera hablado tanto ya era alarmante.
Y, tal como había llegado, Mobei Jun desapareció en un torbellino de sombras. Como si nunca hubiese estado allí. Como si el miedo que dejaba atrás fuera parte de la decoración.
QingFang soltó un suspiro de alivio inmediato, aunque no pudo evitar lamentar que sus cosas no hubieran sido transportadas con él… todo seguía en la celda anterior. Y por supuesto, ningún guardia demoníaco se ofrecería amablemente a ir por ellas.
Se sentó despacio, intentando recomponer su compostura. Por lo menos seguía con vida. Aunque conociendo a Mobei Jun, eso bien podría ser una sentencia con fecha aplazada.
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Se sentía extraño estar al aire libre otra vez después de tanto tiempo, el sol pálido apenas tocaba el jardín seco que rodeaba la edificación y el silencio solo se rompía por el leve crujido de los guijarros bajo los pies. Aún no era libre, al menos no del todo, los guardias estaban apenas a unos metros de él vigilando y con estrictas órdenes de que si daba la mínima señal de querer correr le rompieran las piernas.
Había pedido semillas, no muchas, pero todas plantas medicinales básicas y para el uso específico en su trabajo de cuidar a Shen QingQiu. No estaba del todo seguro que pudieran florecer, sobre todo porque a pesar de la exuberancia de HuaHua en cuanto a vegetación parecía casi un desierto árido, o bueno al menos este pabellón lo es.
Contra todo pronóstico, el clima seco y la sombra parcial del pabellón crearon un rincón tolerable para su pequeño experimento botánico. Ahora, arrodillado junto a un modesto surco de tierra removida, inspeccionaba con paciencia las primeras hojas verdes que asomaban entre el polvo, a su lado tenía un balde con agua y dos piedras planas que usaba como mesa improvisada para cortar tallos.
Las manos le dolían, pero no se quejaba, el trabajo con la tierra siempre tenía algo tranquilizador, incluso aquí, rodeado por demonios que podían matarlo. Como extrañaba estar en su pico y a sus discípulos, estaba seguro que esos niños se podrían arreglar por sí solos, y su discípulo principal manejaría bien las peores situaciones, pero aun así su corazón se mantenía inquieto.
El silencio se rompió con pasos suaves, casi cuidadosos. No eran de un guardia, ni de Mobei Jun, esos pasos no pretendían aplastar, sino intentar ser lo más imperceptible posibles y los menos amenazantes, ese ritmo trajo cierta calma a su espíritu.
“Sigues vivo, qué alegría shidi” dijo la voz familiar y casi alegre de Shang Qinghua.
Mu QingFang no respondió de inmediato, se limitó a arrancar con delicadeza una hoja marchita de su pequeña parcela y la dejó caer en el balde. Hasta que finalmente, se giró y entonces lo vio.
Shang Qinghua vestía una túnica impecable de un azul oscuro brillante, la tela estaba bordada en hilo plateado y las mangas eran tan largas que ondeaban bellamente con el viento, en el cinturón estaba el emblema del clan Mobei que relucía como si lo hubieran pulido justo antes de salir. Habían unos aretes de gemas preciosas en sus orejas e incluso llevaba el cabello recogido en una media cola que estaba sujeto con una peineta que no era ni práctica ni modesta, Mu QingFang no estaba seguro de haber visto a su shixiong con el cabello suelto alguna vez, pero agradecido poder apreciar como el cabello ondulado y castaño de Qinghua caía sobre sus hombros y espalda, era realmente una vista difícil de ignorar.
Mu QingFang lo observó en silencio unos segundos más de lo necesario. Luego, con un tono neutro, dijo “Te ves bien”
Shang Qinghua parpadeó, sorprendido, “¿en serio?”
“Sí. Aunque no es exactamente el tipo de atuendos que pensé que usarías alguna vez, no hay manchas de tinta, ni cargas de pergaminos desorganizados, tampoco hay ese aire de ansiedad perpetua.”
Shang rió suavemente mientras jugueteaba con unos de sus aretes, aunque se notaba un leve rubor en sus mejillas “Bueno, la ansiedad sigue ahí. Solo... en nuevas formas”
Mu QingFang palmeó la tierra junto a un tallo recién germinado y se limpió las manos “Tal magnífica presencia de mi shixiong se debe a algo en especial hoy?”
