Chapter Text
El día que la vida de Nico di Angelo cambió inicio exacto a como tenía que hacerlo cualquier otro. Se despertó a las seis de la tarde, desayunó con su hermana mayor y se fue a la universidad con Percy. En el camino tuvieron una pelea cotidiana, buscaron a Piper y Annabeth y cuando el pirus se apagó en el estacionamiento, entraron todos separados a sus salones. Se volvieron a reunir a lo largo de su jornada en los intervalos de cambio de asignatura, en los cuales pasaron ratos agradables entre risas y discusiones amistosas. En uno de esos intervalos, apenas el profesor salió de su salón sus ojos captaron un rubio despeinado que lo esperaba en la puerta.
Sonrió cuando el otro agitó la mano en su dirección y no esperó mucho para levantarse e ir con él. Dejó un pequeño beso en sus labios como saludo y tomó su mano para arrastrarlo al pasillo. Una vez estuvieron fuera del camino de los otros estudiantes, Nico fue abrazado con fuerza por la cintura y su novio se escondió en su cuello para darle besitos juguetones que le erizaron la piel.
—¿Cuánto falta para que termines tus clases? —murmuró Will contra su oreja.
—Dos horas, ninguna materia agradable. ¿Por qué?
—Quería ir contigo a casa.
Nico se separó de Will, tomando la distancia suficiente para ver sus ojos celestes brillando. Sintió todo el calor que su cuerpo pudo producir —que no era mucho— concentrarse en su pecho. La sonrisa pequeña de Will le hizo temblar las rodillas y soltar un suspiro entrecortado.
Si a Nico le hubieran dicho que su vida se complicaría a partir de ahí, después de acceder a ir a casa de su novio en lugar de a clases, entonces quizás lo hubiera pensado un poco más. Lo habría pensado un poco más solo para terminar decidiendo que el mundo es de los valientes y que nada podía negarle a Will cuando lo miraba con tanto cariño. Nadie le advirtió lo peligroso que podría ser, así que solo dijo:
—Voy a juntar mis cosas y nos vamos.
Will sonrió feliz y Nico supo que estaba perdido después de considerar darle todo por verlo sonreír otra vez. Juntó todas sus cosas con una velocidad demasiado lenta para él, aunque sabía que sus compañeros lo verían apurado. Se le cayeron lápices y cuadernos, maldijo, agarró todo otra vez y lo metió sin ningún cuidado u orden en su mochila. Entonces salió de la universidad y encontró a su novio en el estacionamiento junto a su auto heredado de su padre.
Era un bonito maserati rojo descapotable mucho más llamativo de lo que Will hubiera querido. Él prefirió heredar su camioneta escolar, pero su padre insistió en que no tenía ninguna clase viajar en un autobús tamaño escolar a la universidad. Dijo también que no tenía gracia alguna llevar a su novio a una cita conduciendo un autobús amarillo y con tantos asientos. Luego le compuso un haiku bastante malo acerca de lo elegante que era y Will terminó aceptando las llaves del maserati.
Durante todo el viaje a la casa de los Solace, Nico no pudo dejar de mover su pierna en un rebote rápido y golpetear los dedos contra cualquier superficie que tuvo cerca. Estaba nervioso como nunca en su muy larga vida había estado. A pesar de llevar un año saliendo con Will, nunca había estado en su casa, o conocido a sus padres. Cada vez que tenían una cita doméstica era en casa de Nico, donde él se sentía más cómodo con su naturaleza. Eso estaba bien para Will, había aprendido a encontrar su hueco en la cama de Nico y pasar las mañanas junto a Persephone en el jardín. Él de verdad adoraba ir a la casa de su novio.
La mano grande, suave y caliente de Will se presionó en el muslo de Nico. Dio un apretón suave y le sonrió en un semáforo rojo.
—Respira, Nico
El moreno resopló. No era como si él realmente necesitara respirar y llenar de aire sus pulmones.
—Estoy respirando, Solace.
Will dijo algo como "ajá" y siguió prestando atención al camino. Cinco minutos después estacionó el auto frente a una casa de dos pisos con un patio espacioso y el aire de Nico se atoró en su cuerpo. Finalmente, habían llegado. Iba a ver la casa de su novio. Conocería a sus padres. Si la muerte fuera una opcion para él, creería que moriría en ese momento por culpa de los nervios.
Bajó del auto con las manos temblando y dejó que Will lo guiara por el patio. Había un árbol inmenso en el centro que irradiaba un poder tan grande, tan arrasador que Nico se estremeció. Sintió que el árbol intuía su naturaleza y lo repelía. Imaginaba las vibraciones del árbol diciéndole "oye, chupasangre, aquí no tienes permitido pasar" en actitud guardiana.
—Lo plantó un antepasado de papá. Es el árbol de la familia —explicó el rubio al ver a su novio arrugarle la cara al árbol y replegarse como gato asustado.
—Es... Imponente.
—Ciertamente. Tiene como, mil quinientos años creo.
Ambos rieron y Will metió la llave en la puerta. La abrió para Nico y esperó que pasara. El moreno no pudo hacer más que recargarse en el marco, guardar las manos en los bolsillos de su chaqueta y alzar una ceja con diversión.
—Debes invitarme a pasar.
—¡Oh vamos, Nico! Te estoy invitando.
—Ya sabes, debe ser formal —el tono bromista de Nico se mantuvo con esa sonrisa traviesa que usaba para camuflar la verdad—. Persephone no me perdonaría jamás que entrara sin permiso.
Will resopló. Hizo una reverencia con elegancia torpe y señaló el interior de su hogar.
—Adelante, Nico di Angelo, bienvenido a mi hogar.
—Eres tan encantador, Will.
El moreno se adentró en la casa y se relajó cuando al poner un pie dentro no sintió ninguna resistencia. Parecía que el árbol solo amenazaba y no impedía de verdad la entrada de vampiros en su hogar. Aunque contaba con la bendición de su dueño, sus ojos recorrieron astutos y alertas el lugar. Se quedó cerca de la puerta, escuchando y olisqueando con disimulo. Olía a calor, a sol e incienso. Las paredes eran de madera desnuda y habían un montón de cuadros colgados.
—Es linda.
—Es porque mamá no deja que papá decore. Deberías ver el baño, lo diseñó él. Es... Otro tema totalmente diferente, por algún motivo está lleno de vacas rojas —habló Will, guiando a Nico hacia las escaleras.
Mientras ascendían, el moreno no apartó la vista de sus zapatos. Le parecía irrespetuoso mirar arriba cunado tendría un ángulo tremendo del bien formado trasero de Will. Ignoró las fotos colgadas en la pared, aunque de reojo notó que en su mayoría eran de niños. Fue guiado hacia la habitación de su novio y dudó antes de entrar, mirando el sol en la puerta con el nombre de Will.
—Deberíamos dejar la puerta abierta, ya sabes, para que tus padres no piensen mal.
—Oh no te preocupes, no hay nadie en casa. Mamá está de gira por su nuevo álbum, mis hermanos están estudiando y papá está trabajando ahora.
—Pudiste decirlo antes, Will —el suspiro de alivio del moreno le arrancó una risa a su novio. Enfurruñado, Nico lo ignoró para meterse en el dormitorio. Escuchó el sonido de la puerta cerrándose a sus espaldas y siguió viendo el espacio que gritaba el nombre de su novio.
—¿Por qué? ¿Te daba miedo conocerlos?
—Estaba aterrado.
Escuchó una risita que ignoró mientras recorrió la habitación. Dejó su mochila en un rincón a los pies de la cama junto a un ukelele celeste. Notó que en la esquina de enfrente había una guitarra clásica al lado del escritorio. Cuando volteó para hablar con Will, lo vio vistiendo solo ropa interior revolviendo ropa en su armario. Ahogó un grito contra su mano y cerró los ojos apretándolos.
—¡William! ¿Qué carajo? —gritó tapándose los ojos con sus manos.
—¿Qué? Me iba a poner mi pijama. El pantalón es incómodo.
—¡Pero avísame así no te veo!
—Pero... Nico, somos novios hace un año, me has visto antes en ropa interior.
—No lo recuerdo, solo en bañador.
—Es lo mismo.
—Vístete de una vez, Will.
Entre risas, el rubio terminó poniéndose su pijama y le lanzó a Nico uno para él. Mientras su novio se vestía, Will se dejó caer en la cama y se acostó de espaldas al moreno.
Una vez cambiado, se acostó junto a Will y cruzó una pierna sobre su cadera, envolviéndolo para acercarlo más. El rubio giró sobre si mismo hasta estar frente a frente. Se vieron durante algunos minutos, en silencio reconociendo sus facciones y acariciándose la piel por dentro de las camisetas en toques suaves y amorosos. Nico estiró su mano para apartar el cabello rubio de los ojos de Will, recibió un beso en la mano que inició un camino tierno y juguetón por sus dedos. Finalmente, Nico no lo soportó. Se inclinó hasta presionar sus labios contra los de Will. Se besaron con lentitud y paciencia. Disfrutaron el sabor de sus labios con cariño.
Nico se sentía borracho por el sabor, el calor, la humedad de la boca de Will, que lo besaba con experiencia y precisión. Era tan consiente de todo en su cuerpo. Sentía el calor de los dedos ajenos presionando caricias casi perezosas en la piel de su espalda. Sentía la suavidad de las sabanas bajo su brazo y el calambre por la mala posición. No estaba dispuesto a dejar de besar a Will, no cuando quería más. Tampoco estaba dispuesto a sufrir un calambre a mitad de sesión de besos.
Se las arregló para sentarse en la cama sin alejarse de su novio. Fue sencillo. Nico se movía y Will lo perseguía. Siempre les funcionaba así.
La espalda de Will terminó contra la pared y en su regazo estaba Nico, con las rodillas junto a sus caderas. Siguieron besándose por lo que parecieron horas. Las manos exploraban los lugares que ya conocían de memoria, tocando la piel caliente por debajo de las camisetas. Will presionó la espalda baja de Nico para acercarlo más, sus pechos se tocaron y, demasiado nublado, Nico tuvo el pensamiento fugaz de que Will notaría su corazón sin latidos. No tuvo la concentración suficiente para pensar bien en eso, pero por si acaso se alejó con la excusa de un balanceo torpe de caderas para reacomodarse. Les arrancó a ambos un gemido cuando sus entrepiernas rozaron.
Will suspiró su nombre y Nico dejó de ser consiente de todo, excepto de su novio. Lo quería completo para él. Quería decir que era suyo. Las manos ajenas recorrieron su trasero y terminaron en sus delgados muslos, dando masajes suaves. Recibió una mordida en su labio inferior. Sentía el calor de Will alcanzándolo e invitándolo a hundirse en él. Le gustaba tanto.
Bajó los besos al cuello de su novio, se hizo espacio tomando un puñado de cabello rubio y jalando hacia arriba. Will le expuso su cuello y gimió. Escondió su rostro para dejar suaves besos cariños sobre la piel. Mordisqueo con cuidado y dio besos húmedos, los suspiros lo invitaban a seguir. Aunque la temperatura subía, seguían sintiendo esas ganas de recorrerse sin apuro y el ambiente casi meloso.
La pulsación, el calor, el aroma lo atrajo a su vena palpitante. Dio una lamida recorriéndola. Se imaginó la carne blanda en su boca, el ruido que haría Will cuando sus colmillos desgarraran su piel y el sabor tan dulce de su sangre contra su lengua. Pensó lo bien que se vería su marca en el cuello de su novio luego de unos días. Sabía que el sabor de Will sería mejor que el de cualquier otra persona que haya probado. Solo el aroma dulce, casi como caramelo, era incluso mejor que cualquiera que hubiera sentido jamás.
Besó la vena una vez antes de morderla con suavidad. Notó sus colmillos crecidos y se asustó. Toda la ensoñación se esfumó y tuvo que contenerse para no ser obvio. No podía soltar el cabello suave de golpe y alejarse, Will notaría que no estaba bien. Siguió con los besos suaves, sin detenerse en mordidas delicadas o besos húmedos. Subió su camino de roces hasta los labios de su novio y lo besó con calma. Controlando el ritmo y profundidad, no permitió que sus lenguas se encontraran.
Se separó con un chasquido húmedo y dejó un tierno piquito en los hinchados labios de Will antes de alejarse despacio. Bastó una mirada para que se entendieran.
Siempre era así. Aunque llevaran un año juntos, jamás habían hecho más que besarse y provocarse. Se sentían cómodos en esa situación. Habían escurrido manos dentro de sus pantalones en sus momentos más atrevidos y se habían causado orgasmos en su ropa interior. Sin embargo, cada vez que querían avanzar, pasaba algo que no los dejaba. Cuando uno quería más, el otro estaba satisfecho. A veces a Nico le crecían los colmillos. El humor no era el adecuado. Otras veces no sentían que fuera el momento para más. Aun así, se sentían muy bien con sus avances, lo habían hablado varias veces. Les funcionaba así.
—Hay una película que quiero ver contigo —habló Will, dejando un beso en la sien de su novio, que se había escondido en su cuello para calmarse.
—¿Si? ¿Cuál es?
—Crepúsculo. Estoy seguro que no la viste. Trata de vampiros y hombres lobo.
Nico sonrió cuando escucho vampiros. Amaba las películas de vampiros. Le parecía una excelente manera de pasar el tiempo ver cómo era representado en el cine.
—Veámosla.
Salió de encima del regazo de Will y se acomodó en la cama mientras el otro buscaba su computadora. Conectaron la computadora al enchufe y se pusieron los auriculares después de encontrar una pose acurrucados adecuada. Entonces Will puso la película.
Estuvieron casi toda la película en silencio, comentándose tonterías como "mira que guapo es" o "Jacob es más lindo". Sus manos estuvieron con su inquietud habitual, Nico no renunciaba a acariciar la espalda de Will y recibía caricias en su cuero cabelludo que lo hacían suspirar.
—Will, ¿qué demonios es ese olor a... Oh —un hombre rubio irrumpió en la habitación, sobresaltando a los dos chicos que estaban enredados en la cama.
—¡Papá! ¡Te he dicho mil veces que toques antes de entrar!
—¡Es mi casa!
—¡Soy un adulto joven! Podría estar haciendo otra cosa o queriendo privacidad.
—¡Bien, lo entiendo! Respeto tu privacidad como individuo poniendo una puerta, pero reafirmo mi autoridad como padre entrando sin tocar.
—Eres imposible.
Will volvió a dejarse caer en su cama y se ocultó el rostro con las manos. Pretendía ignorar a su padre hasta que le contara el motivo de haberse metido así a su habitación. ¿Algo de un olor? Will solo sentía el embriagante aroma dulce de su novio.
¡Su novio!
Abrió los ojos de golpe para encontrarse con Nico mirando a su padre y recibiendo a cambio una mirada juzgadora y dura que Will nunca le había visto.
—Eh... Soy Nico di Angelo —dijo su novio. Salió de la cama medio saltando y se acercó hasta su padre para extenderle la mano.
El hombre sujetó la mano con firmeza y en cuanto sus pieles se tocaron hizo una mueca. Una corriente corrió por la columna de Nico hasta erizarlo y hacer que sus colmillos crezcan. Se esforzó por reprimirlo y morderse los labios. Se sentía en peligro. Todo en el hombre rubio le gritaba que enseñara sus dientes y lo mordiera hasta dejarlo sin sangre. Quería desgarrar su cuello y llevarse a su novio lejos de ahí. Deseó que sus garras no crecieran también.
—Apolo —esbozó una sonrisa amenazante antes de soltar al moreno—. Así que, Nico, ¿eh? ¿Que clase de nombre es ese?
—Es... Diminutivo de Niccolò.
—Niccolò. Un nombre curioso. Es mejor Nicolás, ¿no te parece? Tal vez incluso Nikolai.
—Supongo. De todos modos, yo no estaba ahí para elegirlo.
—Una verdadera lástima. Niccolò es un nombre terrible.
—¡Papá! —Will se levantó de un salto de su cama y se acercó a su padre—. Me estabas diciendo algo de un olor.
—¿En serio? Lo olvidé. Debe ser Kayla. Sabes que le gusta traer animales... Heridos.
—Es rescatista —aclaró Will, mirando a Nico con expresión de pena y sonrojado.
—Eso es muy dulce.
—¿Te parece, Niccolò?
—Bueno, pa, descubriste que era el olor, ahora te marchas y me dejas terminar la película con Nico.
—Claro, hijo. Lo siento —se disculpó con una risita mientras salía de la habitación—. ¡Diviértanse, pero no demasiado!
Will cerró la puerta y se recargó contra la madera. Cerró los ojos un momento y suspiró. Cuando los abrió, Nico temblaba pálido frente a él con expresión horrorizada.
—Lo siento.
—Me odia, Will. Tu padre me odia. ¿Qué voy a hacer? —se sentó en la cama, agachando la cabeza y sosteniéndose con los dedos entre sus cabellos. Le preocupaba que su suegro no lo quisiera, claro que le preocupaba, pero ese no era para nada su más grande horror. Estaba asustado por la facilidad con la que ese hombre lo hizo rabiar y casi enseñar los colmillos—. Me odia de verdad.
El otro muchacho se acercó a su novio. Se sentó a su lado y pasó el brazo por sus hombros hasta atraerlo en un abrazo. Tenía ganas de gimotear y lloriquear. El aroma a angustia emanando de Nico se asemejaba al olor a putrefacción y muerte, lo odiaba. Odiaba que su novio oliera así. Quería tanto besar su cara y hacerle un nido en su cama para cuidarlo.
—Nunca lo había visto así, Nico. Lo siento en serio.
—No es tu culpa, Will.
—Voy a hablar con él. Cuando te vayas voy a tener una charla muy seria con él y va a escucharme. ¿Quién se cree para tratarte tan hostil?
Nico soltó una risita y se deshizo del abrazo para acunar las mejillas de Will entre sus frías manos.
—De verdad lo aprecio, amore mio, pero no lo harás. Es tu padre y tiene razón. Llegó a su casa y nos encontró enredados en la cama sin haberme conocido antes.
—Estábamos viendo una película.
—Aún así, sabes que tiene razón. Déjalo, ya verás que termino agradándole. Por ahora, creo que lo mejor es que me vaya.
Nico se consideraba valiente. Era muy fuerte, tenía dones que las personas normales no imaginarían y no se dejaba paralizar por el miedo. Huir no era nunca una opción para él. Aun así, de verdad quería huir de esa casa. Estaba asustado que ante la amenaza que significaba Apolo pudiera llegar a descontrolarse y hacer algo tonto —como morderlo, o matarlo, eso sin duda lastimaría a su novio— que pudiera estropear su relación con Will.
—De eso nada, terminaremos nuestra película y luego te llevaré a tu casa.
El moreno ahogó un grito de desesperación. Era urgente que se fuera ahora.
—Está bien, la película primero —accedió sin protestar. Porque Nico di Angelo era valiente, pero era demasiado débil para decirle que no a su novio.
Volvieron a acurrucarse en la cama. Nico escondido en el pecho de Will y escuchando su corazón latir firme, sintiendo como le olisqueaba "disimuladamente" el cabello.
Cuarenta minutos después, Nico y Will bajaron de la habitación tomados de la mano. En la sala de estar refulgía el fuego en la chimenea y a Nico le recordó al hogar, crepitando caliente para acoger. Reunidos en la sala habían dos adolescentes que en nada se parecían a su novio. La chica tenía el cabello verde y anaranjado corto, estaba cubierta de pecas y sus vivos ojos azules eran hermosos. El chico tenía la piel oscura, unas cuantas trenzas de doble hélice adornadas con aritos de oro y miraba con una chispa divertida. Estaban sentados juntos frente al televisor jugando un videojuego.
—Oh chicos, les quiero presentar a mi novio —saludó enérgico Will cuando los vio. Sus hermanos pausaron el juego unos segundos después y los miraron— Chicos, él es Nico. Nico, ella es Kayla y él es Austin. Son mis hermanos menores.
Ambos hermanos miraron a Nico durante unos segundos en completo silencio. Él se sintió incómodo y cohibido, algo nuevo para él. ¿Qué demonios? Era un vampiro de noventa años, ¿cómo iban a intimidarlo unos chicos adolescentes todavía? Supuso que había quedado sensible luego de conocer a Apolo. Se recordó que eso no era excusa, él es poderoso y educado. Así que cuadró sus hombros y sonrió un poco a los chicos.
—Un placer, chicos.
—No puede ser, sí es guapo—murmuró Kayla.
—Claro que sí, se los dije.
Will y Kayla se enfrascaron en una pelea de hermanos que dejó a Nico al margen, confundido y observado con diversión por Austin.
