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La habitación de Mikasa está tan silenciosa como su mente en estos momentos. Es un día lluvioso de invierno y ella está sola, estudiando, puesto que sus papás se fueron a pasear, aprovechando que es un sábado a la tarde.
No termino de comprender esta materia, piensa la chica, abrumada por la cantidad de contenido que tiene que asimilar para poder dar la defensa de su trabajo el lunes. ¿Desde cuándo el derecho marcario es tan complejo?
Mikasa, desde su posición encorvada sobre la mesa del escritorio, toma la decisión de darse un descanso y, seguramente, también un café. Toma aire y relaja los músculos del cuerpo al apoyarse por completo en el respaldar de su silla. Con ánimos de despejar la mente, comienza a mirar los objetos en su habitación. La ventana es lo que más la llama, ya que la lluvia cae copiosamente del otro lado y las gotas se impregnan frenéticamente al vidrio. Hay algo hipnótico en ver el agua deslizarse, tal vez porque su mente se desliza con ella y la lleva a recaer en pensamientos más profundos. Pensar en caer le hace acordar a una canción:
“Si el amor se cae,
todo alrededor se cae”.
Esa de Los Cafres, piensa. Ay, el amor. Pensar en eso me distrae demasiado, suspira. Pero también quiero, no, necesito, desahogarme sobre esto un rato.
—Yo a él lo amo.— empieza diciéndose a sí misma, en voz alta. Su mirada cambia de la ventana a la foto que tiene de sus abuelos. Revolea los ojos. —Soy consciente de lo mucho que me importa Eren… Es mi amigo más cercano, mi confidente, de las personas a la que más confianza le tengo en la vida, a la que le puedo contar todo sin ser juzgada y él a mí.— hace una pausa para levantarse de su silla y tirarse a la cama, todavía alcanzando a ver la foto. —Él me ha dicho millones de veces que se siente de la misma forma conmigo… Y yo le creo.— cambia de posición, volteándose para mirar al techo, con ambas manos detrás de la cabeza. —Es mi alma gemela o es como un alma gemela para mí… nunca sé como o qué palabras usar para describir todo lo que siento por él. Es un amor tan inconmensurable que las palabras hasta siento que no bastan en nuestro idioma.— pausa porque estira las piernas y se gira para mirar su reflejo en el espejo que tiene enfrente. Se queda mirándose por un par de segundos que se le hacen eternos, reflexionando en su mente sobre lo que acaba de decir.
Mientras observa su reflejo, su celular suena en algún lugar del escritorio, posiblemente enterrado en medio de la pila de libros. Por el tipo de timbre, es un mensaje. Con mucha pereza, Mikasa se levanta y se dirige de forma lenta a tomar el aparato, arrastrando sus pies enfundados en pantuflas de peluche. Una vez haya su celular, manotea el mismo, desbloqueándolo inmediatamente. Tiene algunas notificaciones de Instagram, entre ellas, de una historia.
—”@erenj. publicó una historia por primera vez en un tiempo.”— lee Mikasa. —¿Qué será…? Este chico nunca sube nada.— se dice mientras abre el mensaje.
Es una historia con una publicación dentro, a la cual rápidamente le hace click para verla con tranquilidad. En ella, se puede observar una foto del cumpleaños de Armin el cual fue de disfraces. Allí aparecen muchos de sus amigos, los cuales, el cumpleañero incluido, también lo son de Mikasa. Reconoce a Jean con su disfraz de caballo, Annie que solo se puso un sombrero vaquero, Sasha y Connie abrazados vestidos de Elizabeth Swann y Jack Sparrow, Armin en el centro representando a algún dios griego. Aunque él juraba que era Ares y, por último, ella misma y Eren a la izquierda de todo, posando juntos. Dios, qué bien que salimos, piensa. Su mirada, nuestras poses, todo... Mikasa, con su disfraz de Raven de Los Jóvenes Titanes, es abrazada desde la cintura por un Eren vestido de Vegeta de Dragon Ball, el cual parece apretarla tanto contra si mismo que se llega a apreciar cómo la figura de Mikasa se inclina hasta tocar el pecho de él hasta tal punto, que el pelo de ella roza el hombro del joven. La mujer posa con una mano en la cintura, encima de la Eren, y tiene las piernas cruzadas. Ambos poseen rostros sonrientes, pero de miradas cargadas de intensidad que rozan todas las expresiones existentes, menos las inocentes, claro está. Ojos relajados, cejas fruncidas, una Mikasa con la barbilla levemente en alto como de forma altanera hacia la cámara, mirándola fijo. Pero Eren no, él mantiene una expresión intensa dirigida hacia Mikasa, con la cabeza levemente girada y hacia abajo, como si lo único que quisiera fuera verla mejor.