“¡Ah! bueno, vengo de una reunión importante, ya sabes presupuestos, peleas de territorio, cosas de demonios, ya te imaginaras”
“¿Entonces ahora formas parte oficial del séquito del príncipe Mobei?” lo miro de arriba abajo como fijando el punto en sus ropas tan poco adecuadas para la situación.
Shang lo miró, midiendo su tono “No exactamente. Estoy... en una posición especial”
“Especial como en "honorífica" o como en "disfrazado de concubina"?”
Shang resopló, divertido “Digamos que tengo influencia... limitada. A veces me escuchan, a veces no, bueno mi… mi rey precia mi punto de vista de estrategia y gestionamiento, solo como consejo claro” mientras hablaba se sentó con cuidado en una piedra cercana, evitando que las mangas se arrastrarán por el suelo y luego alisando donde se habian formado arrugas, cada movimiento fue hecho con cierto encanto, pero con el aura de un fiel sirviente que está orgulloso de la ropa que le dio su amo.
"Mobei Jun tiene un gusto particular por la moda de su prisioneros no crees" murmuró Mu QingFang casi de forma automática, como si f uera una observación trivial, pero sus ojos nunca dejaron de analizar los detalles. La tela brillante, el emblema del clan Mobei en su cintura… Todo eso no solo era un uniforme, no solo era un detalle de lujo.
Shang Qinghua lo miró, y por un instante, sus ojos reflejaron una ligera incomodidad, una chispa de algo que no quiso mostrar “Bueno mi rey siempre ha sido, bueno un poco mimado, no le gusta que alguien más agarre sus “cosas”, él dijo que esta ropa es señal de estoy bajo su cuidado, por decirlo de alguna manera."
Mu QingFang no pudo evitar pensar en lo infantil de la situación, primero el golpe y ahora esta ropa, Mobei Jun no solo lo había vestido de manera ostentosa para darle una nueva apariencia, sino para marcarlo, para hacerle saber mas claramente a él que Shang Qinghua era suyo, que había sido reclamado y que Mu QingFang debía mantenerse alejado.
“Entiendo” dijo, finalmente “pareces más cómodo aquí que en Cang Qiong” comentó Mu QingFang despreocupadamente, fingiendo distraerse con un brote torcido que enderezó con cuidado.
Shang Qinghua pareció cada vez más incómodo, sus ojos evitando a Mu QingFang mientras rápidamente cambió el tema, relajando su postura y tono con una leve sonrisa, como si la tensión nunca hubiera existido.
Comenzó a parlotear animadamente sobre cómo había sido la reunión, describiendo de manera exagerada y teatral cómo los demonios no sabían mantener un debate sin querer cortarle la cabeza al otro, lo que lo había dejado exhausto. Relató con gestos amplios cómo los roces entre los altos rangos habían escalado rápidamente en caos, una historia tras otra salió de su boca durante horas y horas. Mu QingFang no se atrevió a interrumpirlo, simplemente siguió con lo suyo mientras ponía atención a cada palabra que saliera de su shixiong y haciendo comentarios cuando veía adecuado, como había mencionado antes, nunca se ganaba nada intentando sacar información a la fuerza del señor de An Ding.
No se volvió a tocar el tema nunca más.
___
La primera estación pasó con la suavidad de un vendaje bien atado. La primavera trajo lluvias irregulares, justas para animar al jardín a crecer. Aferrado a ese ritmo, se levantaba con la primera luz cada mañana, se lavaba las manos con agua fría y revisaba las raíces de las plantas, una a una. Su mundo se había reducido a esos pequeños gestos repetidos, a la quietud de la tierra que respondía con un lento pero seguro avance.
Las visitas de Shang Qinghua no eran demasiado constantes o largas, pero cuando lo visitaba traía consigo fruta seca, algunas hojas de té, y una presencia que, aunque ya no era la de antes, siempre era bienvenida. Mu QingFang no sabía si era la familiaridad de su compañía o el consuelo de saber que, aunque todo cambiaba, ciertos momentos aún podían ser como antes.
"El té de jazmín nunca sabe igual después de un largo día de discursos sin sentido," dijo Shang Qinghua una mañana, sonriendo mientras sacaba una pequeña caja de madera. "¿Tú qué opinas, shidi?"
"No sabría decirte. Solo sé que me ayuda a encontrar un momento de paz, aunque sea breve."
"Lo entiendo," respondió Shan g Qinghua, inclinándose ligeramente hacia él mientras dejaba caer las hojas de té en una tetera de cerámica. "Lo importante es encontrar esos momentos, incluso en medio del caos."