—Will nos habla todo el tiempo de ti. No creíamos que fueras tan asombroso como él decía, pero creo que nos equivocamos —explicó con un encogimiento de hombros.
—Gracias, supongo.
Volvió a sentirse incómodo en el silencio en el que solo era observado por el otro chico. Justo a tiempo, Will dejó de discutir con su hermana y se volvió hacia él.
—Bueno, voy a llevarlo a su casa. Avísenle a papá y pórtense bien —se despidió el rubio tomando las llaves del auto y moviéndose hacia la puerta.
—Fue un verdadero placer verlos. Por favor, déjenle saludos a su padre de mi parte, y disculpas por la situación embarazosa. Buenas noches.
Después de despedirse, Nico corrió tras su novio y se subió al maserati, soltando un gran suspiro cuando tuvo el cinturón puesto y el motor hizo ruido.
—Tu familia es genial, Will —habló con los ojos cerrados, sabiendo que su novio estaba dándole vueltas a ese asunto—. En serio, me gustaría volver a verlos.
—Fue terrible.
—Cállate, Solace. No digas eso. Me divertí.
Todo el viaje fueron hablando de su encuentro con la familia Solace y Nico se aseguró de tranquilizar a su novio, incluso cuando en su interior se retorcía y no deseaba ver nunca más a Apolo. Se despidieron con un tibio beso en los labios y se desearon buenas noches
Cuando Will cruzó la puerta de su casa, Apolo lo esperaba de brazos cruzados en la sala.
—Tu madre termina la gira esta semana. El próximo sábado vendrá Niccolò a comer y Naomi lo va a conocer. Hasta entonces, no tiene permitido venir si no estoy en casa.
—¿Qué? Pero... Es una tontería, papá. ¿Por qué de repente Nico no puede venir?
—No me gusta él.
—¿Y eso qué? A mí sí me gusta y no voy a dejar de invitarlo a casa porque a ti no te gusta.
—Es la casa de tu manada y debes respetar el territorio.
Will no se quedó a escuchar a su padre. Subió a su habitación y cerró la puerta de golpe. Se tiró a su cama y gruñó abrazándose a la almohada que todavía tenía el aroma de su novio.
Estuvo un rato largo pensando en lo que acababa de suceder. Cuando Nico había hablado, había entendido a su padre. Al menos, lo suficiente para no estar enojado. Entendía que a su padre no le gustará encontrar a su hijo con su novio en la cama —aunque no hicieran más que ver Crepúsculo—. Sabía que todavía lo veía como un cachorro, aunque había sido reconocido en su cumpleaños veinte como un lobo joven por su madre. Entendía que su papá estaba siendo protector con él, estaba cuidando de su hijo de una pareja que no conocía. Con todo, podía entender que estuviera enojado y hasta no le gustase Nico, pero prohibirle venir sin su presencia era ridículo. No lo entendía. Pero tampoco podía protestar, su padre había usado el argumento del territorio de la manada. Era algo sagrado. Will lo sabía. Pero aun así, lo odiaba. Odiaba ser controlado como un cachorro y no poder traer a su pareja, a quien elegiría compañero, al territorio de su manada, a su lugar sagrado.
Enojado, con las garras crecidas y con el pecho vibrando en gruñidos, agarró su teléfono para escribirle a Nico. Le dijo que su padre quería invitarlo a un almuerzo familiar el sábado siguiente y que conocería a su madre. Nico le garantizó que estaba bien. Will no habló de la discusión con Apolo y tampoco dijo nada de su humor. Hablaron hasta que a Will se le pasó el enojo y se durmió con el teléfono en una mano y abrazando la almohada que había usado Nico con la otra.
Notes:
título del capítulo por la canción de r.e.m, the end of the world as we know it.
Chapter 2: my mama don't like you.
Notes:
atención¡! se mencionan ganas de vomitar después de comer pero no como algún trastorno de alimentación, sino como problemas de vampiros por comer cosas que no sean sangre y bla, bla, bla. también hay muchas menciones de sangre, pero bueno, es un fic de vampiros, es esperable. también hay un chistecito suicida que me parece que es el tipo de chistes que haría nico (dice que no comió pq estaba ocupado intentando morir). aviso por si a alguien le afectan esas cosas.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
En sus sueños veía a Will enseñándole el cuello en una invitación clara. Él no se hacía esperar y se enterraba en esa piel cálida. Besaba todo el camino hasta su yugular y la rozaba con los dientes crecidos. Will le apretaba los hombros, suspiraba y se exponía más a él.
—Adelante, Nico. Tómalo —lo incentivaba Will con voz dulce, enredando sus dedos en el cabello oscuro.
Nico no necesitaba que insistierá más. Hundía sus colmillos hasta romper la blanda piel y alcanzar su arteria. Entonces empezaba a beber de su sangre y era tan delicioso. Will abrazándolo con sus piernas, sus suspiros suaves y las caricias en su cabello que lo empujaban más contra su cuello. Le gustaba tanto.
Cuando se sentía satisfecho, lamía las heridas hasta que dejaban de sangrar y quedaban solo los pequeños puntos blancos que eran la marca de sus colmillos. Entonces se alejaba para ver a su novio. Lo veía un poco pálido, cansado y deshecho en suspiros, invitándolo a besarlo con una sonrisa.
Y ahí se despertaba. Algunos días el sueño era suficiente para hacerlo correrse entre sus sábanas antes de despertar. Otros días solo tenía una erección matutina que ignoraba. Pero siempre era suficiente para despertar hambriento y agitado.
Le parecía hermosa la imagen de Will ofreciéndole su sangre de manera voluntaria. Seguro que eso la haría mucho más dulce. Le parecía un gesto de amor divino que Will ofreciera lo que corría en sus venas y su corazón latía, para alimentarlo a él. Pensaba en la conexión que tendrían luego y parte de él la deseaba, mientras que otra parte más grande se batallaba por evitarlo. ¿Poder ver lo que su novio veía cuando estaban separados? ¿Poder enviarle mensajes mentales? A una parte retorcida de Nico le parecía maravilloso. Todavía peleaba contra la idea de invadirlo tanto que le quitaría a Will la privacidad de su mente. Él no podía hacer eso, ni siquiera si fuera el precio a pagar por un sorbo de su sangre.
No le preocupaba excederse, él sería cuidadoso con su novio y no le quitaría más de una probada. Le preocupaba que desde el encuentro en su casa el lunes, todos los días tenía el mismo sueño. Y todos los días se le hacía más difícil la enfermiza idea de alimentarse de su novio, de su amor.
Hoy era viernes. Había estado esos días en total aislamiento. No salía de su habitación y apenas enviaba un mensaje nocturno a Will para decirle que estaba bien. Se levantaba de su cama, hacía estiramientos y volvía a la cama. A veces miraba por la ventana de su cuarto a la ciudad nocturna hasta que amanecía, entonces volvía a dormir.
Se despertó a las tres de la tarde y el silencio de la casa lo incentivaba a seguir durmiendo. Sin embargo se levantó, se dio una ducha para eliminar los restos del sueño y escribió a Will que mañana iría gustoso al almuerzo familiar.
Se volvió a dejar caer en su cama y pensó en mil maneras de sobrevivir al día siguiente. Apolo, su suegro, no lo quería. Los hermanos de Will eran adorables. Y conocería a su suegra. Todo eso lo inquietaba sobremanera, pero el hecho de tener que comer en público le quitaba el sueño.
Él era un vampiro casi inmortal, matarlo requería rituales muy específicos y no moría por causas naturales. Pero cualquier alimento que no sea sangre lo dejaba fuera de combate. Sentarse y comer un plato de lo que sea sería equivalente a comer veneno. Entonces, ¿qué podía hacer en esa situación? Nada en absoluto.
Con sus opciones reducidas, Nico solo podía esperar minimizar los daños. Se vería obligado a comer, así que no podría esquivarlo como siempre hacía. Tendría que sentarse en una mesa, rodeado de humanos, e ingerir veneno sin que se note su incomodidad.
Entonces una idea lo dejó sin aire y con plomo en los pulmones. ¿Y si ponían ajo en la comida? ¿Qué haría? No podía sentarse y comer eso. Él de verdad moriría si lo hacía.
No, no podía ir a almorzar con sus suegros.
Sostuvo incómodo su teléfono con intención de escribirle a Will que le había surgido una emergencia familiar. Escribió el mensaje y cuando lo iba a enviar, le llegó uno de su novio diciéndole lo emocionado que estaba por mañana.
Él no podía hacerle eso a su novio. No podía decirle a Will que no iría cuando estaba tan feliz, lo dejaría muy desanimado y no soportaba la idea de que estuviera con sus ojos de cachorro mojado.
Suspiró derrotado y borró su mensaje. Le escribió un recordatorio de que avisara a sus padres de su alergia al ajo. Era la excusa que solía usar siempre, así que esperaba que su novio supiera que es alérgico. Recibió un mensaje de Will diciéndole que él mismo supervisaría la preparación de la comida para asegurarse de que nada tuviera ajo. Nico soltó una carcajada que se interrumpió cuando el teléfono empezó a vibrar en sus manos.
Sin muchas ganas, atendió la llamada.
—¿Qué pasó?
—Buenos días, Nico. ¿Te desperté? Espero que sí, porque despertarse con mi voz debe ser un milagro.
—¿Qué quieres, Leo?
—Al parecer despertamos de malhumor. No pasa nada, Leo se encarga —Nico resopló contra el teléfono al imaginarse la sonrisa traviesa de su amigo—. Escucha Nico, Frank me dijo que Hazel le dijo que está preocupada por ti. Dijo que no sales hace una semana desde que volviste en el maserati de Will. Jason me dijo que no has ido a clases y Piper dice que no respondes mensajes.
—¿Sabes? Mi padre me controla menos.
—Cállate que no terminé. Percy dijo que vio a Will toda la semana desanimado y que Lou Ellen le preguntó si sabía algo de ti. Annabeth cree que ustedes terminaron.
Era raro para Nico escuchar a Leo Valdez hablar con tanta seriedad. Solo lo había escuchado así una vez y fue en un asunto de vida o muerte bastante desagradable. Lo más raro fue la teoría de separación entre él y Will. Eso sonaba como un muy mal sueño, tal vez incluso peor que esa ocasión de peligro mortal.
—¿Qué? No, nosotros no terminamos. Estoy preparándome para la guerra.
—¿Vas a ir a Vietnam? —gritó Leo contra el teléfono, irritando a Nico más de lo que creía posible.
—Leo, la guerra de Vietnam terminó hace mucho. Antes de que tú nacieras.
—Ya lo sabía —presumió su amigo del otro lado y Nico pudo imaginárselo haciendo un gesto con el hombro—. ¿A qué guerra vas?
—Al almuerzo familiar en casa de los Solace.
—¿En serio? ¡Eso está genial! Amo los almuerzos familiares con los Solace.
—No lo entiendes, Leo. Mi suegro me odia.
—¿Apolo? Es imposible. Apolo ama a todos, ¡incluso a Percy! Y Percy sí que detesta a Apolo. Una falta de respeto, si me preguntas, ese tipo es genial.
—Bueno, parece bastante posible que sea un odiador de vampiros.
—Tampoco es posible. Él me ama. Aunque, bueno, soy Leo. Todos aman a Leo.
—¿Te ama desde antes de tu inmortalidad o después?
—Bueno, desde antes. ¡Pero no es el punto! Apolo no te odia porque eres vampiro, es más, ¡él no lo sabe! Así que te debe odiar por algo que puedes arreglar.
Nico quiso llorar de frustración. Leo no parecía entender la gravedad del asunto y lo muerto que iba a estar mañana.
—Leo.
—¿Si?
—Piensa conmigo.
—Bien, te escucho.
—Apolo me odia, eso no está en discusión. El problema es, Leo, que es un almuerzo.
—¿Y qué con eso?
—Voy a tener que comer.
El silencio se hizo mediante la llamada y Nico supo que su amigo había entendido.
Para Leo Valdez la alimentación era asunto sencillo. Cualquier comida estaba bien, cualquier cosa le gustaba y solo necesitaba sangre una vez a la semana. La diferencia era que Leo había sido transformado por Nico luego de morir salvando a Hazel y Frank; fue la primera y única persona que convirtió. Nico nació vampiro. Él no podía alimentarse de nada más que sangre.
—Mierda.
—Sí, mierda.
—Bueno, alguna solución tiene que haber, ¿no? Pregúntale a tu padre si vas a sobrevivir.
—Leo, no hay manera. Voy a tener que intoxicarme y fingir estar sobrio.
—Ahora entiendo porque no te preocupan los exámenes finales.
Nico soltó una risa floja. Claro que le preocupaban los exámenes finales, pero solo si su vida no se arruinaba mañana. Es decir, habían muchas cosas que podían salir mal. Podía reaccionar mal a la comida de sus suegros y enseñar sus colmillos, entonces Will se enteraría que era vampiro y estaría jodido. Sí, los exámenes finales le preocupaban, no tanto como terminar con su novio por su naturaleza, pero le preocupaban.
—Bueno, Nico, ahora que sé que estás bien y me aseguré que tuvieras una dosis de Leo para sobrevivir, es momento de dejarte.
—¿No vas a ayudarme?
—Nah, si tú no tienes la solución a los problemas vampíricos, yo menos.
—¿Y me vas a dejar sufrir así, sin más?
—Siempre puedes recordar el sonido de mi maravillosa voz. Claro que no es como verme en persona, pero es algo. En persona estoy más bueno.
Siendo sinceros, Nico deseaba que Leo Valdez lo dejar agonizar en soledad. Su sentido del humor usual no le hacía sentir más que irritado. Aprovechó la oportunidad y cortó la llamada. Lo consideraba un final dramático que Leo encontraría divertido.
Dispuesto a seguir sufriendo, se acurrucó en su cama y se sintió cada vez más agobiado y angustiado. Fue así hasta que sus pensamientos empezaron a girar en espirales y lo adormecieron tanto que se durmió.
Despertó media hora después cuando la puerta de su habitación se abrió tan fuerte que rebotó contra la pared e hizo tanto estruendo que se sobresaltó. Se sentó de golpe y antes de poder procesarlo estaba gritando.
—¡Hazel rompió la copa de Persephone!
—Es bueno saberlo —dijo la muchacha castaña. Cerró la puerta de la habitación y se acercó a Nico, ganando un bufido de parte de su amigo cuando la reconoció.
—Reyna. Me asustaste.
—Estás muy holgazán, Nico.
—Déjame, tengo licencia por angustia.
—¿Firmada por quién?
—Por mí —Nico alzó el mentón y mantuvo la mirada hasta que Reyna refunfuñó. Ella se sentó en su cama y él se volvió a acostar, tapándose hasta la cabeza con las sábanas—. Ahora, si me permites, volveré a mi sueño donde no voy a morir mañana.
—Leo me contó la situación. No vas a morir mañana.
—Parlanchín boca floja. Le voy a dar un buen susto para que aprenda a cerrar su enorme bocota —empezó a murmurar mientras se enredaba más en sus mantas. Detuvo su parloteo cuando notó el silencio de la muchacha. Por segunda vez se levantó de golpe para observar la seguridad y serenidad que emanaba Reyna—. Pareces muy segura de que no moriré, ¿cuál es el plan?
La chica sonrió con cierta picardía. Se levantó de la cama y se acercó a la mini heladera que había en el rincón más oculto de su habitación. La abrió y lo miró con el entrecejo arrugado.
Dentro de la heladera habían varios paquetes de sangre, esos usados por los hospitales para las transfusiones. Había el contenido suficiente para llenar el pequeño mueble, lo que significaba que era lo suficiente para abastecer a Nico una semana.
—¿Hace cuánto que no te alimentas?
—No lo sé, ¿desde el lunes? Creo, estuve muy ocupado para eso.
—¿Ocupado con qué?
—Intentando morir para evitar el sábado.
—Eres horrible, Nico —Reyna sacó unos cuantos paquetes de la nevera y se los arrojo a la cama. Él los atrapó en el aire. Ella sabía que era un chiste y que él sencillamente estaba estresado y lo más probable es que hubiera estado demasiado preocupado como para alimentarse. No era algo que los vampiros necesitaran con urgencia todos los días, eran capaces de pasar una semana sin sentir hambre y podían seguir sin comer mucho más tiempo.
Volvió al lugar que ocupaba en la cama y le alcanzó a Nico un sorbete de metal que fue aceptado a regañadientes. Ella sonrió cuando él vacío el primer paquete. Para el segundo, Nico ya parecía más tranquilo y tenía las mejillas menos pálidas.
—Mañana vas a ir, vas a llegar puntual y bien vestido, con la sonrisa linda puesta. Vas a ser educado con Apolo, le estrecharás la mano, pedirás disculpas y ofrecerás un buen regalo. Luego irás con su madre, ya sabes, le das la mano, le dices que es preciosa, tiene una casa encantadora y su hijo es maravilloso. También vas a darle un regalo bonito.
—No sé qué flores le gustan a la mamá de Will.
—¿Por qué flores? Eso es un regalo patético.
Nico se encogió de hombros.
—Will le regaló jacintos a Persephone cuando la conoció.
—Sí, porque le hablaste de su jardín y él sabía que le iban a gustar. Debe ser algo que le guste.
—¿Puedes ayudarme a ir de compras?
—Querido, ¿a qué crees que vine?
—¿Y luego de los regalos?
—Improvisa. Pero ofrece ayuda para hacer las tareas, pon los cubiertos, prepara ensalada, esas cosas. ¡Lava los platos después de comer! Eso les va a encantar. ¡Oh! Y deberías llevar postre.
—Reyna, es más de lo que puedo comer. ¿Qué voy a hacer con eso?
—Ya dije, primero lo primero.
Para cuando terminaron de hablar, Nico se había vaciado toda la heladera y estaba somnoliento. Reyna lo apuró y lo obligó a salir de la habitación para meterlo en su auto. Condujo ella hasta el centro comercial y pasearon por todas las tiendas en busca de buenos obsequios.
Si a Nico le gustaba, Reyna decía que era de mal gusto. Si Reyna lo aprobaba, Nico decía que era mala idea.
Estaban desanimados después de caminar una hora por casi todas las tiendas sin tener idea qué buscaban. Se sentaron a descansar y Reyna se compró chocolate caliente.
—Mira, una tienda de vidrio soplado —dijo Nico señalando la tienda. Reyna miró donde apuntaba su dedo sin mucho interés y se encogió de hombros.
—¿Crees que haya algo que nos sirva?
—Will dijo que su padre tiene mal gusto decorando.
—¿Vas a regalarle un adorno feo?
—No, no, es que dijo que le gustaban las vacas rojas. Creo que veo una en la vidriera.
—Iremos en un momento.
Ambos se sumieron en un silencio agradable. Reyna sorbía su bebida tranquila y Nico disfrutaba la compañía de su amiga más preciada. Estaba muy agradecido por la ayuda que le estaba dando, y a pesar de la tarea estresante, era divertido pasear con Reyna y estaba feliz de verla.
A él no se le habría ocurrido nunca llegar con buenos regalos a casa de sus suegros, aunque era una costumbre más bien antigua. Sabía que eso se hacía muchos años atrás y que era un gesto que su padre clasificaría como buena educación. Si hubiera sido un adolescente normal cuando parecía tener diecisiete años, habría tenido que dar regalos a sus anfitriones. Pero Nico jamás había sido invitado a casa de nadie. Tampoco había tenido novios antes.
Su padre le había hablado de modales y cortejos que ya no eran vigentes. Él hubiera querido pedirle permiso a Apolo para salir con Will, lo hubiera cortejado en paseos en jardines sosteniéndole una sombrilla para el sol y hubieran tenido un chaperón. Le hubiera escrito cartas profesando su amor y cuánto lo extrañaba los días de sol, le escribiría cuánto anhelaba su compañía y cómo el tiempo sin verse se sentía una tortura. Recibiría una respuesta a los días, con la letra apretada de Will y la olería esperando sentir su perfume. Lo llevaría a tomar el té con Hazel en la tarde —¿a Nico y Hazel siquiera les gustaba el té? No tenía idea—. Lo invitaría todos los miércoles a ver las mejores obras de teatro en los mejores asientos y lo llevaría a la ópera los viernes para susurrarle al oído en la oscuridad lo mucho que lo ama, lo precioso que es y cuan feliz lo hace.
Bueno, eso era ser optimista. En 1950 era impensable que fueran novios y tuvieran un cortejo público, disparatado era pensar en una boda también. Pensó que quizás serían obligados a parecer grandes amigos y ya. Lástima, porque a Nico le hubiera gustado llevar caminando a Will hasta su casa y darle un beso furtivo con el que soñaría despierto, con esperanza de que Apolo no los hubiera visto.