—Dios, Eren se ve espectacular con ese disfraz. Y la intensidad de su mirada hacia mí es… un montón.— Más de lo que puedo admitir soportar, piensa. —Dijo que iba a ir de alguno de sus personajes favoritos y sin duda… uf… le queda pintado. Y tiene toda la actitud para portarlo… El traje hasta lo enaltece, haciendo un contraste enorme entre sus colores claros y los míos tan oscuros… Dios, me veo diminuta a su lado…— pausa. —Suena a que atraso años de evolución con esto que voy a decir, pero la combinación entre el traje, la pose y él… lo hace más hombre. No sé cómo explicarlo, encima su mirada solo lo mejora… Me atrae muchísimo. Como si fuera capaz de proteger, matar y proveer, todo al mismo tiempo…si es que eso hace algún sentido…— pausa de nuevo. —Es una obviedad ya a este punto, pero así como el sol quema, Eren Jaeger quema, arde y destroza todo a su paso… Qué ganas de volver ahí, qué ganas de sentir sus manos encima mío de nuevo, yo…
Y, a partir de acá, es cuando Mikasa le da un giro inesperado a su tarde de estudio, puesto que cierra el libro, baja la cortina y, a pesar de estar sola, cierra la puerta, se quita las pantuflas y corre a meterse en la cama. Con el corazón agitado, toma el celular, se pone los auriculares y busca dentro sus playlists a aquella que se encuentra más escondida de todas. La abre y la pone en aleatorio. La primera canción la identifica tanto, que le hace cerrar los ojos y dejar a su imaginación volar.
“Es fanática de lo sensual,
ella tiene una foto mía,
y ya me la puedo imaginar,
lo que hace cuando está solita…”
Se voltea hacia un costado, abre los ojos y vuelve a tomar el teléfono. Con la mirada busca tragarse cada parte que le interesa de esa dichosa foto, absorber cada ángulo de Eren. Sus brazos, su pecho… su mirada y sonrisa.
“...por su manera de respirar,
puedo imaginarme lo que está haciendo.
Si le hablo malo, se pone intranquila.
Pasa su mano por todo su cuerpo…”
Mikasa, con bastante calor en su cuerpo, posa su mano en el abdomen y comienza un camino muy lento que recorre deslizando sus dedos hasta llegar a la zona que le interesa ahora. Ahí, mete la mano dentro del jogging y, por consecuente, también dentro de su ropa interior, a penas removiéndola hacia un lado para posicionar su mano sobre su vulva y comenzar a rozar sus dedos allí con delicadeza, contra sus labios mayores. El escaso, no tan escaso, vello púbico se siente rico cuando se lo jala con el subir y bajar de su dedo medio. Puede sentir que, a pesar de ya estar un poco mojada, lo hace aún más ahora que su calentura no hace nada más que aumentar entre la canción, el cómo ella se toca y, por supuesto, la foto. Esta puta foto.
“...qué pasará cuando nos encontremos.
De seguro que se lo explicaría…”
Cierra los ojos de nuevo, su imaginación disparada a mil por hora, mientras diferentes escenarios revolotean por su mente. Desde la dichosa foto a la cual puede visualizar perfectamente, hasta cosas… que han pasaron entre ambos. Como aquella vez en casa de ella que terminó con él enterrando su cabeza en su zona, lamiendo todo con tal ahínco que logró hacerla venir varias veces… Ha pasado un largo tiempo y todavía el recuerdo de la forma y movimientos de su lengua dentro de ella, la vuelven loca. Parecía no se cansaba nunca, completamente insaciable, que estaría dispuesto a beber de ella todo lo que quisiera y más… También recuerda como, con una sola mirada intensa y cómplice compartida entre ambos, terminaban enredados el uno sobre el otro en cualquier encuentro que tuviesen en persona… Sus muslos se cierran de golpe ante el recuerdo y la intromisión de dos de sus dedos de golpe, entregándose a otro tipo de roce que la estimula aún más ante el aluvión de memorias que la atosigan de la forma más exitante. Y no la ayuda para nada lo mucho que a su mente lleguen todos aquellos momentos en los que acabaron con el acariciándola o, mejor dicho, metiéndole los dedos ante el más mínimo consenso. Esa es otra cosa que se le quedó grabada a fuego: la forma de sus dedos y el cómo solo él sabe moverlos dentro de ella, sumado a la adrenalina del momento inoportuno pero las ganas correctas.