Aquellos días hablaban en peq ueños intercambios que fluían con la suavidad de una corriente tranquila. Mu QingFang, siempre tan hábil para preguntar sin forzar respuestas, y Shang Qinghua, cada vez más experto en esquivar con cortesía, en desviar la conversación hacia terrenos seguros. Pero había algo en el aire, una tensión que no se disipaba, aunque intentaba ignorarla.
Cada vez que sus manos se rozaban, incluso en los momentos más casuales, Mu QingFang sentía como si el aire se hiciera pesado, su cuerpo reaccionaba antes que su mente, dándole un paso atrás, rápido y casi imperceptible, como si el simple roce pudiera quemarlo. Y lo hacía.
No por desagrado, claro. Pero a su mente contestantemente venía la mirada de Mobei Jun, fija, fría, llena de una posesividad que no necesitaba ser verbalizada para ser entendida, volvía a él con cada roce, con cada contacto visual demasiado prolongado, acechando sus pensamientos, envolviéndolo en una sensación de amenaza silenciosa. Las manos de Shang Qinghua, tan conocidas, tan cercanas en otro tiempo, se sentían ahora como una frontera invisible que no podía cruzar, aunque quisiera.
En sus paseos por lo que una vez fue Hua Hua, el cambio se hacía inevitable. El aire ya no estaba lleno de las voces de los discípulos recitando en los patios ni del sonido de espadas flotando sobre los estanques, aquello discípulos ahora era tratados como meros sirvientes y los demonios ahora eran los nuevos guardias que patrullaban en silencio y torres nuevas de piedra negra que se alzaban con la imponente presencia de su autoridad. Los estandartes del nuevo emperador ondeaban ahora donde antes colgaban los emblemas de la secta.
Pero Shang Qinghua parecía encajar demasiado bien en la situación, saludaba y daba órdenes tanto a cultivadores como a demonios, aunque parecía que nadie lo respetaba demasiado, pero tampoco lo despreciaron, al menos no abiertamente. Parecía haber logrado una especie de... paz. Inestable, sí, como todo lo que no se forja con sangre y sacrificio, pero paz al fin y al cabo.
Y Mu QingFang no podía disfrutar ni un poco de sus salidas, ni apreciar por completo las facetas de su shidi, porque sabía que ahí estaba él. No importaba si estaban entre los cerezos secos o cerca del antiguo Salón del entrenamiento. Siempre tenía esa sensación de ojos en la nuca, fríos como el norte y tan antiguos como el odio, intentando hacer un hueco profundo en su cabeza.
Nunca lo vio, al menos no directamente. Pero las señales eran claras: el clima descendía por grados cuando Qinghua se acercaba demasiado, y a veces, cuando el cielo estaba nublado, sombras demasiado densas cruzaban los muros. Shang quizás fingía no notarlas y Mu QingFang nunca preguntaba.
Además del jardín, Mu QingFang tenía otra responsabilidad, el cuerpo de Shen Qingqiu. Lo revisaba una vez por semana, a veces más si Luo Binghe lo solicitaba. En cada visita, el cuerpo parecía más frágil, más inerte, como si el alma que una vez habitó en él no quisiera regresar. Luo Binghe estaba siempre cerca, observando, sin decir palabra. Al principio era solo solemnidad, pero con el tiempo Mu QingFang notó los ojos cansados, las ojeras profundas, los temblores en los dedos. Parecía al borde del colapso.
Y fuera de la cámara donde Shen Qingqiu yacía, de vez en cuando podía oír la voz de Liu Qingge que al parecer venía casi a diario. Al parecer retando al emperador demonio para que devolviera al cuerpo y a los señores de pico raptados.
Luo Binghe siempre salía victorioso.
El segundo año trajo un verano brutal. Las plantas lucharon po r sobrevivir. Sorprendentemente fue la temporada donde más vio a Shang Qinghua y donde siempre vestía con sus ropas originales de An Ding y donde menos lo sintió presente a él.
En ese año, Qinghua mandó a construir una pequeña red de tela sobre el jardín para proteger las plantas del sol abrasador, y Mu QingFang le agradeció el gesto, aunque no podía evitar preguntarse si la red también estaba ahí para proteger algo más, algo que él no comprendía del todo. Hablaban, compartían té, incluso se reían de forma más relajada que antes. Era una risa tenue, casi tímida, como si el espacio entre ellos hubiera comenzado a relajarse, aunque nunca completamente. El jardín se había convertido en su refugio compartido. Allí, entre las plantas que luchaban por mantenerse verdes y la tela que apenas ofrecía sombra, los dos encontraban, por un instante, un respiro del mundo que los rodeaba. Un rincón apartado donde podían olvidarse del peso de la realidad y simplemente existir.