Suspiró sin notarlo y Reyna lo miró. Había terminado su chocolate con ideas vagas y disfrutando la compañía de Nico, que siempre era un placer para ella. Cuando lo vio sus profundos ojos brillaban melancólicos y tenía una fina sonrisa en los labios.
—Pago por tus pensamientos.
—Pensaba en Will. Cómo hubiera sido conocerlo en 1950.
—Hubiera sido terrible, probablemente. Muy trágico.
—Tienes razón. No hubiera funcionado.
—Nop.
Se miraron en silencio. Reyna tenía una mueca divertida que arrugaba sus labios y se veía tan extraño que Nico estalló en risas bobas. Se rieron sin motivo por, al menos, diez minutos, Reyna contagiada por el sonido de la risa de su amigo y él por el placer del momento. Era raro ver a Reyna tan relajada, mucho más raro era verla reírse, así que Nico estaba feliz y disfrutaba enormemente de verla tranquila.
—Vamos, todavía tenemos trabajo que hacer —dijo Reyna, entonces hizo algo que no hacía nunca. Tomó a Nico del brazo, lo entrelazó con el propio y entraron a la tienda de vidrio soplado caminando sin soltarse.
Al día siguiente, parado en la puerta celeste de los Solace, Nico supo que se había equivocado. Si estuvieran en 1950, él no tendría que besar a Will en la entrada a escondidas de Apolo, tendría que hacerlo a escondidas de Naomi.
Naomi Solace era una mujer imponente que irradiaba poder. Sus ojos castaños brillaban con dulzura, pero tenía una mirada severa y expresión astuta. Naomi Solace era una mujer que llevaba dentro suyo el rugido de la ferocidad y el calor de la bondad. Entendió por qué Will hablaba tan bien de su madre, por qué Apolo se había enamorado de ella y había querido casarse. Entendió a la perfección por qué la casa Solace tenía el calor del hogar, casi bendecido por las diosas Bastet y Hestia. Se sintió tonto, debió haberlo imaginado en el momento en el que Will le dijo que tenía el apellido de su madre, no el de su padre.
Ahí parado con su vaca roja de vidrio soplado, la cajita de madera y el tiramisú que preparó con torpeza metidos en su mochila, Nico se sintió intimidado. Sintió que debía decir algo, entonces dijo algo inteligente al mejor estilo de su amigo Percy Jackson.
—Yo... Eh...
Por suerte para él, Naomi Solace no solo era intimidante, sino que también amable e inteligente.
—Tú debes ser Nico. ¡Mírate! Eres precioso, Will no mintió cuando dijo que tus ojos eran el cielo.
Nico se sintió más torpe. Sus ojos no eran el cielo, eran oscuros y siempre le decían que daban miedo. Él lo sabía, había nacido con la mirada de su padre, con la capacidad de influir en las personas y animales con una mirada con algo de intención. Sabía que a veces brillaban con algo que asemejaba a la demencia e intimidaba hasta a sus amigos. Poca gente podía soportar su mirada, menos personas aún halagaban sus ojos. En efecto, solo Will Solace lo hacía.
—Soy Nico di Angelo, es un placer señora Solace —por suerte, alcanzó a pensar algo con un mínimo de coherencia y recordar sus modales. Extendió su mano hacia su suegra y enseguida fue tomada con un apretón firme. Nico entendió también que la señora Solace no era alguien a quien podía intimidarse o tomar a la ligera y deseó, deseó con todas sus fuerzas, agradarle de verdad.
—Puedes decirme Naomi, cielo. Adelante, pasa. Will está muy emocionado por verte, no recuerdo cuántas camisas se probó hoy.
—Permiso —murmuró mientras cruzaba la puerta. Él ya no necesitaba permiso para entrar en esa casa, podría entrar por la ventana si quisiera y nada se lo impediría, pero recordó las veces que su padre le dijo que era de buen gusto pedir permiso para pasar en casa ajena, incluso cuando ya lo tenían. Y siendo sinceros, Nico quería agradarle a Naomi antes de sentarse a comer, así que hizo uso de su educación.
—¡Mamá! —el grito de Will se escuchó apenas puso un pie en la casa. El muchacho bajaba corriendo las escaleras con su camiseta anaranjada y un pantalón cargo verde, ese conjunto que él amaba y su novio detestaba—. Nico, hola.
Will se quedó parado en la sala, solo mirando a Nico con una sonrisa torpe como si nunca antes se hubieran visto. Para Will, Nico se veía precioso con la camiseta blanca y su pantalón de vestir azul profundo. Estaba lo suficientemente formal para conocer a sus padres, pero no tanto como para desentonar en el almuerzo en el patio.
—Will, ¿por qué no llevas a Nico a tu habitación mientras tu padre y yo terminamos la comida?
Nico se alertó. Esa era su oportunidad para hacer caso de los consejos de Reyna.
—No, yo... —su voz salió baja. Will lo miró con una mueca, estaba a punto de decir que se iban y él dijo no. Se aclaró la garganta para volver a intentarlo—. Yo quisiera ayudar a cocinar. Y... Eh... Traje postre.
Su novio sonrió burlón, recordaba a Nico protestar acerca de lo mucho que odiaba cocinar. Pero a Naomi Solace el rostro se le iluminó y le regaló a Nico una inmensa sonrisa cálida.
—En ese caso, ven conmigo. Will, llama a tus hermanos, deben preparar la mesa.
Nico siguió a la mujer hasta la cocina cuando su novio desapareció otra vez en la escalera. Una vez en la cocina, se acercó a la mesa para empezar a sacar sus cosas. Dejó el postre en la mesa y sacó el regalo para su suegra.
—¿Es tiramisú?
—Es el favorito de Will —confirmó Nico, asintiendo con la cabeza. Volteó a ver a Naomi y le dio el paquete perfectamente envuelto en papel anaranjado—. Es para usted.
La mujer lo aceptó con una sonrisa pequeña. Dijo algo como "no era necesario" mientras lo desenvolvía y se calló cuando vio la cajita de madera color caoba. Era una pequeña caja musical de madera tallada a mano con el paisaje de un bosque y detalles en oro. En el borde de la caja, había un intrincado tocado de laureles pintados con polvo de oro. Naomi abrió la caja y el suave sonido instrumental sonó en la cocina. Dentro, un lobo de madera castaño aullaba a la luna grabada en el interior de la tapa. El sonido era tan dulce, tan melancólico, tenía sabor a un hogar que ardía. Sonaba como el mar un día soleado, era lluvia en temporada de sequía y un viento fresco en la cara con el mensaje de los que estaban lejos. Traía el recuerdo del aroma a galletitas caseras y tierra húmeda. Era la risa de las personas amadas y los besos de un amor intenso. Eran los pájaros piando en la mañana con el aire meciendo las copas de los arboles, el sonido de las ballenas llamándose por océano para encontrarse. Era el calor del fuego que ardía en la chimenea en el centro del hogar.
Ella se quedó viendo el lobo girar mientras cantaba. A Nico le pareció ver una lágrima resbalar de los ojos castaños de Naomi y se dijo que estaba viendo cosas que no eran. Ella no dejaba de ver la caja con reverencia y un calor que era cariño obvio.
—Nico, es preciosa.
—Los lobos aúllan llamando a su manada. Me pareció que usted podría apreciar el cantar para unir a su familia —confesó con un tono bajo, sin querer distraer a la mujer del sonido de la caja musical.
—Es un detalle hermoso. Aprecio mucho que hayas pensado en eso —ella cerró la caja y lo miró a los ojos. Nico supo que realmente había visto una lágrima deslizarse en su mejilla, pero de alguna manera a ella no le molestaba y no le quitaba su belleza—. Cantar para guiar a la familia. Es algo magnifico, Nico.
Él supo que si pudiera se habría sonrojado y su corazón habría latido acelerado. A ella le había gustado su regalo. Es más, le había encantado. El alivio creció en su pecho y se sintió tembloroso al tener la mirada intensa de la mujer en sus ojos.
—Gracias —susurró ella. No necesitó que lo dijera más alto, el sonido de su voz inundó la cocina y calentó el pecho de Nico de una manera tan dulce. Nunca antes agradecer algo había sido tan intenso para él, nunca había sentido tanta gratitud. Supo entonces que nunca había visto verdadera gratitud, que así se sentía estar de verdad agradecido. Se sentía caliente y cómodo, latiendo y picando en su piel—. Ahora, deberíamos poner eso en la heladera y llamar a Apolo. Va siendo momento de que salga del estudio.
Aturdido, Nico obedeció. ¿Cómo era que Naomi podía decir gracias con tanta intensidad y luego seguir con normalidad? Supuso que para ella estar agradecida era algo normal. Ella metió el postre en la heladera y le indicó que se lavara las manos. Lo puso a pelar papas mientras ella iba a buscar a su esposo.
Nico ya había pelado y cortado todas las papas cuando llegaron sus suegros con Will detrás. Will presionó un beso en su mejilla y recibió una mirada de desaprobación de Apolo. A Nico no le preocupó tanto esta vez. Sentía que le había gustado a Naomi y que habían compartido un momento especial entre ellos.
Se secó las manos en un trapo y tomó la caja envuelta en rojo de su mochila.
—Buenas tardes, Apolo. Tengo algo para usted—le extendió la caja y esperó que la tomara. Cuando el hombre la aceptó, sus dedos se rozaron y Nico sintió un calor arrasador trepar por sus dedos.
Escuchó un "gracias" murmurado a malas y Naomi le dio un codazo a su esposo en las costillas. Él se retorció dolorido mientras abría el regalo. Nico quería que le gustará el regalo, sino lo hacía, se sentiría ridículo por lo tono que era. Se sentía ansioso mientras los dedos gráciles de Apolo desenvolvían la cinta y desgarraban el papel.
Los ojos de Apolo brillaron cuando vieron el interior de la caja de cartón y Nico supo que había elegido bien. Sacó la figura del envoltorio y se la enseñó a Naomi con la felicidad de un niño pequeño.
—¡Una vaca roja de cristal!
—Will me dijo que le gustaban.
—Gracias, Nico. Es un detalle encantador —por primera vez, las palabras de Apolo eran amables hacia su persona y no había usado su nombre completo. Nico lo sintió una victoria y decidió que no lo arruinaría pidiendo disculpas por su visita del lunes.
Luego de entregar su regalo, Nico fue puesto a picar verduras y preparar ensaladas junto a Will en la cocina. En el patio, Apolo parloteaba acerca de su regalo. Se acercaba a Austin emocionado y le decía "mira esas terminaciones, son un excelente trabajo manual" mientras el chico buscaba sillas para todos, cuando Austin no hacía más que asentir, buscaba a Kayla y le hablaba del color tan bello y profundo, de los ojos y los cuernos bien logrados. No se atrevió a molestar a Naomi, la mujer cocinando carne en la parrilla ya había echado a su esposo de su espacio con una mirada que no permitía quejas.
Finalmente, la comida estuvo pronta y Nico empezó a sudar. En los extremos de la mesa se sentaron los padres de Will. A la derecha de Naomi estaba Will y enfrente a él estaba Kayla. Nico se había sentado al lado de su novio, tenía a Austin enfrente y lo miraba divertido cada vez que se servía algún alimento en su plato. Era el único que le prestaba atención, toda la familia estaba entretenida charlando alegre.
Para llenar su plato, hizo caso a todas esas veces que sus amigos se reunieron en casa de Jason para comer juntos. Se acordó de las peleas entre Percy y Jason por cocinar en la parrilla y cómo Leo termino siendo el chef. Recordó la única vez que le permitieron llevar sangre y que todos estuvieron asqueados cuando tomó de su sorbete de bambú, menos Hazel. No le volvieron a permitir comer en las reuniones, aunque él iba a todas. Se sirvió una porción de papas, boniatos y zanahorias, recordando a Piper hablar de lo buenos que eran los tubérculos y cuánto le gustaban. Dudó cuando se sirvió carne, ¿qué haría si el sabor de la sangre le hacía crecer los colmillos? Por si acaso se sirvió poco y continuó poniendo ensaladas en su plato.
Una vez todos estuvieron servidos, empezaron a comer y a volar halagos hacia Naomi. Nico masticó con cuidado el trozo de carne. Viscoso, húmedo y blando, difícil de masticar, no le gustó para nada. Supuso que de ser humano sería vegetariano como Piper. Contuvo la mueca cuando tragó y dio un sorbo de su agua para borrar el sabor. El agua estaba bien, era fresca, estaba fría y tenía un sabor reconfortante. Le gustaba el agua.
—La carne está deliciosa, Naomi —mintió, pues recordaba que tenía que hacer cumplidos acerca de la comida. Ella agradeció con una sonrisa y un asentimiento silencioso mientras masticaba.
—¿Y qué me dices del boniato y las zanahorias? —preguntó esperanzado Will, mirándolo con una sonrisa que derritió el corazón de Nico. El vampiro se apresuro a meterse en la boca un poco de lo que Will decía.
No fue necesario fingir la mueca de concentración. De verdad estaba estudiando el sabor de lo que masticaba. Supo que Piper tenía razón cuando decía que los tubérculos eran deliciosos y que si pudiera, él sería gran fan de los boniatos.
—Están deliciosos, amore.
Las mejillas de Will se sonrojaron y Nico sonrió feliz. Siguió comiendo su ensalada y mezcló la carne con grandes bocanadas de tubérculos y sorbos disimulados de agua.
—Así que, Nico, Will me dijo que eres italiano.
Nico tomó agua para aclararse la garganta y asintió. Se había preparado para las preguntas personales y acerca de su familia. No se sorprendió de que Kayla empezara a preguntar, se veía muy amable, simpática y social, ciertamente más charlatana que Austin.
—De Venecia, sí.
—¡Venecia es hermoso! —comentó Austin con un brillo en los ojos muy encantador—. Estuve ahí el año pasado, toqué el saxofón en la calle y casi me hice millonario.
Nico estalló en carcajadas.
—Estoy seguro que podrías tocar en un buen teatro también.
—Oh toqué en el Stabile Carlo Goldoni, pero fue una orquesta y yo era clarinete. Me gustó tocar el saxofón para la gente que paseaba.
—¿En el Stabile Carlo Goldoni? Ese es como, uno de los mejores teatros de Venecia, ¡felicidades! —el tono de sorpresa en la voz de Nico era demasiado y Austin asentía con una sonrisa orgullosa y tranquila—. ¿Cuántos instrumentos tocas?
—Creo que ocho. Saxofón, guitarra clásica y eléctrica, bajo, trompeta, clarinete, violonchelo, piano y estoy aprendiendo a manejar el contrabajo.
—Will nunca me dijo que tocaras tantos —comentó Nico, mirando a Will acusador. El rubio solo se encogió de hombros y habló con lechuga en la boca.
—Son tantos que olvidó todo lo que sabe tocar. ¿Sabías que al año de nacido dominó el triángulo y hacía una versión de Estrellita dónde estás increíble?
—William, no hables con la boca llena —lo regaño Naomi y el rubio se sonrojo.
—¿Tú tocas algún instrumento? —por supuesto, fue Apolo quien llevó la conversación a Nico otra vez.
—Fui a clases de piano un tiempo, pero no soy bueno.
—Una lástima —Apolo bebió de su copa de vino antes de seguir interrogando a Nico—. ¿Tu padre a qué se dedica?
—Es abogado, tiene un bufete famoso. Inframundo Tribunales, es un nombre bastante feo, pero Persephone dijo que funcionaría.
—¿Persephone?
—Mi madrastra —explicó Nico y miró su plato, arrugó las cejas a ver que todavía tenía más de media porción de carne. Quiso lloriquear porque no soportaba seguir comiendo, ya empezaba a sentir su estómago pesado y el sabor de la carne era difícil de tolerar.
—Nico no se lleva muy bien con ella, es una mujer bastante... Difícil. Pero tiene un jardín impresionante.
—Si te gustan las enredaderas, los arboles frutales, las plantas carnívoras y las flores venenosas entonces sí, lo es.
—Es impresionante.
Kayla volvió a hablar y causó el silencio total de Nico.
—¿Tienes hermanos, Nico?
Odiaba esa pregunta, nunca sabía que responder. ¿Debía decir que sí, que tenía dos, una que murió cuando tenía once y otra que conoció a los doce? Él nunca negaba la existencia de Hazel, siempre decía que la tenía y era su hermana, lo mejor que le pudo haber pasado, y era sincero. Pero nunca sabía si debía hablar de Bianca, a la gente no le gustaba hablar de los muertos y se ponían a mirarlo con lastima. Él había superado su muerte y detestaba que cuando hablaba de ella recibiera compasión. No la necesitaba, había sido feliz con Bianca y ahora ella descansaba en paz con el cosmos. No le gustaba decir que tenía dos hermanas porque no era verdad, pero detestaba negar a Bianca. Era demasiado complicado saber qué decir.
Tomó un trago de agua mientras pensaba sus opciones.
—Es un tema complicado, Kayla —intervino Will hablando con voz suave y acariciando la mano de Nico por debajo de la mesa.
Por supuesto, él sabía de Bianca y el motivo por el cual no quería hablar de ella. Le pareció dulce que entendiera su demora y su silencio.
—Las historias familiares no se preguntan, se ganan —le dijo Naomi mirando a Nico con paciencia.
—Tengo una hermana, se llama Hazel Levesque. Es un año mayor que yo y se dedica al negocio de los metales y piedras preciosas, a la joyería en concreto.
—Eso es muy interesante.
—Hace unas joyas muy bonitas.
Siguieron hablando hasta que terminaron de comer y Will nunca soltó la mano de Nico. Entonces Naomi mandó a Kayla por el postre mientras Austin llevaba los platos sucios a la cocina. Will y su novio fueron a la sala y la acomodaron para reunirse ahí, pues ya estaba fresco el clima para seguir en el patio. Los ojos de Will brillaron cuando vio el tiramisú y se lanzó a besar los labios de Nico. Ambos terminaron avergonzados cuando su padre les silbo, pero Will había estado todo el día queriendo lanzarse a Nico para abrazarlo.
Will quería que tuvieran un momento a solas para decirle lo bien que se había ganado a sus padres y que sin duda Apolo no lo odiaba. Quería abrazarlo y coquetearle al oído con alguna broma sobre lo sexy que se veía con pantalón formal. La verdad era que a Will le atrajo la faceta de muchacho educado y responsable que Nico había mostrado a su familia, se moría por decírselo y tener un minuto solo ellos dos. Sabía que su familia lo notaba. Kayla le arrugaba la nariz y Austin lo miraba con diversión y picardía. Habían reconocido en su aroma el ansia y la desesperación, él mismo sentía el olor en el aire.
Sentía que podría ponerse a gimotear como cachorrito queriendo atención. Entonces se recordó que había dejado de ser un cachorro y no podía hacer esas cosas. Ahora debía ganar las cosas que quería. Así que se sentó a un lado de Nico en el sofá, tan cerca que sus muslos se tocaban y podía sentir el olor dulzón de su cuerpo. Eso fue suficiente, porque cuando terminó de comer y Austin tocó el saxofón para Nico, recostó su cabeza sobre su hombro y fue abrazado hasta que terminó pudiendo acurrucarse.
Nico se sentía horrible. Todo le daba vueltas y tenía ganas de vomitar por vez primera en su vida. Sus manos temblaban, tenía frío y sus oídos zumbaban como si un enjambre de abejas hubiera puesto su colmena metida dentro de su cabeza. El piso se le movía, veía borroso cuando no doble y escuchaba las voces demasiado distantes. Su estómago parecía estar en una montaña rusa, se retorcía sobre si mismo y dolía tanto. En un momento lo sentía en la garganta, luego se tranquilizaba y se apretaba, peleando contra la comida y al segundo siguiente tenía contracciones para eliminar el contenido de su organismo. Estaba haciendo un esfuerzo descomunal por escuchar a Austin y disimular. Sabía que el chico era bueno y que en otro momento lo disfrutaría muchísimo, pero ahora solo quería que se detuviera. Abrazó a Will y se aferró a él, envolviendo sus hombros hasta poder enlazar sus manos. Lo único seguro era que su presencia lo mantenía tranquilo. Ansiaba tanto el silencio que de no haber estado con Will habría destrozado la garganta de Austin, y le sabía mal, porque el chico se había mostrado amable con él y fue muy entusiasta cuando le pidió que tocara. El calor que traspasaba la tela de la ropa de Will y lo abrazaba era reconfortante y lo mantenía cuerdo.
