Chapter Text
Merlin estaba terminando de encender el fuego en las cámaras del Rey cuando Arthur entró bruscamente y de forma ajetrada trayendo consigo una corriente del frío aire de invierno.
“Ahí estás, necesito que prepares mi caballo. Guarda provisiones para tres días en los sacos de mi montura - y no olvides empacar la manta gorda esta vez, Merlin.”
Merlin miró al cálido fuego, las llamas danzando serenamente en el calor, y después a la gélida y oscura ventana. Esperaba que al menos no tuvieran que partir hasta la mañana.
“¿A dónde vamos?” preguntó.
“Nosotros no vamos a ningún sitio. Yo voy en una misión. Hay una criatura aterrorizando un pueblo cercano a la frontera del reino de Cenred – está a muchos kilómetros de Ealdor, cerca de la costa,” añadió Arthur, sabiendo de antemano cual iba a ser la primera pregunta de Merlin.
“¿Vas a ir solo?” Merlin frunció el cejo. Pese a todas las protestas sobre la seguridad del Rey, seguía sucediendo de vez en cuando que Arthur insistía en manejar algo personalmente.
“No – Me llevaré algunos caballeros,” dijo Arthur mientras desplegaba un mapa en su mesa y empezaba a calcular distancias.
“¿Cuáles caballeros, exactamente?”
“Los pertenecientes al consejo,” contestó Arthur, comparando dos mapas.
Eso significaba que eran Leon, Lancelot, Gwaine, Percival y Elyan… y eso significaba que la criatura era problemática.
Ya no solían salir todos juntos, cada uno ocupado con sus propias tareas. Pero cuando cualquiera de ellos necesitaba el apoyo de hombres en los que poder confiar – no solo en pelea, sino en tomar decisiones independientemente y en sincronía – entonces encontraban el tiempo para unirse.
“¿Y por qué no puedo ir?” preguntó Merlin. No podía creer que Arthur quisiera prepararse su propia cama o encontrar su propia madera para el fuego en la nieve – y era de esperar que hubiera mucha nieve, basándose en el área del mapa que Arthur estaba estudiando.
Arthur se detuvo, como siempre hacía cuando iba a mentir. “Bueno, hay mucho que hacer aquí, con las preparaciones del festival del solsticio. Eso me recuerda, he escrito mi discurso – está en el primer cajón – así que haz lo que mejor se te da, léelo bien y haz que suene mejor, ¿vale?”
“Pero aún queda una semana -” empezó a protestar Merlin, pero Arthur sacudió la mano deteniéndolo.
“- y si empiezas ahora, no estarás corriendo como un pollo sin cabeza la noche anterior, como te pasó el año pasado.” Sonrió y Merlin sabía que estaba recordando el incidente donde, tras tirar una bandeja de vasos había empezado con la retaíla de que todo era estúpido; los vasos, el festival, los bailes, estúpidos estúpidos, estúpidos. Viéndolo así, quizás si había estado un poco estresado.
“Vale, me quedaré en el cálido y agradable castillo, y tú puedes ir a congelarte los pies en las montañas de Gwymedd.”
La sonrisa de Arthur desapareció de su cara y volvió a mirar la ruta del mapa.
“Será mejor que añadas calcetines gordos de más en mi bolsa.”
*********
Merlin iba tarareando mientras deambulaba por el castillo recolectando el equipo de Arthur.
Por suerte, los caballeros no saldrían hasta la primera luz, lo que significaba que él no tendría que escabullirse hasta la media mañana.
Había aprendido hacía tiempo que era más simple seguir a Arthur en sus misiones así, en vez de intentar convencerlo de que le permitiera ir con ellos.
Merlin era bueno rastreando, y con la nieve de esta época del año sería sencillo. Además, sabía que podía contar con que Lancelot le dejara algunas marcas obvias para encontrarlos si el grupo cambiaba el rumbo.
Cuando entró en el cuarto de Gaius, se encontró al anciano estudiando un gran libro.
“¿A qué se enfrentan esta vez?” preguntó Merlin, acercándose a la mesa. El libro estaba abierto en una página titulada: Cambiaformas. Debajo, la descripción era angustiosamente escasa.