Volvieron a su rutina diaria, en la que Mu QingFang se acostaba en el regazo de Shang Qinghua, sintiendo una extraña paz al escuchar las lecturas del nuevo borrador de romance que Qinghua escribía. Las historias que compartía siempre eran un reflejo aparente de cómo él percibe las cosas, mundos donde el amor y la tragedia coexistían en perfecta armonía. Era, sin duda, el mejor año de su encierro, un período breve de serenidad que parecía casi irreal, solo el susurro del viento, el aroma del té y la calidez de la compañía, aunque efímera.
Pero como todo lo bueno, ese momento también se desvaneció. Cuando la temperatura volvió a ser agradable y el aire se hizo más ligero, Shang Qinghua regresó con el cuerpo marcado con feos morenos y algunas veces sangre seca en la ropa, también volvieron las ropas azules con plateado, sin embargo, esta vez, la túnica había mantenido pequeños toques de amarillo, el mismo color de su vestimenta original de An Ding.
Pero Qinghua nunca mencionó nada sobre los golpes o quien se los hizo, aunque era obvio. Aun así, algo en su presencia invitaba a la proximidad, algo que Mu QingFang sentía, pero que no se atrevía a acercar. El verano había terminado, pero la sombra de su relación permanecía, tan inalcanzable como el sol que había forjado esa temporada de calor y distancia.
El tercer año fue el de las ausencias. Shang Qinghua desapareció por semanas, a veces meses. Mu QingFang no preguntaba, se limitaba a cuidar las plantas, a intercambiar hierbas con los pocos médicos que aún quedaban en Hua Hua, y cada vez que escuchaba el paso firme del demonio por los pasillos, bajaba la mirada y se concentraba en su mortero. Fingía no ver la sangre en las botas.
Shang regresaba siempre con una sonrisa que no tocaba sus ojos, una mueca de cortesía que no lograba engañar a Mu QingFang.
Aun así, se quedaba un rato más, como si aún hubiera algo que conservar, alguna chispa de aquellos días en los que todo parecía más sencillo. Conversaban, sin mucha profundidad, sobre chismes del imperio Luo Binghe y las nuevas conspiraciones del palacio demoníaco.
“¿Has oído sobre la última amenaza de los demonios del este?” preguntó Shang Qinghua, cruzando los brazos sobre su pecho mientras se sentaba cerca, pero nunca demasiado.
“Nada nuevo, siempre es lo mismo. No sé como tu rey aun no le arranca la cabeza como a todos lo demás”
Shang Qinghua soltó una gran carcajada “bueno, le dije que matarlo sería mucho papeleo y desde ese momento decidió que no puede malgastar su espalda con ese viejo”
Si, al perecer Mobei Jun también sabe cuándo debe parar.
A veces, su shixiong le volvía a leer en voz alta sus nuevas ideas para novelas. Siempre lo hacía desde una distancia cuidadosamente medida: al menos medio metro, como si esa franja de espacio invisible fuese una barrera sagrada que ninguno se atrevía a cruzar. No piensen mal de Mu QingFang, pero en esas ocasiones sentía punzadas en la cabeza, una presión tenue y constante que no sabía si era física o emocional. Deseaba, más de una vez, poder recostarse sobre una superficie suave—tan suave como las piernas de su shixiong—y dejar que el peso del mundo se disolviera por un instante. Pero quizás, se decía, eran sólo pensamientos creados por la falta de otro contacto humano, por una soledad que se había vuelto tan normal que ya ni dolía del todo, solo dejaba un eco.
A veces, solo a veces, Mu QingFang cerraba los ojos y fingía que estaban más cerca.
Para el cuarto año, la rutina era irrompible. Mu QingFang no lo decía en voz alta, pero esperaba las visitas. Contaba las horas. Notaba los cambios sutiles en el tono de Qinghua, en cómo su sombra parecía más segura, más cómoda. Aquel año no pasó nada realmente relevante.
En el quinto año, bueno… no duró mucho.