No estuvo seguro cuánto tiempo tocó Austin, sabe que todos aplaudieron y él lo hizo. Sabe que le dio cumplidos, algo como "es lo más lindo que he escuchado" o tal vez dijo "es el sonido más hermoso que escuché en mi vida". Sabe que Austin recibió todos los cumplidos con humildad y las mejillas rojas, después se fue a su habitación y Kayla se fue tras él a la suya propia. Entonces se quedó solo en la sala con Apolo y Naomi, con Will a su lado sujetando su mano. No duró mucho, porque después Naomi fue a lavar los platos y en un impulso Nico ofreció su ayuda, Will lo acompañó. Sabe que sus manos mojadas estaban fregando los platos en automático, aunque nunca lo hubiera hecho, Naomi los secaba y Will guardaba en silencio. Sabía que Will estaba extraño, estaba demasiado callado y Nico quería acercarse, abrazarlo y preguntarle por qué, por qué Will, por qué estás callado, qué pasa Will, háblame, tu voz me gusta mucho.
Pero ahí estaba, con las manos cubiertas de espuma, intentando no temblar y enfocar su vista para no romper la porcelana o cortarse con los cuchillos.
Naomi rompió el silencio.
—Te dije hoy que las historias familiares se ganan, Nico. Nuestra historia, igual que la tuya, es complicada. Pero tú mereces saberla. He visto como miras a Will y como él te mira a ti. Solo ver eso me hizo saber que lo mereces.
Nico quiso bromear. Decir que no merecía nada, ni su historia familiar —que seguro no era nada complicada como la suya—, ni a Will, que era el muchacho más dulce y puro que existía. Él ardía en ganas de morder a Will y probar su dulzura. No merecía que Naomi le contara nada, no cuando lo que él más ansiaba era tomar a su hijo y enterrar los dientes en su cuello para alimentarse de él.
No. Nico no quería alimentarse de Will. Nico amaba a Will y lo protegería de todo. Will era su hogar.
Se sentía tan mal que era difícil para él manter el control. Era muy sencillo saber que amaba a Will y no lo mordería, incluso intoxicado era fácil. Pero cuando sentía el aroma del chico los pensamientos se nublaban y se le hacía difícil reprimir las ideas sobre morderlo.
—Él es mi hogar —murmuró mientras enjuagaba un plato. Entonces miró a Naomi a los ojos con la misma ferocidad que bullía en el interior de la mujer—. Su hijo es maravilloso, Naomi. Lo amo como no amé a nadie nunca. Will... Él es... Es dueño de mi corazón, ¿sabe? Él me tiene a sus pies.
—Es bueno saberlo. Pero ahora cállate y escucha, luego Will podrá llevarte a casa —el tono dulce no fue lo que animó a Nico, fue la promesa de volver pronto a su casa y pasar un rato a solas con su novio. Volvió a su tarea de enjabonar con más dedicación que antes.
Naomi Solace le contó la historia de su familia. Él quiso escuchar y entender, porque era el origen de su Will y él siempre le hablaba con ilusión de cómo sus padres se habían conocido. Sin embargo, no escuchó mucho. Entendió que Apolo y Naomi se conocieron en un bar. Entendió que Will nació en Texas, eso ya lo sabía, y supo que mucho tiempo solo fueron Naomi y Will. Luego Apolo se reencontró con Naomi. Entendió que Austin y Kayla no eran hijos de Naomi, pero sí de Apolo. Naomi los amó desde la primera vez que los vio. Entendió que años después se casaron y les costó ser una familia unida. Nico entendía eso.
Los platos estuvieron limpios y Naomi lo abrazó. Dijo que estaba feliz de conocerlo y que su hijo tenga un novio tan hermoso. Luego le dijo que volviera a casa. Apolo le estrecho la mano cuando se fue. Will sostuvo su mano y le abrió la puerta del maserati. Nico no sabía lo difícil que sería ese viaje. Él estaba ansioso por volver a su casa para poder encerrarse en su habitación, vomitar y dormirse. Estaba feliz de tener unos minutos con Will, todavía no sabía que serían la peor parte de su día.
Notes:
ME QUEDÓ MUY LARGO AAA no lo quise dividir porque iba a quedar feo y todas las escenas me parecían importantes, así que no pude recortar nada.
llevo escribiendo esto sin parar desde que publiqué la primera parte, de verdad, soñé con el fanfic, así que espero que haya gustado.
sí, el título es la canción de justin bieber, y sí, apolo es la mamá a la que le gustan todos menos nico.
Chapter 3: i'm in love with my car.
Notes:
por algún motivo esto siempre deriva en encuentros algo calientes. intento no hacerlo, pero me resulta inevitable. no creo que sea culpa del solangelo, creo que es más bien por la trama. ya saben, no se puede escribir de hombres lobos sin un toque erótico, menos de vampiros. así que acá esta, un encuentro erótico en el auto.
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Chapter Text
Nico quería llorar. En todo el viaje Will solo le había dicho un par de palabras y la comida en su panza seguía causando estragos en su cuerpo. ¿Qué era esa sensación desagradable de tener el estómago retorcido, revuelto y la garganta cerrada, casi como si se asfixiara por dentro? Tenía ganas de sacar la cabeza por la ventana y respirar, respirar hasta tener el organismo puro. Quería que Will le hablara. Quería dar vuelta su estómago como a un bolsillo y vaciarlo hasta que no tuviera nada, nada.
No notó cuando el auto se detuvo. Notó cuando Will puso su mano en su muslo. Entonces lo vio. Will estaba con él, estaba ahí. Nico gimoteo como un animal herido y se forzó a cerrar los ojos y respirar. Sabía que tenía ese brillo frenético rojo que había heredado de Hades, ese que apareció cuando cede a su naturaleza vampírica. Sabía que tenía que irse antes de que Will lo notara. Sentía la picazón en sus dedos de las garras apareciendo y los colmillos creciendo con lentitud, sentía sus encías retraerse poco a poco. Se sentía muy mal, débil, vulnerable. Su cuerpo solo estaba intentando desintoxicarse y mantenerse con vida, pero le molestaba. Era peligroso transformarse así fuera de casa. Más con su novio al lado. No quería que Will lo viera. ¿Qué haría si se enteraba? Lo dejaría y entonces todo estaría terminado, Will creería que él es un monstruo y él no podría hacer nada para negarlo o defenderse.
—Nico, ven aquí.
No se hizo insistir. Con agilidad trepó al asiento de Will y se acomodó en su regazo. Quería sentir su calor, el aroma de su cabello y el jabón de su piel. No quería asustarlo, pero deseaba su cercanía y su cuidado. Nico se sentía débil, vulnerable y tenía miedo.
Contuvo sus ganas de llorar. Soltó una risita ahogada cuando Will escondió la cara en el hueco de su cuello y empezó a olfatearlo. Tenía la nariz fría y le hacía cosquillas su respiración contra su piel. Sintió que en su espalda las manos de Will se metían dentro de su camiseta y acariciaban su zona lumbar. Algo como uñas largas rozaron su piel y suspiró. Ese era el cariño que quería de su novio ahora, que lo mimara y le permitiera tocar su piel.
—Hueles tan raro. ¿Qué sucede, mi amor? Estás triste y tienes miedo. ¿Qué te asusta, Nico?
—No... Nada me asusta —mintió y Will pudo sentir el sabor de la mentira. Se sintió furioso, algo asustaba a su novio y él no sabía qué era, no podría protegerlo.
Se sentía tan impotente. Los cachorros eran los que debían ser protegidos, él no lo era. Él debía cuidar de su pareja y protegerlo de sus miedos. Era un lobo adulto, podría enfrentarse a cualquier cosa por Nico. Pero Nico no le dijo qué lo asustaba, entonces no podía hacer nada. Y se sintió torpe, inútil. Aunque sus garras habían crecido y raspaban la piel de Nico en actitud protectora, no tenía nada a lo que amenazar con sus dientes crecidos y su cabello erizado. Sus gruñidos no tenían nada a lo que ahuyentar, sus garras no tenían nada que desgarrar.
— ¿Qué tienes, Nico?
—Creo que me cayó mal la carne, quiero vomitar. Por favor, no le digas a Naomi —susurró con la frente apoyada en el hombro del rubio.
Will soltó una risita cuando lo escuchó, sintiéndose algo más aliviado. No podía hacer nada si a Nico le dolía el estómago, pero podía acompañarlo y sabía que se le pasaría en un rato. No era nada que lo fuera a matar. Sí, le molestaba que su novio tuviera miedo y no poder hacer nada al respecto, mas Nico solo se sentía mal del estómago, no era nada grave. Además, si se preocupaba por la opinión de su madre, entonces estaba bastante bien.
Se obligó a respirar y las feromonas cargadas de Nico mezcladas con las suyas inundaron su nariz, el olor del miedo y el enojo lo hacía desconcentrarse. Él no debería saber cómo olía el miedo de su novio con su enojo y rabia. Will gruñó. Un sonido animal que Nico había escuchado muchas veces, pero jamás viniendo de Will. Lo sobresaltó y por un momento creyó que deliraba, pero el pecho del rubio vibraba en amenaza. Entonces Will inclinó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y exponiéndole su cuello. Nico no notó que respiraba por la boca, solo notó la oportunidad de estar otra vez escondido donde el calor de Will lo tranquilizaba y hacía sentir seguro.
—¿Te cayó mal la carne?
—Sabes que no comemos mucha carne en casa. A Hazel y Persephone no les gusta.
—Lo sé, mi amor, me lo has dicho. ¿Sabes? Podemos quedarnos un rato aquí hasta que se te pase el mareo, luego te llevaré a tu casa y podrás descansar. ¿Suena bien para ti?
Nico quería gritar. ¡No, claro que no sonaba bien! Él no podía quedarse mucho rato en ese auto, con el espacio tan reducido y el aire cargado del olor corporal embriagante de Will. Empezaría a sentirse peor, entonces sería más débil a sus impulsos. Sabía que necesitaba alimentarse de algo apto para su especie para desintoxicarse más rápido, y tenía tan cerca una fuente deliciosa. Temía tanto ceder. Quería correr hasta su casa, transformarse en murciélago y llegar a su cama.
Quería gritar. ¡Sí, obvio que suena bien! Solo quería quedarse con Will, abrazándolo hasta que se durmiera. Se sintió seguro entre sus brazos y el aroma a sol, a incienso, calor y arena que desprendía lo estaba reconfortando tan bien.
—Solo si me sigues hablando. Por favor, Will, no me dejes.
Will lo abrazó más fuerte.
—Jamás, Nico.
Una mano se acercó a sus largos cabellos morenos y lo acarició, rascando su cuero cabelludo cada tanto y dando unos masajes que lo hacían suspirar. Cerró sus ojos y se acomodó mejor sobre su novio. Sentía su cuerpo estallar y se contradecía de todas las maneras posibles. Estaba contento de los dedos de Will rascando su cabello, odiaba que estuviera cerca. Agradecía que no lo dejara solo, temblando y asustado; quería bajarse y salir corriendo lejos para no ponerlo en peligro. Quería vaciar su panza y no meter nunca más nada, quería encontrar un humano cualquiera y tomar su sangre hasta vaciarlo.
—Voy a abrir la ventana para que entre aire fresco —susurró Will mientras bajaba el cristal.
Will no podía seguir soportando el olor del auto y respirar por la boca no le funcionaba. Nico agradeció que entrara aire que se llevara el olor denso, bajara la temperatura dentro del vehículo y refrescara su piel húmeda.
—Hoy estabas callado. ¿Por qué?
—Quería tener tiempo para hablarte. Tal vez no lo notaste, pero te acapararon completamente. ¡Austin hasta tocó el saxofón para ti!
Nico río despacito.
—Fue maravilloso, me gustó mucho —volvió a mentir, estaba convencido de que escucharlo le habría encantado en otro momento. Will no notó la mentira.
—Le gustaste a mi mamá. Y a papá.
—Me gusta Naomi. Es una mujer feroz y amable. Tuvimos un momento en la cocina.
—¿Qué estás diciendo, Nico di Angelo? ¿Un momento en la cocina con mi madre? Eres terrible.
Nico consiguió reírse suave y el cuerpo de Will se relajó con el sonido. Era su sonido favorito en el mundo y si podía hacerlo reír, entonces todo estaba bien. En general, la risa de Nico no era fácil, en la actualidad para Will era sencillo decir alguna tontería y que los labios de Nico temblaran en una sonrisa. Al principio, Will hacía bromas que solo recibían una mirada de ceño fruncido y labios arrugados que lo hacían sentir tonto. Con el tiempo, se hizo cada vez más fácil y Nico dejó de resistirse a reírse con Will.
—Le regalé una caja de música. Creo que le gustó.
—Hablando de regalos, a papá le encantó su vaca roja, fue increíble que recordaras eso. La puso en el centro de su colección.
— ¿Tiene una colección?
—La tiene, mamá la odia, pero no dice nada porque a papá le hace feliz.
—Eso es lindo. Es como el conjunto que llevas puesto.
El corazón de Will se aceleró. ¿Su novio estaba comparando su amor con el hermoso amor de sus padres, que llevaban casi quince años casados? Sin duda, él estaría moviendo la cola si pudiera ahora mismo.
—¡Es un conjunto genial! Es cómodo y se ve bien.
—Se ve terrible, Will. Pero si a ti te hace feliz, entonces está perfecto para mí.
—Tú te ves hermoso hoy, Nico. Ese pantalón resalta tus muslos y tu trasero se ve muy apetecible.
—¡Oye! Deja mi trasero en paz, Will Solace.
—Se ve bonito, solo digo —recibió un golpe sin fuerza en la panza y estalló en carcajadas, envolviendo más fuerte a su novio en sus brazos—. Ya, ya. Aunque tengo que admitir que lo responsable y educado que fuiste hoy fue atractivo.
—Solace, siempre soy educado y responsable.
—No como hoy. Estrechaste las manos como todo un profesional y hablaste con un tono muy severo. Fue atractivo.
—¿Así que tienes fetiche con los profesionales severos?
—Si se llaman Nico di Angelo y tienen traseros apetecibles, entonces sí.
Otro golpe que terminó en risas. Will besó el frente de Nico y se quedaron en silencio un instante, disfrutando de su cercanía. Nico se sentía mucho mejor, podía soportar el viaje de vuelta a su casa y su cuerpo ya no estaba tan débil. Todavía tenía que vomitar, pero podía esperar un rato más.
—Hoy estuviste asombroso, Nico. Estuve todo el día queriendo decírtelo. No solo dejaste a mamá y a papá impresionados, a mí también. Lo hiciste muy bien, mi vida.
—Espero que te haya gustado el postre, fue la primera vez que lo hice. No tenía idea de lo que estaba haciendo.
—Estaba delicioso.
—Eso me hace feliz —Nico suspiró contra la piel del rubio, se alejó y lo vio a los ojos, esperando que los propios tuvieran su color oscuro normal.— Will, ya puedo seguir.
—¿Quieres volver a tu asiento?
Nico negó con la cabeza y Will asintió. Condujo por calles poco transitadas a una velocidad lenta, Nico estaba mareado y en su regazo, sería muy sencillo que todo terminara en desastre si iba rápido. Quince minutos después, estaba frente a la casa de Nico. Lo ayudó a bajar y le dio un beso en los labios cuando estuvo en la puerta de su hogar, se susurraron bajos "buenas noches" e intensos "te amo". Will no se quería alejar de Nico y Nico quería abrazarlo fuerte mientras lloraba y rogaba que no lo dejara porque lo amaba y jamás lo lastimaría. Más tarde Nico notaría que había estado teniendo delirios, él no rogaba a nadie. La lección le había costado aprender y ahora se aferraba a ella con dientes y garras.
Will se fue cuando dejó de escuchar los pasos de Nico dentro de la casa y supuso que había llegado a su habitación.
Nico se había ido al baño y, arrodillado contra el inodoro, intentaba vomitar. Nunca lo había hecho antes, pero los impulsos y el dolor en su cuerpo le indicaba que debía hacerlo. Estuvo unos minutos teniendo solo arcadas, escupiendo saliva y arañando el mármol del inodoro con las garras. Finalmente, un acceso de arcadas le hizo vaciar su estómago. Se sintió terrible. Tan horrible que lloró y tembló. Se asustó cuando no pudo parar y seguía teniendo arcada tras arcada.
Unos pasos apurados retumbaron en sus oídos y deseó con toda su fuerza que no fuera su padre o su madrastra. Un día normal podría identificar los pasos, pero con el sonido de su cuerpo sufriendo y los oídos aturdidos no podía reconocer nada.
—¡Nico! ¿Qué tienes? ¿Qué sucede?
—Hazel —murmuró cuando su hermana llegó a él—. Hazel yo... No me siento bien.
Hazel cerró la puerta tras ella y se arrodilló junto a su hermano. Era la primera vez que lo veía así. Ella jamás había vomitado tampoco, pero había acompañado a suficientes amigas ebrias —en serio, Annabeth borracha era terrible— como para saber qué hacer. Recogió con cuidado el cabello largo y lo amarró en una coleta alta, luego se dedicó a frotar la espalda de su hermano con suavidad mientras susurraba palabras relajantes.
—Respira por la nariz, Nico. Estarás bien. Tranquilo.
Unos diez minutos más tarde, de la boca de Nico no salía más que saliva y bilis. Las arcadas involuntarias se habían detenido y se sentía menos dolorido. Alejó la cabeza del retrete e inhaló fuerte, llenando sus pulmones y disfrutando el aire pasar. No se asfixiaba en su propia garganta y eso era lo suficientemente bueno como para ignorar el olor asqueroso del vómito.
—¿Mejor? —preguntó Hazel. Él asintió—. Bien, cepíllate los dientes, te traeré tu pijama.
—Gracias, Hazel —se sentía algo ligero y muy nublado, pero esperaba de verdad haber podido expresar la gratitud abrasadora que Naomi le tuvo y ahora sentía.
Su hermana solo asintió y se fue. Solo, Nico tiró la cadena y se lavó los dientes, borrando todos los sabores que tuvo en la boca. Luego se metió en la ducha, tenía la piel pegajosa de transpirar y era un asco, creía tener vómito en el cabello también. Estaba seguro de tener una mezcla nauseabunda de olores inciertos adherida a su cuerpo que no lo dejaba en paz.
Se bañó en menos de cinco minutos y cuando salió, su hermana estaba en un rincón del baño con su ropa. Se la dio sin mirarlo y él se vistió sin que ella se fuera. Salieron juntos del baño cuando los rayos del sol se ocultaban. Supuso que su padre y Persephone debían estar por despertarse. No quería verlos en ese estado y tener que explicarles el motivo por el cual se había arriesgado tanto. Sabía que ellos no entenderían.
Fueron hasta la habitación de Nico y él se acostó en su cama, demasiado cansado para hacer algo más. Hazel lo tapó con las mantas y le dio un paquete de sangre fresco, ya con el sorbo de metal incrustado.
—Bebe —ordenó y él solo obedeció, sabía que lo necesitaba y no tenía fuerzas para resistirse a nada.
Cuando terminó, su hermana le preguntó qué había pasado. Él le habló de su almuerzo con los Solace. Le contó de la feroz Naomi, el talentoso Austin, la simpática Kayla y el infantil Apolo, que no podía odiar a nadie. Su hermana lo escuchó atenta, alcanzándole alimento cuando lo terminaba y sin soltar sus manos.
—Debía hacerlo, Hazel —explicó cuando terminó su historia.
—Lo entiendo, Nico. Quizás deberíamos tener un mejor plan para la próxima, tal vez algunas cápsulas de sangre, como las que usaba Leo cuando era recién iniciado.
Hablaron un rato más sobre la próxima vez que tuviera que ir a la casa de los Solace y compartieron más anécdotas del día hasta que Nico se durmió sin darse cuenta. Hazel le sacó el paquete a medio terminar de sangre y dio un beso en su frente después de arroparlo, entonces se fue para dejarlo dormir.
El lunes, en el receso que todos usaban para cenar, Nico se sentó con las manos vacías en la mesa de la cafetería que Will compartía con Lou Ellen y Cecil Markowitz. Era la primera vez que se veían desde el almuerzo familiar y el domingo apenas habían hablado. Nico se sentía muy mal y Will había estado ocupado como todos los domingos.
—Will, tengo tu esqueleto.
—Hola, Nico, ¿qué tal estás? —saludó con ironía la muchacha.
—Lou Ellen, hola. Que bonito tu cabello.
—¿Un esqueleto, Nico? Eso es excéntrico —comentó Cecil Markowitz antes de darle una mordida a su hamburguesa con queso.
—Estaba en la práctica hace dos horas y llegó a la morgue un cadáver que nadie va a reclamar. Era un vagabundo. Dijeron que iban a llevar el cuerpo a la facultad de medicina como donación. Entonces lo pedí.
