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Reino de Prusia. Kaub, castillo de Pfalzgrafenstein. Enero de 1814.
El aire adentro de aquella habitación estaba tenso a más no poder, vários soldados de distintas naciones vecinas estaban ahí de igual forma, aunque también compatriotas del mismísimo reino prusiano, era.. extraño para aquél oficial todavía, no se acostumbraba aún a su presencia, aunque si se encontraba agradecido por la ayuda que les habían dado a él y a su mariscal, hace unos pocos días, consiguiendo suministros y demás para poder quedarse ahí al menos un tiempo, ya que el propio oficial no consideraba que el mayor se encontrara en condiciones para cruzar el Rin.
Y peor al darse cuenta de que lo qué tenía no era sólo un simple resfriado..
Al menos ya con más hombres presentes podían ayudarlo a mantenerlo limitado, para que la misma y espantosa ocasión no se volviera a repetir (aunque estaba seguro de que sí se repetía, ya se acabó para él), debería estár más seguro ahora con la situación que se les acababa de presentar a modo de carta.
La habían traído aquéllos mismos hombres, diciendo que el mariscal necesitaba verla lo antes posible con antelación, esperaba realmente que aquéllos momentos de lucidez del mismo mariscal (y su odio hacía cierto francés de apellido Bonaparte) perdurarán hasta que termine de escuchar lo que el propio Karl tenía para decirle.
Y vaya que era de suma importancia lo que debía escuchar..
Apenas al verla, pensaba que tal vez solamente era, quién sabe, alguna otra orden para el mismo Blücher, pero así cómo aquél pensamiento llegó, se desvaneció cómo arena en un viento fuerte al darse cuenta de aquél sello que cargaba la carta.
Aquél sello de cera, no era de la nación misma, pertenecía a nada más y menos que al propio Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, algo que era.. bastante inusual y raro en tierras germánicas.
Era de cera de lacre puro, de un color rojo escarlata, por las pequeñas grietas que había en éste, se notaba la urgencia con la que había sido estampada.
Tenía así mismo, cómo símbolo personal, las letras de; A.W.
─“Das ist nicht möglich.. (Ésto no es posible..)”— Murmuró Karl levemente, estaba.. algo atónito, no se esperaba que alguien cómo ése duque enviara mensajes en un momento cómo éste, y más cuando toda Europa se estaba cayendo a pedazos.
Con educación, preguntó por un cuchillo, navaja o cualquier cosa afilada a alguno de los soldados presentes, siendo entregado por un hombre de infanteria austriaca, agradeciéndole inmediatamente, para posteriormente, disponerse a romper así la cera, desdoblando la misiva.
Con cuidado, el oficial prusiano leyó todo lo escrito en el papel, palabra por palabra, siendo lo más meticuloso posible para que ninguna frase se le escapara o se saltara algo importante, después de todo, la cordura que aún le quedaba al mariscal dependía de ésto. Se le veía.. tenso al mismo oficial, quién inclusive estaba caminando en círculos a la par de que leía y leía en aquéllos segundos de creciente angustia entre todos los presentes.
Y más aún porque no estaba escrita en su natal lengua prusiana después de todo, si no en el frío y preciso francés que se había convertido en el idioma de la guerra entre las naciones.
Realmente esperaba que se mantuviera normal al menos escuchándolo, ya tenía suficiente con su nueva paranoia relacionada a su garganta que de milagro no estaba destrozada.
Al menos estás con vida Karl, no te preocupes.
Tragándose su nerviosismo y creciente ansiedad, sólo le quedaba ya decir el mensaje al mismo destinatario, quién estaba ahí, en el suelo de madera en la habitación de lo más alto del castillo, limitado físicamente por gruesas cadenas de hierro en sus muñecas, aseguradas por candados militares que había encontrado en el sótano, después de haber sido limpiado por los soldados que habían llegado desde la ciudad con éxito.
─“Marschall. Eine dringende Mitteilung des Herzogs von Wellington. (Mariscal. Una comunicación urgente del Duque de Wellington.)”─ Habló con severidad el oficial, digno de la disciplina y rigidez de la 1. Garde zu Fuß.
El mismo hombre, aunque claramente en muy mala condición, aún tenía agallas y fuerza para mantenerse con cordura en base al deber militar.