Apenas comenzaba el segundo mes cuando todo cambió. La mañana había sido como cualquier, el jardín aún resistía la dureza del invierno, y Mu QingFang preparaba sus infusiones como lo hacía siempre. No le dio tiempo ni de oler el primer hervor de las hierbas cuando la puerta se abrió de golpe, Liu Qingge apareció como tan salvaje como siempre, el ceño fruncido, el aliento agitado, las botas aún con barro seco. No hubo explicación, ni advertencia. Lo tomó del brazo sin ceremonias, y en cuestión de segundos ya corrían por los pasillos ocultos del sector norte. Los demonios no se dieron cuenta, o al menos pudieron reaccionar lo suficientemente rápido.
Para cuando Mu QingFang fue consciente de lo que ocurría, ya estaba sobre la espada de su hermano marcial, a varios metros sobre el suelo, alejándose velozmente de Hua Hua que se hacía cada vez más pequeño a medida que se alejaban, hasta que no fue más que una mancha difusa entre las nubes.
No preguntó por Shang Qinghua, porque, a pesar de todo, él lo sabía.
Cuando sus otros hermanos marciales le preguntaron por Shang Qinghua, él negó con calma. Dijo que nunca lo había visto durante su tiempo como prisionero en Hua Hua, jamás se había cruzado con él.
Una mentira.
Pero una mentira necesaria, porque no sabía cómo explicar la verdad. No sabía cómo contarles que el hombre que todos creían un traidor también le había ofrecido consejos al oído cuando aparecía una crisis, sombra en el verano e historias en las noches. No sabía cómo poner en palabras esa distancia medida en medio metro, esa ternura contenida, esa ausencia prolongada que pesaba más que cualquier conversación.
Quizás sí sabía por qué lo había hecho. Por qué se había quedado con él, se podía entre él y su amado rey. Entonces decidió guardar silencio, aun no podía entender como Shang Qinghua podía serle tan fiel a un demonio, que lo había orillado a tal situación, quizás sí lo sabía, quizás lo sabe mejor que el propio Shang Qinghua, porque noto las miradas fugaces a la sombras, las sonrisas mal disimuladas cuando un “mi rey” escapaba de sus labios y cómo a pesar de los golpes sonreía como si hubiera sobrevivido a una batalla.
Shang Qinghua, el señor de An Ding, su querido shixiong era sin duda una persona peculiar.
Notes:
Ha pasado un tiempo, hasta ando en otro continente, por cierto soy una persona algo tímida, leo sus comentarios y los amos a todos, pero cuando es cuestión de responderles quedo en blanco y digo que lo hare después y luego pasa demasiado tiempo y me da vergüenza responderlo tan tarde, pero les juro que precio todos sus comentarios TvT
Se que pongo los sentimientos de MQF muy ambiguamente, pero no lo puedo evitar, mi lindo SQH merece que la gente lo ame, SY no es el único que puede tener a varios chicos guapos tras el, pero al final aquí el ganador siempre será el favorito de dios y el mío.
Chapter 4
Summary:
POV MBJ
Notes:
No han actualizado muchos de los fics moshang que me gustan, empecé a creer que es karma por que yo hago lo mismo, así que aquí mi aportación para ver si suben mas fics >:P AJAJAJAJJA
Lamento si se me ha escapado una palabra mal escrita, soy un escrito desorganizado que hace dos versiones de un parrado y luego las pega como una clase de Frankenstein feo, pero funcional y a veces se me va repararlo. Prometo volver para arreglar esos errores después
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Después de la muerte del maestro de Jushang se quedaron en el reino humano de forma indefinida. Aunque nadie se atrevía a cuestionar sus movimientos, Mobei Jun no disfrutaba su permanencia allí, el palacio Hua Hua por muy bello y elegante que fuera le causaba a Mobei Jun una extraña incomodidad que no sabía muy bien cómo definir, le era incómodo en la piel a pesar de las gruesas capas de ropa y el color brillante del oro pulido en paredes y columnas le daba dolores de cabeza, era molesto.
Y sin embargo, no todo había sido malo.
La identidad como espía de Shang Qinghua había quedado expuesta ante su secta no mucho después de aquello, obligándolo a huir y, como tantas veces antes, correr hacia él, aferrándose tan dulcemente patético con ojos llorosos y manos temblorosas mientras que de sus carnosos pero resecos labios con una voz cargada de súplica murmurando entre sollozos ahogados “Mi rey… mi rey…”
Era penoso e irritantemente entrañable.