—¿Solo lo pediste? —preguntó Will.
—Sí, claro. Dije que era para mi novio que está en esa etapa que todo estudiante de medicina pasa: querer un esqueleto para estudiar. Si solo lo pedía mis compañeros iban a pensar que me gustan cosas raras.
—Todavía no puedo creer que ya tengas prácticas. Es envidiable —comentó Cecil dándole un sorbo a su bebida.
—Bueno, las morgues necesitan personal gratis y alguien que les limpie lo que ensucian.
—Esclavización de estudiantes —sentenció Lou Ellen y Nico se encogió de hombros.
—No entiendo, si Will quiere solo los huesos, ¿por qué pediste un cadáver entero? Eso es morboso —preguntó Cecil.
Nico sonrió de manera inquietante y se inclinó hacia Cecil sobre la mesa, creando un aire de secretismo. El muchacho se acercó a Nico y en consecuencia sus amigos también. Pronto estaban hablando muy cerca y en tono confidencial que contrastaba con la sonrisa emocionada y oscura de Nico.
—Eso es lo interesante, Cecil. El cadáver solo son huesos, es todo lo que llegó a la morgue.
—¿En serio? ¿Solo huesos? Eso debe abrir un caso interesante. ¿Sabes si la noticia ya salió? Podría usarla para mi proyecto de investigación.
Nico se encogió de hombros.
—Son muy viejos y vi las fotos de la escena, no creo que le presten mucha atención al caso de los restos de un vagabundo encontrados en un campo.
—Es una lástima, pero si pudiera darle el enfoque correcto tal vez sacar podría un buen informe. Voy a hablar con mis contactos en la policía.
—Si puedes hacerme quedar como forense adjunto, te consigo contactos en la científica y acceso a información confidencial —ofreció Nico.
—Hecho —declaró Cecil y extendió su mano hacia Nico para cerrar el trato. Nico ganó su mano con una sonrisita.
—Will, ¿acabamos de presenciar la negociación de unos huesos? —preguntó Lou Ellen viendo al rubio, parpadeando perpleja.
—Eso creo —respondió Will alejándose un poco del círculo de confidencialidad. Dio un sorbo por el popote a su licuado de frutos rojos y miró a Nico a los ojos— ¿Estás seguro que me lo puedo quedar?
Nico tragó saliva. Había algo tentador en Will tomando líquidos rojos que lo incomodaba especialmente. Lo hacía pensar en cosas que requerirían más intimidad y cercanía. Pensaba en Will con labios rojos después de que bebiera de él y la idea lo inquietaba. Era placentera y repugnante a partes iguales.
Will sintió el olor de su incomodidad y arrugó la nariz. Ignoró el asunto pensando que era cuestión de alguna dificultad para pedir los huesos. Además, no había manera de insistir en la molestia de Nico cuando él no demostró nada, su argumento no podía ser que lo había olido. Tampoco podía concentrarse en oler solo a su novio, la cafetería estaba llena de aromas fuertes que lo asqueaban y descentraban de Nico.
—Claro, Will. Ya firmé los papeles y todo, la semana que viene tengo que pasar a retirarlo cuando ya estén listos los estudios y eso. Tú te encargas de los materiales para conservarlo.
—¡Eso es genial, Nico! Ya sé dónde conseguirlos.
Will le regaló a Nico una sonrisa cálida y Nico sintió que se derretía en su banco. Will se veía demasiado lindo con esa sonrisa inmensa y sus ojos cielo brillando en emoción. Nico adoró esa vista y a lo lejos se notaba el cariño y veneración en su mirada hacia Will. Lou Ellen los miró con diversión antes de fijarse en su reloj y levantarse.
—Son las ocho, no sé ustedes, pero me queda mi última clase y puedo volver a casa.
—Sí, a mí también —coincidió Nico.
—A mí me queda una clase de tres horas —se lamentó Will, levantando sus cosas con un mohín en los labios.
—En ese caso, nos veremos mañana —decidió Nico. Se inclinó para presionar un beso fugaz en los labios del rubio y se despidió con una sonrisa.
Nico se dispuso a irse antes de tener una respuesta, sin embargo unos dedos cálidos y firmes rodearon su muñeca y lo atrajeron hacia atrás sobre sus pasos.
—Espera, no comiste —era la voz de Will y no estaba bien el tono preocupado en el que lo decía.
—No, yo... Comí después de la práctica.
Nico se deshizo del agarre en su muñeca con disimulo y Will fingió no notarlo. Arrugó la nariz cuando escuchó la mentira vibrar en el pecho de Nico. Era difícil, pues los latidos de su novio eran increíblemente bajos y cuando no se concentraba podía pasarlos inadvertidos. Pero esta vez estaba atento y notó el temblor de su pulso y la variación imperceptible de su voz.
—¿Seguro, sunshine?
—Te dije que no me dijeras así —protestó Nico. Se acercó a Will para presionar el hombro contra su pecho en un toque que simuló ser un golpe cariñoso y luego se apretó contra su cuerpo con sus manos escondidas en los bolsillos de su chaqueta de cuero—. Sí, Will, estoy seguro de que comí antes de venir.
Will ignoró la nueva mentira que Nico le dijo.
—De acuerdo, sunshine —Will unió sus labios a los de Nico en un beso suave cuando quiso protestar otra vez. Las cejas oscuras de Nico se relajaron y su cuerpo entero se suavizó contra su novio. Will se alejó antes de lo que hubiera preferido y observó a su novio de cerca con una sonrisa entre cariñosa y victoriosa—. Nos vemos mañana, sunshine.
Antes de recibir respuesta, Will se fue junto a Lou Ellen y Cecil Markowitz, quienes agitaron sus manos en dirección a Nico. Él respondió el saludo antes de que desaparecieran de su vista saliendo de la cafetería.
—Siento que la policía nos va a caer encima si sigue hablando así de los cadáveres —dijo Lou Ellen.
—No te preocupes, Lou, la policía nos va a sacar en cuanto Cecil empiece a hacer preguntas.
—¡Oye! Tengo que investigar, ¿de acuerdo? Necesito buenos informes y contactos.
—Creo que ni siquiera va a tener que preguntar, seguro conoce a todos en la estación y nos dejan ir.
—Son tan graciosos. Cuando estén en la cárcel no me llamen para que los saque.
—Claro que voy a usar tu nombre para salir de la cárcel —se río Lou Ellen.
—Voy a decir que no te conozco.
Se molestaron hasta que Will llegó al laboratorio donde tenía la siguiente clase, se despidieron con una palmadita en la espalda y le desearon suerte.
Will estuvo sentado hasta las once sacando notas e interviniendo en la clase más aburrida que tuvo alguna vez. Se distrajo mandando mensajes con Nico cada tanto y dibujó alguna tontería en el margen de sus hojas, cosas como huellas de lobos, colmillos y lunas.
Por cada dibujo que hacía sus pensamientos volaban sobre Nico. Pensaba en cómo sería que su novio supiera que era un lobo. Se preguntaba si tendría que ocultarlo siempre o si Nico lo rechazaría por eso. Una parte de él sabía que no lo haría, Nico no lo rechazaría por tener períodos de cambio de pelaje y poder mover la cola. Sin embargo le daba miedo el rechazo. Si llegaba a ser rechazado no sabría recuperarse de eso, la pérdida podría incluso ser mortal según sabía. Además, siempre estaba el riesgo de ser cazado, él debía proteger a su familia de eso. Sabía que Nico era su compañero, era a él con quien su alma estaba unida y si debía ocultar tener orejas de lobo toda la vida, entonces lo haría.
Ese era el bucle en el que su mente entraba cada vez que el profesor decía cosas aburridas y una nueva luna aparecía en su hoja.
Cuando al fin fue libre de irse, Will tenía las piernas acalambradas y los glúteos adormecidos. Ningún impedimento para levantarse rápido y ser el primero en abandonar el salón. Salió del edificio escribiéndole a Nico que ya era un hombre libre y el viento que golpeo su cara le trajo un aroma conocido. Levantó la cabeza y lo primero que vio fue a su novio apoyado sobre el capo de su jeep wrangeler negra.
Lo vio con las manos guardadas en su chaqueta de aviador y su cabello despeinado como siempre. No tenía el teléfono a la vista y tampoco hacía más que observar la puerta de la facultad. A Will se le aceleró el corazón cuando Nico le sonrió.
Nico sintió ese latido que conocía tan bien acelerarse. Debido a su naturaleza escuchaba el pulso de las personas todo el tiempo, y aunque lo ignoraba, siempre estaba atento al de Will. Siempre estaba atento a Will.
Sonrió cuando Will se acercó a él. Se veía agotado, tenía el rostro algo pálido y sus ojos apenas menos brillantes de lo normal. Sin embargo le regaló una sonrisa radiante, de esas que hacían que sus ojos se achicaran en medialunas y los latidos de Nico fueran fuertes, ensordecedores contra sus costillas.
—Estaba esperando para llevarte a casa.
—¿En serio?
—Sí.
—Pero tú saliste hace una hora.
—Sí. Y tú no viniste en auto hoy, así que esperé.
—No puedo creerlo.
—No iba a dejar que mi novio volviera solo a las once de la noche, menos con lo cansado que estás.
Su pecho se entibio y su corazón se aceleró. Sintió que podía estallar de amor y ternura por su novio. En lugar de usar palabras, se lanzó a abrazar el cuello de Nico y dejar varios besos en su rostro, provocándole algunas risitas.
—Gracias, Nico.
Como respuesta Nico solo besó los labios de Will. Abrazó su cintura y se dejó empujar contra su vehículo. Se separaron cuando la pequeña mordida de Nico al labio de Will le arrancó un suspiro bajo y las manos del rubio aferraron la cadera de Nico contra su propio cuerpo.
—Sube al auto, cariño.
Will presionó un beso tierno sobre la nariz de Nico antes de rodear el auto para subir. Su novio le abrió la puerta y él agradeció con un sonrojo tierno en las mejillas que resaltaba sus pecas.
Estuvieron todo el camino hablando de su día. Will hablaba y Nico escuchaba muy atento a todo lo que decía. Le habló de su rato en el laboratorio, de que tuvo que poner alfileres de colores a un ojo y las muestras de tejido que vio en los microscopios. Nico escuchó sin apartar la vista del camino, ni la mano de su muslo para darle caricias casuales. Habló de manera fluida cuando Will comentó del calamar que tendría que disecar al día siguiente. Sin embargo, Nico no podía concentrarse demasiado en una sola cosa. Estaba bien con la atención en el camino y en la voz de Will, pero había algo en el auto aturdiéndolo hace rato —y no era demasiado el tiempo que llevaban dentro—.
—Will, tienes el pulso acelerado, ¿qué sucede?
—Cómo lo—Ah —su pregunta fue interrumpida por una presión en su muslo. Claro que Nico sintió su pulso acelerado a través de la tela del vaquero—. No es nada.
—¿Qué pasa, amore mio?
—Te ves sexy manejando.
—¿Qué?
Nico no podía creer que era eso. Desde que habían iniciado el viaje, Nico sintió el corazón acelerado de Will contra su mano y estuvo preocupado de que fuera algo grave. Pensó que quizás era el inicio de un episodio de ansiedad, Will a veces los tenía. Así que pensó que era eso o que quería hablar de algo serio. No había visto entre sus piernas, donde se notaba su semierección. Él había aprovechado cada semáforo en rojo para estudiar su rostro.
—Eso, te ves muy sexy. Y nunca conduces, así que no estoy acostumbrado a la vista.
—¿Cómo voy a verme sexy conduciendo? Solace, ¿estás en etapa de apareamiento?
—¡Claro que no! ¿¡Etapa de—Es solo... Tus manos.
—¿Mis manos?
—Ajá. Y tu cuello, estás apretando la mandíbula. Es sexy.
—Creí que era algo serio, Will.
—¡Es muy serio, di Angelo!
—Tú también te ves sexy conduciendo y yo no hago alboroto.
—¡Yo manejo todos los días, estás acostumbrado! Creo que esta es la tercera vez que te veo conducir.
Nico no dijo nada más. Will tenía razón, él no conducía mucho. No le gustaba hacerlo, menos cuando tenía un chófer personal o Will llevándolo siempre. Siguieron en silencio unas cuadras más. Will estaba algo avergonzado y Nico estaba demasiado concentrado en el camino.
—No sabía que tenías el fetiche del auto —habló Nico en tono burlón con una sonrisa de lado que provocaba cosquillas en el estómago de Will.
—¡No tengo el fetiche del auto!
—Es lo que parece.
—¡No es así!
Will cruzó sus brazos y miró al frente cuando Nico rompió en carcajadas. Dio la conversación por terminada ignorando todos los intentos de su novio por llamar su atención y cuando estuvo por caer en la tentación de hablarle de vuelta agarró su teléfono y reviso sus redes sociales. Soltó algunos ruiditos de aprobación y murmullos sin sentido cuando vio alguna imagen interesante en instagram.
Se distrajo un poco cuando Nico se calló. No le prestó demasiada atención, lo más probable era que se hubiera aburrido de hablar solo. Siguió mirando las publicaciones de las personas que seguía hasta que las caricias en su pierna cambiaron. Nico dejó de frotar su pulgar sobre la parte de arriba de su muslo para escabullir sus dedos largos hasta la parte interna y de un jalón firme separó ligeramente sus piernas.
Will jadeó y se sonrojó. Miró de reojo a su novio, negándose a verlo con las mejillas rojas como las tenía.
—¿Qué haces, Nico?
Nico sonrió y presionó fuerte su muslo antes de dejar su mano solo descansando.
—Absolutamente nada, mio amore.
—Claro.
Volvió la vista a su pantalla. Nico subió la mano por la pierna hasta llegar a medio muslo, entonces se dedicó a masajear la zona y dar apretones cada que tenía que doblar, para desgracia de Will, era demasiado seguido.
—Nico —murmuró con un hilo de voz aguda.
Podía sentir su propio olor a excitación flotando en el aire y se avergonzaba cada vez que se le escapaba un suspiro. Se removió en su asiento y trató de quedarse quieto, sin sucumbir a buscar más contacto de Nico.
—¿Si, Will?
—En serio, ¿qué crees que haces?
—¿No es obvio? Te hago masajes para que puedas relajarte mientras te llevo a casa.
Will dejó su teléfono y miró por la ventana. ¿Desde cuando el camino de la facultad a su casa era tan largo?
Se distrajo cuando la mano de Nico trepó un poco más y trazó con sus uñas un camino a lo largo de su muslo interno que le arrancó un gemido.
—Elegiste el camino largo —protestó Will en un suspiro.
—Creo que elegí el más seguro, tiene más luces y menos tránsito. Además, si me permite más tiempo contigo, mejor.
—¿Más tiempo para masajes?
— ¿Quieres en la espalda? Te noto muy tenso —bromeó volviendo a apretar a Will.
—Me gustaría, sí —la voz de Will sonó firme y Nico tragó saliva por la sorpresa.
Mientras Nico observaba el camino buscando donde aparcar, Will sintió el cuerpo ajeno tensarse y el olor de la propia excitación se mezcló con algo indescifrable que venía de Nico, algo similar al deseo. Se felicitó por su astucia y se anotó un tanto, sabía que Nico no esperaba que aceptara los supuestos masajes en la espalda. Volvió la vista a la ventana y se concentró en respirar para relajarse ahora que no tenía ninguna mano escabulléndose entre sus piernas. Quizás hasta podría reducir la creciente dureza entre sus pantalones.
Nico apagó el auto a dos cuadras de la casa de Will, a un lado de la calle y lejos de la farola parpadeante que iluminaba en tonos amarillos. Sin darle tiempo a pensar, Will se acomodó sobre su regazo y unió sus labios en un beso ansioso. Las manos del rubio se dedicaron a acariciar la nuca ajena mientras sentía a Nico recorrer su espalda baja, metiéndose bajo su remera y presionando justo donde iniciaba la curva de su trasero.
Igual que antes, Nico se dedicó a acariciar un muslo de Will con apretones y algunos azotes suaves que lo hacían jadear. El beso que compartieron empezó a ser demasiado brusco, demasiado sucio cuando Will empezó a gemir contra los labios de Nico. Sus dientes chocaron algunas veces, las lenguas se enredaron y algo de baba escurrió por sus comisuras, baba que los dejó algo unidos cuando Nico rompió el beso.
—Will —suspiró cuando el otro rodó sus caderas para rozar sus intimidades.
En respuesta, Will solo escondió su rostro en el cuello de Nico. Una de sus manos se aferró a los cabellos negros para jalarlos hasta que Nico alzara su barbilla y le dejara el camino libre para besar y morder a su antojo. Dejó unos cuantos besos húmedos antes de notar sus colmillos creciendo por la tentación de romper la piel hasta marcarlo como su compañero. En lugar de alejarse, se retorció en su deseo y rozó sus dientes contra la fina piel hasta que escuchó un gemido.
Nico arañó la piel dorada de la espalda de Will cuando sintió los dientes en su cuello. No fue muy consciente de sus uñas crecidas rasgando en la zona lumbar, ni de sus dedos dejando marcas en su muslo. Respondiendo a los arañones Will meció la cadera hasta que sus durezas se rozaron y les arrancó un gemido a ambos.
Abandonando su lugar en el muslo, la mano de Nico se arrastró contra los músculos en el abdomen de Will. Sin prisa recorrió la cálida piel y recibió a cambio algunos suspiros que aumentaron cuando sus dedos apretaron y retorcieron el pezón.
Estuvieron algún rato besándose en el asiento del conductor, dejándose algunas marcas entre el cuello y las clavículas. Se rozaron hasta que Nico se deshizo de la dureza de Will y la propia frotándose entre sí con ayuda de su mano.
El ambiente dentro del vehículo quedó cargado. Will podía sentir el aroma algo metálico de Nico espeso en deseo y excitación. Sentía el calor que empañó los vidrios recorrer su columna y erizando su piel sudada. Su cuerpo temblaba de placer, en sus muslos acalambrados ya se pasaba la adrenalina de haber tenido un encuentro sexual en el auto y en su pecho zumbaba el ronroneo complacido del orgasmo con su novio.
Sabía que Nico olería a él durante al menos tres días. Incluso si se bañara dos veces al día, se había encargado de que su novio quedara bien marcado con su aroma. No lo pudo evitar, cuando Nico inclinó la cabeza hacia atrás y de sus labios hinchados, rojos y dulces salieron sonidos obscenos, sintió un deseo posesivo de marcarlo de tal manera que cualquiera que lo viera supiera que era suyo. No podía morderlo y hacerle la marca de compañeros, pero no había nada que le impidiera frotarse contra él mientras liberaba su aroma hasta que lo único que se oliese en la piel de Nico fuera Will. Y estaba muy satisfecho con el resultado.
Veinte minutos después, con una sonrisa burlona, Nico volvió a estacionar el auto. Esta vez frente a la casa Solace. Miró a Will, quien lo miraba sonrojado y algo apenado. Sí, se había sentido muy bien frotarse hasta correrse en la mano de su novio, pero ahora que el entusiasmo se había apagado y en su estómago sentía una efervescencia leve, pensaba que quizás había sido imprudente.
—¿Estuvo bien para ti, sunshine?
—Estuvo increíble, Neeks.
—¿Necesitas más tiempo antes de entrar a tu casa, mio amore? —su tono de voz era suave y dulce, todavía con rastros de ese acento italiano que tenía cuando recién despertaba o había tenido un orgasmo.
Extendió una mano a los cabellos de oro y dejó suaves caricias. La cabeza de Will se presionó más contra su mano y cerró sus ojos en busca de sentir mejor las yemas tocando su cuero cabelludo. Le dedicó a Will una sonrisa cariñosa que aumentó más las vibraciones de su pecho.
Al contrario de cómo se mostraba, Nico estaba alterado. El aroma a sudor placentero que emanaba Will le parecía tan atractivo y su piel algo brillante le daba ganas de enterrarse en él hasta perderse. Cada ciertos minutos se encontraba a sí mismo pensando en sentir ese olor amizclado contra su nariz mientras sus colmillos rompían su tierna carne hasta tener el sabor embriagante de la sangre contra su lengua.
—En realidad me gustaría estar más tiempo contigo, pero necesito un baño con urgencia.
Nico soltó una risita floja. Arrugó su nariz y bajó su mano hasta la mejilla de su novio.
—Sí, creo que yo también necesito uno.
Will hizo una mueca descontenta. No quería que Nico se lavara su olor, pero era obvio que no podía seguir transpirado y húmedo, seguro se sentía incómodo y empezaría a apestar.
—Will, creo que Apolo está viendo por la ventana —comentó Nico señalando hacia la casa Solace.