“Hola a ti también,” dijo Gaius, “Y no estoy del todo seguro aún. El mensajero trajo descripciones de algunos pueblerinos que habían conseguido sobrevivir algún encuentro. Decían que la criatura cambiaba de forma según su oponente, o su presa. De algún modo -y no consigo averiguar como es posible,” dejó de hablar mientras pasaba la página, “la criatura consigue tomar la forma de alguien de importancia para la víctima, usando su apariencia para tentar, asustar o distraer ataques.”
“¿Eso detiene los ataques?” preguntó Merlin.
Gaius le miró. “Sí, parece ser que es algo complicado lanzar un golpe mortal a una criatura que se parece a tu hijo asustado, o tu llorosa esposa.”
Merlin no tenía mujer ni hijo, pero lo entendía, “¿Cómo sabe que apariencia tomar?”
Lo más que aprendiera de la criatura ahora le serviría para proteger a Arthur luego.
“Eso es lo que estoy intentando de averiguar. No es algo habitual de los cambiaformas, al menos según este libro. De hecho, las únicas criaturas que se me ocurren que pueden percibir los miedos y deseos de sus victimas son sirenas.”
“Pero las sirenas no cambian de aspecto.”
“¡Exacto! Y viven en el mar, mientras que está criatura está vagando por las montañas…” fue perdiendo el hilo mientras estudiaba el texto de nuevo.
“Montañas que están cerca de la costa,” dijo Merlin.
Gaius lo miró.
“¿Han habido avistamientos o encuentros con sirenas en las aguas que las rodean?” preguntó Merlin.
“Crees que la criatura es de alguna manera descendiente de una sirena.”
“Podría ser, ¿no? Si una sirena y un cambiaforma se conocieran, puede que hubiera un alocado romance,” sonrió Merlin, pero Gaius sólo alzó una ceja.
“No sé si un romance, pero tu teoría podría ser cierta… aunque eso la haría una criatura extremadamente extraña. Casi no se ven cambiaformas en estos dias.”
“¿Cómo leen las sirenas las mentes de la gente?” preguntó Merlin, volviendo al tema.
“No leen mentes. Leen el corazón. O las enredadas señales mágicas de algunos sentimientos como el amor y la devoción.”
Genial, pensó Merlin, sabiendo claramente a que forma se tendría que enfrentar, si es que necesitaba hacerse cargo de la criatura personalmente. Eso podría complicar las cosas. “De acuerdo, ¿qué más?”
“Bueno, las sirenas son conocidas por su cantar, pero los reportes sólo mencionan el cambio de apariencia, nada sobre canciones – aunque si empieza a cantar, sugiero que te tapes los oídos, por si acaso. ¿ A qué hora os vais?”
“Ellos al amanecer, yo a media mañana,” dijo Merlin, sabiendo que no tenía sentido intentar esconder sus intenciones. Gaius sabía que no podría convencer a Merlin para que cambiara de idea, por lo que se conformó con echarle una mirada de desaprobación. Merlin le devolvió una avergonzada sonrisa.
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Escabullirse del castillo era sencillo ahora. Simplemente decía que Gaius necesitaba hierbas frescas y luego sacaba su caballo y se alejaba antes de que nadie empezara a hacer preguntas.
Alcanzó a los caballeros a la tarde, viendo su campamento al otro lado de un pequeño valle. Habían pasado la mayor parte del día viajando por el bosque e iban a pasar la noche ahí, antes de cruzar la montaña a la mañana siguiente. De esta forma, alcanzarían el pueblo de Ogwen al caer la noche del siguiente día.
Merlin no intentó acercarse más y encontró un lugar refugiado entre los árboles donde la nieve no había llegado al suelo aún. Uno de los beneficios de viajar solo era que no tenía que hacer todas las mociones para instalarse a mano. En vez de eso, dejó que su magia hiciera el trabajo, quitando la humedad de los troncos para comenzar un fuego, sacar las pertenencias de su bolsa. Su caballo miraba tranquilo como una lona suspendida en el aire se colocaba entre dos árboles y se ataba sola haciendo su refugio.