─“Lies es jetzt, Karl. Und lass Bonapartes Verurteilung für sich sprechen. Ich habe keine Zeit für Belanglosigkeiten, solange die Hälfte meiner Armee mich für tot hält. (Léela, ahora Karl. Y que sea la condena de Bonaparte lo que tenga para decirme. No tengo tiempo para trivialidades mientras la mitad de mi ejército cree que estoy muerto.)”─ Habló el mismo Gebhard Leberecht von Blücher al oficial delante de él con desesperación y algo ardiendo dentro de sí cómo fuego en brazas.
Con un suspiró algo ansioso, no le quedó de otra más que traducir de igual forma toda la carta para el mismo mariscal, debido a su.. situación algo inusual, sin poder leerla por él mismo.
Sólo esperaba que no surgieran más inconvenientes con ésto..
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“A su excelencia Mariscal Gebhard Leberecht von Blücher:
Le escribo no por cortesía, sino por necesidad. El ataque francés palidece ante la brutal aparición de la Pestilencia en nuestro flanco. Los informes son claros: no se han levantado los héroes. Son caníbales, Mariscal; el alma de la escoria que no merece el reposo.
La situación es desesperada: el paradero de Bonaparte es un misterio alarmante, y los franceses están tan perdidos como nosotros. Venga ahora. Necesito la desesperación de un compañero, no la fe de un santo.
Los franceses, que deberían ser nuestro enemigo principal, son ahora una horda desorganizada de desertores, de los cuales muchos ya han sucumbido y alimentan a los caníbales. Si bien la estrategia debe continuar en Waterloo, la prioridad ahora es la supervivencia y la contención.
La Plaga, que creímos confinada a las costas y los puertos orientales, ha estallado con una furia incontrolable. Las líneas de suministro están comprometidas; Bélgica arde, y el caos se extiende por el Rin hasta sus propias fronteras, como usted ya sabrá.
Los reportes son cada día más graves. Los muertos se levantan, y las fuerzas napoleónicas, en lugar de luchar, se desmoronan en el pánico. Nuestros propios destacamentos están siendo diezmados no por la bayoneta, sino por el contagio y los ataques de estos... caníbales reanimados.
Necesitamos a las fuerzas prusianas en Waterloo. No solo para asegurar la retaguardia del ejército principal, sino para contener la marea de los condenados que está corrompiendo la propia batalla. Su consejo estratégico es imprescindible.
Esta misiva no es una orden, sino el clamor de un aliado que se encuentra ante un enemigo que excede toda lógica y estrategia. Si la providencia me ha permitido elegir el terreno defensivo, la horda de caníbales ha elegido el momento, y temo que la historia nos juzgará no por nuestra victoria sobre Bonaparte, sino por nuestra incapacidad de contener esta abominación.
Le insto a no detenerse por sus recientes reveses. Su estrategia es vital para establecer una línea de defensa conjunta en la Granja de Hougoumont. Por la presente, autorizo el uso de todos los medios necesarios, no solo contra el enemigo imperial, sino contra la putrefacción que avanza.
El tiempo apremia, Mariscal. La victoria debe ser asegurada antes de que el Infierno se trague a toda Europa.
─Con la más alta consideración,
Arthur Wellesley, Duque de Wellington.”
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Tragó saliva el mismo oficial, se notaba la preocupación en su rostro a la par de que posaba su mirada en el propio mariscal quién en el suelo frío de madera yacía, esperando con anticipación tal vez una orden o algo por el estilo.
Sólo una risa seca fue lo único que recibió de su parte. Nada de palabras, sólo éso.
Mientras que él resto, austriacos, rusos y bávaros se alejaban de la incomodidad de la situación o del miedo por el estado del líder militar, Karl, entre todos, solamente pudo reconocer el tipo de reacción que sólo el mismo podría describir cómo "triunfo" en pocas palabras. El mariscal negaba con la cabeza mientras su carcajada bajaba de volumen.
─“Der Herzog... Hahahahaha! Feigling! Immer redet er von der Vorsehung, dabei betet sie in Wirklichkeit nur für meine Verzweiflung.. (El duque... ¡Jajajajaja! ¡Cobarde! Siempre hablando de la Providencia cuando en realidad solo ruega por mi desesperación..)”─ Escupió el mismo mayor con desprecio, no hacía Wellington en sí, (bueno, quizá sólo un poco), si no por la situación tan cruel que el miserable y aún así poderoso destino le había dado a ellos, a Europa entera.