Aquello bastaba para que pudiera ignorar, al menos por un momento, lo repugnante del lugar. El amarrillo y el oro no parecían ser tan malos cuando era Shang Qinghua quien los portaba, aunque si le preguntan a Mobei Jun diría que el azul y la plata tampoco le sentaría mal. De hecho, pensaba a menudo en ello: en cómo lo vestiría él, con telas que no tuvieran el sello de otra secta, ni el recuerdo de otro maestro, con ropa que no hablara de nadie más que de él, de Mobei Jun, y de lo que había decidido conservar.
Entonces no importaba cuán detestable fuera Hua Hua si él estaba allí, escondido tras su espalda, temblando solo para que él lo protegiera. Durante un rato pensó que por fin podrían ser solo ellos dos, que ya nadie más se metería en su camino, Shang Qinghua ahora era libre de solo servirle a él…
.
.
.
Desde hacía semanas había un olor diferente en el aire a su alrededor, apareció sin aviso y se mantuvo constante desde entonces, cada vez más y más fuerte, era como hierbas y alcohol, pero lo que realmente lo molesto fue que el olor provenía de su consejero.
Shang Qinghua... Shang Qinghua no estaba donde debía últimamente.
Mobei Jun sabía exactamente cuál era la ubicación asignada para el humano: su estudio, sus habitaciones, los pasillos donde debía caminar y a qué horas debía presentarse con los informes. Cada minuto que pasaba lejos de esos lugares era, para él, una anomalía y Mobei Jun odiaba las anomalías., sobre todo si tiene que ver con algo que es suyo.
Porque Shang Qinghua lo era, era suyo de la forma más absoluta, más instintiva y más molesta posible
Así que cuando escuchó el rumor mal susurrado, en un rincón donde creían que su sombra no alcanzaba su rabia fue inmediata “El consejero del rey Mobei últimamente pasa mucho en la celda del médico.”
No le importaban los prisioneros de Jushang. Podían usarlos para prácticas, torturas, decoración de pared, o incluso servirlos en la cena si así lo deseaban, él no levantaría una ceja, la carne de prisioneros era inferior, pero si algún demonio hambriento quería rebajarse, no sería su problema.
Pero este humano, que también pertenece a la secta de Qinghua no era descartable por ahora, en parte tenía la protección de Jushang porque ayudaba a mantener monitoreada la salud del cuerpo muerto de ese tal shen. Ese era su único propósito aquí, Shang Qinghua no tenía permiso para tener complicidades con nadie más, ni com ese medico y mucho menos en secreto. ¿Qué podía darle ese enclenque humano que Mobei Jun no pudiera duplicar? ¿Era su conversación? ¿Sus conocimientos? ¿Era acaso alguna añoranza estúpida de su antigua vida humana? o ¿Estaban planeando un escape?
Esa última idea fue la que encendió su ira con verdadera fuerza.
Escapar.
El simple concepto lo hizo crujir los dientes, Shang Qinghua no podía dejarlo, no debía. Era su posesión, su sirviente, su espía, su consejero, su excusa diaria para hablar, para estar cerca de algo tibio y humano sin importar lo incómodo del calor.
Si Shang Qinghua pensaba siquiera por un instante que podía huir de su lado…
Sin pensarlo dos veces, Mobei Jun rasgó el aire con sus manos, abriendo una grieta oscura entre dimensiones. El silencio dentro del cuarto era casi íntimo, roto solo por el murmullo de dos voces, no le gustó, no le gustó en absoluto. La temperatura en el cuarto descendió bruscamente y el hielo que cruje bajo sus pies acentuó su llegada.
Shang Qinghua se alejó rápido del médico, fue automática porque le temía, Mobei Jun no supo si eso le complacía o le molestaba, probablemente ambas. Sin embargo no fue lo suficiente rápido como para que no se diera cuenta de que tan íntima era su posición. El estómago se le revolvió y tuvo tantas ganas de arrancar el hombro donde estuvo recostada la cabeza de su Qinghua.
“Con que perdiendo el tiempo aquí con el prisionero de Jushang”
“No estoy de ocio, mi rey” dijo el humano, rápido, como si supiera exactamente qué decir para salvarse “ya he terminado de hacer el presupuesto de este mes y me cargue del papeleo del norte y de Jushang”
Qué conveniente, siempre hablaba demasiado cuando se sentía acorralado. Mobei Jun lo dejó hablar, solo para ver cuán rápido podía construir su defensa verbal, pero no necesitaba palabras lo que necesitaba era quitarlo de allí. “¿Es así?”