Merlin colocó su esterilla y manta dentro del refugio y sacó una cacerola. Se hizo la comida, en parte porque la comida preparada con magia sabía extraño, pero en su mayoría porque le gustaba hacerlo.
No leen mentes, sino el corazón.
Con un poder así, no es raro que Arthur escogiese sólo a los hombres en los que más confiaba. Merlin estaba un poco ofendido de no haber sido invitado. A veces Arthur intentaba disuadirlo de ir con ellos en misiones especialmente peligrosas, y Merlin no podía culparle, era consciente de que no parecía exactamente fuerte. Pero esta criatura no parecía tan mala. Después de todo, muchos pueblerinos que se la habían encontrado habían conseguido escapar.
Terminó su cena y se metió dentro de su refugio. Hacía demasiado frío para sentarse bajo las estrellas. Mientras se dormía, calentito bajo su gruesa manta, se preguntó si Arthur estaría lo suficientemente calentito al otro lado del valle.
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Merlin sabía que los caballeros habían rodeado a la criatura, incluso antes de tener el claro a la vista. Podía escuchar el grito de terror, una voz femenina gritando. La puesta de sol teñía de rosa y naranja el panorama nevado, y aunque habían llegado a la parte más alta de la montaña, no habían alcanzado aún el pueblo de Ogwen. La hora no era la mejor. Estaban cansados por el largo día de viaje y Merlin se preguntó si los caballeros habían encontrado la criatura o si la criatura los había encontrado a ellos.
Al acercarse al borde de los árboles, vio a Percival mirando a su mayor madre, una pequeña mujer arrodillada en la nieve, escondida aterrorizada. La espada de Percival estaba alzada de forma protectora, pero temblaba en sus manos. Sus ojos fijos en el rostro de su madre y no notó como los dedos de la mujer se convertían en largas garras.
Desde su escondite, Merlin empezó a murmurar un hechizo bajo aliento, pero antes de poder actuar, Elyan se puso delante, chocando con Percival y echándolo del camino, justo cuando la criatura lanzaba una garra tan afilada como cuchillos en su dirección. Elyan volvió a ponerse en pie rápido, rodeando a la criatura, lanzando un golpe con su espada. En un extraño movimiento orgánico, la criatura se convirtió en Gwen y las garras se transformaron en una mano agarrando una daga. Gwen evitó el golpe de Elyan con su daga con una mirada de confusión en su rostro como si no pudiera creer que la hubiera atacado.
Mientras un desconcertado Elyan intentaba atacar a su aparentemente confundida hermana, los demás caballeros los rodeaban. Merlin se quedó en su posición en el claro. Desde ahí, tenía una clara visión de la criatura, mientras que su cuerpo estaba escondido tras el tronco de un pino caído.
Nunca intervenía a menos que fuera estrictamente necesario – para ser sincero, solía serlo, al menos un poco – y si podía alejarse antes de ser visto cuando la criatura fuera destruida o capturada, entonces su vida la siguiente semana sería más sencilla. Arthur solía ponerse de mal humor siempre que pillaba a Merlin siguiéndoles.
Lancelot se adelantó para asestar a la criatura desde la derecha, pero se giró para mirarlo justo en ese instante. Merlin se preguntó si podía sentir a los caballeros sin verlos. La daga de Gwen se convirtió en una espada, y la confusión desapareció de su rostro, reemplazada por lágrimas cayendo por sus mejillas – pero por lo demás continuó siendo la misma persona. Gwaine soltó una carcajada mientras que Elyan lanzaba una mirada enfadada a Lancelot. Lancelot estaba ocupado defendiéndose de los continuos ataques de una llorosa Gwen, la espada convirtiéndose en un gancho, intentando destriparle – pero a pesar de eso parecía un poco avergonzado.
Gwaine y Arthur rodeaban a la criatura, acercándose por ambos lados.
“!Lancelot, por favor, no hagas esto!” sollozó Gwen mientras Lancelot esquivaba su gancho. Su voz sonaba tan convincente que Lancelot se estremeció visiblemente. El corazón de Merlin se atragantó en su garganta al ver las miradas consternadas de Elyan y Arthur.