Vaya giro de trama ha salido para el mariscal..
─“Und er will, dass ich das französische Chaos beseitige, das sein eigener feiger Herzog nicht in den Griff bekommen konnte! (¡Y quiere que le limpie la basura francesa que su propio Duque cobarde no pudo contener!)”─ Seguía riéndose de la propia ironía a carcajadas, ¿Qué se podía esperar de alguien como Blücher? Estaba.. algo desquiciado a fin de cuentas, aunque, por el lado positivo, su locura era equivalente a su desempeño militar y eficacia en el campo de guerra.
Karl conocía ésa mirada a la perfección, la había visto las suficientes veces cómo para saber qué clase de hombre estratega era el mayor.
─“Antworte jetzt, Karl.. (Responde, ahora, Karl..)”─
Funcionó..
─“Marshal, hören Sie sich doch bitte einmal selbst zu, was Sie sagen. Sie sind nicht in der Verfassung– (Mariscal, por favor, escuche lo que dice. No está en condiciones de–)”─ El oficial de la 1. Garde-Regiment zu Fuß fue interrumpido casi automáticamente por el propio mariscal. Sin darle siquiera oportunidad de hablar.
─“Unter welcher Bedingung, Karl?! Mir wäre es völlig recht, solange ich die Gelegenheit bekomme, Bonaparte persönlich in die Hölle zu schicken! (¡¿En condición de qué, Karl?! ¡Yo estaré perfectamente bien siempre y cuando se me de la oportunidad de mandar por mi cuenta a Bonaparte al infierno!)”─ Exclamaba histérico el líder militar hacía su acompañante, valiendole un comino todas ésas patrañas según él de los infectados contaminando Europa, lo único que buscaba era simplemente borrar al emperador de Francia del mapa de una vez por todas.
El resto de hombres se le quedaban viendo con asombro y sorpresa que ni se podían disimular, aún quizá en sus últimas, lo único en lo que estaba enfocado era en su desprecio hacía los franceses.
Pero hey, si lo mantenía aún cuerdo, ¿Quién era Karl para juzgar?
El mayor tosió fuertemente, salpicando algo de sangre en el piso que salía de su boca de forma directa, un claro indicio de su estado de salud deteriorado por la misma plaga que lo había alcanzado por desgracia. Estaba de más decir que los presentes no se encontraban tan seguros ni cómodos, por más que el mismo mariscal infectado se encontrara limitado para moverse.
—“..Wollen Sie eine Antwort, Marshal? Um unsere Position und Ankunftszeit in Hougoumont zu bestätigen? (..¿Quiere que respondamos, Mariscal? ¿Que confirmemos nuestra posición y hora de llegada a Hougoumont?)”─ Preguntó el mismo oficial, aún dudoso de si estaba bien siquiera haber dicho éso con el mariscal en tan mala condición.. de veras él ni siquiera podría creer lo que estaba haciendo a decir verdad, pero por desgracia, no podría hacer nada, ordenes eran órdenes..
Solamente le queda a él rezar para que ése estado de autoconciencia del mariscal se mantuviera así por un muy largo rato, lo necesitaría para ver al duque..
─“Für Höflichkeit oder dergleichen haben wir keine Zeit, und das wissen Sie ganz genau. (No tenemos tiempo para cortesía ni ésas cosas y lo sabes perfectamente.)”─
Suspiró con pesadez el propio Karl, resignado, ya lo conocía y sabía lo necio que podía llegar a ser el mismo Blücher para bien o para mal..
─“Du willst meine Hilfe und meine Verzweiflung? Die kriegst du dann! Wir fahren auf jeden Fall zu dieser Farm, verstanden? (¿Quiere ayuda y desesperación de mi parte? ¡La tendrá entonces! Iremos a ésa granja cueste lo que cueste, ¿Entendido?)”─ Exclamaba el hombre viejo, poniéndose de pie mientras que el sonido de los grilletes en las cadenas sonaba de forma repentina y agresiva. ─“Mach die Männer bereit, Karl! Wir marschieren sofort los! (¡Prepara a los hombres, Karl! ¡Marchamos inmediatamente!)”─
─“Zu Ihren Diensten, Marshal.. (A sus ordenes, mariscal..)”─
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Reino Unido de los Países Bajos.