El rubio miró donde señalaba Nico y suspiró cuando vio a su padre mirándolos desde la ventana de la sala. Cerró los ojos y se inclinó contra el asiento en un intento de reunir toda su paciencia.
—Sí, él debe estar esperando que entre.
—Creo que demoramos demasiado en volver. Fue mi culpa, ¿debería entrar contigo y disculparme?
Will abrió sus ojos de golpe y se inclinó sobre Nico. ¿Su padre viendolos entrar juntos después de lo que hicieron? De ninguna manera. Apolo sabría que Nico y él estuvierom besándose apasionadamente y entonces quizás tendrían algún problema.
—¡No! De ninguna manera —respiró profundo cuando notó el tono alterado, casi agresivo, que usó con Nico. Volvió a hablar un segundo después con más suavidad—. No es necesario, Neeks. Hubiera demorado más en autobús.
—Aún así, ¿seguro que no debería?
—Seguro.
Para asegurarse de convencerlo, le regaló una sonrisa que relajó un poco a Nico. Entonces se inclinó un poco para besar sus labios con cariño y lentitud.
—Gracias por traerme, Neeks.
—Lo que sea por ti, amore.
Se despidieron con un pequeño beso y Will bajó del auto. Caminó con tranquilidad hasta su puerta y antes de entrar volteó para sacudir su mano hacia el vehículo en la vereda. Solo cuando cerró la puerta escuchó el motor alejarse.
—Que olor tan asqueroso —murmuró Austin cuando su hermano ingresó en su hogar y Will quiso arrancarse el cabello uno a uno por olvidar el hecho de que debía oler a sexo.
—Uh... Hola. Nico me fue a buscar a clases después de su práctica en la morgue.
Will quiso felicitarse por su excelente elección de palabras y excusas. Sabía que no había manera de que sus padres creyeran que el olor a sexo era en realidad el aroma de Nico después de la morgue impregnado en él, pero al menos tenía una justificación para que no preguntaran de manera directa qué era.
—Nico es un encanto, agradécele de mi parte por no dejar que vengas solo. —murmuró su madre mientras jugaba un juego de mesa con Austin—. Ve a bañarte, hijo, luego podrás cenar —Naomi, por suerte, siempre estaba dispuesta a ignorar los aromas a hormonas en sus hijos.
—Creo que cenó con Nico —comentó Kayla cuando apareció en su camino a la cocina por un vaso de agua—. De verdad, Will, desde mi cuarto sentí el olor de Nico en ti.
—¿De verdad? —respondió con la voz quizás demasiado alta y aguda, carraspeó para intentar disimular la ilusión en su tono. La risa de Kayla le dijo que no lo logró.
—Eres asqueroso.
—Cállate.
Will subió a su habitación ni bien vio la nariz arrugada en desaprobación de su padre. Contrario a su madre, Apolo odiaba cuando Will aparecía oliendo a Nico. Y Will hoy no tenía ganas de tentar a su suerte o ponerse de malhumor antes de dormir, menos perder en un minuto todos los méritos de Nico con su padre.
En la ducha, se despidió de su ropa con dificultad. Era tan difícil que el olor de Nico se impregnara, y ahora lo tenía no solo en su suéter, sino también en su remera, su piel, su chaqueta. Y debía lavarlo porque olía no solo a Nico, sino también a sexo, un conjunto de hormonas, deseo, sudor y necesidad que lo desbordaba y desagradaba a toda su manada. Sabía que luego de la ducha no quedaría ningún rastro de ese olor y le daba ganas de lloriquear.
Una vez bañado se metió en la cama y vio su teléfono como solía hacer antes de dormir. No tenía ganas de bajar las escaleras, estaba cansado y todo lo que quería hacer era dormir, así que ignoró el sonido de su panza protestante cuando se tapó hasta la barbilla.
En su pantalla brillaba un mensaje de Nico avisando que estaba en casa y un "dulces sueños" acompañaba el "te amo" de todas las noches. Will escribió una despedida rápida antes de dormirse.
Gracias por traerme hoy
Fue un gesto muy dulce, Neeks
Lo disfruté mucho
Te amo
Por cierto, mamá dice gracias por no dejarme andar solo
Escribió, no esperó respuesta antes de rodar entre las sábanas y dormirse enseguida.
Notes:
algo de basura doméstica y aburrida como relleno (in)necesario.
les cuento que estuve de luto. ¿quién murió? Jason Grace. sí, sí, ya sabía que moría, pero leí su muerte recién hace unos días y no puedo hablar del dolor que siento. solo pensar en lo desolado que debe estar nico por perder a su primer amigo me lastima (aunque pueda verlo en el inframundo). todavía es algo de lo que me recupero. como siempre, no por los que mueren, sino por quienes quedan atrás. leo perdió a su mejor amigo, annabeth experimentó otra vez que sus amigos ya no vuelvan por caer en batalla, nico perdió a su primer amigo y piper a su primer amor y un gran amigo, percy perdió a su bro. sinceramente, duele por los que viven, no por quién murió.
titulo del capitulo por la canción de roger taylor, im in love with my car (una verdadera joya)
Chapter 4: killer queen.
Summary:
Sin duda, el mundo empezaba y terminaba en los labios de Will. Quería detener ese momento para siempre y vivir en la sensación eléctrica de los dedos presionando su piel y la boca unida a la suya. Quería detenerse para vivir en la seguridad del pecho de Will, rodeado de sus firmes caricias y sus comprensivos besos. El mundo entero se detuvo con el calor que recorría su piel añorando a Will.
Notes:
quería publicarlo ya, porque lo tengo incompleto hace mucho tiempo y en dos días me senté y lo terminé. honestamente pienso que está bastante raro, creo que el final está desprolijo pero es algo y seguirlo hubiera sido avaricia (cosa de la que me salvo por ser hija de hermes) (chiste, conozco sus características)
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
La puerta de entrada se abrió y Will tarareó emocionado cuando sintió la presencia firme de su novio. Desde la cocina había escuchado su camioneta a unas cuantas cuadras y desde que bajó del vehículo sintió su aroma dulzón y metálico invadir su nariz —y probablemente todo su hogar también—, lo que lo llenó de un ansia tal que casi meneo la cola. La molestia sorda y cotidiana de no poder escuchar sus bajos latidos a distancia se hizo presente y no pudo evitar gruñir por eso.
Will nunca notaba lo mucho que dependía de su olfato para determinar el estado anímico de los demás desde lejos hasta que lo intentaba con Nico y necesitaba ver sus ojos para determinarlo porque su aroma nunca daba indicios de humor. Mantenía a Will en alerta constante hasta que sus ojos encontraban a su novio y recibía de sus expresiones toda la información que buscaba. Se encontró a sí mismo olfateando en busca de un olor que le dijera animos y recibiendo a cambio un escozor en la nariz por los químicos.
—Voy a demandar McDonald's.
—¿Qué? —Will dejó lo que hacía para mirar a Nico. Lo vio sentarse en la mesada junto a una bolsa de papel y casi se le resbala el bisturí de la mano, por lo que volvió a concentrarse en lo que hacía—. Tienen como un montón de dinero y abogados que te van a aplastar en la corte.
—Bueno, sí, pero no hay manera de que un juez ignoré esto. Es el caso de fraude más grande de la historia.
—Cuéntame.
Así que Nico estaba ofendido y bravucón. Will podía lidiar con eso mientras trabajaba los huesos con pinzas de disección sin dientes y bisturí.
—Comí un happy meal en el camino y no me siento feliz.
Will estalló en carcajadas y volteó a ver a Nico otra vez. Tenía los brazos cruzados y el rostro serio que ponía cuando se enojaba, la barbilla en alto y los ojos afilados. A Will le gustaba cómo se veía así, desafiante y poderoso. Se veía adorable cuando no se enojaba en serio, justo como ahora.
—¿Entonces estás triste?
—No exactamente, pero sin duda ese happy meal no me hizo feliz. Es una estafa.
—Suena bastante a estafa que fueras por nuestro almuerzo y comieras sin mí.
—Estaba muriendo de hambre, demoraron siglos en atenderme.
—Excusa insuficiente. Llevo limpiando los huesos de Robert media hora solo y tú estabas comiendo nuestro almuerzo sin mí.
—Traje almuerzo y postre para ti. Puedes comer mientras yo termino de limpiar a Robert.
—Suena bien.
Will se quitó sus guantes quirúrgicos y lavó sus manos en la cocina. Ocupó el lugar de Nico en la encimera y revisó la bolsa de papel con su comida, concentrándose en eso mientras su novio lavaba sus manos y seguía su trabajo.
La verdad es que Nico no comió ningún happy meal. Solo vació un paquete de sangre en quince minutos y quemó tiempo en su camioneta para no tener que comer con Will. Ahora, adormecido por comer rápido, intentaba separar correctamente los tejidos blandos de los huesos que la semana anterior había reclamado en sus pasantías.
Él y Will habían estado una semana entera investigando cómo conservar los huesos y ahora, en la cocina de los Solace, llevaban a cabo la tercer etapa del tratamiento para inmortalizar a Robert el esqueleto.
—Huele demasiado fuerte —Will habló con la boca llena.
—Es un cadáver, amore, así huelen.
—El peróxido me pica en la nariz.
—Imposible, es inodoro.
—Es intenso y desagradable.
—Es Robert el que huele así, pero deberíamos usar mascarillas.
Will reflexionó en silencio las palabras de Nico mientras masticaba su hamburguesa. Sí era el peróxido lo que picaba en su nariz, además del olor de los huesos, pero no podía decirle eso a Nico. Y la verdad es que deberían haber usado mascarillas y más ventilación cuando prepararon los químicos, pero era algo a lo que no había prestado atención mientras veía a Nico con guantes sacar frascos y vigilaba que no hubieran accidentes con los bisturis. Había estado demasiado alerta para preocuparse por eso.
—Olvídalo, si morimos es premio doble —bromeó Nico al ver a su novio moderse el labio inferior y arrugar sus cejas en preocupación. Recibió una bolita de papel de servilleta impactando en su cabello por el chiste.
—No seas tonto, si morimos van a pensar que fue suicidio como Romeo y Julieta.
—Eres tan romántico, Will.
—Es tan tonto, nosotros no tenemos problemas de comunicación.
—¿Seguro? Me parece tener que presionar un poco cada vez que no estás bien.
Will guardó silencio y se metió una papa frita a la boca para evitar hablar. Nico sonrió y lo tomó como una pequeña victoria.
—Pero tienes razón, sunshine. No puedo permitir que piensen que nos suicidamos por problemas de comunicación.
—¿Ves lo que digo? Sería trágico. Debimos usar mascarillas.
Nico se rio y apartó la vista del trabajo que hacía con el bisturí. Ya estaba aburrido de cortar el fino tejido blando y la vista de Will balanceando sus piernas con las mejillas infladas de comida era mucho más interesante.
—Seguro que Cecil no permite que piensen que fuimos Romeo y Julieta.
—¿Estás loco, Nico? Seguro Cecil inicia el rumor.
Ambos chicos estallaron en carcajadas y luego siguieron sus tareas en silencio. Will veía a su novio trabajar con manos ágiles y recordó que no era la primera vez que Nico sostenía un bisturí. Hacía cortes precisos y limpios, separando tejido sin dañar el hueso mientras usaba las pinzas con una firmeza casi profesional. Will no era experto, pero sí podía admirar la habilidad y destreza con la que su novio se desenvolvía. Reconoció que quizás lo hacía mejor que él.
Will lo sintió primero. Sus sentidos por naturaleza más agudos que los de Nico. Los latidos constantes le llegaron primero, junto con su aroma fresco a fuego y hojas viejas. Nico, siempre alerta, sintió su presencia segura y fuerte cuando apagó el motor de su camioneta amarilla. Su cuerpo se tensó y apretó la mandíbula, otra vez su encía picaba mientras se retraía ante la amenaza. Arrugó el entrecejo y se acercó más al hueso, fingiendo que era eso lo que le dificultaba y no el hecho de sentirse amenazado por algo que ya se había encargado de neutralizar.
—Creo que llegó tu papá.
Logró murmurar entre dientes mientras aplicaba quizás demasiada presión en su agarre a la tibia que limpiaba. La puerta se abrió y confirmó lo que ambos ya sabían.
—¡Will, estoy en casa!
—Creo que sí —bromeó Will y luego alzó la voz para llamar a su padre—. ¡En la cocina!
Will siguió comiendo su hamburguesa con comodidad y Nico se dedicó a hundir los huesos ya limpios en agua hirviendo para la siguiente etapa del tratamiento.
—Ay dioses, ¿por qué huele tan mal?
Las palabras de Apolo salieron apenas cruzó el umbral, mucho antes de que las pensara, y Will soltó una risita ante la situación al ver a su padre con la nariz apretada y los ojos arrugados.
—Papá, te presento a Robert el esqueleto.
—¿Quieres explicarme por qué cuando llego está tu novio con bisturí cortando huesos?
Puede que el corazón de Nico se saltara un latido ante la pregunta y es muy seguro que se sobresaltó tanto que sus dedos soltaron el bisturí cuando fue consciente de lo que podría parecer para Apolo.
Will se rio a carcajadas al verlo soltar el utensilio y abrir sus ojos a tal punto de que parecía un perrito asustado. Vio a Nico boquear como pez antes de poder decir algo y resoplo intentando tragarse la risa cuando escuchó sus palabras.
—Juro que no es lo que parece.
—Explícate.
—Trabajo en una morgue —explicó Nico, enseñando sus manos vacías con la palma hacia afuera como si tratara con un animal peligroso.
—Estoy seguro que eso no explica tanto como tú crees, Neeks.
—Will tiene razón, Niccolò.
—Will quería un esqueleto, ya sabes, para estudiar como todo estudiante de medicina.
El rubio estalló en risas mientras veía a su novio convencer a su padre de que no era un asesino y recibiendo a cambio la mueca de Apolo con su ceja alzada. Era lo más cómico que había visto nunca.
—¿Y solo lo conseguiste?
—Iba a ser una donación para la facultad, así que pedí los huesos para Will.
—Un regalo sin duda interesante, la mayoría de las personas le regala flores a su pareja.
—El polen le pica en la nariz a Will.
—Un lindo detalle que lo recuerdes, Niccolò.
Nico no pasó por alto el hecho de que era la segunda vez que Apolo le decía por su nombre. Supuso que la buena impresión que pudo haber causado en el almuerzo se esfumó al verlo toquetear humanos con bisturí. Una parte de él lo entendía, no es la actividad favorita de ningún padre llegar a casa y ver al novio de su hijo jugueteando con huesos, menos huesos humanos. Pero otra parte lo odiaba, él estaba haciendo todo por Will —porque lo ama, porque es su todo—, realmente estaba intentándolo con su familia y Apolo seguía juzgándolo.
—Así que trabajas en la morgue.
—Bueno, no es trabajo como tal. Hago las pasantías de la carrera en la morgue.
—¿Qué carrera cursas para terminar ahí?
—Medicina forense.
—Medicina es genial, yo mismo tengo título de doctor. Pero forense es diferente, ¿no te parece muy morboso, Nico?
—Alguien tiene que encargarse de los muertos y asegurarse de que reciban un tratamiento digno.
—¿Planeas trabajar en una funeraria?
Will notó el tono burlón de su padre y su postura ofensiva le confirmó que a su padre otra vez le disgustaba Nico. Podía sentir la tensión en el cuerpo de ambos hombres y el aroma cargado a irritación.
—Entonces —tuvo el buen gusto de intervenir, la situación le desagradaba, más teniendo en cuenta que Nico había estado haciendo cosas no menos que adorables.— Estamos listos para la siguiente etapa, ¿verdad, Nico?
—Sí.
—Genial, entonces pondremos los huesos en el cloro por las cuatro horas necesarias, limpiaremos y nos vamos a mi habitación. Seguro que papá quiere cocinar para la cena.
—Claro, Will. Sería genial esperar a Naomi con la cena lista.
Nico no comentó que era demasiado temprano para cocinar la cena, en su lugar, se agachó para juntar su bisturí y se puso a lavar los huesos con agua hirviendo mientras Will se deshacía de los insumos descartables.
Apolo revolvió el cabello de Will antes de irse en un gesto que no pasó como fraternal. Will notó las intenciones de reclamarlo como su manada frente a Nico y sacudió la cabeza, peleando con su padre como un cachorro. Cuando Apolo cruzó la puerta, Nico sintió un gruñido animal muy familiar al que quiso responder. Por su propio bien se convenció de que había sido su imaginación y parpadeó varias veces para evitar enrojecer sus ojos.
—Otra vez no le gusto —murmuró para Will, que merodeaba sin alejarse demasiado de él.
—Es mi culpa, debí avisarle que estarías en casa.
—No, debimos preparar a Robert en mi casa. Seguro ahora piensa que soy un raro.
—No piensa que seas un raro, Nico.
Nico le dio a Will una de esas miradas que demostraban su desacuerdo y el rubio solo pudo suspirar. Nico tenía razón.
—Debí decirle que estabamos trabajando en Robert.
—Eso hubiera facilitado bastante las cosas, sí —concordó Nico.
—Ey, no creí que se lo tomaría tan mal.
—No puede tomárselo bien, Will —con eso Nico dio la conversación por terminada y siguió con su parte de la limpieza murmurando vagos insulutos en italiano que sonaban como—: Ho portato un cadavere senza preavviso, sono uno stupido. Chi pensa di regalare le ossa? Sono decisamente un idiota, non c'è da stupirsi che non gli piaccio.
Los murmullos en italiano de su novio le causaron risas a Will. Nico siempre decía muy orgulloso que había nacido en Italia, obviamente sabía italiano, pero la verdad era que después de tanto tiempo de no hablarlo lo usaba solo para hablar para sí mismo, cuando estaba dormido o sintiendo emociones fuertes, por lo que Will rara vez lo escuchó hablar en su lengua materna —sin contar todas esas veces con la luz apagada y los besos lejos de los labios—.
—En inglés, Neeks.
—In inglese? In inglese non ci sono parole per descrivere la rabbia che ho. Come posso essere così stupido, Will? Ero qualcosa come il ragazzo più idiota del mondo, tutto lo sforzo che abbiamo fatto con Reyna l'ho rovinato in cinque minuti perché non ci pensavo. Ho il cervello per la decorazione!
Mientras hablaba sus manos se sacudían gesticulando y a Will le brillaban los ojos, pues Nico se veía adorable con su nariz arrugada. Mientras Nico seguía murmurando en italiano y moviendo sus manos de manera que Will pensó que era natural para él, el rubio terminó de limpiar todo y poner el cronómetro para la próxima vez que tuvieran que atender los huesos. Cuando hubo terminado Nico seguía expresandose y Will seguía sin entender, por lo que solo se apoyo en la mesada con los brazos cruzados y lo vio hasta que empezó a calmarse.
—¿Mejor?
Nico lo vio a los ojos y su expresión paso de rabia a confusión antes de suavizarse. Había olvidado que estaba en presencia de Will y haber perdido el control lo avergonzó un poco. Bajó la cabeza y asintió con un suspiro.
—Lo siento, Will.
—Ven aquí, Neeks.
Nico no pudo responder antes de que Will envolviera sus brazos al rededor de sus hombros hasta obligarlo a esconder su rostro en su pecho. Derrotado, aferró sus manos a la camiseta del rubio en su espalda. Recibió besos en la frente y caricias en los mechones negros.
—Está todo bien, Nico.
—Tú papá me odia... Otra vez.
—Él va a adorarte, yo lo sé.
—No se me ocurre cómo.
—Seguro una escultura de vaca roja lo soluciona.
La broma del rubio consiguió la risita de Nico. Alejó la cabeza del pecho de su novio para poder ver los ojos celestes que lo esperaban atentos y una sonrisa ligera que le pausaba la respiración.
—Podría conseguir una.
—Seguro le encantaría.
Nico se paró de puntitas para poder alcanzar los labios ajenos y presionar un dulce beso que fue recibido con un feliz murmullo. Fue un roce ligero que ayudó a destensar sus músculos y revivió las conocidas mariposas en su estómago.
—Ahora, ¿qué fue todo eso en italiano?
Las mejillas de Nico se volvieron rosadas y Will no resistió la tentación de dejar un fugaz beso en la punta rojiza de su nariz.
—Dije que no soy más tonto porque no tengo tiempo... Y quizás mencioné que tengo el cerebro de adorno.
Will se rio a carcajadas. En otro momento, Nico se habría ofendido por su novio burlándose de él, pero mientras veía sus mejillas llenas de pecas arrugarse y escuchaba esa risa melodiosa su pecho se relajó tanto que se sintió tibio y en paz.