De entre todos, Leon consiguió mantener la compostura y se adelantó lanzando un golpe con su espada con ambas manos, a la nuca de Gwen. Ella se agachó en el último segundo y se giró hacia él, sus rasgos cambiando. Desapareciendo el oscuro cabello de Gwen y sus suaves rasgos, y en su lugar, apareció una mujer con cabello rojo rizado y mejillas sonrojadas, sosteniendo una cesta de lavado. Merlin la reconoció al momento, era Eluned, a quien Arthur había ascendido hacía poco a jefa de las tareas domésticas.
Por la cara de sorpresa de los demás caballeros, Leon había mantenido su secreto muy bien, bueno, hasta ahora claro.
“¡Pero está casada!” exclamó Percival cuando Leon intentaba ir contra ella. Ella gritó y se encogió, colocando su cesta delante de ella protegiéndose.
“¡Lo sé! ¡Y su marido es un animal!” dijo entre dientes, mientras intentaba acercarse de nuevo con la espada alzada – pero estaba claro que no podría golpearla.
“Leon, prometiste que nunca serías como él,” susurró ella, y la expresión de horror en Leon dejó claro su amor por ella.
Gwaine se abalanzó desde el lado izquierdo de la criatura, consiguiendo al fin tirarla al suelo. Se volvió a poner de pie, contorsionándose… y por un momento, se quedaron mirando en completa perplejidad. La criatura estaba cambiando y contorsionándose como si no tuviera claro que forma tomar – como si necesitara algo para decidir que forma tomar pero Gwaine no se lo estaba dando.
Finalmente, se transformó en algo grotesco, mitad de su cara era un lío de diferentes rasgos, mientras que la otra mitad parecía perfectamente el mismo Gwaine.
Esta vez fue Arthur quien rió, “Debería haber sabido que tu mayor amor serías tú mismo.”
Gwaine miró a la criatura con curiosidad, y se encogió de hombros sonriendo, “Que puedo decir, soy un partidazo.” Los rasgos de la criatura revelaron unas garras nuevamente y las lanzó contra Gwaine. Estaba más furiosa ahora y Gwaine tuvo que dejar de sonreír y concentrarse en la pelea.
Ver a Gwaine pelear era siempre hipnotizante, su forma de moverse era tan… él, y Merlin lo estaba mirando ahora, girando y contoneándose en combate. La criatura, sin embargo, estaba demostrando estar a la altura, y Merlin pensó que era extraño que Arthur no estuviera ayudando.
Arthur también estaba observando, su pose firme esperando para entrometerse en cualquier momento, pero estaba dudando. Quizás no quería renunciar a la ventaja táctica de tener los poderes de la criatura concentrados en Gwaine, a quien no podía descifrar. Eso dio tiempo a los demás de reagruparse y presionar por todos lados. Mientras la criatura luciera así, sería más fácil de matar. Entonces Gwaine dio un paso hacia atrás y perdió pie en una grieta del suelo, no era muy profunda pero si lo suficiente para desestabilizarlo.
Cayó al suelo con un grito de sorpresa y Merlin estaba ya haciendo un orbe brillante de poder entre sus manos, listo para tirarlo, cuando Arthur se adelantó, colocándose de forma protectora frente a Gwaine y alzando su espada.
La cara deforme de la criatura le sonrió a la vez que iba cambiando – esta vez sin la más mínima confusión.
Merlin vio, pasmado, como la criatura tomaba su apariencia.
Ese Merlin miraba a Arthur con una abierta y triste expresión. Sus hombros encorvados, parecía frágil y vulnerable. Merlin vio como su propio labio temblaba, viéndose a sí mismo abriendo la boca y formando las palabras suplicantes y temblorosas, “Arthur, yo-”
Pero a diferencia de los demás, Arthur no dudó. Se abalanzó al instante, bajando su espada con fuerza. Se hubiera clavado en el pecho de Merlin si la criatura no hubiera transformado su forma en el último momento en algo oscuro y emplumado con grandes garras. Y así, la espada de Arthur sólo le rozó un ala, errando el golpe al cuerpo por completo.
El horror de Merlin aumentó cuando una garra se adelantó, rápida como una flecha, y atravesó la parte delantera de la malla protectora del pecho de Arthur como si no fuera más que cuero.