Waterloo, Granja de Hougoumont.
Enero de 1814.
El aire era pesado, cargado con el olor agrio de la pólvora húmeda, el miedo sin ventilar silencioso de los soldados britanicos y franceses en el área, más el olor leve a podredumbre y a carne podrida perfumaba el ambiente, añadiendo una mezcla de humo por una hoguera presente en una de los rincones de la granja ardiendo y dándole luz junto a los faroles.
Uno de los oficiales del 9º Regimiento de Infantería británica se encontraba con su superior, el duque mismo, en una de las areas de la granja despues de patrullar un poco para intentar distraerse, algo ansioso a decir verdad, después de todo, servirle a un hombre tan cínico, hastiado y sarcástico como Arthur Wellesley, y la quietud de aquél campamento improvisado más el propio carácter del duque de Wellington.. definitivamente no le ayudaban demasiado a mantenerse tranquilo.
Barry Williams, el mismo oficial procedía a acomodarse algo ansioso el cuello amarillo de su uniforme.
Se detuvo a observar hacia la mesa de mapas, donde el Duque de Wellington estaba solo, bebiendo su vino diluido, acompañado de un par de oficiales más de distintos regimientos de infanteria. Se acercó a la mesa, su voz, aunque educada, estaba teñida de ansiedad. ─“Su Gracia, no es por sonar exagerado ni nada pero..”─ Comenzó a hablar con cortesía y respeto el pelirrojo, aclarandose la voz. ─“Los reportes sobre las tierras germánicas son de un caos total. Los caníbales ya están por todos lados. Si no tenemos a los prusianos en este flanco antes de que el invierno ceda..”─ Era obvio lo que Barry quería decir, no se necesitaba ser un genio para averiguar a qué se refería.
El duque suspiró, con una mano sosteniendo su propia cabeza. ─“El mensaje fue enviado hace semanas, hace un muy buen tiempo, Williams. Estoy consciente de que la situación en las tierras prusianas no es la mejor tampoco, ya sabrá usted por su experiencia en el terreno de las costas de Donostia cómo está toda Europa..”─ Se detuvo a mirar al oficial, con precisión, cinismo y rigidez, típicas de alguien cómo aquel mariscal de campo anglo-irlandés, regresó a mirar aquél mapa, era uno de toda la zona entera de Los Países Bajos, marcado en las áreas que habían inspeccionado, algunas dadas por pérdidas, y otras eran rutas viables en caso de empeorar la situación.
─“Y si no aparecen.. que pase lo que tenga que pasar, tenemos que permanecer aquí por que, ése, oficial, es nuestro deber.. Y si los prusianos no llegan, nos enfrentaremos a ese caos, cómo tantas veces lo hemos hecho.”─ Se levantó de su silla en una de las habitaciones de la granja, observando a la lejanía por la puerta a un grupo de una docena de soldados, algunos britanicos, otros franceses, cuidando de la barricada en un punto débil que uno de los zapadores había colocado para defender. ─“Contamos con nosotros mismos, Williams, nosotros somos nuestra única esperanza ahora, y debemos asegurarnos de tener aunque sea un bastión de esfuerzo, cuento con ustedes..”─
Wellesley volteó a ver a Barry así una vez más, estaba igual preocupado, aunque de nada les serviría quejarse, solamente aumentaría la incertidumbre entre él y sus hombres, y absolutamente éso no podía dejar que pasara, después de todo, cuándo el líder baja la guarda, el resto le sigue.
─“Si los prusianos llegan, bienvenido sea el apoyo; si no, que Dios nos ampare y se apiade de nuestras almas..”─
Regresó a ver aquélla docena de hombres, con la esperanza de aunque sea poder aguantar un poco antes de que la caballería germánica arribara en su rescate.
─“Asegurese de mantener en orden a ése grupo de allá, necesitan seguramente dirección y guía para contener el perímetro, vaya, oficial.”─
─“A la orden, Su Gracia..”─ Respondió Barry así retirándose.