—Eres realmente ingenioso, Nico, y sin duda muy inteligente con ese cerebro brillante que tienes —susurró Will una vez que pudo respirar y ver a su novio sin reírse de él.
—Lo sé.
—Y tu voz hablando en italiano suena muy bien
—Lo sé, debería hablarte en italiano para enamorarte todos los días.
—Sweetheart, tú hablando me enamoras todos los días.
Nico fue incapaz de responder al coqueteo de Will, sobre todo considerando el ligero acento texano que dejó fluir en sus palabras. Volvió a inclinarse para unir sus labios en un beso lento y cariñoso que Will aceptó. Las manos del rubio apartaron el cabello del rostro de Nico y sostuvieron su mandíbula con caricias ligeras que le provocaron efervescencia en todo el cuerpo.
Sin duda, el mundo empezaba y terminaba en los labios de Will. Quería detener ese momento para siempre y vivir en la sensación eléctrica de los dedos presionando su piel y la boca unida a la suya. Quería detenerse para vivir en la seguridad del pecho de Will, rodeado de sus firmes caricias y sus comprensivos besos. El mundo entero se detuvo con el calor que recorría su piel añorando a Will.
Cuando el rubio se alejó, Nico no pudo hacer más que suspirar. Decepcionado porque el momento dulce definitivamente se había terminado y aletargado con la sensación fantasma de unos labios contra los suyos.
—Vamos a mi habitación, Neeks, tenemos una saga que terminar.
Nico, que había fundido todas sus células cerebrales en el beso más maravilloso de su vida y ya no tenía más de dos neuronas para conectar, murmuró un ligero "hump" que causó risas en Will.
Fue arrastrado hasta la habitación con el sol en la puerta siendo guiado por la mano de su novio. Prestó la atención necesaria recién cuando Will se quitó la camiseta y siguió con su pantalón.
—¿Qué haces, Solace?
—La ropa huele a Robert, es asqueroso —dijo como explicación mientras se ponía otro pantalón corto y le arrojó a Nico una camiseta anaranjada.
—¿Quieres que me ponga esto?
—También hueles a muerto.
Nico rodó los ojos y miró la camiseta. No lo pensó demasiado antes de quitarse su propia remera negra estampada con calaveras y ponerse la anaranjada con un dibujo de un sol con lentes. Se quito sus vaqueros y se negó a ponerse un pantalón corto lleno de bolsillos de Will, así que se acostó en la cama únicamente con la ridícula camiseta con un sol con gafas negras que olía a Will y su ropa interior negra.
Encontraron su posición cómoda para acurrucarse y el rubio puso otra película de Crépusculo, Nico no recordaba cuál.
Sintió ganas especiales de reírse en la escena en la que la mamá de Edward hablaba con Bella acerca de que era la primera vez que usaba la cocina. Recordó el pánico que compartió con su hermana la primera vez que Will visitó su casa y lo único que había en los muebles eran utensilios sin ningún uso y tuvieron que salir a comprar alimentos que rellenaran la despensa y reemplazarán la sangre de la heladera. Persephone pegó el grito al cielo cuando vio que en lugar de su reserva de A+ había jugo de naranja.
El silencio se interrumpió cuando la puerta fue golpeada y Kayla asomó su cabeza. Will pauso la película para escuchar a su hermana.
—La cena está lista y mamá dice que Nico va a cenar con nosotros, quiere saber si se queda a dormir.
Ambos muchachos se miraron entre sí. Nico no había notado lo tarde que era y aunque moría de ganas de dormir con Will, no sabía cómo escapar de la cena. Su novio debió haber visto su cara de susto, porque le dio una sonrisa tranquilizadora y un apretón a su mano por debajo de las mantas.
—¿Quieres quedarte, Neeks?
Nico suspiró. Sabía que estaba condenándose, igual que esa vez en la que accedió a faltar a clases y conoció a Apolo, pero no había nada que estuviera más claro que el hecho de que se quedaría a cenar en esa casa y dormiría en esa cama, porque a los ojos brillantes de Will no podía negarles nada. Se recordó que el mundo pertenece a los valientes y una voz en el fondo de su cabeza —una voz muy similar a la de Hazel— le susurró que entre la valentía y la idiotez hay una linea delgada pero importante. Silenció la voz de Hazel e intentó sonreír, consiguiendo dar a Will y Kayla una sonrisa torcida que esperaba no se viera muy incómoda.
—Si no es ninguna molestia, me encantaría quedarme.
—Genial, le avisaré a mamá. Bajen para ayudar.
Kayla se fue y cerró la puerta. En silencio, el vampiro se deshizo del abrazo de su novio para volver a ponerse su pantalón y su remera, dejando la anaranjada doblada en los pies de la cama. Will se apoyó en sus codos para verlo moverse en su cuarto mientras se calzaba sus botas.
—No tienes que quedarte si no quieres.
Sentado en el suelo, el vampiro quedó congelado. No había pensado en la posibilidad de que Will no quisiera que pasara la noche en su casa y ahora se arrepentía de ser impulsivo. Quizás había sido demasiado invasivo con el espacio de su novio y Will necesitaba un respiro en el que no estuviera él merodeando. Inseguro, torpe y temeroso levantó la vista para ver al rubio a través del cabello negro que le tapaba los ojos.
—¿Quieres que me quede?
—Me encantaría que te quedes, Nico, pero solo si tú quieres.
—Si tú te sientes cómodo entonces me quedaré.
Will inclinó la cabeza y a Nico le recordó a un perro curioso, no se decidía entre un husky dramático o un golden retriever al que no le importaba ser castigado.
—Nico, ¿tú quieres quedarte?
—Sí.
—Es eso lo que estaba preguntándote, Death Boy. Claro que quiero que te quedes.
Terminó de anudar sus botas a tiempo para que Will lo ayudara a levantarse después de calzarse sus chanclas. Antes de bajar, Will dejó un beso firme en los labios de Nico y susurró contra su boca que todo estaría bien con la convicción suficiente para tranquilizar a Nico.
Notes:
no sé nada de italiano así que no sé qué palabras o expresiones se usarían en italia para decir lo que nico quiere decir, así que usé el traductor para expresarlo en los términos que yo usaría. si alguien sabe italiano, es libre de corregirme para que edite esa parte y tenga mucho más sentido (porfavorhaganlovoyaestarmuyagradecida)
la traducción sería algo así
Ho portato un cadavere senza preavviso, sono uno stupido. Chi pensa di regalare le ossa? Sono decisamente un idiota, non c'è da stupirsi che non gli piaccio.
Trad: Traje un cadaver sin avisar, soy un tonto. ¿Quién piensa en regalar huesos? Definitivamente soy un idiota, con razón no le agrado.In inglese?In inglese non ci sono parole per descrivere la rabbia che ho, come posso essere così stupido, William? Ero qualcosa come il ragazzo più idiota del mondo, tutto lo sforzo che abbiamo fatto con Reyna l'ho rovinato in cinque minuti perché non ci pensavo. Ho il cervello per la decorazione!
Trad: ¿En inglés? En ingles no hay palabras para describir la rabia que tengo, ¿cómo puedo ser tan estúpido, William? Soy algo así como el tipo más tonto del mundo, todo el esfuerzo que hicimos con Reyna lo arruine en cinco minutos por no pensar. ¡Tengo el cerebro de adorno!
titulo de la canción de queen
Chapter 5: arrancacorazones
Summary:
título del capitulo por la canción de ataque77, arrancacorazones.
no pienso dejar esto sin terminar, así que tengo muchos borradores y voy a seguir actualizando. agradezco de verdad todos sus comentarios, me hacen muy feliz y me dan ganas de subir todo
Chapter Text
La cena fue igual de terrible de lo que Nico imaginó, sino peor.
Para empezar, no había ensalada, ni tubérculos. Tuvo que resignarse a no comer su recién descubierta comida favorita —lo que le hizo gracia, porque era Will su comida favorita y definitivamente no podía comérselo— y comer carne. Apolo había cocinado una salsa boloñesa mientras Kayla lo ayudó a hacer spaghetti casero. Él sabía que debía mostrarse contento porque en realidad era comida de su infancia y seguro que estaba bien hecha, pero la verdad era que no había manera de que tuviera sabor a su infancia.
Ayudó a poner cubiertos y vasos en la mesa mientras Will servía los platos. Lograron distribuirse en la mesa del comedor de manera que Will quedó a un lado de Nico con Kayla enfrentada a él.
Naomi estaba en la cabecera de la mesa, a la izquierda de Nico, y ella recorrió con la vista a todos en la mesa en un silencio reverente. La reacción de los demás no sorprendió a Nico, todos se sentaron más derechos y alzaron la barbilla de manera imperceptible. Pero a él no le importó, estaba demasiado asustado pensando en el gran plato lleno de pasta que Will le entregó.
Empezaron a comer después de que Naomi diera el primer bocado. Nico lo hizo de manera automática, enredó en el tenedor pasta y la llevó a su boca sin pensarlo mucho. El sabor explotó en su interior y tuvo que obligarse a cerrar los ojos y respirar profundo para no descontrolarse. Era intenso, picante, era caliente. Nunca había tenido nada tan caliente en su boca.
—¿Todo bien, Nico? —la voz de Will, siempre de Will, lo trajo de nuevo a la mesa. Volteó y él estaba ahí, viéndolo con los ojos enormes tan atentos.
Mastico despacio antes de tragar. Se tomó su tiempo para saborear e inventar una excusa para su exagerada reacción.
—Es igual al que cocinaba mi nonna.
Nico se felicitó mentalmente por su excusa. Luego miró su plato y entendió que fue un tonto, si la comida era igual a la de su nonna tendría que comer todo el plato. Eso sonaba a un esfuerzo inmenso.
—Está delicioso.
—¿En serio? ¿Te gustó? —Nico asintió ante las preguntas entusiastas de Kayla, que hablaba con una velocidad infantil—. ¡Que alivio! Tenía miedo de que no te gustara y pensaras que era un insulto, ¡habría sido horrible!
—Me siento halagado, Kayla —Nico sí se sentía halagado, incluso si no sabía el sabor de la comida italiana, tanta preocupación le calentaba el pecho y lo hacía sentir conmovido. Le parecía un gesto muy dulce de parte de Kayla—. ¿Dónde aprendiste a cocinar tan bien?
—Conseguí la receta de una casa de comidas en Italia cuando fuimos por Austin. Nunca me quedó igual que a la señora, supongo que es que no soy italiana, pero a Austin le encanta así que está bien.
—Creeme, tiene suficiente sabor a Italia para mí
Mentirle a Kayla no le sabía bien, así que volvió a meterse spagetti a la boca y mastico tratando de convencerse de que no era mentira. Era lo más italiano que había comido alguna vez (excepto por ese joven que vació por accidente a los treinta), así que en teoría no le había mentido a Kayla.
Mientras se aseguraba de llenar su boca con pasta para no tener que llenarse de mentiras hacia la pobre niña inocente, Austin le habló de todos los instrumentos que tocaba y sus prácticas en la orquesta. Le contó que querían que fuera el clarinete, pero él quería pulir sus habilidades en el violonchelo. Nico le aconsejó que audicionara para violonchelo y si no lograba ser aceptado, que fuera el clarinete. Entonces los ojos de Austin brillaron y prometió mostrarle a Nico la pieza que usaría para su audición de violonchelo después de cenar, Nico aceptó feliz.
Después de cenar, Willl y él se ofrecieron a retirar los platos para que Naomi los lavara luego. Apenas se levantaron, Austin corrió a su habitación y Apolo desapareció junto a Kayla en la sala de estar. Nico se despidió un segundo para ir al baño.
Arrodillado en el suelo, vació su estómago en el mayor silencio posible. Intentó no arañar el suelo, ni el marmol del inodoro —cosa que le pareció casi imposible—. Cuando solo hubo saliva y el mundo le seguía girando, se sentó con las rodillas contra el pecho y se abrazó las piernas, intentando respirar profundo.
Estaba mareado, temblaba y sudaba. Tenía hambre, hambre de verdad. Su cuerpo se sentía caliente, con el pecho oprimido y la garganta seca, tirante. Estaba tan débil que podía sentir su cuerpo vibrar en desesperación y dolor. Algo agudo bajaba por su pecho y recorría su estómago, asentandose en sus músculos tensos.
Sentía el olor a vómito en la nariz y le hacía cosquillas que revolvían su panza. Cerró los ojos y recostó la cabeza contra la pared. Hizo ese ejercicio de respiración que Will siempre hacía —su novio le decía por un nombre técnico, Nico decía cinco cosas— y se permitió sentir el agarrotamiento de su cuerpo.
Cuando buscaba una cosa que pudiera probar, las nauseas volvieron y lo golpearon con una intensidad tal que lloró ahogandose en sollozos silenciosos.
Estaba desesperado. Contempló la opción de irse a su casa, pero no podía salir a la casa llena de humanos con el hambre que tenía. Si pudiera controlarse con Kayla o Austin, seguro que no podría con Will, con lo tentador que era su aroma. Y tendría que enfrentarse a Apolo y los vivaces ojos de Naomi.
La solución llegó a él cuando vio la banderola abierta y pudo ver la luna asomandose. Se paró sobre sus piernas temblorosas e hizo su mayor esfuerzo para transformarse.
Fue un riesgo transformarse en murcielago estando tan débil, no creyó que lo lograría, pero una vez que lo logró aleteó hasta salir del baño ofensivamente iluminado. Sabiendo que el tiempo le escaseaba, voló hasta llegar a casa de Reyna, a mitad de camino de su propia casa.
Entró por la ventana del cuarto y tropezó a media transformación, tirando unas cuantas cosas del escritorio bajo la ventana y haciendo tal estruendo que despertó a su amiga. Asustada, la castaña saltó de la cama y empuñó su daga —que siempre tenía cerca—, lista para una pelea que abandonó cuando vio a su amigo.
—Reyna —su voz salió como un susurro antes de que sus piernas fallaran en sostenerlo, precipitandolo al suelo.
—¡Nico!
Reyna soltó su arma para correr hacia el muchacho. Se arrodilló a su lado, apartó el cabello de su rostro y abrió sus ojos antes de levantar el labio superior para ver los colmillos crecidos.
—¿Qué pasó?
—Spaghetti en casa de Will.
Las palabras apenas salían audibles y no tenían coherencia, sin embargo, Reyna entendió con rapidez y exactitud lo que sucedía. Acercó su propio brazo a la boca de Nico, presionando su muñeca contra los labios fríos.
—Bebe, lo necesitas.
—Reyna —rogó. Ambos sabían lo mucho que odiaba hacer eso, sin embargo, no tenían ninguna otra opción en este momento.
—Hazlo, Nico.
Nico miró con sus ojos rojos a Reyna antes de envolver su brazo con los dedos. Ella entendió las disculpas y agradecimiento que su mirada expresó. Entendió también el sufrimiento que sentía y lo experimentó en mayor medida cuando los colmillos filosos desgarraron su piel. Apartó la vista, acariciando con su mano libre los cabellos oscuros de Nico mientras él bebía su sangre.
En menos de cinco minutos, Reyna se sentía algo mareada. Sabía que estaba llegando al límite de lo que podía dar, pero Nico se veía totalmente hambriento mientras succionaba contra su piel tibia. Tragó saliva y sin querer gimió dolorida cuando Nico apretó su muñeca.
El ruido alertó al muchacho, desconcentrandolo de sus acciones. Levantó la vista hacia su amiga y la vio algo pálida, entonces separó la boca de su brazo y lamió las heridas para acelerar la cicatrización. Se limpió los labios y cerró los ojos, respirando profundo.
Se sentía mucho mejor. Sus músculos estaban relajados, su estómago tranquilo y su garganta no lo asfixiaba por dentro. Estaba fuerte y no temblaba.
—Lo siento, Reyna.
—No te disculpes, tonto —murmuró y le dio un puñetazo suave en el pecho con el brazo sano—. ¿Necesitas más?
—Fue suficiente.
—Genial.
Reyna se levantó del suelo y ambos fingieron que no se tambaleo como lo hizo. Nico la siguió de cerca y en silencio la ayudó a recostarse. Se dirigió a la cocina y preparó un licuado para su amiga, junto con algunas cosas dulces que encontró en la despensa. Nuevamente en silencio, dejó la comida en la mesa de luz junto a la cama y buscó el botiquín.
Se acomodó en el mueble al lado de la chica, que bebía su licuado con lentitud. De manera mecánica, envolvió la herida en la muñeca y cortó la conexión emocional que había creado al beber de Reyna.
Sin conexión y después de perder un litro de sangre, Reyna estaba agotada. No lo expresó, ella nunca lo haría, pero Nico lo sabía. Él mismo también se sentía cansado.
—Gracias, Reyna.
—Deja de andar como cachorro mojado y vete antes de que tu príncipe piense que te moriste en el baño.
Nico se rio. Arropó a su amiga y antes de irse prometió volver al día siguiente.
Cuando llegó a casa de Will, no habían pasado ni diez minutos desde que había entrado al baño por primera vez. Suspiró, agotado por la intensidad de la experiencia. Se limpió los restos de sangre que quedaron bajo sus garras y lavó su rostro antes de salir más relajado.
Nico apiló todos los platos juntos y los llevo a la cocina con cuidado, casi arrastrando los pies para no tropezar y enrollando sus dedos para no arañar la loza. A sus espaldas, sentía los confortantes pasos de su novio llevando los vasos y cubiertos.
Cuando volteó para volver al comedor, Will lo esperaba con las manos libres para abrazarlo. Envolvió su cintura con manos fuertes y se oculto en su cuello, dejando besos tiernos en su oreja, cabello y cada parte que encontrara.
—Will, tus padres nos van a ver.
—¿Y? Ya tuvieron tiempo suficiente contigo, es mi turno.
—Austin tocará el violonchelo para mí ahora.
Un gruñido vibró en el pecho de Will y antes de que Nico lo procesara, una lengua húmeda y caliente recorrió la longitud de su cuello. Ahogó un gritó y le pegó una palmada al rubio en el brazo, intentando alejarse.
—Mío.
—¡Will Solace! No seas celoso. Suéltame, pervertido.
—No.
—Naomi va a entrar en cualquier momento.
—Eres mi novio, no hay nada de malo con besarte en la cocina.
—William —el tono de advertencia generó otro gruñido en el rubio; que como respuesta, apretó más fuerte su cintura y volvió a lamer su cuello. Nico ahogó un grito indignado—. Suéltame.
—Mío, mío, mío.
Will frotó su nariz contra la piel suave de Nico, respirando profundo su aroma. Una sensación molesta creció en su pecho cuando sintió la mezcla de olores en la piel de su novio. Olía a una chica, un aroma familiar, seguramente Nico había estado con alguna de sus amigas antes de ir a su casa, incluso tal vez con Hazel. También sintió el olor de Austin y Kayla. Los químicos con los que estuvieron en el día y un leve rastro de sangre revolvieron su estómago.
Sentir a sus hermanos en la piel de su novio lo puso de malhumor. Se esforzó en abrazarlo más fuerte, apretandolo más contra su pecho, para poder liberar su aroma e impregnarlo hasta que solo pudiera sentirse a sí mismo en Nico.
—Will, no seas raro. En un rato toda mi atención va a ser tuya, suéltame antes de que tus padres nos vean.
—¿Qué tiene que nos vean?
—¿Quieres que Naomi también me odie?
Will resopló. Una respuesta infantil, si le preguntan a Nico. Volvió a dejar besos delicados en su cabello y mordió juguetón su oreja, causando cosquillas en Nico.
—¡Will, ya!
Nico realmente no quería que Will lo soltara. Después de la terrible experiencia de los últimos quince minutos, ansiaba a Will con todo su cuerpo. Pero lo avergonzaba que alguien entrara en la cocina y los viera así.
—Will, de verdad.
Escucharon las escaleras resonar con pasos apurados y el grito de Austin buscando a Nico. Entonces, el morocho quiso apartarse. Puso sus manos en el pecho de Will y lo apartó con poca fuerza. No sirvió, pues Will apartó las manos de Nico y lo cargó en su hombro al estilo bombero. Si Nico chilló o no, es algo que nunca va a aclarar.
El rubio corrió fuera de la cocina, recibiendo patadas y golpes en la espalda con un conjunto creativo de amenazas de parte de su novio. Corrió hasta la escalera y subió los escalones de dos en dos. Se ganó la mirada descontenta y desentendida de toda su familia, pero los ignoró al grito de "me quedo con Nico hasta nuevo aviso, consiganse otro para ustedes".