Dio un paso, el doctor apenas había hecho un ruido, casi había olvido que esa cosa también estaba aquí, Shang Qinghua intentaba mantener la sonrisa en su cara, pero sus dedos temblaban ligeramente. Mobei Jun alzó la mano y lo tomó por el cuello de la túnica, como si se tratara de una presa que por fin ha atrapado, no necesitaba fuerza para dejar clara su autoridad.
“Si tienes tiempo libre para visitar prisioneros, entonces claramente tienes tiempo de sobra para servir mejor a tu rey”
Vio cómo el rostro de Shang Qinghua cambiaba, cómo se encogía, se quejaba, se ofrecía disculpas de la manera que solo él sabía hacer para apaciguar, parte molestó, parte divertido.
“Qinghua no tiene por qué visitar a otros hombres”
El comentario salió antes de que pudiera filtrarlo. Y en el silencio posterior, se dio cuenta de lo mucho que había dicho con tan pocas palabras. El médico lo miraba como si acabara de presenciar una revelación divina, Shang Qinghua siguió chillando sin parecer haber escuchado del todo sus últimas palabras, ya había sido suficiente por hoy.
Abrió una grieta y lo arrastró con él, sin más ceremonia, no dijo nada mientras lo lanzaba al otro lado con la misma brusquedad con la que uno sacude un abrigo cubierto de nieve sobre los cojines del sofá del salón privado. El humano se incorporó con dificultad, sobándose la espalda y lanzándole una mirada mezcla de ofensa y miedo.
El olor era tenue, pero persistente: hierbas, tinta, polvo de pergaminos viejos y el té que le gustaba a Shang Qinghua. Mobei Jun apretó los puños.
“Podrías al menos avisar antes de lanzarme así” murmuró molesto mientras evitaba su mirada.
Mobei Jun no respondió. Lo siguió mirando como si su silencio fuera un juicio, como si su furia fuera hielo latente, esperando a romperse.
“¿Por qué estabas con él? “
“Él es mi shidi. Me preocupaba, además, nadie me dijo que no podía…”
“Tú no necesitas preocuparte por nadie “ interrumpió, dando un paso más cerca. Shang Qinghua se encogió un poco, pero no huyó “Solo por mí”
Hubo un silencio tenso y luego, muy bajito, casi como una rendición, Shang Qinghua murmuró “... Lo sé”
Fue todo lo que necesitaba escuchar, no lo dijo por miedo, ni por estrategia. Mobei Jun lo habría notado. Fue sincero, como si después de todo, también supiera que le pertenecía. Aun así decidió dejar el punto en claro con tres golpes, quizás un poco más fuertes que de costumbre, pero aquella ira no se había disipado del todo. Shang Qinghua era un cultivador fuerte, podría aguantarlo por hoy.
“Qinghua no tiene por qué visitar a otros hombres”
Cuando salió del cuarto ordenó que el doctor fuera cambiado de cuarto del ala médica a una celda y que nadie más que Jushang y él tenían permitido visitarlo.
Pero esa restricción tampoco duró mucho.
____________
Cinco años pasaron desde aquello, ahora el shizun de Jushang había regresado a la vida (no sabe muy bien cómo y tampoco le importa saber por ahora) y estaban casados. La noticia se esparció con rapidez entre los reinos, como todo lo que parece imposible, los emperadores del reino demoníaco eran un meztiso y un cultivador, vaya cosa era.
Por supuesto, la secta de Cang Qiong, en un acto que olía más a conveniencia política que a verdadera hermandad, había perdonado a Shang Qinghua por su antigua traición, cualquiera que fuera lo suficientemente listo para ver sus grandes habilidades no lo debía soltar tan fácil. Era un recurso valioso, uno que la secta se dio cuenta que no debía darse el lujo de perder.
Mobei Jun estaba disgustado por esto, pero después de que por segunda vez Shang Qinghua le salvara la vida y mostrará de qué lado estaba su verdadera lealtad, debía permitir este pequeño capricho a su humano. Que pasara unos meses en su antigua secta lejos de él, no lo mataría.
O eso pensó.
Porque después de tantos años viviendo en la gloria silenciosa de tener a Shang Qinghua a su lado, su palacio empezó a sentirse... vacío. El eco de las órdenes no era igual si no venía acompañado de los comentarios torpes del consejero. El calor de la cama no era suficiente si no lo compartía con ese cuerpo flaco que roncaba más de lo que admitía. Hasta los demonios de menor rango se sentían inquietos, como si supieran que el equilibrio del palacio pendía de un hilo delgado, uno que se había ido temporalmente a An Ding.