“...llama de madrugada tan caliente como siempre.
Y me habla de una manera que ni yo me atrevería.
Veremos lo que pasa cuando me tengas de frente.
Es que, igual que ella, también pienso en ese día…”
Algo dentro de si misma se aviva aún más si es eso posible, cuando se le viene en mente aquellas dichosas conversaciones en la madrugada… cuando Eren le describía, una y otra vez, todo lo que le haría y ella a él, todo con lujo de detalles. Cuando ella no hacía más que describirle de qué forma ella se agacharía frente a él para lamérselo entero… Cuando él le decía lo mucho que la deseaba, las muchas veces que se imagino así mismo cogiéndosela frente a un espejo solo para ver en sus ojos como va perdiendo la compostura… O las veces en las que Mikasa le admitía sus fantasías de que la inmovilice y pierda el control, para luego poder recuperarlo y dominarlo a él… O cuando Eren le decía que quería hacerla gemir tanto para que ella salga de su mente correcta y que se transforme en una caprichosa que quiera una cosa y solo una cosa…
O incluso las charlas más inocentes, cuando comparaban sus vivencias con parejas de personajes ficticios… También ha pasado tanto de eso… Aunque este último pensamiento no logra terminar de afectarle en la nostalgia, puesto que, en ese preciso instante, se viene con un gemido agudo y vergonzoso.
Pasan unos segundos de silencio en los que, no solo la canción ya estaba llegado a su fin, sino que también necesitaba un poco de calma después de tanta acción. Ahora sí, con una respiración más regular y plenamente consciente de lo que acaba de hacer, atina a pausar la música. Observa en su mano los restos de su deseo representados por ese líquido viscoso al cual ve resbalar por sus dedos. Algo dentro de ella le dice que se pruebe y lo hace, casi sin pensarlo. Se mete el dedo muy despacio hasta el final de la falange en su boca, sorbiendo una sola vez y tragando suavemente, tal vez imaginando que podría ser el miembro de él… Sin embargo, no le resulta un sabor muy agradable, ni demasiado horrendo tampoco. Es lo que es.
—Tal vez debería hacerle caso a internet y comenzar a tomar jugo de ananá.— se dice en voz alta, soltando una breve risa.
Satisfecha, se incorpora y sale de la cama. Con los auriculares todavía puestos, toma su celular y se dirige al baño. Después, se encamina hacia la cocina. El espacio es pequeño, pero funcional. Y lo que más destaca allí es aquello que, ahora mismo, es lo que más quiere: su amada cafetera. Comienza a moler los granos de café cuando se le ocurre volver a darle play a la música. Ignoraba cual canción sería la siguiente, se sorprende cuando comienza a sonar otro himno del reggaetón que conoce muy bien.
“...¿de qué sirve que lo beses a él
cuando tu mente está pensando en mí…?”
…Lamentablemente conoce la letra demasiado bien.
Y mientras sus manos continúan interactuando con la cafetera, ella se suma a cantar. —”...estás con alguien que no querés, pensas que sería si estás conmigo. Decime qué se siente tener, un amor que no es correspondido…”— canta, comenzando a expresar leves matices de rabia e indignación en su voz.
La realidad azota su mente. Eren ahora está en una relación con Historia… La cafetera suena de fondo y su tono de voz se eleva. Apenas puede ver el café cayendo en la taza, puesto que aparecen algunas lágrimas que le nublan la visión. Sigue cantando. —”...te da amor pero no es suficiente. Ella te escucha pero no comprende…”— se pasa una mano por la cara, un par de lágrimas traicioneras resbalan por sus mejillas. —”...no es lo mismo hacer el amor con quien se ama. Y mis labios te extrañan. No hay dos como yo y tu cuerpo me reclama. Y mis manos te aclaman y se mueren por volver a tocar tu espalda. No me digas que no, cuando sé que tu corazón me llama…”— enmutece para ahogar un suspiro que le hace vibrar el pecho. El café ya ha dejado de caer, pero ella no puede evitar quedarse quieta donde está, completamente absorbida en su mente.
“...mis manos en tu pecho,
vamos haciendo el hecho.
Ni novios, ni amantes,...”
—”...amigos con derecho.”— su voz termina por romperse en aquella tarde fría y lluviosa de invierno, representados por el vacío inmenso del romance que le queda después, donde el deseo aún le arde pero la soledad también.