Llegó a su habitación y cerró la puerta de una patada antes de arrojar a Nico en su cama. Se tiro sobre él, ignorando las protestas y acurrucandose en su pecho hasta que su novio dejó de gritar su mezcla italiana e inglesa. Resignado, Nico acarició los cabellos dorados y se acomodó bajo Will, envolviendo su cintura con las piernas para dejarlo recostarse comodamente.
—¿Qué fue todo eso, Solace?
—Necesitaba estar con mi novio.
—¿Por eso me lamiste y me gruñiste como perro en celo?
—Estaba probando el sabor, te pones amargo cuando pasas mucho rato sin besos.
—No te creo.
—Hablo en serio. Es más, debes tener besos cada una hora, ordenes del médico.
Nico se rio y dio un golpe nada fuerte en el hombro de Will.
—Bien, entonces necesito mis besos ahora.
El rubio se alejó del cuello de su novio como un resorte y se ganó una carcajada de Nico. Will sonrió al verlo reírse así y presionó un beso ligero en su frente, bajó por su nariz con un roce esquimal que interrumpió la risa del muchacho. Rozaron sus narices unos cuantos segundos, generando tensión y con sonrisas bobas en los labios. Entonces Nico se estiró y empujó su boca contra la de Will.
Will vibró de felicidad. Su piel ardía de placer puro y sentía el cariño por Nico correr líquido en sus venas. El cuerpo le quedaba pequeño para la emoción que sentía, para la intensidad que ardía como fuego.
No dijeron nada, pero ambos lo sintieron. Se sintieron desbordados de pasión y el amor crecía en sus pechos, golpeando firme contra las costillas.
Nico quería enterrarse en Will, disfrutar su aroma, sentir su cuerpo firme contra el propio. Y así lo hizo, se enterró en Will hasta recibir un quejido bajo como respuesta. Para distraerlo repartió algunos besos en su hombro, sintiendo sus terminaciones nerviosas estallar cuando sus labios tocaban la piel descubierta. Detrás de sus párpados las estrellas se veían tan reales cuando los delgados dedos hábiles se arrastraron por su cabello con pereza. Nico quería más, sin embargo, no sabía si era capaz de soportar más. Se sentía intoxicado por su novio y el placer que le causaba tenerlo sobre su cuerpo en aquel abrazo tan íntimo, tan apretado que no sabía dónde terminaba él y dónde empezaba Will.
—Will —suspiró.
El rubio se estremeció con el suspiro. En su pecho, su corazón bombeaba apresurado y se agitaba en paz, sabiendo que estaba seguro en brazos de Nico. Identificó el bajo murmullo que le decía que estaba en casa, en su hogar, con su alma completa y en brazos de su compañero. Se moría por menear la cola y lamer a Nico, mordisquearlo hasta que queden marcas de sus colmillos juguetones y marcar su cuello para decir que se pertenecían.
—¿Si, Nico?
—Yo...
—Lo sé, Nico. Yo también.
Nico sostuvo el rostro de Will con sus manos y lo miró a los ojos, recibió un beso esquimal y unos brillantes ojos celestes mirándolo de regreso. Nico se sentía tan en paz.
—Pero de verdad, Will. Te amo.
—También te amo, Nico.
Chapter 6
Summary:
Y así olvido que su novio lo mordió antes de huir y la idea de haberlo lastimado lo escandalizó lo suficiente para decidir no hablarle hasta que fuera necesario. Will desconocía que las marcas en su cama las había hecho Nico en la mañana.
Notes:
¡sigo viva!
estuve ocupada viviendo un poco, sobreviví a un trabajo en el que era maltratada, perdí la pelea con la facultad, tengo novia y conseguí un trabajo nuevo en el que me aprecian.
en fin, me aburrí de lo lento que avanzaba la trama entonces le metí más ganas y ahora está avanzando como debería yeii
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Chapter Text
A la mañana siguiente, Nico se despertó por el olor de la sangre.
Se movió por instinto, alejando la cara de la almohada y enseñando los colmillos listos para clavarse en algo blando. Cuando sacó su cara de la almohada que olía a Will, la luz que se colaba por la ventana le lastimó los ojos y lo hizo sisear como un animal enojado. Buscó con la vista enrojecida la fuente del aroma. Su mente estaba llena de pensamientos incoherentes, desde por qué si era sangre olía tan dulce hasta lo hambriento que estaba y lo mucho que deseaba alimentarse.
La luz de una puerta abierta dentro de la habitación lo hizo sudar. Vio por el espejo del baño el reflejo de Will. Will recién levantado, con su cabello alborotado, su remera sin mangas y pantalón corto de dormir, con su rostro todavía adormilado. Will tenía una navaja en su mano y estaba sangrando en la mandíbula. Nico no necesito ver su otra mejilla llena de espuma para saber que estaba afeitandose y se había cortado por accidente.
Su cuerpo enteró tembló. Sus colmillos estaban totalmente crecidos, sus garras hacia fuera y su garganta seca. Vibraba de ansiedad por lamer el rastro de sangre que Will todavía no limpiaba. Lo necesitaba con desesperación. Cada célula de su cuerpo ardía y exigía la sangre de Will.
Estaba tan hambriento, lo deseaba tanto.
Nico no lo quería, él tenía miedo. No quería tomar la mandíbula de Will, hacerse espacio en su cuello y enterrar sus colmillos en su carne hasta beber su sangre. No quería apretar sus garras contra su suave piel hasta que queden sus marcas y no quería inmovilizarlo contra la pared con la otra mano en su cadera. No quería alimentarse de su novio. Temblaba de miedo ante la posibilidad de descontrolarse y hacerlo.
Gimió. Peleando consigo mismo, apretó las sabanas y enterró el rostro en la almohada, obstruyendo la entrada de aire a su nariz. Está seguro que en su pelea por olvidar el aroma, el deseo de la sangre de Will, soltó unos cuantos quejidos y unos ruidos muy humillantes. Pero en ese momento, cuando sus uñas estaban por desgarrar las mantas y de su boca abierta escurría saliva, lo único que le importaba era que Will no lo viera así. No podía verlo con sus ojos rojos y sus colmillos empapados de deseo por su vida.
No había nada que pudiera hacer. Podía fingir una emergencia, pero sabía que una vez que se levantará no podría evitar correr hacia Will y romper su piel para tomar lo que quería. No podía salir por la ventana, eso se vería raro y no tenía fuerza para mantenerse en pie. Sólo podía quedarse y rezar que Will no se acercara.
Sus plegarias quemaban en su lengua. El nombre de Dios ardía en su boca y la divinidad cerraba su garganta abriéndose paso hacia su vacío estómago para retorcerlo más. El dolor de la inexistente piedad divina hacia su raza se mezcló con el hambre y parecía demasiado para él. Aunque era una imprudencia y dolía en todas partes, no detuvo sus ruegos en italiano para que su novio no lo descubriera.
La noche anterior había estado muy cerca del colapso, había bebido cuanto pudo de Reina y seguía hambriento cuando la dejo. Intentaba no pensar en la sensación de la sangre deslizándose en su lengua cuando bebió de ella y la temperatura agradable contra su boca. Hacía demasiado tiempo que no se alimentaba como correspondía y ahora estaba sufriendo las consecuencias.
Sin detener sus ruegos y aferrandose a las mantas, llevo su propia muñeca a su boca y abrió una herida lo suficientemente grande para beber de ella. Amarga y seca, su sangre se resbalaba en sus labios y no escapaba de su boca, se deslizaba en su garganta quemando como whisky. Desesperado, hambriento, asustado y apurado, Nico hizo todo lo más prolijo y silencioso posible. No podía ensuciar nada, no podía hacer ruido y no podía desperdiciar ni una gota de su asquerosa sangre espesa y seca.
No sabe cuándo se durmió. Suponer que se durmió es en realidad audaz. Sabe que se desmayó por el cansancio de reprimir sus instintos y soportar el dolor del hambre, la tentación y las laceraciones en su lengua que ardían más al contacto con su sangre. Sabe que cuando volvió a despertar la herida en su muñeca estaba sanada y el dolor en su lengua lo hizo arrugar su rostro, sabía que tenía una laceración que no sanaría pronto y que ardería por días.
Antes de levantarse estudio la habitación y encontró a Will en el centro del dormitorio haciendo sus estiramientos matutinos. Examinó el rostro de Will y encontró una bandita con un sol sonriente en su mandíbula, de donde un tenue aroma dulzón le picaba en la nariz. Cerró los ojos e inhaló fuerte, respirando el olor metálico que se mezclaba con el incienso y el verano. Cuando su estómago dejo de retorcerse y la saliva se detuvo, habló con voz arrastrada hacia Will.
—Buen día, Will.
Will había estado esperando que Nico le hablara cuando lo escucho despertar. Lo oyó respirar profundo varias veces y lo había sentido retorcerse en sueños cuando se afeito en la mañana, sumado al avinagrado aroma a desesperación que nunca sintió tan intenso en su novio, supuso que tenía pesadillas. Había sentido cuando se despertó y decidió darle su tiempo para serenarse antes de iniciar el día, además, Nico empezaría a pensar que era raro que le hablara siempre en el momento exacto que despertaba.
—Hola, Neeks.
Luego de que el rubio terminará de estirar y comentará que desayunó, decidieron terminar de ver Crepúsculo, ya que todavía les quedaban algunas películas pendientes y Nico quería verlas con su novio. Pasaron un rato discutiendo que Nico debía desayunar y terminó ganando el italiano con el argumento de que nunca lo hacía así que no iba a hacerlo ahora, Will no pudo siquiera empezar a mencionar la falacia que era eso. Entonces se acostaron otra vez y Nico puso la película en la computadora.
—Esto es ridículo, Will. ¡Le brilla la piel! Ningún vampiro que se precie dejaría que le brille la piel.
—¡Es por el sol, Nico!
—¡Es totalmente ridículo! ¿De dónde sacaron esa tontería?
—Bueno, tiene sentido que brille a la luz del sol.
Nico lo miró con seriedad y una ceja levantada.
—¿Crees de verdad que los vampiros brillan con el sol?
—No lo sé, podría ser. Digo, son criaturas del mal y la luz siempre es buena. Tiene sentido que a la luz del sol las criaturas nacidas de la maldad y la oscuridad brillen. ¿No crees, Nico?
—Creo que es ridículo.
—Te falta saber apreciar la belleza de la... Eh... Metáfora.
Nico estalló en carcajadas.
—Claro que es eso, Will —murmuró divertido mientras se acomodaba otra vez en el pecho de su novio.
Siguieron viendo la película en silencio. Nico se divertía demasiado viendo la representación vampírica de Crepúsculo. Le parecía la cúspide de la ridiculez, y por eso la disfrutaba inmensamente. Habiendo llegado a la película en la que el vampiro intenta suicidarse mostrandose al sol, Nico la consideraba una de sus sagas favoritas, quizás hasta su saga de confort si no existiera Star Wars.
Sabía que Will estaba pensando en algo más. Lo sentía haciendo ese jueguito con los dedos que hacía cuando pensaba en algo. Esperó con paciencia mientras sentía el corazón latir contra su mejilla y veía la película con atención.
—Hay una cosa que creo ridícula.
—Dime, Will.
—¿Por qué los vampiros solo toman sangre?
—Porque absorben la vida de la sangre, amor. Ya sabes, belleza metafórica.
—No tiene sentido. En una gota de semen hay más vida que en una de sangre. Deberían chupar pene.
—¡Will!
—¿Qué? De verdad creo que no tiene sentido.
—Los vampiros que no les gusten los penes morirían.
—Eso sería una tragedia, pero es igual que los que no les gusta chuparle la sangre a otros.
—No creo que haya de esos.
—¿En serio? ¿No crees en los vampiros activistas empáticos que son veganos?
—No creo que existan.
—Yo quiero creer que sí existen.
El comentario de Will dejó la conversación terminada. Aunque sus respuestas eran argumentos sin ninguna explicación acerca de su alimentación, Nico todavía tenía argumentos contra los vampiros que se alimentaban de semen, pero si Will no volvía a hablar de eso, él tampoco lo haría. Era una idea tan disparatada que todavía no podía creer que Will pensara que tiene más sentido que la realidad. Sin dudas, Will sería capaz de pensar en una representación vampírica igual de incierta que Crepúsculo.
—Nico.
—¿Si, Will?
—¿De verdad no crees que sería mejor que los vampiros se alimentarán de semen?
—¡Will! ¿Qué carajo? —Nico tuvo que alejarse de su novio para poder verlo a la cara—. Es que... Sería un caos. Los colmillos lastimarían a cualquiera.
—A mí no me molestaría que me chupes el pene con colmillos.
Nico definitivamente se habría sonrojado si pudiera. En su lugar, está seguro de que palideció. ¿Por qué Will estaba pensando tanto en la tonta idea esa? ¿Y por qué hacía tales insinuaciones?
—¿Qué?
—Solamente digo, si tuvieras que alimentarte de semen para vivir preferiría que sea solo conmigo. Y si tienes colmillos, pues no le hace.
Nico no estaba entendiendo el punto de la conversación. ¿De verdad Will estaba pensando en eso? Era un sinsentido enorme. ¿Por qué los vampiros se alimentarían de semen? Era una idea asquerosa y repugnante, peor que alimentarse de sangre. Sería mucho más íntimo y peligroso, beber sangre de alguien más ya era demasiado íntimo y peligroso. ¿O era que Will le quería decir algo? ¿Estaba dándole indirectas acerca de algo? ¿Qué tenía que pensar como indirecta? ¿Estaba celoso por algo que quería que compartiera solo con él? ¿O acaso quería que le chupara el pene?
—¿Sabes? No tiene sentido. Los colmillos de los vampiros están pensados para romper piel y succionar sangre. Tus vampiros no los tendrían.
—Tienes razón. Tendrían dentadura normal.
Nico suspiró y pausó la película. Se sentó mejor, tomando las manos de Will entre las suyas y acomodándose frente a él. Entonces su novio lo miró con seriedad y empezó a morderse el labio inferior —un gesto mortal, si le preguntan a Nico— con nervios.
—Will, ¿hay algo que quieras decirme?
—No, en realidad no. ¿Quieres que te diga algo?
—¿Estás seguro, Will? —preguntó con suavidad. Miró a los ojos claros de su novio y los notó inquietos—. ¿Quieres que te chupe el pene?
Will palideció cuando escuchó las palabras y Nico dejó de sentir su pulso un segundo. Creyó que lo había matado de un infarto. Entonces Will se sonrojó tanto y empezó con un temblor tan nervioso que Nico creyó que se derretiría de ternura.
—¿Qué? ¡No! ¡Qué tonterías dices, Nico! ¡O sea, sí! ¡Digo no! —Will empezó un griterío tal que Nico se deshizo en carcajadas.
Entre las carcajadas el aire empezó a faltarle a Will. El rubio soltó sus manos y empezó a abanicarse con torpeza. Había dicho tanta tontería y estaba tan avergonzado que el aire no pasaba ya por su nariz. Y menos podía pensar con coherencia. ¿Cómo Nico había llegado a esa conclusión de una idea estúpida que Will había tenido en clase? No se lo explicaba, pero seguramente tuviera algo que ver con su pésima elección de palabras.
Las risas de Nico cesaron y Will siguió peleando por aire y poder hilar ideas coherentes.
—Respira, Will, respira. Está todo bien.
—No vuelvas a decirme algo así, di Angelo.
—Lo siento, Solace, pero si lo que querías era... —la mirada que Will le lanzó le advirtió que eligiera bien sus palabras—. Eso, podrías haber sido más claro.
—¡Yo no quería eso! ¡Es decir, sí!
Nico lo miró con paciencia esta vez. Volvió a tomar sus manos y las acarició con cariño.
—Tranquilo, Will. Dime qué querías.
—No quería nada. No había pensado en eso. No niego que me gustaría que lo hicieras, si quieres, pero no es lo que estaba diciendo.
—¿Qué querías decir entonces, amor?
Nico se llevó una mano de Will a la boca. Dejó un beso suave en sus nudillos y siguió besando con amor sus dedos hasta terminar en su palma.
—Nada, todo el asunto fue una idea tonta que se me ocurrió en clase.
—¿Estás diciendo que te inventarse vampiros chupa semen en clase?
Will se sonrojó y asintió con la cabeza baja. Nico volvió a soltar carcajadas.
—¿Eso haces en clases, doctor Solace?
—Pues sí —dijo Will, asintiendo con la cabeza mientras reanudaba la película y se volvía a acomodar.
—Es mejor que fuera solo eso, porque no voy a hacer nada sexual en tu casa.
—¿Por qué no?
—Porque están tus padres y tus hermanos menores.
—Es igual que en tu casa.
—No es lo mismo, mira si Apolo nos escucha. O peor, tus hermanos.
—Te dije que todas las habitaciones están insonorizadas, ya sabes, casa de artistas. Es mejor hacerlo aquí que en tu casa.
—Nunca hay nadie en mi casa.
Aunque se habían vuelto a acomodar, la mano del rubio seguía cerca de la boca de Nico, quien siguió repartiendo besos en su dorso y bajando por palma hasta su muñeca de manera inconsciente.
El grito de Will Solace sobresalto a Nico y cuando el rubio aparto su mano con rapidez al vampiro el alma se le salió del cuerpo.
—¡Ay!
—¿Qué? —habló casi sin aire, temblando y tratando de ocultar sus manos.
—¡Me dolió!
—Perdón, amore mio! È stato un impulso!
Will se frotó la muñeca con la otra mano y miró hacia donde le dolía. Sus ojos se abrieron más cuando vieron las marcas no tan profundas en su piel.
—¡Me dejaste los dientes marcados!
—Scusa, amore!
Nico solo alcanzo a disculparse en tono elevado antes de levantarse como resorte de la cama y salir de la habitación. Con un golpe en la puerta y la palabra en la boca, Will quedo plantado en su cama.
Sin entender la situación volvió la vista a su brazo, donde dos pequeñas marcas blancas se parecían a colmillos. Nico lo había mordido de tal manera que parecía una de las marcas de hocicos de sus hermanos cuando jugaban con él. No se sorprendió tanto, siempre supo que Nico tenía colmillos bastante afilados y sabía que era normal, lo que no conseguía entender fue la reacción de Nico. Si bien veía una pequeña gota de sangre en la marca, no era para tanto, sin duda había tenido peores heridas y no era para que Nico huyera gritando en italiano.
Bufo frustrado y volvió a tirarse en la cama, pataleando por impotencia y rodando en un berrinche inmaduro que lo llevo a caer al piso. Cayó con un grito agudo y aterrizo enredado en las sábanas con un golpe seco.
Indignado se quedó en el suelo, envuelto en mantas y lloriqueando como si fuera un cachorro abandonado. Se sentía como un cachorro pateado y abandonado. Lo habían mordido fuerte, sangró, sufrió un abandono rudo y se cayó de su cama con un golpe en el culo. En definitiva, era un cachorro mojado, pateado y abandonado a su suerte en un mundo cruel que no dudaría en destrozarlo.
Lloriqueo y pataleo cerca de diez minutos hasta que recordó que era un lobo adulto, capaz de defenderse y que la partida abrupta de su pareja no significaba abandono. Se lo repitió como un mantra mientras se levantaba, enredado en las mantas que le impedían ver más allá de su dormitorio.
Soy un lobo adulto, fuerte, capaz y no fui abandonado. Repetía una y otra vez cuando intentaba sacarse de encima una manta. Su dedo resbaló hasta insertarse en un agujero y quedar enganchado. Antes de lloriquear volvió a repetir su mantra y miro donde estaba su mano.
La tela estaba desgarrada en cinco lugares diferentes, bastante cercanos entre si, desgarro que no estaba la noche anterior. Él conocía ese patrón. Era la forma que tenían las mantas cuando las rompía con sus garras. Aunque el tamaño no era el mismo, las roturas estaban más cerca que cuando las hacía él y eran cortes más precisos.
Will miro su mano. Su herida estaba sanada ya y sus uñas estaban igual que siempre, del largo suficiente para cortarlas como cada noche. Pensó que estando dormido seguramente se aferró a las mantas y las rasgo, porque no recordaba haberlo hecho despierto.
Entonces se asustó. Quizás Nico lo había visto dañar las sábanas. Quizás había lastimado a Nico y no lo había notado. O tal vez Nico había visto las marcas y se había asustado, pues eran obvios desgarres con patrón de mano. Si Nico las había visto y tenía suerte, pensaría que las había hecho con sus uñas largas y lo dejaría correr.
Y así olvido que su novio lo mordió antes de huir y la idea de haberlo lastimado lo escandalizó lo suficiente para decidir no hablarle hasta que fuera necesario. Will desconocía que las marcas en su cama las había hecho Nico en la mañana.
Notes:
título del capítulo de la canción me and the devil de soap&skin.

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