Mobei Jun era plenamente consciente de sus sentimientos. Ya no podía engañarse, amaba a Shang Qinghua, lo había sabido durante años. Tal vez desde el primer momento en que lo vio aferrarse a su muslo y suplicar que le perdonara la vida, quizás solo había sido demasiado orgulloso para admitirlo para sí mismo.
El cortejo demoníaco no parece ser efectivo en humanos, lo ha golpeado, le ha regalado joyas exóticas y bestias aun sangrantes, pero Shang Qinghua no parece aún devolver sus sentimientos, solo lloriqueaba en el suelo y pedia perdon por quien sabe que, era demasiado frustrante intentar razonar con él cuando se metia en su papel de humano patético y débil.
Y sin embargo, Mobei Jun podía olerlo, el deseo estaba allí. Su cuerpo hablaba aunque su boca negara, lo olía cuando pasaba cerca, cuando lo miraba pelear en el salón real o se inclinaba a recibir órdenes. La excitación lo traicionaba, subía como vapor tibio en la intimidad de su aroma, era un impulso claro, latente, innegable, Shang Qinghua lo deseaba.
Pero Mobei Jun no solo quería eso, por supuesto que anhelaba tenerlo jadeando bajo su cuerpo, marcado de mordidas, temblando de placer y tan lleno de su semilla, pero no era suficiente, quería más, lo quería todo… Quería sus pensamientos, su lealtad, sus comentarios mordaces que susurraba cuando creía que nadie lo escuchaba.
Quería que el primer nombre que pronunciara al despertar fuera el suyo.
Quería que lo eligiera sobre todo y todos.
Y eso lo estaba volviendo loco.
Ahora, cada vez que partía rumbo a An Ding, lo sentía como si lo arrancaran de su costado. Cada visita era una pequeña tortura. Y Mobei Jun empezaba a preguntarse si tal vez no era suficiente solo esperarlo. Si tal vez tendría que hacer algo más... algo humano.
Entonces lo recordó, aquel consejo que Shang Qinghua le había dado a Jushang años atrás “Si quieres conquistar el corazón de un hombre deber ser patético” , puede decir que primera mano que funciona, no por Jushang, Qinghua lo tiene prácticamente comiendo de la mano con apenas un temblor, una lágrima bien colocada y una súplica lo bastante tonta como para parecer genuina.
El problema era que no sabía cómo hacerlo, Mobei Jun, Rey de los desiertos helados del Norte, no tenía idea de cómo ser patético. Durante los años que llevaba junto a Shang Qinghua, se había mostrado ante él en distintos grados de vulnerabilidad, había sido envenenado, sufrido fracturas e incluso había dormido profundamente en su presencia más de una vez, con la guardia baja, sabiendo que podría matarlo en cualquier momento ¿no era suficiente?
Quizá el grado de humillación debía ser directamente proporcional a la fuerza del individuo. Y si él era un rey demonio, entonces, para que fuera efectivo, tendría que entregarse por completo.
La ascensión.
¡Claro! Qué mejor muestra de confianza y patetismo podía ofrecerle a Shang Qinghua que permitirle ser su protector durante ese proceso. Mostrarle su época más vulnerable, no solo física, sino espiritual, un momento en que no solo él, sino todo su linaje, estaría expuesto, frágil, a merced de quien estuviera a su lado. Definitivamente, esa era la muestra de amor que necesitaba para dejar claras sus intenciones, más que cualquier joya o criatura mágica, más que un palacio decorado a su gusto, más que cualquier posesión.
Y quizá después de eso, sería apropiado anunciar su compromiso de forma oficial. Después de todo, la formalidad humana le parecía ridícula, pero si eso ayudaba a que Shang Qinghua entendiera que era suyo , que ya no necesitaba correr a An Ding por sentido de deber o culpa, entonces estaba dispuesto a hacerlo de la forma tradicional humana, yendo a pedir su mano al líder de secta con un gran dote apropiado para un señor de pico.
Era un gran plan. tan bueno, que casi podía imaginar la expresión sorprendida de Shang Qinghua cuando se lo dijera. Los ojos muy abiertos, la boca entreabierta, seguramente a punto de tartamudear una objeción inútil… sería divertido.
Notes:
Bueno, ahora solo me falta un capitulo para terminar, espero les haya gustado este cap, es un poco corto, pero sorprendentemente lo termine en un día, andaba inspirando y cuando procrastino de mis tarea escribo con mas pasión, debería estar terminando un trabajo de desarrollo de una casa, pero como es para la familia tengo mis libertades jajaja

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